JUAN 17: SU DECONSTRUCCIÓN Ensayos sobre textos bíblicos Víctor Marcos Hernández textosdebabel.ediciones
DECONSTRUCCIÓN DE JUAN 17
Introducción Este es un ensayo que corresponde a la deconstrucción de Juan 17 a partir de lo que llamamos “deconstrucción hermenéutica”, que es parte de las herramientas que surgen a partir de la escritura después de Babel. En este ensayo hacemos un análisis a Juan 17 a partir de la escritura de Derrida y de Ricoeur. Tomamos el pasaje bíblico como elemento de filosofía y literatura. Nuestro acercamiento es hacia la Biblia, pero no toda ella, sino ciertas partes, y en este caso específico, Juan 17, pero antes de entrar a dicho pasaje, queremos reflexionar acerca de la forma bíblica, y en este caso, lo primero que observaríamos es: la Biblia es un texto formado a partir de otros tantos textos, esto conformará una estructura textual. Pensemos esto primero. Toda estructura textual se conforma de textos, de un entrelazamiento de textos que formaran la obra del escritor o autor, y en el caso bíblico, la obra se ha conformado de historias, cuentos, refranes, fábulas, parábolas, epístolas, crónicas, discursos proféticos, etc. Así, la Biblia, como cualquier otro libro, tiene un índice formado de 66 libros, en el caso de algunas biblias, como la Reina Valera 60, o de 73 libros, en el caso de otras biblias, como la Nueva Biblia de Jerusalén. La estructura bíblica, entonces, es común con todos los libros: Índice, libros que conforman, las páginas, y al interior, el desarrollo de cada libro, señalando en el encabezado de cada libro su autor, y dividiéndose en capítulos y versículos, y a su vez, estos dos últimos van a ser ordenados de forma temática, es decir, cada libro se desarrolla con cierta historia, en cierto tiempo y había una situación ya sea política, religiosa, sociológica, histórica, etc., que lleva a que el libro y sus respectivos capítulos se orden de la manera que está ahí presente. Pero en todo esto, el orden obedece a la situación de fe que lleva a la conformación de la estructura bíblica. En cuanto a lo que acabamos de decir, veamos lo que escribe Ricoeur,
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La confesión de fe que se expresa en los documentos bíblicos es inseparable de las formas del discurso; entendido por ello la estructura narrativa, por ejemplo, del Pentateuco y de los Evangelios, la estructura oracular de las profecías, la parábola, el himno, etcétera. No sólo cada forma de discurso suscita un estilo de confesión de fe, sino que la confrontación de estas formas discursivas suscita, en la confesión de fe misma, tensiones, contrastes que son teológicamente significativos…1
Tal como vemos en el comentario de Ricoeur, la Biblia se estructura en base a la fe de aquellos que escribieron cada pasaje, y esta fe será en base a la creencia en Dios, también llamado Yavéh o Jehová, y la gran mayoría de textos bíblicos serán ordenados por la escuela yahvista, una escuela filosófica y teológicas que conformará con mayor profundidad el sentido bíblico, que es algo de lo que nos menciona nuevamente Ricoeur, y que será un punto central de lo que venimos describiendo. Nada se dice sobre Dios, sobre el hombre, sobre sus relaciones, que antes no pase por el acto de reunir leyendas, sagas aisladas, y reordenarlas en secuencias significativas, de manera de constituir un único Relato, centrado en un acontecimiento núcleo, que tiene a la vez un alcance histórico y una dimensión kerigmática 2
Como podemos observar, la fe será la que condicione la estructuración bíblica de tal forma que sea un relato, una historia, una saga, un pensamiento, una idea, todo siempre a partir de un conjunto de notas, de documentos de diversos lugares, y así, lo que se va a conformar será una estructura textual a partir de todo el conjunto de discursos religiosos que conforman esto que se ha llegado a llamar la Biblia. Pero también debemos saber que la Biblia va a formar dos grandes colecciones de documentos y serán denominados Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Para explicarlo rápidamente: El Antiguo Testamento va a construir la doctrina de un grupo humano, partiendo del origen del mundo, un origen cósmico, pero que se plantea como el origen de una raza que desciende directamente de Dios, y a partir de esto, se va a construir una ideología política, religiosa, sociológica, histórica, que tiene su origen en Dios, es decir, todo lo que se establece en este pueblo es de origen divino, y por tal motivo, se fundamenta sobre una verdad que se piensa mundial. Es en el Antiguo Testamento donde se va a juntar el material teológico, filosófico, político o poético, por señalar algunos, y que va a
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Paul Ricoeur, Del Texto a la Acción. Ensayos de hermenéutica, vol. II, FCE, México 2002, pag. 112 Ibid. Pag. 113
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conformar el pensamiento, las estructuras mentales o contextos, que dirigirán todo el sentido de la existencia. Son documentos más bien literarios, construcciones lingüísticas. En el caso del Nuevo Testamento, la información partirá de los antiguos documentos ya señalados en el párrafo anterior, y construirá una serie de análisis a la doctrina anterior, que podríamos hablar de la siguiente forma: La conformación del Antiguo Testamento, en base a la documentación, es una exégesis y una hermenéutica a partir de la creencia en el Dios Yavéh, y el Nuevo Testamento es una deconstrucción, una forma de lectura y escritura que desarma, descontextualizando y recontextualizando toda una estructura doctrinal, dando nuevo sentido, nuevas significaciones, nuevas formas literarias, es decir, una nueva forma de estructurar el mensaje bíblico. Mientras que en el Antiguo Testamento encontramos historias o cuentos o refranes o fábulas, en el Nuevo Testamento encontraremos epístolas que van a analizar y reestructurar todo el pensamiento religioso de ese momento. Por eso es que hablamos del Antiguo Testamento como una hermenéutica y del Nuevo Testamento como una deconstrucción, y en ambos casos, la exégesis de una exégesis anterior, es decir, de un hacer hablar al texto para entender lo que él nos dice y después, hacerlo que hable de nuevo para renovar todo el discurso ya dicho. Es en el Nuevo Testamento donde queremos centrarnos para la reflexión que venimos desarrollando, siendo el Evangelio de Juan donde encontramos el pasaje a analizar: hablamos de Juan 17. Siguiendo la estructura que se propone en La Biblia de nuestro pueblo, edición a cargo de Luis Alonso Schökel, el pasaje se divide en: 1) 17:1-11, Oración de Jesús por la glorificación de sí mismo y la glorificación del Padre; 2) 17:11-19, Oración de Jesús por sus discípulos; 3) 17:20-26 Oración de Jesús por todos los creyentes futuros. Este pasaje es llamado por Schökel La oración sacerdotal de Jesús. 3 Ahora, ¿qué estructura seguiremos nosotros y qué analizaremos en este pasaje? La estructura es la siguiente: a) 17:1-3; b) 17:4, 5; c) 17:6-8; d) 17:9-13; e) 17:14-19; f) 17:2023; g) 17:24-26. En cuanto a lo que se busca analizar es acerca de los contextos lingüísticos que se construyen a partir de la relación de los deícticos de persona, de espacio y tiempo y
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La Biblia de nuestro pueblo, Biblia del peregrino América Latina, edición de Luis Alonso Schökel, Ed. Mensajero, España 2009
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textuales, y como el conjunto de estas formas va a construir el sentido teológico de todo el pasaje. Algunos de los versículos de este pasaje se entrelazan con otros versículos bíblicos, y en esos casos, también señalaremos los deícticos y cómo se continúa construyendo todo el discurso teológico. Pero nuestro análisis está centrado en el discurso construido en Juan 17 a partir de las palabras de Jesús. En resumen, Jesús ha pronunciado unas palabras que son llamadas, en su conjunto, la oración sacerdotal de Jesús el Mesías, y en ellas están presentes Jesucristo como el Hijo de Dios, el Padre como origen de todas las cosas, los hombres que vienen de Dios y aquellos que no vienen de Dios, y el mundo como escenario de la relación de Dios con el hombre. La oración de Jesús puede resumirse en: la construcción de un discurso entre el juego teológico y juego lingüístico, estructurado en torno a la fe en Dios como la posibilidad infinita de hacer surgir un pensamiento totalmente otro, totalmente nuevo.
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Deconstrucción hermenéutica de Juan 17 Para iniciar nuestro análisis al pasaje que se encuentra en Juan, utilizaríamos la idea de Harold Bloom cuando habla sobre la lectura y escritura, y es que él señala que siempre nos mantenemos acercándonos a los textos, hablamos acerca de un texto, lo que significa que siempre rodeamos el texto, nunca podemos acercarnos hasta su esencia de texto, no podemos encontrar el significado completo, absoluto, y aunque se pretenda pensar que la hermenéutica sería entender mejor al autor de lo que él mismo se entendió, no es posible llegar a ese nivel. Así, hablamos acerca de Juan 17, tratando de acercarnos a sus orillas, como si, en un sentido poético, un pasaje fuera el océano en toda su profundidad y nosotros, en nuestro análisis, únicamente lográramos contemplar la playa, es decir, ni siquiera podríamos pensar que estamos pisando la orilla de la playa de un texto. Pero esto no es señal de un cierto nihilismo textual, como si creyéramos imposible leer y escribir acerca de un pasaje; más bien hablamos de lo que nosotros creemos acerca del leer y tratar de interpretar un texto, cualquier texto. No creemos posible acercarnos al texto mismo, pero tampoco creemos que sea imposible acercarnos a él. Con esto, diríamos que nunca se han escrito obras que sepan leer y escribir sobre Don Quijote o sobre las obras de Shakespeare, incluso sobre La Iliada y La Odisea, sino que siempre se han escrito obras que se acercan a esas obras, las rodean, las miran de lejos y las saludan. Son como la mirada de los hombres que vieron a lo lejos la tierra prometida por Dios y la saludaron, la observaron, pero nunca llegaron a entrar en ella. “Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente del Jericó; y le mostró Jehová toda la tierra […] Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá” (Deuteronomio 34:1, 4). Siendo así, nos acercamos a Juan 17 para iniciar el análisis textual.
