Foto: Aarón Sánchez
FEBRERO 2015
Hero Rodríguez, Abel Quezada y Julio Scherer con corresponsales extranjeros. El conflicto en Excélsior en 1976, (Tomado de: Proceso 35 años de fotoperiodismo).
Scherer: ética, verdad, crítica independiente •
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José Reveles
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olamente un obsesivo por los cuatro costados, como era Julio Scherer García, pudo haber alcanzado un periodismo de excelencia, pintar su raya para no ser condescendiente con los poderes, rozarse con los políticos sin aspirar jamás a ser uno entre ellos, interpelar de palabra y de obra a los personajes del gobierno a quienes no juzgaba intocables, sino merecedores del escrutinio de la ciudadanía y de los medios; en una palabra: ser una vigilancia cotidiana, implacable, con datos irrefutables, documentada. Resumió muy bien Blanche Petrich, con una sola frase, en La Jornada del 8 de enero, el talante histórico y profesional de Scherer: “Falleció el referente de la prensa insumisa”. En tarjetas idénticas a las que su fiel secretaria, Elenita Guerra, usaba para llevar un registro minucioso de cientos de nombres, teléfonos y domicilios, recuerdo a un don Julio mal garabateando los temas que cada lunes propondría en la junta de redacción para el siguiente número de Proceso. Anotaba en cual-
quier momento del día o de la noche y se guardaba esos cartoncillos blancos en el bolsillo de la camisa o en alguno del pantalón. También le obsesionaba al director tener el tiraje exacto del semanario: “¡Estamos llegando a los 150 mil ejemplares, don Pepe!”, me presumía con los datos que le había dado el gerente de entonces, Enrique Sánchez España. “Ah, ya nos vamos pareciendo a Impacto”, le respondía yo con absoluta mala fe, pues veníamos de discutir si el periodismo debe tener una intencionalidad política -yo decía que sí, mientras don Julio se aferraba al dato sin carga ideológica- , de si a Proceso de pronto se le extraviaba la brújula a falta de una línea editorial explícita, con muchos reportajes elegidos y disparados como al azar, dispersa la temática, sin una aparente unidad de propósitos. Tenía yo unos siete años de no pertenecer ya a Proceso, cuando en 1991 fundé la revista Filo Rojo, la frontera entre lo político y lo policiaco, para abordar temas de violencia, inseguridad, ejecuciones y desapariciones, militarismo,