INDICE La Aventura continúa...
PORTADA
Alejandro Figueroa 01
EDITORIAL
William Gezzio
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CELINA y su Team
William Gezzio
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BRECCIA El Viejo
Andrés Trías
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STAFF
EL RATA
Enrique Ardito
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EDITOR RESPONSABLE: William GEZZIO
MAZMORRAS MEMORIALES
Carlos M. Federici
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EQUIPO CREATIVO:
YAMANDU COLLAZO
Cortazzo/Gezzio
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Sobrevolando a SUPERMAN
Darío Valle Risoto
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EL MUSEO
Andrés Trías
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CAPITÁN ROCKET
Carlos Acevedo
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DISPARO VIRTUAL
Federici/Barreto
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Maestros: JOSE RIVERA
William Gezzio
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Carlos ACEVEDO Enrique ARDITO Ignacio CALERO Gustavo CORTAZZO Carlos M. FEDERICI Alejandro FIGUEROA William GEZZIO Gonzalo PALMER Andrés TRÍAS Darío VALLE RISOTO
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DISEÑO GRÁFICO: Andrés TRÍAS
Año 1- No 1 - Setiembre 2014
EDITORIAL Por William GEZZIO
Un nuevo comienzo... La Aventura continúa... La revista Balazo impresa en papel nació por iniciativa de un grupo de dibujantes, a fines de 1999. Tuvimos que hacer un gran sacrificio económico e invertir nuestro tiempo robado al descanso para dibujar y diseñarla. Así fue que publicamos 9 números, que quedaron en el recuerdo. A fines del 2000, cerramos Balazo. El mercado para las revistas de historietas era, y sigue siendo muy cerrado. Aquél grupo se dispersó y tomamos diferentes caminos en el arte de la historieta.
Pero ahora, junto a un nuevo grupo de colegas que comparten el gusto por la narrativa en cuadritos, y al contar con otras formas de hacer revistas como son los medios digitales, hemos encarado un nuevo Balazo, acorde a los tiempos pero sin olvidarnos de la génesis de su orígen: la historieta clásica y de aventuras. Hemos puesto toda nuestra dedicación y esmero en sacar un buen producto, que nos represente en la gigantesca feria de los comics de Internet. Creemos que siempre podremos mejorar. Los próximos números darán cuenta de ello. ¡Porque en Uruguay también se hacen buenas historietas! Por eso esperamos sus comentarios a nuestro email: balazodigital@gmail.com y les invitamos a que visiten nuestro blog: balazocomic.blogspot.com o también a nuestra página en Facebook: balazo 3000. Nuestro más ferviente deseo es que este nuevo número sea el primero de una larga serie de Balazos!!! Saludos, amigos historietófilos.
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Color: PALMER
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De Tinta Somos Por Andrés TRÍAS
BRECCIA el Viejo Conversaciones con Juan Sasturain Un material imprescindible para el lector de historietas, en especial para el fanático de la obra del artista uruguayo. La edición de Editorial Colihue reúne una serie de conversaciones con nuestro querido compatriota, mantenidas con el periodista y guionista argentino, atesoradas durante años hasta que pudiesen reflejarse en este sensacional libro.
