9 minute read

Encuentros con Mons. Miguel Ángel Builes

ENCUENTROS CON MONSEÑOR MIGUEL ÁNGEL BUILES GÓMEZ

El 22 de Junio de 1938 fue mi primer encuentro con Mons. Miguel Ángel Builes Gómez, cuando tenía un día de nacida a los 7 meses en Santa Rosa de Osos, Antioquia. Mi abuelita materna se madrugó conmigo porque la niña nació muy pequeña y parecía enferma según sus quejidos, además, era costumbre de los padres hacerlos bautizar y confirmar lo más pronto posible. Al llegar a la catedral y hablar con el Sacerdote me administraron el sacramento del Bautismo, faltaba la Confirmación; mi abuelita se resolvió ir a la casa episcopal donde habitaba Mons. Miguel Ángel Builes Gómez y gracias a Dios se encontraba en su despacho. Mi abuela entró con la niña y le pidió el favor de administrarle la confirmación porque S estaba muy enferma; la destapó y al verme dijo a mi abuela: “esta bandida va a durar más que yo”, me dio una palmadita en la cara y llévesela. Mi abuelita creyó en sus palabras y arrancó para donde la mamá que esperaba que la recién nacida no viviría más. Al año de edad me llevaron a la confirmación. La Costumbre en Santa Rosa cuando pasaba el Señor Obispo por la calle, era arrodillarnos para recibir su bendición y así lo hacíamos, sobre todo después del almuerzo cuando él salía a su caminada y nosotras las estudiantes estábamos por la calle. Siempre con la camándula en sus manos nos daba su bendición, pero no se distraía. La celebración de las Eucaristías en la catedral no las perdíamos como estudiantes del colegio María Auxiliadora a donde él iba en algunas ocasiones. El día de mis grados como Maestra, en Noviembre de 1957, el Señor Obispo fue invitado a la ceremonia de graduación, llevó un libro “Paz y alegría” para rifar y tuve la suerte de ganármelo, eso me dio mucha alegría. Me coloqué en el magisterio y estando en Aragón tuve la dicha de recibir a Monseñor en una visita pastoral y como encargada de la catequesis a nivel de toda la Parroquia el Párroco Pedro León Múnera me pidió el favor de un saludo en su nombre explicando cómo marchaba la tarea de la formación para los sacramentos en el área parroquial. Se terminó el recibimiento y salimos para el almuerzo; me mandó llamar con un acólito que también era alumno de la escuela de varones donde yo trabajaba y de donde salieron varios alumnos como sacerdotes. Como Monseñor era muy cuidadoso con las jóvenes no permitía que montáramos a caballo al dos, nos recomendaba ser muy modestas en la forma de vestir, etc. Yo llegué a reemplazar a una profesora que el Señor cura sacó del salón con un palo de escoba porque la encontró tomando aguardiente delante de los alumnos. Entonces me imaginé que ya le habían llevado algún chisme al Señor Obispo de mí. De todas maneras fui a la llamada y al llegar a la casa Cural lo encontré hablando con una señora que tenía fama de chismosa. Mis inquietudes se convirtieron en miedo; yo estaba recién llegada a Aragón y era muy joven. Asomé la cabeza y al verme me gritó: Entre mijita, siga… y despachó la señora del coloquio; pude pasar, me saludó con cariño, agradeció mis palabras del saludo; yo ya estaba sentada escuchando a Monseñor para ver qué era lo que me iba a decir y lo importante que tenía para decirme; la pregunta si yo tenía vocación a la vida religiosa a lo que le contesté que ya estaba recibida donde las Lauritas y me dijo: qué tienen de más las Lauritas que las Teresitas?

Advertisement

En realidad aunque vivía en Santa Rosa no me daba cuenta de lo que hacían las Teresitas, me explicó un poco y me ofreció entrevistarme con la Madre Eucaristía, Superiora General cuando fuera a Santa Rosa; eso fue en 1960. Las entrevistas con la Madre Eucaristía, los encuentros con Mons. Builes, fueron afianzando mi gusto por la misión y el Señor fue mostrando sus caminos. El Señor Obispo siguió orientando mi vocación a la misión durante cuatro años, que seguí trabajando en el magisterio. La Madre Eucaristía me dio los formularios para llenarlos y los exámenes médicos; al convento casi no iba, pues estaba muy joven. El 26 de Junio por la tarde fui a despedirme del Señor Obispo y pedirle su bendición; se puso muy contento, me dio sus consejos sobre todo el de la santidad; le agradecí su ayuda espiritual. Puedo decir que Monseñor Miguel Ángel Builes fue mi Promotor vocacional, para las Teresitas. Ya el 27 de Junio de 1964 llegué al convento a las 6 de la mañana cuando se comenzaba la celebración Eucarística. Como era sábado, después del desayuno comenzamos a hacer los aseos y demás ocupaciones. Los encuentros con S Monseñor Builes eran frecuentes, nos atendía en confesión y celebraciones litúrgicas. Nos daba orientaciones sobre Mi Testamento Espiritual cuando estaba en el noviciado. Cuando profesé me enviaron para Ecuador, regresé después de varios años; ya se había terminado el convento de las Teresitas contemplativas, sueño que tuve con el Señor Obispo cuando me mostraba las ruinas. Sus últimos encuentros los tuve durante su muerte el 29 de septiembre de 1971 fiesta de San Miguel Arcángel a los 83 años y 20 días, el día de San Miguel Arcángel y en sus exequias 1° de Octubre de 1971 que los pude disfrutar porque me encontraba en San José de la Montaña terminando mis estudios de normal superior. Nos despedimos con las manifestaciones de los periódicos y de los corazones de sus hijos e hijas fundados desde su corazón misionero, con la consigna: “Muere el Soñador.”

