juglar y leyenda
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FRANCISCO EL HOMBRE: JUGLAR Y LEYENDA
Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo [….] si alguien tenía un recado que mandar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio. Fue así como se enteró Úrsula de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio. (Cien Años de Soldedad, p.g. 61)
Alrededor de la figura del acordeonista y juglar Francisco Moscote Guerra se teje una singular y significativa leyenda para del folclor popular de la región Caribe Colombiana: la derrota propinada al Diablo en un enfrentamiento musical con Francisco el Hombre, personaje encarnado por Francisco Moscote. Los diferentes textos y narraciones sobre esta leyenda intentan construir o recrear un episodio que se remonta a una fecha inexacta, pero ubicada según cronología asociada al personaje, entre finales del siglo XIX y los albores del siglo XX. Cuenta la leyenda que una noche Francisco el hombre regresaba a su pueblo después de una gran parranda, en medio del camino decide abrir su acordeón y entonar sus melodías. De repente escucha respuesta, otro músico hizo sonar su acordeón. Francisco el hombre continua tocan y el misterioso hombre entonaba una melodía aún mejor.
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Intrigado, Francisco el hombre va en busca de su contendor, para sorpresa era el mismísimo Maligno. El humilde acordeonista, viéndose casi derrotado, interpreta el Credo al revés, con lo cual hace que el maligno desapareciera junto con la penumbra que impedía que la luna iluminara el camino. Coinciden diferentes escritores (Diago Julio, 2010) (Mejía Duque, 2001) (Quiroz Otero, 1983, 2013) (Medina Sierra, 2002) en que la leyenda de Francisco el Hombre es uno de los episodios narrativos más representativos del folclor regional. En cuanto al personaje, se le considera como el primer juglar de la música de acordeón y se reclama como pionero de versos y canciones aún denominadas anónimas de la música Vallenata. Las discusiones también se concentran en la realidad de los acontecimientos (del enfrentamiento musical con el diablo) y más aún en la existencia del personaje como creador de aires musicales y como sujeto. Las narraciones sobre este personaje entretejen experiencias y prácticas culturales de muchos pueblos de la región Caribe colombiana, es decir que en ellos, podemos identificar o establecer patrones colectivos tales como las formas de organización, representaciones sociales y el drama individual y colectivo. La leyenda de Francisco el Hombre presenta, en sus múltiples versiones, muchos elementos comunes: los principales son la lucha entre el bien y el mal, la aparición de elementos religiosos como la oración del Credo, el Diablo como figura Antropomorfa y otros como la presencia del juglar, el acordeón y la zona rural. Los textos narrativos provienen de distintas fuentes, se pueden encontrar referencias de la leyenda de Francisco el Hombre en Canciones Vallenatas, en obras literarias como Cien Años de Soledad, novela de Gabriel García Márquez, en los medios de difusión del Festival Vallenato en Valledupar, e incluso en portales Web de otras ciudades del país, todo ello es indicador de la transcendencia de la leyenda de Francisco el hombre en el folclor regional y nacional.
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Las anteriores narrativas sintetizan, a grandes rasgos, los diferentes relatos literarios y orales que construyeron la memoria de Francisco el Hombre. Es importante resaltar que se han hecho versiones que intentan separar al personaje de la leyenda, tratando de humanizar lo más posible la imagen de Francisco el Hombre a través de una descripción exhaustiva de su procedencia y hasta sus posibles descendientes. En Francisco Moscote Guerra, nacido en una población rural de nombre Galán en 1850, cerca de Riohacha en el actual Departamento de La Guajira, se describe al hombre que protagonizó la contienda musical más conocida de la región Caribe.
