ALIENÍGENA A DIARIO

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ALIENÍGENA A DIARIO (365´25)

A. J. ABERATS Industrias El Ratón

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Si después de leer el libro quieres comprar un ejemplar en papel escríbenos una carta ¡Y convincente! Pues no vendemos a cualquiera, ni el autor se presta a dedicar personalmente a inapropiados. Por libro plantamos árbol. Nos gusta controlar nuestra relación con Pachamama.

a.j.aberats@hotmail.es industriaselraton@hotmail.com

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PRÓLOGO

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Franck J. Gaus (Director del Departamento de Exobiología en la Universidad de Cerro Pinosa, Tennessee. Co-firmante del informe “E-145" y asesor presidencial de la Administración Obama). No sé cómo lograron introducir el libro, y la propuesta económica, entre mi papeleo urgente. Inaudito. Y no la historia en sí, sino que se me quiera hacer pasar por un auténtico panfleto alienígena. ......[ ]...... Mi tiempo me es demasiado precioso para embarrarme a las canas con un tratado de estupideces. Les ruego que no me molesten más, o será cosa que debatan ustedes con mis abogados y las autoridades pertinentes. F. J. Gaus

Ana Rodrigo Guaguanché Zoco (Dramaturga. Ganadora del premio Pamparroto de poesía. Dos veces finalista del concurso Tronchadrama. Y crítica literaria en la revista digital Sanchitos and Quijotes Revue). Franca que quiera ser, y cobrado el talón, sólo resta declarar que no vislumbra futuro la obra que me han mandado, al adolecer, sincera, de cualquier valor literario. Ambrose Bierce, Eugenio D´Ors, y el mismo Samaniego, algo parecido hicieron tiempo atrás; y tienen líneas que valen lo que todo su lomo. Puede que ustedes piensen original, u oportuno, aprovechar el tirón del momento y sacar al mercado un libro en tal formato. No hagan. Sigan mi consejo y vendan al peso el papel. Y si es cosa que desgraciadamente esté en molde, centren la campaña promocional en la vertiente histórica y puede que por ahí toquen hueso; fibra, poca. ¡Ah! Y siempre quedará dar de balde vía Internet; eso tampoco lo desdeñen. Anarró

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Otto Hofmann Swarkkoff (Arqueólogo y Filósofo. Subdirector del Museo de Historia Pretérita de Stuttgart. Descubridor y director del yacimiento arqueológico del “Niño de Gulüngú” en el lago Turkana, Kenia). Para trabajar sobre seguro ruego manden el original. stop. O huelga cualquier mínimo rigor y todo quedará en opinión personal. stop. Si así fuese me gustó pese a desaciertos flagrantes y bastantes puntualizaciones sobre fechas dadas. stop. Mejor dicho insinuadas. stop. Obviando esto puedo decir que para entretener un rato y echarse unas risas mal no va el ejemplar. stop. A su disposición quedo en las condiciones pactadas. stop. Atentamente: Otto H. Swarkkoff.

Arkay Kasmaya (Director de las revistas “Infininitum”, “Selenitas Tomorrow” y “¿Hay alguien ahí?”. Autor de los best seller “Abducidos sin motivo” y “Al otro lado de la brana”. Parapsicólogo y médium. Vicepresidente de la asociación Amigos de la Quinta Dimensión). Demasiado bonito para creérselo. Señores míos les han colado un gol, o lo intentan, con el mayor descaro. ¿Quién es SHR de M? Yo mismo podría ser. Atiendo a las iniciales. Yo también soy un Ser Humano Racional de Moratalaz. O una Sabandija Hipocondriaca y Rastrera de Mucho… cuidado. Por favor, no nos quieran hacer más tontos de lo que ya somos, o al menos digan de partida que es obra de ficción y así tendrán mucho ganado. De todas formas, les invito, a que se acerquen por la redacción para charlar un rato en persona, y quién sabe, quizá realizar entrevista que publicar. Y traíganse al autor. Arkay Kasmaya

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Soraya Al Watan (Embajadora de Buena Voluntad de Naciones Unidas y Observadora del Alto Tribunal de Valores Humanos para el Oriente Próximo. Ex-candidata a la Presidencia de la República de Binalkistán. Comisaria de la Exposición Universal Permanente de la Mujer). Con sumo placer leímos su libro durante las vacaciones. Lo leí yo y lo leyeron mis dos hijos pequeños. Ellos son los que casi me obligaron a escribir para darles las gracias por su aportación a la lucha contra la desnutrición infantil, y de paso, hacer saber que a ellos les encantó; aunque a mi entender sobra un poco de sangre, y falta algo de tacto, al tratar ciertos pasajes a los que todos somos sensibles; y que no creo necesite explicitar más. Asimismo, les sugeriría que en lo sucesivo se dirigiesen a mi oficina en Washington D. C. para realizar cualquier consulta o donación. Gracias. Soraya Al Watan y sus hijos Marwan y Jazzmin

Teing Zafayama (Analista de programas en Oshabuti & Takemura Co. Y drag queen por la noche en el Tokyo Tai. ¡Ah! Y lector habitual). Viento del Norte Sin Oriente orientado Pudre toda mies. Joyû Dansâ (T. Z.)

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En algĂşn lugar, En algĂşn momento

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-01-00 Ya estoy aquí. Y aquí no hay nada. Bueno, polvo estelar hay para aburrir. Y nebulosas. Y galaxias. El Universo sigue ahí fuera, juguetón. Incluso un enorme agujero negro llama la atención y entretiene; un buen rato me tiré viéndolo cebar; imanta toda materia y poco a poco camino de su boca enfilan asteroides y planetas. Ni la estela de un cometa se salvó. Ni las estrellas. Lo devora aparentemente todo. Hasta la luz. No sé si será así de voraz por naturaleza o que el observatorio hace cundir el tiempo circundante. Es mi primer día y aún no entiendo bien la cosa. Se me escapan las funciones. … Esto es… raro, muy raro… nuevo… al menos para mí. Vale, me dijeron que no me preocupase, que de sobra llevo comida y recambios para solventar cualquier problema ¡Y que Bestia es lista! “Un año no es mucho”. ¡Un año no es mucho! No. Un año no es ná, qué va, es toda una vida. O varias. En fin, por lo demás, todo perfecto. SHR de M

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00-00 Con música me han despertado. Desde la mesa de mi cabina bien podría hacer lo mismo que hago en el laboratorio. Nada. Sigo sin entender las lucecitas y números que Bestia canta. ¡Soy un Observador! Nada me dijeron que hiciese y nada pienso hacer. Ya me cuidaré. Lo mío no son los números ni las luces, no. Lo mío es saber, de presenciar, que algo extraordinario va a pasar. Mismamente, el agujero negro debió coger todo la masa que podía, y existía a la redonda, y al momento está muy maduro. Chiquitito, chiquitito y en sazón como no he visto antes. Diría que a punto de reventar... …… …… …… …… ¡¡¡E hizo!!! Yo lo he sentído. Y Bestia. Y diría que no quedará rincón dentro de este universo donde no se perciba. Oronda y prietísima que estaba la negrura, implosionó a la bárbara abriendo nueva dimensión. Toda la materia que constreñía salió zumbando en busca de las nuevas coordenadas propias, y nosotros mismos, relativos, estamos cambiando la ubicación. ¡Buffa! Creo haber presenciado el nacimiento de otro brote del Infinito. Bello fractal. Sin más, hasta mañana. SHR de M

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01-01 Hoy también me despertaron con paliza sonora. E hice lo mismo. Desayuné despacito viendo estirarse el invento. Con la marcha que lleva irán enganchándose unos átomos a otros, unas partículas a otras durante eones. Y la de electrones que estarán danzando solos. Y neutrones, y protones, y bariones ¡Y taquiones! ¡¡Y sabrá nadie qué cosas más que ni imagino!! ... Ya dije que mala indicación daría a Bestia y por eso dejo hacer. Embobado me tiene el arremolinarse de las galaxias y el encendido de los soles. Fascina observar el errático divagar de los meteoritos; tendencia natural tendrán a chocar y unos contra otros impactan dando grosor a sus cuerpos. Planetesimales, planetoides, planetas. Bólidos locos recorren el espacio para morir y nacer a nuevas entidades, sistemas solares, que cuajan por doquier. Precisamente uno de estos que refiero está consolidándose ante nosotros. La centena larga de planetas va tomando cuerpo mientras cogen paso, y ritmo, y giran alrededor del sol. Bailan, sí. Danzan definido órbitas. Yo, vuelvo a la cámara; y a ver si puedo dormir; aun cerrados los ojos, las formas y los colores del espacio me iluminan la cabeza por dentro. ... ¿Seguro que está diseñado el observatorio contra toda contingencia? No me gustaría estar bañándome en caldos y rayos gamma, ni que a Bestia, coitada, se le fuese una soldadura tontamente sin yo saber. Salvo lo objetado, sin novedad. SHR de M

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02-01 De la centuria larga de planetas que rondaban ayer… ¡Ayer!... hoy sólo queda la mitad. Del más grande al más chico se agencian séquito; cuando no una corte entera; hasta algunos con varios anillos ciñéndose el ecuador. Uno de esos mundos exóticos me gustaría a mí, mas Bestia debe manejar otros parámetros biocartográficos y parece que nos aproximamos a uno pequeñajo. Sí. Para mi capricho, además, un tantito cercano al sol. Mucho más no engordará la piltrafilla con la proximidad de la estrella. Poca pieza queda vagando suelta. El planeta elegido por Bestia, por supuesto, también tiene luna; y bien hermosota a la proporción. Por tener, hasta tiene agua. Exprimida de las piedras, e incluso llegada de fuera, despacito forma película. Van poniéndose al tiempo en su sitio las vísceras del planeta pues ruje y cruje por cualquier llaga. Algo voy cogiendo de los indicadores y por eso entiendo que es puro cianuro la atmósfera. ¡Ja! No le arriendo las ganancias al que pretenda venir a explotar este confín. Por cierto, lo que no tiene es nombre. Nada tiene nombre. ¿Podría ponérselo yo? Y desde luego, juro, y prometo, registrar todo bautismo que haga en la Enciclopedia Universal Borgiana. ¡Palabra! De ser así me gustaría llamarlo... mmm… ¿Podría llamarse por ahora sólo S10 del Universo Corporación112? Quisiera buscar un nombre redondo y chulo. Algo que suene campanudo e impresione, si no, a la vuelta, me veo el lelo de la promoción al haber perdido un año echando ojo al estéril “Grumesillo A10H del UC112” o “Rondrondín/inh-Doc.//Aapp.2 del UC112". Y no quisiera. ¡Necesitamos un nombre y Bestia no propone! Bueno, lo mismo me levanto mañana con él en los labios. SHR de M

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03-01 Rotación y traslación cumplen con un ciclo anual simple: 365´25/24/60. Vamos, eso es ahora según Bestia, pero vaya a saber el intendente a la velocidad a la que zumbará cuando no preste ojo nadie; la dinamo está en marcha. …… Sí. Corriente y moliente. Y de tamaño viene a ser un poco más pequeño que mi propio planeta de origen; no mucho más. No estoy en casa, pero cómo si lo estuviese. … O a la idea debo hacerme. SHR de M

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04-01 No puedo pegarme el moco y jactarme muy trotado. Durante mi periodo formativo me gustó la literatura de aventuras y viajes. La emoción la encontraba entonces en el mismo felpudo de la Academia y hasta no volver a pisar tuve en vela muchas noches a mis compañeros e instructores. ¡Qué historias estaría corriendo! Dónde diantre trajinaría a esas horas. ¡¡Cuánto calabozo iba a chupar!! Aunque al día, si me viesen, en mí no reconocerían al culoinquieto que encontraba convertidos en océano cuatro charcos inconexos; o el que recién acostado se enzarzaba a látigo neurónico con un monstruo imaginario. Atisbaba una epopeya en cada permiso, hoy, ahora, me limito a vigilar un planeta seco desde una silla. Una ristra de mundos yermos. Y no puedo abstraerme tal antaño, soñar despierto, pues el primer día de cursillo se lo pasaron advirtiéndonos contra las expectativas. Lo mal que cuadran y lo mucho que contrarían de no refrendarse. Esto es un coñazo. Esto es más duro de lo que parece. Y parece que me hayan nombrado el Gran Maestre del Muermo. SHR de M

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05-01 Mal desayuné; me dejaron. Sopa tuve en el plato. Y sopa en los monitores. Y sopa es el planeta. Hasta mal comparada, mi galleta nutricional acabó siendo la plataforma continental que descolla de las olas, y, rota, a su antojo navegó el denso océano. Muy en su papel está Bestia, y desde que levanté, embarqué, me bombardea con información. Parábolas y trayectorias. Moles. Reacciones y volátiles sueltos. Datos y porcentajes. ¡Basta! Pura Física y Química. Me satura. ¿Se le podría desconectar lo que tardo en comer? No, sé que no. Y supongo que de gran importancia será que hagan cadeneta los aminoácidos traidos de S10. Sí, mas a mí se me incluyó en el programa para observar. Nada más. Ser aséptico en mi parecer y expresarlo con total libertad. Sea cual fuere mi opinión. Y dejar constancia. Y mal desarrollaré mi cometido si termino cogiendo tirria al planetucho este; lo advierto. Yo también necesito mi paz. Y más hasta acabar de almorzar. SHR de M

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06-01 Sospecho que Bestia lee el diario... Y sin sospecha; cosas peores haría yo con sus facultades. Silencioso trabaja cuándo quiere. Tanto es así, que intrigado por su mutismo me planté ante las teclas solicitando información. Cabal, Bestia me largó un compendio multimedia de la química de los elementos. Gases... lantánidos... actínidos… ¡Buf! De toda la perorata sólo me quedé con un término: “Coacervado”. Es palabra antiquísima que tampoco me venía a decir gran cosa, mas algo tendría para turbar al listo de la expedición, a Bestia, al modo, al punto, que haciendo comprensible su discurso me situó en la antesala de la Vida. Un plantel de tubitos de ensayo me reseñó por prueba. Dentro, la supuesta “protovida” se frota y restriega buscando un nosequé libidinoso. Eso diría yo, pues no tengo por menos que admitir, que patrón parecido gastan compañeros míos los días de fiesta. Pura excitación eran, y son, los corpúsculos. A mí mismo me veo rondando y dando tienta de refrote a la primera oportunidad. Y tal que le pasó a mi mismo engendrador, puede que estos desgraciados acaben teniendo descendencia sin pretender. Se dupliquen. En ese caso, como no se olvida Bestia en recalcar, se pondría en marcha automáticamente el segundo protocolo. No es imposible el paso, mas si llegase Vida a este planeta, lo suyo, lo probable, será que venga de fuera. ¡Vamos, tal que yo! Grande se me plantea la zancada de lo inerte a lo vivo. Y no es extraño que dude del trocarse el grano en roedor mediando una camisa. ... Aunque bien pensado, el enfoque ahora expuesto puede vestirse por ambas mangas; reversible es. Que sea Bestia, sí, que tiene medios, quien vele la probeta y apadrine al bicho si hubiere, yo, vuelvo al frío de la cámara. Que él dictamine si lo que hay allí es Vida; que utilice los patrones estándar. SHR de M

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07-01 Ninguna gracia me ha supuesto levantarme embutido en el traje empático. Ninguna. Me sentó tan bien, agrió tanto, que fácil que no tenga la prenda fiabilidad conmigo y lo de la probeta me rechace. O se muera del susto en caso de vivir. ¡Joder si supiese lo que hay ahí quién soy yo! De dónde vengo. Lo que represento. Lo que soy. …… Quién es él. Dónde está. …… Vale, sí, acorazado y estanco, la misma patria le será el tubo de ensayo que su ciénaga natal. A tamaño monstruoso hizo Bestia desfilar por el holograma un elenco de bichos, cuya única virtud para no espantar del todo, fue pertenecer al ciclo del carbono. De haber salido, sin ir más lejos, aborígenes del fósforo, o del silicio, o de cualesquier otro sulfuro, quizá sin dudar aquí echaría la firma, tocaría el botón del pánico, y retornaría a casa. Y todos tan amigos. Pero no será el caso, no. Vida hay. E inquieta. Se me presentó lo que allí había bajo un par de etiquetas. Muy pormenorizado el informe, bestial, inútiles resmas de cifras y datos que mi “buen” amigo Bestia supo oportuno tamizar. Perla del cedazo considerará, por engarzar a las pretensiones del armador, supongo, y me identificó como legítimo titular de la plaza a unos seres que llamó Bacterias; muy tranquilotas ellas, y laboriosas, y también poco exigentes a la hora de prestarse a ser colonizadas. Perfecta para ciertos intereses sospeché la propiedad. Intrigado, le busqué las cosquillas a los datos y algo cambió mi forma de entender la cosa. Y así lo hice constar en el informe girado. Por mi parte, aun admitiendo dudas, doy por amos potenciales de la finca a los Virus. La etiqueta que sucintamente quiso obviar Bestia, cobija a unos bichejos de sobrada belicosidad y carácter pendenciero. … ¿Me habré visto en ellos? No… O sí. Bien sé que lo hago para forzar la entrada en vigor del tercer protocolo, y hacer entender, ¡a quién necesite!, lo simbólico que es mi puesto ¡Y lo largo y costoso que se puede hacer un año! ¡Para todos! 17


Malo será que nos tiremos toda la misión, ¡toda!, observando este estúpido litigio al microscopio por capricho, y bien digo capricho, porque bien levantado, tratado a modo, hubiese sido algo más receptivo para secundar con mi testimonio la toma de contacto y el establecimiento de relaciones. Y hala, a cobrar las primas. Pero a malas, ¡Ay amigo!, yo soy el orgánico y ninguna prisa tengo por volver a casa. Vengo voluntario. Cosa de mañana queda, el saber del acontecer de la noche que entra. SHR de M

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01-02

Me lo prometía cosa de un día más. A mis pies supuse a Bestia hasta descubrirme vistiendo aún el empático. Que por mí no quede mencionar el cambio de talante; a cada uno lo suyo ¡Y al tiempo! A servilleta calada leí los últimos informes y visioné las muestras más recientes. Unos nuevos litigantes (je, je ¡Lo que le faltaba a Bestia!) aparecen para complicar las cosas un tantito más. Seres unicelulares. Sí, células. Células autónomas con núcleo completo. Autótrofas y Heterótrofas. Por avenirme yo también algo a la “buena voluntad” de Bestia, tuve a bien admitir a estos seres unicelulares como descendientes de los sabidos y antiguos contendientes; aunque intuyo un aporte, nada desdeñable, de parientes alóctonos a esta charca; o cuando menos desconocidos para nosotros hasta el momento. O desconocidos para mí, concretando más. Y quizá, por mal entendida solidaridad, no me parece tampoco oportuno dar trato de propietario a ninguno de los recién llegados. Teniendo fijo el salario, y sabida segura la paga extra, que se sepa a la redonda que oblicuo seguiré despertando hasta que reciba trato que estime compensación a lo sufrido. Orgánico soy, sí. Y rencoroso. ¡Prisas… ninguna! SHR de M

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02-02 Reconociendo que hoy no fue problema el modo de despertar, admito llano que lo que me atribula son en sí los saltos. ¿Cada cuánto? ¿Cuál es el intervalo que estima adecuado Bestia? Y por qué. Mucho tiene que interesar cerrar el trato, pues de ayer a hoy, el único cambio constatado fue la entrada en liza de minúsculos pluricelulares. Mucha variación y poco mérito. Sin embargo, ningún otro complejo orgánico parece venir a pleitearles los derechos, y raudos y feraces, corren a tomar posesión de la heredad. Aunque bacterias y virus sigan dándose batalla, y dándosela a cualquiera, parece que la cosa queda clara y entre las líneas sucesorias, autótrofa y heterótrofa, va a quedar lo de proclamar amo. Bestia se decanta por la probeta verde, y puede que debido al propio traje que llevo puesto, a mí también se me haga que fuese la gente idónea para tratar; pese a que contaminen la atmósfera y condenen el paisaje a la oxidación. No me pasa así con la agresiva casta heterótrofa. Los heterótrofos... ¡Menudos animales! Y nunca mejor dicho. Los menos malos de ellos se dan al canibalismo primitivo y hacen de los primos autótrofos su fuente de energía. Los más agresivos y dispuestos hasta hacen presa entre congéneres. La ferocidad viral, y la parsimonia bacteriana, van dando la cara en sus descendientes. Corren el mundo jugando a vivir sin tener idea que en mi mano queda el arruinarles la existencia. A mi albedrío y conciencia está al ser el observador de esta misión. Ése es mi trabajo. Vigilar la Equidad Universal. Procurar que nadie salga estafado. Y palabra que empiezo a coger gusto a este rollo familiar que se traen en S10. ... Sí, ésa es otra, también tengo que ponerme a ello y encontrar un nombre guapo al planeta. SHR de M

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03-02 Mediante holovalija confidencial me hace llegar Bestia los resultados del primer chequeo semanal. ¡Cuánta tontería! Varias vidas llevaré echadas en sus entrañas y aún pretende justificar la demora por unos supuestos ajustes de la maquinaria a mi persona. ¡Bonita la desfachatez! Y los resultados. Je ¡Los resultados! ¿Y la prescripción? ¡Ay, la prescripción! ... Menos dormir y más pasear a campo abierto. Y encarecidamente se me aconseja darme a explayar con los amigos. ¡Que sea más social! …… Varias cosas tengo in mente, mas me reservo y prefiero retranquearme a la zona del laboratorio para rumiar venganza. Que la piense Bestia. Que la tema. Abajo también va complicándose la Vida. Me inquieta el modo de evolucionar de estas simples estructuras, y, con mis bobas preguntas al respecto, mantengo desconcertado a Bestia. Y se nota que le intrigo. Me disecciona los ejemplares y mil pruebas les realiza sin rechistar. Es el único rato del día que se me hace grata su presencia manifiesta. Deja de ser omnímodo, creerlo, y a ras de igual se maneja. En ese instante, sólo en ése, se me hace compañero y camarada. Hasta cede a mis sugerencias de lego y rocía las muestras de los tubos con ácidos y bases, o distintas longitudes de onda. Así fui testigo del nacimiento de un ojo. Un simple ojo, un ojo simple, una célula fotosensible, me hizo llorar, y al buscar compartir la emoción del descubrimiento... nada... solo... mi compañero de juegos era una computadora de ultimísima generación. …… Tengo que escribir unas cartas y correr la cinta. SHR de M

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04-02 Se me instruyó, casi hasta provocar rechazo, que son muy zalameras y bienqueda las estructuras orgánicas, pero en cuanto te descuidas ¡Zaca! Te dan la puñalada trapera sin dudar. Por eso exigen que llevemos el empático, no para que me blinde, que no hace, no, mil virguerías realiza pero ésa no, está diseñado para que no vuelque yo tampoco sobre ellos emoción alguna y se pueda decir todo más objetivo. ¡Ja! Conmigo no funcionará muy bien el traje, porque desde luego, me sé reconocer un puntito de asco al observarlos. Los especímenes que traen las sondas automáticas me recuerdan gusanos blandos de extrañas simetrías, seres neumáticos sin boca ni aparato digestivo definido, glotones totales, que se alimentan absorbiendo moléculas orgánicas o en asociación con simbiontes foto o quimicosintéticos… (Palabrita de Bestia). Un asquito todos fuera del agua. SHR de M


05-02 ¡Aaayy, qué gusto! Se agradece estirar las piernas y no tener confín ante los ojos. Bueno, vale, no es grato el desembarque al carecer de enlace el planeta y bajar a salto de órbita, pero nimios resultan mareo y vahído, si uno consigue sentirse alejado de Bestia durante un rato. El objetivo del paseo era observar estructuras simples de vida en su medio y ver lo que se puede hacer con ellas. Sé que no son palabras de heraldo el querer entender en los habitantes de este lejano peñasco mero relleno de olla. Y sin embargo lo son. Medusas, gusanos y celentéreos son los personajillos que pululan las someras aguas. No me los hago muy listos, y por tierra, que yo vea, tampoco luce vida que no sea geológica. Sí, creo que va para largo encontrar ente del carbono con el cual darle al palique. SHR de M

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06-02 Poco trabajo hago; bajo por bajar. Me siento en una roca, eso sí, y dejo pasar el tiempo observando lo que traen y llevan las corrientes. Bestia me sigue instando a dar voto al traje y botarlo al agua. Y no. Al agua no me meto. Me conformo con ver el lecho por vaivenes. Y es mucho lo que se ofrece. Las distintas estrategias les modelan el cuerpo y parece prioritario el procurarse un chasis en condiciones; el tema del cerebro les será apartado secundario, y entre endoesqueletos y exoesqueletos, y valvas, y… y todo muy cuidado al detalle, se les disipan las energías. El no va más, el amo del océano, es título que pugnan unos peces acorazados, y aunque hidrodinámicamente hablando sean feos y contrahechos, no tiene mejor galán la mar. …… Y conmigo que siga sin contar. SHR de M

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07-02 ¡Insectos! ¡¡Fiiiiuuuuuu!! A más de uno que conozco le hubiese dado un patatús de estar aquí hoy conmigo. Pocos universos se salvan de dar a desarrollar tan pertinaces enemigos de toda tranquilidad. Con gran trabajo se les intentó exterminar en algunos mundos que conozco, y descuidando el imposible, incluso a la larga hasta se demostró perjudicial. Aquí están por todas partes. Bestia no quiere que les meta mano por temor a que pueda subir parásito y sugiere seguir dejando la labor concreta a las sondas automáticas. Aunque fascinantes, a mí también me ponen de mal cuerpo si se me pasan imágenes pormenorizadas mientras me alimento. Y mejor que no. Un año es muy largo desde cualquier extremo. SHR de M

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01-03 No son de vida muy terrestre pues a mano del agua los encontré. Pero al fin di. Sí. Habitantes tiene el planeta que desarrollan parte de su existencia fuera del agua con cierta dignidad; anfibios chiquititos; supongo que descendientes de peces. Algunos exclusivamente se alimentan de lo que trae el agua, otros, de charca en charca, y aprovechando las variopintas exquisiteces que el viento arrastra, ganan tierra para los suyos en la carrera evolutiva. Pero al menos al aire hacen un tracto de vida y a mí me vale. Yo soy quién observa. Y ellos los observados. Sí, en justicia puedo decir que tengo objeto de estudio. SHR de M

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02-03 Hoy, alegría, no me aguardaba el mar al bajar. Sólo tierra. Montañas, cordilleras y una playa infinita, desierto en toda regla, se me pusieron ante los ojos para contemplar. Pero ni rastro de vida. Craso error. Bullía el sitio. El primer indicio me lo ofrecieron, a mucho de ir tostándome bajo el sol, unos huevos de gruesa y dura corteza, a prueba de sequías. Y abiertos que los encontré. Y ni rastro de las crías. Aunque al rato, que en postura inclinada andaba todavía husmeando los vestigios, una agradable tormenta rociaba de vida el árido llano, y ante mis mismos ojos brotaba una alfombra de flores. Muchísimo llevaría sin llover y a ello achaco la repentina explosión cromática. Y el aire cargado de aroma a tierra henchida. Lástima que deba ser la excepción. Agreste se ve el planeta pese a que también sea capaz de ofrecer paraísos tal que el disfrutado. Espejismo. SHR de M

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03-03 Reptiles por aquí, lagartos por allá. Coge trono en el pago la familia y no hay nicho dónde no quieran estar presentes; crecen, en número y tamaño. Desde un principio, aunque nunca me haya quejado (?), Bestia quiso orientar mi actuación. Huelga negar que él sabe y yo sé. Sé que mi resquemor percibe pues confieso hacerlo notorio de vez en cuando, mas hasta la fecha, y llevamos un tiempecito aquí, Bestia se iba saliendo con la suya, y muy a mi pesar, al recapitular en la antecámara de suspensión, debía admitir, para mí, que razón no le faltaba y siempre entablaba contacto yo con lo tiñoso del lar. Hoy no. No podrá argüir eso. Si alguien se puede decir que manda, estos, sin duda, son los reptiles. SHR de M

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04-03 Majestuosos son los reptiles, sí, pero si se les observa, que es por lo que creo se me paga, en el porte también se les descubren las miserias. Y ni siquiera del todo se puede decir que sean amos. Loco acabó un ejemplar gigantesco, porque buscando hojas propias a su descomunal hambruna, sin pretender azuzó y puso en danza de guerra un alto colmenar. Y ser lacerado a conciencia. Otro ejemplo me ofreció un bichejo peludo, nocturno ladronazo, al rodar de un nido un huevo para comérselo en la espesura. Y repetir. Y tripitir. Y no excederse con un cuarto huevo pues aunque despegada y somnolienta, la dueña de la nidada volvía hecha una energúmena. Sí, imponen, pero sangría también se hace a los lagartos y no creo que esté dicha la última palabra en el planeta. SHR de M

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05-03 Con mucha premura me mandó Bestia esta mañana al tajo. Apenas datos me transfirió de las sondas automáticas, y coscándome del extraño, en puertas del salto gravítico me comentó que luego se daría a explayar con las causas concretas del apremio. Y hale, para abajo. Recelar de Bestia no me es nuevo, así que en cuanto me posicioné busqué razón en el sitio. Y no percibí nada destacado. Señorean los reptiles. El Sol calienta. El aire mece la hierba. Palpita la Vida al ritmo que le es propio. No encontraba explicación para tanto atropello, salvo, quizás, si algún lagarto hubiese echado suficiente masa gris a su cráneo. ¿Pudiera ser? Pensé que sí, y a buscar reptiles que diesen el perfil me puse. Aunque ni por asomo. Son de un tonto y avieso singular; o me lo parecen. Incluso se me hacen más ingeniosos los ladronzuelos peludos, que en su minúscula osadía, entienden despensa y protección en los colosos; corretean entre las enormes patas; y hasta juegan; son mucho más sociales. Y no me extraña. En vez de abandonar la puesta a la buena de la suerte, atan las crías a la madre gracias a los muchos afectos que se prodigan. Y no sólo para concebir. Se alimenta a los vástagos mediante glándulas sudoríparas hechas mama; un pezón, que atraque es a la mandíbula del embrión que portan en el marsupio. Se les protege, se les da cariño a lametazos si tienen tamaño, y proteínas crudas de ser menester. En fin, se les ofrece cobertura en el tracto de formarse adultos. Lástima que alumbren al planeta en tiempo de reptiles. SHR de M

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06-03 Vivito y coleando que está el Universo, un cometa se dignó visitarnos sorpresivamente; de ahí las prisas de ayer y el secretismo. Apenas causó estrago, y causará en adelante, al tragárselo el Sol. Sin embargo, de la estela de su cola se desprendió tal pedrea que no quedó cuerpo en este sistema solar que no atesore tarjeta de la visita. El mismo S10, que ha quedado S3, padeció un par de pedrolos de dimensiones considerables; uno en concreto, pese a ir desmenuzándose en la atmósfera, pegó tal zumbido que abrió un cráter de doscientos kilómetros de diámetro lo menos. ... Y poco más sabemos. Desde entonces una densa capota de gases y polvo recubre el planeta oscureciéndolo. Y las sondas ni usarlas porque descuajeringan con las tormentas electromagnéticas solares. Con gran profesionalidad por mi parte, creo, me sobrepuse a cuanta objeción declaró Bestia y me presenté voluntario para bajar al aire; sin apoyo técnico; bueno, salvo el empático. Puede que esté tintando yo muy negra la tesitura, en descargo de su conciencia, y salvaguarda, Bestia me informó que no era el primer impacto que sufre el planeta, ni el último, y segurísimo que tampoco sería peor que otros que me omitió, y que ahora me descubre mataron además a casi todo bicho viviente; rondando el 95%. A pie de campo no fui capaz, confieso, de cuantificar el cataclismo. Hiede y se ve el lugar asolado. Sin embargo, hay vida. ¡Quién lo iba a decir! Los granujillas que intuyese elementos, los mamones, cogieron la ocasión a la carrera y se extienden por la faz. Más adaptativos, ¡al llevar la estufa incorporada!, desbancan a los lagartos y se aprestan a mi juicio a enterrarlos; ni el recuerdo de los saurios dejarán en sus propios huesos al evolucionarles los oídos y sacar zarpas de cinco dedos. Estos se pintan solos otro mundo; que clase tienen los muy mamones. SHR de M

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07-03 Acabados no están los lagartos, no. Pero el ocaso lo tienen cerca. Roto el equilibrio ecológico, se extendieron cual plaga los marsupiales y dan batalla en todo nicho. Los hay carniceros y vegetarianos. Y omnívoros. Y dominan todos los ecosistemas salvo uno. El aire. Allí hicieron fortín los hijos emplumados de los antiguos señores; en el éter, o en el medio acuático, por ahora nada tienen que hacer los mamones. Eso sí, que tampoco intente ningún linaje antiguo recobrar bríos en tierra; que no se permitirá; intuyo. SHR de M

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01-04 Los mamones exhíben trazas de venir para quedarse, pero conociendo algo de la dinámica del planeta, imagino que al cabo de diversificar empezarán con los problemas. Sufrirán una ola de calor o se les descompondrán las extremidades por el continuo rotar de las escápulas. ¡Bah! No sé cuál será el detonante, si que unas hembras amamanten a sus embriones antes de estar formados, u otras, placentarias, que por esperar al parto para empezar a amamantar, se sientan diferentes. Vamos, que los ojos de las otras lo hagan sentir. Se mastica la tragedia. ¡Y aquí se tiran a degüello! SHR de M

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02-04 Soñar es signo de inteligencia y nadie me lo puede negar. Basta verles temblar, o beber, o gemir si lo que trae la noche es una buena pesadilla, para reconocer un cerebro capaz de almacenar recuerdos y dar lugar a una existencia. Yo traigo conmigo soportes modernos para mantener fresco quién soy y de dónde vengo. Ahora, para adónde apuntan, ni yo, ni ellos mismos saben, y eso que apenas están espigando en familias. SHR de M

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03-04 Me gustan los árboles. Rebosan calma y tardan en susurrar; e impelidos normalmente por un céfiro es cuando hacen. De por sí son bastante discretos y silenciosos. Ésa es la razón que me empuja a pasear entre ellos, y por hacer, el ánimo también tiendo entretanto a escrutar. Un grupito de mamones arborícolas me tuvo por objetivo de su frugífera artillería. Están en época de alumbramiento, y placentarios resentidos, entienden el momento delicado y supongo que intentaron ahuyentarme a frutazos; pese a vestir el empático. No son enemigos a temer. De la ergonomía de sus extremidades les pende la vida y no crecen mucho. Viviendo en los árboles apenas hicieron gasto evolutivo, siendo el grueso de su despilfarro vital, probablemente, el ensanchar el cerebro en detrimento de las tripas. Paren ideas malévolas con la misma facilidad que una camada de dos retoños; uno por pezón. ¡Digo! Cebo ofrecían de su propia persona y me invitaban a seguir la tomatina por la cúpula arbórea. Me buscaban la caída desde las ramas más altas y frágiles. …… ¡Menudos elementos! SHR de M

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04-04 El metabolismo basal, el pelo, los hábitos, hablan del antiguo pasado subterráneo de estos golfos; o al menos de su buena adaptación a la noche y sus rigores. Y sin amos aparentemente la mañana, igual de bien se dan a escrutar y vigilar los contornos. Y no hay peligro pequeño. En el propio árbol familiar asentaba el malasangre que agarró a una cría de poco rango, y a fuerza de maltratos, partió el cuello al animalito. Y ni protestar la madre, porque desde muy alto arrojaron el cadáver al suelo. SHR de M

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05-04 Dónde hubiese densa jungla hoy queda paisaje de sabana. Se hundió el suelo, y al cambiar la orografía, también tuvieron que estar al quite los seres que habitan estos ecosistemas. Algunos se extinguieron, e incluso gran variedad de especies nuevas vino a ocupar el hueco. Sin embargo, los que yo ando observando se adaptaron sin pena ni gloria. El clareo del espacio les obligó a bajar a tierra y desplazarse a la carrera para minimizar el peligro. De un ronchón de verde a otro existe trecho y adoptaron la bipedestación para otear sobre las hierbas. Se les agudizó la vista e inventaron el pie, mas siguen siendo gente poco solvente y al primer rugido circundante migran al dosel arbóreo. SHR de M

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06-04 Aunque Bestia me insta a decantarme, yo sigo a lo mío. No me juzga ahora tan a las claras, se contenta con repetir en alto, y hasta me atrevería a insinuar que entonando, los datos y opiniones del cuestionario de campo que firmo al regreso. Es lo primero que hace. Y lo último. Todo lo visiona y relee, y todo diría que lo duda. Pero es verdad. Está visto que esto lleva su tiempo y cuándo sea de salir saldrá. Antes no. Puede decir lo que quiera Bestia, mas estos zurriagos de los que vengo haciendo objeto de estudio, son los únicos que algo de seso pongan al asunto. Y me lo duda. Anodino fue el día, la mayor parte del tiempo confieso haberlo pasado admirando los juegos de luz sobre un lago. Y ocasión tuve para fijarme en unas cuantas líneas evolutivas, que digo yo, sea por la alimentación, la edad, sea por las fechas del año, por puro vicio, sea por lo que fuere, al fornique y refocile se aplicaban con empeño; pura exuberancia sexual era el momento. Irresistible. … Pues no, no señor. También encontré algunas hembras, que pese a lucir en sazón sus atributos, en absoluto estaban receptivas. Listas están para negar lo evidente y al macho rechazan la cópula. Da igual cómo se ponga. Ni a las bravas ni con lisonjas. Ni con el más tierno de los bocados que uno pueda encontrar. No, es no. ¡Si eso no es inteligencia, que me manden otra vez a observar amebas! SHR de M

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07-04 Un par de horas pasé en la misma postura por si hacía gala de inteligencia el bicho que observaba y me dedicaba una señal; ojos muy bonitos; y porte atlético; y el runrún de su jadear embauca. Pero nada. La misma cena le escapaba del plato y rama abajo, despacito, huyó una de las piezas ya cazadas; un mono paticorto. Quizá por saciado consentiría la huída, el otro iba a dejarse morir, ahorrando el trabajo, al pie de una frondosa higuera. Aunque fue más lejos, y ora cojeando de una pata ¡al rato de la otra! fingió empeoramiento de su estado, y entre espasmo y voltereta llegó al arroyo, e hizo el vado. Y zurrado ganó unas cañas, unas planicies y otro árbol. Y a él se encaramó clamando estado. Estaba muerta la cría del todo cuando apareció la madre. Chilló y chilló, aunque lo único que consiguió fue que en lo alto del dosel se estirase el cazador. Desperezaba. Siguió llamando la madre en la retirada, desesperada citaría al hijo y haciendo riel a sus lamentos los pasos me llevaron al final de la espesura. Bajita y liviana, de metro veinte y veinte kilos, corría y trotaba grácil en el reseco paisaje. Y abrió brecha. Me costó volver a coger las huellas, pero hice. A toda trocha se había hecho y escalando una fractura se puso a salvo echando tierra a la cría; que nunca miró atrás. Y detrás iba yo. Así me llevó hasta su familia. Debía ser. Sangre le entroncaría con todo el grupo, pero a su llamada sólo hicieron caso otras dos hembras adultas, y una cría lactante, que salieron a su encuentro. En total serían la treintena al mando de un macho dominante y su camarilla de adláteres. Batían la cañada arramblando con todos los recursos al alcance. Buscando sitio cómodo me recoste contra un árbol frondoso. Desde luego que saltaba a la cara que no eran las inteligencias que necesitamos. Toscos, huraños, olvidadizos, hasta el ejemplar que viniese siguiendo se unió al trabajo y comenzó a espulgar el campo. Semillas, flores, frutos. Raíces. Y polillas. Y cualquier bichejo o bestezuela que entendiesen comestible. Ésa era su vida. La vida que hacían. En éstas apareció el señor sabido con el que compartiese atalaya yo, y que viniese buscando, o fuese destino, dejó desfamiliada a mi guía al matar en el sitio a las hembras. Y la cría llevar entre los dientes. Pese a ello, por la pronta defensa que hizo el resto del grupo, y que a mi misma vera vino a postrarse y llorar la otra... ¡Llorar!... se me hace injusto no dar oportunidad a esta gente, pues aún por el mal aval del número, pero cierto que hicieron huir a la fiera y al momento festejaron la victoria. También se saben amos. Ella no. Ella sólo lloraba porque le pedía el cuerpo. Lágrimas que son diamantes y me hacen postergar un día más la rúbrica. La sentencia del planeta. 39


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01-05 Propenso al cambio es S3. Y sus habitantes. No así mi buen Bestia, fiable a no dudar, que nuevamente me dejó en sitio inapropiado. Pensé en un principio acertado el lugar al escuchar risas. Risotadas inteligentes y burlonas. Tan profundas y maliciosas que entendía acabada la misión, o en vías de finalizar al no poder negar por más tiempo lo evidente. Mas, sorpresa, despreciable ironía evolutiva, los jocosos animales de poco podrían ufanarse al ser ellos mismos manifiesta aberración; cuadrúpedos; culibajos y tranquicortos. De dentellada recia y rencorosa, eso también. Tenían acorralado en un islote del regato un mono paticorto. Cortada la huida por un cantil y un lodazal, defendía la criatura la vida lanzando proyectiles con un grosero estilo que nada bueno auguraba para su futuro. Cena sería pues tarde o temprano alguien daría con el vado adecuado. Y ahí estuvo defendiéndose. Piedras, palos aventó al aire zarandeando el poco verde que agarraba en el arenal. Y no disuadió, no. Le entraron al fortín por dónde sabía tenía agujero, y antes que defenderse cuerpo a cuerpo, que no tendría sentido, se agarró al cantil vivo como bien tuviesen a entender sus extremidades y trepó. Se pegó a la roca y fue haciendo vía hasta ganar parte segura en la rivera. Y corrió. Desapareció de la vista y las hienas dejaron de reír. Mirándome agoreras, que calaban el traje, no hice siquiera ademán de acercarme y partí en pos del escapista. Recorrí la sabana buscando. Y nada. Iba a dar el día por acabado, finalizada la persecución, cuando en la orilla del lago al que me acercaba descubrí varias docenas de paticortos; sin duda hermanos o primos; algunos un poco más altos y cabezones; otros más endebles y nerviosos. Varias líneas y familias compartían orilla. Animado, patee playa hasta dar, por fin, con el paticorto ansiado. Macho, explorador, y mal articulado su pensamiento, poblado el discurso de poses y ruidos guturales, una infinidad tardaría en dar reporte y al llegar yo disolvían. A gruñido y pensamiento propio se refugiaron sin prisas. Fueron subiéndose a un árbol hermosote cuyas ramas ofrecían seguros encames entre las rocas. Ahí tendrían intención de pasar la noche. Recogiéndose por grupos, entendí al explorador cabeza de uno y en una cornisa organizaba asamblea familiar a la que asistir. Dos machos adultos más, cinco hembras, cuatro inmaduros y dos lactantes; y dos en camino. Toda la célula reunida para tomar una determinación. Corría el repecho final el día y mi explorador, cansado, observaba con desgana los dos horizontes a los que daba el balcón. Bien definidos. 41


El lugar, imposible. La banda de paticortos lo sabía, aunque sólo esta familia que cito parecía ser consciente de la realidad. Agotado el campo, no hay plato pequeño al que hacer ascos y hasta la carroña tiene novios; y peleones. El explorador sopesaba el horizonte mientras la familia se deshacía en arrumacos y carantoñas. SHR de M

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02-05 Hoy tocaría acierto y Bestia cumplió. Junto a una banda de paticortos robustos me dejó. Sin duda deben pertenecer a las mismas castas que seguí estos días atrás. Mocetones. El orgullo de su casa, aunque con el revés consabido que de tarde en cuando deja caer el clima, ahora lastra el corpachón. Rumian raíces y tallos secos buscando la savia, y no hay carcasa o resto, por descarnado que esté, que dejen pasar sin antes haber lamido. Hambre. Malos tiempos se viven. No corren mucho. Mal trepan y peor nadan. Sólo hacen buena carnaza. No parecen enhebrar a derechas y sin embargo medran. Los paticortos son feraces y sin parar dan variantes. Sabiendo que gustan montar reunión a la raya del agua busqué fuente. No me costó mucho dar, verde correoso el envoltorio, y a lengua blanca el lecho, el cauce cuasi seco del arroyo susurraba todavía su frescor; y mal caño era el hilo de agua al arrastrar consigo podredumbres y miasmas que riachuelo arriba serían pura cadaverina. Había río, mas poco agua y se disputaba. Únicamente dos puntos potables encontré. Dos pozos. Dos pocillos. Ambos perforados por elefantes y re-excavados por paticortos astutos. Aprendieron a mantener los pozos limpios y así garantizarse el suministro de agua; uno cuidaban con mimo, el otro, aun sintiéndolo propio, lo cedieron temporalmente a una manada de leones oportunistas a los que no convenía descuidar. Para defenderse de ellos, tanto el pozo, como el acurrucadero, rodearon con un mallazo de espino imposible de burlar. Ni por mí; listos son; manipulan el medio. Me tuve que conformar con verlos pasar a la carrera si rondaba alguna fiera, de no, que ratos largos también cayeron, salían sin rubor a prospectar las inmediaciones o simplemente tomar el sol. Van perdiendo el respeto a sus depredadores, y hasta en grupo, cuando salen, agallas les nacen para achuchar ellos a los melenudos. Sí, creo que por fin encontré. Mi buen Bestia, puedes ir preparando los formularios. En este salto no, pero al siguiente, o después, o rondando, daré con alguien digno para tratar. ... ¿Me seguirán viviendo las plantas? SHR de M

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03-05 Delicada imaginé la tesitura al descubrir los restos de un rinoceronte. Temí la vuelta de los grandes saurios al observar en detalle el destrozo. Astillas, agujas eran los huesos. Se aprovechó al máximo el ejemplar y hasta las cañas dieron su tuétano. Estaba a punto de seguir ruta cuando me gritó una piedra que tenía dos filos. Brillaba, y al cogerla, terriblemente fría, me invadió una ola de calor. Aquellos bordes eran intencionados. ¡Y tanto! ¡Y tantos! Al pie tenía el utillaje que hizo piezas al animal. Cubertería lítica. Tampoco gran cosa, seamos mesurados. Aunque utensilios, y cortantes, con todas las consecuencias. Sí, sí, sí. Sí. Y que no sería todo malo, ni en unas ramplonas piedras entender milagro, a nada de separarme del sitio encontré rastro de grandes zancadas; patilargos. Teniendo el firme textura de papel, leí la ida y vuelta que hicieron por el sendero que llevaba. Liviano el ir hacia allá, a los despojos, en el retorno se hundían mucho los talones de las huellas. Unos meses haría. Ahora, apogeo canicular, la zona de anegamiento estaba desecada y un único rumor indicaba agua. Y lo seguí. Lo busqué. Prendida en el aire la frescura acabé dando con una catarata. Y con los patilargos. Algo distante me situé para no alterar, pues al acercar yo, en trance de duda ellos, hicieron correr la alarma y también me observaron nerviosos. Tumbados al quicio de caída, bisbiseos se traían indicando que al pie del salto de agua algo era digno de atención o estudio; más que yo. Y miré. Miel había abajo. Simple y sabrosa miel, que a medida de cada quien revolvió el lugar. Locos y molestos zumbaban los insectos. Destrozadas las colmenas contra unas rocas, se esparcía sin pudor el embriagador aroma de los azúcares. Pájaros, ratoncillos. A la llamada acudieron hasta unos familiares bastante lejanos de los patilargos, primos, mal avenidos, que les disputan el lugar. Para ellos era el festín, la trampa, y en cuanto pusieron las zarpas sobre la tarta arrojaron los otros un aguacero de cascotes. Lapidaron a conciencia. Enterrado en toda regla. …… ¡¡Bufffa!! Mal que me pese ahora, ésa es la inteligencia que vengo a preservar. A defender 44


de todo enga単o. Y no es que tengan sangre de due単os, no, en los ojos se aprecia que escrutan amos. SHR de M

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04-05 Me asombra su comportamiento. Lo listos que pueden llegar a ser. Unos paticortos acogieron, más bien consentir vivir en su territorio, a un espécimen maltrecho y extraviado de otro grupo patilargo. Supongo que cayó hace bastante pues todos los miembros, salvo uno, le daban trato amistoso. El macho dominante no. Él, e imagino lo simbólico del gesto, no comía fruta machacada, abrasada contra las rocas, al tener rango y pelaje para consumir en sazón. Aunque el resto, ideal brillan los ojos, le tomó gusto a la compota, y desdentado el nuevo, cantada tengo la impronta. Y le debía escocer al jefe al entender menoscabo; de mala gana aceptaba que crías y viejos se beneficiasen de pulpas otrora inaccesibles para ellos. A raya de más innovaciones mantuvo con el simple mirar torvo. Y tarascada de acercar el otro. No se aproximaba al grupo mediando el macho. Y así sería siempre que no se demandase algo del proscrito. Pero debió ser el caso, porque antes de apretar el sol en firme el propio baranda fue al encuentro; le atacaría algún dolor recurrente que tenga por cruento y que sepa que el otro le puede sanar. Un par de raíces. Unas hojas. Lo que sea que conozca para el malestar. Y aunque diga yo de corrido, les llevó su tiempo entenderse ellos y enterarme yo. Y rato no muy largo que se encontrase remedio que se suponga. ¡O no! Testigo de cargo no puedo ser, no, pero juraría que antes de empezar a padecer los espasmos y la hipoxia, segurísimo que antes de cascarla… vamos, que el nuevo miembro enfiló camino de coger familia, y condominio del antiguo señor, antes de sentir o manifestar aquél síntoma alguno. Un asesinato con toda premeditación. Un envenenamiento… ¿Académico? SHR de M

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05-05 Sabía que llovía, y mucho, mas como siempre Bestia me llevaba a contextos secos y cálidos, acordes al buen gusto, consideraba improbable el emplazarme en tamaño aprieto. Llueve. A mares. No se puede hacer otra cosa que guarecerse. Viendo posible chambado en un distante abrigo hacia él cogí paso. Lógico, quizá, ocupaba el emplazamiento un grupo de patilargos. Tardaron en verme, además de las emociones, enmascara el empático el aspecto y me acerqué para pillarlos en plan doméstico. Machos y hembras impartían lección a los infantes del grupo, que en el trajín de los adultos, entienden juego y ejemplo. Pacífica comunidad. Mucha cría suelta incordiando a los padres, aprendiendo también a fuerza de palos a vivir en comunidad. Cualquier estructura familiar de mi pueblo, una tarde pareja, se entregaría a los mismos vicios. Sí. Sentado entre ellos les escuché “hablar”. Tosco y corto es su escuálido repertorio de sonidos, y encorsetado por limitaciones fonadoras, mucho más duchos son imitando ruidos faunísticos, que articulando un lenguaje reglado. Apenas se prodigan de palabra, aun cuando en sus ojos acaudalan una miríada de preguntas que ni forma de concretar tienen. Escrutan el paisaje sabiendo que es más complicado de entender de lo que parece. Y peligroso. Bastó que rugiese alguna fiera, no muy lejos, para que las crías parasen los juegos, mas, tranquila, la fratria de adultos sonrió a media tinta. Nada más turbó la tarde hasta que cruzaron el cielo dos buhos enormes, entonces uno de ellos, muy anciano, meneó los dedos en el aire y dijo “Uhuuhu”. Una sílaba corta pues aún tienen un mundo por nombrar y no es cosa de empezar dilapidando. Abstracciones las justas, lo grueso de su vocabulario son sonidos onomatopéyicos. Mismamente el “Uhuuhu”… ”Uhuuhu”… bien fuese lechuza, bien la noche que traían esas alas, bien fuese toque de retreta, tras la llamada, y un par de bostezos, se entoldaron bajo techo pétreo, y todos juntos, excepto un par que quedó al tanto, se prepararon para hacer noche y darse calor. … Coitados. SHR de M

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06-05 La tuve con Bestia. Y gorda. Bien primado estará, seguro que le garantizaron una conexión cordal directa al Supernodo Central, sea lo que sea lo que prometiesen, parece empeñado en que dé a estos patilargos por amos. Sí, vale, no son simples patilargos; desde que lapidasen a los papiones supuse que acabarían jefes. Pero desde entonces hasta ahora... nada. Poco “revolucionan”. Con los saltos dados echaba cuentas de poder dar con gente interesante. Pero no. Al litro les llegará la mollera y nada la exprimen. Un único avance constaté. El conocimiento del medio. Ponen sonidos a las cosas y muy despacito las ordenan en sus cabezas. Pero lentos, muy lentos e inocentones, porque con tan profuso avance sólo mejoran en lo que al trabajo de la piedra se refiere. Son capaces de ir sacando lascas a un meño hasta dejar impreso, en el núcleo, un facetado juego de cortantes brillos; tumban horas; capaces de convertir las morrenas en gravilla sólo por porfiarse el afilar rocas. ¡Y baladí es la viruta que la hacen herramientas! Con ellas interactúan. Cortan hierbas, sierran palos, dan tajo y hacen cachos las carnes que se presten. A mí no, porque llevo el empático, aunque estos a los que me estoy refiriendo, y no sé tampoco si era de su bando o un enemigo, u que lo encontrasen tirado, lo importante es que desmembraron a un congénere que no ha mucho la espicharía. Saña, o costumbre, en cuanto movieron el muerto, y meter el filo, y agitarse los efluvios, consideré momento de volver junto a Bestia y pedir cuentas. Mas… Nada. No atendió Bestia mis requerimientos y sigue considerando albedrío suyo el tiempo y el lugar. ¡Incluso el momento de regresar a la nave! Bien, si quieres jugar... jugaremos. SHR de M

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07-05 Temperatura estupenda y el lugar de elegir. Bosque abierto, agua abundante y un buen surtido de pacíficos herbívoros a los cuales sacar la energía. De bucólico el paisaje, me temí en uno de esos raros sueños que provoca la suspensión. Por el olfato me dejé guiar hasta una gruta hallando chasca. Fuego había, y al mando de un palo un viejales se dedicaba a mantener viva la llama. La de la lumbre y la de los recuerdos. De caza los adultos, adiestraba a los jóvenes y hablaba del fuego. De su devastador poder y de su indulgente amistad. Amigo era bien llevado, mas no sería difícil que escapase o muriera; así que mantenían cautivo. El abuelo sabría sin duda lo mucho que cuesta encontrar un árbol hendido por el rayo, o dar con zarza pirófila chisporroteando. O clan que cambie. Generaciones habrá que no se goza y prueba son las crías que absortas hundían la vista en el baile de las lenguas. La próxima vez que admirasen, o pudiesen calentar, lo mismo serían viejos. ¡Si volvían a ver! Yo pensaba que llegaría el día en que uno de estos descendientes de monos se levantaría de entre sus iguales y a pleno pecho reivindicaría la propiedad a la redonda. Sí. Imaginé que de ser yo, él, me subiría a una piedra que hiciese ecos y pondría a todo quisqui en su sitio. Gritaría a los cuatro vientos quién soy yo y quienes son mis descendientes. Al menos dejaría los pulmones en el intento. Mas ellos, conocedores de su nicho, lo gritarían a quién olfatease. En cuanto regresó la partida de caza, pusieron al fuego un par de liebres y sentaron a esperar el punto, sin importarles, quizá, que se expandiese el olor. ¿De qué vale ser amo si no se puede hacer ostentación? Montaron tal fuego en la boca de la cueva que disuadiría a cualquiera. Bien alta dejaron la hoguera. Todo poder eran las llamas. Allí guarecía clan fuerte. Esto, y es otro tema, puede que sea cosa mía, o no, pero uno de ellos me llamó. No esbozó palabra ni ruido, no, me miró y reseñó a ojo el hueco que quedaba a su lado. Era una hembra. Adulta. Un par de crías le rieron la maternidad y tres o cuatro hermanas y primas ofrecieron trato deferencial. Debe ser gran cazadora. SHR de M 49


01-06 De punta a punta del planeta sigue mandándome Bestia. Ésta vez una isla; pero poco me agobia el espacio al realizar la instrucción quinquenal en una; eso sí, cáustico era aquel lago. El océano enderredor debe ser otro tanto parecido para mis coitados potenciales y mala cara ponen si les sube el agua las rodillas, aún así, y haciendo de la desesperación razón, parecen querer iniciarse en las artes náuticas y osan patronear troncos y balsas de follaje. Así llegarían aquí desde la costa. Deben ir agotando los recursos allá dónde encuentren. A punto nos presentamos pues un tronco hueco, relleno de voluntarios, a media quilla flotaba en la playa. De locos enrolarse, así que dejé que zarpasen y quedé con la población local. Desde un alto seguimos la singladura. Buen momento eligieron, la mar estaba plana y el viento adolecía de identidad. Pese a ello, la isla que enfilaban antoja distante para sus medios. Rayano lo imposible. Exiguo gobierno para una embarcación resultan manos y cortezas, y a no tardar, que quedará en duda, cualquier corriente arrastrará la almadía al inmenso océano. Se me fue la tarde, y la vista, observando desde un cantil el cabeceo. Triste percibí el ambiente pese a que mucho futuro existía en la partida. Aliviada la presión sobre el sitio, los pocos recursos restantes cundirán para criar otra hornada. ... Y otro día más, Bestia. SHR de M

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02-06 ¡¡Buffa!! qué frío. Cazan... bueno, lo intentan. Azuzan el campo a grito y palo, pero poca carne queda a tiro; y carroña a mano. Hojas, bayas y raíces desaparecieron; quedaron inaccesibles. La nieve lo cubre todo. Los patilargos pretenderían quitarse los fríos persiguiendo ciervos, aunque al requiebro de un farallón rocoso con cuatro saltos que pegaron se pusieron a salvo los bichos; por el risco fueron trotando hasta una explanadita, y allí detener el rumbo para rumiar unos musgos. Ahí estaban cuándo se levantaron de la nieve cuatro rufianes blandiendo astifinas lanzas. Vestían un genuino empático de liebre ártica y no destacaban del entorno. ¡Qué astucia! ¡Qué diseño! Demodé entendí a los paisanos míos y corrí con los otros. Planté, sí. Estos norteños mucho más adaptados al sitio se manifiestan. E inteligentes. Desde luego el melón lo tienen más gordo; a los dos litros casi se irán, por contra, aunque muy musculados, más chaparro y correoso echaron el cuerpo. Y algo más plano el rostro, sí. Intenté llevar el paso, pero la cellisca me pudo y preferí refugiarme al abrigo de un voladizo. Sé dónde quedan. O que cuando menos existen. Vete preparando la botella, Bestia, porque con estos tengo pálpito de acertar de lleno. SHR de M

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03-06 Bravo salta el salmón. Rasga las cortinas que encuentra sin importarle el alzado del telón. Lo lleva en la sangre. Saltar y saltar. Y correr los vados. Aun sacados del agua comban el espinazo. Y sólo desisten del empeño porque mis inteligentes chaparretes norteños les aplastan la cabeza. Suben tantos por el río, que bastan dos crías, para hacer el trabajo de cuatro adultos. Generoso es el momento. Eclosiva Natura, al lío de enamorados tonteaba una parejita. Disimulaban ante el grupo su convergencia aunque todos estarían al tanto y reían la inocencia de los gestos. Magnífico rodó el día, así fue hasta que se dejó caer por el punto otro grupo de chaparros. Bastantes. Y bien pertrechados. Y haciendo gala de conocer en detalle el lugar. Simples gestos bastaron para hacer comprender su mensaje. Devolvieron al río los peces, incluso los muertos, y sin apegos ni atender a lloros, extinguieron todo fuego salvo el reservorio que ardía en una calota de reno. Y hasta ese sacrosanto fuego se avisó que iría al agua. El bruto de la panda, quizá, sea el que buscamos pues pidió arancel. Cómo amo dispuso y suspendiendo sobre la corriente la llama de Vida que entendía, exigió, al no plantear trato, que si querían quedar en el sitio y conservar el fuego, deberían entregar carne fresca que les renueve el acervo de los genes. Así lo entendí, y, veleta sabido que me sé, estuve a punto de cambiar de compañeros. Y no hice, no, porque el tributo pedido era la hembra enamorada. Y atravesado miró el pretendiente. Crispó la mano al venablo y amenazó con irse para ellos, mas no pudo hacer porque el jefe de su grupo, adelantándose a la catástrofe, se negó rotundo a la pretensión. Prefririó perder la Luz y abocar a la extinción. Y pudiera ser, porque tomando también del campamento un par de pieles, y algunos frutos, desaparecieron los otros tan sigilosos como llegaron aunque con aviso de volver a pasar. Lo más triste del mundo quedó el campamento mientras se recogía. Losa de muerte planeaba sobre todos. Se me encogió el pecho, verse trocar de sopapo el ánimo me hizo dudar. Y así nos cogió la Luna. Precipitados por la visita, temiéndola, mientras los demás empacaban mi pareja de enamorados se escurrió hasta una cueva, y al poco, para alegría de todos, ¡y más para mí!, el fulgor de una nueva llama se adivinaba dentro. El jefe no, él, con sus dichosas formas, prefirió buscar un altillo oportuno desde dónde otear, mientras su pueblo, ponía al fuego parte de lo pescado y se daban el 52


atracĂłn padre. Y reĂ­r la cara de los que encuentren los restos del banquete. Cuida la familia del futuro de sus miembros y no cambian con cualquiera. Amansaron sus sentimientos. DomeĂąaron su apariencia. Y ahora domestican el fuego. No tienen barrera. ... Por cierto, al debe sigo teniendo lo del nombre del planeta. SHR de M

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04-06 Un chaparrete joven, de apenas un metro de alzada, escondía su poca chicha en una grieta de la montaña, pensé, por resguardarse de una fiera, mas resultó que la cautela era porque vigilaba de tapadillo a un hermano mayor, que pese a excelente ejemplo, tenía tara; alguna minusvalía o golpe. O nacer tal alimaña. Muy discreto fue su espiar, y al encontrar casualmente al padre haciendo acopio de leña intentó dar breve reporte, aunque la garganta, áspera y seca, no le permitió emitir palabra. Ni sonido. Un compendio de dudas le tomaron los ojos, y comprendiendo el adulto, le dio un par de palmadas en el hombro antes de meter riñones en la brazada, e instar al mocoso, a que descuidase del hermano coitado y siguiese a lo suyo. Que buscase piñas para avivar rescoldos. SHR de M

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05-06 Mal no van las cosas. Aunque haga un frío de muerte, los chaparros dan talla de genio al aprovechar las inclemencias. Le sacan la parte buena a la nieve y empiezan a conservar. Fuera de la cueva guardan ocultas piezas duras tal rocas, pero a nada que las acercan al fuego, y añaden una hierba, y mueven un poco para que dore, a mano queda el hilo de la Ciencia Gastronómica; en torno a la lumbre toman tajada y respiro del perpetuo invierno. Me sigue llamando la atención la fuerte cohesión grupal. Ata prieto la familia, y el clima, y no hay nada que aprendan, o descubran los adultos, que no intenten transmitir rápidamente a los hijos: una nueva forma de atacar la piedra, un lazo que hacer con fibras, o el aspecto del último bicho que esquivasen. Al momento sería juego, pero incluso sin soplones, a la primera yo mismo entendí que referencia se hacía a un tigre dientes de sable. El rugido. El hacer de los índices dos recios colmillos. El proyectar contra la pared un auténtico horror. Al vuelo lo cogieron también los críos y a una gritaron el nombre del felino. Muy gutural sigue pareciendo su lenguaje, pese a ello, y pese a que sé que el empático me permita hablar con acento de un trillón de galaxias que le pida, me arranqué en un saludo mudo haciéndome notar. Ya sabían que estaba, mas siguiendo yo pautas que creía discretas, no levantó revuelo mi presencia hasta el momento. Así que saludé. Universal, escrito en los astros, ofrecí las palmas vacías al grupo enunciando un timorato “Bienhallados”. … Y sólo un segundo me dedicaron atención. De vuelta al juego, y la risa que llama a la risa, toda la tribu que compartía covacho acabó rota y a pataleta por los suelos al no lograr acertar la charada. Uno de ellos se esforzaba por hacerse entender sin romper las reglas del juego. No hablaba, no. Un gurruño de pieles acopló a una cornamenta de reno, y plasmado el monstruo en la pared, todos ajenos al autor del eclipse, tan pronto se sentaba la grotesca silueta, como saltaba y se hacía más grande contra las rocas. Recorría las paredes, tal se diría que pretendiese deslizarse cueva adentro. Y no acertaban, no. No acertaron. Cansado el sujeto, e incomprendido, en medio del jolgorio general fui sacado a la palestra y dado a mostrar como objeto del misterio. Y de la juerga. Y fue el despiporre. …… ¡Maldita sea su estampa y las sombras que hagan! SHR de M 55


06-06 No se desligan de su habitat cavernario, pero capaces se manifiestan de vivir en cualquier parte. Cogieron ripio al arte de hacer nudos y con cuatro ramas, y unas cuantas brazadas de hierba, levantan chamizo al que poder designar cobijo. No se darán los refugios naturales en estos pagos y el ingenio obliga. Pretenden cruzar las montañas antes que ataque más el frío. No tiene senda abierta el monte y suponía errático nuestro vagar, aunque al alcanzar la cota de nieve, y tras unos minutos de búsqueda, se acertó con las huellas de algunos que irían abriendo ruta. Se hizo un breve alto en el camino y de paso cargaron algo de leña pensando en su futuro uso. Por puro bien llevarnos, al hombro me eché un haz, e intrigado por saber dónde recalábamos tampoco despilfarré en palabras. Día quedaba para coronar, aunque seña se entendió en un palo hincado en el manto blanco, y al quedo, descargaron el equipo y comenzaron a acumular en el punto un cerrillo de nieve. Poco sol se pudo disfrutar, sin embargo bastó para que soldase el tipo de nieve arrejuntada, y horadando un poco, y ensanchando la cavidad, prueba me dieron de no necesitar pájaro alguno que enseñe a trenzar nudo que construya hogar. Me imagino que argucias tendrán para levantar en cualquier coyuntura iglú, y por ende, habitar hasta el clima más hostil. SHR de M

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07-06 Hondo, bajo la nieve, hozan los alces. Desde lo alto de un risco presencié la riada migratoria; tampoco creo que sea el empático inmune a estampidas; prefiero curar en salud. Palas y palas, y astas y astas, y cuernas y cuernas, que en batiburrillo migran las bestias, cruzaron durante el primer tramo de mañana, y a mediodía, aparecía el grupo de chaparros pertinente. Van tras los pacíficos herbívoros que no dan mucha batalla ni les compiten por los recursos. Y cuando dan con alguien de cuidado, tal fue el caso en el que les encontré, dejan la cueva al oso que se ruge propietario y buscan otro agujero dónde hacer noche o las que hubiese menester si se detiene la manada; que hizo. Delante nuestro debía ir otro grupo que no vi, y orientados por la luz de la hoguera llegaron hasta nosotros. A resultas de la expedición de caza, también traían un colega muerto atado a un palo. Al vaivén que se acercaron, y embozado el momento por la noche, no se supo de quién se trataba hasta llegar al pie. Y sería conocido. Una hembra preñada que rompería familia y así se lloró. Apenas quedan hembras en las partidas de caza y éste será uno de los motivos. Otro, que cuelgan las crías del cuello, y maman, hasta tener edad de correr con propiedad; profilaxis básica. En la gruta se orquestó sepelio ordinario, y quien más, quien menos, todos quedaron cabizbajos. Pero sobre todo uno, que sería el compañero estable ¡Qué atan de por vida algunos! y que se aventó, él, muy solo y bizarro, a buscar revancha y muerte en la cueva del oso. Y se le dio; la antorcha siguió consumiendo aun habiendo cesado el griterio y los rugidos. Y las lágrimas. Ya se le lloraba antes de tirarse a la bestia. Y podría tener que acabar llorándose a alguien más pues tea en mano arrancaron los del duelo y fueron a cerrar cuentas con el animal. De lo que pasase en la osera no quise recabar nuevas porque imagino la casquería. Si ejemplo a lo hecho después en el cubil del oso, es lo que se hizo con la hembra, se espolvoreó a ésta un poco de ocre por encima y luego fue dejada en un rincón durmiendo plácida, o en su defecto, todo lo relajado que pueda estar alguien muerto y congelado. ¡Y venga a reír el recuerdo, y llorarlo, las hermanas de estro! El fervor del romance no lo pudrirá ni el deshielo, muy al contrario, se encargarán los carroñeros de emparejar los huesos. SHR de M

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01-07 Siguiendo un curso de agua encontré unos chaparros que se embadurnaban con pinturas. Viejos y jóvenes juntaban, pero sólo “infantes” reunieron en un cotarro para conjurarse hermanos y entonar bramido. Primero estudiaron los jóvenes a ojo propio la cuestión, concretaron la ubicación de un grupo de caballos y luego volvimos al cuartel del voladizo. Hablaron, se organizaron, y en nada unos iban a buscar palos que sirviesen de lanzas y venablos, mientras otro par, se dedicaba a buscar la materia prima para manufacturar puntas y filos. Y otros a vigilar la manada, e incluso algunos a saber de las huellas de tigre nival que también husmea a los équidos. Se disolvieron a sus encomiendas. Por ir con alguien fui con los de las piedras. Aunque ellos son tiernos, el monte es viejo y sólo granito aflora en pequeños desconchones del follaje. Sabían difícil el dar con roca que no fuese amarga de trabajar. Revolvieron el monte sin hallar canto que les pareciese adecuado, ni en el cauce alto, entre los saltos, dieron con piedra oportuna. Sin pudor asomó el Sol, y apenas a dos dedos de altura, decidió el resoluto del binomio que no había cantera adecuada y, para mi sorpresa, retornaron al campamento dónde les descubriese embetunándose. Pero sigilosos. Mucho. Dieron un pequeño rodeo y se acercaron sin ser vistos; nada difícil por otro lado, pues los adultos entre gran camaradería, y risas, se estaban a su vez acicalando. Y robamos de un zurrón un par de piezas de sílex; auténtica mantequilla para ser trabajada. Tea en mano, y a alarido en cuello, comenzaron a desencamar la fauna que dormitaba la siesta. Se movió el humo, se gritó dando a entender incendio y las bestias de la floresta rompieron a correr. Azuzados, y seleccionando los caballos, lo más sencillo del trabajo fue matarlos al despeñar solos. Cayeron al callejón de un precipicio. Con las magras más sabrosas retornamos, bien alta la Luna, al campamento primigenio... Mas el lugar estaba vacío. Seguía viva la hoguera y nada sugería que se hubiese podido abandonar la posición al trote; recibir visita inesperada. Sentaron junto al fuego, por un instante no supieron qué hacer. Manifestada la duda, salió de las sombras la cofradía restante con sus pinturas preceptivas en plan fantasma. Ululaban y gesticulaban diríase tal espíritus enojados. Irreales para los muchachos, que con miedo evidente, dejaban hacer a los otros sin objeción; comían lo que traían las ánimas del bosque sin hacer ascos a hongos y setas; ni rehusar libar brebaje ácido. La base química de lo que ingirieron sé que está restringida en mogollón de sistemas solares, mas a ellos poco les importarán los daños y consumen. 58


... Je ยกSiguen ganando puntos! SHR de M

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02-07 Les sienta bien la dieta de mar y aligeran un poco los rasgos. Y estiran una miaja. Y también siguen inalterables los lazos de filiación. Tanta carantoña por aquí, y sobe por allá, que descuidando de amantusarlos, no dejan lugar al error y convierten a estos chaparros en gentes… fiables; se me siguen antojando, sí. Aunque también creo, y me turba, el seguir intuyéndoles verdes para tratar con miembros de la Corporación. ¡Sería la extinción para ellos! Hoy despiezaban una ballena bastante tonta que vino a morirse varando en la playa. No les importó la causa de la muerte, sobre las mismas rocas en que falleció el bicho practicaron el despiece; cortaban a lonchas y parecía que se propusiesen derrochar en festín. Al menos los que junto al fuego acercaban filetones así lo sugerían a resoplidos. Miraban a hurtadillas por encima del hombro del senedrín de ancianos, quien, a su vez, miraba más allá, miran por el grupo, y aguardando estaban todos la respuesta a las invitaciones cursadas días atrás. De regreso desde luego estaban los mensajeros. Familia tenemos todos a la vuelta de la mata, y así, al goteo, y por partidas, las dos centurias largas juntaron en torno a los restos. Parientes eran porque no se podía negar, mas puesto a ser pejillero, varias sangres mezclarían y algo alejados del arquetipo chaparro primigenio, he supuesto a algunos. Y ya digo que el modo de vida, su cultura material, y sobre todo, sobre todo, insisto, su agudo sentido del humor y la francachela, me reafirmaron en la adscripción al linaje. ¡Menudos bastardetes! No quiero recordar ni referir lo que me hicieron, baste pensar que la reunión, aun sin plantearlo, era mercado. Se aprendía y se enseñaba. Se intercambiaba. Era momento y lugar, y quien no me intentó colocar lo malo de su género, me quiso para acallar a un hijo soltero de puro feo y contrahecho. Ja. Si hubiese querido replicarme me hubiera quedado en mi planeta. Tenía y tengo tarjeta para engendrar. ... ¿Tendré ahora? …… Lo que tengo, seguro, es que revisar los niveles del regulador electro-osmótico. Me afloran y acosan… sensaciones, recuerdos… que nada casan con las tesituras en las que me desenvuelvo. Por qué, Bestia. ¿No tendrás tú nada que ver? 60


