AFORINEMAS Y MICROFICCIONES

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AFORINEMAS Y MICROFICCIONES Ensayos sobre la escritura breve e infinita Víctor Marcos Hernández textosdebabel.ediciones


AFORINEMAS Y MICROFICCIONES

RESUMEN En un recorrido paralelo, primero se intenta definir el aforinema como género literario que se hermana con la microficción; posteriormente se elaboran algunos aforinemas para ejemplificar lo que se ha dicho anteriormente.

1.- Definiendo el aforinema Los aforinemas La primera vez que escuché citar la palabra “aforinemas” fue en el momento en que Arturo Gutiérrez describía la escritura que practico, y cito lo que leyó en ese momento como su definición: “(Los) “Aforinemas” es un término que nos permite caracterizar muchos de los textos ofrecidos en esta obra. El vocablo define una sutil y exacta conspiración contra la sentencia y el verso. No es la una ni lo otro, pero los implica entre las patas de sus renglones. Confluencia donde se abrazan, besan y presentan sus respetos una y otro. Los alcances de estos escarceos propician la apertura a nuevos horizontes. Acaso en el “aforinema” radica la irreverencia saludable en la que se embarca Marcos Hernández en sus textos” (“Las visitaciones del lenguaje”, Arturo Gutiérrez Luna, en Revista Falsaria, 5 de febrero de 2012). ¿Por qué digo “la escritura que practico”? Es necesario precisar este punto, porque de aquí parte toda mi reflexión que se refuerza en la definición de Arturo Gutiérrez. Cuando decidí presentar de forma pública una serie de textos estuve pensando durante algún tiempo cuál sería la mejor forma de trabajarlos, y entre lecturas y lecturas me encontré con Augusto Monterroso en dos de sus libros, a saber, Obras completas (y otros cuentos) y Movimiento perpetuo, y debo confesar que siempre, únicamente de pasada, veía brevísimamente el rostro y los libros de este escritor, pero nada me terminaba de convencer de tomarlos, abrirlos y leerlos, aunque solo fuera para saber de qué trataban –debo confesar que soy un escritor algo terco al permanecer con los escritores que me gustan, o que me revelan algo, y de ahí no me muevo, y sentía que Monterroso no me revelaría mucho. 1


Mi búsqueda literaria hasta ahora se había delimitado a casi únicamente dos autores, que son Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, y esto porque en ellos encontraba los dos principios que siempre me ha gustado pensar, quizá desde que soy niño: lo fantástico que se desborda a la realidad, y lo fantástico como ejercicio puramente intelectual, aunque en Borges, sabiendo con esto último que me refiero a él, encontré la fascinación por perfección infinitamente el lenguaje, y tan es así que bien sabemos que lo “borgesiano” es ya un género literario en sí mismo. Pero con esto no quiero decir que únicamente ellos sean los autores que leo, sino que ellos son como los predecesores que he elegido, por citar cuestiones de las generaciones, sin embargo mi mundo se ha visto enriquecido por otros, tales como Cervantes, Paul Auster, Haruki Murakami, Juan Villoro, García Márquez, y un etcétera que no debería detenerse aquí. Pero entonces recordé que el 22 de febrero de 2004 habían publicado, en La Jornada de en medio un texto, pequeño, de Bárbara Jacobs, titulado “El abrelatas, el lápiz y el atornillador”. Cuando lo recordé fue corriendo a mi colección de textos tomados de periódicos para releerlo, y descubrí que ese pequeño texto citaba un diálogo entre Cortázar y Monterroso, y esto me salvó de seguir dejando de lado a al segundo de los dos amigos que dialogaron en esa ocasión. Entonces busco estos dos libros de Monterroso que ya cité y comienzo esa búsqueda de lo que son las microficciones, aunque en ese momento no sabía cómo llamarle a lo que escribiría, sino que hablaba del microcuento, y no estaba errado, pero personalmente prefiero hablar de microficción, y en un momento más diré por qué. A mi parecer, algunos textos de Monterroso no parecían micro, incluso sentía que eran demasiado largos, pero en Movimiento perpetuo encontré que hablaba de las moscas, y ya en algún momento, al estar platicando con alguna persona me dijo, “quién no ha escrito sobre las moscas”, y esto me llamó la atención puesto que llevaba algún tiempo pensando en escribir acerca de las moscas, de alguna mosca, o algo que tuviera que ver con ellas, y entonces, esa misma persona, me dice que Monterroso escribía sobre las moscas en Movimiento perpetuo, así que todo confabulaba para que fuera a buscar ese libro, y así fue. Cuando comienzo a leer el libro, que además en su portada tiene infinitas moscas en movimiento circular, y ya esta forma resulta por demás simbólica, voy directo a buscar el texto “Las moscas”, que inicia “Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas. Desde que 2


