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Julio Scherer.
FEBRERO 2015
Los años de Excélsior
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Durante su gestión como director del periódico Excélsior, entre 1968 y 1976, Julio Scherer García trazó una línea que dividió la historia del periodismo mexicano, que marcaría a generaciones posteriores. Apesar del “periodismo despótico” que se acostumbraba en la prensa de la época, el periodista le supo tomar “el pulso a las élites”, nos dice el doctor Raúl Trejo en este ensayo, el primero de dos partes. Aquel periódico navegaba entre “dos almas”: el conservadurismo y las “páginas de avanzada”, por la pluralidad de sus colaboradores y la brillantez de sus reporteros conducidos por su audaz director, quien privilegió el interés periodístico “a la construcción de acuerdos al interior de la empresa. En esa omisión seguramente influyó el carácter de Scherer, más proclive a la soberbia que a la autocrítica”, advierte Trejo. Después vendría el golpe a Excélsior en julio de 1976. Raúl Trejo Delarbre
L
os periodistas y los políticos se necesitan y se aborrecen. El pensador español Javier Pradera describió la relación entre ambos como la de dos transeúntes que se cruzan en un callejón solitario y oscuro: no tienen más remedio que pasar uno junto al otro, se temen porque no saben cómo reaccionará el otro, entre ambos se desarrolla una paranoia mutua que fácilmente puede conducir a la agresión. A Julio Scherer García le encantaba recorrer una y otra vez ese callejón, sabía leer los movimientos de los políticos con cuyos caminos se cruzaba, los narraba para exhibirlos, los miraba a los ojos sin amilanarse, disfrutaba esa relación que sabía siempre malograda. Gracias al trato que entablaba con personajes del poder político y económico, Scherer le tomaba el pulso a las elites y al mismo tiempo era parte de ellas. A menudo andaba por ese callejón propinando codazos, pero en ocasiones también lisonjas. En las páginas de Proceso aparecían denuncias (no siempre comprobadas) contra personajes a los que Scherer había cultivado en privado. Pero
tiempo antes, en la época de Excélsior, el acatamiento a la costumbre del trato solícito entre prensa y poder y la necesidad de mantener al diario a salvo de enfrentamientos que perjudicaran su costosa subsistencia, hicieron de Scherer un habilidoso promotor financiero y político de la empresa que dirigió durante ocho años. Periodismo despótico Scherer se formó en el periodismo despótico que predominó en México durante toda la segunda mitad del Siglo XX. Se trataba de un periodismo en dos sentidos autoritario. Dependiente del gobierno, ese periodismo por lo general mantuvo con el poder una actitud de subordinación salvo cuando, ya cerca del final del siglo, hubo publicaciones que encontraron más redituable golpear e incluso calumniar a políticos y gobernantes para seguir disfrutando favores y concesiones. Por otra parte ese periodismo fue, y en muchos casos aún es, autoritario. Es así, porque se organiza a partir de periodistas relevantes que concentran y toman decisiones en un estilo