Me hubiera gustado acercar a Buendía y a Scherer: Granados

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Feria del Libro de Guadalajara, 2005, Granados Chapa, Elena Poniatowska, Julio Scherer, Vicente Leñero y Carlos Monsiváis.

Jenaro Villamil

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n octubre de 2008, en vísperas de que el Senado de la República le otorgara la medalla Belisario Domínguez, su máximo reconocimiento, sostuve una larga entrevista con don Miguel Ángel Granados Chapa. Él salía de su emisión radiofónica Plaza Pública en Radio UNAM. Estaba de muy buen humor. La entrevista inició y terminó con una de las remembranzas más importantes para Granados Chapa: la influencia de Manuel Buendía, el columnista asesinado en mayo de 1984. Ese crimen marcó no sólo a una generación de periodistas sino al país entero. Y Granados Chapa tomó, en varios sentidos, la estafeta del autor de la Red Privada. En muchos aspectos, superó en influencia pública a Buendía, pero Granados Chapa nunca cesó en su interés por denunciar a los involucrados en el homicidio del periodista y en rendirle homenaje a este maestro de muchos periodistas. Preparaba un libro muy documentado sobre el caso Buendía. Desgraciadamente, su fallecimiento dejó incompleta la obra. A continuación, para los lectores de Zócalo, las partes sustanciales de ese diálogo con Granados Chapa y de su visión de dos grandes reporteros de su generación: Buendía y Julio Scherer. -¿A usted lo secuestraron por unos reportajes de la ultraderecha en Crucero? - Me secuestraron. Me tundieron. -¿Cómo inició sus trabajos en Crucero? -Un amigo común, Horacio Guajardo, me puso en comunicación con Manuel Buendía. Él me pidió un reportaje de prueba, lo aprobó y me contrató. Buendía era muy irónico y me dijo cuando leyó el texto: “Mire nomás, en la universidad sí enseñan periodismo. “Él daba clases en la Carlos Septién. Entonces fui uno de los dos reporteros de su semanario. Era una empresa chiquita. Él había sido director del periódico La Prensa. Lo corrieron y al salir de ahí fundó este semanario que tenía alguna vincu-

Zócalo

lación con el periódico El Día, que se imprimía ahí. Además, Enrique Ramírez y Ramírez era socio de Buendía en Crucero. -¿Por qué la animadversión de los grupos de ultraderecha contra esa publicación y contra Buendía? -Buendía estaba muy interesado en los grupos secretos católicos. Me pidió una serie de reportajes, algunos de ellos con bastante buena información, a partir del MURO. Era un organismo de fachada, pero detrás de él estaba un grupo secreto. “A pesar de que el periódico circulaba poco, los reportajes causaron mucho efecto. “Meses después de concluida la serie –el tiempo esperado para que no se establecieran relaciones de causa-efecto–, saliendo de dar clases en Ciencias Políticas, como ayudante de profesor, me secuestraron en el camino a la parada del autobús, cerca de Copilco. Me llevaron a Contreras, me ataron a un árbol, me dieron cinturonazos en la espalda y en las nalgas. Me tundieron muy fuertemente y me dejaron ahí”. -¿Le dijeron algo? -Sí. ‘Ahora vas a saber quiénes son los troskistas, cabrón’. “Tenían todo el estilo de la violencia de estos grupos. Una de las cosas que salieron a relucir en los reportajes que hice es que era un grupo muy violento, que incluso llegaban al asesinato. De modo que desde el momento mismo que me secuestraron supe de qué se trataba. El estilo, la complexión, coincidían. Me subieron a un Mercedes Benz negro. Todo era denunciatorio de quiénes eran”. -¿Encapuchados? -No, con la cara abierta. De tal manera que cuando me dejaron ahí golpeado me sentí aliviado porque sabía yo que podía ser peor. Era una deuda que tenía yo que pagar y la había pagado en ese momento. Tuve el humor, cuando pude volver a la civilización, de hablarle a Buendía y le dije: ‘le tengo una exclusiva’. Le conté y publicamos el relato. “Luego tuvimos dos comprobaciones: una de que sí eran

| noviembre 2011

Sergio Garibay /Cuartoscuro

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