FICCIÓN E INFINITO Ensayos sobre la escritura de la ficción Víctor Marcos Hernández textosdebabel.ediciones
LA ESCRITURA DE LA FICCIÓN AL INFINITO Introducción
YHVH
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YHVH: Este nombre, que para los hebreos es EL NOMBRE, encierra en sí mismo lo que hemos intentado buscar en todo el desarrollo de nuestro trabajo “La Ficción Infinita de la Ficción al Infinito”. En una lógica borgesiana, el universo de cosas encierra dentro de sí EL NOMBRE. Esto permite que una sola hormiga represente un número infinito de hormigas, un ave represente un número infinito de aves, un tigre represente un número infinito de tigres; “para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”. “La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia” Borges, El Aleph Por eso, nuestra Introducción tiene a YHVH como “Principio y Fin”; porque en Él habitan todos los secretos y todas las cosas del Universo; porque en Él existen todas las cosas que fueron, que son y que serán. El nombre de YHVH es la representación absoluta de La Ficción Infinita de la Ficción al Infinito.
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PRIMERO En Borges y Cortázar –o, Cortázar y Borges, el orden no tiene importancia, el orden puede ser inventado, destruido, reinventado: Borges, Cortázar, Corges, Bortázar– la ficción es su tejido. No de ellos sino de sus textos. El tejido de sus cuentos es ficticio. Sus cuentos están tejidos por la ficción; la ficción es parte del ser de las narraciones que realizan. La ficción es el guía de la escritura de Bortázar –para unir a los dos personajes en un ser inventado, el Bortázar es un ser imaginario que traza infinitas narraciones y que en todas ellas entra la ficción de unos personajes infinitamente ficcionados. Cortázar, en algún lugar de Rayuela, dice que “Todo es escritura, es decir fábula […] Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura […]”1, y en algún lugar de Los reyes, Teseo sostiene un diálogo con el Minotauro. El primero dice “No te mato a ti sino a tus actos, al eco de tus actos, su resonar lejano en las costas griegas. Se habla ya tanto de ti que eres como una vasta nube de palabras, un juego de espejos, una reiteración de fábula inasible”, y el segundo, el Minotauro, responde a Teseo, “Parece que miraras a través de mis ojos. No me ves con tus ojos, no es con los ojos que se enfrenta a los mitos. Ni siquiera tu espada me está justamente destinada. Deberías golpear con una fórmula, un ensalmo: con otra fábula”2. Las palabras anteriores son el reflejo de lo que significa la escritura de nuestros dos autores. La escritura es invención o ficción o construcción; se vuelve “verdad posible” de un número infinito de mundos; escriben sobre mundos imposibles, es decir, mundos infinitamente ficticios. Cada personaje que ellos inventan –que ellos escriben o construyen– es “una vasta nube de palabras”. Cada cuento, relato, ensayo, o poema, es un pequeño Aleph; son ventanas a esos mundos infinitamente ficticios, y cada página es un pasadizo diferente para llegar a esas ventanas fantásticas.
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Julio Cortázar, Rayuela, Alfaguara, México 2004, pag. 414 Julio Cortázar, Los reyes, Alfaguara, México 1992, pags. 63 y 64
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En Rayuela, leyendo el “Tablero de dirección”, encontramos las siguientes palabras, “A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”3. Después vienen otras instrucciones para el lector sobre cómo elegir el camino, por si cayera en la “confusión u olvido”, y se da la numeración que precisa seguir para recorrer toda la novela. Pero el libro no está cerrado a una sola dirección, o a dos direcciones, sino que se abre a todas las posibilidades –que suelen ser infinitas, como un juego de ajedrez o de go, “ese otro ajedrez del Oriente”4, o como cualquier otro juego de azar–, y entonces se puede partir de cualquier punto, de todos los puntos, de un sólo punto, porque cada cuento o relato, ya sea de Borges o de Cortázar, mejor dicho, ya sea de Bortázar, es, como el Aleph, “uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”5.
