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La magia de las montañas
que la primera vez que subí a una montaña fue a los 19 al “Guagua Pichincha” y recuerdo haber sentido un gran orgullo cuando llegamos a las antenas. Me gustó mucho, sin embargo, no enganché. En noviembre del año 2012 decidí que quería llegar a la cima del Cotopaxi. Percibo que es un objetivo que tenemos varios ecuatorianos, más aún si eres deportista. Me contacté con Mauricio Álvarez, (quien fue mi entrenador y la- deseo. Subí dos veces este maravilloso volcán y hoy quiero compartir mis dos experiencias para que sepas que es un desafío muy grande que todos podemos lograr. las piernas y además aguantar la altura. Los quiteños tenemos una ventaja sobre eso: vivimos a 2800 metros. Por supuesto no es lo mismo 2800 que 5800 metros, pero es una ayuda vivir a buena altura.
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Para lograr tener fuerza en las piernas me dediqué a subir escaleras que es un ejercicio perfecto para el escalador, ya que el movimiento es prácticamente idéntico al que hacemos cuando vamos a subir una montaña y trabajamos los mismos músculos. Lo mejor es subir las gradas con una mochila y con el mismo peso que utilizaremos en la ascensión. Para saber mi tolerancia a la altura subí al “Ruco Pichincha” que está a 4800 metros y en la cima descubrí que podía hacerlo. Una vez que tenía entrenamiento de piernas y de altura, lo tercero era hacer la escuela de glaciar, donde aprendes a utilizar crampones, piolet y descubres lo que es subir una montaña en cordada. Los crampones son accesorios de metal que se instalan en las botas de alta montaña, con la finalidad de mejorar el agarre del alpinista al suelo, el piolet es un pico de metal que sirve al alpinista para asegurarte en el hielo o la nieve, y la cordada es un grupo de montañistas que se sujetan por una misma cuerda. Mi escuela de glaciar la hice en el Volcán Cayambe y consiste en subir durante la madrugada la montaña hacia la nieve y hacer prácticas similares a las que harás el día del ascenso al Cotopaxi.
La primera vez en el “Coto”
El día tan esperado llegó y salí hacia el refugio donde debíamos “dormir” y escribo entre comillas porque te acuestas entre las 7 y 8 de la noche y debes despertarte a las 12 am para empezar la travesía. ¿Has escuchado sobre la Ley de Murphy? Esta es una ley creada por el estadounidense Edward Aloysius Murphy que dice que si algo puede salir mal, saldrá mal.
Ese día, según pensé, todo estuvo ligado a la ley de Murphy. Para empezar mi entrenador tuvo un problema de muelas y no pudo acompañarme, me olvidé la bolsa de dormir en el auto, hubo helada por lo que el frío era más fuerte que lo habitual y mi guía se lesionó en el camino por lo que tuvo que buscar otra cordada para que yo pudiera llegar a la cima. Las cordadas en las montañas son de dos o tres personas máximo, por seguridad, así que yo esperaba una de dos que me pudiera incluir. Eran las 3 de la mañana y apareció una de dos escaladores profesionales que me llevaron hacia la cima. Su paso era más rápido que el mío, por lo que tuve que adaptarme y acelerar. Esto causó en mí más dificultad y cansancio, por lo que percibí la experiencia como traumática. Finalmente llegamos a la cumbre a las 5am, mucho antes del ama- necer. A pesar de que no esta ba nublado, no pudimos ver el cráter por la obscuridad y no pudimos quedarnos a esperar el amanecer por el frío intenso que había. Mientras bajaba pensaba que subir montañas no era para mí, que estuvo bien para una vez pero que no era un deporte que quería practicar. Pasaron diez años para que cambie de parecer.
Mi entrenador y amigo Mauricio murió en julio del 2021 y junto con Iván Vallejo empezamos una campaña para pedir justicia en su nombre y sobre todo respeto para los deportistas. Un día le conté a Iván mi experiencia en el Cotopaxi y me retó a volver a subir junto a él al “Cotito” como le llama con cariño y vivirla de una forma diferente y menos traumática. Lo acepté gustosa. Meses más tarde, en febrero de 2022 formé parte de la primera expedición organizada por Iván Vallejo y su hija Kamila. La experiencia fue completamente diferente por varias razones; en primer lugar, no hay mejor aprendizaje para alguien quien quiere con el mejor. Iván Vallejo es el único ecuatoriano y sudamericano quien ha logrado subir los 14 ocho miles sin oxígeno. Sin embargo, más allá de su maestría como alpinista, la verdadera magia de Iván es que entrega charlas antes, durante y después del trayecto, transmite sus ejercicios motivacionales y ofrece una energía única. Por otro lado, antes de lanzarnos a la cima del Cotopaxi realizamos varias prácticas y pruebas. Subimos al Yanahurco de Mojanda, al Rumiñahui, Corazón, hicimos una práctica en el Coto, cumbre en el Imbabura y una práctica de glaciar en el Cayambe. Estaba preparada físicamente como la primera vez, pero en esta oportunidad también estaba lista psicoló- gicamente después de subir y practicar tantas cumbres. En tercer lugar y muy importante la primera vez subí sola con mi guía. Esta vez la experiencia fue en grupo, aproximadamente 20 personas quienes querían lograr el mismo objetivo. Cuando empezamos el camino en el Yanahurco todos nos mirábamos callados e intrigados, sin saber que la experiencia en la montaña no solamente nos iba a dar la gloria de la cima, sino que más importante, nos iba a unir en una amistad entrañable y sincera que continuaría seguramente para la eternidad. Juntos creamos el grupo CEDIV (Club de expediciones y diversiones Iván Vallejo) y actualmente lo mantenemos y nos vemos dentro y fuera de las montañas. Mi segunda subida al Cotopaxi la realicé el 2 de abril de este año. Nuevamente fue una experiencia muy dura ya que nevó durante toda la noche, lo que generó que la nieve esté suave y el frío intenso. Al llegar a la cima tampoco pude ver el cráter ya que estaba nublado y por el frío bajamos de inmediato. Sin embargo ya no pensé en la “Ley de Murphy” y que todo había salido mal. Al contrario, sentí amor, agradecimiento y dicha por haber conseguido tantas experiencias maravillosas en compañía de amigos verdaderos, y sobre todo, por los aprendizajes durante el camino.
Los aprendizajes
Durante mi experiencia en las montañas junto con Iván y mi grupo de amigos reafirmé la importancia de estar presente en la vida aquí y ahora, sin que me importe lo que sucedió en el pasado o lo que vendrá en el futuro, sin señal de celular que me distraiga y donde ese pequeño aparato sólo sirve para tomar fotografías. También aprendí sobre la amistad, la solidaridad y la entrega. Comprendí el poder del agradecimiento a pesar de las dificultades. Finalmente el objetivo de llegar a la cima del Cotopaxi pasó a un segundo plano. El camino se convirtió en nuestro plan principal. La montaña es sabia. Ansío que llegue una tercera cima para ver si la montaña me deja admirar su cráter, pero sobre todo, para regresar con humildad al camino. Como diría Gabriel García Márquez: “El mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la