VIRGINIA AYLLĂ“N
Liberalia Diez fragmentos sobre la lectura
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© Virginia Ayllón, 2006 © Editorial Yerba Mala Cartonera de Bolivia, 2006. Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro. yerbamalacartonera@gmail.com http://yerbamalacartonera.blogspot.com
Proyectos análogos: Eloísa Cartonera (Argentina), Sarita Cartonera (Perú), Ediciones la Cartonera (México), Animita Cartonera (Chile), Dulcinéia Catadora (Brasil) y muchos más en casi 20 países. ______________________________________________________ Impreso en: Imprenta ―Magda I‖ Av. Oquendo 371 dpto. 2A. Cochabamba copyleft La autora cede sus derechos en favor de la libre circulación de las ideas y el expedito acceso al libro. Impreso en Bolivia ______________________________________________________ Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo desinteresado de Magda Rossi. 2
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Liberalia: Fiesta del Dios Baco; era aquĂŠl un dĂa de liberaciĂłn. Nada estaba vedado y se toleraba que los esclavos hablaran libremente.
A Yerbamalacartonera
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FRAGMENTOS A Humberto Quino
La lectura no puede sino ser fragmentaria. Se lee desde la fracción que se es ese momento —a veces segmento, a veces apenas un residuo— y se recuerda lo leído desde otro fragmento. Quizá ahí esté el gusto de la relectura, en el recuerdo de lo no leído, en la intuición de una partícula textual, en las ansias de la completud. La relectura marca nuestra errancia por el mundo del texto, nuestra obsesiva búsqueda de sentido.
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1 NO TENÍA LIBROS A Carlos Salazar Todo indica que la Escuela Normal Indígena de Warisata no tenía una biblioteca. Lo que sí tenía, en cambio, eran talleres de carpintería, costura, cerrajería, sombrerería, textilería, mecánica, ladrillería, carpintería. Tenía también huertos, jardines y establos de ganado. ¡Ah!, un consejo de amautas y un sistema autogestionado de administración. Cuentan que cuando ingresó el ajedrez, todo el mundo tallaba sus piezas para jugar entre taller y taller. Componían, tocaban instrumentos y cantaban. Y también escriban poesía. Los niños y los padres se burlaban de los profesores que sólo enseñaban a ―leer y escribir‖.
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2 LA LÁGRIMA DEL COMANDANTE In memorian Llamaba mi atención la siempre actualizada información que cargaba la verborrea de este pordiosero; ―personaje paceño‖ para algunos; entrañable compañero de charla, para mí. El 1º de Mayo de cada año, el Comandante solía ataviarse con su envejecido saco de terno y, desde un improvisado podio, saludaba con la mano en alto a los trabajadores que desfilaban en su día. Ese año, el Comandante incluyó en su atuendo un pañuelo rojo que le tapaba medio rostro. —¡Como en Ecuador, compañeros! —gritaba—, ¡Como los zapatitas! —arengaba. El día que lo seguí a hurtadillas, descubrí su secreto: leía completitos los diarios, incluyendo el suplemento deportivo. Pero esa misma mañana, cuando el sol ya se imponía en las calles de la ciudad, el Comandante suspiró y echó una lágrima antes de cerrar el diario y guardarlo en una gran bolsa negra. Un año maduramos la amistad y sólo entonces le pregunté el motivo de aquella furtiva lágrima: —Poesía—, me dijo. —A veces eso me hace llorar.
