REPLICANTE: RÉQUIEM

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REPLICANTE: RÉQUIEM Ensayos sobre Blade Runner Víctor Marcos Hernández textosdebabel.ediciones


Réquiem por aquel que llora bajo la lluvia perdiendo todos sus instantes en el tiempo

Roy Batty NEXUS 6, tú eras como el Minotauro, querido Roy. Eras un grandioso Replicante-Minotauro. Una magnífica replica-tecno-humana. Fuiste un enormísimo humano; y llegaste a ser demasiado humano. Pero como humano –como hombre–, te borraste “como en los límites del mar un rostro de arena”1. Como Teseo habla frente al Minotauro –acaso sus palabras puedan dibujar nuestra lucha, la que tú y yo inventamos– te dije, con la mirada, “No te mato a ti sino a tus actos, al eco de tus actos, su resonar lejano en las costas griegas”, y es que se habla tanto de ustedes, los poderosos replicantes, que ahora son “como una vasta nube de palabras, un juego de espejos, una reiteración de fábula inasible”2. En mis sueños eres el grandioso Asterión, el terrible Minotauro –y hoy eres un monstruo que habita mi memoria, ¡qué es mi memoria!, y te has vuelto infinito–. Y en mis sueños recorres tu laberinto, querido Roy, gritándole al viento –gritándole a la nada–, “…sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas”3. ¡Oh, espléndido Roy Batty, Replicante-Minotauro! Te formaron como una verdadera escultura de Miguel Ángel. Con cuerpo como el David o como el Moisés; como los cuerpos dibujados y pintados en la Capilla Sixtina. Estabas bellamente formado. ¡Eras tan artístico! Eras tan bello, NEXUS 6, eras hermoso. Todo tú eras sorprendente creación de la ingeniería genética. Eras un replicante, “un ser humano completo, un cultivo de pura carne, muy avanzado y altamente perfeccionado”4, te veías “muy rubio y muy germánico”5, rubio como un Sigfrido, vestías mallas de atleta, las luces te resaltan a contraluz un cuerpo heroico, sostenías en tu mano la paloma del sacrificio6.

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Michel Foucault, Las palabras y las cosas, pag. 375 Julio Cortázar, Los reyes, pags. 63, 64 3 Jorge Luis Borges, “La casa de Asterión”, en El Aleph, pag. 50 4 Ridley Scott, “Un texto de Ridley Scott”, en Blade Runner, pag. 136 5 José Luis Garner, “El hombre de sable contra el infierno de Ridley”, ibid. pag. 69 6 Vicente Molina Foix, “Irrealismo sucio”, ibid. pag. 88 2

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Algunos dijeron que cometiste “deicidio” cuando “asesinaste” a tu creador. Dijeron que “al matar a su creador (Dios), la criatura hecha de pedazos humanos alcanza su humanidad, para ir a dar cara a cara con la muerte”7. También dijeron que “el hombre, atrapado entre los resortes de esta contradicción, –el creador que ama y odia a sus criaturas, y las criaturas que aman y odian a su creador– necesita matar al Padre, matar a Dios, para acceder al pleno estado humano. Sólo el deicidio le sitúa brutalmente ante sí mismo, despojándole de la seguridad de la dependencia paterna y arrojándole a la libertad del huérfano”8. ¿El “deicidio” permitió que fueras libre? ¿Encontraste la libertad en la horfandad? ¿Encontraste la libertad al “ser arrojado al mundo”? ¿El “deicidio” te arrojó al mundo? ¿El “deicidio” te arrojó hacia la muerte? A causa de ese “deicidio”, ¿el hombre ha llorado? Quisiera elevar una oración por ti, Replicante Roy, pero es que ya no hay Dios que nos escuche. Dios murió, ¿lo recuerdas? Y, ¿cómo no llorar, como no va a llorar el hombre, si él era la imagen y semejanza de Dios? ¿Cómo no llorar cuando Dios ha muerto y el hombre también? ¡Dios ha muerto! Llora, hermano Replicante, porque se ha muerto aquel que era nuestra esperanza. Llora. Llena tus ojos de lágrimas que vengan de tu alma. Deja que el llanto brote de tus entrañas; que nazca de lo más profundo de ti. Llora, porque a quien reflejabas, de quien eras espejo, se ha perdido. El sol ya no proyecta la sombra. “¡Oh, alma mía!”, parece que clama un Replicante en la noche, “déjame ver mi rostro, ilumina mi sendero, lléname de vida, porque hoy tengo miedo”, ¿puede tener miedo un Replicante-Minotauro como tú? “Tengo miedo…”. ¿De qué puede tener miedo un Replicante como tú, enormísimo Roy Batty? Me he despertado muchas veces, hermano Replicante, y vuelven a sonar en mi cabeza aquellas palabras tuyas que contienen un abismo. El vértigo de tus palabras me atrapa. No logro comprenderlas. He aquí las palabras. He visto cosas que la gente no creería. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. Observé rayos de mar brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos estos instantes se desvanecerán en el tiempo como lágrimas que se desvanecen en la lluvia. Es momento de morir

