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Cr\u00F3nica- Peligro al volante

Aline Ibarra Gómez

¿Quién decidió darme una licencia y por qué pensó que sería una buena idea? Me pregunto a mí misma mientras subo a mi camioneta, me pongo el cinturón y comienzo un nuevo viaje. Es claro que México tiene mucho potencial y podría ser un país primermundista si tan solo sus gobernantes utilizaran bien el dinero y supieran manejar al país. Si tan solo se pudieran manejar diferentes aspectos de mejor manera y vieran más por el bien de las personas. Un problema claro en México es el tráfico y cómo una gran parte del sector maneja con los pies, sin cuidado alguno, ni experiencia. Yo formo parte de ese sector. Toda mi vida dije que nunca aprendería a manejar y me negaba a la idea de que mi papá me enseñara. Jamás llamó mi atención el subirme a un coche como piloto y llegar a algún sitio. La sola idea de manejar me asustaba y no me gustaba en lo absoluto. Siempre me gustó que me llevaran y no estresarme por nada. Hasta el tráfico solía gustarme, ya que escuchaba música y mi mente

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viajaba por todos lados. El que hubiera tráfico quería decir que yo podría seguir creando historias fantásticas e imposibles en mi cabeza. Siempre me las arreglé para no tener que aprender a manejar. Durante todo mi primer semestre de universidad me llevaban en las mañanas a casa de una amiga, que también está en la Universidad Panamericana. Con ella me iba y me regresaba. Todo era hermoso y funcionaba perfecto, al menos para mí. Todo cambió cuando mis papás se hartaron de llevarme y pasar por mí. Le cambiaron el coche a mi hermana, en el cual ella aprendió a manejar, y me lo dieron. —Ahora sí, ya no tienes excusa, tienes que aprender a manejar. Me dijo mi padre. —No, muchas gracias —Dije, sabiendo que ya no tenía esperanza e iba a tener que aprender. —¿Para qué escoges una universidad tan lejos? Ni modo, ahora vas a tener que aprender, es necesario. Me dijo con una cara muy seria.

No me gustó para nada la idea. La UP queda muy lejos de mi casa y solo pensar en tener que manejar de ida y de regreso me aterraba. Mi papá ya había tomado la decisión y yo iba a tener que hacerle caso, pues al parecer no me mando sola. Durante todo el verano me hice la tonta, no le pedía que me llevara a manejar y mi papá quería que yo le pidiera que me enseñara. Para entender el pensamiento de mi papá tienen que saber cómo es. Es un hombre extremadamente terco. Todo lo que dice se tiene que seguir y uno nunca le puede reclamar. Es la clara imagen de un papá estricto, de esos que salen en las películas y hasta miedo te quieren dar. No acepta ninguna falta de respeto y uno debe de actuar siempre adecuadamente y conforme a las normas sociales. Le gusta sentir que su familia lo necesita y por eso hace que nosotros (sus hijos) le pidamos todo, aun cuando él nos está obligando. Quiere sentir como si la idea hubiera sido nuestra y como si no hubiéramos sido obligados por sus amenazas. Es

un buen hombre, pero si algún día le tienes que pedir que te enseñe a manejar es claro: la idea no fue tuya. Fue hasta finales de verano y principios del semestre cuando me di cuenta que se me estaba terminando el tiempo y se suponía que ya debía de saber manejar. Las primeras veces que me llevó a manejar fue un horror. Me gritaba por todo, daba volantazos y yo terminaba casi con un paro cardiaco. Nadie nunca me dijo que aprender a manejar sería tan difícil. No sabía controlar el coche y confundía el acelerador con el freno. Increíbles todos los sustos que me metí y le metí a la gente que iba cerca de mí. Recuerdo la satisfacción que sentí la primera vez que pude darle la vuelta al Costco, habiendo muchos coches. Nunca choqué en los primeros entrenamientos ya que, debo admitirlo, mi papá es increíblemente hábil hasta como copiloto. Había veces en las cuales él era quien tomaba el volante y yo solo pisaba el acelerador o el freno. Era un trabajo en equipo, y yo era

la que no sabía ni hacía nada. Así estuvimos por un tiempo y fue claro que no iba a poder irme sola los primeros meses del semestre, pues yo aún era un caos y seguía llorando cada vez que me gritaba mi papá, lo cual era cada que hacía una tontería, o sea siempre. Me empezó a acompañar a la universidad los días que tenía clase a las siete para que me fuera aprendiendo el camino de ida, ya que según mi papá ya estaba casi lista para irme sola. El tres de octubre sucedió un evento traumático. Mi papá me estaba acompañando a mi clase de las siete. Eran las 6.30 de la mañana e íbamos pasando por Revolución. El semáforo se empezó a poner en rojo y tuve que frenar porque moría de miedo de que mi papá me gritara por pasármelo. Al frenar, un coche de atrás iba muy distraído y no se dio cuenta de que frené rápido, o no le dio tiempo, pero me chocó. Como yo era principiante, y aún lo soy, juré que había sido mi culpa, pero en verdad no lo fue. Me asusté tanto que hasta sin habla me quedé y solo temblaba. Gracias a dios iba

con mi papá y él hizo todo, si no me hubiera muerto ahí solita. A mi camioneta no le pasó nada, más que unos cuantos golpecitos, por lo cual me siento verdaderamente orgullosa y segura. El coche que nos chocó sí tuvo muchos

daños, lamentablemente. Tras este accidente, por alguna razón, mi papá se sintió iluminado y me dijo que ya estaba preparada para irme sola. No sé qué le pasó ni por qué se le ocurrió esto después de un choque. Yo ya no quería volver a manejar y mi papá pensó que era el momento perfecto para que me comenzara a ir sola, y como siempre, sus órdenes se deben de cumplir. El primer día que manejé me perdí y estoy segura de que cometí varias ilegalidades, pero llegué sana y salva a la universidad. El problema fue en el regreso, cuando me cambié de carril porque el coche de ese carril iba muy atrás y sí alcanzaba a pasar. Al parecer esto no le pareció al conductor y me empezó a seguir por varias calles. Yo iba con el Jesús en la boca porque sabía que el señor se me iba a meter bruscamente, lo que él no sabía, era que yo era una principiante y probablemente chocaríamos si se quisiera pelear. Por suerte, se dio cuenta de que tan solo era una joven inocente y me dejó en paz, o

tal vez solo se aburrió de que no le siguiera el juego. Mi experiencia en la manejada no ha sido la mejor, aún hago muchas tonterías como saltarme topes, pisar baches, o no prender las luces cuando está oscuro (solo una vez); pero con los errores se aprende. Policías han visto mis tonterías y por suerte para mí, pero no para México y la seguridad de las otras personas, nunca me han parado. Día con día mejoro y estoy más segura, pero eso no quita que me hayan dejado sacar una licencia de conducir mucho antes de que tocara un coche y sin ningún tipo de conocimiento previo. Hoy en día sigue siendo un shock para mí poder manejar sola, y me doy cuenta que tal vez yo no me sentía tan segura, pero mi papá creía en mí. Eso no quita que siga siendo un peligro al volante cuando voy por lugares desconocidos, pero es bueno saber que mi papá cree en mis habilidades. ¿Quién decidió darme una licencia y por qué pensó que sería una buena idea? Me pregunto a mí misma mientras

subo a mi camioneta, me pongo el cinturón y comienzo un nuevo viaje. Una disculpa a todas las personas que manejan cerca de mí y ven el peligro que soy al volante, se aprende y se mejora día con día.

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