Patricia Requiz Castro
Los Lunares de Crawford
Y erba M a l a
Cartonera
©Patricia Requiz Castro, 2014 ©Editorial Yerba Mala Cartonera. 2014 Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro.
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Impreso en: Imprenta “Magda I” en alguna parte de Cochabamba Impreso en Bolivia Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo desinteresado de Magda Rossi
Índice
8:15• 5 El lunar de Crawford • 9 Desahucio• 15 THAT BASTARDS• 18 IRREVERENCIA• 21 RETROVISOR• 24
Los Lunares de Crawford
8:15
Llegaste ocho quince al café de la esquina, cuando en realidad Eduardo te citó a las siete treinta. Típico en ti y él lo sabe muy bien por eso llegó ocho en punto, aún así supiste llevarle ventaja. Al entrar te detuviste por un momento en el espejo del hall, te arreglaste el cabello, te alisaste el saco y limpiaste el rímel acumulado en las orillas de tus ojos. Hiciste un paneo al lugar hasta que divisaste su nuca y el remolino de su pelo que nunca pudo domarlo. Sobre su mesa estaba un carajillo a medio acabar y las colillas de cigarro amontonadas en el cenicero. Ni siquiera había volteado a mirarte y te soltó de seguro las primeras palabras que le impuso la mente. -Quedamos siete treinta -te miró rápida y furiosamente. -Tráfico… -Te sacaste el saco y colocaste la cartera sobre la mesa. Levantaste la mano para llamar al mesero, ordenaste un café corto, calculando que la plática no duraría mucho tiempo. Por costumbre sacaste el chicle sabor menta de la boca y lo envolviste en la servilleta. Eduardo movió la cabeza, quizá recordando los malos hábitos que nunca se te quitan, como cuando dejabas la puerta del refrigerador abierta, la luz del baño encendida a media noche, los zapatos de tacón junto a las zapatillas deportivas o cuando se te olvidaba jalar la cadena 5
del escusado y dejabas algunas gotas de tu periodo. -El martes dejaron la factura de luz en la puerta -dijiste. -Lo sé -dijo Eduardo. -La suma ascendió a 64 con 30 centavos -Lo sé -repitió mientras encendía otro cigarro- Ya fueron cancelados. Lo detestas, tan arrogante, queriendo estar siempre un paso delante de los demás, por eso nunca tuvieron un gato. -Tú madre me llamo ayer -ponías le segunda cucharada de azúcar a tu café- Le di tu nuevo número, no le comenté nada aunque creo que no hubo necesidad, de seguro lo intuyó. -Es lo más probable, ya sabes cómo es ella -exhaló el humo del cigarro en dirección tuya. Tosiste. Se limitaron a mirarse de rato en rato, ya ibas por la mitad del café y el reloj del lugar ya marcaba las nueve con cinco minutos. Comenzaste a desesperar, pero querías que él iniciase la conversación, querías salir invicta de todo, sin culpa. Nada. El sonido de los cubiertos, las carcajadas de la mesa contigua, la música y la conversación de dos artistas detrás tuyo se estaban volviendo una tortura; sin embargo a él parecía no molestarle en lo absoluto, lo viste sereno, despreocupado y odiosamente realizado. Tenía la misma seguridad de cuando aceptaste ser su novia, sólo que esta vez estaba él con menos cabello. -Te debes sentir sola en casa ¿No? -Por fin había dicho algo. -No, de hecho estoy muy bien, mejor que nunca -Alcanzaste a decir con la rapidez con la que un borracho vomita todo lo que bebió la noche anterior. 6
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No soportabas un minuto en aquel café, querías irte, no sin antes humillarlo, herirlo, sentirte encima de él. Pero te quedaste, querías ver hasta donde era capaz de llegar. -Hay días que pienso en nosotros ¿sabes? -dijo él. Llamaste al mesero para pedirle otra servilleta, en realidad lo hiciste para interrumpir la conversación, sabes muy bien que eso le disgustaba. -Perdón, ¿Qué me decías? -dijiste mientras lo mirabas con una sonrisa en el rostro. -Te encanta hacer esto, ¿No es cierto? -te dijo. -No sé a qué te refieres -seguías sonriendo. Eduardo se apoyo en el espaldar de la silla y soltó una carcajada. -Te prefiero atrevida dentro de la cama y no fuera de ella -respondió. ¡Boom! Un disparo en la oscuridad. Te quedaste callada, te estaba ganando… otra vez. Era muy astuto. Te debías un jaque. -Lo mismo me dijo tu hermano, la noche de Navidad. ¡Jaque mate! -Sabes que siempre lo supe ¿no? -se apuró en responderTu infidelidad fue lo último que me perturbó, lo que me molestó fue tu falta de consideración hacia mi familia. Te quedaste callada. Moviste muy rápido las piezas del ajedrez, si bien hiciste un jaque mate, él te botó el tablero bruscamente en el rostro. 7
Quedaron en silencio nuevamente, cada uno encerrado en su mundo. El reloj marcaba las diez con veinte minutos y el lugar estaba por cerrar. Tenías que hacer un gol, antes de que el árbitro diera el silbato final. -Bueno, basta de charla -te pusiste seria- A lo que vinimos, en este sobre traje los papeles para que los firmes de una vez. Tenías el arco enfrente, lista para dar un remate, ahí donde las arañas hacen su nido… -No es necesario hacer esto en un lugar tan agradable -dijo él mientras pedía la cuenta- Te espero mañana a las once en la oficina de mi abogado, acá esta la tarjeta con la dirección, trata de llegar más temprano esta vez, eso claro si aún quieres el divorcio. -Sacó un par de billetes de la cartera y los colocó sobre la mesa. ¡Y Eduardo toma el balón entre las manos! -Es tarde, siempre es un placer platicar contigo, te veo mañana… Adiós -Se levantó de la mesa y se paró frente a ti despidiéndose con un beso en la frente. Te quedaste sentada con la mirada fija en el vaso. Sólo escuchaste decir… -Señorita tiene que retirarse, ya vamos a cerrar.