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Francisco el Hombre: entre la tradición oral y la literatura local ..Yo vi tocar a Santander Martínez, a Bolañito, a Francisco el Hombre… (Carlos Huertas. El cantor de Fonseca)
La tradición oral ha posicionado a Francisco el Hombre tanto en la cultura musical de la región, como en la literatura que en ella se produce. Las diferentes narraciones orales y escritas permiten visualizar a un personaje de características comunes, que posee condiciones sobrenaturales y se inserta a través de unas bases históricas y geográficas. Francisco el Hombre, como personaje literario, es recreado en canciones, versos, pinturas y poesía. El hombre que enfrentó al diablo es claramente descrito con una fisionomía afro, de gran estatura, con una numerosa descendencia
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y alcanzando una edad centenaria poco antes de su muerte. Destacamos en ese sentido, el texto de Walter Vides (2013), quien referencia como familiares descendientes de Francisco Moscote Guerra a las familias residentes en Machobayo de apellidos Camargo, Moscote, Amaya, Rodríguez, Pinto, Medina, Duarte y Magdaniel. De los relatos de mayor difusión en versión audiovisual, resalta el presentado por el periodista Ernesto McCausland, en dicho trabajos se realiza una entrevista a la señora Etelvina Machado en la población de Machobayo. McCausland dialoga con la señora Etelvina Machado, la cual es presentada como nieta de Francisco Moscote, ella por su parte relata los últimos días del juglar: Cuenta que tres días antes de morir Francisco pidió una tabla. Empezó a tocarla como si fuera un acordeón, después pidió un machete y empezó a dar machetazos al aire. Pidió que le trajeran un saco, que lo acostaran en el piso. Buscaron una estera, lo acostaron y comenzó a agonizar. Al rato apareció una culebra al lado de él, llena de candela, como si la hubieran prendido con gasolina, empezó a arrastrarse por su cuerpo. La casa era de palma y todos salieron por temor a un incendio; pero su nieta se devolvió, no quería dejar solo a su abuelo. Al entrar en la casa ya no estaba la culebra. Francisco el hombre había muerto. Otro importante documento audiovisual es realizado por el programa Culturama, en donde el licenciado Abel Medina Sierra realiza un documental dando explicación sobre la vida y obra de Francisco Moscote, llamado el hombre. El documental de Culturama permite una visión más local de la vida y obra de Francisco Moscote Guerra, pero en ambos se aprecia elementos mágicos populares y sobre todo el enfrentamiento del bien y el mal, representado en el diablo, según leguaje local, el Maligno. En cuanto a los elementos de la tradición religiosa se puede constatar que la apropiación de las mismas es un proceso dialógico o dinámico, en donde los habitantes de los pueblo de Caribe
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colombiano actualizan las creencias heredadas de la colonia a partir de la cotidianidad local. En este caso el sincretismo permite tomar la oración del Credo católico y colocarlo en un contexto secular, en la vivencia de un músico: es Francisco el hombre, y ya no un jerarca de la Iglesia, quien debe enfrentar al mal, y el instrumento será un acordeón y la entonación del Credo al revés. Otros relatos orales describen a Francisco el hombre como un sujeto de estatura alta y siempre bien vestido, también resaltan su picardía para entender y explicar el mundo. Un ejemplo de lo anterior se constata en lo narrado por Eliseo Moscote: “Mi abuelo Francisco Moscote medía casi uno con ochenta; fue un hombre bien hecho. Siempre vistió bien y le gustaba estar perfumado. Andaba siempre con su sombrero alón. Él me decía: ¡Vea, mijo!, pa’ conseguir mujeres no hay que tener plata sino vestir bien, porque a las mujeres les gusta es lo que usted lleva puesto” (Diago Julio, 2010). Entre las canciones atribuidas a Francisco el hombre resalta La puya de Chencha (Diago Julio, 2010), una jocosa historia de amor donde Francisco el hombre es rechazado por una mujer que prefirió el amor de un panadero ya casado: “Hortensia me dijo a mí,/ no es este el tiempo pasado/ despreció a Francisco el hombre/ por querer a Lucas, ya casado./ Hortensia me dijo a mí,/ que iba a queré a un panelero”. Nuevamente Francisco sale victorioso pues al final la mujer, un tanto ambiciosa, se quedó deseando las pertenencias del panadero, pues este nada le dio. Historias como estas revelan una tradición en la cual al músico le presidia la mala fama, se les creían mujeriegos y parranderos. En la canción El Canto del Amor, una especie de estribillo de origen anónimo, pero muchos suelen atribuir la autoría a Francisco el Hombre (Diago Julio, 2010), el mal, en este caso la muerte, es vencido por la alegría del enamoramiento: “Este es el amor, amor,/ el amor que me divierte;/ cuando estoy enamorado/ no me acuerdo de la muerte”. Estás canciones construyen la imagen de Francisco el
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hombre como un sujeto enamorado, alegre, irónico y sobre todo como un músico que está destinado a luchar contra el mal. También en estas letras se refleja una concepción ética de la vida, en el caso de La puya a Chencha se procura por una moraleja en la cual se rechaza lo abarro y se resalta la igualdad que guardan las personas: “Ella se quedó esperando/ la miel pá’ los buñuelos,/ porque tuvo que acostarse/ en una cama, que todos tenemos”. En El Canto del Amor la muerte es olvidada por la alegría que produce estar enamorado, el gozo y el amor se convierten en las herramientas para obtener una viva plena. Debemos recordar aquí que el humor ha sido una constante en las letras de la música de Acordeón, ejemplo de ello es la Canción La puerca Mona, cuya autoría es también dada a Francisco el Hombre: Mataron a mi puerca mona/ Era de Francisco el Hombre/ Ya que mataron a mi puerca/ Guárdenme los chicharrones (Vides Ochoa, 2013, págs. 30-31).
