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Año I - No 2 - Mayo 2015

La Aventura continúa...

PUBLICACIÓN URUGUAYA DE HISTORIETAS

El Rata Princesa India Mazmorras Memoriales 30 segundos, 30 balazos Viviana y Yamandu Martha Barnes Guerreros del Olvido

ACEVEDO - ARDITO COLLA - FEDERICI GEZZIO - SOTO LOPEZ TRIAS - VALLE RISOTO


INDICE PORTADA

William Gezzio

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EDITORIAL

La Aventura continúa... Año I - No 2 - Mayo 2015

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PRINCESA INDIA

William Gezzio

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NECKRODAMUS

Andrés Trías

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EL RATA Segunda Parte

Enrique Ardito

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MAZMORRAS MEMORIALES

Carlos M. Federici

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VIVIANA Y YAMANDU

Ardito/Gezzio

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Una breve mirada a TARZAN

Darío Valle Risoto

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Henry CASTLE

30 segundos, 30 BALAZOS

Juan Carlos Colla

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Juan Carlos COLLA

JACK

Carlos Acevedo

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William GEZZIO

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Gonzalo PALMER

MAESTROS: Martha Barnes GUERRERO DEL OLVIDO

Castle/Soto López

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DURO COMO ROCA

Carlos M. Federici

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STAFF EQUIPO CREATIVO: Carlos ACEVEDO Enrique ARDITO

Carlos M. FEDERICI

Matías SOTO LÓPEZ Andrés TRÍAS Darío VALLE RISOTO


EDITORIAL

El sabor de la aventura Editar una revista de aventuras en formato digital es toda una aventura en sí misma. Así como los protagonistas de nuestras historias se ven envueltos en diversos problemas, nuestros creativos deben enfrentarse al cansancio, al tiempo robado a la familia, a la ausencia de retribución económica por su esfuerzo. Pero aquí estamos para ustedes, con la segunda entrega de “Balazo”. Esperamos que sea de su agrado y les permita recuperar la emoción que compartimos en la infancia frente a estos héroes de tinta y de papel.

Un número para complacer a todos los paladares. Gezzio nos trae una atractiva y peligrosa “Princesa India”. Trías recuerda al gran Nekrodamus, personaje creado por Oesterheld y Lalia. Una nueva entrega del clásico policial “El Rata”, creación de Ardito, antecede la genial columna de “Mazmorras Memoriales”, de Carlos M. Federici. Otro título clásico de la historieta uruguaya, “Viviana y Yamandú”, de Ardito y Gezzio, engalana nuestras páginas. Darío Valle Risoto nos revive la zaga de “Tarzán”. Juan Carlos Colla se sumerge en un western clásico, homenajeando al director Lawrence Kasdan. Acevedo se interna en el Londres brumoso, para traer una ténebre historia, “Jack”. Martha Barnes es la historietista homenajeada en esta entrega, con el regalo de una historieta suya. “Guerreros del olvido” es la primer experiencia del dúo Castle/Soto López. Finalmente un cuento del maestro Federici, recuperando el placer de la serie negra. Pasen y lean...

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04 Color: Palmer


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De Tinta Somos

Por Andrés TRÍAS

NEKRODAMUS, Oesterheld y Lalia

Estoy hecho un demonio Una historieta sorprendía por su estilo gráfico e inusual trama gótica en las ediciones de la entrañable revista argentina "Skorpio" que llegaban a nuestro país entre los 70's y 80's. Se trataba de “Nekrodamus", escrita originalmente por Héctor German Oesterheld y dibujada durante décadas por Horacio Lalia, con el apoyo de otros guionistas. La editorial Record nos permitió disfrutar una recopilación de las primeras aventuras del personaje, con una ilustración a todo color del personaje, realizada por el genial Ariel Olivetti.

Ilustración de Olivetti para la edición Record de la recopilación del primer NEKRODAMUS, de Oesterheld y Lalia

“Nekrodamus" fue concebida inicialmente para el mercado europeo, concretamente para Italia, en el año 1975. El guionista Oesterheld crea una historia gótica con aires románticos y de aventuras, sobre un demonio que vuelve a la vida en el cuerpo de un ser humano, y ayudado por un sirviente sepulturero (Gor, otro demonio) enfrenta a quien le dio muerte.

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La fórmula del protagonista junto con un ayudante no es nueva en el autor argentino, aplicada con éxito en otras parejas (Sherlock Time/Jubilado Luna, Mort Cinder/Ezra Winston), y contraponiendo la juventud, belleza y buena apariencia del personaje de Nekrodamus con el cuerpo deformado y rostro repugnante de Gor. En su primer capítulo, se presenta al sepulturero Gor, un personaje que recuerda a los seres deformes que presentaban las historias de terror de la serie EC, y que oficiará justamente de presentador de las primeras andanzas del protagonista. Nekrodamus en realidad es un demonio muerto por Asfertu, un

permite los excesos físicos y violentos, formando una pareja antagónica aunque complementaria, muy querida para el lector de esta época. Las historias siguientes son presentadas por Gor, generalmente narradas al cuerpo de una joven doncella a la que ama el personaje, manteniendo inmaculado su recinto. Lalia despliega un diseño realista y gótico con singular maestría, combinando sombras con tramas para plantear sus contrastes, habitualmente en ambientes siniestros, como cementerios o castillos medievales.

