Jacobo el incredulo creyente

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¿CÓMO HABRÍA SIDO VIVIR Y CRECER EN LA MISMA familia que Jesús? Para sus hermanos y hermanas, esa pregunta no fue hipotética, sino su diaria realidad. (Clase tomada del cap. 9, libro “Doce Héroes Inconcebibles” John MacArthur)


A pesar de la tradicional afirmación de la Iglesia Católica Romana, María no fue virgen perpetuamente (Mateo 1.25). Mateo 1:25 “Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.” Tras dar a luz a Jesús siendo virgen, tuvo una relación sexual normal con José que hizo que diera a luz al menos a seis hijos más. Lucas 2.7 da a entender que María tuvo otros hijos al llamar a Jesús su primogénito; Mateo 13.55–56 y Marcos 6.3 incluso enumeran los nombres de los hermanos de Jesús: Jacobo, José, Simón y Judas. Estos pasajes también destacan que Jesús tuvo varias hermanas, aunque no se dan sus nombres. Lucas 2:7 “Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.” Mateo 13:55-56 “55 ¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están con nosotros todas sus hermanas? ¿Así que de dónde sacó todas estas cosas?” Las familias judías del primer siglo normalmente eran muy grandes, y la familia de José y María no fue la excepción. Aunque Jesús es el Hijo unigénito de Dios (Juan 3.16), no fue el único hijo de María. En casa de José y María vivieron siete o más hijos, cinco varones (incluyendo a Jesús) y al menos dos mujeres. Jesús, por supuesto, no era hijo biológico de José. Por tanto, sus hermanos técnicamente eran hermanastros y hermanastras. Pero claramente, como vivió con la familia como hijo terrenal de María y José (Mateo 13.55; Lucas 2.48), y como hermano mayor de sus hermanos, era uno de ellos. Cerca de treinta años, trabajó humildemente como el hijo de un carpintero en la pequeña aldea de Nazaret junto a sus hermanos y hermanas. Lucas 2:48 “Cuando lo vieron sus padres, se quedaron admirados. —Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? —Le dijo su madre—. ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!”

CRECER CON JESÚS Por tanto, ¿cómo sería crecer en la misma casa que el Hijo de Dios? A lo largo de los siglos, esta pregunta ha provocado innumerables leyendas y relatos apócrifos acerca de la infancia de Jesús. 1. 2. 3. 4. 5.

Cómo siendo niño purificó el agua milagrosamente. Hizo que pájaros de arcilla cobraran vida. Resucitó a un compañero de juegos que murió. Sanó un pie con un corte provocado por una madera. Reunió cien celemines de trigo de un solo grano.


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Alargó una tabla de madera para usarla en la carpintería de José. Resucitó a uno de sus maestros de la muerte. Sanó a Jacobo de la mordedura de una serpiente venenosa. Él ordenó que un árbol inclinara sus ramas para que fuera más fácil recoger sus frutos. 10. Unos leones y leopardos adoraron al joven Jesús. Según estas leyendas (y otras supersticiones estrafalarias), Jesús usaba normalmente los milagros para que la vida en la baja y pedestre Nazaret fuera más emocionante.

COMO RELATA LA BIBLIA LA INFANCIA DE JESÚS Pero no es así como retrata la Biblia la infancia de nuestro Señor. El crecimiento de Jesús aparentemente fue similar al de cualquier otro niño. Lucas 2:48 “El niño crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba.” Con cada año que pasaba, su cuerpo y su mente seguían desarrollándose, de tal modo que cada vez era más capaz de entender y hacer más. De hecho, se desarrolló como lo hace cualquier otro niño. Según Hebreos 5.8, Jesús «por lo que padeció aprendió la obediencia», y Hebreos 4.15 explica que «fue tentado en todo [durante su vida] según nuestra semejanza, pero sin pecado». Incluso de niño, sufrió las continuas tentaciones que viven los niños en un mundo caído, lo que el apóstol Juan llamó «los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2.16). Según crecía en «cada momento», llegaban también las tentaciones más propias de cada edad y relacionadas con su proceso de madurez. La diferencia entre Jesús y otros no estaba en el desarrollo normal y sus tentaciones. A diferencia de cualquier otra persona que haya vivido o vivirá jamás, Él nunca tuvo una mala actitud, nunca desobedeció a sus padres, nunca se quejó por la comida, nunca peleó con sus hermanos, nunca mintió, nunca entretuvo un mal pensamiento, nunca murmuró sobre un amigo ni calumnió a sus enemigos, y nunca desperdició un momento de su tiempo. Y eso le ocurrió en cada situación y forma de tentación toda su vida. Ocurrió que justamente a través de esas tentaciones sobre las que siempre triunfó, aprendió por experiencia propia lo que era obedecer a su Padre celestial en todo durante todo el tiempo.