“Breccia el Viejo" recorre la prolífica trayectoria del Maestro desde sus inicios, sus primeras experiencias como dibujante, sus éxitos y fracasos, pero en especial un esfuerzo por reflejar el gran ser humano detrás del artista, con sus luces y sus sombras, cuestionando inclusive algunos mitos en torno a su personalidad. Parafraseando al autor, no corresponde explicar exhaustivamente quién fue Alberto Breccia (Montevideo 1910- Buenos Aires 1993). Señalar simplemente que renovó la historieta nacional e internacional como medio expresivo a mediados del siglo XX. Creador de grandes personajes ("Vito Nervio", "Sherlock Time", "Mort Cinder", "Buscavidas", "Perramus") junto a geniales escritores (Oesterheld, Trillo, el propio Sasturaín), adaptador exitoso de autores de la talla de Lovecraft, Poe, Quiroga o Sábato, docente de otros grandes dibujantes argentinos. Esta entrañable obra explora en otros aspectos de la vida del uruguayo, comenzando por sus orígenes familiares, sus primeros intentos como dibujante humorístico (Breccia quería ser caricaturista o
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humorista gráfico en sus comienzos) para escapar al duro oficio de tripero, sus primeras publicaciones en los medios de la época. Los diálogos entre el artista y el periodista rescatan un momento mágico para la historieta argentina, con las dificultades personales al no contar con una formación profesional, debiendo aprender a los golpes para perfeccionarse, aunque con una autocrítica muy dura para juzgar su producción. Sus comienzos en la Editorial Láinez le permitieron conseguir con esfuerzo sus primeros trabajos pagos. Surgen sus primeros personajes ("Rosengran", "Ralph Norton", "Rocambole","Kid
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De Tinta Somos de Río Grande", "Mariquita Terremoto"), en estilos más realistas o humorísticos. Posteriormente vienen otras experiencias ("Gentleman Jim" para la revista "Bichofeo", "El Vengador" para "El Gorrión"), su pasaje por la "Patoruzito" de Dante Quinterno ("Jean de la Martinica", en especial "Vito Nervio") y por el diario "La Razón" ("La ciudad de oro" de Emilio Salgari, "Puño Blanco"). Su trabajo como historietista se complementó además con su labor como ilustrador para publicaciones infantiles para las editoriales Abril y Kapelusz. Junto con Abel Santa Cruz (con
seudónimo de Lépido Frias) realizó "Pancho Lopez" para editorial Codex. También en "Patoruzito" realizó "Club de Aventureros" (Wadel en el guión) y otras historietas históricas. Posteriormente viene su inclusión en la escuela Panamericana como docente, sus trabajos para Inglaterra, el encuentro con Oesterheld para crear algunas de sus obras vitales ("Sherlock Time", "Ernie Pike", "Richard Long", "Mort Cinder", "Vida del Che", "El Eternauta"), su asociación con otro genial guionista como Carlos Trillo ("La gallina degollada", "La pata del mono", "Buscavida", los cuentitos infantiles para "El Péndulo"), las adaptaciones de Poe ("William Wilson" junto a Saccomano, "El corazón delator"), "Drácula", "Perramus" (con Sasturaín), "Informe sobre Ciegos" (adaptación de un segmento de la novela "Sobre héroes y tumbas" de Ernesto Sábato), entre muchas otras. Además de una recorrida exhaustiva sobre toda su carrera, lo interesante del libro es el rescate de anécdotas o características poco conocidas en torno a su profesión y su vida personal. La vida en su barrio de la infancia, Mataderos, los códigos de la época para vincularse. Los fracasos en sus intentos por comenzar negocios propios. La relación con sus distintos amigos, algunas traiciones. El período en el cual rechazó dibujar. El reconocimiento europeo. El encare previo a cada historieta, el proceso en el cual define el estilo a utilizar. Sus gustos y pasiones, ferviente lector desde pequeño, recolector de todo libro de su infancia, en particular los que perdió por distintos motivos. Sus contactos con el arte y la pintura. Y un capítulo final para explayarse sobre sus preferencias en la música, el cine, la literatura, entre otros.
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Sobre el final, merece recordarse la vasta trayectoria de su interlocutor, Juan Sasturain (1945), periodista, guionista de historietas y profesor de Literatura. Figura clave en "Fierro" la inolvidable publicación del género, autor de "El domicilio de la aventura" (recopilación de artículos sobre dibujantes y títulos de comic), conductor de "Continuará", ciclo televisivo dedicado a la historieta argentina. Junto con Alberto Breccia, creo la saga de "Perramus", una novela gráfica que recibió diversos premios internacionales, "Ultimo tango en Buenos Aires" y "Palabras sueltas, colores cautivos", así como adaptaciones de clásicos de la literatura sudamericana (Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez). "Breccia el Viejo", un libro sumamente recomendado para acercarse o profundizar en la vida y obra del notable artista oriental. BRECCIA el Viejo. Conversaciones con Juan Sasturaín. Editorial Colihue, 2013.
