Crรณnicas de Cartรณn
Crรณnicas de Cartรณn
Y erba M a l a
Cartonera
© De los autores, 2018 © Editorial Yerba Mala Cartonera, 2018 Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro.
yerbamalacartonera@gmail.com
http://yerbamalacartonera.blogspot.com www.facebook.com/yerbamalacartonera @yerbamala_c 70751017 - 70727847 Proyectos análogos: Eloísa Cartonera (Argentina), Sarita Cartonera (Perú), Ediciones la Cartonera (México), Animita Cartonera (Chile), Dulcinéia Catadora (Brasil) y muchos más en casi 20 países.
Impreso en: Imprenta “Magda I” en alguna parte de Cochabamba Impreso en Bolivia Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo desinteresado de Magda Rossi
ÍNDICE
ÚLTIMO SUSPIRO •9 A LAS PUERTAS DEL CIELO: CICATRICES DE LA CÁRCEL •17 NI LA IRA DE NEPTUNO •29 TODOS CORRIERON DESPAVORIDOS •49 CARNE DE MINERO •65
ÚLTIMO SUSPIRO
Una de las particularidades de la Yerba Mala es la flexibilidad para pasar de género sin rendirle cuentas a nadie, siempre a la búsqueda de aquello que nos apasione leer, en este sentido nos adentramos en el mundo de la crónica, para lo cual supimos contar con complices de alto nivel, a saber: Amparo Canedo. Nació en Cochabamba (Bolivia). Es magíster en Comunicación Estratégica, licenciada en Literatura y periodista desde 1989. Es Directora de la empresa Proyectos Comunicativos. Fue cofundadora de la Fundación para el Periodismo y directora de los periódicos Opinión y La Prensa; Editora General, Jefa de Información y Editora de Política de La Razón; Jefa de Redacción de Los Tiempos y de Presencia; Editora de Política de Última Hora; Jefa de Redacción de la revista Época y Editora de Cultura de Chuquiago Marka. Fue reconocida como mejor docente de la Universidad Católica Boliviana La Paz en 2014 y recibió la medalla Daniel Sánchez Bustamante por la formación de periodistas por parte de la Asociación de Periodistas de La Paz en 2015 y 2017. Escribió los libros La brújula del periodista y Pasado, presente y futuro del periodismo. Roberto Navia. Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social de la Superior Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Uagrm). Especialización en Periodismo de investigación por la Fundación Edward R. Murrow de los Estados Unidos de América, en Washington DC, Nueva York, Oklahoma, San Diego y Chicago. Especialidad en Periodismo Sobre Crimen Organizado y Narcotráfico por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez, en México. Cronista y periodista de viajes. En los últimos 15 años ha viajado por América
Latina, Europa y América del Norte. Sergio de la Zerda. (Cochabamba, 1980) es periodista. Con trabajos de grado sobre Luis Espinal y la formación en cine, es licenciado en Comunicación Social y magíster en Procesos de Información y Comunicación por la Universidad Católica Boliviana. Fundó y edita el suplemento cultural Ramona de Opinión, diario en el que asimismo es jefe de Informaciones. Obtuvo las medallas Franz Tamayo a la Creación Intelectual y Huáscar Cajías al Profesional Distinguido de las Nuevas Generaciones, otorgadas en 2015 y 2010, respectivamente, por la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP); el Premio Nacional de Periodismo en Prensa Escrita (APLP, 2012), el Premio Nacional en Periodismo Digital (APLP, 2017) y el Premio Plurinacional de Periodismo Cultural Eduardo Abaroa, en sus versiones 2013, 2014 y 2018, concedido por el Ministerio de Culturas. Es coautor de los libros La huella de Opinión. Periodismo en 30 años (Ed. Coboce - Opinión, 2015) y De Bolivia con amor: el huayño zapateado (Gobernación de Cochabamba, 2013). Fue finalista del Premio Nacional de Microcuento Somos Bolivia (La Paz, 2011). Darwin Pinto. Premio Nacional de Periodismo (Bolivia), Mención de Honor del Premio Internacional de Periodismo José Martí (Cuba), Premio Nacional de Cuento Carmelo Cuéllar, Becado a la Fundación Para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (Colombia), Coautor de la biografía no autorizada de Evo Morales: Un tal Evo, además de los libros de ficción: El Colmo de la Infamia, Sabayoneses y La Máquina de Aqueronte. Periodista en Presencia y El Deber. Actualmente es editor de la revista Poder y Placer, además de esposo y papá. El fallo del jurado fue dividido, teniendo los siguientes resultados, la ganadora del concurso fue Fabiola Castro con la obra A las puertas del cielo: cicatrices de la cárcel. Las menciones de honor fueron para Andrea Monasterios con Ni la ira de Neptuno y Christopher Salas con Todos corrieron
despavoridos. Añadir a este selección. la participación especial de uno de nuestros jurados, Roberto Navia, con la crónica Carne de minero. Solo queda leer y adentrarse en estas historias.
Yerba Mala Cartonera. Año de los reveses.
OBRA GANADORA
Crónicas de Cartón
FABIOLA CASTRO
Nació en Cercado-Cochabamba el 19 de septiembre de 1987. Siendo la penúltima hija de 6 hermanos. Una familia muy unida y tranquila. Paso la infancia entre la ciudad y el campo por la procedencia de provincia de sus padres. Desde niña le toma cariño a las letras por influencia de su padre Marcial Castro que le inculco amor por los libros. Estudia la carrera de comunicación social y paralelamente psicología. El 2010 participa en el concurso de ensayo comteco donde gana mención de honor, igualmente al año siguiente y 2014 en poesia. Actualmente trabaja en proyectos de desarrollo social.
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A LAS PUERTAS DEL CIELO: CICATRICES DE LA CÁRCEL
Era septiembre cuando lo conocí, la primavera estaba despertando en ese entonces. El espacio de trabajo que me designó la institución era pequeño y cerrado. Lo conocí porque los encargados de la institución creían que podía corregirlo, cambiarlo, ayudarlo a seguir el camino correcto. Era una demanda complicada de cumplir. Cuando lo vi por primera vez me pareció tan frágil, tan pequeño y con los ojos más tristes que nunca había visto. A simple vista parecía más niño que adolescente. En ese entonces, le pedí que eligiera un tema relacionado a su vida sobre el que deseara conversar «de porno…el porno es rico» me contestó. Isaac tiene 16 años y es considerado uno de los chicos más conflictivos del lugar. La respuesta me ha tomado por sorpresa. Levanto las cejas y trato de disimular mi asombro. Pero se da cuenta, siempre fue muy inteligente para leer la reacción de los demás. Sabe que tiene mi atención y se ríe. Me dice que es mentira y comienza a contarme de sus problemas en la escuela: «En el colegio no me está yendo bien, yo diría más bien mal. Este bimestre he reprobado cinco materias, pero en educación física cien puntos. El año pasado igual he reprobado.Pero mi papá no me ha dicho nada. Solo me dijo: bien hijito, bien, te voy a meter al negocio». Dice mientras intenta copiar el tono de reproche de su padre. Este está por terminar de cumplir una condena en el penal de San Sebastián varones por tráfico de drogas. Esla tercera vez que su papá cumple una sentencia por este delito ya que estuvo preso en otras dos oportunidades en Santa Cruz. Con el trascurso de los meses me fue tomando confianza. Cada que podía él venía a charlar conmigo, así llamaba a nuestras 17
reuniones. En una de esas, reconoció que el traslado de drogas es el negocio familiar. Cuando era más pequeño veía en el ropero de los padres unos paquetes envueltos en masking color piel y veía como su padre se ponía eso alrededor de su cuerpo pero no entendía para que era... hasta que después se ha hecho pescar en Santa Cruz… Mi papá ha estado apenas 7 años en la cárcel ahora ya va a salir pero el muy cojudo quiere volver al negocio. Hasta mi mamá quiere que vuelva. Para Isaac, este es un trabajo en el que tarde o temprano se verá involucrado junto a sus hermanos... Nosotros vamos a reproducir más…Voy a ser el más loco, cuando me he aplazado el año pasado me ha dicho ¿quieres estudiar o vas a ayudarle a tu papá en su negocio? Ella, mi madrastra me dijo y yo le he dicho no. Ahora que va a salir del todo mi papá quiere volver al negocio, me ha dicho, y mi mamá igual le apoya. En este nuevo grupo él va ser el jefe. Un día especialmente caluroso mientras chupaba un helado me cuenta, después de un partido de fútbol en una cancha deportiva cercana, que vivió unos cinco años dentro la cárcel con toda la familia. Ahí vio muchas peleas entre los reos, en este tiempo comenzó a cambiar, antes yo no sabía hablar esas malas palabras…antes era un santo…desde que he estado ahí, en la cárcel me he vuelto huaso, malcriado. Yo no sabía que era puta, eso. Antes no había escuchado. Ahí un chibolo me decía cabrón, hijo de puta, en la cárcel y me daba rabia. Entonces cuando alguien me hace enojar, yo les digo lo mismo. Isaac, cerca del día de la madre, me conto sobre su familia. Él vivía con su madrastra junto a sus cinco hermanos, dos varones y tres mujeres. Recuerda que vivió junto a su madre verdadera y su hermana hasta los seis o siete años en el Chapare, cuando sus padres decidieron separarse y tuvo que venir a vivir junto a su padre, su hermana y su nueva familia. Nos ha traído a vivir con su otra mujer… Ahí les he conocido a sus hijos, dicen que son mis hermanos, pero no sé, no estoy seguro. Por eso, yo solo estoy seguro de mi hermanita pequeña que ha nacido cuando yo vivía con ellos. Antes pasábamos más tiempo en familia, pero después mi papá se ha hecho agarrar con la policía por llevar droga y ya no fue lo mismo… Cuando habla sobre su familia habla de forma que quiere dejar en claro las diferencias que existe entre hermanos a partir de la relación de sangre: no me llevo bien con ellos, solo tengo una hermana de sangre que está aquí, viene conmigo, pero los otros 18
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dos no sé si son mis hermanos, por eso cuando me preguntan yo digo que son mis primos”. Cuenta sobre su complicada relación con el padre: mi papá me la zurra. Antes me pegaba feo ahora ya me discuto. Me pegaba con el palo.Antes no era tan travieso ahora soy más pues. Pero ya discuto con mi papá y ya no me da más con el palo, no me dejo. Me dice ya no tienes solución, que haga lo que sea de su vida al final soy yo quien se perjudica, según mi papá. Sin embargo, Isaac reniega de su padre, después de la primera vez dos más se ha hecho coger. Entonces yo pienso que por gil le han agarrado y encima con harta plata que le han quitado. Y justo por esos días quería comprar auto pero no ha podido, pues, ahora no tenemos nada...Si mi papá no hubiera entrado en la cárcel sería diferente, ahorita estaríamos con más plata, hubiéramos sido ricos, pero cuando lo han agarrado todo nos han decomisado. Sabes, creo que nos han k`enchado (maldecido). Termina como queriendo disculpar al padre con este último pensamiento, por la situación de necesidad y la falta de dinero que tiene la familia. En muchos de los encuentros continúa hablando de su padre, no deja de dirigirse a él como el gil o el cojudo, de Santa Cruz rápido ha salido mi papá… solo que el muy cojudo otra vez se ha hecho agarrar… Cojudo es igual a tonto, pues, si eres capo no te agarran, no vas a la cárcel… Eso es ser cojudo saber que algo malo te puede pasar y no tomar precauciones y entonces te jodes o jodes a tu familia. Es fácil identificar en su tono de voz el rencor que siente hacia él. En cuanto a su madrastra afirma tener una relación de mayor confianza con ella. A mi madrastra yo no le digo así, suena feo, yo le digo mamá porque ya me he acostumbrado a ella, me llevo bien porque ella intenta entenderme, me dice no le hagas renegar a tu padre. Cuando mi papá estaba en la cárcel y el director me daba citación por portarme mal, ella me encubría y no le decía a mi papá ahora ya no va a poder porque mi papá pasa más tiempo en la casa y solo regresa a dormir a la cárcel. En medio de la primera entrevista recalca que de quien más me importa su opinión es de mi mamá, la que vive conmigo. De lo que me he aplazado elle me dijo que tengo que mejorar este año, pero ahora he vuelto a reprobar en cinco materias, así, que le voy a decir la verdad y tendré que mejorar. Recuerda con especial interés, una discusión entre sus padres cuando aún vivían en la cárcel porque a mi papá le han ofrecido llevarnos a un hogar 19
