El Camino

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EL CAMINO Bob Wielenga with Jerry Vreeman


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EL PROBLEMA DE MATEO

Mateo era un joven que tenía un problema. Él había escuchado historias de Jesús durante su niñez. Cuando era un adolescente aceptó a Jesús como su Salvador e hizo un compromiso público en su iglesia de seguir las enseñanzas de Jesús. Ahora, a sus veintes, Mateo se había graduado de una muy buena universidad. Tenía un trabajo bien pagado. Vivía en un buen barrio. Vestía ropa de muy buena calidad. Tenía una motocicleta y muchos equipos electrónicos. Pero Mateo quería más. Él quería un ministerio.

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Pensó en comenzar un orfanato en su barrio. Pensó en comenzar una escuela cristiana. Pensó en ir a zonas rurales a iniciar iglesias. Sin embargo, cada vez que tenía estas ideas, siempre estaba presente un gran problema. Mateo no tenía suficiente dinero, tenía un poco, ¡pero no suficiente!

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Sus padres le han enseñado comprar solo cosas de buena calidad. Cada vez que recibía su salario trataba de ahorrar un poquito. Gastaba un poco de dinero saliendo con sus amigos o viajando a otras partes del país. Aun así, era generoso y generalmente les compraba regalos a sus familiares y le ayudaba a sus hermanos cuando tenían alguna necesidad especial. Él no se consideraba millonario. Tenía casi todo lo que quería, lo único que le faltaba era tener su propio ministerio.

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Después de varios meses pensando, Mateo decidió reunir lo que pudo para iniciar una iglesia cerca de su barrio. Vendió algunos de sus equipos electrónicos y videojuegos viejos. Tomó parte de sus ahorros. Sus amigos y familiares le dieron algo de dinero y Mateo empezó con lo que tenía.

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Invirtió muchas horas tratando de iniciar esta joven iglesia, especialmente durante los días que no tenía que ir al trabajo. Trataba de usar el dinero sabiamente. Poco a poco, por la gracia de Dios, la pequeña iglesia empezó a servirles a las personas del pueblo.

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Mateo era más feliz, pero ahora su problema era más grande, ya que pensó que eventualmente quería casarse, tener una casa, familia y un ministerio, el mismo viejo problema ahora era más grande. ¿Cómo iba a conseguir dinero suficiente para todo eso y mantener su ministerio andando? Un día compartió su preocupación con un amigo que era un joven pastor que trabajaba tiempo completo iniciando iglesias. Su amigo le dijo, “Yo te ayudo, Mateo. Pero primero, tienes que ir a ver al pastor Josué en el pueblo cerca del río. Yo solía preocuparme y batallaba con lo mismo que tú. Pero el pastor Josué me enseñó todo sobre mayordomía y la gracia de dar”. Mateo había escuchado que el pastor Josué había ayudado a iniciar muchas iglesias en todo el país. Estaba un poco nervioso de ir a ver a alguien tan importante. También tenía curiosidad por verlo en persona. A lo mejor el pastor tenía una receta secreta para encontrar dinero para el ministerio. Entonces, Mateo viajó al pueblo cerca del río y preguntó dónde podía encontrar al pastor Josué. Le dijeron, “El pastor Josué se está haciendo viejo y ya no viaja tanto como antes”. “Ahora lo vas a encontrar principalmente contando historias en el parque o en su patio detrás de la iglesia, al lado del río”.