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3 UNIDAD EDUCATIVA BILL GATES, EX UNIDAD EDUCATIVA YOLANDA BEDREGAL Era un anuncio escrito en el muro exterior de la Unidad Educativa Bill Gates, ubicada en la popular Villa Copacabana. Una larga fila de madres esperaba llenar los formularios de inscripción de sus hijos a tan insigne colegio. Esperaban también que luego, cuando les preguntaran, ellas dirían con dificultad, pero levantando la cabeza: —En la bilgueits estudian mis hijos—, a continuación la preguntadora emitiría un: —¡Ah! —de admiración. La razón de este nuevo deseo confirma varios hechos; a saber: que Yolanda es un nombre muy común, Bill suena mejor y además tiene las primeras letras del siempre bienaventurado vocablo billete. Que en el cuaderno escolar se ve mejor Gates que Bedregal. Que la computadora es el signo de los tiempos, no la poesía... ¡ni de lejos! Que él es un self made man, y ella apenas una de las pocas que perteneció a una desconocida Academia Boliviana de la Lengua. Pero la verdad mayor es que el don en cuestión es el rey del mundo; ella apenas, Yolanda de Bolivia.
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4 EL PERDIDO PODER DEL ANONIMATO Por razones de vida o muerte debemos declarar su muerte; su destrucción puede salvar su menguada dignidad. Insistir en su permanencia nos convertiría en cómplices de peor crimen. Nos condenaría a presenciar su lenta agonía. Su deshonroso debacle nos perseguiría hasta la eternidad. No podríamos, nunca más, enfrentarnos al texto con dignidad y libertad. Seríamos echados del paraíso de la grafía. Nuestras vigilias estarían acosadas por el alma en pena del Waliki; el fantasma del Huarjatita cerraría el libro en nuestras horas de lectura; la espectral Cholita Mal Natural nos despojaría del lápiz y el duende de La Semana de la Enana haría resbalar cada página en blanco que osemos hollar. Aún estamos a tiempo; es preciso reconocer que el enemigo venció y sacar de circulación al periodiquito de Alasitas. De lo contrario, nuestros días se llenarán de un murmullo, nimio al principio, enano, chiquito, en miniatura, que irá creciendo más, cada vez más; se meterá por nuestros oídos, bajará por nuestras tripas y se instalará en nuestros ojos y dedos, impidiéndonos así la lectura y la escritura. ¡Waaaaa, y este qué tiene! ¡Waaaaa, y este qué tiene! ¡Waaaaa, y este qué tiene! ¡Waaaaaaa!, dirá la voz de ultratumba. ¡Salvémonos vates!, ¡no olvidemos —jamás—, que todo enano es un gigante dormido!
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5 BIBLIOTECAS PÚBLICAS EL ALTO Los escolinos libros de texto aseguran que el horizonte libertario de la Revolución de 1809 —que dio inicio a los procesos de independencia americana— germinó en las ideas liberales que circulaban en la muy insigne Universidad Mayor Real y Pontifica de San Francisco Xavier de Chuquisaca. Entonces, ¿encierran los libros una la capacidad movilizadora? Es posible que nunca lleguemos a comprobarlo ya que la gesta libertaria de Octubre del 2003 se asentó en la no-información (libresca al menos), esto es, en la intuición. Pero también es cierto que la ciudad más pobre de Bolivia —que no cuenta con bibliotecas públicas— reprodujo lo que Chuquisaca en el siglo XIX cuando eminentes intelectuales abrieron las puertas de sus colecciones particulares, dando inicio así a las bibliotecas públicas. Una muy querida amiga y eminente historiadora, dice que una de ellas llevó el memorable nombre de Nuestra Señora de la Buena Lectura. Poco antes de la proeza de Octubre del 2003, vecinos alteños aficionados a la lectura, abrieron también sus pequeñas colecciones privadas al uso público, generalmente de niños y jóvenes estudiantes. Quién sabe si esas bibliotecas tuvieron que ver con la gesta libertaria andina. O, quién sabe, la valiente insurrección popular tuvo que ver, precisamente, con la ausencia de bibliotecas.
