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Doo Rags diseñados y fabricados por Olaf Ladousse para la primera y segunda edición de los Premios UFI de la Música. Ambos emiten sonidos cuando la antena entra en contacto con la varilla metálica que hay en su interior, pero el de la edición del 2010 incorpora una célula fotosensible que hace que el mecanismo se active con los flashes de las cámaras fotográficas (2009-2010).
José María Aznar hace entrega a S. M. El Rey del Premio FAES de la Libertad en diciembre de 2009. El trofeo, titulado “La libertad” y diseñado por Blanca Muñoz, demuestra que intentar modernizar estas piezas recurriendo a artistas plásticos no siempre es una buena idea (Foto: Archivo FAES).
Trofeos que merecen premios En los últimos tiempos, el mundo de los trofeos está experimentando una asombrosa renovación gracias a la cual los tradicionales premios de petanca y futbito conviven con creaciones firmadas por destacados diseñadores como Pep Carrió, Isidro Ferrer, César Fernández Arias, Olaf Ladousse, Toño Merinero o Peret. Texto: Eduardo Bravo Laureles, alegorías de la diosa Victoria, balones, raquetas, remos, naipes, bicicletas y figuras humanas en actitudes que recrean todo tipo de actividades deportivas –desde la natación hasta el alpinismo, sin olvidar el ajedrez y la brisca–, todo ello fabricado en piedra, metales dorados, plata y bronce. Es de sobra conocido que el universo del trofeo convencional no se caracteriza por la variedad de su iconografía, su calidad estética, el empleo de nuevos materiales o la creatividad a la hora de plasmar en una placa, copa o trofeo la destreza del receptor en los campeonatos escolares, su talento al describir qué es un monarca para él o sus 25 años de matrimonio.
La falta de riesgo e imaginación en este sector tal vez responda a que, como sostiene César Fernández Arias, “por lo general a la gente le importa más la idea de que le hayan dado un premio que el trofeo en sí. Por otra parte, en esto de los trofeos suele gustar lo brillante y pesado, parece que vale más”. Salvo honrosas excepciones, ni siquiera cuando han sido artistas de cierto renombre los encargados de plasmar en un objeto los valores de un premio, el resultado ha sido satisfactorio. El conocido “Goya” de la Academia de Cine Español o “eso” con lo que la Fundación FAES obsequió a Su Majestad el Rey a finales del 2009 son buen ejemplo de ello.
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Pocos son los llamados, menos los elegidos “No tengo ni la menor idea de quién tradicionalmente desarrolla este tipo de proyectos ¿Un trofista?”, se pregunta el ilustrador Olaf Ladousse. Sea quien fuere, lo cierto es que, como afirma Isidro Ferrer, “es extraño recibir este tipo de encargos” pues cuando se trata de diseñar un trofeo, lo normal es que el encargo recaiga, como apunta César Fernández Arias, en “escultores o gente del mundo del arte”. Sin embargo, de un tiempo a esta parte y cada vez con más frecuencia, profesionales relacionados con el mundo del diseño gráfi-
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Trofeo diseñado por Pep Carrió para el “Premio al Mejor Álbum Ilustrado”, otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid.
Trofeo diseñado por Pep Carrió para el “Premio Aula de las Metáforas” (2009).
Propuesta de Pep Carrió para el trofeo del “Premio Diversidad Cultural AECID” (2009).
co o la ilustración están siendo requeridos para que creen trofeos diferentes tanto en su concepto, diseño como en los materiales a los que estamos acostumbrados porque, en opinión de Pep Carrió, “los premios son un elemento de comunicación. Nacen acompañados de una imagen gráfica que los potencia y los da a conocer”. Será sobre esos elementos y sin perder nunca de vista el perfil de la institución que los organiza o del personaje cuya vida y milagros los inspira, sobre lo que el diseñador empezará a trabajar... o, bien mirado, tal vez no sea así pues, como señala Olaf Ladousse, “es oportuno conocer el ámbito del trofeo encargado. Estoy completamente descarta-
do para diseñar cualquier medalla militar o premio taurino”. “Igual que sucede en el diseño gráfico –dice Isidro Ferrer–, tiene que existir una relación directa entre el comunicado y el mensaje. Es fundamental que exista una vinculación conceptual entre lo que se entrega y el propósito del premio, si no, cualquier cosa serviría”. Aunque la experiencia nos invite a pensar lo contrario, no vale cualquier cosa para un trofeo, como tampoco vale cualquier diseñador gráfico a la hora de desarrollar un trabajo como este. “En mi caso –continúa Ferrer– encuentro que el tipo de trabajo gráfico que desarrollo habitualmente con un componente volumétrico y objetual importan-
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Trofeo diseñado por Pep Carrió para el “Premio Leyenda”, convocado por el Gremio de Libreros de Madrid (2009).
