ACONTECER PROVINCIAL #4 - 2020

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ENCUENTROS CON MONSEÑOR MIGUEL ÁNGEL BUILES GÓMEZ El 22 de Junio de 1938 fue mi primer encuentro con Mons. Miguel Ángel Builes Gómez, cuando tenía un día de nacida a los 7 meses en Santa Rosa de Osos, Antioquia. Mi abuelita materna se madrugó conmigo porque la niña nació muy pequeña y parecía enferma según sus quejidos, además, era costumbre de los padres hacerlos bautizar y confirmar lo más pronto posible. Al llegar a la catedral y hablar con el Sacerdote me administraron el sacramento del Bautismo, faltaba la Confirmación; mi abuelita se resolvió ir a la casa episcopal donde habitaba Mons. Miguel Ángel Builes Gómez y gracias a Dios se encontraba en su despacho. Mi abuela entró con la niña y le pidió el favor de administrarle la confirmación porque estaba muy enferma; la destapó y al verme dijo S a mi abuela: “esta bandida va a durar más que yo”, me dio una palmadita en la cara y llévesela. Mi abuelita creyó en sus palabras y arrancó para donde la mamá que esperaba que la recién nacida no viviría más. Al año de edad me llevaron a la confirmación. La Costumbre en Santa Rosa cuando pasaba el Señor Obispo por la calle, era arrodillarnos para recibir su bendición y así lo hacíamos, sobre todo después del almuerzo cuando él salía a su caminada y nosotras las estudiantes estábamos por la calle. Siempre con la camándula en sus manos nos daba su bendición, pero no se distraía. La celebración de las Eucaristías en la catedral no las perdíamos como estudiantes del colegio María Auxiliadora a donde él iba en algunas ocasiones. El día de mis grados como Maestra, en Noviembre de 1957, el Señor Obispo fue invitado a la ceremonia de graduación, llevó un libro “Paz y alegría” para rifar y tuve la suerte de ganármelo, eso me dio mucha alegría. Me coloqué en el magisterio y estando en Aragón tuve la dicha de recibir a Monseñor en una visita pastoral y como encargada de la catequesis a nivel de toda la Parroquia el Párroco Pedro León Múnera me pidió el favor de un saludo en su nombre explicando cómo marchaba la tarea de la formación para los sacramentos en el área parroquial. Se terminó el recibimiento y salimos para el almuerzo; me mandó llamar con un acólito que también era alumno de la escuela de varones donde yo trabajaba y de donde salieron varios alumnos como sacerdotes. Como Monseñor era muy cuidadoso con las jóvenes no permitía que montáramos a caballo al dos, nos recomendaba ser muy modestas en la forma de vestir, etc. Yo llegué a reemplazar a una profesora que el Señor cura sacó del salón con un palo de escoba porque la encontró tomando aguardiente delante de los alumnos. Entonces me imaginé que ya le habían llevado algún chisme al Señor Obispo de mí. De todas maneras fui a la llamada y al llegar a la casa Cural lo encontré hablando con una señora que tenía fama de chismosa. Mis inquietudes se convirtieron en miedo; yo estaba recién llegada a Aragón y era muy joven. Asomé la cabeza y al verme me gritó: Entre mijita, siga… y despachó la señora del coloquio; pude pasar, me saludó con cariño, agradeció mis palabras del saludo; yo ya estaba sentada escuchando a Monseñor para ver qué era lo que me iba a decir y lo importante que tenía para decirme; la pregunta si yo tenía vocación a la vida religiosa a lo que le contesté que ya estaba recibida donde las Lauritas y me dijo: qué tienen de más las Lauritas que las Teresitas? 8


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