SEGUNDO Imaginemos a Foucault. Pero no a Foucault, sino a su trabajo. Pero no a su trabajo, sino a su pluma escribiendo. Imaginemos que está terminando de redactar Las palabras y las cosas, y que está por escribir las últimas líneas –y ya las ha escrito. Entonces imaginemos a Cortázar, leyendo junto a Borges aquellas líneas sorprendentes de aquel libro, “El hombre es una invención…”. Borges lo detiene, entonces Cortázar sugiere leerle el final, “entonces podría apostarse a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de arena”6. Cortázar se escandaliza leyendo aquellas palabras, pero Borges no se sorprende. Hace ya muchos años que éste último ha perdido la vista, por lo tanto, hace ya muchos años que ha dejado de mirar al hombre; es más, ya ni se pregunta qué significado tiene ser hombre. Borges comenta que el hombre, por él imaginado, se ha borrado en los límites, no del mar, sino de su ceguera. Pero al igual que el mar, su ceguera es infinitamente profunda, infinitamente oscura –“oscuridad y oscuridad, puerta de todos los misterios”7. Lo que hemos imaginado aquí es tan ficticio como lo que nos comenta Norma Garza Saldívar en el “Prólogo” a su libro Borges: La huella del Minotauro. Ella nos habla de su experiencia al pensar a Borges, e inicia diciendo “No es extraño imaginarme a Jorge Luis 3
Julio Cortázar, Op. cit., pag. 15 Jorge Luis Borges, “El go”, en La cifra, http://sololiteratura.com/bor/borlacifra.htm 5 Jorge Luis Borges, “El Aleph”, en El Aleph, http://sololiteratura.com/bor/borelaleph.htm 6 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México 1997, pag. 375 7 Lao zi, Libro del curso y de la virtud, Ediciones Siruela, España 1998, pag. 31 4
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Borges explorando con una lupa el vasto universo, con sus grandes incógnitas: el tiempo, el sueño, la muerte, el hombre, el laberinto; pero, sobre todo, esos pequeños detalles que alcanza a mirar y aumenta su magnitud a través de la lente de las palabras, ésas que construyen la literatura borgeana”8. El universo que Garza Saldívar observa es un Universo borgeano; ese universo se vuelve ficticio cuando Borges se encuentra “explorando con una lupa” las grandes “incógnitas”; se vuelve ficticio cuando “alcanza a mirar y aumenta su magnitud a través de la lente de las palabras”; se vuelve ficticio por el hecho de que Borges pudiera mirarlo, porque al ver dichas incógnitas las mira con ojos que perdieron su esencia, y en su ceguera tiene que inventar, o reinventar, cada una de las incógnitas, cada una de esas palabras. Ante la mirada de Borges, “el tiempo, el sueño, la muerte, el hombre, el laberinto”, adquieren otro significado. Esas incógnitas, esas palabras, no son ya lo mismo para nosotros los que vemos –aunque posiblemente estemos más ciegos que el mismo Borges–, no son palabras pensadas de la misma forma, no pertenecen a nuestra realidad (sea lo que la realidad signifique, porque no es la intención de este texto saber lo que es la realidad, sino trabajar con “la ficción infinita de la ficción al infinito”). Las palabras que “construyen la literatura borgeana” solamente pueden corresponder a la literatura borgeana; ella misma es su límite, ella misma es su realidad. Foucault dirá, al hablar del Quijote como calca de los signos que construyen las novelas caballerescas, que “si quiere ser semejante a ellos, tiene que probarlos, porque los signos (legibles) no se asemejan ya a los seres (visibles)”9, y Borges señala algo parecido al escribir “Erróneamente, se supone que el lenguaje corresponde a la realidad, a esa cosa tan misteriosa que llamamos realidad. La verdad es que el lenguaje es otra cosa”10.
TERCERO Lo más parecido al aleph borgesiano11 es una Biblioteca infinita.
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Norma Garza Saldívar, Borges: La huella del Minotauro, Editorial Aldus, México 1999, pag. 1 Michel Foucault, Op. cit., pag. 53 10 Jorge Luis Borges, Siete noches, FCE, México 2001, pag. 102 11 Andreas Kurz, en “Los dibujos kafkaescos”, dirá “Si Borges, quien es “borgesiano””; de ahí tomamos nosotros el término borgesiano. Tomado de Crítica, revista cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, publicación bimestral. Marzo-abril 2005, no. 109. 9
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Ya en otro momento hemos hablado sobre la Biblioteca infinita, en un texto que aun no se ha concluido y que lleva por título “La ficción de los signos en la infinitud de su ser” (título exageradamente pretencioso y, por lo mismo, difícil de culminar). En dicho texto intentamos realizar una explicación cuasi foucaultiana sobre la librería de Don Quijote. Hablamos sobre el número de libros, tanto de poesía como de caballería, que estaban contenidos en la Librería quijotesca. Pero no es nuestra intención retomar ese análisis, sino hablar de otra biblioteca, aquella que contiene los libros que a su vez contienen los cuentos, relatos, y ensayos, tanto de Borges como de Cortázar. La Biblioteca infinita. Borges nos dice que “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito… La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante”12. Lo que sorprende en esta descripción borgesiana es el hecho de que, en esa Biblioteca infinita, no se nombre ningún libro. Tal parece que es un universo –una Biblioteca– infinitamente vacío. Pero también cabe la posibilidad de que no esté infinitamente vacío, sino infinitamente lleno, y abarque todos los libros, un número innumerable de libros. “En La biblioteca de Babel todo lo que puede ser dicho ha sido ya dicho: uno puede encontrar
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Jorge Luis Borges, “La Biblioteca de Babel”, en Ficciones, http://sololiteratura.com/bor/borlabibliotecadebabel.htm