Gor fue un personaje querido por los lectores.

Primer página del capítulo inicial.

alquimista perverso, y que vuelve a la vida para ocupar el cuerpo de un joven noble (Conde D'averso), y forman un tandem con el esperpéntico ayudante para vengarse del rival. "Solo un demonio puede matar a un demonio", explica el protagonista. Nekrodamus es un personaje de origen demoníaco (al igual que "Hellboy"), pero en su conducta reniega del orden demoníaco y no existe nada de ironia en su comportamiento altruista. Asume un rol heróico, propio de la novela romántica o de aventuras, mientras que el personaje de Gor se

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Oesterheld combina los elementos propios de la novela gótica, algunos románticos (vínculos amorosos de Nekrodamus o necrofílicos de Gor ) con aquellos vinculados a lo fantástico y siniestro (el ambiente opresivo, la demonología inserta en lo cotidiano), aunque en numerosas situaciones alternando con acciones más ligadas a la aventura clásica (el protagonista principal es un contumaz espadachín). A lo largo de sus aventuras, el dúo enfrenta poderosos hechiceros, pelea contra seres demoníacos, rescata doncellas en peligro o experimenta con elementos sobrenaturales. En los primeros episodios, el carácter demoníaco de ambos protagonistas les otorga poderes inusuales (fuerza sobrehumana en Gor, telepatía y destreza en "Nekro"), alternando aspectos reales de un ambiente medieval con otros fantásticos. Posteriormente el escritor les hace perder estas cualidades fantásticas y asumir una condición humana, y por tanto, volverse mortales. Hector Germán Oesterheld nació en Buenos Aires, en 1919. Geólogo de profesión, escribió cuentos infantiles, historietas de aventuras. Algunos de sus títulos incluyen "Sargento Kirk", "Ticonderoga", "Ernie Pike", "El Eternauta", "Sherlock Time", "Mort Cinder", entre muchos otros. "Nekrodamus" fue la última serie escrita por Oesterheld, posteriormente desaparecido por la dictadura militar en 1977. Otros guionistas de fuste tomaron la antorcha: Saccomano y Trillo hasta 1978, posteriormente en la década de los 80's por Ray Collins y entre 1989 y los 90's por Slavich. Horacio Lalia nació en Buenos Aires, en enero de 1941. Estudió en la Escuela Panamericana de Arte y en el Instituto de Directores de Arte, contando con

El dibujante posa junto con sus principales personajes, entre ellos, Nekrodamus y Gor.

Breccia padre como profesor. Su debut profesional fue en la adolescencia, al comenzar como colaborador de Eugenio Zoppi y nuestro compatriota Alberto Breccia. Comenzó trabajando para "Hora Cero" en 1964 e inmediatamente publicó en Europa, años después trabajó para la Columba, ("El Tony", "Dártagnan"), el Diario "La Razón" y "Billiken". En la década del 70' se acerca a la revista "Skorpio" de Alfredo Scutti, en donde publicó "Nekrodamus". Ha publicado en España, Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. Otras series conocidas son "El caballero sin nombre" (junto a Alberto Ongaro),

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Old Man Time (Roger King), Inspector Bull (escrita por Carlos Albiac, y la saga de fantasía heróica "Belzarek". Ha realizado adaptaciones de grandes clásicos de la literatura: H. P. Lovecraft, R. L. Stevenson, Sir Arthur Conan Doyle, entre muchos otros. La editorial Colihué reunió una selección de algunos relatos de terror en "La Mano del Muerto", en donde destaca su estilo gótico para dar vida a cuentos de Maupassant, Ambrose Bierce o E. A. Poe. Como anécdota, vale recordar que inspiró en su juventud el rostro de Mort Cinder (Oesterheld/Breccia).


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Mazmorras Memoriales

A cargo de Carlos M. Federici

La CF, un (sub) género deficitario

¡B

UENAS NOCHES!... El Vigilante Nocturno os saluda… ¡Pasad…, pasad sin temor! Aquí, en la soledad de estas mazmorras, donde el ciego instinto de las arañas teje incansablemente sus viscosos encajes…, donde el nitro (como decía Montresor) “centellea en blancos bordados” sobre las húmedas paredes y el drip-drip de las filtraciones se sucede, sin más ritmo que el que el azar determina, golpeando sordamente sobre las duelas de los toneles de amontillado…, aquí mismo…, flotan, invisibles e intangibles, los fantasmas de las viejas y extintas revistas de historietas… ¡Ah! ¿Se os antojaría poder leerlas…, imbuiros de sus nefandos contenidos? ¡Pues para eso está quien os habla, el Vigilante Nocturno, quien mediante antiguos y blasfemos conjuros virtualizará para vuestro secreto deleite lo más escogido de ese profano material…, traducido y remozado, a fin de que podáis apreciarlo en todo su oscuro esplendor!... ¡Adelante, mis amigos…, la función va a comenzar!

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Buck Rogers, de Phil Nowlan y Dick Calkins, el primer héroe de Ciencia Ficción, debutó en los periódicos de los EEUU en enero de 1929.