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Juan 17:1-3 1
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado
Estos tres versículos son la introducción a la oración de Jesús, o discurso espiritual de Jesús. Encontramos en ellos el entrelazamiento de deícticos de persona, de espacio y tiempo, que conforman todo un deíctico textual que va a condición, por su forma, el sentido teológico de lo que estamos leyendo. Vemos en primer lugar el deíctico espacial demostrativo que es “Estas cosas habló”, que si nos detenemos aquí no tiene sentido, ya que está totalmente descontextualizado, y surge la pregunta, ¿quién habló estas cosas y a qué cosas se refiere? Lo que se completa o responde cuando menciona el nombre propio “Jesús”, y así ya sabemos quién habla, pero no sabemos qué cosas habló. Entonces la respuesta, para poder contextualizar, se encuentra de Juan 13:31 a 16:33, que son una serie de referencia que llevarán a reconocer a aquellos que creen en Dios, que creen en Jesucristo, las señales que los seguirán a todos ellos, y así, queda contextualizado el pasaje y cobra sentido ante nuestros ojos, ahora podemos comprender a qué se refiere con estas cosas habló Jesús. Pero entonces, al leer, nos preguntamos, “¿y cuál es el sentido de que haya hablado Jesús esas cosas? Se percibe que el discurso está incompleto, debe continuar en algún punto o debe señalar un conjunto de cosas”. Entonces el pasaje se torna a decir, “y levantando los ojos al cielo, dijo”. Entonces, los deícticos espacial demostrativo y el nombre propio Jesús, que se puede leer como una tercera persona del singular, lo que nos señala Ricoeur, tomando de Benveniste, como la “no persona”, un “él” dentro del discurso, ahora nos lleva a pensar en la acción de este “él”, y así, el nombre propio que es Jesús ahora claramente nos dice lo que hace, en un deíctico de lugar, espacial, transformado en un “hacia el cielo”; Jesús levanta los ojos hacia el cielo, y aquí pensamos, “bueno, ha levantado los ojos físicamente, literalmente, ha mirado hacia el cielo, hacia el cielo azul, hacia arriba”, e imaginamos a Jesús buscando algo en el cielo, como algo perdido. Entonces vemos el verbo “levantar” y luego el verbo “dijo” en un orden en cuanto a la idea, y así, se entrelazan los primeros deícticos, formando un texto pequeño, un fragmento, “un texto puede reducirse a 6
una sola frase, como en los proverbios o los aforismos; pero los textos tienen una extensión máxima que puede ir de un parágrafo a un capítulo, a un libro, a un conjunto de “obras elegidas”, hasta el corpus de las “obras completas” de un autor”4, nos menciona Ricoeur, y así, aquí se ha formado un texto, o diríamos nosotros, una estructura textual. Pero ahora nos hace falta saber qué es lo que dijo Jesús, y así continuamos con el entrelazamiento de textos. “Padre, la hora ha llegado”. Dividamos este nuevo texto, y veamos. ¿A qué Padre hace referencia Jesús? La respuesta es, a Dios, y esto nos lleva directamente a pensar en el Padre en que Jesús ha pensado en todo momento. Recordemos el llamado Padre nuestro, “Padre nuestro que estáis en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, o nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:9-13, Lucas 11:2-4). Cuando mostramos, entonces, estos otros pasajes, podemos entender el sentido del nombre propio Padre, y en este caso, dado que Jesús inicia un diálogo con él, que es la oración o el discurso que va a construir, en ese momento convierte al Padre en la segunda persona del singular, en un “tú”, según lo que vemos acerca de los deícticos de persona. Pero sabemos que junto a un tú siempre hay un yo, y en este caso, ¿quién es el yo o quién se transforma en un “yo” deíctico? Aquí inicia el diálogo, y según lo que vemos en la estructura textual, el nombre propio de Jesús, que al inicio del pasaje era la “tercera persona”, la “no persona”, ahora toma el lugar del “yo”, y es él quien entabla la conversación con el otro que es Dios, el otro que es el “tú” de la construcción textual. Pero junto a este deíctico de persona que es Padre, surge el deíctico de tiempo, “la hora ha llegado”, y preguntamos, ¿a qué hora o en qué sentido habla Jesús de una hora que ha llegado? En cuanto a la relación, dentro del texto, a la idea de Dios Padre, podemos pensar que la hora a la que se refiere Jesús tiene dos sentidos. Por un lado, habla de un tiempo humano, un tiempo finito, por el otro lado, habla de un tiempo divino, un tiempo infinito, y que nada puede ser señalado como “en un rato haremos esto o aquello, o sigue que digamos
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Paul Ricoeur, Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del Texto a la Hermenéutica de la Acción, Prometeo Libros, Buenos Aires 2008, pag. 40
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aquí y allá”, sino que es un tiempo totalmente otro, un tiempo fuera de toda comprensión del tiempo, un tiempo divino siempre rompe con la perspectiva temporal y surge de otra forma. Veamos lo que nos dice otro pasaje, “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). Con este pasaje señalamos lo que queremos decir: los tiempos se cumplen de forma perfecta, en un sentido totalmente otro, porque están condicionados a la voluntad de Dios, pero al mismo tiempo, son tiempos que entran al espacio y al tiempo de los hombres, que es lo que significa en el pasaje que acabamos de citar “nacido de mujer y nacido bajo la ley”. Entonces podemos ver que lo que se viene diciendo en el pasaje de Juan cobra todo sentido cuando vemos los deícticos que están en juego, quién ha construido esas primeras palabras, y en relación a quién están pronunciadas. Siendo así, siempre un deíctico entrará en problematización cuando, de quien se hable sea de Dios, ya que su entrada, su acción, siempre llevará a otras dimensiones de pensamiento la idea que se quiere decir. Volvemos, pues, a resolver el punto que dejamos inconcluso, ¿a qué se refiere el levantar los ojos al cielo? Al entender el sentido de estos primeros textos entrelazados o estructurados uno siguiendo al otro, decimos que el “levantar los ojos al cielo” es un simbolismo de reconocimiento de majestad por parte de Jesús hacia Dios. No es un levantar literalmente los ojos al cielo, sino que se está construyendo un sentido poético, teológico, donde se levanta la mirada, primero, porque se sabe que se habita el mundo, y esto es reconocer que aquel que habla es finito, es mortal, y es signo de humildad; segundo, se levanta la mirada porque Dios está por encima de uno, por encima de aquel que habla, y la voz se torna susurrante, puesto que las palabras humanas nunca podrán alcanzar a describir a Dios, a hablar de él, y en este caso, cuando Dios entra en relación con el texto, lleva al texto a otro sentido, a otro significado, y todo en el texto se vuelve problemático. Veamos lo que nos dice a este respecto otro pasaje bíblico, “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras” (Eclesiastés 5:2). Aquí vemos al narrador del pasaje, que si entra en relación directa con nosotros, a través del “no te des prisa con tu boca”, convirtiéndonos en sus lectores, en sus escuchas, y él la primer persona del singular, el “yo” que nos habla y nosotros el “tú” que escucha, entonces convierte el texto en un hecho problemático, porque, así como se nos pide que detengamos la palabra de nuestra 8
boca, todo vuelve a estar condicionado por Dios, pero en este caso, Dios como “tercera persona”, como “no persona”, que condiciona a la primera persona y a la segunda persona del singular y los lleva a una reflexión diferente, una reflexión acerca del lenguaje y de cómo este no puede abarcar la realidad misma de Dios. Y aquí nuevamente los deícticos de lugar nos ubican en la realidad que hemos señalado: el estar de Dios, primer deíctico de lugar, y el estar de nosotros, segundo deíctico de lugar, se separan abismalmente, y el contexto al final nos muestra todo el sentido: hablamos de un proverbio que nos lleva a entender y a la humildad delante de Dios, reconociendo nuestra posición, en un tiempo humano y un espacio humano y una finitud. Este es el sentido del “levantar los ojos al cielo” de Jesús. Pero continúa el pasaje diciendo “glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti”. Nuevamente vemos el diálogo “yo-tú” entre Jesús y Dios. Pero existe algo interesante, y es que Jesús se hace a sí mismo una “tercera persona” al desdoblar su propia existencia hacia el Hijo, siendo él mismo el Hijo, pero hablando del Hijo como una tercera persona, tal como si no fuera él, pero al mismo tiempo, siendo él mismo en toda la magnitud de la idea. De aquí en adelante, como podemos observar, Jesús hablará de la “tercera persona” que es el Hijo, y de aquello que el Padre le ha entregado, y es en el versículo 2 donde la idea que se viene desarrollando desde el primer versículo culminará, siendo el versículo 3 la explicación que viene a confirmar la idea. Pero veamos el pasaje. Aun cuando no podemos explicar del todo ahora mismo la glorificación del Hijo y la glorificación del Padre por medio del Hijo, ya vemos el “yo-tú” en un diálogo teológico, y que se va mostrando, o manifestando, como un mostrar algo por medio de las palabras de Jesús. Pero aquí surgen espacios y tiempos condicionados al Padre, nuevamente, y preguntaríamos, ¿en qué tiempo o en qué momento el Padre le dio poder o potestad sobre toda carne, y a qué se refiere el pasaje en cuanto a que habla de “carne”? Aquí hay un deíctico de tiempo que se oculta en el tiempo sin tiempo del Padre, cuando se habla del “como le has dado potestad” y luego dice “para que dé vida eterna”, los dos tiempos son deícticos “antes de” y “después de”, es decir, Jesús no puede tener poder, según el sentido del pasaje, antes de que el Padre le otorgue ese poder, y ya teniendo ese poder de dar vida, puede dar después de que el Padre le ha dado el poder, dar vida eterna “a todos los que le diste”, y así, ahora sabemos el sentido de la palabra “carne”, refiriéndose a los hombres del 9