¿Por qué sus hermanos no creían en el Mesías? El hecho de que incluso la perfección en toda su vida no persuadiera a sus hermanos de que era el Mesías (cp. Juan 7.5), es evidencia de que ellos no solo le envidiaban, sino que también tenían resentimiento con Él. Juan 7:5 “Lo cierto es que ni siquiera sus hermanos creían en él.” (Cf. 7:3-5)


DETALLE HISTÓRICO DE JESÚS El único detalle histórico que tenemos de la infancia de Jesús lo encontramos en Lucas 2.40–52, donde se describe su visita al templo a la edad de doce años. Como cada año, María y José fueron a Jerusalén a celebrar la Pascua, llevando a Jesús y probablemente a toda su familia con ellos. Viajaban en grandes caravanas con otros peregrinos de Nazaret y Galilea, emprendiendo un viaje de cuatro días al sureste alrededor de Samaria y al oeste de Jerusalén desde Jericó. Al término de la celebración de la Pascua, José y María se unieron a la caravana y emprendieron su viaje de regreso a Nazaret. Al no haber tenido razón para poner en duda la fiabilidad y responsabilidad de Jesús, simplemente supusieron que estaría en algún lugar entre la multitud de los que viajaban, quizá caminando más adelante con amigos o familiares. Como Jesús era el niño del que nunca había que preocuparse, había transcurrido ya un día de camino cuando le echaron en falta. María y José pronto descubrieron que se había quedado en Jerusalén. Lucas 2:45-50 “45Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca de él. 46Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas. 48Cuando lo vieron sus padres, se quedaron admirados. —Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? —Le dijo su madre—. ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados! 49— ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre? 50Pero ellos no entendieron lo que les decía.” Como demuestra esta dramática escena, cuando Jesús tenía doce años había entendido totalmente quién era exactamente y por qué Dios le había enviado del cielo a la tierra. Su respuesta a María y José, sin ninguna intención de mostrar falta de respeto hacia ellos, fue más bien una profunda declaración de que conocía su identidad y su misión. Al llamar al grande y sagrado templo de Dios la casa de su Padre, Jesús se identificaba como el Hijo de Dios. Esa fue una afirmación impactante que los judíos vieron como una blasfemia (cp. Juan 5.18). Pero sus padres sabían que era la verdad. Juan 7:18 “Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no sólo quebrantaba el sábado sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios.”


LA INCREDULIDAD SOCIAL La naturalidad de la infancia de Jesús y sus primeros años de adulto se confirma con el hecho de que, cuando comenzó su ministerio público, sus anteriores vecinos de Nazaret no creían que fuera el Mesías o el Hijo de Dios. Su familiaridad con Él produjo menosprecio en sus corazones. Mateo 13:54-56 “54Al llegar a su tierra, comenzó a enseñar a la gente en la sinagoga. — ¿De dónde sacó éste tal sabiduría y tales poderes milagrosos? —decían maravillados—. 55¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? 56¿No están con nosotros todas sus hermanas? ¿Así que de dónde sacó todas estas cosas?” Los hermanos de Jesús estaban tan afianzados en su incredulidad, que al ver su ministerio dijeron que la explicación de sus extrañas afirmaciones era que estaba «fuera de sí» (Marcos 3.21; cp. Juan 7.5). Marcos 3:21 “20Luego entró en una casa, y de nuevo se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. 21Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí.»” Su incredulidad era inexcusable, y demostraba la veracidad de la declaración de Jesús de que «No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa» (Marcos 6.4). Pero por otro lado, su escepticismo daba testimonio de la verdadera humanidad de Jesús. Claramente, Él no había realizado ningún milagro para ellos mientras crecía. Su obra con milagros no comenzó hasta el comienzo de su ministerio público, razón por la que Juan 2.11 dice de manera enfática que la conversión del agua en vino fue «el principio de señales» que hizo Jesús.

¿Conoce Jesús la incredulidad humana? Si la conoce, todos pueden optar por seguir a Jesús pero Él sabe quiénes siguen de verdad y quiénes no. Juan 2:23-25 “23Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. 24En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos; 25no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano.” En medio de todo eso, la vida perfecta del Señor resaltaba como verdadera y misteriosamente extraordinaria, en claro contraste con la conducta de Jacobo, José, Simón, Judas y sus hermanas. El que ese gráfico testimonio no convenciera sus corazones ni les hiciera ver la verdadera identidad de Él evidencia que «la familiaridad produce menosprecio» y la perfección genera rechazo.