donde los chicos se quedan a dormir, un albergue. Él quería que vaya ahí. Yo también quería, pero mi madrastra no quería. Decía que hacen sufrir a los chibolos ahí. No sé porque pensaba eso pero eso decía. Y junto a su hermana se quedaron a cargo de ella durante el tiempo que su padre pasó en prisión. Con el pasar del tiempo fuemás fácil hablar de temas que al principio le hacían sentir incómodo.Era como un libro donde cada página guarda miles de historias que son desconocidas para los que no se toman el tiempo de hojearlas. Un día, mientras ayudábamos a preparar los alimentos para el almuerzo común, me contó sobre la relación con su madre biológica.Con su madre de sangre, le decía él. Isaac no recuerda mucho de ella o dice que ignora cosas sobre ella, no me acuerdo… Ni de su nombre me acuerdo. Ella vive en el Chapare, con ella me he criado hasta los 7 años o más pequeño tal vez era…No sé bien porque no vamos a verla ni a visitarla. Una vez cuando estaba en clases mi madre ha venido a la escuela, me ha besado y me ha abrazado. Solo una vez. Pero para eso ya estaban separados y mi papá nos ha traído del Chapare a vivir aquí. Todos me han preguntado eso. ¿Qué se llama tu mamá verdadera? Y yo no sé. Dice mientras mira un punto perdido en la pared. Lo poco que recuerda de ella, se relaciona con el momento de separación de los padres, creo que nos iba a pagar pensiones, pero mi papá no quiere nada de ella… Algo raro digo que es porque normalmente son las mamás las que se hacen cargo de los hijos y son los papás los que pasan las pensiones o ellos no quieren pagar las pensiones. Creo que a mi mamá no le intereso ¿no?, me pregunta con lo voz quebrada. Pero un día me ha venido a visitar y me ha abrazado, entonces se preocupa por mí. No sé; yo pensaba que de lo que mi papá ha entrado a la cárcel se han separado. Me acuerdo que cuando se han divorciado a mí y mi hermana nos ha llevado a la defensoría… Ahí han dicho que (él) se quede con nosotros mi papá y mi mamá se quede con… Creo que hay un ch`ila (pequeño) todavía. Sin embargo, también la cuestiona: yo creía que mi papá se había aprovechado de que mi mamá no tenía trabajo y por eso nos hemos tenido que venir con él. Pero tiene trabajo esa pendeja, se lo ha agarrado toda su casa de mi papá… (Silencio). Pero no nos hubiéramos quedado con ella de todos modos porque no querían los de la Defensoría. Mi mamá sí quería estar con nosotros, ella nos ha venido a buscar, afirma con una fuerte convicción en la voz en 20
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la última frase, como si quisiera convencerse de este pensamiento. Al concluir el año escolar y ver sus dificultades para poder aprobarlo, Isaac menciona que no es necesario estudiar para ser alguien en la vida. Desea ser el más capo dentro del negocio del tráfico de drogas, ser uno de los narcos más ricos y si entrara en la cárcel podría sobornar a los que yo quisiera. Vas a ver pues, me vas a ver en la tele, en las noticias, como el Chema ese… Capo. Yo igual voy a ser narco. Nosotros vamos a reproducir más. Voy a ser el más loco. Por eso yo estoy pensando que cuando termine el colegio voy a ser policía. Claro, pues, para ser narco antes tienes que ser policía para saber disparar.Yo quisiera ser como el Chema, ese tipo es bien capo, sin miedo, a todos les putea no le tiene miedo a nada. Afirma que tarde o temprano, él y sus hermanos pasarán a formar parte de lo que consideran una herencia familiar, algo que no pueden eludir. Cuenta que tiene problemas con los profesores en el colegio y con el educador de la institución, por su carácter rebelde... El educador, ese que se vaya a la mierda, que se muera. Ayer me ha llevado a la sala de video para hablarme, dice que quiere hacernos reflexionar y uno por uno nos lleva y nos habla pues, de Dios que cambia tu vida, ¿sabes nove? Pero, no sé, a mí no me convencen esas cosas. No sé, porque soy bien orgulloso. El año pasado cuando he perdido el año mis amigos me han aconsejado que le ruegue al profesor de matemáticas para que me dé una oportunidad y yo he pensado a ese viejo kuti jamás, que se vaya a la mierda, acaso yo no soy de nadie, yo no ruego, sentencia con un gesto de arrogancia. Le pregunté porque no le convence el discurso religioso, reflexiona y le cuesta ir expresando lo que piensa sobre el asunto… Yo a veces pienso, con esta clase de vida que lleva mi familia me pongo a pensar y digo que se van a ir al infierno porque no son buenos. Y no van ir al cielo donde supuestamente, es un lugar mejor que aquí. ¿Será? El educador dice que el infierno es un lugar donde te estás quemando y el cielo es todo lo contrario. Dice que en un sueño, Dios le ha mostrado. Que se tiene que pasar por unas puertas pero creo que para mí y mi familia las puertas no se van abrir. Yo creo que él si se va a salvar porque es cristiano al cien por ciento. Me pregunto ¿existirá el cielo?, ¿el infierno? Con mi amigo el Jhon, un día nos preguntábamos eso cuando le han matado a su hermano en una pelea antes de carnaval. Pero su hermano era un atracador pandillero. Yo creo que no ha ido al cielo, pero, eso no se lo he dicho al Jhon para que no se preocupe. 21
No sé si creo en eso, como te dije no estoy del todo convencido. Porque si Dios ha creado la tierra, ¿quién le ha creado a Dios? ¿A ver, explícame? No ve, no hay respuesta. Y eso me hace dudar. ¿Quién le ha creado a él? No hay una respuesta lógica. No hay una explicación. El educador dice que Dios estaba antes, desde siempre, pero antes de eso que ha pasado. No es lógico por eso no me convence. ¿Cómo ha aparecido? Eso me hace dudar. Dicen siempre ha estado ahí y entonces, ¿quién le ha creado? ¿Qué hacía solito? ¿Quién estaba antes que él? ¿Cómo ha aparecido? Ves, no es lógico y eso me hace dudar. Dicen que quien lee todita la biblia se salva pero también te puedes volver loco. Cuando se ha muerto este su hermano me he puesto a pensar en la muerte y he pensado que no le tengo miedo, me vale verga. Si tiene que llegar que llegue. Pero después pienso en mi mamá y digo quien le va a ayudar cuando sea más vieja, tal vez mi papá se hace agarrar otra vez, como es tan gil. Eso me preocupa.Muchas de sus preguntas aún retumban en mis recuerdos. Decía no llevarse bien con los chicos de la institución, enumera dos compañeros con los que lleva amistad y con los que habla sobre drogas y a quienes admira por su falta de respeto ante la ley. Tampoco tiene buenas relaciones con sus compañeros de colegio a los que mira con desconfianza, cuando te fumas te relajas el cuerpo y alucinas con la mota. No he probado mota, pero me han dicho que se siente así, rico y chalita. Yo solo he probado marihuana. En mi colegio, se fuman marihuana ahí en el baño. Son unos drogadictos toditos los de ese colegio… Yo no me fumo todos los días como ellos que son viciosos, yo rara vez. También ven porno. Yo no veo porno me he jubilado con el porno. La primera vez que he visto ha debido ser como a mis 13 años. En la cárcel no se ve porno, ahí hacen porno porque no hay campo para nada. Mis compañeros traían a mi colegio en sus celulares y ahí veíamos en los recreos, en el baño. Veíamos para distraernos. Pero a mi celular nunca le ha entrado porno. Dice con mucha dignidad y seguridad. Cuenta que antes vivía en una zona donde tenía más amigos que ahora: mis dukes son de mi barrio, vamos a robar. Yo no robo, mis dukes roban. Yo distraigo le digo a las vendedoras ¡véndame!, así, y hay otras señoras cojudas con su celular están jugando y así es más fácil. Después me cuenta de algunos robos que cometió en la zona comercial resaltando que espera seguir invicto porque la policía ni nadie lo ha agarrado. 22
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Recuerda con sumo interés un video que lo conmovió mucho cuando era niño y que contaba la historia de un vagabundo maltratado por la gente. En base a este video comenta que la gente es mala, que juzgan a las personas por su apariencia, solo se fijan en su apariencia y si eres feo, descuidado te ultrajan y si eres rico, guapo no te dicen nada, te creen todo. A pesar de que seas un ladrón porque la apariencia hace mucho. En ese momento le pregunté cómo se veía el mismo y contestó rápidamente «ratero». Le pregunté qué quiere decir con esto y contesta rápidamente «me roban... En mi curso hay puro ladrones» comenta como si un íntimo pensamiento lo hubiera traicionado. Es impresionante como el tiempo se desliza rápidamente ante las exigencias que nos plantea la vida cotidiana. Un año después la primavera estaba próxima a llegar nuevamente. Septiembre llego con su ambiente festivo para el amor. Amor que para los chicos consiste en tener una chica. Isaac sonríe cuando habla de ellas, de su relación con las chicas me dice, no sé, me las puedo coger a todas con una sonrisa pícara. Cuando le pregunto si con coger hace referencia al sexo responde afirmativamente. Cuenta que se lleva bien con ellas, les encanta que les moleste, a la que más le molesto es a la Nahely. Pero a la vez me da asco, muy grande son sus tetas, nada más de verla. Las chicas también son bien rayadas, son unas locas por eso cuando me hacen renegar les digo putas. Me encanta decir eso. Le pido que me explique qué es ser puta que se ofrece pues a todos. Porque son pues, se dejan tocar. A todas las he tocado. Con un tono de hombre experimentado, de quien sabe todo lo necesario sobre el asunto. El 21 de septiembre, día del amor y la primavera. Me habla sobre el amor, que como me explica, no es lo mismo que coger. Me dijo, al igual que muchos, que lo que más duele de ser adolecente es sufrir por amor. Que no es lo mismo que el amor de la familia. Pero para él no llego en buen momento y más que traerle felicidad lo perjudico, pues, fue la razón para haber reprobado la anterior gestión, he dejado el amor en segundo plano porque me perjudica en mis estudios, el año pasado estaba muy enamorado de la Chela y me ha perjudicado. Me ha costado unas broncas con mi viejo, pero ya no me pega, sabe que si lo hace me voy de la casa. Me voy a buscar a 23
mi madre al Chapare. Sentencia. Y se fue, seis meses después de haberme retirado del centro. Lo vi en la tele. Sí, tenía razón cuando dijo que saldría en ella. Pero aparecía como el anuncio de un menor desaparecido. Se fue un viernes por la tarde. Tan normal como si regresara a casa. A una casa a la que no llegó. La familia continúa con la vida. Su familia de sangre, la verdadera, como le decía él, lo espera. Volví a la institución a buscar explicaciones y solo encontré excusas. Aún lo busco en las calles, en cada rostro adolescente que se me atraviesa. Es imposible no pensar en él cuando miro hacia arriba, al infinito paisaje celeste que se extiende y se pierde, donde no alcanza la vista. Me pregunto entonces dónde quedaran las puertas de cielo.