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en ella todos los lenguajes concebidos, imaginados, incluso los lenguajes concebibles, imaginables; todo ha sido pronunciado, incluso lo que no tiene sentido, hasta el punto de que el hallazgo de la más mínima coherencia formal es un azar altamente improbable, cuyo favor muchas existencias, aunque encarnizadas en ello, no han recibido nunca. Y, sin embargo, por encima de todas estas palabras, hay un lenguaje riguroso, soberano, que las recubre, un lenguaje que las relata y, a decir verdad, las alumbra: lenguaje apoyado él mismo en la muerte, puesto que en el momento de caer en el pozo del Hexágono infinito es cuando el más lúcido (el último por consiguiente) de los bibliotecarios revela que incluso el infinito del lenguaje se multiplica hasta el infinito, repitiéndose sin término en las figuras desdobladas de los Mismo”13. No es, por tanto, que los libros que existen en la Biblioteca infinita no estén nombrados, sino que, en una lógica foucaultiana, “todo lo que puede ser dicho ha sido ya dicho: uno puede encontrar en ella todos los lenguajes concebidos, imaginados”; son libros ya escritos, ya dichos, y es ahí donde habita la ficción de la Biblioteca infinita, en lo ya dicho. El “”Hablo” pone a prueba toda la ficción moderna”14, y ¿cuál es la ficción moderna si no la literatura? Lo dicho, es decir, el “hablo”, es lo que resuena en la Biblioteca borgesiana. El “”sujeto” de la literatura (aquel que habla en ella y aquel del que ella habla), no sería tanto el lenguaje en su positividad, cuanto el vacío en que se encuentra su espacio cuando se enuncia en la desnudez del “hablo”. “Este espacio neutro es el que caracteriza en nuestros días a la ficción occidental […], lo que hace que sea tan necesario pensar esta ficción –cuando antiguamente de lo que se trataba era de pensar la verdad–, es que el “hablo” funciona como a contrapelo del “pienso”. Éste conducía en efecto a la certidumbre indudable del Yo y de su existencia; aquél, por el contrario, aleja, dispersa, borra esta existencia y no conserva de ella más que su emplazamiento vacío. […] La palabra de la palabra nos conduce por la literatura, pero quizás también por otros caminos, a ese afuera donde desaparece el sujeto que habla”15, el sujeto de la literatura, aquel que inventan Borges y Cortázar. Pero ¿por qué de momento empezamos a hablar, por medio de Foucault, del sujeto? Porque estamos intentando trabajar al sujeto, la invención del sujeto en Borges y Cortázar, 13
Michel Foucault, “El lenguaje al infinito”, en De lenguaje y literatura, Paidós, Barcelona 1996, pag. 155 Michel Foucault, El pensamiento del afuera, Pre-Textos, Valencia 2004, pag. 7 15 Ibid. pags. 13 y 14 14
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e iniciamos diciendo que Cortázar leía a Borges las palabras finales de Las palabras y las cosas, que es donde se habla de “la invención del sujeto”. Y aunque nuestro tema principal de investigación es “la ficción infinita de la ficción al infinito”, el sujeto no deja de ser una infinita ficción que posiblemente esté encerrado en esa Biblioteca infinita. El sujeto, que es ficción, en la Biblioteca infinita ya ha sido dicho, es decir, inventado. Y es ese espejo que se encuentra en el zaguán, y que “fielmente duplica las apariencias”, el que vuelve infinitamente ficticio al sujeto. “El mundo, según Mallarmé, existe para un libro; según León Bloy, somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo”16, somos versículos o palabras o letras de un libro mágico; somos invención. Borges estaría proponiendo que somos el sueño de alguien más, un sueño infinito del cuál no despertaremos; no hay un Dios bondadoso que nos prometa su bondad para que confiemos en ella. Soy el único hombre en la tierra y acaso no hay tierra ni hombre. Acaso un dios me engaña. Acaso un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión. Sueño la luna y sueño mis ojos que perciben la luna. He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago. He soñado a Virgilio. He soñado la colina del Gólgota y las cruces de Roma. He soñado la geometría. He soñado el punto, la línea, el plano y el volumen. He soñado el amarillo, el azul y el rojo. He soñado mi enfermiza niñez. He soñado los mapas y los reinos y aquel duelo en el alba. He soñado el inconcebible dolor. He soñado mi espada. He soñado a Elisabeth de Bohemia. He soñado la duda y la certidumbre. He soñado el día de ayer. Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido. Acaso sueño haber soñado. Siento un poco de frío, un poco de miedo. Sobre el Danubio está la noche. Seguiré soñando a Descartes y a la fe de sus padres.17
Somos el sueño de Otro que sueña, pero ¿a Él, quién lo sueña? 16
Citado por Myrta Sessarego, en Borges y el laberinto, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 1998, pag. 46 17 Jorge Luis Borges, “Descartes”, en La cifra, http://sololiteratura.com/bor/borlacifra.htm
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Somos versículos o palabras o letras de Alguien que nos escribe, pero ¿a Él quién lo escribe? Somos palabras que brotan del Libro de todos los libros, el Libro que está contenido en la Biblioteca infinita. Somos quiméricos, es decir, sueños, o ilusiones, de alguien más. Borges fue su propia ficción, pues “Jorge Luis Borges siempre habló del otro, es decir, de Borges, el mismo que fue personaje, actor, imagen, figura, rostro y máscara de un lejano y casi extinto Jorge Luis al que todos llamaban Borges. […] Jorge Luis Borges creó en la literatura un homónimo suyo que fue, como el título de una de sus obras, El otro, el mismo y que hizo aparecer en varios de sus cuentos, poemas y hasta en alguno de sus ensayos con el solo apellido de Borges”18. Según Foucault, “Un quimérico puede nacer de la superficie negra y blanca de los signos impresos, del volumen cerrado y polvoriento que se abre sobre un vuelo de palabras olvidadas; se despliega cuidadosamente en la biblioteca ensordecida, con sus columnas de libros, sus títulos alineados y sus anaqueles que la cierran por todas partes, pero se abren, por otra parte, sobre mundos imposibles”19. La descripción foucaultiana de la biblioteca es muy similar a la descripción borgesiana. Ambas bibliotecas son infinitas, pero la de Foucault se abre a “mundos imposibles”, es decir, infinitamente ficticios; la de Borges tiene un espejo que la duplica. Y entre esos libros, en el Libro que encierra todos los libros, habita un quimérico.
