Zoom - número uno

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nĂşmero uno enero/08

E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D


¿Cómo ver la arquitectura? Empeñada –se encuentra la sociedad- en simplificar los saberes, de los distintos campos, para la totalidad de los hombres, independientemente de su interés o atención. Cuanto más fragmentados son los conocimientos individuales de producción, mas amplias, y más populares, son las lecturas superficiales de la cultura; se ha banalizado, y popularizado, el espíritu del “hombre del renacimiento”. La arquitectura, como entidad compleja construida en nuestra realidad, es percibida, procesada e interpretada en función de los conocimientos e intenciones de cada uno. De este modo, los grados de implicación y entendimiento ante la obra son variables, dependiendo, además, de factores contextuales y específicos de la obra en sí. Se podría hablar, por lo tanto, de escalas de comprensión. Los ojos del que mucho ha visto, del que mucho conoce, generan incesantes redes de relaciones –quizá, meramente oníricas o inesperadas- a partir de la percepción. Por ejemplo, es probable que con esos ojos, en el barrio madrileño de Lavapiés, José Ignacio Linazasoro mirase a las rehabilitadas ruinas de las Escuelas Pías al explicitar las referencias –seguramente identificadas y ordenadas a posteriori- que se le habrían cruzado subconscientemente en el proceso de proyecto. Como si de citas intelectuales se tratase, el edificio está repleto de guiños que le permiten vagar entre dos tiempos: el irreal y atemporal de la pretendida ruina; y el real y concreto, heredero de la tradición moderna, que aun pervive agonizante entre estos tiempos contemporáneos. Posiblemente yerre en mi crítica, sin embargo es seguro que dichas citas condicionaron mi visita, mi comprensión, mi interpretación y mi juicio; dificultándome, de ese modo, haber podido leer aquella construcción como lo que realmente es, Arquitectura. El arquitecto, eterno observador patológico, alquimista demente, equilibrista... humano ¿Cómo ver la arquitectura? ¿Cómo hacer ver la arquitectura? Javier Casas

Dibujo, Álvaro Siza E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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¿Cómo ver la arquitectura? Empeñada –se encuentra la sociedad- en simplificar los saberes, de los distintos campos, para la totalidad de los hombres, independientemente de su interés o atención. Cuanto más fragmentados son los conocimientos individuales de producción, mas amplias, y más populares, son las lecturas superficiales de la cultura; se ha banalizado, y popularizado, el espíritu del “hombre del renacimiento”. La arquitectura, como entidad compleja construida en nuestra realidad, es percibida, procesada e interpretada en función de los conocimientos e intenciones de cada uno. De este modo, los grados de implicación y entendimiento ante la obra son variables, dependiendo, además, de factores contextuales y específicos de la obra en sí. Se podría hablar, por lo tanto, de escalas de comprensión. Los ojos del que mucho ha visto, del que mucho conoce, generan incesantes redes de relaciones –quizá, meramente oníricas o inesperadas- a partir de la percepción. Por ejemplo, es probable que con esos ojos, en el barrio madrileño de Lavapiés, José Ignacio Linazasoro mirase a las rehabilitadas ruinas de las Escuelas Pías al explicitar las referencias –seguramente identificadas y ordenadas a posteriori- que se le habrían cruzado subconscientemente en el proceso de proyecto. Como si de citas intelectuales se tratase, el edificio está repleto de guiños que le permiten vagar entre dos tiempos: el irreal y atemporal de la pretendida ruina; y el real y concreto, heredero de la tradición moderna, que aun pervive agonizante entre estos tiempos contemporáneos. Posiblemente yerre en mi crítica, sin embargo es seguro que dichas citas condicionaron mi visita, mi comprensión, mi interpretación y mi juicio; dificultándome, de ese modo, haber podido leer aquella construcción como lo que realmente es, Arquitectura. El arquitecto, eterno observador patológico, alquimista demente, equilibrista... humano ¿Cómo ver la arquitectura? ¿Cómo hacer ver la arquitectura? Javier Casas

Dibujo, Álvaro Siza E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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Ante esta autoritaria paternidad del Movimiento Moderno es posible lanzar algunas preguntas escondidas: ¿No hay que poner en duda tanto las obsesiones como las obras del Movimiento Moderno?¿sus obsesiones han de ser las nuestras?. ¿Podría aprenderse más de la postura, de la manera de pensar de los maestros, que de sus “verdades” y “puntos esenciales”?. No estaría mal, en ocasiones, recordar a Mies cuando hablaba de los futuros grandes arquitectos; lo único que sabía de estos, es que no serían quienes creyesen emularle. ¿Debemos ser algo más condescendientes ante la ambición del arquitecto?¿quizás, al mirar con mejores ojos esta ambición, ayudemos a los genios por venir, allanando el terreno para el nuevo acontecimiento...?. “Cuando antaño los artistas eran simplemente maestros hacían, de vez en cuando, impremeditadas obras maestras, que les hacían felices, aunque no hubiera nadie que les advirtiese de su condición genial. A los artistas contemporáneos les ocurre más o menos igual, salvo que deben soportar el aplastante peso de no ser nunca genios del todo, sobre todo, porque están demasiado al alcance de la vista de todo el mundo. Aunque tengan un asombroso talento y sean famosos, no pueden evitar la sospecha de que todo es producto de la publicidad.”2

Paternidad

Andrés Carretero

El Movimiento Moderno no sólo construyó la arquitectura del siglo XX. Durante el Movimiento Moderno se produjeron una serie –no importa cuantos- de acontecimientos: Wright, Mies, Le Corbusier, Aalto...Estos acontecimientos, con nombres y apellidos, fueron genios. “No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines.”1 La posición de los maestros es la merecida, aquella que se ganaron, no hay duda. Vemos correcto -lo más correcto posible- pensar en ellos como acontecimientos, hijos de su tiempo, sin por ello tener que desechar la presencia de la probabilidad, el trabajo, el valor individual, o la ambición. Sin embargo, no nos liberamos totalmente de la incertidumbre, cuando la obra de estos grandes arquitectos ha derivado, en muchos ámbitos -el profesional, el docente...-, en verdad absoluta, en dogma -después de un genio, lo único que queda, parece ser, es ser humilde-. Esta situación es muy curiosa ya que, al mirar hacia atrás, con esa distancia que nos da el tiempo, caemos en la cuenta de que las ideas de los artistas “revolucionarios” en su momento, tomaron fuerza, en muchas ocasiones, desde una posición anti-intelectual que con el transcurrir de los años se transforma en un nuevo academicismo -es inevitable sentir, pudorosamente, que Le Corbusier pueda haber sido un nuevo Vignola-. p04

E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

1 En José Antonio Coderch, “No son genios lo que necesitamos ahora”, 1960. 2 En Calvo Serraller, “Los artistas”, 2006.

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Ante esta autoritaria paternidad del Movimiento Moderno es posible lanzar algunas preguntas escondidas: ¿No hay que poner en duda tanto las obsesiones como las obras del Movimiento Moderno?¿sus obsesiones han de ser las nuestras?. ¿Podría aprenderse más de la postura, de la manera de pensar de los maestros, que de sus “verdades” y “puntos esenciales”?. No estaría mal, en ocasiones, recordar a Mies cuando hablaba de los futuros grandes arquitectos; lo único que sabía de estos, es que no serían quienes creyesen emularle. ¿Debemos ser algo más condescendientes ante la ambición del arquitecto?¿quizás, al mirar con mejores ojos esta ambición, ayudemos a los genios por venir, allanando el terreno para el nuevo acontecimiento...?. “Cuando antaño los artistas eran simplemente maestros hacían, de vez en cuando, impremeditadas obras maestras, que les hacían felices, aunque no hubiera nadie que les advirtiese de su condición genial. A los artistas contemporáneos les ocurre más o menos igual, salvo que deben soportar el aplastante peso de no ser nunca genios del todo, sobre todo, porque están demasiado al alcance de la vista de todo el mundo. Aunque tengan un asombroso talento y sean famosos, no pueden evitar la sospecha de que todo es producto de la publicidad.”2

