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La vida fraterna es Alegría de familia

Vida fraterna es gracia, vida fraterna es alegría de Dios, vida fraterna es libertad y gozo en el Espíritu, vida fraterna es ser familia, vida fraterna es unión con el verdadero Cristo.

Mi nombre es Hna Silvia Domínguez Montejo, mexicana y Juniora de sexto año, actualmente me encuentro en la comunidad Local de San Juan Comalapa-Guatemala. Una de las acciones significativas que deseo compartir con mis hermanas de la Congregación, es la manera como me he fortalecido en el encuentro fraterno con mis hermanas de comunidad durante estos últimos meses en el confinamiento, un tiempo de gracia, de gozo y de alegría comunitaria, un tiempo de caminar juntas. El dialogo ha sido importante para llegar a un acuerdo sobre el cómo sería nuestra vivencia de ahora en adelante en esta nueva forma de vida, pero son los momentos de encuentro con Jesús en la oración los que nos han dado las pautas para hacer las cosas; personalmente estos momentos me han fortalecido moral y espiritualmente. En el mes de abril tuvimos nuestra semana de retiro anual y el hecho de compartir con las Hermanas de San Luís Puerta Negra me hizo apreciar el valor de fortalecerse en comunidad, aunque aprovechamos al máximo esta intimidad con el Señor, luego compartimos que fue un retiro único en nuestras vidas en nuestra misión de Semana Santa. También hemos tenido y fortalecido los momentos fraternos, ya sea en el comedor, en la sala de recreo, en el patio de la casa, donde he podido ver que cada una de mis hermanas se preocupa por no escatimar en detalles y mostrar afecto por cada una, pensando primero en la comunidad y luego en lo que hay que hacer hacia afuera. Doy gracias a Dios, porque desde la vivencia y el encuentro a diario con la otra hermana me hace comprender la verdadera alegría de vivir en familia, de dejar de ser yo para también preocuparme por la otra, de llevar una vida desde Dios, de alcanzar la serenidad y bajarle al qué hacer para aprender a Ser. Dios siga bendiciendo nuestras comunidades locales, para apreciar desde Él mismo el gran regalo que tenemos como familia cristiana misionera. Unidas siempre en oración y que Él siga fortaleciendo nuestra fidelidad y nuestros pasos misioneros.

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“Cristo es todo y en todos”. Col. 3, 11.

EL SUFRIMIENTO DE JESÚS HOY (Isaías 53)

La tristeza del ser humano sumergido en sombras de muerte. Una realidad que duele.

Cuántas personas hoy crecen ante Dios como un retoño, en un inicio hay gran esperanza y con el pasar de los años son como raíz en tierra seca. La familia, el ambiente no son favorables y se trunca el proyecto de Dios. Con facilidad se oye hablar de “los desechables”, se desprecia y se tiene como basura a seres humanos, hijos de Dios, hermanos nuestros. Ellos cargan sobre sí el dolor de no tener una familia y de ser el resultado de lo que otros han hecho; el sufrimiento es el pan de cada día. Nuestra felicidad es el precio que ellos pagan, pues viven el desamor, la soledad, el rechazo, la marginación, la falta de oportunidades, las consecuencias de la droga, la mentira, el abuso, la indiferencia y la crítica de muchos que prefieren murmurar antes que buscar medios para ayudar.

Estas personas viven el dolor de haber perdido una familia, sienten la incapacidad ante los propósitos... Y al pasar junto a ellos muchos miran a otro lado, no tanto por miedo sino por temor amar, a comprometerse y sentir responsabilidad para con ellos y dar así el primer paso de acercamiento que implica buscar y descubrir a Jesús allí, que clama la misericordia que Él tiene para con nosotros. Despreciados en una acera, una esquina o en algún lugar de la ciudad, pasamos y no tocan nuestro corazón, porque está lleno de cosas y nos olvidamos de lo fundamental. A lo mucho un “qué pesar” y seguimos nuestro ritmo de vida. luego un clamor: Señor Jesús no alcanzo a descubrir tu rostro, te busco y no te hallo, te hallo y no te reconozco. Ese ser que está en la calle, carga con mis egoísmos; le falta lo que no he querido compartir porque he cerrado mi mano, olvidando brindarla cálida y acogedora a mi hermano, me he olvidado de la responsabilidad que tengo para con él. Estoy bien a costa de su soledad, de su tristeza, de su abandono, tengo lo más grande y maravilloso que Dios ha podido darme: El amor y me niego a compartirlo. Ese ser en la calle que carga con mi pecado no es azotado por Dios, es herido por mi olvido. Y después de tanto sufrimiento en la calle, de vivir el maltrato, la burla y el insulto, viene la tortura de estar en una cárcel. Calla porque confía en la justicia Divina, sus argumentos no tienen valor por ser de la calle, todo se presupone y allí en la cárcel vive el abandono; sólo clama: “que vengan a visitarme” ... En el tribunal no ha habido justicia, se ataca la consecuencia y los culpables ni se sienten aludidos ante esta situación.

Allí en medio de cuatro paredes, hacinamiento y tras unas rejas le hemos abandonado a su suerte, condenado, enfermo, olvidado, angustiado y sin comida. Él carga diariamente el castigo y yo disfruto de la libertad, sin sensibilizarme con esa realidad. Todos andamos errantes, cada cual vive su mundo a su manera y los más débiles son arrastrados por las diferentes corrientes que destruyen la persona haciéndolo esclavo y enfermo. Ante la sociedad aparecen como lo peor del mundo y no me doy cuenta del cáncer que soy cuando dejo ir a mi hermano por caminos errados y no hago nada por evitarlo. Arrancado de su “Zona”, sufre el ser sepultado en vida en un lugar donde sólo se respira muerte, donde las noches son oscuras y frías, no se puede dormir ante el peligro de un abuso sexual o mano criminal. Allí pasa los días, sin sentir el tiempo correr y cuando la enfermedad le azota, sin remedio, sin compañía, en completa soledad y sin consuelo llega la muerte, arrancándole de esta tierra de vivos que fue para él como tierra de muertos. Esta es la historia de Willy Gabriel Gutiérrez, alias “patas largas”, de 24 años, el cual descansó en la paz del Señor, el día el día 24 de enero de 2004, en la Penitenciaría de Guayaquil a causa de la tuberculosis... Doy gracias a Dios que me dio la oportunidad de acompañarlo en la calle y en la cárcel…

Ante esta realidad, como Misioneras ¿qué estamos haciendo y que estamos dispuestos a hacer por nuestros hermanos de la calle, de las cárceles y de tantos lugares donde sufren opresión y olvido?...

Hna. Silvia Aristizábal Misionera de Santa Teresita

Nuestro Padre fundador vivo ejemplo para nuestra misión:

“Mi sacerdocio! ya podía yo dar como Cristo la vida por las almas... Mi sacerdocio! oh! prodigio del poder, la sabiduría y el amor de Dios"

“Con todo Dios mío, yo no quiero descansar sino trabajar hasta que se salve el último

mortal, como decía Teresita…” (Diario) Le he pedido perdón de mi pasado contrito y humillado y le he dicho: "si me pides Amado mío la santidad, te diré a voces como San Agustín: Dame esa santidad... "Dame lo que me mandas y luego manda lo que quieras" (Diario)

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