el hombre existe, ese sentimiento, ese temor, esas presencias lo han acompañado siempre”. El tema de las moscas, ¿qué fascinación puede encontrar uno en él de tal forma que desee, pensando en que se es escritor, escribir algo acerca de ello? Entonces el texto sigue y hace un repaso, casi imposible de creer, de la historia y la literatura, paralelo pero al mismo tiempo entrelazados, y uno se sorprende y entonces caigo en una frase, “Vuelve a las narices. La mosca que hoy se posó en la tuya es descendiente directa de la que se paró en la de Cleopatra”, y esa parte me atrapó de tal forma que al pensar en la eternidad de la mosca comencé a comprender el sentido del movimiento perpetuo y de pronto se aclaró más cuando, leyendo un libro de Cortázar titulado Papeles inesperados, al principio de la sección “Poemas”, encuentro que ha escrito uno, brevísimo, a “La mosca”: Te tendré que matar de nuevo. Te maté tantas veces, en Casablanca, en Lima, en Cristianía, en Montparnasse, en una estancia del partido de Lobos, en el burdel, en la cocina, sobre un peine, en la oficina, en esta almohada te tendré que matar de nuevo, yo, con mi única vida.

De pronto veo que es como si Cortázar y Monterroso continuaran ese diálogo que Bárbara Jacobs nos dice que empezaron hace años, y que de pronto hoy los encuentro dialogando entre las páginas de sus libros, como si fuese la mosca las que les permitiera seguir pensando, y entonces pienso que es cierto, la mosca los hace pensar, vuela entre ellos, y como termina Monterroso su cuento, “Ridículo. Tú mira la mosca. Observa. Piensa”. La mosca vuela y nos hace pensar. Entonces, con esa búsqueda de escribir, pero al mismo tiempo, de hablar de las moscas, emprendí mi propia microintención de contar una historia sobre las moscas, de tal suerte fue la idea que ella se volvió la guía para saber que aquí estaba la forma en que debía contar, qué, aún no lo sabía. Mis microintenciones son las siguientes: La mosca, con miles de ojos, puede ver todas las cosas al mismo tiempo, y en su mente, sin conceptos, pasa el infinito universo; sin palabras, puede percibir el mundo entero; sin lenguaje, puede volar sobre él y abarcarlo por completo. Dura un momento y se desvanece. No habrá memoria de todos los instantes que vivió en un solo día