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El lunar de Crawford
Mi madre se sienta a platicar todas las tardes con la señora de la tienda. Cuando era niña yo creía que doña Teresita estaba poseída por un demonio; con ese rostro lleno de manchas y sus ojos saltones cualquiera podía confundirse. Se pasan el día hablando de la vida de los demás, hace mucho que eso ha dejado de molestarme, me queda claro que eso es el hobby de mi pobrecita madre; por suerte para ambas no tenemos los mismos gustos. Para ella yo soy apática. Cómo le gusta esa palabra, cree que el saber su significado la diferencia del resto de sus amigas. A-PÁ-TI-CA, su boca se abre grande y como en cámara lenta va expulsado letra por letra. En cambio yo, sólo veo con profunda apatía tanto a mi madre como a mis hermanos, tan distintos los cuatro y con el mismo lunar bailando en distintos lugares del cuerpo. Yo lo tengo en medio de los senos y ella lo odia, cree que por su culpa en cualquier momento al salir por la puerta me violan. Para mí es la llave que me sacará de aquí. Es como el que tiene Cindy Crawford, sólo debo saber usarlo en el momento correcto. ¿O no es verdad aquello que dicen, el cuerpo es la primera carta de presentación? Ya estando dentro el juego una planifica muy bien cuál será la siguiente movida. Eso sí no contaba con la movida de mi madre, cuando una tarde me dijo: “Mañana comienzas a trabajar en el puesto de doña Silvia ¿Me has escuchado Silvana?” Sabía que ese día llegaría, el día que mi madre tendría todo listo para sortear a uno de sus hijos a lavar platos o ser un security en una disco. 9
Pero ¿por qué yo? ¿Por qué no va el Titi? Es el mayor ¿No? Se supone que él iba primero, luego yo y al último el pobre Andrés, es porque soy mujer ¿No es cierto? Seguro fue doña Teresita, ya la estoy oyendo: “Pero comadre, usted ya no puede sola con los gastos, sus hijos ya son grandes, por ejemplo la Silvana ya tiene quince, al menos lavar platos y planchar ya sabe”. Maldita vieja ¿Es o no el mismo demonio? Y la muy alcahueta no ha de morirse nunca, es inmortal. Desde temprano ya escuchaba ordenes; que obedezca todo lo que me diga doña Silvia, que me recoja el cabello, que deje de pintarme las uñas y “por favor Silvana, por el amor al cielo esconde ese lunar”. Sí mamá, no te preocupes ni loca saco a relucir mi lunar en un puesto de hamburguesas, mi lunar y yo brillaremos en Hollywood. Doña Silvia era una gorda cuarentona, que tenía la voz de quien se fuma unos seis a diez cigarros por día. Y ahí estaba en plena quijada un lunar muy lejos de parecerse al mío, del que brotaban unos tres pelos repugnantes. Me presentó con el resto del grupo y una de ellas grito: ¡Dale un mandil! Me dieron uno horrible con manchas de grasa. Al final de la noche, el mandil no fue lo que más me molesto, sino escuchar todo el tiempo: -¿Cómo dices que te llamas? ¿Ivana? -No, mi nombre es Silvana, pelotuda. -¿Qué dijiste? -Que si boto la lechuga. Esa noche llegué a casa y me eché a llorar en mi habitación. Lo malo de ser pobre es que vives en una casa de tres habitaciones: un cuarto donde duermen todos, el baño y la cocina. 10
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-Basta Silvana, no es para tanto, lavaste unos cuantos platos ¿y? Yo a tu edad mataba gallinas y les sacaba las tripas. La diferencia entre usted y yo mamá es que usted nació para ser ama de casa, yo en cambio nací para estar delante de cámaras, eso desde luego se lo dije en voz baja. Hasta la fecha Manuel el cocinero ya había metido sus manos entre mis piernas unas ocho veces, cómo se divertía el muy puto, por más que me quejaba con doña Silvia nadie decía nada. No soy como el resto de las chicas de mi edad, yo sí soy virgen, pero no por santa madre de las cuatro estaciones, no, no. He aprendido en tan poco tiempo que todo lo que está a mi alcance puede ser mi pase de entrada, como esa tarjeta VIP de la que todos hablan, y mi virginidad era ese pase Very Important Person, y ningún mamón me la iba a quitar fácilmente. Con los días me hice amiga de un muchacho llamado Pedro que tocaba la guitarra por las noches, era el único que no había tratado de tocarme. Luego supe la razón, Pedro era amaneradito como dice mi tía. Terminábamos eso de las tres de la mañana y nos íbamos tomados de la mano, todo para que creyeran que éramos novios y dejaran de llamarlo suavecito y de tocarme. Nunca sucedió, pero para eso ya nos habíamos acostumbrado. Una noche vimos a un grupo de personas bajar de una camioneta, cargaban unas cajas y algunas cámaras. Cerca de nosotros acomodaron unas cuantas luces, iban a rodar una película acerca de mi pobrecito puesto de hamburguesas, de otro auto bajo un hombre alto y delgado que traía una barba oscura, me brillaron los ojos, era el director. Esa noche Pedrito vino corriendo y me dijo: -Necesitan extras para la película, chicas entre 15 a 20 años, justo tu edad 11