SHR de M

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03-07 No reían por no ser momento, se despedían de un anciano y muy solemnes arrojaron unas flores sobre el cuerpo, colocaron un muflón reviejo para que fuese almohada y compañero de ultratumba y… Y medio metro de tierra y cascotes encima para que no les roben los restos. Y un par de lágrimas. Mal andan las cosas. Balanza de la Vida que se quisiera tomar, para la vacante reciente tres no-natos lucharían por copar plaza. De parto se pusieron tres hembras a la vez, se pondrían, y antes que alumbrasen subieron los que pudieron al sepelio del abuelo; que querría descansar en un lugar con vistas. Con la maldición presta para escupir encontré a las hembras. Bufando en cuclillas no componían sombra que incomodar, y por no molestar salieron estos míos a la intemperie. Bueno, y para no ser blanco de las quejas. Yo no, yo quedé. Con el empático puesto, y cuidando la distancia aséptica, no me ponen reparos al curioseo. Me duele más a mí que a ellas... es un decir. Aunque indefensas, las crías al nacer son todo cabeza y de muy mala extracción siendo intrauterinos; nada ayudan. Acuclilladas aúllan las madres desesperadas y eso que tampoco son los bastardos lo cabezones que gritaron sus abuelas. ¡Y la que puede! Una, tras mucho debatirse y gemir, y sangrar copiosamente, cesó de todo intento y agotada se dejó ir. Cerró los ojos y murió para consternación del grupo. No quedaron ajenas las compañeras de parto al suceso, y quizá por eso, rogaron, y chillaron, más atención y cuidados; al tiempo desgarraron sus sacos los hijos e hicieron amago de salir al exterior. Y a uno se le pudo auxiliar, se le ayudó a nacer mientras que por el otro, y la madre, nada se pudo hacer. Y ni siquiera la hembra que alumbró con éxito quedaría indemne de toda tasa, al avisar, la hemorragia, que se apagaba también. ¡Vaya cuadro! 6 a 1 en el parcial del día. Muy mala cara cuajó a las que en distinto punto de sazón lucían la preñez. Palabra que espero, y deseo, que hoy no sea ejemplo de nada. SHR de M

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04-07 Cuando era cadete decían mis instructores que apuntaba para químico, físico o matemático. Hacía bien las mayúsculas y pequeñitos los números, de tal modo que casaban monos y quedaba la abreviatura aparente. Mas fue fiasco gordo. Luego, al ver lo bien que discurría la arena de playa entre mis dedos, les dio por airear que maneras tenía de ingeniero o arquitecto; todo por quitárseme de encima. No sé por qué recuerdo aquello. Bueno, sí lo sé. De todas esas Ciencias que me doctorasen a ojo de buen cubero, me gustaría ahora disponer. De la más pobretona de ellas tomaría lo que buenamente se me ofreciese pues con mi obtuso y honrado cavilar no encuentro solución a varias incógnitas con respecto a los chaparros. Por qué, sí ¿Por qué si apuntaban maneras de ir aligerando y estilizando su chasis oseo, aquí, en el lugar, parecen haberme retrocedido tropecientos años? Los genes recesivos de varias generaciones atrás vuelven a dominar. Y es raro que se desdiga Natura. Y cuándo hace, suele tener sus consecuencias. Ya se verán. Y no me extrañaría que lo rieran. Tienen su punto los chaparros, seamos sinceros. Muy leales e ingeniosos, familiares en exceso, y a ello atribuyo que no quieran estirar más los lazos para salir del continente que les acoge. Razón no puede ser el frío que es frontera, pues la linde de cualquier vida les es territorio ideal que explotar. Y el mar tampoco sería obstáculo si quisiesen; pequeñas travesías, eso sí. Saltar un estrecho, cabotar una península o vadear cualquier río por caudaloso que venga, no será obstáculo si desesperan. Mas, por qué. Por qué permanecen y no dan el salto ¿No quieren medrar? ¿No les es instinto? Al otro lado del estrecho ven un continente que ansioso podría estar de recibirles, mas no hacen nada. Quizá estén cansados de intentarlo. Quizá lo hayan hecho y Bestia me niega los parámetros. Quizá les sea imposible imaginar otra vida lejos de su tierra. Incluso, quizá, les quiera ver yo de capa caída para tener excusa y delaxar lo inevitable. … Quizá. Mira, sí. Ahora sí creo que encontré. Nombre, al menos. Tierra. La tierra que adoran buen nombre dará al planeta. 63


Sí. Tierra. “Tierra”... ¿Qué tal te suena, Bestia? SHR de M

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05-07 Al no poder coger los rayos de sol, a un chaparrete pequeño, una cría de pocos añitos, mantenían bien abrigada junto a la lumbre. Confían en la sabiduría intrínseca del organismo y el poder balsámico de las lenguas ardientes. Y no se toca. No deja el jefe, o quien aparenta ser el más entendido en fuerzas curativas, que nadie se acerque al niño y pueda contagiarse de su enfermedad. Y expandirla. Muy corto se ha de ser para entender epidemia en una fractura de cráneo. Juraría que lo es; la inflamación le cogía de la nuca hasta el ojo. La madre velaba el estado. Esperó la señora a que clarease el habitáculo, y pese a la protesta de comadres, cogió al niño en brazos y se lo llevó con gran misterio. Caminó mucho. Bordeamos la costa al ir dándonos la mar su azul en los altos, mas no imaginaba lo que nos esperaba, y así, al ganar la cabecera de una vaguada, se paró en lo que desde abajo sería el techo del valle. Allí tendió al hijo en el suelo y ella se sentó. En mí no reparaba, clavaba la vista en una gruta que exhalaba al aire humo de parentela. Y no tardaron en dar respuesta. Ya la tenían preparada de hecho, pues a nada que percibí un par de crujidos a mi espalda, me supe rodeado. Eran también chaparros... bueno, no lo son. A alguien que no los haya tratado tanto le podrían pasar por hermanos o primos de estos míos, mas parecen retruécano de sí mismos; enclenques y larguiruchos lucen. Y el cabezón más pequeño; que no llegarán ahora al litro y medio. Y la cara más plana y los rasgos más finos. Ahora, eso también, en la mirada llevan porte de amos al igual que los chaparros. “Humanos” tildé a estos nuevos sujetos. Y al confiarse a ellos la dama, yo también hice y me dejé tocar. Sí, sigue dándome cobertura el empático y no percibí hostilidad hacia mí. Pero recelan mucho los nuevos y tampoco parecía que les hiciese gracia que junto con el crío fuese a su guarida. La madre ni pretendió y en el sitio lloró a moco suelto. Con ella senté toda la tarde, y solo de a en punto me quedé cuando sin darme aviso, ni razón, regresó al caminillo matutino. Y tomó. Pero volvió. Antes de fijar la noche los contornos estaba de vuelta con un tesoro de gratitud. Consigo traía un collar de conchas ¡Un imperio para quién entienda! depositando en una ara de roca que nos dio asiento en el trasunto de la espera. Y volvió a partir. Desaparecer. Yo me quedé con los pobres matasanos. Por probar, y que no quede, a la terapia acústica de choque se aplicaron; hasta que pude constatar estuvieron dando friegas a salmo vivo. Cantando. Acunando al chico que tendría las horas dichas. O con las ganas de saber lo que allí pasó me voy a quedar, porque mientras 65


esperaba la llamada de Bestia, salió un grupito de la cueva y acercó al muchacho a lo más alto del valle. Y dejar. Rápidos para retornar a su fuego, quedaba claro que de su parte pusieron cuánta ayuda pudiesen prestar. Ni más, ni menos. SHR de M

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06-07 Se me hurta información. Y temo que se calcule factible el seguir haciéndolo. Sí, Bestia ¿Quién si no? Hasta el momento me tuvo ajeno a la génesis de los Hombres. “Ayer” topé con ellos y creo que por casualidad. No le hizo ni pizca de gracia que en el informe oficial los mencionase. Al punto, que mucho me rebatió que siquiera se pudiese considerar casta entroncada con los chaparros. Arguye los datos y análisis que le vomitan los circuitos y se cierra a toda elucubración. Sabe gravosa la demora e intenta a toda costa convencerme de lo acertado de esta gente. Pero, de cuál. Va pasando la llave de la Tierra de inquilino a inquilino sin que ninguno de ellos esboce maneras de fijar residencia en el sitio. Se especula sin tapujos. Y yo el que más. Bestia también lo hace. Y sin disimulos. Tomé consciencia junto a un grupo de chaparros, aunque con certeza sabía que no muy lejos andarían los otros. Vamos, que juraría haber vuelto al sitio de ayer. Y busqué, mas la única prueba de su presencia son distintos restos que encontré en cuevas a la redonda; piedras y otras mierdas. Pregunté por ellos pero los chaparros declararon sinceros desconocer. De tarde en cuando topan a lo lejos con seres extraños, pero por dedicarse a recursos distintos, o a los mismos, y ser la tierra ancha, siguen a lo suyo y se dejan vivir. Cierto, aunque no del todo. Esporádicos contactos tendrán, y de aquí, y allá, sacaron unos jóvenes para enseñarme cuentas, plumas, cosas raras a sus ojos, y que con otras mozas y mozos trocan en lugar acordado sin necesidad de encontrarse. No sería yo de no hacer y pregunté por el lugar, y me llevaron, y hora de intercambio sería pues unos juncos trenzaban pulsera deslumbrante. Y quien me trajo, llevó, yo quedé aguardando pues alguien vendría a buscar su parte del trato. Y así fue. Viéndome junto a las joyas dudaron, aunque vencida la resistencia con el trabajo del empático, cogieron del sitio un cachito de obsidiana y dos carcasas de erizo, y dejar, para nuevo cambio, un alfiler de hueso y una concha marina con cuatro sugerentes zarpazos. Tampoco son estos los Hombres de ayer, ni los de mañana para los suyos pues aún se ven pimpollos. Antes de acudir a la cueva que les era residencia, nos acercamos a una sima y en la misma entrada hicieron ofrenda dejando al quicio la concha. Respetuoso quise entender el gesto y entré halógeno en mano para saber, confieso, por pura curiosidad, lo que allí pudiera venerarse. Y había, ¡vamos si había!, que cuando no un estrato, cuando no una estalactita, toda la arquitectura geológica era de 67


alabar, mas, concretando caso o cosa interesante a la mentalidad de estos lampiños, descubrí los restos oseos de alguien. Uno de ellos. Importante sería porque en derredor del cuello, y en desorden, le reposaban las cuentas de un collar junto a las vértebras. Y no un collar cualquiera. Sí, en el mismo sitio que intuyese estaba. Subí a la cabecera sabida y senté ora mirando al mar ora centrándome en la cueva. Salvo yo mismo allí nada había cambiado y seguía siendo el mismo enclave que pisase hace diez mil años. O cien mil. O ayer. Hora es del séptimo sello, mi buen Bestia. Hora, sin duda, de dar con líder que a la firma entre y cada cual a sus cosillas. SHR de M

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07-07 Mal sin duda le sentó a Bestia mi informe previo y me mandó a lejano confín. Si hay humanos, sin duda serán recién llegados. De isla a isla habrán ido saltando hasta llegar a ésta. Y no está mal. Nueva a todas luces se les hará. Sí, claro que están ¿Qué haría yo allí si no? ... ¿Despotricar contra Bestia y la Corporación? Obvio que también. Están, es seguro. Sus mañas de paso expresa el lugar. Arrasado. Son ellos. Depredadores contumaces, aprovechan el pago hasta esquilmar. Por apartado y a la deriva se librarían estas islas hasta la fecha de la visita, y llegados, mejor le hubiese salido al pago, a su flora y fauna autóctona, seguir permaneciendo al margen de la evolución humana. Son los señores de armas tomar, y con ella en mano, que poderosos aliado es el fuego, entran a saco con los recursos. No llevan cuidado de sus actos y el humo medra por doquier. Ellos también medran ¡pero a qué precio! Sin hacienda dejarán a los nietos. O tataranietos, porque selva y bosque son densos y algo recuperarán de los quebrantos. Aunque ¿Por cuánto tiempo? La sangre de los virus les corre las venas cuando sé que no, ¿o sí? Dudo. Pese a complexión más endeble que los chaparros, y potencialmente más estúpidos si aceptase por baremo el volumen del cráneo, de largo dan fe también de ser más puñeteros. Y lo son. ¡Menudos son! Creciendo y viajando por Ley de Presión, poco apego se gastan a tierras y familias. Comer, comer o ser comido, y entretanto uno pueda, ir llenando el mundo de hijos. Ésa es su Filosofía. SHR de M

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01-08 Hizo tanto frío que se congeló el océano dejando puente gélido otra vez. Por él tomaron estas gentes pues escasea la caza y sobran cazadores. Son especie explosiva, y con unas cuantas fechas de bonanza, se explayaron sobre la faz de la Tierra. De tocar continente, que muy lejotes se ofrecía, pero factible, sólo les quedarán los polos por conquistar para darse a corroborar propietarios del planeta. ¡Vamos, de no serlo ya del todo! Incluso a la fauna salvaje doblegan para servir a sus intereses ¡Enemigos intuía Bestia! Con ellos llevan lobos “mansurrones” que corren la voz y buena ayuda son para cualquier brega. Lo mismo persiguen a un cervato hasta derrengar, como ventean una perdiz ártica en el inmaculado paisaje. Y generosos, que no les importará dejar la vida dando la cara al oso, ni ser abiertos en canal por el propio amo de no encontrar mejor pitanza. Cazan, vigilan, rastrean, mueren si se tercia, y son despensa de carne ambulante que no se lleva a cuestas. ¡¿Alguien imagina mejor amigo?! No, ni ellos. El contrahecho del grupo, un malogradito, los cuida y bajo su responsabilidad la verdad que están lustrosos de admirar. Flacos, que no sobran las carnes, mas de un atlético y alzada que mucho se cuidarán las manadas salvajes de buscarles el gruñido. Al muchacho me acerqué, y viendo lo bien que los “perros” le obedecían, inquirí por la habilidad. Y Don me dijo que no. Lo suyo es cuasi sanguíneo pues su padre, y el respectivo, también tuvieron la gracia. Cualquiera podría tenerla si se hacía con una camada recien destetada. Se explicaba bien. Tullido, que no bobo, con diferencia era el hombre más fuerte del grupo. Y lo sabía. Pensé si sería oportuno desvelar mi doble juego y ofrecerle a la firma el contrato. Y al quid estaba, dudando, cuando se abrió una grieta a nuestros pies en el hielo y por poco me traga a mí y a todos los chuchos. Brecha que ensanchó para horror de los animales que no cayeron del lado bueno, y del chaval, que quedó de aquél y los llamaba. Ordenó que saltasen e intentaron. Algunos pasaron tras debatirse en el abismo, pero otros, la mayoría, o se mataron o quedaron cimarrones para dar servicio a quién sepa ganarse la lealtad. Y yo con ellos. Señor que pide imposibles nunca será amo, a lo sumo déspota asesino. 70


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02-08 Salvo Bestia y yo, y quien dentro de mucho se interese por la colonización de este perdido universo, nadie leerá este diario so pena que me pase alguna desgracia gorda, y la Corporación, y los jueces, quieran saber en detalle de la expedición. Espero no llegar a eso y mido las distancias. Prefiero ser cauto. Innegable que son listos como el hambre. Pese a guarecidos en una cueva, se resguardaban con un chambado de palos y pieles. Reprotegerse, aislarse en una palabra del medio, y ahorrar, es conducta a valorar y de ahí el acercarme. Antes de poder gozar con la proximidad de su fuego me dio el alto uno que lanza al hombro vino a insinuarse custodio de los sueños, y no considerando horas pese a vestir el empático, me invitó, ¡y sin acritud!, a compartir un peñasco al que ofrecía vistas el resto del mundo. Así parecería a ojos del otro por mi belfo declinado. Amanecía. De la bruma del mar salía el Sol mientras mi compañero daba por supuesto que bufaría el agua su candor. Las piedras lo hacen. ¡Sfisssssh, sfissssh! Siseó tras escupir en la lumbre y darme prueba. Saludando a lo que sería el día, también cantó, lo que me pareció entonces, un pajarillo. Al trino oído se respondió en la misma jerga desde dentro del chamizo, y casi al acto, vomitaron las pieles de mamut dos individuos de talla calzados con pinturas. Y un tercero y un cuarto. Dejaron que el centinela entrase a cama sudada para enhebrar silenciosos ellos el riachuelo helado. No iban tampoco muy lejos, trescientos o cuatrocientos metros más abajo de dónde apareciese yo, estaban los restos de un enorme león cavernario sobre el cual colgaban las enseñas que la gente circundante aportaba a la reunión. Pieles, colmillos, caracolas y plumas. Y mucha lanza y venablo. Y propulsores. De las últimas era mi comitiva y junto al cráneo dejaron el bastón de mando que representaría linaje; sentando discretos. Tras ellos dejó tarjeta otro grupo, y un último, que debía ser anfitrión, con gran júbilo de todos paseó una esculturilla pequeña, esteatopigia ella, que quizá englobase y diese recuerdos de clan; se necesitaría Un par de horas después entendí la reunión al aparecer un grupito que todas las trazas lucía de venir de lejos. Llegaban a estas tierras gentes nuevas buscando dónde asentarse. Eran del norte, y cansados de seguir las migraciones, buscaban rincón conveniente en este basto mundo. No fueron sus palabras ni el timbre, pero queriéndose llevar a buenas con estos fieros cazadores, reseñaron estos míos el camino a una tierra franca. Un poco más al sur. Siempre les reseñarían el Sur, pero ya no había más sur. Poco. Les mandaron un par de valles más allá dónde dijeron sólo vivían unos semibestias infrahumanos 72


relativamente pacíficos. Y partieron los nuevos para cotejar. Idos del sendero, y disuelta la asamblea, quedó rezagado en el sitio, envolviendo la estatuilla de barro, un hombre bastante mayor. El que hablase. Casi anciano. Buscando excusa para conversación le pregunté por la familia de primitivos a la cual condenaba, y aunque es cierto que le amargaba la jugada hecha, también era consciente del “abismo” evolutivo que les distanciaba; no entendía familia para llorar. Eran chaparros. Quizá los últimos al no quedar en la Tierra cacho tranquilo donde juntar familia. SHR de M

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03-08 Ayer me embargaban las emociones y no se me hizo principal la cosa artística. Pero hoy, nada más establecer contacto con el grupo, inquirí por la cuestión. Precisamente de Arte hablaban, de joyas, de abalorios que pensaban lucir en la gran fiesta a la cual nos encaminábamos. Se llevaba a destetar niños a una cueva no muy lejana que santuario común será para varios grupos, y usos, al estar ubicada en una cabecera que a varios valles hace risco. Acampamos, y al desempaque de los fardos, pude observar las galas a las que hicieron referencia en el trayecto. Había de todo un poco. Las sempiternas cuentas y rodetes, el ocre que haría maquillaje, colgantes de piedras trabajadas al calor, translúcidas, que ofrecen un mundo de colores. Y huesos con grabados naturalistas de reno, o tan esquemáticos, que no se sabía si lo allí trazado a buril era un ciervo descansando o la estela de otro a la carrera. Uno de estos “simplistas” trabajos cayó en mis manos ¡Buffa! Era hueso. De la caña de la pata de algún pájaro o conejo; pequeño el bicho. Grosero sería mi intelecto si no supiese ponderar la belleza en lo exiguo. La intervención artística consistió en horadar dos muescas, dos ojos, y tintar pupila negra. La epífisis del trozo le era la cabeza a la representación ¡¡Y fidedigna!! Pues hasta nosotros llegó un hombre a la guisa tocado, chamán que me enteré después, e invitó a los adultos a un ágape de bienvenida; mientras, los hasta entonces tenidos por críos, acababan de poner en orden los trastos del día siguiente ¡El gran día! Obvio que junto a los progenitores asistí a la reunión previa a la fiesta. Se conocían todos por ser del clan. Tardaban en verse, pero sabían que con la última Luna llena del frío, se encendía lumbre en la cueva y reunían las distintas ramas de la familia para intercambiar nuevas, noticias del mundo, y propiciar con el contacto el seguir manteniendo lazos sanguíneos. Nunca les he visto hacer mucho uso del interior de las cuevas, la vida la hacen en la boca y sólo entran para jugar o refugiarse si ven peligro grande, mas la camarilla que reunía, y por grupitos, entraba usando antorchas y al rato salían rejuvenecidos. Frescura tomaban del interior y curioso entré a saber de la fuente que otorga tamaña expresión satisfecha. Y bebí. Y embebí. Y no sacié. Guía de lujo, el alcahuete del gorro alto, ayudado de una lucerna de piedra, me descubrió el lugar. Mucho símbolo raro había pintado. Puntos, rayas, cuadrículas... Corrían uros y bisontes la pradera que les era una pared, mientras al techo se iban a saltar ciervos y caballos, y un oso se erguía sobre sus manos en una estalagmita. Y un glotón a pie de piso olfateando liebres. Y peces esperando despegarse de la piedra y caer al remansillo de agua que les era océano. Y, patrona del lugar, vino 74


a colgárseme la expresión sabida cuando a solas me dejaron con la luz y la “Diosa”. Diosa, sí. Por tal podría haberla tomado, por deidad soberana, de no reconocer lo mundano del modelo. La sublimación del buen vivir era el alto grabado de la mujer; casi exenta. Todo voluptuosidad y pequeña la cabeza, muy pequeña para tan hermoso cuerpo. Y al salir, y preguntar la causa del dispar criterio volumétrico, porque el dinamismo y la proporción de las bestias era pasmosa, se me enseñó la pieza de dónde sacaron ejemplo. Una cabecita de marfil truncada por el cuello, pero de tal calidad, que amén de ojos, nariz, boca y barbilla, el peinado era réplica del que luciesen al momento algunas mujeres; y otras, precisamente, estuviesen trenzando; que dejé. SHR de M

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04-08 Aquel que no haya probado este trabajo pensará la parranda perpetua si empezase el día diciendo que también iba de fiesta. Y no es que fuese a ir ¡Estaban! En lo hondo de una cueva encontré montado un tinglado que bien pudiera ser la continuación del de ayer; aunque, pinturas y gentes circundantes, fuesen distintas. Guiaba un viejo a los jóvenes novicios por las entrañas de la tierra. Sarao de varios días tenían hecho los muchachos y en el punto óptimo se encontraban, proclives a interiorizar cuanta directriz o palabra pusiese el chamán en sus ojos. Y así hizo. En el aire colgó imágenes rítmicas, consiguió que la geometría de las paredes, que las grietas, humedades, que toda forma grotesca del entorno cobrase vida. Por mucho que se frotó los ojos la muchachada, no se les descabalgó de las pupilas la impresión. Y cayeron en el trance. Ganados a la voluntad ajena, incitó a que entrasen en un estrecho camarín y tumbasen en el suelo. Muy juntitos, muy grupales. Y allí estuvieron sin moverse hasta casi agotar el aire. Desde el quicio del habitáculo descubrió el anciano a llama viva el dibujo de un caballo; un tarpán con pelaje invernal y preñez, muy preñado, pues pese a ser el volumen trazado referencia sobrada, el relleno del animal eran manchas de pelaje y unas cuantas huellas pareadas raras; algo difícil de explicar, pero eran ellos. Iban a nacer para el grupo, y en fila siguieron al abuelo a la siguiente parada. Renegamos de unos pocos pasos hechos bajando a una galería que entre boca y boca de túnel ofrecía un fondo de saco perfecto y sonoro. Allí ya había gente cargada de pinturas en la oscuridad. Y al cabo de entrar nosotros, se pusieron en pie y nos encerraron dentro de un círculo agarrándose por los hombros. Y entonaron runrún de letanía mientras los chicos seguían el hilo del viejo y bebían sin parar de unas calabazas salvajes para mitigar la sed. Entonces el anciano nos descubrió en la pared otro dibujo ¿geométrico?. Mapa me pareció del sitio en cuanto volvieron a levantar los que a ratos hacían el círculo y otra vez nos englobaban en el abrazo. Así estaba dibujado en la pared. Un “redil” con crías. Así me lo expliqué al coincidir los trazos de estas... ¿”tortugas geométricas”?... con los de la yegua preñada, aunque me haría falta entrar en la cabeza de estos Hombres, o poder permanecer con el mismo grupo unos días, y no unas horas, para entender bien. Y puede que ni aún así. No quiere Bestia darme el gustazo y me mantiene desarraigado. Por eso no seguí explorando la vía y busqué salida al exterior. Varias cabañas en un altillo del río formaban campamento. Mas lo que me dejó clavado al sitio fue escuchar de buenas a primeras música. Y música que no fuese 76


dar tres alaridos y golpear un litófono; que había presenciado hace nada. También elaboran instrumentos finos. Ya hicieron con su cuerpo bajando la laringe, pero ahora, bailan labios y dedos sobre flautas de hueso y caña. Hasta quien hizo de un tronco hueco bastidor que golpear en plan tambor. Y batir semillas huecas con ritmo. Serán la charanga para la celebración. De todo lo celebrable. SHR de M

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05-08 Muy al norte están las nieves. Algo les debe pasar para con tan excelente climatología mostrarse mustios. Apenas hablan. Buscan caza que echar a la boca o fiera que rehuir, o pozo al que tumbar los morros, y de tanto en tanto vuelven a enlazar con el grupo principal y dan reporte. Nada dijeron que hay. Nada. Se extiende un mar de hierba sin fin ante sus ojos, suculento verde, y no se presta giba de manso que rompa el horizonte. Rumian los hombres malos momentos, mientras, las mujeres, ahítas de faenas, no ven menguar sus trabajos pese a desaparecer las grandes presas. Muy al contrario tienen más. Las hay recolectando bayas y frutos, buscando raíces dulces y al paso dando garrote a cualquier alimaña. O recogiendo del suelo una nidada de huevos. Y acarrear leña y mantener el fuego despierto. Y a la lumbre todo para ver qué se puede hacer con ello. Gobiernan los humos tres mujeres. Una canta la receta, otra baila los ingredientes y la tercera, aprendiza, de sobra tiene con llevar el ritmo y aprender las cancioncillas. También “parece” cosa de mujeres el mantener las vejigas de agua llenas, y no sabiéndose fuente por delante, se desdicen de los pasos hechos y al último pozo conocido regresan. Pero no van solas, con ellas enredan los críos que aparte tienen su tajo. Las mismas mujeres que cosen pieles las habrán curtido, y fácil que sean las autoras de las herramientas que utilizan; lógico. ¡Y tratar con los que ni puedan acarrear agua! Un suplicio. ... y los hombres siguen tristes. ¡Je! Revuelta palaciega comienza a gestar el planeta. Son ellos, sin duda. No parece evolucionar más especie que les tosa los caprichos. Innegable. Pero, ¡Ay, suerte la de los universos asexuados!, su enemigo son ellos mismos. ... al tiempo. SHR de M

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06-08 Siempre que puedo hurgo en las cuevas que me caen a mano por si encuentro rastro fresco de chaparros. En la distancia, y comparando, ahora los hecho en falta. Desde que escuchase de palabra la última referencia no he vuelto a saber de ellos. Hoy sí, de forma indirecta. Llovía con ganas y la escorrentía del techo atacaba el piso de la gruta abriendo torrentera. Lava el agua los sedimentos y a ojo se puede leer la historia del uso al lugar. Y hasta quienes fueron sus ocupantes. El grupo actual, trabaja con esmero la piedra y al momento el piso está lleno de microlitos. Muy abajo, muy muertos imagino, la última pista de chaparros asomaba tímidamente en el estrato. Aunque rían también los humanos, no ríen igual. Ni llorar. Contentos están por lo bien que encajan las piezas en los mangos. Sí, ése es su invento, el manido enmangue. El mangoneo. Condenados están a la extinción, pues aunque ufanos de su ingenio, a mí lo que me parece es que se rebañan los restos. Se apura la caza y los recursos, al extremo, que detallada y especial debe ser su industria para tener éxito. En cuanto amainó un tantito echaron unas flechas al carcaj, y lanza fina en mano, nos presentamos en una cueva cuyos ocupantes mal vigilaban sus viandas, y así pudieron los míos trincar algo de carne y otras cosillas, y pese a ser vistos, no se dio la alarma, pues quien va a robar va a matar, y seco se dejó de un saetazo al vigía. Y huir. Yo no. Apenas tuve tiempo para pensar en lo que hacía al ser descubierto el muerto y darse la alarma. Confiado al empático, vi congregarse en torno a mí las dos docenas. Muy furiosos y enojados. Muy extrañados por mi neutra presencia y sus contradictorios sentimientos hacia mí. Sí, me temblaron las piernas. Contra casi toda agresión garantizan el empático, y con las bestias irracionales, por muy grandes y enceladas que estuviesen, sí he testeado. Pero eran bestias racionales con las que me encontraba al momento debatiendo los sentimientos y no entendí ocasión de esbozar mera sonrisa. Intenté relajarme cuánto pude y el traje obró. Aún así, un par hubo, hermanos del fiambre, que me cogieron entreojo, y pese a puesto a la capa del jefe, no me perdían. De ellos rehuí y creo que hice bien al acabar estos trincando el arco para salir a buscar culpables, o incautos que paguen la prenda. Pretendiendo poner distancia con aquellos, y conservar la del mandamás, rogué a éste que me enseñase el lugar, su condominio, e hizo el hombre sin dudar y orgulloso. Miserias y mugre tal esperase, aunque colofón a la visita, vino a desembocar el paseo en unos silos excavados en el suelo y que están a rebosar. 79


Seleccionan las semillas más útiles a su gastronomía y pharmacopea. Y plantando y usando van consiguiendo domesticar. Nuevo avance, sí, nuevo logro. Y nuevo enemigo también. Gran revuelo se organizó, y no por contrincante pendenciero o de talla, no. Menudos, inquietos, un par de ratones tenían en danza a las mujeres. Escobón en mano se protegían de este adversario contumaz. No. Hay días, desde luego, que en el aire me queda que no son herederos. No son amos. No. No es de recibo bailar la escoba asqueado y furibundo sobre los tatarancestros. SHR de M

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07-08 Es curioso cómo pasa el tiempo… Rápido… Lento. Poco rato estático. Siempre relativo. Desde que llevó observando al Ser Humano, escaso interés vi por ganarse la amistad de la Flora. Olvidaron que en un tiempo sólo se alimentaron de verde, hasta su cuerpo casi lo olvida en aras de organizarles un tracto digestivo que absorba las ricas proteínas cárnicas. Sigue pujando fuerte la casta heterótrofa. Aunque, y ahí reside la grandeza de esta gente, de dónde menos se espera le sale un aliado a la floresta. Sí, ellos mismos también porque son pura contradicción. Selecciona que te selecciona, consiguen que el campo les apañe lo crudo del invierno, mientras, el resto del año, se encomiendan a la vida de siempre; pero en torno al lugar. Lo malo que tiene vivir del suelo es que te ata a él. Y no es agricultura porque aran a palo y recolectan con dos; que no siegan, van quebrando el cuello de los tallos para no perder espiga, y por no perder los granos inventaron la cerámica. Y por variar el sabor la gastronomía vegetariana. Y tomé receta: Receta vegetariana para carnívoros (de un año para otro) - Consígase un terrenito feraz y límpiese cuánto se estime y crea oportuno; y apetezca; lo más fácil es pegarle fuego. Plántese lo mejorcito que haya dejado uno para simiente y mímese a la buena de la Luna hasta que dé su fruto maduro. Y recoléctese. Y consérvese. Y consuma. Pasos: Tritúrese la semilla en un molino de piedra; no hay que ser a este respecto muy exigente porque dos piedras cualesquiera valen al darles el uso la forma. Bien trituradito hasta que quede talo y pueda ser requerido para el consumo; tal que ya. Se pone harina a mansalva en un cacharro, previamente cocido, y a él se vierte el zumo de un cuévano de acebuches pasados también por la piedra. Ha de quedar una masa asquerosa al tacto, mas una vez hecha obleas, y puestas sobre la piedra refractaria pertinente, el fuego se encarga en sublimar unas deliciosas tortitas de escanda o aspirilla. Y a gusto se devoran. Es bien sencillo ¿no? Pues algo habré anotado mal. Intenté repetir en el laboratorio con algunas muestras que subió Bestia. Pero me es imposible. No paso del estado graso y grosero de la materia. Y si 81


aplico el fuego todavĂ­a es peor. Ni dejando las cosas en manos de Bestia fue factible. Tienen toque los condenados, sĂ­. FigĂłn les nace en las manos con dos chuminadas y gracias a ese Arte van cociendo Ciencia. SHR de M

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01-09 A falta de mejor reconstituyente o tentempié, los que explotan el valle se aprietan a media mañana un par de frutos fermentados, y aunque apenas mitigue el frío, les da para que rumie el estómago y de paso entibar el ánimo con los alcoholes naturales. Y como alguna vez habrán probado también, de las tierras altas bajan gentes rudas que cambian carne de monte por el suculento y alegre manjar. Hoy mismo, que costumbre y vicio les cogen las manos, se presentaron unos fulanos, que siguen llevando vida montaraz, sin nada para trocar. Por las buenas entendían que se les debía dar negocio, y de no haber hecho, no hubiese sido raro que no regresasen los del llano a su choza. Si mañana pagasen con recargo esto quedaría mercado, de no, atraco en toda regla. SHR de M

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02-09 No ha mucho, y referencia bajaba de Bestia, tembló la tierra tal sólo ella sabe prodigarse y cambió totalmente la orografía del lar. Cuenca había hecha dónde antaño hubo suelos altos, y al romper un terremoto el dique que hacía frontera, entró el mar con furia a ocupar el espacio que considere propio. Y se convirtió en río, un enorme río salado que fluía del mar a la tierra con la sana creencia de poder anegarlo todo; cosa que sin duda hará. Atendiendo a la prueba evidente que es el agua cogiendo cota, se hacen los petates y huyen con paso lento. Remansa tranquila. Ras del nivel que puedan alcanzar las aguas se supone indicará la brecha, y buscándola, se echan a los caminos preparando historieta que entretenga el éxodo forzoso con los nietos. Urden fábula de diluvio. SHR de M

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03-09 Entre las directrices de Bestia figura que debo ser lanzado en punto de potencial contacto. Desconozco el criterio ponderativo exacto, y siempre que busco explicación al descuadre, se me arguye que también hay un segundo epígrafe que exige ser zona tranquila. Y un tercero, cuarto o quinto, o el que surja, que siempre deja a Bestia con razón. Hoy, sin embargo, a mi regreso, no concibió explicación y quedó sumido en la paradoja. Me explico. Tiempo ha se clarearía un cachito de valle y sobre él se asentaría una familia. Una. Una familia nuclear. Padre, madre e hijos. Y quizás algún abuelo. Al que podría haber ejercido por tal lo encontré sentado junto a una acacia viendo como corría el humo el lugar. Frío él, abstraído, aunque bajo tierra tuviese toda la familia. Me invitó a sentarme a la vera y exprimió su conciencia. Y me contó; igualmente hubiese confesado al aire sus lamentos de no estar yo, mas estando, tomé asiento orillado y escuché la narración. Fueron una familia fuerte y próspera, aunque ahora sólo pavesas volasen el horizonte, sin embargo hubo un tiempo de bonanza en el que buscaron hueco propio en el mundo y creyeron haberlo hallado. Y durante algún tiempo lo fue. Levantaron un par de chozas al no hallar cueva oportuna, y les marchó bien la cosa de trabajar la tierra, pues aun de rastrojos y hierbas furtivas, también pudieron alimentar ovicápridos y así garantizarse el capricho de la carne ¡El lujazo! Todo fue estupendo hasta que los dos hijos mayores tomaron determinación de buscar tierra propia, lejos de la familia, en vez de ensanchar la que ya trabajaban. Lo intentaron. Si a mí me convenció el viejo de lo desafortunado de la idea, supongo que de igual modo hizo con ellos y continuaron conviviendo juntos mientras la frustración engendraba recelos. ¡Pero el padre estaba gozoso teniendo los hijos bajo el mismo techo! Y, ¡ay!, viéndose vencido por la edad el hombre, dejó en manos de un vástago el decidir sobre el aprovechamiento de la tierra, y en el otro hermano gobernar sobre las bestias. Y le pareció entonces ser la más sabia de las decisiones posibles. Y fue. Roturaron más campo las manos que aportaron los nietos e hicieron rebaño trayendo ganado de las cumbres. Los últimos días de su vida se sintió el ser más importante del mundo viendo trabajar junta a la familia. Y prosperar. ... Todo ficticio. Mal viven juntas plantas y ganado si no son del mismo amo. Y aún siendo, era tan difícil el equilibrio, que en cuanto una estúpida cabritilla entró a un campo de mijo 85


y leguminosas organizando estropicio, se aventaron los que se sintieron ultrajados y se dieron muerte tontamente unos a otros. A todos dio tierra el anciano tirando a una sima. Y también repartió fuego a la explotación sin mayor dolor que saberse solo. Y no solo del todo porque estaba yo. Entonces reparé en el cuchillo de sílex que llevaba en una mano, y sin poder evitar, se abrió la garganta desangrándose con el ocaso. Y ni quejar. El Hombre más rico y poderoso que hasta el momento haya encontrado en la Tierra, murió en la más absoluta miseria. Y no material. ¿Les merecerá la pena el esfuerzo? ... Sí, Bestia también se bloqueó. La nanotecnología cuántica estará echando humos intentando computar. SHR de M

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04-09 Clima seco. Hará que no llueve la tira y donde me depositó Bestia sólo agarran cardos y cactus; dura se debe tener la encía, y áspero el paladar, para ir tirando en estas tierras. Las cabras sí viven bien. En lo hondo de una cárcava bebían cuarenta o cincuenta ovejas mientras desde lo alto del voladizo se las custodiaba. Bastaba un muchachillo para preservarlas de cabrones ladrones y de humanos similares, el resto de la gente que compondría la cuadrilla hacía extras buscando ejemplares salvajes en las cercanas estribaciones. Incluso si hallaban del ya estabulado, no les costaría apacentar con el propio. Dispuestos estaban. Siguen siendo gente brava y así me los pintó el pastorcillo. Él no, él no pintó en sí nada porque todo el friso del abrigo estaba decorado con dibujos antiguos; aunque tantos estilos había allí como manos se hubiesen aplicado. Y técnicas. Mucho asaeteamiento de ciervos era el tema, mucho humano de paseo o bailando, o laborando en las alturas para hacerse con panales de abeja. O nidos de pájaro. Hasta figuras zoomorfas. Y guerras. Abiertamente se pintan dándose muerte unos a otros en una declaración de intenciones, tan clara, que no tengo por menos que admirar la franqueza. No se concibe mayor desgracia y ellos se jactan dejando para la posteridad. Y esto, de paso, me da para enlazar con otro tema que creo de crucial importancia. El por qué. Sí. El por qué persiste Bestia en buscar en la Tierra negocio si tiene todo un sistema solar para explotar; una infinitud a un salto. Leo los registros de otras estrellas confirmando que están totalmente inhabitadas y por lo tanto a disposición de quien las quiera. Él enterca aunque yo haya puesto los peros del lucero, él está en cerrar negocio con la Tierra ponga la objeción que ponga o cuánto juego le proponga. ¿Qué será lo que quieren realmente de aquí? SHR de M

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05-09 Vuelve a llover a espuertas. Y ése no es el mayor problema. Hasta ahora se me mandó a observar individuos aislados o estructuras familiares. O pequeños grupos. O bandas. Hasta clanes. Les he visto vivir al límite de sus posibilidades llegando a compadecerme, ¡y compartir rigores!, pero he aquí que hoy, buscando refugio a la chaparrada, entré a la carrera en lo que tomé por covacho. Tres pedrolos enormes hincados en el suelo eran cimientos a otra laja pétrea puesta por techo. Aunque simple, esa estructura no la levantaron cuatro monos. A lo poco habrán sido cuatrocientos o el millar. De lejos se trajeron los bloques. Aquí se puso en danza mucha gente. Aquí tienen una estructura social a tener en cuenta. Así se lo hice saber a Bestia y rogué por el intercomunicador que reelaborase los cálculos y procediese a redepositarme en el punto más próximo al hogar de los responsables que erigiesen la mesa pétrea. Pero ni contestó ni dio señales de haber recibido. Abandonado, como siempre, a mi Suerte. ¡Y que no me falle! Busqué señal y la hallé en formato choza. Adaptada a su entorno, aprovechan una gran roca para ahorrarse muros. El techo brezo y paja, y por puertas y ventanas sólo un agujero. Y otro para dar salida al humo. Habitada estaba porque el dintel enmarcaba dos o tres curiosos. Risueños ante el mal ajeno, me invitaron a su humilde hogar. Están relativamente acostumbrados a las visitas y me solicitaron noticias de cualquier tierra que hubiese visitado, o gentes que conociese y pudiese interesar tener tratos. ¿Habrán cogido el hilo del Universo en el que viven? Conscientes son por lo menos de su existencia en el planeta al hacer saber a los demás quiénes son ellos. Sí, el baranda de la cabaña dio a entender que ellos y sus vecinos son los autores del aviso, los constructores del dolmen que da fe de ser los dueños de la tierra, “usuarios” a mi entender, y que quien venga con cualquier intención debe considerar el poder que tienen cuándo aúnan interés. Aunque será esto muy de tarde en cuando. Realmente hablan de sí tal que si fuesen los parias dentro del grupo. Asegura el viejo sólo tener un tatarabuelo enterrado bajo laja, y algo proclives a la protesta los entiendo. Quejan estar demasiado alejados del actual circuito de dadivas que suelen traer consigo los que buscan negocio. Yo no. Yo observo. El de los tratos es Bestia. Me miraban sin comprender. Y seguían esperando de mí algún presente. O, en su 88


defecto, que esbozase interés por cualquier cosa del término. …… ¡Ja! Las corruptelas serán también cosa de la Corporación. SHR de M

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06-09 Juegan. Les vi evolucionar del simple tirarse piedras con intención de descalabrarse, o flagelarse a rama, a intrincadas reproducciones de la vida de sus mayores con sus muchas reglas y condiciones. Tienen juegos muy elaborados, y hoy fui testigo de uno con un intríngulis especial. El juego en sí es absurdo al igual que otros tantos que disfrutan, consiste en arrojar por una buena ladera, que acaba en acantilado, una rodaja de árbol cortado. Una loncha de madera que corre la pendiente, y quien logra tumbarla, es designado campeón del festorro y se le dispensa trato singular. No creo siquiera que sea un uso extendido, debe ser endémico de estos andurriales y digo yo que por eso disfrutarán. Pero, y de ahí lo excepcional, hoy se suplantó la rodaja natural del árbol por otra muy grande aunque confeccionada con tres piezas; una rectangular y dos redondeadas que formaban círculo cuasi perfecto. Una rueda, sí. La concurrencia protestó oliendo que desmigase antes del cuarto giro, aunque quien importó el invento es uno con renombre de trotamundos y se le dejó finalmente hacer. Y al soltar, y enfilar su sino la rueda, por rodar más lejos y más rápido de lo que hasta el día tengan celebrado, que ni se pudo rozar, rompieron en risas y aplausos y rogaron al aventurero que les contase más sobre los carros; y de cuanta cosa curiosa haya visto en su largo viaje río abajo. SHR de M

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07-09 Tengo el alma rota, llena de niebla y mala luz me orienta. Escucho el rumor de Bestia trajinando incansable. No puedo sobreponerme al pesar y me embarga la desazón. Nada se me hace bueno. Son cosas propias que a santo no viene contar, mas honesto, reconozco no ser buen observador; estar a la altura. Lo siento. Se me dejó en una cañada y por ella anduve hasta dar con redil. Allí, tres o cuatro hombres intentaban coger una bestia, a la cual, se marcó con propósito de espetar. Un suido de tercera generación, que por ascendientes silvestres, aún no entendía la disciplina del cercado y se obstinaba en salvarlo de un salto. Y huir. Corrió el tío tanto que quiso sentirse seguro en una madriguera de zorro abandonada. Hasta el fondo entró y tras él mandaron un muchachillo muy escurrido con una cuerda y la orden de atársela al guarro. E hizo al quedar tenso el cabo y correr el túnel la voz. Y voz también dieron ellos instando al muchacho a salir, cosa que estaría haciendo cuando se derrumbó la madriguera exhalando la boca una nube de polvo. Se pusieron al acto a quitar piedras cavando con las propias manos, mientras, uno cogió breada urgente partiendo a pedir ayuda. Con él marché para saber quién poseería excedentes de fuerza, o conocimientos, para sacar al muchacho del brete. Y no nos hizo falta llegar al par de cabañas que había en pie, a fuerza de gritos estaban sobre aviso los que venían y apenas hicimos la mitad del trayecto. Una anciana, que posiblemente tuviese sangre común a todos los allí reunidos, tomó el mando del cotarro y ordenó seguir trabajando el derrubio, al tiempo que con palos finos mandaba pinchar la hierba del piso a la redonda por si se podía calar hasta la madriguera. Y esperanzas hubo mientras el sedal respondió a los tirones que se daban desde los extremos, pero al cesar de un lado acabaron todos por desesperarse, y salvo la abuela, dieron por muerto al muchacho. Y detuvieron toda actividad con la caída del Sol. Yo no. Yo, miserable, esperé a que se fuesen para introducir en la grieta una carga ultrasónica y hacer arenilla las piedras y cascotes que cegaban el paso. Y conseguí. Y poco esfuerzo me llevó toparme con el chico y el corato. Y ningún trabajo extraerlos estando ambos muertos, o eso pensé, al no dar problemas para dejarse arrastrar al exterior. Una vez fuera me di cuenta que el chaval sólo estaba saturado de su propio aliento y no me costó despertarlo. Al cerdo sí. Imposible. Aún así, me sentí tan contento que puse el bicho en brazos del muchacho y le animé para que corriese a su cabaña y le diese la sorpresa del año a la abuela. E hizo. Ora trotando con el cochino a 91


cuestas, ora arrastrándolo, volvió a su choza entre grandes gritos. Los suyos, y los de los que creyéndole muerto viviente le exigían que detuviese el paso y tornase al agujero; al día siguiente le darían sepultura y no tendría necesidad de vagar ni ulularle a la Luna. Y no hizo. ¡Y le mataron sin dolor pues lo sabían muerto! ¿Qué he hecho mal? ¿Qué he hecho bien? ¡¡Qué hice!! SHR de M

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01-10 Le dije a Bestia que hoy no tenía cuerpo para observar nada y que me iba a quedar trabajando en el laboratorio. Algo quejó aunque no hice caso y me senté a comer. Despacito. Son copiosas nuestras comidas en comparación con las humanas, mas yo sólo trasiego una vez al día el engrudo mientras ellos estarían dispuestos las veinticuatro horas si se diese. Me sacia ponerme en el caso, al punto, que aprovechó Bestia el coscorrón post-ingesta que pegué en el sillón del laboratorio, para mandarme a la Tierra. Supongo que por mi renegrido semblante afinaría. En medio de un cerrillo de túmulos me dejó, y supe que eran túmulos funerarios, y no ondulaciones del paisaje, porque una mujer oraba con sus hijos ante uno abierto. Algún tipo de rezo o conjuro sería a los muertos. Bebían por turnos y por orden también quebraban la vajilla. Y ahí estuvieron largándole al aire sus salmos hasta que trajeron los despojos descarnados del, supongo, marido. Y túmulo dentro procedieron a dejarlos. Y pasó algo extraño. La mujer, al verme, se asustó. Y no sólo ella, de los presentes me transmitió las sensaciones el empático y estaban aterrorizados. Quise disipar sus temores mostrándome amistoso. Alboroté el cabello de un chaval queriendo transmitir algo de empatía, aunque casi mato al chico pues aun en los pelos percibí el redoble del corazón saliéndosele de la caja. Y paré. Se marcharon a tiritona discreta sin perderme la cara. Siguieron caminillo adelante hasta unas pocas chozas de mampostería pobre y cal muerta. No creo que fallase el empático, no. El lugar crisparía al más pintado. Ya no los túmulos en sí, la Cultura que levantase el complejo sin duda sería la interesante a nuestros negocios, mas al momento, o trotan con los trastos a otra parte o… o simplemente se extinguieron, sí. Allí sólo quedan cadáveres. Desde luego de lo que es prueba inequívoca el sitio es de la disparidad tecnológica que manifiestan los habitantes de la Tierra. Sus Culturas. Supongo que incluso pudiera ser que yo estuviese buscando amo del mundo entre gente ágrafa inapropiada, mientras en alguna parte del planeta se haya descubierto el motor atómico, o el gravitacional, y yo sin saber. Me da de lo factible si sigo dejándome llevar adónde quieran. Me tumbé a esperar la llamada de Bestia dentro del túmulo al no saber de dónde saldría tanta gente, pero pusieron cerco al hipogeo. Y muy nerviosos todos. Aunque ninguno tanto como para querer ser el primero, mas detonada la situación por cualquier tonto azar, quizá ni el empático me librase de la arremetida. No hicieron, no. Estuve esperando algo así como una justicia poética y que en el último momento, antes de transferírseme al enlace, se me viniese abajo la falsa bóveda por cuestión de Equidad Universal. 93


Y ya digo que no pasó que por algo he escrito hasta aquí. Y aquí lo dejo. Bien comprendí hace mucho que mi puesto es relleno que demanda el formulario. Ahora mismo aprieto el botón y vuelvo a casa. Esto está acabado. SHR de M

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02-10 Sí. Ayer pensaba hacer e hice. Toqué el botón. Me acosté convencido, pensando que al despertar estaría a un arrechucho gravítico de mi hogar. Es de imaginar, levanté con ganas para ver mis estrellas, mas allí sólo estaba la Tierra. Azul y viva cómo pocos planetas en esta galaxia. Un sueño si pudiese compartir. Bestia estaría esperando retahíla de reproches y aguardaba sin perder un píxel. Lo más seguro que tuviese preparada justificación y mil cláusulas y notas legales a las que me comprometería cogiendo puesto. Seguro que sea así. Por eso no protesté, y simplemente, tras almorzar, eso sí, me dirigí a la unidad central de Bestia y, saltándome todas las normas y cerraduras, accedí a la memoria sensible. De los dieciséis estados conocidos de la materia, de no ser más a la fecha, tres de ellos me son sencillos de entender por cotidianos. Del par siguiente sé de su existencia por referencias y algunas aplicaciones en transportes y telecomunicaciones. Del resto huelga siquiera intentar recordar el nombre al ni siquiera comprender. Pues bien, el corazón de Bestia resulta ser una extraña aleación subcuántica que a la vez se presenta en todos esos estados; muy sensible e inestable. Y con la barra que antes me allané el camino, le plantee a Bestia un cambio de estado a la tremenda. Y se avino. Bueno, prometió abordar los temas que quiera aunque después del salto que tenía preparado, y que aseguró, me serviría para entender. No me dejé convencer tan fácil, eh. No. Se lo tuvo que currar el inorgánico y por lo pronto le saqué un enriquecimiento de los neurotransmisores del suero y ¡licencia para celebrar mi onomástica! Amén de palabra más que firme de explicarse al regreso. Bajé pensando en mis cosas y mucha atención no presté. Sí, interesante era el momento pues una joven leía la lista de la compra. Punteaba en una tablilla de barro simbolillos cuneiformes y dí por hecho el invento de la escritura. Vamos, supongo que primero descubrirían las cantidades poniendo símbolo para no olvidar, y por imitación darían grafía a sus palabras. Sí, otro paso de gigante, pero ¿qué carajo tenía que ver esto conmigo o con lo que yo le pudiese demandar a Bestia? Sí, vale, si mi trabajo consiste en dar con humano que pase por amo del mundo, éste bien lo podría ser, porque, pese a muchachilla, era la única que entendía de números, y sin rechistar, a su voz, otros más fuertes y ricos obedecían sin levantar los ojos del suelo; que del fisco parecía nota. Cuando comprobó que estaba punteado todo, ordenó que cargasen y arreasen sin demora, al filo del día les iría llegar a la siguiente aldea que auditar. 95


Poca magra vi aplicable a mi caso, y escaldado, a mí regreso tiré de barra y me acerqué de nuevo a la unidad central. Mas la selló. Trabajaron a destajo chapistas y soldadores robóticos y ni ruido saco a la puerta aunque atize con toda mi mala baba. Se ha blindado. ¿Por qué? ¿Qué teme? Aquí si alguien teme algo soy yo. Por mucho que pulse, no sé dónde daré a despertar. Si despierto. SHR de M

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03-10 Hemos tenido la charla que pendía. Apenas me aclaró nada Bestia, aunque al menos recalca que la prioridad absoluta es mi integridad; por eso puedo estar tranquilo. Lo que algo inquieta, es que lo siguiente en importancia, de la misión, sea cerrar el trato con el sesgo menos gravoso para la Corporación. Y cuanto antes. Sin tapujos, al ser legal, me explicó que el programa director selecciona unas cuantas variables posibles atendiendo a los datos recabados con las sondas automáticas. Y Bestia, a su vez, y ponderando mi seguridad, y los beneficios del negocio, y otras tontunas al uso, acaba decidiendo cuál es el lugar idóneo. Y cuándo. Me gustaría tener voz en eso y así lo dije. Y diría que rió si no supiese de lo imposible. Millones de cálculos son necesarios, al extremo, que una vez detallados los pasos lo entendí puro azar. Pero no debe ser. Tardé un poco en entrar por el aro e intenté mis propios números. En la primera emborronada las coordenadas me dieron muy próximas al Sol ¡fuera del planeta! La segunda, me mandaría al medio de un gélido océano, y la tercera, pronosticaba encuentro venturoso en el seno de un volcán activo. De dementes confiarse a los cálculos propios. Quizá queriendo dar ejemplo de maestría, me depositó Bestia muy suave sobre un lecho de hierba. Siendo primavera el lugar no reaccioné hasta que el Sol me tocó, y fue para arrebujarme en la manta de sus rayos y seguir dormitando. Aunque no pude. Alguien andaba gastando yunque. Cerca, ni a un tiro de piedra, un viejo, una joven y una niñita, se enfangaban en los golpazos y en cebar el fuego. En un horno rudimentario cocían cacharros de barro mientras el abuelo daba forma a unas planchas de cobre. Cada tres puntas de flecha manufacturadas, una quedaba para él y las otras dos cedía a las mujeres. De todo lo que tenía iba haciendo reparto. Preparaba ajuar funerario propio y dote para la hija huérfana y la nieta “desabuelada”; sí, porque a la vera también tenían la yaya tiesa. Allí no había futuro y testigo fui de la buena voluntad del anciano, al sugerir a la joven, que de morir antes de acabarse de cocer la vajilla, le pusiese al costado la que tenían acordada y que luego arramblasen con lo que pudiesen cargar. Dicho esto el hombre arrastró el cuerpo de la esposa a un silo cercano y él mismo cogió postura acurrucándose junto al cadaver. Mas no murió. Levantó a mediodía ¡que por comer levantan de la tumba! y sentó a degustar un escurrido hervido de hierbas con tortugo de tierra. Olía bien. Y mejor sabría pues sorbieron de las escudillas sin recato y con placer. Tras el último sorbo, se levantó el viejo y fue a tomar acomodo para la 97


siesta eterna; que le será. Ya no levantará, no. La hija lo entendió tras un respingo hondo, y después de comprobar el deceso, les echó el ajuar y dos palmos de tierra. La niñita se llama Lambda y la joven Eidibei, van camino de un posible futuro junto a una tía lejana. Lejana en el tiempo, y en el espacio, a la cual, encontrarán, encontrando quien haga cerámica cómo la suya. Lleva prueba, y mientras yo acunaba a la niña ella me enseñaba. Sabe que el uso del vaso campaniforme es muy común, mas su sangre siempre gustó decorar con un dibujo inciso característico y no parece amilanarle la empresa. Diría que le enardece no saber si la familia que le queda la tiene a diez kilómetros o a diez mil millones de parsec. Le será lo mismo. Y así supongo que deba ser. SHR de M

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04-10 Iosto vaga por las sierras con su hijo. Otra hija y la mujer le hicieron familia pero se las comieron los mosquitos y unas fiebres; desde entonces nada le parece adecuado y busca terruño junto al pequeño Dagba; y éste contento y faltriquero. El muchachillo sabe de mares, puertos y barcos sin tener olida la sal. Y aldeas y pueblos no le tienen secretos aunque el covacho que nos acogiese se le hiciese fortín. ¡Ja! Y el mundo, y sus gentes, tampoco le arredran pues con él va el padre y nada teme. Y con razón. Duerme sin preocupaciones el chico mientras el progenitor se orienta. Busca tierras que nadie quiera y que den asiento para instalarse con la familia. Si, loco, lo que busca es la muerte, a mi entender, al alejarse a posta de todo vestigio de civilización mientras arrastra consigo al hijo. Bueno, y el saco de huesos que dejó el pantano. SHR de M

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05-10 Desde que usé aquella puñetera carga ultrasónica, no quiero portar arma o cuchillo multiuso, ni tirita llevo encima, al confiarme al empático; raciones energéticas para unos días siempre bajo por si acaso, y alguna luz de emergencia. Nada más. Y creo que obro bien, pues de llevar hoy encima la cacharra, a más de uno hubiese desintegrado. Sin dudar. Desperté en una cabaña llena de humo. No ardía todavía, pero haría al acercarse con paso decidido un gachó con muchos brillos y una antorcha en la mano. De las catorce cabañas que eran aldea, trece bailaban fuego crudo, y antes que la mía danzase, salí al encuentro del hombre de la tea en ristre. Y temer. Era jefe de horda guerrera haciendo razia en tierra propia. Dijo. Y creí. Por lo menos era el dueño del momento, los supuestos lugareños, los que aún vivían, aguardaban de rodillas y con soga al cuello que el hombre de la antorcha les dictase la suerte; ellos eran gutis, y los que enarbolaban el mango de la espada acadios. Enemigos. Bueno, los acadios no entienden contrincantes a estos “desvergonzados” gutis que sin permiso levantan campamentos, en tierras, que tanto costó unificar a reyes como Sargón o Naram-Sin. Estos dijeron obedecer en concreto la majestad de un tal Sharkalisharri, que tenía dictada sentencia de muerte para aquellos que fuesen cogidos asentándose en su basto reino sin permiso. Y obedeciendo al edicto, en el mismo sitio procedieron a decapitarlos. Mientras tumbaban la hilera el jefe me contempló no sabiendo si endosarme origen guti u otro más abyecto. Acadio no me vieron, no. Afortunadamente, en cuanto estuvo lo suficientemente cerca para que el empático tomase onda ya se despreocupó el fulano de mí. Y me pude marchar. Esto es una guerra étnica, táctica, prueba irrefutable que gente tal la que esperamos, y andamos buscando, aún está por llegar. O puede que sea testimonio de su activo concurso. Quizá tuviésemos que preguntar a esos salvajes dónde para su jefe supremo. Y concertar entrevista. Y puede que todavía ruegue a Bestia, si me hace el favor, y concreta sobre ellos el cañón de neutrones o el de partículas; me es lo mismo. SHR de M 100


06-10 Una recua de asnos cargaba dátiles confitados y lana de oveja hecha varas. Era un pequeño agasajo que mandaba el oasis de Tqrat al poderoso señor que les deja vivir. Amnurabi. Antes debían pleitesía y lealtad a un sátrapa local que les permitió coger un apéndice insalubre del Eúfrates y drenarlo. Y desecar. Y por cómo se ven los productos y quienes los ingieren, y las bestias de carga que también tienen su pelaje lustroso, diesen a trabajar con tal mimo y esmero que difícil no será que se extienda la fama de sus productos allende los confines, y el tiempo, si de ellos gusta el mismo Rey de Babilonia; que ése es el título del señor que buscan. Hicimos a paso lento la orilla del río, quedaba todavía trecho para llegar a la siguiente aldea, y no pudiendo esperar a tener mayor intimidad, me preguntó un arriero por mi origen. Nunca vio un atuendo semejante al mío. Y tampoco nadie cómo yo. Obvio. No le dije nada pues nada me venía a la boca excepto la verdad, y no queriendo embrollar más, al no ser el único en sentirme un puntito de extrañeza, me eché a los hombros un capote circunstancial que traía un burro colgando, y al acto, desapareció el posible recelo; no viendo, no temen. Pese a complicarse la existencia, siguen siendo de un simple que da pena… ¡Mamíferos! En el poblado enlazamos con otra expedición a la capital que contaba con escolta armada. Se desconfía de los propios vecinos de los poblados que se atraviesan. Está concentrado el poder en Babilonia y mucho se cuidarán los príncipes locales de tocar ningún bien que vaya para el rey. Ahora no hay ladrones sabidos, no, ahora cualquiera se da a la felonía, con tal frecuencia, que el propio Amnurabi mandó escribir en soporte imperecedero, y al alcance de los ojos, las leyes a las que habrán de atenerse todos sus súbditos. Y aunque los castigos se me describieron severos, nadie hará mucho caso, porque sin ir más lejos, la guardia que nos custodiaba se revolvió y les dejó en cueros. Y al que se resistió o puso algún pero le aviaron. La mayoría huyo corriendo y no creo que denuncie, pues ¿en quién encontrarían justicia? Yo no sufrí oprobio, el empático se basta para mantenerme a buen recaudo si por mis medios no hago yo. SHR de M

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07-10 ¿La típica imagen del paradisiaco rinconcito? … “Cnosos”. Clima de ensueño y a tiro de escupitajo un mar cristalino muy tranquilo. Una islita preciosa. Sin embargo, inconveniente al sitio es el alojamiento al presentarse humeante y ruinoso. Debió ser alegre y concurrido, lucen chillones los colores que todavía quedan legibles en sus muros; mucha mar; mucha onda, delfín y calamar; y mucho joven dando volatinas y jugándose la vida en los mismos morrillos del toro. Es un auténtico palacio; lo fue; el primero que veo por estos pagos, y aunque en ruinas y habitado por andrajosos y canalla, disfruté de lo lindo husmeando. Amplio complejo. Ya imaginaba cosas parecidas al insinuárseme ayer unos jardines colgantes a orillas del mismo río. Hoy, recorrí sin que ninguna autoridad competente me detenga. Cnosos está franco. No puedo objetar nada a las coordenadas espaciales de Bestia. Hala, ahora, en lo que respecta a la temporalidad, tenemos una clara tendencia al yerro. No damos una. O hace aposta Bestia; que tampoco me extrañaría. Los actuales habitantes no echan de menos los tiempos de esplendor. Son amos en ausencia de señor mas fiero, y conscientes del poder, ¡y por hacer algo!, me ofrecieron trocar mi mono de trabajo por un esportón de brillos pobres. Le llamaba la atención al que comandaba la hoguera que cambiase de color. Fijación deben tener al no saber lo que les atrae de él, y demostrando lo buen recurso que es, hábito que he decidido tomar, echándome encima un trapo a la guisa de ellos se desvaneció el tema de atención, y proponiendo cambio de tercio, y adelantándome, les solicité información sobre los vecinos más fuertes que tengan. A quienes supongan habrán de temer el día de mañana si descuidan. Y larga es la lista, pues con otros paisanos de la misma isla, tienen tratos amargos en caso de cruzarse. También miran al mar para cuidarse de cualquiera gustoso de enmangar filos echando leches. Aunque si de señorío buscaba reseña, al momento todo el mundo sabía, aseguraron, que “los egipcios son los putos amos”. Literal expresión que trasladé a Bestia a mi regreso. ¡Y vaya si sabe! No habrá fuego que se encienda en la Tierra del que rápido no tenga noticia, con más razón estos que refieren los de la isla, y que pese a vivir al otro lado del mar, tan alto concepto se tiene de ellos. Si aceptas peticiones, Bestia, por favor, mañana, a ver si puedo tratar con gente 102


que al menos no intente timarme a mĂ­. SHR de M

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01-11 Por lo que aprieta la vida estaba el santuario lleno, así que a nada de una mala racha climatológica, y un par de guerras, no caben más exvotos en el recinto e intramuros no se pueden enterrar siendo pura roca el suelo. Y arrojan al agua. De vez en cuando se limpia y hace sitio. Al pie el mar es hondo, aunque hay quién espera la ocasión y aprovecha. Sí. Un fulano recuperaba las figuritas dedicadas a las deidades y llevaba a revender a poblaciones un tanto apartadas. De allí le venía al autor del apaño la fama de artista del bronce, y en el otro lado, por no verle entregarse nunca a ninguna labor de provecho, se le tenía por el felón que era. Y he aquí que le pillaron. Yo llegué en el momento que la turba le precipitaba por el acantilado. Y entendí, que a su manera, él era exvoto de toda una Cultura. Ofrenda a la Ley y el Orden; y al control de materia prima. SHR de M

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02-11 Hoy seguí a un grupo numeroso. No son el primer contingente que atraviesa el cordón de cumbres buscando valles y planicies de loes; fértiles para explotar un tiempo. Para lo que llevo visto, estos van bastante zurrados aunque parezcan andarse por territorio propio. Lo es o lo será pues la compaña llevaba en una cara dos semblantes. Tristes están porque arrastraban en parihuela a uno de sus más notables miembros muerto en accidente de caza, y contentos también lucian al ir a casar la viuda con el jefecillo local dando patria al resto de la tribu. Los hombres reían un negocio y las mujeres otro. Y creo saber la razón. Reían las comadres en la marcha pese a que se sabe al futuro compañero un redomado feo, y bastante zafio, en comparación con el difunto. Muy brutote el que espera, aunque la viuda, novia, ríe la que más al llevar en las entrañas hijo hecho. Ella posiblemente nunca llegue a conocer la feracidad del sur, y sin hacer, tampoco mala vida llevará siendo la consorte del jefazo. Sí, su hijo será el que salga ganando y podrá tomar lo mejor de ambos mundos o correr a buscar el propio todavía más al sur. Al Sur. Sus pensamientos eran ojos anhelando el calor. Antes de presentarse en el nuevo hogar tendrían previsto despedirse del malogrado prócer del grupo y a llama viva le lloraron. Les dejé incinerando porque mal olor hace la carne humana para mi gusto; y más si socarra. No será la primera vez que hacen ni la última, precisos fueron para calcular por el peso la cantidad de combustible necesario, y por si se marrase, y siendo principal, las pocas cenizas y restos que no aventen irán a una urna. Y ésta, o la dejan bajo tierra o en alguna grieta honda de la montaña. Y el muerto al olvido y ellos a correr vereda. Bien veo que van mal. Estos le cogen rápido el gustillo al sitio y se acoplan por sobrados. Intenciones no faltan al reír sinceros. SHR de M

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03-11 Un joven contaba pasos desde una roca notoria. Veinte, y después, tres hacia el orto del Sol otoñal. Aunque exacto, a la segunda cala dio con el tesoro que buscase, y tras excavar un poco, extraía una orza bastante pesada. Y con él llevó junto a un fueguecito. Rato se tiró mirando la olla sin querer destaparla. Leyenda casi era al confesar el padre en el lecho de muerte. Y dentro, tal se le susurró y acabó comprobando, quince hachas de bronce, intactas, nuevas de no usar al pervivir la rebaba del molde. Una fortuna, sí. Bueno, él me aseguró que es vacuidad al no servir las piezas para tala alguna. Son mero convertible de excedentes y no han dado servicio hasta hoy, y hoy sólo necesitaba un par para cambiar a un hombre por una hija. Una chica que le tiene sorbido el ánimo y que con sumo placer sustraería de la tiranía paterna por la fuerza; pero al cabo ella de los suspiros, con él urdió plan para quedar bien por lo menos con el suegro, y luego ya, si te he visto no me acuerdo. En medio del lago era la cita. A ella acudió el hombre con la hija; y otro hijo que perchaba. No les gustó verme, llevaban doble juego y temieron vérsela entre iguales. Aunque al constatar que no, y que el empático me daba cobertura de familiar del novio, se olvidaron resquemores empezando la negociación. Dos hachas era lo estipulado y cerrado, mas al ver que en la orza se le escapaba la docena, dio un golpe de mano el viejo proclamando otro pretendiente intempestivo a la moza. Tontería la media tinta, así que se igualó la nueva oferta, ¡y subir el resto!, para alegría sincera y buena de la familia política. Y transbordada la novia, entregó el yerno el monto bruto desfondando la nave del suegro. Y reír la muchacha al padre que marque en el agua dónde queda el tesoro. SHR de M

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04-11 Digo yo, que por poner guinda, no tuvo mejor ocurrencia Bestia que dejarme, a media ladera, en un desconchón del enlucido de una pirámide. Sí, por fin Egipto. Cerca del río que discurría más allá distinguí un vergel habitado, oasis, aunque poco seguro estoy debido a la calima, y no niego que pudiera ser espejismo, al dar por sentado, pues mera reseña eran otras pirámides circundantes menores, que colosales mentes se hubiesen asentado en el orbe. Y bien digo que pudiera ser ilusión al no consultarlo con el empático, y que por lo menos, con los humanos que topé, son gente de moral comprometida y propensos al embuste. ¿Los atraeré? Conocí a una familia de honorables ladrones que se dedica a expoliar a los muertos. Y me parece estupendo. Y a ellos, claro. Camarada me hicieron y nada más pisar tierra me ofrecieron agua y alabaron el peligroso descenso; de tardar un poco más, me hubiese cogido el Sol, y entonces dudaban, por mis trazas, que hubiese podido contarlo. A un tal Path, que es deidad, reían que hubiese dado el bis. Ríen mucho. Me recuerdan a los chaparros aunque ni por asomo se parezcan. Cualquier pregunta la envuelven convirtiendo en ocurrencia que celebrar. Beben y consumen con garbo de amos, aunque de serlo, serían reyes de bandidos y no faraones. Eso no. Los faraones debieron despegarse demasiado del suelo, vivir sus fantasías ultraterrenas antes de tiempo, dilapidando los recursos del Imperio. Sí, Imperio. A día de hoy, me refirieron que cualquiera de sus vecinos estaría en condiciones de darles tunda de aupa si lo supieran. Bueno, a los pueblos del otro lado del mar sí creían que mantendrían a raya porque tampoco estarán los otros para grandes empresas. Pero a los hititas… Ay, los hititas. Qué miedo no se les tendrá en estas tierras, pese a bien lejos de fronteras, para al burlón griterío que organizaron mis compadres, por darme fe, al momento, digo, levantó tanto revuelo, que las pocas personas que por allí pululasen tomaron camino del espejismo sin cuidar de nada; pues nada tienen los que viven rondando cementerios. Y a grito puro se propagó la falsa alarma. ¡¡Hititas a la puertas!! SHR de M

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05-11 No soy tan tonto, no. Los cálculos que eché el otro día tampoco estaban tan desencaminados, y hoy me plantaron en las coordenadas obtenidas por mis cuentas; kilómetro más, kilómetro menos, milenio arriba o abajo, justito en el volcán. Eso también, de bajar cuándo yo dije, lo más seguro que el empático, y mi menda, no estuviésemos de una pieza. Se produjo una terrible erupción. El campo lo insinúa. La mar lo dice. Y la costa lo pregona. Mal amarre no ofrece sin embargo lo que queda en pie, y con grandes trabajos, intenta la gente rehacerse; rigores se arrastran del cataclismo y no sólo orográficos. El colapso de las Culturas que tuviesen sito en las inmediaciones no se hizo esperar, y en el vacío de poder, habituados al rigor, los que llevan al día las cuentas de la existencia salieron ganando. Los desarrapados. Los Pueblos del Mar. De ellos se habla en bajo, y siempre, tras mentar, escupen al suelo. Así lo hacen los pescadores que encontré. Incluso yo hice, y aún haciendo a favor del viento, vamos, que no funciona el bobo sortilegio, se dejó ver en la línea del horizonte una escuadra. Tres barcos. Mentados, y sabiéndose temidos, alidaron a nuestra cala para pánico de la cofradía. Se dio la alarma y quien creyó conveniente puso a salvo su mísera vida y exiguas pertenencias. Quien no pudo, o confió en milagro, retranqueó a lo más profundo de las cuevas que horadan los cantiles. Y los que no se conformaban con perder, parecieron dispuestos a dar batalla tomando posiciones en cornisas altas desde las que defenderse. Yo me senté en un peñasco neutral y tranquilo. Saltó a tierra gente fiera de veras, y aunque se arrojaban proyectiles de tamaño surtido, corrieron la playa visitando el asentamiento a filo alegre. Mucho alarido se dejó sentir. A la carrera todo, en nada volvían al barco los que saltaron propagando llamas. Y lo tomado a cuestas, previsible. Y después de embarcar e irse, y verles doblar el cabo, por la columna de humo que levantó, nos hicimos a la idea de la suerte que correría la siguiente bahía. Y antes de hundirse el Sol, toda la isla era un reguero de hilos que exhalaban al cielo. Malo desde luego será el momento si se vive cotidiana la calamidad. SHR de M 108