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Leopoldo Cervantes-Ortiz, “La ciencia ficción como indagación del ser: a los 20 años de Blade Runner”, en la revista IXTUS, pag. 27 8 Rafael Argullol, “También Zeus debe caer”, Op. cit. pag. 20

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¡Aquí está tu verdadero poema! ¡Aquí encuentro todo lo que tú eras! Estas palabras me han hecho llorar, una y otra vez, porque me mostraron la luz de tu vida, tu brillo… desvanecido. Tú desapareciste, como aquel rostro de arena que se borra, pero quedan tus palabras. Como te he dicho antes, “eres como una vasta nube de palabras, un juego de espejos, una reiteración de fábula inasible”10. Y todo es palabra, “Todo es escritura, es decir fábula… Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir, escritura…”11 Y en esas palabras te inventas, te hablas, te escribes. Desapareciste y recuerdo las palabras. Desapareciste y las palabras quedan. “Es verdaderamente lamentable y deprimente pensar que cuando muramos seguirá funcionando nuestra máquina de escribir y que nuestro televisor continuará inmutable emitiendo electrones. Cuando seamos polvo seguirán en pie catedrales y rascacielos, y firmes los miles de muebles que hayamos usado en vida. La permanencia del objeto sobre lo humano es una burla grotesca para su creador”. Las cosas quedan aun cuando nosotros ya no estemos. Tus palabras quedaron aun cuando te desvaneciste en la lluvia. Un poema las recuerda. El bastón, las monedas, el llavero, la dócil cerradura, las tardías notas que no leerán los pocos días que me quedan, los naipes y el tablero, un libro y en sus páginas la ajada violeta, monumento de una tarde sin duda inolvidable y ya olvidada, el rojo espejo occidental en que arde una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas, limas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos, ciegas y extrañamente sigilosas! Durarán más allá de nuestro olvido: no sabrán nunca que nos hemos ido12

Dijiste “He visto cosas que la gente no creería”. ¿Qué es aquello que viste y que la gente no creería? ¿Viste el enorme universo? ¿Viste el cosmos? Viste cosas que nosotros no creeríamos que llegarían a suceder. También Borges vio, y al ver sintió vértigo y lloró. Al 10

Julio Cortázar, Op. cit. Julio Cortázar, Rayuela, pag. 414 12 Jorge Luis Borges, “Las cosas”, en Nueva antología personal, pag. 43 11