-¿De verdad? -Pregunté. -Mañana será el casting, aquí tengo anotada la dirección. Al día siguiente falté al colegio, la vecina me prestó un vestido. Llegamos puntuales, pero para eso ya había un montón de chicas haciendo fila, muchas de ellas bastante bonitas, seguramente modelos. Era mi turno, me pidieron que sostuviera un papel que tenía el número que me asignaron, me tomaron varias fotos de frente y de perfil, llené un formulario con todos mis datos. Gracias, nosotros te llamamos. La que sigue -dijo una mujer de acento chileno. ¿Eso fue todo? ¿Para eso falté al colegio? Todo esto por un nosotros te llamamos. En la puerta me esperaba Pedro. -¿Y? -Nada -le respondí. Compramos unos refrescos en la esquina, nos quedamos sentados en la acera hasta que el lugar se fue vaciando poco a poco, de último salió el director. Le dije a Pedro que se fuera sin mí. Y antes de que el director se subiera al auto le pregunté qué le parecía, estaba hablando con él como si fuera cualquier hijo de vecino que conocía. Al principio no me reconoció, luego me sonrió y me dijo que yo era lo que estaban buscando, el problema estaba en mi estatura: Eres bajita, lo siento -Me dijo, mientras se subía al auto. Era lo que estaban buscando, bajita o no, estaba dentro de sus estándares, podía usar zapatos de tacón alto, mi mamá dice que estoy en proceso de crecimiento, de seguro mañana puedo aumentar cinco centímetros, me estaba atropellando con mis propias palabras, ya ni sabía lo que decía, en una de 12
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esas creo que hasta lo llame guapo, no sé, estaba desesperada. Se ofreció llevarme a casa, no había terminado de hablar y yo estaba adentro. Para eso ya había acomodado el escote de mi blusa. Todo estaba saliendo de acuerdo a mi plan. Tenía los ojos de él clavados en mi lunar. -¿Tienes hambre? Tenía mucha hambre, no había desayunado y era más de medio día. Me llevó en dirección a su casa, un departamento muy lindo. En la sala tenía un cuadro extraño, una sopa enlatada que decía Campbells. Tomamos asiento y él sirvió dos copas de vino. -¿Edad? -me preguntó. -Veinte -le dije. -Sí claro -se rió. Se sentó en el sillón, me miró fijamente, se desabrochó el pantalón y me pidió que me arrodillara. Me quede mirándolo, volvió a insistir. -Piensa en unicornios y verás que terminamos rápido Tenía frente mío la tarjeta V.I.P. que tanto deseaba, debía pensar rápido y con cuidado la pieza del tablero que movería cuidadosamente para no cometer ni un sólo error. -Quiero actuar en la película -dije. -¿Cómo dices? -se incorporó nuevamente al sillón. Ya había visto está escena antes en las revistas que oculta el Titi bajo su cama, también vi como se lo hacía la tía Lourdes a papá una noche que vino visitarnos. Lo tome entre las manos y lo miré fijamente. 13
-Es tuyo… ¿Lo quieres?... Es tuyo -lo escuché balbucear. Estaba confundida ¿Qué era mío, el papel o lo que traía en las manos? -Quiero el estelar, eso es lo que quiero. Es mío ¿verdad? -le susurré. -Todo. Empezó a tocarme bruscamente los senos, me rompió el cierre del vestido, su boca tenía un sabor amargo que no me gustaba. Quería irme. Sólo pensaba en mamá y en Pedrito, mientras su saliva se escurría por mi cuello hasta llegar a mi lunar. Lo empujé con todas mis fuerzas y empecé a gritar repetidas veces “¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!” Nos quedamos en silencio. Tengo quince -le dije- voy a gritar hasta que alguien venga a tocar la puerta, y encuentren a una niña en tu departamento con el vestido roto. Ahora dime, ¿Cuál es mi papel en la película? No respondió, creo que estaba tan aturdido como yo. “Sin película no hay polvo” fue lo último que le dije antes de salir.
