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Misionando al ritmo del Espíritu
Cuando somos capaces de entregar nuestras vidas al Señor desde un despojo total y una inmensa confianza, sentimos la fuerza del Espíritu que nos impulsa a estar en salida misionera. Esa experiencia la vivió el Venerable Monseñor Miguel Ángel Builes quien estuvo atento a misionar al ritmo del Espíritu que lo llevo a diferentes lugares para hablarle profundamente al corazón. En su libro “Cuarenta días en el Vaupés” en la página 32 podemos evidenciar cómo se conmovía frente a todo lo que experimentaba: “Feliz noche aquella que pase en la inmensidad insondable de la maraña, sintiendo las palpitaciones del Corazón de Dios y su augusta majestad, la que me envolvía suavemente y me sobrecogía sin turbarme. Y hablé con Dios mi padre, con Jesús mi amigo divino, con María mi madre adorada, con Teresita mi dulce compañera, con Javier volcán de amor, con José el primero de los santos, con Miguel el que me sigue prestando su espada y me comunica valor y estímulo. Hablé también con la naturaleza virgen, me incliné un poco y sentí sus pulsaciones; oré con ella y me elevé de nuevo hasta Dios para cantarle el himno de gratitud y amor y para rogarle que me diera lo que me pedía: almas, almas, almas, fuego en mi pecho, santidad de vida”. Nos estamos acercando a octubre mes en donde de manera especial recordamos la dimensión misionera que recibimos en el bautismo. El Papa Francisco nos recuerda en su mensaje para la XCIV Jornada Misionera Mundial que: «La misión, la “Iglesia en salida” no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae»… La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia. Preguntémonos: ¿Estamos listos para recibir la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin condiciones? (cf. Lc 1,38)”
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Que sean estas mismas palabras del Papa Francisco las que nos motiven a dejarnos impulsar cada día por el Espíritu para misionar a su ritmo y decir con alegría como el profeta Isaías: “Aquí estoy, mándame” (IS, 6-8) en el hoy de la Iglesia y de la historia, haciendo de nuestras vidas una ofrenda agradable a Dios e instrumentos vivos de su amor a ejemplo de nuestro Amado Padre Fundador quien nos soñó Misioneras Teresitas aguerridas, sacrificadas, alegres y dispuestas a ir por el mundo entero haciendo “amar al amor “. Dejémonos sacudir por el Espíritu Santo para responder a las nuevas situaciones misioneras con sabiduría y de la mano de María Santísima hacer vida nuestro lema: “A Solo Dios el Honor y la Gloria”.
EL ARTE DE FORMAR LAS NUEVAS GENERACIONES CON
LA PEDAGOGÍA DE JESÚS
La formación en nuestra Congregación de Hermanas Misioneras de Santa Teresita, es un servicio que requiere total dedicación, vida de oración, sentido de pertenencia por el Instituto, testimonio de radicalidad en el seguimiento a Jesús, comprensión, paciencia, docilidad al Espíritu Santo, discernimiento comunitario, apertura y conocimiento de la realidad de la joven que llega a nuestra Congregación con muchas expectativas y sueños. Agradecemos a Dios y a nuestras Superioras que nos han confiado tan delicada misión. En espíritu de Fe y confianza en el Señor, hemos asumido este servicio con alegría y compromiso, teniendo claro que la obra es de Él, viviendo con novedad nuestra vida Consagrada y colocando nuestras capacidades al servicio de la comunidad formativa del Prenoviciado MAB. Jesús sigue llamando a muchas jóvenes a entregar la vida generosamente, a ser felices y sentirse realizadas en este estilo de vida, y la primera animación vocacional que se hace visible, creíble y fecunda, es nuestro testimonio de vida Consagrada, que debe revelar el amor de Jesucristo que ha transformado nuestra vida y quiere transformar la vida de las jóvenes. En el ejercicio de este ministerio, es el mismo Jesús quien nos instruye, es nuestro Maestro y compañero de camino. Nos sentimos en su escuela porque todos los días aprendemos de Él a través de su Palabra, y coloca en nuestro corazón el deseo de dar lo mejor de nosotras. “Todo lo que Dios permite es para el bien de los que ha amado” (Rm 8, 28). Por consiguiente, hemos experimentado el amor de Dios, un amor que sana, libera, restaura, que nos impulsa a llevar a cabo un buen proceso de acompañamiento, brindando las herramientas necesarias para que las nuevas generaciones “hagan una opción libre, consciente y fiel, como respuesta a la llamada de Dios”. (Manual de formación pág. 1). En el proceso formativo llevado a cabo durante estos meses, hemos constatado la importancia de acercarnos a las jóvenes con respeto y cariño fraterno, conociendo su realidad personal y familiar, sus búsquedas, intereses, necesidades, sueños, deseos, alegrías, preocupaciones, para responder adecuadamente a lo que cada una va necesitando, y pueda así crecer integralmente. Gracias a la revisión continua del caminar formativo, vamos implementando estrategias que fortalezcan y dinamicen la vida de las jóvenes, motivándolas a descubrir el sentido de las cosas, asumir en libertad su opción, disfrutar lo que hacen, enamorarse de Jesucristo, asumir con responsabilidad su proceso, confrontar su vida y respuesta al Señor. Gracias al desarrollo del plan formativo de la Congregación y a los diferentes momentos vividos en nuestra casa formativa, las jóvenes van encontrando respuesta a sus inquietudes y comprendiendo progresivamente el sentido de su opción por Jesús. La elaboración de su proyecto de vida les traza un itinerario claro, que les ayuda a potenciar sus fortalezas y a trabajar los aspectos que requieren atención.
Nos sentimos responsables en la formación de las nuevas generaciones, porque amamos nuestra Congregación y deseamos que crezca en santidad y en número. Constatamos que el Señor sigue llamando obreros a sus mies, por consiguiente, queremos aportar significativamente en el cimiento de bases sólidas para el seguimiento del Señor, que lleve a las formandas a abrazar el carisma de la Congregación como don de Dios para la Iglesia, a vivir en comunidad el servicio misionero y abrazar los consejos evangélicos libre y alegremente. La alegría que experimentamos en este acompañamiento a las jóvenes es el signo de que nuestra opción por Jesucristo se renueva cada día, nuestra experiencia de Fe va creciendo y el seguimiento a Jesucristo y el servicio al Reino, le da sentido a nuestra vida consagrada, como don, regalo y gracia de Dios.
El amor a Dios y al prójimo, nos motiva a avanzar en nuestro camino de santidad, en el que nos sentimos llamadas a vivir auténticamente nuestra vida consagrada, dando honor y Gloria a Dios, proyectando desde nuestro Carisma, la rica y fecunda vida y espiritualidad de Santa Teresita y de nuestro amado Padre Fundador. Formadoras Comunidad del Prenoviciado MAB 2020.