CUARTO Borges es el quimérico de Jorge Luis, pero no sólo él, hay muchos que son quiméricos de Jorge Luis, pero Borges es recurrente en sus cuentos. No sólo Borges tenía quiméricos, también Cortázar los tenía, si no ¿qué es para Cortázar el gran Horacio Holiveira? Dice el Minotauro, “Mira, sólo hay un medio para matar los monstruos: aceptarlos” 20. Y es que de las páginas de los libros de Borges y Cortázar nacen monstruos. Gente realmente monstruosa. Foucault, hablando sobre La tentación de San Antonio, de Flaubert, señala que
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Alberto Constante, La obscenidad de lo transparente, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 1994, pag. 61 19 Michel Foucault, “La Biblioteca fantástica”, en Gustave Flaubert, La tentación de San Antonio, Ediciones Siruela, Madrid 1989, pag. 12 20 Julio Cortázar, Op. cit., pag. 71
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“el libro –de Flaubert– engendra quizá el infinito de los monstruos”21, y así, los libros de Borges y Cortázar, contienen monstruos infinitos, monstruos que debemos aprender a aceptar. Directamente de las páginas brotan personajes como Bruno y Johnny, del cuento “El perseguidor”, o los famas y los cronopios, inventados por el propio Cortázar; una Ariadna monstruosa, en Los reyes, herética al mito tal como es, pues le da su hilo a Teseo con la esperanza de que éste sea asesinado por el Minotauro, personaje maldito que es centro de los deseos incestuosos de Ariadna, su hermana; todos los personajes de jazz que el Cronopio mayor admira y ama, tales como Charlie “Bird” Parker, Louis “Satchmo” Armstrong, o Thelonious Monk; el escritor cubano Lezama Lima, en su ensayo “Para llegar a Lezama Lima” dentro de La vuelta al día en ochenta mundos; el hombre que vio volar, patas arriba, a una mosca, en “Los testigos”, dentro de Último round; Horacio Oliveira y la Maga, en Rayuela. Podríamos seguir enumerando todos los monstruos infinitos que inventó Cortázar, podríamos enumerarlos hasta el infinito. Sus personajes, infinitamente ficcionados, nacen “de la superficie negra y blanca de los signos impresos, del volumen cerrado y polvoriento que se abre sobre un vuelo de palabras olvidadas”. Si recurriéramos a la visión de Borges y Foucault sobre una Biblioteca infinita, una Biblioteca con un espejo que multiplica hasta el infinito las veces que un personaje, que habita algunos de los cuentos, pueda llegar a existir, ese personaje sería la representación misma de la ficción infinita de la ficción al infinito. Cuentos como “Continuidad de los parques”, “El río”, “Las babas del diablo”, “Lejana”, o “Axolotl”, representan la ficción infinita, pues Cortázar, cual grandioso Escher de las letras, realidad en mano, y con su máquina de escribir (porque escribe a máquina), entra al terreno de la ficción, y después, con ficción en mano, y con su máquina de escribir (porque escribe a máquina), regresa al terreno de la realidad; pero es ahí donde todo comienza a dar problemas, porque al mezclar realidad con ficción, o ficción con realidad, se pierde la línea, que ya de por sí es muy delgada, y entonces surgen los personajes, y, por ejemplo, al leer “La salud de los enfermos”, puede ser que al final terminemos llorando, porque mamá a muerto, y Rosa, que recibió la carta de Alejandro, “la abrió y empezó a leerla sin pensar, y cuando levantó la vista porque de golpe las lágrimas la cegaban, se dio cuenta de que mientras la leía había 21
Michel Foucault, Op. cit. pag. 16
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estado pensando en cómo habría que darle a Alejandro la noticia de la muerte de mamá”22; o causa sorpresa, y un poco de repulsión, leer que el hombre se ha convertido en Axolotl, “Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio”23. Si todos los libros forman las líneas y curvas de un laberinto, entonces Cortázar permanece, cual Minotauro, en el centro de ese laberinto, de esa casa monstruosa. “Lo que importa es la correspondencia de la casa monstruosa con el habitante monstruoso. El minotauro justifica con creces la existencia del laberinto”24. El Minotauro es Cortázar, el monstruo que debemos aprender a aceptar. Aceptarlo por sus cuentos. Él mismo habla de esa aceptación que llegaremos a hacer de él, como monstruo, “Cuando el último hueso se haya separado de la carne, y esté mi figura vuelta olvido, naceré de verdad en mi reino incontable. Allí habitaré por siempre, como un hermano ausente y magnífico. ¡Oh residencia diáfana del aire! ¡Mar de los cantos, árbol de murmullo!”25 El Minotauro estará por medio del olvido, “¿Cómo olvidarte?”, le preguntan, y él contesta, “Ya lo sabrás, una vida te espera para el olvido. No quiero llantos, no quiero imágenes. Solamente el olvido. Y entonces seré más yo. En la crecida noche de la raza, sustancia innominable y duradera. ¡Oh delicada sangre que renuncia! Miradla, su manantial ya ajeno, ya no mío. Infinitas estrellas parecen alentar en su movimiento, naciendo y dispersándose en la granada temblorosa– Así quiero acceder al sueño de los hombres, su cielo secreto y sus estrellas remotas, esas que se invocan cuando el alba y el destino están en juego. Mírame morir y olvida. En una hora alta acudiré a tu voz y lo sabrás como la luz que ciega, cuando el Músico diga en ti los números finales. Mírame callar, Nydia de pelo claro, y danza cuando te alces ya pura de recuerdo. Porque yo estaré allí”26. Los monstruos de Cortázar, es decir, los personajes que inventa, y sus libros, llenos de cuentos –llenos de magia–, estarán en nosotros mediante la muerte del Minotauro-Cortázar. Creaciones sin límite, creaciones patafísicas27. Los personajes patafísicos de Cortázar están 22
Julio Cortázar, “La salud de los enfermos”, http://www.geocities.com/juliocortazar_arg/saludenferm.htm Julio Cortázar, “Axolotl”, http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/axolotl.htm 24 Jorge Luis Borges, “Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto”, en El Aleph, El Mundo Unidad Editorial, Madrid 1999, pag. 91 25 Julio Cortázar, Los reyes, Alfaguara, México 1992, pag. 73 26 Ibid. pag. 81 27 Dos nociones fundan la Patafísica: la de las equivalencias y el clinamen o ligera declinación de los átomos en su caída. 23
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más allá de la física, y mucho más allá de la metafísica. Volvemos a lo que ya hemos dicho antes, son personajes infinitamente ficcionados.