EL HERMANO CREYENTE Las dos veces que se nombra a los hermanos de Jesús en los evangelios, se menciona a Jacobo en primer lugar, lo cual sugiere que era el mayor, probablemente uno o dos años más joven que Jesús. Cuando Jesús se fue de Nazaret y comenzó su ministerio público, Jacobo se convirtió en el líder de la familia. (Es probable, ya que nunca se le menciona, que José hubiera muerto en ese entonces. En la cruz, por ejemplo, María claramente era viuda: cp. Juan 19.26–27.) De ser así, Jacobo habría sido el portavoz de los hermanos de Jesús, el más activo en proclamar una actitud de crítica e incredulidad (cp. Juan 7.3–5). Juan 7:3-7 “3así que los hermanos de Jesús le dijeron: —Deberías salir de aquí e ir a Judea, para que tus discípulos vean las obras que realizas, 4porque nadie que quiera darse a conocer actúa en secreto. Ya que haces estas cosas, deja que el mundo te conozca. 5Lo cierto es que ni siquiera sus hermanos creían en él.”

Un cambio familiar milagroso No hay indicaciones en ninguno de los cuatro evangelios de que los hermanos de Jesús llegaran a creer en Él durante los años de su ministerio público; pero después de su muerte, resurrección y ascensión, hay un cambio drástico y milagroso. ¡Sus hermanos están presentes entre los creyentes que se habían reunido en el aposento alto esperando la venida del Espíritu en Pentecostés! Según Hechos 1.14. Hechos 1:14 “Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María.” ¿Qué produjo ese milagro? ¿Cómo aceptaron la fe salvadora estos recalcitrantes hermanos, y en particular Jacobo, de tal forma que llegaron a unirse a quienes seguían a Jesús? La increíble respuesta la encontramos en 1 Corintios 15, donde Pablo repasó las apariciones de nuestro Señor después de su resurrección: 1 Corintio 15:3-7 “3Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, 4que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, 5y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. 6Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. 7Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles,” Como explica este pasaje, Jesús se apareció personalmente después de la resurrección a Jacobo (y es posible que también a los otros hermanos). ¡Qué reunión más fascinante debió haber sido! Sin duda, fue el momento de la conversión de Jacobo, y explica por qué él estaba entre los creyentes en el aposento alto.


¿Quién era Jacobo? El Nuevo Testamento no revela mucho sobre la vida personal de Jacobo.    

Era de Nazaret, claro está. Podemos intuir que, al igual que Jesús, fue formado como carpintero bajo el tutelaje de su padre José. Como galileo, no solo hablaba arameo, sino también griego, lo cual explica el excelente griego que se encuentra en su epístola. Por la declaración de Pablo en 1 Corintios 9.5, también sabemos que estaba casado.

1 Corintio 9:5 “¿No tenemos derecho a viajar acompañados por una esposa creyente, como hacen los demás apóstoles y Cefas y los hermanos del Señor?” Tras el comienzo de la iglesia el día de Pentecostés, debido a que los doce apóstoles estaban a menudo fuera predicando el evangelio, Jacobo se convirtió finalmente en un líder destacado de la grey en Jerusalén. Haciendo uso de un término contemporáneo, se convirtió en su pastor principal. Gálatas 2:9 “En efecto, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados columnas, al reconocer la gracia que yo había recibido, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de compañerismo, de modo que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los judíos.”

Escritor del libro de Santiago El Libro de Santiago es probablemente el más antiguo del Nuevo Testamento, escrito tal vez en el 45 d.C., antes del primer concilio de Jerusalén del 50 d.C. Santiago fue martirizado aproximadamente en el año 62 d.C. de acuerdo con el historiador Josefo. La epístola se escribió a los creyentes judíos que habían huido de Jerusalén, probablemente en respuesta a la persecución instigada por Herodes alrededor del año 44 A.D. Propósito de la Escritura: Algunos piensan que esta epístola fue escrita en respuesta a un sobre-apasionado interpretación de las enseñanzas de Pablo respecto a la fe. Este punto de vista extremo, llamado antinomianismo, sostenía que a través de la fe en Cristo uno estaba completamente libre de toda la ley de Antiguo Testamento, de todo el legalismo, de toda la ley secular, y de toda la moralidad de una sociedad. El libro de Santiago está dirigido a los judíos cristianos esparcidos entre todas las naciones (Santiago 1:1). Santiago 4:8-10 “8Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! 9Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. 10Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.”



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