mundo, y este “carne” y este “a todos los que le diste” conforman el deíctico de persona en cuanto a “tercera persona” o “no persona”, pero el sentido hace que en lugar de que se desvanezcan en el texto, estas “no personas” del discurso cobran otro sentido, un nuevo sentido en el discurso y en la mente del lector, ya que hablar de “dar vida eterna” por parte de Jesús como el Hijo, lleva a pensar en la redención, y así, planteamos un término de teología lingüística: las terceras personas o no personas del discurso, que se desvanecen textualmente y no son más que referencias gramaticales para entender todo el sentido del discurso, vienen a ser rescatadas o redimidas por medio del Hijo a causa del poder que le ha dado el Padre y que tiene en el Padre, es decir, la estructura textual que contiene a estas terceras personas del discurso, a estas personas del discurso, cobra nuevo sentido a partir de la acción del Padre por medio de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios. Ahora, para terminar el análisis de los primeros tres versículos, veamos qué es la vida eterna. Nos dice el pasaje, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. El demostrativo “y esta es”, como deíctico espacial, va a ubicarnos completamente hacia dónde se ha dirigido todo esto, y es hacia los hombres, hacia aquellos que le ha dado el Padre al Hijo, ya que luego señala, “que te conozcan”: la vida eterna es el conocer a Dios y a Jesucristo, pero en rigor, hacer permanecer estos dos nombres en su estructura textual deíctica, es hablar de un ir y venir, nuevamente, teológico y lingüístico, porque mientras se desarrolla un diálogo “yo-tú” entre Jesús como primera persona y Dios como segunda persona, también el discurso de Jesús los vuelve terceras personas, y al mismo tiempo, se habla de aquellos que llegarán a saber que la vida eterna es conocer al Padre y al Hijo como Mesías, como hombre, como encarnación y manifestación de Dios entre los hombres, como terceras personas. Así, en el discurso, tanto Dios, como Jesucristo y aquellos del mundo, son terceras personas entrelazadas a un contexto teológico, ya que la vida eterna, volvemos a decirlo, es la redención de las terceras personas que son atraídas hacia el “yo-tú” salvífico que son Dios y Jesucristo. En otras palabras, Jesús construye un discurso que convierte a Dios y al Hijo en terceras personas del discurso, para así, traer hacia las primeras personas del discurso a aquellos del mundo que quedan desvanecidos en el texto. Pero es en el “conocer” que Jesús puede construir este discurso, y este conocer será explicado más adelante.
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Juan 17:4, 5 4
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese
Vamos a analizar ahora los versículos 4 y 5 de Juan 17. Estos dos versículos van a mostrar, abiertamente, el diálogo “yo-tú” que se construye en el discurso de Jesús. Aquí vemos que nuevamente se habla de la glorificación, pero que ya es explicada o contextualizada, mencionando cómo se ha llevado a cabo. Jesús se hace a sí mismo deíctico de persona al mencionarse el mismo como “Yo”, y luego se entrelaza con el deíctico de espacio, “te he glorificado en la tierra”, y más adelante vuelve a mencionarse a sí mismo como un “he” de “yo”, “[yo] he acabado la obra” que “tú” “[tú] me diste que hiciese”. Vemos, pues, que la glorificación del Padre por medio de Jesús ha sido cumplir con lo que se le había encomendado hacer, es decir, su obra y sus palabras, ya que este pasaje se va a enlazar con el anterior, y así lo contextualizamos. Si pensamos en los primeros tres versículos, y luego pensamos en estos dos versículos, diríamos que las palabras de Jesús, mostradas en el texto, se mantienen como una obra abierta, como un decir constante, en continuidad y continuado por las palabras siguientes. Ya vimos que los primeros tres versículos encierran el todo del pasaje, son una forma de resumen de lo que será el discurso que Jesús va a pronunciar, y esta apertura permite que el discurso se desarrolle. Señala Ricoeur La otra lectura no sería incluso posible, si en primer lugar no resultara evidente que el texto, como escritura, espera y reclama una lectura. La lectura es posible porque el texto no está cerrado en sí mismo, sino abierto hacia otra cosa; leer es, en toda hipótesis, articular un discurso nuevo al discurso del texto. Esta articulación de un discurso con un discurso denuncia, en la constitución misma del texto, una capacidad original de continuación, que es su carácter abierto. La interpretación es el cumplimiento concreto de esta articulación y de esta continuación5
Intentamos decir, citando a Ricoeur, que las palabras de Jesús permanecen abiertas en todo momento durante la construcción de su discurso. Ellas mismas se explican y se continúan, ellas van y vienen sobre sí mismas, y este pasaje, aunque va a jugar con una idea absoluta, va a organizar el pensamiento del lector en cuanto al significado de la acción del 5
Paul Ricoeur, Op. Cit., pag. 140
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Hijo, que es Jesús el Mesías, y la gloria y el poder del Padre, que ha entregado al Hijo el poder de dar vida eterna a los hombres del mundo. Vemos que en el primer versículo se habló de la glorificación, tanto del Padre como del Hijo, y a partir de ver los versículos 4 y 5, en relación con el versículo 1, vamos a entender de mejor forma el sentido de esta palabra que vamos a pensar aquí. Observemos algo sumamente importante, y es la manera en que ha sido redactado el texto que se forma en los versículos 4 y 5. Estos dos versículos son como dos textos que corren en sentido paralelo, pero que tienen dimensiones, uno frente al otro, absolutamente separadas, dimensiones separadas por un abismo construido a partir del sentido. La función de los deícticos de persona es sumamente importante que sean señalados, porque de ellos depende la contextualización, y luego entender el sentido de los deícticos de espacio y tiempo que están ahí también. Jesús inicia diciendo “Yo” y luego menciona “te he glorificado en la tierra”, posteriormente dice “he acabado la obra que me diste que hiciese”, y aquí nuevamente el “yo” detrás del “he” “yo he acabado”, y esto es “A ti te he glorificado en la tierra”, y aquí surge el “tú” que es el Padre. Luego, en el versículo 5 va a decir, “Ahora pues, Padre”, aquí está el “Tú”, y menciona “glorifícame tú al lado tuyo”, y nuevamente, “con aquella gloria que tuve [yo] contigo [tú] antes de que el mundo fuese” deíctico de tiempo “antes de que” y deíctico de espacio “de que el mundo fuese [mundo]”. Preguntamos, ¿dónde está el paralelismo? En el tratamiento que Jesús hace del sentido de sus palabras, y es como sigue. El “Yo”, que es Jesús, es un yo que ha glorificado en la tierra al Padre por medio de la obra que ha llevado a cabo en el decir y en el hacer. Este glorificar habla de un decir y de un hacer que inicia y termina, es decir, es una obra inserta en el espacio y tiempos finitos; un glorificar humano. Esto corresponde a la naturaleza de Jesús como hombre. Los deícticos de persona, de espacio y tiempo, soy deícticos humanos, son la parte textual humana, finita, con principio y final. Pero ahora vemos que Jesús habla de un “Tú”, que es el Padre, en un deíctico de tiempo, en el “Ahora pues”, pero un deíctico de tiempo condicionado por el deíctico de persona “Tú”, que es el Padre, y diciendo “glorifícame [a mí] tú [deíctico de persona en la segunda persona del singular] al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes de que el mundo fuese”. Aquí entra en juego el otro sentido de la palabra glorificar, que se inserta en 12
