Revista Zoque Nº 3

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revista literaria


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Sumario Portada

Narrativa 4 6 10 11

Un plagio Queremos tanto a Julio De las mil y una noches Que vuelva la música

Poesía 5 Ha sido, ocurrió y está siendo verdad 8 Poema triste de una tarde de domingo 13 Antes

Columnas 14 Spoiler Autor: Dresk (Marcos Rodríguez) Título: Blanca “Nieves” Serie: Blanca “Nieves” y los siete salidos Sitios web: www.500px.com/dresk y www.wix.com/arcangels17_86/dresk Modelo: Jessica González Equipo: Cámara Canon D400

Contraportada Fotografía de Marcos Rodríguez

Revista Zoque

ISSN 2174-565x

Mitad doble ediciones

Deposito legal:

Málaga, España.

MA 1370-2011

©De los autores

colaboraciones a:

www.mitaddoble.com

zoque@mitaddoble.com

Dirección: Gabriel Vargas Zapata Ayudante de dirección: Augusto López Dirección de arte: Daniel Garralón Correcciones: Ángela Farfán de los Godos

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Un plagio «Geppetto. Ebanista. Restauración y fabricación de toda clase de muebles». Así rezaba el luminoso que daba entrada al taller. Geppetto vivía allí. Y no porque le tuviera tan desmedida afición al trabajo que no quisiera separarse de él, no. Sólo era que la muy puta de su mujer, aparte de regalarle unos cuernos descomunales, le cedió su parte en el negocio a cambio de la totalidad de la vivienda familiar y, como otra opción no le quedaba, adecuó la mitad de la trastienda para instalar lo poco que la muy pécora le dejó llevar. No se quejaba Geppetto de cómo vivía, pues para él tenía de sobra, y mientras el taller diera para comer, iría tirando. Él se lamentaba de su soledad. No echaba de menos una pareja, lo que realmente añoraba era un afecto más sincero, como el de un hijo. Pero éste nunca llegó. Quizás su ex mujer tuviera razón cuando le repetía hasta la saciedad eso de: «No sirves para nada». En esto pensaba todas las noches cuando se sentaba junto a la incineradora, donde destruía toda madera vieja o inservible. —Igual que yo —se decía—. Igual que yo. Para mitigar la mala leche y el aburrimiento, y al amparo del calorcito del horno, Geppetto modelaba, a golpe de gubia y lija, el cuerpo del hijo que le hubiera gustado tener. Para ello aprovechaba los trozos de madera que salvaba del crematorio. La obra quedó terminada después de un tiempo. —Eres casi tan real como si fueras de carne y hueso —se dijo—. Te llamaré Pinocchio, pues de esa madera te hice.

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Lo dejó sobre la mesa, le dio un beso en la frente y el bueno de Geppetto se fue a dormir. No se sabe si fue por alguna conjunción de los astros, por un milagro de Juan Pablo II, que dicen va para santo, o porque al autor le dio la real gana de escribirlo así; pero el caso es que, pasada la media noche, a Geppetto le despertó un ruido cerca de su cama. Encendió la luz temerosamente y lo vio allí, sentado junto a él. El susto fue mayúsculo, pero se le pasó enseguida cuando aquella figura de madera le preguntó con la voz más dulce: « ¿Papá? » Como en toda convivencia, los primeros años fueron los mejores. Pero con el paso del tiempo, la actitud de Pinocchio fue cambiando. Geppetto siempre le echó la culpa a un ataque de carcoma que dejó a Pinocchio la cara y el cuerpo llenos de agujeritos, pero fuera por lo que fuera, su hijo ya no era el mismo. El primer síntoma de rebeldía que observó fue cuando Pinocchio le dijo que se pusiera el sombrero ñoño ese en la punta de… las narices; que él quería una gorra. Y que aquellos pantaloncitos tipo tirolés, se los colocara en… el mismo sitio. Que o se iban con carácter de urgencia al Nike Store o montaba un pollo que se enteraba el vecindario entero. Naturalmente Geppetto accedió. En el colegio no iban mejor las cosas. —Es un tarugo —le decían los profesores. —Parece tener serrín dentro de la cabeza. A Geppetto no le gustaban ese tipo de


comentarios, pero no dejaba de reconocer que eran totalmente ciertos. Luego llegaron las mentiras. Que si dame veinte euros para un Bollicao, que si me voy a estudiar a casa de un amigo, que si yo no fumo, que si yo no bebo… ¡Que yo no me drogo! Siempre regresaba de madrugada, salvo en la víspera de San Juan, que no salía de casa. Los constantes cambios de humor, las contestaciones pasadas de rosca…