06-11 Selbert vive cerca de la dársena, en una casa de tres alturas, que no trasluce el despilfarro interior. Y tampoco es dilapidar a mi entender gastar en comodidades; jardín; sauna; cuadras y embarcadero. Y mucho servicio para atender todo. Hasta anexo a las dependencias privadas tiene acuario propio. Atunes de media tonelada le dan reflejos por la ventana y el goza los brillos. Me pareció un abuelete extravagante hasta que orillando su silla a la mía, y distendido, tal que no quiere la cosa, me preguntó qué es lo que había, y quién habitaba, más allá del mar. Y lo dijo sin darme referencia alguna. Me buscaba la lengua y divertido entré al juego. Le di seña de lo que estaba seguro que ya sabría. No le descubrí a los egipcios porque son vecinos, ni a semitas y cicládicos que quedaron chatarreros. Él buscaba información de los confines y me rogó que le acompañase a la bodega para darme a entender lo que quería. Al sótano nos condujo una mísera escalera de caracol que acababa en una puerta de tres cerrojos; y cada uno siete vueltas. Nada meritorio tenía la sala, sin contar la humedad, mugre y telarañas, y un par de cajones mohosos, no encontré explicación. Y ni cuando apartó unas arpilleras y abrió una compuerta secreta entendí, mas al ver con la llama que adelantaba el interior, empecé a vislumbrar. Repartido en arcones y anaqueles estaba el tesoro más grande que haya visto yo en la Tierra hasta el momento. Pieles, marfil. Armaduras, escudos y un carro desmontado. Piedras preciosas. Oro en abundancia, y plata. Y sacas y bahúles con maravillas que esbozó. Admitió ser uno de los tres hombres más ricos de Tiro; por no el que más. Sin embargo, el empático sugería que no es hombre codicioso. Así lo dije y rió, y tras percatarse que no lo decía en broma, levantó del butacón de contemplar, y sin poder negarme, me regaló un abrazo que ni mi superintendente cuando fue a despedirme al astropuerto. Confesó sólo tener una obsesión, querer quedar en la memoria de sus conciudadanos como el mayor husmeador de fortunas. El comerciante y aventurero por excelencia. La Gloria anhela. Es un visionario. Quiere ir a las mismas fuentes del negocio, al lejano occidente, que es dónde se rumorea aún quedan atontados cambiando a pelo, oro y plata, ¡y lo que tercie!, por buen vino y aceite. A los simples del extremo del mundo pretende meter en la Historia. De no llevar el empático, estoy seguro que hasta la capa raída le hubiese vendido, o trocado, por cualquier fruslería. 109


Es bueno, muy bueno, y tampoco erraría la Corporación mandando ojeadores si pretende renovar el staff técnico. SHR de M

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07-11 Un barco. Sí ¡En su panza! Amarraba en una islita pequeña hecha fortín. No pagó Selbert la infraestructura portuaria ni las fortificaciones; que al preguntar por él nadie cayó. Un viejo, y dudando si sería Selbert o Sarret, o Simbarlet, recordó que en tiempos de juventud de su abuelo, hubo otro que arriesgó fortuna en una flota que intentó abrir ruta hasta estos confines, aunque, a última hora, lo que abrió fue cementerio de barcos al hundírsele las naves en algún punto del trayecto; ni llegar a Leptis. Selbert no era en persona, pero sí gente de su pueblo. No deben ser estúpidos del todo los aborígenes, y al poco de empezar los tratos no se conformaron con vino y aceite ¡No! Olivos y vides pidieron y obtuvieron. Y no fue el fin del negocio ¡qué va! muy al contrario, empezaron a demandar cosas caras y se incrementaron los beneficios. Al punto, que empezó a ser también más rentable traerse a los orfebres y alfareros; y sus familias; se asentaron fundando colonias. Sí, vale, no será tampoco raro que los nativos, tarde o temprano, se revuelvan contra los comerciantes y los corran a flechazos. Por suerte nosotros debíamos caer en la esfera de poder de algún reyezuelo local cultivado desde antiguo. Gadir es muy vieja. A ella debe rendir cuentas tanto lo que salga al océano cómo lo que de él entre al mar. Es punto casi obligado de recalada y de ahí que amarrasen seis embarcaciones a nuestra vera. Un par venía de cabotar más allá de Mogador, y otra montaba aparejos para costear las aguas frías del Norte. No me pudieron precisar los marineros los puntos dónde pensarán echar las redes pues sólo los patrones saben. Y estos, andaban de cuchipanda limpiándose la sal de la garganta con vino autóctono; que enraizó dulce. La gente de mar es nacida en mil puertos, así unos dijeron que se buscará ámbar y otros que metales preciosos. Incluso a lo que salga; de fijo nada saben. No se puede negar un aire explorador, observador, a esta gente; aunque el motor que les impulse funcione con codicia; potente carburante, eso ni dudarlo, porque nosotros también gastamos parecido octanaje. SHR de M

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01-12 Ahora no me acuerdo del nombre, aunque su silueta saliendo de la niebla, y el andar pausado, nunca se me olvidarán. Reincorporé demasiado rápido en un caminillo escarpado, y perdida la cabeza, detrás se me fueron cuello, tronco y pies. Todo el exoesqueleto postizo. Yo entero. ¡Casi me mato! De dar contra la roca que me quedó a palmo, la capucha del empático sólo hubiese sido bolsa para recogerme los sesos. Por suerte no. Y ahí irrumpió la mujer que digo, en mi vida, al darme agua, consuelo y primeros auxilios. Y hasta un beso. Deidad, palabra. Y con toda certeza no sé si me dio el ósculo o en el ánimo quedé de recibirlo. Sé que era fenicia porque lo dijo. Y pitiusa. Y la gracia del nombre me ronda pero no aflora. Ya recordaré de no ser todo producto de la conmoción. ... ¿Aura?... ¿Taúla?... ya me vendrá. SHR de M

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02-12 A la vista del escáner la trompada de ayer fue un rasguño. El peor parado fue el empático al necesitar nuevo termosellado, y por comprobar, aunque me garantizaba Bestia solventado el descosido, me dejó en la playa de Marsalia; a unos cien metros de la costa. ¡Menudo cabrón! Llevado por la corriente me agarré a un bote. Desde él un viejo escrutaba, cristalino el mar, los fondos rocosos. Almejas, gambas, pulpos. El pez que descuidase acababa en el arpón de los nietos. Y así faenaron hasta cambiar de caladero. Y toda la mañana al mismo tema. En el puerto pretendían vender por lotes, aunque en atacada única se llevó el género un panadero que celebraba la circuncisión del hijo. Quinta de cuchilla era la muchachada de una calle y cortaron ésta para celebrar. Y buena cara puso la gente al justificar el desvío con un vino y una sonrisa. Carros y carretas movieron el eje de buen grado, mas un acemilero encontró injustificado el desvío siendo ateo a toda costumbre y festejo. Y de sangre revieja en el pago. Un agrio de raigambre. Se le dejó pasar, lo impuso al clavar el calcañal al borrico y azuzar el trote. Y aunque arruinó el convite, no estropeo la fiesta, pues si tan bravo es el sujeto, por fuerza hará la misma senda de vuelta. Y con, o sin bestias, a ver si tiene bigotes para montar escandalera sin que estén presentes las mujeres y los críos pequeños. ¡Ojito con lo que hace uno en Marsalia! SHR de M

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03-12 Los bosques, las montañas, las mesetas abiertas a inclemencias, los ríos de caudal rápido, y los pantanosos, son rozamiento a todo avance. Camino de algún sitio iríamos mas poco se hablaba en la marcha al ser las tierras cruzadas de sujetos un tanto veletas, y lo mismo, insistieron, nos recibirían con abrazos como con cuatro palmos de hierro; debe ser el no va más de la modernidad y raudos ponen a prueba el metal. Y no se pretende. Iba con tres comerciantes, un padre y dos hijos, que contrataron en Abdera recua de porteadores y escolta de mercenarios, para intentar abrir ruta a los yacimientos interiores. ¡Planean saltarse la autoridad tartesa! Y no es de extrañar que busquen solapar sus pretensiones a la compañía aunque al empático no se lo puedan negar; en mano llevaban los presentes. Paramos a hacer noche en una cueva que ofrecía descanso. Se teme de verdad, y guardia y ojeadores desplegaron, y ni aún así se fiaría el capitán de la milicia y estableció seña y contraseña para poder entrar o salir del refugio una vez escapado el Sol. Me pareció exagerada la medida, hasta que con la Luna, también aparecieron un par de lugareños que volvían de caza. Tenso el momento, pasaron por delante nuestro corzo al hombro. Ellos son de tez y pelo más claro, y altos, llegaron al lugar desde la fachada oceánica hace relativamente nada pero sienten la tierra propia. Tienen aldeón cerca. Quince o veinte chozas que dan cobijo a algo menos de doscientas personas. Y un horno para trabajar el hierro sufragado entre todos; una vez al año, más o menos tal que ya ¡Casualidad! llega al lugar un buhonero ambulante que se dedica a poner lañas y fundir piezas a capricho; se le cede la casa anexa a la fragua y mientras está en el sitio se le mantiene a cuerpo. Pese a muy esperado apenas confraternizan.Vivo lo imaginaba, astuto para vivir a expensas de la buena voluntad de otros, mas resultó ser un profesional. Un auténtico herrero ambulante que apaña roturas. Dice ser de los primeros que llegó a la zona. Verdad tendrá la afirmación pues no me negó el empático, y una vez presentado, viendo que los cartagineses preferían la intimidad para tratar, quedé con él. En los arrabales está la morada y entretanto dura su visita no deja de escupir la chimenea, ni arrastrar el arroyo, el rojo de la letanía que se trae el hombre para trabajar. No se malea igual el bronce que el hierro, y con gran misterio, y a cántico aprendido, martilletea las piezas buscándoles la forma. Y consigue; cuida de toda corriente que influya en la obra; bien estilística, bien térmica. Es muy bueno, y más ganaría montando taller propio que yendo al servicio de aldea en aldea. Pero nadie le quiere por vecino. 114


Los humos, los golpazos, y el marcar los tiempos con cancioncitas, le granjéan una vitola de sulfuroso que no le deja atar a la tierra. Ni pretende. Gusta patear los caminos y conocer individuos peculiares. Se sabe el amo del mundo, y como a tal, que en cierta forma creí, le pregunté por gente que él crea solvente. Y rió. Con gran hilaridad sugirió que fuese a tierras de griegos, pues ellos, poseen hasta Moral y Filosofía. Y oro a esportones. SHR de M

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04-12 Zumban los insectos y a la hora de la siesta lo que menos apetece es sudar. Pero hay quien hace. Vine a parar a una ciudad que vive para el deporte. Olimpia. Sagrados son los juegos que organizan, y mientras duran, está prohibido cruzar las armas. Y me encanta. Bulle la ciudad y no hay camino que desemboque en ésta que no acarree curiosos o personas que van al mercado. Hasta gustosos del deporte. En un par de días empezarán los Juegos y al momento era todo expectación. No hacía falta que se compitiera, el mismo paso de unos muchachos ejercitando la carrera, daba de sí a los ociosos para aventurar, sólo por el tranco, que aquél era remolón en el esprint final, y el de acullá, un seguro perdedor al desbridar desde el arranque. El entrenador, que es el padre, gritaba que no prestasen oídos y levantasen las rodillas estirando la zancada. Otro hermano, renegado en glorias pasadas, aconsejó por contra que dejasen de correr y se acercasen a refrescar. Él lo hacía. Tumbado entre unas piedras vomitaba su frustración. Decía que el deporte es hediondo. Nada de valores sublimados ni sandeces, puro espectáculo y especulación el negocio. Y reía y bebía la lesión. Mas no creo que mintiese. Con él hice migas y fuímos a un figón extramuros que suele frecuentar lo mejorcito de los gimnasios. Comen, beben y fornican sin cuidado de programa o preparadores físicos. Allí tiene mesa reservada y cuenta. Es un dios. Así se lo hicieron creer y al reclamo de su mano trajo el restaurador dos copas de vino y una estatuilla de bronce; que se me aseguró se le hizo a mi compañero por campeón. Daban fe todos, y antes de catar nueva ronda, nos ofrecían el trago. Sí, muy conocido por sus logros deportivos y su mala vida. La persona ideal para acercarse a ciertos círculos, mas siendo muñeco roto del espectáculo, su lista de amigos verdaderos empezaba y acababa en la V del vino. Y la de enemigos... ¡buff!, larga y comprometida será al presentarse la docena de uniformados en el lugar preguntando por el susodicho ex-atleta, y sabiendo a lo que iban, y a lo que se arriesgaban los que inquirían, se nos dio cobertura de escape mientras se enzarzaban a sopapos. No quiso ir a su casa al imaginarla vigilada, así que fuímos a lo que también llamó gimnasio, aunque a mí me pareciese otro lupanar. Y era. Pero ¡Ay, estos humanos! ya metidos en faena, los que por allí folgaban se tenían hermanados, y conociendo mi interés, me presentó a uno que dijo ser nietísimo de un tal Homero. ¡”Homero”! brindó todo quisqui el nombre. Y aunque se describió al momento juez, y uno de los hombres más importantes de los Juegos, no me costó adivinar que era otro pobre desgraciado al que el apellido 116


quedaba grande; y ni era propio. Muy bonito esto del Movimiento OlĂ­mpico, y la cultura que lo abandera, sĂ­, si no tuviese tantas miserias por dentro. SHR de M

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05-12 No lo querría decir tan claro, pero hoy, Bestia casi hace pleno. Me dejó cerca de dos hombres que discutían entre risas sobre la Perfección. Para ambos el referente de salida era el hermoso templo en construcción ante el cual estábamos. Amanecía, mas para ellos sería la coletilla de la noche anterior, y discutían, se porfiaban, si las esculturas que corrían los frisos serían las más acertadas para la categoría del edificio. Pericles así lo afirmaba aunque el contertulio, el maestro Fideas, el mismo escultor, lo dudase. En su propia escuela había gente que le podría hacer sombra al momento, y cosa de poco tiempo que le relegasen u olvidaran en las basas. No creo. Circunstancial mi presencia, se sintieron en la necesidad de romper la discordia con opinión neutral, y preguntado, tuve que admitir la simple belleza. Pericles se congratuló con el parecer y me invitó a hacer noche con ellos, día, mas si de algo estoy cansado es de dormir, así que me quedé con los obreros que parejos a las primeras luces comparecían para abrir tajo. Mucho respeto y genuflexión dedicaron a los zurriagos trasnochados, aunque idos de la explanada, hicieron sonoras pedorretas y sentaron a almorzar sin dar tiento al andamio de la obra. Hasta el capataz. Muy consensuados toman las decisiones, y si uno decide que es momento de descanso, el resto le secunda. Y si al rato, otro, propone poner en facha los riñones y echar un clavo, sí, entre todos, se convence al sandio del despropósito. Filón es la política y sus usos, rápido hacen apaño, con tal escuela, que no encontré niño que no porfiase al maestro la lógica de un juego. O mujer que andase al hilo de blanquear la ropa y no discutiese con la vecina algún pormenor del soleado. U esclavo que se abstenga de corregir al amo unos versos. Todo el mundo endereza opinión en cuanto en el regazo cruza las manos. Pudiera pensarse que mi timbre es de reproche. Y nada más lejos. Lo que me transmitieron fue de muy loable opinión. Muy palizas, muy pesados, también, pues a última hora tenía unas ganas locas de volver con Bestia. ¡Fíjese nadie! SHR de M

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06-12 Hoy cambié de táctica y no fui en pos de encuentro alguno, senté en el borde del camino, junto a un borracho, y esperé otro contacto al azar. Y no el primero, que así acerté con gente interesante alguna vez que otra. Ni al segundo, ni al tercero. Ni al cuarto fulano que se me cruzó ofrecí palabra. Y al quinto me decidí pues veía que el día moría y no iba a pasar nadie más; el borracho; de ahí lo de agarrar al quinto. Quiso el Azar que el sujeto que me cayese diese a llamar Demócrito. Hombre que afirma tener corridos Oriente y Occidente, y que no tuvo problema, ni mostró extrañeza, por abordarle con preguntas y metafísicas estúpidas; de darse la situación contraria, que nadie dude que yo no arrugaría la frente; o salir corriendo. Pero él no, él, “casualidades”, él es filósofo y a diario se pregunta por el Universo o el Alma. O por cosas más raras. Demasiado listo, sí. Tanto, que me acabé cerrando a sus palabras y puse el piloto automático. Asentí varias veces, e incluso me sorprendí dando alguna réplica. Y en cuanto pude, me despedí tomando dirección contraria. Mas me siguió. Contumaz, y a la carrera, me persiguió campo traviesa preguntándome quién era yo que poseía tal conocimiento del Universo para comprender a la primera sus postulados. Y no sólo los suyos, porque en mi ignorante y vacua charla tocaría sin saber los principios de un tal Tales y un cual Pitágoras. Tan pesado le vi, que en un descuido que tuvo, me calé la capucha del empático. Si la media que camina por la Tierra es este sujeto, no cabe decir otra cosa salvo que la visita está hecha. Aunque con tamaño calibre humano, no sé si le interesará a la Corporación intentar el trato. Mañana veremos. SHR de M

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07-12 Estoy en un jardín. Estuve. A veces empiezo en la Tierra mi hojita diaria y otras la hago entera aquí; así que no es de extrañar, si le añadimos el desfase horario, y el tiempo extradinámico, no es raro, insisto, que confunda pasados y presentes. El jet slag me trae loco, sí. Y sí, también, a lo concerniente al día en frondoso jardín. En torno a una fuente sentaba un grupo de jóvenes con un abuelo batallitas que entretenía la siesta. Atención prestaban sólo para poder comentar a la salida la cara que ponía el profe ante las continuas injerencias de uno de ellos. Un pilluelo de pelo ensortijado y que, atendiendo al exorcismo de Aristóteles, buscaba las vueltas al maestro con los brillos de la fuente. Hablaba el hombre de realidades y apariencias, de sombras a la inteligencia, y no se daba cuenta que el reflejo que le cegaba de continuo no era un destello del agua ni un requiebro de carpa inquieta, era la daga de Aristóteles molestando por molestar. Traía el docente en la boca todo el día a un tal Sócrates y estaba frita la muchachada, al punto, que en un descuido el zagal saltó la tapia y corrió a la zona portuaria; dónde conocía unas cuantas fondas. Es asiduo al sitio, y yendo con él, me trataron por aprendiz de filósofo; y holgado siento el título. Buena escuela orilla al muelle, y prueba, examen a ojos de la parroquia, nos puso el señor tasquero, y es que antes de poder tocar los refrigerios servidos nos exigió que le pagásemos, a lo cual, el diablo que acompañaba, respondió planteando retahíla de supuestos. Ejemplo del concepto Causa y Efecto, que puliendo, llevó al común asenso que lo suyo es pagar tras consumar la comunión. Ante lo cual, también se aplicó el gerente del negocio a la Oratoria encontrando por su parte el punto de arranque en el pago previo. Y no hubo acuerdo porque se defendía el restaurador y entretanto no abonásemos no nos dejaría levantar las copas del mostrador; ni para estudiarlas. Sin embargo, aunque a esas dos en concreto no se nos permitiese dar tiento, bien merecía la conversación no secarse, y por cuenta de la casa, se abrió un ánfora de vino sirio y peleón. Y ruló entre los que compartíamos pupitre. Con nosotros sentaba un tal Astróbalo que no podía negar su dedicación al pastoreo caprino. También estaban Endruko el pescador, Krático el albañil y Anaxilomandro que es desertor de cualquier ejército que pretenda entrar en guerra. Faltaban gentes meritorias y de ellas me dieron breve reseña de palabra: Frisco el actor y Sípatra hijo, el hijo de Sípatra, padre, que cuando se deja caer con los dineros del “viejo” marca en rojo el día el local. Tremenda fiesta. Fiestón en toda regla en el que se degustan hasta frutos eleusinos escamoteados al templo. Y que era costumbre supe pues a la mención ¡tasca de apuntador! se dejó caer en el umbral el añorado 120


Sípatra y un grito de alegría avivó la juerga ya existente. Traía. Le birla al padre jugo del santuario y comparte con los compadres. Golfos todos. El estudio y aprendizaje será cosa que considerará Aristóteles dinámico, y tras él fuímos recalando en cuanta puerta anunciase franca la juerga. Que se cuide el Hombre de sí mismo. Que se cuide de descuidarse de hijos y hermanos. SHR de M

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01-13 Hombres y niños nadaban en un regato tranquilo que se protege del Sol con densa flora. Un par me llamó la atención por lo dispar de la actitud, medio discutían en perfecta armonía lo acertado de tal o cual compromiso: bañarse o estudiar. Tampoco sería tan curioso de no ser porque defendía el estudio puro el alumno, abogando por el relajo el maestro. Viendo la controversia servida me acerqué a ellos, y cuál no sería mi sorpresa, al reconocer al bueno de Aristóteles convertido en todo un señor docente. Sí, el mismo; con unos años más. Me costó hacerle recordar quien era yo, nuestro encuentro, aunque por echadas varias tormentas y corridas mil juergas, juraría que acabó dándome la razón como a los locos. Y visto que no me iba, que amagaba quedarme, volvió a tumbar dónde estuviese y reanudó la charla con el discípulo. El muchacho es hijo del rey de Macedonia y acostumbrado está a sentir el peso de la voz; es orden en su país aunque al momento no tenga relevancia alguna; ni quiere imponer su criterio por cuestión de cuna. Es de buena pasta el muchacho y arguía que él pretende aprender con uno de los grandes lo que nadie de su reino le puede trasladar; los secretos de la Filosofía de los Números y la Naturaleza; incluso la Humana. No le agrada al joven perder el tiempo, ni el dinero de su padre, y exigía al maestro ser fiel al programa y reemprender camino y lección. Pero Aristóteles, inventor del método peripatético que le recuerda el chico, insistía sin cambiar de postura que en el baño encontraría tema de estudio para una o dos vidas, y dicho esto, se acercaron a la charca y en silencio observaron un rato a los bañistas; luego, dimos la vuelta y echamos a andar por un camino de fresnos y chopos. Era cuestión entre ellos, y nada más llegar a un tranquilo meandro, volvimos a parar. Por indicaciones del maestro se metió el muchacho al agua y nadó la poza sin gran misterio. Compendio de virtudes, dio muestra de condición atlética bajando hasta el fondo para recoger una piedra que se le pidió. Una vez afuera, mientras secaba al Sol, el maestro inquirió por la razón que le permitía a él flotar y a las piedras no. Rió el chaval la simpleza, y mientras limpiaba el cacharro de la fuente para beber, respondió que ésa es su Naturaleza. La misma de la espada, que tiene querencia innata a hundirse en aguas o carnes. Aprovechamos la parada, y mientras rumiábamos la moraleja, se abrió el hatillo que traía el chico colgando al hombro con merienda. Pretendería Alejandro, que llama, pensar un poco más sobre el tema y comentó que se iba a dar otro chapuzón para recobrar un guijarro y plantearle algunas preguntas. Y acertadísimo le pareció el propósito a Aristóteles, mas rotundo prohibió al muchacho que se metiese en ese instante al agua. Buen ratón es la curiosidad, dijo, mas gato arisco mora las tripas durante la 122


digestión, y no es cosa de revolverlos y desdeñar. Aunque no sé si se quedaría con la copla el chico, al callar mirando con ganas la charca. SHR de M

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02-13 Aparecí en un bajío del Nilo y de allí me sacó una embarcación que remontaba con pabellón de luto. Muy sería iba la marinería y muy circunspecta la mujer que bajo toldo portaba tristes nuevas. Sin embargo en el muelle al que amuramos se estibaba con ritmo y no hubo nadie parado, ni ocioso, que vocease la noticia de nuestra arribada. Desembarcó la mujer sin despedirse siquiera al llevar el papel de alma en pena. Incólume tendió el paso sin ser molestada; ni al pie de la escalinata de un palacio en construcción se detuvo. Vestía a la griega y salvoconducto suficiente fue para que pudiese llegar la anciana hasta el jefe. Ni más ni menos que Alejandro. Sí. El chico, que hecho un hombrecito, anda expandiendo los dominios que heredase del padre. Sigue siendo el mismo muchacho de flequillo leonino y mirada chispeante, y cuando nos vio llegar nos reconoció. A mí como al tipo curioso que conoció un verano, y a la señora por estar al servicio de su gran amigo Gailo. Y vernos entrar juntos, y emparejar nuestros distinto sinos, y sin leer la misiva adivinó la muerte del camarada eleusino. Había fallecido ni hacía el año y ahora llegaba la noticia. Despidió a todo el mundo y sentó en una banqueta que dejaba a tiro de ojo el desierto y el Nilo. Sumido en los recuerdos del pasado dejó de pensar por un momento en el futuro. Más tórrido, más erial, se le hizo el desértico horizonte. Se perdió en el vacío y por seco de cualquier expresión marché a saber de la mujer que trajo la esquela. Había cambiado de ropa, y en la cocina, a dos carrillos, daba cuenta de una oca con berros y un muslito de lechón bañado en cerveza. Y bien regado todo con vino ático. Quizá por esto, por olerle el origen mientras se escanciaba, le hizo el tuteo al ánfora y acabó rodando por los suelos. Antes, se despachó tan agustito que prefiero transcribir a referir: “ … Y mandada que vengo por el viejo tutor ¡De no, de qué! ... ¿Aristóteles?... Aristóteles… menudo elemento también. Mucho darle al pico con lo bueno e ideal, ¡y persecución a todo lo malo!, cuando a él no hay mano que le saque del lecho, ni de la taberna, cuando coge posición. Ja. Lo recto, lo decoroso... ¿Y quién cree usted que le lava la ropa? Pues entre otros servidora. Ni un mal zurcido se echa a las sandalias porque ahí me dejo la vista y los dedos. Y de provecho nada bueno al no seguir ni sus propias consignas. Y un vago. Y flojo. Muy flojo, porque tampoco ayunta en condiciones. Y pésimo actor; pues aunque comediante y teatrero, representa de pena su propia vida para quienes sabemos. No es que le quiera echar por tierra la figura del susodicho, de verdad ¡Es que es un problema! Y un gorrón empedernido, porque cuando no le dejan aviada la comida del día, 124


raro, en vez de hacer o mandar hacer, prefiere salir a buscar a quién endosar la cuchara. Y todo esto fue empeorando, claro, con la edad. En los últimos años le rehuyen por paliza y sólo los muy allegados, o ex-alumnos como el difunto amo Gailo, se acercan para saber de él. Ja. Para lo más que habrá servido será para enseñarles a vivir de la ganzúa a los pupilos. Sólo éste -sobreentendí Alejandro- este cuitado no necesitará marquesita para abrir las puertas de Oriente pues Egipto es la cerradura y él tintinea las llaves amo. ¡Que la ciudad lleva su nombre! Y menos mal que le encontré aquí, sí, de no, tras él hubiese debido ir, que se dice, a los confines. Sí, menos mal que cumplí y puedo volver a casa”. Yo también sé que próximo tengo el retorno, sí. SHR de M

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03-13 Bajaba predispuesto a la sorpresa. Cualquier Cultura de esta parte del mundo, tan “cercana” a la recién visitada, podría haber heredado el empujón de aquella y ofrecer al Universo un ser ejemplar. Un buen representante. Lo pensé posible, vamos, lo di por hecho. Y reí lo desencaminado de mi idea, al encontrarme con mi joven, pero ya viejo, amigo Alejandro. Era él. Sí. Muy currado, muy abstraído. Muy sentidos los poquitos años pasados y la distancia hecha abriendo camino. Y lo vivido entre medias. Los guías dicen que no queda lejos un nuevo océano y Alejandro lo intuye bajo un banco de nubes. O un poco más allá. Huele el aire y los hombres dan por cierto; aunque él no está tan convencido y medita el siguiente paso. Si con esto zanjase sus pasiones juveniles, definitivamente creo que podría ser nuestro hombre. ¡Que sabe cómo viejo! y es venerado. Incluso pese a revolcados por la vida que llevan hecha, no hay quien se lo dude a su ejército. Beben de él. Esperan. Y él, dubitativo, sigue rezando para que un céfiro le corra las dudas. Sí, aunque seguro esté de poder decidirme ahora, quiero esperar a mañana para ver en qué queda la aventura del colega. Sí, vale, y que también, yo, egoísta, quisiera disfrutar de un último momento de paz y tranquilidad en la Tierra. Ya tendrá tiempo la Corporación para comerle los colores al planeta. Bestia, busca papel y pluma, y pon a enfriar el brindis. SHR de M

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04-13 Desperté en una duna lamido por Ra. Así lo farfullaron los camelleros que trasegaban bajo jaima mistura de hierbas aromáticas. Muy contento estaba al pensarlo último día, y avivando mi ilusión, me indicaron que seguramente Alejandro descansase en un oasis cercano; todo recto. Despreocupado eché a andar el desierto queriendo memorizar las ondas que el aire, o una culebra, imprimen en la arena; de ella imagino que también subiré muestra. Feliz y tranquilo aunque a poco me coge el aire que encrespó hasta encortinarse el polvo. Me pude refugiar a tiempo gracias a dos jóvenes que chistaron el paradero y de mil amores les acompañé, tras asegurar la estaca dónde ataban unos jacos, a la endeble seguridad de su tienda. Temí haber perdido toda noción al ser la gente que ocupaba el pabellón celtas del otro lado del mar, del otro continente, y rara explicación tendría el hecho al reafirmarme lo primero ellos mismos que sí, que desde luego que estábamos en el oasis de Siwa, junto a los supuestos restos de Alejandro Magno ¡Que llamaron! Bastante hacía que había muerto ¡al cabo de nuestro anterior contacto! y profesándole ellos un extraño afecto, y aunque de excursión se diría, buscaban el catafalco; igual que se susurraba que estaban sus restos aquí, se bisbiseaba lo mismo de otros enclaves por ser baila reliquias un tal Tolomeo. Lo que siempre coincidía era la suntuosidad de la mortaja. Mientras los adultos me explicaban sin rubor, y sin complejos, que suelen invernar lejos de su tierra cuando junta banda que les busque, los muchachos al cuidado de abrillantar los filos y mantener el guiso hirviendo andaban enfangados. No distraían por ello lo que allí se aireaba y reían comedidos el historial delictivo de abuelos, padres y hermanos. Reían comedidos pues ellos pensaban superar. Me lo susurró el empático, y confirmaron los progenitores, calculando capaces a Namur y Genzrio, que llaman, de hacer correr las aguas del Nilo contranatura. De hecho tenían acordada trastada, y al intuirla, tras ellos fui. Cogiendo un descuido oportuno se llevaron las sacas meritorias del poco equipaje que les trota el mundo. Alguna joya u arma cuidada. Algo de ropa y ungüentos finos. Y un par de jarras de vino rojizo que será sin duda lo más celebrado cuando a la mañana siguiente procedan a excavar el túmulo; dónde se supone descansa “El Soma”. E hicieron. Fueron y volvieron sin notarse la ausencia. … Son pellejo de soga, sí. SHR de M

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05-13 Fieros son los vetones. Antes y después de cada hito celebran. Saludan y despiden las efemérides con rigor; un hijo que nazca; una primavera que llega a su hora; una trashumancia sin bajas ni extravíos. Es cuestión de vivir el momento con alegría. No sabía en concreto lo que festejaban, aunque redondo habría de ser lo que fuera al estar jugando los hombres a pugnar una pelleja desde los caballos. Bueno, vejiga hinchada supuse, mas al fijar, me epató que el esférico en disputa fuese una cabeza humana. El melón de un enemigo. ¡Así celebran los muy salvajes! Hasta la chiquillada disfrutaba a patada limpia del mismo entretenimiento. Y reír, y aplaudir, y cantar, y juntar para comer los aldeanos, porque estos, los dueños de las mochas y demás colgajos, no apacentarán más ganado en los pastos sin permiso. ¡Ni ellos, ni nadie! Y para que no se repita, entre todos los presentes levantaron un verraco granítico que pregona la propiedad. SHR de M

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06-13 Pese a ser la tierra ancha, un pequeño castro tuvo la desgracia de sufrir asalto por parte de unos vecinos del alfoz; con los que disputan los derechos a dos escurridos arroyos. Cosa de familia, y peor al visceralizar, empezaban a revolotear los buitres sobre los muertos hechos, y ya se armaban los lugareños para dar respuesta al ataque. De aquel más alto que una espada se hizo leva, y todos juntitos, y enojados, enhebraron para dar la réplica. Quedaron los niños y ancianos. Y las mujeres; aunque durante el ataque no tuviesen reparo para utilizar las armas, ahora se afanaban en aplacar el dolor de los heridos y entregar a las llamas los demás despojos. Mucho miedo tuvo que flotar porque todavía olía. Eché a correr tras los hombres a sabiendas que iban a la guerra. Yo también. Desde un alto presencié como sin táctica alguna, al no dejar de ser hermanos, conminaban los recién llegados a los de intramuros para que saliesen a dar la cara a la explanada. Y no siendo pocos los casos dónde cruzaban sangres, se dejó un ratito para cambiar o reafirmar la filiación; unos pocos. Yo esperaba, tras esto, que se tirasen unos contra otros a degüello, mas clavándose parejas las huestes, y sabiendo que era cosa de dos familias concretas el tener abiertos pleitos, se les exigió de una vez por todas suturar y enterrar la cuestión. Cabezas de sus respectivas casas, tomaron la campa dos viejos entrados en años pero de muy buen ver. Manejaban espadones de antenas y defendían la contra con oblongos escudos de madera y cuero; sólo diferían en el dibujo. Gemelos, palabra. Los hombres se batieron bravos, y aunque uno fue declaro vencedor, al caer el otro por afilado carpazo en el cuello, las heridas contraídas le llevarán también a éste a la tumba sin tardar mucho; a la pira. La cosa sigue abierta. SHR de M

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07-13 Los hombres que comparten sauna se jactan de tener el mundo en sus manos. Y lo ríen y lo beben, aunque, íntimos, no hizo falta que hurgase mucho para que todos identificasen en el lejano y viejo Egipto el súmmum de cualquier esplendor. Siempre los del Norte anhelan el Sur. Lo sueñan. Y viceversa. Se atraen y repelen. Invierten el trabajo de una temporada, o de varias, por hacerse con algún objeto exótico que quizá dimane en sus cerebros la virtud onírica. O el mismo efecto tendrá si sus mujeres lo sugieren. Estos en concreto van en busca de los calores meridionales, llevan idea de dejar en simple razia, mas si encuentran rincón oportuno, a más de uno no le importaría quedar; viajan preñados de sueños. Los viejos no lo ven todo tan sencillo, aunque hermanado el continente, según se va uno acercando al mar, saben más agarrada la gente a la tierra y la fraternidad queda a un lado. Se lucha el palmo. Sin embargo, cerrado está que van. SHR de M

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01-14 Hoy, sí, no puedo reprimirme el hacer retrato. Conocí individuo que en la pose bien cuadraría a la mitología de cualquier Civilización. Viejo de peinar nieves, sabio y muy corrido. Lleno de sietes y amputaciones. Y un solo ojo. Y la mano que le queda siempre reposando en el pomo antenado de su espada. Sienta en un rústico trono de roble que a otro cualquiera quedaría banqueta, pero él, joya, ennoblece cuanto toca y engarza el pego. Llama Instrucco y no espera de la vida nada al haber tomado de ella lo que ha querido ya. Aunque alejado de mejores oropeles, al momento, eligió regresar a este confín para disfrutar en paz de sus últimos años. Mas me temo que no pueda, pues en derredor, o bien yo, o bien la juventud de las aldeas lindantes, le hace corro y ofrece cerveza para que narre sus vivencias. Y de mil amores hace. Pirata, mercenario, soldado. Intérprete y explorador. Devoto amante o despechado pretendiente. Y bardo. Y druida. Y vate. Un gozo escuchar la voz hasta bien entrada la noche. E instructivo. SHR de M

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02-14 Pateando un tranquilo bosque, me trajo el aire el hilillo de una alegre canción. Se loaba, no sin cierta picardía en el tono, lo exuberante del fruto de zarzal atemperado con su correcto verano. Se recolectaba a voz y no pude resistir el saber de la mezzosoprano. Cogía moras. Guardaba en una cesta de mimbre y comía con ecuánime paridad. Recogió con otro estribillo el último puñado, y rodete a la cabeza, y cesta a lo alto, volvió al caminillo. Cantaba alegre y lozana. Vestía faldón ancho de estar cocinando y salir a buscar los últimos ingredientes. Sé porque me lo cantó. Exultante y contagiosa, amasaba la harina de bellota mientras asaba un par de capones. Le dije que yo sólo bebo, pero aún así, trajinó en la cocina como para regimiento. Esperaba visita, sí. Juntan todas las hermanas y amigas pues en nada se desposa la moza y hoy le daban la fiesta. No ha de saber, pero ninguna cómo ella cocina y por narices hornearía su propio pastel. Y le encargaron de riñones, mas al desagradarle una miaja desde que cogió empacho, prefirió hacer de manzana verde y bayas. De manzana ácida pondria para aliviar el vientre de unas cuantas constreñidas, y de moras, con miel, también dejará aliño para las más lameruzas y golosas. Cosa de las que viniesen sería la bebida y el traer mozo, ¡hombre!, que diese lección y capricho antes de comprometerse de por vida. Y le trajeron, importado, un celta de ribera, íbero declarado, que por nombre artístico luce Batamor de Sexi, aunque en la intimidad, gusta ser tratado por Marluxo o el Nano; le es lo mismo. Todo desparpajo es el galán y con ellas se hizo por ser ése su oficio, aunque él, que ninguna se dejaba llamar a engaño aun con sus almibaradas carantoñas, era gente del camino. Un artista. Un embaucador, un falso de palabra y obra que supo alabar el gusto, y a cambio, mas derrengado para días, partió con recaudación de turné. Y con él fui porque huelga negarme la vena acróbata. Tenía carromato y compañía aguardándole. No había lugareños por los alrededores al estar el resto de parentela de visita para no importunar en la despedida de soltera. Sin embargo temen. No es la primera vez que osan adentrarse en estas tierras de gira, cierto que tampoco es el ogro tan fiero cómo lo pintan, y pagan bien, pero novios y maridos celosos se dan en todos los pagos y no es raro encontrarse por sorpresa con una tormenta de garrotazos. No parecía que fuese a ser el caso, y en cuanto montó el hombre, arrearon las bestias. Es una truppe corta. Viaja con la mujer propia, que cubrió el festorro masculino, con dos enanos ladrones y equilibristas, y un viejo que ofrece sus augures a quien tenga la desgracia de caerle al aliento. O sea, yo. 132


Tontunas lo que me dijo. Tontunas. ... Que lo mío iba para largo y que cuidase en un viaje que pronto se me propondría. Y me pidió un cobre. Una moneda. ¡Flipa tú, cómo se parecen todos los mundos! ¡¡Las Civilizaciones!! SHR de M

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03-14 La mítica Eirin es verde tal no se cansa el bardo en cantar. Suena virtuosa la gaita dando combate a ranas y sapos, y el breve momento estival es para recordar a los nietos. Así me lo aconsejaron dos viejos, que sentados en un pequeño cercado, discutían la exactitud del tiempo. Uno no recordaba tamaña bonanza climática en lo que él llevaba echado al mundo, el otro, por el contrario, recordaba, o quería recordar, que no ha ni cuatro lustros, allá cuando le naciese la primera nieta, hubo un verano tan tórrido que las vacas de motu propio se metieron a pastar en las algas de la bajamar. Sea como fuere, de ellos poca exactitud podría esperar, porque puestos conflictivos, hasta quisieron explicar el origen de unos cercanos túmulos, con patrañas de un legendario reino fundado alrededor de una mesa redonda. Y en torno a ella los hombres más notables de la era. Y el que más, presidiéndola. No es la primera vez que escucho aunque yo al rumor le asigné patria en la isla que se sabe al otro lado de la niebla. Al menos para negar todo mérito a dicha isla sí se pusieron de acuerdo rápido los ancianos. No se llevan tan bien como cabría con los primos. Tienen rencillas en la unidad los celtas, rendijas en su estructura que ni las téseras serán lañas. Y no es cosa sólo de estos dos carcamales, en el poblado cercano que entré, me bastó escupir en la dirección recomendada, para que se me recibiese con más gaitas y charangas. ¡Qué socorrido es un buen gargajo! ¿Podría ser que Bestia haya perdido el viento del asunto? ¿Sigue siendo objetivo encontrar representante u amo del planeta? SHR de M

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04-14 En una tranquila bahía reunen, para disfrutar del estío, clanes de varias esquinas del continente, y pese a ser primos carnales, y hablar lenguas de un mismo tronco, no alcanzan forma de entenderse. No se ponen de acuerdo. A la capa de un sotobosque levantaron tienda de viaje lo menos la media docena de familias distintas. Y juntan por gusto propio, para poder pedirse orégano por el día y devolverse los cacharros por la noche. Tal cual digo, sí. Por el día fueron de un cordial ejemplar, rayano en el pasteleo, con el continuo ir y venir de los saludos. Ahora, caer el sol, y pimplarse unos cuantos canecos de cerveza brava, para que de un fuego a otro comenzasen a vocearse lindezas y menosprecios. Muy duro e in crescendo. Y antes de llegar a las manos, que se llegó de todas formas, los padres, los jefes de las respectivas casas, litigaron a voces y mamporro perdido la cuestión, y luego, a solas con los respectivos vástagos, también se tiró de cincha para purgar las culpas propias. Gritos y lloros entretuvieron la noche, y eso sí, aseguraron, en cuanto amanezca, y se hayan lavado las caras, muy fresquitos le entrarán a la mañana con un “Buenos días”. Son muy raros los humanos, sí. Son raritos de exhibir. SHR de M

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05-14 Celtas de interior, y primos de rivera, recalan en un punto franco que cubra el intercambio seguro. Trocan noticias y productos, tienden lazos sanguíneos y así van y vienen las nuevas a familias y territorios. Hoy por hoy hay una relativa paz, pero a los de tierra adentro se les informa que altanean por la costa gentes que se creen más civilizadas que nadie, y amenazan, en breve, remontar ríos y veredas para meter a todos en cintura. Traerán tarde o temprano una nueva forma de entender la vida y hacer la guerra. No es fresca del día, desde luego. Va creciendo el rumor, y hasta yo mismo, tengo ganas de conocer a esos fulanos. Y ellos, por lo pronto, se van haciendo idea del enemigo. SHR de M

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06-14 Parece que se hacen a todo. Pero es falso. Algunos no pueden. Muchos. Por esto o aquello quedan presos de alguna tara. Física o psíquica. No hay individuo que no chochee, y el que no cojea… renquea. Todos si al microscopio pongo la muestra. Hoy pasé el día con un etrusco que afirmaba idolatrar a la mujer, y tras dar vida de purgatorio y puntilla de infierno, pretendía llevarla al cielo construyendo un monumento funerario. …… Malhombre, sí. De buen grado cogí el cabo de la historia por ser afín a la idiosincrasia del beodo, mas según devanaba, llegué a la rápida conclusión de hallarme ante un ser realmente abyecto. Ovillo también de hombre, y supuestamente afectado, pensaría Bestia que era sujeto adecuado al cual proponer negocio. Y no. No lo es. Desde luego que no. Ningún negocio a esta gentuza. Y con él permanecí sólo porque la justicia de un movimiento telúrico nos confinó en la cueva dónde mandó excavar el santuario. A mí a lo sumo unas horas me retendría, a él, ja, para la eternidad. Y suerte tiene el cabrón pues no lo tiene mal dispuesto al ser el lugar réplica de su propia casa. Él era mercader de vinos, lo fue, y aunque muy tranquilo estuve en el empático, también soy consciente de lo cerca que rondé el no contarla. Y por ello sobrellevé mejor el sustazo, el encierro y la compañía. Bebí con él, mas no brindé aunque copa me ofreció; vino, muy bueno, por cierto; muy digestivo. Sí, Bestia, sí. Soy el observador. Dame si quieres miserias a escrutar, dame lodo, dame germen de ciénaga que sé que son y poco espero. Fíjate si esperaré poco, que hasta pienso aguardar al fin de la misión para dar dictamen. ¡Ah!, y de ti detallado informe. No lo dudes. SHR de M

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07-14 Hoy acerté con uno que aseguró ser sabino y un gran mago. Falso. También insinuó ser de un oscuro linaje que le entroncaba con Delfos y Alejandría. Y, que fue lo que me ganó, que tenía tanto hambre, que si no ponía pega con sumo agrado compartiría mis barritas energéticas. …… Obvio que no. No quise entender la sugerencia y desvié la conversación pese a que demostró ser de arraigada casta de pedigüeños. Construyó el personaje con lo tomando de otras gentes del camino, en el vive, y trasegando tierras ajenas, se viste de mil oficios y afina el ingenio ¡al punto! que sólo con ver el envase, y el logotipo de la etiqueta de mis galletas, adivinó lo que en las manos tenía en el momento de encontrarnos. Todo un zorro. Juró que sabía lo que era, dio fe a baba. Quiero creer que lo adivinó por puro instinto. Él insistía, tal buen gorrón, que algún familiar o paisano mío, padrino que nos tercie, le regaló alguna vez muestra. Y no creí, ¡no!, hasta que señalando la bocamanga del empático me la reseñó por prenda común con mi supuesto compadre el generoso… ¡Con la salvedad, que el atuendo de nuestro común pariente cambiaba los brillos! Sí, prefiero pensar en nueva coincidencia. Tanto observa uno, tanto observa, que a poco que se descuida pasa a sentirse observado. Y puede que lo sea. La nave es grande y mi laboratorio minúsculo. Y mucho acceso restringido me canta Bestia. SHR de M

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01-15 Desfile. Carthago no admite sombra ni reproche, y más que para ella, para Roma son los festejos. En hila, y de rabo a trompa asidos, lo menos los veinte ejemplares de elefante pasaron camino del circo para hacer sus monerías. Jirafas, leones, panteras, papiones. Aguilas de tal envergadura que guarecerían de la lluvia. Y enormes hipopótamos de intimidantes colmillos. Y osos, y cocodrilos… ¡hasta hienas! No faltaron culebras siseantes que engalanasen a las bailarinas; que sí, las hubo. Y bailarines, saltimbanquis y comefuegos. Y arqueros de diestro brazo que calientan cuerdas ensartando al vuelo las frutas y objetos que se prestan. E ingentes cantidades de soldados. Todo un derroche la exhibición pues bien lejotes se pretende que llegue. No sé las gentes ni comparsas que quedaban detrás de nosotros, y de las que por delante iban abriendo expectación perdí la cuenta. Bastante tuve con ocupar un carro y esperar a pleno sol que nos llegase el turno de arrear. Mi función era sencilla; de otro modo no hubiese aceptado el compromiso de última hora. Les faltaba quien sujetase las victorias de un jefazo y a mí me valía la armadura y no puse pegas para subirme al carro. Siempre tuve curiosidad por desfilar ante multitud enardecida. Era ocasión única para infiltrarse entre la masa sin peligro. Y, sin dudar, me lancé. Quien haya gozado por méritos propios mejor podrá hablar que yo. A mí no me abandonó nunca la sensación de saberme de rondón, y aún así, palabra, subyuga y encoje la entraña el sentirse jaleado aunque uno no sepa el motivo. Embriaga el aliento de la multitud, y uno raudo recuerda porqué, y se entiende justo reconocido por derecho propio. Tal es el poder que atribuye el gentío, que hasta el de más nimio oficio se siente un prohombre, y mismamente, recoge la caca de un rinoceronte tras ejecutar mortal y medio. Jóvenes y viejos colmaban de belleza las aceras, los niños reían, los casaderos tanteaban, y nadie dirá tras los fastos que Roma no queda a las puertas. ...... ¡Que se cuiden! SHR de M

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02-15 Bestia aseguró que prometían, que los romanos salían en los pronósticos, pero al presentarnos en el sitio todo lo contrario era patente. Los galos sitiaban Roma y nadie quedaba para defenderla; ochenta viejos; ochenta túnicas blancas en ochenta sillas curules. Ochenta estatuas. ¡Hasta a mí me lo parecieron! Ochenta viejos decrépitos y orgullosos era la fuerza que oponía Roma a la toma bárbara. Ochenta muertos. Muy dignos, muy mayestáticos, ni una ceja movieron cuando hasta ellos llegó la barahúnda de alaridos y la presencia misma de los bárbaros; muy fieros, llenos de pieles y ocres frente al hieratismo de los ancianos. Ochenta espectros, sí. Igual que me pasó a mí, que los tomé por esculturas palpitantes, hasta ellos llegaron los galos aguantando la respiración al no saber si adscribirlos al reino de lo real o no, y al zarandear uno de estos la dignidad de un abuelo para comprobar, y responder éste a bastón la ofensa, se tiraron a destripar; tomando de la ciudad cuánto quisieron; y pudieron encontrar. Roma arde. Por mucho que diga Bestia, no creo que esta gente sea simiente para un amo. SHR de M

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03-15 Me creí otra vez en Roma pero estaba en Veyes. En una sala oscura y llena de humo intrigaba lo mejorcito del patriciado romano. La hija del restaurador que preparaba el ágape fue quien me puso al corriente mientras apartaba cacharros y fregaba platos. Es buena chica. Y muy lista. Ella está en que Pirro no es imbécil y no le va a pedir la Luna a Roma. Quiere Tarento. Le parece tan patente que así lo manifestó ante los próceres al paso de servir la tajada, y aunque cierto, el padre, y hostelero, le mandó a la cocina, y en cuanto acabase de fregar, a casa. Y no quejó. Con ella marché, y de camino, paró para recoger arcilla fina en una ladera; el barro era para la madre que es artista; modela y cuece dioses al gusto local. Bueno, toda la familia se me hizo excepcional. También tiene hermano que pinta, unos mellizos que son músicos, y cuatro aún púberes que están pendientes de definir a los númenes. Y el abuelo, que se demostró rapsoda. A su voz atendieron todos y escuchamos durante la tarde unos versos del asedio a Illión. Y se quedó en lo más interesante del relato pues justo entró al tiempo el padre en la casa; con tres intrigantes. Entonces, los recién llegados, tomando la oratoria instaron al viejo poeta para que acuda al foro. Rogaban que vuelva a la luz pública y anime al pueblo romano a retomar las riendas de su destino. Toda la familia escuchaba al no tener secretos. El viejo Appio Claudio pidió tiempo para pensárselo, y tras abandonar con gran respeto la casa, y el yerno unirse al corro, se prosiguió con Homero. No te puedo negar, Bestia, que alguna virtud tengan. Pero... ¿los romanos? ... Siempre están en las últimas. SHR de M

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04-15 Una banda de sinvergüenzas acecha una guarnición romana fronteriza; mientras no junten suficientes, se conforman con observar y tomar nota de lo que hagan los romanos invasores. Mal lo tendrá la Loba si reunen elementos suficientes, aunque sopesando la catadura y vibraciones que vía empático me transmiten estos míos, tampoco me extrañaría nada que se llevasen un capazo de hostias bien dadas. O incluso que les deserte la juventud al sentirse engañados. Se les prometió vivir la experiencia de batirse con la muerte y pasar a filo todo romano que respire, mas hasta el momento sólo sirvieron de mandaderos a los veteranos. Catacaldos y Melkaro son muchachos comedidos, Fanzabrio no, ¡Ay Fanzabrio!, él es el temperamental del grupo y en el fregar de los cacharros hasta entiende cachondeo. Queja, sí, y aún así, al igual que los otros dos, está dispuesto a pagar las novatadas que sean con tal de correr fama junto a tan notorios vejestorios. Y, obvio, servir a la causa celta que pregonan. SHR de M

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05-15 Pese a lo que digan los números a mí me siguen sin parecer. Roma creció, sí, debo admitir. Dónde no llegan sus voces llegan sus legiones y a día de hoy las encontré bien lejos. En Numancia. La sitian. Por lo visto los dos últimos años dirigió sin acierto el cerco un tal Lenate. A éste le sucedió una mediocritud mayor que atendía por Mancilio, al cual, sorprendiendo, le corrieron los indígenas hasta encajonar en las defensas que dejasen hechas los propios romanos dieciséis años atrás. Sin embargo, no todos los numantinos celebran la victoria al ser muchos los conscientes del somero alivio. Brante así lo entiende. A la vista tenía la ciudad y sus defensas. Y los baluartes que abandonaron los romanos. Pero su mirar era torvo. Hay quien confía en la mediación de un tal Graco al que se supone de palabra. Pero son pocos. Brante cree en el Hombre mas no cree en Roma. Me preguntó, al entenderme dispuesto a la charla profunda, si habría algo en la Vida que no pudiese morir. Lo decía por Roma, aunque tan amplias eran las palabras que resquicio dejaban para la conversación sincera. E inquirió en alto al viento por el futuro. Y poco responde éste. Bestia podrá propugnar lo que quiera, y el hombre este llorarlo, mas no entiendo yo cabeza de Humanidad a los romanos. Vamos, ni cabeza de su casa. SHR de M

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06-15 Roma, otra vez… Y ésta, pura anarquía. Me tuve que calzar la capucha del empático porque sin Sol no parece conveniente pasear las calles; a garrote desnudo corren las sombras. Por suerte una litera llevaba escolta armada. Transportaban a un gordo comadreja que atendía al requerimiento del amo; otro cañalla mayor que se daba a recibir las visitas, fustigando por puro placer, a una esclava nubia. Varios personajes congregaban en el sitio. Debieron hacer noche y uno de ellos desde el quicio se despedía, alegaba una fuerte migraña para no quedar más. Y pese a decirme el empático que era cierto, no menos verídico que abandonaba la reunión por el mal halo del tabernáculo. La rancia corruptela era palpable. Ido aquél, el cabecilla, que llama Catilina, llevó al triclinium al nuevo invitado y siguió desarrollando el plan previo. Piensa, fabulaba con los presentes, matar a los cónsules electos y así hacerse en el vacío de poder con las riendas de la República. Es momento. Y reían los adláteres el golpe de mano. En la pose les dejé y fui a saber de la mujer que viese recibiendo tunda. Postrada en un camastro aliviaba las heridas el marido. Al pie del jergón una niña, que de no tener ojos sería carboncillo, rechinaba los dientes. Era un moco de cría, una escuálida niñita que por arma blandiría la lengua en su venganza. ¡Habla latín! Comparte arena de juegos con otra hija de esclava vecina que atiende a un joven patricio. Pulcro, de nombre y aspecto, se encargaría, sin duda, de sacar provecho a la información cruzada por las niñas. El tal Pulcro poquito tardó en redactar reporte de lo que llegaba vía su infantil espía y despachó correo con la lista de comensales. Con el mensajero acerté paso, y pese a que iba armado, en las arcadas de un esquinazo le echaron mano al cuello metiéndolo para la oscuridad del callejón. Sea el contraespionaje, fuese un burdo robo, el caso que le silenciaron para darme más hilo. En el suelo las huellas de bandido guiaban hasta el transtiber, mas allí morían en un charco grasiento. Y me cogió el Sol intentando encontrar ovillo. Se echó al camino la gente con sus cestos, y asuntos, borrando del piso cualquier posible impronta. Y yo, perdido, me di a visitar Roma. Y no está mal. Sus barrios buenos, sus barrios malos. Sus ciudadanos pululando entre el paso largo y el trote. Y mucha ruina. Bulle la urbe a previo y se percibe la tensión. SHR de M 144


07-15 No va desencaminada Bestia, no. Ni yo. Roma, todopoderosa a estas alturas que parece, se presenta al ocaso en pleno esplendor. Su más glorioso hijo, su más querido general, llevó la sandalia romana hasta el Oriente y ahora se revuelve contra la patria. Por amor, suspiran los soldados con los que compartí hoguera, por amor, respingaban, a la propia patria y a Cleopatra. Roma está perdida, sí. Muy fácil les resultaría volver a casa aprovechando la revuelta que vive el agro, mas siendo guerreros sestean el invierno en Patras. Muy convencidos están del paseo al contar con la simpatía del populacho y el apoyo económico de los reinos de Oriente ¡Doscientas galeras arma la reina del Nilo! Y en frente, equivocados al criterio de los míos, las huestes de Octaviano se empecinan en plantear trabas; que no son. Al igual que la soldadesca opinan sus centuriones y generales. En una tienda bien dispuesta confeccionaban lista de los enemigos de Roma a los cuales habrá que pasar por el filo del pilum. Y no estando presente el máximo responsable, el loado Marco Antonio, llevaban a su encono privado los sospechosos de traición. Y son muchos. Parecen dispuestos a vaciar el Senado y reemplazar con camarilla de crátera. Beben a la griega por orientalizados, y por las mismas, se piensa hacer justicia con estilo y propusieron asar una vaca y su ternero; y al granjero que los crió y escondió al ejército. A los gritos del hombre que socarraba por fin compareció el jefe supremo de la hueste vistiendo liviana túnica, y comprobando que los suyos eran los artífices de la macabra ocurrencia, retornó al lecho junto a su reina. Y con lágrimas en los ojos. ¡Roma no sabe la que le espera! Marco Antonio, sí. SHR de M

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01-16 Fuerte le da a Bestia y me volvió a dejar en Roma capital. Está algo cambiada, aunque con su constante sello decrépito. Sí, venció Octaviano contra pronóstico mío. Y del embate salió crecida la Loba. Se me contó que a la muerte se jactaba Augusto de dejar a los hijos una Roma marmórea habiéndola encontrado de adobe. Y lo que realmente legó fue una mierda envuelta en toga, un sucesor déspota, Tiberio, que también se encargó de chafar al favorito de la plebe; un tal Germánico. Ahora ocupa el trono otra bestia de peor calaña y mayor poder, ambición y locura. Calígula, crecido entre las legiones, llegó a ser tan querido, o más, que el propio Germánico, mas tras unas fiebres que le tuvieron a un paso del sarcófago recuperó con bríos estrafalarios. Yo mismo le vi desafiar a su caballo a una carrera ¡Y jugarse otro consulado! Y lo peor, no cumplir con lo apostado y negarle título completo al equino. Nadie en palacio quiere ver la demencia del cesar. Y peor son los locos que a la vera le hacen corte. No debe haber día que alguno no caiga en desgracia, y así también presencié como otro, por jalear disimuladamente al caballo, fue atado por las extremidades a cuatro carros y desmembrado al chasqueo de la lengua; y ni disfrutarlo el baranda, pues una vez dadas las instrucciones se enfangó con otro asunto. Conmigo. Sí. De pronto cayó en mi presencia y mandó prenderme sin dar más explicaciones. Yo bajo con el traje reglamentario de explorador, mas desconociendo la controversia que generará en el sujeto, preferí apretar el paso y no darme por aludido. Y acabé corriendo. En el primer esquinazo me desprendí de la toga que me había agenciado y me calé la capucha del empático. Una vez despistados, deshice los pasos volviendo a la sala regia. Calígula había despachado a todos y consigo mismo parloteaba en un balcón. Estuve tentado, sólo por gustar la sensación, de sentarme en el trono del Imperio. Y menos mal que no hice, pues, picado de tabardillo, Calígula saltó contra el sitial, y a puñal limpio, hizo sajía entre los cojines y fantasmas que le pugnan el puesto. ¡Está el hombre de lobotomizar! Y no hay quién le diga. Bestia, yo sí te voy a decir: no das una, majo. Ni una. ¡Mira que te digo que están locos los romanos! SHR de M

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02-16 Pese a que abrigase a la bárbara, el romano que encontré maldecía la blancura de la nieve, aunque, al momento, se retractaba de lo dicho y mentaba en alto la pelambre de su general rogando mil venturas al color. Un sabio el emperador, un Dios para este hombre pues de él recibió un despacho secreto para el Senado. Por celoso de su empeño saltó varias postas reventando el caballo. En el bosque finalizaba su misión. Aún así, seguro que la nueva llegaría al no ser el único mensajero lanzado. Bueno, y ni era el mensaje tan confidencial porque en él se confirmaba la victoria de las legiones y la puesta al día de la Pax Romana. Marco Aurelio lo consiguió con sus sienes nevadas y de ahí que se desdijese de improperios y maldiciones. Bendita nieve. Y ni encontrando huellas de hueste bárbara volvió a jurar, prefirió no dilapidar en vahos y corrió a ocultarse en el bosque. Rehuyó de un par de humos que pregonaban hogar, continuó caminando hasta que consciente de la inminente retirada del Sol prefirió asaltar una cabaña apartada a congelarse. Violentó la puerta y tomó sin esfuerzo la vivienda. Un único muerto hizo, y fue, según quiso justificarse, por no quedarle más remedio. Y no debió pensar lo mismo la mujer a la cual dejaba huérfana de padre para el hijo que preñaba. Intentó tranquilizar a la viuda diciendo que quedaríamos lo imprescindible, y dando muestra de no pretender hacer más daño, tomó algo de pan de la mesa y prosiguió con la parrafada que dejase inconclusa por las huellas. ¡Marco Aurelio! sí. Pocas eran las estatuas a la boca. No sólo las merecía por sus victorias y obras. Y por su gobierno. Razón sobrada le parecían al sujeto unos cuantos pergaminos enrollados. “Meditaciones”. No dijo cómo llegaron a su mano los legajos, pero juraba ser primeras copias de los mismos originales del emperador. Serían algo así como un compendio de vacuidades, pues pese a referírseme apéndices de sabiduría a seguir, él no atendía ninguno. Mató a la mujer, sí. Acabó matándola antes de proseguir camino, y buscando desorientar, pegó fuego a la choza no sin antes disimular nuestro paso. En mí no podrá borrar la estancia, mal cuerpo me quedó tras presenciar el degollar traidor. Y no continué con él. Y suerte tuvo que mientras esperase la llamada de Bestia no se presentase ningún lugareño en el sitio; porque hubiese delatado al romano al instante y sin comezón. Dicen, dicen, dicen… pero no cambian. SHR de M 147


03-16 Primavera. Doce de abril si al cómputo romano me atuviese. Corría el aire y las legiones vestían de largo lo fresquita que levantaba la mañana; y por portar bajo las capas coles y lombardas pochas. Se sentía fuerte la soldadesca y pretendían sabotear la presentación del nuevo mandamás. Eso me comentó el vinatero que desde temprano andaba entibiando el ánimo de los presentes. Y vacías las tinajas y hecho el jornal, tiró de botella privada para celebrar antes de ir a casa. Rondando quedaría de todas formas para ver si se llenaba la tarima de oradores al efecto. Se decía que no. Y también que sí. Y salió que sí. Se presentó el nuevo jefe del Imperio como Marco Clodio Tácito, y tras pitorrearse de él todo lo que quisieron, se le lapido con el arreglo podrido de una olla de verduras gigante. Lo menos la tonelada le llovió encima, y feneció, digamos, a la hortelana. Y no río, que no tiene gracia. Parece Bestia emperrada en conseguir trato con los romanos pese a lo que diga yo; que al respecto, tengo la firma. Y no. Ni de coña. Ya puedes ir pensando, Bestia, en otros fulanos. SHR de M

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04-16 Se veía venir. ... Vale, lo llevo diciendo una semana, pero el ocaso de Roma estaba cantado. La capital del Imperio basculó al extremo oriental del Mediterráneo. Sobre el Bósforo. Allí levantó muros Nueva Roma aunque todo el mundo llama al enclave Constantinopla. Y cimientos de metrópoli gasta. Buenas leyes, y tolerancia, cubrieron aguas acogiendo la ciudad a toda contingencia humana y religión. Da gusto pasear sus calles. Andando, andando, que todo camino lleva a palacio, acabé en la puerta del mismo; e invitado a entrar y presentarme al jefe. Abierta tiene la casa Constantino a cualquier embajada y por eso se me condujo a una sala de espera bastante concurrida. De las tres esquinas del mundo le llegan emisarios al emperador para atender cuestiones transcendentes. Yo, al no tener asunto que plantear, les debí parecer de un interesante sospechoso y me recondujeron a otra estancia más exclusiva. Allí aguardé dos horas y media hasta que fui conducido a una habitación mucho más sobria. Se me ofertó todo un ropero por si quería cuadrarme el aspecto, y rehusando, sin más, me pasaron a la antecámara del trono. Y no. No compareció Constantino; pero oía las voces al otro lado de una puerta; los gritos iban para un embajador de Mogador por algo relacionado con el escaqueo de unos tributos; lejano el pleito, y los ecos, y no pude concretar más. Justo cuando me disponía a pegar la oreja a la puerta, entró un ayudante del emperador para entrevistarme. Una mujer. Terriblemente neutra. Desquiciantemente... familiar. No obró sobre ella el empático facilitándome sensación alguna que pudiese orientarme en la conversación. Balbuciente, dudando la fuerza de mis palabras, me declaré peregrino de un nuevo culto. Me presenté anacoreta en tránsito embelasado por su ciudad. Y rió. Ratón. Rió mucho y dulce, trayéndome recuerdos bien gratos que me atraparon el parpadeo. Y aquí desperté. Junto a Bestia. A veces... no sé... Sí. Puede que sean paranoias mías. SHR de M 149


05-16 Mueven los bárbaros. Constantinopla bastante tiene con consolidarse y a la buena del gallo se abandona el primitivo Imperium. Toda Europa Occidental tirita. De las lindes de Germanía se desprenden jutos, suevos, francos, alanos, godos y visigodos; y algunos más. Todos pueblos muy dinámicos que raudo tomaron la ocasión y se expanden sin traba por el continente. En Worms, un remoto enclave en el corazón “bárbaro”, de momento los representantes de los pueblos antes citados reunen para ultimar los tratos de la próxima hornada que parta. No quieren darse batalla lejos de casa y en un burdo mapa planteaban las pretensiones; repartirse lo que conocen del mundo. Muy reñido será el asunto pues todos buscan el Sur, y barruntando que al final harán de su viaje antojo, desistí de perder más tiempo al reconocerlos mera asamblea consultiva. Cerca, hay un arrabal donde juntan también las lacras de estas castas y pueblos. Lo peorcito. Como algo de sol entraba entre el follaje, y tenían a una bruja leyendo los fondos de un puchero, y me conozco, tendí la oreja para cazar cualquier noticia o buenaventura. La gente consulta mucho. Parten todos a la vez y quieren saber lo que aguarda en la otra punta del camino. Para algunos sí sabe la bruja lo que hay y refiere cuanto ve, bien sea que se abre fosa de entierro al viajero, bien que encuentra tierra feraz y olvidada de señor. A algunos no ve futuro y recomienda no viajar. A otros, por serle incluso a ella velado el destino del sueño, prefiere callar y devolver el dinero. Hasta yo me presté al juego consultando varias cosas en lo hondo del caldero. Y no. No es que crea en mancia alguna. Ni patrón o advocación, o deidad en toda regla, me tiene en el panteón de devotos. Soy de cosmogonía pobre. Yo observo. En mi planeta también se recurre a personajes bastante equiparables que dan explicación a las dudas. Yo crecí entre gente de fe y aprendí a respetar. Y saber que cuándo inquieren, cuándo se agitan y rebuscan, cuándo elevan los ojos a instancias superiores, es síntoma inequívoco de ser el momento trance. De estar pasándolas putas. …… ¡Vaya cuadrilla fina me va a suceder a los romanos! SHR de M

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06-16 Diluida la Lex Romana por inoperante en el antiguo Occidente, rebrota el sustrato aborigen. Un potentado, de la vieja sociedad patricia de Emérita Augusta, va a contraer nuevas nupcias, y de su cuenta corrió el lavado de cara que se le pegó al circo. Se apañó la arena para recibir nueva pelea de gladiadores ¡Después de lo llovido! Las gradas rebosaban, y también se buscaría beneficio dando tiempo a que abran los estómagos y demanden estos gasto. No es tonto, no, pero su punto romántico reivindica el empresario al traer para festejar los esponsales lo más curtido y selecto del mundo conocido. Treinta y dos energúmenos de aviesa mirada pretendían la bolsa del premio. Por los dispares acentos situé sus palestras en los extremos de esta misma península. No tienen que ser de mucho más lejos al enterarse poniendo oído del torneo que se organizaba por cuenta de Primo Calaetio. Y de considerar sería la bolsa al no intentar entre ellos siquiera trabar gruñido. Se miraban enseñando los dientes. Entendían competencia. Desgraciadamente, el empático es de un refinado que nada puede hacer contra un primitivo filo bien esmerilado, o una simple punta engarzada a un palo. A salvo se me dice que estoy de extremos térmicos, impactos balísticos ultrasónicos y cualquier tipo de radiación de las que almacena Bestia datos. Y mil prodigios más. Pero un buen hachazo, o un chuzazo a mano llena, que no dude nadie del descalabro que sería creerse invulnerable. Tanta tecnología para nada. Algunos de ellos llevan lo que entenderán coraza, aunque si la cuestión es matar, por lo que les llevo estudiado, la cosa es de ir ligerito y arrear el primero. Ah, y cuidado porque mueren matando. Yo, cuándo percibí que me entendían trigésimo tercero, me desligué de la creencia saliendo del vestuario y yendo a tomar sitio. ... Ja. Senté casi en barrera, y fue ver el primer mandoblazo, y el brotar la sangre a presión, y unos reír, y otros aullar, y aplaudir, para ponérseme los estómagos de parto y alumbrar la última cena que hice previa al embarque. Todo. Y encima, que es a lo que iba, uno al que le quedaban media docena de pasos de vida, no más, los gastó cogiendo carrerilla y lanzando al público el venablo. ¿Por qué? …… No sé. Son raros. Son tiempos extraños. 151


‌ O puede que hasta se haya hecho costumbre. SHR de M

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07-16

Cuesta poco cambiar la advocación de un altar, si el ara se halla en enclave privilegiado. Vestigios romanos, griegos, fenicios, y más antiguos, encontré. Y del culto a la cruz ni mencionar pues abundan por doquier; es la religión del momento. Aún así, la pareja de abuelos que arrodillaba en el acantilado no rezaba a ninguna entelequia superior, invocaban a la Ley Natural para que un justo rayo les dejase a los dos muertecitos en el sitio sin tardar. A la anciana le quedaba poco fuelle al haber alumbrado diéz veces y estar el cabo de su vela muy gastado. El vejete, por contra, tuvo buena vida con tanta progenie, y mecha le quedaba para disfrutar unos cuantos años más. Y en la plegaria dejé inmersos. No muy lejos un par de cabañas echaban humo. Una estaba vacía aunque dispuesta para acoger a los ancianos de no acudir hoy tampoco las nubes. Y en la otra, la esclava que los atendía y un rapaz medio silvestre que apacenta el ganado y mantiene alejados con la honda a los lobos. Y tiene muchos pretendientes la granja. La misma legión de hijos y nietos babea la parcela. Aunque por el momento para ninguno será al retornar al fuego el abuelo frotándose las manos, y murmurando, que el trabajo estaba hecho. Con la joven, y el muchacho que es hijo natural de ambos, va a dilapidar el capital ahorrado junto a la pía esposa. SHR de M

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01-17 Mucho bueno habrá hecho Roma que no se puede negar. Bueno y malo. Y regular. Ahora, lo que sí parece costumbre, es que tras cada momento de gloria que haya tenido, en la caída, en la debilidad, le lloviesen con saña los palos. E, invariablemente, allí también estaba yo para ser testigo y cantar el ocaso. Hoy no será así. Bueno, sí lo fue. Roma arde por los cuatro costados y a la puerta tiene banda de godos aporreando. Pero, cuasi dignos, algunos ciudadanos no rehuyeron la defensa y apelan al buen criterio y al Valor. Enarbolan todo lo digno que haya podido alumbrar Roma para hacer la guerra a la sombra que remontó el Tíber. Y pocos oyen. Se escabulle la gente a las catacumbas y se confía en los laberintos. Pese a ser los humanos de costumbres diurnas, desarrollaron los romanos una asombrosa facilidad para desenvolverse entre antorchas o en la más absoluta tiniebla. Tontamente casi voy de cabeza a una cloaca, cosa que no sucedió gracias a la intervención de una anciana que parece ama de llaves del inframundo. Virgiliana anda despacio y no altera el polvo de los osarios, se santigua a cada paso y con el dedo seco invita a imitar y proseguir. No habla. Susurra. Así fui tras ella sin pedir explicación, me llevó a una pequeña cámara y sugirió que tomase acomodo y algún caldo. Y tomé, aunque un caldo del tiempo con el que por desgracia se tenía intención de oficiar una misa. Inapropiado lo mio, sí. Intenté disculparme por la torpeza, pero no hizo falta, un adelantado de la confesión que me cobijaba, Cristianos, consideró mayor honor el haber paliado mi sed, y mejor le supo eso, aseguró, que el cerrar la Comunión con su Dios al uso habitual. Virgiliana murmuró la ocurrencia y desapareció persignándose la herejía. El hombre llama Dimas y está orgulloso. Antes de hacerse cristiano llevaba el nombre de Seisdedos; todo un tahúr se describió sin reparos. Le apeó de todo descarrío una joven romana bautizada Susana. Él era de sangre sajona y de ahí que tampoco tuviese mucho miedo por lo que aguarda a las puertas de Roma. Conserva el guardarropa de sus tiempos mozos, y sin esfuerzo era capaz de jurar tal lombardo o burguindio. Mas eligió el buen camino y esperaba que escampase la revuelta. Precisamente de este sujeto, renegado de su pueblo, renegado de credo, renegado de sí mismo, fue de cuyos únicos labios escuché palabra sincera de buen amor a Roma. Y a sus gentes. También las llora. SHR de M 154


