Encuestas electorales, una falsa narrativa

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Encuestas electorales, una falsa narrativa Gerardo Israel Montes

An á l i s i s

A

l igual como ocurrió en México, el proceso electoral en Estados Unidos puso de relieve la confabulación de los grandes medios de comunicación con empresas encuestadoras, para utilizar los datos obtenidos en estudios demoscópicos para influir en el electorado y servir como medio propagandístico a determinado candidato, en este caso a Hillary Clinton. A este juego se sumaron varios medios de comunicación mexicanos, quienes difundieron los resultados que arrojaban los sondeos sobre las preferencias electorales de los estadunidenses –la mayoría siempre dio como ganadora a la candidata demócrata–, sin ofrecer a sus audiencias información sobre la veracidad de los datos arrojados por las encuestas, su metodología, su margen de error y su confiabilidad. Por ello, de la misma manera en que los medios de la Unión Americana son criticados, los consorcios mediáticos mexicanos deben ser cuestionados por la propagación de una narrativa que finalmente resultó ser falsa.

El papel de las filtraciones En los primeros días de octubre, como consecuencia de las filtraciones de comentarios sexistas de Donald Trump, un sondeo realizado por NBC/The Wall Street Journal daba una ventaja de 11 puntos a Clinton: 46 por ciento, frente a 35 por ciento. Un dato significativo de este sondeo fue que 49 por ciento de los encuestados se dijeron a favor de que los demócratas controlaran el Congreso, mientras 42 por ciento dijo preferir a los republicanos. La elección del 8 de noviembre mostró cuan equivocada estaba la encuesta, ya que los electores dieron su confianza a los legisladores republicanos, quienes obtuvieron la mayoría tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes. Días antes de la jornada electoral, el director del Federal Bureau of Investigation (FBI), James Comey, envió al Congreso un informe sobre la investigación del presunto envío de información confidencial de Estado mediante la cuenta personal de correo electrónico de Hillary Clinton, con lo que disminuyeron las preferencias electorales por la candidata demócrata. De los poco más de 10 puntos que tenía sobre Trump, la distancia se redujo a entre 4 y 3 por ciento. Sin embargo, la visión que daban los estudios demoscópicos era que Clinton resultaría ganadora en la contienda electoral. Ya muy cerca de la jornada comicial, el portal Animal Político reportó que una encuesta de Bloomberg mostraba que 44 por ciento de los votantes se inclinarían por

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la demócrata, mientras 41 por ciento lo haría por Trump. En tanto, un estudio elaborado por The Washington Post y ABC News, realizado entre el 2 y el 5 de noviembre, indicó que Clinton tenía la preferencia de 47 por ciento de los votantes, y Trump el 43 por ciento. En México, el día de las elecciones en Estados Unidos, la portada del periódico La Jornada tuvo una titubeante cabeza: “A unas horas, el triunfo de Hillary es casi un hecho”. Sin embargo, ninguna encuesta ni postura editorial, ni la opinión de la mayoría de los articulistas y académicos que dieron cuenta del perfil autoritario, racista, misógino, conservador y proteccionista de Donald Trump, concretaron su intención de que la ganadora fuera la política del establishment estadunidense quien, según varias críticas, representa al 1 por ciento de la población que acapara la riqueza en la Unión Americana en detrimento y discriminación del otro 99 por ciento de su población. A a pesar de que Clinton obtuvo el 47.8 por ciento de los votos (61 millones 318 mil 162), y Trump el 47.3 por ciento (60 millones 541 mil 308), el Colegio Electoral le dio el triunfo al empresario con 306 votos y dejó en segundo lugar a la demócrata, con 232. Un sondeo realizado por Edison Research (empresa que desde 2003 ofrece encuestas de salida a ABC, CBS, CNN, FOX, NBC, y Associated Press) arrojó que Donald Trump ganó, entre otras cuestiones, porque obtuvo el 58 por ciento de lo que se denomina el voto blanco. Un dato revelador de esta encuesta fue destacado en un artículo escrito por Larry Rosin, presidente de Edison Research, quien da cuenta que sólo 2 por ciento de los votantes tenía una opinión favorable de ambos candidatos; mientras 18 por ciento conservaban una opinión desfavorable, tanto de Clinton como de Trump. Sorpresivamente, este fue el grupo que dio el triunfo al republicano, ya que 49 por ciento de esos votantes se inclinaron por él, mientras 29 por ciento optaron por Clinton. En los estados más importantes en la obtención de votos, la gente que decía: “no me gusta

Trump, pero voy a votar por él de todos modos” se distribuyó de la siguiente manera: En Wisconsin (con 10 votos electorales), del 22 por ciento que no tenía simpatía ni por Clinton ni por Trump, un 23 por ciento se inclinó por la primera, mientras que un 60 por ciento lo hizo por el segundo; en ese tenor, en Pensylvania (20 votos electorales), de un 17 por ciento, 56 por ciento votó por Trump y 31 por ciento por Hillary; en Míchigan (16 votos electorales), de un 20 por ciento, el 50 optó por Trump y un 29 por Clinton; en tanto que en Florida (con 29 votos electorales), de un porcentaje de 14 por ciento, el 62 por ciento prefirió al republicano y un 24 por cientp a la demócrata; y en Carolina del Norte (15 votos electorales), de un 15 por cientio que no simpatizaba con ninguno de los dos aspirantes, 63 por ciento se inclinó por Trump; mientras que un 28 por ciento por Clinton.