Paternidad

Andrés Carretero

El Movimiento Moderno no sólo construyó la arquitectura del siglo XX. Durante el Movimiento Moderno se produjeron una serie –no importa cuantos- de acontecimientos: Wright, Mies, Le Corbusier, Aalto...Estos acontecimientos, con nombres y apellidos, fueron genios. “No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines.”1 La posición de los maestros es la merecida, aquella que se ganaron, no hay duda. Vemos correcto -lo más correcto posible- pensar en ellos como acontecimientos, hijos de su tiempo, sin por ello tener que desechar la presencia de la probabilidad, el trabajo, el valor individual, o la ambición. Sin embargo, no nos liberamos totalmente de la incertidumbre, cuando la obra de estos grandes arquitectos ha derivado, en muchos ámbitos -el profesional, el docente...-, en verdad absoluta, en dogma -después de un genio, lo único que queda, parece ser, es ser humilde-. Esta situación es muy curiosa ya que, al mirar hacia atrás, con esa distancia que nos da el tiempo, caemos en la cuenta de que las ideas de los artistas “revolucionarios” en su momento, tomaron fuerza, en muchas ocasiones, desde una posición anti-intelectual que con el transcurrir de los años se transforma en un nuevo academicismo -es inevitable sentir, pudorosamente, que Le Corbusier pueda haber sido un nuevo Vignola-. p04

E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

1 En José Antonio Coderch, “No son genios lo que necesitamos ahora”, 1960. 2 En Calvo Serraller, “Los artistas”, 2006.

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Hacia un mundo deluxe carrera buscando los límites, donde algunos nuevos rascacielos ya casi lo tocan. Los ejemplos más destacados de esta tendencia son China y, más recientemente, algunos países del Golfo Pérsico. Si en el primer caso las nuevas arquitecturas están apuntando hacia un nivel más infraestructural y de equipamiento, focalizadas en una capital que será la sede de los próximos JJOO, en el segundo la actitud es básicamente recreativa y de ocio. Los grandes personajes mediáticos de la arquitectura, las estrellas, han sido los encargados de hacer realidad los sueños de estas grandes fortunas. Paradójicamente, quizá sea también la oportunidad de aquéllos para ver construidas sus obsesiones, ideas imposibles de llevar a la práctica en el mundo occidental, la arquitectura sin normas ni ataduras. A veces suelen quedar en un segundo plano los sistemas políticos sobre los que se sustentan algunos de estos países, los métodos de concurso y designación de los premios, y las condiciones de trabajo que imponen las empresas constructoras. El simple hecho de que el proyecto lleve una marca conocida parece garantía de éxito asegurado. Volvemos a la situación de contratar a grandes arquitectos del momento para que hagan sus aportaciones. Jean Nouvel, Frank Gehry, Zaha Hadid, Rem Koolhaas, se encargan de diseñar en la línea de costa una serie de espacios expositivos, en lo que parece se convertirá en un gran parque temático de la cultura.

La posibilidad de equivocarse que da la condición de alumno es la que permite entrar a valorar situaciones y hechos, juicios que emitidos desde otra posición distinta quedarían comprometidos en mayor grado. En ningún caso la intención aquí es caer en esa posibilidad. En los años veinte, en algunos países de Europa, existía parte de la sociedad que se veía preparada para dejar una gran huella en la arquitectura, el arte y la cultura del s.XX. La convivencia con este pensamiento crítico, en favor de la creación, de la propuesta, es la que permitió poner en práctica acciones como la Weissenhofsiedlung en Stuttgart. El encargado de su organización, L. Mies van der Rohe, consiguió reunir a dieciséis de los mejores arquitectos europeos, entre los que se encontraba, para intentar llevar a cabo una muestra de arquitectura de vivienda de vanguardia, la más avanzada y con mayores propósitos del momento. Tuvo algunos detractores, y numerosos problemas, pero al final la colina a las afueras de la ciudad quedó sembrada de estas propuestas. Algunas de las ideas allí expuestas perduraron, otras avanzaron y se fueron depurando, otras terminaron banalizadas. Hoy estamos asistiendo a nuevos focos de producción desconocidos hace no mucho tiempo. Existen algunas fortunas orientales, más numerosas de las que algunos creíamos, que demandan nuevas posibilidades de ocio. Este reclamo ha llevado a comenzar a construir de la nada mayúsculos espacios de ocio, para uso y disfrute de esta nueva riqueza. El transporte a un lugar donde el placer estará asegurado. Una p06

E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

En los últimos tiempos la situación está cambiando y se empieza también a dar oportunidades a arquitectos y estudios de menor nombre, incluso desconocidos a escala mundial. Las razones que argumentan alguno de estos últimos para ser contratados son una menor exigencia con los honorarios y mayor implicación para cumplir con los plazos de ejecución. Resulta sorprendente encontrar en esta situación a estudios locales de calidad como los catalanes RCR, que tras haber ejercido casi siempre no muy lejos de la ubicación de su estudio en Olot (Gerona), rechazando propuestas de trabajo en el extranjero, han sido premiados en un concurso para la construcción de un centro de creatividad en Dubai. Este cambio radical en su línea de trabajo es cuanto menos motivo de reflexión. Vivienda, ocio. Investigación y nuevas propuestas arquitectónicas, lujo y espectacularidad como objetivos. Ochenta años de distancia en el tiempo, contemporaneidad con las obras e inseguridad ante las mayoritarias y abultadas alabanzas del mundo de la publicidad y las revistas. Me pregunto si la sensación extraña que algunos sienten ante esta oleada de grandes arquitecturas espectaculares, de torres de casi un kilómetro de altura, es la misma que sentiría aquel hombre que vivía en los años veinte, visitando aquella exposición de viviendas en la colina, contemplando enormes dibujos y alguna maqueta de altísimos rascacielos de cristal para Berlín, que la técnica jamás permitió construir.

Saúl Alonso E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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Hacia un mundo deluxe carrera buscando los límites, donde algunos nuevos rascacielos ya casi lo tocan. Los ejemplos más destacados de esta tendencia son China y, más recientemente, algunos países del Golfo Pérsico. Si en el primer caso las nuevas arquitecturas están apuntando hacia un nivel más infraestructural y de equipamiento, focalizadas en una capital que será la sede de los próximos JJOO, en el segundo la actitud es básicamente recreativa y de ocio. Los grandes personajes mediáticos de la arquitectura, las estrellas, han sido los encargados de hacer realidad los sueños de estas grandes fortunas. Paradójicamente, quizá sea también la oportunidad de aquéllos para ver construidas sus obsesiones, ideas imposibles de llevar a la práctica en el mundo occidental, la arquitectura sin normas ni ataduras. A veces suelen quedar en un segundo plano los sistemas políticos sobre los que se sustentan algunos de estos países, los métodos de concurso y designación de los premios, y las condiciones de trabajo que imponen las empresas constructoras. El simple hecho de que el proyecto lleve una marca conocida parece garantía de éxito asegurado. Volvemos a la situación de contratar a grandes arquitectos del momento para que hagan sus aportaciones. Jean Nouvel, Frank Gehry, Zaha Hadid, Rem Koolhaas, se encargan de diseñar en la línea de costa una serie de espacios expositivos, en lo que parece se convertirá en un gran parque temático de la cultura.