un espacio y un tiempo infinitos, totalmente otros; un glorificar que habla de Dios, en un no espacio y en un no tiempo, ni inicia ni termina. Si no se observa con cuidado, se podría pensar que se está hablando de la misma glorificación, pero Jesús va a estructurar, de forma sutil, la diferencia, por medio de contextualizar los deícticos. Son deícticos que corren paralelamente, pero que obedecen a sentidos diferentes. El espacio y el tiempo del versículo 4 se construyen en un sentido de finitud, y el espacio y el tiempo del versículo 5 se construyen en un sentido de infinitud, de eternidad. Y este juego de dualidades dentro de la misma palabra nos remite a la doctrina de la doble naturaleza de Jesús: perfectamente Dios y perfectamente humano. En cuanto a lo que sucede con respecto a la relación de estos dos versículos, diríamos que la relación que se da entre Dios y el hombre, o entre Jesús como Dios y Jesús como hombre, o entre la glorificación humana y la glorificación divina, es la relación de la descontextualización y recontextualización. Este “modo de ser” del texto como escritura permite que éste se descontextualice para ser recontextualizado en una nueva situación. Esto es lo que hace el acto de leer6
Vamos a explicar esta idea. Frente a la finitud, Jesús pone la infinitud; frente a la humanidad, Jesús pone la divinidad; frente al espacio y el tiempo y el mundo como escenario, Jesús pone el cielo como el no lugar y el no tiempo de Dios. ¿Para qué lleva a cabo estos enfrentamientos, y por qué nosotros tomamos la cita anterior que habla acerca de la descontextualización y la recontextualización? Veamos una respuesta acerca de esto. Primero, Jesús señala, “Mira, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5). ¿Cuál es el sentido de estas palabras? Volvemos al punto en que Jesús habla de él mismo en primera persona del singular, en el deíctico “yo” que se dirige a alguien que le escucha, cuando habla de sí mismo como “el que hace todo nuevo”. Entonces, frente a todos estos atributos humanos, Jesús pone todos los atributos divinos, y así, lleva lo humano a otros niveles. Así, diría, “descontextualiza” lo humano, para “recontextualizarlo” en lo divino. Veamos un ejemplo más en Romanos 6:3-11 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así 6
Angélica Tornero, Discurso, texto y literatura en la hermenéutica de Paul Ricoeur
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también nosotros andemos en vida nueva. 5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”
¿Cuál es el sentido de las palabras anteriores? Si somos cuidados al leer, el sentido se encuentra en la estructura, en el ir y venir que hace el escritor, al plantear el ir hacia la muerte, en la muerte de Jesús, y luego el venir hacia la vida, en la resurrección de Jesús, y se plantea otra vez, en el versículo 4, la nueva vida por medio de Jesucristo. Así, este juego de lo anterior y lo posterior, de la dimensión humana y a dimensión divina, contraponiéndose para construir un nuevo contexto, es el sentido que se muestra en los versículos 4 y 5 de Juan 17. Como ya dijimos en algunos párrafos anteriores, el sentido de teología lingüística es plantear un nuevo estado en las “terceras personas” del discurso dentro de las palabras de Jesús. El tiempo y el espacio divinos, que son un no espaciotemporal, en el sentido del discurso de Jesús, va a ser el motor de la descontextualización del espaciotemporal de lo humano, recontextualizando todo el sentido de la humanidad. Un ejemplo más acerca de esto lo encontramos en Isaías 1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. 6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado (Isaías 6:1-7)
La descripción del pasaje va a tornarse una contextualización del acontecimiento al señalar el año y lo que acontecía en ese año, que era la muerte del rey Uzías, y este relato se está tratando de señalar en un espacio y un tiempo, para darle validez histórica. En nuestro caso, lo que queremos mostrar dentro de nuestro análisis, es el suceso de la 14
descontextualización y la recontextualización, y cómo una y otra se corresponden en una separación y al mismo tiempo en un acercamiento, que se tornan en una construcción finísima del sentido. El sentido que nosotros buscamos se encuentra a partir del versículo 5, cuando el escritor señala “¡Ay de mí!, que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” Ese primer momento es la humanidad del que exclama la que entra en juego frente a la divinidad de Dios, y este sentido es el momento clave del sentido que nosotros le damos a la descontextualización: el desarme total del sentido, en este caso, el desmontaje total del texto. Pero viene un segundo momento, el de la recontextualización, en los versículos 6 y 7, “Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Este segundo momento es la recontextualización en el sentido del texto, y en el que describe el momento. Aquí se construye un diálogo “yo-tú” entre el hombre y Dios, siendo el narrador, el hombre, el “yo” que se va a enfrentar al “tú” que es Dios, y así, se juega con la idea de un “tú” que desarmar al “yo”, y aun podemos ver la complejidad del sentido, cuando es el “yo”, aquello que da identidad al que es un yo lo que viene a fragmentarse. Es así como intentamos mostrar el sentido de los versículos 4 y 5 de Juan 17, en toda la complejidad de su sentido y de su significado teológico en su construcción lingüística. Son los deícticos de persona y de espacio y tiempo presentes dentro del texto, pero llevados a otros niveles de significación a causa de la confesión de fe que estructura el discurso. Es por eso que señalamos que Jesús problematiza, en sus palabras, la relación del “yo” frente al “tú”, del espacio y tiempo humanos frente al no espacio y no tiempo de Dios, de cómo la novedad surge a partir de que, en Jesús, en sus palabras, se va a manifestar la descontextualización en el momento en que lo divino entra en relación con lo humano y cómo es lo divino lo que recontextualiza, rearticula, desmonta y vuelve a montar lo humano. Es por eso que hablamos de un paralelismo en estos dos versículos.
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Juan 17:6-8 6
He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Continuando con nuestro análisis a Juan 17, ahora vamos a tratar de entender el sentido de los versículos 6 al 8, y volvemos a señalar que aquí encontramos deícticos de persona, pero vemos ese movimiento lingüístico que se va a dar y es una forma que podríamos llamar, “la construcción de un juego lingüístico”. Expliquemos esto. El juego lingüístico del que hablamos se encuentra en la forma en que Jesús ha estructurado sus palabras, y es la siguiente: Ver.6 yo-tú-ellos-yo-tú; tú-ellos-yo-tú-ellos; ellos-tú. Ver.7 ellos-yo-tú-tú. Ver.8 tú-yo-ellos; ellos-ellos-yo-tú; ellos-tú-yo. Este encadenamiento de deícticos personales va a funcionar de forma entrelazada a partir de las acciones de las diferentes personas. Vamos a analizar la acción que existe entre cada persona. Ver.6, entre el primer yo y el tú que le sigue, se encuentra la manifestación, y si observamos, el yo y la manifestación se construyen como un mismo acontecimiento: yo manifiesto, y el yo se muestra llevando a cabo la acción de manifestar, que ahora mismo no vamos a señalar el significado del concepto manifestar, sino más adelante; a continuación se habla al tú y se menciona el nombre, y así, ¿qué es lo que el primero yo ha manifestado? El nombre del tú, y esa manifestación es dirigida hacia los hombres del mundo, hacia el ellos del primer versículo, y se muestra, entonces, que el diálogo del primero yo se extiende, y de hecho, es con el ellos del mundo, donde las palabras del yo llevan el mensaje, que es el nombre del tú, pero en este diálogo entre el yo y el ellos está otro diálogo más, que es entre el primero yo y el tú al que el yo le habla, y al final, se regresa al tú mencionando que ese tú le ha entregado al yo esos ellos del mundo. En la siguiente parte del versículo se vuelve a mencionar que esos ellos pertenecía al tú y que venía del mundo, que es un deíctico de lugar, y han sido dados al yo que vuelve a hacer referencia al tú, y entonces se culmina diciendo, esos ellos han guardado tu palabra, y aquí termina con el tú, ya que en el término “tu palabra” va implícito el tú, y de hecho, sin ese “tu palabras”, sin ese deíctico de persona el término palabra sería descontextualizado y, por decirlo en una imagen, caería al vacío del sinsentido. 16