te, influye decisivamente para que me lleguen estos encargos”, una situación muy semejante a la vivida por Peret, que destaca que “el hecho de haberme iniciado en la escultura en hierro me ha permitido dar el salto de la superficie plana, propia del mundo del diseño gráfico, al volumen”. Por último, Ladousse concluye diciendo que “en mi caso, espero que sea por mi faceta de músico o luthier electrónico más que mi condición de ilustrador lo que influyó en la elección”.
Razones que la razón no entiende En la creación de este tipo de trofeos, ha de destacarse, junto a la labor del diseñador, la
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“Ratón quente”. Regalo en forma de trofeo manufacturado por Peret con madera pintada, tornillos y clavos para su amigo Flavio Morais. Dimensiones 20x10x10 cm (1994).
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“A-Z”. Objeto simbólico del alfabeto, regalo a los patrocinadores de una biblioteca pública en Argentina. Realizado por Peret por encargo de DMR Consulting a través de la agencia de publicidad Shackleton, está fabricado en aluminio fundido y sus dimensiones son 15x9,5+5,3 cm (2005).
“Pegaso”. Trofeo de los “Premios Ondas” organizados por Radio Barcelona/SER. Diseñado por Peret y fabricado en bronce, sus dimensiones son 35x29x22 cm (1992).
del cliente. Gente que para César Fernández Arias, “suele tener cierta sensibilidad, conoce tu trabajo, le gusta y quiere que les sorprendas”, algo que Peret no acaba de ver tan claro: “Los únicos motivos que conozco a ciencia cierta para realizar un trofeo son los que me llevaron a realizar el Ratón Quente, un premio personal (en realidad un regalo) que otorgué a mi amigo Flavio Morais. Salvo en este caso, no acabo de entender muy bien que los motivos sean los mismos cuando es una agencia de publicidad, como Shackleton de Madrid, la que me hace un encargo para su cliente DMR Consulting, que cuando lo hace un amigo como Albert Mauri para diseñar el premio literario del Café Salambó de
“Salambó”. Trofeo diseñado por Peret para el premio al libro mejor editado del año, organizado por el Café Salambó de Barcelona (2006).
Trofeo diseñado por Jaime Martínez, de 30 cm de altura y fabricado en bronce para el Premio Literario “Otras voces, otros ámbitos”, organizado por Hotel Kafka y Ámbito Cultural de El Corte Inglés (2009).
Barcelona; o el que en su momento me hizo el director de Radio Barcelona/Ser para diseñar los Premios Ondas; el Henri que me encargó el presidente de la AGI, Alliance Graphique Internationale; o la empresa de señalización SIGNES, que cada año propone (o proponía) a un diseñador realizar el trofeo para el mejor proyecto de señalética entre estudiantes de diseño. Y desde luego, no entendí que me pidieran una propuesta de trofeo para el programa del ‘Mejor disco del año’, para una entidad tan vetusta como RTVE, que por supuesto no fue aceptada, aunque realicé otra, por compromiso con la persona que me lo había pedido, que sí fue aceptada pero que no pienso mostrar”.
En lo que sí parece haber unanimidad entre todos los diseñadores consultados es que, independientemente del motivo que lo propició, una vez recibido el encargo, los márgenes de libertad creativa son bastante altos si bien y, como apunta Peret, “esa libertad no es nunca la misma que la de un artista que emite su propio discurso. Nosotros siempre damos forma a un discurso ajeno y lógicamente hemos de ceñirnos a unos condicionamientos previos y encontrar los aspectos simbólicos y formales que respondan a los criterios de comunicación del cliente”. De entre todas esas limitaciones, las más importantes no estarían tanto en el plano conceptual o creativo sino en lo refe-
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Dragón de resina blanca de 30 cm de altura diseñado por Isidro Ferrer para el Ayuntamiento de L’Hospitalet y utilizado como regalo institucional al pregonero de las fiestas del 23 de abril (2010).
Trofeo diseñado por Isidro Ferrer para el premio que concede la Librería Cálamo de Zaragoza al mejor libro del año, elegido por votación popular por los lectores y clientes de la propia librería (2000).