QUINTO La Biblioteca infinita –la Biblioteca ficticia– encierra un solo libro infinito. Podría ser “El libro de arena”, de Borges; pero si fuera así, y lo que buscamos es el laberinto que la Biblioteca infinitamente ficticia representa, entonces también tendríamos que ver a ese libro de arena no como un libro infinito de arena, como un “libro imposible”, sino como un libro normal de letras imposibles, pues la ficción minotáurica-cortazariana ha transformado las letras en un número infinito de hormigas, y cada vez que alguien llega a abrir el libro, las hormigas han cambiado de lugar, y entonces nunca dice lo mismo. Así podríamos pensar la ficción de Cortázar. Así es como vamos descubriendo en sus páginas ficciones dentro de ficciones; infinitas puertas a lo fantástico. Y así es como, con los cuentos de Cortázar se siente un “sentimiento de lo fantástico”28. Y ese sentimiento de lo fantástico se encuentra en cada título, en cada línea escrita, como lo que sigue:
En 1893, Alfred Jarry atribuye a Pere Ubu la invención de la Patafísica, "ciencia que hemos inventado y cuya necesidad se hacía sentir generalmente". Pero el verdadero texto fundador es otro: las Gestes et opinions du docteur Faustroll, pataphysicien. Una obra acabada en 1898, publicada en 1911 -cuatro años despues de la muerte de Jarry-. El libro II, titulado Elements de pataphysique, sólo comprende dos páginas pero ocupa un lugar cardinal, pues contiene la primera definición que nunca a dejado de servir de referencia: "La patafísica […] es la ciencia que se añade a la metafísica, bien sea en sí misma, bien sea fuera de sí misma, y se extiende más allá de ésta tan lejos como ésta se encuentra de la física […] La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias que atribuye simbólicamente a los lineamentos las propiedades de los objetos descritos por su virtualidad". La doctrina no puede explicarse realmente. Añadamos que esta ciencia se presenta también como la de lo particular y use interesa por las reglas que rigen las excepciones. Naturalmente, la regla es 'una excepción a la excepción'. En otras palabras, todo es la patafísica. La dialéctica patafísica se enrolla en sí misma como el ombligo úbico (en forma de espiral) que es su emblema. Extracto de Alfred Jarry- De los Navis a la Patafísica , Catálogo producción IVAM Institut d'Art Modern, Valencia, 2000. Capítulo De la Pintura a la Patafísica, por Emmanuel Gujón. http://patafisica.alphalink.com.au/s_whatis.html 28 Julio Cortázar, La vuelta al día en ochenta mundos, tomo I, Siglo XXI, México 2005, pag. 69
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Todas esas preguntas y respuestas son hechas partiendo de los títulos de Cortázar. Lo fantástico, es decir, la ficción que forma la imaginación, se muestra a través de las palabras. Y la ficción del lenguaje está presente en el “glíglico”, lenguaje que practican a cada momento Oliveira y la Maga: “–Decime cómo hace el amor Ossip –murmuró Oliveira, apretando los labios contra los de la Maga– […] –Lo hace muy bien –dijo la Maga, mordiéndose el labio–. Muchísimo mejor que vos, y más seguido. –¿Pero te retila la murta? No me vayas a mentir. ¿Te la retila de veras? –Muchísimo. Por todas partes, a veces demasiado. Es una sensación maravillosa. –¿Y te hace poner con los plíneos entre las argustas? –Sí, y después nos entreturnamos los porcios hasta que él dice basta, basta, y yo tampoco puedo más, hay que apurarse, comprendés. Pero eso vos no lo podés comprender, siempre te quedás en la gunfia más chica”29.
Ahí encontramos palabras que se muestra en lo patafísico, pues van más allá de lo físico y lo metafísico. Palabras que pueden ser cambiadas aun cayendo en lo absurdo. Las lapabras pueden ser cambiadas hasta el iftinino. A continuación hemos intentado, con la perspectiva cortazariana, transformar palabras normales a un lenguaje glíglico. El piemto se mete al ñueso, la tuerme se izlormatina, un balerinto tirvual se vuelve ejpeso, el desnito de la gimianación se vuelve mohbre. Un usinervo es iftinino, el dunmo imposible se une al dunmo posible; la dervad es niccióf, desaparece el ivnento en una triega insivible en su insivilibidad. El Zazj, por sí mismo, tiene diva. El Zazj, en sí mismo, es la diva. El mohbre se rorba como sortro de narea, en los mílites del mar, en el fauera, pero el Zazj permanece. El Zazj es ivnentado, reivnentado, dobleivnentado, retroivnentado, y vuelto a ivnentar, hasta el iftinino; el iftinino es el Zazj. El iftinino está zazjeado, como aquello que se ha tubstansivado. El ser del Zazj es ivnención de las lapabras que habitan el lisencio. El lisencio es la midensión gitasal de la lapabra pronunciada junto a la lapabra pronunciada. Y este lisencio zazjeado que es la midensión gitasal de la lapabra y la lapabra, es la senecia del Zazj. El Zazj es como un japáro que grima o egrima o ingrima o transgrima o doblegrima o fauera grima o iftininamenteegrima o dervaderamentegrima. El Zazj es un nupto reco, una triega, una lapabra, una soca, un ogiren, un epsacio cifticio, una gimianación, un raseb, un moconiciento, un sortro sin sortro, un epsacio insivible dentro de la sivilibidad, es de Dois, es de los mohbres, es un gisno gelible que se puede comparar a los reses sivibles, es una geolotía, una temáfora, una neteridad, un iftinino epsacio que se abre a la leretcura, un tormal entre nosotros, un intormal vidino, son las tres serviones de un mohbre, es un piemto cucirlar, es 29
Julio Cortázar, Rayuela, Alfaguara, México 2004, pag. 105
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una cásmara, es un nod, es como el bilro de anera que no xieste, es un creseto, es un lagrimo creseto, es la moremia, es la zul, es la furbicación del lama, es la formatransción del juseto, se encuentra fauera, habita la dana, es un nisnatet, es como la fesera, es como el jerol de anera, es un cursisdo sumical, es un cruepo iftininamente intormal, es la gólica de lo igólico, es un río que corre y que se llama Heclitáro, es una tansuscia, es arriel, es dervadero, es lare, es tirvual, es una triega en la mente del que lo ecsucha, es el ejpeso del lama de quien lo cota, es un ñueso, un piemto, es otra soca, está en otro dalo, es un gisno de termue que es cadedencia, la niccióf lo acompaña, así es el Zazj30.