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Mazmorras Memoriales Por Carlos M. Federici
HISTORIETAS DE
TERROR
¡B
UENAS NOCHES!... El Vigilante Nocturno os saluda… ¡Pasad…, pasad sin temor! Aquí, en la soledad de estas mazmorras, donde el ciego instinto de las arañas teje incansablemente sus viscosos encajes…, donde el nitro (como decía Montresor) “centellea en blancos bordados” sobre las húmedas paredes y el drip-drip de las filtraciones se sucede, sin más ritmo que el que el azar determina, golpeando sordamente sobre las duelas de los toneles de amontillado…, aquí mismo…, flotan, invisibles e intangibles, los fantasmas de las viejas y extintas revistas de historietas… ¡Ah! ¿Se os antojaría poder leerlas…, imbuiros de sus nefandos contenidos? ¡Pues para eso está quien os habla, el Vigilante Nocturno, quien mediante antiguos y blasfemos conjuros virtualizará para vuestro secreto deleite lo más escogido de ese profano material…, traducido y remozado, a fin de que podáis apreciarlo en todo su oscuro esplendor!... ¡Adelante, mis amigos…, la función va a comenzar!
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Mazmorras Memoriales En nuestro primer encuentro voy a referirme a un género que seguramente cuenta con las preferencias de un alto porcentaje de mis visitantes: ¡el Terror!... Esta veta sombría de la humana creatividad ha producido obras memorables tanto en la literatura como en el cinematógrafo…, y en el campo de la Historieta no se ha quedado atrás. Muchos de los grandes guionistas y dibujantes realizaron lo mejor de su obra precisamente en esta vertiente de la narración gráfica; todos se han labrado un sitial de privilegio en la memoria de los aficionados.
El primer número -y también el únicodel primer comic book dedicado al género terrorífico: “Eeire” (1947), de editorial “Avon”.
“Adventures into the Unknown”,editado a partir de 1948 por“ACC”, fue el primer comic book de terror que se perpetuó durante casi dos décadas (1947-1968)
Pero…, empecemos por desterrar un mito: contra lo que reza la opinión generalizada, el Terror, en la Historieta, no comenzó con el legendario sello “EC Comics”, y tampoco fueron ellos “los mejores” en la especialidad. Antes de “Tales From the Crypt”(“Cuentos de la Cripta”) o “The Vault of Horror”(“La Bóveda del Horror”), que debutaron a principios de la década del 50 del pasado siglo, ya se había incursionado en esta modalidad: en 1947, “Eerie” (“Escalofriante”), un comic book de la editora “Avon”, se aventuró, pionero, por estos rumbos, aunque el intento naufragó con el primer número (cuatro años más tarde, ya en auge el género terrorífico, el título sería retomado, esta vez con mayor durabilidad, por el mismo sello); y en 1948 la prolífica editorial “ACG” (“American Comic Group” ) presentó
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Mazmorras Memoriales el primer número de una serie destinada a perdurar por casi tres décadas, “Adventures into the Unknown” (“Aventuras en lo Desconocido”), que puede con justicia considerarse como el verdadero iniciador, en forma continuada, de uno de los géneros más exitosos que tuvo la Historieta, llegando a opacar, en su momento, a los mismísimos “Superhéroes”… ¡El Terror! También otras empresas se volcaron a ello, siendo notorias las revistas de “Harvey Comics”, “Ace” y “Standard”…, y desde luego no podía faltar el aporte del camaleónico y perdurable Stan Lee, que produjo para el entonces llamado sello “Atlas” (mismo que con el transcurrir del tiempo acabaría por devenir en el imperio “Marvel”) notables trozos de breve narrativa secuencial. De estos he escogido una historieta que ilustrara un gran dibujante, hoy por hoy injustamente relegado al olvido: Bill Benulis (1928 2011), dueño de un estilo muy personal, que dejó impactantes muestras de su talento en las páginas de “Menace” (“Amenaza”), “Uncanny Tales” (“Historias Insólitas”), “Astonishing” (“Asombroso”), “Marvel Tales” (“Cuentos Maravillosos”), “Spellbound” (“Hechizado”) y otras revistas de la fecunda casa editorial.
Bill Benulis (1928 - 2011) colega de la anterior generación, Fred Guardineer en empleado del servicio postal, posiblemente en procura de una seguridad económica que el oficio de historietista estaba lejos de brindarle. He aquí, pues, “The Day of the Vampire” (“El Día del Vampiro”), un relato, como dice su presentación, “que os tendrá en vilo hasta el final”… ¡DISFRUTADLO!
“Spellbound”, uno de los muchos títulos del género terroríficos que edito el sello “Atlas”, bajo la batuta de Stan Lee.
Lamentablemente, la trayectoria de este gran artista fue breve, retirándose al cabo de pocos años para convertirse al igual que otrora lo hiciera su
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(Versión en castellano del original moldavo: C. M. Federici.)
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Personajes Por Darío VALLE RISOTO
Sobrevolando a SUPERMAN La cultura usamericana ha impactado en todos los rincones del mundo y el cine ha sido su mayor caballo de batalla en esto de hacernos querer ser “americanos”. Pero hay otro formato de entretenimientos muy ligado al cine: el cómic. Historietas, revistas, tebeos, las hoy pomposamente rebautizadas como “novelas gráficas” han superado por varios años aquella idea de que leer revistas con historias narradas en viñetas era cosa de niños.
por algunos editores) tardó casi cinco años en instaurarse definitivamente como un verdadero ícono de la cultura usamericana.
Y hubo un personaje que fue el primer denominado “súper héroe”, también el primer personaje en tener una revista enterita con su nombre, hasta que apareciera la Superman número 1, los personajes compartían las páginas de revistas como “Action Comics” o “Amazing Adventures”. Todos más o menos conocemos la historia de cómo este personaje (en principio resistido
No faltaron los que vieron en este hombre vestido con calzas ajustadas azules y capa roja un símbolo del imperialismo del norte y probablemente de alguna manera lo fue. Luchar por la verdad, la justicia y el modo americano de vida es su consigna, de todas maneras el personaje ha sido lo suficientemente seductor para que hasta el más izquierdista de los hombres sueñe alguna vez con
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Personajes remontar los cielos con la sola fuerza de su voluntad e imponer la justicia en un mundo exponencialmente injusto. Superman desde 1938 a la fecha ha sufrido transformaciones, le han descontado algunos poderes, lo han casado, divorciado y hasta le cambiaron su icónico traje quitándole los shorts rojos, pero sigue siendo el principal superhéroe de la mitología de la editorial DC, y aunque nunca lo admita, la envidia de Marvel Comics. También lo mataron, por si faltaba poco, pero luego resucitó. Superman marco el camino en los denominados súper hombres, súper seres, meta humanos, o como queramos llamarles a aquellos hombres y mujeres que tienen el don o el castigo de poseer habilidades superiores a la de los mortales. Si Superman instauró la mitología de los súper hombres y entronizó a la editorial DC como una fuente de innumerables personajes, fue Marvel que los bajó del olimpo y los hizo caminar a nuestro lado, muchas veces sin identidades secretas pero paradójicamente ocultos entre nosotros. Pero la verdad fue Clark Kent que nació con el fenómeno inverso de ser la personalidad secreta de Kal-El, un extraterrestre Kryptoniano adoptado por dos campesinos de Kansas en el medio oeste de los Estados Unidos justamente cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
Increíblemente en su origen, Superman no volaba pero podía saltar más alto que un rascacielos, fue unos años después que comenzó a volar. No sabemos si fue primero en la historieta o en la serie radial (que tuvo enorme éxito) y fue el preámbulo de llevar a este ícono de la cultura usamericana al cine. En el Uruguay lo conocimos a través de las ediciones en revistas de la editorial mexicana Novaro, que instauró una especie de juego perverso con algunas alteraciones en el nombre de varios personajes pero posibilitó que gran cantidad de estos seres luminosos, fantásticos e increíbles poblaran la imaginación de los niños de al menos dos décadas entre los sesenta y los
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setenta. Lamentablemente esta editorial dejó de existir y una larga pausa puso a Superman en otros formatos pero nos distanció mucho de su origen en las viñetas. Hoy día, la editorial DC trata de luchar contra una retirada de lectores, que busca nuevos modos de leer a través de formatos electrónicos, pero sabemos que Superman seguirá existiendo en el corazón y el sueño secreto que todos los hombres tenemos de vencer las leyes de la física, cambiar los causes de la historia y tal vez de vez en cuando volvernos tan simples, ingenuos y sencillos como un periodista llamado Clark Kent.