02-17 Al ojo de un huracán doméstico me lanzó Bestia; en Nistal; una pequeña aldea cercana a Augustóbriga. Tomé consciencia en medio de una batalla campal… pequeña contienda. Miembros de tres familias distintas se trataban a mamporros por algo que no llegué a dilucidar. Dos de las familias venían coaligadas perteneciendo a un lejano sustrato común, frente a la tercera, por decirlo de alguna forma, la autóctona, que era de neto origen romanorum y por lo tanto desligada de las otras dos. El asunto era cosa de chiquillos y los padres no querían entrar al trapo. Pero entrarán si se descuidan. Es la convivencia delicada y tampoco entre suevos y vándalos hacen buen matrimonio. Todo esto sonsaqué a un viejo que vigilaba la limpieza de la trifulca sin necesidad de requerirle información. El hombre es de sangre de jueces y por ello a él se recurre, para no enturbiar más las razones que originaron la disputa. Dura es la tierra y bastantes impertinencias plantea la climatología. Cuándo la mocedad se desfogó, y se consiguió que las bravas aguas remansasen, acabó dictando sentencia. Justo debió ser y nadie tosió la decisión, se disolvió la parranda y el hombre pudo volver a tomar lecho junto al fuego. Casualidad fue que diésemos con él, va camino de Braga para intervenir en un pleito serio que le reclama jurisconsulto. Esto, eran menudencias. Para mitigarle los rigores del viaje lleva ayuda, dos novicios de la jurisprudencia que por gusto propio, y a sueldo de buenos consejos, le mullen la cama o acarrean leña y preparan las viandas. Doran en espetones de encina la abundante tripa curada que les dejaron, dando gracias, por haber mediado para bien en el pleito reciente. Huele el campo a porcina confianza pese a transitar tierras abigarradas. No temen que se les ataque pues la gente está deseosa de justicia y bien se les acoge por dispensadores. Y, sí, por no llevar un cobre al costal. El viejo llama Cornelius y los pasantes Eferico y Justino Nono. SHR de M

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03-17 Haciendo su rey ¿Por qué no habrían de hacer ellos? La reina Clotilde sufrió un marido canalla. Excusa generó para que el resto de gañanes que hacen Corte dispensen trato parejo a sus respectivas esposas; entre otras humillaciones, palizas sin ton ni son, son de uso corriente. Y de quedar en casa todo aunque los gritos atraviesen las paredes. Una vergüenza lo encontrado. ¡Cómo no serán las tundas! que una pobre mujer ocultaba la cara entre las manos, y quebrada a puro hipo, lloriqueaba que algo habría hecho para que el marido la pusiese así. Pero no recordaba. ¡No recordaba! ... coitada. Le pitaban los oídos y media cara tumefacta le obligaba a arrastrar la mayoría de las sílabas. Y babearlas. Me encorajino sólo al recordar. Según iba entretelando cosas noté crecer en mí la ira. Y ya cuando contó lo de patearle escaleras abajo desde la torre, y embarazada de siete meses, me subieron bilis saboreando la hiel. … ¿Es normal llevando el empático? Sinceramente, no sé a lo que iba dispuesto, porque aun furibundo, reconozco las limitaciones que tengo por contrato. Eso sí, un par de sopapos no se los quitaba nadie al gachó. Y así fue, y algo más, pues por si acaso tuviese también intención el esposo de atar de manos y pies, y arrojar a las alimañas del bosque, los hermanos y unos amigos de la dama se adelantaron al movimiento, de él y mío, y le dieron tal paliza al desgraciado que ni fuerzas para arrastrarse le quedaban. Hecho guiñapo sanguinolento fue arrojado por la baranda del campanario. Dónde quedó colgando del cuello para aviso a maltratadores. SHR de M

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04-17 Esplendor y ocaso se juntan en un filo. Y que es punta se deduce observando ciertos parámetros de cuestionable valor; adelanto, sí. Hoy asistí a un festorro de crápulas. Junta cerca de Touluse una camarilla que en tiempos no muy pretéritos bogó en embarcación pirata; aunque al corriente reposan cuadernas y botas; y hasta se dieron a la progenie y cultivar el huerto. Pero, cada equis tiempo, acuden a la demanda de una nota y se desmadran una semana. Son ricos y respetados. Cabales a la palabra. Y cada vez quedan menos. Y no por morir. Van mezclando con el sustrato local. Y en peor momento imposible. Vamos, en mejor. Corre el lujo a raudales y vuelven a estar a su alcance los bienes más exóticos. Seda y opio quedan a mano de unos pocos, y por suerte, ellos, ríen la exclusividad; y los contactos que siguen teniendo en la vieja Marsella. Martín, el Bocacerrojo, organizador del contubernio, me presentó uno a uno a los muchachos por el nombre de guerra, y a mí, a ellos, me introdujo hijo de un compinche intimísimo ¡que dijo sonarle mi cara! Inexistentes los aranceles prohibitivos de otros tiempos, vinos de la cercana Hispania, lotos del inmemorial Egipto, ámbar del Báltico se transformaba en humo, se gastaba a modo y sin preocupar en una juerga tal pocas tenga vistas. De cualquier parte del mundo se consumía hasta el hartón. Y no van teniendo años. Se arropan de viejas glorias a la espera de algo nuevo. De algo que está por suceder y que rumian desconcertante en la ebriedad. Ah, y quisiera plantear a este respecto una pregunta de la cual espero pronta respuesta. Por qué, sí, por qué hace una eternidad que no visitamos el “lejano Oriente”. ¿Por qué? ¿Acaso allí no puede haber gente solvente que nos resuelva la papeleta? ... pregunto. SHR de M

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05-17 Volvía el barco de tierra de hunos, y, a la vista del embudo que es Bizancio, parecía la dotación dulcificar el semblante y abrir ceño. Y musitar. Lo pasaron tan mal que ni querían recordar. Sólo pensaban en dar amura a tierra y saltar la borda; eso la marinería. Los tres pasajeros que fletaron el cascarón discutían, a ojo del estrecho, lo más conveniente para la empresa montada; a gasto común realizaron el viaje, aunque apartado privado llevaron los tres, y así, uno, tratante de maderas, no dejó de escrutar los beneficios forestales. Otro, estando especializado en pieles, fijó su atención en todo bicho que a la carrera, o curtido, les cruzase la senda. Y el tercero, afamado platero, siempre barre para casa. Pues bien, no encontraban acuerdo, no. Un grumete de un cejazo me describió la situación como típica de señoritingos bizantinos; muestra inequívoca del próximo punto de atraque. Al rogar se diese a explayar, destripó el ejemplo comentando que el tratante de maderas consideraba baldío el sitio visitado, erial, pues las mismas masas brutas que constató, o las piezas trabajadas caídas al uso, nada de especial tenían al crecer igualmente cerca de casa. El peletero, gran cazador, por el contrario entendía la zona visitada granja salvaje y proponía hacer breve aguada y volver a explorar sin dudarlo más. Y el que quedaba, y no en discordia al tampoco plantearse concordia alguna, afirmaba desganado que no era momento ni existía razón. Los tres, se me dijo, hacían un buen tríptico de lo que me esperaba en Bizancio. Y antes que aguantar conversación de besugos, salté a unas chalupas que nos rozaron la borda y que todo el aparejo aireaban de ir a coger atunes. Al menos la gente cantaba lo buena y tranquila que estaba la mar si el negocio que perfila es el bonito. E iban. Me acordé de Silbert. Cuando tras mucho cantar y sudar, y reír y beber, subió la almadraba, y los atunes, aún tranquilos, corrían las someras aguas, me descubrí a mí mismo riendo tal crío la experiencia. Y recordando la que tuviera con el fenicio. Si aquellos ejemplares se me hicieron gigantes por viejos y cebados, estos, dos en concreto, quizá por vivir de ordinario libres en el Mediterráneo, o más allá, darían en la romana la tonelada holgada. Seis hombres, y conmigo siete, aunamos fuerzas para tirar del pincho e izar a la nave. ¡Y ojo al coletazo! Los pescadores y los aparejos, los barcos, la mar, tiñó del rojo de los atunes. Eso no le gustaría al viejo tiriota, y en la duda, me encontré en puerto y amarrado junto a los mercaderes, que, eso también, todavía seguían a lo suyo. 158


SHR de M

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06-17 Bien hozado no está tan mal Bizancio; ni sus gentes. Rascando debajo, a piel de entraña, juntan y gastan en vicios sin reparar en precios o palabras. Basta que una mujer baile los siete velos, o un joven haga equilibrios sobre un alfanje, para que rían y redistribuyan a manos llenas lo que acuñan en sus tierras de origen. Y así también se les hace sentir de aquí. Y ser. De Oriente y Occidente se conocen las depravaciones y no hay quien no encuentre su Infierno particular. Y yo el mío, pues obvio que de tarde en tarde lo busco. Aunque no diré palabra hasta recuperar la información del empático y quizá recordar lo que fue. SHR de M

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07-17 El desierto es tan basto que basta un hombre para llenarlo. Y si lleva camello se presenta multitud. Kaeél es un hombre azul, un beduino, y antes de romper a hablar me escrutó desde lo hondo de su turbante. Debía sopesar si era espejismo, y convencido de mi materialidad, tras un breve saludo, siguió caminando por la sombra del camello. Parco de gestos, pues apretaba el Sol, cuándo creyó oportuno, salió del sendero que iba abriendo y levantó el toldo; entonces sí mostró la legendaria hospitalidad tratándome a cuerpo de rey. Parece increíble que en tan agreste paraje sepa a gloria una mera infusión. Arte lleva el preparado, desde luego. Se escancia de la tetera al vaso y desde la altura del hombro. Y para comer dátiles extradulces de las palmeras de su oasis. Y queso de cabra. Y un poco de cecina de vaca que se le antoja capricho, y habiendo vendido a buen precio los camellos en el zoco, compró. Y me ofrecía el tesoro. Si soy sincero, debo admitir que no tomé bocado por no tener en conciencia que ofrecer mis provisiones energéticas. No se ofendió al ser abierto y no extrañar las rarezas. Mismamente él y su familia no comen cerdo ni beben alcohol. La mujer y los niños porque se adscribieron a una corriente filosófica-religiosa que promulga la abstinencia a tales pecados, y él, libre que es para creer y dejar creer, porque mal soportan estos calores los cerdos y sus derivados; y con el alcohol sucede otrotanto, que no es aconsejable andar borracho a 50 grados. Son gente errante y ancho es el desierto. La población más cercana dista tres días en camello y allí juntan y cambian nuevas, por lo tanto, me preguntó a ojo con un silencio, de dónde era yo y a dónde iba. Quién era. …… No quise mentir y callé tal calla el desierto a la hora del sopor. SHR de M

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01-18 Awisari es una población costera quisquillosa con sus libertades. Y pocas tienen al ceñir desierto y mar sus fronteras; el enclave es acantilado de nidos más que colgadero de casas. Sin embargo, existe desde tiempos remotos y otro tanto tienen in mente sus habitantes que perdure. Resisten desde hace meses en un angosto farallón que mejor defensa que la natural no pudieron echar. Inexpugnable salvo que salte desde dentro. Y todo puede pasar, pues quien reconvenía a la rendición era considerado hombre de honor por no pocos de los residentes. La cuestión es que Awisari no puede vivir al margen del Islam que le rodea, y de no abjurar del libertinaje y despiporre que se le sabe por puerto franco, tendrán, tal que están, que entregarse a la autarquía. ¡Y nueva frontera les imponían al pie! Mucho se lleva debatiendo, y supongo, que mientras provisiones tengan, mucho se rebatirá. Los awiseños puros nunca debieron existir al ser compendio de mil tierras y diez mil cruces de piel. Llevan siglos reculando de toda adscripción confesional, y visto está, es momento de filiarse. El mundo lo lleva haciendo desde que lo observo, y tonto y nimio, y absolutamente asumible, entiendo el cambio imperativo. Pero no debe ser. No le puse mucha atención a la idiosincrasia religiosa por disoluta en lo común y en el subconsciente colectivo. Ya me puso sobre alerta la virulencia cristiana, aunque por revestirse con piel de cordero no niego que casi me la pegan. ¡Y esta otra no digo que sea muy distinta! No, no me parece inteligente calibrar la Vida con plantilla Ultraterrena. SHR de M

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02-18 Alí Ibn Alibai trabajaba el mimbre como nadie en Bagdad, hasta que un caballo, del capitán de la guardia de palacio, le propinó una coz que le saltó la tapa de los sesos. Bobo de lengua colgandera deshoja los días en una silla de sus tiempos mozos. Le cuida su único hijo, Mohamed, quien, por tener mala mano para domar juncos, malvendió el puesto en el zoco y tuvo que sacar adelante la situación dándose al robo discreto, mas cogido en bolsillo ajeno, perdió la extremidad ducha y pasó a sestear junto al padre. A ambos mantiene el nieto Asbag; joven despierto que saca negocio de dónde no hay. Muy ambicioso, y no obstante, juega sobre seguro, y al hijo, bisnieto, quiere que le salgan los dientes en otra parte. Estuvo, toda la mañana, regateando el precio de cinco pasajes para la vieja Malaka, y volvía sin ellos pero con palabra de reservar hasta el alba un puesto entre el cabotaje. Uno. Su intención es dejar al hijo con los yayos y enrolarse. La oportunidad está en Occidente. Su hermano, Al-Haki, refunfuña pues quisiera ir con él, mas ya tiene tamaño y arte para tomar por un tiempo la carga familiar. Y así será. Tampoco le sabe mal a éste quedarse de jefe de la casa. Se ve hombre y le miran las mujeres. Y nada mejor para extasiar en la pose que echarse el ahijado a los brazos. Y hace. A contraluz, en la ventana, su sombra despedía a quien buscaba el futuro demasiado lejos. El niño, sin voluntad, agitaba ayudado la mano mientras hacía pompas con la nariz. SHR de M

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03-18 En Wadi Lakka se sobaron los morros cristianos y musulmanes desde el amanecer. Pese a querer alejarme de tan ingrato panorama, no quedó más remedio que juntarse con unos bereber que celebraban con panderetas y flautas el seguir en pie. O eso, o hacer de sepulturero con el trabajo pendiente. Al menos no tuve la indecencia de unirme a los jefes. La chusma, el picadillo de cimitarra, apenas inquiere si uno agria el rostro. No preguntan el motivo. Saben a lo que vinieron y comprenden el regusto. Si por ellos fuese tampoco estarían; aunque les tienen dicho que no son nadie para opinar. Son meros bereber. Lanceta de carga contra Europa esgrimida desde África por un tal Ibn Nusayr. Y úlcera abre el sujeto. SHR de M

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04-18 Hoy creí estar en cueva volcánica por la sonoridad envolvente, mas a nada que aportaron luz, y voz, se me cubicó en la catedral de Santa Sofía; testigo en un enlace matrimonial secreto. Se casaba, por amor, la hija de un comerciante de especias de Damasco, con el hijo godo y patricio de una antigua estirpe de Constantinopla; opuesta al matrimonio por pueriles cuestiones de abolengo. Parecido debieron sentir los parientes de la chica por sus propias cosas, y los unos por una puerta, y los otros por otra, estuvieron a punto de frustrar la unión. Y así hubiese sido de no aparecer yo y dar el quórum de testigos. Amantes sinceros que son, tenían religiosos de ambas confesiones y a una oficiaron rito sagrado a los ojos de cualquier Dios. Y siendo inusual su amor, y excepcionales sus familias, a nada que juntaron en una cercana explanada, y sin ser banquete, se despacharon con ensalada de tortas y pinchos de entresijo. Bien hicieron a mi entender los chicos, y saltando por encima de los cadáveres familiares, partieron en bote. Subieron a un barco apalabrado y antes de salir el Sol en nuestra persecución no se veía ni la costa. La mujer olía a corteza de limón rallado; sus flores llevaba en el pelo. SHR de M

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05-18 No parecía tener Al-Andalus límite y aquí vinieron a encontrar frontera de Europa. Y aun siendo francos, no estaba franca la entrada. Portón son los Pirineos y varios cerrojos corren la bisagra. Y Poitiers uno de ellos. Imperativo de guerra adujeron las huestes de Carlos Martel para convertir una casa de labranza en hospital de campaña; y mejor sería decir capilla, pues la mayoría no recibía mejor auxilio que una plegaria. Y eso los cristianos vencedores, a los paganos perdedores, se les daba fuego en pira o quedaban al raso de la Luna; que les dicen hijos. Entre gritos y alaridos danzaba una mujer enjugando rostros, sabedora de lo poco que podía hacer. Aunque algunos sí recibían calmante para sus dolores e inútil sutura para las heridas. Médico tenía en la cabecera de la cama Federico de Tours, pese a que el galeno también tuviese en el dispensario a miembros de la familia Omeya. El noble no tenía remiendo y apagaba. A los pies el escudero lloraba al buen señor. Gimoteaba el muchacho que moría el amo por dar batalla a destiempo. Se aliviaba las fosas nasales sin temor a ladridos, refería lo tarde que se batallaba al moro. Inconsolable lloró el zagal cuando el hombre roncó fin de ciclo, y escandalosos sus lamentos, fue mandado a casa con el resto del día libre, y siendo joven, marchó antes a buscar a un hermano para gastar en vicios por la memoria del señor. Juró que dieron para misas y putas, y con su parte, haría el homenaje debido. Las casas buenas, y las mujeres malas de Poitiers, no le son un misterio siendo nativo, mas los padres eran oriundos de Sevilla y los abuelos de Medina. Tan bien se daba a entender en un campo y en el otro, que propuso al hermano, dando un último servicio, retirarse con renta decente a la renaciente Roma. A los muchachos les llama la sangre a viajar, pero mientras piensan empresa, cruzaron las líneas de combate y al mismo campamento de las tropas musulmanas fueron a tributar el adiós al piadoso señor cristiano. En memoria de Federico les dejé fumando una chicha de kiffi en dirección a La Meca. SHR de M

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06-18 Me gustaría muchas veces que alguien viajase conmigo para poder soltar el archimanido: “¡Ves, te lo dije!”. Ya les vi yo venir de mala gana, y tras el revés de Poitiers, se amotinaron. Los bereber se saben utilizados y ocasión entienden en las tierras huérfanas para asentarse. Quieren, e intentan, pues quien hace con ganas cuaja, entre el poco sustrato local que queda. Les acusan por lo tanto de desertar del yugo y de ser los causantes directos de la pérdida del empaque musulmán; de confraternizar. Y pudiera ser, no voy a decir yo que no, sabiendo su presencia tan deseada en vanguardia. Sean los responsables, sean otros, para atraerlos a la disciplina califal llegaron hasta el lugar diez mil sirios. A muchos la simple noticia reconvino, y a los que no, allí están para encontrarlos. SHR de M

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07-18 O mucho me equivoco, o la compra de la catedral de Córdoba levantará ampollas. Abd al-Rahman adquirió el edificio con intención de derribarlo y construir en el solar una buena mezquita. Fue una de tantas operaciones especulativas, pero basta que estén por medio los amos del mundo, el pueblo llano observa con recelo el negocio. No hay otro tema de charla, y sabiéndose, quizá, el último redoble del campanero, se aplicó éste a las cuerdas y badajos dando serenata a la ciudad. Hasta musulmanes, judíos y ateos pararon en sus faenas y se dejaron seducir. A las campanas catedralicias se unieron los pequeños piques y repiques de ermitas y parroquias. Se encapotó Córdoba de tañidos. Palomas y estorninos zumbaron revolanderos. Sonaba a despedida. Al desaparecer el Sol del cielo comenzó a morir el concierto hasta sólo alcanzarse a distinguir el lento volteo de la campana generala. Mucho más allá voló su tañido al bisbisearse con las sombras la noticia de la muerte del campanero. Todo el monólogo del bronce, todo ese tiempo, hizo de contrapeso el cuerpo sin vida del sujeto. Se le encontró ahorcado. ¿Suicidio? No sé. Se dice que sí, aunque también se comentaba que los arquitectos del Emir empezaron a desmontar desde el tejado. E incluso, se rumorea, que fue un ajuste de cuentas entre campaneros. Y los menos, musitan, que por buena la serenata intervinieron ebilis y diablos. SHR de M

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01-19 En Lutos acantona ejército que pretende gesta; resistir la marea de los hijos de Abd al-Rahman. Se duda. Se teme. Se ora. A la espalda se podría decir que sólo les queda la mar. Varias generaciones coinciden en los baluartes para dar batalla única, y mientras no se concrete más, se juran y persignan a cualquier voto. Y se toman unos a otros. Y tardando en presentarse el contingente musulmán, no será raro que cambien sus voluntades y hagan nuevas confesiones. A ello se entregaban dos jóvenes hermanos cuando por sorpresa de un lindero de hayas salió un tercero. Y les conminó a ir con él porque en el codo del camino aparecerían de un momento a otro los de la Media Luna. Y cabreados. Les dio guerrilla durante la trocha de subida, mas siendo tantos, aunque lo menos mató a la docena, de nada se le hacía. Y llamaba a abandonar. Pero allí también estaban el padre y el abuelo. Y los tíos con los primos. Y el hijo mayor de su hermano pequeño. Comprometida mucha sangre para huir, pero hizo. Antes de desaparecer volvió a llenar el carcaj y cambió un filo embotado. Y tampoco aparecieron al momento los adelantados de la Media Luna. Se les escuchó, eso sí, pero se hicieron esperar. Previo, reasomó por dónde usaba el hermano escurridizo, y tras pedir nuevo juego de flechas, informó a todos del imposible escape. Por lo menos él, que cerca estuvo como para que se quedasen con su cara y la exigiera el jefe. Muy tranquilo y sonriente se dejó a mano una bota de vino, para, de darse el caso, no morir sobrio en presencia de abstemios. SHR de M

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02-19 Vaga en pena Malasombra al saber aciago cualquier camino que tome. Hace mucho, casi niño, fue impelido por sus conciudadanos de Bordeaux a salir corriendo del pueblo o le hubiesen lapidado por gafe; vino al mundo montado en el mismo rayo que partió la torre de la iglesia; amén de hacer malparir a la madre. Y con otra tormenta que cumplía los tres lustros de sequías, e inundaciones alternativas, fue expulsado extramuros e invitado a no volver nunca. Jamás. Desde el portalón le tildaron bastardo del infortunio. Malasombra malvivió del camino y lo silvestre hasta que dio a unir, y ser aceptado, en una unidad de abastos del entonces recién nombrado rey de los francos. Carlos el grande. Pasó al principio desapercibida su mala estrella al ir el ejército de conflicto en conflicto y no notar anomalía. Sí, tardó un tiempo en hacer notar su peculiaridad, pero acabó haciendo, y a lo grande, pues de garganta en garganta corrió Roncesvalles la desgracia. Él, sin embargo, fue hecho prisionero por vascones y llevado a vivir, servir, a un perdido caserío del Urkiola; casi cueva. Duros son estos “cavernícolas” por lo arisca de su relación con el medio, así que tampoco quejaron mucho porque Malasombra atrajese pedriscos y nieve desde finales de agosto a principios de julio. Y el veranillo muy ventoso. Eso no hizo recelar, no, pero sí que tornase vinagre el mosto y pudriesen las alubias, gran calamidad, que le llevó a ser devuelto a la intemperie. No sin antes, eso sí, haberse vuelto cimarrón al entendimiento humano. Cómo fiera vivía en los bosques y en uno de ellos fue atrapado a red para albedrío y divertimiento de las huestes del gran Hisam. Osca les acogía, aunque al día siguiente partirían para empresa en Narbona. Algo iban captando del fario que dimanaba y le hacían dormir amarrado a una estaca y alejado de tiendas y caballos. Ni fuego a mano se le dejaba para calentar. Dudé la historia hasta presenciar que, sin querer, el hombre mandó de un manotazo al bicho que le rondaba justo contra el hocico de un gato. Brincó y maulló el animalito poseso al sentir la daga del insecto en el morrillo. Rompió a correr en círculos por lo que le dolía y acabó encabritando las monturas. Éstas saltaron la cerca e hicieron tal estropicio que prendió todo el campamento y amenazaban las llamas tomar la villa. Por lo pronto la sitiaron. Malasombra fue liberado de todo yugo e invitado a abandonar estas tierras. Y no se le dio muerte en el sitio al temer que quedase para siempre maldito el verdugo, y entorno, que contaminen su sangre y huesos. 170


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03-19 Sonakay luce la dentadura más deslumbrante de todo el occidente europeo. Es abanderado de una raza que remonta su linaje hasta tiempos del insigne Alejandro; con él se dice que vinieron del Indo. Moreno, ensortijado de cabello y manos rápidas para dar palmas o tirar los dados, se desenvuelve con garbo en la zona de nadie que abrieron musulmanes y cristianos. No hay amo estable en los campos, y él y su familia, vagan por ellos haciendo vida. Van en carromato, y por única guardia visible, seis o siete perros, con más hambre que dignidad, les siguen los flancos. Y ríen la marcha y la francachela. A los gitanos me uní por decirse dueños del mundo y al menos hacer el antojo como tales. Tenía capricho el hijo mayor de aprender toque de cuerdas con un maestro andalusí de renombre, y a una hizo causa común la familia y en Córdoba entrábamos poco más allá del mediodía. Estaba la ciudad silenciosa. Bien conozco el sesgo de ese tipo de calmas, y aconsejé dar la vuelta a las sandalias y desdecirse del camino dicho. Mas no se me hizo caso y a la puerta del maestro Morente se tocó la aldaba. Y con ritmo. Se aporreó la puerta con soniquete entretenido. Calculé yo, al asomarse una cabeza, y la demora, que no se nos abriría la puerta, mas tras mucho rato de espera, y ganarse la apertura dando recital desde la calle, vino una hija del maestro a franquearnos el paso y ofrecer refrigerio. Apenas se demoró el anfitrión, llegando con varios tipos de guitarra bajo el brazo se incorporó al jolgorio reinante sin necesidad de declararse señor de la casa; ni los otros reseñarse invitados. Música y cante. Fiesta todo el día. He aprendido más del carácter humano observando el semblante del maestro al laud, que en tres meses de vagar por campos y ciudades buscando gente interesante a nuestros negocios. El día resultó a pedir de boca salvo por la tardía presencia de la guardia de Al-Hakam trayendo de la oreja a uno de los pequeñajos de Sonakay. Se enamoró el chico de los frutos de un huerto y le cogieron haciéndole la corte a un peral. Y por polígamo libertino, que anteriormente también descorazonó un manzano tempranillo, un melocotonero, un ciruelo y una higuera, en presencia del padre se le arreó un capón, mal gesto, mediando los hijos, pues fuera de sí reventó Sonakay la guitarra que rascaba en la cabeza del jefe de guardia. Y, claro, todos detenidos; hasta el maestro, que no protestó mucho y se dejó conducir al calabozo, porque absorto, anotaba en un trozo de hoja los compases asilvestrados que traían los caló. 172


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04-19 Debido a la hegemonía musulmana sólo pueden los cristianos viejos de Sevilla mantener abierto el frente de los gestos. No hace mucho el obispo de Iria Flavia anunció a la cristiandad la aparición de los supuestos restos del apóstol Santiago en el terruño. Quien tiene poder presionó y se permitió a un par de familias que armasen flotilla para “peregrinar”. En el muelle departía Pedro Torre con Ismael Levy. Se recurrió al judío para adelantar los gastos y fletar sobre seguro. Y siendo maula que trabaja el de la casa de David, pertrechó un barco para que hiciese vivienda de la familia Torre y Buendía. Y otras dos embarcaciones menores para que den servicio de vestidor y enlaten la servidumbre. Faltaría estrecharse las manos y plasmar en pergamino la entrega. Y el apretón se dieron, mas antes de rubricar y dar punto con un abrazo, se dejó ver en el Guadalquivir la vela de un drakar y la gente de a bordo flechando y repartiendo llama. Hasta las ratas espantaron del muelle. De la lejana Jutlandia venía quien quedó al cargo de vigilar el amarre, mientras los compadres, se daban a propagar la lumbre y robar cuánto pudieran. Eso también, afirmaron sólo estar de paso. SHR de M

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05-19 En los baños públicos mantenía charla animada un grupo de hombres. Acababan de pasar por manos del masajista, así que en la sauna, descansaban desnudos de lo que eran. El vapor y la sonoridad hacían adolecer las palabras de acento y definición. Y no tocando tampoco la política o religión, que van indisolubles al momento, hasta un punto de camaradería masculina se podría entender entre ellos; la caza, el campo; el perfil de una potranca, convierten en afable al más rudo guerrero. Y sucios, sólo desean tomar las abluciones. Unos en las tinas, otros al vapor, en armonía y concordia compartían espacio. Pensé que igual de bien se podría exportar afuera el uso que hacen dentro. Pero va a ser que no. Cuándo estaban más agustito, uno extrajo de su escueto atavío un estilete, y en pos de hendir hasta la cacha en el pecho de un caudillo cristiano, que ni en campo musulmán encontrará descanso a tanta intriga, saltó. Y al aire de un suspiro que no consiguiese propósito. Se frustró la intentona y retuvieron al magnicida, y antes de romper a confesar, que se arrancó con balbuceos y tiritonas, otro de los presentes, pretestando ofuscación incontenible, le metió un alfanje en las costillas. De parte a parte. Y aunque quizá así calculase poder embozarse, lo que hizo fue delatarse a criterio de otro presente que mandó prender a todo quisqui y llevar ante el Emir. Y bien pensado va a ser que sí. Dentro, o fuera de templo, se manejan a filo de interés. SHR de M

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06-19 En el zócalo de una cornisa vive un eremita su soledad. De niño no fue su idea el acabar solo y apartado. Ni la juventud o la edad adulta le inclinaron al oficio. Quedó con sayón y llaves de la ermita bien por morirse los contados vecinos, bien al emigrar y no detenerse los que cruzaban el desfiladero serrano. Es muy bonito el paraje, aunque duro de desanimar y únicamente los que caigan extraviados bendecirán el esmero y cuidado con que recibe el viejo huraño. Todo cortesía, y por la noche, o durante la siesta, en el momento que el huésped dé cabezada, ¡zasca!, de la manga del hábito saca una pica y descrisma al incauto viajero. ¡Palabra! Así hace, me informó, más que nada por apartar del camino la morralla e irse haciendo al paso cementerio que justifique cenobio. ¡Suerte del traje que llevo! Y tras confesar, limpio por desahogado, me sugirió que le acompañase a una cueva honda dónde hace madre el vino... ¡Pero cualquiera iría! SHR de M

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07-19 Malo era el momento al dejar la frontera los cristianos en la margen derecha del Duero. Y fácil que achuchen a la otra rivera un día de estos. O uno de estos años. Es austera la zona de contacto y poco arraiga por la continua razia, el mismo Batir no había día que no dudase si recoger los bártulos y regresar a casa, a Bagdad. Volvería con las orejas gachas al salir de la Academia de Ciencia siendo uno de sus alumnos más brillantes; su potencial llegó a Córdoba y se le cursó oferta para trabajar con amplio presupuesto; barata la tierra y la mano de obra, por una causa u otra, no llegó a funcionar la idea que trajese; aunque los resultados obtenidos, tras numerosos ensayos, auguraban una rápida adaptación de especies interesantes. Pero difícil que dejen recoger la cosecha siquiera inmadura. No. Las gentes de Alfonso III se nos antojaban chicharras lameruzas y ruidosas. Sus fuegos concretaban el paradero al otro lado del río y mis acompañantes imaginaban con desgana lo que harían en la alquería. Se temía lo peor. Y mejor de lo que pensaban resultó pues al menos las saetas que volaron desde la espesura les mataron sin enterar, y una vez muertos, y espantado el servicio, cruzó un destacamento cristiano la frontera para dejar muesca y tantear el estado musulmán. A sangre y fuego. Suerte tuve de no llevarme flechazo y aún no entiendo el motivo. Demasiado lejos estábamos para cubrirme el empático, fue como si viniesen con orden de prenderme. No entendí conveniente el resistirme y a empellones me llevaron a presencia del jefe. Este sujeto también me pareció reo de orden ajena, pues al referirle mi presencia, se limitó a ordenar, sin mirar, que me desnudasen con sumo cuidado y le llevasen mi atuendo sin hacerle una carrera. E hicieron. Parecieron conformarse en su ignorancia con la liviana seda que el bueno de Batir me echó por los hombros. Eso, el turbante, la faja y las babuchas entendieron por lujo. Y no el empático. ¡Menos mal! Solo quedé el instante que necesitaba, y una vez puesta la capucha, maldijeron la evasión y llevaron reporte urgente al jefe. Aunque contrariado, mandó que sólo un par de hombres me buscasen; el resto prepararía la vuelta a las montañas. ¿Algo al respecto que me tengas que decir, Bestia? SHR de M 177


01-20 El rodillo que puso en marcha Abd al-Rahman II da miedo. Es una auténtica apisonadora, y aunque bien engrasada, llega nítido el runrún de lo que pasa al otro lado de los Pirineos. Y desde allí se esparce. La hidalguía europea empieza a barruntar motivo de preocupación, y para tomar contacto de primera mano, lanzaron observadores. En teoría, serían los muy nobles señores designados quienes fuesen en persona a inquirir, mas en su lugar, destacaron caballerizos de rango ínfimo que desparpajo gastan para infiltrarse; dan la lengua romance y las trazas del apurado del día a día. Más eficaces son, sí, que sus señores; que aguardan en la Seo de Urgel gastando a cuenta del trabajo ajeno. Y me suena el estribillo. Pues bien, fueron y volvieron, y antes de dar reporte oficial, juntaron los mozos de bacina para hermanar criterios. Y pensaban decir la verdad, que demanda la puerta trasera de Europa cuidados, aunque visto que a la contingencia que sea irán ellos en vanguardia, proponen decir que todo está tranquilo y así volver sin dilación a sus hogares, y desde allí, sí, dar a esconderse. Vienen arreando desde abajo y votan el enroque. Y que en adelante el inicio del continente sean los Pirineos. …… Y quedará. SHR de M

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02-20 No quedaban pescadores ni curiosos en la playa de Hondarribia, pero muy brava la gente de armas, tomaban un baño mientras los señores a los que protegían reunían en una posada inmediata. Delegados de los reinos de Navarra y Asturias juntaban con embajadas del lejano reino de Otón y de otros importantes caudillos. Se buscaba concierto. Hasta el momento se fue tomando la guerra abierta en Hispania, o Al-Andalus, tal un conflicto regional. Luchaban a lo suyo los reinos cristianos de la península esta sin concordia ni futuro común, pero he aquí que desde que Abd al-Rahman III se proclamase Califa de Occidente se empieza a temer en Europa al vecino musulmán; deben sentirse sitiados. Aunque excusa siempre buscan en la fe, no sería problema el credo porque en última instancia se sabe la confesión íntima y muy difícil de erradicar si se tienen las convicciones seguras, mas estando en juego la tierra, ¡el poder de decisión sobre ella!, se hermanan las viejas castas para ofrecer batalla. Muy factible entendí la concordia al observar la armonía que envolvía a las tropas. Se bañaban, hacían castillos de arena o se daban a galopar camaradas entre las olas de la orilla. Siendo todos hombres de muchas cicatrices parecían chiquillos. Uno no, no bañaba ni reía, ni menos amagar con construir nada que no fuese un cadalso o una torre de asedio. Se llama el joven Casimiro Morgas y es hijo de uno de los que reunía bajo techo. Y tiene un secreto, uno bien gordo en la presente tesitura, un misterio que el empático sugirió y que yo mismo con capciosas preguntas llegué a desvelar. El muchacho y el padre son cristianos nuevos. Y nuevos ricos. Amasaron fortuna en lejanas tierras aunque no olvidan que administraron fincas en Almería; por abasidas se les despojó sin causa de todo bien y mandó al exilio forzoso. Están muy resentidos. Buscan padre e hijo compensación a lo perdido y ofrecen sin recato aportar una fortísima suma si se consigue la entente. Sin embargo todo va muy lento. El sol acabó por tomar camino de casa y la soldadesca comenzó a recogerse. Se presuponía la noche tranquila cuando salió despedido por la ventana de la posada un hombre, y otro salía al cabo por la puerta pidiendo ayuda y llamando a las armas. Dentro quebró todo posible pacto y soldados y señores se dieron a la refriega. Y Morgas chico a reír. Sí, ni él ni su padre estarán tan mal avenidos con su señor califa. O si lo están, lógico entender más poder en Abd al-Rahman para rectificar el antiguo oprobio, que a una confederación de violentos bebedores de alcohol. 179


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03-20 Mucho mundo tenía corrido el libro que cayó en mis manos. Muchísimo. De tan lejos vendría, que hasta el empático, aparentemente, necesitó unos segundos para hacerme legible la grafía. Las ilustraciones no. Eran bien explícitas y edificantes para cualquier humano, y bien digo que cualquiera, pues aun sin entender ni pajolera idea de lo allí escrito, la mujer, religiosa para mas inri, sacaba jugo a las estampas con la paupérrima llama que alumbraba su celda. A tranca echada, pasaba las hojas y detenía con gran deleite, en aquellas, que el uso hecho al libro, avisaba conmoción. En un esquinazo tomé sitio y a bien tuvo entenderme, mamífera que es, una simple alucinación, mas al ver que me animaba y llenaba dimensiones de la estancia a voluntad, soltó el ejemplar y se metió descompuesta en la cama entre sollozos y tiritonas. Me llamó ser infernal ¡y sátiro! y a alarido pelado conminó a las hermanas para que tirasen abajo la puerta y acabasen con Lucifer. ¿Yo? Ja. Podrida tiene la señora la cabeza, y antes que dar respuesta, cogí el libro que se le había caído de las manos y echándome la capucha me volatilizé de su vista. Por puro miedo tardó en darse cuenta de la desaparición de su lectura, pero al evaporarme yo, de la cama levantó posesa rebuscando entre las cosas tiradas al suelo; dónde, supongo, hacía el comprometedor ejemplar. Tras el derribo de la puerta me escurrí de la celda y seguí vagando el edificio. Busqué biblioteca o lugar análogo donde hubiese tomos del mismo pelaje que éste. Y no, no hubo más. No creo ni que sepan las comadres que éste existe. Con el sol alumbrando los caminos enganché rumbo de una ciudad cercana. E intención tenía de seguir moviendo el tema si daba, difícil, con librero en el burgo. Y por hacer prueba previa, a un hombre que levantaba lenta polvareda sobre el borrico ofrecí para que echase un rápido vistazo. Y fugaz fue. Visto y no visto. Al tercer o cuarto dibujo que puso ante sus ojos, soltó la carga de leña y clavó el calcañal al borriquillo espoleándole el trote. Y palabra que no creí la cosa para correr detrás gritando el hurto. SHR de M

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04-20 La Tierra está loca. El mundo está al revés. No me plantea paradoja que la hija de Roma ¡Bizancio! mande ahora una embajada al exótico oriental que aposenta reales en la muy occidental Córdoba; y no en Damasco. Permutaron. Hoy era día grande en la ciudad y no se tuvo que aplicar la guardia de palacio para que la gente recibiera con vítores y aplausos a los delegados. La mezquita está imponente con los nuevos añadidos. Pétalos a mansalva se tiraban desde las ventanas para que los señores caminasen sobre blando y perfumado. Todo aroma era la calle, y por disarmónico y poluto el “tufo” que salía de una callejuela, me entregué a curiosear. Me llamaban sin voces desde el otro lado de una tapia, y tras saltar, descubrí a dos hermanas dando tortura a viandas y harinas. Estaban obligadas a quedarse en casa echando un ojo a los pucheros, cuando ellas, al igual que toda moza cordobesa, ansiaban ver y dejarse ver ante el paso de la carroza. No pican tan alto las muchachas como para soñar entrar en contacto con tan selectas dignidades, más mundanas ellas, simplemente esperaban poder pegar un rato la hebra con los hijos de un vecino tundidor; no trabajan ellos porque para eso tienen gente a sueldo, aunque no se le olvida al padre el hedor que tienen en el negocio, y aún distante, por mucha tierra que les separe se le hace poca. Ni soñar. Las muchachas dejaron de suspirar y se juramentaron a dar batalla en casa hasta que obtengan licencia para tratar con los novios. Y conseguirán, no me cabe duda. Para entrada a la cena exprimieron unas ortigas, echando tanta especia y picante, que sin calcular el despilfarro, se planteaba la ingesta motivo sangrante para vieja úlcera. La madre conocía la treta, y al olerla, instó a los pequeños a tomar una frugal miscelánea de avena y leche. El padre, el tutor de la casa y los varones que engrandecen, serán los que penquen por hombres con el amargo despecho de las mujeres. Ésa sí es una guerra que entiendo perenne en la Tierra. Un conflicto abierto de difícil solución. SHR de M

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05-20 “Sé que no estoy solo”. Ésas fueron las palabras de un lunático con el que topé. Y las puedo hacer mías. Las hago. De este hombre que refiero, aún podría mencionar alguna virtud o defecto propio, y quizá por exceso parecido, confieso ahora haber estado un tanto seco al tomar contacto con él. Moraba el viejo lo alto de un árbol del cual, ponía a Dios por testigo, no le apearía nadie pues suyo era al igual que el terreno circundante. Sincero lo voceaba, así me lo indicó el empático, mas igual de legales eran los papeles que al ojo se le pusieron para que reconociese la firma y dejase a los operarios seguir cavando los cimientos de la futura Madinat al-Zahira. Demasiado grande el proyecto para detenerlo por un hombre; y reconocido perturbado. En el plano iba el árbol fuera, y árbol y viejo fueron juntos a la escombrera. Uno de los sanitarios de la obra rió, hasta que tras tomarle el pulso al sujeto, lloró la defunción, y pareciéndole chistoso el óbito, fue con el cuento al jefe de médicos. Éste no rió, no. Es circunspecto y serio al ser también médico de Ibn Abi Amir; no el titular de la cátedra, es consejero del corrillo, y meritaje le es en desgracia el cuidar de la salud de la gente que trabaja en la obra. Lo normal, insiste, suelen ser piernas o brazos rotos, o algún dedo colgandero que amputar. Prima la seguridad. O así pretenderá que sea pululando en los andamios vecinos y amigos. Por la tarde, y autoridad, dio por terminado el día de trabajo. Y hasta la próxima jornada dejó de ser el médico reputado que es y se vistió de poeta. ¡Hasta el nombre le acompaña! Musa. Y es que entre los lejanos ibn de la filiación, se enorgullecía de un tal Mugaddam ibn Mu´afa. Siendo padre y madre médicos, el lejano parentesco brotaba virulento y a él dedicaba las noches. Recitaba versos a una joven viuda que le perdía el seso. Mal visto estaba que nadie se acercase todavía con pretensiones reciente el duelo, aunque él hacía. Por el día cuidaba el riesgo en la vida ajena y por la noche se jugaba la propia, porque de encontrarle los hermanos del difunto, la moaxaja trocaría panegírico. La mujer es humilde, mas atesora compostura la familia y exige un tiempo discreto de luto. Tonterías. No atiende a tempos el amor. O que le sea océano. O que tuviesen tratos antes de espicharla el esposo. El caso que cantó las lindezas del Universo hasta bien entrada la noche. En una 183


oscura callejuela rimó el amor intempestivo. El nimio contacto que le llevó a prendarse del ondulado cabello. El sutil y furtivo juego de miradas que se llevaron en vida del hermano. Sí. Marido y hermano fue el finado. O hermano y marido. Respectivo les era, y de ahí las desgracias y desdichas pasadas, y la exultante alegría que desatendía todo recato y exponía al peligroso rumor público. SHR de M

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06-20 Con mayor o menor acierto usan los humanos de los animales salvajes para medrar. Hasta domestican pájaros con lo justitos que van de mollera. Y si hay algún bicho que ayude ¡complemento a sus carencias! ése es el perro. Caza, defensa, compañía… De cruces y mezclas sacaron ejemplares especialistas en dar combate a las ratas en sus laberintos; todo tipo de terrier. Y galgos y podencos para cobrar a la carrera. Y molosos que retengan cualquier presa peligrosa. Rastrean trufas y níscalos. Auxilian con el cabotaje y la mar. Cicerones de redil. Olisqueadores de cualquier efluvio que a la tocha se les ponga. Y en la guerra siempre junto a los más bizarros. Su impronta es el trabajo y no hay animal más fiel. Y todo pundonor. Lo malo es cuando tienen mal amo, o guardés, y el alma cimarrona les aflora. Saldrá lo que les quede de lobo y es de temer. Así pasa con la manada que a capricho de sus concubinas reunió el difunto Al-Mansur. Serrallo canino que fue nutriendo con ejemplares meritorios. Y así están de lustrosos, estaban, porque desde el fallecimiento del amo no comen y aguardan en una habitación cerrada a que se les atienda. Huele mal pero nadie queja. Y el perrero mayor de palacio ni caso hace siendo lo suyo trabajo y no pasión. Y realizar muchas veces todo de mala gana y a destiempo. Y el otro muerto, claro. Mucho pero para tanto perro. ¡Ay, si hablasen los animales! Lo suyo es aullar y ladrar. Y si tanto llevan sin probar bocado, que el instinto les impela a comerse al más débil, o tirarse sobre el primer infeliz que abra la puerta. Esta desgracia fue para una niñita que acabó tirando del pomo, y de no estar yo cerca, se la comen y nadie entera. Y traerá miga el asunto. El responsable por lo pronto dormirá en la mazmorra, y los perros, puede que tengan suerte al no querer la familia de la niña que sobre ellos recaiga sentencia; fueron la compañía faldera del gran Al-Mansur y la responsabilidad se deja en duda; o conmutada por los servicios. Y yo, a la nave subo el sustazo de sentirme cogida la pierna por una preciosidad de treinta y dos kilos y dentadura cuasi hermética. Y el empático la tarascada. Sí, me gustan los perros aunque muerdan. SHR de M 185


07-20 Suelo intentar observar el devenir humano con lógica. Y ocasiones hay en las que me quedo papando moscas y no consigo coger la causa de la chamba. Pueden llorar a roncarranas sin padecer dolor. Y reír de puro miedo. Pero las más de las veces, insisto, es básico su planteamiento vital. Otras, no cazo una. Cómo hoy. Hoy dos aguamanileros realizaron el protocolo pertinente de recibir visita. Delante del califa y los embajadores ni osaron levantar los ojos del suelo. Ejecutaron a la perfección su función y no se reparó en ellos. Estuvieron presentes todo lo que duró el parlamento de los señores y luego quedaron los últimos para recoger. Y comer con ganas. Y dormir la siesta entre marmitones y jardineros. Y dar por la tarde un somero repaso a los aljibes y vajillas. Y cenar. Y despedirse con un gesto de mano del resto de servidumbre al pernoctar ellos en una casita anexa a la cuadra. Y no hablar, no decir ni “mu” entretanto todo esto. Ya creyéndoles sordomudos, porque en la duda me tenían, encendieron una pipa de agua incluyéndome en la ronda. Entonces uno de ellos se levantó, y tras chupada profunda, reprodujo la engolada reverencia del embajador cristiano y repitió las credenciales: “... don fulanito de tal, vasallo de don Canuto el Grande de Dinamarca, Rey de Inglaterra...” Y jo jo jo... Ahí quedaron retorciéndose sin entender yo la gracia. Sería lo que llaman chiste hecho o familiar; de rular entre quintos. SHR de M

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01-21 Chocan dos Culturas, dos formas de entender la vida, y pese a que la gente de a pie no entienda muy distinto al vecino, ni a sus dirigentes, estos, los de a caballo, sí entienden la diferencia ostensible y ven motivos. Vamos, hasta yo soy capaz de entrevetar que se juegan el puesto. Me bastó subirme a la montura que se me ofreció, y pasear un rato, para entender la perspectiva. Muhamad ibn Muhama surtió de equinos excepcionales a califas cordobeses y reyes cristianos. Y a ricos judíos que gustasen montar buenos jacos. Eso sí, los tiempos de encargar recua de treinta o cuarenta ejemplares, ¡o doscientos!, pasaron a la historia. Sin embargo sus équidos siguen siendo los mejores y se le piden. Ya no apacenta la sierra las manadas de antaño, mas aún tiene a su servicio Muhamad a los más entendidos en el mundo ecuestre y adelante saca hornadas de potros meritorios; caballo tiene para cualquier bolsillo. No es hombre de moral rigurosa, pero también más de un caso se da de venir alguien buscando monta, y mantearle monte abajo. Los caballos y sus cuidadores son tema del que no admite puya ni queja. O reclamación. Y menos tolerar mofa alguna. Si uno es amante de los animales en general, y en particular del caballo, abierta tiene la cancela del establo y hecha la familia. Cenaban todos juntos cuando llamaron a la puerta anunciado a Hazm al-Riyal, intermediario de los Banu Hud. Y el encargo enjaezado para llevar. Muhamad nos dejó y marchó a atender el negocio. Los muchachos siguieron cenando por sugerencia del amo. Nunca se sabe a quién se abrirá en estos tiempos, mas si es para bien, bienvenido sea, aunque sean caballos para hacer la guerra lo que se venda. SHR de M

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02-21 El álamo negro echó la semilla y con el azote del viento parecía que nevase pese al calor primaveral. Entre las hierbas quedan los granos que son hogaza, y las hormigas, a la espalda, no dejan de acarrear. Basta que pare el aire un minuto, y prestar oído, para escuchar crepitar el campo bajo el millón de pies. Y así toda la noche. Con el día siguieron al mismo ritmo, aunque una columna de soldados humanos solapó el murmullo con el ataque decidido al piso y el cantar de algún mandamás chusquero. Entre sol y sombra aguardé la arribada del ejército al apreciarse el repecho en solana. A mi vera imaginé que harían el alto al tener ya la fuente pretendiente; un oteador adelantado tomaba aire tras la subida, y sin siquiera reparar en mí, continuó rumbo al paso de las cumbres; estarían aún en sus dominios y no intuían peligro. Pero sí, sí lo tienen que presentir próximo pues con la excusa del receso, unos cuantos se dejaron caer entre unos matorrales para orinar y desaparecer. Se les buscó y muy mal sentó al responsable hacer reseña de primera incidencia. Ordenó tomar los nombres de los desertores y en la próxima posta remitir informe. Y reanudar la marcha. Los otros tardaron pero volvieron a la fuente. Son conscientes de la pena y no manifiestan temor. Ya no. Al día se sabían mercenarios al petar el califato y ser Al-Andalus un mosaico de taifas. Un día guerreaban contra un castillo, como al siguiente defendían sus almenas y gentes. De aquí para allá derramando sangre sin saber la causa ni el banderolo a representar. Con los dos días de ventaja que calculan, echaban cuentas de poder volver a Sevilla y agarrar barco que les saque a costear África. Hartos, se vuelven a Damasco. …… ¡Quién pudiera romper así contrato! SHR de M

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03-21 Hace un frío que pela. Un paisano que pastoreaba ovejas me comentó que Burgos se ofrecía a un par de kilómetros, aunque no me sentía con ganas de patear la nieve y quedé entre el ganado; tras roerle el musgo a las rocas, las borras juntaron en el redil para aprovechar los últimos rayos de sol. El pastor a ceja me reseñó un muchacho y baló “Buena pieza”. No hay motivo que me limite el objeto de estudio, así que chisté al zagal para emparejarle el andar. Se llama Rodrigo y en el zurrón traía algo de pesca y caza. Industria tiene el joven, un halo le rodea, pues llegando a una aldea, una vieja gitana nos salió al paso ofreciéndose a leernos la mano. El rapaz no puso reparo, y entre la risa, y el castañeteo, escuchó el halagüeño futuro que le espera: perder un gran amigo, perder la patria y perder a la familia. Y aun muerto, ser sacados sus restos del osario para combatir. Y gustoso pagó el muchacho con una de las liebres cogidas a lazo. A mí la señora me tildó malaje al no poder leerme raya en la palma; amén de no soltar óbolo. Rodrigo rió más esto que la colección de desdichas que le auguró. Hace poco la misma gitana también le dijo que sería un gran señor, que estaría siempre rodeado de gente devota y que en la batalla alcanzaría fama tal ningún caballero cristiano; aquella vez también pagó con un conejo. Y, una de dos, o la mujer bellaquea, o el futuro del pieza es muy complejo. O, tres, que por estar en cuaresma la alcahueta hubiese preferido pescado. SHR de M

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04-21 Roma, aunque pierda fuelle y compás, sigue siempre en ruta y haciendo Historia. Trabé trato con el encargado de transcribir una carta a un príncipe germano. Es novicio recién llegado y no puede evitar embobarse a cada paso con lo que ve. Y persignarse. Inmóvil yo, paró un segundo como si descubriese estatua, mas al verme animado sonrió la estupidez y siguió a sus asuntos. El joven marchó a otros negocios que le demandaban en la plaza. Adeudaba a un usurero una pequeña suma, que no obstante, y pendiendo nimia, de no satisfacer antes de acabarse el día le acarrearía contratiempos no deseados. Y pretendía cumplir y podía. Unos textos extras le proporcionaron holgado pago y con ellos pensaba liquidar. Aunque al llegar, y esperar hasta pasado el ocaso, el joven olisqueó triquiñuela para alegarle incumplimiento de contrato y embargar. Y no estaba dispuesto. Fuímos a buscar al usurero y lo encontramos haciendo plantón al féretro del prelado al que servía. Le cogió el deceso del jefe de imprevisto y se excusaba de la incomparecencia con un gesto de hombros y el descolgar del labio. Y Finiquitada la pella, despreñó la sacristía de un siciliano seco para brindar por el fin de la relación. Que no era, no. Sería nueva cuenta o ampliación. Aspira el joven a aprender bien varias lenguas con el fin de volver a su tierra convertido en todo un señor traductor. Le alababa la idea el prestamista al chico aunque arguía no ser momento, ni coyuntura, para bailarle dineros a la caja, y siendo lo solicitado importe para vivir allende el Mediterráneo un par de años, no se atrevía. Eso también, conocía a otro fiador que juega más al filo, y por lo mismo, con intereses cuasi leoninos; se nos remitió a un tal Paulus Pisón, y éste, doblando riesgo e intereses, nos concertó encuentro en el Coliseo a medianoche con un tercero. Las arcadas bullían de sombras. Peligroso entiendo tratar de dineros en tales sitios y a tales horas, sin embargo a la cita nos dijeron que acudiría quién al momento podría resolver cualquier penuria ¡Inocencio Pueblaermitas! Bastaba que mi acompañante preguntase a la silueta que se movía si ésa era su gracia, para que no siendo, se difuminase la negrura entre las pilastras y siguiese la noche tranquila. A en punto, que lo cantó un búho desde un olivo, se dejó caer el sujeto. A orilla fuímos, y tras escuchar las necesidades, se prestó sin pega a poner el dinero. ¡Ni en mi mundo conceden tan rápido un préstamo! Con orgullo aireaba Pueblaermitas el noventa y cinco por ciento de éxito que tiene en los tratos. Y el cinco restante, que pudiera ser tenido por el quebranto, es en sí el acierto alardeando el fulano de tener al cien por cien bajo tierra; y muertos entre grandes sufrimientos. Da igual que uno se vaya a vivir a la capa de Odín o de un rey animista más allá 190


de la linde seca africana. Pueblaermitas sabe el negocio en el cinco que descuelga, y no digo yo, que de vez en cuando, no desee que alguien pretenda saltarse sus estadĂ­sticas. SHR de M

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05-21 Los caballos normandos que patean Barbastro pasan indefectiblemente por las manos de Roger de Sant Germain, maestro herrador, que en hombros de su hijo Enrry intenta dejar el cargo. Pero el chico no tiene ganas. Ni es varón. Es una hija medio macholo que ligera de cascos corría los vientos por un noble de Caen llamado Philippe. Enrrieta es más valiente que muchos compañeros de armas y por eso al padre no le deshonra el secretillo que les acompaña. La chica destacó en la toma de la ciudad y querían los mandos significarse con ella y otros cuantos, y por ello, reunieron para comer en un figón de chuparse los dedos; autóctona la comida cocinando lugareños. Pasado el postre, ofrecieron los jefes a los homenajeados una muestra del último lujo de oriente, herejía al paladar de muchos, pues aunque de un estimulante sincero, contrapresta a dientes y aliento un indecoroso tono negro. Con esto quiero decir que alguno tomó a mal el café y lo escupió al acto, pero, y entre ellos me encuentro, otros saboreamos el amargor con placer. En torno a la taza, al buscar punto con azúcar, quedamos los que indagábamos las virtudes del brebaje. Yo, mestizo de alma y gustos, probé variante en lo nuevo y añadiendo un buen chorro de leche de vaca lo encontré perfecto. Otros lo alegraron con algún alcohol bravo; e incluso muy diluido en agua se hizo tolerable. Sabroso el tema de sobremesa, se acabó distribuyendo el excedente y alargando la velada. Y con la noche descubrió Enrrieta la auténtica virtud. O maldición. La noche Moka. Ahuyentado el sueño, la chica le entró a la Luna vagando por los campos. En un regato del río acertó con ristra de prisioneros en espera de juicio sumario. Se fijó en uno de ellos, y por trazas a su amado, con él entabló charla distendida y gesticular. Le reconoció la bravura defensiva desplegada, lo mismo que juzgó descabellado el seguir resistiendo estando la ciudad rendida. Y el joven, en vez de enojarse, respondía absurdeces y planteaba otras preguntas, más lógicas al entender común, de las que la mujer no podía defenderse reconociendo la gran verdad. Más feliz hubiesen sido todos quedándose en sus casas. Enrrieta cortó las ligaduras al cativo y le instó a que huyera y dejase correr, pues ella, palabra, iba a colgar las armas para marchar a buscar el amor a la patria. Y sus camaradas, suponía, tarde o temprano harían lo mismo. Rechinando dientes quedó la mujer con el pulso alterado. SHR de M

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06-21 En Selsey, Inglaterra, da igual que los señores se declaren sajones viejos o jóvenes normandos. El cambio que trae Guillermo de Normandía no se nota en el campo. Pésimo y a destiempo se entregó el clima y vano resulta protestar a los invasores, o clamarle a los dioses, las desdichas. El que llora pierde vez y poco cuartel cede el agro. Una pequeña granja apenas puede sacar adelante a los adultos, así que desde bien chiquitos instan a los hijos a la emancipación. Al llegar yo levantaban el vuelo unos gemelos albinos, que salvo por una peca bajo el ojo, eran calco el uno del otro. Partían con intención de contactar con un familiar de Portsmouth que suponen les encontrará apaño en los muelles. El tío es casi mito porque antes que ellos otros hermanos mayores, y hasta primos, dejaron el terruño con palabra de negocio, y para todos encontrará trabajo en los bajos fondos al no regresar ninguno. Aseguran que siendo parientes desde el pantalán tendrán tendida la alfombra roja. Y creyeron verla en el sendero que embocaba a la rada. Mas antes de llegar, un barco que salía nos dio flanco e hizo la leva que le vino en gana; siendo gente de encinchar armas se ahorraron explicaciones. Carne de boga que se intuía a los chicos, fueron asignados a primera línea de banca, y antes que pudiesen ponerse de acuerdo para saltar la borda y ganar la playa a nado, navegaba el bajel las aguas del estrecho. Se me admitió pasajero y libre fui para moverme; aunque no siendo nave de echarse al océano apenas existía cubierta limpia para pasear. Sí, algunos no pudieron objetar nada para no ser embarcados, mas la mayoría era gente de Guillermo que volvía a casa. Unos, yendo rasos, retornaban con charreteras y título nobiliario, otros, llevando en la ida todo lo anterior, silenciosos volvían en arcones forrados con plomo. Suertes distintas, y lecturas, tenía la aventura para todos los presentes. A última hora de la tarde atracamos en Le Havre; al otro lado del canal. Se vació la bodega y se desalojó la cubierta. E incluso, entre la marinería, se repartió paga y propina por la rauda travesía. A esa ronda, aunque los hermanos pusieron cazo, no les cayó parte. Se les dijo que era el monto del enganche, pero que si veían futuro al arte, de ahora en adelante tendrían la parte del novicio. Y quisieron. Todas las trazas esbozaba el capitán de reemprender singladura, y antes que quedarse colgados en la isla que presuponen ser el continente, se adherirían lapas a cualquier amura. Con la misma marea volvieron a echarse al mar navegando con proa a Inglaterra, hasta que, azar, un barco mayor que el nuestro nos agarró borda y también hizo leva ¡Pero de voluntarios! 193


Ellos iban muy al norte y a esas latitudes no conviene ir obligado. Los muchachos, contra toda presunción mía o del empático, se ofrecieron izando las manos. Cambiaron de barco, y curtidos, antes de separarse, uno de ellos bajó a la bodega, y desfondando el cascarón, dio gracias por lo instructivo del paseo. SHR de M

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07-21 Cautivo por cualquier tonto capricho, un sacerdote cristiano lleva años preso de las fratrías vikingas. Debió pasarlas canutas hasta hacerse con el idioma, y ahora, aunque tampoco se le aprecie mucho, al menos en rondo le sienta algo de parroquia. Consiguió interesar a unos cuantos con la ayuda de un libro que recuperó de alguna pasada incursión a los confines de Europa. Un Beato de Liébana que fascina por sus palabras apocalípticas y la esmerada iluminación; rápido enganchan a lo macabro y le buscan para que enseñe. Conversiones, lo que se dice conversiones espontaneas y sinceras no ha tenido. Logro considerará la libertad pastoral que le consienten, y sabiéndose en la brecha, no desespera y a la murga se da con quien crea ver madera. Pero pocos. Poquísimos le aguantan la brasa, y delante de mí, lo vi arrastrar por los pelos y saborear dos guantadas al no callar a tiempo. ¡Y le gustó al condenado! No es lo suyo masoquismo singular, dice que es voluntad de martirio al entender más sentido en la evangelización de estos salvajes, a batallar la refinada hipocresía de sus antiguos feligreses. Igual calarán las palabras tal en su casa, pero entre salvajes, sin duda, tanto alegrías como sinsabores serán mucho más intensos. SHR de M

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01-22 Tres jóvenes toledanos temerarios tomaron en la última aldea un explorador capaz de agarrar el rastro por el aliento a una tórtola. Y ése es el objetivo, pues aunque lo venteado sea un ciervo de sesenta puntas, es tan leyenda su existencia que se duda. Cierta vez, el padre de los muchachos, escuchó con estupor comentar, al mismísimo emperador, su existencia, y de ahí que el noble Pascual de Barbadillo mandase a los hijos a buscar un regalo digno de Su Majestad. A la vuelta caía el santo y, teniendo tan cercano el desembarco Almorávide, se cuidarían los regalos al extremo. La semana estuvieron los chicos recorriendo los chaparros a corva vista, azuzando las zarzaleras para mover lo que allí encamaba. Llegaron atraídos por la leyenda del ciervo, mas otras singulares y fantásticas bestias poblarían los riscos y roquedos. Y así también se les aseguró, que se temía a un oso ciego y rencoroso que a olfato se manejaba para dar con vianda sabrosa o niño tierno. Y un águila que llevaba a lo alto lo mismo cabritillas que a la paisana que estuviese oreando la ropa. Y los lobos; que no falten. Se reseñaba uno patituerto, cano y calvo que gustaba abrir las puertas de las casas y reventar alacenas por no saciar con vacas; listo y grande sería el condenado porque llevaba el siglo y medio dando batalla en los valles. Mito, sí. ¡Toda fechoría a los bichos! La familia del propio guía inventa las patrañas. No tiene otro posible negocio el lugar y siempre su reala garantiza el acabar con animal singular. Y se caza. Y para mantener el coto vivo, a última hora también siempre titubeará el ojeador si será el ejemplar abatido el monstruo que se buscaba; limpiando el cuchillo contra la piel de la bestia, y con un simple chisteo, y un suspiro entrecortado, deja en el aire la duda. Los muchachos, por sugerencia del hombre, quedaron apostados sobre una cornisa a la cual encaja la escorrentía del arroyo. El rastreador fue a levantar las bestias; aconsejando que quedasen atentos. Invisible, encapuchado, tras él fui, y cuál no sería mi sorpresa, al encontrarle en un recodo acariciando la frente del temido oso que menté al principio. Sí, ciego y enorme, mas rencoroso sólo sería si se le buscaba mal paso de baile. El oso se llamaba Fuerte y era muy viejito. Tiene el monte sucesor pues Fuerte-Fuerte, el hijo, y Fuerte-Fuerte-Fuerte, el nieto, disputan a los congéneres las vertientes norte y sur del Borbollón. Hermano del paisano pudo ser el plantígrado al criar ambos junto a la misma chimenea. Lloraba el hombre pese a intentar controlar el gesto, iba a dar hasta la 196


piel la bestia por la familia y el abrazo desde luego fue sincero. Como si supiese, el animal puso en pie y tomó la trocha para dar batalla. Y tan digno se batió, que enorgullecerá a los Barbadillo el saber que los vástagos quedaron en el intento dando mayor valor, por supuesto, al presente disecado; que sí, se hará llegar. SHR de M

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02-22 Doblan las campanas de Lyon y de todo Francia. Llama la cabeza de Roma a la hermandad convocando cruzada contra el Islam. Se lleva mucho esperando. Y temiendo. Todavía se recuerdan los destrozos del milenarismo reciente y se reza para que la baraúnda del camino no vuelva a montar turba. Cualquier pretexto es bueno y ante la posible chamusquina los negocios cierran y los tenderetes del mercado recogen. Desde la ventana de Silvia de Lalippa resulta hasta cómica la desbandada. La mujer departía con un tratante de libros que además de traerle el último grito literario, La Chanson de Roland, también acercará noticias del resto del orbe civilizado; aunque no sea cristiano. Del otro lado de los Pirineos la joven iba siguiendo el devenir al enganchar con gusto a las proezas de un caballero bizarro que llama Díaz de Vivar y da candela a toda injusticia bien caiga ésta del campo cristiano o del no menos noble musulmán. Sí, el Rodri. Se le hizo Cantar. La mujer no sólo lee ávida poemas de hazañas y gentes de armas. Tomó trato con lo selecto y pagano del pensamiento Heleno. Y sobre la Lex Romana le preguntaba en vida el propio abuelo siendo jurista. No hay pensamiento cristiano transcrito que no haya pasado por sus anaqueles. Ningún asco hará a cualquier saber. En el hatillo que acercaba Simón Strauss iba el cálculo de Abu-l- Hasan, una copia en piel damasquinada del Rubaiyyat y el testamento filosófico de Ibn Hazm. En las manos tomé la obra de un tal Al-zarqali por decirle astrónomo y dibujar como tal. ¡Ay, si pudiesen los humanos acercarse a la Luna para verse y ver! Cuán ganado tendrían... Sí, pero ya sé que no debo ni plantearlo. La mujer pagó el encargo y dio por supuesto que el librero se quedaría a cenar, y como a mí me dijo también ver cara de hambre, pidió a una sirvienta que pusiesen mesa para cinco; porque el hermano entraba por la puerta. Cenamos con el padre presidiendo. El hombre tiene una vaquería y mientras la conversación rondó los lacteos o los precios del mercado, la cosa fue bien, ahora, lindar a otro pasto, y el anciano perdió tono dormitando la parrafada. Por no desvelarle el coscorrón nos invitaron a mudar el coloquio a la sala de estudio. Acogedor sitio, sí. Y libros hasta el techo. Gozan los hermanos del lugar al rehuir el padre de todo tipo de tinta que no sea el ronquido crudo. El sitio me pareció hogareño mientras el cuestionario al que respondía se ajustaba a la curiosidad del anfitrión, pero inteligente de veras se demostró el terceto y ni que acordados sentí pasar de la pregunta plana al interrogatorio policial: que desde cuándo estaba en Lyon y en el reino. Qué interés 198


me traía y dónde había aprendido francés, castellano, hebreo y hasta farsi. Y, por supuesto, dónde hacía noche mi servicio al no apreciárseme muesca de trabajo en las manos. Me hacían la ficha por separado aunque los tres preguntasen a la vez. Y no me gustó la sensación. No. SHR de M

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03-22 Chicos de distintas confesiones reúnen entre ruinas en los arrabales de Nápoles. Juntan de varios barrios para saber cuál es el perro más fiero de la ciudad. El chucho a batir se diría el mismísimo Cerbero al venir de la barriada del Infierno y rumorearse destetar a chanchazo pelado con hermanos y demonios; y comido desde entonces sólo ceniza; y bebido en una fuente honda del Vesubio. Salvo el amo, no se desoyen sus colmillos. Lleva un par de años de hegemónico dominio y reflejo es la calle. Altanean los abanderados su fiereza e inmisericordia, pero hete aquí, que la cuadrilla de los hijos de los tratantes de seda, importaron hasta la plaza un perrillo africano, ¡que dicen!, al cual llevaban entrenando tres meses y ahora presentaban en sociedad. ¡Los muy sinvergüenzas se trajeron una hiena! Y la alimentaron el último mes con huesos de gallina. Ni qué decir tiene que el combate duró un mordisco. Ni aplaudirse. La chiquillería abucheó la desproporción y tomó camino de la playa para darse un baño y quizá rumiar venganza. El padre del amo del perro muerto tiene por astillero un banco carpintero y repara botes de poco calado, como artes, como si no hay nadie que le reclame, ni tajo tenga abierto, agarra un pincho diseñado ex profeso para trincar cangrejos y se da al menester. Carlo Luncho nació en la mar y vivió de ella. Tanto se imbricaba su vida al oleaje, que se enamoró de una sirena y con ella tuvo un hijo. No, no éste que conocí. Otro, que al tiempo que a la madre, tuvo capricho Neptuno de convocar a su reino. Desde entonces vive en la linde del agua aunque no entra más que lo mínimo e imprescindible. Recuerda el hombre el celo marino y cuida de no engancharse a nada sabiendo al señor envidioso de todo amor. Sieso le es el trato con este hijo al querer preservarlo, y, muy a su pesar, el niño salió endemoniado y medio pez. Capitán de la cuadrilla, arrastró tras de sí a lo destacado de la panda, y poniéndose de acuerdo con tres o cuatro palabras, y no ser la primera vez que hacen, treparon la guindalera de un navío y lo esquilmaron a modo, al haberle hecho llegar la corriente, al centinela, una barrica de roble a la deriva. Y, desde luego, ellos también saben reír tal hienas. SHR de M

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04-22 Olía el aire a tormenta en un horizonte plano. No pasó mucho hasta oír los cascos y la guarnición de un jinete. Ah, y su prisionero. Llevaba del cuello con traílla y hacía andar delante del caballo como detrás; y su fechoría era manifiesta al afirmarse a gritos cabecilla de una banda de salteadores despiadados. Mucha trocha les quedaba hasta Jerusalem, dónde pensaba entregar para que se juzgue. Decía no ser costumbre de templarios el llevar ante cadalso, pues allí dónde hay culpable, tienen potestad para abrirlo. O lo que entiendan pertinente. Éste que encontré se vestía muy justo identificándose primo tercerón del fundador de la orden, y con más razón por lo mismo, el cautivo amenazaba con vengarse sobre toda la Casa y gremio si le daban oportunidad. Y para dársela, y que saben, les seguían los compinches a distancia prudente. No iba muy sobrado de fuerzas Gerard de Payens y prefirió montar campamento en el punto, más allá, o acá, el lugar que eligiese para acampar sería de difícil defensa. Lo que quedó de día lo dedicó a tomar resuello, comer, y curarse las cuchilladas del primer asalto con los bandidos. Y contarme a mí su vida. Uno y otro. Tiempo tuve para esbozar lo “bonito” de sus respectivos negocios, y de lo malo también se me dio ejemplo cuando con la oscuridad atacaron la posición. Yo me hice invisible apartándome un par de pasos, pero Gerard, antes de encarar el combate desigual que le ofrecían, mató al otro para que no quedase sin juicio y después se tiró a la refriega haciendo bandera del templario. Caro le va a salir a la orden, aunque fama sin duda harán si se venden todos así. SHR de M

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05-22 Antes de llegar a Toledo, Abu Aman ibn Rusidi piensa hacer noche en Mayrit. A unos pocos kilómetros todavía se alza la alquería de los Murat y se recibe con un Salam aleikum en los labios aunque no se profese la fe; por el continuo ir y venir de las fronteras arraigaría en el sitio una estirpe de gente que tumba a todo aire, y si el céfiro es contante y sonante, hasta son partidarios de hacer el momento sabbat. Entendía yo el día echado en balde, uno más, cuándo una hermana del restaurador, al leerme la mirada perdida, me informó que las distantes luces pertenecían a la atalaya de la villa. Desde la loma a la que me llevó también se intuyen, más que ver, las cárcavas del Jarama; que recomendó para comer melones y conejos. Si soy gustoso de las cosas viejas reseñó un cerro cercano dónde tras cada chaparrada aparecen puntas y hachas de piedra. Y de ser tiempo de baños, me indicó una alberca que nace al rebosar el arroyo Abroñigal. Y una cercana explanada, dónde juntarán los vecinos de las quintas orillas, que llamando la Campa de Cagarruta poca fiesta barruntaba que no fuese rumiar los tallos o correr dando patadas a una vejiga. Aunque pedáneo a ninguna parte, la mujer imagina mil rutas de escape a este sórdido enclave que le retiene. Fernanda de Morata, que viene a lloriquearse, trocaría toda la hidalguía y buena sangre que le pueda quedar al apellido, a cambio de echarse al camino. Me suplicó que terciase con el compañero para hacerla concubina y llevar a ver mundo. No ve mayor peligro en hacerse barragana y servir a un marido, que seguir siendo la esclava de once hermanos holgazanes y misóginos por mayoría. Loca está Fernanda por evadirse de la familia al igual que el buen Abu, y tras informar, y ofrecerse la dama a llevarnos a un cercano pajar de infinito confort, accedimos. Lecho mullido tal dijo, había. Y él y ella lo gozaron por gustarse desde hacía algunas embajadas. Pese a que el empático me haga invisible a luces y sentimientos si quiero, dejé a la pareja saciando sus pasiones. La noche quedó despejada y fresca. Antes de salir el sol, y yo ser llamado, tomó Abu la cabalgadura y dispuso todo para su marcha, y de las riendas, antes de irse, se acercó para despedirse de Fernanda; a la cual prometió plaza fija en el serrallo. Fernanda le despidió a moco tendido aunque sin creerse la esperanza, y una vez ido, se encorsetó las carnes al atavío y se dispuso a la brega diaria con parentela y viajeros. SHR de M 202


