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n el verano de 2011, Miguel Ángel Granados Chapa se mantenía a contracorriente, por su mal estado de salud, en su programa matutino de lunes a viernes en Radio UNAM y en su columna del periódico Reforma. La Plaza Pública, que escribió en los medios nacionales entre 1977 y 2011. Quienes lo seguíamos en la radio lamentábamos su estado de salud resquebrajada. No sabíamos de qué se trataba. En una ocasión, y sin atisbar sus razones, programó la canción I Will Survive (Sobreviré) de la reina de la música disco Gloria Gaynor. Muchos nos preguntábamos por qué esa pieza. A las pocas semanas, el domingo 16 de octubre de aquél 2011, entendimos por qué. Desde Plaza Pública, Granados Chapa forjó un legado que en muchos sentidos sigue vigente. A decir de colegas perio-
distas consultados por Zócalo, siempre tuvo oídos para escuchar y dar voz a las organizaciones y movimientos sociales. En ese espacio, el poder fue cuestionado por su proceder. No se quedó en los límites del periodismo sino que se sumó a causas y participó como activista. Su columna, en radio o prensa era la voz de un intelectual congruente y generoso, se convirtió en un aliado para el debate público, tan mezquino en otros lados. Plaza Pública inició en Cine Mundial en 1977 y cerró su ciclo en Reforma, el viernes 14 de octubre de 2011, dos días antes de su muerte. A seis años de su deceso conversamos con José Reveles, quien destaca que el maestro Miguel Ángel Granados Chapa fue un abogado y periodista con una conciencia social muy importante para el país. Él, dice Reveles, abordaba todos los temas de in-
PERIODIS
Mauricio Coronel Guzmán
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An
legado de Miguel Ángel Granados Chapa
PERIODISMO
La Plaza Pública,
terés en esta nación y todos los días escribía. Lo hizo durante casi cuatro décadas, era una columna de renombre publicada en el periódico Reforma. No sólo era abogado sino un gran escritor que lo hacía con una propiedad increíble. En opinión de Reveles, abordó temas que a muchos otros ni siquiera se les ocurría sugerir; por ejemplo, “describió una matanza en Tlatlaya, pero no ésta que todos conocemos, sino una que ocurrió varios años antes”. Granados Chapa descubrió que empresarios del Estado de México le iban a regalar al Presidente de la República, José López Portillo, un rancho y obligó al mandatario a renunciar públicamente a ese obsequio. Entonces, concluye Reveles, “fue un periodista muy influyente, cuya palabra, voz y pluma, siempre se escuchaba en este país”. Además hizo crónica parlamentaria, donde analizaba las posturas de los partidos y era un hombre muy escuchado, muy seguido, y analizado. De hecho, nos confirma Reveles, responsable de la Cátedra Miguel Ángel Granados Chapa, “en este momento sigue siendo estudiado en un acervo que existe en la UAM-Cuajimalpa”. En opinión de Humberto Mussachio, Granados Chapa era extraordinario, siempre preciso. Decía lo justo, ni más ni menos. A seis años de su desaparición física, Mussachio recuerda que él siempre lo comparó con Francisco Zarco. Cada quien en su tiempo y en sus condiciones, pero “ambos escribían a diario y lo hacían muy bien”, dijo. Miguel Ángel “es el Zarco de nuestro tiempo, pero además no sólo es ese gran columnista, ese gran articulista, sino que también fue un extraordinario ejecutivo de periódicos”. Mussachio opina que se trataba de un
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