Ver.7, el juego lingüístico aquí es idéntico con el anterior, pero es importante que sea señalado, ya que aquí diremos lo que significa la manifestación. Nos dice en un deíctico de tiempo unido a un deíctico de persona implícito, “Ahora han conocido”, ¿quiénes han conocido? Ellos, de los que venimos hablando, los hombres del mundo que le ha dado Dios al Hijo, a Jesucristo, en un ahora que nuevamente se muestra entre el tiempo perfecto de la divinidad y el tiempo humano, en el ahora del presente en que se encuentra hablando el yo que es Jesús, y luego se muestra lo que ellos han conocido, y son “todas las cosas”, es decir, todas las palabras, como se verá después, y son cosas que se entrelazan entre el yo y el tú, ya que se dice “todas las cosas que me [a mí, al yo que soy yo y que te[tú] habla] has [tú eres quien me entregas-tú] dado”; pero entonces viene una parte que es “proceden de ti”: aquí se muestra una reiteración, ya que en la primera parte del versículo 7 se habla de que todo viene del Padre, pero que los hombres del mundo ahora lo saben por la palabra de Jesús, y se muestra en que, era Jesús habla con el Padre en un diálogo de este tipo, “Todo eso que tú y yo sabemos que es tuyo y me lo diste, ahora ellos saben que es así, porque yo se los he dicho”. ¿Cómo pues sabemos que Jesús ha manifestado las palabras, y estas palabras son las cosas que el Padre le ha dado? Con la contextualización de los tres pasajes y que concluye en el versículo 8, que es cuando se da la información completa para saber de qué se habla. Pero vamos a ver ahora el juego lingüístico del versículo 8, y nos vuelve a mostrar el ir y venir entre el yo, el tú y el ellos, y aquí se viene a explicar lo que ya se dijo en los versículos 6 y 7. ¿Qué significa manifestar el nombre? ¿Cómo es que han guardado la palabra? ¿Es que el nombre significa la palabra? ¿En el nombre de Dios se encuentra la palabra de Dios? ¿Cómo conocieron aquello que el Padre le dio al Hijo, a Jesucristo? ¿Qué son las cosas que proceden del Padre? ¿Son las palabras las cosas que proceden del Padre? Entonces la respuesta viene a ser de la siguiente forma: 1) Jesús ha manifestado el nombre del Padre y esa manifestación significa, que ha dado a conocer al Padre o Dios verdadero, tal como se ha mencionado en el versículo 3 de este mismo pasaje, y al mismo tiempo, significa que ha dado a conocer, ha manifestado, mostrado, las palabras o cosas que el Padre le ha dado. Nos dice Schillebeeckx, “Dabar, palabra, significa tanto una palabra pronunciada o escrita como un suceso de la naturaleza o de la historia. “Después de estas palabras” significa a veces: “después de estos sucesos” (Génesis 22:1); las palabras no 17
solamente son pronunciadas, sino también hechas (Génesis 24:66)” y continúa explicando, “La vida de una persona es la palabra que expresa; ella es esa palabra. La palabra es la manifestación plena de una persona o de una cosa. […] Hablar es una manera de ser de la persona. El poder de una palabra es el de la persona que la pronuncia. Por eso el poder de la palabra de Dios es inmenso”7; 2) la palabra manifestar significa dar a conocer, mostrar, hacer manifiesta o hacer patente, pero vamos a explicarlo por medio de las palabras de Heidegger, en cuanto al hablar, ya que Jesús “ha dado las palabras”, las ha manifestado, “Logos en el sentido del habla quiere decir… hacer patente aquello de que “se habla” en el habla. […] El logos permite ver algo…, a saber, aquello de que se habla, y lo permite ver al que habla… o a los que hablan unos con otros. El habla “permite ver”…, partiendo de aquello mismo de que se habla. En el habla…, si es genuina, debe sacarse lo que se habla de aquello de que se habla, de suerte que la comunicación por medio del habla hace en lo que dice patente así accesible al otro aquello de que habla”8, y en cuanto a lo que leemos en Heidegger, Gadamer nos dice, “La desocultación del ente se produce en la sinceridad del lenguaje”9; 3) de este modo, señalaríamos que Jesús ha manifestado, es decir, ha hecho patente por medio de su palabra, el nombre de Dios, y Dios mismo es su nombre, Dios mismo es su palabra, Dios está en las palabras de Jesús, así, en la manifestación del nombre o de la palabra de Dios a los hombres, Jesús ha manifestado al Dios verdadero, y los hombres han creído, que es un acto de fe, que Dios ha enviado a Jesús, es decir, Jesús ha señalado que él mismo proviene del Padre, que ha surgido del Padre. Y este venir del Padre lo vamos a ver en Juan mismo, en el primer capítulo. 1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. 14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud tomamos 7
Edward Schillebeeckx, Revelación y teología, Ediciones Sígueme, Salamanca 1968, pags. 41 y 42 Martin Heidegger, El ser y el tiempo, FCE, México 2002, pag. 43 9 Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, vol. II, Ediciones Sígueme, Salamanca 2002, pag. 53 8
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todos, y gracia sobre gracia. 17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Juan 1:1-5, 9-18)
Así, con esta serie de términos teológicos, se va a construir el sentido del pasaje de Juan 1, y es con este pasaje que ejemplificamos lo dicho en Juan 17:6 al 8, pero es también con este pasaje que ejemplificamos lo dicho por Gadamer, Heidegger y Schillebeeckx. En resumen: las palabras de Jesús han manifestado al Padre porque sus palabras están habitadas por Dios mismo, así, en “la sinceridad del lenguaje” de Jesús, se da la desocultación del ente, de Dios, y esto únicamente es posible porque Jesús mismo, antes de que el mundo fuese, habitaba con el Padre, estaba en Dios y él mismo era Dios. Es por eso que señalamos la importancia de entender la estructura del juego lingüístico que se desarrolla en Juan 17, 6 al 8, porque así podemos comprender el sentido del entrelazamiento de los deícticos, y de cómo este entrelazamiento construye el sentido de esa unión entre Padre e Hijo, y de cómo el Hijo puede hablar las palabras que contienen al Padre, porque las palabras son el Hijo y las palabras son el Padre, porque las palabras hacen manifiesto el ser del Hijo y el ser del Padre. Así, los deícticos cobran un sentido diferente al ser ordenados en base al discurso teológico y lingüístico de Jesús. Vamos a dividir el pasaje de Juan 17 en dos partes; la primera de ella es de los versículos 1 al 8, y la segunda, de los versículos 9 al 26. Esto obedece a que este pasaje se construye, en su sentido, en los primeros versículos, y lo demás ya es una construcción que recae sobre lo ya estructurado. En otras palabras, toda la base lingüística, en su construcción, tal como le va a dar sentido al pasaje, se puede ver de los versículos 1 al 8. Ya hemos visto el juego lingüístico que se construye a partir de la relación entre el yo, que es Jesús en todo el pasaje, y el tú, que es Dios el Padre, y el ellos que van a ser los hombres del mundo. También ya pudimos ver que estos hombres han creído en Dios y en Jesús como su enviado porque Jesús mismo ha manifestado las palabras que contienen al Padre, como hemos visto, la palabra de alguien manifiesta el ser de alguien, y con Gadamer, el lenguaje desoculta al ente, a aquel que habla. Esta relación de deícticos de persona está tejida por el contenido teológico, los deícticos de tiempo y de espacio se convierten en un contexto teológico que va a condicionar todo lo que se viene diciendo. Otras de las cosas que hemos visto es que Jesús va a contraponer en todo momento la humanidad y la divinidad, es decir, siempre, frente a Dios va a poner al hombre y frente al 19
hombre va a poner a Dios, pero esto con el fin, no de destruir al hombre, sino de llevarlo a otros niveles de existencia; esta forma de contraponer a Dios y al hombre la hemos ejemplificado con el pasaje de Isaías 6:1-7, donde Isaías es desarmado frente a la presencia de Dios, cuando señala que “es como hombre muerto”, pero es Dios mismo el que lo viene a rearmar, y es así el sentido que encontramos en las palabras de Jesús: frente a Dios, frente a la presencia de Dios, el hombre siempre será desarmado, pero es precisamente la presencia de Dios, la acción de Dios, y en este caso, la acción de Dios por medio de las palabras de Jesús, la que rearmará al hombre. Vamos a ejemplificar esto con otro pasaje, 12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. 15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. 16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. 17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. 18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. (Romanos 5:12-21)
Este pasaje, desde el versículo 12 a la primera mitad del 15, se mantiene señalando el pecado del hombre y de este hombre sobre el mundo, pero es a partir de la segunda mitad del versículo 15, que Pablo va a construir un juego lingüístico que va a ir y venir entre el pecado y la gracia, o entre Adán y Jesucristo, y vemos, nuevamente, como va a ser Jesús la contraposición entre Dios y el hombre, y cómo el hombre, por medio de Jesucristo, va a ser, primero descontextualizado y posteriormente recontextualizado. Obsérvese el pasaje detenidamente para que se pueda comprender el sentido y cómo es que el juego lingüístico nos permite ir y venir, en la lectura, entre la descontextualización y la recontextualización. Vamos, pues, al análisis de la segunda mitad de Juan 17, pero ahora no vamos a proceder a dividirlo por versículos, sino que analizaremos las ideas que se van 20
construyendo a partir de la relación de los deícticos y cómo va surgiendo el contexto teológico. Primero mostramos el pasaje, y luego procedemos a su análisis. 9
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. 12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. 13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. 14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. 20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