06-22 No siempre el niño prodigio llega a genio. En Fontenay presencié muestra de precocidad frustrada con un simple manotazo. Un par de pisotones para ser exacto. Andan construyendo un edificio para el Cister y quería extremar el cuidado en los remates el jefe de obra, por tal motivo hizo venir, pese a ser domingo, al vocal de los paletas, y éste, debido a compromisos familiares, del cuello traía colgando una hija pelirroja. ¡Pelirroja! Conociendo lo supersticioso que es el jefe, dejó a la niña en un montón de arena de río para que jugase y no molestase mientras hablaban los mayores. Que si así la altura y asá las vidrieras. Y acullá que no se les olvidase picar bien para que el claustro tenga vida y gocen de verde los monjes. Y la cría, entretanto, con la arena mojada jugaba a ser mayor y construía una casa en miniatura que ya quisiera yo a escala para mí. ¡Ni una recta! Azoteas, terrazas en cascada, escaleras caprichosas y acabados zoomorfos, que curiosamente, asocié, con el reino de las hadas. Y revestida toda la obra con surtido de chinorros, maderitas y cascajos de desecho. Y luz natural en cada estancia al trabajar la miga a través de claraboyas. Grosera la maqueta y mucha loa lo mío, vale. Pero, sinceramente, prefiero eso a las muy sacras y vistosas construcciones de las que pretenden hacer gala; mamotretos a mi gusto. Y si sé que va a estropear el padre sin atender, consolido antes yo la arena con resina y me subo la maqueta para arriba de recuerdo. SHR de M

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07-22 “Chico”... je, je. Aunque así le voceó la madre, “¡Mi niño!”, el desarrapado que yacía en el lecho cardaba barba de varios años sin conocer poda. El joven partió a una nueva cruzada que voceó un tal “San” Bernardo y volvía hecho hombre y vapuleado en Tierra Santa; que ni llegó a ver. Su barco fue presa de la flota berberisca y él hecho esclavo; y porteador a la compra; y también laboró de minero, embalsamador y buscador de perlas; que fue la tarea que le dio puerta para escapar. Pero todas historias, tan cruentas, que necesitarán de largo tiempo para desgranarse coherentes. El joven dormía en la cama mientras el padre, muy ufano, propagaba la noticia por toda Baviera y mandaba recado urgente a Rugen; para notificarlo a otro hijo que en la búsqueda del hermano precisamente iba a zarpar. De contenta que se encontraba la familia, fundirían los ahorros del invierno abriendo el gañote a un marrano y poniendo al fuego. Palabra que sinceros eran y celebraban a pleno pulmón, mas más lista que nadie, la madre, en cuanto calculó que el cabeza de la casa embotaba el paladar, nos cambió el combustible de la jarana aduciendo tener que dejar algo para el propio convaleciente. Y en su lugar, y para no oír protestas que llegasen a la habitación, abrió otra barrica de un indiscutible valor sentimental, al enmadrar, en la cuba, desde el mismo día que naciese al que ahora se aireaba renacido, pero, de verdad, de un áspero vinagrero, que sólo ellos, por acostumbrado el garganchón, pudieron seguir disfrutando. Mi cara no contrarió al viejo porque a su gusto, y al de su propio abuelo, echaron raíces las cepas. Debe saber el hombre que sus caldos no ganan adeptos... ni amigos. Y por eso me confesó que en el lagar cocía nueva cosecha con uvas bastardas y mucho hueso. Espera que gane el vino y no se atreve aún a lanzar las campanas al vuelo. O llevar al mercado. Sí, a la cata me ofrecí a despecho, digamos, de mi integridad. Bien avenido está el matrimonio, y cosa de un simple gesto fue sacar una jarra de prueba; y pedir a una hija escanciar; y a mí rogar dictamen; cuestión que antes de nada quise dejar, y recalcar, opinión de mal vendimiador. Poco color el visto. Negruzco. Denso. Al olfato no presentaba tampoco mucha loa, quizás, por enmascarar el barro del recipiente su arenoso natural. Y el sabor, pues aunque habla el vino no lo hace al oído, el sabor en vez de aunar virtudes y dar cuerpo, se descomponía amortajado: agua, alcoholazo y el sopapo a madera retorcida y mohosa de las propias parras y cubas. Obvio que no iba a valorar la añada pésima estando invitado, entre mareas pretendí quedar, y sutil, proferí que era caldo de tragar sin complicaciones. Y 204


sonreir. Por buena tomaron todos la cr铆tica, salvo la mujer, quien, conyugal, gui帽贸 el ojo al esposo y enhebr贸 entre risitas maliciosas al cuarto del hijo pocho. SHR de M

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01-23 Aprieta el Sol con ganas. A mediodía ni las infinitas lindes que hacen rail tienen sombra aprovechable. Pica casi vertical. Senté en un viejo millario romano buscando algo de aire que corriese, y desde el altillo lo que conseguí fue un punto negro en la distancia levantando polvareda. Nada me distrajo del lento crecer de la mancha hasta convertirse en jinete. Y al roce, y desbocado que pasó, entendí correo urgente. Para no quedar en la duda un vistazo bastaba, y tras ratito de fijar los ojos en la distancia, tres o cuatro puntos negros encuadraban horizonte. Rápido tomaron tamaño llegando hasta mí, pero en vez de proseguir su rauda carrera retuvieron las monturas unos segundos, transcurridos los cuales, comprenderían que no soy quien pudiera y volvieron a espolear sus jumentos. Con ganas quedé por saber del alma de tanto galope, y siendo de darme a saciar, cogí un caballo que desjinetado seguía la estela del correcalles y me uní a la persecución. Vestido con el empático no se es lastre para el caballo, y bien guiado, presto alcancé a los perseguidores. Se sorprendieron, mas gorda debían entender la razón de la fijación y no me prestaron mayor interés. Y viendo que ni esto les iba a mover a entablar lazo, electroestimulé mi cabalgadura para que arrease. Bien entendió el équido al abrir distancia, tanta, que paré en seco al temer haber adelantado también al primero sin darme cuenta. Pero no. Imposible desde luego que fuese por delante al ser despejado el remanso y no divisarse jinete alguno, ni polvareda. Y por detrás todavía estaban lejos los del grupo perseguidor. Dónde ¿Dónde se había metido? Gracias al empático localicé al fulano a no más de diez metros, y pese a no querer ser cimbel traidor, fuí. El hombre se supo delatado y desencamó con el caballo puesto. Tendió el trote por un barbecho y a un tris estuvo de ponerse a salvo cruzando el vado que custodian gentes de un rey cristiano. En la orilla la espichó el jaco y entre la maleza de la rivera acabó dando batalla a los que le atosigaban. Y matar si le plugo. Imagino que así haría, porque, vestido con el traje reglamentario de observador, ¡aún así!, fue capaz de cogerme en un descuido y asentarme un cuchillo en las costuras. Sí. Son décimas de segundo las que tiene uno para pensar pero dan mucho de sí. Yo tuve tiempo para consultar al empático y saber que era hombre de pulso frío; apenas denotaba ansiedad. Nostalgia, aderezada con lo vivido, antes de escribir estas líneas estuve disfrutando recuerdos de mi tierra. Mi casa. Mi mundo Real. 206


¡Sí, hasta a Bestia calculé poder echar en falta! SHR de M

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02-23 Desperté en un vergel. En un patio rebosante de flores desde el sumidero del aljibe hasta la cornisa. Tan grato me fue el lugar, sí, que cerrados los ojos, permanecí tumbado en el sitio. Olía el aire que embriagaba, y corriente que la clientela extasíe, no se me sacó del embeleso. Prestando a escalpelo los sentidos cantó presencia una colmena de abejas, varios jilgueros, un grillo desafinado y una bancada de hierbabuena, que al ser movida, impuso su presencia. Abrí los ojos buscando el vuelo rasante de los estridentes vencejos, y en lo alto de una escalera de mano, que era lo que soliviantaba a las aves, una muchachilla se aprestaba, y se aprestó, a cortar una sugerente orquídea que colgaba del tiesto más alto y escorado. Delicado corte, al ser la pieza colofón para una enorme corona de flores. Aunque yo lo sentí cruenta infamia hallándome gozando del lugar. Protestar no protesté pues comprendo la idiosincrasia de una floristería, mas, tocado por lo visto, farfullé que aún no estaba reventón el capullo y demandé, tal amante, la presencia del responsable. Igual que yo pensaba la chica, y otro par, que con vivaces tijeras atendían sendos mandados. Conmigo estaban en que se demandaba, y urgente, la figura del jefe. Pero éste no iba a venir. No estaba en la tienda ni en los viveros de la vega, el hombre gestionaba otros negocios y un par de semanas llevaba que no aparecía ni para ordenar regar las plantas; por pura dinámica atendieron la tienda las jóvenes, mas habiendo pasado nosequé desastre en Alarcos recientemente, se les fue de las manos el negocio, y sin género, entraban a filo vivo con las existencias privadas y la simiente exótica del patio. Entendiendo que arrasaban lo que se me antojaba paraíso, me ofrecí a traer al amo de la casa si me daban referencia del aspecto. Y sitio dónde empezar a buscar. Viendo que insistía, me invitaron a dejar toda pesquisa porque bien sabían dónde paraba, y de no llevar el empático, no creo que hubiese sonsacado el paradero exacto. Estaba allí mismo. En el sótano. Se ocultaba el hombre en casa al no quedarle escondrijo en el mundo. Así me describieron su tesitura. Decía ser musulmán de relajadas costumbres corrido de Granada hace mucho, y por lo mismo, por poco desdeñoso de todo vicio, encontró amparo en Toledo a orilla de Alfonso VIII. ¡Pero después de lo de Alarcos! Ni aquí se le querrá ¡¿Y adónde ir?! Las mujeres, que resultaron ser una ahijada y dos sobrinas, están con orden de vender hasta los clavos, y aunque gente son del credo de Alá, vuelan los ramos y 208


coronas sabi茅ndose ganga obligada, y muchos, sin perder ser querido a manos del almohade, aprovechan la ocasi贸n para adornar el pante贸n o la casa; como el huerto de entrada que ped铆a a gritos un frutal. SHR de M

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03-23 Callejuelas tiene El Cairo dónde no entran cruzados. Se habla de la toma cristiana, pero no chocan los aceros, ni corre el hilo la sangre, en esa parte de la ciudad; ya da encarnizada batalla la miseria. Allí conocí a un solador de techos que apenas hizo alto para recoger las herramientas. Afianzaba el piso de una azotea cercana. El joven trabajaba para Yusuf Baa, poeta local, que le introdujo en el gusto a las palabras. Algo tuvo que ver una hija del juntaletras que fue motivo sobrado para aceptar el encargo; paga sería la mirada. Y creí, pues al aparecer la moza en la solana, se le colgó al muchacho del rostro una tal sonrisa que la joven se ofreció a traer un cubo de heno o encincharle bocado y bridas. Hace año y medio empezaron las obras y todavía la joven se encargaba de encontrar desperfecto que alargue la ñapa. El padre si lo sabía, consiente. Y si no, que es lo que aparentaba, igualmente consentiría pues es hombre elevado y abstraído desde que quedó viudo; sólo despega de la mesa de estudio para asearse, rezar o comer. Cuando le fui presentado ayudante del solador me dedicó una mirada que lució despilfarro. Andaba en la réplica a una conversación que se trae con un amigo en el lejano occidente. Ibn Rusd. Ambos discuten los postulados de un tercero, Moshé ben Maimón, y aunque afines, afina la crítica, al extremo, que más que misivas el abuelo redactaba tratados. La hija, para darme calibre de padre, leyó por encima del hombro los versos calientes que la noche de insomnio dejaron. Aunque discuta por correo de lo Divino y lo Humano, es incondicional de lo que enamore a la hija, y así le confesó de sopetón ésta su amor por el alarife. Al chico le arreboló el rostro la mirada del futuro suegro, y agradeciendo el aviso previo, corrió llana en mano a dejar al ras un esquinazo del tejado. Tras un rato de silencio incómodo, el viejo sonrió con cuánta boca tenía, y entonces fui yo quien se ofreció a traer salvado y cinchas. Todo alegría. Todo bendiciones. Todo gritos, pues, siguiendo con el jolgorio, a voz profunda se conminó al albañil para que bajase. Bajó el muchacho con la espuerta puesta por si era cuestión de cubrirse, pero en vez de eso, mantuvo el padre durante unos segundos eternos la compostura, para finalmente reclamarle a la vera con una palabra que lo decía todo. Ven, hijo. Antes de abrazarse al nuevo padre, en camino, dos pasos tuvo para jurar al hombre que le hará abuelo y a ella muy feliz al pensar atender tal si fuese la única. … ¡Cómo! ¡¿Qué ya tenía esposa?! ¡¡Y posiblemente algún hijo!! Mahínou y su padre quedaron mudos. El uno, tras un rato de reconvenirse en silencio al optimismo, fue a la mesa de trabajo para apostillar lo que dejase abierto en canal, y ella, desolada, subió a la terraza para contemplar atardecer. 210


La ciudad exhala cataratas de humo que rese単an el paso de la locura cristiana. Bien sabe la muchacha que lo que traen esos hombres es muy mala fe, mas al momento so単aba que uno de ellos galopaba la calle y en la ventana de casa le ataba el caballo. Y escalaba el enrejado de la fachada para dejarle, a los pies, muestra de su amor. ... mmm... Mismamente, la cabeza del antiguo pretendiente envuelta y con lazo rojo. SHR de M

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04-23 El tasquero comentó que venía cierta eminencia a la universidad y nadie quería perderse las palabras, pero en cuanto se dijesen, aseguró, los feligreses acudirían en tropel tal suelen hacer. Buena clientela encontró entre la estudiantina de Oxford, y aunque el lugar es lúgubre y cochambroso, él se hace a la idea de regentar negocio refinado al ser el único a este lado del río: La taberna del herrero. Pero por lo pronto no se veía otro adepto al sitio; salvo una perra molosa y tetona que expresaba mirada vacía desde el dintel de la puerta abierta. Estando que hacía ecos el tugurio, se me antojó el chucho un actor consumado de alta escuela. Estuvo toda la mañana, y buena parte de la tarde, dormitando en el quicio; a ratos se podía saber de su mundo onírico pues aunque echaba cortina de tercer párpado, lamía con fruición de un cuenco de aire o se movía refleja tal si estuviese corriendo. Y ladrar. Refunfuñar el celo a culetadas. Y profunda la cabezada, quizá, hasta mamar de una teta en su dulce infancia. La perra es libro abierto para leer. Así me fue muy sencillo adelantarme a la arribada de los estudiantes y consolidarme en un buen puesto. Pensaba que entrarían en masa porque la perra cimbreaba la cola como aguardando regimiento, mas resultaron sólo cuatro muchachillos los que se dejaron caer. Y ni estudiantes. Son pajes y escuderos. Aunque de largo hacen mayor gasto estos que los otros; cuando uno, cuando no otro, se empechan de orgullo por invitar a una ronda a los amigos. No me costó ser incluido en el grupo, y al no aforar yo dinero alguno, cambiaron el método de pago pasando al escote. Aportaron a un fondo común, y para no tener que custodiar ninguno la bolsa, entregaron al tasquero rogando que pusiese de beber hasta agotar o perder el sentido. Y cosa de la primera contingencia vino a quedar el caso. Beben desfondados. Confieso que respiré con alivio cuando el hombre nos anunció la penúltima ronda so pena de reunir nuevo capital, en todo caso, reseñó que la última corría de su cuenta, y por tal, también se unió “El Herrumbres” al penúltimo brindis. Pero no pudo chocar. La perra no le agita la cola a la Luna y de ahí que se aprestase el sujeto a dar servicio a nueva clientela. Y fue, sí. Entró un joven noble con el servicio preguntando por el camino de la Universidad. Y entonces fue cuando entendí la industria de mi compañía al ofrecerse con un sobrio incierto a solventar los problemas; el alojamiento del nuevo estudiante que entendían. Y antes de llevar a la sapiente institución, le instaron a confraternizar y degustar el primer monumento: La taberna del herrero. Y a la primera copa le invitaron al estar pedida y puesta, aunque en adelante, y sin 212


darse cuenta, corri贸 por parte del nuevo el festorro. Si lo que pretend铆a el joven era conocer mundo sin mover mucho, top贸 con sitio adecuado para espavilarse. SHR de M

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05-23 Al-Quds. Yerushalayim. Ierusalén. Flota un halo de santidad en la ciudad a la mera enunciación. Las tres grandes Culturas de este lado del orbe la tienen por muy santa y quieren hacerla suya. Al día la rinde Saladino para la fe musulmana, pero entendiendo los habitantes de los vaivenes históricos, no se entregan al nuevo amo de todo corazón. Algunos intentan escurrir el bulto confesional hasta que pegue bandazo el destino. Y puede que tarde. Una familia hebrea vieja, a medias con una cristiana de no menor raigambre, apalabraron villa junto al Mar Muerto que les ampare el tiempo que tengan que permanecer fuera. Piensan que un par de semanas bastarán para encontrar otra vez las cosas en su sitio. Puede que la alóndiga les quede vacía, aunque con el poco género que dejaron no merece hacerse espina. Ni arriesgarse. Los niños juegan hermanados pues las madres lo son, y el servicio da cumplido trabajo a las necesidades de la marcha, así que los cuñados iban de la mano cerrando unos negocios futuros que no pueden descuidar. No parece que escapen de nada, por ir llegando a Baylaham hasta se hablaría de placentera excursión. Pero oír unos gritos, unas voces, y ver un sujeto, uno, requiriéndoles desde lejos, les brotó el canguelo que trajesen y ordenaron a la comitiva echar a correr sin atender la demanda. Y familia, al tiempo espantaron. El hombre que vociferaba dudó si seguir al grupo que salía de najas o centrarse en mí, y digo yo que por no verme asustado optaría por mi humilde ser. Cuán honor, y hablo sincero, al ser el individuo que se acercaba un majara con ínfulas mesiánicas. Hijo del Dios de turno pretendió presentarse, aunque le chafó la credencial el chupar sin recato unos odres abandonados con las prisas; y tiesos. ¡A éste le acertó el Sol un tantito más que a los demás! Ni a mí ni a nadie se la pegará, y bobalicón él, pretendía cambiar un trago de lo que fuese por un milagro a capricho que bien podría obrar. Yo le propuse que saciase con su propio arte e hicise llover veintiocho días con sus noches preceptivas. Y él, ofendidísimo, me dijo que ya hizo y que no le gusta repetirse. SHR de M

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06-23 Es bonita Compostela. Chiquitita y limpia. Diríase a criterio de un compañero ser la gente más evangélica de la Tierra tras la romana, y aun asegurándole que algo conozco de la vida de aquella plaza, se reafirmaba en la opinión. Cientos de cruceiros jalonan el camino y dan a parecer. Estaba el hombre tan convencido, que renegaba de toda posible superchería al momento en la ciudad, pero, para darme la razón, y que alguna me crucé, las máscaras precristianas salían a celebrar el carnaval. El hombre no estaba para paganismos y enfundándose en la capa enfiló a sus asuntos. Quedé con una comparsa de músicos bullangueros que al pie de una balconada daba recital a una vieja. La mujer les baldeó la gracia y suplicó justicia a voces, lo cual envalentonó a los rufianes construyendo torre humana para acceder al balcón y al piso. La anciana se opuso cuánto pudo, pero al final, un truhán, que era el hijo, tiró por la ventana el jamón de la despensa, y luego, él mismo, se dejó caer. Esperaría el muchacho que le amparasen los cofrades, aunque habiendo salido por patas con el serrano al hombro, no quedó más colchón en la calle que el empedrado. El chico se mató, sí. Se destapó la sesera y en la conmoción no sintió. Echó a correr con los amigos obviando la omisión y desternillándose a seso limpio. Le huía la gente la mascarada y con gran alboroto entró en la plaza del Obradoiro. Le aguardaban los compañeros junto a la entrada pues cuadro burlón tenían previsto parodiar del recién inaugurado Pórtico de la Gloria. Once le aguardaban y él hacía la docena. El muchacho llegó al arranque de la escalinata pero no más lejos. Ahí soltó el respingo postrero quedando en la pose. Y se gritó. Mucho se había chillado su irrupción en la plaza, pero el desmoronamiento llevó a que en cascada se desmayasen las gentes blandas mientras los que creían chanza de comparsa lloraban lo genial de la idea. Yo, por si acaso, no queriendo pleitos con nadie, me hice el encontradizo con el austero peregrino del principio. Con él visité la cripta del Santo. Por desgracia, pretendió cristianizarme al comentarle que virgen soy para cualquier religión que él conociese. A nada que me despisté el hombre debía estar padeciendo el shock beato oportuno y conmigo la pagaba, quería llevarme a una pila cercana para que metiese la cabeza y renegase de toda inmundicia que me pudiese habitar el alma. A resultas de lo cual, y obrando a mi favor el empático, corrió la costalada todo lo largo que es la nave central hasta crocar con el santo. Y yo, por si éste también descrismó, salí a la plaza de las platerías y me uní a otra calaverada. 215


Bailando y riendo las ocurrencias del vino nos presentamos en el pazo de un filántropo famoso. Periquiño Lume. Notable contrabandista, y matafareros, dilapidaba los últimos días de vida entre chirimías y francachelas. Estaba el sujeto a un paso de irse y por eso quería que le agarrase bailando. No tenía descendencia, ni ascendencia podría dejar por veterano, y antes que le administre los cuartos de la herencia un testaferro de la iglesia al alimón con el cabildo, se aprestaba a no dejar bien salvo el que vaya a acoger sus huesos. En la intimidad de la cripta, y curioso, le pregunté si se podría saber lo que llevaba derrochado en cachondeos varios hasta la fecha, y al momento, y no dudando, me puso en el sitio del invitado al insinuarme lo inapropiado de la pregunta, y pese a ello, muy tranquilo de conciencia, aseguró no fundir nada que antes no ganase a pulso. Y por tal, hasta la muerte le sobrevino en un atraganto y en su nicho le cogió sentado. Ni llevar. SHR de M

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07-23 En invierno está tan congelado el suelo que no encuentra camino el pico. Francoise, el sepulturero, decidió esperar a que entrase con más fuerza el día y reblandeciese la tierra un poco, mas siendo la de mañana la Luna llena de febrero, está la arena compacta y huelga intentar cavar. Sayo blanco gasta Limoges. Lo que por un lado es traba, el frío, por otro es alivio al evitarse el pútrido efluvio de los cadáveres. Mucho tajo hay. Entre lo que mataron los rigores y la hambruna, y lo despachado por los ingleses, lleva el hombre hecho jornal de una década en lo que no llega ni al año. Y más hubiera podido sacar si a su cuidado se hubiese dejado lo de dar tierra al señor de las huestes que alborotaron el pago. Pero el tal Corazón de León tiene quién cuide por sus restos o reclame. Francoise me invitó a su casa porque supongo que soy el primer forastero que no le rehuye, ni habla con desprecio, y querría compartir la experiencia con la mujer y los hijos. Viven pegados al cementerio pues las mismas tierras circundantes le son de uso exclusivo. Así puede tener puchero al fuego todo el año, y no depender de la caridad de difuntos y dolientes. El propio Francoise es un hombre a la vista equilibrado, hermoso, mas feo y alagartado queda al presentar a la beldad que es la esposa y los retoños. Son felices. Mucho. Muchísimo. Y la envidia del vecindario. De muertos y vivos, sí. Con ellos pasé una grata mañana. Los niños juegan a mil travesuras y no cesa ni un minuto el griterío en la casa, sin embargo se siente la estridencia signo vital y sólo se amonesta a la infantería cuando los decibelios rondan el umbral del dolor. No paran ni un rato, y no es de extrañar que se desfoguen entre ellos al no quererles tratos la chiquillería de los alrededores. Juegan solos por ser los hijos del enterrador. Y por eso, casi todo consienten los padres y hasta participan, en la medida, en las chiquilladas de los niños: pegar bigote y barba a una adusta anciana que falleció casi abadesa, o enterrar en hortodoxa fosa común a un cristiano, un musulmán y un judío. O vestir de señora, para el descanso eterno, a un afamado cetrero y facedor de cornamentas. O, y que fue en la que participé yo, llevar la momia de un viejo muerto hace cuarenta años a presencia de su mujer; que residía cerca. Esta broma no trascendería del simple aliento a una infancia transtornada, de no morirse del susto la señora. Cosa que por otro lado quizá también tuviesen calculado el padre y los “querubines”. La madre recriminó a marido e hijos. Y a mí. Pero como ella también era hija de 217


sepulturero, y la vieja estaba pa pocos caldos, al ratito ri贸 la ocurrencia y nos exigi贸 que record谩semos en la cena el alma de la anciana. Y dejar por hoy a los muertos en paz. Y hasta puede que se haga. SHR de M

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01-24 Aun yendo al pairo la embarcación buscaba Brindisi. Cruzaba el Adriático aparentemente sin mano de piloto. De la costa magiar volvía en plan fantasma. Sólo un par de hombres podría decirse que estaban vivos, mas agonizantes, me hice idea de la conmoción que causará en puerto ver entrar la nave en tal facha. ¡Ah! Y la bodega intacta y las provisiones sin consumir. … Raro, sí. Tiempos extraños. SHR de M

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02-24 Traqueteaba lento el carro. Los hombres del pescante dormitaban al saberse las bestias las huellas de memoria. Íbamos camino de una cantera para que el maestro cantero diese el visto bueno a la materia prima; de todo el mundo llegan pedidos y ofertas. Amiens, Salisbury y Toledo tienen los andamios puestos y las catedrales crecen por doquier, se necesita piedra buena y buenos maestros, mas no parecen querer cambiar de residencia, y vida, estas gentes del carromato teniendo ya en la mano cuánto pudiesen anhelar. Dicen tenerlo todo. Lo único que les incomoda es algún bicho pernicioso que saquea el corral de la casa en cuanto se descuidan, de ahí, que antes de llegar a la llaga hecha a la montaña, parásemos en la cabaña del alimañero; individuo de pocas palabras aunque con gran sustancia en ellas, y por entenderlo a la primera, me despedí del transporte rodado y me preparé para patear la maleza. Con la compañía que llevaba, y su exhaustivo conocimiento de crías y adultos de cualquier especie y reino vivo, me sabía en jardín particular. Así lo siente el hombre y lamenta que por días se desbroce y claree más la masa forestal. No se rompe su postura entendiéndose rematador de la obra contra Natura. Vive plena su naturaleza y se sabe alimaña y alimañero a un tiempo sin entrar en contradicción. Le bastó llegar al corral, y ver el fino trabajo, y encontrar algunos indicios y pelos, para atribuir la constante rapiña a un nuevo invitado a estos confines. La jineta. Me comentó que debió venir con los musulmanes y al igual que ellos afincó en la zona; aunque con más éxito. Distribuyó cepos y lazos por las trochas que con lógica, bien para entrar o salir, calculaba que usaría el bicho. Y si eso no bastase, y pese a saber vano cualquier ojeo diurno al noctámbulo, batimos cuanta oquedad u escondrijo entendiese susceptible de cobijar bestia. Y nada, tal dijo, sería cosa de acecho el cobrar la pieza. Se fueron echando las horas encima sin mayor conversación que la mirada profunda al vacío y un suspiro ocasional. Retornó el cantero. Y con la mujer cenó y marchó a la cama mientras en la espesura nosotros esperábamos la visita del furtivo. Y vino, sí, menos mal. Mas no por las sendas propuestas puesto que desde un árbol se dejó caer sin ruido al chambado del corral, y de ahí al gallinero era sólo un paseo. Podría haber salido de su escondite mi acompañante, y si no a echar mano al cuello, o prender una saeta de lado a lado, al menos lo que conseguiría con cuatro gritos sería ahuyentarlo del lugar. Aunque no pretende. Adversario que intuye, prefirió observarlo antes de declararle la guerra. Y que sería total quise entender cuando a distancia seguimos, y dimos, con el paradero dónde encama, y tras hacer, el hombre echó la red en derredor del tocón hueco, y calzándose un grueso guante 220


de novillo y malla metálica, se aprestó a cogerlo a mano. Y una jineta pilló, pero otra, que no esperábamos, escapó por la galería abierta de una raíz podrida. Y preñada. Y de no escapar por sí misma, él la hubiese liberado al sólo acordarse en el trato la captura del asesino de las aves. Y, sí, quedarle a él muchas otoños que vivir en estos bosques. SHR de M

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03-24 Lubinas quería pescar un muchacho. Tiraba lejos el sedal, y con el Sol pendiente, muy bien no sabía lo que trincaba el anzuelo. Él tiraba y recogía esperando no perder. Le costó lo suyo arrancar al pez de su elemento. Aunque no era pez, era un hombre quien tanto empeño pusiese a ser sacado del agua. Apenas albergaba vida al no poder resistir el tirón de la caña, mas toda su intención era regresar al mar antes que caer en esta isla. Lo lloraba. Y justificación tenían las lágrimas dado que al entenderlo náufrago el muchacho corrió a propagar la voz. Pecio ¡Naufragio a barlovento! Con los primeros rayos congregaba multitud en el cayo, y con los segundos, viendo a tiro de honda el barco bebiendo, los vecinos se metieron a las olas para comprobar que no quedaba nadie vivo; que se encargaron de encontrarlos a todos muertos. La gente entiende natural el percance y a ratos perdidos, insinúan, les sale bien el vivir cerca de las rompientes. Estas personas comprenden un derecho en lo que hacen, y por éstas y otras lindezas que no vienen a cuento, se ganaron la enemistad de cierto rey, que aun distante, les prometió un día la visita hierro en mano. Jaime ¡El Conquistador, nada menos! Ja. Lejos, ríen, está su reino. … Admirable. Conocen de su pasado al ser punto de paso y abundar las ruinas. Y de su inmediato presente, e incierto futuro, también tienen nociones renegando del continente. Toda lepra que les pudiese seguir colgando acabaría sanando al describir la vida que llevan; cosa que no haré al estar suficientemente bien documentada y no tener yo palabras. Ni ganas. Tan armonioso encontré el sitio, y la vida, que sentí una envidia atroz. Estúpida sé la sensación, vacía de toda posible inteligible razón, mas tan evidente era el sentimiento que me tuve que reconocer. ¿Qué envidiaba? ¿Qué podría ansiar de esa puñetera isla mediterránea? Y tras mucho intentar fijar algo me encontré anhelándolo todo. Sí, en equilibrio admito que reposan aunque tengan por fiel la espada del rey de Aragón. SHR de M

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04-24 Tirado por bueyes el carruaje, no le suponía problema al goliardo llevar el paso y hacer requiebros con la voz. Desde el pescante se apreciaba la sintonía del poetastro hiriente y de mal gusto, del repertorio fino hizo uso hasta llegar al último pueblo, de allí en adelante, viendo que no rendía a la doncella ni a nadie, tiró de cartapacio zafio para sacar punta al señor padre de la moza, y por ende, a todo el estamento nobiliario. Rezaban para que entendiese que no les iba a sacar un cobre y huelga seguir dando la barrila. Pero no hizo otra cosa que su oficio y así cayeron los kilómetros. El monasterio de Ripoll daría cobijo y descanso a los viajeros de tanta rima y bordón, hasta echaban cuentas que ahí el rimaletras desistiría de seguir, mas muy al contrario, manifestó, aunque sonó bravata, que pensaba también hacer noche en Ripoll si le dejaban, y si no, al abrigo de un roble de la entrada que conocía dormitaría para que no prosiguiesen sin él. La muchacha temió que así fuese por ver facilidad de palabra en el tunante, frente a esto, a media mueca reía el padre, y su siseo viborino tenía base al pensar pedir a los monjes que le echen una mano, para agarrar unas estacas, y correr la insolencia que llevaban soportando todo el día. Y así fue, el bersolari quedó apoyado en la barbacana desafiando, aunque al salir al manejo del garrote unos cuantos, enfiló entre amenazas al bosque y desapareció. Y no se supo de él hasta que con la noche se encendían unas hogueras al pie del roble, y no uno, no, una recua de poetas, trovadores y bufones de agrio gusto, empezaron a perfilar lo que les esperaría a los otros al día siguiente. Sí, por muy enemigo que pueda ser un rey, o noble periregio, mucho peor es un goliardo encabronado y con cofrades a mano. SHR de M

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05-24 Con los años Torcual cedió los tases al hijo mayor; a él le fallaba la vista y se sabía incapaz para engarzar como antes las piezas. No ve bien, nada si busca el detalle, y estuvo capeando la merma al defenderse bien de lejos y acertar en la corta por experiencia. Creyó que nadie estaba al tanto, lo supuso hasta que una hija apareció con una caja muy bien envuelta y en el interior un regalo de cumpleaños. ¡Unas lentes! Dos cristales muy pulidos, que, tras ser llevados por los hijos a la competencia, fueron devueltos montados en un liviano armazón de oro. Con las antiparras no se le pasará el hilván de una perla. Estaba que no cabía en sí. No encontraba palabras de agradecimiento, mas como de él se esperase algo, otra hija, la pequeña, acercó el regalo que le hiciesen el año anterior y que el hombre entonces no pudo disfrutar, ¡dijo!, por saberlo en griego. El mismo libro se le volvió a hacer llegar envuelto tal nuevo. Y como nuevo a todo en la vida, crío, leyó en alto el título de la obra y rió la presbicia. Ética para Nicómaco ya lo había traducido Ariosto al latín. El hombre nos hizo sentar a todos, a los hijos, al servicio y a mí, y nos leyó hasta bien entrada la noche. Domésticos y niños pequeños marcharon a la cama mientras el resto montábamos foro junto al fuego. Agradable me fue tomar parte en el coloquio al haber conocido en persona al autor, y por tanto, supe buscarle los matices adecuados para que no me lo elevasen a los altares. Más de dos mil años de sus palabras y consejos, y parecen descubrirlos ahora nuevos. Se me tuvo por reaccionario aunque con un regusto liberal que me hacía ideal, según rió toda la familia, para emparentar. Y seguro que no les hubiese incomodado mi procedencia. En la intimidad, a solas con el matrimonio, me informó el hombre que no soy el primero que conoce con un traje, ¡según intentó describirme!, de “evitar resquemores”. Conocía de verdad la prenda al arreglar su padre el cierre de una manga a un traje idéntico. Y no dudé porque ducha y precisa fue su mano para abrirme el cierre hermético. El dueño de la indumentaria aquella, insinuó, se parecía bastante a mí, aunque sus facciones quería recordarlas más equilibradas. Insistiéndole en el tema a ojo, que de boca abierta estaba yo, tras un rato de escrutarme el semblante me llevó al desván, y en él, abrir un arcón herrumbroso que contenía los regalos y recuerdos de una vida, y en el fondo, bajo un dedo de polvo y una cuarta de juguetes rotos, una cajita de cedro y dentro una nuez, y preñándolo todo, un cierre hermético de empático, que por ser prueba previa se realizó en plata, y desechada la alcurnia de ésta, el bueno se labró con nobilísimo 224


oro. Torcual guardaba la prueba desde entonces por aprendiz y heredad. Fetiche. Era. ¡Vaya si era! Idéntico. Muy buen trabajo, por cierto. Y exacto. Se lo pedí, por si con algo que ceda Bestia, podía leer alguna incógnita al cierre. Pero me dijo que nones. Así que se lo robé. Sí. Y aquí en la mano lo tengo y sopeso su misterio intrínseco. ... Ya sabré… O sabrá informarme quién sepa. … O deba. O quiera hacer. SHR de M

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06-24 De un sotillo salía cuando me pasó zumbando un hombre, aunque, al ir con la vista fija en un castillo cercano, supuse que iría tarde a la cita que tuviere y no perseguido. Y motivos para llegar tarde a cada tranco encontraba porque siendo artista, y explosiva la primavera, no cesaban de cruzarle el camino sugerentes motivos de distracción. La tarde le habría llevado el saciarse de un murmullo puro que nacía del torrente. Pero como me dijo que alta dignidad le requería, y que le veía de una volubilidad notoria, le conminé a seguir el trote en vez de parar a darme húmeda. No nos hizo falta acreditarnos ante la guardia que custodia el puente pues a él se le conoce y yo dimano confianza. Alfonso X es hombre curtido en Letras y apadrina el estudio y la sublimación de los sentidos mediante cualquier forma de Arte. Mi compañero se declaraba trovador aunque la gracia que le cobija sea su buen timbre para declamar prosa económica. No se puede negar que tiene voz de oírse, y tal espera algún día demostrar, talento también tendrá en las manos para arpegiar al tiempo una cantiga del propio rey; por el momento, dice conformarse con ser lector de libros de cuentas y asistir mudo. Entonces yo me reseñé encuadernador de libros “buenos”, dispuesto a coser cuanta mala palabra quisiese dárseme. Asá me presenté y franco tuve el deambular por los salones. Gente de todo tipo charlaba y fanfarroneaba de saberes. No hay ciencia o campo que no se toque aunque aún diste todo de tener un mínimo rigor. Es interesante, pero... tanto listo... tanta cara circunspecta... tanta judicatura a todo viento. ... ¡Uff! Pesados. En la cocina del castillo no tenían fuego vacío. No había un momento de descanso entre calderos, y sin embargo, un viejecito reposaba su enjuto cuerpo junto al calor de la lumbre mientras cocineros y pinches trajinaban a la brega con sus comandas. En ese frenesí enlazamos las miradas y me invitó a su vera y a ingerir unas sopas de leche y pan; no tiene el hombre bien las muelas y gusta sorber en la intimidad. Me dijo que era músico aunque le conozcan por escritor y poeta. Y le sepan docto jefe de cocina. Quizá por tamaña franqueza, yo también me di y confesé ser observador aunque me tengan por encuadernador y me sepa... me sienta... …… Ahí tuvimos pie para charla. Muchas veces me fusilaron en la Academia con filosofías parecidas durante los cursos de interrogador; para ver lo que se me escapaba. Y no sabiendo qué contestar, y ver el oficio aventurero y disipado, 226


puesto a desorientar me veía, sí, vistiendo el traje de astronauta. ¡Cuidado con lo que desea uno! No existía entonces nada tan imposible y lejano a mi entender como el dicho oficio. Siendo hoy en la Tierra siquiera inconcebible la profesión, el Sabio, el bueno de Alfonso, que no me engañó, echó cuentas de estar tratando con un facedor de embustes y patrañas cuyo nicho ecológico será el arrabal. ¡Pleno! Sí que es sabio. También me encontró talento que pulir en las aulas y me recomendó dejarme caer por Salamanca, y de tener haberes, bajando el tono, prosiguió, debería hacer el hatillo y visitar Oxford u Roma. Me dio, y de largo agradezco, un simple consejo: perseverar. Perseverar, en la actitud, y no en la postura, es el quid de toda música. … ¡¿Yo perseverar?!... Ja. SHR de M

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07-24 Lo sospechaba. Vamos, lo tenía por cierto. Siempre consideré no ser lineal ni progresiva la evolución humana. Y menos monofocal; física o culturalmente hablando. Otras veces que he planteado a Bestia la cuestión, terminó zanjando con que amplio es el planeta y un despilfarro observarlo todo. Y admito. Pero hoy trabé trato con un viajero que me dio noticias de otro mundo sin tener siquiera nave interestelar. Ramunet Capín conoce unos confines que para la vieja Europa son leyenda y entelequia, mas para mí no, y no entiendo por qué no se me manda un tiempo a la zona. A conocer las Culturas que hay en el Oriente. No me valen las excusas y cómputos que dice Bestia ya trazados. No me valen pues no veo diferencia en dejarme caer por dónde siempre, o saltar al extremo del continente; que ni cambiar. Pues bien, Bestia a lo suyo y yo a lo mío. He cursado la pertinente queja aportando un par de pruebas contra Bestia y sus programadores por injerencia torticera. Ramunet Capín me habló entre risas de una Cultura de sobra milenaria y bien dispuesta para cualquier negocio. Él perteneció a una expedición de mercaderes venecianos, Picccolo y Matteo Polo, redescubrieron la legendaria ruta de Samarcanda y ahora mismo estarán en la corte del Khan; calculaba. Ramunet iba con ellos al ser íntimo del sobrino zascandil, mas le picó, según sus palabras, una víbora morriñera, y solo y lacrimoso tomó camino de regreso. Yo le encontré tomando té y fumando en narguile. Hacía alto en el camino y retomaba fuerzas, y como poco consume la charla contemplamos ponerse el Sol mientras me contaba cosas de dónde nace. Y de las tierras, ríos y ciudades que conoció transitando el arco del astro. Los grandes Hombres de aquellas tierras; sus pensamientos. Las costumbres homogéneas que hacen humanidad, y las pequeñas cosas que les vuelven singulares. Todo lo visto, sin embargo, no sirvió para retenerle allende los brazos de su esposa e hijo, sí. Si con él hubiesen ido, que no dude nadie que los tres estarían ante el Khan también, aunque no embarcándose ellos, el hombre estaba harto de comercio y aventuras, y volvía con idea de instalarse en el pueblo y no mover. Y viajar, a lo sumo, hacia adentro. SHR de M

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01-25 En verano, y a pleno sol, reposaba un muerto. Después de tres días era de locos no depurar el cadaver, pero al no estar acostumbrados en estos pagos a que les pasee el jefe supremo de la iglesia en carroza, aguardaban por si se daba la casualidad y le echaban un responso al fiambre. Podrían haberle puesto a la sombra u en lo hondo de la bodega hasta que pasase la mentada dignidad, mas al finado sólo le avalaba su constatada fe para merecer tan alta prebenda, y como fuese cosa de no delaxar e incomodar de presentarse el caso, a pie de polvo le tenían. Le plañían moscas al no aguantar la solana mejor testigo, y sólo la mujer del muerto, enlutada hasta los ojos, soportaba el plantón. Ahí estuvo todo el día. Con la fresca de la Luna perdieron la esperanza los deudos y cerraron la caja arrinconándola contra la cerca. Los hijos pidieron a la madre que cejase de todo empeño, aunque próximo Aviñón, quedaba algo retirado y milagro que se desvíe nadie so pena de extraviarse. La viuda lloraba que siempre tuvo ganas el marido de visitar Roma, y ahora, que hasta ellos iba lo mejorcito de la curia, no dejaría pasar el capricho pese a póstumo. Los hijos pequeños quedaron para acompañar a la madre y velar al padre; que babean las alimañas. Los mayores, aduciendo que las cabras no se ordeñan solas, volvieron a la granja. Y eso sí, que se juramentaron, ya se puede poner la señora como quiera pero mañana entierran el cadáver. SHR de M

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02-25 La venganza catalana tiene en ascuas a la vieja Tracia. Y nunca mejor dicho. Desde el asesinato de Roger de Flor las huestes almogávares parecieron volverse locas y a filo vivo entran en las poblaciones. La gente huye al monte al primer rumor. Se les tiene por fuera de todo control y mejor evitar el encontronazo. Si de por sí les cuelga vitola negra, el grupo en el que me integré, escindido del cuerpo central al ser tildados demasiado sádicos, va provocando con su trote que veinte kilómetros más adelante atranquen las puertas y se echen al bosque. Y es una jodienda, pues no encuentran víveres para saciar dando los lugareños candela a los techos de sus propias alquerías; obligando a que los otros pasen de largo. Tanto es así, que exprimieron los jumentos para ser más rápidos que la noticia y entrar en aldea que no estuviese apercibida. Y al uso arremetieron que no tuve por menos que asquearme de la compañía. Tras el paso sólo quedaron moribundos, y uno de estos que boqueaba la agonía, redaños exhibió para reírles a la cara que mientras ellos estaban allí ganando ¡nada!, su patria estaba perdiendo paso en la carrera del mañana. Mordaces palabras las suyas, sí, y aún más cuando antes de espicharla se permitió un irónico: “¡Dormita ferro!”. SHR de M

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03-25 En última instancia todo lo observable es el intercambio de energía. Se busca, se ventea, se araña la veta que sea para llenar el buche. Varios años de sequías y tiempos contrarios llevaron a muchos a buscar la comida bajo tierra. No buscan en sí pan que llevarse a la boca, buscan carbón, que bien achuchándolo al fuego, bien trocando por grano a quién pueda permitirse, da para calentarse y malvivir. Me gustaría decir que son minas y que extraen materia prima para alimentar su ingenio, pero siendo las galerías gateras, y arrastrando los esportones niños y gente menuda, me parecería denigrar tan noble labor. Muy orgulloso está de su oficio un orondo explotador cuyos callos salen en palma ajena. Sutil quise manifestar mi protesta, mas el hombre hizo befa de mis buenos sentimientos y me mandó camino alante; aunque no tan lisonjero. Teniéndome por extranjero metomentodo, me recriminó los muchos y mayores daños que haremos nosotros a los nuestros, y a nuestros bichos, en mi incivilizada y pestilente patria; sea cual fuere ésta. El suyo me dijo ser un universo perfecto dónde trabaja quién debe y descansa quién puede. Y justo, porque hasta el mismo rey se acoge al dictado del parlamento. Sí, comparado con otros reinos, ¡por supuestísimo!, se tenía incluso por honrado y progresista. ¡Y lo decía convencido! Le daba igual el ejemplo que pusiese a su satrapía doméstica porque él encontraba peculiaridad que justificase la causa. Y mucho peor lo mío, siempre lo mío. Y me molestó cómo no pudo imaginar pues poco marraba. Supongo que de la observación, a la crítica gratuita, hay un sencillo paso. Y el juicio queda a tiro de zancada. Sí. Quizá tenga que replantearme el volver a leerme el manual. Seguro que así me llevaría menos berrinches, en el fondo también me molesta un poco el desprendimiento de Bestia. Frío y puro cálculo. Todo datos y ninguna subjetivi... …… Claro, eso va a ser ¡El empático está jodido! …… Sí, tal intuyese, que mucho se me hacía tanta irascibilidad, envidias y demás, el escáner del empático confirma una disfunción primaria. Bestia se ha deshecho en disculpas, y por ganarle otra, y que me deba, lo voy a dejar pasar. SHR de M 231


04-25 ¿Por qué será que no me extraña que Bestia me diga subsanado el fallo del empático? Esta mañana dijo que era cosa de cambiar un cierre. Un sello de la manga que, roto el precinto, producía distorsiones; un fallo típico a los equis meses... ja. No, no me coge descuidado. Y Bestia tampoco se da por descubierta aunque me haya puesto al cuello, como si fuese joya, el cierre de plata que encontrase en la Tierra. No, con él no va la cosa y calla dando a entender que no escuchó la pregunta; ni apreciar mi colgante; ya hará. Hoy decía no estar para charadas al ser el punto de toma un tanto conflictivo. Me reconvenía a la atención. Poquito tardé en espavilarme al estar el aire ahíto de explosiones. No eran obra del trueno ni de fenómeno natural análogo. Empiezan a jugar en serio con los elementos y de las sucesivas pruebas, o que importaran de otros más listos, el caso que encontraron un método de propulsión mucho más eficaz que la mera fuerza física o las propiedades elásticas. Pólvora. De la combustión se producen unos vapores que semiprietos, y encauzados, les permiten arrojar una bola, bala, con la fuerza necesaria para arrollar una mesnada, y si dan a arreciar, hacen gran destrozo contra lo que se tire. Y testigo fui de un intercambio epistolar a la guisa. Se defiende una ciudadela teutona del sitio al que se le quiere someter, y por tanto, y que pueden por prósperos, los que defienden montan en el almenaje cañones de hierro y bronce, frente a los que pretenden el asedio, que por logística, mueven morteros de liviana madera. Desde un bando y otro se hizo gran estropicio porque las piezas que se propulsan lo mismo derriban una casa que descuajan un árbol, como le arrancan los brazos y las piernas al incauto con el que aciertan. Es la guerra lenta con estos artilugios, pero de un devastador, que da miedo imaginar a lo que podrán llegar siendo por naturaleza violentos. Sigue siendo el grueso de la refriega el flecharse unos a otros y descuajeringarse con hachas, lanzas y espadas, mas su hueco empiezan a conceder a la artillería y creo cosa de observar. Por tal, y cuando cesaron de volar plomos y chatarras, me junté a un cuarteto de hombres que se bastaban para mantener al rojo el cañón de la almena más alta. No les importaba que algunos envidiosos del puesto les recriminen lo lejos que dan la batalla. Su honor lleva el trajinar con estas máquinas y ellos se entendían escogidos; aunque traguen los olores del Infierno y pierdan el oído en la proeza. Se ven aguerridos entre la humareda y las muchachas les consienten. Pesará mucho esto último pues no es bicoca la artillería y su peligro destila. Ellos mismos me informaron de lo relativamente usual que revienten los cañones haciendo trizas al personal que los sirva. Prueba de lo peligroso que era, al poco 232


de reentablar la conversación que se traían, y yo poner a cubierto, la batería a la que alimentaban mis informadores saltó por los aires matando a quienes la rondaban. Uno de ellos sobrevivió a la explosión. Por puro coraje bajó a saltitos las escaleras, equilibrio tampoco le faltó y aun a un pie, y media cara ida con la metralla, el hombre, el muchacho, tuvo desparpajo para decir que no era nada. Insinuaba cosa de lavarse un poco la cara con agua fresca y volver al puesto que le encomendasen. Coitado. Ni tiempo tuvo de encomendar su alma a dios alguno porque fue a quedarse frito en el pilón. Y no le lloró nadie; granizaba plomo fundido. . SHR de M

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05-25 ¡Buffa! Si creía lo de ayer malo, hoy fue peor. Y con creces. Ha cogido virulencia una pandemia arrasando campos y ciudades. Se dice que es plaga y castigo por la vida herética y lujuriosa. Se dice que agentes del difunto Saladino ¡Y dónde estarán sus huesos! se dedican a esparcir La Peste. Se dice, se dice, se dice. Mucho se habla porque la gente se encierra en sus casas y no hay nada mejor que hacer. Se enclaustran confiando en que el halo de su piedad haga pasar de largo a un supuesto ángel exterminador. Pero de ángeles o jinetes del apocalipsis nada de nada. Es la mugre. La mierda que les rodea lo que da cobijo a las ratas que transportan un piojillo, en cuyo ínfimo vientre, tiene a su vez cabida un parásito letal. Desde Constantinopla, y siguiendo a los mercaderes de pieles y otros abastos, la epidemia medra, y estando Europa podrida, mueren las personas a mansalva al ribazo de la calle. No hay calzada, vereda, casa, palacio que no tenga abierto agujero en el camposanto, y de darse la excepción, mucho se cuidan de admitir intramuros propagadores ni fulanos desconocidos. Es un gran retroceso la desconfianza y así me lo corroboró un carretero que volvía en vacío a su hogar. No salen portes para el mercado de la capital y está pensando en sacrificar un buey. La idea del negocio era buena pero se vive una crisis tremenda y dos cabezas son mucho más ganado del que pueda mantener estabulado. Aunque si mata, tampoco podrá comer ni conservar tal cunda haciéndosele desperdicio. Y ni fiesta entiende posible porque con La Peste recorriendo los caminos hace tiempo que no reunen tres familias. El arriero aún tiene otro frente abierto, y es no saber qué bestia sacrificar. Tanta duda lleva dentro que inmune se me hace al paisaje desolador. Sobre su misma casa revoloteaba la docena de buitres, y otros tantos estaban en el jardín trasero devorando los restos de la familia, y una vez espantados, sentó con los despojos de la esposa para contar lo infructuoso del día. No sólo por muerta, por no tener oídos, ni lengua, la mujer y los hijos que en corro yacían permanecerán ajenos a toda noticia. El carretero, aunque no lo sepa, también está muerto. SHR de M 234


06-25 Antiguas cantigas entonaba una mujer. Intentaba consolar el alma de su señor y rey, el cual, bisbiseado “El Cruel”, sin embargo, no esbozaba al momento vibraciones tales que pueda captar el empático. Abúlico, lindando la ataraxia, dejó pasar el día sin separarse un palmo de la ventana ni proferir palabra que no fuese para saber dónde andaban sus ayudas de cámara o sus huestes. O si ya era momento de conferencia con el hermano. Pese a ser el heredero natural del trono, el bastardo del hermano le pugna el título; amén que su política choca con la de los nobles de la zona y estos también dan pábulo a todo crimen que le cuelguen al monarca. Y no niega. Ni él ni sus próximos, que son los que me contaron sin necesidad de rascar mucho. Sí, recurrió a judíos, musulmanes y cuánto cerebro vivo pudiese servirle; y no dudaban que redundaría en beneficio de todos el tomar en sus manos lo mejor de cada Casa. Sin tanta floritura, una vieja que fregaba de rodillas un pasillo, comentó que lo que sobra es mucho señor de villa y castillo pues ya no son el enemigo que fueron los moros, y lo que pretenden los otros, es seguir haciéndose los necesarios. La anciana a título propio demanda médicos e ingenieros que curen las insalubridades que diezman. Y el agua a la puerta. Campesinos, ganaderos, artesanos, cualquier industria que venga será mejor que vivir de la economía de guerra y razia. Estaba la señora cansada de presenciar tanto mal momento y rezaba por la llegada de la revancha. Le pregunté por el tipo de cambio que ansiaba, y estaba refiriéndome un instante tranquilo, que fuese todo un año primavera, cuando resonaron por los pasillos gritos y pasos atropellados. Y voces que clamaban asesino en la embajada y el rey muerto. La vieja y yo nos arrellanamos contra un codillo de la escalera para no ser aplastados por los hombres de armas que acudieron al trote a la llamada, y para evitar suspicacias, con ella marché; tiene una pequeña granja a las afueras de Montiel. Viven con ella, o mejor, vive ella, pues de ordinario pernocta en el castillo, con la hija, el yerno, y los tres hijos de la unión; más un primillo huérfano que aún está en proceso de aclimatación y toda voz alta, o historia truculenta que se cuente, le espanta el sueño para noches. Así que antes de nada, la abuela despachó a los nietos a la cama y con los hijos sentó para describir el magnicidio. El yerno tuvo que reconocer, mal que le pesase, que llevaba la suegra varias noches sin dormir y viendo hiel en la corona de la Luna. Acierta, acierta la anciana y la Muerte acecha en cualquier sombra u abrazo. Y no sólo lo dice por lo acaecido a Su Majestad, el marido de la hija también es levantisco, y murmurando maleficio para todo noble, o lacayo gustoso, cogió camino del lecho bostezando y rascándose la nalga. 235


Y peerse. Y reír, que “Uno menos”, fue el tono de su buenasnoches. SHR de M

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07-25 Se le echaron los años encima a Brunno Heretano sin darse cuenta. Por lo menos los últimos veinte se fueron en un suspiro. Le parecía que ayer mismo había recibido el bloque de mármol, y algún custodio de los cielos, en el vuelo de la noche, por él realizó el trabajo. Aunque no, los ojos, la salud, y la mujer, se le escaparon mientras remataba la escultura. Y una vez concluida, contemplaba sin querer reconocer paternidad. Él, a lo sumo, sacó lo que preñase la piedra. Viejísimos que son los mármoles, alumbró la roca una pieza al gusto Clásico, y temiendo escandalizar, encerró bajo llave. En la soledad de la noche, hasta presentarme yo, la admiraba. Al palique del claroscuro de un rizo nos cogió el sol y una cuñada del artista, que por cumplir fecha la muerte de la hermanísima, nos conminaba a misa de nueve. Entonces, tal si nunca hubiese oído, dio a enterarse del fallecimiento de la esposa. Y viéndose en un reflejo muy marchito, agarró con ganas un macho pilón y destrozó la escultura. Todas las que hacían panteón. Las redujo a cachitos y luego abrió todas las puertas y ventanas, para que el aire fresco se llevase el polvo. Y la cuñada, ni temer las esquirlas sueltas, al saber desde hace mucho que acabaría haciendo. SHR de M

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01-26 De la suspensión suelo levantar descansado y pletórico. Hoy, sin embargo, me rugían los estómagos.Y encima, para sorpresa y disgusto, ¡Y queja escrita!, el dispensador de alimentos está fuera de servicio. Me ofrecía Bestia, con su mejor voz neutra, las barritas nutricionales que lleva el mismo empático. Y de sabores variados o a la carta que le pida. Y no, ni de coña. Que se meta las proteínas sin interface. Era la excusa perfecta para bajar a la Tierra sin saciar y darme a degustar esa gastronomía que tienen, y que tanto me maravilla, y que, por lo corriente, aunque me entre vía poro, me sé lleno y sin hueco que llenar. Y no excedo. Hoy, ja, bajé dispuesto a saltarme las costuras. Las calles de Osuna parecen desiertas a hora de misa, al fuego permanecen los guisos solos durante el ángelus y se me hacía pecado no abusar del empático. Y a punto estuve de hacer, pero recordando lo vengativo que es Bestia, lo dispuesto que está, preferí probar en casa que no tuviese que allanar. Y supe de una al dar un enrejado al patio y ver vida. El dueño de la aljama se preparaba para comer con la familia, y haciendo un ademán amistoso, me invitó a entrar y tomar asiento. Israel Sefarad siempre se muestra afable, sus vecinos de él nada temen, nació aquí, mas llegan fuertes los ecos de las soflamas del arcediano de Écija, y para no dar crédito a tales infundios, nada mejor que ofrecer la morada abierta a quien tuviese dudas de su persona. Yo no dudo, sin cuidado me traen sus cuentas y su fe, me clavaba a la mesa el aroma de los pucheros. No le incomodaron mis modales al tenerme por hambrienta avanzadilla, que no, de quienes tras de mí se presentaron en la finca con ganas de correr humos y montar escandalera. Era chusma de fuera y de ahí la confusión conmigo. Y el no mostrarme partidario de la hueste recién llegada animó a algunos buenos vecinos de Israel, que apareciendo con un pata negra a cuestas, y llamando don Israel Portillo al hombre, desbarataron y dieron al traste con las ganas de juerga que traían los otros. Venían dispuestos y malamente informados, y prueba, le rogaron al señor Portillo que catase el jamón en muestra de fe. Y yo, aunque no existía resquemor hacia mí, encontré la ocasión. Luengo rato, y un par de tragos de bota, tuvieron que esperar al dictamen de la pieza. Él lo declaró de escribirle una égloga, yo, yo necesité recatar para no marrar en el bordón. Y tras hacer, y otros tientos al pellejo, me declaré lego a idioma alguno que abuse de palabra que ni al canto de la uña llegaría al santo y sabroso somarro. Sonó bien, y como Israel se metió otra loncha en la boca, se disolvió la horda por el momento; aunque reuniría en casa cercana sobre la que recaiga cualquier mal rumor. 238


Agradeciendo el concurso de la vecindad, el hombre avivó los pucheros convirtiendo en fiesta que entroncase con la noche y el alba. Y en ella, sumergiéndose en la cisterna, se bautizó al catolicismo mientras dure la revuelta o se requiera taqiyya a la moruna. Y sin dolor, que con él me bañé, yo también me cristianicé al serrano. Mucho y variado comí hasta la cena, aunque de todo lo deglutido, el jamón será el recuerdo más vívido que me lleve, y es que sólo pensar en ello, lo juro, y salivo cual memo humano. SHR de M

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02-26 El carácter aragonés, y la idiosincrasia siciliana, prometen un interesante cruce. Almogávares vuelven a hacer suya la isla, y recordándola propia, aun sin remansar la belicosidad reciente, se dan a saldar viejas cuentas que traen de familia atrás. Cuatro jóvenes hermanos acudieron por encargo del abuelo a un pueblecito de la ladera septentrional del Etna. Allí dejó el anciano, en la mocedad, una joven que le prometió descendencia y atenciones a las canas. Pero el padre de la muchacha, hombre de valores arraigados y bigote denso, desaprobó entonces las pretensiones y mandó correr al hombre ¡Y darle muerte si paraba! Con el rabo entre las piernas volvió a la patria y rehízo vida. Mas nunca llegó a olvidar del todo a la mujer, y en el lecho de muerte, boqueando, rogó a los nietos que buscasen a la moza de los recuerdos. Venían los vástagos inquiriendo por una mujer con los trigos del Etna por cabello, y unos ojos singulares tal el zumo de una estrella. Y el aliento a huevo cocido; que fue el único pero al que se acogió el abuelo para intentar olvidar; bueno, y el suegro. Yo vagaba por un camino y esa parca descripción recibí. Con ellos fui levantando recelos hasta dar con una casa dónde se insinuó la posibilidad. Allí vivía una anciana muy bien su edad, y acierto tuvo quien supo entender en la exactitud del retrato el semblante. Sí, era ella. Lo fue. Súmmum de toda encomienda, aún vivía el viejo sieso que se negase al matrimonio; sólo por comprobar que no regresaba el pretendiente, diríase, se resistía al beso de la Fría; y ella otro tanto. Temió en un principio la dama ser la presencia de los chicos consecuencia de alguna fechoría del padre. Pero los chicos no venían por el vejestorio, aunque fuese muerta, o sus huesos mero polvo, si la señora respetó la promesa y el virgo, el abuelo deseaba que con ellos retornase y compartiese las últimas toses de la vejez. Cuando acabaron de explicar el caso, la anciana rogó que aguardásemos fuera; en seguida daría respuesta. La mujer entonces se dirigió a la cocina y volvió con un cuchillo pequeño, un verduguillo, que con la experiencia de sacrificar mucha bestia, manejó para apuntillar al viejo, al padre, y después, mientras se lavaba las manos y echaba cuatro sayas a un arcón, rumió, cosa antigua, que ahora marcharía con los nietos en busca del anciano novio. Y si encuentra vivo, jura que dará el mismo tratamiento que al propio padre, y de no, tal que rezó el encargo, ella recogerá los huesos que queden del sarcófago y traerá para arrojar a la panza del volcán; asegurarle una buena temporada en el 240


Infierno. SHR de M

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03-26 Se me hizo nuez el barquito. No obstante, Olson y sus hijos supieron leer las olas, y los vientos, y acabamos entrando en puerto. Arriesgado admitían faenar hoy en mar abierta, sin embargo los Mortenson son capaces de laborar con olas de grabar epitafio. Sus mujeres, aunque se hacen las bravas, temen mucho, y es raro verlas en la playa porque les sienta mal que se apueste contra los suyos. Un día de estos, un día de estos, les dicen, “se os acabará la Suerte y en vez de vuestros caretos, serán los de vuestros deudos los que vengan a soltar las perras”. Llevan la mar en las venas y más de un pariente perdieron por gustar buscar dónde duerme el Sol. La esposa de Olson dejó por imposible a marido e hijos mayores, mas el pequeño no se lo arrebatará un golpe de espuma. A este hijo crió a teta propia y prohibió tajantemente cualquier contacto con el Atlántico, y llevando en los genes, y a hurtadillas en el petate a veces el padre, el chico de todas formas salió marinero y resalado. No levanta el metro del suelo, y los más viejos del lugar le dan por heredad el reunir todo lo bueno de su casta. La señora quiere que escape del sino de su estirpe y pretende mandarlo a estudiar lejos, y no sabiendo dónde, y entendiéndome “hombre” de mundo, casi dejaba en mis manos al darse cuenta que el marido, bajo el influjo del empático, hacía suya, y buena, cualquier opinión mía. Yo, obvio, cedí la voz a un tío del chico que tiene mucho océano surcado; volvió hace poco a las Feroes, y aunque se le quiera, perdido el contacto tanto tiempo, no se toma muy en serio su palabra. Él propuso, puestos a observar las potencialidades del sobrino y el abanico de posibilidades, hacer un esfuerzo entre todos y mandar al chico a estudiar a Segres. La escuela de Náutica fundada por Enrique El Navegante está formando la elite. Lo mejor de lo mejor entre quienes entienden de olas sienta cátedra lejos pero bien merece el esfuerzo. Si se hiciese, a la vuelta de unos años tendrían indudablemente los conocimientos que les faltan para culminar con éxito su obsesión por encontrar el encame del Sol. A esta argumentación cedió el padre secundando la idea, y aunque a la madre no agrade el trasfondo que orienta el asunto, sabe aún mucho tiempo por delante para que el niño se le haga hombre y pierda la cabeza. Y no fueron las únicas propuestas porque todo presente parecía tener opinión. Salvo el chiquillo, allí todo el mundo se manifestaba. Quise conocer lo que opinaba él a tanto proyecto y le encontré escondido en la caseta de un árbol. Al pie cantaba el acantilado su presencia, y con él de fondo, le sondee el parecer. El muchacho se sabe joven y preferiría madurar la idea. Maduro, por la respuesta, se inclinaba, sí, por ir unos años a Segres, aunque después le gustaría buscar el 242


punto dónde levanta el Sol y no dónde tumba; pues lo huele distante y somnoliento; frente al lugar del que parta cada albor que por fuerza será despierto y luminoso. No, no soy el único, por lo oído, al que se le antoja un paseito por Oriente. SHR de M

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04-26 Con los lechos marinos que tienen pueden hacer, y aunque las capturas se multipliquen por diez, a la larga, y si abusan, se van a quedar sin fauna pelágica que echarse a la boca los holandeses. Maldecía a gritos un abuelo al ver la carga que trae el yerno a puerto, le debe haber advertido varias veces que no utilice el aparejo de arrastre, él, mientras no esté gaga y sea suya la embarcación, no tolerará el arte a bordo y escupe en la tumba de quien haga por dañino. Pero es viejo y lleva años sin faenar. El hijo político era el patrón, y cuando el otro no estaba presente, cambiaba las redes. Y le fue muy bien, tanto, que cansado de las exigencias y prohibiciones se apañó barco propio. Y éste era el que atracaba y no el del suegro. Permitió al anciano subir a inspeccionar la bodega. Y de la panza salió el viejo con un fragmento grande de ánfora y una estrella de mar de siete brazos. Y con muy mal ceño, rejuvenecido por iracundo, en alto mostró para que viese el muelle entero y quizá sintiese vergüenza el padre de sus nietos. Y no. No le importaba al otro lo que digan. Sí, son así. SHR de M

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05-26 Una chavala de unos diecisiete años tenía echada sentencia gordísima; lumbre de picota por hereje y no sé cuántas felonías más, que vengan al caso, y sean verdad o no, no creo de todas formas razón. Y aún así, y con todo, cosa de la cría era el acabar en la pira al dejarle puerta para retractarse en cualquier momento. Pero se temía que por iluminada o esquizofrénica no hiciese. Insólito. Tonto soy preocupándome por los humanos. Tonto de solemnidad. Y ni siquiera está en contrato. Me he visto y me han visto así. En la atalaya privilegiada que era un carro una mujer me observaba abiertamente, y al entrelazar ojos, me conminó a dedo al pescante de su palco. Llegado a él, la dama se presentó Paula de Val Symeon, señora de tronío que decía ser reina sin corona ni reino. Realengo tiene su opinión, y de todo tema o cuestión planteada, daba conversación agradable e inteligente. Me confesó, y se le nota, el haber viajado mucho y dar eso su escuela. Estábamos en Ruán y ella venía huida de la guerra abierta que se traen aragoneses y castellanos, y antes de huir de estos escapó de todos los reinos del occidente europeo que bullen agitados debido al río de oro que derraman las taifas. ¡Y se seca el grifo! Revuelta hay por toda Europa y no es la primera vez que ve la estigmatización de una minoría. E infinidad le venían a la boca al irme detallando los variados casos y atrocidades presenciadas. Cualquier lacra social se persigue y hoy le tocaba la china a esta loquita que entiende; y terca. Paula es cofre de mil respuestas y otros tantos misterios. Se resistió al empático y me llevó la contra lo mismo por el sabor de una fruta como por el futuro del reino nazarita. La Granada era el dilema. Ella entiende el enemigo natural de Europa en el reducto musulmán; no en las propias tripas del continente. Intenté hacerle comprender que eso mismo también era una forma de segregación, mas se me quedó el parlamento en la boca sin articular al darse finalmente fuego a la pira. Entonces Paula me cogió las manos y me rogó que observase pero sin intervenir, cosa que desde luego ella no pensaba hacer, y aunque tras ella salté no sé con qué incierta intención, pronto desapareció en la refriega organizada con los guardias. Visto que allí se repartía holgado, y no siendo asunto mío, volví al carro confiando que tarde o temprano retornaría la dueña. Desalojaron la plaza y barrieron las cenizas. Desmontaron todo y limpiaron el lugar salvo de mí presencia. Esperando, y reseña de lo acaecido, me supe observado por medio pueblo. Y así quedé hasta poco antes de la llamada de Bestia, cuando un hombre que tomaba camino de la huerta me entregó un mensaje que se le dio para mí la tarde de ayer. 245


La nota era de Paula, unas breves lĂ­neas con las que se excusaba; confiando en volvernos a encontrar. Ja. Y ja. SHR de M

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06-26 Eleassar Hunt es un acomodado rentista de Estrasburgo. Otros funden las cuentas de sus arcas en vinos o pasiones, él recorta de dónde se ve más sobrado y reinvierte en salud; capricho recalca que no es al hacerle mucho bien la picadura de abeja. Desde que descubrió la terapia no hay mes que no haga venir al doctor apicultor. No tiene achaque en el año si toma la brea de picotazos con su precisa posología, y de ahí que diga preferir dilapidar en terapeuta que correr loco a incordiar cualquier enjambre zumbante. Mientras el hombre se somete al tratamiento, puede el ayudante del melero curiosear por la casa y revolver los cajones a conciencia. Y no por ser ratero. Y no sólo esta casa. Gente interesante tiene la urbe pues ellos viven todo el año en lo profundo del bosque y apenas conocen civilización. Compañero del padre, acabó cogiendo cariño entre el vecindario, y de aquí y allá, desde las ventanas, orondas matronas de pechos desbordantes le invitan, no sin amor, a entrar en sus casas y desayunar. Agradece, e imagino que alguna vez incluso haya tomado algo, pero él, por lo remolón de su paso ante una determinada puerta, buscaba seña concreta. Allí vivía, vive en el presente constante del muchacho, dos hombres muy serios y una mujer muy cariñosa. De ella esperaba la llamada. Se me aseguró que la quiebra de la sociedad “Das Werk der Bücher” estaba cantada contando con el talante de los socios; se embargaron los bienes y a día de hoy se desconocía el paradero de la dama. Puede que el chico no asuma la explicación al ser la enésima, en todo caso, encontró una hoja de algún libro que hubiera en la casa y con ella partió un poco más contento. Fetiche le es. Aunque no sepa leer le fascina lo ordenadas que están las letras, tanto será, que tesoro sacó de un hatillo al contener un lomo virgen lo menos las cien páginas sueltas. Y algunas repetidas, exactas, idénticas unas a otras las palabras y su orden. Hasta las erratas. ¡La misma hoja veinte veces! En mi mundo, sin duda, serían pliegos de castigo escolar caduco, mas aquí no podía ser otra cosa que la evidencia de un sistema de copia. Uno. Pero en la Tierra, y de los primeros, supongo que su cola traerá si consiguen perfeccionar y permiten los lobbys. No creo que siente bien entre amanuenses e ilustradores. Los mediocres copistas y versionadores pondrán el grito en el cielo. Y los nobles verán la letra al alcance de cualquiera. Hasta los mismos reyes tendrán que beber en el río de tinta. Antes de seguir elucubrando sobre el molde del asunto, me entró curiosidad por concretar el hilo que corría la letra allí impresa. Se trataba, y no me descuadra nada siendo la época que se vive, de un fragmento del Sibyllenbuch. Tiene su gracia que el que sea quizá el primer libro impreso en la Tierra verse 247


sobre el Juicio Final. 驴Premonici贸n? Sigue dando danza de cangrejo la humanidad, y cosa de ir, y cosa de venir, y en el medio observar, para que uno no sepa nunca a ciertas, si esto va para bien, o para mal. SHR de M