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Desahucio
Y después de 35 años de matrimonio, tres hijos y dos nietos, luego de pasar los innombrables cincuenta, veo mi reflejo y es inevitable notar las bolsas oscuras que crecen debajo de mis ojos, las orejas irremediablemente alargadas y feas, el vello facial que no deja de crecer. Levanto temerosa la blusa para aflojar la faja que suspende forzosamente este vientre flácido y lleno de estrías que me avergüenzan. Al desabrochar el corpiño termino tristemente aterrada al ver lo que los años y mis hijos han hecho con mis senos. Me canso más rápido que de costumbre, los calambres por las noches son mi tormento. He notado que las várices de mi pierna izquierda han comenzado a dilatarse con más intensidad, por lo que me han obligado a dejar los zapatos de tacón y me han enclaustrado en unos que no me gustan porque no tienen forma, planos y de color oscuro. Sin embargo insistes en que me desvista, que me quite el camisón de lana para meterme dentro de la cama y terminar de una vez con esto. Para ti debe ser muy fácil desvestirte, no llegaste ni siquiera a cumplir los treinta, a ti no puede avergonzarte nada. Estás fresco y fuerte, es imposible que el frío te paralice y que te duelan las rodillas. He sido consciente de nuestra diferencia de edades, es verdad, pero creo que nunca me acerqué tanto a la realidad como hoy que subiste el volumen de la música y te ordené inmediatamente que lo bajaras porque me lastimaba los oídos. Te enfadaste y como un niño te pusiste a jugar con los botones 15
de la radio ignorándome. Me puse el camisón de lana y caminé hacia a ti que seguías distraído con los botones. -Perdóname, es que en verdad me duelen los oídos. Pero si a ti te gusta, no importa. Te diste la vuelta para besarme y vi tus ojos asombrados por las nuevas arrugas que van apareciendo en mi rostro, debes creer que cada día envejezco más. -No te estás poniendo las cremas que te dije, si no sigues el tratamiento todos los días vas a ponerte más vieja de lo que ya estás. -Me las voy a poner, te lo prometo. No quise decirte que me pongo las cremas todas las noches y que sigo al pie de la letra las instrucciones; que he intentado de todo pero nada funciona; no puedo escapar, nada puede, ni las cremas, ni el vestido rojo talla S en el armario, ni siquiera tu cuerpo, es una pena. Pero no sólo mis arrugas han llegado a fastidiarte, me reclamaste hasta del calzón que llevo puesto, me señalaste la gaveta donde están guardadas las bragas de encaje rojo que me llevaste a comprar un miércoles en la mañana. Lo recuerdo porque ese día también te compré un par de camisas y unos jeans iguales a los de mi hijo mayor. Te expliqué que primero bajaría los dos kilos que me propuse para verme bonita cuando los lleve puestos. En realidad no los uso porque no me hacen y me irritan, ya no tengo edad para esas prendas. La verdad es que estoy cansada de esconderte todo, de esconder las imperfecciones que para ti tienen solución. Todo te molesta y te sientes incómodo, no te gusta conversar y te aburres al ver mi álbum de fotos, odias que te platique de mis 16
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hijos o de la gracia que aprendieron mis nietos, te exasperas cuando te menciono a mi difunto esposo y me gritas cuando te pido que me lleves al cine. Miras la hora, se te ha hecho tarde como siempre tienes que verte con tus amigos y necesitas cambio, eso me dices, buscas en mi bolso y sacas un billete de cien prometiendo que traerás el cambio. Me recuerdas que no debo molestarte por el celular, que uno de estos días tú me estarás llamando. Te despides con un beso en la frente Me detengo unos minutos frente al espejo y no me gusta lo que veo. Antes de nada, ansió llamar a mí nieto. La abuela te ama ¿lo sabes, mi amor? Su vocecita aguda me contesta que sí, ¿Te cepillaste los dientes?... Nunca le digas a mamá que odias sus galletas… tengo que colgar mí cielo, se le hace tarde a la abuela, adiós bebe. Ahí estaba, el dichoso vestido rojo talla S, burlándose, diciéndome vieja tonta. Lo planché con paciencia, acaricie cada pliegue, esperando descubrir algo entre los detalles, quizá alguna advertencia, pero estaba liso. Me desnudé frente al espejo una vez más, trato de convencerme de que aquella mujer de arrugas y manchas oscuras en el cuerpo, no era yo. Alguien me invadió y me ha despojado de mi cuerpo. Intento entrar en aquel vestido, queda trabado en mi torso, hago un esfuerzo más que me lastima, pero por fin logré que entrara, fue como ese último favor que nos da la vida. Quede unos minutos contemplando a un payaso en el espejo que hacía muecas grotescas. Tengo miedo, entreabrí los ojos… se había ido. Me recosté en la cama con el vestido puesto. Soy devorada todos los días tragándome el cuento de que en verdad me quieres, que el dinero es tan sólo un simple mediador entre los dos. Se acabó, cariño. Sólo digamos que por mi senilidad y tu negligencia juvenil, nunca reparamos la manguera de gas y que por una pequeña fuga, esté se había expandido por toda la casa. 17
THAT BASTARDS