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Relatos de la Leyenda A continuación se presenta una muestra de las narraciones que reproducen la leyenda de Francisco el Hombre, estas representa una importante diversidad del acervo cultural de fundamental importancia para la Región Caribe Colombiana.
La Leyenda de Francisco el hombre Eran las siete de la noche del domingo siete, cuando Francisco el Hombre se despidió de sus amigos, montó en su mula y con el acordeón entre sus manos, marchó a Machobayo, donde tenía a Teresa Lavette, su segunda esposa tras la muerte de Rosita Cuadrado. Él sabía perfectamente que eran seis horas de camino que la esperaban, pero hacer ese viaje y a esa hora, para Francisco el Hombre era una vieja costumbre. Sobre su mula cabalgaba, fumándose un largo tabaco fabricado por su hija Lorenza Antonia. Ejecutando su acordeón avanzaba con la noche. No espoleaba siquiera su mula, no llevaba nunca prisa. Todo era soledad. Pero cuando llevaba tres horas y media de camino, la
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aventura nocturna de Francisco el Hombre estaba a punto de ser leyenda. Mientras seguía ejecutando su acordeón como a 10 o 15 kilómetros adelante, simultáneamente escuchaba otro acordeón, pero con sonido del otro mundo, extraordinario y con notas que hasta ese momento el solo creía sacarlas. Ese extraño hecho le produjo sorpresa, pero sin intimidarlo, hizo un receso en sus cantos sin detener los pasos de la mula y se limitó a escuchar en silencio ese otro instrumento que paulatinamente trataba de superar al suyo y fue precisamente cuando Francisco el Hombre se vio asaltado por los nervios por primera vez en su vida. Entonces inmediatamente retomó y en forma de contestación irónica, con notas y coplas vulgares le mencionaba la madre a su contendor. Así lo había escuchado desde niño, que a los muertos había que decirles inmoralidades para que se retiraran de una vez por todas. Pero el extraño acordeón de su contrincante continuaba sonando con mucha más fuerza y quien lo ejecutaba se acercaba más lentamente, ya que venían de una dirección contraria a la de Francisco el Hombre. El duelo a larga distancia y en la oscuridad seguía su curso con alternativas intervenciones y el resultado arrojaba un empate a punto de romperse. Entre tanto, la claridad de la luna era sustituida por un cielo parcialmente nublado y en un fuerte pero efímero temblor de la tierra hacía hervir los arboles de dividivi. Fue este precisamente el momento en que francisco el hombre, comprendió que se encontraba en una situación difícil de sortear. Ya con los bellos erizados y el corazón a una velocidad mayor que la del péndulo de un reloj, creyó tener a su contendor a dos kilómetros de distancia, ya lo tenía frente a frente; era un hombre fantasmagórico como de 5 metros de alto, sobre un caballo tres veces superior a la mula del perplejo trotamundos. Aunque no lo había visto nunca antes, Francisco el hombre se dio inmediatamente en cuenta de que se trataba de
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satanás, de quien tantas referencias había hecho por todos los lugares que visitaba, y sin pronunciar una sola palabra permaneció atónito contemplando al diablo, que sin pestañear continuaba ejecutando espeluznantemente su acordeón. A los 5 minutos de haber llegado, no quiso darse por vencido, y en cuestión de segundos, magistralmente le interpretó el padre nuestro en una forma mucho mejor a como lo había hecho dos días antes en la iglesia de Riohacha. Quiso complementarle seguidamente con un Ave maría pero el diablo le interrumpió visiblemente exasperado, porque se estaba percatando de que francisco el hombre lo derrotaría con notable diferencia. Todo comenzó así:
Cantó el diablo: Yo vengo de tierra lejana Yo soy un diablo desatao Prepárate francisco el hombre Que te tengo acorralao Contestó Francisco: Muy diablo puedes sé No me tiene acorralao Por ser diablo desatao Te rezo el credo al revé
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Referencia intertextual de Francisco el Hombre en Cien años de soledad: Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la Ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio…" (Cien años de soledad, pág. 23).