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07-26 No es lo mismo pasear el Albaicín que los jardines de la Alambra; aunque algo menos se envidien sus mazmorras; toda tiña arraiga en el sitio. Al verme aparecer por la claraboya sabida, un preso rompió en, pensé, estúpidas carcajadas. Nada risible tenía su caso al estar casi muerto, mas matiz encontraría que le trajo a mandíbula batiente. Y, claro, entraron los carceleros alfanje en mano buscando al perturbador. Le propinaron una paliza que apenas sentiría en su estado, y por todo alivio le quitaron la cadena del pie engrilládole al binomio de cepo por la muñeca. Lo tenían planeado ¡Vamos! Entre esputos, toses e injusticias sesteaban, dormitaba toda la ciudadela y apenas se enteró nadie en la celda, que con una lasca de piedra, se cortaron el pulgar propio para quitarse la argolla. Les cedió la chusma una hora de ventaja antes de empezar a pitorrearse de los guardias, a los cuales, reían, la cabeza les iba a volar en cuanto corriese la noticia, e impacientándose por el relevo, a coro aunaron voces los reos para descojonar. Se volvió a abrir la puerta, y no pudiendo secar las carcajadas, a uno que destacaba le cortaron el pescuezo. Furiosa se declaró la milicia al constatar la evasión. Se tocó alarma, aunque por lo que resonaba el trote presuroso los cautivos entendían en progreso la fuga y no existía forma de acallarlos. Aprovechando la coyuntura retorné al exterior y me di a perder en los jardines. Disfrutaba en silencio un emparrado cuando me cayeron en la cabeza unas gotas de sangre. Escondían los evadidos entre los racimos verdes que tupían dosel. Mas no estaban los dos. Tal supuse, pocos pasos dio el loco y fue a morir al menos al aire libre. Continué paseando y disfrutando de fuentecillas y remansos, aunque ojo también puse por si podía dar con el otro. De puro embeleso que emparejaba mi camino, salí del palacio y me perdí en la ciudad, y paladeando un trozo de acera que embriagaba a melocotones y colada, también fui capaz de discriminar el tufo a calabozo; hebra era a seguir al sellar un muro a cualquier fisgón. Vadeado el tapial, miedo y pasmo aprecié en los ojos de una mujer. Era del servicio y corrió a dar reporte; aunque no a gritos. Dentro de la casa reunía linaje joven de Abencerrajes, gente que tiene cuitas pendientes con Zegríes, y seguro que algo más escocería ahora la pendencia al morir en la fuga el hermano pequeño de todos. ¡¡Era, sí!! La venganza tramaban. Mas ellos ya estaban inmersos en una conjura a mayor escala y reventaron al tiempo las puertas del patio. La milicia armada. Y no buscarían carne de cepo pues entraron a tajo abierto. Iban a matar. Saltamos muros y tapias medianeras, atravesamos decentes moradas, para salir 249


a una calleja y volatilizarnos. Y mal que se quisiese despistarme también a mí, me pegué al mancado y con él fui a buscar nuevo cobijo al barrio cristiano. Él no lo es. Desesperado debía sentirse para acudir, y enganche y razón tendrá porque al identificarse ante la mirilla, Abu Bua, se le descorrieron los ferrojos y ofreció techo. No necesitó mejor credencial al ser contraseña y conducírsenos a presencia del señor. Éste, que a su vez se declaraba vasallo de otro más grande, le prometió entrevista inmediata con el referido si así era el deseo, y de no, su casa, sus lechos y sus pasadizos secretos, puso a disposición. Al día siguiente, si fuese voluntad, nos sería posible estar al otro lado de Despeñaperros. Justo antes de entrar en la cámara de desinfección, mientras ajustaba los marcadores orbitales, me vino a la cabeza la voz y la sonrisa de Paula de Val Symeón. Y su olor. Y sus cálculos, pues en los que hoy hice yo, para mí, patente era que el joven vendería los secretos que tenga dejando los días del reino nazarita contados. SHR de M

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01-27 Brujas, hechiceros, wendigos, golems de viejas leyendas cogen vigencia tras la proclama del clero: ¡Existen! O al menos se rinde culto esotérico a una pléyade de genios y naturalezas que mal casan con la iglesia so pena de reconvertirse en archienemigos; y gustosos acogen el rol. Donde se hubiesen perdido las costumbres y ritos, bastó el edicto para que reverdezcan los usos ancestrales. Y dónde nunca dejaron de estar presentes, se siguen fermentando brebajes para rendir las pasiones de una dama siesa o ahojar a un viejo alcahuete. Al cajón hechiceril van a parar todos los adversarios potenciales, y pública la lista negra inquisitorial, conciliábulo organizaron en la cima de un monte los que en el distrito se sintieran deudos del Infierno o de toda prohibición. Y somos legión. En lo alto de la peña quedaba el esqueleto de un monasterio. Estando algo apartado de cualquier pueblo no temían la interrupción de ninguna autoridad y se daban a festejar sin recato alguno. Reían, fornicaban, tiraban holgados de tóxicos y alucinógenos que a algún novicio de lo negro no parecieron irle bien. El hombre que refiero salió en teoría a vomitar, aunque al cruzar la puerta, atrancó por fuera ésta al igual que las ventanas que hubiese practicables, y sin avisar, aplicó el fuego que portaba a los acúmulos de paja y la urdimbre del techo. Y pese a que en nada las llamas cogían virulencia y se escuchaban los desgarradores gritos de quienes se estaban abrasando vivos, no tuvo ninguna misericordia el otro y de rodillas se postró para rezar por el alma contrita de los bastardos que socarraban. Este fulano no llegará muy lejos con los métodos expeditivos que maneja. ¿O sí? SHR de M

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02-27

Llevando el empático no es problema resistir veinticuatro horas en aguas gélidas, no hay mayor inconveniente que el no gozar el océano, y siendo mi caso, a la deriva rolé. Me dejé llevar. Lejos sabía la costa para inquietarme. Un pobre desgraciado que tripulaba una almadía de tablones, tomándome por alucinación, me informó de hallarnos al momento doblando el cabo de las Tormentas. La punta sur de África. Llevaba hechas veinticuatro horas en el plan y alardeaba de poder echar otras tantas no sintiendo piernas ni dedos. Tampoco quería yo turbarle al extremo que pudiese entenderse perdido y le diese la chaladura de desasirse de las tablas que le mantenían a flote. Dije ser espejismo educado y me manifesté por acompañarle, si antes no le rescataba nadie o se ahogaba, las veinticuatro horas siguientes de las que alardeaba ser capaz. Rió la imposibilidad del auxilio al ser su nave la que va abriendo ruta y no enterarse nadie de la caída. Y estar el océano muy mal. No obstante, confiaba en que la mar le acabase escupiendo a tierra y no luchó contra corriente alguna. No era su primer naufragio y confíaba en tampoco cerrar carpeta. Son los portugueses tenaces, y él se proclamaba nieto de un tal Flavio Barbosa, que murió en la cama con ciento tres años y veintitantos desastres contados a los nietos. El Sol se anunció entre las nubes bajas. Recompensa traían los rayos consigo, caían ahora sobre la costa cercana y calmando un tanto la mar sus rizos, el hombre lo veía hecho. Sacan fuerzas los humanos de una reserva recóndita. Le bastó contemplar, y saber definida la costa, para que le bombease calor el corazón y rompiese a chapotear el rumbo. Barbosa chico se soltó de la almadía y a braza se dispuso a ganar la playa. Lástima que la querencia de las olas no fuese otorgar arena blanda sino afiladas rocas que a recibirnos salieron entre los vaivenes de la rompiente. Temí por su vida, pero al final hizo pie y se arrastró hasta la orilla, fuera del agua. Corajudo, antes de desplomarse se acercó a unas palmeras y allí se derrumbó. Y le iba a dejar dormir cuánto tuviese atrasado, mas vi acercarse a unos aborígenes de la zona que vestían su arcaísmo blandiendo todavía cuchillos y hachas de piedra. Le intenté despertar, pero para cuando quiso espavilar estábamos rodeados. Le zarandearon un poco y rieron el desteñido de la piel, aunque finalmente dejaron tranquilo y siguieron ruta. Llovía. Barbosa debía pensar posible hacer vida en la costa hasta que pasase de vuelta su navío o aparezca sucesor, así que sin perder tiempo, una vez repuesto, comenzó a buscar sitio idóneo pese a que jarreaba de lo lindo y el cielo empezaba a cuajarse de rayos. 252


Y uno nos cayó encima. A mí me protegía y aislaba el empático, pero a él le abrió nueva fontanela el latiguillo, y tras correrle la espina y tener salida en los pies, rompió a arder de tal manera que ni la lluvia, ni tirándome yo encima, conseguimos apagarlo y consumió cual cerilla. Solo que quedé, no me pareció el sitio de gusto y tomé la senda de los primitivos. Estaban bien secos y resguardados en una cueva que utilizan los días que van a jartase de lapas y otros moluscos. Son linajes viejos de Hombre. Tiempo ha que no me codeaba con tan primigenias Culturas, y agradecí el aire fresco de este vetusto pueblo. SHR de M

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03-27 El último reducto musulmán en el occidente europeo cayó. Los autores, catoliquísimos reyes que les corean, disfrutan el día al decirse esperándolo desde hace ochocientos años. Y muchos años se me hacen para desarraigar a nadie. Ni perder patria. La ciudad aguarda indecisa el resultado de la toma que hagan las huestes cristianas, y pese a que se vitoree, y se cuelguen cristos y virgencitas de aldabas y botijos, y se vistan las calles de Semana Santa, permanece expectante la gente y sólo jóvenes y curiosos, y perdidos del todo, dan aire festivo en las almenas y azoteas. Fresca mi última visita, acerqué a la casa de dónde saliese en estampida y la encontré hecha un solar. La siguiente parada me la hicieron los pies de motu propio y me descubrí bien pronto en lo alto de palacio y asomado a un mirador. No era el único en disfrutar la perspectiva pues la mismísima Paula de Val Symeón, sí, reposaba los antebrazos en la baranda del balcón y tendía la vista extramuros. No sé por qué, pero no me sorprendió su presencia. Estaba igual que en mi memoria, con la salvedad, de vestir al momento a la moruna. Por seguir la chamba de la mujer tampoco abrí la boca, y copiando la postura, tiré a lo lejos los ojos. Fue ella quién primero hablase, y para proferir un hiriente y exacto: “Ya lo dije”. Estaba dispuesto a largarle un parlamento que llevo tiempo madurando a santo del primer contacto, mas me volví a quedar con las ganas al aparecer otra señora, a la guisa de ella vestida, e indicar que era momento. Entonces giró hacia mí, creo yo, para repetir el final que tuvimos, y recordándoselo, le hice un gesto que cortaba la parrafada y me dispuse a seguirla. Fuímos a una casa del servicio de palacio dónde otra mujer berreaba su adelantada gestación, acababa de romper aguas y a Paula se encomendaba el trajín de la matrona. A veces no viene en postura la cría, o se cruza cualquier contrariedad, y es cuándo hace falta oficio para manejarse con calma entre la abundante sangre y diversos fluidos. Y Paula tiene, y muchas más virtudes tendrá calladas porque al igual que cortó el cordón umbilical, y entregó a la madre, a otro crío intervenido a continuación le enyesó el brazo y cosió un siete en el muslo. Y a un tercero echó unas gotas en los oídos. Me olía otra despedida al esquinazo y no quedó sola ni un momento, y por la noche, al fin, me insinuó que iba a tener otro ratito libre y me invitó a cenar en lo que llamó su choza provisional; aunque fuese el palacete de uno de los mercaderes más ricos que cogió trecho del destierro con Boabdil. Cenamos en el velador de la azotea, y tras la abundante ingesta, nos repanchingamos entre plumas, y ya sí, sin tapujos ni medias verdades, se ofreció la mujer a responder cualquier pregunta. 254


Meditada la batería durante la tarde, di cuerda al torrente de mis dudas, y tantas fueron, y tan acertadas imagino, que esbozó la mujer amago de agobio, y antes que se me acalorase allí mismo, sugerí que pasase al aseo y se retocase el pensamiento. Y, sí, aprovechó para esfumarse. Tardé en imaginar, y lento estuve para hacerme a la idea, pues como antaño, hedía la calle a carne quemada y se divisaban varias hogueras gordas corriendo la ciudad. SHR de M

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04-27 Poca humanidad se presta a las horas tempranas, y hasta que no tomó el sol altura, me supuse en una ciudad fantasma. Son las gentes de lento caminar y dulce palabra, aseguran no darse más prisa al quedar mucho día tumbado, y si uno lo toma a malas para el resto se hace vinagre la sangre, de lo contrario, de encontrarle arte a la expresión, uno acierta con las llaves para entender su filosofía. Acompañé a una cuadrilla de braceros que dos días llevaba acudiendo a estibar un barco que no llega. Con éste se tenían tres días de buena espera cuándo localizaron en la barra el velero que citaban. Siempre fue Cádiz muelle de dar trabajo, y ahora que parecen afianzar unas conquistas ultramarinas el jornal va trocando en soldada segura; pese a que el grueso suba hasta Sevilla. A media tarde se daba costado al muelle y se comenzaba a desembarcar. Portan las bodegas lo valioso con lo que se haya topado, y aunque siga justificando la reinversión, no debe ser lo que se calculaba y el encargado de dar las cuentas caminaba a ceño fijo. La primera encomienda que tiene es comunicar a la autoridad pertinente su formal arribada, aunque, y cumpliendo la promesa que dejó comprometida en las Indias, antes acudiría a una taberna del puerto para informar al dueño que el hijo no regresará. Le flechó la indiada en destino. El hombre entró en La Pitarra y a bocajarro, sin pedir siquiera un vaso de aguardiente, descerrajó al dueño lo del hijo. No se inmutó el padre para sorpresa del hombre. Aunque el viejo recibe y despacha el negocio por hacerlo desde tiempos del respectivo abuelo, el nieto propio lleva ahora las cuentas y a él habría que transmitir la nueva. La muerte del padre. Pero éste tampoco recordaba por ser el progenitor surcamares. Casi le era ajena la noticia al joven, y quizás para olvidar el tema, ofreció un vinito. Tras entrar nosotros llegaron otros parroquianos que también son gente del puerto, y junto a los que había, y los que siguieron cayendo, se cantó aforo completo tal debe ser costumbre. Bebe la gente y habla con desparpajo de amo de los cinco océanos. Y suerte que acertasen con tan basto continente flotando a la deriva, cuando en realidad, buscaban la cola del propio; pero se tiran el moco con los que consideran de tierra, y por verme, digo yo, cara de zanahoria, les debí parecer el típico que afloja la mosca sólo por oír contar la cruenta travesía y la desnudez de los indígenas. Ja. Aventuritas con salvajes a mí. SHR de M

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05-27 No quiso darme cobijo un juguetero, y no por temer nada de mí, no, el hombre partía con el día y mal me podría atender. Así que con él marché. Apretaba el paso y contra el pecho estrujaba una caja al hablar del maestro. Me perfilaba la entrevista con un sujeto docto en toda ciencia que imagine, y de un temperamental tal, que nadie le llegaría tarde a la cita so pena de ser un Borgia o similar. Él se insiste aprendiz y a lo sumo juguetero. No entendí la obstinación por ponerse tilde hasta conocer en persona el imposible ras. Un tío muy rarito, palabra. Muy genio. Muy aficionado a poleas y palancas. Me condujo al sancta sanctórum de su estudio y ante su mismo caballete me plantó para admirar una obra abierta; un encargo. Un retrato. El hombre es de una sutileza extraña y afirma esconder los naturales rasgos del modelo, por el cual se paga, e idealizados, encripta las facciones de otra mujer a la cual aseguraba estar haciendo la corte al momento en secreto y no poder alejar de la punta del pincel. Paula. ¡¡Paula de Val Symeón!! Sí. A la mismita. Aunque mudase el nombre e hiciese el tiempo caso omiso de su paso en la persona. Atemporal parece ser la mujer, atrapada dejó la sonrisa en la tela y no pude negarla. Tan seguro estaba de las comisuras, que le desafié a presentarnos al instante dónde pudiese estar la señora, le rogué que me llevase hasta ella para poder demostrar mis palabras. Mas a tanto no llegó la porfía al ordenar a un ayudante que fuese a despertar a quien proclamó dueña de su corazón y de la casa. Sin pedirme continué dando rasgos, y coincidiendo, diría, el sujeto también comenzó a inquietarse, y trocó esto por desconcierto cuando se le informó que la cama estaba hecha y el aposento frío. Se sumió en tal congoja y desespero, que ni se preocupó por nosotros marchando a buscar a la mujer. Si es, no encontrará. Volvió para cenar y confirmar mi vaticinio. Sincero se me hizo su decir de no buscar más que media hora al dedicar el resto de tarde a copiar del natural el trote de un caballo y el vuelo del alcaudón. Al maestro se le difuminó pronto el recuerdo de la señora, y al trasiego de un clarete, abocó al total olvido. Llegó al extremo de negar conocer a la dama y ser la pintura el gesto exacto de la mujer del encargo. Falso. Aquí está pasando algo. SHR de M

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06-27 Costumbre de humanos, uno trabaja y cinco comentan la obra. Si los que observan son de la cuerda del que pica, será siempre su decir oportuno y se apreciará a ojos vista la progresión del negocio. Ahora, si los que prestan ojo y entender son ajenos al proyecto ¡Y mucho peor si son abuelos! de pega acude a la lengua hasta la indumentaria de los obreros. Así son. Dónde haya tajo abierto, siendo momento tranquilo, uno puede dar con reunión interesante. Miscelánea de opiniones pude escuchar a bocapozo. Se perfora la tierra en un solar próximo a un edificio de viviendas modestas y reunía cuadrilla experta. En el fondo del pozo que se abre estaban los hijos del pocero, arriba el padre con otros dos operarios, ocho vecinos y un cargo importante de la municipalidad, que por lejano parentesco con algún inquilino, se prestó a presupuestar la obra. Unos consideraban ir bien, aunque un par, y entre ellos el que aforaba el dinero, calculaban pobre el brocal que arrimaba al sitio para los números de la factura. Fue interesante el modo de explicar, por parte del encargado, la derrama de los fondos. De hecho dijo no sacar beneficio de la ñapa y sólo realizar por el preboste presente. Bailan lo mismo el agua y el oro dentro del cubo, y por el mero acarreo, bien de la polea a la mesa, o del caño a la saca, gotea y desangra el contenido llegando a destino bastante mermada la parte. Pura entropía, o cualquier constante Universal que igual de bien se pueda aplicar en mi planeta como aquí. Discutieron los hombres hasta la saciedad los aspectos no formales de la obra, y por no calentarse más llamó el prócer al cochero y al mismo pie le llevaron el tiro que utiliza para moverse por la ciudad. Muy a su pesar auguraba perdida toda lucha al hacérsele el pueblo descarriado; faltándole buen pastor. No hay forma, no hay forma, repetía, mientras a mí no se me planteaba tan dañino el ejemplo visto al encontrar también mucha intervención meritoria en el pago. Luce Florencia tal dulce urbe cosmopolita para lo “poco” que tengo visto. Recibió con alegría lo benévolo de la mirada, y creyéndome alma de incauto, me llevó a su casa. No se vive, por mucho que engalanen las calles, una sociedad justa al ser abismal la zanja que abren las elites. Él, ejemplo, no sabe dónde caraja coge el agua el servicio al encontrar jofaina y cántaras siempre llenas, y vergüenza le daría el decirlo de no haber echado costra al alma. Entiende la solución difícil, y extrema, pues todo pasa por cambiar al rey. Y no por otro. El hombre propone instruir a modo al monarca, o jefe de turno, para que de él dimane hacia abajo la revolución social; él mismo está trabajando por encargo 258


en un libro de estilo que buen uso ofrecerĂĄ en cualquier palacio. Pero difĂ­cil, que dijo, es la cuestura con tanto patricio viejo y la iglesia siendo parte interesada. SHR de M

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07-27 En un establo desperté. El caballerizo que limpiaba los zambullos me sugirió una fonda cercana para abrevar a la humana; aunque en tal caso, aseguró, no vería a la señora que llevaba días preguntando por mí; y de ahí que supiese y no le descuadrase mi presencia. Era cosa extraña de todas formas, así que lo tomé por confusión flagrante y sólo seguí el consejo del figón. Tiempo hace que alterno el desayunar en el observatorio con darme a explayar abajo a muela maciza. Sé que es un tanto irresponsable arriesgarse a dar pitanza en la Tierra sin soltar moneda de trueque, pero a tontas y locas se solventa el caso, y pese a escaldado alguna vez, me acelera lo suficiente el biorritmo como para gustar. Se me hace pillería inocua que llegado el momento, entre los míos, sea cual sea el resultado y ventura de la misión, a la vuelta, insisto, me revestirá osado aventurero o audaz gorrón interplanetario. En Cloux no difieren mucho los albures del general, siendo quizá su exclusividad reseñable el que se me ofreciese panoplia de bollos crujientes ¡Y qué crujir! Me metí entre pecho y espalda cuatro tazones de leche de vaca y dos cestas de bollos surtidos. Al punto aparenté mozo creciendo, que haciéndome estandarte del negocio, del buen yantar que se daba bajo su techo, el propietario me invitó a condición de cesar al acto de tragar y coger puerta y breada. No llegó a enfadarse del todo pues en ese instante entró el chico de la cuadra con fondo para solventar cualquier pella, y un mensaje para mí. Me decían cuatro letras que volviese presto a la posta si quería llevar gran sorpresa, y aun reconociendo la escritura me asombró lo rosa y lozana que estaba la bella Paula de Val Symeón. Muchas veces me he sentido ridículo y paranoico. Me oscilaron en esa línea los sentimientos al entender no cosa de azares ciertas situaciones. Y Paula me explicó. Ella también es observadora y viaja en ésta misma nave. Es competencia suya el observar a los observadores. Y entendiendo el sistema viciado, llevaba un tiempo poniendo en tela de juicio la misión; y sin querer ofender, me reseñó ejemplo vivo de lo inadecuado del observador, y por ende, de todo el proyecto. Me define desastre andante y un jeta. Tal que si con ello refiriese desagravio, también me dio nombre y campo de observación de otros cuantos incompetentes como yo, que noveles y aficionados, entramos legos a la exploración sin mejor entrevista y mérito que el decirnos intrépidos y dispuestos a dejar la vida en el empeño. Quisiera reír, pero decía la verdad. Me estuvo todo el día dando explicaciones de los resquicios legales que los programadores dejaron en Bestia; y que bien conozco caballo de batalla. Dio coherencia a mis dudas. Antes de ser llamada, fuímos a dejar unas flores ante una casa que por 260


cuestiones privadas le será querida, y a continuación, nexo que me ofrecía de su trabajo al mío, me aconsejó que medite las posibles consecuencias de la impronta de Bestia, tras lo cual, embarcó en el enlace partiendo a la estratosfera. Al poco fui llamado yo, y repuesto de la subidita, me dirigí a Bestia y le di la nueva clave de acceso que me facilitase Paula. Y aunque en un principio puso a mi disposición unos cuantos archivos de nivel máster “A”, al intentar abrir uno de ellos al azar ¡Mi expediente casualmente! Saltaron las alarmas y al momento cesó todo flujo energético en la nave. Se apagaron luces y motores, y al reanudar, ya no aceptó el algoritmo y negaba el acceso aunque repitiese una y otra vez la clave confiada. Y sé que ésta era buena, o lo fue. SHR de M

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01-28 En Sevilla dejaron la Peste, y aun yendo en barco de madera, impulsado a capricho del viento ¡Por un océano desconocido! se sentían seguros y dichosos. Restarían todavía un par de semanas a lo poco para avistar tierra, y en tanto no se divisase se dejaba correr el día en cubierta. Para muchos no era su primer viaje, y alguno al auditorio narró la exuberancia y dones que ofrece el Nuevo Mundo. Se llenan los galeones con una facilidad pasmosa. No hay don que ofrezca la Naturaleza que no se pueda coger. Sí, también reconocen que existe quien lucha contra derecho y se resiste al evangelizar de los ejércitos del emperador. Son los indígenas a su criterio ciertamente ponzoñosos, y aunque tengan otorgado algo parecido a una carta de ciudadanía desde antaño, se les pinta sin recato enemigos de interés. Y crueles; que matan amparándose en la confianza o espesura. Por algo era conocido el narrador por el Cizañas, y aunque a vaina de juego con los camaradas de velamen era la sucesión de relatos, acojonar al embarque, sí, de largo sobró para que se pusiese nervioso el personal y se pidiese cebar los cañones pese a no divisarse costa alguna u enemigo. Desestimó el capitán la ocurrencia perentoria y ordenó buscar corriente. Y se ejecutó la maniobra. Rolando un poco a babor se trincó el viento que el jefe supo leer y todo el barco sintió el tirón. De buen capitán se hizo partido, y como tampoco tardó en cesar la racha, el bando timorato volvió a reivindicar la antigua pretensión. Dividida hace mucho la tripulación, al ceñir repentinamente una tormenta, y rasgar el cielo tres culebras, cosa que tuviesen larvada afloró de malas maneras, y sin llegar a saber del todo los antecedentes, me encontré inmiscuido en un cruento motín. Carnaza de las primeras descargas de fusilería cayó el pasaje ralo que embarcaba de nuevas, mas los corridos de estela, prevista la maniobra, a continuación saltaron y pasaron a cuchillo a toda la oficialidad y arriaron el pabellón. Dieron un golpe de mano y al libertinaje que dicen les espera encomendaban su vida dándose a reventar cuanto barril hallasen para celebrar. Se declaraban piratas y rugían la Libertad. Robo aseguran es en sí el negocio del reino, y muy lejos se saben, y sin testigos, para que venga nadie a importunarles luego. Y ser pirata ¡qué carajo! es lo que ansían desde críos. Tienen previsto ofrecer enganche en el primer puerto que toquen. Vocación declaman de hacerse ricos, o bien robando a los nativos, o bien esquilmando el robo previo de la corona. O vía cualquier otra empresa que requiera poco escrúpulo u apego al pellejo. 262


SHR de M

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02-28 Por pensar, por tener criterio propio, por no hacerse zalamero a los intereses del poder, el bueno y medido de Thomas aguarda en la celda que al monarca le dé capricho y lleve al extremo su amenaza. Se le ajusticiará por desafiar el poder terrenal y ultraterreno de la corona. Enrique VIII, soberano de Inglaterra, considera delito de Lessa Majestad el que no se plieguen sus súbditos al antojo que tenga, y aunque consejero fiel y acertado fue, no son de considerar los trabajos prestados. Y deberían. Fino, al no querer ofender abiertamente, redactó Thomas una fábula con visos moralizantes que no gustó entre la camarilla de palacio, y por tal, el futuro tiene comprometido. Utopía, la isla que describe ahíta de utópicos, demasiada entelequia y oro soterra entre sus líneas. Podría quedar todo en agua de borrajas si a bien tuviese lamerle las ocurrencias al señor. Mas no creo que haga. Y no es insolencia porque de corazón piensa que es lo mejor para el pueblo y el país. ¡Y para Su Alteza! Y así se lo repitió al enviado de la corona que vino a sondearle a última hora. Y por firme su parecer, el verdugo, aun sin ganas, le tomó las medidas. Y resignado parece a perder la cabeza, al igual que le pasó al rey emborrachado de poder. Mal asunto el buen consejo corriendo tiempos absolutistas. SHR de M

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03-28 Nada más abrir los ojos me llamó la atención una nube negra. Flotaba a poca altura. A ratos se descomponía y caía, cual densa fuese, a tierra, ora condensaba al aleteo de nuevo y continuaba su rumbo singular. Una bandada de pájaros seguía a un muchacho en su errático paseo. Y no eran abantos, no. Eran tordos, grajas y chovas con hambre de estar haciendo nido. Una plaga de langosta asola estos campos y al padre del muchacho se le paga por minimizar los daños. Muy lejos de dónde andaba el hijo encontré al sujeto, al puño portaba un halcón y un azor mantenía encasullado; también adiestra rapaces, pero hasta que no echase el chaval la jornada no podría soltar, y sentí lástima, porque a pluma prieta, los bichos eran nietos del viento. Intenté convencer al hombre para que me diese recital cetrero, mas siendo su negocio al momento espulgar del campo los parásitos, me comentó no ser oportuno. El pajareo que lleva a cabo el chico es arte singular de atraer y no espantar, y lo que a él le descansaba en el guante eran máquinas de aterrar; la mera silueta. Pero insistí ¡Menudo soy! Y que él también los gusta, todo sea obvio, así que acabó advirtiendo al hijo para que enjaulase los que fueran propios o se diesen, los que no, los iba a apear del cielo el halcón. Y soltó. David Figo llaman padre e hijo. Pese a ser portugueses se ganan el pan muy bien en Castilla. Bueno, en La Monarquía Católica; que resultó ser el nombre del monstruo que se me advirtiese estaba tomando entidad. Mismamente los príncipes de ambos reinos van a contraer nupcias en breve y de ahí que se ande despiojando los cultivos de una pedanía próxima a la frontera. Habiéndolo pedido la camarera mayor de la infanta, tal que hubiese salido de la boca de la susodicha princesa, se estaba llevando a término el encargo. Y cobrándolo. Calculaba el halconero que le quedan un par de días de trabajo, luego, con lo ganado, no volverá a casa, pretende reinvertir en el negocio e ir en persona a ver lo que vuela por el Nuevo Mundo. El hijo puso mala cara ante la perspectiva del padre aunque éste no lo advirtiese; conoció a una muchacha en un pueblo cercano, y si buenos marchan los tratos de sus nobles señores, a la zaga no van los vasallos, y conmigo por testigo y parapeto, manifestó al padre la intención. Quedarse. Ya me he visto en algún que otro caso parecido, y tenerme por alcahuete olido me incitó a darme el dos. Les dejé a grito vivo y camino adelante tomé con intención de recalar en la aldea cercana, y al ser la novia del muchacho de allí, y salir éste tarifando con el padre, a nada me cogía el paso y contaba la emancipación. Lógico que el chico quisiese enraizar porque la moza es realmente bella y la familia de encariñar. Siendo compañía del chico se me tuvo por pariente y el trato recibido fue exquisito. Mas no me tomaron por el padre, no, porque a poco de 265


llegar nosotros también cayó el progenitor con unas torcaces y la sonrisa de oreja a oreja. Se celebró gran fiesta y se anunció que los chicos se casarán el mismo día que sus príncipes. Y tal ellos otros cuantos, y pese a quejarse el cura presente, también brindó al echar cuentas de tener que oficiar desposorios al aire libre. Y ampliar la sacristía. SHR de M

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04-28 Me suena a cachondeo el que me describan muy circunspectos la quiebra del Estado. ¿Es eso posible? Sale de las arcas más de lo que entra y el déficit está servido. Sencillo. Y aunque me sea difícil admitir que pueda arruinarse un país, no debe ser inusual. Lo mismo que pasó aquí sucederá en el resto de Europa, y la única explicación admisible, pero inimaginable, es el vacuo despilfarro en oropeles y astracanadas desde que se descubriese el “Nuevo Mundo”. El nuevo filón continental. Montañas auríferas y argénteas, toneladas de especies, llegan a puerto desde el otro lado del océano, y antes de atracar, ya está gastado el viaje hecho. Entre caprichos, y guerras, se da cuenta rápida de lo que rapiñan en las Américas. Eso sí, entre cuatro gatos dilapidan vida de postín. SHR de M

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05-28 Pensaba que no pisaría, pero debió cambiar Bestia de parámetros. Las Américas ¡Veracruz! Tomé cuerpo ante un corrillo de indígenas que dicen pertenecer a la etnia Tantantlán. Tranquilos desayunaban, pues durmiendo los señores, poco servicio les demandaba, mas fue carraspear el gallo, y con leve seña disolvieron la reunión. Únicamente quedó junto a la lumbre un anciano, que trotados los años, sólo está para atender a sus manías, y habiendo dado palabra de fidelidad y servicio a una dama criolla, mientras ésta viviese, y él pudiese ponerse en pie, al quicio de la puerta se le hallaría. A las siete de la mañana, tal reloj, salieron a dar su paseo diario. Tras la mujer fue el hombre sin hacer ruido ni llamar la atención. De casa a la iglesia, y de allí al mercado. Y vuelta al hogar antes de cualquier rigor. Y otro tanto sería al día siguiente según se me insinuó. La previsión me la hizo uno de los jóvenes que viese por la mañana. Al igual que los otros, lazos tribales y sanguíneos le ligaban al abuelo y a ello se debía que aún estuviesen en la ciudad y no en la jungla. Estoy seguro que poco le quedaría para irse del todo de la lengua con los pormenores, pero se escucharon dos explosiones gordas muy cerca y al momento se gritaba el fuego y la tragedia. Se organizó gran alboroto porque se rumoreaban piratas, y en la confusión alguien incluso concretó autoría: ¡¡Drake!! Fuese, o no, del mar venía el pedrisco, y cayendo a buena parábola, la casa de la venerable anciana recibió de lleno una andanada saltando hasta las tejas. Vi al viejo rejuvenecer y entrar al fuego sin reparo, y sacar a la señora a la calle por sus propios medios al no aceptar ayuda. Y dejarla en el suelo con sumo cuidado. Y besar en los ojos una vez muerta. Después, se desnudó y conminó a los suyos a marchar, mas como seguía el bombardeo, y corría las calles la milicia, se toparon con un destacamento armado que los quiso entender sospechosos de algo. Y recibieron sable los que no pudieron zafarse o corrieron poco. Yo, espoleado por el miedo, acabé saltando los muros y escondiéndome en la jungla como un mono más. Que lo son. Y en términos absolutos lo digo porque también nos guarecimos de un par de tribus locales que cuitas tendrán con los tantantlán, y aun a salvo, en lo que con la noche bien entrada definieron sus dominios, debimos mantenernos a raya de sus propios paisanos al reconocernos en la distancia “civilizados”. ... Ja. Monos son. Los unos y los otros. Todos. Lo único que les diferencia es… el punto de desarrollo tecnológico. 268


SHR de M

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06-28 Desde joven me gustó el teatro. No hubo contubernio festivo en el colegio al que no prestase mi apellido, y tal que si ante mi primera obra me hallase me sentí, al tomar conciencia de sitio en el Teatro del Príncipe. De Madrid a Manila se llora todavía la muerte del rey, la gran penuria, aunque franco se ofrecía el recinto al reunir en mesa privada, y bien dispuesta, quienes aprovecharían el cierre obligado. Son poetas y actores sin cartel ni gloria, y ayudantes de tramoya sin andamiaje que montar. Gente del espectáculo que reúne por capricho, y por lo tanto, voraces de diente y raudos de lengua para reírse del más pintado. Palabra. Únicamente uno andaba torvo en una esquina. Rondará la cincuentena, y por tullido, digo yo, su gesto era agrio. En la mano llevaba los últimos sonetos de un poeta famoso, y entre página y página, y buche que te pego, envidiaba sin disimulos al autor de tan grandes versos, quien, por otro lado, para él y los presentes, cómo hombre dejaba mucho que desear. El manco, Miguel, pese a renegar, masculló que quizá sea Lope el mejor poeta y dramaturgo de la Corte. Le envidia y odia, mas no fue óbice para darme a leer unos poemas y que comprobase por mí mismo. Eran buenos, muy buenos. Viendo que me gustaban, y que al alcance siempre dejan papeles, se declamaron unas cuantas piezas del tal autor y algunas cosillas propias de los reunidos. Y aunque no haya sido lo mejor, yo me quedaría con un soneto vacuo que era todo alarde y chanza del tal Lopillo; lástima no recordarlo ahora. El caso que la fiesta estaría muy corrida, y tras los postres, y el penúltimo chupito, se despidieron los que no eran de la corrala y podían andar. Quedaron dos jóvenes que son hermanos y guardeses de la finca, y el padre, alhojero, que organizó el servicio de recogida, y sin más discurso, se declaró dispuesto para encamarse con la costilla. En cuanto desapareció el hombre, uno de los hijos soltó el escobón y me comentó que sabía de una fonda ¡de unas cuántas! donde nunca cierran y bien se puede trasnochar en ellas unas jarras, como recodarse en la resaca. Corrimos la villa, y con un sol tan alto que hacía daño, entramos a un lupanar llevando una cuerda de churros. Casa de putas, sí. Desayunamos a medio día con las chicas. Tienta a una moza para hacerla suya, y al vivir todos los de su ministerio del aire, la muchacha raciona las carantoñas. Tampoco podría ser más generosa pues la madame, doña Opalina, aunque les trate tal que a hijas, para el negocio es muy recatada y poco sobado quiere el género. Doña Opalina también tuvo madre puta. E hija. Y posiblemente nietas si heredasen los papeles del negocio. Ni el que me llevó, ni un compadre presente, tenían cuartos suficientes para seducir a las respectivas beldades que pretenden, así que riman horas con naipes y 270


anís, y si pueden, y no escucha la madame, advierten a los posibles clientes de falsas purgaciones y otros no menos indeseables barrillos venusianos. Las chicas son conocidas como La Reflorea y Labios de Albaricoque. Ellos, apenas críos, aún no lucen apelativo de relumbrón y agazapan tras Carcasona y Gómez Quevedo. Este segundo no tiene otro don para cautivar que la labia. Un ácido sentido del humor por el que embellece a oído de todas, y prueba fue que hilvanando una anécdota propia con un chisme viejo, planteó situación jocosa que no dejaba indemne santo en el Parnaso, y siendo el madrileño barrio de Las Huertas muy versado por paseado, reverberaron las risas hasta en las catacumbas del cercano convento de Santa Ana. Aunque se caiga a cachos el Gran Teatro, que se dirá, la función debe continuar. SHR de M

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07-28 El otro lado del Thamesis, dónde obras y actores se miden a diario. Si de su parte puso Bestia para complacerme es cosa que no olvidaré, mas por si azar fuese, me apunté a la lista de la audición y, descuidando de toda encomienda que se me pudiese plantear, me decidí a quedar y probar suerte en el teatro. Sí, de ayer a hoy tenía caliente el capricho y puesto a huevo papel, quise hacerlo mío. El libreto era de un poetastro famosillo; más noble su palabra que el antro que las acogía y sus degustadores. Con seis o siete aspirantes que oí romper el texto me hice idea del drama, que lo es, y entretuve el lejano turno que me vocearían dejándome invitar a una copa; y dos. Se parcheaba el elenco de la compañía residente y perchas de todos los personajes aguardaban haciendo gasto pues todo es negocio y corto cualquier aforo. Escuché quejas e insinuaciones de hallarse los actores ya escogidos, y casual, o no, coincidieron los que se me hacían meros histriones con los que más insistían en el engaño. Al igual que se me convidó a pimplar, también se me animó a miccionar, y por no hacer feo, ni extraño, cedí paso a mano e hice ademán de seguirles al escusado. Mas no hay. Se meaba justo contra las tablas que había detrás de mí, así que deduje que más que a meada colectiva se me sugería que apartase si no quería ser salpicado. Y aún así, y por pura envidia, pensé, del buen timbre que amenazo, unos desaprensivos se aliviaron contra mi capa la vejiga que tenían a reventar y que no podría aguardar a que les canalicen las aguas negras. Primitivo que también me sé, y que lo sentí agresión, le arreé una hostia a uno que casi lo desnuco. Al suelo fue cuán largo era y la concurrencia enmudeció. Resulta que el gachó era el mismísimo autor, e imaginando lo indispuesto que iba a quedar para el día, desalojaron la escena y todo el corral; y sólo quedaron los íntimos; y yo por responsable. Se me amenazó con dar paliza señera de no despertar el maestro pronto, pero de hacer, me aventuraban que quizá me encuentre papel, o invente, porque un guantazo bien dado, y a tiempo, templa los nervios más esquivos. Y que dicen que merecía. Y que siendo hombre de ley también sabrá agradecer. ... Papelillo se me insinuaba en todo caso. Yorik. SHR de M 272


01-29 Con los últimos hielos, y antes que preñen de brotes, poda y retoca Guillermo de Van Heigh los frutales del huerto. No son propios, cara es la tierra en Holanda, y con el buen hacer de su utillaje, y la experiencia, sanea los árboles ajenos con vistas a la nueva temporada. Lástima de verdad que no tenga terreno ni frutales en propiedad. Poquitos ejemplares se le dejan para experimentar injertando, pero en los que se le da albedrío, y con suerte, salen frutos exóticos y carnosos que bien valen el esfuerzo. Entronca por tanto en firme y a total disposición se ofrece en contraprestación. Por ello hoy tenía previsto acudir a casa de Cassandra Van Phetta después de abrir unos alcorques en la trasera del jardín dónde di con él. No le reclama su amigo Balduino, ni la cuestión tiene que ver con fruto o hierba alguna... o sí, sí que tenía que ver pues a la acaudalada viuda de Van Phetta se le trasfaldó el hijo con una señorita de corpiño poco prieto. En pos de la guitarra, y contra todo consejo, ruego, y orden materno, partió hacía dos años, seis meses, cuatro días… y tres horas; que clavó con el cuco. Y desde entonces, pese a la proximidad de la ciudad, no se tenía noticia. Se le pedía a Guillermo que acercase a los muelles por si allí podía pescar nueva. No pretendía la señora que obre el otro sobre el hijo, sólo quería que lo encuentre y que le traiga noticia segura de su bienestar. Y en todo caso, de no encontrarlo feliz y sano, que ofrezca el amparo de los suyos y su viejo cuarto. Al momento no contradijo en nada a la señora y dispuso de la calesa para enganchar camino de Rotterdam, pero en el pescante, y sabiendo muy bien dónde debía dirigirse, me detalló las tramas y miserias que siguió el bueno de Balduino para comportarse así. Y entiendo. Y aplaudo. El chico es cierto que corrió tras la moza de sinuosas caderas y anduvo perdido en la ciudad, mas tomando entre trago y cachimba contacto con el bullicio portuario, y gustando, se lanzó a vivir la vorágine de los negocios. Y con éxito. Velas, ropas y todo cabotaje que se eche a la mar viene confeccionándose con cañameras, y el habilitarse especulador le facilitó suculentos dividendos, tantos, que ahora sigue llevando la misma vida disipada pero relegando en manos de otros el hacer que se multiplique el dinero. Y encontrándolo fuerte y lozano, cual guindo o peral, volvimos a marchar por la tarde con dirección a la granja, para decirle a la madre, por gusto del propio Balduino, que para ella estaba muerto y que en adelante se ahorrase misivas hasta que hiciese llegar la de defunción. SHR de M 273


02-29 Antes de salir el sol, Ninna recogió la puesta del gallinero y baldeó la cochiquera. Luego, se metió en la cocina y preparó el desayuno para sus siete hermanos. Ejerce de madre, y padre, al llevarse un mal rumor a los progenitores. Se les acusó de mantener tratos con demonios y entes análogos, y a ella más le vale andar lista pues a no tardar mucho su eficiencia y buena mano para sacar adelante a la familia, le va a granjear envidias, e hija de brujos, sencillito será achacar a un tal Belcebú que vayan los chiquillos tan limpios y engorden los cerdos. Aprovecha que lleva a los hermanos a la escuela y también echa unas horas fuera. Trabaja para un buen hombre y no quiere perder la casa, apenas hace nada, según ríe, porque el sujeto es lumbrera y prohibidísimo le tiene mover un papel. ¡Y sobrada está la vivienda de legajos! de máquinas y cálculos que embadurnan las paredes y obnubilan el sentido. Salvo quitar cuatro cascarrias, el tiempo lo consume ayudando en la medida de la demanda. El señor Galilei -que promesa hice a la moza de dar trato y mantener secreto lo que viese- es el típico listo enfrascado con el que me jode tratar. Me dan yenyo, sí. Muy capaz fui de deslumbrarle y ganarme su respeto haciendo alarde de los cuatro cálculos burdos que recuerdo de mi época de estudiante. ¡Si no, de qué! Al momento considera gran invento, y logro, el ensamblar unas lentes de cristal pulido para confeccionar telescopio. Y con él escruta la Luna. Apenas tiene potencia, y aunque no temo que haya visto la nave, es cosa que ya he comentado a Bestia. Le pregunté al hombre si podría presenciar el prodigio y con sumo gusto me invitó. Mientras llegaba la noche, preferí seguir observando el trajín diario de la chavala. De casa del astrónomo fue a otro sitio donde atendió a una anciana postrada y senil. Y para rematar, en otra casa, dejó paño íntimo zurcido con gran esmero que fue pagado en especias y besos, y con éstas, y conmigo, se presentó ante el maestro para recoger a los hermanos. Con él quedé yo al llevar en brazos la cesta de huevos y ser el pago semanal del docente, ella prometió volver con la noche. Más comunicador resultó el maestro, sí. Se declaró negado para la investigación, aunque también sentía esa avidez y curiosidad que yo mismo imagino tener; a invento hecho, quiero decir. SHR de M 274


03-29 Slona Böit es sueca y viuda. Y acondroplásica. Hace poco falleció el marido en Nordlingen y a día de hoy llegaron repatriados los restos. Junto con el cuerpo también rubricó la recogida de un par de arcones grandes hasta para mí. Pesaban. Presentía en ellos fortuna pues lo dejó escrito el esposo. Volvía a casa después de alegrar los tediosos días de Felipe IV durante cinco interminables años, y casualidad que le cogiese la refriega, y viendo que le encajonaba la guerra, tuvo acierto al escribir la carta y dejar dicho dónde mandar sus cosas; que ni que lo hubiese olido. El marido, sus despojos, fueron derechitos al agujero abierto, mas fabuloso le vino mi concurso a la señora para arrastrar los cofres hasta su casa. Junto al fuego forzamos las cerraduras. Uno encontramos de tal guisa dispuesto, que atendiendo a la austera estrechez, le habría sido al hombre camarote de viaje o madriguera, y el otro, por el cual se frotase las manos impaciente Slona, el segundo baúl era vestidor del primero, y llegado el caso, incluso habitación para invitados. No le pareció a la señora que fuese la cosa para las cuatro letras, así que murmurando lo buen bufón que fue el esposo hurgó en el secreter buscando compartimiento íntimo. Y hubo. Una perla, siete doblones de oro y un dedín de plata, relicario de santa, cayeron del cajoncito. Eso era todo. Supuso la señora por la calidad del vestuario que ahí estaría el resto de la herencia. También podría ser parte de tanto gasto un retrato, que el muy vanidoso, se encargaría. … ¿A quién podría encalomar tamañas gangas? Sí, la ropa, por engolada, le costaría endiñarla entre las amistades… aunque acabaría haciendo. Pero el cuadro no. ¡Ay, el cuadro! ¿Quién colgaría? Ella desde luego no, que ni vivo lo quiso cerca. …… Sí, yo. Maravilla lo entendí al desembalar. Una rápida mirada le dedicó Slona, el modelo le era de sobra conocido y eso restó objetividad a su vistazo. Con total desprendimiento enterraba el lienzo en mis manos y me conminaba a marchar con el marido en el sobaco; ni en pintura. Y hale, hale, muchas gracias por todo y sigue la vereda hasta el final. Intención tenía de subirlo a la nave al registrar el empático todos los pormenores de la legal donación. Palabra que idea traía, llegué a enrollar y guardar, 275


mas por unas cosas que no vienen a cuento acabé cediendo a un paisano la obra… … Bueno, vale. Me lo ganaron a los naipes. Sí. Tahúr me creía de cualquier juego de mesa hasta que hallé horma en la persona de Buenapanza Hall. Granjero. Y gracias a que se declara granjero. El caso que el hombre quería el cuadro para colgar en el gallinero y alejar a las raposas. Y, o bien le doy la partida, y con ella el lienzo de maese Velázquez, o bien los hijos me hubiesen partido por la mitad. SHR de M

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04-29 No me dijo cuándo se iba exactamente. Y tampoco era necesario. Alguna que otra vez almuerzo admirando el centro de la galaxia, y me bastó leer el calentamiento de Sgr A*, la saturación de rayos x y gamma, para saber que Paula enfilaba camino de casa. Debe viajar ahora por el gusano y en nada atacará el yermo vacío cuántico que es frontera a mi Universo. Bueno, a uno de mis universos. Durante la jornada yo también tripulé nave, y aunque la singladura fuese en estanque matritense, con intención de entretener al monarca de turno, nos tratamos con iguales a fuego real, y mi universo, palabra, por un momento resultó ser la embarcación en llamas y su linde de brana la baranda. SHR de M

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05-29 Anibal Fierro es hombre afable pese a que tenga nombre rudo y le respalde el Santo Oficio. Montaba guardia ante un caserío a cuya propietaria se teme por sorguiñe. Y no, no cree que sea. Ni ésta, ni las otras que vino a entrevistar. Cualquier pendencia o desamorío viene acabando en denuncia. Y él, por lo menos, no busca llevar a quien no corresponda a suplicio. A esta bruja, por confesa, otro más bruto, cualquiera del gremio, le firmaría la sospecha y pondría a requerimiento del tribunal. Él no. Él, anoche, le debió leer los cargos que tenía en contra a la que se decía luciferina, y en gracia otorgó hasta el lucero para que saliese volando por la chimenea, de no, de no ser la alcahueta de Satanás que amenazaba, le iba a medir el costillar con una vara de avellano. El hombre me reía su intención y su descreimiento de los hechos brujeriles. Y de reír fue cuando cantó el gallo, y ante la abundante congregación de aldeanos, corrió a la impostora senda abajo entre la algarabía general. Se me hacía que el padre Fierro era de darse a celebrar si le tientan a pellejo, ¡y más si es rioja!, aunque quedaban dos visitas obligadas y por ello, y muy a mi pesar, acabó cogiendo la traílla del borriquillo y atrochando por un bosque de hayas muy frondoso. Enmarque estupendo resultó el follaje para las historias de conciliábulos, ententes que los más aberrantes demonios, me narraba, tienen a bien fraguar en estos valles. Él no cree palabra y más bien se tiene por desidiotizador y correjetas. No vio volar nunca una escoba que no estuviese embreada con beleño, y segurísimo que ningún pase de mano, ni oración que se plaña ante puchero, pueda cuajar conjuro serio de no llevar estramonio. No hay sortilegio que le arredre. Así le imaginaba campeón de todo encuentro, sin embargo, en el segundo caserío que visitamos, tuvo que reconocer los errores y pedir disculpas. No me hizo entrar y padecer el bochorno, pues ya me dijo en el camino olerle esta parada a fiasco. Y era. La amoma nunca jugó el rol salvo en la mente calenturienta de dos jovencitas irresponsables a las cuales se tuvo que prestar crédito obligado. Y todo porque la señora, que refea era, eso también, ojeriza tenía a las vecinitas y no les pasaba una. A los aitas les iba con el chisme caliente y se ganó la animadversión. Allí iba dispuesto a dar disculpas, pero en el siguiente alto entró a látigo estirado al encontrar el pago tomado por la superchería. Bailoteaban en el prado del chivo mozas y mozos ligeros de ropas y tiestos de txacolí. No tardó en deshacer a chasquidos la cuchipanda, y muy enojado tuvo cuatro palabras bastante altas con la dueña del caserío. La mujer estaba sobre aviso, y no podía negar que concertada tenía la cita con Aníbal Fierro, mas siendo ella viuda de Aníbal Fierro, padre, y por lo tanto madre del otro, al carajo le iba que el hijo viniese con carácter oficial. Para él era el sarao. 278


Las hermanas también le salieron a llenar de besos, y el aitite; que en la mecedora no se apeaba la cachimba de maíz pese a no tener diente al que amarrar boquilla. Se vitoreó su presencia ruborizándole, y aunque se resiststió, le obligaron a dar palabra de quedar a cenar. Y yo con él. En el trasunto de disponer las ollas vino a insinuar que el problema lo suscitan los no nacidos para el oficio, y los médicos y boticarios que en la magia ven competencia. ¡Y arraigada! Pero no desleal. SHR de M

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06-29 Hace poco saldrían escaldados por próximos al ex-favorito del rey. Algún hilillo de sangre les unía al valido caído en desgracia, y al rendir el nuevo monarca Barcelona, antes, la familia puso pies en polvorosa temiendo las represalias. Tomando por tomar, por un caminillo remontaron la rivera de un riachuelo, y al canto de la extenuación, encontraron una aldea perdida entre los robles. La familia la componían padre y madre, nueve hijos, un cuñado por parte, un secretario, dos ayudas de cámara, una gobernanta, una cocinera, tres camareras, dos pajes y un mozo de cuadra que no teniendo caballerías que atender, se intuía poco útil, y mil servicios prestaba para hacer necesidad de él. Con tamaña parentela en ruta, y los azares de la vida que les llevaba con lo puesto, no fue extraño que pese a estar nevando copiosamente nadie ofreciese refugio. ¡Y al menos un par de cabañas estaban habitadas! Quebraron la puerta de un establo desvencijado, y pese al estado ruinoso, en nada se presentaba el amo negando el techo aunque estuviese destejado. Un hachón de hacer astillas llevaba al hombro, y aún solo, bastante compañía le era para mandarnos sin titubear a la intemperie. Por misericordia se le acabó pidiendo dintel para los más chicos, y por caridad, y entre grandes refunfuños, reseñó un minúsculo pajar dónde podrían dormir los niños. Ahora, no existiría tampoco rama tirada que no se considerase leña acumulada, ni piedra quedaba suelta que se pudiese tocar para acondicionar el cuchitril. Y menos el agua del arroyo que también quedó en vedado. No es la gente de Tor gustosa de las visitas y todo eran pegas y prohibiciones. Al buen rato, bien entendió la dueña que algún hijo le iba a quedar en el sitio y rogó, exigió al marido, bailar la soga al diablo si fuere menester. Josep y Merce, los benjamines, estaban poniéndose rígidos y morados. Ni las friegas daban tibieza. El hombre hizo acopio de valor y me rogó compañía al tener el servicio demasiado frío para fiarle un gatillo. Y no se respondió a nuestras llamadas y voces. Con la callada por respuesta, conminó a dar la vuelta, insinuado en alto, pretender encender una pequeña lumbre que al menos calentase los pies y con la que se pudiese cocinar algo frugal. Entonces, asomó el viejo que se dijese propietario por una ventana alta negando el fuego, y además, por pretenciosos y forasteros, también revocaba el permiso del pajar. Y allí quedó colgado en la noche dando gritos. Al retornar con la familia nos recibió una hoguera y el dulzón olor a leche recién hervida. Presto estuvo el servicio para huronear en el distrito sisando de lo que hubiera. El patriarca se enfadó un poco, y aunque pensaba pagar con oro lo que 280


gasten, sabía abuso la confianza. Y echó un broncazo al secretario con idea de hacer correr el rapapolvos. Y apenas pensaban esquilmar las existencias, lo que pasa es que a lo grato cuesta ponerle tope, y cuándo me quise dar cuenta nos habíamos comido, porque admito la participación, más de la mitad de las provisiones del viejo y su familia para el invierno, y siendo fácil al caballerizo escurrirse entre las tablas, tal que las langostas que no ha mucho vi, nos comportamos. Y temer, pues en la noche rugió el arcabuz que dejó tiesa a una camarera y al que no espantó. SHR de M

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07-29 No se me hace nuevo el verles partirse la cara. Quisiera que Bestia me llevase a lugar oportuno dónde descansar y conocer gente capaz de vivir sin el mosquete en las manos. Pero no debe ser momento. A la greña andan todos con todos y quien alza la voz para quejar es tildado de traidor. Ellos no, pero yo sí, yo sí puedo despotricar y decir que tienen una sociedad que es una mierda. Y unos dirigentes que aún lo son más. Las Españas y Portugal, que a ratos son hermanos y ejemplo entrecomillado de concordia, vuelven a estar de uñas por unas posesiones ultramarinas y la mera coexistencia peninsular. Entre ellos se matan sin dolor de sus amos, y aunque parezca al instante la reconciliación imposible, puntual, y esporádicamente, hacen tregua para combinar fuerzas ultramarinas y dar azote a los indígenas. Para eso sí se ponen de acuerdo y hacen prioritario el domeñar la voluntad nativa; que entre europeos no entiende cisma; les son iguales a los indios por venir ambos con la misma idea. Oro, plata, piedras preciosas, especias, mano de obra barata, son objeto de codicia. Y si aborígenes, o los mismos esclavos traídos de África, pretenden oponerse a su sino, no les es contradicción cederse temporalmente fuerzas para acabar con la rebelión y masacrar, mismamente, a mapuches, picunches y huilliches. Europa, a fin de cuentas, les es casa común y el resto del orbe granero. …… Bestia, no me hagas pasar más por esto. Por favor. SHR de M

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01-30 Desperté, y a nada de abrir el ojo, gracias a que aún no me había incorporado, sentí el paso de una bala a un dedo de mi cabeza. Y no tardando en rondar otro plomo, supuse que se tiraba contra la espesura al crujido. Lento tuvo que ser mi mover para no atraer otro disparo. Pausado para salir al claro y ganar un otero seguro. Y claro era por despejado, pero oscuras y fangosas eran las aguas exudadas por la jungla circundante. Preso del oro que le lastraba quedó un aventurero. Ningún tiro más pudo pegar al echársele a perder la pólvora. Coatzoalcos quedaba tan cerca que en la distancia bien se apreciaba el lento trabajo de los compatriotas desmontando, piedra a piedra, el impío altar a los indígenas; aunque imposible auxilio entendía y de ahí la encomienda a algo Alto. Así lo aconsejó éste a otro que ya tenía secos los ojos. Cerca sabía la muerte, y yo mismo la noté pasar, al ver que desde la vegetación se le flechaba con saña y no menos de veinte dardos, largos como juncos, dejaban flácido al sujeto. Quien fuese no se acercó a comprobar, y tras un par de horas de escuchar la croa continua, y calzada la capucha del empático, abandoné la rama que me fue escondrijo y me orillé a los fiambres. Y los dos lo estaban. Y fácil que yo hubiese quedado a la pose de no confesarme habitante de otro mundo, a la voz, que sorpresiva, y segura, y dejándome al pie una saeta para aclararme la tesitura, me preguntó por mi origen; mi familia; mi casa; mi patria; el pabellón y color al cual debo servir. Ah, y lo primero, que desfaciese el supuesto encantamiento que poseía para volver transparente mi cuerpo. Deben estar acostumbrados a darse muerte sin dejarse ver, y aunque les desconcierta el prodigio que obra el traje, no menos solventes tienen comprobadas sus pinturas y pautas de caza y no se dejan engañar por las manchas del nahual. Sí, se podría decir que me cazaron. Y no siento derrota la captura, en absoluto. Nunca he hecho más digno el gesto de claudicar, y descubrirme, y al verme la cara sonrieron por cuadrarles mis facciones con las de ciertos geniecillos locales. Y por tal me tomaron dando explicación al prodigio del empático. Supongo que eso les será más sencillo de asimilar, que el que proceda de otra Civilización sita a eones de años luz en cualquier sentido. Bueno, y de paso confieso que a mí me sosiega comprobar lo rápido que se me endilga, “buen nicho”, en estos delicados ecosistemas. SHR de M 283


02-30 Antes de saltar llegó un mensaje urgente en el cual se me confirmaba en el puesto de observador jefe; lo que me adelantase Paula. Supongo la insulsa gracia que le haría a Bestia oír de mis propios labios el refrendo y luego comprobarlo en sus circuitos. A carbono puro le sabría. Y bien que me alegro. Tengo muchas preguntas para Bestia. Con la sonrisa puesta abrí los ojos, pues más estaba en ir recapitulando mis cuestiones propias, que en el tajo abierto que se me planteaba. Tuve encuentro con un sujeto que al momento lucía antítesis de mi ánimo. Paseaba por el jardín con el tranco particular del loco enfurecido. Paraba, se agachaba a recoger un canto como una manzana, o cualquier otra mierda, y al aire lanzaba las cosas con agrio talante y tonto fin; todas, todo caía a tierra y aunque entendía la mecánica no concretaba la ecuación. Era un listo. Sí, pero no otro más. Posible que fuese el más listo entre los listos del momento, y genio, y calándole el empático a la distancia el carácter lindante a lo bellaco, preferí escorar el paso y sentarme con unos jóvenes en lo alto de un tapial. Se llama el hombre Isaac y abierta tiene pendencia con los golfillos. Nada más me pudieron decir al aproximarse el fulano y, de muy malos modos, ahuyentarlos del muro. A mí, me recriminó la compañía y el poco juicio que demostraba mi tamaño. Me amenazó con llamar a la justicia, pero fue a él a quién le cogió un aire y me dejó con la palabra en la boca. Y le disculpo la grosería, al no poder negar, que la Gravitación Universal, es motivo y Ley. Descifrar su quid; lo farfullaba. Aunque muy prócer de la raza se le pudiese pintar, también existirá una ley universal no escrita que aboga por la inversión proporcional. Y este sujeto, palabra, me dio espinazo de ser una malísima persona. SHR de M

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03-30 Horda otomana sitia Viena para consternación de sus habitantes y del propio continente. Hacía tiempo que no se temía, pero enfrascados en rencillas locales, ahora descubren al turco a las puertas de la ciudad. Y qué hacer. ¿Resistir, capear el temporal y llamar a la cristiandad a una unión que parece del todo imposible? A lo suyo andan enfangados en pleitos internos y la ocasión la pintan calva. Sagarrit Urrikat no era hombre que per se fuese de temer, aunque ingeniero, y alma de mil ingenios para rendir la plaza, le fue enviado un mensajero ondeando trapo de tregua. Y de dos propuestas fue portador el emisario. En una se le ofrecían al ingeniero bienes y posesiones si desertaba de la Media Luna. Le firmaban pliegos de riqueza si se avenía a abandonar el empeño, y de no acceder, que se estaba en ello, la otra propuesta era para ofrecer sepultura allí mismo mirando a La Meca. Que fue. Astrid de Morgarán cumplió el propósito, y pese a que no suponga quebranto sustituir al ingeniero muerto, el susodicho emisario asesino fue devuelto a la ciudad. Y los próceres contentos pese a retornar el cuerpo en lonchas finas. SHR de M

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04-30 Orgullosos son viejos y jóvenes. Y por lo mismo, excusa peregrina podrían alegar; tampoco estaban los contendientes para escuchar misa en pie. Septuagenarios, o al menos comprendidos en la franja, pensaban sacarse a florete las tripas; no admitirían la primera sangre ni les valdría pedir amparo; que decían no pensar pedir. La pendencia tenía polvo y se echaba en el olvido. Y no. Les refrescó la cuenta unas calibraciones hechas a vino en el casino, y no teniendo nada mejor que hacer, y superada la expectativa de vida, los abuelos se retaron para verse al alba; con sus testigos, sus doctores y los voceadores de nuevas que a hacer historia comparecían; incluso yo. Tal he dicho, a requiebro de espada fina se tenía prevista la lid, aunque uno de ellos, descalcificada la cadera, rogó el cambio de cacharra al pronosticar en el calentamiento la fractura. Y corteses, el otro luce de gota, no se puso reparo a un pequeño receso para entablillar la pelvis al anciano y correr en busca de otra silla con ruedas. Y un juego de pistolas. No sé la razón, quizás ver buen ambiente entre los testigos, pero olí también la parte de chamusquina que tenga la tostada. Resulta que no sería la primera cita que se dan los vejetes, y por esto, y aquello, siempre quedará el evento en el aire y postergado hasta la siguiente chaladura que les dé. Más o menos así me confirmaron que era, pero hoy, de verdad, parecían esbozar intención de llegar hasta las últimas consecuencias. Y serán, pues pese a que se tiraron el plomazo sin acertar, una bala perdida rebotó y a uno de los que estaba para dar fe, al final, le tendrán que dar sepultura a él. Y de lo malo-malo, mientras con premura se disolvían, no marchaban muy disgustados al ser el finado un cotilla y su asistencia voluntaria. Con el muerto quedaron los correnuevas; y primados. Darían testimonio a la autoridad de la vil encerrona que sufrió el coitado por parte de unos cacos, aunque por las calles vocearán la tragedia verdadera y quien quiera a ello poner oído apoquinará también su calderilla. Mucho dinero da la muerte, y así los dos o tres que se hicieron cargo del paquete, mantuvieron a raya las moscas y atusada la ropa. El nuevo forense suelta también su parte si llega el cadaver en condiciones. Aceptó el puesto sólo para tener género fresco. Estudia la anatomía y está preparando un compendio fisiológico que dice pide a gritos el gremio y demanda la Humanidad. Con él quedé diseccionando cuerpos mientras los que hasta allí me condujeron corrían a gastarse la gratificación en templo pagano. ¡Ni yo me entiendo a veces! Elegí quedar en clase de despiece en vez de doctorarme en farra. 286


El hombre, pese a que me lo describieron con un sempiterno bocadillo de camino a la boca, mucho cuida las formas y a lo sumo quiebra la sobriedad de la sala de autopsias con seis o siete macetas de flores que son las que aprovechan el sol de la estancia. Y que la llenan de una vida que no alberga. SHR de M

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05-30 Intento no pensar en los míos. Asumido tengo que llegaré hasta fin de contrato. Aunque arguya Bestia ponerme en bandeja lo mejor que va brotando en el planeta, no dejan de ser los humanos especímenes bastante mediocres. Hoy tuve una fuerte discusión al respecto nada más abandonar la suspensión. Coleaba el encontronazo con el gachó del manzano, y Bestia protestaba lo que supone un simple entercamiento mío. Y no. En absoluto. Y ni siquiera soy el único que piensa así pues los informes del resto de observadores coinciden: los humanos aún no están preparados. No tiene la especie representante decente, ni tenido, porque al igual que yo casi entendí a Alejandro, los otros seis observadores, ¡Diez que fuimos!, también siguieron el devenir de sus respectivos favoritos… sin llegar a otorgar. ¿Qué es lo que se busca realmente? Pretendiendo poner un poco de Caos en tanto Orden reprogramé a Bestia... je, je... ¡Ordenar! -operativo tengo el rango-... que procediese a depositarme en Berlín, y lo más próximo posible al punto de toma que iba a efectuar SMC de V; observaría los entresijos del lugar; supongo. Yo pensaba realizar una ronda de contactos para poner al tanto de los cambios y dar a conocer la nueva política; incluso recoger cualquier sugerencia que se me pudiese plantear. Iba a acabar con el oscurantismo. Iba. Sí, iba. Mas sospecho haber encontrado algo que me supere. En concreto encontré el empático de SMC de V hecho jirones. … Sólo jirones. La casa dónde lo hallé fue pasto de las llamas y únicamente un viejo cochero quedaba por testigo. Gimoteaba el hombre incoherencias y achacaba el desastre acaecido a una erronea decisión adoptada muy lejos; en España. Darle la corona de los Habsburgo a un Borbón, lloraba, estaba haciendo saltar a Europa por los aires. Sí, sin duda SMC de V tuvo tratos previos con el cochero. SHR de M

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06-30 Huimos del Sol. Del Sol astro y del Sol monarca. Hijos de Francia son los que en una goleta inglesa escapan del hambre y el mal gobierno. Tanto oyeron hablar de las indulgencias ultramarinas, de la feracidad de las tierras, que van en busca de fortuna aunque no sean precisamente las Antillas un paraíso de tranquilidad. Piratas, nativos y la latitud, son los males más mentados y ni por ésa se arrugan. Para entretener la travesía, algunos, la familia de Pappon Sortie, hace que sus vástagos aprendan otros idiomas en previsión de lo que encuentren. Por tal motivo, los hijos mayores andan aprendiendo acento y oficio con el piloto. Mientras éste estuvo sin jefes franca les dio la lengua patria, pero en cuanto apareció la primera oficialidad en cubierta finalizó la lección. Eso también, antes de despacharlos les entregó con gran misterio unas hojas de papel y les dijo que las estudiasen; y cuidar. La precaución y el secretismo era por tratarse del último número del The Spectador, y aunque lleve más de un año fuera de fecha, siendo propiedad del contramaestre, y lectura en el beque, no era cosa de mucho manosear. Yo, sincero, nunca he sido gran lector ¡Ni aun ahora, que sólo escribo! así que rápido pasó el periódico por mis manos, mas el padre, que era quién acabó leyéndolo ¡que se lo leían! lo entendió modernidad y maravilla. El chisme hecho noticia. SHR de M

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07-30 Tanto para Bestia. Intuí el contenido del mensaje sin abrir. Bestia estaba demasiado educado, con lo cual era de imaginar que algún efecto habrían tenido sus movimientos y se me degradaba. O revocaban el ascenso… O a él le conferían nuevos atributos. Sea lo que fuere, que después confirmé, bajé a la Tierra presintiendo la martingala. Por cuestiones que ya no puedo mencionar, y que se me exige olvide, conocí San Petersburgo. Es ciudad de nueva planta que encargó el Zar a un comité de sesudos. A este círculo tuve acceso de manos de alguien que no puedo referir, y como lo magro de lo allí observado también me queda prohibido, sirva este día para hablar de las calles amplias y la luminosidad. Los jardines. Los monumentos. Los edificios funcionales y los que no tienen otra misión que servir de ornamento. Ah, y las alcantarillas. Lo podrido siempre soterrado aunque sea entre líneas. SHR de M

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01-31 Oriente y Occidente se me refieren dos mundos diferentes dentro del mismo planeta. Más subdivisiones entiendo, sin embargo, hoy conocí quienes, pese a ser arquetipo claro, ni las divisan ni comprenden. Se trata de un matrimonio mixto de ruso y turca, y aunque sus respectivos países estén en pleitos, ellos, fronterizos, bien se llevan e intentan vivir en armonía con el medio; pese a plantearse difícil. A no más de dos kilómetros levantan humareda las escaramuzas que se traen unos y otros. Pleitean por algo que el matrimonio ignora, y por lo mismo, en cuanto aparecí en el sendero se me tiraron a los pies rogándome que pasase de largo. Temían que fuese alguien con poder suficiente para arruinarles la existencia. Y puedo. Podría darle un zumbido al planeta que pa que. Bueno, la cuestión es que no soy quién, y tras decirlo, peculiares que son, cambiaron de parecer e insistieron en que me quedase. Viven, tal muchos otros, de los mil perfiles que ofrecen tierra y ganado, y otros tantos vértices que le sepan sacar a la coyuntura. Miman la huerta como nadie hasta el momento haya visto, y de unas cuantas plantas, sacan sobrado provecho. ¡Planta meritoria el cáñamo! Y hasta sobre ella se deja el pensamiento escrito como muestra el libro de un tal Hume: “Tratado de la Naturaleza Humana”. Se me hizo curioso que tan singular pareja leyese esas cositas, así que con un par de preguntas capciosas descubrí que era parte del ajuar de un oficial muerto de un ataque de risa no muy lejos del bancal de simiente. Allí mismo enterraron al hombre por no saber fijo, al renegar de todo pabellón el desgraciado entre estertores, a quién entregar el cuerpo y dar reporte. SHR de M

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02-31 Por empezar de alguna forma, diría que hoy conocí ser al cual el empático no pudo catalogar como humano. Y no era fallo del traje porque en su presencia yo mismo notaba un nosequé. Pirata; que ni negó al hallarme yo en su barco y no necesitar justificar. Viejo, lindando lo legendario, dominaba la oratoria y el encuadre de las bujías para hacerle entender a un subalterno, y a mí mismo por estar allí, dónde residía el alma. Muy en su papel de ogro marino, clavaba ante el espejo los ojos y señalaba, en la pupila reflejada, la ventanita que presupone tiene el alma para asomarse al exterior. Tal que él hacía el grumete, y al descubrir sus propias facciones diminutas, y asombradas, convenía a decir en alto que aquello tan pequeño no podía ser el genio que animaba sus miembros. En todo caso, sería uno de tantos de los hombrecillos que sentía bullir en su interior. Y el otro, gozoso, lo reía con ganas al llamarse el barco Psiconauta y decirse en singladura de ensueño. SHR de M

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03-31 Al igual que yo dependo de la cámara de suspensión para surcar desiertos de tiempo, a ellos les hacen apaño los cítricos para encarar las largas travesías oceánicas. El limón y la lima tienen mucha salida ahora al mar, y huerta entera que es la cuenca mediterránea, huele el aire a promesa de fruta ácida. Batiste Trazzo corrió mundo por variados motivos, mas ahora que puede tomar asiento, en la mecedora se dedica en exclusiva a su pasión. La fruta. Es frugívoro por convicción. Al poquito de encontrarnos, me quiso agasajar ofreciéndome una pieza que entendía suculenta, así que hizo intención de trepar en persona a la copa del árbol para recolectar. ¡Y con la edad que tiene! Mas no, no acabó de subir al cruzar el cielo un abejaruco, caer al suelo con eco mudo un fruto y yo empezar a renegar al entender el peligro. Y ni desarrollé mi agradecido rechazo al sonreírme el hombre, mientras descendía, que aquello ya lo había vivido. Y no acababa bien. Yo le expliqué lo del retardo cerebral de los humanos, aunque él me dijo que la existencia es cíclica y uno está condenado a reencarnarse en sí mismo y revivir sus errores hasta que no aprenda, y comprendiendo él que aquella naranja era inapropiada, me llevó a catar de un naranjo recóndito que sólo florece para él. Y para mí, si en la aduana, al regreso, no me encuentran las pepitas. SHR de M

