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La vía del corazón Arnaud Desjardins basado en las enseñanzas de Swamiji Prajnanpâd Lo que vais a encontrar aquí es la transcripción de charlas con un reducido grupo formado por mujeres y hombres de todas las edades y orígenes sociales, comprometidas, según las posibilidades de cada una de ellas, en el camino de la sabiduría. Mi maestro Sri Swâmiji Prajnanpad, fue quien me permitió unir las afirmaciones de su enseñanza con la realidad concreta de los occidentales contemporáneos. Consciente de mi deuda de gratitud hacia él, debo sin embargo precisar que mis palabras, hoy, únicamente me comprometen a mí y no deben en ningún caso entenderse como una exposición rigurosa y fiel de la enseñanza impartida por mi maestro. A.D.
El siquismo de un “adulto”, sobre todo del adulto moderno producto de la actual civilización,
reproduce un esquema repetitivo formado y cristalizado más o menos a la edad de los seis años. Es un molde rígido que engendra un esquema de la visión del mundo y de sí mismo en relación con los demás seres que corresponde a una visión y emoción infantil del mundo. Todos hemos sido niños, pero ciertamente somos menos educados –no digo menos instruidos – que los niños lo fueron en otras sociedades. No digas enseguida que eres la excepción a la regla; intenta más bien y honestamente preguntarte si no has permanecido en el fondo infantil a pesar de los años. Sin darnos cuenta abordamos las relaciones, incluso de adulto, a partir de un esquema infantil. El niño está hecho para recibir. Es normal y natural. Aproximadamente a partir de los seis años es cuando, por sí mismo, el niño da sin que se le obligue. Pero hasta ese momento el niño “está hecho” para pedir y recibir; y el adulto que no asume la tarea de transformación y de un profundo cambio interior permanece fundamentalmente egoísta. Esto debe entenderse no como una condena o un juicio moral, sino como una llave para el progreso. No es una acusación que hago, es una afirmación que tendremos que contrastar y verificar por nosotros mismo. Y cuanto antes la verifiques antes empezarás realmente a cambiar. Es indispensable que lo veas y que lo considere como una ley natural y no debe olvidar que el camino consiste justamente a sobreponerse a ese tipo de leyes naturales. La ley natural es el egoísmo fundamental en los otros y en nosotros. Algunos gestos generosos nos ilusionan y nos hacen creer que hay gente egoísta y otros no. Ocurre a veces que recibimos de otros aquello que esperábamos. Pero si lo miras bien, sin miedo, sin temor, con ganas de ver la realidad, te darás cuenta fácilmente lo poco que recibes en comparación a lo que esperabas recibir; incluso de los que amas. Yo no digo que hay bebés que lo han recibido todo de su madre, cuando esta lo es verdaderamente. Pero a partir de la adolescencia, cuando somos jóvenes hombres y mujeres, cuan poco recibimos en comparación a la inmensa aspiración y espera de nuestro corazón. Y paralelamente cuan poco somos capaces de dar de nosotros mismo de manera desinteresada.
A primera vista puede parecer chocante oír r de manera tan categórica una afirmación de este egoísmo generalizado. Pero lo repito: este egoísmo es normal y natural. Sin embargo la persona en el camino puede sobre pasarlo y el camino te conduce justamente del estado infantil al de un verdadero adulto y ahí es donde se ha de empezar. El error demasiado frecuente es considerar la meta como norma. ¡No! La meta es la meta y lo que importa es la situación en la que te encuentras en el punto de partida. La meta es hacia dónde vas, pero únicamente puedes apoyarte sobre lo que eres hoy. Y este es un punto muy importante que casi siempre se olvida. Si tomamos la imagen de un viaje, es bien cierto que tenemos una meta, un objetivo, pero es exactamente ahí donde estamos que podemos poner un pie después del otro. Esta misma verdad también es válida en un camino de transformación. El egoísmo es el punto real donde nos situamos y donde permaneceremos durante tiempo. Por lo tanto este egoísmo debe de ser plenamente aceptado y no juzgarle y condenarle enseguida en el nombre de la meta. Uno de los errores más graves que se puede cometer consiste en rechazar lo que hoy sois en el nombre de lo que podéis ser o seréis un día. No hay otra cosa que lo que hoy sois; de lo contrario lo que estáis haciendo es soñar en el camino. En la vida hay lo que el ego considera como suyo y lo que no considera como suyo. Si soy miembro de una comunidad espiritual, considero a esa comunidad como parte de mi mundo. Y seguramente quiera hacer algo por ella; pero bajo ningún concepto haría algo para una asociación cuyos objetivos no me interesan. ¡Oh que persona más abnegada, dedica sus noches a las reuniones de grupo y sus actividades! Pero dile a la misma persona que dedique su tiempo a otro tipo de asociación y te mirara diciéndote: “¿te ríes de mi o qué?”