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mirar sintió infinita veneración e infinita lástima. Él dice que “En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa… era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo”. Borges vio infinitas cosas, y todas ellas fueron encerradas en la memoria. “… vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”. Esta mirada es tan ficticia como que tú hayas visto. ¡Tú, que eres un Replicante! ¡Tú, que eres una invención de la Corporación Tyrell y que tenías memoria artificial! ¿Cómo es posible que llegaras a saber que Tú eras quien estaba viendo y no era la memoria de otro quien recordaba haber visto? Pero es posible y es precisamente lo que nos dices… no lo creeríamos. Has visto cosas que nosotros no creeríamos que sucedieron. Dijiste haber visto “Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión”. Pero seguramente has visto más que eso. ¿Legaste a ver la muerte de las estrellas comunes? ¿Pudiste ver la nebulosas Ojo de gato, Anillo, De la raya, De la chinche, Bola de nieve? ¿Viste la hermosura de los gases, sus colores rojos, verdes, amarillos, violetas, azules, rosas, esos gases a causa de explosiones? ¿Viste los agujeros negros? Seguramente llegaste a ver todo eso y mucho más. Cuando nuestros ojos no han alcanzado a ver todo nuestro sistema solar. Cuando no hemos conocido la más pequeña bacteria. Cuando no podemos mirar directamente al sol sin quemar nuestros ojos. Cuando no hemos visto infinitas cosas… ¡tú has visto naves de ataque más allá del hombro de Orión! Roy, ¿cómo es posible que tú, siendo un simple Replicante, hayas podido ver naves de ataque? No Roy, no, tú no eres hombre. Los hombres somos frágiles, jamás podremos ver cosas como las que tú has mirado. No puedo imaginar a los hombres más allá del hombro de Orión. Menos su mirada.

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Mirar es comenzar a estar minados13, y antes de que pudiéramos mirar más allá de nuestra tierra, de nuestro sistema, ya estaríamos minados. Pero nosotros seguimos vivos, y tú, que miraste todo aquello, hoy ya no estás. Cuanto me duele tu desaparición, hermano mío. Dijiste “Observé rayos de mar brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser”. ¿Cómo es posible que observaras rayos de mar brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser? ¿Qué estabas mirando y confundiste con rayos de mar? O, ¿es que acaso realmente miraste rayos de mar? Y entonces descubro el gran simbolismo que se encuentra en tus palabras. Viste rayos de mar brillar cerca de la Puerta de Tannhäuser; esos rayos de mar salían de un lugar, ¿más allá del hombro de Orión? Salían de un lugar, un lugar que te estaba esperando, querido Roy Batty, enormísimo Replicante-Minotauro. Esos rayos de mar que viste surgir, brillaban en la más profunda oscuridad, en la oscuridad de esta vida que habías descubierto, esta vida, que al cometer “deicidio” ahora era tuya, esta vida que está caminando hacia la muerte; y en esa oscuridad profunda descubres algo: ¡La puerta de Tannhäuser! Como Tannhäuser, el Caballero de la leyenda germana que buscaba la paz y el perdón y que había visitado al Papa para obtenerlos, tú caminas por la vida buscando “Tiempo… suficiente”. Buscas sentido, buscas algo por lo que se tenga que vivir. Y ahí está, tu mirada fija en la Puerta de Tannhäuser. Tannhäuser, el Caballero que murió esperanzado en que verdaderamente, como le había dicho el Papa, el perdón y la paz llegarían si acaso su báculo –el báculo del Papa– florecía, y que al otro día, cuando Tannhäuser ya había muerto, unos peregrinos dieron aviso que el báculo del Papa había florecido. Todos dieron voces de júbilo, cantaron aleluya a Dios, ¡Tannhäuser, el Caballero de la esperanza, había sido perdonado y había encontrado la paz, aun más allá de esta tierra, en la muerte! ¿Así esperas tú? ¿Por eso has pensado en la Puerta de Tanhäuser? ¿Esa es la Puerta que simboliza tu esperanza? Has observado rayos de mar saliendo de aquel lugar que te espera, esos rayos brillaron en medio de la oscuridad, de una profunda oscuridad, la oscuridad de aquel que vive, pero es que esos rayos de mar brillaban porque estaban cerca de la Puerta de Tannhäuser, la Puerta de aquel que espera, como tú esperas, amado hermano Replicante Roy Batty.

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Albert Camus nos dice “Comenzar a pensar es comenzar a estar minados”; nosotros hemos utilizado esta frase que se encuentra en El mito de Sísifo hablando sobre la mirada. Quién mira comienza a estar minado.