A pesar de lo drástico que pueda sonar el título ─y pueden creer que a vuestro amigo, el Vigilante Nocturno, le duele tener que reconocerlo─ la Ciencia Ficción, como género (o subgénero, si queremos ser estrictamente académicos) ha corrido invariablemente la dudosa suerte de

Planet Stories, la revista “pulp” que dio origen al primer comic book de ciencia ficción, Planet Comics, tenía en su nómina a varios de los más acreditados autores de CF del momento.

representar pérdidas para aquellos editores que decidieron incursionar en tan pantanoso campo de actividad. Se ha caracterizado desde sus comienzos ─allá en la segunda década del pasado siglo, cuando las revistas populares (“pulps”) comenzaron a inundar el mercado ofreciendo al ansioso público lector un abanico de propuestas para un entretenimiento que tan solo podía abrevar en el cinematógrafo de fin de semana, la radiotelefonía y las tiras cómicas de los diarios─ por conquistar un número de adeptos muy ferviente, pero invariablemente reducido. Es así que mientras ese (sub)género se intercaló entre otros (léase crimen, horror, western o historias de la jungla) dentro de una misma publicación, consiguió subsistir con relativa comodidad; pero al aventurarse por sí solo en un vehículo especializado, la merma en las ventas se hacía notar de inmediato, hasta llevar, en muchos casos, a una deshonrosa quiebra y consiguiente desaparición. Sin embargo, los editores volvieron porfiadamente al ataque en diversidad de formatos sucesivos y a veces coexistentes, año tras año y década tras década, sin amilanarse, al parecer, ante reiterados fracasos. Algo tendrá la CF, digo yo, para promover esa suerte de fascinación recurrente, bien que ocurra entre un reducido margen de la población mundial. Yendo a nuestro tema específico, las historietas, cabe anotar que la CF estuvo presente desde el comienzo de las mismas, ya que “Buck Rogers” (de Dick Calkins y Philip Nowlan), la pionera, apareció en las páginas de los periódicos de EE. UU. en 1929, y pocos años más tarde, en el 34, ya tenía la competencia de “Flash Gordon”, que venía prestigiada por el dibujo excepcionalmente meticuloso e ilustrativo de Alex Raymond. Esta competencia no resultó ruinosa, pese a lo que podría pensarse, pues había muchos que

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Un hermoso cuadro de “Flash Gordon”, debido a la mano maestra de Alex Raymond. En esta historieta, la armonía y la belleza de las imágenes estaba muy por encima de la chatura de los guiones de Don Moore.

preferían las viñetas más primitivas e ingenuas, pero sin duda más dinámicas, de Calkins y, por cierto, el inteligente diálogo de Nowlan, a la vistosidad algo morosa de la otra tira. Cuando irrumpió en el mercado el fenómeno de los comic books, sucesores iconográficos de las revistas “pulps” mencionadas más arriba, se comenzó con alguna timidez a introducir historietas con tintes de CF entre otros (sub)géneros, en forma semejante a lo ocurrido con


los “pulps”. Hasta que a fines de 1939, Thurman T. Scott, un editor de “pulps” que detectó que su público compraba más aquellas revistas que se especializaban en un (sub)género determinado, al decidirse a incursionar en los comic books como producto paralelo de su sello “Fiction House”, encargó al estudio de S. M. “Jerry” Iger

“Mysta de la Luna”, un personaje de inusual sensualidad en el panorama de los comic books de los años 40’... ¡Precediendo por dos décadas a “Barbarella”!

que le preparase una línea de revistas de historietas basada en los títulos de sus “pulps”: Jungle Comics (aventuras en la selva), Fight Comics (de temas bélicos), Wings Comics (sobre aviación y afines) y por fin Planet Comics, dedicada a la CF. Así fue que en enero de 1940, esta, la primera revista de

Lily Renée, una dibujante de historietas tan talentosa como agraciada, supo abrirse camino dentro de un coto que por entonces se consideraba exclusivamente masculino.

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historietas íntegramente de CF, llegó a los quioscos, y habría de perpetuarse durante más de una década, hasta sucumbir en la debacle de los comic books de mediados de los años 50, cuando la brutal irrupción de la televisión, reforzada por un aluvión de censuras a las historietas, que lideró el psiquiatra Frederic Wertham, estuvo a punto de

“Planet Comics”, la primer revista de historietas dedicada íntegramente a la CF, llegó a los quioscos en enero de 1940. Perduraría por más de una década.