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6 COLECCIONES HEMEROGRÁFICAS Armar colecciones hemerográficas es uno de los grandes problemas para los bibliotecarios. Hace algunos años visité la Feria 16 de Julio de la ciudad de El Alto. Me acerqué a unos puestos que parecían ofrecer diarios viejos en venta, todos muy bien ordenados y pensé en la excesiva finura y delicadeza de ese orden si luego habrían de ser vendidos como papel viejo. En estas estaba cuando un niño le solicitó a la vendedora una la biografía de Simón Bolívar. Muy solícita y poniendo a un lado la wawa que había estado amamantando, echando atrás la manta y dejando a buen recaudo un humeante plato de sopa en el que se deleitaba antes, ésta le preguntó su edad y el grado escolar y —acto seguido— se puso a buscar en una fila de suplementos escolares de la prensa. Tomó uno de ellos y le entregó al niño quien se puso a leer y copiar partes de la biografía del libertario caraqueño. Concluido que fue el deber escolar, el suplemento volvió a su lugar, ubicado exactamente en la fila y la fecha correspondiente. Mientras el niño cancelaba los 0.20 centavos por el servicio recibido —y paralelamente torcía la vista hacia un puesto de venta de helados—, se acercó un joven con pinta de universitario y solicitó información en un extraño lenguaje, que vino a ser el nombre de un paquete de computación. Con la misma solicitud, la señora volvió a preguntar el grado y la carrera universitaria que seguía el estudiante para luego repetir la efectiva búsqueda de información. La consulta valió lo mismo. Estaba yo mirando la escena con una envidia muy bibliotecaria cuando se acercó un señor que pidió el diario del día, mismo que le fue entregado y, a la conclusión de su lectura, canceló la suma de 0.50 centavos de bolivianos. ¿La razón del precio diferenciado? Sencillo, la información actualizada cuesta más y eso, ¡cualquier buen bibliotecario lo sabe!
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7 UNA MESA BIEN PUESTA Los quehaceres de la biblioteca son muy culinarios; el éxito de la labor está sujeto a la maestría de la guisadora. Si importa la cantidad y calidad del menaje, la historia de esta cocina está llena de anécdotas —todas muy deliciosas — que informan de las que han logrado preparar exquisiteces con pocos instrumentos, en contra de las que proveídas de intrincados elementos no han podido alcanzar aquélla sazón. Es un oficio que se confirma en el comensal, por lo que no se desdeña tiempo ni creatividad en servirle de acuerdo a sus necesidades. Eso se llama especialización y las bibliotecarias saben mucho al respecto. Pero chefs de la información saben que el buen plato no está hecho solamente de buenos y frescos ingredientes, que también importa el cómo se lo sirve. De ahí que la mesa bibliotecaria suele ser muy bien puesta: antes se ha planchado el mantel, se ha acomodado el servicio de tal manera que, más que asustar, seduzca al invitado. No se ha olvidado, por supuesto, la modesta pero siempre delicada servilleta, ni el arreglo floral hecho con unas cuantas flores del jardín más cercano. Y, a medida que el comensal re-visita el siempre nuevo rito de la satisfacción, ella va adosando este placer con todos los aromas y sabores que imagina le hacen falta al huésped: vino si la copa se ha vaciado, sal si el gusto así lo exige y todo con una sonrisa muy maternal. Es que esta cocinera está convencida que todos los lectores son hijos suyos y que su misión en la tierra es proveerles de lo que ella sabe hacer: dar con cariño. Eso se llama brindar servicios eficaces y eficientes. Se han dado casos de bibliotecarias que, en busca de hijos descarriados, los llaman y los persiguen con actualizada o mejor información. Este hijo debe volver al templo maternal. Las hay también gruñonas cuya salsa picante arde y, como todo buen comensal lo haría, simplemente se la abandona: muchos libros tendrá y muy ordenados estarán, pero a esa mesa uno no se arrima. 13