. Aunque la actividad parezca no egoísta, únicamente se trata de una forma más amplia de egoísmo, pero siempre con la proyección de nuestros intereses y de nuestro mundo individualista. Es como el niño que ha comprendido por la fuerza de las cosas que no siempre podía recibir si dar nada. ¿Crees que el niño aprende la tabla de multiplicar por interés personal? Ciertamente no. Ha aprendido que sus padres se lo piden y que si quiere continuar a recibir de ellos se ve obligado a dar también. Y la lección se grava en cada uno de nosotros: “Si quieres recibir, tienes que dar”, y los que han entendido la lección dan, pero con el objeto de recibir. Dar sin esperar nada representa una etapa muy avanzada del camino. Hoy día y con mi comprensión miro hacia atrás y veo la manera en que me acerqué a los maestros y compruebo la inmensidad del egoísmo, un egoísmo absoluto: “dame la serenidad, dame la sabiduría, ayúdame en mi camino, dame tu gracia, ame tu comprensión, dame, dame, dame...” Que yo diga esto hoy no te va a curar. Tienes que verlo por ti mismo y verlo tranquilamente. Todos hemos pasado por ahí y lo importante es no quedarse atrapado en el mismo lugar toda la vida, hasta la muerte. Fijémonos a lo lejos hacia la Sabiduría, pero primero miremos bien donde pisamos: hoy reina el egoísmo y quiero verlo.
Siente cuanta necesidad tienes de recibir de la vida, cuanta necesidad, mas, mas, mas. Tu verdadera naturaleza es la necesidad de recibir. Sé que es duro oírlo y yo no lo entendí tan fácilmente. No comprendía esas palabras que honestamente me parecían injustas tanto me venía a la memoria todas las ocasiones en las que di mi tiempo y mi dinero. Pero tienes que ir más allá de esa primera reacción y mirar la veracidad de lo que digo. Te sientes pobre porque aún no posee lo que las enseñanzas llaman verdaderas riquezas que nada puede destruir. Y tienes necesidad de recibir en dos ámbitos. Recibir en el ámbito del haber y en el del ser. Por una parte necesitamos tener; que se nos dé algo de fuera. Claro necesitamos cosas materiales, pero también necesitamos admiración, consideración, honores y el amor de los que nos rodean. Y por otra parte si queremos progresar en nuestro ser, ser mas unificado, menos contradictorio, menos emocional e incluso menos egoísta, necesitamos que nos ayuden a cambiar, a progresar y ahí también nuestra petición es egoísta: necesito recibir de la existencia, o de un terapeuta, o de una persona mayor, o de un maestro para mejorar mi ser. Como parece más noble mejorar mi ser que aumentar mi haber, hay el riesgo que olvidemos que esa actitud, aunque llamada espiritual, es egoísta. Sufro en mi limitación, en mi imperfección, en mi mediocridad, no me gusto como soy y pido entonces cambiar. Pero esta petición sigue centrada en el egocentrismo. Por lo tanto que me dé cuenta o no, mi acercamiento a un maestro sigue centrado en el egoísmo. Pero la ley dice que para recibir debo dar. Entonces voy a encuentros, organizo talleres, hago colectas, me ofrezco voluntario. y todo eso tiene por finalidad permitirme recibir. Esto debe de ser percibido y no juzgado. Sobre todo no digan:”está mal”, sino:”es mi situación actual. Tengo seis años, pero un día seré verdaderamente un adulto”. Reconozcan que necesitáis tener. Esto es un primer paso y una etapa a franquear. Aunque sueñe con la sabiduría suprema, con la unidad – es decir con la desaparición del egocentrismo- con la libertad de quien es libre de la ley de atracción y repulsa, aún no has llegado a eso. Reconócelo, tu deseo de progresar esta basado en el egoísmo y no pasa nada. Y sobre todo no hagáis el error de negar lo que hoy sois en nombre de lo que queréis ser o lo que creéis que debéis ser. Ten en cuenta que los otros también son como tú. Los otros también esperan como tú, presos de un marco creado antes de los seis años: incompletos, interesados únicamente en ellos mismo y que lo que consideran como de ellos, “mi” marido, “mi” mujer, “mis” hijos, “mi” heredero etc. No es más que una prolongación del ego. ¿En esta cacofonía quien va poder dar? Pierdan completamente sus ilusiones si quieren progresar. Pierdan incluso la ilusión del amor, porque cuando decís “yo amo” lo que realmente queréis decir es “necesito que me amen”; y si la persona que yo amo no me ama entonces sufro.¡ Incluso ese hijo, que rápidamente ceso de amarle en cuanto se hace odioso, mal alumno o mal educado y que me hace pasar vergüenza! Todo el mundo es llevado por esta actitud infantil y particularmente en las parejas donde cada cual quiere recibir. La vida es una inmensa yuxtaposición de egocentrismo cuyos intereses a veces se corresponden; y las ilusiones en general nos vela esta realidad.