La posibilidad de equivocarse que da la condición de alumno es la que permite entrar a valorar situaciones y hechos, juicios que emitidos desde otra posición distinta quedarían comprometidos en mayor grado. En ningún caso la intención aquí es caer en esa posibilidad. En los años veinte, en algunos países de Europa, existía parte de la sociedad que se veía preparada para dejar una gran huella en la arquitectura, el arte y la cultura del s.XX. La convivencia con este pensamiento crítico, en favor de la creación, de la propuesta, es la que permitió poner en práctica acciones como la Weissenhofsiedlung en Stuttgart. El encargado de su organización, L. Mies van der Rohe, consiguió reunir a dieciséis de los mejores arquitectos europeos, entre los que se encontraba, para intentar llevar a cabo una muestra de arquitectura de vivienda de vanguardia, la más avanzada y con mayores propósitos del momento. Tuvo algunos detractores, y numerosos problemas, pero al final la colina a las afueras de la ciudad quedó sembrada de estas propuestas. Algunas de las ideas allí expuestas perduraron, otras avanzaron y se fueron depurando, otras terminaron banalizadas. Hoy estamos asistiendo a nuevos focos de producción desconocidos hace no mucho tiempo. Existen algunas fortunas orientales, más numerosas de las que algunos creíamos, que demandan nuevas posibilidades de ocio. Este reclamo ha llevado a comenzar a construir de la nada mayúsculos espacios de ocio, para uso y disfrute de esta nueva riqueza. El transporte a un lugar donde el placer estará asegurado. Una p06

E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

En los últimos tiempos la situación está cambiando y se empieza también a dar oportunidades a arquitectos y estudios de menor nombre, incluso desconocidos a escala mundial. Las razones que argumentan alguno de estos últimos para ser contratados son una menor exigencia con los honorarios y mayor implicación para cumplir con los plazos de ejecución. Resulta sorprendente encontrar en esta situación a estudios locales de calidad como los catalanes RCR, que tras haber ejercido casi siempre no muy lejos de la ubicación de su estudio en Olot (Gerona), rechazando propuestas de trabajo en el extranjero, han sido premiados en un concurso para la construcción de un centro de creatividad en Dubai. Este cambio radical en su línea de trabajo es cuanto menos motivo de reflexión. Vivienda, ocio. Investigación y nuevas propuestas arquitectónicas, lujo y espectacularidad como objetivos. Ochenta años de distancia en el tiempo, contemporaneidad con las obras e inseguridad ante las mayoritarias y abultadas alabanzas del mundo de la publicidad y las revistas. Me pregunto si la sensación extraña que algunos sienten ante esta oleada de grandes arquitecturas espectaculares, de torres de casi un kilómetro de altura, es la misma que sentiría aquel hombre que vivía en los años veinte, visitando aquella exposición de viviendas en la colina, contemplando enormes dibujos y alguna maqueta de altísimos rascacielos de cristal para Berlín, que la técnica jamás permitió construir.

Saúl Alonso E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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los nuevos edificios que se construyen en las ciudades. Críticas que, muchas veces, proceden de ciudadanos que ejercen otras profesiones que nada tienen que ver con la arquitectura. Y no digo que no haya parámetros objetivables que puedan ser juzgados razonablemente por todos los ciudadanos. Los hay; como, por ejemplo, si el edificio se adapta a la función para la que fue construido, si un espacio público en verdad es utilizado por los ciudadanos... Pero otros muchos entran dentro del terreno de la percepción subjetiva y de la comprensión intelectual. Personalmente, me resulta un tanto descorazonador escuchar preguntas como la planteada al principio. Si el destinatario no entiende el mensaje, ¿para qué sirve el esfuerzo del emisor? ¿Se ha sustituido el diálogo por un monólogo? Es como si el arquitecto lanzase sus ideas al frente, con voz firme, y lo único que encontrase fuese una pared que le devuelve sus pensamientos.

Diálogo, no monólogo

“¿Entiende la gente la ‘filosofía’ de los arquitectos al concebir sus edificios?” Ésta era la pregunta que se formulaba en un programa de radio para que los oyentes diesen sus opiniones. No pude escuchar las respuestas, pero estoy convencido de que habría sido muy interesante. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la pregunta. El fin de la Arquitectura es hacer mejor la vida de las personas: la Arquitectura tiene un fin social. Y nosotros, futuros arquitectos, tratamos de formarnos de la manera más adecuada para mejorar la existencia de los ciudadanos -al menos, en lo que concierne a nuestras posibilidades. En nuestros proyectos, aún de Escuela, pretendemos extraer todos los condicionantes y aprovechar todas las oportunidades que nos ofrece el lugar, encontrar la mejor manera de materializar el programa propuesto, hacer que nuestro proyecto sea constructivamente factible, adaptarnos a la normativa vigente... En definitiva, combinar todas las variables para elaborar un proyecto que aporte bienestar al usuario.

Otra duda surge a raíz de esta reflexión. Si la gente no entiende mucha de la arquitectura contemporánea más modesta –y honesta- que se hace en las ciudades, ¿por qué pide a gritos un icono que convierta su ciudad en un nuevo Bilbao? ¿Es un icono más fácilmente comprensible que un edificio modesto? ¿No será que nos dejamos influir demasiado por las modas y por la imagen de la arquitectura que nos ofrecen los medios de comunicación? Todo el mundo conoce a los arquitectos-estrella, o, al menos, ha oído hablar de ellos. Y parece que contratar a un foráneo famoso es seguro de calidad arquitectónica, aunque después su edificio surja fruto del capricho formal y escultórico y esté totalmente fuera de lugar. Esto es lo que deben de pensar las autoridades al elegirlos para desarrollar los proyectos más importantes de las ciudades. Gehry, en Bilbao; Calatrava, en Valencia; Rogers, en Valladolid. ¿Para qué sirve, entonces, la formación que recibimos en la Escuela? La situación es complicada, y la solución no es sencilla. Pero sería conveniente –y necesario- que se apostase más por los arquitectos locales. Y, al hablar de arquitectos locales, no me refiero a arquitectos localistas. De esta forma, podríamos volver a recuperar esa conversación sincera que en otro tiempo mantuvieron el arquitecto -el maestro constructor- y la sociedad que tan necesaria es para que nuestra profesión no se convierta en el ejercicio elitista y alejado de la realidad de crear para alimentar nuestro propio ego, olvidándonos de nuestro verdadero objetivo. Abel Rodríguez

Los proyectos que realizamos los podemos comprender entre nosotros, estudiantes y arquitectos; todos tenemos claros unos principios básicos que admitimos como válidos, principios que nos han enseñado y hemos ido asimilando con el tiempo para incorporarlos a nuestra manera de entender la arquitectura. Sin embargo, el público al que van dirigidos –al que irán dirigidos- no dispone, en general, de esos conocimientos. Es muy frecuente escuchar críticas negativas –no necesariamente constructivas- hacia p08

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los nuevos edificios que se construyen en las ciudades. Críticas que, muchas veces, proceden de ciudadanos que ejercen otras profesiones que nada tienen que ver con la arquitectura. Y no digo que no haya parámetros objetivables que puedan ser juzgados razonablemente por todos los ciudadanos. Los hay; como, por ejemplo, si el edificio se adapta a la función para la que fue construido, si un espacio público en verdad es utilizado por los ciudadanos... Pero otros muchos entran dentro del terreno de la percepción subjetiva y de la comprensión intelectual. Personalmente, me resulta un tanto descorazonador escuchar preguntas como la planteada al principio. Si el destinatario no entiende el mensaje, ¿para qué sirve el esfuerzo del emisor? ¿Se ha sustituido el diálogo por un monólogo? Es como si el arquitecto lanzase sus ideas al frente, con voz firme, y lo único que encontrase fuese una pared que le devuelve sus pensamientos.