terminar con los comic books. Durante casi todo el curso de esa trayectoria, las historietas narraban argumentos con personajes fijos, como “Auro, Señor de Júpiter”, “Star Pirate” (“El Pirata Estelar”), “Lost World” (“El mundo perdido”) o “Mysta de la Luna” (Wow!..., ¡Jum!, perdón por el exabrupto), con un estilo un tanto arcaico ya para la época. Fue solamente en sus números finales que pasaron a imitar a otras publicaciones similares y optaron por historias unitarias, con diversos temas y personajes y un ritmo más moderno. Es lástima que esa etapa tuviera una duración tan breve. Planet Comics tuvo el privilegio de servir de plataforma de lanzamiento para muchos de los mejores dibujantes, que en años posteriores se convertirían en verdaderas leyendas: Matt Baker, George Evans, Graham Ingels, Lee Elias, Bob Lubbers, Nick Cardy y Murphy Anderson (quien, entre paréntesis, hacía gala de un estilo mucho más vigoroso y audaz que el que adquirió más tarde, cuando debió restringirse a la línea de la “DC Comics”), debiéndose anotar que en sus páginas dibujó una de las pocas mujeres historietistas de la época, a quien incluso se permitió firmar con su nombre: la agraciada Lily Renée (tal vez hubiese sido distinto de no ser ella tan bonita…, ¡har-har!... ¡Los editores también tienen su corazoncito!). De ahí en más, las revistas de historietas de CF se multiplicaron, siendo de destacar las notables Weird Science y Weird Fantasy, del sello “EC”, comandado por William M. Gaines, las de la citada “DC Comics”, Mystery In Space y Strange Adventures (presentadas conjuntamente bajo el título Titanes Planetarios en su versión en castellano) y las de “Better/Standard”, Fantastic Worlds y Lost Worlds, que, si bien tuvieron una trayectoria absurdamente breve (solo tres números

A partir de 1950 los comic books de CF proliferaron, pero sus ventas siempre dieron resultados inferiores a los obtenidos por otros subgéneros, a pesar de contar con talentosos dibujantes e inspirados guionistas para elaborar relatos de desbordante fantasía. Del número de “Fantastic Worlds” que aquí se muestra procede la historieta escogida para esta entrega de “Mazmorras Memoriales”.

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de una y dos de la otra), proveyeron la maestría de excelentes guionistas (lamentablemente anónimos, como prescribía la práctica de esos tiempos) y formidables dibujantes, como Alex Toth, Murphy Anderson, o John Celardo. Estas revistas se editaron en México bajo un título unitario, Mundos Fantásticos, y al cesar de aparecer las originales, el mismo título siguió publicándose con material de otras procedencias, lo cual también era habitual por entonces en lo que respecta a las ediciones en castellano. De las mismas he escogido una historieta que dibujó John Celardo, artista a quien muchos recuerdan por su trayectoria en la historieta “Tarzan”, en la cual

sucedió a otro gran profesional, Bob Lubbers, luego de que este, a su vez, tomara la posta tras la dimisión de Burne Hogarth. El estilo de Celardo en esa tira careció del dinamismo y frescura del de su predecesor, Lubbers, pareciendo, además, en mi modesta opinión, que el dibujante, pese a que en sus comienzos estuvo trabajando en el zoológico de Staten Island (Nueva York), precisamente como dibujante de animales para los rótulos de las jaulas, mostraba preferencia por ilustrar temas divorciados de lo netamente selvático, y así se lucía más en el trazado de maquinarias, aviones y otros artilugios. A mi juicio, también, resalta su labor en los comic books, por más suelta y juvenil, por sobre la

que realizó en su “Tarzan”, aunque haya pasado muchos más años en ese menester, y el mismo le haya conferido mayor prestigio. Aquí está, pues, “solo para vuestros ojos”, la magnífica historieta de CF “¡Corre, marciano, corre!”, que he tomado de la versión en castellano (vuestro amigo está algo veterano y a veces prefiere ahorrarse un poco de trabajo), pues considero que la traducción es buena y respetuosa y por ende no menoscaba al original. ¡A gozar, amigos! ¡Y todos por nuestra querida CF! (Traducción del original en moldavo/hermético por C. M. Federici.) EN LA PRÓXIMA ENTREGA: ¡UNA CRUDÍSIMA HISTORIA “NOIR”! ¡NO APTA PARA REMILGADOS!

Algunos cuadros de una página dominical de “Tarzán”, dibujados por John Celardo. Se advierte, especialmente en la anatomía del protagonista, cierta dureza y rigidez que colocan al dibujo algo por debajo de la calidad impuesta por sus predecesores en la famosa tira. Los animales selváticos, en cambio, están bien representados, demostrando el “adiestramiento” previo de Celardo como dibujante en el zoológico de Staten Island.

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John Celardo (1918-2012)


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Personajes

Por Darío VALLE RISOTO

Una breve mirada a Tarzán de los Monos Tarzán es uno de los personajes icónicos más representativos de las historias de aventuras, nació nada menos que en el año 1912 de la pluma de Edgard Rice Burroughs (EEUU 1875 1950) quién al acceder a las novelas Pulp con historias por entregas pensó que también las podía hacer y ganar un dinero. Luego de publicar una serie de historias sobre Tarzán de los Monos los compiló en una primera novela de éxito inmediato, tan así que apenas en seis años después aparece la primera película muda sobre su personaje y sus traslaciones para el cine no se detienen hasta hoy día, el año pasado se estrenó una versión alemana muy libre en imágenes generadas por ordenador y nadie olvida la versión animada de Disney del año 1999. Pero por supuesto que si mencionamos a Tarzán en el