No hay nada de amargo ni de desengaño en lo que digo porque todo esta expresado en función del despertar, de la liberación, y de una alegría trascendente. Si queréis recibir, no hay otra solución que dar. Dando tenéis una oportunidad de recibir pero no es una certeza. Esto corresponde a ciertas leyes que deben de ser bien entendidas; después os daré una esperanza mostrándoles como podéis ir más allá de este juego de acción y reacción y acercaros así a la sabiduría. Ahora un ejemplo: supongamos que voy al mercado, hay muchas cosas que me gustaría tener. No puedo cogerlas y llevármelas sin pagarlas, sería un robo. Sin embargo si doy el dinero correspondiente al artículo, el mercader se ve obligado a vendérmelas. El comerciante nunca se negaría a entregarme el artículo si a cambio le doy el dinero que me pide. Si doy recibo. Si no doy nada no recibo nada. En las relaciones es lo mismo. Puede ocurrir que reciban algo porque las condiciones lo permitan, como cuando una persona está aún enamorada y les hace un regalo. Pero también es corriente que el regalo que le hace no es el que os gustaría recibir y os decepciona. Tal vez sea una desilusión menor pero que sin embargo puede resultar muy importante. De tanto en cuando recibís algo. Miren la cantidad de cosas que en la vida os hicieron felices y que obtuvieron únicamente porque antes disteis. Ciertamente fuisteis felices al obtener un diploma, pero fue a cambio de esfuerzo y tiempo y vuestra felicidad fue proporcional a la incertidumbre en obtenerlo. En las relaciones humanas la ley es idéntica. Si primero dais, puede que recibáis lo que corresponde a vuestra espera y que no sea simplemente la expresión del egocentrismo del otro que se expresa porque da algo que él reconoce como de su mundo. La ley es: si queréis recibir, tenéis que dar. Pero el niño repudia esta ley y dice: “¡Yo quiero recibir y no dar nada!”. Y efectivamente un niño recibe sin dar, pero en realidad está dando felicidad a sus padres aunque no sea consciente de ello. Y el adulto infantil quiere toda su vida recibir sin dar nada:”si tengo que dar no me interesa. Si tengo que hacer el primer paso entonces no me interesa; quiero recibir sin dar”. Y esto es una actitud infantil y tenéis que verlo claramente para escapar a las frustraciones, de lo contrario permaneceréis toda la vida en el infantilismo e insatisfechos. Y así son las cosas. Ahora bien, conociendo las leyes de la gravedad y sometiéndose a ellas, los hombres consiguieron hacer volar un objeto más pesado que el aire… Podemos encontrar infinidades de ejemplos de la ley de acción y reacción, o como otros la llaman de causa y efecto. Esta ley siempre está actuando en todo. Si tú le das a alguien, el hecho que haya recibido le obliga tarde o temprano a dar a su vez. El hecho de recibir crea un cierto desequilibro que incluso puede molestar a la persona que recibe. Cuando recibes hay dos condiciones que os obliga a dar para restablecer el equilibrio. La primera es que recibáis lo que queréis recibir: “no se puede hablar de don si no hay recepción”. Si os hago un regalo que no os apetece, la manera en que reaccionéis a ese don no será la que yo espero y la que me interesa. Una persona ama a la otra y le dice: “te amo” y la otra le replica: “¡qué pena que no me sienta mejor por ello!”. Cuantas veces los padres no se han mortificado diciendo: “después de todo lo que les he dado a mis hijos, lo ingrato que son!”. Lo que cuenta no es que hayáis dado, lo que cuenta es lo que realmente hayan recibido. Algunas atenciones nos enervan y nos molestan, otras nos frustran. La ley de acción y reacción siempre actúa, pero el resultado puede muy bien no corresponder con nuestras expectativas.