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MENCIONES DE HONOR
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LILA ANDREA MONASTERIOS
Licenciada en comunicación audiovisual, especializada en documental, de oficio es periodista, trabajó en el diario El Deber y en la plataforma independiente Periodista Virtual. Tiene 31 años, nació en La Paz, Bolivia, pero casi toda su vida vivió en Santa Cruz. Siempre buscó ser parte de los márgenes por ello participó activamente en la Escuela Popular de Cine Libre en La Paz y en el Centro San Isidro en Santa Cruz, ambos situados en la periferia de la ciudad. A lo largo de los años se desempeñó en trabajos muy relacionados a los sectores vulnerados con juventudes y mujeres principalmente. Es parte del equipo de United Notions Film, conocido en Bolivia como Pinches gringos con quienes realizó el documental The fight para el periódico inglés The Guardian. Es ecofeminista y militante por los derechos humanos, actualmente radica en Buenos Aires, Argentina, donde realiza una maestría en Derechos Humanos y Política Social.
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NI LA IRA DE NEPTUNO
LEY 223, ART. 4. La presente Ley, en concordancia con los Convenios Internacionales y la Constitución Política del Estado, se rige por los siguientes principios. g) No Violencia. Garantía y protección a las personas con discapacidad, con énfasis a mujeres, niños y niñas y adolescentes contra toda forma de violencia física, psicológica o sexual.
Tuve miedo. Me costaba respirar y correr en esa subida tan empinada de la ciudad de La Paz. Los gritos de los heridos, el piso mojado y el penetrante olor a cloro me aturdieron, no sabía muy bien qué hacer y me metí en una tienda llena de gente asustada. Nadie decía nada, solo esperábamos a que acabase todo. La dueña de la tienda puso su mano en el corazón y suspiró un lamento. La miré y pensé:«¿Qué estoy haciendo aquí?». Entonces escuché gritar a Jesús. —¡Ya paren por favor, no me golpeen más! Tres policías lo tenían en el piso pateándole. —¡Eres un mañudo, no eres discapacitado, quién te está pagando! dijo:
Preparé mi cámara, y la señora que se veía más afectada, me 29
—No salga con su cámara, se la pueden quitar —No señora, para esto es la cámara, no para guardar. Y salí… Ese 25 de mayo de 2016 el sol fue un gran aliado. Al promediar las once de la mañana la policía empezó a reprimir con tanques Neptuno en la calle Comercio haciendo escapar a la gente, sin importar los transeúntes ni las vendedoras que habían perdido gran parte de su mercadería. De abril a julio amurallaron con rejas de tres metros todas las entradas de la Plaza Murillo, lo que hacía imposible ingresar a las personas con discapacidad al Palacio de Gobierno donde se encuentra el presidente de Bolivia, Evo Morales, con quien exigían dialogar. Tenían un pliego petitorio de tres puntos: una renta mensual de Bs 500, regular los baremos que miden el porcentaje de discapacidad y que el carnet de discapacidad con grado de grave y muy grave sea indefinido. Para llegar allí habían recorrido 375 km a pie, en sillas de ruedas, con muletas y bastones desde Cochabamba atravesando Los Andes hasta llegar a La Paz, en 35 días. La Caravana Nacional de las Personas con Discapacidad no sabía que exigir sus derechos iba a significar tanta solidaridad de la población por un lado y tanta violencia por otro. Ese fue mi primer enfrentamiento como periodista. Trescientos policías armados de pies a cabeza, con cascos, laques, chalecos antibalas, escudos, entrenamiento y un tanque con agua a presión, versuscien personas con discapacidad física, intelectual, auditiva, que a lo mucho se defendían con cartones mojados y palos que usaban como leña por la noche. «En agosto se denunció ante el Comité de los Derechos de las Personas con Discapacidad, de la ONU, el uso excesivo de la fuerza para reprimir las manifestaciones; el Comité instó a las autoridades bolivianas a llevar a cabo una investigación 30
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exhaustiva e imparcial del incidente», dice el apartado de Bolivia en el reporte anual de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en el mundo el 2016. Meses más tarde la Organización de Naciones Unidas pedirían un juicio de responsabilidades a Bolivia por la excesiva violencia usada en, al lo menos, seis ocasiones. Al parecer no estaban enterados que lo que estaban haciendo, rompía un convenio internacional que el Estado había ratificado en 2012. La denuncia del sector llegó a la 16ava Convención de los Derechos para las Personas con Discapacidad celebrada en Ginebra, Suiza. La líder cochabambina Rose Mery Guarita presentó un informe sombra, un documento paralelo al informe oficial del Estado que puede ser presentado por cualquier organización social que así lo requiera, y participó en la exposición realizada por Bolivia. Cuando la relatora especial de las Naciones Unidas para Bolivia, Silvia Quan-Chang interpeló a las autoridades nacionales presentes, no supieron justificar lo acontecido.
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Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. Observaciones finales sobre el informe inicial del Estado Plurinacional de Bolivia. 20.- El Comité recomienda al Estado parte que ponga en marcha programas de concientización acerca de los derechos de las personas con discapacidad, dirigidos a los que diseñan las políticas y demás funcionarios y servidores públicos, personal de seguridad, de justicia y la sociedad boliviana en general, y que fomente el pleno respeto de la dignidad de las personas con discapacidad.
Pocos sabían lo que se planeó para esa mañana. Cuando llegamos con mi equipo a la calle Indaburo, los «discas» como se hacían llamar de cariño, tomaban unas linazas calientes que un caballero siempre vendía por allí. Ya era parte de la rutina de ese cruento invierno paceño. Se quedaban los enfermos, los niños y las mujeres que cocinaban y cuidaban a esa especie de ciudadela, que en su momento cúspide albergó a 300 personas de los nueve departamentos de Bolivia. A lo lejos, una cruz de madera de 1,50 m de altura empezaba a acercarse. Era Wilson, un joven cruceño que tenía clavos en la pierna para poder caminar, el solía crucificarse como forma de protesta. También le servía para defenderse en los enfrentamientos con la policía. —¡Vamos, vamos! ¡Ya es hora! Gritaba, mientras apuraba a los que seguían desayunando. El paceñito, una Brasilia pintado de verde y carmín, que acompañaba a la caravana con un megáfono poniendo música de protesta, empezó a ir directo sobre la Indaburo hacia la Pérez Velasco y un grupo de ellos empezó a seguirlo. 32
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Pensé que iríamos por allí, pero de repente vi a los más jóvenes bajar por la Yanacocha sin seguir a los demás, corriendo en total control de esas sus piernas hechas de ruedas sostenidas por un asiento. Bajé detrás de ellos por la Yanacocha hasta la Comercio donde ejecutaron su plan. —¡Jalen! ¡Jalen! —¡Con fuerza compañeros! Lanzaron un garfio que se enganchó en la parte superior de la reja. Jalaban de una cadena para hacerla caer y finalmente poder entrar a la Plaza Murillo. Empecé a acercarme más porque parecía que lo lograría. Pero más abajo sobre esa misma calle los policías esperaban órdenes. Un cañonazo de agua fue directo sobre ellos desde el otro lado de la reja. Un policía escaló y sacó el garfio. Agarraron a cinco personas, Francisco, de Guarayos, quien siempre llevaba la bandera de Bolivia fue uno de ellos. «¿Con qué fuerza hacen rodar sus ruedas en cuesta arriba?», me preguntaba hasta que vi a Genoveva, una chica con parálisis mental de Sucre que se había quedado en medio de todo. Como ella no puede mover sus extremidades solo atinó a volcar la cabeza para que el agua no le llegara directo, se estaba ahogando y lloraba de desesperación. Una periodista que estaba cerca corrió para sacarla de ese lugar. —¡Paren, por favor, paren! ¡No ven que no puede moverse! La Policía empezó a subir por la calle empinada. —¡Ai, Aí, Aí! Gritaban mientras marchaban, avanzando lentamente. Litros y litros de agua seguían llegando con mucha potencia destiñendo la ropa de aquellos a quienes caían los químicos que 33
el líquido contenía. El Mariachi, que durante la vigilia sabías donde estaba porque de repente se escuchaba su: «Y volver, volver, vooooooolveeeeer», ese día se arrastraba frente al contingente pidiéndoles clemencia. No la hubo. —¡Ai, Aí, Aí! Gritaron más fuerte y pasaron literalmente sobre ellos, al Mariachilo levantaron como a un trapo y después de golpearle con el escudo en la cabeza lo botaron a un lado, y fue en ese momento que tuve miedo. «Si pueden hacerle eso a una persona con discapacidad, no puedo imaginar lo que harán en la cotidianidad» y corrí. Vi que una vendedora de crema chantilly se metió en una tienda, en diagonal a donde me encontraba y la seguí. —¡Suéltenme! —¡Ahhh! —¡Qué están haciendo! —¡Deténganse! —¡Oye no, déjenlo! —¡Hijos de puta! —¡Ai, Aí, Aí! —¡Atrás, atrás, retrocedan! —¡En línea, en línea! —¡Levantarse, levantarse! —¡Vamos subiendo! —¡Empujen! ¡Empujen! 34
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Cuando salí de la tienda y empecé a correr cuesta abajo, Jesús se levantó y fue hacia el campamento que se encontraba a tres cuadras del lugar. En mi camino un señor me gritó para que lo ayude, estaba cargando a una persona sin una pierna a quien le quitaron sus muletasy lo pisaron. —¡Mis muletas me han quitado! ¡Cómo voy a andar ahora! —¿De dónde eres? —pregunté —De Oruro —¿Dónde están tus dirigentes? —Estábamos juntos, pero mirá como está este lugar. Se sentó en una grada, estaba sangrando y solo pedía sus muletas. Miré hacia el epicentro, había sillas de ruedas rotas, unas cuantas personas ayudándose unas a otras a levantarse, una tensa calma con murmullos de dolor. —¡Hey, hey, necesitamos una cámara! Me di la vuelta —¡Sacá una foto de esto! ¡Tú tienes cámara! ¡Que la gente vea lo que les hacen! ¡Es una barbaridad! Gritaban dos mujeres que parecían trabajar por la zona y solo pasaban por ahí. Ellas cargaban a María Pérez quien tenía la cabeza sangrando, moretes en el estómago y su pierna estaba hinchada, no podía pisar. Cochabambina ella, llegó a la lucha en nombre de su hermano Noé. Saqué la foto de sus heridas y seguí bajando hasta encontrarme con Miguel, uno de los más jóvenes y aguerridos que llegó de Potosí. —¿Qué van a hacer Micky, se van a replegar? —Nah, están arriba los policías en el campamento, pero cuando se vayan van a volver a bajar, aquí nomás les esperaremos. 35