Diálogo, no monólogo

“¿Entiende la gente la ‘filosofía’ de los arquitectos al concebir sus edificios?” Ésta era la pregunta que se formulaba en un programa de radio para que los oyentes diesen sus opiniones. No pude escuchar las respuestas, pero estoy convencido de que habría sido muy interesante. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la pregunta. El fin de la Arquitectura es hacer mejor la vida de las personas: la Arquitectura tiene un fin social. Y nosotros, futuros arquitectos, tratamos de formarnos de la manera más adecuada para mejorar la existencia de los ciudadanos -al menos, en lo que concierne a nuestras posibilidades. En nuestros proyectos, aún de Escuela, pretendemos extraer todos los condicionantes y aprovechar todas las oportunidades que nos ofrece el lugar, encontrar la mejor manera de materializar el programa propuesto, hacer que nuestro proyecto sea constructivamente factible, adaptarnos a la normativa vigente... En definitiva, combinar todas las variables para elaborar un proyecto que aporte bienestar al usuario.

Otra duda surge a raíz de esta reflexión. Si la gente no entiende mucha de la arquitectura contemporánea más modesta –y honesta- que se hace en las ciudades, ¿por qué pide a gritos un icono que convierta su ciudad en un nuevo Bilbao? ¿Es un icono más fácilmente comprensible que un edificio modesto? ¿No será que nos dejamos influir demasiado por las modas y por la imagen de la arquitectura que nos ofrecen los medios de comunicación? Todo el mundo conoce a los arquitectos-estrella, o, al menos, ha oído hablar de ellos. Y parece que contratar a un foráneo famoso es seguro de calidad arquitectónica, aunque después su edificio surja fruto del capricho formal y escultórico y esté totalmente fuera de lugar. Esto es lo que deben de pensar las autoridades al elegirlos para desarrollar los proyectos más importantes de las ciudades. Gehry, en Bilbao; Calatrava, en Valencia; Rogers, en Valladolid. ¿Para qué sirve, entonces, la formación que recibimos en la Escuela? La situación es complicada, y la solución no es sencilla. Pero sería conveniente –y necesario- que se apostase más por los arquitectos locales. Y, al hablar de arquitectos locales, no me refiero a arquitectos localistas. De esta forma, podríamos volver a recuperar esa conversación sincera que en otro tiempo mantuvieron el arquitecto -el maestro constructor- y la sociedad que tan necesaria es para que nuestra profesión no se convierta en el ejercicio elitista y alejado de la realidad de crear para alimentar nuestro propio ego, olvidándonos de nuestro verdadero objetivo. Abel Rodríguez

Los proyectos que realizamos los podemos comprender entre nosotros, estudiantes y arquitectos; todos tenemos claros unos principios básicos que admitimos como válidos, principios que nos han enseñado y hemos ido asimilando con el tiempo para incorporarlos a nuestra manera de entender la arquitectura. Sin embargo, el público al que van dirigidos –al que irán dirigidos- no dispone, en general, de esos conocimientos. Es muy frecuente escuchar críticas negativas –no necesariamente constructivas- hacia p08

E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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La percepción, el tiempo y el espacio.

Los cinco sentidos son las dotes con las que contamos para construir la realidad. Ésta se fundamenta, por otro lado, en dos parámetros que ya fueron enumerados por Kant: el tiempo y el espacio. El ser humano crea la arquitectura como ente material, percibido por lo sentidos, partícipe de los dos elementos a priori orientándolos hacia un fin (funcional y/o estético). En la actividad proyectual, no sólo se experimenta con estos dos parámetros sino que tratamos de alterarlos a través de la psicopercepción pensando en el momento en que dicha construcción arquitectónica será visitada. Para conseguirlo, no sólo debemos estudiar la psicología artística, también debemos hacerlo en las particularidades de la arquitectura que la diferencian de las otras artes. La arquitectura conlleva siempre funcionalidad, derivando, cuando se experimenta con más gente, un inevitable factor social. Lo social, por lo tanto, se presenta como una característica propia e indivisible de la arquitectura. Sin embargo, dichas propiedades no pueden ser tomadas como inmutables. Aplicando este principio a la música, observamos que ésta fue siempre un acontecimiento social hasta la invención de los auriculares, llegando al extremo con el mp3. Por ejemplo, Mozart compuso sus óperas para ser escuchadas en un teatro, con el público cantando y dando palmas. La concepción espacio-tiempo cambia constantemente. Todo es transformación de algo y, debido a la finitud del hombre, éste sólo vive un segmento de una continua evolución. En consecuencia, no nos resultan extraños inventos como el avión o el teléfono móvil. En el campo de la arquitectura, los avances en la construcción son fundamentales para que ésta evolucione. Es por lo tanto, la tecnología la que transforma visceralmente la percepción del tiempo y del espacio. Quizás, su versión más radical se encuentra en la medicina, pues si no existiera el ideal del ser inmortal, no habría progreso dentro de ella. El tiempo y el espacio son física y psicológicamente distintos para cada uno. Se presentan como características inherentes al hombre que hacen posible su existencia. Hugh Ferriss, en sus teorías urbanísticas, explicaba que por mucho que el hombre se separe de la naturaleza, siempre pertenecerá a ella.

Roberto Sanz

p10

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La percepción, el tiempo y el espacio.

Los cinco sentidos son las dotes con las que contamos para construir la realidad. Ésta se fundamenta, por otro lado, en dos parámetros que ya fueron enumerados por Kant: el tiempo y el espacio. El ser humano crea la arquitectura como ente material, percibido por lo sentidos, partícipe de los dos elementos a priori orientándolos hacia un fin (funcional y/o estético). En la actividad proyectual, no sólo se experimenta con estos dos parámetros sino que tratamos de alterarlos a través de la psicopercepción pensando en el momento en que dicha construcción arquitectónica será visitada. Para conseguirlo, no sólo debemos estudiar la psicología artística, también debemos hacerlo en las particularidades de la arquitectura que la diferencian de las otras artes. La arquitectura conlleva siempre funcionalidad, derivando, cuando se experimenta con más gente, un inevitable factor social. Lo social, por lo tanto, se presenta como una característica propia e indivisible de la arquitectura. Sin embargo, dichas propiedades no pueden ser tomadas como inmutables. Aplicando este principio a la música, observamos que ésta fue siempre un acontecimiento social hasta la invención de los auriculares, llegando al extremo con el mp3. Por ejemplo, Mozart compuso sus óperas para ser escuchadas en un teatro, con el público cantando y dando palmas. La concepción espacio-tiempo cambia constantemente. Todo es transformación de algo y, debido a la finitud del hombre, éste sólo vive un segmento de una continua evolución. En consecuencia, no nos resultan extraños inventos como el avión o el teléfono móvil. En el campo de la arquitectura, los avances en la construcción son fundamentales para que ésta evolucione. Es por lo tanto, la tecnología la que transforma visceralmente la percepción del tiempo y del espacio. Quizás, su versión más radical se encuentra en la medicina, pues si no existiera el ideal del ser inmortal, no habría progreso dentro de ella. El tiempo y el espacio son física y psicológicamente distintos para cada uno. Se presentan como características inherentes al hombre que hacen posible su existencia. Hugh Ferriss, en sus teorías urbanísticas, explicaba que por mucho que el hombre se separe de la naturaleza, siempre pertenecerá a ella.