Muy queridas Hermanas, aunque el mensaje nos lo piden para las nuevas generaciones yo creo que nuestro Padre Fundador nos está hablando a las Teresitas de todas las edades y de todos los tiempos, más ahora con los signos de los tiempos encontramos en sus palabras y en sus hechos el signo del estar entre nosotros con la siempre preocupación de la santidad que hoy en día se traduce en signos de la caridad del servicio, de la preocupación por todos nuestros hermanos que debe ser una preocupación constante del amor que todos lo necesitamos. Hermana Edelmira Betancur Hincapié Misionera Teresita. Nota: siguiendo el ejemplo de Nuestro Padre fundador invitemos a los jóvenes a seguir a Jesús, sin temor y con decisión.

EXPERIENCIA SIGNIFICATIVA EN MI ETAPA DE JUNIORADO

Soy la Hna. Yamile Ruiz Reyes, voy caminando mi sexto año en la etapa de juniora y quiero compartirles que en estos casi seis años he vivido varias experiencias muy significativas y que han marcado y llenado mi vida de gran manera. "El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres" (Salmo 125) Sin duda, el recordar mi primera obediencia en Cumaná, estado Sucre en Venezuela, marcó mucho mi vocación, mi vida consagrada; inicialmente las ultimas noticias sobre la situación socio-política que en su momento estaba aconteciendo no le inspiraban mucho ánimo a casi nadie el desear ir hacia allá. Recuerdo que en el año antes de viajar se realizó el congreso a la vida consagrada que organizó la CLAR, en Bogotá, asistí con la provincial, creo que fuimos las únicas de la congregación que tuvimos la dicha de asistir a este congreso. Allí puede conocer y compartir con varias comunidades de vida religiosa, masculina y femenina, como también seglares consagradas a su labor. Conocí una hermana venezolana, de la congregación de las Salesianas, ella sin saber que yo estaba destinaba en obediencia a ir a dicho país, me relató la cruda y lamentable realidad de su país; recuerdo que me decía: aquí en Colombia nos han tratado muy bien, hay comida y puedes comprar lo que quieras, y puedo pedir que me trasladen, pero es mi país, mi gente, y si es de morir luchando y acompañando a mi gente, no lo pienso dos veces. Aquellas palabras me quedaron resonando y le admiré. Le dije que mi primera obediencia es ir hacia allá, me miró y me apretó la mano y sus palabras fueron: te irá bien si no te metes con el régimen. Se imparcial pero no des la espalda, es injusto el sistema, pero la gente es buena. En ese instante tuve una conversación con la Hna. Myriam Beiner, en ese tiempo Provincial y le dije: Hermana, humanamente no quiero ir allá, pero yo sé a quién le hice mis votos y la única manera de saber si me irá bien o no, es yendo. «Aquí estoy Señor, Tú me has llamado» Esta experiencia marco mi vida, aprendí a valorar lo que tengo y lo que no, aprendí a valorar un jabón, aprendí a compartir un poco de aceite con la gente; aprendí a redescubrir el sentido de mi presencia en aquél lugar, aprendí de la gente sencilla que lo importante no es carecer de algo material, lo realmente importante es adentrarte a su realidad, acompañar en la fe, pero sobre todo tocar en esa realidad al mismo Señor, como decía la madre Teresa, tocar el cuerpo de Cristo en el pobre. Una vez más confirme su voz llamándome a servir; y para ello debía animarme a animar en medio del dolor, de la injusticia y del hambre. Recuerdo que una vez, después de esperar unas tres horas de “cola” es decir fila, para el transporte, cuando ya por fin venia el microbús, un joven en la puerta me impidió el paso, no me dejaba subir, según él no había puesto, yo le mire y le dije no importa como sea me subo; el joven no le gusto de a mucho pero igual yo también me quería ir a casa como toda la gente después de esperar tres horas bajo el ardiente sol. Aquel joven fue cobrando el pasaje del microbús; y por lo lleno que venía, la gente se apretujaba mucho y yo como puede me sostuve y no podía sacar el dinero de mi pasaje para pagarle, le dije un momento ahora te cancelo, esto llenó de “rabia” al joven y me insultó. Me dio mucha rabia y dolor, me parecía injusto aquel trato, pero peor fue tratado el Señor Jesús. Unas señoras le pedían que me respetara, pero él seguía insultándome. Yo solo respiré profundo y le miré a los ojos, y le dije: no permitas que el sistema te envenene el alma, yo estoy sirviendo en un país que no es el mío.

Esta situación me dejo tantas enseñanzas. Solo sé que cuando Dios llama hay que responderle y servir. "«El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no es digno de mí» “(Lc 9, 62

This article is from: