NĂşmero de palabras: 629 Autor: Shayla Grijalva
LOS TRES CHIQUITOS
María del Pilar, como le llamaba su abuelo, porque creía que Shayla no era un nombre para su nieta favorita, junto a sus hermanos, vivían la aventura más alegre el día, cuando caminaban hacia el campo. La gente caminaba por las calles llenas de polvo, intentando por cualquier medio que la tierra inundara todo su cuerpo al paso de un carro. Artefactos que por cierto no abundaban tanto por la década de los ochenta. Alegres, emocionados, llenos de todos los sentimientos que trae al corazón de cualquier infante que disfruta su niñez despreocupadamente, los tres ¨chiquitos¨ como les
llamaban en casa, aventura.
se disponían para la
Walter, el mayor, apresuraba los pasos de sus hermanos, -muchá apúrense, no nos va a dar tiempo de cortar los nísperos, Iván y Shayla por su lado sin tanto afán respondían al apresurado mensaje caminando aún mas lento... ala gran muchá, vamos a llegar tarde, reponía Walter, cosa que a los menores los tenía sin cuidado. Llegaron entonces al lugar planeado, lleno de árboles de gravilea y cafetales, la gravilea
utilizada para brindar a los cafetales la sombra necesaria para que sus frutos sean aún de mejor gusto. Telas de araña impedían el paso de los aventureros, como si supieran que la aventura consistía en ponerse e peligro, al trepar cualquier árbol o cerco y alcanzar los frutos tan apetecibles: los nísperos. El níspero es un fruto de color amarillo, cítrico, que se da por temporadas, específicamente en verano, muchas veces su árbol utilizado para marcar los límites entre terrenos, cumpliendo la función de poste para que luego se coloquen tiras de alambre espigado y crear los cercos.
Pero bueno... no estamos hablando de terrenos, ni cercos, la aventura sigue cuando en primer lugar para esta misión era importante la evaluación, observar cuidadosamente los racimos de nísperos que estaban maduros, luego la fase de planeación de la estrategia de cómo alcanzarlos... que aunque lo creamos fácil, nos llevaba un buen rato. Iván, temerario para tomar decisiones, se encaramó en las tiras de alambre, utilizándolas como peldaños para llegar a la cima de los mismos y trepar a la primera rama del nisperal, gran sorpresa cuando vió cubierto de hormigas su brazo... -Muchá... me pican las hormigas- -Jajajajasoltaron las resonantes carcajadas, Walter y Shayla, ¿En serio? preguntaron... ¡Y qué creen pues, que estoy actuando o qué!
Dando un gran salto Iván se liberó del tormento de aguantar los piquetazos de las hormigas, que posiblemente estaban luchando porque ninguno de los tres intrusos se llevara con ellos el delicioso fruto que garantizaría su alimentación durante mucho tiempo. Pero pretender que ellas sabían que el objetivo era llevarse la fruta es mucha fantasía. Walter tomó el mando de la situación, era imposible pensar que Shayla pudiera hacerlo, si lo vemos desde el paradigma que una
niña tiene prohibido trepar árboles, porque es un juego de hombres y no de mujeres: pero en este caso a Shayla muy poco le importaba o muy poco sabía de las limitaciones femeninas que la sociedad impone y de un jalón retiró a Walter del primer escalón y ella comenzó a trepar. Alcanzó la rama que tenía los racimos más maduros, los arrancó, para luego tirarlos al suelo, sus hermanos eran los encargados de amontonarlos a un costado del árbol, poniéndolos lejos de la fila de hormigas que se formaba desde su hormiguero y que incontables se distribuían por todo el árbol. -Ya mucháesas fueron las dos palabras que sellaron la aventura de conseguir la
merienda de esa tarde. El camino de regreso pintaba mejor, en los suéteres habían hecho alforjas provisionales que servían para llevar los nísperos que iban a ser repartidos equitativamente en la casa... por cierto, la casa, en donde nadie sabía en dónde pasaban tantas horas los niños amorosamente llamados ¨chiquitos¨.