opinión
ISABEL COIXET directora de cine
mi hermosa lavandería
últimas tardes con christopher Cada vez que muere alguien que admiro no hay nada que tema más que leer su obituario. Normalmente de las notas necrológicas se eliminan la mayoría de los detalles que hacían verdaderamente interesante a una persona y, a menos que quien escribe el texto haya conocido realmente al difunto, todo se resume a una serie de banalidades sacadas de Wikipedia, exentas de cualquier emoción vagamente humana. La muerte del escritor británico Christopher Hitchens, el 15 de diciembre, contradice lo que acabo de decir. Grandes escritores han escrito palabras llenas de ternura hacia Hitchens. Y a menos que mi olfato me engañe, todas suenan a verdad. Martin Amis, el escritor que nunca perdonó a su dentista, dice, parafraseando a Nabokov: “Christopher pensaba como un idiota, escribía como un gran autor y hablaba como un genio. No habrá nadie como él tan vibrante sobre el papel como en la barra del bar”. Salman Rushdie: “Adios, mi querido amigo. Una gran voz ha quedado en silencio. Un enorme corazón se ha parado”. Richard Dawkins: “El mejor orador de nuestro tiempo, jinete compañero, luchador feroz contra todos los tiranos, incluido Dios”. Ya en la entrevista con la BBC que se emitió hace unos meses, cuando ya padecía el cáncer de esófago que ha acabado con él, Hitchens hacía gala de su temperamento formidable y de la franqueza con la que siempre ha hablado. A la pregunta de si le temía a la muerte, dijo: “Estoy petrificado de miedo.... me asusta que disminuya mi deseo de vivir”. En todos sus artículos, siempre ha afrontado la enfermedad con una rara honestidad y una enorme elegancia. DOM
Pero el más bello homenaje a la muerte de Hitchens lo ofrece Ian McEwan en el The New York Times. Ian McEwan relata las últimas tardes que pasó en el hospital de Texas donde su amigo agonizaba. Y lo hace con un cariño inmenso, alejado de cualquier intención literaria: “Ningún hombre fue tan fácil de visitar en un hospital: no quería flores o uvas, quería conversación y compañía. Incluso los silencios eran útiles. Le gustaba saber que todavía estabas allí cuando se despertaba”. Las últimas lecturas, conversaciones y lecturas entre McEwan y Hitchens pasan ante nuestros ojos como si estuviéramos en un rincón de la habitación espiando a los dos viejos amigos. A miles de kilómetros de allí, en Londres, se organizó un homenaje hacia él, que pudo seguir a través de Internet, donde miles de personas acudieron a una lectura de sus textos. McEwan relata la estupefacción y la ilusión del autor al sentirse una vez más y por última vez parte de la vida. Mi admiración por Hitchens –y me imagino la de muchísimos lectores– no ha hecho sino crecer al leer la descripción minuciosa de sus últimos momentos, luchando contra el dolor, la debilidad y el sueño de la morfina, para poder terminar un texto: una crítica a la biografía de Chesterton, que aparecerá póstumamente. Tras estas palabras de grandes autores, solo puedo añadir una cita del propio Hitchens en uno de sus mejores libros, Dios no es bueno: “La decencia humana no deriva de la religión. La precede”.
el vino
joya dulce Puede ser una gran idea estar acompañado de amigos y servirse unos dedalitos de un pedro ximénez ancestral. Con el paso de las décadas, este tipo de Jerez o Montilla –que procede de uva blanca– se vuelve opaco y concentra tiempo y emociones dulces. Pérez Barquero (Córdoba) es una de las bodegas de referencia. Sus PX se inician en los 7,60 € y culminan en unas decenas de botellas anuales del raro y mítico Pérez Barquero PX Solera 1905. Una ambrosía para el que no hay palabras. Toda la sabiduría acumulada durante más de 100 años en una copa. – quim vila Tel: 957 65 05 00 PVP: 320 €