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Mateo encontró al pastor al lado del río, trabajando en un pequeño jardín detrás de la iglesia. Saludó a Mateo calurosamente. “Estoy muy contento de que hayas venido”, dijo el pastor. “Hoy está haciendo mucho calor y va a ser bueno darme un descanso de cortar la mala hierba”. El pastor Josué caminó hacia un lugar con sombra y le dijo a Mateo que cogiera dos bancos para que se sentaran. Una vez sentados dijo, “Ahora, ¿dime de qué debemos hablar?” Mateo le comentó sobre su amor por Jesús y las preocupaciones que ha estado cargando para iniciar la iglesia. Le contó historias sobre su trabajo, sus sueños y las personas en su iglesia. Después dijo, “Pero mi problema básico, es que parece que nunca va a haber dinero suficiente que cubra mi iglesia y que cubra mis necesidades personales”. El pastor escuchaba atentamente, pensó por un momento y preguntó, “Mateo, ¿por qué crees que no hay suficiente dinero?”. “No sé”, dijo Mateo. “¡Por eso vine aquí!”. “Ah bueno, yo creo que tengo algunas ideas”, dijo el viejo pastor. “Pero, dime, ¿el problema es que no hay suficiente dinero para el ministerio o no hay suficiente dinero para ti?” El viejo pastor sonrió y volvió su mirada al río. “Yo creo que ya entiendo lo que estás diciendo, Mateo, pero no estoy seguro de que tú lo entiendas. Antes de que sigamos hablando, tengo un pequeño problema y creo que tu podrías ayudarme”.

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“Sería un placer ayudarte”, dijo Mateo muy animado. “He estado teniendo problemas con mi espalda”, dijo el pastor Josué. “¿Puedes ver esos dos botes atados del otro lado del río? Mis nietos van a venir más tarde y quisiera tener los botes de este lado del río para que los niños los puedan usar. Hay un puente como a quinientos metros donde vas a poder cruzar el río. ¿Estarías dispuesto a ayudarme con eso? Y mientras haces eso, le voy a pedir a mi esposa que nos haga café.” “Por supuesto, lo voy a hacer ahora mismo”, dijo Mateo.

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“Muchas gracias”, dijo el pastor Josué. “El río no es muy ancho ni profundo. Solo debes tener cuidado cuando los estés pasando juntos”. Con muchas ganas de ayudar, Mateo caminó rápidamente para cruzar por el puente y minutos después estaba al otro lado del río donde estaban los botes. Se dio cuenta que cada botecito tenía su propio remo, pero que no tenían cuerdas o algo parecido con lo que pudiera atar ambos botes. Estuvo pensando por un momento cuál sería la mejor manera de cruzar los botes, hasta que se le ocurrió una idea. Como eran botes pequeños, él podía pararse poniendo un pie en un bote y el otro pie en el otro. Como si fueran zapatos flotantes gigantes. Podía remar para cruzar los dos barcos al mismo tiempo y llevarlos al lado del río donde el pastor Josué ya estaba poniendo una mesa para tomar café. Orgulloso de sí mismo por su genial idea, Mateo empuja cuidadosamente los dos botes de la orilla al agua y pone sus pies en cada uno de ellos. Como estaban tan pegados y no eran muy largos, era bastante fácil moverlos. Levantándose con audacia, toma uno de los remos y empieza su corta travesía por el río. Solo había remado un poco cuando uno de los botes bajo su pie izquierdo empezó a desviarse hacia su izquierda. Desafortunadamente, al mismo tiempo, su pie derecho empezó a desviarse hacia su derecha. Como Mateo, tenía su pie en cada bote, sus piernas empezaron a estirarse, parecía que los botes tenían su propia mente. Por un momento, pudo poner los botes otra vez en la misma dirección, pero eso solo duró un poco.

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Cuando llegó a la mitad del río, los botes se habían separado tanto que Mateo no los pudo detener y cayó de cabeza en el río. Por fortuna, como el pastor había dicho, el río no era muy profundo, entonces pudo poner sus pies en el fondo y empujar los botes hasta la otra orilla.