Yo ruego por ellos: aquí vemos nuevamente la relación entre el yo, que es Jesús, y el ellos que son los hombres del mundo, y hay una acción por parte de Jesús y es el rogar, que es la oración hacia el Padre, pero con un sentido de petición constante, en un sentido de “profundidad”, es decir, una súplica desde lo más profundo del ser de Jesús. No ruego por el mundo, sino por los que me diste: aquí entra la relación yo-tú-ellos en el hecho de “no ruego-yo por el mundo, sino por los-ellos que me-yo diste-tú”, ¿por qué trabajamos de esta forma el señalamiento del momento en que se encuentra una de las personas deícticas? Porque intentamos mostrar, en la declinación de las palabras a quién hace referencia, si al yo, o al tú, o al ellos. Pero vamos a observar algo interesante: aquellos hombres del mundo que el Padre le ha dado al Hijo no son del mundo, habitan el mundo pero no son de él, y entonces, hay una nueva situación de estos ellos, ya que en su ser no hay pertenencia al mundo, sino a Dios: están en el mundo, dentro del mundo, habitan el mundo, pero no son del mundo. Nuevamente aquí entra el hecho de esa descontextualización y recontextualización que se lleva a cabo por medio de Jesús: aquellos 21
hombres del mundo que creen en sus palabras y creen que el Padre lo ha enviado, son descontextualizados y recontextualizados en Dios, pero, ¿de dónde han sido descontextualizados? Del mundo, es decir, el contexto o escenario mundo ya no es el contexto en el que ellos habitan. En este caso, Jesús es como la deconstrucción de los hombres del mundo, “La indecibilidad… y el desorden que anida en la comunicación llevan a Derrida a escribir de un modo no convencional, deshaciendo, socavando, desestabilizando, descomponiendo, desedimentando, sacudiendo… Los textos de Derrida no se sitúan fuera de los textos que examina, en una posición privilegiada de dominio o autoridad, no los rechazan ni contradicen, sino que más bien los habitan, los invaden, los cruzan, desestabilizándolos, deshaciendo sus presupuestos, desedimentándolos, sacando a la superficie de sus capas subyacentes”10. Como este proceso de lectura y escritura que es la deconstrucción, Jesús se muestra en todo Juan 17 como el proceso de descontextualización y recontextualización de los hombres, como aquel hombre de Isaías 6, como aquel pasaje que compara a Adán con Cristo de Romanos y que ya hemos citado más arriba. Jesús es la problematización de los hombres del mundo, y aquí vemos esa construcción lingüística que problematiza. Porque tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío: pensemos en este fragmento: si los hombres del mundo son del Padre y al mismo tiempo son del Hijo, y pertenecen a Dios, entonces nuevamente aquí Jesús está hablando de aquella relación que existe entre Jesús y el Padre como un Dios mismo y que ya hemos visto en Juan 1, cuando se nos habla del Verbo que estaba con Dios y era Dios. Pero esto también se muestra por la forma deíctica del yo y el tú que se vuelve a jugar, y esta vez es en pocas palabras: Mío-Tuyo, Tuyo-Mío, este intercambio de lugares entre el yo y el tú es lo que nos muestra el juego lingüístico del que ya hemos hablado. Pero hay un pasaje que nos señala ese origen del Hijo, o mejor sería decir, ese No-Origen, porque cae nuevamente en un no espacio y no tiempo al habitar en Dios, 1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la 10
Amalia Quevedo, ¿Qué es la deconstrucción? en Derrida en castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/comentarios/quevedo_1.htm
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diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. (Hebreos 1:1-4)
Hemos puesto en cursivas las partes de los versículos que van a mostrar al Hijo de la misma sustancia que el Padre, es decir, el Hijo y el Padre son uno, y que esto ya entra en la doctrina de la Trinidad, pero, esto construye de una forma mucho más compleja todo el discurso teológico, y como hemos insistido, los deícticos van a cobrar sentidos muy diferentes a los que se construyen en textos normales, ya que, no podríamos decir que Don Quijote y Sancho son de la misma sustancia, aunque sean los personajes principales de la obra de Cervantes. En el discurso que se construye en Juan 17, se confirma lo que ya vimos con Ricoeur: es la confesión de fe, la situación de fe de aquel que escribe y de aquel que lee, lo que construye el sentido teológico, lo que estructura el discurso y lo que lleva a leer y a escribir de cierta forma. Y he sido glorificado en ellos: Aquí nuevamente entra en juego el “yo” con el “ellos”, siendo la “glorificación” el puente entre ambos deícticos. Pero ya vimos que existen dos formas de entender la glorificación: por un lado, la glorificación divina, y por el otro, la glorificación humana, que ya se discutió en los versículos 4 y 5, cuando hablamos del paralelismo de la glorificación. Pero en este caso vamos a encontrar dos momentos en esta afirmación. El primero tiene que ver con la glorificación por medio de los que creen en Jesús, ellos le han glorificado ya ahora mismo, en la tierra, en el mundo, de donde ellos son sin ser del todo. Pero el segundo momento es la glorificación del Padre, el momento en que debe regresar a aquella gloria, como dice el versículo 5, la gloria que tuvo con el Padre antes de que el mundo fuese. Pero ahora, ¿cómo lo han glorificado los que han creído en Jesús? Al guardar y hacer su palabra, ya lo hemos visto: en el versículo 6 se menciona la glorificación del Padre al guardar su palabra, y pensemos, como ya lo hemos mencionado con Schillebeeckx, la palabra es la persona que la pronuncia, ella va en la palabra, y si Jesús en el Hijo es uno con Dios el Padre, entonces la glorificación de aquellos que creen en él es en guardar y hacer su palabra. Nos dice otro pasaje para ejemplificar esto: “Guardarás los preceptos del Señor, tu Dios, las normas y mandatos que te ordenó” (Deuteronomio 6:17), y este guardar la palabra se muestra en el para qué: “y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su 23
vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra” (Deuteronomio 17:19). Así, esta glorificación está en plena relación con el “todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío” que se inscribe antes de la glorificación de los hombres. Es aquí, pues, donde todos los deícticos se entrelazan nuevamente para significar: “Porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos”. Esta es la plena confirmación de que el Padre y Jesús en el Hijo son uno; es ante este entrelazamiento donde la plenitud es manifestada. Y así, la glorificación se hace una, y entra en un tiempo totalmente otro, un tiempo que es entrecruzamiento de lo humano y lo divino. Lo diríamos de otro modo: esta glorificación que una al yo de Jesús en el Hijo, al tú de Dios Padre y al ellos de los hombres del mundo, habita el intersticio entre lo divino y lo humano, entre el tiempo infinito y finito; esta glorificación por parte de los hombres hacia Jesús es la glorificación temporal, pero está por venir la glorificación del Padre, la glorificación sin tiempo y sin espacio, infinita y eterna, y así, lo temporal de la glorificación humana se romperá con la glorificación sin tiempo de Dios, “Inauguración como la irrupción de algo absolutamente nuevo”11. Rompimiento, inauguración, movimiento de lo nuevo sobre lo viejo para no desechar lo anterior sino tensarlo entre lo viejo y lo nuevo. 11
Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a
los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
12
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
13
Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo
cumplido en sí mismos. Tratemos de entender ahora estos tres versículos, que posteriormente se entrelazarán con los siguientes. Jesús permanece, en su oración, en la conformación de su discurso, entre el mundo y fuera del mundo, entre ambos mundos, acercándose al Padre, “yo voy a ti [Padre]”; aquí el deíctico de yo permanece entre la presencia y la ausencia, entre el estar y el ya no estar, ser y no ser, el “ya, pero todavía no” del calvinismo. El escenario es el mundo, el lugar donde se lleva a cabo la descontextualización y la recontextualización. Nos dice Derrida,
11
Jacques Derrida y John D. Caputo, La deconstrucción en una cáscara de nuez, Prometeo Libros, Buenos Aires 2009, pag. 15
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entre el mundo del poema y el mundo de la vida, e incluso más allá del mundo que ya no está… el mundo se ha ido ya, el mundo nos ha dejado, el mundo ya no está, el mundo está lejos, el mundo está perdido, el mundo se ha perdido de vista, el mundo está fuera de la vista, el mundo ha partido, adiós al mundo, el mundo ha fallecido…12
Si relacionamos las palabras de Derrida con las palabras de Jesús, veremos lo que realmente sucede en este “ir al Padre” por parte de Jesús, y es que el mundo es el que se aleja y Jesús se acerca, por eso hablamos de presencia y ausencia: Dios es el gran ausente y en esta ausencia se manifiesta mucho más su presencia, o mejor sería decir, la no presencia de Dios. La huella de Dios, como veríamos con Lévinas. Los versículos completos, en su sentido, es ese ir y venir de Jesús, del mundo hacia el Padre y ya en el Padre, de Dios hacia el mundo. El yo que guardaba al ellos en el mundo, se desvanece en el tú del Padre, pero tal parece que el sentido teológico de estos versículos es que el yo se vuelve más yo a medida que llega al Padre y ahora es el yo en el tú del Padre quien va a cuidar a ellos, los del mundo. Esta presencia se manifiesta por medio de la ausencia, tal como se nos dice, “Él no se muestra sino por su huella, como en el capítulo XXXIII de Éxodo… Huella de aquel que no puede ser apresado en la presencia”13. 18 El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. 19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. 21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. 23 Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro. (Éxodo 33:1823)