El resultado esperado es más bien una eventualidad y una esperanza, no una certeza. Y por eso puede que personas como nuestro hijo o nuestra pareja a los que les hemos entregado mucho de nosotros no hayan recibido todo lo que creíamos que le habíamos dado y la reacción no sea la que esperamos; seremos incapaces de reconocer la ley en acción y únicamente constataremos que estamos decepcionados. Hay por lo tanto un arte de sentir lo que la otra persona espera de nosotros. Pero lo repito: si queréis recibir tenéis que dar el primero, y así tal vez tengáis una oportunidad de recibir, de ser colmados y de progresar en el camino de vuestra propia libertad. El segundo punto es que la persona a la que le dais no solo reciba lo que esperaba, sino que pueda verdaderamente recibir. Hay personas que grandes heridas de la infancia les impide abrirse y sentir que reciben. Nada es suficiente, son como una cacerola perforada en la que se puede verter agua sin cesar. Y esto también tenemos que tenerlo en cuenta. Doy al otro, pero no tiene la impresión de recibir, porque no puedo dar a su corazón infantil lo que espera. Si su corazón infantil, cuando era bebé, esperaba que su mama le diga “te amo” y lo tome en sus brazos, ya es tarde y yo no soy quien lo pueda hacer. También ocurre que damos y mostramos nuestro amor, sin nada recibir en retorno. ¿Entonces esta ley no es totalmente verídica? Sí que lo es. Pero le damos a alguien que no siente lo que le damos, porque espera otra cosa que lo que le damos. La habilidad de mi maestro consistió que gracias a su realismo y comprensión, estuviese yo un día lleno, colmado; ya no necesita nada, se terminó. Fullness, plenitud. Hasta entonces nada era suficiente incluso con mi maestro que no hacía más que dar. A desprecio de su edad, de su cansancio, e incluso de su enfermedad conseguía que nuestros encuentros durasen mucho mas allá del horario previsto, para siempre coger de él más, siempre más. Mi maestro consiguió poco a poco ponerme en situación para que me diera cuenta que recibía. ¡Qué paciencia tuvo! Mi pequeña hija, Muriel, un día le preguntó con la ingenuidad propia de una niña de seis años: “¿tú tienes poderes?”, y él le dijo:”tengo dos poderes: un amor infinito y una paciencia infinita (infinite love, infinite patience)”, y estos son los verdaderos poderes de un sabio. ¿Pero quién, antes de ser sabio puede manifestar este amor infinito, esta paciencia infinita y este don del infinito? Tenéis que veros tal como sois hoy y reconocer que aún no estáis en ese caso. Lo que hoy soy representa mi única suerte de progresar en la verdad – no lo que yo quisiera ser o debería ser, o qué sé yo – LO QUE SOY. El mundo está poblado de adultos individualistas y prácticamente nadie es capaz de esta infinita paciencia e infinito amor. De hecho para la gran mayoría el mundo es una inmensa frustración compensada a veces por algunas alegrías, algunos éxitos momentáneos y al que la mente infla artificialmente para no ver sus carencias. La falsa felicidad es irreal y dos horas o dos días después cae como un globo pinchado. No es cerrando los ojos y tapando las mentiras que podemos escapar a la frustración universal y encontrar la plenitud. Atrévanse, miren y constaten: “Me siento limitado, incompleto, necesito recibir del exterior, que los otros seres humanos me den, y en particular la mujer con la que convivo, o el hombre que amo. Y no estoy satisfecho, nunca estoy satisfecha.