La forma en la que Micky controlaba las cosas me asombraba, su historia no solo roza la muerte accidental, sino la provocada por terceros a causa de su estado de discapacidad. «Yo estoy dispuesto a morir por mis derechos» solía decir. Me pasaba horas charlando con él sobre mi oficio y me decía que a le gustaría trabajar en un medio, yo le enseñaba a manejar la cámara y él me enseñaba a sobrellevar la vida. Los policías que estaban del otro lado de la reja, la estaban asegurando de nuevo. La prensa estaba llegando y entrevistaban a la gente del lugar. Juro que pensé que este sería el último acto de violencia, pero lejos de mi suposición, ni siquiera hubo tanta cobertura mediática. Cuando vi las imágenes, vi que a los que estaban en sillas de ruedas los volcaban anulándolos. Aprendí que hay que filmar a la altura de los pies, pues la táctica de la policía es rodear a un individuo, reducirlo al piso y patearle, así las cámaras no filmarán la agresión. Roberta también fue agredida. Entre cuatro la agarraron, cada uno de una extremidad. —¡Agárrenme, ahhh, ya, ya, ya no voy a molestar! Gritaba mientras pataleaba para soltarse. Ella con 14 años, luchaba por su hermano en Potosí. Ella tiene una bebé y es parte de esa estadística de niñas-madre por la violación de un policía. Por eso cuando llegaron al campamento ella les tiró una botella con orín, para que se alejaran y no se atrevieran a entrar, pues había ancianos y niños, entre ellos, su hija. Por la tarde volvieron las represiones y nos mojaron a todos. La imagen de Rose Mery Guarita y Feliza Alí de Chuquisaca haciendo resistencia en la reja, aguantando la mojazón, agarradas entre ellas, está tatuado en mi retina. Nunca sentí tanto orgullo por las mujeres. Otra verdad es que, si bien eran los hombres los 36
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representantes máximos que solían estar a la cabeza de la movilización, las que hacían que todo sucediera eran las mujeres. Las personas con discapacidad seguían intentando entrar a ese lugar, donde el presidente Evo Morales, en su discurso de posesión en 2005 había dicho: «Hace 40, 50 años no teníamos derecho a entrar a la Plaza San Francisco, a la Plaza Murillo». Once años más tarde, resultó que tampoco las personas con discapacidad tenían ese derecho, fueron marginados, como si de un apartheid se tratase. La Paz, una ciudad acostumbrada a revueltas de todo tipo, tiene adiestrada a la gente para que continúe con su día a día, incluso si eso significa tener que trabajar al lado de la violencia. En los momentos de tensa calma que hubo, la señora que vendía crema chantilly siguió ofreciendo su producto. —Dame uno case. Le pedí. —Ya case, ¡Qué grave lo que les han hecho! —¿No ve? ¡Cómo los van a tratar así! ¿Has visto? —Sí, recién estaba sacando mis cositas, me he acercado porque como así siempre sabe haber manifestaciones por aquí, una se vende bien pues, quería aprovechar, ya nomás ¡zas! El agua cayendo, rápido me he levantado… Se calla un momento mientras me termina de servir, y con la voz quebrada continúa —Esos desgraciados ¡cómo les van a pegar así! ¡Como a trapos los han botado! Entonces empieza a llorar. —¡Treinta años trabajo en esta calle, treinta! Y jamás había visto este tipo de violencia…¿Y cuando el Evo venía con los cocaleros, no se enfrentaba a la misma policía que ahora pega a los discapacitados? ¡Esos no son humanos, son monstruos! 37
La señora se limpió la nariz para tranquilizar su llanto y siguió atendiendo a la clientela. Horas más tarde, cuando el conflicto regresó, la volví a ver ayudando a caminar a una persona que había sido agredida, ella lloraba gratando «desgraciados, son unos desgraciados». Aunque no todos pensaban como ella, durante ese día y la vigilia en general, vi a mucha gente insultarlos. —No te acerques hijita, te pueden contagiar algo. —Quien te manda a nacer. —¡Flojos, trabajen! —Mátenlos de una vez. —Seguro tu madre era una puta y por eso has salido defectuoso. —¿Pero no se dan cuenta de que si reciben el bono, vivirían más y se reproducirían? Nos dijo un policía con mucha seguridad. Quedaba claro, que en el entender de mucha gente, ellos debían morir para hacer patria. Cuando luego en las redes sociales dijeron que las personas con discapacidad les habían echado con heces fecales, con agentes químicos, con agua sucia, con orín, que las víctimas de esa jornada fueron los pobres policías que sufren un montón, que ni les pagan bien, que solo reciben órdenes que tienen que cumplir; pude comprender que la guerra sucia en contra del sector era efectiva. Sí, sí hubo una botella con algo de orín y fue usado en defensa de un ataque, pero no fue más que eso. Además el que tiraba agentes químicos era el tanque Neptuno, más tarde lo confirmó el mismo Ministerio de Gobierno, cuando en noviembre, durante la escasez de agua en La Paz dijo que no se podría usar el tanque Neptuno para aprovisionar a la población, porque este contenía residuos de agentes químicos. Si 38
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la última vez que fue usado fue durante ese conflicto. Por la boca muere el pez El mensaje era que las personas con discapacidad no necesitaban un bono, que ellos tenían todo en orden y que no había plata para ellos. Que si movilizaban era por intereses oscuros como desestabilizar al Gobierno, porque claro, ¿Para que querría alguien hablar con el presidente? Las redes sociales se incendiaron. —¡Sí! Pobres animales, no deberían compararlos con esas personas cavernarias iracundas de proceder antisocial… ¡Pedimos que se respete a los animales! No los comparen con esos delincuentes. Decía Javier Gómez, respondiendo al comentario de la policía Gianelka Espinoza: (sic).
—Nos echan con orín podrido son unos animales cara…o
Incluso el mismo Ministerio de Gobierno tuiteó: «Ugte. Gobierno denuncia nuevas agresiones de personas con discapacidad. Usaron armas blancas, punzones y químicos nocivos contra policías». También existe una agrupación que se autodenominan como los líderes del proceso de cambio que jugaron un rol importante en el desprestigio de este sector, con pura posverdad. Además tenían una cierta obsesión con mi equipo, pues nuestras fotos eran utilizadas diciendo que éramos agentes de la CIA, que qué hacíamos con la plata de recibíamos a nombre de las personas con discapacidad, que éramos unos gringos financiados por ONG para negar los avances y criticar al presidente Evo. La realidad es que éramos cuatro bolivianos, un australiano y por último, una alemana. Ningún gringo, ninguna ONG, ¡mucho menos la CIA! La CIA por favor. 39
Yo me integré al equipo cuando llegaron a La Paz. Durante un tiempo no sabíamos muy bien qué íbamos a hacer con el material que teníamos, pero luego de haber sacado las imágenes sin editar de ese 25 de mayo en las redes sociales, el periódico inglés The Guardian tuvo interés en mostrar esta lucha, se consiguió un financiamiento para hacer un cortometraje del Sundance Institute que llegó el último trimestre del 2016. El tráiler salió el ocho de febrero de 2017, tres días más tarde el mismo presidente Evo Morales dijo que aceptaba que las personas con discapacidad necesitaban un bono mensual.
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Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. Observaciones finales sobre el informe inicial del Estado Plurinacional de Bolivia. 45 - El Comité lamenta los actos de violencia en contra de la integridad física y psicosocial de personas con discapacidad que ejercían su legítimo derecho a la manifestación pública. También preocupan las informaciones de uso excesivo de fuerza, intimidación y violencia física y verbal, cometida por agentes de policía, que condujeron a lesiones físicas en manifestantes, incluyendo mujeres y niños con discapacidad
En la mitología romana Neptuno es un dios muy peligroso e inestable que dependiendo de su ánimo puede provocar terribles tormentas, tempestades y terremotos. El Gobierno desató toda su ira acumulada contra ellos. ¿Por qué? Porque podían. 40
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Tener discapacidad no significa lamentarse por las limitaciones, más bien es una chance para buscar las fortalezas, viéndolo desde el lado más optimista. Pero en esta vigilia conocí a la contraparte: una silla de ruedas, medicamentos, pañales, o un asistente que ayude en la cotidianidad, puede llegar a ser un lujo. Niñas como Yosi de siete años, que quiere ser fotógrafa cuando crezca, tiene que caminar horas para llegar a la escuela más cercana a su población en los alrededores del lago Titicaca, y ni siquiera la reciben por que tiene síndrome de Down, el potencial en esa niña es increíble. ¿Pero si no tiene la oportunidad? No los vemos en las calles porque están ocultos, no los vemos porque no pueden salir por su cuenta, no los vemos porque preferimos ignorar esa otra realidad, cuando les tiramos unos quintos a la entrada de la iglesia no los vemos.Vemos la miseria humana, pero no los vemos a ellos como seres humanos, como iguales, como cualquier otra persona. Es que es muy complicado, nos da flojera ayudarles con sus sillas, ser pacientes con su hablar, o saber lengua de señas, con los problemas que ya tenemos. ¿Para que sumar uno más? Por eso vieron la necesidad de realizar esta movilización, para que la gente los viera y se enterara que uno no nace pidiendo discapacidad, pero que a cualquiera le puede pasar. El problema del dinero para ese sector no es más que falta de voluntad política. Durante la vigilia varios sectores dijeron que podrían donar Bs. 1 por cabeza para aportar. Si se redujera algo del presupuesto del Ministerio de Comunicación también podría haber algo más. Pero sobre todo sería bueno saber que se hace con los 40 millones de bolivianos que según la ley 3925, del 21 de agosto de 2008, les pertenece. Cuando pidieron a las autoridades una auditoria a ese dinero el silencio fue la respuesta. Ojalá se hubiese mantenido ese silencio cuando querían insultarlos o despreciarlos, como el senador Edgar Romero que afirmó: 41