State

% “Neithers”

Trump

Clinton

Wisconsin

22%

60%

23%

Pennsylvania

17%

56%

31%

Michigan

20%

50%

29%

Florida

14%

61%

24%

North Carolina

15%

63%

28%

Fuente: Edison Research.

El triunfo de Trump sorprendió a muchos en Estados Unidos y el mundo, para otros más no lo fue tanto. Es el caso de Bernie Sanders, exaspirante por el Partido Demócrata, quien en un artículo publicado en The New York Times el 11 de noviembre, (http://www.nytimes.com/2016/11/12/ opinion/bernie-sanders-where-the-democrats-go-fromhere.html?_r=0) explicó la derrota de Clinton. En su escrito, Sanders destaca que el martes 8 de noviembre millones de estadunidense registraron un voto de protesta y expresaron su “feroz oposición a un sistema económico y político que pone los intereses de ricos y empresarios sobre los suyos (…) No es un shock para mí el que millones de personas que votaron por Trump lo


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Al hacer una comparación con la realidad de México, y aunque el Instituto Nacional Electoral (INE) impulsa una regulación en torno a las encuestas, especialmente en lo que respecta a su metodología, sería adecuado fortalecer el marco legal para evitar que se repitan los sondeos propagandísticos que se dieron en 2012, año en el que dieron una amplia ventaja al entonces candidato Enrique Peña Nieto (algunas hasta de 15 y 20 por ciento) sobre Andrés Manuel López Obrador, cuando al final la diferencia fue de entre 6 y 7 por ciento. Máxime que varios medios de comunicación ya iniciaron el juego de publicar encuestas propagandísticas, donde ponen como delantera a la aspirante del statu quo mexicano, quien pretende la candidatura presidencial por el PAN: Margarita Zavala, quien es esposa del expresidente Felipe Calderón, el que inicio la violenta guerra contra el narcotráfico.

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Jill Lepore, de la Nieman Foundation de Harvard, abordó la crisis de los sondeos y recordó que, cuando en 1975 The New York Times realizó una encuesta telefónica conjuntamente con CBS News, muchas personas cuestionaron si era ético dicho ejercicio, bajo la teoría que una organización periodística no debería fabricar noticias (manufacture news).

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Esa realidad en la que viven diversos sectores de la población estadunidense a la que hace referencia Sanders, que formó parte medular de su campaña y que fue igualmente visualizada y posteriormente capitalizada por Donald Trump, fue la que no supieron interpretar, ver o difundir los grandes medios, más interesados en mantener los intereses del statu quo gobernante. En un artículo publicado el 16 de noviembre titulado The Problem with Polls Isn’t Technological, It’s Political, (El problema con las encuestas no es tecnológico, es político), Jill Lepore, de la Nieman Foundation de Harvard, abordó la crisis de los sondeos y recordó que, cuando en 1975 The New York Times realizó una encuesta telefónica conjuntamente con CBS News, muchas personas cuestionaron si era ético dicho ejercicio, bajo la teoría que una organización periodística no debería fabricar noticias (manufacture news). La autora refiere la utilización que se hace de las encuestas en Estados Unidos. Por una parte, menciona que la idea de publicar predicciones electorales meses antes de los comicios, y afirmar que los resultados son científicos, a muchas personas les parece perjudiciales para el progreso democrático. Pero ello no es impedimento

para que los periódicos y cadenas de televisión decidan realizar sus propias sondeos. Tras señalar que en 2012 alrededor de mil 200 organizaciones de votación hicieron poco más de tres mil millones de llamadas telefónicas, y que la mayoría de los estadunidenses se negaron a hablar con ellas, Jill Lepore remite al hecho de que en otras naciones se regula la publicación de encuestas preelectorales, como una cuestión de ética cívica y buena gobernanza. Es hora de que Estados Unidos haga lo mismo, afirma.

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hicieron porque estaban enfermos y cansados del statu quo económico, político y mediático”. Además, expuso algunas razones por las que los ciudadanos optaron por el republicano: “Las familias de los trabajadores observan mientras políticos aceptan apoyo financiero para sus campañas de multimillonarios e intereses empresariales, mientras ellos trabajan durante más horas por sueldos más bajos, mientras ven que empleos que pagan de manera decente se van a China, México o algún otro país de salarios bajos (…)”. Al otorgar la razón a Trump, con relación a que el pueblo estadunidense quiere un cambio, Sanders lo cuestiona en torno a si tendrá el valor de hacer frente a las personas más poderosas, las responsables del dolor económico que sufren las familias trabajadoras.

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