Roberto Sanz

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E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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Robert Venturi, Steven Izenour, Denise Scott Brown Aprendiendo de Las Vegas

En primer lugar, despierta un especial interés la función que “lo monumental” adquiere en la ciudad como hito urbano, como elemento de estructuración urbana que vertebra y articula un tejido. Por sus particulares características los espacios urbanos monumentales actúan como polos de atracción, ya no sólo sobre la población, sino desde un punto de vista morfológico de la ciudad, sobre las diferentes unidades urbanas –calle, manzana, parcela, edificio- que toman una determinada disposición respecto a dicho espacio, acentuando su carácter ordenador. Por lo tanto, la presencia de un elemento urbano monumental ejerce una influencia decisiva en lo que conocemos como cadena tipológica. Del mismo modo, bajo esta realidad más evidente de “lo monumental”, como es su realidad física – volumen, masa, forma…- subyace otra realidad funcional – residir, convivir, trabajar, circular, habitar…- que se interrelaciona con la anterior, definiendo los diferentes modelos urbanos de cada ciudad. De esta manera “lo monumental” actúa como directriz para la edificación, establece una geometría de asentamiento y articula las funciones urbanas de una manera racional. El gran eje histórico de París, que se extiende a lo largo de más de tres kilómetros a través de diferentes hitos urbanos, constituye un exponente arquetípico del poder organizador de “lo monumental”. El eje nace en el Louvre recorriendo el jardín de las Tullerías hasta llegar a la enorme Plaza de la Concordia, en la cual emergen los Campos Elíseos que finalizan en el Arco de Triunfo. De hecho este eje se prolonga más allá del enorme arco por la Avenida de la Gran Armada y la Avenida Charles de Gaulle hasta el Arco de la Defènse, representante de la pujanza financiera de la República y que enmarca el eje como si de una obra pictórica se tratase. Otro aspecto especialmente sugerente de “lo monumental” es su aspiración de crear o resucitar una conciencia colectiva respecto a un determinado hecho histórico, un personaje de especial relevancia o un movimiento político o religioso. Es un principio bastante aceptado hoy en día que por su propia naturaleza la arquitectura está vinculada y es reflejo del pensamiento y las características sociales de una época. Ya sea que el arquitecto actúe como generador o seguidor de diferentes utopías, o por su colaboración con diferentes grupos de poder, la arquitectura constituye un acto que tiene consecuencias políticas. Y este hecho adquiere mayor relevancia cuando la arquitectura alcanza el carácter que hemos denomina como “lo monumental”, al intentar transmitir o evocar un determinado sentimiento o recuerdo colectivo.

El estudio de “lo monumental” –entendiendo por este término aquellos espacios urbanos y/o arquitecturas caracterizados por una importante carga monumental, pero que rebasan los límites más simples y reducidos del concepto “monumento”- y su interacción con los diferentes modelos urbanos, ha sido desde siempre, objeto de debate entre historiadores, arquitectos y urbanistas. Por su complejidad, así como por la escala superior que se le supone, “lo monumental” puede ser analizado desde muy diferentes puntos de vista (arquitectura, urbanismo, sociología, política, etc.), por lo que un análisis global del tema supondría extendernos más allá de los límites de este artículo de opinión. No encontraremos por tanto en estas líneas ni análisis exhaustivos ni dogmas sobre el tema. Sólo una serie de ideas para recapacitar sobre el concepto de la monumentalidad arquitectónica, su implantación en la estructura urbana y el lenguaje propio de la arquitectura –su vocabulario de expresión, sus códigos- cuando ésta se dirige a las masas, haciendo hincapié en las diferencias existentes entre la gente y los arquitectos a la hora de percibir “lo monumental”.

Pondremos un ejemplo que en los últimos años ha adquirido una gran significación, por sus dimensiones e importancia mediática: el Memorial del Holocausto diseñado por Peter Eisenmann en Berlín. El arquitecto neoyorquino apostó por una trama geométrica, un laberinto de bloques de hormigón que representase el tortuoso camino del pueblo judío, la racionalidad siniestra de una industria de muerte producida a gran escala. Constituye así mismo el Memorial un verdadero monumento de expiación para el pueblo alemán, deudor hoy todavía de su pasado. Los 2.700 bloques que constituyen el memorial se levantan a poco más de doscientos metros del edificio del Reichstag y de la puerta de Brandenburgo, en un “distinguido vacío urbano” en el corazón de Berlín, por lo que el Memorial sirve a su vez para sellar una grieta urbana producida por muchos años de separación ideológica y física. Sin embargo, este campo interminable y ondulado de hormigón ha sido puesto en duda como elemento evocador válido de la tan de actualidad memoria histórica. Es indudable la enorme capacidad de atracción y sugestión que el memorial ejerce sobre el público, especialmente si comparamos su sobriedad abstracta y geométrica con obsoletas experiencias representativas del

Hitos urbanos… ¿espacios de reflexión? “Y así, rara vez conseguimos la monumentalidad arquitectónica cuando lo intentamos; nuestro dinero y nuestra pericia no van bien con la monumentalidad tradicional, que expresaba una cohesión de la comunidad mediante elementos arquitectónicos de grandes dimensiones, unificados y simbólicos”

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En primer lugar, despierta un especial interés la función que “lo monumental” adquiere en la ciudad como hito urbano, como elemento de estructuración urbana que vertebra y articula un tejido. Por sus particulares características los espacios urbanos monumentales actúan como polos de atracción, ya no sólo sobre la población, sino desde un punto de vista morfológico de la ciudad, sobre las diferentes unidades urbanas –calle, manzana, parcela, edificio- que toman una determinada disposición respecto a dicho espacio, acentuando su carácter ordenador. Por lo tanto, la presencia de un elemento urbano monumental ejerce una influencia decisiva en lo que conocemos como cadena tipológica. Del mismo modo, bajo esta realidad más evidente de “lo monumental”, como es su realidad física – volumen, masa, forma…- subyace otra realidad funcional – residir, convivir, trabajar, circular, habitar…- que se interrelaciona con la anterior, definiendo los diferentes modelos urbanos de cada ciudad. De esta manera “lo monumental” actúa como directriz para la edificación, establece una geometría de asentamiento y articula las funciones urbanas de una manera racional. El gran eje histórico de París, que se extiende a lo largo de más de tres kilómetros a través de diferentes hitos urbanos, constituye un exponente arquetípico del poder organizador de “lo monumental”. El eje nace en el Louvre recorriendo el jardín de las Tullerías hasta llegar a la enorme Plaza de la Concordia, en la cual emergen los Campos Elíseos que finalizan en el Arco de Triunfo. De hecho este eje se prolonga más allá del enorme arco por la Avenida de la Gran Armada y la Avenida Charles de Gaulle hasta el Arco de la Defènse, representante de la pujanza financiera de la República y que enmarca el eje como si de una obra pictórica se tratase. Otro aspecto especialmente sugerente de “lo monumental” es su aspiración de crear o resucitar una conciencia colectiva respecto a un determinado hecho histórico, un personaje de especial relevancia o un movimiento político o religioso. Es un principio bastante aceptado hoy en día que por su propia naturaleza la arquitectura está vinculada y es reflejo del pensamiento y las características sociales de una época. Ya sea que el arquitecto actúe como generador o seguidor de diferentes utopías, o por su colaboración con diferentes grupos de poder, la arquitectura constituye un acto que tiene consecuencias políticas. Y este hecho adquiere mayor relevancia cuando la arquitectura alcanza el carácter que hemos denomina como “lo monumental”, al intentar transmitir o evocar un determinado sentimiento o recuerdo colectivo.

El estudio de “lo monumental” –entendiendo por este término aquellos espacios urbanos y/o arquitecturas caracterizados por una importante carga monumental, pero que rebasan los límites más simples y reducidos del concepto “monumento”- y su interacción con los diferentes modelos urbanos, ha sido desde siempre, objeto de debate entre historiadores, arquitectos y urbanistas. Por su complejidad, así como por la escala superior que se le supone, “lo monumental” puede ser analizado desde muy diferentes puntos de vista (arquitectura, urbanismo, sociología, política, etc.), por lo que un análisis global del tema supondría extendernos más allá de los límites de este artículo de opinión. No encontraremos por tanto en estas líneas ni análisis exhaustivos ni dogmas sobre el tema. Sólo una serie de ideas para recapacitar sobre el concepto de la monumentalidad arquitectónica, su implantación en la estructura urbana y el lenguaje propio de la arquitectura –su vocabulario de expresión, sus códigos- cuando ésta se dirige a las masas, haciendo hincapié en las diferencias existentes entre la gente y los arquitectos a la hora de percibir “lo monumental”.

