“COATL” Autor: Verónica Miranda Octubre/2013
Dedicatoria:
A mi madre A mi abuela A mis tĂas A mi hermana A mis primas A mi cuĂąada A mi hija A mis amigas
Coatl Coatl nació de un huevo. Era un huevo de serpiente depositado en el vientre de su madre. Su ofidio origen se debía a los ilícitos amores de su madre con un Dios serpiente que de vez en cuando descendía a la Tierra para enamorar doncellas. La verdad es que en eones de prácticas concupiscentes, el Dios serpiente nunca fecundó a hembra humana, sólo que con la madre de Coatl las cosas habían sucedido de forma diferente. Lo que no sabía el Dios serpiente es que la doncella que eligió era descendiente directa del Dios Sol, Quetzalcoatl. Así que unos genes más, unos genes menos, el fruto de esos amoríos fue Coatl.
I
En sus primeros días de vida. Coatl tenía una imagen netamente reptiliana, tenía escamas en su carita sonrosada y sus extremidades casi no se veían. Angela, la madre, se la pegó al pecho para que mamara de su leche. Coatl bebió de la leche de Angela, mientras sus pequeños colmillos se encajaban en los suaves senos maternos. Sangraba un poco, pero Angela la amaba con toda el alma.
II
Dicen que el Dios serpiente huyó al saber la noticia de que una mujer había traído a la luz un hijo suyo. Huyó allende el mar, donde los huracanes nacen para sacrificar su alma al Dios. Angela incubó el huevo a escondidas, porque el amor entre Dioses y humanos es tan mal visto como aquel que se ofrenda al reino del Onán. Tendría un par de meses de nacida Coatl cuando por fin crecieron sus extremidades humanas. Unos pequeños brazos que se aferraban a los hilos del rebozo de Angela. Enredaba sus deditos maravillada de las posibilidades que le brindaba tener manos. Coatl aprendió a caminar al tercer mes, y a correr al cuarto. Corrían por la milpa madre e hija.
-Mami, ¿por qué el viento corre conmigo?
Porque el viento es tu amigo, despeja las nubes para que sientas el Sol. ¿Sabes?, el Sol es nuestro abuelo y nuestra Madre Tierra un día desposó con él. Solo que… eso se nos ha olvidado a los humanos…. A mí me trajeron a la vida con mucho amor, eso sí, pero por amar a tu padre me han desterrado.
Coatl no entendía mucho de los humanos. Le gustaba mirar sus brazos y sus piernas, pero sabía que había nacido de un huevo y que, aunque ahora se le cayeran poco a poco las brillosas escamas, tenía un origen serpentino.
III
Por las noches mamá Angela cerraba las puertas y ventanas de la casa para que no se “colara” el frío. Coatl, a pesar de ser una niña, tenía la sangre fría como la de un reptil, y necesitaba calor. Una de esas noches, una muy, muy oscura y callada, luces de antorchas comenzaron a refulgir. Coatl despertó pensando que ya había amanecido.
Le asustó tanto ver a su madre tomando una vieja escopeta y salir.
-
“Corre hija. ¡Huye!, ¡Vienen por ti!”
Coatl atravesó las milpas, con el corazón despavorido. Volteó un par de veces, pero solo para mirar su casa envuelta en llamas. No entendía el odio humano. No entendía por qué le odiaban, Cuando pudo regresar encontró entre las cenizas la osamenta calcinada de su madre. La metió en un costal, le ató un mecate y se la echó al hombro.
Caminó mucho, durante muchos días. El Sol le daba fuerzas para seguir.
IV
Coatl creció sola. Comía de las hierbas, pero especialmente le gustaba el maíz. Bebía gotitas de rocío acumulados en las corolas de las flores y a veces trepaba árboles para buscar colmenas y miel. Tenía unas hermosas trenzas, pero en la noche se soltaba el cabello para que serpenteara por su espalda. Sentía así, las manos de su madre acariciando su piel. Vivía debajo de una piedra gigante que formaba parte de un gran risco al que llamaba “Avisadero”. Desde allí podía observar la mancha urbana. Le gustaba en especial cuando llegaba la noche y veía las luces parpadear. Se enamoró de la ciudad. Un día intentó bajar y conocer de cerca a los hombres. A aquellos que habían dado muerte a su madre, a esa temible raza humana. Se amarró el cabello haciendo una trenza enorme y, decidida, bajó a la ciudad. Traía su morral y su vestimenta hecha de juncos y flores. La gente en la ciudad le miraba mal. No podían ver a alguien distinto porque juzgaban lapidariamente. Coatl anduvo entre autos y edificios. No se cansaba de andar. Una noche un hombre llegó a ella. La tomó por sorpresa y sosteniéndola en un vilo, la raptó y la violó. Coatl gritó, siseó, incluso aulló; pero nadie fue capaz de prestar ayuda. El hombre la dejó en un charco de sangre muy lastimada. Coatl reptó por las calles. Se deslizó sigilosa y se fue a vivir a las cloacas. Allí, entre el estercolero y las alimañas encontró la paz que los humanos no podían dar. A la mañana siguiente sintió que algo crecía dentro de su cuerpo.
V
Coatl, bien pudo regresar a donde las milpas le brindaban el abrigo y confort, pero el amor a los humanos la cegó y se quedó en la ciudad. Sigilosa, cuidaba el día en dar a luz. El amor infinito hacia su criatura, era el mismo que un día Angela sintió por ella. Nació un varón, pero no nació de un huevo como lo había hecho ella. Nació de sus entrañas. Sintió un dolor intenso y a la vez hermoso. Cortó el lazo umbilical con sus filosos colmillos y lamió las heridas con su lengua viperina.
“Ángel”, le llamó a esa criatura que parecía un Sol.
Coatl amamantaba al pequeño Ángel, cuando una turba de gente la encontró. No hubo oportunidad de huir. Ella abrazó al pequeño y ambos murieron en un linchamiento cruel y despiadado.
FIN
Epílogo: Coatl es la madre Tierra. Ángel es el Sol.
La lluvia son las lรกgrimas de la abuela. Y nosotros somos .... la turba que lincha