Le dice Dios a Moisés, “No podrás ver mi rostro… y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro”, Moisés verá mi huella, el trazo de que yo he pasado, pero no verá mi rostro, mi ser tal como soy. Al final de los versículos nos dice cuál es la huella que dejará Jesús: su gozo será cumplido en ellos mismos, en el en sí mismo de cada uno de los que crean en él. Así, el yo y el tú, ya siendo un Yo-Tú para siempre, atraerán para sí a los que crean del mundo, y todos serán uno mismo, y el yo habitará en el en sí mismo del ellos. Así, como nos menciona Derrida, Jesús da el adiós al mundo porque el mundo ha pasado, el mundo se 12
Jacques Derrida, Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos, el poema, Amorrortu, Buenos Aires 2009, pag. 42 13 Emmanuel Lévinas, La huella del otro, Tauros, México 2000, pag. 27
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desvanece, y aunque ellos no son del mundo pero están en el mundo, ellos permanecen para siempre por medio de la huella del Otro, del ser de Dios en el en sí mismo de ellos. Este adiós al mundo resuena con el adiós de Hölderlin, y otra serie de despedidas al mundo, con la promesa de volver. Largo tiempo he esperado, te lo confieso, y ardientemente deseado, una palabra de adiós dictada por tu corazón; pero guarda silencio. Y este silencio es también el lenguaje de tu alma admirable, Diótima. Mis miradas se pierden en el mar que tiñen de rojo los rayos del sol poniente; tiendo los brazos a la lejana comarca en que tú vives y mi alma se siente confortada una vez aún por todas las alegrías del amor y de la juventud. ¡Oh Tierra, que fuiste mi cuna!: todas las voluptuosidades y todos los dolores, ¿no están contenidos en el adiós que te damos? ¡Oh mi alma querida!, desearía decirte que pensaras en mí cuando vengas a mi tumba. Pero es probable que me tiren a las olas, y no me desagrada pensar que mis restos se sumergirán allí donde todas las fuentes y todos los ríos que amé se reúnen de donde se elevan las nubes tempestuosas que llevan la frescura a la montaña y al valle que me eran tan queridos. Y nosotros, oh Diótima, Diótima mía, ¿cuándo nos volveremos a ver? No es posible, y a este pensamiento todo mi ser se rebela, que nos perdamos para siempre el uno para el otro. Yo vagaré, si es preciso, millares de años de un astro a otro, tomaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, sólo por volverte a ver de nuevo. Pero se me ocurre que todo lo que se asemeja acaba siempre por reunirse. ¡Alma magnánima! Tú volverás a encontrarte a ti misma en este adiós. ¡Déjame partir! Abraza a tu madre por mí. Saluda a Notara y a nuestros amigos. Saluda también a los árboles a cuya sombra te encontré por primera, y a los alegres arroyos por cuya orilla caminábamos, y a los hermosos jardines de Angele, y pueda tu pensamiento, ¡oh amor mío!, encontrar allí mi sombra. ¡Adiós!14
¿De qué adiós hablamos en este párrafo que hemos transcripto? Es el adiós a la vida misma, y es un adiós similar al de Jesús, es el adiós de Hiperión que se despide del mundo, de la vida, de los hombres de todo y de todos, que posiblemente vuelva [“Yo vagaré, si es preciso, millares de años de un astro a otro, tomaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, sólo por volverte a ver de nuevo. Pero se me ocurre que todo lo que se asemeja acaba siempre por reunirse”], es un adiós, diríamos, mesiánico. Así, la semejanza con el adiós de Jesús es con la promesa de volver, pero ya no volverá como se cree que vuelven los muertos, ahora en su volver se encuentra su espaciamiento de la espera de volver con un siempre volviendo siempre viniendo sin venir del todo. Nos dice en Apocalipsis, “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20); otra forma de leer las últimas palabras es, “Sí, ven, Señor Jesús, ven viniendo y sin venir del todo”. 14
Friedrich Hölderlin, Hiperión, Ediciones Coyoacán, México 2004, pags. 120 a 122
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Diríamos, en su venida sin venir del todo, en su no presencia, en la ausencia que manifiesta la presencia, Jesús va al Padre, por fin el Yo de Jesús será glorificado en el Tú del Padre, y el yo nuestro, el en sí mismo de nosotros, los ellos, las terceras personas del discurso, seremos más yo sin llegar a ser del todo: ser siendo sin ser siendo, entre el ya pero todavía no. El gran bloque que continúa es el final de la oración o discurso de Jesús. Son las palabras que culminan esta oración por los otros, por aquellos que creerán en él por la palabra de ellos. Observemos el pasaje antes de proceder a su comprensión. 14
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. 20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
¿Qué se muestra aquí? Enumeremos sus partes: 1) En el versículo 14 nuevamente el yo y el tú se relacionan con la palabra de Dios como puente, pero como sabemos, la palabra de Dios es Dios mismo, la palabra es Dios, así, esta palabra es Jesús mismo, el Logos, la Palabra y el Verbo: Jesús es aquel que manifiesta al Padre por medio de sus palabras; 2) ante las palabras de Jesús dadas a los hombres del mundo, ahora vemos que hay un mundo diferente al mundo como escenario, y es el mundo de la maldad, y esto es lo mismo con la palabra glorificar: es un juego de palabras que van a leerse igual pero que su contextualización para el sentido se muestra en la forma, en la estructura del texto, y así, tenemos que el mundo como escenario y el mundo que aborrece a Jesús y a los suyos por sus palabras son dos mundos diferentes. La separación del mundo, incluso de ambos mundos, porque como sabemos, Jesús se mantiene alejado del mundo en cuanto a mundo como pecado, y se mantiene alejado ya del mundo en cuanto a mundo como escenario, 27
porque va al Padre, por eso señala, “porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”; 3) en el versículo 15 se viene a confirmar lo que hemos dicho: “guárdalos del mal, no los quites del mundo”, pero aquí resuena, o una contradicción, o una confirmación a lo que hemos dicho: aquellos que pertenecen al yo de Jesús han sido descontextualizados del mundo y recontextualizados en Dios, y si no son del mundo, pero están en el mundo y no deben ser quitados del mundo, es que son sin ser y están sin estar del todo: nuevamente el ir y venir, el estar y no estar, la tensión entre dos cosas totalmente distintas existiendo en el hombre mismo. Pero así, sabemos que el mundo del mal es el mal mismo, y el mundo como escenario es el mundo en que habitan los hombres; 4) nos vamos al versículo 17, ya que el versículo 16 es la confirmación de estar en el mundo, pero no son del mundo, como Jesús no es del mundo y de hecho ya no está en el mundo aun cuando dice sus palabras en el mundo: Jesús es el estar sin estar del todo. Así, del 17 al 19 vamos a ver nuevamente la relación de la palabra de Dios, siendo Dios la palabra misma, y esa palabra, que es verdadera, como Dios es verdadero, santificará, apartará, separará a los hombres, los hombres a partir de Dios, a partir de entrar en relación directa con Jesús, han sido santificados, pero Jesús mismo lo dice, “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”; 5) existe una división entre los versículos 20 y 21 y más adelante, con los versículos del 22 al 26, y es de la siguiente forma: los versículos 20 y 21 son un paréntesis que podríamos llamar de rompimiento del tiempo humano para adentrarse al tiempo mesiánico, ¿por qué? Porque es en ese momento cuando Jesús ora por todos los discípulos del mundo, en cuanto espacio y tiempo, cuando su tiempo mesiánico será llevado a la existencia misma de los hombres del mundo en todas las épocas: ya no hay un tiempo que se mida en horas o días, sino que ahora es un tiempo totalmente otro que está por encima de todos los hombres, y así, el mesianismo es un estado en el que entra la humanidad, pero, ¿qué es el mesianismo? Lo explicaremos en base al conocimiento de Jesús como Mesías, y a la deconstrucción como movimiento de lectura y escritura en estado mesiánico15. Señalaríamos que esta es la explicación a nuestra concepción más importante y que ha surgido de la Biblia misma, y que es la conformación de una metodología de lectura y escritura basada en la hermenéutica y la deconstrucción, y
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Para entender esto nos estamos basando en “Lo mesiánico: a la espera del futuro”, dentro de La deconstrucción en una cáscara de nuez, que ya hemos citado algunos párrafos más arriba.