Pondremos un ejemplo que en los últimos años ha adquirido una gran significación, por sus dimensiones e importancia mediática: el Memorial del Holocausto diseñado por Peter Eisenmann en Berlín. El arquitecto neoyorquino apostó por una trama geométrica, un laberinto de bloques de hormigón que representase el tortuoso camino del pueblo judío, la racionalidad siniestra de una industria de muerte producida a gran escala. Constituye así mismo el Memorial un verdadero monumento de expiación para el pueblo alemán, deudor hoy todavía de su pasado. Los 2.700 bloques que constituyen el memorial se levantan a poco más de doscientos metros del edificio del Reichstag y de la puerta de Brandenburgo, en un “distinguido vacío urbano” en el corazón de Berlín, por lo que el Memorial sirve a su vez para sellar una grieta urbana producida por muchos años de separación ideológica y física. Sin embargo, este campo interminable y ondulado de hormigón ha sido puesto en duda como elemento evocador válido de la tan de actualidad memoria histórica. Es indudable la enorme capacidad de atracción y sugestión que el memorial ejerce sobre el público, especialmente si comparamos su sobriedad abstracta y geométrica con obsoletas experiencias representativas del

Hitos urbanos… ¿espacios de reflexión? “Y así, rara vez conseguimos la monumentalidad arquitectónica cuando lo intentamos; nuestro dinero y nuestra pericia no van bien con la monumentalidad tradicional, que expresaba una cohesión de la comunidad mediante elementos arquitectónicos de grandes dimensiones, unificados y simbólicos”

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pasado o con el “monumento inmobiliario” que se proyecta en la Zona Cero de Nueva York. Así mismo, el centro de interpretación al que se accede deslizándose a través de los bloques, complementa adecuadamente la premeditada falta de referencias existente en el laberinto de concreto. Aún así, resulta difícil saber cual es la forma idónea de representar el horror o la muerte, y sigue resultando mucho más conmovedor (o al menos efectista) para el gran público una visita a los tenebrosos campos de Auschwitz o Mauthausen, que adentrarnos en el paseo personal de reflexión al que nos invita Eisenmann. Mucho se ha dicho acerca del Memorial del Holocausto: espacio de reflexión, de materialidad al servicio de una experiencia sensorial, individual y anónima, de desasosiego. Pero seguramente es mayor el desasosiego que nos invade cuando observamos la foto de una familia desaparecida en un campo de exterminio, o la de un judío escuálido y extenuado por muchos días de cautiverio. Por lo tanto, mientras que la arquitectura moderna parece haber sabido adaptar su lenguaje propio a “lo monumental” como elemento armonizador del desarrollo urbano –no hace falta irse muy lejos del Memorial para encontrar la conocida Potsdamer Platz- no ha conseguido aún dotar de manera efectiva a la forma arquitectónica de una simbología capaz de generar un recuerdo o una conciencia colectiva. Pero no han sido escritas estas líneas para recuperar ya pretéritas ideas postmodernistas o para hacer un elogio del “simbolismo olvidado de la forma arquitectónica”. En ningún caso. Sólo se pretende poner de manifiesto un aspecto esencial de la arquitectura, muchas veces denostado: su carácter evocador. Pablo Bonachía

Saben demasiado Los arquitectos saben demasiado. Al menos eso piensan algunos: saben demasiado -pero no lo necesario. Podemos informarnos en un momento, para conocer que en las escuelas de arquitectura estadounidenses, los alumnos saben aplicar las ideas de cualquier filósofo francés a un diseño –palabra que nunca consigo aceptar como apropiada-; que ya se generan espacios arquitectónicos a través de datos procesados por programas informáticos fundamentados en algoritmos; que las imperiosas necesidades ecológicas están marcando los pasos de una “nueva arquitectura”, donde los conocimientos sobre medio ambiente, energías no contaminantes, y nuevas tecnologías, son absolutamente imprescindibles...Y así podríamos seguir hasta formar una larga lista de situaciones que hoy forman ya parte de la arquitectura, todas ellas –unas más que otras- tienen interés, posibilidades, y aparentemente están elevando la complejidad de la disciplina. Así en la actualidad, la calidad de la arquitectura depende linealmente, entre demás factores, de la cantidad de temas vigentes (levedad, fluidez, fragmentación, patrones azarosos, estética neopop, etc.) que pueda albergar una construcción, bien sea en su esencia –es decir, desde la seriedad-, o mucho mejor, si sólo toca estos temas impactante y superficialmente. Pero todas estas cuestiones tan de moda, no deberían hacernos olvidar que “la buena arquitectura es aquella en la que las personas se sienten bien, el resto es un cuento”1. Es curioso que el esfuerzo se centre en temas supuestamente complejos (aunque sistemáticos, y con disciplina y continuidad, simples, de un modo superficial, para casi cualquiera), evitando así los conflictos con aquellas situaciones realmente difíciles, donde las soluciones de librillo, o la repetición de pasos, no valen nada, donde sólo la lógica -a veces difusa, a pesar de muchos- y una consolidada posición mental p14

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pasado o con el “monumento inmobiliario” que se proyecta en la Zona Cero de Nueva York. Así mismo, el centro de interpretación al que se accede deslizándose a través de los bloques, complementa adecuadamente la premeditada falta de referencias existente en el laberinto de concreto. Aún así, resulta difícil saber cual es la forma idónea de representar el horror o la muerte, y sigue resultando mucho más conmovedor (o al menos efectista) para el gran público una visita a los tenebrosos campos de Auschwitz o Mauthausen, que adentrarnos en el paseo personal de reflexión al que nos invita Eisenmann. Mucho se ha dicho acerca del Memorial del Holocausto: espacio de reflexión, de materialidad al servicio de una experiencia sensorial, individual y anónima, de desasosiego. Pero seguramente es mayor el desasosiego que nos invade cuando observamos la foto de una familia desaparecida en un campo de exterminio, o la de un judío escuálido y extenuado por muchos días de cautiverio. Por lo tanto, mientras que la arquitectura moderna parece haber sabido adaptar su lenguaje propio a “lo monumental” como elemento armonizador del desarrollo urbano –no hace falta irse muy lejos del Memorial para encontrar la conocida Potsdamer Platz- no ha conseguido aún dotar de manera efectiva a la forma arquitectónica de una simbología capaz de generar un recuerdo o una conciencia colectiva. Pero no han sido escritas estas líneas para recuperar ya pretéritas ideas postmodernistas o para hacer un elogio del “simbolismo olvidado de la forma arquitectónica”. En ningún caso. Sólo se pretende poner de manifiesto un aspecto esencial de la arquitectura, muchas veces denostado: su carácter evocador. Pablo Bonachía