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cine nuestros padres y abuelos inmediatamente lo asociarán con Johnny Weissmuller que lo llevó a la gran pantalla nada menos que en una docena de ocasiones (Desde 1932 a 1945) manteniendo hoy día el liderazgo como el mejor intérprete de este lord inglés criado en las selvas del África por grandes simios. Tarzán ejemplariza la mentalidad colonialista de fines del siglo diecinueve que poco a poco comienza a tomar conciencia sobre la moralidad de incursionar en tierras extrañas pero desde luego que mantiene aquella vieja mentalidad de que el hombre blanco por su calidad superior se sobrepone a los ambientes más hostiles gracias a su inteligencia. Tarzán aún así poco a poco se sobrepone a esto y hasta podemos ver cierta conciencia ecológica en algunas de sus historias mucho antes de que se pusiera de moda la lucha por preservar el medio ambiente. Si citamos el formato cine que le da el impulso inicial para que este personaje se transforme en un ícono absoluto, es en el cómic en que nos vemos más involucrados aquellos que por ejemplo en nuestro país leíamos el suplemento sepia del diario El Día o comprábamos las ediciones de editorial Novaro que tenían el curioso recuadro de “Edición para coleccionistas”. Destacan de muchos dibujantes que llevaron a Tarzán al papel nada menos que: Harold Foster (Famoso por su Príncipe Valiente) y Burne Hogarth entre muchos otros. Tarzán también supo ser llevado a sendas series de televisión de la que destaca la protagonizada

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por Ron Ely (1966) que supo mostrarnos un Tarzán absolutamente adaptado a la vida civilizada. La emitían en el canal 12 de nuestro país. Pero si bien Tarzán luce espléndidamente en cualquier formato aún en sus viejas series de Radio, es especialmente que me quiero detener en la novela que a poco de cumplir cien años, (me refiero a la primera), se mantiene que absoluta buena salud con un ritmo narrativo digno de los

más grandes escritores y con una forma de contar la historia de este niño perdido en la salvaje jungla africana detallada y por momentos sangrienta. Edgard Rice Burroughs se destacó también por sus historias de ciencia ficción ambientadas en Marte o Venus, también por sus cuentos sobre viajes al centro de la tierra y hasta escribió relatos del oeste norteamericano pero es con Tarzán que la mayoría de nosotros conocimos a uno de los escritores más prolíficos y creativos del habla inglesa. Tarzán quizás hoy un poco

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atemporal significó para nuestros padres y abuelos un viaje a mundos salvajes tremendamente peligrosos impulsados por la búsqueda constante de aventura a través de los ojos de un lord británico que supo crecer dentro de la naturaleza más primitiva, conocerla y sobretodo dominarla. Fin de la conversación.


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RINCÓN del COLECCIONISTA Av. Uruguay 912

LIBRERÍA BABILONIA Tristán Narvaja 1601

MONTEVIDEO MASSACRE Galería Virrey Loc. 005

LIBROS de la ARENA Benito Blanco y Av. Brasil

PURPÚREA LIBROS Plaza Fabini (Entrevero)

POCITOS LIBROS Av. Brasil y Brito del Pino


Relatos

Por Carlos ACEVEDO

JACK Londres, 1888 Whitechapel es una llaga de sombra, un laberinto viejo de oscuros recodos, de casas deshilachadas que hieden a orina y a basura, de tuberculosos que tosen su muerte en la noche desamparada y prostitutas de carne machucada y sola, de niños flacos y rotosos de mano famélica y niñas que se venden por centavos para evitar la paliza inexorable, de ladrones raquíticos de mirada sucia, de obreros con la cara tiznada de hollín y hambre, una manada de fachadas viejas y descoloridas de ropa tendida y cuerpos apiñados en habitaciones sucias, un animal agonizante con mil gargantas hemorrágicas de humo, dónde la enclenque palidez de los faroles de gas surge como fantasmas de luz. Wendy espera en el callejón, perdida en la oscuridad, no logra ver su aliento fundiéndose con la bruma, tose un par de veces hasta sentir la sangre tibia y espesa sobre su mano. Necesita cuatro peniques para alquilar una habitación, para tener una cama por una noche, para sobrevivir hasta la mañana. Pero sólo hay borrachos que convirtieron en alcohol sus últimas monedas y ladrones de ojos cansados y acechantes. Una fogata surge entre la neblina como un sol enfermizo, siente risas y gritos, los ecos rebotan en las paredes orinadas. Ella quiere cuatro peniques para una cama.

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Está enferma de pasar las noches tirada en la calle y siente que esta noche se le va a meter adentro como una peste, hasta acabarla. Tenía ocho años cuando pasó su primera madrugada contra una pared, buscando atraer a un hombre que la pusiera de espaldas y la usara, para no llegar con su bolsa vacía al cuarto de pensión que compartía con su padre. No recuerda el rostro de su padre, sólo el aliento fermentado contra su oreja. Está enferma, nunca tuvo un hombre que la quisiera, un vestido nuevo, una casa. Ni siquiera tendré una tumba con flores frescas, piensa, esta noche me matará aquí mismo, y mañana la Policía me tirará en alguna fosa que no visitará nadie. Señor, sólo pido cuatro peniques, cuatro peniques. Sólo pido poder descansar. Algún bar escupe su bullicio de risas desdentadas y música gritona, pero el barrio se va ahogando de a poco, los últimos borrachos vuelven a sus desahuciadas pensiones o buscan un rincón oscuro para pasar la noche o morirse, las prostitutas más viejas o enfermas siguen buscando unos peniques para pagarse una cama o una botella, los pocos ladrones fuerzan la mirada entre la neblina que deforma las siluetas de las casas, unos pocos gusanos se arrastran todavía, anhelando la esperanza de un bolsillo lleno, de una moneda o un abrigo. El frío rompe los huesos como un alambre cuando Wendy siente los cascos brotando en la oscuridad y ve la jorobada silueta del negro carruaje. Sube y la luz del farol no llega a revelar el rostro del ocupante, pero ella agradece la inesperada calidez del carruaje, que la protege de las garras de la helada niebla. El ocupante le ofrece un paquete. Son uvas, aunque ella no lo sabe, porque nunca las