Geppetto comprendió entonces que hay que tener cuidado con lo que se desea porque, un día, por una conjunción de los astros, por un milagro de Juan Pablo II, que dicen va para santo, o porque al autor de la narración de tu vida le dé la real gana de escribirlo así; puede, sólo puede, que el deseo se cumpla. Por Pilar Arijo

Ha sido, ocurrió y está siendo verdad. Fue un día el que soñé tenerte entre mis brazos. Fue un día que de niña tu reflejo se adentro en mi interior. Fue un día tan de verdad que parece mentira soñarlo. Ha sido, ocurrió y está siendo verdad. Fue un día que al escuchar tu voz y mirar los destellos verdes de tus ojos, que comprendí. ¡Ha sido, ocurrió, es verdad! Por Lidia Terrón Ilustración de Gerardo Muñoz

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Queremos tanto a Julio Los que queremos tanto a Julio nos reconocemos cuando nos cruzamos pero nunca nos saludamos. No pertenecemos a ningún club. Siempre coincidimos en todo lo que huele a Julio. Llegamos diez minutos antes y pasamos lista mentalmente, sin que se note. Siempre estamos todos, siempre con alguna nueva incorporación. El cartel decía: «CORTÁZAR: CLAVES OCULTAS». Era demasiado tonto para ser un falso reclamo. Tenía una foto de Julio fumando. Posiblemente ofreciera información valiosa. Tal vez, otra decepción. De una manera u otra no se podía faltar. Fuimos todos. La conferencia se daba en la Facultad de Ciencias. No asistió ningún estudiante aparte de nosotros. Sin embargo, éramos tantos que sentí ganas de huir. Pero todos estábamos igual, así que me quedé. El hombre con acento argentino leyó 6 zoque

la clásica biografía de las enciclopedias y describió un mundo paralelo agazapado en las cosas cotidianas y los cronopios y los famas, y el relato corto, tan válido como la novela... No me gusta irme en mitad de una conferencia, pero ya estuve en el parvulario, necesitaba un café. Necesitaba salir. Tonto de mí, pensé que era el único. Todos nos levantamos al mismo tiempo y atascamos inmediatamente la puerta de salida. El señor no quería acabar la conferencia. —Aún no he acabado. Desestimando la precaria megafonía, nos perseguía gritando. — ¡Se por qué están aquí! ¡Yo puedo llevaros al centro de la diana! Al menos yo salí de allí con el estomago revuelto. Recordé que había un bar a escasas cuadras.


Evidentemente, no solo yo, los que queremos tanto a Julio llenamos el bar vacío en menos de un minuto. Todos, con alguna nueva incorporación. Todos pedimos lo mismo, todos nos miramos y nos sonreímos ante la atónita mirada del camarero, desbordado. Todos quisimos decirnos algo, pero nos callamos y encendimos un cigarro. Y entró el señor de la conferencia fracasada y pidió una copa. Nos miró a todos pero nadie devolvió la mirada. Decidimos irnos. Intentamos escalonar la salida pero, al igual que antes, se atascó la puerta. El conferenciante levantó la copa. —Señores, denle la espalda a la verdadera

realidad. Huyan hacia ninguna parte. En ese momento quise volverme y pellizcarle la nariz con un gesto tierno, pero me contuve y me fui. Hubiera sido un linchamiento. Por Bernardino Contreras Collages de Nacho Mayorga

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Poema triste de una tarde de domingo

La canción duró lo que el cigarro en la ventana. Tengo mil cosas que hacer, todas secundarias. La tarde se derrite, en mis pasos no hay mañana. Te ves preciosa ahí de pie respondiendo a mis plegarias. Parece que todo fluye como el humo entre tus dedos. Ya no eres tú la que huye. Como la Luna, cuido el cielo. Canción que es agua, nota que es Pez. Mi beso. Por Victor Rizzo Ilustración de Natalia Buscaglia

