El dilema secreto de Julio Scherer. Por Cherem silvia

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Silvia Cherem S.

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Añade: “Cuando hablábamos en privado, me decía: ’Sólo Regino o usted’. Yo le respondía con coraje: ’Me ofende su comparación, es como si el presidente Echeverría le dijera que los periódicos que más le gustan son El Heraldo y Excélsior, porque respeta a sus directores. Usted no es igual que Gabriel Alarcón. Yo no soy igual que Regino’”. Granados Chapa le insistía que analizara quiénes eran los amigos de Regino y quiénes los de él. Apelaba a su buen juicio: “Mídanos sólo por eso”. Asegura Miguel Ángel que los amigos de Regino dentro de la cooperativa eran “la bazofia”, a diferencia de los suyos, que eran “lo mejorcito”. Señala: “Yo valía en Excélsior por mis amigos, lo mejor del periódico estaba contra Regino. Julio se reía, no hacía caso. Eso era una prueba clara y contundente de quién era quién. Y sin embargo Julio, cegado, le hacía a Regino favor tras favor para agrandarlo”. El último día de diciembre de 1975, la Sociedad Cooperativa Excélsior celebró su asamblea anual y, entre otras cosas, se reunía para elegir a los dirigentes. Eran veinte cargos a escoger cada año. El enfrentamiento en ese momento estaba dividido en dos grupos evidentes: el de Regino Díaz Redondo y el de Miguel Ángel Granados Chapa. “Llevábamos dos años de confrontación. Yo iba ganando terreno y Julio se mantenía al margen. Sin embargo, Regino, sintiéndose debilitado, fue a pedirle apoyo a Julio. Para empujarlo, Scherer cometió la torpeza de entrar a la asamblea del brazo de Regino, mandando un mensaje a los agremiados y coadyuvando a su triunfo”. La cooperativa era muy priísta, sabía leer las señales: la entrada de uno de los candidatos del brazo del director significaba que él era el favorito en ese momento. No había nada que agregar, la seña de afecto fue el mensaje y Regino ganó la elección. Puntualiza Miguel Ángel: “Desde ese momento supe que el control de la cooperativa quedaría en manos de Regino y que las horas las teníamos contadas. Echeverría bien sabía quién podía ayudarle a echar a Julio y lo aprovechó. Julio mismo se puso la soga al cuello. Le ofreció a Echeverría en charola de plata al cómplice interno que requería”.

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eis meses antes del golpe a Excélsior, e1 31 de diciembre de 1975, Granados Chapa buscó a Julio Scherer al terminar la asamblea de la Sociedad Cooperativa Excélsior y al ver el resultado, muy dolido, le dijo con palabras que recuerda con cabal exactitud: “Acaba usted de cometer un gran error apoyando a Regino (Díaz Redondo). Más temprano que tarde se va usted a dar cuenta quiénes son sus amigos. Usted está propiciando con esto la derrota del periódico, lo van a echar, más pronto que tarde lo van a echar. Cuando eso ocurra, yo me iré con usted, pero al llegar a la puerta le preguntaré para dónde va. Si me dice que va para Donato Guerra, yo me iré para Bucareli; si me dice que para Bucareli, yo voy a irme para Donato Guerra, porque estaré con usted todo el tiempo hasta que salgamos de aquí”. Palabras lapidarias. Hacían alusión al golpe y a la ruptura. De la puerta de Excélsior uno podía irse para esos dos lados: Donato Guerra o Bucareli, y con ese símil de las bifurcaciones urbanas, Granados Chapa dejó clara su sentencia a Scherer: “Ni me voy a quedar en el diario sin usted, ni voy a seguirlo después”, como finalmente sucedió tras su salida de Proceso, decisión que Vicente Leñero tanto le recriminó a Granados Chapa en Los periodistas. Severo juicio del que Leñero se exculpó ahora, casi cuarenta años después, en el homenaje a Granados Chapa en la UNAM, donde dijo públicamente: “Fui injusto. No supe entender su búsqueda. No respeté su decisión. No logré valorar lo que Miguel Ángel había sido como líder de muchos en Excélsior y en Proceso”. ¿Qué paso por la mente de Granados Chapa? Nunca lo reveló, sólo ahora lo explica: “Julio había jugado con fuego alimentando la idea de que yo, el Licenciado, como me apodaba, y Regino Díaz Redondo podíamos ser sus sucesores y él propició la rivalidad”. Granados Chapa asegura que Scherer tiene una fascinación por el mal: “Se lo he dicho, los malos le gustan”. Como católico ferviente, fe en la que fue educado, aprendió a distinguir el bien del mal, le enseñaron a evitar el mal, pero, según Miguel Ángel, Scherer es un infractor. “No practica el mal porque es un hombre bueno, pero éste lo hipnotiza. Regino era el mal desde todo punto de vista”.

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R JULIO SCHRER

PERIODISMO

El dilema secreto


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