¿Alguna vez sentiste que los ojos del resto estaban sobre ti? Ya sabes ese momento en el que por primera vez no quisieras que todos conocieran tu nombre. Ese momento en el que desearías no escuchar los chistes repetidos y risas que lo alborotan todo. Yo sí lo sentí, mi nombre es Melquiades Orozco, el mismo Melquiades que en este momento está recogiendo unos lentes del suelo, lentes que unos bravucones acaban de romper. - ¡Idiotas!... Tengo un par más en casa. No ha sido fácil sobrevivir al colegio. Lo peor indudablemente siempre serán los recreos. Como el de hoy, miércoles 12 de mayo aproximadamente 10:35 a.m. Suena la campana, todos salen corriendo del aula excepto yo que me ofrecí gentilmente a borrar los apuntes del pizarrón y bajar los cuadernos del profesor. Y no por chupa medias, no, no, estrategia es como lo llamo. Nadie se atrevería a cometer alguna hazaña peligrosa desde la posición en la que me encontraba, lado izquierdo del profesor con más de diez cuadernos a cuesta mía. Así estoy a salvo de los empujones, zancadillas y del famoso calzón chino. Terminado mi plan de salvataje, soy interceptado por Diego Iriarte. ¡Damm it! Como lo odio… el muy infeliz les dijo un día a mis padres que me vieron masturbando en clase de la señorita Gutiérrez. Todos se divirtieron… menos mis padres desde luego. Aquella broma me costó seis meses de 18
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terapia, la indignación de la señorita Gutiérrez, la reprimenda de la directora y la repulsión de todas mis compañeras. Total que el muy bastardo me abraza y dice que quiere ser mi amigo, que lo disculpe por todas las bromas que se ha gastado desde primaria y que Laurita Salazar del tercero C quiere hablar conmigo. Esto tiene que ser una de sus malditas bromas, pensé. Me llevó hasta las gradas del segundo patio y evidentemente ahí estaba Laurita con sus ojitos color miel. Me dejó solo con ella. Estaba sudando frío y un ataque de asma estaba por llegar. Hasta que Laurita comenzó a hablarme. No recuerdo muy bien cuáles fueron sus primeras palabras, me perdí en cuanto empezó a mover sus hermosos labios, estaba hipnotizado. Si era un sueño no quería despertar y si era real como las pulsaciones de mi corazón, quería que ese momento fuera eterno. Se me acercó con la inocencia que tiene cualquier asesino en serie, y me susurró al oído: “Melquiades, estoy excitada” no terminó de decir la frase y su mano me acariciaba el rostro. ¡Listo! Suficiente para tenerme entre sus garras, estaba abandonado, vulnerable, era suyo. Sentí su mano derecha deslizarse hasta la hebilla del cinturón. ¡Oh, oh! Algo anda mal, ¡sí! ¿Melquiades qué haces? Me decía una voz estrepitosa desde adentro. Y es que mi miembro empezaba a erguirse como una verdadera Torre Eiffel. Estaba perdido. Pueden imaginarse en qué terminó aquella odisea, me vine… si, me vine corriendo hacía los baños del primer patio, mientras las risas, las carcajadas y los gritos me perseguían. Lo único que escuché claro y resonante fue: “¡Melquiades, derramaste yogurt!”. En todo el transcurso de la mañana no entré a clases. Me habían humillado y Laurita, mi Laurita, se había convertido en mi ramera favorita, cómplice de mis verdugos. Me puso la soga al cuello desde un principio y cómo lo disfrutó, si estaba en primera fila. No quiero que piensen que todas las mañanas me levanto, me miro al espejo y digo pobre Melquiades. Dejé de hacerlo desde hace mucho, creo que para eso está el resto de idiotas 19
que asisten al colegio “pobre Melquiades”. ¡Y lo dicen ellos!, Pedazos de mierda redimida, lo dicen para sentirse un escalón más alto que el mío. Al final tienen razón, soy patético. Basta con ver este cuerpo tan flácido y pálido. Intenté incontables veces hacer flexiones, pero hasta yo mismo siento vergüenza, a mí los deportes me atraen, cualquiera pensaría que un noobster como yo, sería aficionado al ajedrez, ¡Fucking bullshit! A mí no me gustan ninguna de esas pendejadas, me apasiona el fútbol como a todos. Si no practico deportes es porque he visto todas las películas americanas y sé muy bien lo que nos hacen en los vestidores de hombres, si voy a morir virgen, que así sea, por cualquier lado. ¿Cómo soportó eso todo los días? Fácil, me detengo todas las mañanas a mitad del camino. Al norte está mí hogar y al sur está el colegio, tomo asiento en una de las bancas del parque y como todos los malditos días me repito una frase que dicen que Cortés habría dicho cuando llegó a América: “O conquisto a estos indios hijos de puta o me voy a la mierda en el intento”.
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IRREVERENCIA
¿Te has enamorado alguna vez? Es algo así ¿sabes? Como esa sensación que a gritos te pide no sólo tu cuerpo, también la mente, como aquellas mariposas ridículas que circulan por todo tú estómago y que por alguna razón que trato de ignorar te hacen feliz. Acabo de decírtelo, no necesito un examen médico, al menos no creo padecer algo y tampoco me duele nada. Es más simple de lo que crees, me gusta hacerlo y punto… ¿Sabías que hueles a una mezcla de desinfectante y desodorante? Perdón, pensé que la sesión había terminado. Sólo quería decirte que me gusta tu aroma, es extraño. Te equivocas, a mí nadie me hizo daño de niño. Tuve la infancia más normal y aburrida como cualquiera, con padres igual de cuadrados y melancólicos, con horarios de escuela absurdos, profesores abstractos, recreos infernales y un sistema de educación demencial. Desde ya te digo, no quiero que trates de abrirte cancha en mi pasado, para luego sacar tus estúpidas conclusiones y lo relaciones con lo que tú llamas “problema”, sólo estás perdiendo el tiempo. Sino, dime tú ¿Te dedearon alguna vez de niña? ¡Lo ves! No es fácil responder. ¿Qué si tengo novia? Tuve dos. Ahora, si me preguntas con cuantas he cogido el número aumenta, no estoy presumiendo y mucho menos estoy tratando de seducirte. No te ofendas, estás linda, pero no van a pagarle treinta dólares la hora a una terapeuta para que me haga el favor de subirse la falda. Lo siento, ¿Te ofendí? Bueno, ahora estamos a mano. 21