SEXTO Pero la Biblioteca infinita no se queda en un sólo lugar. Lo alcanza todo. Recorriendo su “número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales”, vemos que algunos de los libros que se encuentran ahí son los siguientes: 1) Los dos tomos de Último round; 2) los dos tomos de La vuelta al día en ochenta mundos; 3) los 4 tomos de Los relatos, siendo el tomo 1 Ritos, 2 Juegos, 3 Pasajes y 4 Ahí y ahora; 4) Rayuela; 5) Los premios; 6) Manual de cronopios y 7) Las armas secretas. Todos los anteriores son de Julio Cortázar. Y de Borges, contamos con: 1) Nueva antología personal; 2) Siete noches; 3) El libro de arena; 4) Ficciones; 5) Historia de la eternidad; 6) El Aleph y 7) Prólogos a la Biblioteca de Babel. De otros autores contenidos en la Biblioteca infinita, son los siguientes libros:
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El tiempo es un sueño que permite que los hombres visiten un laberinto infinito. La muerte, ese otro laberinto, es como un espacio donde se habitan mundos imposibles. La imaginación es una realidad irreal, una realidad virtual; la imaginación contiene signos que habitan el imaginario de los humanos. El Jazz, por sí mismo, tiene vida. El Jazz, en sí mismo, es la vida. El hombre se borra, como rostro de arena, en los límites del mar, en el afuera, pero el Jazz permanece. El Jazz es inventado, reinventado, dobleinventado, retroinventado, y vuelto a inventar, hasta el infinito; el infinito es el Jazz. El infinito está jazzeado, como aquello que se ha substantivado. El ser del Jazz es invención de las palabras que habitan el silencio. El silencio es la dimensión sagital de la palabra pronunciada junto a la palabra pronunciada. Y este silencio jazzeado que es la dimensión sagital de la palabra y la palabra, es la esencia del Jazz. El Jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra o doblemigra o afueramigra o infinitamenteemigra o verdaderamentemigra. El Jazz es un punto cero, una grieta, una palabra, una cosa, un origen, un espacio ficticio, una imaginación, un saber, un conocimiento, un rostro sin rostro, un espacio invisible dentro de la visibilidad, es de Dios, es de los hombres, es un signo legible que se puede comparar a los seres visibles, es una teología, una metáfora, una eternidad, un infinito espacio que se abre a la relectura, un mortal entre nosotros, un inmortal divino, son las tres versiones de un hombre, es un tiempo circular, es una máscara, es un don, es como el libro de arena que no existe, es un secreto, es un milagro secreto, es la memoria, es la luz, es la bifurcación del alma, es la transformación del sujeto, se encuentra afuera, habita la nada, es un instante, es como la esfera, es como el reloj de arena, es un discurso musical, es un cuerpo infinitamente inmortal, es la lógica de lo ilógico, es un río que corre y que se llama Heráclito, es una sustancia, es irreal, es verdadero, es real, es virtual, es una grieta en la mente del que lo escucha, es el espejo del alma de quien lo toca, es un sueño, un tiempo, es otra cosa, está en otro lado, es un signo de muerte que es decadencia, la ficción lo acompaña, así es el Jazz.