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Dijiste “Todos estos instantes se desvanecerán en el tiempo como lágrimas que se desvanecen en la lluvia”. Dice el poeta “A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas y gozosas naciones. Por encima de mí, un gran navío de oro agita sus pabellones multicolores bajo las brisas matinales. Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Yo he creído adquirir poderes sobrenaturales. ¡Pues bien! ¡Tengo que enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de artista y de narrador desvanecida! ¡Yo! ¡Yo que me titulara ángel o mago, que me dispensé de toda moral, soy devuelto a la tierra…! … Todos los recuerdos inmundos se borran”14. Ahora es el momento en que das de cara contra la muerte. Todos esos momentos, todos esos instantes, todo lo que te hizo, se perderá, en cualquier momento. Reconoces lo efímero de esta vida. Somos un suspiro. Ahora eres conciente, “La conciencia del horro y del júbilo de la vida resbalando hacia la muerte, de la muerte empinándose más y más hasta hacerse con la vida: esto es lo sobrenatural, lo humano, lo trascendente”, estas son las palabras que dijeron del momento en que perdías todos tus instantes bajo la lluvia. Todo recuerdo inmundo se borrará, todos los instantes se desvanecerán en el tiempo, esos instantes son la constancia de que estuviste en esos lugares, de que esperaste –esperaste mucho–, de que amaste – amaste mucho– y de que perdiste, pero perdiste con esperanza. “”He visto… estuve allí… padecí… anhelé… perdí…”: sólo es lo que no es, todo ya es pérdida y lo llamamos nuestro. “Momentos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”: bienvenido a la humanidad, hermano replicante””. ¿Qué te hizo nuestro hermano? ¿La conciencia de que morirías, de que se perderían tus instantes, de saber que eres tan frágil como nosotros y que sólo durabas cuatro años y después de eso sobrevendría la muerte aun cuando eras un replicante casi perfecto? Ahora eres perfecto, hermano, eres perfecto, porque la imperfección es la perfección de los hombres. Y eres completamente perfecto, porque igual que nosotros estás acercándote a la muerte. Y al final sonó tu voz “Es momento de morir”. Hoy recuerdo que alguien dijo que había un tiempo para todo, un tiempo para amar, otro para odiar, un tiempo para matar y otro para sanar, y así todo tiene su tiempo. Un tiempo perfecto para cada cosa. El tiempo corre por

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Jean Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno http://www.lamaquinadeltiempo.com/Rimbaud/tempor.htm página visitada el día 20 de agosto 2005

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nosotros, y jamás se detendrá. ¿Qué es el tiempo? ¿Acumulación de recuerdos? ¿Conciencia de que pasa la vida? ¿Qué es la vida y su contraparte la muerte? Recuerdo un poema: El tiempo, ya que al tiempo y al destino se parecen los dos: la imponderable sombra diurna y el curso irrevocable del agua que prosigue su camino. Está bien, pero el tiempo en los desiertos otra sustancia halló, suave y pesada, que parece haber sido imaginada para medir el tiempo de los muertos. […] Hay un agrado en observar la arcana arena que resbala y que declina y, a punto de caer, se arremolina con una prisa que es del todo humana. La arena de los ciclos es la misma e infinita es la historia de la arena; así, bajo tus dichas o tu pena, la invulnerable eternidad se abisma. No se detiene nunca la caída. Yo me desangro, no es cristal. El rito de decantar la arena es infinito y con la arena se nos va la vida. […] todo lo arrastra y pierde este incansable hilo sutil de arena numerosa. No he de salvarme yo, fortuita cosa De tiempo, que es materia deleznable15.