ha probado. Huelen a canela, y Wendy las devora sintiéndolas deshacerse en su boca, frescas, fragantes. Saben a vino blanco, a especias, a algo que ella no pensó que existía. Afuera, dos ladrones se pelean como perros, alguna amiga de ella sigue surcando la entraña de la noche, con la espalda pegada contra la humedad de algún muro, con las piernas débiles de soledad y hambre. Wendy se adormece, la calidez del carruaje, la oscuridad mansa, es como un abrazo de madre, aquella madre que ya no recuerda. Como si viera todo desde fuera, el ocupante del carruaje ordena detenerse, se cala la galera hasta los ojos, ella los ve brillando apenas, secos, ásperos en la penumbra, y ambos bajan. Un callejón los acoge, engulle sus sombras y sus jadeos. Se siente empujada contra el muro, pero está en otra parte, ella está en una casa rodeada de niños y de flores, su vestido revolotea como una mariposa enredado en los rayos del día. Apenas le duele el cuchillo entrando, pero siente la vida que se le escapa dulcemente en cada puñalada que hace temblar sus vacías tripas. Es un ángel, piensa, el Señor me mandó un ángel para llevarme con él, para sacarme del dolor, de la soledad y el hambre. Comienza a toser, no siente la orina y la sangre bañar sus piernas, y la vida se le va alejando por muchas bocas, camina lento como un animal cabizbajo y silencioso. Es como dormirse, piensa, es como que la noche me envuelve. Las manos ansiosas se meten en el vientre todavía caliente, palpan, arrancan, magrean. Ella ya no está. Jack el Destripador moriría anónimamente, dos meses después, víctima de la tuberculosis que Wendy le contagió, liberado al fin de su monstruo.

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Maestros

Martha Barnes Una mujer artista que dibuja “cuadritos” “Es mi vocación, es mi vida. Para mí hacer una historieta es como tener un bebé, porque muchas veces sufro y me desespero ante el papel en blanco. Mi felicidad no es solamente dibujar, sino dibujar historietas.”

Martha Barnes es una de las pocas mujeres “historietistas” del Río de la Plata. Nació en Moreno, Provincia de Buenos Aires, y de chica se trasladó con su familia a Mendoza, donde estudió dibujo artístico en la Academia Nacional de Bellas Artes. De joven se radicó en Buenos Aires y comenzó a dibujar historietas para la Editorial Difusión, y luego durante veinte años para la Editorial Columba. A

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Como actriz incursionó en teatro, radio y televisión. Desde 1990 volvió a trabajar para editorial Columba en la revista Intervalo hasta el cierre de la editorial. “En mi viejo archivo encontré este trabajo hecho a pincel. Es una historia del oeste estadounidense, basada en el cuento "How Santa Claus came to Simpson's bar" del escritor Francis Bret Harte. Fue publicada en "Puño Fuerte" en el año 1957 (historieta que publicamos en este número de Balazo, gracias a su generosidad). No podría decir que los westerns sean mi tema preferido, pero esta historieta me gusta. Es uno de los pocos originales que conservo. Pueden verse correcciones de letra, distintas marcaciones y un recorte en la primera página.”-asevera Martha en una entrevista que le realizara Germán Cáceres para la "Duendes Patagónica".

la vez, envió colaboraciones a la famosa DC de Nueva York. También trabajó en las editoriales Record y Esquiú, y en el suplemento infantil de "La Nación" de los domingos. Realizó portadas e ilustraciones para libros en las editoriales Acme, Codex, Estrada y Kapelusz. Intervino como dibujante en programas televisivos en los canales 9 y 13 (“Telecirco de los domingos”).