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04-31 Cainita la mar, me dejé llevar cual derrubio a la playita de una isla. Cosa del sino de la corriente, ya había en el sitio quien lo naufragase. Esperaba recibir ayuda del barco que vio, así que enterrar a los que se ahogaron, todos, no le hizo gracia. Recuperamos muchos trastos del barco. Venían con cada atacada de olas y no queriendo romperle los esquemas ayudé a recoger. Eran los enseres de la tripulación malograda. Entre las múltiples vacuidades que flotaban dimos con una saca de correspondencia. De muy lejos venían los remites y algunas llevaban en tránsito años. Yo mala fuente soy, me he de hacer, para llevar a término mi trabajo, así que ansioso de noticias no tuvo remilgos el hombre para abrir unos cuantos sobres y leer. Y reciente, en la que a continuación referiré se detuvo largo rato: Liverpool, 04-19-1.775 Albricias John, se ha muerto el viejo de Jenny. Recordarás que te dije que serías el primero en enterarte y por eso te mando la noticia. Mama, papa y Jenny no querían que te girase la carta pues temen que hagas cualquier locura; bien te siguen teniendo por rompereglas y saben de lo penado que está la deserción en tu oficio. Pero no te preocupes, un par de años no quebrarán nuestra paciencia y nada costará esperar a que vuelvas a casa… padrino. Sí, si quieres tuyo es el honor, desde luego, porque por hermano mayor no te puedo obligar y papa ha dicho que ya ha casado muchos. Tu hermano que te quiere. Arthur. P.D.: Muchos besos de Jenny y su madre. Dijo mi compañero no ser el destinatario de la misiva, mas en su mismo barco llevaron un arponero de Liverpool que atendía por John, y en el colmo de las coincidencias, compartiendo banca en el esquife, también sabía que tuvo hermano que llamase Arthur, y súmmum, hasta la novia de éste tenía padre avinagrado que se opusiese a la unión. Y Jenny. La única discordancia residía en que en la historia que le fue narrando el arponero, él, y la madre de la novia del hermano, mantuvieron un tórrido afaire del cual fue intempestivo testigo el suegro. Y de ahí la oposición. Pensó en embarcarse para la américa inglesa, aunque debatiendo a mamporro limpio los colonos y Su Majestad las habichuelas, optó por enrolarse a la búsqueda del oro blanco. Imagino que poco más daría de sí la historia al insinuar mucho, desgraciadamente sin colofón me quedé al aparecer en la playa tres canoas con 294


aborígenes de la zona, los cuales, al gustar la carne humana, no eran del agrado de mi acompañante. Ni míos. Nos retranqueamos a la espesura y desde allí contemplamos cómo abrían las fosas y se llevaban un par de fiambres fresquitos. Mal lo va a pasar el amigo entendiendo los nativos alacena en el lugar. SHR de M

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05-31 Hoy es mi aiskelnat ¡Mi cumpleaños! Y aunque no ande muy fluida mi relación con Bestia, habiendo sacado promesa tiempo ha de celebrar, me entregué a ello desde recién levantado. Hacer parranda solitaria es ejercicio peligroso que puede abocar a la melancolía, y como no era ése el propósito, puentee unos circuitos, invertí un par de clavijas y saturé los terminales de Bestia con chispas efervescentes. No habrá experimentado en su existencia tal compendio de placeres y desarmado quedó al flojearle la voz. Tenue, pero constatable, el arrastrar de algunas sílabas me sugería que estaba entregado y le propuse establecer contacto con algún otro observador; y fermentar sarao en condiciones. Pero no, se le enderezó el hablar ipso facto y mudó la conversación a la tarea diaria, mas rápido también enmiendo yo mi parecer y le pincé los relés de protocolo. Y ahí le gané para el día al darme promesa de seguir celebrando, pero, a la vuelta. No excusaba el festejo el trabajo y hacia abajo me mandó asegurando que en un par de horas regresaría; pero que era requisito la presencia. Viena es capital y cualquier cosa que uno quiera de la Tierra puede hallar en sus mercados. Nada he gastado hasta la fecha del fondo de imprevistos, así que ¼ de taken de oro bastó para comprar seis cajas del mejor vino. Con lo que me sobró hasta me permití desayunar en una pastelería como un potentado local; e incluso invitar a chocolate a un hombre peculiar; con el cual compartí mesa. Y ni siquiera había hablado con él. Sentábamos espalda contra espalda y en la oreja me dejaba el tarareo que se traía. Y al ir el sujeto a pagar su cuenta, y comunicarle que estaba invitado, no es que se molestase, no, pero otra de lo mismo pidió y se emperró en pagar. Y como era mi cumpleaños, y algo seguía coleando del taken, volví a firmar la minuta aunque con la condición de tomar un vino y comer con él. Yo esperaba la llamada de Bestia y no me quería comprometer, pero tanto insistió, y tan de respeto tiene que ser al descubrirse a nuestro paso el vecindario, que accedí. El hombre es músico. Y su música, matemática. Dice no estar en su mejor momento al no irle todo lo bien que quisiera los dedos y partirle el ritmo la tos. Era verdad, así que para remediar, y por ir de onomástica, le ofrecí una lembaoblea festiva y otra me comí yo. Después, no recuerdo nada. Sólo la música. Cuando quise darme cuenta estaba en la silla del laboratorio. Y sueño no fue aunque no recuerde el nombre del sujeto. La música sí, porque es cerrar los ojos, y ponerme a ello, y me acarician corcheas y fusas el interior de 296


la cabeza con sinfonĂ­a interplanetaria. SHR de M

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06-31 Muere un siglo que se pretende ilustrado en aras de un futuro inmediato mejor. Dan por inicio de la nueva era el momento y no tienen mejor idea que expandir su credo a paso de bayoneta. Francia exporta Libertad, Igualdad y Fraternidad, y el viejo Egipto, tan escarmentado de buenas intenciones y voluntades férreas, ve pasar los ejércitos con la parsimonia del que ha sido conquistado una y mil veces; lo recuerda el polvo eterno. Un entrenador de camellos cría y entrena a la sombra del templo de Carnac. Son tan buenos sus animales que el mismo general de los franceses quiere hacerse con algunos ejemplares meritorios. Pero a franys no vende. Tiene inquina al occidental y en la medida de lo posible se refrenda señor y se niega a vender. Por lo menos a estos. Testigo fui del irse de una embajada y al cabo de la llegada de otra, que sí, con la misma respuesta marchó. Cosa de un rato más largo fue que se anunciase en la jaíma ya no la figura de un mensajero, un regimiento, al mando del mismísimo general, se presentó para saber del porqué de la rotunda negativa. Aplastantes razones esbozaban dos cañones ligeros para que Alou ibn Rian ibn Al Baicix ibn Abrahim ibn Malik fuese cortés y comedido en el ineludible pliego de descargo. Mas no lo fue. Al propio general, que se adelantó a caballo al quicio del pabellón, rechazó el negocio. Visto el desplante, bajó del caballo el militar, y sin amilanarse, solo, entró en la jaima ordenando que le aguardasen a la puerta los suyos. Pleitesía por pleitesía, hice de traductor. Y en una sutileza que no se podía convertir, hebra del alma de la razón de su encono esbozó Alou al arrancarse a hablar con un perfecto francés de Nantes. No vende a los franys porque no le da la gana. No le sale de los bigotes. El empático escrutó por dentro al general al no decir palabra pero apreciarse los humores tomándole el cuerpo. Energía dimanaba para registrarle el aura roja. Aunque se aguantó los jugos pancreáticos, de ahí quizá el gesto, y demandó una lógica a la postura arguyendo necesaria una justificación para desembocar en tamaña tesitura y consentir. Y tampoco a este respecto quiso dar respuesta el enrevesado Alou. Entonces el francés salió de la jaima, y pese a despedirse a la musulmana, también ordenó que se despachasen allí mismo las monturas que hubiese; camellos, caballos o burros. Y a todo aquél que pusiese alguna pega. 298


SHR de M

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07-31 Las primeras “ropas” que calzaron fueron pellejos curtidos por los elementos que al paso les caían. Y sólo si hacía frío; bueno, y en los pies. Aprendieron a trabajar las pieles y explotar la fibra vegetal en forma bruta; y elaborada; de hojas y cañas hicieron tiras, y al igual que con el pelo de ciertos bichos, encontraron el hilo y de ahí al uso hay un pesar. Luego hasta presencié el hacer urdimbre de telar y llegar al refinamiento de los bolillos. La ropa les fue necesidad. Y moda, sí. Mas siempre, y ante todo, una respuesta inteligente a la climatología. Hoy no. Hoy, obtusos, obligan a quienes no necesitan de ropa, por ser su funda natural su mejor valedor contra la intemperie, a que se abriguen con gruesos sayos que nada les favorecen, y lo más grave, que les están matando. Son, quizá, literal, las últimas víctimas de la moda. Indio patagón que me crucé vestido a la europea, indio patagón que tenía pulmonía crónica o bien a alguien de su familia se le estaba abriendo fosa. No soy médico, ni sastre, aunque a una comprendí la sospechosa asociación, y a los que me consultaron, entendiéndome interesado, les aconsejé tirar la ropa que les ofrezcan los civilizadores europeos y que corran de ellos tal de la viruela. Y que si les va bien lo de ir a pelota vista, que nada, nada, que más salvajismo y contranatura es no atender las necesidades del propio cuerpo y negarle, si se debe, la desnudez. O el paño que antoje y luzca. SHR de M

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01-32 Ejemplo de su pueblo fue Carolina Renata al matar a un par de franceses que injustamente le ajusticiaron al padre. Y de su sexo también era bandera al dar igualmente sepultura a un cuñado maltratador. Motivos tenía la mujer para hacer vida montaraz en la sierra de Ronda. Cerca de Benahoján tenía una cueva conocida y contados eran los amigos que le promulgaban visita; pero había. Con uno de ellos acerté en un regato bebiendo, y calándome inofensivo, me refirió la historia para entretener la senda. Familia muy cercana reunía al alumbrar en soledad la mujer y ahora citar a los allegados para presentar el retoño. Con la excusa del bautizo allí corría el tinto y se cantaba que daba gusto. Y por eso mismo se me hizo rara la presencia de un sujeto que poco se relacionaba, y a modo de interacción, todo eran gestos. Y mucho miedo, muchísimo… el empático me lo apuntaba al borde del colapso. Gracias al influjo del traje se fue relajando un tanto hasta susurrar ser invitado, aunque francés. Le avalaba alguien muy próximo a la Renata, pero reconocía la coyuntura peliaguda y todo el arrojo que le trajo se había disipado al embrujo rondeño. Ni siquiera por voluntad propia era la presencia al declararse estudiante meritorio del docto maestro Cuvier, quien, buscando ampliación a sus hipótesis, le mandó bien lejos a buscar fósiles e indicios; perderle de vista. Y mientras la gente batía palmas y se daba a la guitarra, al joven y a mí se nos embocó a la entrada de una gruta que decían ahíta de cacharros viejos. Con dos candiles por guía nos dejaron a nuestras anchas. Palabra que en un principio no reconocí la cueva al abordarla desde nueva boca, mas fue dar cuatro pasos y a la cabeza me vino el sitio. Sí, era la misma gruta dónde hace unos meses, unos miles de años, viese iniciarse una nueva hornada de Hombres. Estaban el caballo preñado y las “tortugas” con sus huellas. Muchos más símbolos y dibujos colgaban ahora en las paredes, pero seguro que era. Familiar el lugar, y no por autóctono sino por veterano en el planeta, se dejó llevar el muchacho con mi ilusión y ante la cabra ¡La cabra! sentó para extasiarse. Tanto rato estuvo embebido del dibujo y el enclave, que hasta nosotros se acercó una moza para comunicarnos que en breve iba el brindis del bautismo y que lo suyo sería comparecer. Borracho de Arte y Arqueología, pues no pude reprimirme unas observaciones al respecto, el chico le entró a la copa ávido, y cegado de entusiasmo, quiso compartir lo que le bullía dentro regalando al grupo algo bueno que almacenase en las entrañas. Y lo mejor que le acudió a la boca, siendo de clase humilde, fue entonar el cántico favorito de los suyos para la mucha intimidad. Entendía su gente La Marsellesa himno Universal, pero, y aunque la misma Carolina Renata le tenía 301


dada palabra, al arrancarse, y olerse apología franchute, un primo que enterraba casi toda la familia por bandolera, le metió en el vientre el palmo holgado de su navaja de siete muelles. Le siguió a esto una bronca gorda, y por no llegar a las manos en tan señalado día, disolvieron el festorro. ¡Ah!, y al niño llamaron Paco. Paquito Calasparris. SHR de M

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02-32 La última ocurrencia humana es enlatar la comida. “Esterilizan” para conservar con unas mínimas garantías, aunque siendo descendientes de merodeadores de carroñas, ni botulismos galopantes, ni reacciones que les dejen a ronchas verdes y rojas la piel, arredran. Reunían varias familias al venirles los hijos de la guerra. En el chateau celebraban con buenos vinos y viandas mientras los pequeños, jugando a ser mayores, se empeñaban en consumir lo que hubiese en unas raciones de campaña escamoteadas al ejército. Cuando me harté del pato, y de la lengua de vaca asada y el marmitako, saciado de una mesa que rebosaba, presté ojo a la chiquillería que a las bravas persistía en el empeño; siquiera abrir las latas. Obcecada que es la mocedad cuando enterca, unos con puntero y escoplo, y otros con el cantarín rascar de un meño, consiguieron finalmente reventar y emplatar el contenido. Y probar. Bueno, algunos no llegaron a catar al no entrarles por la nariz el caldo, o declararse al acto vegetarianos, incluso entre los que participaron hubo quien repitió hasta saciar, aunque la mayoría tiene educado el paladar y sabe, que tal se cocina en casa, en ningún lugar. Ni en las conserveras. No, tan lerdos no son. Pero la necesidad hace, ¡A mí me lo van a decir!, y al dar las sobras a los pobres tampoco se encontró migaja poco sabrosa. SHR de M

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03-32 El fogonero parecía ente de la noche. En pecho y espalda lucía cuidados tatuajes de murciélagos y licántropos. Fomentaba sus naturales ojeras con hollín del carbón circundante, mas si uno traspasaba el umbral de la rareza, se entregaba el muchacho en confianza. Mucho le costó ser admitido a la prueba, aunque demostrando su valor a boca fuego, se hizo con el puesto y ganó el embarque en el flamante vapor. Ejemplo del buen ambiente que reinaba entre ellos, el encargado del siguiente turno solía acudir al tajo con tiempo para tomar bocado y escuchar alguna de las estrafalarias leyendas que contaba Paolo de Niesstro. Llevaba unos días leyéndole al otro unos capítulos de un libro que a tapa sonaba a griego y greguerías: ¡”Prometeo Desencadenado”! Aunque a hoja vista era de miedo. Tal digo. Con los primeros soles cambiaron la guardia, y con Paolo derrengado, que fue intuir la luz y baldarse, fui a su camarote. Dormía el muchacho en cabina aparte por darle algo de yuyu a la marinería y quedar entre ellos la medida, y privado, mierdas y trastos varios colgaban de vigas y mamparos, hasta cuadros, y entre estos, uno, uno en concreto, me hipnotizó. Cruel a tildar, en el grabado, un hombre empalado en un árbol, y amputados los brazos, tendía la vista a quien mirase la obra. De Niesstro también confesó que le era pieza favorita. Entendía que me arrebole el espíritu pues a él también se lo hizo y no tuvo por menos que comprarlo; ése y otro con un fulano estirando el dedo gordo en el tornillo. Entonces se escuchó una enorme explosión y una zozobra agorera despertó de golpe hasta a las ratas de la sentina gritándose el sempiterno y escalofriante: “¡¡Sálvese quién pueda!!”. Es consigna que da risa hasta que se oye proferir de veras. Nada tardó en cabecear el buque llevándose el camarote dónde nos hallábamos los cachivaches sueltos del resto de la bodega. Y sin darnos opción a salir del habitáculo nos engulleron las aguas. Hondo es el sitio, y suerte ¡Suerte, ja!, tuvimos quedando prendidos a vilo de sima. Inquietante el equilibrio y pequeña la bolsa de aire. Yo del empático absorbo los gases necesarios, pero mi acompañante tenía contadas las horas al ser patente el imposible rescate. No queriendo que se inquietase, y que cualquier movimiento nos despeñaría al oscuro abisal, encendí una luz de emergencia y le rogué, porque confieso haber barruntado la muerte pese al traje, que me acabase de leer la historia del nuevo Prometeo. 304


Y ley贸 hasta que se llen贸 el camarote de agua. Cual responso, y esperando que se me sacase del atolladero, le ech茅 los salmos restantes del libro de Ms Mary. Ah, y los aguafuerte los heredo. SHR de M

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04-32

“Un inglés, un francés, un español y un fulano de otro planeta...” Parece el empiece del típico chiste europeo, y aunque hasta a la mesa sentase el alienígena que aquí soy yo, fue en Méjico dónde se produjo la reunión. Contertulios de taburete y pulque me fueron tres obreros, sindicalistas llaman ellos, que por levantar la voz, y la liebre reivindicativa, se ganaron la animadversión de las patronales respectivas; a precio les pusieron la cabeza. No pueden volver a sus patrias y entretienen el día dando liba a todo jugo que les sustraiga del exilio. Arreglan el mundo de palabra. En el tiempo que llevo trotando el planeta no pocas veces habré escuchado charlas del mismo palo, y siendo muy viejos los males, y viviéndose una coyuntura protoindustrial nueva, las soluciones planteadas, huelga de ser quimeras, tampoco se alejaban del mero parcheado. Que si prohibir la explotación infantil, que si hacer decentes las jornadas y el jornal. Por la boca se les iba el gas. Puede que haya gente de su cuerda decente, y mucho, pero estos concretos demandaban a los meseros a voces, y bastante deplorable igualmente era el trato con el resto de comensales. No me gustan, no me gustaron. Muchos mundos paralelos encuentro en la Tierra. ¡Y aún en el Hombre! SHR de M

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05-32 La vida que hago en el laboratorio no merece mención. Salvo ocurrencia de Bestia, no necesita reseña. En cambio, un nimio crujido, una hilera de farolas que prenda sorpresivamente en las calles sí me es novedad; y susto, si estoy en compañía de gente que dice tener poder para convocar a los muertos. No, por favor, que queden dónde estén. ¿O no? No deben ser de mi misma opinión, y aunque parezcan querer ahuyentar echando las cortinas, juntan todas las sombras del municipio en el cuarto a la invocación de la vidente. No hace mucho les hubiesen quemado. Sí. A ella y a todos los feligreses, por muy potentados que fuesen, les hubiesen dado resina y yesca sin dudar. Hoy no. Hoy es juego entre gente descreída suscitar escarceos con lo que llaman Más Allá. Y reír la ocurrencia. ¿O no? Hay quien no ríe. La bruja, que se anuncia, desde luego que no reirá por coyuntura profesional, mas a los presentes, y si además van sobrados de vino ressinato, no se les desmonta la mandíbula aunque sea por puro miedo. Sonó en la habitación contigua un ruido gordo, tal el romper de una ventana, y seguidito otro más dilatado pero escurridizo, para que encrespase murmullo que acompasar con tiritonas. Algo inexplicable al contexto, sí… Exceptuando la labor del farolero con su pértiga. ¿O no? La cuestión es que uno de los participantes tuvo a su entender conexión extrasensorial con una abuela muy querida, y convencido, y organizador del contubernio, despachó la convocatoria con cuatro palabras secas y un “Buenas noches” a todas luces tibio. Desde el retrato caído al suelo inquisitoria miraba la anciana. Al uso del magnesio la foto, no sabía uno en el fondo si la mujer reía o reprobaba. El gesto era tan adusto, que al ánimo del observador quedaba si entenderle ulterior existencia feliz. O no. SHR de M

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06-32 No llovía, pero crujía el cielo a roto y tintineban las botellas del tugurio sin tocar. ¡Quién lo diría! Vacío el antro, imagino que por no verse solo se ofreció un parroquiano a darme conversación. Él, yo y el camarero. Nadie más. Bueno, esperaba el hombre que llegase un comprador con el cual concertó cita en el sitio y a no tardar caería. Pero tardaba. No alejaba de la mano una enorme maleta, y aunque estuviésemos hablando de las espinas de una rosa, tras palabra que pensase juiciosa, golpeaba la tapa de la caja redoblando veracidad a la sentencia. Empezamos hablando del tiempo; cómo no. Del rayo a la mitología. De los panteones clásicos saltamos a los tiempos corrientes, y en nada, la doctrina “científica” de vanguardia también cayó bajo la lupa. Y plap plap, golpeando la maleta, se lanzó a hablar de un tal Darwin. De ese tema ya no pude apearle pues es el suyo, y copa en mano, se propuso darme clase magistral y sacar de la ignorancia. O vender el expolio que tanto zarandeaba. Guardaba los restos oseos de unos seres muy primitivos. Entre ellos, según el empático, al menos una muela de chaparro con todas las de la ley. Sí ¡Cuán largo sin noticias! Después de tanto tiempo sin nuevas me vuelven a tomar hoja mostrándoseme como hito de la Ciencia y objeto de gabinete; ajuar surtido acompañaba la maleta. Me volvía también a la mano un collar que allá por los albures de la humanidad quizá yo mismo vi lucir. O idéntico. …… Muy próximo todo a mi sentir, de cualquier forma, lo que me llevó a reclamarle los restos para enterrar según costumbre. Le sorprendió la pretensión al haberme hecho ficha de ateo confeso y afín a los tubos de ensayo. Y no es eso tampoco. Me comprendía el hombre la pose ofendida, y arreglándolo, ¡creyéndolo!, me prometió exponer en vitrina pía y aséptica. …… ¿Humanidad? No con los restos ajenos. Vamos, ni con los propios. 308


SHR de M

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07-32 En tierra de faraones sólo podía darse la obra. Abrieron canal que une el Mediterráneo con el Mar Rojo. El maestro de obra es francés y el capital un contubernio europeo; aunque fortunas de todo el mundo aunaron interés, y consecuentemente, la ingente recua de ingenieros, arquitectos, topógrafos, geólogos, y demás sesudos profesionales, atiende a intereses de muy variadas nacionalidades aun sin saber. En un par de semanas se inaugurará oficialmente la obra y tuve la dicha de agarrar barco de prueba y festejo. Gozan los primeros del honor, y pese a que no se cuente su viaje en cómputo alguno, con creces les es sobresueldo el crucero. A la voz, y capricho, detiene el capitán el rumbo. Bajan a tierra para comprar recuerdo de la efeméride, o bien se entretienen buceando entre ostras y corales. Pescando barracudas. No es lo que se dice un tour de cavalier al uso, mas reviviendo la experiencia, y que esposas y novias les suponen todavía sacando arena del desierto, gozan y beben despreocupados de todo protocolo concerniente a rango y edad. Sin embargo no pueden darse asueto de sí mismos, y sintiendo todo avance científico-técnico comezón de su espíritu, unos cuantos propusieron hacer simpósium en una playa tranquila. Y dándose el sitio, bajamos para comprobar la eficacia de un nuevo explosivo que inventó un sueco y que otro era el que nos descubría. La sustancia la llaman “dinamita” e innegables aplicaciones le van a encontrar. Primero se voló una duna de roca al barrenar la giba e introducir un cartucho del citado explosivo, después, que ya era aplicación secundaria y escuela de dinamiteros, descuajeringaron de su arraigo tres palmeras que hacían hatillo, y a un burro, que religiosamente se pagó previo al dueño, prácticamente atomizaron. Rieron no pocos la salvajada que se arguyó experimento, aunque otros ni quisieron comentar el sacrilegio juntando a fumar en unas rocas planas. Multidisciplinar, pluricultural, patria de todos es el Conocimiento y aprovechan la ocasión. Así me puse al día, aunque sea por referencias, del punto real en el que se hallaban. Y si soy sincero, miedo dan por las puertas que van abriendo al Saber… y las otras muchas que al momento ofrecen candado al curioseo. SHR de M

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01-33 Dándome campechano, no me es anómalo acertar con gentes pintorescas. En la estación de ferrocarril se me englobó en paquete, y acabé colocado en casa de un paisano al que se le dijo que soy primo del pueblo que apadrinar. Y cumplidor, antes de enseñarme el cuchitril que me sería morada, ya me hablaba del sueldo que me espera en la fábrica; trabajaríamos en lo que se diese. Conocido mi supuesto nuevo hogar, al turno de noche de una textil entré raudo para poder pagar el lecho que todavía no había gozado. Duro. Duro es el trabajo estabulado. Emigra la gente del campo a la ciudad seducida por la paga segura. Y el cambio es muy brusco. Y no exento de peligros al integrarse muchos a un mundo que les es desconocido y harto voraz. Así le debió pasar al joven que antes ocupaba mi puesto, y que metiendo el cuerpo a destiempo en la trenzadora, recibió un alfiretazo en la cabeza que le dejó medio tonto pero no improductivo. Ahora presta servicios a un médico que investiga la corteza cerebral, y que en el accidente, encontró patrón para sus tesis. Sí, asimila a tragos largos la ciudad. SHR de M

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02-33 Despacito desperté con el susurro de un piano. Me fue tan grata la melodía, que al pasar de cuatro las blancas abrí los ojos y me encontré rodeado por mí mismo. Me iba en la perspectiva mil veces repetido espejo adentro y no es de extrañar el repente. En la habitación de música, además del piano, había una chica con atuendo de danza. Con mi masiva presencia lógico fue un segundín de resquemor, pero al cabo, y entrando el padre y pianista aireando muy contento un telegrama, se disipó la sensación aunque no el silencio incómodo. El padre, pese a eufórico, tampoco producía sonido que no fuese el del crujir del suelo de madera. Y la hija las mismas. Leyeron y releyeron el mensaje, incluso exultantes me lo dejaron leer a mí. El telegrama era cortito. “Esperanzador éxito. stop. Vamos en camino”. Y la firma, parca a juego, daba remitente a un gran amigo. Bell. Buenísimo lo que fuese porque al piano sentó el hombre y aporreó con dulzura las teclas, para que la hija, al tacto, trincase ritmo y bailase otro rato en la burbuja de ecos. Y luego a dormir, y soñar, con quizá mañana poder hablar con las amigas para contar. SHR de M

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03-33 Raro se me hizo encontrar ¡bajo un filamento incandescente! un hombre de complexión muy delgada y ojos rasgados. Raudo cogí que estaba ante mi “primer” oriental, mas él no sé qué vería en mis ojos, pero dio la vuelta y salió pitando. Corría el condenado, aunque no descuidando de la mano un cesto de ropa limpia, sencillo me fue alcanzar. Y tranquilizar. Nada supuse que tendría que temer por nacido en el país al igual que sus padres y abuelos, que me dijo, lo que sucede es que no tiene estatuto ni figura en censo alguno al vivir en la semiclandestinidad y transitar sin hacer ruido; y tomarme por policía. Trabaja cuando todos duermen al no ser Menlo Park territorio de chinos; fácil se da a identificar. Él me informó que mister Thomas es el lumbreras que inventó la bombilla. Tiene montada fábrica de inventos y a ratos tardíos, Chang, le da un aclarado a los mandiles de trabajo y al menaje de servicio; que sólo sale frotando a nudillo. Me hubiese gustado quedar con Diang Chang, pero como fue el tal señor, que es insomne por laborioso, quien recibiese y pagase la colada, al verme de sobra extraño para cualquier referente común, me invitó a entrar y desayunar con él. Obligó. Yo también voy para veterano y supe arrebujarme en la personalidad que vestía y poco flanco a la elucubración quise dejar. Me presenté periodista para darle profesión que le cuadrase a mi conducta. Larga tuvimos la charla y de mí salió las más de las veces la distracción. Visto que no soy pozo que reviente en el día, me endiñó lazarillo que no me descuidase; en compañía de una joven me dejaba; mujer de mucha confianza pues llave tiene de todo armario o puerta que reclame discrección. Hasta del pensar del patrón tiene llavín al describirlo medio científico y medio genio. Me llamó la atención la sucinta diferencia que plasmaba, y ahondando al caso, me dijo que ella gustaba más de la genialidad que de la erudición. Y lindando la imbecilidad, que me tuvo que entender, le rogué que me explicitase de nuevo. Cansándole ostensiblemente el tema, y queriendo zanjar, definió al genio como quién es capaz de hallar solución a una pregunta que no está planteada. Iba a seguir inquiriendo pero me contuve, al pisparme, que le hastiaba que sólo se le consulte por el fulano o sus inventos, o gilipolleces semánticas. Hermosa y lista se respingaba solterona, hasta que al desplegar un pañuelo limpio, para enjugarse las lágrimas, cayó del pliegue una figurita de papel. Delicada, y articulado el origami, la pequeña grulla aleteaba si se tiraba de la cola. 313


La joven quedó perpleja por el hallazgo, y sin darme razón, y con raya del doblado y oliendo a jabón, volvió a meter dentro del cesto de la ropa usada toda la mantelería. Y una rosa roja, rojísima, creyendo que no miraba, también intercaló con un suspiro entre la colada sucia. SHR de M

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04-33 Me dejó Bestia en casa de recién parida, y sensible el instinto, la propia mujer me reincorporó a la vigilia vía escoba. Preguntó quién era y qué quería, y por acertar a describirme amigo y eventual niñero, quedó más sosegada, y sin más, y que los trillizos ponen temprano el despertador, me colocó los nenes en brazos y siguió, sonámbula, trajinando y dando paño a todo. Le obsesiona la limpieza desde que el marido le enseñase unas láminas y hablase del hacer de los bichitos retratados. Bacilos y demás porquerías que combaten en el sanatorio. Él es mero ayudante de ujier, mas teme la esposa que arrastre a casa cualquier enjundia insana que sobre entre enfermos; crónica le enquistó la manía haciendo la señora de la asepsia su modus vivendi. Enemigo entiende que le es el mundo, y aunque razón no le falta, mal hace manteniendo en el aire a los hijos para que no toquen el suelo. Y el piso le brilla a la dama. Temprano era, así que dejé a los nenes acurrucados y rogué a la mujer que sentase junto al fuego conmigo. Y aunque sentó, no pudo evitar repasar silla y mesa. Y el florero y los cuchillos. Compulsiva. Sólo al obligarle a coger la tila, y soltar los trapos, se le fueron de la cabeza las pandemias microscópicas. Y descansó. Tres horitas sí echamos buenas antes que despertase el zángano del marido. Que lo es. Marido y gandul. Incluso a mi criterio más tendrá de lo segundo al ser su primer saludo el demandar pitanza. Roto el influjo del traje, retomó la mujer la mopa, los agobios, y el sollozar la ayuda que necesita con los niños. Aunque con él no va. Percha es de la ropa que lleva y a ella debe todo esfuerzo y encomienda. Ahora, en el sanatorio, rodeado de enfermeras, sí se le hace diligente el ánimo y presto está a echar mano a la cacha de cualquiera con cofia. Mano larga es y le dicen, y por lo mismo, por mucho que anhele, jamás le destinarán a la parte noble del inmueble. El laboratorio. Su cara me lo decía y ahí abandoné la compañía y tomé la escalera que bajaba al sótano. Y, sorpresa, ante la puerta del laboratorio una mesa era despacho a una señorita encargada del transito, y tras la dicha cancela, dos fornidos celadores que en rango y envergadura con mucho diferían superiores al que me trajo. Y más allá de la reiterada frontera, que se intuía largo el pasillo, cuatro hombres, pero uniformados de cincha y pistola, eran retaguardia y candado que daba seguridad a lo que cociese en las probetas. Doctores y enfermos tienen quién les proteja aunque a mí nada me costó pasar. Y bueno, tampoco se les custodia a ellos sino a los datos y análisis de un tipejo muy importante que comidito está de venéreas y otras pústulas; y no quieren que se divulgue. 315


Es vox populi entre los que llevan bata y por eso reirían. Sin embargo no era muestra del tal preboste la que se prestaba a las risas, era de un pobre donnadie que daba ejemplo cabal en el test de Koch. Y tomaban nota. Y si soy puntilloso, la muestra tampoco sería el tema del choteo, tuve que ponerme la misma bata que ellos usan, y mezclarme, para enterarme, no sin antes caer, que la mofa venía por el betún que recubría el ajustador de lentes. Ja. Novatada. Ni pizca de gracia me hizo. Y tampoco le haría al docto catedrático, porque entrando entre el jolgorio, y encontrando niños abordando cuestiones de hombres, dio por finalizada la lección y para casa dejó el seguir desmontando el microscopio. SHR de M

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05-33 Unas clases de alfabetización no les van a etiquetar obreros especializados en el mercado laboral, no, pero se pagan mejor los trabajos, e incluso suelen ser menos duras las encomiendas que se ofrecen a quienes se insinúan espabilados. El patrono no es bobo y se queda con lo mejor. Catón de esta creencia divulgaba uno que volvió al pueblo tras probar en la ciudad y quedar maravillado. A hermanos y parientes, a amigos, e incluso a algun labriego que harto estaba de mirar al cielo, fue con la cantinela. Y sabiéndose el campo abonado para emigrar, una vieja maestra de escuela, arquetipo amable de la buena docencia, sembraba en tan áridos sesos semillas de sapiencia en su jubilación. Al guirigay les encontré discutiendo lo que decían ser los Derechos Fundamentales del Hombre. Antes de precisar más, dejaba la venerable anciana dar opinión, pues arrimando los conceptos ya tocados, entre ellos solos habrían de descubrir. Y fijar. Unos enumeraron, e hicieron buenas, las palabras que hace tiempo se aireasen e imprimieran; aunque con más voluntad que repercusión real. Otros añadieron, o quitaron cláusulas a capricho, según les cayese el caso propio lindante a algún interés inconcreto. Muy variadas las opiniones, sí, y con el trabajo de la dama a la luz del pensamiento moderno parecían ir brotando. Y con esa idea me hubiese ido de no preguntar una niñita, que de rondón asistía, si ella, niña y mujer, tendría los mismos derechos que citaban los adultos. Y liarse la del granizo para disgusto de la maestra que se olía el trimestre echado en balde. SHR de M

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06-33 Cuba ni pone ni quita imperio, pero españoles y estadounidenses se la rifan. No importa la opinión del cubano. Moneda es de los nuevos tiempos. Tan claro esquema de la encrucijada me facilitó un criollo al que llamaban el Gallego pese a ser de sangre mestiza. Más de una vez le tuvo que salvar del látigo sus ojos claros y la educada labia aprendida en la casa de la plantación. Aunque puede que realmente nunca le haya servido de nada al encontrármele atrincherado en una iglesia junto con una docena de camaradas de desesperación. Desde fuera, se les conminaba a la rendición sin condiciones. Sospechaban los milicos españoles que pudiesen empuñar las armas, junto a los mulatos, un par de norteamericanos y de ahí el ofrecer bandera a gritos; intuían material de trueque. Los de dentro se sabían simple carne de horca. En el emplazamiento auguraban fija la muerte por insurrectos y víctimas de ninguna compasión. Nadie de su pueblo lo fue, y tras dos días de escaramuzas, no quedaba choza en pie. Corrió el fuego tejados y campos, entró en gallineros y graneros, hizo cenizas cualquier cosa que de aquellos hombres hubiera tomado el ser. Desde dentro revientan siempre los imperios. Cosa fue de mencionar a la madre patria tres veces seguidas en alto, para que pareciendo sortilegio, una bala de cañón cruzase el presbiterio sin hacer mayor destrozo que dejar hecho añicos el altar de las plegarias. Se asaltaba la iglesia. Me guarecí en la cripta del patrón cuándo más gruesa fue la balasera. El silencio y los débiles gemidos me sugirieron al rato estar el encontronazo acabado y berreé con el acento fresco que traigo de Nueva Jersey para que me hiciesen prisionero; demasiada adrenalina en el aire para fiarme sólo a los poderes del empático. No tardaría en llegar la noche, y pese a engrillado, de cualquier cepo o cárcel me sacaría Bestia. Y no es la primera mazmorra visitada ni la primera vez en mi vida que me engrillan, pero nunca, hasta la fecha, con menor razón. SHR de M

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07-33 Sorpresa fue; ahora, grata, no. No, desde luego. Y lo segundo, aunque no haya citado primero, que tampoco siento que haya estado de visita en el mismo Beijing. Sí, era. Bestia me dejó en casa ocupada por occidentales y tipismos del pago los justitos; el servicio y algún jarrón. Y de salir a la calle ni pensar, pues se sitiaba la barriada y barricadas de frente son puertas y ventanas; hasta la chimenea tapiaron y por nada del mundo pensaban abrir. Me informó un inglés, entendido en té, que la coyuntura se tiene por pasajera. Si algo caracteriza a los orientales, dijo, es su aguante y estoicismo en las desdichas. Y el ser comedidos y frugales en la intendencia; que fueron atributos que especificó un americano ingeniero de minas. Y loa a su disciplina no le faltó a la esposa de un importador portugués. Ni el buen folgar que expresó un francés aventurero y vividor. Eso sí, no deben pensar a la recíproca los de afuera y de tanto en tanto intentaban el asalto con el cuchillo entre los dientes. SHR de M

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01-34 ¡El Congo! Suena de estar muy lejos. De más allá del mar, y del desierto, y de toda una jungla tropical. A mí, a mano me queda lo mismo una alberca de Alaska que un frontón de Teruel. O un brazo de un río inexplorado de África. No veo logro en el estar, mas no será de mi mismo pensar una compañía belga y al delegado en el río hicieron llegar un paquete, que a su vez, se le exigió acercase selva adentro y entregase al capitán Kurtz; un hombre al que entenderían excepcional. El caso que pese a tener a la vista las chozas vino a morirse en el sitio el mensajero, no sin antes intentar, aunque sin éxito, el que yo hiciese heredad del encargo. No era necesario, la canoa estaba a una flechada y por fuerza habríamos de dar con él. Con Kurtz. Calvo y parco, parecía percha de alemán. Y lo era, mas no lo grande e impresionante que se me refiriese. No. ¿Y la voz? Fría, atiplada, estridente de todo rango. Carente de gracia y tino, y sin embargo, tan afilada, que a su neutro deje, y sin carraspear, en el momento de conocernos sentenciaba a muerte a unos nativos. Y sin acritud, eh. Sin pulso pidió que la cabeza fuera les fuese, y fuera fue. No adivino en él oropel alguno y bien mediocre lo deja el empático. En ellos desde luego reside la gracia de entenderle valor, en los accionistas de La Haya, en los prefectos mangantes de la pedanía ecuatorial, o en los prestos desarrapados que rindan las riveras. Y en los aborígenes. Bueno, y el propio Kurtz que se lo crea. SHR de M

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02-34 No suele dar propinas Marie Sklodowska, mujer de mounsier Pierre, así que gorda y buena sería la nueva para plantar en las mejillas al cartero un par de besos sonoros. Éste, que en un altar tiene a la dama, sintió holgada la propina y más contento que un curado de lepra terminó el reparto diario y luego marchó a buscar a la novia. No podía disimular el joven lo extraordinario del suceso y, sin omitir ni el sonido del dulce ósculo, puso en antecedentes a la prometida. Pero no entusiasmó a la par la muchacha. No, no señor. Ni le hizo gracia. Y aunque para ella también sea madam Marie una mujer a imitar, que le babee el noviete no le cuaja cara y se mostraba un tanto arisca. Jean Loui y Antonieta son jóvenes y tienen tiempo por delante, tanto, que con unas carantoñas, y cuatro palabras bien medidas al oído, echaron a correr como los críos grandes que son. Consiente el padre de la moza los tonteos al saber que el rapaz es listo y de palabra, y en cuanto la espiche el tío-abuelo, y haga heredad, cuartos tendrá para dedicarse por completo al estudio o a lo que barrunte. Y hacerse hombre de provecho. No es que no lo sea ahora, que ciertamente no lo es, mas en nada se le echan los años encima y el joven queda esposo y cabeza de casa sin mayor trastorno. No sé si sabrá el chico lo que masculla el futuro suegro, el prisma de su punto de vista sería egoísta de no ser él un hombre bastante rico. Y de hecho con doña Sklodowska también tiene trato y un par de veces ha instado al matrimonio para que cultiven al futuro yerno; y así abandone éste antes el trabajo de pedal y le robe a la hija. Escuchando que cruzada y recurrente acudía a la boca la mención de la excepcional mujer, quise saber más de ella y esbocé unos por qué. La mujer es un coco. Una eminencia en lo suyo, y al buen calibrar del sujeto, quizá, y sin quizá, el ser más inteligente y ejemplar que hasta la fecha haya alumbrado la Humanidad. ¡Y con la boca chica lo decía! Ahora, lo que tampoco sabía el hombre concretar, era si antes se prendó del continente o del contenido. SHR de M

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03-34 De tarde en tarde me acuerdo del objetivo de la misión. Y también de la parentela de quién me la asignó. E igual de fácil que me viene el recuerdo, hago para que se desvanezca la evocación. Mas hoy se me planteó difícil el olvido al dejarme en clima glacial. Azotaba la estepa un aire tan gélido y tupido de cellisca, que hasta los abigarrados tiralíneas del ferrocarril dieron el día por imposible. Y los primeros los capataces, que no viendo más allá del medio metro, cerraron el tajo y juntaron para beber vodka y café en un vagón apañado; aunque al momento quietos, el transiberiano está en marcha. En breve abrirán la vía férrea, y cercano el logro, y cerrado el día, fueron generosos y compartirían festorro con quien se uniese. A ello me dispuse, pero encontrando extraño en dos que rehuían, tras estos últimos salí; más por saturado de humos y gritos que por intrigado. ¿Dónde habrían de ir? ¿A qué? La razón era sencilla y a media hora de andar sin ver, ¡y ellos orientados!, encontraron un pequeño promontorio en el cual arraigaban, fácil, los dos únicos árboles en mil kilómetros a la redonda. Troncos níveos pudiera, aunque al tacto, y tras ser serrados, resultaron ser dos recios colmillos de mamut. Ellos aseguran que son los dientes de unas ratas gigantescas que viven bajo el permafrost, y pese a repugnante el olor, y arduo todo el proceso de extracción, con nosotros arrastramos de vuelta para apilar en un montón que parece leñera. El joven, hijo del otro, exultante está porque a cuenta privada engrosan los colmillos las arcas. El viejo no. No demuestra pasión alguna. Aún queda mucho invierno para que enlace con ellos el adelantado de Vlaskiskova. Y que el trato sea justo. Y que viva lo suficiente para gastar. El hijo palmotea y ríe lo próximo que quedará la ciudad, el padre sabe lo cerquita que va a quedar Siberia del resto del globo terráqueo. El camino de hierro vendrá aunque sea para llevar. SHR de M

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04-34 Bestia no respondió y desconocía la magnitud del seísmo. Todo se movía. Lo suyo era irse al piso al rendirse todo horizonte y dudar uno mismo de su estar. Conmigo sufrieron el terremoto unos jóvenes que trabajaban de almaceneros en una tienda de Market Street; y al fieltro fue salir del edificio que se hundía. Toda la calle se vino abajo ante nuestros ojos. Mucho habría que decir del día en San Francisco, aunque al resumen oficial, y a las sondas automáticas, encomiendo más explayo, pues amén del aturdimiento por la desincronización de los giroscopios del empático, ahora mismo, insisto, me replican en la cabeza las sacudidas y me siento al canto de parir siameses mal avenidos. Ya diré más cuándo pueda, o deje todo de bailar. SHR de M

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05-34 La isla de Elis les espera, y entretanto no aparezca en el horizonte, en la proa del barco juega una piara de veinte jabatos. Lo parecen. Limpios e inmaculados debieron abordar el paquebote, sin embargo, ahora, por lo hacinados, complicado le resultará identificar incluso a las madres. Vienen entreteniéndose los chicos con un juego absurdo. Consiste en que unos hacen cola para entrar a un círculo que construyeron los otros con cachivaches y detritos. Y se custodia la entrada. Extrañísimo en juego de muchachos, la magra lúdica es un rigurosísimo examen. Se miden unos a otros la altura y el volumen del cráneo. Inquieren por lo saludable de la sangre. Se chequeaban lo extraordinario. Jugaban a discriminarse. A ser nuevos ciudadanos. … Intentarlo ser. SHR de M

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06-34 A la cuarta va la vencida. Sí. Me puso un cuchillo en las costuras. Después, capitán en la naumaquia del Buen Retiro. Y también estaba con Kurtz, a su diestra, en la jungla; títere era y vestía, y por ello fue lo mío más un rumiar que un reconocer. Y hoy, aunque con indumentaria de ricachón, topé con él en las escaleras de la ópera de Paris. Ahí caí, mas él ya debía tenerme hecha ficha, intuyo, desde el primer contacto, y se intentó escabullir de mí metiéndose en un aseo. ¡Aseos a mí! …… Ja ¡Aseos a él! Desapareció. Sólo el traje y los zapatos, y un bastón para fingir cojeras, fueron los vagos vestigios que quedaron en el cubículo; el empático no pudo localizar más rastro. Escamado, pues limpio y doblado de inspección estaba el atuendo, llevé ante el mozo encargado del lavabo, y al igual que yo, quedó intrigado por el suceso. Bueno, algo menos. Cosas raras suceden desde que está el ballet de Moscú en la plaza. Habitual describe el que agentes del zar, y enemigos, vengan a disfrutar el espectáculo y conchabarse. …… Yo tengo otra idea. Aunque en París... ¡Cualquiera se resiste a la intriga! SHR de M

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07-34 Fatiga no me es bajar. Lo que arduo me puede resultar a ratos es soportar a la gente que me encuentro. Hay de todo. Unas veces me son cargantes y otras me entiendo yo el pesado. Grato se me hizo tratar hoy con un joven anarquista. Sé lo que implica ser joven y anarquista, aunque creyéndomelo ininteligible se esforzó el muchacho en diseccionar. Autor del buen rato fue un aprendiz de zapatero que remendaba a la luz del sol unas botas de ante. Con pulso preciso avivaba el curtido. Con ellas patea todo poder que encuentra en sus momentos de asueto. Anoche no llevaba cuchilla ni botas, de haber llevado, otro hubiera sido el lustre final de la fiesta. Les dieron, sí. A él y a unos amigos que juntan para derrocar lo establecido. En cuanto reúnen, y toman, proponen. Y dementes les hay, confesó, que hasta llevan a término lo dicho. O intentar. No será el caso. La cuita que manifiesta tener abierta sólo es por una moza del baile. Aunque a pecho toma lo genérico, y que se cuide el guapito figurín que le pretende a la pipiola en la verbena. SHR de M

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01-35 Viene a saludarnos el cometa Halley y una expedición de científicos busca en el desierto de Trípoli el cielo perfecto. Hacen oasis. Tienen muy bien planificadas las tareas y da gusto observar lo lógico del campamento. El orden. Todo tan a punto e inmaculado, que entendí aún sin desprecintar la instalación. ¡Ni mirar por los tubos! pues de perder honor el alto dignatario que esperaban, no vería ni un chelín más la expedición. Y se cuidaba el jefe. Mantenía al elenco de sapiencias alejado de telescopios. Y el mecenas que tardaba. Cayó la Luna y poco antes de empezar a asomar el nuevo Sol, un riel de polvo a lo lejos avisó de la inminente arribada; tardía para el disfrute del firmamento. Con el jerifalte allí presente, se dio licencia y corrieron a los cacharros los hombres de ciencia. Y rápido pasó la mañana, salvo para el esperado, que sobrado de ropajes y grasas, sufrió un embotamiento del intelecto que le dejó como ausente de sí mismo y al paso del colapso. Temieron que el sujeto empeorase pero no llegase a morir, pues de hacer, con, o sin permiso, en bajini se juramentaron para darse a investigar sin más protocolos tontos. Por desgracia mejoró el hombre según fue cayendo el día, y con las estrellas arriba, y tisana en mano, afirmó, tras un largo discurso, encontrarse exultante y entusiasmado, y sin más preámbulos que se creía, cuando iba a dar apertura a la caza del cometa, se cerró en banda el cielo rompiendo la tormenta. Insultado por Natura, que se descojonaron los presentes, ordenó empacar todo el equipo y que mañana mismo con él regrese a Londres. SHR de M

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02-35 Los brazos de la torre Eiffel me recuerdan un astropuerto. Reconozco que París me emboba. Para evitar, hoy recorrí los tejados y observé desde el bosque de humos el palpitar de la ciudad. No soy gran atleta, pero obra prodigios el empático y me vuelve, cuándo quiero, un gato de azotea. Y no soy el único que corre de cornisa a caballete y vuela hasta una terraza. Entendí deporte al encontrarme un grupito de muchachos que a la guisa mía se entretenía en el vecindario, y otro fulano, solitario, que profesional del hurto aprovechaba sus dotes funambulistas; salía del Louvre con un portafolios a la espalda y a nada de descuidar le hubiese perdido. Pero no fue el caso. Le seguí sin ser detectado hasta su escondite. Allí le esperaban una mujer y tres hombres. Todo estaba orquestado y ahora se recogían los aplausos. Hasta champán de la Viuda de Clicquot descorcharon sin dolor. Eran ricos. Se les encargó una gran obra y con el golpe jubilaban. De audaz, se me hizo maquiavélico el tejemaneje de la dama, pues, a su vez, pensaba engañar a los compinches dando rata por liebre. Y fue mera casualidad el descubrir tras el cortinaje el otro portafolios con idéntica preñez. Sospechando, y aprovechando el tapadillo de mi traje, comprobé doble juego en todos. Entonces se fue la luz y se escuchó un grito ahogado en la habitación. Y al encender una vela, cual no sería la sorpresa al descubrir tieso al hombre-gato con una puñalada en el corazón. Y se sopló la vela y restalló un disparo. Raúdo abandonaron la habitación en tropel y el muerto al acto resucitaba. Y después de cambiar de peinado e indumentaria, escapó también ligerito del lugar. Redondo le hubiese salido el asunto de no ser yo deudo desde antiguo de Paula de Val Symeon. Un falso original se llevó el hombre, pues el bueno, el de mano del vinciano, ponga cómo se ponga Bestia, se viene conmigo pa casa; que me llevo colección. SHR de M

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03-35 No puedo cortarme un pelo que como tal no tengo, así que para no levantar sospechas, en una barbería, que encontré animada, entré pidiendo lustre para mi augusta calva. El establecimiento entonces se me desubrió tapadera al darme cuenta que los presentes tampoco estaban allí por tijeras y navaja, reunían compadres al gustar hablar en la intimidad del templo. Sermón de uno que poco peine conocía, desarrolló una teoría relativista que aunque bien explicada nos dejó a todos los presentes boquiabiertos. No sería la primera vez que exponía pues la referió la versión especial, la absoluta, que tendrá su miga, en breve piensa plantear ante las más altas instancias científicas, pero previo, a los compañeros de tertulia expuso por si entre risas hallaban el quinto pie. Y no fue. Y, sincero, ni se comprendió. Sublimaba el hombre los conceptos trasladándolos a la práctica teórica con naves espaciales y relojes. Eso sí, le escucharon con total atención al ser simples los principios universales, y ser simples representantes de humanidad los amigos; dignidad tenían para dar franca opinión. Me entró por el ojo derecho y con él decidí pasar el día. Y aunque no me invitase, con él cogí paso, y a mucho rato, que quiso parar a tomar el sol en un banco, también retomaba yo las palabras de la barbería y confesaba reconocer la veracidad aun sin poder diseccionar. Intuitivo le dije que soy y que vislumbro deslumbrante línea en la investigación. Vestí de suposiciones mías unos cuántos fenómenos que tengo presenciados de andar surcando el espacio. Niqueladas le fueron cayendo las cosas que tengo vistas hasta que toqué la velocidad luz. El no darle valor a cogerla, el mentarla agua, le sacó de la aquiescencia y me aseguró ser asunto enrevesado que daba al traste con mi confianza en los vuelos interestelares. Y experimentado, yo tampoco podía aceptar la matización. No abandoné el tema, no, me retraje sólo un poco en el tiempo y le puse en tesitura de viajar a la romana y augurarme cuán lejos llegaría con los conocimientos y medios de la época ¡Ni dos mil años! Acto seguido pregunté dónde hallaría seres humanos dentro de un millón de años teniendo en cuenta los previsibles adelantos científicos. De carácter peculiar, con ironía sugirió que ni el gato agitaría cascabel para entonces, pero que de tener que imaginar, lo más seguro que se andase en camino del mundo perisolar más lejano o de la estrella más cercana. Entonces, que era lo que esperaba, plantee la contraria. Y si hace un millón de años, o cien, hubiese partido de la tal estrella convoy hacia acá, ¿eh? 329


¡Pues me rió que se encontraría seguro con nuestra nave más acá de mitad camino! Sí, yo también tengo mis limitaciones. Vencido, que más me iba a costar darme a entender sin desvelar la identidad que claudicar, le dejé pensativo al farfullar lapidaria de uso corriente en mi hogar: “Dimensión única es la Vida y el resto sólo campos a llenar”. Y al buen rato, que se levantó despacito del banco, se despedía con el refrendo relativo. Sí, Relativo. SHR de M

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04-35 El primero de ellos que quiso tocar el fuego se abrasó sin duda la mano, hoy, muchísimo después, la persona que acerca el planeta al quicio atómico igualmente se achicharra. Y no seré yo quién se lo adelante. No. Con ella tomé café por conocernos; de refilón, la verdad, pues con María Sklodowska contacté a través de un tercero; frágil el nexo, no obstante sirvió para abrirme su saloncito. E impresionan. Salón y mujer. Ella epata per se. Y el saloncito, mal que desconozca, porque tiene tal carga de radio que el empático me sugirió no tomar más bocado y salir sin prisas; eso también. Hasta que se me informó de esto último, fraguaba dentro de mí la idea de que sin duda la mujer podría servir al propósito. Y por cuadrar todos los flecos pedí al empático que le fuese tomando los parámetros. Entonces fue cuando se me rechazó la interacción al estar desarrollando la mujer varios tipos de cáncer y tener los días dichos. Yo no lo entiendo razón ¡Nadie lo entendería! Mas Bestia y la Corporación así harán y en redondo se opusieron. Vamos, me amenazaron con denunciar ante el organismo pertinente si se me ocurría facilitarle información, o compuesto medicinal, a la mujer. ¿Será acaso porque realmente es idónea? ¡Por amor a la Ecuanimidad, si se sale de los gráficos la señora! SHR de M

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05-35 Da miedo la destreza de la carnicera con el cuchillo de pala. Dos maridos le harán falta para rellenar las enaguas, y recordándoselo al cuitado, alternaba el esquivar los nervios de la pieza con filetear al esposo; que si piltrafa, que si colgajo, que si cascajo de mala educación era, y que si en vez de su consorte fuese suegra, del saludable establecimiento le barrería sin dudar. Y dando prueba de lo sencillo, cambiaba al niño de cadera tras clavar la pala en el petril. El marido, metido en el periódico, tiene hecha la espalda y soporta. Debe desear salir de allí con cualquier excusa, y hace, al ser el encargado de acarrear las bolsas si la clienta es de alcurnia. Contento se levantó al oír la campanilla de la caja y atisbar un buen pedido, mas no tuvo reparos la matrona en endiñarme a mí el paquete alegando que la dama no iba a ir muy lejos. Por la mano ganó al esposo. Con prisas, pendiente algún asunto, nos despedimos del resto de clientela y enfilamos a su casa. Cierto que la joven no vivía lejos y que la casa era buena como para no tener que ir en persona a comprar. Pero le gusta el trato. Dejé la carga en la cocina y se me quiso despedir con un par de peniques, y al rehusar yo, me miró más atenta y encontró algo, creería, para preguntarme con medias palabras si yo era de su cuerda. ¿De qué cuerda habría de ser? ¡Si ni siquiera soy de este planeta! Queriendo explicarse mejor me condujo a un rinconcito para decirme, sin que lo escuchasen los padres ni el personal doméstico, que ella era sufragista y muy activa. Del WSPU. ¡Del WSPU! ... Para mí, tal si era de la banda del algoritmo neperiano. Casualidad, y que tenían concertado, de fuera de la casa vino un agudo pitido que hizo correr a la mujer a su habitación sin tiempo para decirme más, y tras desplegar un cartelón que desde el segundo piso llegaba al suelo, ella, y todas las ventanas y balcones de la calle, comenzaron a bombardear un carruaje en el cual, al final, se me informó que iban unos representantes del parlamento que son declarados reaccionarios. Un despilfarro fue. Tocino, huevos, coles. Engrudo de harina. Tripas y caras de cerdo. Surtido porcino se les arrojó encima cuando lo suyo, propuse, era llevar a esos hombres, y al pleno, a conocer a la parienta del carnicero. SHR de M 332


06-35 Al abuelo le dijeron “Alacrán” por muy costillado el cuerpo y harto malo. El padre, a todos respondió el saludo pese a requerírsele “Güeleamuerto”. Y él, desde corta edad, viene siendo demandado “Tumbamachos”. No es grande, ni fornido, ni muy listo que se diga. Ahora, aguerrido y destetado a cayena, no habrá tenido mejor coronel Pancho Villa en esta parte del desierto. Dicen estar haciendo la Revolución. Comentan esperar a que pase el calor para ponerse en marcha. Susurran que la Fortuna les aguarda en una población cercana a la frontera. Musitan. Todo son bisbiseos, y aun los labios mudos, en la duda rápido encajo. Desafío colectivo, pues a una hacen hombrada, decidieron dejar de huir, que hacían, y enfrentarse de una y a las bravas con la gente que les persigue; sólo por verme a mí la cara, supongo. Aunque también imagino que algo tendría que ver lo largo que luce el desierto y lo pegaditos que teníamos a los otros. Agachando el sol se concertó refriega con el simple acto de mandar unos guitarrones a unas peñas neutrales y ordenar que diesen armónicos de guerra. Bonito el estilo de citarse, se respondió al envite mandando otros tantos mariachis que aunasen voces y arpegiasen unos corridos. Impresionante. Calmosos hasta el momento, al redoble cruzaron el llano dándose balasera entre el polvo. Al disipar, resultaron vencedores los que venían azuzando. Para aprovechar la fosa que abre un barranco juzgaron rapidito a los supervivientes. La mayoría ya tenía el juicio hecho, y sólo por ser antiguos héroes del levantamiento contra Porfirio, tuvieron la deferencia de informar de los delitos previo a fusilar. Un par de horas tardaron en finiquitar el asunto. Lo que menos tiempo llevó fue cumplir la sentencia de los cabecillas, al exigir el mismísimo Zapata, que del cuello queden colgando los despojos para no mancillar la tierra, que limpia, es indigna de acoger los restos de tanta mala canalla. SHR de M

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07-35 Cuando la Ciencia y el Arte se juntan nadie niega que salen cosas curiosas. Y mucho más interesante todavía son las gentes que apadrinan estos mestizajes; el mundillo que se cría alrededor. Esto viene a colación por haber presenciado el rodaje de una película. “Moovi” dicen ellos para resumir un montón de conceptos, y del atajo, lo que queda es una banda de majaras que pone en imágenes bidimensionales sus sueños. Se me refirió ejemplo que con libreto del egregio señor Verne lanzaba al Hombre a la conquista de la Luna. Y ganas me entraron de visionar el film, mas estábamos en un mero plató, y a mano no se tenía infraestructura al ser la película que se rueda al corriente de una temática bien distinta. Es pornográfica. Vamos, a mis ojos se me hacía etnológica por los achuchones que se daban, mas quitándole cualquier suspicacia, un electricista, “Chispas” a todas luces, me informó ser la escena presenciada un dramón bien conocido. La típica secuencia de la mujer que vuelve a casa sorpresivamente y se encuentra al esposo con otra, y en vez de tomar el engaño a la tremenda, se deja de monsergas la cuitada y aun sin conocer de nada se da con ganas al barraganaje. Sueños, ya digo. Y si por el chispas fuese, únicamente la divina Sarah Bernard tendría cabida en la pantalla. Aunque con las mismas, me dijo que tras una caída de escenario a la susodicha le amputaron una pierna y todavía se está en que quiera vivir para contarla. A la mujer hicieron mito y mal viven estos la realidad. SHR de M

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01-36 Quedó la casa primera línea de frente, y, antes que abandonar al pillaje, prefirió quedar el dueño custodiando los enseres y dando reparo a los ocasionales daños que cause el conflicto bélico. Y bien conservado mantiene. Al menos por dentro. Puertas y ventanas tabicó y por ello no me enseñaba los abundantes destrozos que hacen ratones y obuses; le quemaron el pajar y el ala de servicio, y el jardín que con todo primor cuidó hasta el fin de sus días su querida esposa; ahora, erial de alambradas. De la mujer e hijos cuelga retratos, y de los nietos, y de los padres, el resto de vetustos familiares que al óleo tenga, atesora contra la pared al no disponer de espacio. Bien hermoso es el gabinete, aunque tan saturado de lo valioso que por el inmueble tuviese disperso, que un tanto agobiante sentía el lugar. Del error, de la falsa aprensión que empezaba a insinuar a los espacios cerrados, me curó al destaponar una frasca con vino de las Landas. Aderezando el refrigerio, y que ganas tenía el hombre, me puso en la oreja los últimos dimes y diretes que recorren Europa; que si tales y cuales son unos canallas; que a estos otros no te los pierdas de vista pues lo único que buscan es una salida al mar; que aquellos tienen excedentes demográficos. Y acullá rebosan de género sus depósitos y a alguien se los tendrán que endiñar. Y la corruptela de reyes y primeros ministros. Ah, bueno, y los países comparsas que cobijan bajo bandera de conveniencia. ¡Y los infelices que sin noción de ser únicos se prestan a que se les explote o dispare! ¡¡El planeta es una mierda!!... y lo decía él, sí. A la cabeza me vino la vez que vi a un anciano abrirse el gañote con un cuchillo de piedra. Y por no revivir la experiencia, quise levantarle el ánimo poniendo sucintos ejemplos de lo bueno que también tengo visto en el Hombre; que lo hay. Algo mejoró su semblante y espíritu, pues sin dar explicación, trasteó en un arcón y sacó una frasca de coñac napoleónico para darnos a lubricar las cuerdas. Sólo por viejo será filósofo y me largó un par de perlas: Mientras se cumpla la parte en el trato y se respete la heredad, no puede ir hacia atrás la cosa. La Humanidad. Pellejuelas y cascarrias son robos y guerras, pero, joder, son muy malos de llevar. SHR de M

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02-36

Armand du Bologne se oculta debajo de la cama por el día. De noche, sienta en el colchón y observa el cielo cuajado de estrellas y barrotes. Vive en un siquiátrico desde que acabase la “gran guerra” y todavía no han conseguido sacarle ni el nombre. Yo sí. Se me dio con la naturalidad del lunático y cómo a alucinación ordinaria me recibió; nueva me entendió, eso también. Trincheras y espinos imaginarios atraviesan la estancia, y aunque recordaba mi cara, no lograba fijarla a ningún recodo del frente. Seguí su chamba y sus miserias, y comprobando que las revivía reales, desistí de chincharle tal me sugería un tetrapléjico que llama Fritz y que, resentido, en el pobre loco entendía enemigo. Y no porque uno fuera francés y el otro alemán. No. Ambos comparten habitación en un sanatorio suizo que las familias pueden permitirse; cerca hay otro pabellón para gente menos pudiente o rebotada de toda institución. Cajón de sastre son las enfermedades mentales. El mismo Armand tiene una complicada patología. Carne de primera línea, le quedó la fijación. Aunque no suelta prenda, bien le conocen los doctores y enfermeros, y al ver que conmigo se abría, y que ellos eran los del turno de mañana, me consideraron estímulo ultimísimo de los inquilinos y me ofrecieron trato deferente. Lo que les interesa es que esta gente esté controlada y no se presente con la pistola en casa de los padres a medianoche. O que estos mismos no se descompongan al abrir el periódico en el desayuno y leer que el hijo cometió cualquier peregrino magnicidio. Las elites tienen miedo de sus propios chicos. Y se lo merecen. Han dejado hacer convirtiendo la guerra en la industria sabida que es. A lo bestia. ¡Abierto se vende el siglo a la Ciencia y sus ensayos! SHR de M

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03-36 Acostó la anciana siendo sierva de la gleba y levantaba revolucionaria sin saber. Los milicianos que se dejaron caer por la aldea informaron del fin del Medievo. De ahora en adelante van a cambiar mucho las cosas, aunque por el momento, se ordenaba a los labriegos que siguiesen a lo suyo; algo de carne fresca faltaría para poner al plato o ante el cañón, pero escapados los otros, en el terruño se enfangaron los aldeanos sin necesidad de más explicaciones. La vieja no creo que entendiese al ser sorda tal tapia. Pero el nieto sí, y oír, y acatar sin otra los mayores, a él le dio alas para pese a muchacho, coger el hachón de astillar nogales y dirigirse al pabellón de caza del príncipe Ipin Ipinipanovich. Alguien normal tardaría día y medio, de no dos, en subir la montaña y dar con el palacio, mas curtido en hacer mandados, atacó la barranca a mano limpia y pese al frío a mediodía hacía cumbre y se presentaba. A mí no, que a capucha puesta tras él hice la ruta, se presentó al guardés. Obvio que arriba sabían de la revuelta, y no teniendo llamado al chico, algo recelaron, mas igual que haría otras veces, dijo venir a saldar su deuda de agro, y endeudado, le invitaron a cortar leña al acompañarle el pertrecho. E hizo, con una soltura, con un ritmo, con un empeño, que a poco tuvo el mayoral que admitir el buen trabajo y comunicarlo a su señor. Y salió éste. Se acercó a la leñera el príncipe para felicitar a su “vasallo”, aunque no llegaron a intercambiar vocablo al hundirle el muchacho el hacha en la cabeza y luego escapar por la ventana. SHR de M

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04-36 Revueltos están los tiempos y dónde se mire hay gritos. Ponderando mi integridad a su estilo, Bestia me dejó en plena India. Tal cual digo. Despropósito se entienden las nuevas leyes y miles de personas quejan su parecer. Llenaban las calles de Amritsar con sus demandas hasta que se presentó un batallón de ingleses con órdenes contundentes de no tolerar la algarada. Y abrieron fuego contra todo lo que se moviese o no pudiese correr. Todo. No es plato de gusto presenciar estampida humana. Y menos participar. Desbridada la masa, muchos murieron pisoteados o asfixiados en la avalancha. Yo, como otros pocos, tuve la suerte de poder refugiarme en un aljibe, que caído en desuso, tenía mal sellada la poterna. El templo de Oro, que llaman, nos brindó refugio a unos cuantos aunque a muchos otros no, y oyéndose a la redonda las descargas, en susurros nos manejamos la mayoría del tiempo. Conmigo por respaldo, le preguntó una niña a su madre el porqué de tanto encono. Y no sabía qué contestar la mujer. Tras unos segundos recapitulando, susurró ser cuestión entre gentes importantes que no entendería la menor. Pero comprendía, vaya si así era, pues al agua se tiró otro presente para asegurar que aunque aleguen los británicos ser la India el jardín más delicado de su casa, lo que aparenta a pie de charca, es ser alacena para meter mano a diario. Del mismo parecer era el resto, y poniendo su gota, otra señora expuso razón sobrada el mero miedo que se les tiene a las trazas. Y sobre todo, sobre todo, que a daga puntualizó un viejo barbudo, el saberse fuera de su isla los británicos. Bueno, y la locura del responsable que siempre es pretexto. SHR de M

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05-36 Buena razón tenía para sonreir un páter de Washington pese a promulgarse una absurda Ley Seca. A él le ampara el del Sagrario y excusa tendrá para tirar del vino de oficiar. Juntaban por tal motivo en la casa del párroco un médico, un boticario, un tasquero reconvertido en alquimista, un mando alto de la policía y el ex-juez del distrito. Y un par de maestros con sus mejores alumnos, que ya entrados en la universidad, presentes estaban en el lugar por simple casualidad coyuntural; y que se llevan. Acabado el ágape, pasaron a la biblioteca y allí fui presentado danés erudito y gustoso de todo caldo. La Ley Seca amordaza y amedranta, pero trasegando yo el primer buche, acabaron los reparos y prosiguió la charla al cobijo de un oporto de allende los mares. Y cuidado que estaba bueno. Loas se hicieron a la ambrosía y a otros muchos primos hermanos de los que subo muestra a la nave. A mi me ayuda el empático al conocimiento encargándose de mis tolerancias, ellos, bajo prescripción del galeno presente, y acercando el de la botica, de cuando en cuando tentaron un alcaloide de la hoja de coca que apaga la borrachera y anima a seguir con la cháchara. Y puestos a no hacer a nada ascos, por sugerencia del magistrado, consumieron unos derivados del opio que con nombres gloriosos invitaban a la cata. Y aunque de ordinario no se colocan a la guisa, les es razón los futuros precios del mercado negro. ¡O el querer pegar un peo! SHR de M

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06-36 Matar es demasiado sencillo en la Tierra. Poco reparo tienen para en nombre propio o en el de cualquier ideal dar pasaporte al más pintado. Excusas no les faltan, y cuando no encuentran, patológico, otro tanto les importa. Así viene siendo desde antiguo. Uno de estos asesinos confesos que son los humanos fue encontrado culpable en Francia y condenado a la guillotina. Landrú llama el elemento, lo que por cierto proporcionaba gran hilaridad en el hombre con el que mantenía yo la charla. ¡Landrú! y reía. Este mío llama Constancio Congomera Gutierrez, y pese a no levantar recelos en el vecindario, asegurá haber matado más que la moscarda. Rememorando a vuelapluma, entre los muertos que hiciese antes de alistarse, y los hechos desde entonces, parroquia calculaba como para poblar dos cementerios; uno musulmán y otro cristiano. ¡Y ufano! No tiene remordimientos ni le atosiga fantasma alguno, en la tesitura de ser el finado también estuvo, y viendo natural “el juego”, incluso me enseñó la espalda dónde guarda cicatriz abierta de guadaña recibida no ha mucho en Annual; y que quizá, sea la herida que le lleve a la tumba. Y no lamenta. Ni la primera cuchillada que le dieron de mozo en la feria. Ni un tiro por la espalda en el correr de una protesta callejera. Ni un conato de linchamiento tras robar una gallina. Y mucho menos la vez que quedó cojo de por vida gracias a una recién casada hecha viuda. No lamenta, no. Sentado en una azotea de Chauin, espera la llegada de la Fría con el sable desenvainado y presto al duelo. A mí o a cualquiera dará batalla porque se niega a bajar del fortín, y viejo purulento, se le deja que sin pagar more la atalaya para ver si le tumba el relente y se reparten botas y medallas. SHR de M

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07-36 En el observatorio escucho lo que transmiten por ondas, pero idea de lo que para ellos significará, cogí en contexto doméstico al estar pendiente la familia de Utbeska, y el resto de Europa, de la exégesis cosmogónica que vía radiofónica les suelta Vladimir Illich Ulianov. Un enardecido orate. Tras despacharse el hombre a gusto, se devolvió la conexión y ocupó el tiempo de antena un comentarista que se encargó de volver a sacar lustre a la encíclica; aunque de por sí del pico saliese bruñida. A éste otro no le prestaron atención regresando a sus quehaceres. La madre de Utbesca y la suegra están seniles y bastante les entretiene el cavilar el aspecto, y el tamaño, de los hombres que viven dentro de la caja de voces. Los hijos pequeños y los nietos juegan ajenos a las palabras que digan los adultos y que no vaya con ellos. Sólo las hijas mayores, y ella misma, al tener movilizados a los maridos, saben y sopesan cuán ardua será la empresa que les aguarda, y por ello nada dicen y siguen dando plumero a la casa. La Revolución la temen imparable. SHR de M

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01-37 Pretendían dos muchachos auparse a una cristalera alta para fisgar, y al darles yo el chisteo por lo indecoroso del acto, pese a azorados al ser descubiertos, arrojo y gesto tuvieron para declararse amos de la finca, y en todo caso, ser yo el fisgón entrometido; cosa bastante cierta, desde luego. La panda de chicos es bulliciosa al alistar en la compaña los citados calaveras, tres muchachas de la misma edad emparentadas por la artesa, y otros cuatro o cinco chavalines y chavalas que sin relación directa con la casa gustan jugar en sus jardines. La trastada del día presencié fraguar al conchabarse los chicos para robar unos pasteles que hornea el panadero y que al otro lado de una tapia se desembarazaban del calor de la cocción; antes de prestarse a tomar asiento en la vitrina y deleitar a simple ojo. Días llevaban oliendo y haciendo baba los micos, y por ser inicio de estío, y que probablemente así le dejen tranquilo el resto de géneros, a mano los dejó ex profeso el repostero para que le volasen. Sabe que de todas formas le van a buscar las vueltas, y prefiere cebar hasta la hartura y dejar saciadas a las alimañas de una para todo el verano. Y así será, después de cerciorarse de lo viable del golpe, unos pocos saltaron la linde y se comieron sin respirar lo menos las tres bandejas; el resto llevaron en una saca hecha con la camisa del benjamín del grupo. Y se compartió el usufructo del delito a la fresca de una fuentecilla, al resguardo del sol y de toda indiscreción. Buenos y rebuenos estaban. Deliciosos los pasteles, al extremo, que tal empacho agarraron que probablemente renieguen de todo dulce en lo que les quede de vida. El pastelero también fue crío y recuerda lo que es. El mismo hijo que tiene es de la cuadrilla, en concreto el que prestó la camisa, y por saber reconocer hasta en las manchas su marchamo, el chiquillo, mientras los otros se pudrían las muelas, fregaba y refrotaba en un remanso el lino de su atavío intentando que escupiese los lamparones de chocolate. Y aunque no desaparezcan del todo, no creo que a mal tomen los padres la participación. Sin mencionar el apreciable encanijamiento, en el intelecto también va lento el chico y en el juntarse con estos barrabases quieren entender los progenitores que le hace bien. Y consienten. Todo el año pasa el chiquillo entre las cuatro paredes de la tahona y el trecho conocido a la iglesia, pero en verano, que se toma vacaciones hasta de ir a misa, al tirón de los otros sinvergüenzas ven crecer. Y aunque asilvestre, es un embrutecimiento consentido. SHR de M