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1) De Norma Garza, Borges: la huella del minotauro; 2) de Alberto Constante, La obscenidad de lo transparente; 3) de Myrta Sessarego, Borges y el laberinto; 4) de Foucault, Las palabras y las cosas, 5) De lenguaje y literatura y 6) de Tomás Abraham, Los senderos de Foucault. Y entre todos esos libros, se encuentran otros, y que pertenecen a Ernesto Sabato. Son los siguientes: 1) Uno y el universo; 2) El túnel; 3) Sobre héroes y tumbas; 4) Abaddón el exterminador; 5) Hombres y Engranajes. Reflexiones sobre el dinero, la razón y el derrumbe de nuestro tiempo; 6) Heterodoxia; 7) El escritor y sus fantasmas y 8) La Resistencia. Después encontramos, de Octavio Paz, 1) El laberinto de la soledad; 2) Libertad bajo palabra; 3) ¿Aguila o sol?; 4) Viento entero; 5) Blanco; 6) Discos visuales; 7) Ladera este; 8) Los signos en rotación; 9) Puertas al campo; 10) Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo; 11) Corriente alterna; 12) Marcel Duchamp o el castillo de la pureza y 13) Conjunciones y disyunciones. Aun recorremos las galerías hexagonales infinitas y encontramos a Mario Vargas Llosa, con los siguientes libros: 1) La ciudad y los perros; 2) Conversación en la Catedral; 3) Historia de Mayta; 4) Los jefes; 5) La casa verde; 6) Carta de batalla por Tirant lo Blanc; 7) La orgía perpetua: Flaubert y "Madame Bovary"; 8) Contra viento y marea; 9) El pez en el agua; 10) Pantaleón y las visitadoras; 11) La tía Julia y el escribidor; 12) Los cachorros; 13) La guerra del fin del mundo; 14) El hablador; 15) ¿Quién mató a Palomino molero?; 16) La señorita de Tacna;
17) Lituma en los Andes; 18) Los cuadernos de don Rigoberto y 19) La fiesta del chivo. Todos estos autores y sus libros han sido encontrados en un libro que está contenido en la Biblioteca infinita; el Libro que contiene todos los libros lleva por nombre Viaje iniciático al corazón del “Boom Latinoamericano”31. 31
VIAJE INICIÁTICO AL CORAZÓN DEL BOOM LATINOAMERICANO Miguel Herráez El boom latinoamericano, esa es la cuestión. Ese es el referente de partida, junto con otros autores no propiamente pertenecientes a él, pero sí próximos por delante y por detrás. ¿Qué fue y qué representó el boom en el conjunto de la literatura en español e inclusive universal? ¿En qué medida la nominalización de unos narradores, cuya obra cristaliza a lo largo de los años sesenta, supuso la internacionalización de una novela y un cuento, hasta ese momento, semienterrados? Pero, sobre todo, ¿qué significó y hacia dónde derivaron esos escritores del boom? Ahí, exactamente, da comienzo el trayecto de Francesco Varanini, una propuesta poliédrica que por su misma condición acepta varios enfoques y recrea múltiples aspectos paraliterarios de esta (falsa) generación. El eje del volumen como una aguja cruza a fondo los nombres de Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández, Julio Cortázar, Andrés Caicedo, Adalberto Ortiz, Jorge
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Edwards, José Lezama Lima y Alejo Carpentier, si bien hay menciones y asociaciones, entre otras, a Guillermo Cabrera Infante, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Álvaro Mutis, Severo Sarduy, Juan Carlos Onetti, Osvaldo Soriano, Ernesto Sábato o José Donoso. Y este antropólogo italiano, que ha vivido durante años en Ecuador y ha recorrido lentamente toda la franja americana de habla hispana y portuguesa, hace que el texto se abra envuelto en aires de polémica. A casi cuarenta años de los inicios del boom, localizándolo a partir de 1963 y de la publicación de la novela de Vargas Llosa La ciudad y los perros -que el año anterior había obtenido el Premio Biblioteca Breve, de la editorial Seix Barral; editorial, como bien es sabido, que serviría de enlace firme a los sucesivos autores latinoamericanos-, sin duda hay ya una perspectiva más que suficiente como para poder calibrar el valor de su producción. Coincidamos o no con Varanini, para quien determinados autores imponen un cliché del que no prescinden a lo largo de los decenios siguientes e incurren en posturas desaforadas por mecanicistas, resulta inesquivable subrayar títulos de solidez inobjetable que nadie (excepto Varanini y algún aventurero) se atreven a discutir: Cien años de soledad, Rayuela, El siglo de las luces, Yo el Supremo o, ¿por qué no?, La fiesta del Chivo, por aproximarnos en el tiempo -dado que el volumen se interroga qué ha sido de aquellos escritores-, son novelas no digo que intocables, ni mucho menos, pero sí alusivas. Han dejado su huella y no es precisamente una huella coyuntural: la fuerza de una obra literaria se mide por la presión que sobre el mundo real ejerce su propia cosmovisión y no tanto por su perfecta puesta en escena. La concepción del mundo y la forma que la muestra. Estos cinco títulos son prodigiosos en ambos sentidos. Esa es una de las cuotas que Varanini no perdona a García Márquez: el hecho de desvirtuar la visión sobre América Látina a través de un filtro que, a su juicio, mixtifica (lo cual implica también a Isabel Allende y a Luis Sepúlveda, por pura metonimia, y por considerarlos epígonos). Se podría, cuando menos, reflexionar acerca de este planteamiento, de ahí que Varanini intente un contrapeso con los nombres de Caicedo y Ortiz, representantes para el antropólogo italiano de una alternativa al canon "nobelmarquiano", que, según este libro, se mantiene inalterable desde El otoño del patriarca. Pero, a mi entender, eso no es más que un gesto: con todos mis respetos por Andrés Caicedo y Adalberto Ortiz, Cien años de soledad y lo que va detrás es algo difícil de oscurecer con argumentos que pecan de un atrevimiento incontrolado, como el veneno que Varanini lanza sobre la apropiación del tema de Mutis que luego utilizara García Márquez para su novela El general en su laberinto. Es peculiar que Mutis no diga nada y, sin embargo, Varanini se alce como abogado del diablo del creador de Maqroll. Otro de los nudos del libro es el binomio Carpentier y Lezama Lima. "Carpentier es el burgués de clase alta que elige ser un , escritor severo consigo mismo y prolífico que proyecta fríamente sus novelas. Lezama es la