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Y el siguiente: Una mosca soñaba todas las noches que era un hombre, y en su cama, un hombre soñaba que era una mosca, y cuando despiertan, el hombre siempre siente en su boca el sabor a carne descompuesta y la mosca resuelve algunos problemas de filosofía por medio de fórmulas matemáticas que utilizan una base metafísica que por fin logra desarrollar la ecuación que revela a Dios mismo y responde todas las preguntas que durante toda la historia de la humanidad se habían hecho los hombres. El hombre simplemente se lava los dientes para ya no tener ese sabor a carne descompuesta Llego al momento en que señalo la escritura que practico. Cuando en su “Prólogo” Lauro Zavala define la escritura brevísima, en su libro Relatos vertiginosos, dice que “Han recibido casi medio centenar de nombres, entre ellos: micro-relatos, ficción súbita, instántaneas, retazos, viñetas, micicuentos, fragmentos y relámpagos. Cada uno de estos y otros nombres se refieren a un determinado tipo de texto. En esta compilación he decidido utilizar el término minificción para referirme a los textos en prosa cuta extensión no rebasa las 400 palabras”. Aquí una serie de elementos metodológicos son tomados para nombrar ese acontecimiento que es la escritura de historias mínimas, e incluso puedo decir que en algunos momentos mi escritura parece más bien una ficción súbita, porque en algo sucede en cierta situación en la que me encuentre y pienso que eso lo debo convertir en microficción, que es ahora lo que diré por medio de Javier Perucho, en su libro Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México¸ y define como sigue, “Respecto a esta terminología (relato corto, ultracorto, brevísimo… y tantos otros nombres con que se designa a la brevedad del relato), considero que el término microficción cobija las diversas nociones de minirrelato, minicuento, relato breve, microcuento y la media docena de términos más que se le han endilgado”, y así, por esta conceptualización, es que, estando de acuerdo con esta definición, incluso pienso que el término “minificción”, aunque de cierta forma unido a “microficción”, entra en la categoría de esta última. Me parece que lo que uno intenta es la escritura de una serie de géneros literarios pero de forma breve, así puedo pensar que en su momento, al escribir mi texto, pensaba en ensayos, en poemas en prosa, en historias fantásticas, y de ese modo, puesto que abarcaba muchos géneros, no tuve más remedio que pensar en un título, sin señalar al género que pertenecía, o que se encasillaba todo esto, que encerrara toda mi intención de contar, de modo ficticio, absolutamente todo, y así fue que le llamé Las invenciones del lenguaje, porque, ¿qué podemos inventar con el 4


lenguaje? ¿qué podríamos crear a partir de las palabras? ¿de cuántas formas podríamos llamar a la realidad?, y tantas preguntas más que tenía en mente al escribir ese brevísimo texto, que incluso es breve en el número de páginas que abarca. Como Javier Perucho señala, personalmente también creo que el término “microficción” encierra una serie de géneros llevado al nivel de lo mini o lo micro. Entonces me detengo aquí y vuelvo al principio. La primera vez que escuché citar la palabra “aforinemas” fue en el momento en que Arturo Gutiérrez describía mi escritura, que yo pienso como microficción, y que él pensaba como aforinemas. Entonces, ya sin citar, pero con la emoción que me embarga cada que leo definiciones –porque algo que me gusta es definir de modo teórico casi todo, aunque a veces sean errores metodológicos o de conceptualización– vuelvo a la definición que hace Arturo Gutiérrez sobre los aforinemas, y descubro que en esto se hermanan, o al menos hay parentesco, con las microficciones, porque se vuelven relatos breves que intentan decirnos algo, y que aunque no son microhistorias, sí se vuelve microfrases que buscan la precisión del lenguaje para decir algo que, al final, se desbordará en sus significados. Escritura que juega con las palabras, que intenta desbordarlas, que disloca significados, que inventa otros, y que al final se construyen realidades, la microficción puede permitir que esta misma forma de pensarla sea usada al momento de hablar del aforinema como ese intento por dislocar con el lenguaje hasta formas otras realidades, aunque en este caso, el aforinema se acerca más a la sentencia filosófica, de reflexión, o incluso de refrán, o fábula con o sin moraleja, para ser una palabra contundente, incluso lapidaria, pero que desborde el pensamiento de aquel que la piensa. Tanto la microficción como el aforinema juegan con el lenguaje, aunque sus objetivos varían por la diferencia de intenciones que tienen. En otro momento Arturo Gutiérrez habla de la escritura de microficciones como andar en el trapecio del lenguaje, con lo que implica eso; pero es necesario resaltar, para estos aforinemas, lo que él mismo dice, “se abrazan, se besan, se presentan sus respetos” la sentencia y el verso, pero también la realidad y la ficción, el sueño y la vigilia, lo virtual y lo real, y todas aquellas dualidades que se completan, sin confundirse, en el aforinema y en la microficción.