Como habrás leído mi perfil, soy arquitecto. Cuando concluí la carrera soñaba con abrir mi propia oficina y más adelante invertir en alguna constructora. Claro, te entregan el tonto cartoncito al final del día y uno cree que ya lo tiene todo resuelto, se ve en la cima, liberado. Quizás un diplomado y si tenemos suerte por qué no una maestría en Londres, me atrevo a decir que la idea del matrimonio me invadió por algunos meses. Estaba viendo la película de mi vida, dos increíbles horas de pura fantasía que te harían reír y llorar. El chiste está cuando se encienden las luces y siguen pasando los créditos. Sales afuera ¿y con qué te encuentras? Un empleo como profesor de artes plásticas en un colegio, tolerando a esos adolescentes que lo único que quieren es comprar un poco de tu hierba, y que por más exámenes que califiques nunca podrás costearte ese viajecito a Londres que tanto deseas, o que tú novia te diga que se valora demasiado para seguir alado de un hombre mediocre. ¿Eres casada? Lo pregunto porque no veo un anillo en tu dedo, ni fotos de niños pecosos en tú escritorio. Debe ser difícil para ti, estas rozando los cuarenta y aún estás sola, rodeada de todos esos diplomas y títulos, como un pequeño Buda de adorno. ¿Mis tiempos libres? Bueno, soy voluntario en un refugio de animales. No, no, no asientas con la cabeza y me mires como si tuvieras en frente tuyo al mismísimo Gandhi, ¿Sabes por qué lo hago? Porque no tengo un mínimo de fe en la humanidad. Te dicen que en el mundo hay lugar para todos, nos están mamando; pero abres los ojos cuando ves a un grupo de niños de tu vecindario matando a palos a un perro salchicha. Tratas de educar a los seres humanos desde que nacen, pero te aseguro que un perro aprende más rápido a dar la pata o un gato aprende a usar en menos de un mes su caja de arena. ¿Tienes mascotas?... ¿Has pensando en comerte alguna vez a una de ellas? Simple curiosidad. 22
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¿Por qué estoy aquí? No sé, dime tú, es el consejo de profesores quienes están financiando todo este jueguito. De seguro ya se cansaron de pagar al albañil para que revoque las paredes, es más fácil pagar una sesión para que puedas jugar con mi subconsciente, y ¿Por qué no? Dos días de hipnosis, para curar el mal que padezco. Te apuesto a que te dijeron que revisaras mi maletín, vamos hazlo, fue así como me descubrieron. Por varios días estuvieron acechándome, interrogando a mis alumnos sobre mi comportamiento. Los hijos de puta abrieron mi casillero. No, de la hierba ni se percataron, creo que se asustaron más, cuando cayeron rodando al suelo varios trozos de la pared de secundaria. Debiste ver sus caras, creo que para ellos sería más fácil juzgar a un pedófilo. Al menos así me sentí yo, por donde lo veas soy la víctima. ¿Sabes? Me cansé de estar echado en un sofá tan incómodo viendo como dibujas parásitos en tu libretita. Así que voy ahorrarte la tarde, aquí tienes mi maletín, si esta pesado es porque tengo hambre mientras espero, y sí, esos pedazos que ves ahí son los de la pared de tu hall. Si quieres puedes sumar el costo de la reparación a la cuenta del colegio, me da igual, de todas formas no pienso volver. ¿Qué harás más tarde? Te invito un café y si te animas conozco un lugar no muy lejos de aquí, donde están por construir un edificio, será el mejor banquete de tu vida. Te lo aseguro.
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RETROVISOR
-Beto no puedo dormir. -… -Beto ¿Tú puedes? Dime, ¿Puedes dormir? -Sí. -¿Cómo? -¿Qué? -¿Cómo puedes dormir? -Fácil, sólo cierro los ojos y ya. Yo no puedo, cuando lo intento alguien toca mi ventana, abro los ojos y me acerco a la cortina, no hay nadie Beto, nada. Like. Compartir en tu biografía. Aceptar. Diez minutos más tarde tienes cinco notificaciones. Dos personas le dieron like a tu publicación. Cuatro personas la han compartido. Mi novia no está en casa. Está con sus amigas en un baby shower. Estoy sentado hace media hora frente al monitor tratando de continuar con mi tesis. No puedo. Tengo la garganta seca, voy por un vaso de agua. Estoy transpirando. Trato de dormir un poco, nada. Suena el teléfono, es mi madre, es la segunda llamada del día. La enfermera que la cuida es una estúpida. No quiero ver a mi madre. Parece una 24
Los Lunares de Crawford