piedra sin desbancar, el genio autodidacta, el poeta en vena incontenible" (p. 16). No me parece un criterio, más bien lo interpreto como una cuestión de gustos, en donde no entro. Carpentier es un escritor riguroso y no me sirve ese apelativo de "intelectual orgánico" si no va acompañado de un planteamiento analítico de su obra. Pero, además, me pregunto, ¿por qué esa permisividad del barroco surreal, de otro lado tan admirable, para con el narrador de Paradiso? ¿Por qué se le acepta el puzzle colorista de Lezama, siendo tan tergiversador de la realidad como lo podría ser García Márquez, y a éste se le reprocha? Lo cierto es que nos encontramos ante un ensayo, que a veces se lee como un relato iniciático, de miras no estrictamente filológicas, aunque también, y tan curioso e interesante como provocador. Quizá, como sugiero, este último calificativo, en especial en lo concerniente a la obra de García Márquez, sobre quien los juicios de Varanini se afilan y llegan a rozar casi patológicamente lo personal, sea lo que le reste la valía que alcanzaría sin ese amarillismo innecesario. Por lo demás, reúne los requisitos de investigación (en cuanto a interporlaciones con otros discursos: encomiable la aproximación al tango y a Carlos Gardel), originalidad (destaquemos el acercamiento a Cortázar, homenajeado desde la estructura dislocada y asistemática de Rayuela), conocimiento de causa (es rica y densa la pormenorizada lectura que ofrece de los narradores enjuiciados) o documentación (más de cien páginas de bibliografía reseñada, no gratuita, y casi setecientas notas a pie de escrito). Subrayaría, no obstante, lo paradójico del asunto: por debajo de esa cascada de improperios a García Márquez o a Carpentier (salva a Cortázar, a Edwards, a Fernández; demoniza, además de los ya mencionados, a Pablo Neruda) se trasluce una admiración primigenia por ellos más que evidente. Digamos que viene a ser el vocerío freudiano del hijo emancipante. De alguien que reprocha actitudes, si bien reconoce valías literarias. http://www.ucm.es/info/especulo/numero19/itinerar.html
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SÉPTIMO Culminamos nuestro viaje por la Biblioteca infinita, que también puede ser llamada Biblioteca ficticia. Hablando de estos autores, y nombrando solamente a otros, y señalando las obras de todos ellos, reflexionando más profundamente en Borges y Cortázar, hemos intentado desentrañar La ficción infinita de la ficción al infinito. En el transcurso descubrimos a Cortázar como un Escher literario. Alguien que sumergía la ficción en la realidad, y la realidad en la ficción, y como manos que se trazan mutuamente32, su ficción, “su verdad posible”, llena todo el espacio y el tiempo y los vuelve reinventables –es un proceso de ficcionalizar la realidad, según lo diría Vargas Llosa en su ensayo sobre el Quijote, “Una novela para el siglo XXI”. Le robaremos un párrafo a Vargas Llosa del ensayo que hemos señalado. “El gran tema de –diremos nosotros “de nuestro ensayo”, porque Llosa dice “de Don Quijote de la Mancha”– es la ficción, su razón de ser, y la manera como ella, al infiltrarse en la vida, la va modelando, transformando. Así, lo que parece a muchos lectores modernos el tema <<borgiano>> por antonomasia –el de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius– es, en verdad, un tema cervantino que, siglos después, Borges resucitó, imprimiéndole un sello personal”33. Y es así como concluimos nuestra búsqueda de La ficción infinita de la ficción al infinito. Es así como la encontramos sumergida en todos los textos que hemos visitado. Y los que solamente hemos nombrado tienen el poder de ser infinitos a causa de que son invisibles –innominables, o innombrables, o innumerables. Esos libros invisibles son los que nos hacen sentir, de forma infinitamente ficticia, un sentimiento de lo fantástico, porque La ficción infinita de la ficción al infinito se apodera de nuestra realidad, y nos convierte en personajes infinitamente ficcionados.
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Manos dibujándose (1948) M.C. Escher Mario Vargas Llosa, “Una novela para el siglo XXI”, http://www.el-nacional.com/especiales/quijote/prologo.asp 33
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Bibliografía Borges, Jorge Luis, El Aleph, El Mundo Editorial unida, Madrid 1999, 120 pp. _______________, El libro de arena, Alianza Editorial, Salamanca, España, 2001, 143 pp. _______________, Ficciones, Alianza Editorial, Madrid 2003, 218 pp. _______________, Nueva antología personal, Siglo XXI, México 2004, 229 pp. _______________, Prólogos de La Biblioteca de Babel, Alianza Editorial, Madrid 2001, 158 pp. _______________, Siete noches, FCE, México 2001, 171 pp. Constante, Alberto, La obscenidad de lo transparente, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 1994, 173 pp. Cortázar, Julio, La vuelta al día en ochenta mundos, 2 tomos, Siglo XXI, México 2005 ___________, Los relatos, 4 tomos, Alianza editorial, México 2003 ___________, Los reyes, Alfaguara, México 1992, 82 pp. ___________, Rayuela, Alfaguara, México 2004, 598 pp. ___________, Último round, 2 tomos, Siglo XXI, México 2004 Foucault, Michel, El lenguaje al infinito, en De lenguaje y literatura, Paidós, Barcelona 1996, 221 pp. _____________, El pensamiento del afuera, Pre-Textos, Valencia 2004, 85 pp. _____________, La biblioteca fantástica, en Gustave Flaubert, La tentación de San Antonio, Ediciones Siruela, Madrid 1989, 228 pp. _____________, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México 1997, 375 pp. Garza Saldívar, Norma, Borges: La huella del Minotauro, Editorial Aldus, México 1999, 67 pp. Kurz, Andreas, Los dibujos kafkaescos, en Crítica, revista cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, publicación bimestral, marzo-abril de 2005, no. 109, 191 pp. Sessarego, Myrta, Borges y el laberinto, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 1998, 63 pp. 17
Vargas Llosa, Mario, Una novela para el siglo XXI, en Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Edición del IV Centenario, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, 1249 pp.
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