Estamos tejidos de tiempo, y tú lo entendiste bien. La caída de la arena no se detiene nunca. La arena del reloj cae, grano a grano; nuestra vida se escapa, suspiro a suspiro, hasta que quedamos vacíos. Y ahí estás, querido hermano Replicante-Minotauro. Ahí estás, muriendo. Y dijiste que tus recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. ¿Viste las lágrimas que derramaba por ti? Las lágrimas que salían de mi interior se desvanecían en la lluvia. El cielo lloraba tu muerte, y en ese llanto celestial se confundieron 15

Jorge Luis Borges, “El reloj de arena”, en Nueva antología personal, pags. 13, 14

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mis lágrimas. Y ahí quedaste, hermano. Fuiste como una vela extinguida. Y yo fui, al verte morir y llorar por ti, como un niño que le habla a esa vela extinguida. Tú, pobre, pobre vela nunca volverás a alumbrar. Se ha extinguido tu alegre y clara luz. ¿Por qué tiene que ser así? No lo digo porque me encuentre a oscuras, pero quisiera que siguieras brillando por siempre para llevar alegría a los demás. Tú, pobre, pobre vela nunca volverás a alumbrar. No lo digo porque me encuentre solo, me gusta la soledad16.

El Replicante va muriendo, y ya muere. Eduardo Urculo, al hacer referencia a su muerte, dirá que “El Nexus 6, languideciendo como el brillo de una estrella, suelta la blanca paloma que retenía dulcemente en su mano, y ésta emprende un vuelo ascendente y estelar […] Nexus 6, convertido en mármol griego, ya no siente la lluvia resbalando por su cabeza ni la pátina que el tiempo produce”17. Nexus 6, el heroico Roy Batty, el Sigfrido rubio y atlético, quedó sentado frente a Rick Deckard, como una vela ya extinguida. Su muerte se asemeja, por la paz que refleja, al “Cristo crucificado” de Velázquez. Y como Cristo en la cruz, así muere Roy Batty, el Nexus 6, el Replicante-Minotauro. Saramago, en El evangelio según Jesucristo, nos dirá que “Jesús muere, muere, y ya va dejando la vida, […] … se fue muriendo en medio de un sueño […] Ya no llegó a ver, colocado en el suelo, el cuenco negro sobre el que su sangre goteaba”18. Antonio Tello, en su poema sobre la muerte de Roy Batty, expresa que: Alguien, huérfano de pasado, en la infinita reiteración de su destino, en algún instante de la eternidad, mata al Creador y convierte la lluvia en el olvido de todas las visiones, en el silencio de todas las respuestas que –no obstante– jamás fueron ni serán pronunciadas

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Friedrich Nietzsche, “El niño a la vela encendida”, en Nietzsche: su música Eduardo Urculo, “La luz perversa”, en Blade Runner, pag. 107 18 José Saramago, El evangelio según Jesucristo, pag. 478 17

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Roy Batty deja en nuestra mente el sentimiento de esperanza en medio de la conciencia de su muerte. Aun cuando muere y ya no alcanza a observar la lluvia que cae sobre su cuerpo, bañando su cabeza, desvaneciendo sus instantes, la paloma se eleva al cielo, a Dios, a la reconciliación. A pesar de ser un replicante, la imagen de su muerte y las palabras que ha pronunciado, nos dejan ante la paradoja del hombre construido por la ingeniería genética que llegó a sentir y a amar, amar la vida, y ese amor por la vida lo encontramos en la letra que Lou Andreas-Salomé le dio a Nietzsche: Ciertamente: así ama un amigo a otro, como yo te amo a ti, misteriosa vida. Si en ti me alegré o lloré, si me has dado sufrimiento o placer, así te amo vida, con tu felicidad y tus penas. Y cuando tú misma hayas de aniquilarme dejaré tus brazos con dolor; con el mismo dolor con el que un amigo se aleja del regazo de su amigo19