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CUENTO

C. M. FEDERICI

Duro como roca - ¿Así que la rubia le pidió... ayuda? - inquirió el pequeño Stanislavsky, con ávido agitar de los párpados tras lentes de gran aumento. Y sin darme tiempo a decir pío, añadió: - Un boccato, ella, supongo. - ¿Tiene un cigarrillo? - le lancé, ignorando sus apremios. El se recostó en su butaca (una monstruosidad de cuero negro, parecida al asiento de un piloto de B29) y esbozó una breve sonrisa. - Ya sabe que aquí no fumamos- pontificó. Me encogí de hombros y seguí con la vista el rayo de sol que se colaba por entre las cortinas para ir a posarse precisamente sobre el calendario que colgaba de la pared. El sutil emisario lumínico proveía efímero fulgor prestado a los números rojos y negros de las fechas. Una vez que hube apoyado los codos sobre la pulida cubierta del escritorio ubicado entre ambos, señalé con el pulgar. - ¿Ese almanaque suyo… es de chiste? El aventó la cuestión mediante un simple movimiento de la diestra. Tenía manos más bien frágiles, observé, pero podía moverlas con bastante agilidad. Fijó en mí sus ojuelos penetrantes. - Lo acosan permanentemente, ¿no es así?

persistió. Las rubias, digo. Ignoré el sarcasmo. Esa amargura no dejaba de ser comprensible en un semicalvo cincuentón como él… ¿Cuántas oportunidades tendría en un año? - Como le venía diciendo - continué, - la rubia esta tenia un problema. Recién casadita, ella, fíjese, ¡y ya sin marido! . - ¿Baleado? - Stanislavsky hizo una mueca. - Degollado - precisé. - De oreja a oreja. ¡Y los imbéciles de la policía sospechando de ese ángel ojiceleste! ¿Concibe tal barbaridad? - De modo que usted decidió aclarar las cosas, ¿cierto, López? Usé el índice erecto para echarme hacia atrás el sombrero. - Se confunde - advertí. El nombre es Flynn. - ¡No me diga! De acuerdo a la ficha... - ¡Fichas! ¡Basura! - Enderecé mi corpachón de metro noventa, y los ochenta y siete kilos que llevo entre piel y osamenta arrancaron un gemido a mi silla. - Michael Flynn, servidor, igual que mi viejo…, ¡bendito irlandés borrachín! Pero puede llamarme Mike, nomás. - Como sea - cortó Stanislavsky, - me parece

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Ilustración: Sam Cherry

que esta vez se metió en camisa de once varas… ¡La gente que anda por ahí cortando pescuezos puede resultar muy peligrosa! Alcé un hombro, en tanto un ángulo de mi boca se torcía hacia abajo. Con la mano derecha (simbólicamente), arrojé al aire las precauciones. - Estoy acostumbrado a los riesgos. Como detective privado, “el peligro es mi negocio”, ya sabe. Pero esto ya lo dijeron muchos, ¿no? - No tendrá ocasión de aburrirse, entonces. - ¡Qué va! He frenado más de un plomo en estos


años, y no sé cuántos huesos me rompieron... En cuanto a hembras, bueno…, no me .puedo quejar. ¡Apostaría a que recorrí toda la gama! - Aunque siempre con predominio de las rubias, ¿no? - sonrió él. - ¿Y a qué atribuye esa... bonanza femenil? - y se atusó el bigotillo. - Subproducto de la guerra - repuse. - Los muchachos que vuelven del frente se encuentran con más de una sorpresa... a los lados de la frente, ¿capta? Y en cuanto a las viuditas, bueno, ellas anhelan un poco de protección masculina. Así que menudean los contratos... y lo otro también, ¿ve? La boca de Stanislavsky hizo una “O” bajo el pequeño bigote. - ¡Vaya, vaya! - musitó. -Estoy un poco confuso... Esa guerra que dice…, ¿no terminó hace como setenta años? Me envaré. Nunca había podido entender qué perseguía el hombrecito con bromas como aquella. Y esos ojitos de ratón que me taladraban… Sentí que se me erizaba el pelo de la nuca. En realidad no me encontraba nada a gusto en ese estudio suyo, lleno de muebles ultramodernos y provisto de un extraño televisor con la pantalla más enorme y más chata que jamás viera. Desde luego que, de poder escoger, habría preferido jugar en mi propia cancha; solo que jamás logré engatusarlo para que celebrásemos las consultas en mi oficina de la Tercera Avenida. ¡Está uno tan bien ahí, arrullado por el rugido del elevado, al par que se regala la vista con las “pin-ups” escogidas que enchinché en los muros!... Pero había que conformarse así, por lo visto. De cualquier modo, si él esperaba alguna

reacción de mi parte ante su disparate, podía seguir sentado como estaba. Continué hablándole como si nada: - Uno se acostumbra. Claro que al principio, a uno puede llegar a arruinársele la digestión con eso de andar abriéndole ventilación extra a más de un tipo, por más que se trate de sabandijas y cucarachas de dos patas... Pero a medida que repite el trance, uno acaba por no parpadear siquiera. - Ya veo Stanislavsky - se inclinó hacia mí; su retraída barbilla anidó en el hueco de la mano. Duro como roca, ¿eh? - Es una forma de vivir - me defendí. - ¡Las hay peores!