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De las mil y una noches

Aladín limpió la alfombra con Volvone. Después pasó el limpia metales Aladdin (qué orgulloso estaba) por su preciada lámpara, decidido a poner fin al caos de su casa arabesca. Cuando se subió a la alfombra, no volaba; cuando frotó la lámpara, no pasó nada. Cuando miró el libro ricamente encuadernado de Las mil y una noches se le saltaron las lágrimas. Por Lidia Martín Ilustración de Sergio Navarro

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Que vuelva la música, que vuelva. Hoy me apetece mirar la vida techo arriba. Escuchar a Bob Marley e imaginarme las cosas mejor. Me apetece fumar (aunque nunca lo haga), para hacer tirabuzones grises con los que reírme. Me apetecen un millón de cubos de cosquillas que lo empapen todo, hasta la puerta del vecino. Dar tres saltos atrás con una concentración mágica y traerte tardes de Londres.

con dibujos y arena.

Que cosas... ¿no? Dices que no encuentras el camino. Que no puedes, que el muro es muy alto, que el río muy profundo. Yo me invento con una energía infinita mil escaleras, te dibujo puentes con ollas de oro al final de ellos. Atardeceres de grandes ideas, libretas

Entonces, solo entonces, la música habrá vuelto.

Te traeré bizcochos hechos de consuelo, lo posible y lo imposible para que un día despiertes y la luz sea distinta, escuches música al fondo del pasillo y te sientes en el suelo más guapa que nunca, con un cigarro recién encendido, varios vinilos con los que jugar a elegir y descartar.

Por Mary Iribarren Ilustración de Natalia Buscaglia

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Antes Antes de saber que la perfección era imperfecta, quise aprender el lenguaje de los pájaros. Antes de saber que no sabía nada quise aprender a tejer como una araña. Antes de conocer los límites de la ciudad yo quería ser un perro callejero. Antes de ponerle, a todo, precio yo creía que la lluvia era un regalo. Antes, mucho antes de hacerme mayor, cuando sólo por puro instinto respiraba la libertad y el amor, yo creía que el mundo era habitable. Antes de que la noche fuera una amenaza, yo buscaba luciérnagas y gatos. Pero sí, ya sé... todo eso era antes. Por Rosa María Ortega Ilustración de Alexandre Ríos Martín

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Spoiler

Por Gabriel Vargas Zapata

Mamá me voy al festival A muchos todavía el festival les toma por sorpresa, otros lo esperamos y lo vivimos como uno de los mejores momentos del año. Durante ocho días Málaga es un festival de cine. Aunque han pasado ya los meses, vale la pena rememorar algunos momentos importantes, como aquel en el que la prensa reventó el cervantes con sus carcajadas y sus aplausos en la proyección de Carmina o revienta, o ese otro en el que un muy intimo Jorge Drexler, nos contó cómo, de repente, se hizo actor. Otra cosa es haberse visto todos los documentales a concurso -aunque hube que convertir al Echegaray en mi casa adoptiva por una semana (que bonito)y haber podido contribuir a elegir al mejor según el público. Aquí debo decir que Planetario, Sibila y Un largo viaje, se convirtieron con mucha facilidad en mis favoritos. El primero por conmoverme, el segundo por invitarme a pensar y el tercero por hacerme vivir. Mención especial para N-VI por favor. Y qué decir de O Apostolo, un exquisito stop motion, retorcido y muy expresionista, que no hubo más que sentarse a disfrutar. O de la delicada Adiós a la reina, el cine francés que se

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coló en el Albéniz. Aunque los laureles finalmente irían a parar a otras manos (el principal a las de Patricia Ferreira por sus Niños salvajes); así son los festivales… apasionantes… impredecibles. Luego hay un festival sumergido, el de l@s chiquill@s que corren detrás de famosos, para lo que muchas veces no hace falta saber en qué serie salen o quiénes son, el de l@s que acampan en las puertas de los hoteles o junto a la alfombra roja, con tal de robar fotos y autógrafos a sus queridos ídolos. O tal vez, los sumergidos seamos otros.


cafetería | tapería

c/ Demóstenes 61

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