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Relatos Por Carlos ACEVEDO / Ilustraciones: Ignacio CALERO
Capitán ROCKET Exposición Universal de París, 10 de mayo de 1899 Aquí está el mundo, mon cher.me dice Jeanne con orgullo nacionalista, mientras termina su café sin dejar de mirarme con sus intensos ojos azules, esos mismos ojos que intuí en la desnuda oscuridad de una vieja buhardilla de Montmartre, mientras recorría su cuerpo y el Sena ronroneaba allá abajo. La Exposición Universal es el mundo y mucho más. Es el futuro. Había visto a unos tales Lumiére proyectar imágenes en movimiento sobre una tela blanca, un tren
que se acercaba, con tanto realismo, que me pareció oír el desenfrenado traqueteo de las ruedas sobre la vía y el salvaje chillido del vapor saliendo por la chimenea. Vi a Monet charlando con Renoir sobre la incidencia de la luz en la pintura, vi un automóvil que no funcionaba a vapor, y un prototipo de una futura máquina volante más potente que las anteriores. La entrada es por el Palacio del Trocadero, suntuosa construcción en forma de herradura, recargada de la más fina platería y joyería de los últimos dos siglos, vajilla de oro, vestidos bordados con hilos de plata y pedrería, copas como cálices y, más allá, el suntuoso jardín habitado por rosas de todos los colores formando rosetones, locomotoras bufando en la fría tarde, los mil idiomas y dialectos del mundo, damas de largos vestidos, gente de túnica y turbante, aborígenes de taparrabo, de piel oscura como el carbón, danzando con precisión y sacudiendo sus plumajes de colores, cosacos, indios de alto penacho, japoneses vestidos a la usanza samurai, las graciosas y elegantes geishas, reyes, maharajaes, gurués. Y mirándolo todo desde su monstruosa altura, el adefesio metálico al que llaman Torre de Eiffel.
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Descubrimientos científicos que cortan la respiración, aromas de comidas de todas partes del globo entremezclados con el perfume de las señoras, el sutil aroma de las flores, la fetidez del ganado, voces, gritos, risas, un sinfín de colores, pintores, escultores que sacan hermosas criaturas de mármol de adentro de la piedra, orfebres que trabajan delicadas piezas con precisión, arquitectos que muestran planos del mundo del futuro,
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Relatos escritores que recitan en todas las lenguas conocidas por el hombre, representaciones de grandes batallas de la historia, himnos, opera, danzas tribales, Can Can y Polka, Malambo y Vals, lujosos pabellones Art Nouveau, famosos exploradores relatando sus asombrosas aventuras, dramatizaciones de las vidas de santos, héroes, filósofos, réplicas de templos griegos, del Taj Mahal, de la Torre de Pisa, del Coliseo, de Macchu Picchu, leones, tigres, elefantes danzantes, acróbatas, tragafuegos, hombres en zancos, contorsionistas, selvas, desiertos en miniatura, recorrer el mundo entero en pocos kilómetros. París era la capital del mundo, era la Belle Epoque en todo su esplendor. - El café más fuerte que he tomado.- dice Jeanne con expresión compungida al salir del Pabellón de Colombia. Mi fachada de hombre tímido, hipocondríaco, mi expresión de intelectual de gafas y pajarita me impiden relatarle mis experiencias, cómo tomábamos, allá en el desierto, un asqueroso brebaje que contenía un poco de café y algo de tierra y excremento seco, sólo para tener algo caliente en las tripas. Yo sobreviví a la masacre de Little Big Horn, vi un grupo de indios apuñalar a Custer hasta arrancarle los ojos y la mandíbula, y vi soldados violar niñas tan pequeñas que apenas podían caminar. Pero me limito a reír con expresión bobalicona y sigo caminando. Más allá está mi viejo amigo “Búfalo” Bill Cody con su troupe de artistas del Viejo Oeste, un colorido grupo de indios, vaqueros, cosacos, hindúes, gauchos, tiradores, que representan viejas batallas con tiros de fogueo, carretas prendidas fuego, exhibiciones de lazo y de tiro. Sé que entre ellos está Annie Oakley, la vieja Annie con sus clásicas rutinas de rozar una baraja a treinta pasos con un disparo de su Colt, darle a un centavo en el aire, a un cigarrillo en la boca de algún valiente, o a una manzana