—No se le puede dar plata a gente que no hace nada. La ley 223, en teoría es una cosa hermosa, en la realidad casi se la viola en su totalidad. Las personas graves y muy graves reciben una renta de Bs 1.000 al año. Son pocos los que cobran, el año pasado casi no se pagó, no existe información adecuada para recibir este beneficio, motivo por el cual muchos prefieren desistir, pues sería una pérdida de tiempo intentar. Además, la carnetización solo llegó a un pobre 20% del sector. La verdad es que todos lloramos en algún momento de impotencia, más veces de las que hubiésemos querido, pero de a poco ese llanto se convirtió en fortaleza y entonces comprendí totalmente esa frase que dice «nos han quitado tanto que nos han quitado hasta el miedo». En una breve alianza con la COB, los acusaron hasta de haber usado dinamita, inclusive sacaron una nota de prensa oficial desde el Gobierno al respecto. Pero no hicieron lo mismo cuando el entonces coronel Raúl Grandy, que estaba a cargo de toda la situación con las personas con discapacidad, amenazó a mi colega que estaba filmando. —A este gringo de mierda quisiera agarrarlo. Está filmado, pero lo negó. Quienes estaban en vigilia, era quienes de todos modos vivían en la calle en diferentes ciudades. Pero también había otras personas como Rose Mery Guarita, con muy poco dinero podía mantenerse en la vigilia —Estoy por todos esos niños que está abandonados a su suerte, a que un día la muerte se los lleve. Me dijo en una entrevista. Que sean invisibles es lo más conveniente para el Gobierno, pues así no tiene que hacerse cargo. Pero también era consciente que muchos policías tampoco 42
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querían estar allí. —Puta, y ahora tenemos que acuartelarnos. —Que huevada, ¿A qué hora debemos salir? —Después de la media noche. —Yo no quiero ir a golpear a los discas che. —Yo tampoco. —Voy a decir que estoy enfermo, sí, eso voy a hacer, no quiero ser parte de eso. Esa es la conversación que un taxista escuchó cuando llevaba a dos uniformados a la UTOP que se encuentra a una cuadra de la calle Indaburo. Ese chofer después de dejarlos, bajó al campamento a advertirles. A nosotros igual nos llegaron mensajes. Desde un número privado me llegó un sms. —A las 3 am los van a reprimir, porque no quieren prensa. A la medianoche fuimos con varios otros activistas que habían alertado a los medios. Eran exactamente las 3:05 cuando vimos venir a un escuadrón por la Indaburo, estaban con escudos, si hubiese sido cambio de guardia, como muchas veces los vimos, no hubiesen ido con escudos. —¡Alerta! ¡Alerta! Gritaba una activista para despertar a todos. —¡Salgan de sus carpas! Y quienes estaban en guardia lanzaron petardos. Entonces la prensa apareció. Parecía esa escena de Armagedón cuando los cuatro astronautas se embarcan en 43
su misión. Encendieron las luces de sus cámaras y fueron en dirección de los uniformados, entonces estos cambiaron de dirección y bajaron por la Yanacocha. Ya eran las 4:00 y vimos que por el lado contrario de donde habían subido, un montón de uniformados bajaban, en plan de retirada. Me llegó otro sms —Se aborta la misión por presencia de prensa La prensa se fue después de eso, nosotros nos quedamos en vigilia. Hacía -5°C, y no solo nosotros nos moríamos de frío, sino los policías que tenían que hacer guardia todos los días en las rejas que habían puesto. A las 6:00 apareció una unidad móvil; la periodista se acercó y nos dijo que a ella igual le había llegado un mensaje. La idea era dividirse en tres partes, una que se llevara a todos los ‘discas’, otra que recogiera todas las pertenencias y otra que se llevara los enseres más grandes como la cocina o garrafas. También es justo decir que el mal es algo transversal a la condición humana, y el hecho de que tengan discapacidad no los hace ángeles ipso facto. Debo admitir que muchas veces yo no entendía porque hacían las cosas como las hacían, pero en eso yo no me iba a meter. Hubo muchas discusiones sobre todo al final, el machismo siempre era un tema a parte o problemas por las donaciones por ejemplo, porque de repente llegaron muchos que no habían participado de los largos meses para llevarse algo, mientras que quienes estuvieron desde un principio y se marcharon antes de que acabe, se fueron sin nada. Son aprendizajes que quedarán para las próximas luchas. Fueron tres meses en los que hubo de todo: espías, infiltrados, montajes, amenazas de diez años de cárcel, manipulación mediática, toma de declaraciones a sordos sin intérprete, como a Filiberto de El Alto. Wladi, Davidcito, Juan Carlos, Bismarck, Doña Juanita, Don Samuel, la Floren, Hugo, Claudia, Inés, Álex, y las tantas otras personas con quienes compartí, no tenían otra intención 44
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que la de obtener mejores oportunidades para sus vidas. Algunos ni siquiera sabían qué significaban todas las cosas de las que el Gobierno los acusaba. No entendían de derecha ni de izquierda, entendían que ser pobres y tener discapacidad es la peor ecuación. Ante la presión internacional, en febrero de 2018, Evo Morales accedió a darles un bono de Bs 250 a través de los municipios, deslindando al Gobierno de la responsabilidad. No es el monto que pedían y no todos los municipios cumplen, pero es un paso adelante. ¿Se imaginan si el presidente hubiese accedido desde un principio, si de todos modos terminó accediendo? No estaríamos contando esta historia sobre la lucha de cuando los más vulnerados se vieron defraudados por el presidente al que ellos pusieron en el poder. Pasaron más de dos años a la fecha de las represiones en La Paz, el Coronel Grandy fue ascendido a vicecomandante policial de Cochababamba, mientras Andrés Portugal, quien participó de las movilizaciones, moría por falta de atención médica en la misma ciudad; por escaras: una pequeña herida que sin la atención adecuada puede ser mortal. Micky estuvo cerca, a principios de 2018 lo desahuciaron en Potosí porque sus escaras ya habían llegado hasta el hueso, fue gracias a una campaña internacional que pudo recibir $us 10.000 para ser internado en una clínica privada y ser curado. Todavía no se sabe quién dio la orden para violar los derechos humanos de las personas con discapacidad que se levantaron por una renta digna, como decían ellos. La siguiente vez que el Gobierno de Bolivia se vea obligado a hablar de este tema será en 2023, cuando el comité de los derechos de las personas con discapacidad en Ginebra, Suiza les pregunte ¿Qué pasó con las represiones del 2016?
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CHRISTOPHER SALAS
Nació un verano en La Paz el 99, estudiante de la carrera de Filosofía y la carrera de Ciencias Politicas, es escritor de cuento y poesía.
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TODOS CORRIERON DESPAVORIDOS
Todos corrieron despavoridos. Pero lo más ruidoso no fueron los gritos nerviosos de las señoras tan elegantes que asistieron al velorio, o los frenados gritos varoniles (frenados por cuestión de elegancia) que soltaron los encorbatados señores. Lo más ruidoso fue, sin duda, esos inquietantes seis segundos casi infinitos, posicionados entre el sensacional (más bien estremecedor) evento y la fuga de todos los invitados. Los países latinoamericanos se ven ante la disyuntiva de cambio, las dictaduras habían acabado sus postulados. La sociedad boliviana tiene ansias de democracia, pero está siendo azotada a manos de un paceño singular, que, en el 47 había ingresado en la Academia Militar, en el arma de Caballería, pero de caballero tenía solo cierto ingenio para que 37 años después, junto con los paramilitares escondidos en ambulancias de la CNSS, asaltaran la COB. Del terror no se salvan ni las plazas, que están siendo ocupadas por los milicos, los tanques se pasean por las calles como piedras gigantes y enfadadas, las pichitankas ya no cantan en los albores de La Paz, los fuertes disparos que se oyen en las calles no les dan tiempo ni para gritar del susto. Impulsada por la curiosidad, mirar era lo menos arriesgado. El otoño en ese entonces estaba muriendo, nuevas hojas frescas y brillosas nacían en la punta de los árboles, con apenas trece años, su estatura bajita no le permitía tocarlas, pero sus ojos pioneros sí. A esas cajas metálicas gigantes a las que los adultos llaman tanques, tan ruidosas, tan grandes, tan duras, dicen que no se puede entrar y jugar a la guerra, —solo los milicos juegan con esos, no puedes subirte, pero puedes mirarlos, pero 49
mejor que ni los mires—, le decían. Algunos niños de la zona presumían su valentía de querer meterse en esos tanques, tocar todos los botones, jalar todas las palancas e inclusive meterse en el cañón y dispararse al cielo y caer en Cochabamba, donde dicen que todo estaba más tranquilo y de donde provenía la familia de Patricia, más conocida por Patito, por los vecinos del barrio y sus compañeritas de clase. Y tampoco puedes agarrar a las pichitankas, ¡qué fastidio! Apenas te les acercas y se escapan, haces un ruidito y se van volando, pero eso sí, puedes mirarlas de lejitos nomás y escuchar como silban. El barrio donde vivía era por la final Vinchenti, donde actualmente es Sopocachi. En la tarde, aburridos de estar en la casa, ella, el Jorge y el Joselo, se miraron las caras. «Vamos a pasear pues, vamos a recoger ladrillos», les dijo Patito, y se encaminaron junto con Ringo, un perro chapi muy grande y muy flaco. Caminaron unas cuadras hasta donde caminar requeriría poner la vista al cielo, al trepar el cerro. Las lluvias humedecían las piedras y los troncos de los árboles de eucalipto, y el musgo florecía de entre las grietas de los troncos y en superficie de las piedras de todo el cerro. Casi en la punta, los tres se dieron la vuelta para contemplar la ciudad, absortos por lo menos unos cuantos minutos. Luego empezaron a bajar por otro lado, bajaron jugando y chacoteando, el Joselo se cayó y se raspó la rodilla. Llegaron hasta donde una fábrica de ladrillos donde una chimenea botaba humo constante y afuera estaban botados cientos de ladrillos rotos botados en un lugarcito. Mientras ella se ponía a jugar con ellos, el Jorge y el Joselo se fueron a arrancar plantas, y el Ringo se quedó con Patito, firme en pose de vigilia, pues ya estaba oscureciendo, y el color plomo había tintado el cielo, lleno de nubes viejas. Al llegar a la casa, tocaron el timbre, el Joselo soltó un silbido que retumbó en todo el barrio, pasados unos minutos, abrió la mamá Alicia, una cochala que había llegado a La Paz a trabajar, y luego se conoció y se casó con don Vicente, un fiel partidario del MNR oficinista en la alcaldía. Entraron directo a tomar tesito con marraquetita. El papá Vicente estaba leyendo el periódico, Patito solo alcanzó a leer algunas palabras: «Muere 50
