Viajes

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ASTROTURISMO

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Profesionales y aficionados de todo el mundo se reúnen en el desierto de Atacama para estudiar y admirar algunas de las mejores panorámicas del universo. El fenómeno es consecuencia de las condiciones climáticas únicas que tiene el norte de Chile, que hacen que sus cielos sean los más limpios y claros de todo el Hemisferio Sur. Por Yelly Barrios. Fotografías: ESO & García TorRes.

Caída del sol en La Silla, a 2.400 metros sobre el nivel del mar, en Coquimbo.

Los nombres técnicos

Desde la inauguración de La Silla al presente, pasó casi medio siglo; un tiempo muy corto en este ámbito en el que se estudian fenómenos que ocurrieron a millones de años luz de la Tierra, pero muy muy largo si lo comparamos con la evolución de la tecnología de los telescopios que ha sido descomunal. En los 60’ estos instrumentos estaban construidos con espejos de 3,58 metros de diámetro como el New Technology Telescope (NTT), el primero en ser controlado por computadora. De ahí a la actualidad se pasó a erigir una de las instalaciones más emblemáticas y punteras de la astronomía óptica europea en el Cerro Paranal, ubicado a 2.600 metros de altura y a 130 kilómetros al sur de la ciudad de Antofagasta, en pleno desierto de Atacama. Este sitio alberga, entre otros, los telescopios que componen el Very Large Telescope (VLT), una especie de súper ojo astronómico con el que se cazaron imágenes de objetos celestes que son cuatro mil millones de veces más tenues que los que se alcanzan a observar a simple vista. Con el nuevo milenio llegó ALMA (acrónimo en inglés para el Atacama Large Milimeter/Submilimeter Array) que se encuentra en el denominado llano de Chajnantor a 5.640 metros de altura, rodeado de montañas y volcanes, en la zona centro del desierto más seco del mundo. Se trata del mayor proyecto astronómico existente en el que trabajan científicos de América del Norte, Asia del Este, Europa y Chile, y está compuesto por un conjunto de 66 antenas gigantes de 12 y 7 metros de diámetro y cien toneladas de peso: los radiotelescopios más poderosos construidos hasta el momento.

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Cazadoresestelares

on las 19:30 horas a 2.400 metros de altura sobre el nivel del mar, en la Región Estrella, en Coquimbo, conocido también como el Norte Chico de Chile. Es entonces cuando comienza la jornada para los operadores y astrónomos que trabajan en La Silla, el primer observatorio que instaló en 1969 el European Southern Observatory (ESO) en el desierto de Atacama; territorio de 1.600 kilómetros de longitud conocido por ser el más seco del mundo y porque allí están los cielos más cristalinos del Hemisferio Sur. Cuando cae la noche en La Silla todo personal externo que carezca de la debida autorización debe abandonar el área. Si alguna vez le toca vivir tal experiencia lo mejor es contar con la ayuda de un conductor experimentado porque para el descenso es obligatorio no encender las luces del vehículo, ni las cortas ni las largas. Los catorce kilómetros de ese recorrido alrededor de la montaña deben transitarse con las intermitentes como mucho. Ahora cuando se llega a terreno plano y se respira con calma es fácil comprender el porqué de la exigencia: cualquier luz puede contaminar las observaciones que se están realizando allí mismo, del centro de la Vía Láctea. Tan brillante como solo en ese cielo se la puede ver. Esta es la característica que atrae a profesionales, aficionados y curiosos que se reúnen aquí para contemplar las mejores panorámicas del universo desde nuestro pequeño planeta. El beneficio es consecuencia directa de la geografía y del clima que, en el Norte de Chile, permite que haya un promedio de 300 noches despejadas por año. Lo que resulta ideal para contemplar las estrellas, puesto que estas no titilan debido a la ausencia de perturbaciones atmosféricas en un clima tan seco. Cuando hay turbulencias, su luz se distorsiona y por eso titilan. Y cuando esto pasa puede que sea romántico e inspire a los poetas, pero para un astrónomo es un dolor de cabeza. El cielo tan cristalino es consecuencia de la corriente fría de Humboldt que llega desde la Antártida y provoca un fenómeno de inversión térmica en el mar que impide que las nubes suban más allá de los 2.000 metros de altura. Eso les dio la excusa a los organismos astronómicos de Europa y Estados Unidos para instalarse allí, después de décadas de analizar las condiciones de los cielos en África, Oceanía y otros países de Sudamérica. Solo para tener una idea, cabe mencionar que los cielos competidores más cercanos, donde se encuentran observatorios comparables con los del país andino, tienen alrededor de 277 noches limpias por año. Son los de Hawai e Islas Canarias, que permiten apreciar otros fragmentos del universo correspondientes al Hemisferio Norte, pero no el centro galáctico, una zona de máximo interés astronómico. Esto explica por qué, según las previsiones para 2025, el 85 por ciento de la capacidad de observación terrestre de los cielos, se concentrará en Chile.


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