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gran casa del amor universal Gonzalo Montero Lara
DE MADRUGADA ESPERANDO LA MADRUGADA EN LA GRAN CASA DEL AMOR UNIVERSAL
Gonzalo Montero Lara12
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La Gran Casa del Amor Universal, de César Verduguez Gómez, ya no debía sorprender, pero nuevamente lo consigue; y de ninguna manera se piense que este humilde lector perdió la capacidad de sorpresa y asombro, es más, de manera paradójica estas ya poco comunes
12 Nació en Cochabamba, Bolivia el 7 de julio de 1952. Médico, poeta, narrador, ensayista, antólogo nacional e internacional, humorista, comunicador social y gestor cultural. Ejerce la Medicina como médico de la Caja Nacional de Seguridad de Bolivia. Fue integrante del Movimiento Cultural Itapallu, de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo. Forma parte de Escritores Unidos, Super Nova y PEN Quechua. Tiene 22 obras literarias publicadas. Sus poemas y cuentos han sido seleccionados en varias antologías nacionales e internacionales. Participa en eventos literarios virtuales en forma constante. Ha expuestos ponencias en congresos virtuales internacionales. Libros. Humor: Punto G (2016), Humor con sexo sentido (2017), Escalona (2017). Biografía: Gotas de vida. Semblanza y memorias de Hugo Montero Mur (2019). Cuento: Pétalos de sangre (2009), Poesía: Miradas del silencio (2004), Rosas de fuego (2005), Latidos del tiempo (2008), Espejo de ausencias (2009), Versos sediciosos (2020).
habilidades, no dejan de crecer en mi ánimo como la deuda externa de los países exprimidos por las tenazas de los sobrenombrados “poderosos”. Verduguez ofrece en la obra un delicioso menú de cuentos sobre la pandemia, relatos costumbristas (como de costumbre), la mayoría con una planificada dosis de terror como la guerra judío musulmana, si puede llamarse así a esa sistemática masacre humana. Además, esta selección incluye la veta de la narrativa fantástica ya explotada por el autor y su exitoso debut en la ciencia ficción con pinceladas también de espanto como él prefiere llamar al terror. Todo esto a profanos lectores de gastronomías vallunas les parecería un caótico Ch’ajchu (comida boliviana valluna); pero, todo está fríamente calculado.
El eje temático conecta los cuentos mediante un hilo conductor que revela el acertado diseño de la tapa; una tenebrosa mansión de arquitectura gringa dibujada sobre la negrura ominosa de la noche mellada por un fantasmal efecto en el celaje surcado por un tétrico buitre, mientras una fantasma en traje de novia se aleja de la casa que la observa por sus ventanales encendidos. Esta imagen también revela el tema medular de la selección de cuentos: el miedo.
Etelvina, que representa la mayoría de la población boliviana, con un esforzado y mal remunerado trabajo, porque aún los pagadores de los pobres son solo un poco menos pobres. El narrador es el hijo de la familia donde la protagonista presta servicios domésticos. Apreciada hasta que la muerte la separe de los vivos, como una víctima más de la pandemia del covid, la fiel y servicial colaboradora luego de un infructuoso calvario en busca de auxilio médico, la retornan para ser atendida con medicina casera. Recuerdo que alguien manifestaba: “A los pobres se les cierran todas las puertas y si la mierda tuviera buen precio y diera ganancias, los pobres nacerían sin culo”. Ella que cuidó a los niños de la casa durante años se transforma en un cadáver tirado en la calle junto a otros que se van amontonando envueltos en plásticos o frazadas. Así describe Verduguez, esta metáfora de la vida nacional frente a una pandemia política permanente ocasionada por virulentos agentes de coronarios-imperios y los intereses de poderes ocultos.
El cadáver de Etelvina mirada por ojos azorados implantados en cuerpos dóciles, están paralizados por el miedo al atroz contagio y la muerte inminente, que consiguen superar solo para ser nuevamente
inmovilizados por las ataduras de una maquinaria social no diseñada para el bienestar, sino para el lucro, y no está construida para la vida, ni aún para la muerte, si esta no es rentable.
Ésta como la gran mayoría de las obras de César Verduguez, son de profunda crítica social no panfletaria. Son cuadros pintados con seres de palabras como diría su amigo Carvalho Oliva, cuyos protagonistas somos nosotros mismos, que por evitar conflictos de intereses, el autor otorga otros nombres a los protagonistas y el propio título resulta otra metáfora de la esperanza por un cambio social que entrelineas se demanda para desenterrar la memoria de Etelvina muerta mientras algunos ahijados del poder se llenaban los bolsillos por pagos a fantasmas y otras fechorías para irse de vacaciones a Miami Beach. Por esta mujer símbolo debemos reavivar la dignidad de la mujer boliviana abatida una y otra vez por estos genocidios invisibles como miles de ellas, en los ignominiosos meandros de la explotación, subempleo, feminicidio y discriminación.