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fríamente asesinado Marcelo Quiroga Santacruz partidario del Partido Socialista 1». Patito se durmió con el dulce sonido de la lluvia y con la muerte en la cabeza, otra vez. Todos se despertaron a las seis de la mañana, se escuchaban los fuertes pasos del papá Vicente en la casa, junto con el canto de un gallo a lo lejos y los gritos del megáfono que usaba la junta vecinal para los comunicados, se había caído el puente, otra vez, y él con el megáfono decía: «Muy buenos días, la directiva de la junta de vecinos los convoca para colaborar en la reparación del puente que se ha vuelto a caer a causa de las fuertes lluvias». Mientras, la mamá Alicia preparaba el desayuno y colocaba las tazas en la mesa, don Vicente, Joselo y Jorge salieron apurados, apenas acabando de ponerse las chaquetas y cargando cada uno una herramienta. Siempre en esta época del año, el improvisado puente que conectaba el barrio Illimani con la ciudad de La Paz se tambaleaba, se caían los troncos, hasta que se desplomaba y se lo llevaba el río, entonces la junta vecinal convocaba a todos los varones. Los vecinos, además de las ganas que tenían de colaborar, también iban curiosos por enterarse de las nuevas, los nuevos chismes del barrio, las novedades entre vecinos que se habían peleado con sus esposas, habían concebido nuevos niños, habían invertido en redecorar el hogar o darlo en alquiler, etc. Todos los hombres salieron, algunas cholas con el aguayo a la espalda, cargando lo que sería sus puestos, saludándose desde las puertas, unos para colaborar y otros yéndose a sus trabajos, bajaron la empinada que llevaba al puente e hicieron una ronda. El presidente, don Caetano, un taxista gordo y con lentes, poco pelo, empezó a dividir por grupos a los vecinos, los que levantarían los escombros, los que buscarían nuevas maderas y los que empezarían a construir el nuevo puente uniendo los trozos de madera de eucalipto, con sogas y clavos. Don Vicente, sus hijos, el Osito y dos señores más, fueron a buscar madera. Cada uno cargaba dos troncos que recogieron cerca del bosquecillo y que las lluvias habían derribado, excepto el Osito que cargaba tres. El Osito era un hombrecillo que se había ganado el apodo por su ancha complexión, y su despampanante peinado, como la melena de un león. Y el diminutivo también se lo ganó, por el cariño que le tenía la gente del barrio. Siendo un alcohólico empedernido, hacia 51
trabajitos y pequeñas labores para la gente del barrio, tocaba los timbres diciendo: «Señora, ¿se lo sacudiré alfombras?, señora, se lo sacaré la basura, señora, ¿no quiere que se lo compre pancito? Ya no va a haber más tarde, patroncito, se lo sacaré agua». Y los vecinos le pagaban sus tareítas, algunos hasta lo invitaban a almorzar y se charlaban, también le mandaban a recoger agua de la pila vecinal, otro epicentro del chisme, pero todos sabían que no había que mandarle a comprar seguido, porque desaparecía semanas, y volvía sin la plata. Llegaron con las maderas, y los otros vecinos se pusieron a martillear y a armar el puente. También se empezaron a contar las últimas novedades. Se hicieron las diez de la mañana, las nubes se empezaban a alejar a otras tierras, y el barrio Illimani fue iluminado y bañado con el fresco sol de los Andes. De pronto nomás aparecieron cervezas, se empezaban a escuchar risas de los vecinos y una conversación acalorada, algunos gritos entre los vecinos de diferentes partidos políticos, pero todos quejándose de la dictadura y compartiendo el miedo de quedarse sin trabajo, sin alimento para la familia, que los pillen en el toque de queda o que los maten, a puro balazo. Cuando empezó a caer el atardecer, la dulce luz de un anaranjado delirante, con los últimos trozos de calor que lanzaba el cielo, los vecinos empezaron a recoger sus cosas, con el puente terminado, todos empezaron a retirarse, ya no había cervezas y el viento empezaba a tornarse helado, a lo lejos se escuchaban sirenas de emergencia y el sonido se escabullía por entre las calles. A los días se los comía la rutina. Se notaba como pasaba el tiempo con la última desaparición y aparición del Osito después de dos semanas y media, nadie sabía realmente dónde iba a parar, pero lo más curioso es que nadie se atrevía a preguntarle. Todos comentaban su regreso cuando todos se ponían al día al ir recibir agua de la pileta comunitaria, casi siempre por las mañanas el Osito llegaba directo a trabajar para el vecindario. En medio del desfiladero de palanganas y bañadores, botellas y botellones y algunos vecinos que se iban a refrescar la cara nomás, todos murmullaban por el frío: «El Osito había vuelto siempre», «pucha ese Ositooo, ha vuelto a aparecer», «este chango donde siempre 52
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se irá a meter», «déjelo nomás, rico chango es, borracho, pero trabajador». Más o menos a las diez de la mañana, el Osito tocó el timbre de la casa de Patito para sacudir las alfombras. Después del trabajito ya estaba con sus hermanos desayunando como si fuera de la familia; «A ver muchachos, les voy a contar un cuentito». Doña Alicia lo escuchó y frunció el entrecejo, saliéndose al patio. —Doña Alicia no se vaya pues, voy a empezar a contarlo. —No, de vos tus cuentos son cochinos, yo ya te conozco. Los hermanos y el Osito se mataron de risa, parecía que el Osito solo contaba chistes cochinos para provocar a la doña Alicia, no pasó mucho tiempo para escuchar desde el patio las carcajadas que lanzaban los changos, que bonito es reír en tiempos de dictadura. Pasaron unos cuantos meses para que la junta vecinal convocara a otra reunión, pero esta vez no fue para arreglar el puente o para pintar las fachadas, para celebrar un cumpleaños o ayudar en un traslado: el Osito había muerto. Todos los que llegaban a recabar la noticia daban la típica abrupta inhalada de aire del susto. Se había muerto alguien que estaba siempre tan presente en el barrio que pasaba desapercibido. De repente, por primera vez, todos se miraron para darse cuenta el cariño que le tenían al Osito, «ese borrachito un poquito hediondo, pero trabajador». Ya en sus cabales todos los vecinos, don Caetano empezó a hablar: —Ya, como presidente de la junta vecinal, hemos convocado a todos los vecinos para reunir fondos para enterrar al Osito dignamente Le vamos a velar nosotros, porque a sus familiares no hemos podido contactar, por favor si alguien sabe algo, avíseles. —¿Y cómo ha sucedido pues, Caetano?—preguntó preocupada una señora. 53
—Esta mañana le hemos encontrado muerto en su cuarto, pensaba que estaba durmiendo nomás, yo le he ido a buscar porque me tenía que acompañar a comprar un colchón, y le he tocado varias veces, pero nada, este borracho debe estar he dicho, me decidí a entrar, en su cuarto había carteles de no sé qué partidos políticos, no sé si habrán sido los militares pero estaba ahí botado, le empujé, pero este ha fallecido he dicho. Los vecinos no resistieron lamentarse con los rostros, y empezaron la colecta, los que no sacaron dinero volvieron a sus casas a sacar, había cierto halo de emoción en organizarse. —¿Dónde lo vamos a velar ahora? —preguntó don Vicente Después de mirarse las caras, don Caetano, que era taxista, ofreció el local del sindicato, ahí festejaban los eventos importantes de todos los choferes del sindicato, y por primera vez iba a servir para un velorio. Llegada la medianoche, Patito fue despertada abruptamente por doña Alicia, la lluvia caía a cántaros y Don Vicente no podía cruzar el puente debido al numeroso barro y la aguda borrachera que se había pegado. Doña Alicia desesperada luego despertó a Joselo y Jorge, todos se pusieron botas para ir a traer a Don Vicente. Salieron apurados, cruzaron el puente en medio de la tormenta, Joselo y Jorge sostuvieron a don Vicente, cada uno de un brazo y Patito hacía esfuerzo por empujarle de la espalda para que se pare, doña Alicia había llevado un nailon para cubrirles de la lluvia mientras pegaba unos gritos de rabia y preocupación, protestando por las constantes borracheras de don Vicente. Llegaron todos embarrados a la casa, directo a lavarle y a limpiarle, ponerle pijama y meterle en la cama. Al día siguiente don Vicente no recordará nada. Llegó el sábado, los muchachos se fueron a la cancha con los del barrio, Patito se quedó en la casa de una vecina a jugar con sus hijos, don Vicente se quedó dormido hasta el medio día y doña Alicia se estaba alistando para ir al velorio, se puso una falda negra con una blusa violeta elegante con encajes, flores y una mantilla oscura y elegante, los pendientes de su madre y un 54
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perfume que le había regalado una tía. Don Vicente estaba de chaki, por lo que decidió quedarse a descansar, y doña Alicia se encaminó al velorio. Los vecinos estaban charlando y tomando chicha, alguien había llevado una radiecito sintonizada en cuecas y baladas. Después de saludar cordialmente, la ceremonia empezó y todos se sentaron. Mientras, pasaban algunos bocaditos y el presidente de la junta empezaba a decir algunas palabras. Al Osito le habían vestido con un terno viejo de algún vecino generoso. Como no encontraron a ninguno de sus familiares, don Caetano dejó la palabra, a quien quisiera decir unas palabras, casi la mitad habló sobre los favores que les hacía el Osito, y una que otra experiencia chistosa, una señora se quejó de lo borracho que era y que, por tomar tanto, lo tenía merecido. El atardecer llegó, las ventanas soltaban rayos escasos a través de las cortinas. El ambiente se puso candente con la chicha, la charla era acalorada y hasta se oían risas. Doña Alicia se había desprendido de la conversación durante un segundo, para ver el ataúd violeta oscuro donde yacía el Osito, era un violeta parecido al de su vestido, de repente vio a una figura oscura levantándose abruptamente, tosiendo y atorándose como si quisiera botar flema, se le heló el alma, y faltó poco para que pegara el grito. Y todos corrieron despavoridos. Pero lo más ruidoso no fueron los gritos nerviosos de las señoras tan elegantes que asistieron al velorio, o los frenados gritos varoniles (frenados por cuestión de elegancia) que soltaron los encorbatados señores. Lo más ruidoso fue, sin duda, esos inquietantes seis segundos casi infinitos, posicionados entre el sensacional (más bien estremecedor) evento y la fuga de todos los invitados. Al día siguiente, todos empezaron a comentar el evento en la pileta vecinal, todos absolutamente sorprendidos, asustados, empezaron la revisión exhaustiva del evento pasado. Alguno comentó que algo le habían puesto a la chicha, otro que era cosa del diablo, luego llegó don Caetano diciendo que se había enterado de que era una enfermedad llamada epilepsia. Cuando doña Alicia le contó a don Vicente este se mató de risa, y Patito escuchó de lejos totalmente impresionada y contenta, porque el 55