Roy Batty, con sus palabras, nos recuerda al Minotauro de Cortázar, y sus palabras, “No quiero llantos, no quiero imágenes. Solamente el olvido. Y entonces seré más yo. En la crecida noche de la raza, sustancia innominable y duradera. ¡Oh delicada sangre que renuncia! Miradla, su manantial ya ajeno, ya no mío. Infinitas estrellas parecen alentar su movimiento, naciendo y dispersándose en la granada temblorosa– Así quiero acceder al sueño de los hombres, su cielo secreto y sus estrellas remotas, esas que se invocan cuando el alba y el destino están en juego. Mírame morir y olvida. En una hora alta acudiré a tu voz y lo sabrás como la luz que ciega, cuando el Músico diga en ti los números finales. Mírame callar […], y danza cuando te alces ya pura de recuerdo. Porque yo estaré allí”20. Roy Batty murió, el hombre se ha borrado en la orilla del mar como un rostro de arena, pero sus palabras, su escritura, su fábula, es la que queda. Por eso es tan difícil comprender, por eso Leopoldo Cervantes-Ortiz habló de las palabras del replicante como “palabras que se quedan en el tiempo”. Son palabras que se meten en nuestra memoria, en nuestra mente, que no nos dejan; son palabras que nos hacen luchar por comprenderlas; palabras que nos desgarran y que siguen intactas; el ser de las palabras que pronuncia el replicante permanece por encima de nosotros. 19 20

Friedrich Nietzsche, “Oración a la vida”, Op. cit. Julio Cortázar, Los reyes, pag. 81

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Las palabras quedan, aun cuando a nosotros nos desvanezca el tiempo como se desvanecen las lágrimas en la lluvia. Las palabras quedan, aun cuando nosotros desaparezcamos en un vacío infinito, es decir, en la muerte. Yo he visto cosas que ustedes no creerían. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. Observé rayos de mar brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos estos momentos se desvanecerán en el tiempo como las lágrimas se desvanecen en la lluvia. Es momento de morir

Y ahí permanecen las palabras, intactas en el tiempo. No sabrán nunca que quien las pronunció ha desaparecido.

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Apéndice Y el hombre se sentó a orillas del camino y lloró. Bajo el cielo rutilante de estrellas se cimbró la espada del guardián nocturno. Ningún soplo de consolación le fue enviado. Ahí estaba, atónito, solo bajo la inmensidad y con la inmensidad a sus pies. […] Y cuando se levantó la niebla del primer amanecer, se perfiló en el horizonte el caracol de la errancia. Oculto en el ojo de la noche, la luz lo descubría poniendo en marcha al tiempo, a los rayos de la aurora, al canto del mirlo, al rebulllir de los insectos y al rumoreo de las caracolas. Extendió las manos y con el rocío enjugó el insomnio de sus párpados. El mundo se abría en haces de espera, y como esa apertura el hombre nacía llevando en sí un espacio silencioso, solitario, solidario, y una carencia. Aprendería a pedir y aprendería a entregar. […] Faltaba saber hacia dónde lo conduciría la voz ligera del silencio que hablaba a su corazón. Esther Seligson La morada en el tiempo ANTONIO.– (delirando:) ¡Oh, felicidad!, ¡felicidad!, he visto nacer la vida, he visto comenzar el movimiento. La sangre de mis venas late tan fuerte que va a romperlas. Tengo ganas de volar, de nadar, de ladrar, de mugir, de aullar. Quisiera tener alas, un caparazón, una corteza, exhalar vapores, tener una trompa, retorcer mi cuerpo, dividirme en muchas partes, estar en todo, diluirme con los olores desarrollarme como las plantas, correr como el agua, vibrar como el sonido, brillar como la luz, adoptar todas las formas, penetrar en cada átomo, descender hasta el fondo de la materia –¡ser la materia! Gustave Flaubert La tentación de San Antonio

Entrego al lodo mi cuerpo para que brote con la hierba que amo, si has menester de mí, búscame bajo la suela de tus zapatos. […] No te desalientes si no me encontraras, si me perdieras en un lugar, búscame en otro. Walt Whitman Canto a mí mismo ¡Oh Tierra, que fuiste mi cuna!: todas las voluptuosidades y todos los dolores, ¿no están contenidos en el adiós que te damos? […] No es posible, y a este pensamiento todo mi ser se rebela, que nos perdamos para siempre el uno para el otro. Yo vagaré, si es preciso, millares de años de un astro a otro, tomaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, sólo por

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volverte a ver de nuevo. Pero se me ocurre que todo lo que se asemeja acaba siempre por reunirse. Friedrich Hรถlderlin Hiperiรณn

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