en la cabeza de su perro George, aunque debo admitir que la que más me gusta es cuando, con su arma de caño doblado, tira hacia atrás valiéndose de un espejo, y le acierta a lo que sea a veinte o treinta pasos. Fueron buenos años, pero terminé hartándome de las mujeres como ella. Todavía llevo la marca de su plomo que me rozó sobre la oreja derecha, cuando en medio de una discusión tomó su viejo revólver y apuntó hacia mí. Si puedo contarlo es porque me alejé lo suficiente, unos sesenta o setenta pasos, y Annie llevaba quizá ocho whiskys encima. Ahora que ya estoy viejo, que anduve por todo el mundo peleando con criaturas mecánicas, perversos orientales, cocodrilos, dinosaurios de mundos perdidos, hindúes de puñales retorcidos, mexicanos, indios, negros, amarillos, merezco un poco de paz y descanso, y una mujer como Joanne, hija de un rico comerciante, heredera de una de las más grandes fortunas de Francia, tranquila, refinada, recatada en sociedad y ardiente en el amor, es justo lo que necesito. Ya no quiero mujeres que puedan tomar más que yo sin desplomarse, ni eructar o golpear más fuerte que un minero. Si señor, un poco de paz. Por eso me retiré, aunque sigo llevando mi viejo portafolio, más por hábito que por necesidad. Un tumulto, gente que corre, gritos, algo que hace temblar la tierra bajo mis pies. Aún entre el caos de gente y sonidos de la feria siento el olor del peligro, esa sensación en la nuca que nunca me falló en cuarenta años. El portafolio tiembla en mi mano, y sé lo que tengo que hacer aún antes de ver el enorme robot aplastando construcciones y gente. Busco a un policía y le dejo a Joanne, y luego echo a correr entre los aterrados visitantes, buscando un lugar donde esconderme. Mi fachada de hipocondríaco ha tejido la leyenda de que llevo medicamentos, elixires, pócimas y tónicos varios en mi portafolio.
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Me meto en el Pabellón de la India, vacío y medio derruido. Afuera, oigo el metal chirriante, los pistones siseando malignamente. Siento el peso del propulsor en mis espaldas, y el vapor va moviendo sus engranajes, transpiro, la máquina comienza a rugir, como si fuera la primera vez. Me pongo el antifaz, y el Capitán Rocket está de vuelta. Salgo disparado hacia el cielo, atravieso la tienda y mi corazón se acelera sólo un poco, siento mi respiración agitarse pero intento calmarme. El cálido viento de mayo se enfría contra mi cuerpo, y la gente, los pabellones, los colores y las formas se van alejando. Llego hasta la altura del falso ojo del robot, seguramente alguna clase de mecanismo por el cual alguien ve a distancia, y su enorme mano, tan larga como un árbol y tan ancha como un muro, intenta ahuyentarme, como si fuera un mosquito molesto. Haciendo girar las palancas del propulsor logro evitarlo una y otra vez, aunque siento la mano del gigante metálico silbando a pocos centímetros de mi cuerpo. Si me acierta me partirá en dos como a una rama. Pero no importa si muero hoy, antes debo salvar a esta gente. El robot es demasiado grande, no voy a poder detenerlo solo. Veo una antena en su cabeza oxidada, y entiendo que alguien debe estar manejándolo eléctricamente a distancia. Miro hacia abajo, entre la muchedumbre que corre, y veo un pabellón que no está destruido, rodado de pabellones en ruinas. En la puerta, dos tipos con aspecto de matones vigilan. No los veo bien, pero me son familiares, y una corazonada me hace bajar. Desciendo en diagonal, siento el viento en mi rostro cortándome la respiración, el calor en mi espalda, el vapor que quema mis botas, el olor de la muerte y la destrucción. El robot sigue avanzando, destruyendo todo a su paso. Paso entre los matones derribándolos, y atravieso de cabeza una puerta de vidrio. La adrenalina anula todo dolor. La rabia me inunda cuando veo la reluciente y maligna calva que tanto aprendí a odiar, la malévola cabeza del
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Relatos
Doctor Shatori, mi viejo enemigo. Hoy terminará todo, de una forma u otra. Me lanzo sobre él con toda la fuerza de mi propulsor y lo derribo, pero se recupera rápidamente y me golpea. Estoy viejo, pero la furia me da fuerzas. Debo llegar ante los controles y apagar el condenado robot antes de que mate a todo el mundo. Peleamos con la rabia de toda una vida de enemistad, me golpea en la cabeza con una barra de metal y por un instante todo se oscurece. Ataco ciego y le quito la barra,
lo golpeo con fuerza en la nuca y siento su cráneo crujir bajo mi golpe, pero sigo golpeando en el mismo lugar, hasta que la barra se hunde en su cerebro. Destruyo los controles, los destrozo hasta que las chispas comienzan a saltar y el lugar toma fuego. Enciendo nuevamente el propulsor y logro escapar antes de que el incendio me devore. Pero el condenado robot sigue andando. Avanza hacia la condenada torre, y debo evitar que la derribe.