Cuando se cumple un deseo, otro aparece. Yo sería feliz cuando…cuando… Y todo mi felicidad se encuentra proyectada en un futuro:”Cuando nos mudemos y dejemos este pequeño y horrible apartamento, todo irá mejor... Por fin tengo este bonito apartamento, es la felicidad…” basta que la misma noche le llamen por teléfono y llegue una noticia que le contraríe, para que esa felicidad desaparezca en un momento. Quiero ver la verdad: soy egoísta, no puedo hacer otra cosa que pedir y todo lo que hago lo hago para mí mismo. Incluso mi búsqueda espiritual es egocéntrica; me acerco a un maestro en egoísta, sin verdadero amor. Amamos al maestro como otro ama los perfumes o la ropa. Me acerco a mi maestro para exprimirlo como un limón. Dice un proverbio tibetano: Nadie ama tanto como el cazador a su presa”. Necesito recibir, necesito absolutamente que me den. Estoy hambriento, sediento. No quiero ya comportarme como un niño que reclama y sufre, quiero recibir, entonces… voy a dar. Quiero recibir dinero, trabajo. Quiero recibir de otro ser, voy a darle primero e intentar darle lo que puede recibir y no lo que yo tengo ganas de darle. A veces la amplitud del malentendido es tan evidente. Algunos hombres me han hecho la lista de todo lo que le dieron a su mujer y de todo lo que habían hecho por ella; pero cuando oía el punto de vista de la mujer en cuestión, era como un grito de frustración: “¡No he recibido nada!”. A pesar de dar mucho, el hombre no veía y sobre todo no sentía lo que ella necesitaba. Ahora podemos ir más lejos: cada persona actúa únicamente para sí mismo, desde el más redomado egoísta, hasta el Santo o el Sabio. ¡Vaya palabra más inesperada! Cada uno solo puede actuar en su propio interés y cada cual únicamente se ama a sí mismo, desde el ser más ordinario hasta el más evolucionado. Únicamente ese “si mismo” cambia y se transforma. Sino cometeréis un error; cumpliréis una acción que provocará la reacción de una fuerza igual y opuesta y permaneceréis en la ilusión de progresar. ¡No podéis hacer nada para otro, nunca! Únicamente podéis hacer para vosotros mismo. Siendo el egoísmo fundamental del ser humano, egoísmo normal y natural, cada vez que hago para “otro”, no actúa para mi, y por lo tanto me niego algo a mí, ego, y esa parte de mi que ha sido frustrada a favor de otro va a intervenir y reaccionar con la consecuencia de trabarme el camino. Todas las nociones de sacrificio son verdades deformadas, mal entendidas, propagadas por personas que no tienen experiencia y que se contentan de palabras. Es una ley, una necesidad absoluta del ego: cada vez que hago algo para el otro, considerándole como “otro”, yo me frustro; y ocurre una reacción que me frenará en mi camino. Los “sacrificios” que consisten en renunciar a una cosa para obtener otra que consideramos más importante son totalmente egoístas. La “renuncia” siempre es prematura: “He renunciado a las riquezas para encontrar a Dios”. ¡No!, lo que ha hecho es renunciar a algo que te interesaba menos para encontrar algo que te interesaba más. ¿Pero quién es el que aspira a esta realización mística que prefiere a Dios en vez de la riqueza, de la gloria o del poder? El ego. Y no puede ser de otra forma ya que el que domina y reina es el ego. Todo ese cúmulo de nociones puramente emocionales concerniente al sacrificio no toma en cuenta la ley de acción y reacción y eso lleva al fracaso.
Usted únicamente puede actuar para sí mismo, sea cual sea su nivel de ser. ¿Y qué significa? Mírelo bien, si escrudiña en el fondo de vuestro corazón, veréis que necesitáis que os amen, que os consideren, que os quieran bien, que vean en usted a una persona servicial; y eso es tranquilizador. No puede no haber ningún no egoísmo en vuestros actos. No puede ser de otra manera. Lo que puede cambiar es lo que llamáis “yo”. Al principio se trata de “yo únicamente”. Si la educación es harmoniosa se ensancha los intereses del yo y pasamos naturalmente del “yo” al “nosotros”. Mi maestro indicaba especialmente ciertas oraciones donde se empleaban el “nosotros” y no el “yo”: Alumbra “nuestros” espíritus y no alumbra “mi” espíritu (como en el “Padre Nuestro” que dice “danos nuestro pan ..) Si el padre y la madre son hábiles el niño siente como suyo un mundo cada vez más amplio. No estoy yo únicamente, también está mi hermano, mi hermana, mi padre, mi madre, mi tío, mi abuelo y mi abuela que está enferma y a la que debemos llevar la comida