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- El pan de cada día, ¿no? - y me estremecí a mi pesar, bajo sus ojos. - Ajá - convine. Me palpé con disimulo el costado izquierdo del saco. Para mi estupor, la 45 no estaba en su sitio. Logré ocultarle aquel desconcierto sirviéndome de mi “cara de poker”, y seguí diciéndole, con la mayor calma: - A estas alturas me imagino que debo de haber adquirido cierto oficio; sin olvidar, claro, que el “training” de Guadalcanal influyó lo suyo. Stanislavsky suspiró. ¡Demonios! Nunca habría creído que se pudiera meter tanto ruido solamente suspirando; pero así fue. Se levantó de repente y pegó con una palma sobre el escritorio; bastante fuerte, al punto que el pequeño busto de Freud, junto a su tintero, se tambaleó sobre su base de bronce. - Muy bien - declaró en tono seco. - ¡Perfecto! Así que habrá que ir a lo drástico, ¿verdad?... ¡Levántese de ahí! - me ordenó. Mientras le hacía el gusto (¡de haberse tratado de cualquier otro no se escapaba con la cabeza sana!), él se abalanzó hacia la ventana. Uno de los delgados pero nervudos brazos descorrió la cortina de un tirón. -¡Mire! - exclamó. - ¿Qué es lo que ve ahí? ¿El Empire State?... ¿El Chryrsler? ¿Times Square?... ¿El Puente de Brooklyn? Mi larga mandíbula irlandesa descendió casi medio decímetro. Ante mis ojos alelados, el romo perfil de una metrópoli subdesarrollada se silueteaba sobre los granates y lilas del atardecer. Y aquel edificio grandote, de ladrillos rojos... ¡Esta no era mi Nueva York!


- ¡Condenado Stanislavsky!... - Lo miré por entre párpados casi cerrados: dos hendeduras rezumantes de mortal resentimiento. - Conozco esa clase de trucos - le escupí. - ¿Qué basura me inyectó, eh? - ¿Inyectarle? - profirió él. - ¿Inyectarle, dice? Se le habla empurpurado el semblante, y una gruesa vena violácea le latía en la sien izquierda. Tragué saliva. Creí que empezaría a los gritos, pero en vez de eso me habló en tono muy controlado: - Así que lo inyecté, ¿verdad?... ¡Y cuando estaba inconsciente lo saqué de Manhattan! ¿Eso es lo que supone? Iba a asentir, pero él ya estaba lanzándose a través de la pieza para encender las luces, cuyo brillo repentino me hizo pestañear. Bruscamente se apoderó de mí (yo estaba algo atontado, supongo que por efectos de la maldita inyección ésa) y me arrastró ante un espejo de cuerpo entero, en el que no me había fijado antes. -¡Mírese! - conminó. - ¡Mírese bien! Se me saltaron los ojos del cráneo, mientras me recorría un frío glacial por todo el cuerpo, sin perdonar siquiera a los deditos de los pies. Quise hablar, pero no me salió ni una sola sílaba. Encarándome, estaba, un sujeto rechoncho, de cráneo ovalado y boca temblona, cuya coronilla no distaría más de metro sesenta y dos del suelo. Y aquel sombrero tan grande, que le aplastaba ridiculamente las orejas... Retrocedí. Empecé a sacudir con violencia la cabeza y me di una docena de golpes con la mano abierta en plena frente. ¡No iba a dejar que me hiciese eso!... Me dolían los párpados de apretarlos así, pero me rehusaba a

abrirlos y hacerle el juego a Stanislavsky. - ¡Vamos, déjese de eso!- la orden restalló como un fustazo en mis oídos. - ¡Todavía tiene que ver unas cuantas cosas más antes de que terminemos! Me empujó de nuevo frente al escritorio. De la gaveta central sacó tres objetos que arrojó ante mí vista. - La cédula de identidad de Marcelino López, ¡nacido en 1940! - silabeó; - su carné de funcionario del Municipio (¡ese edificio rojo que vio por la ventana!), donde trabajó 30 tediosos años, y… - hizo una pausa deliberada, - ¡una de las estúpidas revistas de “Mike Flynn, Detective Privado”, con cuya personalidad eligió identificarse, a fin de evadirse de la frustrante realidad de una irremisible rutina! ¡Vamos, mire! ¡No dé vuelta la cara, hombre! ¡Vea la realidad tal cual es! Timbre de alarma. - ¡Ya sé lo que trama el maldito! Como buena rata del Kremlin, intenta aplícame sus diabólicas tácticas de lavado cerebral… ¡Pero no voy a dejarlo! - ¡Ya verás, perro bolchevique! Una nube roja me enturbia la visión. Embisto igual que un toro enfurecido, decidido a acabarlo... Pero de pronto me encuentro inmovilizado, los brazos a la espalda, el torso ceñido como salamín. ¿De dónde salieron esos tipos de blanco?... ¡Traición! - ¿Está bien, doctor? - oigo decir a uno. . - No fue nada. - Stanislavsky se arregla la ropa. - Confieso que no esperaba que el shock terapéutico le afectase así. ¡Estos sujetos suelen ser pasivos! Claro que posiblemente haya influido la

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tendencia antisoviética que campeaba en esos relatos de la era macartista,.., como los de Mike Flynn. En fin, por el momento vuélvanlo a su cuarto y... doble medicación, ¿eh?, Sus palabras carecen de sentido para mí. ¡Sé bien quiénes son y lo qué se proponen! Creen tenerme a su merced ¡pero no saben con quién se metieron! Me les escaparé. Y terminaré haciéndoles trizas, igual que a todos los infelices que se han cruzado en mi camino. Yo respiro peligro mezclado con el aire… ¡Soy como una roca! ¡Pobres de ellos!... - THE END -



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