Osito seguía con vida y porque debe ser posible poder regresar de la muerte. Los nervios de los vecinos se agravaron cuando al día siguiente, los vecinos fueron convocados otra vez a reunión para colaborar en la limpieza de una gran mancha de sangre cerca de la entrada al barrio Illimani. Todos de curiosos fueron a ver, y hubiera sido menos el susto si estaría el cuerpo de la víctima ahí botado, así sabrían quien era, pero solo estaba un zapato charol botado y totalmente ensangrentado, todos levantaron la mirada para ver una línea manchosa y serpenteante que finalizaba en el río acompañada de pisadas de botas ensangrentadas y líneas de llantas que se perdían en el horizonte. Todos estaban seguros que eran los milicos, de miedo todos se metieron a sus casas y la mancha la limpió el viento y la lluvia, años después la taparía el cemento. Pasaron tres meses para que se dejara de hablar sobre todo lo acontecido ese otoño. El invierno llegó con un frio que taladra los huesos y nuevos chismes. El Osito, el hombre que venció a la muerte había vuelto a aparecer en el barrio con ropa nueva y limpia y el pelo recogido. Empezaron a decir que le habían visto con una cholita, «alajita nomás», «bien sonriente», decían. El Banco Central de Bolivia carecía de un mecanismo elemental evitar la caída definitiva del peso boliviano. La economía se había desmoronado y el peso boliviano flotaba en relación al dólar, comenzaba la hiperinflación. La gente y especialmente don Vicente, apenas se recuperaban del impacto de la noticia de los crímenes de la calle Harrington. don Vicente conoció a Artemio Camargo cuando se había fugado de su casa a causa de los abusos de su padre militar. Él mismo se trazó los senderos de la vida, primero yendo a trabajar en las minas durante un año, luego se dio cuenta de que, por los albores de la mina, los productos alimenticios estaban a mitad de precio que en la ciudad. No dudó en prestarse dinero y empezar a comprar leche, cigarrillos, arroz, fideo entre otros y venderlos en la ciudad, así don Vicente, siendo tan joven, inició una pequeña empresa que le alcanzó por lo menos para 56
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irse de las minas. Sus compañeros mineros, hombres panzones de piel oscura, con los sentidos obnubilados por la indiferencia de la tierra y de las piedras que veían a su alrededor todos los días, por la insuficiencia del aire y el continuo mascar coca, eran hombres por poco insensibles, las minas los habían vuelto como las piedras, indiferentes y duras, cosa que desahogaban en farras descomunales. Por lo que la partida de don Vicente no causó mucha conmoción, excepto en un hombre con aires de dirigente; don Artemio Camargo, oriundo de Sopachuy, un acogedor poblado ubicado a 183 kilómetros de la ciudad de Sucre, abogado y bigotón, despidió a don Vicente una tarde nublada con un fuerte abrazo y un fuerte apretón de manos, luego se dio la vuelta y no miró atrás, don Vicente sí. Don Vicente años después se enteró en el periódico de la masacre de una dirección clandestina del partido MIR para analizar el paquete económico que había lanzado el gobierno, que determinó el alza de varios productos de la canasta familiar. El grupo había sido delatado, ocho de los nueve dirigentes sintieron el calor de la fría bala por todo el cuerpo. El ministro del interior luego anunció que todos los bolivianos debían ir con el testamento bajo el brazo y para los que estuvieran contra el régimen «No va haber perdón». El miedo de don Vicente fue ahogado por la melancolía que sentía al recordar ese abrazo con el que se despidió de Camargo, «un abrazo sabor a padre» le decía a doña Alicia. Con la hiperinflación, la gente andaba con todo su dinero en cajas, bolsos grandes y bolsas de yute. Se decía que era más barato hacer viajes largos en los taxis, desde el Prado hasta Mallasa decían, ya que, en el transcurso del trayecto, la moneda se iba devaluando, y terminabas por pagar una nada. Los rateros dejaron de robar, pues robar un saco lleno de dinero alcanzaba para apenas diez pancitos y unas cuantas bolsas de leche. El compadrazgo ya no era cosa de los boliches, sino de las tiendas, los que eran bien amigos de los vendedores y vendedoras lograban conseguir más de diez pancitos, harina y arroz más de dos libritas. En la casa de doña Alicia ya poco había para cocinar, era tiempo de hacer sumarse a las largas filas que hacían desde las 57
seis de la mañana para comprar alimentos. Don Vicente viajó a los Yungas diciendo que tenía un primo que podía ayudarle y darle por lo menos un saco de harina. Al cabo de dos meses él volvió con dos ramos de plátano gigante, que sirvieron para que toda la familia se hastiase del plátano, después de comerlo en sopa, postre, pasteles y toda clase de invención que se le ocurría a doña Alicia, para seguir comiendo. En ese lapso, doña Alicia decidió agarrar toda la plata que había en la casa e ir a conseguir alguito. Justo esa mañana el Osito tocó el timbre y ella le propuso que él cargara las bolsas llenas de dinero, y si conseguían algo, alguito recibiría él. El Osito aceptó sonriendo, esperó a que ella se arreglara y se encaminaron al mercado. En esa explosión colorida, llena de gritos y soleada, paisaje de los mercados de La Paz, doña Alicia y el Osito se escabullían entre tanta gente y tantos olores y sabores que se percibían. Doña Alicia inhaló fuertemente, lista para el regateo, cada vez que compraban algo, el Osito sacaba un buen tanto de monedas para pagar un libra de tomate. La mañana pasó rápido, ya por finalizar y con las bolsas llenas, el Osito se desmayó en pleno mercado, y se cayó sobre un puesto de verduras, la vendedora empezó a gritar y doña Alicia casi se muere del susto. Se empezó a acercar la gente «¿estará borracho?» decían. Los hombres empezaron a levantarlo y la gente ayudó a recoger las verduras desparramadas. Entonces un jovenzuelo se abrió paso diciendo «yo soy médico, a ver muévanse un cachito». Se le acercó, le tomó el pulso, se tomó un minuto para darse la vuelta y decir «este está muerto». Las mujeres del tumulto se cubrieron la boca y un señor se puso a rezar. Doña Alicia se decía a sí misma «no puede ser, este medio mañudo es, ¿no nos querrá hacer asustar otra vez?». Con ayuda de algunos hombres generosos, doña Alicia le llevó al Osito al barrio, lo dejaron en una esquinita sentado esperando a que ella fuera a buscar a don Caetano. Mientras el joven doctor lo examinaba curioso por saber de qué se había muerto, el Osito abrió los ojos y clavó la mirada y la encajó 58
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perfectamente en los ojos del médico de un sopetón. El médico gritó «carajo, mierda!» del susto, se paró, se dio media vuelta y se fue. El Osito empezó a atorarse y cuando vino doña Alicia y Don Caetano, lo vieron ya intentando pararse. Don Caetano se acercó corriendo y le dijo: «¡Qué ha pasado hermano! ¿Estás bien? Puta esos sustos que nos das carajo». El Osito intentando hablar y balbuceando se calló cuando don Caetano le dijo «Ya mejor no intentes ni hablar, ven te voy a llevar a tu casa» y doña Alicia empezó a llorar. Pasó mucho tiempo. En La Paz se sentía más calorcito. El Parlamento convocó a elecciones a propuesta de la Confederación de Empresarios privados, y subió al poder Hernán Siles Zuazo. La Paz estaba en vísperas del Gran Poder. La alta alcurnia chola se preparaba con ensayos y mandando a diseño los mejores trajes, los más brillosos y llamativos. Algunos de los del barrio participaban, pero todos se asombraron al enterarse que el Osito iba a bailar este año de caporal, pues la cholita con la que estaba andando era cholita de alcurnia, hija de comerciantes, y como estaba tan camote no dudó en hacer las movidas para que el Osito participara. Él aceptó, claramente con gusto, siempre le había maravillado el Gran Poder desde chiquito, y no solo estaba emocionado por el gran evento y el primer acto de devoción que iba a realizar al Jesús de tres rostros, al Jesús del Gran poder, sino que algo lo movía en el pecho fuertemente, era el gran amor que le tenía a su cholita, en pleno Gran Poder le iba a proponer matrimonio. El barrio se enteró, y el Osito empezó a ganarse el respeto del barrio, de la noche a la mañana se había reformado. Dicen que una mañana después de ayudar a la señora de la tienda a descargar arroz, el Osito le había empezado a pedir consejos maritales, y como la doña de la tienda era conocida por su curiosidad como de niña, hostigó al Osito hasta hacerle escupir todo el plan que tenía de casarse con su chola, «y todavía en el Gran Poder, vas a tener que gritarle pues la propuesta» le dijo, a lo que el Osito respondió: «No te preocupes señora, todo ya lo tengo planeadito, he hablado con un chango de la banda que era mi amigo de colegio, su papa está guiando, le voy a decir que se callen en cierto rato y después 59
de mi propuesta y del sí, que toquen la marcha de los casados pues, esa que tocan en las misas». La señora se río luciendo el brillo de un diente de oro y le respondió: «Jajaja ay, Osito, ¿por qué estás tan seguro de que va dar el sí pues? ¿Acaso no sabes que a nosotras nos encanta hacernos del rogar?». Pasó el tiempo y nunca se supo de la boda, de paso el Osito volvió a desaparecer, nadie sabía de su paradero durante otra temporada, cuando se chismeaba otra vez de su regreso, no solo había regresado al barrio sino a sus borracheras y sus piltrafas, a sus tufos de alcohol y malas fachas. Don Caetano que ya estaba harto le había ido a hablar, el Osito le contó que al primo de su prometida le habían baleado, la familia se asustó totalmente y se volvieron a Cochabamba, y se la llevaron cancelando la boda y dando a conocer a las últimas víctimas de la dictadura. Don Caetano no hizo más que abrazarle, darle consejo y darle compasión también, ante un hombre tan bondadoso en el fondo y a la vez tan frágil, y también se enteró de sus ambiciones políticas. El Osito ayudó un tiempito más en el barrio hasta que este se enteró que se había desfallecido cerca del puente, esta vez de manera definitiva, nadie ya fue a ayudarle pensando que se levantaría más ratito, el cuerpo permaneció cinco días hasta que empezó a oler mal, aún así la gente dudó y lo dejaron en su casa, donde permaneció una semana más hasta que decidieron enterrarlo, esta vez pocos, casi nadie fue a su velorio y esta vez no regresó de la muerte, pensaba Patito. Este relato es un trozo de la vida de mi madre, Patricia Carola La Fuente Terceros, que pudo presenciar en su infancia la increíble historia del Osito con las penumbras de la dictadura, agradezco su lucidez de memoria al evocarme paisajes tan claros de aquellos tiempos en la historia de Bolivia y también a mi abuelita Alicia, que con su palabra no solo me pintó el panorama de la época, sino me enterneció, estremeció y enriqueció mi visión sobre mi país y sobre las dictaduras.