a la cama. Pero también hay todo que no considero como “mío”. La abuela de al lado, El niño vecino que no es mi hermano. Hay “mis amigos” y los que no son “mis amigos”. Permanecemos en el mundo del ego, un ego menos estrecho y menos mezquino. Si el ego se expande, al punto no solo de incluir los que me atraen, sino también los que me repugnan al primer contacto, si incluyo los que “no me caen bien”, mi ego se torna cada vez más amplio y entonces actúo siempre para mi, y por lo tanto nunca me frustro y ese “yo” se hace mas y mas inmenso. Y al final del camino, el sabio que descubre la no dualidad sabe que: “en todo este universo, no hay más que yo” no en el sentido de “yo Juan o María”, sino en el sentido de “Consciencia más elevada”, “la Consciencia supra individual” “El Ser realizado tiene por cuerpo el universo entero”. ¡Si el sabio tiene por cuerpo al universo entero, todo lo que hace, lo hace por él! Si ésta no-dualidad se descubre y realizada, no hay ya dos, no hay más que uno. Desde el punto de vista del sabio no hay más que “yo”. En la más hermosa dedicación para los otros, el sabio únicamente actúa para él, pero se reconoce en todos los otros. Ya no hay consciencia dualista que distingue lo que es mío de lo que no lo es, lo que es de mi campo y lo que no lo es, lo que amo y lo que no amo. Desaparece ese mundo de divisiones, se esfuma. El sabio aparentemente da su tiempo y energía a los demás, pero en verdad únicamente se lo da a sí mismo reconociendo al otro como si mismo. Este movimiento elimina la frustración y los pretendidos sacrificios que mueven fuerzas iguales y opuestas y conducen a vidas desaprovechadas como la de la madre que se queja que dio todo a su hijo, que únicamente vivió para él y que hoy el ingrato no va ni siquiera a verle y ni le escribe. Y esto es válido en todos los terrenos: “Le he consagrado mi vida al Señor y no he recibido nada a cambio…” “solo he vivido para Dios y ahora envejezco amargada y desengañada”. Habéis sacrificado mil deseos que han subsistido en el inconsciente en estado latente y que no han cesado en sus reclamaciones. Mientras que si os atrevéis a reconocer plenamente que sois egoístas, individualistas, un verdadero camino se abre ante ustedes que toma en cuenta este egoísmo y que no lo recubre con mentiras, palabras huecas, y que no recurre a emociones neuróticas para que os comprometáis en renuncias, sacrificios y en devociones que en vuestro foro interno no aceptáis y que implican el rechazo una parte de ustedes mismo.
Poco a poco desdibujáis los limites en los que os habíais encerrado, aprisionado, hasta que la distinción entre “yo” y “mío” y “no yo” y “no mío” se borre y lleguéis a un sentimiento estable que se designa con los términos “comunión”, “unión con”, “ser uno con” o no-dualidad. Concretamente el sabio, no puede hacer que desaparezca todo el sufrimiento de este mundo. Lo que si puede hacer y hace es entregar su tiempo y energía a las personas que se lo piden. Cuando decimos que “el sabio es uno con todo”, no significa que puede concretamente ocuparse a la vez de todas las personas que sufren en el mundo. Realistamente es en la relación con su prójimo que puede manifestar esta no-dualidad; un maestro indio con sus discípulos indios, un sheij musulmán con sus discípulos musulmanes y eventualmente con el extranjero que toca a su puerta. Y yo que me acercaba a esos maestros, sediento de peticiones, ellos me sentían como parte de ellos mismos, no diferentes a ellos, todo lo mezquino et infantil que yo fuese. Yo esperaba que “otro” me diese algo, pensaba que con una simple mirada me transformara, ¡hasta donde puede el ego llegar en su insinceridad al aspirante a discípulo!... Repito: nadie desde el egoísta más empedernido hasta el más gran sabio actúa más que para sí mismo. Pero el sabio tiene por cuerpo al universo entero y se reconoce a él mismo en cada uno. Esto no tiene nada que ver con una relación dualista basada en una harmoniosa benevolencia y simpatía que sigue siendo una relación egoísta: estoy yo, preso del sentimiento mío de mi mismo y está el otro, y soy yo como ego que quiere el bien para el otro, y soy yo quien hago algo para el otro. En verdad, el ego únicamente puede actuar para sí mismo, como decía mi maestro su “self glorification”. Y no puede ser de otra manera. Incluso un “yo” noble, un “yo” amaestrado, un “yo” depurado, un “yo” altruista, un “yo” generoso, sigue siendo un