Cambio educativo, calidad magisterial y uso correcto del idioma: una integración imprescindible Por: Lic. Vladimir Deléyade Estrada Portales, MSc. ● Profesor. ● Consultor gerencial y académico. ● Comunicador y escritor. __________________________________________________________________________ La educación dominicana está abocada a un profundo proceso de cambios trascendentales, que deben conducir a este sistema educativo a ocupar en el mediano plazo un lugar de vanguardia entre las instituciones nacionales, y a ser reconocida internacionalmente como el verdadero motor del desarrollo integral de la nación. En este momento la prioridad del gobierno se ha enfocado a la ampliación y mejoramiento de la infraestructura educacional del país, especialmente a través de la construcción de cientos de centros y varias decenas de miles de nuevas aulas, la reparación de las existentes y la creación de condiciones para que los estudiantes puedan permanecer durante dos sesiones cada día en las escuelas, respondiendo al modelo educativo de la llamada tanda extendida. Otro aspecto priorizado en la actualidad es la construcción de numerosas estancias infantiles con todas las condiciones de convivencia sana y que irán incorporando a su modelo de gestión un tratamiento educativo completo para hijos preescolares de madres solteras que necesitan trabajar, de modo que ellas puedan dedicarse a su labor mientras sus niñas y niños son apropiadamente educados y atendidos en esta etapa tan importante de sus vidas. Igualmente, puede citarse la asignación alimentaria requerida para la estadía completa del alumnado en las escuelas, de forma que sus familias puedan estar tranquilas en este tema y los jóvenes reciban en horarios bien pautados y organizados los nutrientes necesarios para una efectiva captación y asimilación del conocimiento. También, las sucesivas mejoras que ha ido recibiendo la remuneración del cuerpo docente en una tendencia a su futura estabilización en un nivel decente y competitivo de dignidad y decoro, entre otros diversos aspectos que en el proceso de cambio van siendo proyectados o atendidos. Uno de los pilares que sustenta la calidad de la educación de un país, y posiblemente el más significativo de todos, es la excelencia de su profesorado. No es posible una buena educación sin buenos maestros, por muy moderna que sea la infraestructura educacional y avanzado el equipamiento tecnológico. El maestro es el alma, el corazón y la sangre del proceso educativo, porque es el núcleo, fuente, guía y canal de la construcción, asimilación y consolidación del nuevo conocimiento, del aprendizaje operacional necesario para su aplicación posterior a la práctica social, y de la formación y fortalecimiento de los principios y valores que el alumno ha recibido y sigue captando en el seno de su familia y espacio socio-comunitario-cultural de convivencia, y que le permitirán convertirse en un buen ciudadano capaz de utilizar correctamente lo que sabe y sabe hacer en beneficio propio, de su familia y de la sociedad. Y hoy puede observarse, probablemente por primera vez, un accionar sistemático y sistémico del gobierno dominicano en esta dirección estratégica que es la formación y desarrollo del magisterio nacional, pero aún resulta profundamente insuficiente debido a las graves carencias históricas heredadas en este sentido y todavía presentes e incidiendo negativamente en la realidad educacional del país; y tomará tal vez dos y hasta tres décadas colocar el ejercicio magisterial dominicano al nivel de excelencia reclamado y exigido por la sociedad y por las demandas del desarrollo nacional. Para ello se trabaja desde ahora, y deberá continuarse esta
labor e invertirse inteligentemente en formación y desarrollo magisterial una parte mayoritaria del presupuesto educacional del país en los próximos años. En este importantísimo tema, no puede soslayarse un tópico clave que se encuentra en estado crítico: el uso deficiente y errático de la lengua materna por parte de una significativa parte de los maestros, profesores y hasta supervisores y directivos educacionales dominicanos. Es imposible educar bien hablando mal, escribiendo mal, corrigiendo mal los trabajos y exámenes que entregan los estudiantes. Es imposible ofrecer un buen ejemplo al alumnado, usando mal el idioma. Es imposible convertirse en modelo para los formados, si el formador no puede usar correcta y educativamente su principal herramienta, que es la comunicación oral y escrita, debido a sus carencias idiomáticas. Es imposible pedir a las familias que participen e incidan adecuadamente en la educación de sus hijas e hijos, si los padres y madres competentes para hacerlo observan, cuestionan y critican las evidentes falencias del maestro o maestra en los cuadernos escolares de sus vástagos; o en otro caso frecuente, si el maestro o maestra no pueden ayudar con su acción y ejemplo a que en el hogar se mejore el uso del idioma, por no tener él o ella las competencias mínimas para ello. Es imposible que un directivo, técnico o supervisor educacional pueda contribuir al mejor uso de la lengua materna por parte de los docentes a quienes atiende, si él o ella no la manejan tampoco al nivel requerido por su investidura. Y por supuesto, es imposible pretender respeto, prestigio y consideración social elevada para una profesión cuyos representantes no pueden utilizar profesionalmente de forma correcta su principal recurso: el idioma. Esta grave situación requiere intervención y acción urgente a todos los niveles, manejando el tema como eje estratégico transversal y en paralelo con todo lo que ya se hace y logra, porque de nada valdrá el ingente esfuerzo que hoy se realiza y ha de continuar en lo adelante, si los educadores dominicanos no saben hablar y escribir correctamente en español. Es un contrasentido absoluto y un absurdo imposible de aceptar. La educación dominicana ha echado a andar en la dirección correcta. Deben ir siendo rectificados los errores y hacerse el camino caminando, mientras se cambia todo lo que deba ser cambiado. Y principalmente, debe ser transformado a fondo el cuerpo docente hasta lograr un nivel de total ejemplaridad y excelencia. Para ello, como condición ineludible, urge incorporar a su accionar un uso excelente y exquisito del rico y dinámico idioma español, implementar modelos y mecanismos capacitantes obligatorios en este tema, no transigir ni permitir brechas de ninguna índole en un aspecto tan básico y esencial, incorporarlo como tema permanente a la evaluación sistemática del desempeño (cuya frecuencia debería aumentar hasta convertirse en un proceso permanente de mejora continua), y vincularlo con carácter excluyente y determinante a las políticas de estímulos e incentivos por resultados del trabajo y a los reglamentos disciplinarios institucionales que deben ser aplicados. Porque la educación dominicana requiere y necesita buenos maestros capaces de educar. Y desde su verbo oral y escrito, dentro y fuera del aula, el buen maestro educa.