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BONUS TRACK
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ROBERTO NAVIA
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CARNE DE MINERO
Los 33 alguna vez pensaron en cometer el canibalismo para que la raza humana no se extinguiese en las profundidades de la mina San José de Chile. A setecientos metros bajo tierra, nadie quiere ser el primero en dar el último suspiro. Carlos Mamani quiere hablar por todas sus costuras, pero apenas me revela ese secreto: comer carne de minero —me dice—, fue una posibilidad. Pero no puede hablar más. Hay una película que se está por rodar y mientras no se estrene su boca será de piedra. Pero callar le está perforando sus noches. Ya no duerme como un bebé. Sus sueños son un nido de arañas y los sobresaltos en su cama de minero glorioso lo despiertan transpirado y con los ojos prendidos en el techo de su casa nueva en Copiapó. La vida de este boliviano, que fue uno de los 33 supervivientes de Atacama, ya no es esa música suave que era hasta antes del 5 de agosto del 2010, cuando la mina San José los atrapó en sus entrañas y los libró de la muerte en sus refugios. Es la tercera vez que toco su puerta. Veo una metamorfosis en él y en lo que le rodea. La primera vez fue el 13 de octubre del 2010, horas después de que el presidente de Chile Sebastián Piñera le diera la mano tras su asunción a la superficie del planeta. Había perdido diez kilos en los 69 días de haber vivido en la panza de aquella veta de cobre. Esa vez hablamos poco. En su antigua casa de cartón los 65
periodistas de todas partes del mundo lo esperamos para que nos dijera qué se siente volver a nacer. Asustado por los micrófonos y por el destello de las luces, balbuceó algunas palabras y nos miró por los cristales de unas gafas que le daban un toque de Hollywood. Carlos sabe que volveré a tocar su puerta a las tres de la tarde del 7 de diciembre del 2010. Abre la puerta de su casa pobre de la calle Padre Negro. Vive en un terreno inclinado agarrado de un cerro plomo. —«No hay en qué sentarse», me dice después de darme su mano de hombre altiplánico. En una galería cubierta por una tela transparente, habilita una madera vieja y la convierte en una banqueta improvisada y cómoda. Esa pobreza que ladra es un contraste eterno con el tamaño de su agenda: Carlos Mamani será nombrado ciudadano ilustre de Chile, bautizará a su hija Emily de un año y medio de edad y el padrino de la niña será el millonario Leonardo Farkas. También tiene anotado un viaje a Inglaterra para ver jugar al Manchester United y el diario El Deber de Bolivia lo ha nombrado personaje del año. Su esposa, Verónica Quispe, a sus 24 años, está aprendiendo a hacer las maletas y a regalarle paz a un esposo dos años mayor que ella que durante las noches brinca como un conejo en la cama. Mamani está viendo algunas cosas extrañas en la madrugada. Son bultos oscuros que se mueven como pilluelos y que cuando quiere darles alcance se hacen añicos. Mamani está traumado, pero Mamani no está loco. La información que le dio su psicólogo de cabecera pagado por el Estado chileno es que se trata de un cuadro natural para quienes estuvieron sometidos a situaciones extremas. El insomnio, la crisis de ansiedad, la angustia, la depresión, la irritabilidad o las pesadillas son parte de ese menú que seguirá 66
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teniendo un año y cinco meses después. Eso lo sabré cuando lo visite por tercera vez. Entonces, él será amable y estará orgulloso de recibirme en su casa nueva de 26.000 dólares y de mostrarme su vagoneta Mitsubishi y de montarse en su moto ninja que le llegó de regalo. «Todavía tengo un problema psicológico», me dirá y pondrá una cara de pena. Mamani se embronca al tiro, a veces le grita a su esposa. En el trabajo no quiere conversar con sus compañeros, se aparta y se va solo a algún lugar a morder su angustia. Hay días en que está normal y radiante, y otros en que es chicoteado por la depresión. También me dirá que necesita un psicólogo particular. Varios de los 33 tienen problemas parecidos. Hay algunos que no están trabajando y siguen con una licencia que a Mamani ya se la levantaron. «Alguien de la Asociación de Seguridad Chilena», me contará «dijo que yo estaba bien sin hacerme los exámenes que correspondían». Por eso ahora tiene que remar con sus propios recursos y abrir su billetera para contarle a un psicólogo, bajo secreto de confesión, las cosas duras que ha soportado bajo tierra. —A vos no te las puedo contar hasta que no se estrene la película», me dirá. Hay cosas que no necesitará decir para que se sepan. Ahora, el boliviano más famoso en Chile vive en una casa nueva y chica de ladrillos y de cemento pintado, rejas negras en la entrada y dos habitaciones en la segunda planta. Todo lo que hay adentro es nuevo. De su vieja vivienda solo han traído la ropa. Carlos está sentado con Verónica en un living café. Emily —ahora de tres años— hurga sus juguetes con la solvencia de hija única. —Uno no sabe cuándo va a morir. 67
El sobreviviente habla como un hombre sabio. La casa es suya y si algo le pasa, su esposa y su niña ya tienen una morada sólida que está abrazada por un aura de fe que Mamani profesa con mayor fuerza desde que su vida estuvo en peligro de muerte. En la sala hay cinco rosarios y la imagen de la Virgen de Guadalupe. También está ese letrero que dio la vuelta al mundo: Estamos bien en el refugio los 33, y un póster con la imagen de Felipe Camiroaga, el periodista de la Televisión Nacional de Chile que, en septiembre del 2011, junto a 17 pasajeros y tres tripulantes, murió al estrellarse el avión bimotor de la Fuerza Aérea en el archipiélago Juan Fernández. Cuatro días después de aquel siniestro, en Bolivia se cayó un avión con nueve pasajeros y dos tripulantes. El único superviviente fue el hombre de 35 años de edad que iba en el asiento número nueve. Carlos quiere conocer a Minor Vidal. Me dice que con él puede dar charlas de superación personal. Minor ha vuelvo a volar en avión y Carlos no está dispuesto a meterse en un socavón aunque le paguen millones. El minero ha superado la pobreza, pero tiene pendiente matar sus demonios que lo torturan cuando se mete en la cama. ✴✴✴
La orureña Verónica Quispe tiene la fuerza de un socavón. Es la centinela de Carlos Mamani, el faro que lo conduce a puertos seguros. Es la que lo ayuda a encontrar el sueño antes de que los bultos se lo coman en sus sueños livianos. Carlos sufre de noche, pero de día es el rey de la gente. Cuando camina por las calles de Copiapó le piden posar para la foto. Su fama a veces le abruma. 68
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Con él ahora estoy dentro de un avión que nos transporta a Santa Cruz de la Sierra. Lo estoy llevando a Bolivia para la ceremonia en la que recibirá de El Deber la estatuilla de personaje del año. Le piden autógrafos a cada paso. Las azafatas de la línea aérea le sonreirán en todo el vuelo. Es diciembre de 2010. Un día antes de que marchemos a Bolivia, hizo bautizar a Emily en la iglesia del barrio Pedro León Gallo de Copiapó y el padrino de la niña ha sido el magnate Leonardo Farkas. El empresario rubio le ha regalado una cuenta en el banco para que sea utilizada en los gastos que demandarán los estudios universitarios de su hija. La noche antes los Mamani bailaron en la boda de otro de los 33 mineros. Claudio Yáñez se casó con Cristina Núñez, la mujer a la que le prometió matrimonio cuando aún no se sabía si iba a salir con vida de abajo. En Santa Cruz también le hacen la venia a Carlos Mamani. En el aeropuerto de Viru Viru los oficiales de migración lo sacan de la fila que los pasajeros hacen para ingresar a la ciudad. Se alojó en la suite de un hotel donde durmió Julio Iglesias. La fama del minero glorioso está en su auge. Carlos no sabe que, dentro de nueve meses, el mismo día en que se celebre un año de su rescate, será detenido por carabineros de Chile y puesto en un calabozo, que se le cerrarán las puertas de trabajo y la gente en la calle lo mirará como a un canalla. ✴✴✴
El 13 de octubre del 2011, el diario Atacama de Copiapó publicó: «Mamani fue detenido en su casa tras recibir una denuncia de violencia familiar». La gente en las calles decía que el minero boliviano había pegado a su mujer después de haber sido encontrado con su amante. 69
No había pegado a nadie. Pero a estas alturas —me dice en esta mi última visita, cuando nos encontramos en su casa nueva—, el escándalo le cambió la vida y lo redujo a ciudadano común y corriente. De la gloria al rechazo, de la fama al olvido. Pero se repondrá; Mamani es uno de esos casos en los que cuando está a punto de perderlo todo, se levanta o lo levantan para volver a empezar. Mamani resume su pasaje caótico: —El padre de mi esposa se trajo a Copiapó una chica de 22 años de Bolivia y la presentó como una sobrina. Mintió. Mi esposa creyó, pero yo sospeché que no era así y la mandé a ella a que averigüe. Y justamente los pilló desnudos. El suegro estaba encerrado en su casa con su falsa sobrina, cogiendo bajo el aire que entraba por la ventaba sin vidrios. Verónica los vio con el asombro de un gato y les sacó fotos en silencio. —En la tarde mi esposa y mi cuñado fueron a reclamarles a mi suegro y a su amante y yo los llevé en la vagoneta. Ese fue mi error. A la chica le cortaron un pedazo de cabello. Se armó un escándalo. Mi suegro hizo fuerzas para quitar la tijera y le cortó en una mano a mi cuñado. Como la herida era profunda lo llevé al hospital, donde después llegó mi suegro con dos carabineros. Ahí empezó el problema. Nos acusó de que los habíamos maltratado y a mí y a Verónica nos llevaron al calabozo, nos pusieron tras las rejas como delincuentes. Después fueron a la fiscalía. Su suegro —cuenta Carlos— llamó a la prensa de Copiapó porque era 13 de octubre, un año del rescate de los 33. Los Mamani no fueron a la ceremonia de festejos porque a las dos de la tarde estaban en el juzgado. Lo llamaron sus familiares de Bolivia y periodistas de diferentes partes del mundo porque escucharon que había pegado a su esposa. El juez les dio libertad bajo compromiso de firmar una vez al mes un cuaderno de buena conducta. —Me afectó mucho a mi imagen. 70
Carlos fue en busca de trabajo. Se topó con las puertas cerradas. Le decían: —Con la cagada que te mandaste. No. Estaba destrozado. Ni bajo esa tormenta pensó buscar refugio en Bolivia. La propuesta de trabajo que le hizo el Gobierno de Bolivia se la pasó por la raja. Ni bien fue rescatado, el presidente Evo Morales le ofreció que agarrara sus maletas, que vuele a Bolivia, que trabaje en la petrolera YPFB y que si hace eso le regalará una casa. —No me convenció la oferta. Esa pega me iba a aguantar dos o tres años. Hay mucha envidia en mi país, dice, sentado en ese sillón que también es nuevo. Alrededor está todo lo que tiene: su casa, su televisor, su vagoneta en el garaje. Cosas que ha comprado con el dinero que le han donado empresas y algún millonario como premio a la supervivencia. Ahora también tiene un empleo. El dueño de una compañía constructora le dio una oportunidad y su trabajo consiste en operar maquinaria pesada. Gana para que a su familia no le falte el pan de todos los días. Vive igual que antes solo que ahora el techo que lo cobija es de cemento y no de cartón. Pero hay algo que antes podía hacer y que ahora ya no: hablar con libertad. Si se atreve a revelar los olores de los 69 días dentro de la mina San José, puede fregarle el pastel a una empresa cinematográfica de Hollywood. Hace rato se arriesgó. Estiró la lengua cuando dijo que abajo habían pensado en comerse entre ellos en caso de que alguien muriera. Ahora me pasa otro dato inofensivo. Cambió de equipo de fútbol por una lata de leche. —Yo era hincha del Colo Colo hasta antes del accidente
en la mina San José. Ahora soy de la U. El poder del hambre pudo más cuando estaba bajo tierra. Me compraron con un tarro de leche. Tenía hambre y un compañero me preguntó de qué equipo era; él siempre me pasaba su latita de leche cada día porque no le gustaba. Un día me puso condiciones. Me dijo que si no me cambiaba de equipo iba a suspenderme ese alimento. Acepté. Cuando salimos del encierro los jugadores de la U me mandaron una camiseta con sus firmas. Carlos ya no sueña con ser futbolista ni policía. Ahora quiere ver crecer a su hija y que la puta película se filme, se estrene y derribe taquilla. —Ojalá que salga. Será una ayuda grande y si Dios quiere con eso me voy a Bolivia por mi propia cuenta, sin la promesa de ningún político. Carlos cree que las pesadillas y los saltos en la cama son porque no puede contarlo todo. «Solo las cosas buenas Carlos» le recuerda Verónica. El minero, después del ascenso a la superficie, viajó por varios países donde lo adularon como a un niño. —También acuérdate del crucero titánico en Atenas, de la montaña enorme de Disney. Pero eso no es suficiente para un alma herida. —Si ahora empiezo a recordar me voy a poner a llorar. cama.
Verónica no quiere que esta noche su esposo salte en la —Nadie te va a comer, amor.
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DiseĂąo: Pablo Sanchez
Ediciones Yerba Mala Cartonera Para no desesperar en las trancaderas, para dejar pasar las propagandas de la TV, para aguantar las marchas, para caminar subidas sin darse cuenta, para bailar al ritmo de la cumbia del minibús o para cuando tengas simplemente ganas de leer. Un libro cartonero, casero, tu mejor cómplice.
Otros títulos: Heroinas sin Coronilla, Antología Cuento Viscarra en Cartón, Antología Cuento y poesía Juan Pablo Piñeiro, El bolero triunfal de Sara Pablo César Espinoza, Cantar, reir llorar Beto Cáceres, Línea 257 Cuentos desde la masa, Club del cuento “Pan de Batalla” Juan Malebrán, Reproducción en curso Santiago Roncagliolo, El arte nazi Juan Pablo Salinas, Moscardon bistrot Nicolás Recoaro, 27.182.414 Marco Montellano, Narciso tiene tos Vicky Aillón, Liberalia Banesa Morales, Memorias de una samaritana Washington Cucurto, Mi ticki cumbiantera Crispín Portugal, !Cago pues! Nelson Vanm Jaliri, Los poemas de mi hermanito Lourdes Saavedra, Lullaby Gabriel Pantoja, Plenilunio Roberto Oropeza, Invisible Natural Premio de concurso breve Óscar Cerruto, UMSA