8 ADELA ZAMUDIO Y LA PROSTITUTA El 31 de mayo del 2005 murió Grisélidis Réal, prostituta suiza, escritora y archivista. La bella Grisélidis se hizo prostituta en Alemania, en los años 60` del siglo XX, cuando, divorciada tuvo que mantener sola a dos hijos. A partir de entonces, inició un gran movimiento por los derechos de la dignificación de las prostitutas. El Negro es un color, Libreta de baile de una cortesana, y El Paso imaginario son los títulos de los libros de poesía y epístolas que escribió. El último de ellos inspiró dos espectáculos teatrales. En Ginebra fundó el ―Centro Internacional de Documentación sobre la Prostitución‖ así como Aspasia, asociación de ayuda a las prostitutas. Cumpliendo su última voluntad, el día de su entierro no hubo cura, pero en cambio acaeció una majestuosa fiesta gitana en la que escritores, artistas, sus hijos, sus hermanas prostitutas y varios de sus amantes cantaron y bailaron en homenaje a la gran Grisélidis. Muchos músicos hicieron lo suyo y, entre ellos, un quenista interpretó un solo del yaraví El cisne, poseía de Adela Zamudio musicalizada por Edgar Jofré. Dicen que Grisélidis gustaba de esta canción y que posiblemente la oyó en versión de ―Los Jairas‖. Dicen que por esa canción Grisélidis conoció y admiró a Adela Zamudio. ¡Y es seguro que Adela también habría admirado y amado a Grisélidis!
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9 UN DESAGRAVIO A OSCAR ALFARO Por los años 40`del pasado siglo, mi querido padre era linotipista de la imprenta La Boliviana en Sucre. Cuenta que el propietario era un liberal que editaba el periódico opositor La Prensa, el que se vendía poco, mal y nunca. Esta suerte cambió el día en que las iglesias de la Ciudad Blanca amanecieron con manchones de alquitrán en sus puertas y las campanas tocaron a repique convocando a una gran procesión en desagravio a Cristo. Mientras la población acudía al llamado de la curia, se preguntaba cuál había sido el agravio sufrido por El Salvador. Las beatas rezaban de rodillas y anunciaban el fin del mundo, sea cual fuese la injuria recibida por Jesús, el Cristo. Algunos más curiosos armaban sendas discusiones sobre las profecías apocalípticas y las madres pensaban en dar la cena a sus vástagos antes que llegara el fin del mundo, ¡no sea que se vayan con el estómago vacío! De tal suerte que la procesión fue la marcha más grande que la Ciudad de los Cuatro Nombres viviera hasta entonces. Entre los pocos transeúntes que miraban pasar tan singular y dolorido éxodo, se encontraban los poetas tarijeños Octavio Campero Echazú y Oscar Alfaro, quienes visitaban la insigne ciudad para recibir los accésit con que los "Juegos Florales" los habían premiado. Cuenta mi padre que mientras se realizaba el trajín de desagravio, un astuto muchacho logró conseguir una copia del oprobioso papel que había quedado a salvo del brochazo de alquitrán. Ni cortos ni perezosos, los periodistas de La Prensa, editaron rápidamente un número especial que, sumándose a la movida ciudadana –como todo buen diario lo haría- publicó, in extenso, el motivo del conflicto: una poesía titulada Camarada Cristo, firmada por un tal Hugo La Mar. ¡Nunca La Prensa se vendió tanto! Ante la mirada anonadada del dueño de la imprenta, los sucrenses hacían colas y colas para comprarlo e "informarse del asunto". Mi padre cuenta que fue urgido a re-editar el diario por varias veces ese mismo día. 15
El poema es un bello canto al Cristo pobre y una valiente denuncia contra los excesos de la iglesia católica en general, y del Vaticano en particular. Su autor, Oscar Alfaro, quien después de recibir el premio como poeta, se fue a un improvisado taller a trabajar con sus camaradas revolucionarios. Imprimieron la poesía y sólo los tejados y las callecitas de Sucre fueron testigos del paso clandestino de un grupo de rebeldes, cargados de papel y engrudo. Como a todo valiente, y una vez descubriera la curia el verdadero nombre del firmante, Oscar Alfaro fue echado del reino de las páginas de los diarios católicos. Solamente cuando recibió el Premio Nacional de Cuento algunos de sus poemas y cuentos fueron publicados en tan notables medios de comunicación. ¡Faltaba más! Varias veces le he pedido a mi padre me cuente esta historia; por su sello indomable, pero también porque revivida la historia, revive también nuestro sueño de organizar una marcha, una gran marcha de desagravio a Oscar Alfaro.