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¿Qué se intenta con estos aforinemas? Nuestra intención no es otra cosa que, con Nietzsche, continuar filosofando, pensando a martillazos; deshacer los cimientos de la llamada “realidad tal como es” para darle paso a las posibilidades de reinvención. Los aforinemas dislocan, rompen, hacen saltar los cerrojos, rompen grilletes mentales, permanecen en el intersticio entre lo dicho y lo pensado, continúan hablando aun cuando ya se han dejado de leer. Y entonces, así como la microficción, el aforinema puede utilizar esa multiplicidad de géneros con la que nos puede decir algo que se desborda “al infinito y más allá”, y la pregunta, ¿qué hay más allá de lo que ya de por sí es infinito?

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2.- Aforinemas Sentencioso 1.- La necesidad de pensar y de escribir con Foucault te enseña a tardar un poco más en comenzar a degustar tus alimentos.

Comiquero 2.- A Batman le dicen que es necesario morir como un héroe o vivir hasta convertirse en un villano o en un dictador, pero Foucault le menciona que no se pretende ni lo uno ni lo otro, sino que es necesario desarmar esos dispositivos, y tantos otros que son tan parecidos.

Fílmico microficticio 3.- Voldemort desgarra el mundo mágico donde Harry Potter y él habitan, Castoriadis advierte que de por sí el mundo está fragmentado, Nietzsche secunda diciendo que el mundo se ha vuelto fábula, y Monsiváis remata señalando que ya el mundo se ha desvanecido. Todos saben que Foucault es estudioso de las invenciones del lenguaje y le preguntan su opinión sobre lo que todos ellos han dicho. Su respuesta es: “No debemos hablar sobre el mundo sino sobre su invención, sobre lo que nuestros pensamientos y nuestros lenguajes han inventado en cuanto a lo qué significa el término “mundo”. Es más cercano pensar que el mundo lo ha desgarrado Voldemort, pero, ¿lo podemos decir realmente sin inventarlo, tal como dice Borges en un texto cuando habla de la falsedad de la escritura?” Después de esto, los tres pensadores ayudaron a Voldemort y a Foucault a desgarrar el dispositivo “mundo” que ciertos poderes habían inventado, y que le habían encargado proteger a un, quizá inventado, mago bondadoso;

Filosofista 4.- Aunque Heidegger nos dice que la palabra es la casa del ser y que en su morada habita el hombre, foucaultianamente podemos preguntar qué palabra, qué ser, qué hombre, y con Monsiváis problematizar si la morada es un color.

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Realista literario 5.- Si Don Quijote hubiera escrito la historia de un tal Cervantes, nosotros hoy seríamos la ficción de un tal Funes el memorioso.

Filosofista literario 6.- Murakami gato pertenece a esa rara estirpe, casi ficticia, de filósofos que destruyen realidades con el simple hecho de pronunciar sus primeras palabras, y en esto se hermana con Nietzsche y Foucault, que destruyeron el mundo en seis días, y en el séptimo simplemente lo reestructuraron.

Refranero 7.- Árbol que nace torcido, todos dirían que jamás su tronco endereza, pero yo os digo que cualquier árbol que nace y crece torcido se parece más a los hombres que a los árboles. 8.- Si el mundo se ha convertido en una fábula, bien podemos inventar la moraleja. 9.- Pensar implica abrir cerrojos con llaves metodológicas. 10.- Aprender del caracol, sabio conocedor del suelo por el que patina.

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Bibliografía Cortázar, J. (2009), Papeles inesperados, México, Alfaguara Hernández, M. (2011), Las invenciones del lenguaje, México, EdicioneZetina Monterroso, A. (1990), Obras completas (y otros cuentos), México, Ediciones Era Monterroso, A. (1991), Movimiento perpetuo, México, Ediciones Era Perucho, J. (2009), Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México, México, Ficticia Zavala, L. Coomp. (2000), Relatos vertiginosos, México, Alfaguara

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