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“Mataron a mi puerca mona Era de Francisco el Hombre Ya que mataron a mi puerca Guárdenme los chicharrones Me fui para Machobayo De vuelta de cueva Honda Ese aguacero tan grande Y esa puerca tan hedionda Chema Roja y Salomón Son amigos indolentes Que me mataron la puerca Y la enterraron como gente Yo estaba tranquilo en treinta Y me mandaron a llama Dos me mataron la puerca Y dos me la van a pagar Me voy para Camarones En busca de un abogado Que me paguen los lechones Como si fueran capados”.
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A Francisco Moscote, ‘El Hombre’
Por último se transcribe un poema de Luis Carlos Brito Sierra apodado “el mello de galán” y referenciado por el Historiador Lázaro Diago Julio y quien señala que Brito hizo parte del conjunto musical de Francisco Moscote Guerra, el hombre.
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Ana Juliana se llamaba la mamá de Francisco el hombre. El tipo de más renombre y todavía existe su fama. Él, su acordeón lo tocaba con amor y alegría él cantaba y se reía y la gente se emocionaba. Galán fue su patria chica donde Francisco nació y en Machobayo murió, en una triste casita. El público lo critica y ahí fue su eterno descanso, allí cayó en el fracaso el súper acordeonista. El tío ‘Checame’ Moscote era el papá de Francisco, él fue quien le dio el principio y fue músico desde entonces. Aquél que nada conoce no dejará de ignorar, que él quiso desarrollar la música de acordeón y formó el primer complot con su esencia natural.
Él fue bautizado en Treinta, en la iglesia de San Isidro; eso fue en el otro siglo estábamos en la inocencia. Cuando entonces no había prensa, ni tampoco grabación, hoy, hay la televisión que todo lo representa. El 19 de noviembre del año 53, Francisco el hombre se fue para siempre y nunca volver. El 24 de diciembre Francisco venía viajando cuando tocó con el diablo, que la historia lo refiere. En la ciudad de Riohacha fue su primera entrevista y en los tendíos Buenavista salió y le pidió ranchera. Francisco en su desconfianza no le quiso saludar y le rezó un conjuro real y Satanás salió en balanza. La cuna de los acordeones fue creada en La Guajira; todavía le damos ¡vivas! al viejo Francisco el hombre. Todavía le ponen flores en su triste sepultura; él no fue nacido en cuna, fue un hombre sencillo y pobre. Francisco nació con el don y por él, por el mismo Dios fue amado,
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y fue el primer colombiano que hizo sonar un acordeón. El son del ‘Amor, amor’, lo sacó de su cerebro y nos lo dejó de recuerdo en esta alegre región. Galán, es grande tu nombre y grande tiene que ser, porque tú viste nacer al viejo Francisco el hombre. Lo sintió el campo y las flores cuando Francisco murió y al diablo conquistó con sus grandes oraciones. Sí, hay músicos de renombre no se puede oscurecer, pero no han podido hacer lo que hizo Francisco el hombre. Toditos sus seguidores quisieron hacerlo igual,
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nunca tuvieron lugar, él, solo, ganó renombre. Él tocaba en Machobayo, Cotoprix, Monguí y Galán, a los Altos y al Tablazo también iba a parrandear. Era un hombre popular, de todo el mundo deseado, le gustaba tomar tragos cuando se ponía a tocar. Son veinte las estrofas, la historia del viejo Francisco el hombre, por autoría del viejo Luis Carlos Brito Sierra, El mello de Galán" (Diago Julio, Francisco el hombre: leyenda y realidad, 2010, págs. 23-28).
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