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Queda una sola opción, y no es agradable. Será una buena muerte, pienso mientras me lanzo de cabeza hacia las fauces de la bestia mecánica. Entro por el falso ojo de su frente y me lastimo el hombro. Estoy en el cerebro de la criatura, puedo sentir los pistones aullando dentro de su vientre metálico, los engranajes que chirrían unos contra otros, un mundo de ecos y chasquidos, el olor del aceite, el bramido del motor. El calor me quema a través de la ropa. Mi propulsor empieza a encender los cables de la bestia, y el autómata comienza a detenerse, sus pistones y mecanismos se apagan, quejumbrosos. Entre el humo y las llamas, veo el Sena, reluciente bajo el sol de la tarde. No tardaré en abrasarme aquí adentro, pero al menos no moriré en una cama mirando el techo. La criatura se tambalea, y comienza a caer. Me aferro a un engranaje casi tan alto como yo y cierro los ojos. Crujir de metal, mi ropa que comienza a tomar fuego, el vértigo de la caída, mis oídos que zumban. El choque contra el suelo, el cuerpo metálico que atraviesa un puente, la cabeza que se hunde en el Sena. Silencio, oscuridad, tal como imaginaba la Muerte. Pero las frías aguas del río me despiertan, y estoy acostado sobre una chapa de metal, con sangre seca en la frente, un brazo casi paralizado y dolores en músculos y huesos que no sabía que tenía. Siento, como en un sueño lejano, las campanas de los carros de bomberos, los silbatos de los policías, el crepitar de las llamas. Estoy magullado, pero vivo. Pienso en Joanne, y en cómo voy a explicarle mi repentina desaparición, mis heridas, mi ropa mojada y chamuscada. Aunque pensándolo bien, quizá pueda buscar a Annie y, si logro ablandarla con un par de buenos recuerdos y algunos tragos, podré sentir la suave brisa de mayo junto a su cuerpo mientras miramos la luna parisina. Después de todo, ha sido un día demasiado tranquilo.
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Maestros uruguayos Por William GEZZIO
José RIVERA José Rivera Giacoia es uno de los más completos artistas que ha publicado en nuestro país. De la calidad de un Salinas, Breccia o cualquier otro de los clásicos, ya sea porque siempre se mantuvo en el bajo perfil o porque nunca generó “noticias escandalosas”, ni se integró a las nuevas generaciones de dibujantes, el hecho es que don José es poco o nada recordado, salvo por los más veteranos, que gustaron y admiraron su excelente obra.
Rivera en la Escuela Uruguaya de Arte (1977)
Desde el chiste político, la caricatura, la historieta gauchesca y para niños, hasta cuadros históricos de grandes dimensiones pintados al óleo, ya tiene un lugar entre los grandes del arte. Hombre de pocas palabras pero de mucho hacer, dedicó más de 40 años al dibujo y la pintura, díariamente. Fue el principal dibujante del diario El Día, donde realizó innumerables ilustraciones, caricaturas e ilustraciones a todo color, pero se destacó con una tira diaria que sería su ópera prima, la de mayor relevancia y por la que se le recordará eternamente: “Ismael”, de Eduardo Acevedo Díaz.