Saben demasiado Los arquitectos saben demasiado. Al menos eso piensan algunos: saben demasiado -pero no lo necesario. Podemos informarnos en un momento, para conocer que en las escuelas de arquitectura estadounidenses, los alumnos saben aplicar las ideas de cualquier filósofo francés a un diseño –palabra que nunca consigo aceptar como apropiada-; que ya se generan espacios arquitectónicos a través de datos procesados por programas informáticos fundamentados en algoritmos; que las imperiosas necesidades ecológicas están marcando los pasos de una “nueva arquitectura”, donde los conocimientos sobre medio ambiente, energías no contaminantes, y nuevas tecnologías, son absolutamente imprescindibles...Y así podríamos seguir hasta formar una larga lista de situaciones que hoy forman ya parte de la arquitectura, todas ellas –unas más que otras- tienen interés, posibilidades, y aparentemente están elevando la complejidad de la disciplina. Así en la actualidad, la calidad de la arquitectura depende linealmente, entre demás factores, de la cantidad de temas vigentes (levedad, fluidez, fragmentación, patrones azarosos, estética neopop, etc.) que pueda albergar una construcción, bien sea en su esencia –es decir, desde la seriedad-, o mucho mejor, si sólo toca estos temas impactante y superficialmente. Pero todas estas cuestiones tan de moda, no deberían hacernos olvidar que “la buena arquitectura es aquella en la que las personas se sienten bien, el resto es un cuento”1. Es curioso que el esfuerzo se centre en temas supuestamente complejos (aunque sistemáticos, y con disciplina y continuidad, simples, de un modo superficial, para casi cualquiera), evitando así los conflictos con aquellas situaciones realmente difíciles, donde las soluciones de librillo, o la repetición de pasos, no valen nada, donde sólo la lógica -a veces difusa, a pesar de muchos- y una consolidada posición mental p14

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nos pueden ayudar. Suele ocurrir también en las escuelas de arquitectura, donde, salvo excepciones, el esfuerzo docente, conjuntamente al que realiza el alumno, se centra en meros formalismos y apariencias, que se expresan tanto gráficamente como por escrito. Es posible que nos demos cuenta, alguna vez, de la especificidad de la arquitectura, de su contenido, de su último fin -¿hacer mejor la vida cotidiana de las personas?-; y si no somos capaces de alcanzarlo persiguiendo un supuesto “progreso”, salto cualitativo, o “revolución”, lo menos que podemos hacer es lograrlo con los medios que tenemos, hoy por hoy, al alcance de la mano. “Sé de poetas admirables –Enrique Banchs, Arturo Capdevilla, Toulet-, que han sido relegados al olvido, porque no fueron otra cosa que admirables poetas, que no modificaron el curso de la literatura”2.

Andrés Carretero

Perdidos Es difícil hablar de Arquitectura. Sobre todo, porque nunca se sabe muy bien de lo que se quiere hablar; o a qué nos referimos con exactitud. Arquitectura es un término que engloba demasiados en su interior; demasiadas dudas. La gran mayoría de la gente entenderá como la Arquitectura al edificio ya terminado, al objeto material, con presencia física. Pero la mayoría de la gente es ajena a todo el proceso anterior que ha desembocado en la materialización del edificio. ¿Acaso el pensar, ese navegar entre ideas previo al edificio, no es Arquitectura? Hemos de decir que sí; si no, esta Escuela debiera llamarse de otra manera. Con esta concepción, por tanto, entramos en el terreno de las ideas, de la abstracción; y en cierto modo nos apartamos de lo concreto, de lo tangible, del edificio completo que todo el mundo puede entender como arquitectura. Y estas ideas han de reflejarse en la obra final, si se pretende ser coherente. Y estas ideas se expresan obviamente con dibujos, pero también con palabras. Y las palabras son engañosas, y la Literatura lo sabe. ¿Cómo saber que una gran obra de arquitectura lo es? Ha de justificarse por sí misma, dirán muchos; no deben hacerla falta las palabras porque su valor es independiente de ellas. Entonces, ¿por qué la gran mayoría de la gente es incapaz de emocionarse ante la Villa Saboya? Cualquier estudiante de arquitectura sabe que es una obra cumbre, indispensable: la ha estudiado, la ha copiado, quizás la haya visitado. Ha aprendido a “quererla” en cierto modo. Pero entonces surge la pregunta: ¿Admiraría este estudiante del mismo modo la Villa Saboya si nadie se le hubiera hablado nunca de Le Corbusier y los cinco puntos? ¿Se emocionaría si se encontrara frente a la obra sin haber tenido una base previa, una explicación? Seguramente esta sensibilidad tenga que ver también con la educación recibida por cada uno, pero, en general, podemos decir que pocas personas, incluidos nosotros, conocían desde la infancia a Le Corbusier. Entenderemos que la Villa Saboya (junto con otros muchos edificios indispensables) es una obra complicada, y que tiene detrás una teoría y unas ideas lo suficientemente importantes y reflexivas que la justifican y la hacen digna de admiración. (Y de todos modos, no podemos fiarnos demasiado de la opinión de la “mayoría”; el hecho de que un gran número de personas apoye una opción no tiene por qué convertirla en la mejor de las posibles)

1 Fernando Távora, hablando con Souto de Moura. 2 En Jorge Luis Borges, prólogo a su Antología Poética, 1980.

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Bien. Pero ¿Qué sucede con otras obras, más nuevas, aquellas que no han pasado por el examen del tiempo para justificarse realmente? ¿Cómo saber si merecen la pena, o si por el contrario nos rodean de tal modo con palabras hermosas y altisonantes que logran que nos alejemos de la obra material? Quizás las ideas y reflexiones que han llevado al edificio no se reflejen bien en éste, y no sepamos descifrarlo, creyéndonos entonces todo lo que nos dicen. Quizá esté rodeada de tantas reflexiones que nos perdamos, y como en un museo inmenso lleno de cuadros similares, no sepamos distinguir lo válido de lo poco destacable. ¿Cómo reconocer, de verdad, la buena arquitectura? Estamos perdidos. E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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nos pueden ayudar. Suele ocurrir también en las escuelas de arquitectura, donde, salvo excepciones, el esfuerzo docente, conjuntamente al que realiza el alumno, se centra en meros formalismos y apariencias, que se expresan tanto gráficamente como por escrito. Es posible que nos demos cuenta, alguna vez, de la especificidad de la arquitectura, de su contenido, de su último fin -¿hacer mejor la vida cotidiana de las personas?-; y si no somos capaces de alcanzarlo persiguiendo un supuesto “progreso”, salto cualitativo, o “revolución”, lo menos que podemos hacer es lograrlo con los medios que tenemos, hoy por hoy, al alcance de la mano. “Sé de poetas admirables –Enrique Banchs, Arturo Capdevilla, Toulet-, que han sido relegados al olvido, porque no fueron otra cosa que admirables poetas, que no modificaron el curso de la literatura”2.

Andrés Carretero

Perdidos Es difícil hablar de Arquitectura. Sobre todo, porque nunca se sabe muy bien de lo que se quiere hablar; o a qué nos referimos con exactitud. Arquitectura es un término que engloba demasiados en su interior; demasiadas dudas. La gran mayoría de la gente entenderá como la Arquitectura al edificio ya terminado, al objeto material, con presencia física. Pero la mayoría de la gente es ajena a todo el proceso anterior que ha desembocado en la materialización del edificio. ¿Acaso el pensar, ese navegar entre ideas previo al edificio, no es Arquitectura? Hemos de decir que sí; si no, esta Escuela debiera llamarse de otra manera. Con esta concepción, por tanto, entramos en el terreno de las ideas, de la abstracción; y en cierto modo nos apartamos de lo concreto, de lo tangible, del edificio completo que todo el mundo puede entender como arquitectura. Y estas ideas han de reflejarse en la obra final, si se pretende ser coherente. Y estas ideas se expresan obviamente con dibujos, pero también con palabras. Y las palabras son engañosas, y la Literatura lo sabe. ¿Cómo saber que una gran obra de arquitectura lo es? Ha de justificarse por sí misma, dirán muchos; no deben hacerla falta las palabras porque su valor es independiente de ellas. Entonces, ¿por qué la gran mayoría de la gente es incapaz de emocionarse ante la Villa Saboya? Cualquier estudiante de arquitectura sabe que es una obra cumbre, indispensable: la ha estudiado, la ha copiado, quizás la haya visitado. Ha aprendido a “quererla” en cierto modo. Pero entonces surge la pregunta: ¿Admiraría este estudiante del mismo modo la Villa Saboya si nadie se le hubiera hablado nunca de Le Corbusier y los cinco puntos? ¿Se emocionaría si se encontrara frente a la obra sin haber tenido una base previa, una explicación? Seguramente esta sensibilidad tenga que ver también con la educación recibida por cada uno, pero, en general, podemos decir que pocas personas, incluidos nosotros, conocían desde la infancia a Le Corbusier. Entenderemos que la Villa Saboya (junto con otros muchos edificios indispensables) es una obra complicada, y que tiene detrás una teoría y unas ideas lo suficientemente importantes y reflexivas que la justifican y la hacen digna de admiración. (Y de todos modos, no podemos fiarnos demasiado de la opinión de la “mayoría”; el hecho de que un gran número de personas apoye una opción no tiene por qué convertirla en la mejor de las posibles)