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en este caso, hemos trabajando teniendo a los deícticos y el contexto como herramientas para ubicar todo nuestro discurso. Vamos entonces a la explicación. Jesús en el mundo viene a manifestar al Padre por medio de sus palabras y sus hechos; Jesús es la manifestación del Padre, una manifestación encarnada, y ha venido al mundo. El mundo, hasta ahora, era uno y de una cierta forma de ser, pero Jesús venía al mundo y estaba por romper con esa forma de ser del mundo: un quiebre de lo que estaba establecido con una nueva forma de ser. Jesús mismo nos lo dijo en una serie de pasajes, que él era el cumplimiento de la ley, y al mismo tiempo, la renovación de la ley, 5:17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. (Mateo 5:17-20)
Así, nos advierte, no piensen que vine para romper la ley, sino para cumplirla, es decir, el cumplimiento de la ley; pero al mismo tiempo, más adelante surgen una serie de palabras suyas que mencionan la renovación de la ley, 21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante. 27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 5:28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. 33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro 29
hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. 38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. 43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. (Mateo 5:21-48)
Esta serie de “oíste que fue dicho… pero yo digo” es una serie de pasajes que hacen exégesis y hermenéutica de la ley, y que posteriormente son deconstruidos en las palabras de Jesús. Así, estas palabras de Jesús representan la tensión entre lo antiguo y lo nuevo, haciendo una exégesis y una hermenéutica de aquello que está escrito, y posteriormente una deconstrucción de cada mandato antiguo. ¿Cuál es el método que encontramos, entonces, en Jesús? Primeramente el de llevar a cabo una exégesis y una hermenéutica del Antiguo Testamento como fundamento de la antigua ley, 16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; e ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor. 20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? 23 Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. (Lucas 4:16-27)
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Lo que acabamos de ver es la desestructuración y reestructuración de un pasaje en palabras de Jesús, es decir, Jesús lee e interpreta las palabras del libro de la ley, pero posteriormente desarticula todas esas palabras con nuevas palabras, con ejemplos, con historias, con una serie de textos (algo como lo que estamos haciendo aquí mismo con Juan 17). Jesús, así, inaugura la relación de la hermenéutica y la deconstrucción que ya se ha tratado de practicar pero que no se ha logrado conciliar del todo. Diríamos, entonces, que la Biblia es un libro que se construye a base de hermenéutica y deconstrucción: la Biblia es un texto ahí, fijo sobre las hojas, en las páginas, conformado por palabras que significan algo, que nos dicen algo, y somos nosotros, con nuestras anotaciones, con nuestras reflexiones, con otros libros, quienes habitamos las páginas de la Biblia, con un proceso de deconstrucción. Un ejemplo a esto son las palabras de Derrida, La manera en la que trato de leer a Platón, a Aristóteles, y a otros no es una manera que imponga, repita o conserve esta herencia. Es un análisis que trata de averiguar cómo funciona o no funciona su pensamiento, trata de encontrar las tensiones, las contradicciones, la heterogeneidad dentro de su propio corpus… esta “autodeconstrucción”… La deconstrucción no es un método, o una herramienta que se aplique a algo desde un fuera. La deconstrucción es algo que sucede y que sucede en el interior; hay una deconstrucción en funcionamiento dentro de la obra de Platón, por ejemplo… un modelo que se autodestruye, que se deconstruye a sí mismo, para desarraigarse, para independizarse de sus propios cimientos…16
Con estas palabras de Derrida, preguntaríamos, ¿la deconstrucción habita de por sí todo libro, todo texto, incluso los fragmentos, las palabras? ¿Puede cualquier concepto ya ser habitado por una autodeconstrucción? La deconstrucción, entonces, desde nuestra perspectiva, es una lectura y un proceso y un habitar en el texto, en la estructura textual; es una escritura y un habitar ese texto con otros textos. Dos ejemplos: por un lado, la Carta a los hebreos es un texto que han escrito haciendo hermenéutica y haciendo deconstrucción, porque es un texto que repasa toda la doctrina del Antiguo Testamento, la muestra, la manifiesta y la reflexiona, la explica, pero posteriormente, al hacer deconstrucción, van a escribir o reescribir la doctrina con una nueva presencia en el texto: la presencia de Jesucristo como el cumplimiento de la ley; por otro lado, Génesis 11:1-9, es un texto que se construye a partir de la hermenéutica y la deconstrucción, ya que es un texto que tiene un orden, que se construye, que los hombres mencionan como construcción, pero posteriormente Dios, al descender, deconstruye, orgánicamente, a la humanidad completa, 16
Jacques Derrida y John D. Caputo, Op. Cit., pag. 20
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pero además, ya es un texto en autodeconstrucción, hay un proceso de deconstrucción entre sus líneas, ya que el nombre mismo que ahí habita, “Babel”, significa, tanto “puerta de Dios” como “Confusión”. Todo texto, entonces, pensando en las palabras de Derrida, ya se encuentra en estado de deconstrucción, todo texto es una exégesis y una hermenéutica y una deconstrucción: tanto el que hace hermenéutica deconstruye el texto en su mente al momento de ir escribiendo, como el que hace deconstrucción hace una hermenéutica con texto al momento de escribir. Vamos al momento en que terminamos el análisis que le hemos hecho a Juan 17, al analizar la construcción textual que va de los versículos 22 a 26. Aquí continúan en juego los deícticos de persona, de espacio y de tiempo, haciendo un deíctico textual que construye el mensaje de Jesucristo como mensaje teológico. Es la confirmación final de Jesús, cuando ya ha orado por todos los discípulos, los presentes y los que vendrán. Ya ha roto el espacio y el tiempo con su mesianismo, y ahora pide al Padre, al Tú que es Dios frente a él, que todos sean uno, que donde Jesús se encuentre, todos estén con él, y que estar con él es estar con el Padre: La gloria, que es guardar la palabra, manifiesta en el mundo que los seguidores del Cristo no son del mundo aun cuando estén en el mundo: y al final, ¿qué es lo que manifestará de forma perfecta, completa, absoluta, que el ellos del discurso de Jesús se ha unido con el Yo-Tú del Padre y del Hijo? El amor. Al final, es el amor el que une al yo, con el tú y el ellos en el discurso transformado de Jesús. Un escenario: la unión de los tres deícticos en uno solo y conformando un solo contexto y un solo deíctico textual, todo esto llevándose a cabo en el mundo, entre el deíctico normal de espacio y tiempo humanos y el deíctico sin espacio y sin tiempo que es el deíctico de la divinidad. El concepto de Dios transformando el yo y el tú y el ellos en una nueva forma de estructurar el texto. 22
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
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Tal vez alguien pregunte, ¿en qué momento se utilizaron los deícticos de persona y de espacio y tiempo, y en qué momento se utilizó el contexto lingüístico? Responderíamos: en todo momento dentro del texto que hemos trabajado aquí, y si no se ha observado bien, debemos regresarnos a leer, línea por línea, cómo hemos trabajado el contexto y los deícticos. Pero sucede algo: cuando se trabaja con el método de la hermenéutica y la deconstrucción, y trabajamos el análisis del discurso del texto, y además, trabajamos los deícticos y el contexto, el horizonte del texto se transforma. Pero diríamos, Juan 17 ha sido habitado, ha sido fragmentado, intentamos leerlo de diferentes formas, partimos de sus palabras y unimos otras palabras, pero al final, el punto central que aquí tratamos fue: Jesús como el punto central entre la hermenéutica y la deconstrucción, y Jesús como la unión de los deícticos personales y de espacio y de tiempo. Nos parece que todo texto tiene una figura central que nos ayuda a encontrar la autodeconstrucción que habitan sus líneas: puede ser un personaje, un concepto, una palabra, una serie de movimientos. Este es nuestro intento por trabajar una metodología que permanezca en la tensión de la que nos habla Derrida. Usaríamos un ejemplo final para describir el estado del texto que habita entre la hermenéutica y la deconstrucción como un estado errante: todo texto que trata de ser puesto entre la hermenéutica y la deconstrucción es un texto que habita entre dos mundos lingüísticos, entre dos formas de pensar, de leer y de escribir, ya sea Don Quijote, ya sea Kafka, ya sea Borges, ya sea la Biblia misma, todo texto habita dos mundos lingüísticos y es habitado por estos dos mundos lingüísticos: la hermenéutica y la deconstrucción, y el texto es el intersticio. Y el hombre se sentó a orillas del camino y lloró. Bajo el cielo rutilante de estrellas se cimbró la espada del guardián nocturno. Ningún soplo de consolación le fue enviado. Ahí estaba, atónito, solo bajo la inmensidad y con la inmensidad a sus pies. […] Y cuando se levantó la niebla del primer amanecer, se perfiló en el horizonte el caracol de la errancia. Oculto en el ojo de la noche, la luz lo descubría poniendo en marcha al tiempo, a los rayos de la aurora, al canto del mirlo, al rebulllir de los insectos y al rumoreo de las caracolas. Extendió las manos y con el rocío enjugó el insomnio de sus párpados. El mundo se abría en haces de espera, y como esa apertura el hombre nacía llevando en sí un espacio silencioso, solitario, solidario, y una carencia. Aprendería a pedir y aprendería a entregar. […] Faltaba saber hacia dónde lo conduciría la voz ligera del silencio que hablaba a su corazón17
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Esther Seligson, La morada en el tiempo, Ediciones Sin Nombre, México 2004, pags. 151 y 152
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Otra forma de escribir este fragmento sería: “Y el texto habitó al margen de su propia escritura, y lloró y sangró, porque sus palabras lloraban y sangraban entre el significado y la falta de significado. Bajo la mirada del que lee y escribe se desestructuró y reestructuró la comprensión del que escudriña el texto. No hay soplo de consolación para ningún texto porque no hay lectura y escritura en paz, sino violencia, agresión y transgresión al texto. Así, el texto habitaba la inmensidad de la errancia, de los caminos que se bifurcan en su significado, y habita entre la ocultación y la desocultación, entre lo temporal y lo espacio y el no espacio y el no tiempo. Ahora, todo el significado se abría nuevamente, pero debíamos ver hacia donde nos conduciría esa lectura y esa escritura que habitan entre la hermenéutica y la deconstrucción…” Con esta desestructuración y reestructuración poética de las últimas palabras que hemos copiado, hablamos del estado del texto que permanece entre ambas filosofías; un estado que es necesario seguir pensando, seguir meditando, seguir escudriñando, y que quizá nunca acabe. Pero es que un texto nunca acaba, y cuando termina, sabemos que en otro lugar ya está reiniciando.
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