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Volvió a ver avergonzado, y notó que el pastor ya estaba con una toalla en una mano y en la otra tenía una bata. “Quítate la ropa y ponte esta bata”, sonrió. “La vamos a colgar para que se seque mientras terminamos nuestra conversación”. Cuando se sentaron en los bancos con sus tazas de café, el pastor Josué le dijo, “Muchas gracias por tu disposición para ayudarme. Siento mucho que te hayas mojado, pero tal vez podemos ver una lección de mayordomía en todo esto”. “No sé si de mayordomía, pero la lección para mi es que definitivamente no tienes que tratar de pararte en dos botes al mismo tiempo y esperar no caer al agua”, dijo Mateo. “Y esa es la lección de mayordomía”, dijo sonriendo el pastor. “Muchos de nosotros vivimos nuestras vidas balanceándonos entre dos mundos o reinos, como acabas de hacer con los botes. Tenemos un pie en el reino material y otro pie en el reino espiritual. Algunos somos mejores que otros balanceándonos, pero durante corrientes agitadas o con un poco de viento, los botes se separan y terminamos cayendo al agua.” Ahora, Mateo estaba escuchando.

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“Tú hablas como si algunas de las cosas o dinero que tienes son tuyos, y como si otras pertenecieran a Dios o al ministerio. Eso es como tratar de balancearse en los dos botes. En la Biblia, Santiago 1:8 nos dice “El hombre de doble ánimo, es inconstante en todos sus caminos.”. David escribió en el Salmo 119:113 “aborrezco a los que tienen divididas sus lealtades…”. Hay muchas otras veces en las que la Biblia describe nuestra posición de tratar de tener un pie en el bote espiritual y el otro pie en el bote material. Jesús lo dijo de esta manera “Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas” (Mt 6:24). No podemos mantener algunas de nuestras posesiones en un bote y otras en otro bote. “Imagínate esto”, dijo el viejo pastor. “¿qué pasaría si solo vivimos en un bote?, ¡en el bote espiritual! En el bote del Reino de Dios. Todo es de Dios, nuestro trabajo, nuestra casa, nuestro ministerio, todas nuestras cosas… todo es de Dios. ¿Eso cambiaría lo que piensas sobre tener suficiente?” Mateo estaba pensando y procesando lo que estaba escuchando. Pensaba en sus equipos electrónicos, su motocicleta, su ropa, sus videojuegos. Pensaba en su iglesia y las necesidades de las personas. Si todo realmente le pertenecía a Dios, eso debía cambiar su forma de pensar sobre tener suficiente. “Si, eso cambia mi manera de pensar”, dijo Mateo. “Debo pensar, ¿cómo quiere Dios que yo utilice Sus cosas?”. “Y ese es el primer paso para ser un mayordomo fiel”, dijo el viejo pastor. “Debemos pensar, todo es de Dios. Debo utilizarlo de la manera que Dios quiere”. Mateo tomó un trago de café. Después de un largo silencio dijo “Esta es una buena lección. ¿Pero cómo me va a ayudar a conseguir más dinero para el ministerio?” “Ahora entiendes lo que significa ser un líder”, replicó el pastor. “¿Te puedes imaginar lo que pasaría si tú y todo el mundo en tu iglesia vivieran cada día como si todas sus cosas fueran realmente de Dios?” 18


No estoy seguro”, dijo Mateo. “Muchas personas piensan que son dueñas de sus posesiones. Yo pensé que mi reto era hacerlos dar a Dios un poco de lo que tienen”. “¡Tienes razón!”, dijo Josué. “Muchas personas piensan de esa manera. Es por eso que los pastores deben enseñarles a ver todas sus posesiones en una nueva manera. ¡Todo pertenece a Dios! Y cuando les enseñamos el camino de Dios con respecto a nuestras posesiones, sus vidas son cambiadas. Les da una nueva libertad. Les da más corazones generosos.” “Y cuando las personas tienen una nueva libertad y corazones generosos”, sonríe Mateo, “ellos le van a dar al ministerio de Dios de una mayor manera”. “¡Esa es una buena visión!”, dijo el pastor Josué. “Va a llevar un tiempo enseñar esto”. Pero primero, tú y yo tenemos mucho que aprender sobre mayordomía. ¿Te gustaría unirte con algunos de nosotros mientras aprendemos sobre mayordomía en los próximos días?” “¡Si, claro!”, dijo Mateo. Debo aprender para poder enseñar”. “Maravilloso”, dijo el pastor Josué. Eres bienvenido. Como tu ropa no está totalmente seca. ¡Tómate otra taza de café!”. 19



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