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10 TERRORISMO POÉTICO A los guerreros de La Otra Feria Una pared:
tenemos derecho a no leer La estatua de Don Miguel de Cervantes y Saavedra:
Cervantes, tenemos derecho a no leerte La puerta del instituto de enseñanza de la lengua germana:
mira qué daño puede hacer esta lengua Otra pared:
no lea, baile ¡Ay del día en que se sancione la LEL (Ley para el Obligatorio Leer)! ¡Ay del día en que se apruebe el RIUHL (Reglamento para la Instauración Universal del Hábito de la Lectura)! Ese día, y con calidad de urgencia, habremos de organizar el COMANDO DEL NOBLE SILENCIO. Nuestras acciones serán exactamente las contrarias a las de Ray Bradbury y elevaremos la temperatura a más de 451 grados sobre el nivel de la rabia. Moriremos si somos sonsos, Guy y Clarisse al revés, eso seremos. Deberemos resistir las torturas de la Santa Inquisición Letrada: nos harán tragar libros, nos entregarán lingotes de oro para que compremos compulsivamente en sus librerías, nos volverán maestros para enseñar a leer, nos nombrarán miembros 17
de la cámara del libro, seremos jurados de concursos literarios. Pero cuando regresemos del combate, hermanos, celebraremos nuestra amada Liberalia y cantaremos, reiremos, comeremos y, sobretodo, hablaremos. Retornaremos al amado estado de la palabra alada, de la que es dicha para el viento, de la que no quiere instaurar nada. Traeremos del confín de los tiempos a lo hacedores de quipus, a los decidores de versos, a las diosas andinas del silencio, a las aguas parlantes, a los vientos de la música y a los nobles tejedores. El día que nos obliguen a leer, hermanos, iniciaremos la libertaria gesta, esa que, como recuerdan nuestros antepasados, fue aprendida en los libros, cuando se leía en libertad, cuando no habían escuelas, cuando era una vergüenza comprar libros, cuando leer era una forma de la felicidad.
Arribar al venerado silencio ¡Oh, estado supremo del no decir, del no ser, del no estar!
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Ediciones Yerba Mala Cartonera Para no desesperar en las trancaderas, para dejar pasar las propagandas de la TV, para aguantar las marchas, para caminar subidas sin darse cuenta, para bailar al ritmo de la cumbia del minibús o para cuando tengas simplemente ganas de leer. Un libro cartonero, casero, tu mejor cómplice.
Otros títulos:
Crispín Portugal, Almha, la vengadora Gabriel Pantoja, Plenilunio Juan Pablo Piñeiro, El bolero triunfal de Sara Jessica Freudenthal, Poemas ocultos Beto Cáceres, Línea 257 Darío Manuel Luna, Khari-khari Gabriel Llanos, De muertos y muy vivos Santiago Roncagliolo, El arte nazi Fernando Iwasaki, Mi poncho es un kimono flamenco Nicolás Recoaro, 27.182.414 Marco Montellano, Narciso tiene tos Vicky Aillón, Liberalia Banesa Morales, Memorias de una samaritana Washington Cucurto, Mi ticki cumbiantera Crispín Portugal, !Cago pues! Nelson Vanm Jaliri, Los poemas de mi hermanito Gabriel Llanos, Sobre muertos y muy vivos Gabriel Pantoja, Plenilunio Premio de concurso breve Óscar Cerruto, UMSA
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