ego que reconoce lo que hace parte del circulo de sus intereses y de lo que le es extranjero. Esta limitación sicológica o espiritual fundamental puede sin embargo desdibujarse y el primer paso real para ello es admitir plenamente la ley natural del egocentrismo. La liberación es la liberación de esta ley natural, llamada a veces despertar y estado sin ego “egoless state”. Como imagen podemos tomar a la de una ola del océano que se consideraría únicamente una ola olvidando que es el océano mismo. La siguiente ola le aparecería como una “otra”; estoy yo ola numero uno y esta la otra ola numero dos que me sigue a quince metros. El descubrimiento como forma “yo soy esta ola en particular”, pero como realidad esencial “yo soy el océano” conlleva el descubrimiento de que todas las otras olas a ser el océano también son yo mismo. Esta simple imagen deja entrever lo que se llama despertar, liberación, no-dualidad, nirvana. Pero la pregunta es: “¿Cómo llegar a esta meta si únicamente se puede sentir la realidad del universo en relación a uno mismo?”… ….Percibir al todo poderoso egoísmo puede a veces doler mucho: “Intento cumplir un acto realmente no egoísta y veo que no lo consigo. Sea lo que sea que haga, siento que detrás hay un interés propio, incluso el progresar en el Camino”. No hay nunca ninguna posibilidad de hacer una acción no egoísta. Busquen y os daréis cuenta que no es posible. Y ahí justamente fue cuando la enseñanza de mi maestro Swami Prajnanpâd me salvó.
De repente entendí lo que hoy os digo. A veces se necesitan oír veinte veces las mismas cosas para entenderlas por la primera vez. ¿Para qué escapar de mi egoísmo? No puedo, no conseguiré escaparle, hasta el final iré mendigando la sabiduría: “mi” sabiduría, “mi” liberación. Y ocurrió un “soltar” interior, una aceptación de esta verdad. Sí, soy egocéntrico, pero hay un camino de liberación que consiste en considerar al universo entero sin excepción como yo mismo. Entonces el sentido de separación puede decaer y el sentido del ego individualizado desaparecer. Una cierta forma de consciencia se volatiliza con el descubrimiento de la unidad o de la no-dualidad. Me apoyé en la frase de Swâmiji: “El Sabio solo actúa para él, no hace nada más que para él y no se interesa más que a él, pero TODO ES ÉL, no hay ya separación, nada le es extranjero y todo hace parte de su mundo”. …Lo que hoy he comentado conlleva dos aspectos que sin embargo no hacen más que uno. El primero y que puede ser chocante es la afirmación del egoísmo y el reconocimiento de la ley de acción y reacción: si queréis recibir tenéis que dar. ¿Qué es este punto de vista sórdidamente egoísta? se exclama el mental siempre dispuesto a lanzar bellas formulas para ocultar la verdad. Y un segundo aspecto donde ya no hay dualidad, donde todo es uno y donde la alteridad ha desaparecido. Por un lado un aspecto que os parece incluso cínico y egoísta y por otro un aspecto tan elevado que uno se pregunta si esto nos puede un día concernir. Si reflexionáis veréis que los dos aspectos no hacen más que uno que nos muestra el Camino. La distinción del yo y no yo se difumina y se hace cada vez más transparente. Al principio la separación es total con su juego de repulsa y atracción; si hay dos, por lo tanto hay miedo y en el Camino el sentido de “yo” y el “otro” se lima, mengua, el muro de la separación disminuye hasta que ya no hay más que uno. Y entonces ya no es cuestión de egoísmo y de no egoísmo. El camino no exige que os mutiléis, que os torturéis y que hagáis sacrificios desgarradores. Al contrario, pide que os abráis, que aceptéis, admitáis y reconozcáis cada vez mas; elimina los obstáculos a la comprensión y al ensanchamiento del ego de manera natural, continuando a actuar únicamente para si mismo, es decir sin nunca frustrarse. Y un día, como una fruta madura cae después de haber madurado largo tiempo, la ultima separación, que aún es separación, cae; todo lo que mantenía esa separación fue desgastado poco a poco y en un instante, el sentido de separación del ego desaparece y por fin se estable la unidad. La comunión es universal y se manifiesta en hechos – no en palabras, en hechos – de cara a esta pequeña parte de la Manifestación, aquí y ahora, en la que como cuerpos físicos estamos situados, mientras que desde el punto de vista de la consciencia profunda, del silencio interior, no hay ya más que la inmensidad.
Traducción F. Javier González