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Maestros uruguayos Dibujó unas 218 tiras magistralmente. El mayor problema que tuvo fue la adaptación del engorroso relato a tira, de 3 cuadritos diarios. Al principio fue ayudado en el guión por uno de los periodistas del diario: Antonio Garcia Pintos y luego por su colega y amigo: el caricaturista José Mariños quien le ayudó en el texto, pero pronto se quedó solo con todo el trabajo de condensar la novela y dibujar la tira para entregarla noche a noche en la fotomecánica, que hacía los grabados previos a la
impresión. Todo el esfuerzo que le demandó la tira y el casi nulo pago que le hicieron, terminó por cansarlo y no querer dibujar nunca más tiras diarias. Además tuvo la desgracia que un avivado le hizo creer que podía distribuir esas tiras en diarios argentinos y de otros países. Con la credulidad de un hombre bueno, le dio todos sus originales y el avivato desapareció para siempre. Cuando pasó el tiempo, Rivera quiso tener los grabados como capital artístico y fue a buscarlos al diario, pero ya habían sido fundidos. Así que lo único que quedó de aquella extraordinaria tira fueron las impresiones que se pueden tomar de los diarios en la Biblioteca Nacional, pero como están en papel de diario e impresos por sistema de rotativas de los 50´s, lucen muy mal impresas. Balazo consiguió publicar en sus primeros 8 números, todas las primeras tiras retocadas, logrando rescatarlas del olvido.
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Maestros uruguayos Un poco de historia... En 1956 comenzó su carrera dibujando una historieta humorística: Ben Bollo, sátira a Ben Bolt, publicada en el semanario humorístico “La Gaceta Sideral”, en un estilo muy cercano a uno de sus admirados dibujantes: Jack Davis. En 1958 creó “Patricio York”, un marinero inglés que desertó de un barco, convirtiéndose en criollo de estas tierras. Se publicó en el diario El Día, bajo el título de “Las aventuras de un inglés en el Río de la Plata”, (la tenemos en etapa de restauración para publicarla en Balazo Digital), fue impresa en la revista Bandera Negra con otro título: “Patricio York, el gringo de las cuchillas” Estas tiras fueron la matriz de lo que sería después “Ismael” en 1959, su culminación como historietista. Consigue publicar en El Escolar del diario El País, en la revista Lunes, en Selecciones Uruguayas Escolares, Mundo Uruguayo, La Pipeta, Al Rojo Vivo, Fútbol Actualidad, Moñita Azul, Patatín y
Patatán, Anuario del Banco de Seguros y trabajos esporádicos para agencias publicitarias. Ya con trabajo fijo en El Día, donde realizaba caricaturas de políticos, ilustraciones y dibujos humorísticos y retoque de fotografías, para los diferentes suplementos del diario, en 1966 le asignaron las ilustraciones de un nuevo suplemento: El Día de los Niños, allí Rivera desplegaría toda una serie de recursos artísticos principalmente con la témpeera una de las técnicas que domina magistralmente, ilustrando cuentos, haciendo las tapas; y volvió a la historieta con “Paloma y Pequitas” con guiones de Eduardo Ferrer (L.Fante), y luego, también en cuadritos, comenzó “Las aventuras de Pepe Ñandú y el mono Fosforito” que la continuaría yo, en guiones y dibujos, porque Rivera no podía cumplir con tanto trabajo. Rivera se retiró del diario en 1999 y dejó casi por completo el dibujo, excepto un cartoon sobre raros hechos deportivos que le guionaba Luís
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Prats, era sindicalizado para América por la agencia DPA y que en Montevideo, publicara el semanario Búsqueda, pero hace años dejó de dibujarlos. Sus últimos trabajos artísticos fueron la ejecución de grandes cuadros al óleo con temas marítimos e históricos, que pueden apreciarse en las oficinas de la Marina en el Puerto capitalino. Addenda: Quiero agradecerle la generosidad y buena voluntad que tuvo para conmigo, desde que llegué al diario con mi carpeta bajo el brazo, compartí su mesa de dibujo, sus conocimientos y experiencia durante casi 20 años, aprendíendo muchísimo, ya que yo traía la teoría y él tenía la experiencia de un artista fuera de serie.
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