niña con calvicie, un fenómeno de circo. Me habla y me dice que no olvide darle de comer a los perros. No tengo perros. Vuelve a llamar, le grito a la enfermera. Cuelga. Regreso a la computadora, tengo una notificación. Aleja Suarez quiere ser tu amiga. Tienes quince amigos en común. ¿Aleja Suarez? El nombre me es familiar. Busco en el librero mi anuario de último año de colegio, mientras tanto dejo descargando una porno, el título del video no tiene nada especial Lesbian MILF. Aleja Suarez… Aleja Suarez… ¡Alejandra Suarez! Aceptar más tarde. El video ha terminado de descargar. Lesbianas, nada novedoso. Sólo dos rubias chupando y lamiéndose las conchas. Una noche descubrí a Mónica viendo un video como este, traía las piernas abiertas frente al monitor gimiendo igual que ellas. Cuando me vio soltó un grito que alteró a los perros del vecino. Me insultó y me arrojó cosas, entre ellas una engrapadora que por suerte no llegó a cogerme. Me pareció graciosa la escena, sin calzones y correteando por la sala, mientras los gemidos de Jada Stevens venían de la computadora a todo dar. Le dije que yo prefería los videos amateur, que eran mucho mejor que esos. “Das asco”, dijo y se fue. Esa noche descargué tres videos amateur, dos de ellos eran parejas cogiendo en una habitación. La otra era un video que decía Con la empleada, un tipo gordo como la mierda grababa a su empleada mientras esta se ponía de cuatro. Como digo, prefiero los amateur, sin esos gritos insoportables que no parecen reales. Recuerdo que la primera vez que vi una porno, fue en casa de Beto. -Vamos a mi casa. -Tengo hambre. -Vamos. -Beto tengo hambre. -El Sergio no está, podemos ver sin problema. 25
-¿Y si vuelve? -Cojudo, ¿Quieres ver culos o no? -Vamos. Me prometió buenos culos, y vaya que había. Vimos Educating Mandy, los ochenta fueron los mejores, ahora las porno son malísimas. Siempre dije: “si hay pelo hay alegría”, en mi opinión eran más auténticas las escenas de sexo. Nosotros no éramos los típicos chicos que veían porno y se masturbaban uno lado del otro viendo quien terminaba más lejos. Nosotros las veíamos en silencio, a veces yo decía algún comentario sobre las vaginas oscuras de las actrices, pero Beto no, él se quedaba en completo silencio, casi sin pestañear. Su mirada parecía atravesar el televisor, buscando algo más. Cuando habíamos terminado de ver casi todo el material de Sergio, Beto no estaba dispuesto a volver a las revistas que guardábamos bajo las camas. Le gustaba ir más allá. Por un tiempo estuvo esquivo y casi ni hablábamos. Fue mi mejor invierno sin él. Conocí una linda chica que se llamaba Cinthia, pero todos le decían Cindy. Sonreí, sonaba como Mandy, ¿entienden? ¿Educating Mandy? Desde luego no me dejó tocarle ni una teta, fue un final patético para lo que prometía ser un excelente video amateur. Poco tiempo después las cosas con Beto volvieron a la normalidad. Volvimos a las revistas y a las películas porno de siempre. Un día saliendo del cole, vi a Beto platicando con Arnold de secundaria. Su actitud era rara. Beto y yo no éramos muy sociables, mucho menos para lidiar con alumnos de cursos superiores. Pase por alto esa situación y todo continuó siendo normal hasta que llegamos a casa y subimos a mi cuarto. -Sube el VHS de tu viejo. -Beto vas a hacer que me puteen. -¡Hazlo! 26
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Lo hice, esa tarde mi viejo estaba en la oficina, así que no tuve problema en subir la casetera. De la mochila sacó un video. Porno, fue lo primero que pensé. Ya estaba cansado de ver esas mierdas, estoy seguro que si alguien se enteraba que nos encerrábamos a verlo echados lado a lado, no dudarían en llamarnos maricas. Lo peor es que para eso, yo seguía sin tirarme a nadie; pero quería ver hasta donde llegaría. Puso play, la pantalla se quedó oscura por unos segundos y lentamente la cámara se fue alejando hasta que la imagen se volvió más nítida. Era una vagina en primer plano. La cámara seguía alejándose, hasta reflejar a una mujer desnuda, con las piernas abiertas frente a la cámara. Estaba triste, con el rostro fijo en algún rincón de esa habitación. Lo único que se podía ver era una ventana con una cortina blanca atrás de ella. Transcurrieron como diez minutos y seguía sin pasar nada y de un segundo a otro, se pudo ver como una flecha atravesaba su vagina y la mujer caía de costado. Eso fue todo. Sentí mucho dolor en el bajo vientre como si la flecha se hubiera dirigido hacia mí, y aunque no tuve el valor de voltear a ver a Beto, estoy seguro de que sonreía. No puedo asegurar que lo que vimos aquella vez era una escena real, nunca le pregunte de donde había sacado ese video. En cuanto la pantalla se tornó oscura, Beto retiró el video de la casetera, lo guardó en su mochila y se fue. -Nos vemos en el colegio marica. No volvimos a hablar del tema. Años más tarde conocí el término snuff. Las porno ya no producían cosquillas en él. Beto quería ir más allá. Una semana después se ausentó por varios días al colegio. Su madre vino a pedir permiso a la directora, hablaban de un viaje fuera del país. Esos días fueron épicos, ya había tocado y probado mis primeras tetas. Fueron de mi prima. Era mi mayor con dos años y tampoco había experimentado nada. Llegó una tarde del mercado y subió corriendo a mi habitación. Cerró con llave y se levantó el top. 27