Trofeo para el premio “Pepe Escriche” diseñado por Isidro Ferrer por encargo del Festival de Cine de Huesca (2008).
rente a los materiales a emplear, su coste, la posibilidad de fabricación en serie de esos trofeos y su finalidad. “El último trofeo que me pidieron diseñar fue para la Unión Fonográfica Independiente (UFI) –explica Olaf Ladousse–. La UFI había elegido los doorags como trofeo y como soy el inventor del instrumento, me tocó. Tuve que fabricar un prototipo a modo de boceto, presentarlo y conseguir la aprobación del cliente, desarrollando y explicando un concepto tridimensional. Luego, al tratarse de una producción seriada, el presupuesto de fabricación era fundamental y, en este caso, trabajé mucho más en la manufacturación del objeto que en el diseño”.
Trofeo diseñado por Isidro Ferrer para la novena edición de los “Premios Signes” organizados por la fundación del mismo nombre (2004).
Una experiencia, la de Olaf, que tiene mucho que ver con la de Isidro Ferrer quien resalta que en este tipo de proyecto “hay que pensar en materiales, moldes, peso, volumen... Al tratar de generar un producto seriado y en volumen, es un trabajo más vinculado con lo industrial, sin pertenecer a esa rama del diseño, que con el diseño en dos dimensiones. De ahí que las exigencias y los procesos sean muy distintos”.
Entre lo efímero y lo perdurable Llegados a este punto surge la duda respecto de si cualquier material, siempre que permita una producción en serie rápida y eco-
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nómica, es digno de ser empleado en un trofeo. “Hay materiales que se prestan más que otros, o que presentan más facilidades a la hora de seriar y producir, pero de antemano no se puede descartar ningún material, ya que cada pieza requiere un tratamiento diferenciado y en consonancia con su representación. La elección de un material equivocado puede llevar al traste una buena idea”, afirma Isidro Ferrer. En opinión de Pep Carrió, “el material debe relacionarse de alguna forma con la propuesta y lo que quiere comunicar. No es lo mismo un premio para algo clásico o institucional que para unos premios de música alternativa”, un razonamiento que, en buena
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Trofeos de Toño Merinero para la VII Edición de los Premios Visual de Diseño de Libro realizados interviniendo libros antiguos con la técnica del collage (2010). “Huella ecológica”, escultura realizada por Isidro Ferrer para el Premio de Desarrollo Sostenible (2004).
Troquel de César Fernández Arias, producido en cartón impreso y ensamblado, para el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Dicho troquel servía de obsequio para aquellos voluntarios que participaban en la lectura de El Quijote el día 23 de abril (2010).
Trofeo de acero pulido diseñado por César Fernández Arias para el Festival Internacional de Teatro de Temática Gay-Lésbica (2008).
parte, comparte Peret al afirmar que “cualquier material puede servir, aunque para un premio el bronce me parece el más adecuado ya que supone un valor añadido por las referencias inevitables al mundo artístico. Por otra parte, me sorprendió agradablemente el aluminio fundido que utilicé para el objeto A-Z, ya que no esperaba que pesase y esa es precisamente, para mí, una condición indispensable que da credibilidad a un premio. Y aunque parezca contradictorio con lo anterior, también puede ser realizado en papel o en madera, porque en definitiva la razón última de un premio o trofeo es su valor simbólico”.
Por último, sólo queda preguntarse si, entre esa amplia variedad de materiales que pueden ser utilizados a la hora de diseñar estos trofeos que se salen de lo habitual, es posible la utilización de materiales efímeros, productos que con el paso del tiempo desaparezcan, muten de forma o cambien de color con su exposición a la luz solar, provocando así la transformación del trofeo o su propia desaparición. En este aspecto y mientras que Isidro Ferrer, Pep Carrió y César Fernández Arias se muestran abiertos a esa posibilidad hasta el punto de llegar a proponer Ferrer “trofeos de pan para ser comidos o de cera para que ardan”, Peret se muestra inflexible: “Si un
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trofeo tiene como objeto perpetuar la memoria de algo, no me cuadra que se pueda diseñar pensando en que se diluya o se autodestruya con el tiempo. Es negar a posteriori el reconocimiento al galardonado”. Y añade: “Sólo admito, es más, exijo a la Academia Sueca, que retire el premio Nobel de la Paz que le concedieron a Henry Kissinger. Esa concesión, deslegitimó para siempre esos premios”. Olaf Ladousse, por su parte, pone paz con un brillante razonamiento que difícilmente admite discusión: “El premio por excelencia es efímero. Me refiero a la corona de laurel y el ramo de flores del día de la madre”. l