1 Fernando Távora, hablando con Souto de Moura. 2 En Jorge Luis Borges, prólogo a su Antología Poética, 1980.

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Bien. Pero ¿Qué sucede con otras obras, más nuevas, aquellas que no han pasado por el examen del tiempo para justificarse realmente? ¿Cómo saber si merecen la pena, o si por el contrario nos rodean de tal modo con palabras hermosas y altisonantes que logran que nos alejemos de la obra material? Quizás las ideas y reflexiones que han llevado al edificio no se reflejen bien en éste, y no sepamos descifrarlo, creyéndonos entonces todo lo que nos dicen. Quizá esté rodeada de tantas reflexiones que nos perdamos, y como en un museo inmenso lleno de cuadros similares, no sepamos distinguir lo válido de lo poco destacable. ¿Cómo reconocer, de verdad, la buena arquitectura? Estamos perdidos. E S C U E L A T É C N I C A S U P E R I O R D E A R Q U I T E C T U R A D E VA L L A D O L I D

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Al final, uno tiene la impresión de que la arquitectura es como una mujer que nos da la espalda. Intuimos que es hermosa, pero no podremos llegar a saberlo hasta que no nos muestre su rostro. Y verlo es algo, que, al final, sólo consiguen unos pocos afortunados.

Su espalda desnuda se recortaba blanca en la oscuridad de la habitación, iluminada por una luna que parecía haberse convertido en su piel, pero sin cráteres, sin impurezas, una espalda tan perfecta como esa misma luna llena en una noche estrellada. Gabriel se apartó un poco de la ventana en la que se estaba apoyando para que la luz pudiera mostrar mejor todas las formas de su cuerpo de mujer. Pero al otro lado de la pared tan sólo las bombillas de la calle imponían su dominio, y las estrellas se halaban demasiado lejos; por encima de las azoteas, por encima de las nubes. Y aún así, la espalda de ella parecía iluminada por un rebelde resplandor nocturno que desafiaba las leyes de la lógica y daba la impresión de no venir del cielo. Gabriel se sintió satisfecho de un modo extraño, como si aquella espalda y aquella luz fuesen todo lo que necesitara de ese momento en adelante. Como si tuviera toda la eternidad para contemplarla. Ella giró levemente la cabeza, mostrando su perfil, sabiendo que él la miraba, o tal vez no sabiendo nada. Gabriel se asomó de nuevo a la ventana, y vio las calles vacías. Se dio cuenta de que la ciudad lo tenía atrapado. Se dio cuenta de que, en cierto modo, ella era la ciudad. Dibujo: Javier Casas Texto: Roberto Fernández

Y ya no sintió satisfacción, sino miedo.

p18

Roberto Fernández

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Al final, uno tiene la impresión de que la arquitectura es como una mujer que nos da la espalda. Intuimos que es hermosa, pero no podremos llegar a saberlo hasta que no nos muestre su rostro. Y verlo es algo, que, al final, sólo consiguen unos pocos afortunados.

Su espalda desnuda se recortaba blanca en la oscuridad de la habitación, iluminada por una luna que parecía haberse convertido en su piel, pero sin cráteres, sin impurezas, una espalda tan perfecta como esa misma luna llena en una noche estrellada. Gabriel se apartó un poco de la ventana en la que se estaba apoyando para que la luz pudiera mostrar mejor todas las formas de su cuerpo de mujer. Pero al otro lado de la pared tan sólo las bombillas de la calle imponían su dominio, y las estrellas se halaban demasiado lejos; por encima de las azoteas, por encima de las nubes. Y aún así, la espalda de ella parecía iluminada por un rebelde resplandor nocturno que desafiaba las leyes de la lógica y daba la impresión de no venir del cielo. Gabriel se sintió satisfecho de un modo extraño, como si aquella espalda y aquella luz fuesen todo lo que necesitara de ese momento en adelante. Como si tuviera toda la eternidad para contemplarla. Ella giró levemente la cabeza, mostrando su perfil, sabiendo que él la miraba, o tal vez no sabiendo nada. Gabriel se asomó de nuevo a la ventana, y vio las calles vacías. Se dio cuenta de que la ciudad lo tenía atrapado. Se dio cuenta de que, en cierto modo, ella era la ciudad. Dibujo: Javier Casas Texto: Roberto Fernández

Y ya no sintió satisfacción, sino miedo.

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Roberto Fernández

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concursos abiertos Concurso de ideas para regenerar la estructura urbana de los barrios Alto y Bajo de Sanlúcar de Barrameda. Convoca: Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía.

Ordenación del entorno urbano del ferrocarril a su paso por el área urbana de Puerto Real, Cádiz Convoca: Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía.

Diseño de pabellón en la bienal de Venecia Convoca: Cátedra Hispalyt en colaboración con la London Metropolitan University y la Facoltá di Architettura di Venezia.

Concurso para el diseño de puertas “Puerta de la Mancha” Convoca: La asociación de Fabricantes de Puertas de Madera, elementos Auxiliares y Afines de Castilla la Mancha (AFAP)

MAREMÁGNUM

concursos finalizados Concurso de ideas para la rehabilitación del mercado de frutas y verduras como nueva sede de gobierno de urbanismo y vivienda del ayuntamiento de Madrid. Primer premio: Pesquera Ulargui Arquitectos, S. L. Segundo premio: Gerardo Ayala Hernández, Mateo Ayala Calvo y Marcos Ayala Calvo. Tercer premio: Aguinaga y Asociados Arquitectos, S. L. Concurso de ideas para jóvenes arquitectos para el diseño de una escuela de educación infantil en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Primer premio: Lidia Núñez García, Inmaculada Núñez García, Alejandro Ortiz Sainz, Javier Monge Fernández y David Estal Herrero. Segundo premio: Hugo Herrera Pianno y Javier Rincón Sánchez. Tercer premio: Pilar Gutiérrez Pulido. Concurso de ideas para el edificio de la fiscalía del campus de la Justicia de Madrid Primer premio: ICA Arquitectura S.L. Segundo premio: Temperaturas Extremas Arquitectos S.L. Tercer premio: Jaime José Ferrer Forés. I Concurso internacional de ideas para actuación en la azotea de “Torre de Valencia” Primer premio: Javier Burón García.

“todo lo que tiene explicación no es importante [...] explicación no es justificación” J. A. Coderch de Sentmenat, Converaciones con Enric Sòria, 1979

Dirección: Andrés Carretero Mieres Javier Casas Moro

Redacción: Saúl Alonso Pérez Roberto Fernández Marín Abel Rodríguez Rico Roberto Sanz Asensio

Maquetación y web: Antonio Chumillas Fraj

Colaboraciones Pablo Bonachía Rojas

D E S C Á R G AT E

Zoom

ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE A R Q U I T E C T U R A UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

E N T R A N D O E N W W W. Z O O M R E V I S TA . C J B . N E T

Roberto Sanz

concursos


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