“Rápido, rápido”, susurraba. Me las plantó en plena cara, tenía los pezones de un color café claro y comencé a lamerlos, no sé si lo estaba haciendo bien,hasta que llego mi tía y ella se fue como si nada. Claro que la volví a ver, pero nunca me la cogí. Era una calienta huevos de primera. Jugaba a la niña buena delante de sus padres, mientras su pie izquierdo jugaba entre mis piernas bajo la mesa. Ahora vive en España junto a un italiano, tienen una niña de dos años. A veces hablamos y a veces me envía una que otra foto de sus tetas. Ya no son las mismas de antes, eso está claro. Sus pezones oscurecieron más. Beto retornó un lunes al colegio. Se había rapado el cabello y perforado la oreja, lo jodí todo el día. No quiso decirme donde estuvo, solo me contó que durante su viaje se había cogido a dos minitas, una de trece y la otra de quince. Por supuesto que no le creí. Me lo juraba por su madre. Luego le dije que sí, que le creía. Caso cerrado, el mamón se había cogido a dos minitas en menos de una semana. Yo le conté lo sucedido con mi prima, tampoco me creyó. Éramos dos cojudos, con la boca grande y los huevos llenos… seguíamos sin tirarnos a nadie. Suena mi celular, es Mónica. Que se queda un poco más en el baby shower, que fulanita llegó recién y seguirán platicando, que no la espere, que me concentre en la tesis y que te amo mi amor. ¡Pendeja!, Que fulanita ni que fulanita, llegó el tequila que es otra cosa. Mejor, porque luego pone esos programitas de mierda con las culonas esas que tanto me molestan, ¿Cómo es que se llama? ¿Keeping up with the Kardashians?.Tienes una notificación. Dos personas compartieron tu publicación. ¡Mierda! Otra vez estoy transpirando. Beto, tenemos que avisarle alguien. ¡No! ¡Abres la boca y te corto la verga! El reloj de la computadora marca las 12:17 p.m. Vuelve a 28
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sonar mi celular. Seguro quiere que la recoja, eso sí que no, en esta casa cada uno se hace responsable de sus farras. Rechazar llamada. La conozco no solo es recogerla, sino llevar a todo su séquito de amigas a sus casas, que por cierto viven en el culo del cóndor. Ya comenzó con los mensajitos: “Xq no contestas? Cn quien estas? T odio!” ¿Está seguro que desea apagar su celular? Aceptar. Listo que no joda más. Conocí a Mónica hace unos tres años atrás en una fiesta. Ella venía siendo la prima de la amiga de mi amigo. Nos presentaron, bailamos, bebimos, reímos, vomitó, nos besamos, volvió a vomitar. Llevábamos saliendo como unos cinco meses cuando quedó embarazada y enseguida nos mudamos juntos. Pero al cuarto mes de gestación lo perdimos. No la amo, eso está claro, pero me acostumbré a su compañía. Es inteligente, egoísta, maleducada, histérica, neurótica, celosa, bonita y me gusta. Una vez encontró una foto de Beto y mía. Era una fiesta de disfraces del colegio. Yo era Jason y él era Freddy. -¿Quién es? -Un amigo de la escuela. -Ah… Que feo eras. No volví a verlo nunca más después del incidente. He intentado rastrearlo por todas las redes sociales y no lo encuentro. Vi a su madre una vez en el mercado, pero no me atreví a preguntar por él. He imaginado tantas veces lo que le diría si alguna vez lo vuelvo a ver, incluso lo tengo escrito, pero estoy seguro de que cuando llegue el momento me olvidaré de todo. No lo sé, por muchos años le guardé mucho rencor, tratando de continuar. Luego sentí lastima por él, por mí, por Diego. Ahora no siento absolutamente nada, y aun así alguien sigue tocando mi ventana. Trato de unir algunos cabos respecto a Beto, pero siempre terminará sorprendiéndome. Aún lo 29
recuerdo vagando por los corredores del colegio, pateando con esquizofrenia los basureros del vecindario, riendo a carcajadas por las habitaciones de su casa y esa brecha de locura sobre su mentón cuando vio ingresar la flecha justo en el medio. -¿Quién es él? -Nuestro nuevo amiguito. -… -Vamos, no tengas miedo. Ven y saluda a Diego. EXTRAVIADO, Diego Maldonado S. Salió de su casa el 17 de octubre de 1.989, aproximadamente al medio día,viste pantalón color azul y polera color rojo. Veinticuatro años después, su familia todavía no pierde la esperanza de encontrarlo. La primera vez que vi su foto fue en el periódico, fue un 19 de octubre. La sensación sigue siendo la misma como un puntapié en el estómago. -¡Beto no lo hagas! -¡Vamos! No me digas que no lo pensaste. -Beto te lo suplico, vámonos de aquí. -¡Déjame! Hoy comienza su iniciación y la nuestra. Por más sesiones de terapia que asista, todavía despierto a media noche escuchando su llanto. Sus ojos de algún modo laceraban mi piel. Salí corriendo. No tenía un rumbo exacto, yo sólo quería correr. Cuando el psicólogo me pregunta “¿Por qué no hiciste nada?” No sé qué responder. Nadie estaba ahí. Escuchaba su voz llamando a su madre. Vi los ojos de Beto desafiantes, disfrutaba como nadie aquel momento. En cambio yo me orinaba en los pantalones. Beto tenía razón soy un marica. 30
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-¿Dónde está? -¿De qué hablas? -¡Cojudo el niño en las canchas de frontón! ¡Diego! ¡¿Dónde está Diego?! -Lucho cálmate, yo no conozco a ningún niño llamado Diego. Quiero creer que es sólo una pesadilla. Un sueño recurrente. Quiero creerle a Beto cuando decía que no conocía a ningún niño llamado Diego. Quiero dejar de verlo por la ventana. Quiero dejar de ver su fotografía en mi muro.
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