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02-37 El Universo está tan bien repartido que da el pego de abandonado. Usan sin embargo los humanos la creencia contraria y no hay uno de ellos que crea en la balanza. Los que nada tienen quejan su carencia, y los que mucho atesoran maldicen su opulencia al tener siquiera ras. Más. Más. Salvo del dolor, y también hay, de todo plato quieren doblar. Convencido estaba hasta que escuché hablar de quien se abstiene del elemental alimento por lograr una utopía. Unas rentistas de Milán comentaban la cruzada emprendida en la India por un indio, un hombre bien intencionado en todo caso, que con un golpe de audacia designó su propio cuerpo campo de batalla declarándose en huelga de hambre; y el noble propósito no se especificó. No debe ser oblea de sobremesa la pastita y dejaron en el tintero. Quizá hubiesen seguido de no presentarse en automóvil una nueva contertulia. Y ésta no ser tan torbellino, pero siendo, antes de sentar y quitar el chaquetón, ya le inquirían las amigas por el viaje; la visita; la vida aventurera. Es intrépida la gacela y tiene casi todo el mundo hecho. Es amazona, piloto y hasta si se lo siguen proponiendo, puede que algunas medallas le cuelguen en la próxima Olimpiada; “Olimpiadas de la Era Moderna”, dijeron. ¡Ah! Y de los amantes que dejó rotos ni lleva la cuenta la joven; las amigas, sí. Comprendo que Bestia entienda más interesante la vida de esta señorita, que por ejemplo, la del indio de la India con el que empecé. Lo que me pasa, y creo que se transluce la jodienda, es que yo mismo podría escribir obra émula de la vida de la señorita. Y sin embargo, confieso sucumbir cómo un humano y entender excepcional lo de aquél. ... Si se me permite que lo diga. SHR de M

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03-37 Un rastrillo en Central Park. En Nueva York. Gentes de todo el mundo mezclan gritos e hibridan sangres bajo los últimos estertores del invierno. De los cinco continentes entra género y se perfila metrópolis terráquea. De todo hay, hasta un negro, que olvidado de no ha muchas glorias, vendía por moneda sólo dos o tres acordes de su saxofón tenor. No más. Tuvo durante un tiempo compañero que echase al piso arenilla para hacer más dulce el repique de los pies y acompañar. En aquellos lejanos días sí daba holgadas las notas, y derrochón, y extasiado, nunca estuvo al tanto del quebranto que le hacía el socio. Lo bien que casaba su música con el claqué. Él cerraba los ojos y amorrado a la bocacha derrochaba Arte. Hoy no. Hoy, con cuentagotas, lo derrama. Es un mendigo más, sí, un diógenes, indiscutible, pero, y aun racionados, un par de compases suyos bastan para volar. No destaca del decorado que es el parque. Su existencia se descubre por el respeto que algún entendido, o ignorante, le dedica ocasionalmente. Un saludo, una complicidad. Una moneda. …… Bee-bee-bebob/ Bee-bee-bebob/ Bebob-bebob-bebob …… Incansable extiende por él la mano un maniquí exigiendo óbolo. A mechones desperdicia el magisterio. A él me acerqué, y tras confraternizar al tiento de un buchito de petaca, me dijo bajar por capricho al Averno buscando inspiración. Y casi la tendrá. Comentaba al trasiego estar pendiente de una nota, ¡una!, y cuándo la tuviese, a las tablas volvería con el pobre Rigoletto. Rigoletto era el tenor; lo que quedase. Por un momento me tuvo el hombre en la duda, aunque de ella me sacó otro desarrapado que dijo ser virtuoso por su parte al pincel, al brochín, y a la brocha gorda de haber necesidad. Y afirmar, sin abandonar la desparrangada postura, poder hacerme retrato cubista cómo de lisiado sin remedio. Y que de no ir con ideas de soltar perras, ya podía ahuecar el ala de allí. Que dejase de eclipsarles el Sol. SHR de M 344


04-37 Cacharros hay en la pista, no muy antiguos, en los cuales no montaría ni por todos los diamantes que pueda esconder esta galaxia. Pero vuelan. Son básicos sus principios y consiguen despegar del suelo y en el aire sustentarse. A cualquier cosa le llaman avión y a él se confían. Nuevo es el negocio y harto rudimentario aún lo entiendo. Un mecánico, artesano en toda regla, andaba ajustando unas válvulas del aparato que le llevaría a la Libertad. Pensaba volar de Londres a París, y de allí a Milán, y luego confíaba en que le fuesen dando dirección en ruta al ser su intención llegar al mismo Moscú. Al paraíso Socialista. Lo mismo le daría al hombre que me interesase por la aeronáutica como por la política pues al trasteo del motor estaba y respondía sin muchas ganas, y viendo que se aprestaba a probar el reglaje hecho, le pedí, pues me salió un punto temerario, que me llevase con él para ver la Tierra desde el cielo. Muy lejos me advirtió que no iba a ir, revolotearía por las inmediaciones sólo para chequear, y aunque era capaz de hacer muchas cosas, palabra dio de no buscarme el vómito. El firme de la pista es de hierba y sobre ella rodamos hasta alcanzar la velocidad crítica. Traqueteaba el motor el impulso y al golpe de palanca ampliaron los alerones el arco del aire y ¡Ale hop! ya estábamos arriba. El piloto pretendió ser fiel a la palabra expedida y en un principio no realizó acrobacia que me impresionase pese a que me describía las posibilidades infinitas. De la guerra pasada no quiso hablar, mas superviviente de ella, y laureado, y por desde entonces no necesitar repetir, me bosquejó unas cuantas maniobras que rozan lo fantástico al contradecir aparentemente buena parte de la Física. Eso manifesté, tonto de mí, en alto, y para no quedar él por embustero, y que todos los del gremio tendrán fuga de aceite, se lanzó a demostrarme clavando un picado tal, que antes de remontar, tuve tiempo de contar los conejos de una granja. Y rizos. Loopings. …… Y no hablando, que a mí el mucho miedo me deja mudo, volvió a esbozar intención de picar, aunque esta vez acabamos entrando en barrena y estampándonos contra el suelo. Yo salvé la vida gracias a llevar puesto el empático y dejarme rodar contra unas balas de paja, pero aferrado a los mandos quedó el comandante de la nave hecho un chicharrón. No puedo quejar de la Suerte sufrida, ni por ganas, ni por dolorido. 345


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05-37 Sin previo aviso me dejó Bestia en Japón. En mitad del Palacio Imperial. ¡Toma ya! Ganas tenía, desde luego, mas era momento de luto y pese a ir a tomar trono el nuevo emperador, por respeto y fario, hasta que no se diese rúbrica al ceremonial, habría que mantener las formas; no se movía una sombra, todo ruido se escrutaba y el silencio era sepulcral. El único sitio donde constaté vidilla fue en un ala alejada de palacio; residencia de la servidumbre. Y sólo doncellas. O eso creía yo, y creería, de no sacarme del error el empático. Algunas de las gráciles muchachas que correteaban el sitio eran muchachos. Aunque tan quedados al papel, que indistinguibles al ojo se prestaban sus anatomías y la urdimbre de sus versos. Haikus. Escuetos, cuando agarran hacen daño. Rumiando uno precioso me acerqué ensimismado a un remanso de agua que se quiere, y se puede, ver lago. Poca distracción de jardín había, dos o tres piedras volcánicas y un bancal de arena rastrillada. Envolvía la quietud un bosque diminuto. Armonía. Equilibrio de fuerzas me transmitía el conjunto hasta descubrir al jardinero, que complaciente, acurrucado permanecía en un esquinazo para no desentonar y romper el paisaje. Y no quejé, mas entendió el fastidio, y compungido lamentó el fiasco de su obra. …… Tiempo, sí. Desde luego que necesitaríamos más tiempo seguido entre ellos. SHR de M

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06-37 Me jode reconocer cualidad en Bestia, pero tiene. Y no cabe duda que la precisión es valor seguro que maneja; cuándo quiere. Capaz fue de colarme en un avión que llevaba intención de cruzar el Atlántico. Me encajó en la aeronave para consternación del piloto, pues verme, y calcularme la masa, echó cuenta rápida y temió estrellarse. Y casi lo hacemos por el respingo. Mas no, no aporté peso y debido a ello me entendió producto de la tensión y del continuo clavar los ojos en las nubes y horizontes. Y en las olas. Sólo había mar bajo nosotros. Algunos intentaron antes saltar de continente a continente sin mojarse, aunque se me hace que fácil que sea éste el primero en llevar a término la proeza al estar muy motivado y ser las condiciones atmosféricas aceptables; que no óptimas. Alguna corriente pudimos coger que nos catapultó a los mil pies, y con las mismas, viniendo soplo de cola, a plomo parecía que caíamos al océano. Pensando distraernos de estas angustias arrimé la charla a las auténticos motivos de la aventura. Y chispeándole la mirada, me insinuó un montón de razones a las cuales no podría objetar; ni tenía intención. Y la última de esta retahíla que digo, fue simple y llanamente porque se puede. Y él lo va a demostrar. Lanceta es el Espíritu de San Luis para pespuntear el cielo e hilvanar los continentes entre sí. SHR de M

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07-37 Prueba de la inmadurez humana son algunas de las creencias que gustan. Son cuadraturas de círculo tan perfectas y cojas, que incluso adultos, siguen devotos a ellas y a los hijos inculcan. De hecho suele ser en la edad temprana cuando más poblado tienen el panteón de mitos. Gargantúa, Santa Claus, los Reyes Magos, la Bruja Pirula… el Hombre del Saco. Y, entre otros muchos, uno que se me presenta desconcertante por su idiosincrasia: El Ratoncito Pérez. ¡Vaya ser! ¿Para qué querrá tanto diente? ¡Si hasta los coge pochos! El padre del muchacho que echó el diente acabó reprobándome a ojo el que tanto preguntase por la figura; aunque suave. Temo me tomase por memo escapado de sanatorio y se limitó a invitarme a salir del cuarto y esperar en la cocina. Y no tardó. Bajó al ratito, y, después de hacer unas llamadas telefónicas a las instituciones que consideró oportunas, se puso a disposición de cuanta duda me habitase el alma. Y preguntón que soy, y descreído, pretendió dar verosimilitud a cualquier cuento diciendo que él mismo llevaba años trabajando para acabar con una pandemia malísima. Y por mucho que se esforzase, por mucho que trastease en las probetas, no dio con colofón al empeño hasta que hace nada... ¡Voila!, a la vuelta de unas vacaciones, por arte de birlibirloque, encontraba en la mesa de trabajo el milagro. ¡El antibiótico perfecto! Ja. Allá él si cree, y si no es capaz de entender lo abyecto de la labor del Ratoncito Pérez. SHR de M

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01-38 Tal árboles que no se riegan mueren los edificios. Basta un revés climatológico, un rumor de falta de líquidos, para que se seque el retoño de hormigón; agostada queda la estructura de quebrar la bolsa. La misma gente que hasta hace bien poco iba echando remaches a las vigas, desclava ahora con los dientes para revender al peso. No se les paga desde hace la tira y al derrubio y poda de los esqueletos preparan caldo para la olla. Nativos americanos, y emigrantes europeos, venían haciendo cielo en Manhatan hasta el crack, de allí para acá, muchos van cambiando de idea y piensan pasarse a la otra costa para hacer real el sueño americano y vivir de lo que puedan. Aunque sea la economía una cuestión de cuasi mundo global, sigue siendo la hambruna causa sobrada para correr tierra y dejar los muertos sin enterrar. SHR de M

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02-38 Chapeau por Bestia que cuando quiere se porta. Supongo que atendiendo a una sugerencia no muy antigua mía me llevó a conocer al indio de la India que indicase el otro día. Sé que es él por referírseme, a poco que inquirí, esa gesta y otro centenar que aun de importancia doméstica no carecían de su aquél. Razón tenía yo y el hombre es excepcional. Le llaman “El Alma Grande” y no se achica a mi criterio ni un ápice. En las marismas di con él mientras ejercía el simbólico gesto de agarrar un puñado de sal. Desobediencia premeditada la suya al recorrer a pie los trescientos ochenta kilómetros que distan entre el salero de su mesa y la salsa de la costa. Un paseo nada desdeñable para un acto que se lee pose. Es un ser ejemplar, sin duda. Arrastra sin violencia a la multitud, y tras ésta, a toda la Humanidad. Y aunque Bestia precisamente por esto me lo pinta inadecuado, yo creo que con una pizca de su talante, algo de la vitalidad de Alejandro, y la inteligencia de María Sklodowska, tendríamos sin lugar a dudas el Hombre perfecto para tratar. SHR de M

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03-38 Bitxori hija, aun siendo su onomástica, tampoco consiguió licencia en el trabajo. Queriendo hacerle llevadero el día, los hermanos, y el novio, le acercaron a Bilbao en la trainera del patrón; es chalupa recia, aunque embancada para los sanagustines y de ahí que pese a ir rechula en el castillete de la pala, la amoma, desde la ventana, temía que el ímpetu de los vástagos, y del de Zorroza, dejase a la hija en la ría. No por Dios, no. No quiere presenciar y retranqueándose exorciza el fario. Si la muchacha no acababa en el agua, y se daba el día bien, previsto estaba a la noche que bajase familia de los caseríos circundantes para presenciar la pedida. Prestándome a mano, y que el aitite es convincente, me acerqué a la plaza de Martiartu por si encontraba aldeana que me diese unos pimientos choriceros y alguna cebolla morada; que se echaban en falta. Y aldeanas rondaban el pórtico que cede la iglesia, mas vacíos reposaban los canastos al ser el día de corrillos y estar vendidos los cestos desde temprano. Y ¿Por qué? Pues porque cambiaron la fórmula de gobierno en el país. Echaron al rey. Y temen, son así. Y por mucho que se hable de calma y orden, y que se hizo de forma democrática, runrunea el aire tiempos inciertos, y ante cualquier cambio o agitación, lo mejor, lo menos malo, es que les pillen avisados. Con la fresquera llena. SHR de M

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04-38 Fatass Lucky llamaban a un hampón de medio pelo, que por orondo, fue blanco idoneo para veintitrés disparos a bocajarro. Y no murió. Quedó boqueando en un callejón de Chicago. Le atendió los espasmos un socio, uno al que algunos llaman Knife Kid y otros El Migala; ambos álias poco acertados, pues al comprobar que el compinche no tenía remiendo, en la base del cráneo le apoyó la pistola desparramando los sesos. Y no doler, no. Y no expresar emoción alguna hasta que seguro de estar a salvo, ¡a casa de Joe Lamasquino corrió!, desdoblarse en pura llantina y narrar lo sucedido. La encerrona sería cosa de un gang rival, o de algún sufrido beodo que no hubiese visto con buenos ojos, aunque sí paladeado, que sirviesen alcohol metílico por etílico en sus combinados. Ajustan las cuentas a metralleta, digo yo, por ser cuestión de dipsómanos la pendencia y andar con el dedo bailón. SHR de M

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05-38 Suelo llegar tarde a todos los ajos, sí, aunque hoy estuve en el meollo. Sentaba en la escalinata de un edificio emblemático cuando olí humo. Ardía el Reichstag. En seguida se levantó el grito de alarma y en nada se intentaba atacar el fuego, mas viva que danzaba la llama, imposible la extinción se planteó y mejor verlo desde lejos. Distante, y acercándome desde la lumbre, un curioso de los ya reunidos me preguntó si testigo era del suceso, y al afirmar, eufórico por tener noticia, voceó a los alrededores mi presencia. Tan agitado estaba, tan calentito el ambiente, que me calé la capucha desapareciendo de escena. La palabra del sujeto se volvió entonces testimonio y juró haber visto salir al menos un hombre del fuego. Conjura de pacotilla se haría a los presentes, y segunda voz, otro de los reunidos manifestó haber visto escapar de las llamaradas a cinco. Cinco sí debió parecer bien a unos, aunque el número siguió creciendo hasta términos insospechados. Diez, cincuenta, cien. El millar de pérfidos comunistas se habrían conchabado en torno al símbolo para hacer la pira. Los dígitos se contonearon, lo que arropó enseguida el vulgo fue la participación de bolcheviques. También agitó cola un rumor que hacía referencia a la involución de masones y judíos, aunque teniendo estos un buen montón de chancros asignados, mejor le colgaba la percha al oso ruso. Aviva malas palabras la lumbre del momento. SHR de M

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06-38 Ata más la Conciencia que un barrote. Amplia es esa celda. John Rascall lo sabe y no es preso que dé mucho la murga. Con él comparte camerino de estrella otro enemigo público, que careciendo de moral alguna, no ve rejas que le retengan. Éste entretiene el recreo observando el vuelo de los pájaros y sintiéndose polluelo que aletea la emancipación. Alcatraz llama el sitio y alcatraces flirtean en los aires flotando su libertad. Alambradas de espino, puertas con gruesos cerrojos, tabiques, los guardias con sus fusiles, y el saberse en una isla lamida por frías corrientes, no son lastre para despegar cuando brilla el Sol. Con él, toman asiento en las gradas del patio y se dejan mecer. Poética debe ser la percepción por mor a la cordura, de no, uno echa al ojo lo que nadie quiere cenar. Los hay que purgan, sí, pero son los menos. La media de la condena es muy alta y algunos tendrán eslabones para rimar varias vidas consecutivas. Reúne lo mejorcito de la morralla, y de tan cultivada escuela, no puede salir nada bueno. Ilustres doctores forman estas universidades. Universidades masificadas, desde luego. SHR de M

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07-38 Oriente, Oriente, Oriente… ¡Oriente! Chinos por aquí, chinos por allá, y toda la China para patear. Van camino de Shaanxi con idea de dar puntilla al gobierno. Van a matacaballo para haber hecho marcha de diez mil kilómetros. Y luchados. ¡Refresca el paso saber cerca la ciudad! En pocos días tocarán aldaba, pero entretanto no les sirvan, los bizarros de la mesnada se trocan marmitones y a la voz del cocinero sumisos mueven ancas. Y eso que el cocinero es enemigo. Le capturaron bastante lejos y en la trocha se hizo indispensable en el puesto, y para que no lo abandone, le cortaron los ligamentos de una pierna y atravesaron de lado a lado la mano derecha con un punzón de hierro. Y la mujer que lleva consigo, esposa, pendiente tiene el pescuezo por si ocurrencia tuviese el marido y echase hierbas de sopor eterno; buscando escape para adelante. No hará, no. Se esmera en la encomienda que tiene. Refinado es el aire que despliega para ordenar dar ritmo a un mortero o cundir con miga una ligazón. Se centra en cada plato como si fuese entraña que esculpir. No hay más mundo ante él que su cocina. No ve vida alejado del fogón. No entiende ironía en servir a los enemigos de su antiguo señor. No atisba cambio alguno. SHR de M

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01-39 Amargo desperté por un mal sueño que no viene al caso. Arrastré los pies desde primera hora de la mañana. Laxo de sustancia me sabía e hice receso junto a un arroyo que ofrecía merendero. Excava hoces el torrente y la parte escarpada da repisa a una colonia de buitres agoreros. Bien desde el cortado, bien desde el aire, ellos, y yo, silueta dábamos a mi pesar. En éstas se rompió el silencio con la irrupción en el pago de un rebaño de ovejas con dos pastores. En la misma laja que yo sentaba tienen ellos instalado tablero de tres en raya. Uso llevan haciendo de él desde que eran niños, y antes que ellos lo usaron padres y abuelos, y por lo tanto, tallado el juego aguardaba para entretener las largas horas del estío. Se refugian en los ronchones verdes de la cárcava del insoportable calor de julio; que dicen es el peor. Bueno, uno proponía el citado mes, mas al otro le pareció que el siguiente ciertamente resulta más tórrido aunque lo acaben matando las lluvias de septiembre. Les llena el día el contemplar las aves, el jugar la taba, el porfiarse el día más seco del año, y, llegado el caso, que fue, inquirirse por la madre de un desgraciado que enciscado apareció en coche por el chaflán del camino, y tras atropellar al carnero, diecisiete borras se llevó por delante entre vueltas de campana. El conductor salió despedido descrismándose contra un chopo que le recibió de brazos abiertos. Y del automóvil poco podrían también sacar al romper a arder. Entre los papeles de la cartera guardaba el fulano la identidad propia y unos títulos bursátiles que eran refugio de divisas al portador. Sí, al vuelo cogí lo sabroso de la noticia ¡De dar! Mas ellos son analfabetos y ni por lo más remoto se imaginarían lo que tenían entre manos; que ni les interesaba. Bastante disgusto les era echar cuentas de a quién reclamar las ovejas muertas. Fácil tenía el cambiarles la vida si les ponía sobre la idea de alertar a las autoridades o cambiar en caja. Dilema casi llegué a cuestionarme, del mal rato me sacaron ellos mismos echando al fuego todo, hasta las ropas y papeles del difunto, y aunque hablaron de no mover, se lo echó al hombro el más robusto de los hermanos y arroyo arriba lo llevó a otro comedero; que no sería raro que apareciese cualquier curioso. En un par de días, con el oficio de los carroñeros, no quedará rastro ni noticia. SHR de M 357


02-39 Me temí descubierto al ser recibido a escopeta en una tranquila granja. El hombre que me abrió la puerta me dudaba marciano a gritos, mas por suerte a las voces también acudió un joven, hijo del otro, que se disculpó por los rudos modos del anciano y me invitó a un buen té. El abuelo, no viéndome antenas verdes, dejó el caso en manos del primogénito y raudo volvió a la salita para escuchar el último parte de guerra. Y no una guerra cualquiera pues por la radio estaban retransmitiendo, en directo, el aterrizaje de una escuadra alienígena. ¡¡Hondiá!! …… Y no. Nada. No me refirió Bestia desembarco gordiano u de cualesquiera otra civilización belicosa, y además, para explicar, con la taza de té el joven me acercaba el libro de un tal H. G. Wells. …… Cosa, quizá, que anden con la mosca tras la oreja, eso también. SHR de M

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03-39 Un río humano va camino de la frontera. Al exilio marchan forzados por sus ideas, y no pocos de ellos, aun sin tenerlas, buscan igualmente la paz. Y tampoco se puede decir que pinte muy tranquilo en Francia ni en el resto de Europa. Ni en el mundo. Se debate en su tónica el planeta y a bofetadas zanjan cualquier pleito. Nada nuevo. A pie de carretera había una casa. Tenían la radio a todo volumen para que al tanto de las noticias estuviesen los que pasaban. Algunos, al oír, apretaban la zancada, otros, rato prendían la oreja. Mientras los adultos se preocupaban, la chiquillería, que es fleco a toda hilada, despotricaba en las inmediaciones. No van muy lejos al llevar el miedo en el cuerpo, aunque siendo niños, y prestos a serlo, a la brizna de aire que sople, o al primer gato que espante, olvidan sus cuidados y se dan a alborotar. Sin embargo, uno solitario encontré que le bastaba para entretenerse el observar el comportamiento de una columna de orugas. Etólogo el muchacho, las contemplaba a lupa e incluso a la vera del reguero ponía semillitas silvestres y alguna migaja del pan negrete que escondía bajo la camisa. Con tal delicadeza intentó cuidarlas el rato que con él estuve, que mal me sentó de veras el que sin venir aparentemente a cuento cogiese una piedra y se pusiese a machacarlas. La madre del chico me hizo señas insinuando que tiene mal la azotea al haber padecido un par de bombardeos. Y mal amueblado no está, no, porque ingenio tuvo para seguir sacándole juego a la lente y concretar en las cabezas todo su poder; y abrasar. Pieza que es el hereje, y cansado que estaría de sentirse observado, extrajo un tirachinas del baúl que le era la ropa y sin mediar provocación me levantó un chichón en la cabeza. Varios testigos tuve, y no negando la madre el azogue que corroe al vástago, me pidió disculpas entre alaridos y amenazas al hijo. De mi parte estaban todos los presentes, hasta que al intentar echarme mano la mujer a la frente, para restañar la herida con agua fresca, se dio cuenta la señora que la sangre que me brota es azul, y “anormal” el tono, y que leyenda y halo noble se asocien, me tildó la mujer de auténtico aristócrata. Yo supe que era mera cortesía, mas un miliciano al que no le caíamos al contexto de los ojos, aunque sí a los oídos, quiso entender mala fe en mi presencia y propuso fusilarme allí mismo. O colgar. Turba no tardó en juntar y soliviantarse. Al empático me encomendé. Sin creermelo, que de ciento y una me había librado el traje, vi confeccionar nudo corredizo y pasar la soga la polea de un recio abeto. 359


Me sentí en brete hasta que el demonio, ¡angelico él!, volvió a hacer uso del tiragomas y le saltó un ojo al miliciano que me asía. Ocasión no perdí en la escandalera consiguiente y me ceñí la capucha; aunque no hubiera hecho falta, imagino, al pasar a ser el crío el objeto del tumulto; haciendo trecho desde lejos, muchos de los presentes ya conocían en carnes propias al zagal. Y odiaban. A él y a la madre. Y cuerda que sobraba, se les levantó a soga por el cuello quedando suspendidos en el aire hasta dejar de patalear. Sí. Hoy fue así de crudo. Tal que son se muestran aun en los momentos más comprometidos. SHR de M

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04-39 ¿No habrá generación en el mundo que se libre de conocer guerra? Está visto que no. Ahora corre la mecha todo el continente. La nación alemana implosionaba dentro de sus fronteras, y cosa cantada, con el líder que tienen, que se diesen a liarla. Fueron dando bocados a la cartográfica sin objeción hasta que toparon con los polacos. Con ellos amanecí y pude comprobar lo lustroso y sano de su caballería, el cuidado enjaezamiento que hablaba de cargas heroicas. Y harán, seguro, aunque dándome referencia el empático también de exploradores boches camuflados, abandoné el lugar. Se ocultaban en una loma cercana dos soldados alemanes mientras cuadraban la trigonometría del bastión polaco, y tras transferir las coordenadas, el infierno vomitó sobre la posición. No es ésta la guerra que tenía observada hasta ahora, aun siendo humanos, un mínimo de humanidad les presuponía. De tarde en tarde les saldrá este ramalazo de su acervo viral; pero es innegable que lo tienen. SHR de M

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05-39 De un dulce suculento se me hizo el prado por ver comer a las vacas. Colgada en la montaña, y en el tiempo, la hacienda de Hans Baulver parece sacada del pasado; centenarias son las vigas de roble y la chimenea. Ante ella tomaba el hombre un frugal refrigerio y de ahí que me pillase en la ventana y me invitase a pasar. Con él desayuné y con él fui a ganarme la cena pues del sitio no me iba a mover nadie. Así me las prometí. Y resultó agradable la mañana. Bien le vine al hombre al faltarle el hijo y multiplicársele el trabajo. Precisamente del hijo me hablaba cuando un avión sobrevoló nuestras cabezas y posteriormente tomaba pista en una campa que era de hacer baba. El mismísimo hijo que mentaba le volvía piloto. Y no pareció agradarle el cambio al padre porque él lo despidió chaval y estudiante, y le retornaba as de la aviación; en perspectiva. Se le destinaba al frente, y antes de partir, le dieron licencia para rendir pleitesía al progenitor. El padre, que por granjero lo tuve al desempeñarse como tal, resulta que también hizo sus acrobacias en la anterior guerra al lado de un tal Ristoffen que sería de mucho mérito, el caso que ante él cuadró el joven y el padre respondió dándole una buena hostia que lo mandó al piso. Después sí, después le llamó por el nombre de pila y le cubrió con besos y abrazos. SHR de M

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06-39 Monta el blanco la estepa. Indistinguibles, los soldados aguardan al otro lado de la mira que algún enemigo desentone en el paisaje. Arrearon los alemanes hasta casi las puertas de Stalingrado, pero echada la nieve en los campos y pueblos, una agonía se volvió el avance. Gente como Irina, y su hermano Gogoly, hacen que se piensen el paso convirtiendo el enclave en un punto negro de la estadística germana. Para limpiar, intentar, a primera línea llevaron cazadores de montaña que son mucho más duchos con estos rigores. En el silencio níveo silva la carga sorda del disparo. Y ni mover. Cazan, mas no corren a cobrar la pieza. Entre los hermanos habrán tumbado casi los trescientos alemanes desde que atrincherasen al raso; pese a bisoño, el chico rondaría el centenar. Y más allá no llevará su marca al meterle alguien una bala bien prieta en la sesera. E Irina ni compungir un copo que delatase su encame. Aguantó hasta que tras una hora larga de amargura pudo aliviarse al reventar en pecho ajeno su dolor. Puso dos muescas más en la culata, y descuidando del hermano, que amortajará al relente, se arrastró hasta coger senda que le llevase al refugio. Y no hasta él. Teniendo aún hermano, haber tenido, la mujer venía durmiendo en una gruta al incomodar a las compañeras la presencia masculina; aun muchacho. Así que antes de entrar a comunicar las bajas, se pasó por la cueva para recoger el saco y algunas componendas imprescindibles. En eso estábamos, mas allí quedaría todo, pues al instante, sin tampoco hacer mucho murmullo, sobre el barracón caía un equipo alemán de asalto barriendo el lugar. Ella y yo vimos; aunque no movimos un dedo para dar la alarma. Vacuidad el gesto y muchos enemigos, demasiados, para grabar de una en la cacha. Irina sabe de lo puntual de la guerra y no consideraba momento. Éste llegaría por la tarde, pues buscando paso obligado, dejó sin transporte, y a la intemperie, al pelotón teutón. Y maltrecho. Caza van a seguir dando entre ella y el general Invierno. SHR de M

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07-39 Muy quemadito me tuvo que intuir Bestia para darme día sabático. Bueno, no lo fue, aunque el frente más cercano quedaba a un océano de distancia y no se escuchaba un tiro. Hollywood tiene fama de bullanguera y farandulosa, pero es cuestión de barrios. Por uno residencial y tranquilo transitaba cuando de una casa, mansión, salieron un par de sujetos, y tras chistarme, me invitaban a merendar y a una “pre” de una película cinematográfica, que aún caliente el montaje, les tenía a los hombres en la duda. La calidad. Estaban en ascuas. Acepté, entre otras razones, porque todavía no había disfrutado de proyección alguna, y por darme a entender el empático que uno de los peliculeros era la misma persona que hace un par de jornadas relatase, vía ondas, el ataque alienígena a la Tierra. Era. Y si no el jefe, mano gorda tenía en el proyecto al llevar la voz cantante. Él fue quien me demandó, y rogó, que ¡cómo lego al Séptimo Arte! diese mi parecer. Del todo ignorante no seré, y abierto a cualquier cosa me presté al juego. Senté a su lado y tendí mis sentidos. Y aunque desperdicié mucha terminación nerviosa, no puedo decir que la historia no me gustase. Y mucho más el modo de contarla. Ellos, sin embargo, al principio me entendieron decepcionado, y lo estaba, pero era por faltarme olores, gustos, tactos, retirinos, chupitorres... que el cine no me puede proporcionar, aunque por lo demás, sin duda, era la mejor película que había visto en la Tierra hasta la fecha. “Montada” quiso puntualizar el baranda, pues me perfiló también que tiene en mente obra magna de un genio español. Ojala no tenga la misma fortuna que en vida tuvo aquel manco. SHR de M

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01-40

Es mentar la tuberculosis y se santiguan. Ahora, es desgranar las lindezas de la desnutrición, el frío, la insalubridad, la injusticia, para que se encojan de hombros pues para eso no hay remedio tópico ni rezo que salvaguarde. Muy al contrario de lo que pudiera pensarse por lo dicho, se confía en la Ciencia como nunca para hallar antídoto a todo mal, se tiene fe, y de fallar, la mística natural les ofrece parcheado alternativo. Presencié a dos nonagenarios ahuyentar los bacilos de cualquier enfermedad, y de las que acompañen, frotando una cebolla y un ajo contra cada pata de la cama. Al igual que mezcla de sapiencias, de experiencias ya vividas, una familia de la capital se mudó a un pueblecito de la sierra por ver si los aires serranos secos, y una dieta de níscalos y calbotes, y otras excelencias de campiña, no devuelve a los pulmones de la hija la salud extraviada. Es ideal el paraje. En una silla de ruedas sacan a pasear a la muchacha para que no se canse, y por tampoco aburrirse el ojo, daban vuelta mañanera al pueblo en plan turista. Los estragos de la guerra que se reparan, y el trabajo en el campo, no compaginan con la quietud bucólica. Vuelan las balas de paja, se airea la tierra. Doblan los riñones los lugareños hasta besar el suelo demostrando salud. Y pasar nosotros y escupir lapo lozano. Sí, fácil que recupere. SHR de M

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02-40 Ser nacido en mundo de extremos da tolerancia para aguantar en cualquier clima de la Tierra. Además, el empático amplía el margen de maniobra y aunque no llego a hervir, a veces temo poder hacerlo. Hoy desperté a plena solana en el desierto. Uno de los peores del mundo, y no obstante, lo suficientemente benigno para permitir que un crío viva solo. Rubiajo y blanco como niño de cuento. Y con desparpajo. Y fabulista a reseñar. Por querer buscarle el límite le dejé referirme una patraña en la que se decía príncipe de un lejano planeta. Principito habría de ser por los ademanes y la calidad del relato, pues aun el empático, no pudo confirmarme si lo que contaba era verdad o producto de la imaginación. Un sueño, diría yo, al asegurar buscar una planta que había dejado olvidada. Poca planta se pierde en lo árido al ser reclamo para cabras, y siendo el zagal conductor de rebaño, al indicarle yo unos matojos vistos, sobre ellos cayeron cual alimañas. Con la complicidad del rumiar constante me confesó ser todo historia que le tejiese uno, que cómo yo, cayó del cielo. A medida se la hizo mientras arreglaba el aeroplano. SHR de M

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03-40 Parte sustanciosa de los conflictos dilucidan en los aires; bien sea bombardero que asola posición líneas adentro, sea un caza ligero que se juegue la honrilla apeando del raíl un mercancías, u, que se me hace preocupante, desarrollando cohetes de baja altura para que sorteen el canal de La Manche y lleven al mismo Londres el mensaje. El poder. Le espera a la city ponzoñosa correspondencia. No serán muy halagüeñas las nuevas al ser muy coreado cada despegue que escupían las rampas. Ingenieros, mecánicos o simples soldadores, jalean la partida agitando el puño y la llave inglesa. Yo les propuse, por entender más ameno e instructivo, el prolongar un tanto las rampas, el cambiar unos grados el ángulo de ataque, y potenciando los motores, sacar al espacio sus cohetes y cacharros. ¡Ja! Para qué ¿Con qué fin? ¿Acaso hay alguien por allí? Si se puede hacer, huelga dudar que a la larga no hagan, ahora, eso también, lo primero será finiquitar los litigios que tengan por aquí abajo antes de lanzarse a pleitear tropopausa afuera. SHR de M

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04-40

Si lo sé no bajo. Sí, si me llegan a decir qué clase de caldo da a evolucionar esta galaxia, no me acerco ni a un trillón de parsec. Para morir hay que nacer y por eso sé que hacen, pero si tónica cazo, la moda observable es buscarse la muerte. En guerra están las naciones y los países, los géneros, los humanos con el medio, y lo que es más desconcertante, ellos mismos con su yo. Prueba de un todo en uno encontré en un laboratorio farmacéutico. Punta de lanza de la industria militar, en sus instalaciones buscan plaguicidas que tumben sin discernir larvas y ninfas de escarabajo cómo a los hijos del pueblo hebreo. Y saben lo que buscan ¡Vamos si saben! Aloiso Eknër trabaja a doble juego, y antes de marcharse del complejo farmacrático, dejó activada una bomba que hará saltar el edificio y arrasará los archivos. Y llora, imperfección redonda, pues atrás han de quedar también sus estudios entomológicos. SHR de M

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05-40 Cruje a muerto. A muy muerto. A volatilizado. Entraron definitivamente en la era atómica y por la puerta de atrás. Un error. Un horror. Una aberración. Bestia me recomendó la protección tres del empático y que no toque ni suba nada. Teme que me pueda coger el arco de cualquier radiación y verse él obligado a dar explicaciones. No debería siquiera haber bajado, no tendría que hacer tantas cosas de las que hago que una más no creo que me vaya a matar. Afectar sí, pues no hay forma de vida que no constriña la entraña ante tamaño despropósito. Infame. Vergonzoso. Martillo pilón conocen para partir en dos la Tierra aunque no su corazón. Son más duros que la propia Hirosima vitrificada. Crepita, se resquebraja y hace polvo al contacto directo, al igual que mi esperanza en el Ser Humano. SHR de M

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06-40 Después de lo de ayer no pensaba dar más oportunidades a esta especie. Tenía en mente firmado el informe al levantar. Allá ellos si no ven a lo que abocan. Que le den a Bestia si aboga por el planeta. No tiene cabida la Existencia para esta gente. No convienen. No. Se me quiere hacer cambiar diciéndome que no son todos iguales, y que de hecho, al momento, casi se podría decir que están en paz. O que la pretenden. Falso. Bestia dice no estar todo perdido y ejemplo me proponía presenciar en Nuremberg. Se juzgan entre ellos las atrocidades de guerra, aunque casualmente, todos los juzgados provengan del bando perdedor. Y si ya me nace el fiel con tara... Sí, vale, algo es. No llega a ser revancha pues ponen en manos de las togas, y no de las armas, el sopesar el genocidio perpetrado. Es pasito, sin duda. Fiscales tienen, lo que les falta evidentemente son jueces imparciales; que ni yo. SHR de M

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07-40 Me he reído hasta doler las articulaciones. Maldita la gracia que les hará a los pobres diablos, pero yo me lo pasé en grande y no paré de reír hasta volver al observatorio y sentar en mi sillón. Y aún así, rato seguí riendo que me acabaron doliendo mandíbula y pecho. Y si pienso, sigo. Sí je je. Hoy me lo pasé bomba. Conocí a panda de golfillos que tiene adiestrado un mono para descubrir comunistas. Tal suena, sí ¡Comunistas al olfato! Los canallas visten al tití cual botones de hotel, y andan calle arriba, calle abajo, azuzándoselo a los peatones por ver si el mico se arranca e identifica o reconoce criminal ¡¡Al comunista!! Ju, ju, ju. …… Me río al recordar. Viven de la paliza que le dan al incauto de turno antes de robarle, o de la mordida que les pasan los comerciantes para que no ronden sus aceras. No son de esquilmar mucho los caladeros del barrio, prefieren el asalto al desconocido o al turista declarado. Y malviven del esguince. Sin embargo no todos los días tienen orto con cervezas y cacahuetes. Hay días, y abundan, que no aparecen bolcheviques en el Bronx, o de darse, son de una catadura tal, que hasta el mono se acoge a la Quinta Enmienda o a la Ley del Silencio. Dame más de lo que me hayas dado en la cámara de suspensión, Bestia, y en cantidad, porque así sí llego a fin de contrato. SHR de M

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01-41 Reunía casi el planeta a la mesa. Les nacieron los hijos a Esther y Moisés en Holanda, Bélgica, Francia y Alemania. E hijos políticos arrimaban que vinieron al mundo en Hungría, Argentina, Australia y Estados Unidos. Y hasta un par de nietos sudafricanos. Y ellos que ya venían archinietos de sefarditas. Muy movido el árbol genealógico, y por tener por fin terruño para plantar el tiesto, ir a tener, convocaron al linaje pretestando notición. Moisés, trabajando en los aledaños del poder, sabe día y hora exacta en que se hará pública la noticia, “el fin de la Diáspora”, mas adelantando la primicia, hasta enseñó después de la comida el fajo de pasajes que les llevará a todos al Nuevo Israel. A todos ¡Todos! Grande era la fiesta, ruidosa, mas seco quedó el aire de cánticos y risas, y tras consultarse a ojo los presentes, algunos manifestaron no estar dispuestos a abandonar sus países, sus respectivas nacionalidades, y emigrar a un Estado nuevo que tiene todo por hacer. Qué va. No se les había perdido nada tan lejos, y desde luego no estaban, teniendo sangrante la memoria, dispuestos a entregar a los nietos para que los eduque una sociedad que se sepa única. Una cosa son los Derechos y los cuartos, y otra las creencias religiosas. Y los hijos, ni mezclarlos. SHR de M

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02-41 Redada. Hubo chivatazo, y antes que apareciesen los uniformes, ya estaban en danza las chicas. Era un prostíbulo pequeño y discreto, pero corrió la voz de su buen género y la oficialidad de un gulag cercano reclamaba leva de carne. Muy frío es el invierno soviético. Mas aquí no encontrarán estufa. A mediodía estaban de regreso las flores y daban la vuelta al cartel de su presencia, encendían una bombilla de escasa potencia que era contraseña. Y no se hizo esperar el primer cliente ni el segundo, ni otro par que poco tardó en desacreditarse de todo rango y entregarse al festival. Muy serio el ruso, sí, muy circunspecto, aunque rotos los corchetes de su ímpetu, generosos y buenos bebedores. Y amigos. Y el mejor, el que se llevó el título de hijo predilecto del lupanar y gremio, un miembro de la mismísima Duma que devoto era de una muchacha del elenco y de ahí el aviso. De no ¡Ay, de no contar con la primavera el negocio!, sin ella allí, allí estarían todos con los grillos o rumbo al calabozo. En deferencia, agradecida por no ser deportada de nuevo, la beldad juró y perjuró a las compañeras que de esa noche no pasaba el sujeto chismoso; y provocaredadas. Lo pensaba matar a polvos tal a las cucarachas. Y a la cara se lo dijo. Y al oído también le diría otro monto de guarradas, pues llevándose el viejo la mano a las condecoraciones del pecho, cuando tocó piso estaba tieso. Y sonreía el puñetero. Muertecito quedó mientras en torno le dábamos despedida saporosky. SHR de M

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03-41 Hoy no tomó su clase Alexei. Puede que no reciba más al no tener ánimo. Ha muerto el maestro. Corre la noticia Londres, lo brinca, mejor dicho, porque el susodicho poco tocaba el suelo, y a él, a Alexei, alas también se le presuponen y en secreto instruía el docente ajeno a las envidias de sus vuelos. El chico acudió temprano a casa de su mentor y allí se le confirmó el óbito. Y el ruego de no dejarse ver nunca más por los alrededores; no era grato su linimento a los herederos. Se le negaba. Se le repudiaba. Hundido, mustio fue su caminar, y sin dar órdenes a los pies, todo él, y yo, acabamos en Hyde Park. En su cabeza estaban los acordes y pasos con los que articulaba su pesar, y sin avisar, abriendo el alma a los ociosos presentes, danzó entre los árboles, bailó con las sombras de las nubes, hizo del cuerpo pura esencia dinámica para arrancar al público arremolinado un par de aplausos y varios silbidos. Aunque ningún bis. De lunáticos está el parque lleno. SHR de M

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04-41 Por probarme a ser humano, regulé el empático para que me facilitase las mismas prestaciones físicas que a ellos. Equiparar el exoesqueleto que me es el traje al juego de palancas y tensiones que obran sus músculos y rige sus movimientos. Y puestos, y fanfarrón que soy, por andar algunos en derredor correteando, lo programé para sobresalir, sí, una mijita. Sí, por qué no. Y cansa, eh. Atrae el planeta a su seno con fuerza y sin lugar a excusa uno se rila. Emparejé trote con equipo checoslovaco que tiene los ojos puestos en la próxima olimpiada. Entrenan duro. Hoy no, porque el día salió primaveral tirando a frío, pero los crudos, ay, los días más negros del blanco invierno, esas mañanas gélidas que cortan el aliento, sólo Emil logra tender ritmo ordinario, y siendo ejemplar, su correr es un escorzo doloroso que atenta contra la estética. Pero es su estilo. Le ruegan los entrenadores que no desencaje el gesto pues a todo el mundo llegará noticia de la contienda deportiva y no es imagen que se quiera transmitir. Es su forma de correr pero le reconvienen. Representa antes a su país que a sí mismo y se le reprocha la ergonomía. Y es verdad que lo hace, que corre con graceja particular, aunque yo, que hice unos cuantos kilómetros con él a la par, puedo garantizar que la zancada se acaba apreciando hermosa. Y su crispada estampa, la misma planta de la Gloria. SHR de M

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05-41 Por un malentendido casi me cortan el cuello. No es difícil conseguir que el empático rinda al pibe de la prensa saliendo de él regalarme ejemplar matutino. Y sencillo, de andar entre párvulos, es sacarle a cualquier parroquiano que visite bombonería un convidado. Está tirado. Lo que resulta imposible es quitar entreojo humano cuando está tendido. Si me clavan el ceño a tiempo, no hay nada que hacer. Suelo percatarme con anticipación y esquivo el contacto, lo malo es cuando se me posa mirada sin saber y se me entiende en el acto metiendo la pata. Que me pasa, sí. Hoy mismo estaba desayunando y leyendo a cuenta de dos incautos. Y gozándola distraído pues largo era el artículo que elogiaba al expreso de Checoslovaquia; por leer en recuadro la noticia aguardé a estar tras cristal y sentado para degustar bien. Y alegrarme tanto del logro olímpico, tantísimo, que eufórico saqué ¼ de taken para que de mi cuenta se invitase a todo el local. Y quise dejarlo pagado y que se oyesen unos hurras. Mas la dueña, que me acercaba la confitura que haría guarnición al mate, y que es la que digo ya me había enfilado por alegre en tugurio de agonizantes, negó la ocurrencia aunque le viniese bien al negocio, y por explicación a tan tonto quebranto, reseñó con su sarmentoso dedo la primera plana del diario. Toda la portada era para una mujer que acaba de fallecer; la esposa de un jerifalte populista. Y por insinuar yo no ver contradicción entre mi alegría y su dolor, pidió al marido, y a los hijos, que me detallasen en el lomo las razones precisas. Y de no salir por pies de la confitería, la calle y la ciudad, bandoneón para tango arrabalero buscan con mis entresijos. SHR de M

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06-41 Mala credencial fue presentarme veterano de Oxford. Universitarios todos, no obstante existe rivalidad y mejor disiparse ante la estudiantina. Y ningún lugar mejor para pasar desapercibido que un pub. Y para cuadrar al sitio, ideal, la cerveza. Con una jarra grande me hice y senté en una esquina de la barra para observar de primeras una partida de dardos. Junto a mí, en charla aparte, hablaban unos jóvenes investigadores del campus de lo último que habían descubierto. Nada, una nimiedad tal, que no alteraba el pulso de los contendientes ni de nadie del local. Sólo a mí. Habían descubierto la química de sus genes. El ácido dexosirribonucleico o algo así; que siglaban. Quiero recordar que mi sistema helicoidal tiene tres cadenas pareadas a engarzar, y por próximos, y tener la llave de sus células, y atisbar en un futuro múltiples aplicaciones, me hicieron temblar. Palabra. Desarrollan nuevos campos científicos al mero raspar de la imaginación, y no contentos con eso, al alcance de la mano entienden modificar su propia carga genética para erradicar un sin fin de enfermedades. Y, sí, mejorarse como especie. Y digo yo: ¿Para qué? Ya son perfectos. Creo, sin lugar a error o menosprecio, que son los primeros herpes “inteligentes” en este Universo. SHR de M

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07-41 Segregacionistas a la vieja usanza no eran, en el fondo a los dueños de la acería les daba igual explotar a negros que a blanquísimos polacos. O mejicanos. O puertorriqueños. No discriminaban entre neoesclavos. Así que por honor a la verdad, no puedo acusarlos de racistas ortodoxos. Quizás de algo peor sí. Estaba en la oficina cuando entró un chico negro reclamando un sueldo que se le adeudaba desde ha, y pasado el asiento en el libro de cuentas, se quería echar borrón y se le dijo que no era momento de paga pues pendía la quiebra. Y quebrado tenía Jimmy Joe el espinazo por mover la palanca y correr la cuba. Y su hijita que estaba muy mala. Y la parienta con dolor de muelas y antojos de preñada. Y los padres desde el gueto recordándole sus orígenes. Y el vivir de cada día. Y cinco hijos más, que de sanos, rezaba para que enfermasen un poquito perdiendo algo de diente. No, no estaba para asumir problemas empresariales y exigió le fuese abonado el trabajo hecho. Entonces al empresario le brotó una vena legalista y ordenó que bajase la voz y atiplase el tono de sus palabras o... O iba a llamar a la policía. Y a mí mismo, por próximo al teléfono, me rogó que marcase a comisaría, ante lo cual, y en posesión de la razón, el muchacho templó el ánimo y consideró estupendo el convocar autoridad. Yo descolgué, pero antes de teclear, dando oportunidad, le hice apreciar a Jimmy Joe que el sujeto de una foto que compartía sedal y sonrisa con el patrono, era, si no me engañaba mucho el uniforme, el mismo comisario jefe. Y por ser, y cantado estar que no iba a sacar ni un dolar, mostró nueva baza de su juego. Debajo del guardapolvos ocultaba lo menos veinte kilos de dinamita, bastante, a la distancia, para hacer hilos al empático y a mí granjearme una medalla póstuma. ¡Y el patrón enfurecido clamando secuestro! ¡Y el otro con el conmutador en la mano y el pulso inquieto! Hice de tripas corazones y despacio, muy despacio entre gritos y aspavientos, llegué a distancia adecuada para que obrase el empático. E hizo, pude pasarle un brazo por el hombro a Jimmy Joe, y en un aparte, hacerle entender que tenía las de perder allí dentro. Exconvicto, negro, y sin pruebas que den a respaldar sus reclamaciones salariales. Bastante, creía yo, para hacerle desistir. Mas frío y sincero me comentó no tener fáciles las cosas tampoco fuera. Ningún 378


negro las tiene. Ning煤n neoesclavo. Y diez segundos me dio para abandonar el edificio, y a los diez, contados, llev贸 el caso a lo que llam贸 Tribunal Supremo. SHR de M

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01-42 Un grupo de muchachos ascendía el Teide buscando panorámicas. De parar para grabar en la memoria, o más profundo, fue el enclave que eligieron. Y tanto embobaba el paisaje que dejándose seducir por las esculturas volcánicas, y las circundantes estrellas, uno, creyente de los de a pies juntillas en cualquier misterio, no dudó para reseñar una dirección y clavar al punto la isla de San Borombón; esquiva ínsula, en las guías esotéricas figura como perla elíptica del archipiélago canario. Y no, no era, pues se trataba de una nube y de un requiebro de la óptica. Se me dudó la explicación, mas por suerte el viento disipó la lejana tormenta y con ello la porfía. Eso, y que oscureciendo del todo, revoloteó una luz verdecina la cresta del volcán. Pareció lucero conjurado que cae a tierra y rueda la ladera y salta las barrancas. Y ni queja. Al tiempo, y sobre el océano, un objeto muy veloz surcó el cielo. Desconcertado quedé por un segundo, aunque analizado el cúmulo de casualidades, y consultado el empático, y llegado a nuestros pies el montañero despeñado, pude informar, aun siendo alto secreto, que son los contornos de la isla paraje ideal para probar novedades balísticas, y por tanto, los objetos voladores que venían a rastrear, resultaban ser los misiles que se ponen a punto para la inminente Tercera Guerra Mundial. Cohetes y aviones de factura bien terráquea, desde luego. Y lejos de quedarles el espíritu sosegado, lo lógico, encabritaron alma y pelo, y a todo correr, garrocheando, espantaron del lugar. Salvo uno. Una chica, que queriendo creer sinceramente en vida inteligente extraterrestre, y dándome vitola de aguamitos, me preguntó si al respecto yo la calculaba posible en otra parte del Universo. Y obvio que dije que sí. Ella era prueba y servidor confirmación; aunque no sea éste precisamente mi Universo concreto. SHR de M

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02-42 Se tienen ganas. Rusos y americanos se odian tan sinceramente que no lo ocultan. Se baten en cualquier tablero la primacía planetaria y miedo sigue dando lo factible y cercano que se huele la Tercera. Cualquier chispa puede animarla, da igual que ellos no sean los contendientes directos de la partida, o que las piezas estén en Egipto. Se vigilan y recelan. Prueba de ello son los supuestos agentes secretos que tiene todo quisqui desplegado en El Cairo, y que in situ analizan la contraofensiva anglo-francesa que pretende recuperar el Canal de Suez para sus intereses; se lo arrebató del usufructo el presidente Nasser y quieren recuperar a todo precio y bajo cualquier excusa. El Cairo es un hervidero de servicios de inteligencia. No se dejan ver pero están, y se sabe, entre otras cosas, porque Al Abilio reparte fruta y chismes en el vecindario y no se le escapa una. O bien desde el minarete que es su puesto de frutas en el zoco, bien pretestando entregar el pedido, no hay rincón en la ciudad que no conozca y tenga visto; resulta fuente que no se agota y tiene refrescados hasta a periodistas. Es sencillo y seguro saber de su boca, y en tiempo real, lo que acontece en el país o la periferia. El único pero que se le puede poner, es que dependiendo con quién hable, así, u asá, va la cosa. ¡Y que Egipto ha visto mucho! SHR de M

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03-42 No me habían llamado la atención los automóviles por lentos, sucios, incómodos y poco fiables. Nunca aprecié al punto de querer pilotar uno. Y hoy, aunque hice, seguí sin encontrarle sabor. Y eso que quién me enseñó, argentino de pro y campeón del mundo, por serle sencillo, decía tomárselo tal asunto de críos y que así mismo debería tomármelo yo. Un juego, un placer el sentirse encajado al volante de un cacharro que traquetea a toda biela por el circuito. ¡Lo menos a cien! ¡o más! je je Útil y práctico por el momento me lo hago, vale, mas placentero desde luego que no. Placentero, lo que se dice placer, placer, acabé descubriendo, sí, pero al pilotar una motocicleta. Con ella sí. Prácticamente es el mismo vehículo aunque con sólo dos ruedas, más pequeño y de asiento exterior, ahora, las prestaciones y sensaciones que facilita son indescriptibles. Mismos defectos, sus virtudes son un compendio de gozos. El cabalgar el aire. El hacerte uno con la máquina y saberte engranaje. El paladear los baches y bichos de la carretera. Y todo se reduce a lo que me dijo el Chueco: “Vos, amigo, sos de moto; no le dé más cuerda”. SHR de M

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04-42 Nos retiramos a la sombra de la Luna. Bestia desplaza la nave a la capa argumentando que han lanzado un par de satélites artificiales y que el protocolo exige retranquearse. Y yo, que estorbo declarado sería en las maniobras, fui mandado a curiosear por la base de seguimiento del cacharro este que digo. Supongo que pensaría Bestia que me iba a dar por olfatear entre ingenieros y sesudos calculadores de órbitas. Que me centraría en buscar potenciales astronautas. Responsables del cotarro. Y hubiese hecho, sí, de no encontrarme con un grupo de gente que se disponía a escuchar en la radio la final del Mundial de Futbol. Suecos y brasileños se disputan el título, y haciendo equipo, los presentes agarraban bandera según les tirase la conciencia. El balompié es deporte, juego, oficio y negocio. Y antes que nada, un aglutinador de pasiones. Por carácter, y disciplina, la mayoría estaba en que el anfitrión se iba a llevar el gato al agua. Sólo unos pocos, personas de oficios ralos en el complejo tecnológico, estaba con el combinado sudamericano. Yo dudaba, vía oído mal le entra el soccer al lego y no sabía por quién decantarme. Y dudaba a ojos vista cómo quien nunca ha contemplado, y para subsanar, los de bata, que apoyaban a los europeos, me diseccionaron las reglas del espectáculo; las tácticas deportivas. Cosa que fue de agradecer, sí, aunque finalmente me incliné por la torcida al ver nacer una pelota con cuatro trapos y cinco cuerdas, y tras descamisarse y quedar descalzos, organizar pachanga de solteros contra casados que entretuviese los instantes previos. El futbol, aseguran, hasta es Filosofía en Brasil. SHR de M

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05-42 Bachata gorda organizaron por ser cambio de fecha. A la sabrosura de las notas tenían entregados los sentidos casi todos, unos pocos no, barbudos estos, al toque estaban quedados pues eran revolucionarios y no podían descuidar. Ya habían hecho, desde luego. Consejo de guerra les acarrearía de saberse, mas como el enclave asignado para tomar estaba desierto y desguarnecido por fuera de servicio e incompetencia del cartógrafo, decidieron unirse un rato a la fiesta que lucía en una quinta orillada. Total, podrían echar en baile lo que no habían disparado. Y se pusieron. ¡Azúcar! ¡Asúcar! Al dulce invocar echaron un par de horas más, y transcurridas, se calculó compensada la refriega, aunque estando animado el patio, y que enlazaba jolgorio, soltaron unas cuantas ráfagas de metralleta al aire para que se escuchase en la distancia y se entendiese encarnizada defensa. Sí, y otro par de horas por delante para el danzón y entregarse a la caña. Así, entre disparos y bombas de mano, y algún morterazo, pusieron eco a la noche. Y por la mañana ¡frescos contra pronóstico! seguir entregados al bailoteo y zambombazo hasta que el calor del Sol nos remetió bajo sombrajo. Con la tarde llegaban refuerzos. Fue seguida la escandalera selva afuera y lo antes que pudieron se presentaron con recambios de primera línea. Un comandante, escamado por la cadencia bélica, y conocerlos, acudía a indagar. Nada más verle cuadraron como mejor pudieron los salseros, y por defenestrados, y jurar aniquilada resistencia y enemigo, se pasará por alto el incidente; aunque el comandante, chivo que era anoche, tomó nota en su libreta y tendrá supongo sus consecuencias. SHR de M

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06-42 Frente a una tienda de electrodomésticos me paré pues en un monitor de televisión corría un hombre descalzo. ¡Cuarenta y dos kilómetros!... y unos metros. Pese a las limitaciones del receptor, la imagen era bien clara y se podía percibir, casi oír, como la mente y el cuerpo del corredor se desligaban; reñirían entre sí al quicio del colapso. Junto a mí, un matrimonio con el hijo en brazos, también sufría con el constreñir del atleta. Al escaparate acudían por fuerza al no tener para llevar a casa la modernidad. Pero harán. También tiene in mente, él, el comprar un coche, un rifle de cazar alces y quizá hacerse con una pipa para fumar el tabaco que anuncia una señorita describiéndolo irresistible. Ella, algún trapito de oportunidades que le asiente el parto, y también echa cuentas de un cochecito, y, por supuesto, el frigorífico. Ése es el motivo para acudir al escaparate y no los noticiarios deportivos. Después de recoger al pequeñín en casa de la abuela, hacen por pasar delante de la tienda y comprobar que sigue todo en oferta. Presenciado tengo lo sencillo que les es desligar mente y cuerpo, pero ante la caja tonta, ni esfuerzo. SHR de M

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07-42 ¡Hay que ver, para lo tranquilota que flota Cuba en el océano, y lo conflictiva que es! Y no me extraña, eh, ni huríes le faltan al paraíso. De valor ultraterreno innegable, era de esperar que se la disputasen en épocas coloniales. E independientes, que entre ellos se la rifen. Anteayer les dejé en ello, y hoy los encuentro de la misma guisa aunque defendiéndose hechos piña del “intrusismo yanky”. Así por lo menos dicen los mambises que custodian la bahía. Repelen como pueden el desembarco, y, vanguardia previsible, los mismos barbudos bailongos de la otra vez purgaban querencias y vicios melódicos que les arrastran y dejan en duda. Se les conoce por “Los tumbaos del Sol mayor”; sospechosos. Y se les consiente que dancen y canten ante el enemigo pues cosa de ellos queda el esquivar el plomazo. Eso sí, en los recesos del paqueo, o una vez se consideró segura la playa, se les hizo corro para que por próximos impregnasen con su alegría el ánimo de los demás. Quise ser espectador discreto, aunque recordado de la antigua bachata, y ellos con algunas bajas, rogaron me uniese al cuerpo de baile, mas inmediato, ni dos compases sueltos, se me suplicó que dejase la encomienda al aflorarles también ahora a la lengua que ya entonces me tildasen “El Espasmos”. Sí, sólo naciendo en guagua hubiese podido yo rozar tal vez la gracia. Imposible, cogí las indirectas y senté con Macario Pimientas, que herido, disculpado estaba de todo bochorno. Y lo era, sí. Cierto me dijo que el Son les agarra a los glóbulos rojos y que él mismo, si viene, se une. Pero harto, baluarte sieso también sabe ser. Y calla lo que piensa; destacado, lo próximo será mandarle a hundir el cuchillo bien a los barcos americanos, bien a la caña de azucar. Al calabozo no, que no se alimenta a contrarrevolucionarios. SHR de M

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01-43 Ya está aquí. Pretenden bautizarla la “Big One”, sí. La primera guerra atómica la tienen en puertas. Los periódicos y los noticiarios de todo el orbe hablan del enroque soviético en Cuba. ¡Cuba! Lejos estaba para temer nada, y aún así, unos esquiladores que tomaban el fresco me aseguraron que científicamente es imposible, debido al juego de corrientes que aíslan a Australia de toda posible peste, sufrir daño allí. La explotación agropecuaria tiene unos cuantos miles de kilómetros cuadrados de crudo desierto alrededor. Y por seguro ejemplo del aislamiento se me consideró a mí mismo al no llegar hasta el lugar más que uno o dos extraviados por década. Normalmente, se me aseguró, el que llega ni suele puntuar en las estadísticas como número entero al descolgarse medio muerto. Curioso, a la fecha, que fuésemos dos. Quien conmigo rompía baremos también estaba en lo aislado del pago, perdido a mis ojos, me acercaron en avioneta hasta la cueva que habita al momento el sujeto. Bunker con todas las letras. El hombre es un multimillonario de Sidney y tiempo ha, que extravió allí mismo, mandó construirse un refugio que presupone antiatómico; siguiendo la corriente en boga. Me aseguró que no hay millonario en el mundo que no tenga. Incluso dos. Uno excavado al pie del jardín de casa por si se lía sin aviso. Y otro, tal que éste, por si se puede reunir a familia, deudos y amigos que acompañen tras el inminente holocausto nuclear. De no tener alcurnia a plazo fijo, ni residir en Australia, recomiendan encomendarse a cartones emplomados y no correr de la onda. SHR de M

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02-43 No soy agorero. No quiero tintar de luto cuanto lienzo me echo a la cara. Pero las cosas no pintan bien en la Tierra. Al canto de llegar a las manos siguen, y en ellas ahora tienen armas atómicas suficientes para finiquitar su especie y otras tantas que les sean clientela. Y quizá hagan. Y seguro que habría, quien, empezando por servidor, no iría ni pagado como plañidero al coloquio del deceso. Qué va. Yo no. Eso se acabó. Observado les tengo y por una buena me dan diez malas. Se les llena la boca diciendo que sus respectivos países por tal o cual motivo son macanudos, y redundando, sus ciudadanos la envidia del mundo. Honor patrio les es dejar en alto el nombre, y competitivos, al momento andan enzarzados intentando poner bandera en el espacio. Compitieron para hacerse con los ingenieros y planos de los primeros cohetes. Y desarrollarlos. Y también se dieron prisa por poner en órbita el primer satélite artificial. E incluso sacar al vacío una forma de vida les fue carrera. El lance del momento consiste en colocar un humano en la estratosfera. Y traerlo. Y, por supuestísimo, que tome suelo de nuevo en el condominio del armador; y, a poder ser, de una pieza. SHR de M

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03-43 La isla de Robben es pequeña, pero un cuadrilátero cabe en cualquier esquina. Toda la mañana contemplaron los guardias cruzar guantes a los presos. Buscaban alguno con pegada para poder tumbar al nuevo campeón del mundo; o al menos pugnar la bolsa. La corona del viejo Liston la ciñe ahora un mozalbete de apenas veintidós años. Larga se le intuye la regencia y de ahí que los carceleros hurguen entre el género buscando promesa. Les gustaría que fuese blanco, mas no presta ese tipo de carnaza al anzuelo, y de ser, flojos, muy flojos salen para lo que requiere el boxeo. Si la vaina va de sopapos, lo mejor un negro enrabietado ¡Y lo ríen! No son todos de la misma opinión, de hecho ni opinión tendrán muchos al respecto al ser del todo lilas a las doce cuerdas; y prestarse exclusivamente a la chamba por atisbar unas perras extra. Corre con los gastos, y apadrina la tienta, un cuñado del alcaide. Es hombre de muchos negocios en el continente africano. Y poco escrúpulo. De los aspirantes puestos a inspección ninguno aguantaría el rebufo de un guantazo profesional. Sin embargo, uno descubrió en el patio, solo, ergo peligroso, que pese a fuera de forma evidente, hechuras e inteligencia dimanaba de auténtico killer del ring. Pidió se le trajese el espécimen, mas el 46.664 es lo más peligroso que custodian y no por sus puños. Su palabra. Su lengua. Sus ideas. Y ni se prestaría, ni será prestado. A doble vuelta encierra la perla el apartheid. SHR de M

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04-43 El cafelito de sobremesa se lo clavé a un potentado de metro y medio. Calzaba en los labios un puro de dos cuartas y lucía el más garboso de la parroquia del mesón. Se le despidió “Don Manuel” pese a dejar la propina al debe. Ya dará. Le urgía llegar al trabajo y poco atendió las reverencias. “Manuel” fue saludado por un compañero que con nosotros coincidió en la entrada. “Manolete” le dijo un veterano ¡Y ya hubiese querido él parecerse al maestro, ya! lo más cerca del albero que llegó fue a la cancela de la plaza, allí le decían los jefes a “Manolillo” que debía desplegar su arte porteril, su don, para calar quién pretendía colarse por la barbi. Era cancerbero en Las Ventas y al día le decían que tendría tajo; venían unos melenas de Liverpool a dar la barrila y congregaría bastante chusma. Bueno, se lo pintaban delicado aunque gasta sabañones de plantón y nunca le faltó al trato nadie; le llaman “Manolo” con su permiso; “Lolo” los muy íntimos; y “Manu” la esposa y algunos primos. Apócope nuevo le colgaron unos muchachos que hacían cola para entrar e instaban a premura. Tiestos de psicoactivos, fue loado “San Pedro Taurómaco” y “Aduanero del Amor Mariano”. A toda invocación atendía con talante y buen ceño, mas entrándole hoy el verso por estocada, reseñó a la autoridad competente la mala intención que intuía en los bastardos. Y se los llevaron. Por lenguaraces se iban a quedar sin concierto, hala. Y la idea de los guardias sería que se les fuesen los humos de los tiempos modernos. Y ahí pensó que quedaría. Y ni se acordó después del incidente, porque no gustándole el tipo de música, y cortado el billetaje, se dispuso a ser don Manuel otro ratito, mas al salir, en los jardines próximos, encontró deslomados a los jóvenes greñudos. Entonces se sintió mal. Me dijo sentirse fatal y necesitar mi ayuda para subsanar el atropello. Subimos a los chicos a las tejas del recinto y desde allí, con “Lito” que se presentó, escuchamos a pleno pulmón los acordes. Y si viniesen los Rolling, que ríen los muchachos infinitamente mejores, que descuidemos de la entrada y la bota de vino; ya se encargaría de todo ello el “Tito Lillo”. SHR de M

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05-43 Resumiendo muchísimo las cosas, quede que les dejé haciendo cachitos un templo egipcio para trasladarlo doscientos metros más arriba. En damero transformaron la joya arqueológica. Es mandato de una alta institución supranacional y no hay quién les tosa. Y marcan, y miden y cortan. …… Y no me parece bien. Sí. Entiendo la apremiante mudanza, mas no creo que sea Abu Simbel cuadro de colgar en otro paisaje que no sea el exactito, exactito, exactito de nacimiento. Y si el Nilo lo cubre, gloria póstuma para el arquitecto. … y maldita la estampa de algún ingeniero. SHR de M

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06-43 El doctorcito receta jarabe de palo. Es la mejor cura que entiende para los males del mundo, sin embargo, a la indita que presentaba el hijo enfermo, le aseguró que la enfermedad del nene debe ser tratada en un hospital y no en la fronda boliviana. Mala intervención de urgencia siquiera podría practicar al ser su instrumental quirúrgico una ametralladora húngara y algunas granadas soviéticas. Ni éter, porque aturden con cachaza. La mujer agradeció de todas formas la consulta y quiso pagar, pero en vez, un saquito de fríjoles con maíz se llevó para administrar al chiquillo mientras dure, y al faltar, que no dude y les haga llegar la misma contraseña. Ernesto es un hombre íntegro. Mácula a su currículum pudiera ser la vehemencia, mas ni a lamparón llega pues sabe entender, y, fácil, a sí mismo sea a la única persona que no tolere un quebranto. Se exige, al punto, que víctima de su palabra, no volverá a pisar el paraíso ¡Cuba! hasta que el mundo entero sea Libre. ... No, no verá. Fuera de componendas y entelequias revolucionarias, tiene el hombre varios vicios que nos hacen afines. El viajar, las motocicletas, el gustar gastar a diario tiempo con los amigos. Un concepto de Equidad. Un gusto desmedido por saborear los momentos felices. Con el último mate de las provisiones en los labios, y trotamundos que le confesé ser, invocó brindis para que volvamos a encontrarnos en otra coyuntura más propicia dentro de algún tiempo. Ya veremos. Yo tengo el reloj en mis manos, y a él se le escapan los granos entre los dedos. SHR de M

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07-43 “El futuro ya está aquí” es frase de mercadotecnia que cogieron dos ancianos por leitmotiv. Se les hizo abuelos hace un par de meses, y rejuvenecidos a llantos, decidieron ponerse al día de mocos y picos en el cine. Sacaron entrada para lo más moderno que se proyectaba en la ciudad. Y aunque a mí me fascinó, ellos no cogieron hilo, ni visto ovillo, y por pérdida de tiempo lo tomaron. Yo no. Yo quedé con el proyeccionista y su mujer. Mientras él pone en facha los rollos para el siguiente pase, ella echa coderas a los jerséis de la hija. Ésta creció entre alienígenas malísimos de cartón piedra y paladines galácticos, y universitaria que es ahora, le lava y remienda la madre la ropa mientras al padre ayuda la chica con las latas de celuloide. Está con los exámenes finales y al hilván la mujer le reprochaba que no es muchacha para perder tiempo con la ciencia ficción. Al libro, a la regla y al cálculo tendría que estar aplicando cuento, y no dando lengua, y comentando, una película tan horrenda. “¡Horrenda!” dijo el padre, “Tú sí que eres horrenda y no la Odisea de don Stanley”. Si algo tiene la película, es que no deja a nadie indiferente. Interesante entiendo el hacerse con una copia. SHR de M

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01-44 Un vahído por bajar no me incomoda. Uno. Uno no me importa. Pero más... Llevó Bestia la nave a la capa de Titán, y desde aquí, que es satélite de Saturno, se me hace un rebotar angustioso el bajar a la Tierra. ¿Y por qué el venirnos tan lejos? Pues porque subieron tres hombres a la Luna y ya no es seguro tampoco el refugio. Venga, para Titán. Ya quise yo en su momento venir, mas entonces se me describieron los anillos inseguros y su distancia al Sol un inconveniente energético incluso para nosotros. Pero basta que dos enclenques humanos dejen huella, para que rehuyamos al acto de lo que venimos buscando. ¿Interlocutores? Visto está que si uno no quiere dos no hablan. Así pasaba en un barracón del desierto de Negev. Unos hombres interrogaban a mamporros a otro, y este último, aun sabiendo que hablando acabaría el suplicio, se negaba a tener intercambio. Llamaba Yasir Al Ticks y le preguntaban por un tocayo, nuevo jefe que le endosan, al cual con gran trabajo consiguió eliminar de su registro memorístico. Ni inyectándole drogas, ni bailándole el péndulo, conseguirían que delatase escondrijo. Una vez acabada la sesión, y semi inconsciente, le devolvieron al hoyo donde comparte estrecheces con otro, tan zurrado como él, y que sólo con abrir el portillo de su nicho se echó a temblar. Aunque sería todo pamema. Con cuidado, y que se ceban con el compañero, consiguió el otro minar el cemento que ancla las bisagras, y apalancando con el propio cuerpo, susurró, estaba seguro que saltarían los cierres. E hicieron. Consiguió que reventasen y aprovechando el cambio de guardia, arrastrándose, escaparon de la sórdida prisión. E incluso llegar a un pueblo donde tras reseñarse de la causa, se nos prometió medio de transporte discreto. Y mientras esperábamos, y siendo notición del momento, en un viejo televisor presenciamos el alunizaje. Y comentarlo. Al Ticks opinaba que todo era un montaje de americanos y judíos. Y seguro afirmaba que seguiría tan virgen Selene tal cuando la colgó en el cielo Allah. Y el amigo no se lo dudaba, pero raro se le hacía que terciasen sionistas, de ser así, y conociéndolos, no habrían olvidado la estrella de David. Y el uno diciendo que americanos y judíos y el otro que no. Que si sí uno, y el otro al nones, hasta que, zorro del desierto, manifestó Al Ticks al empático una rareza. Y esbozar, e intuir, y sin dar más argumento con un martillo despachurró la cabeza al compañero. Explicación, le bajó los pantalones para reseñarme los calzoncillos sin zurraspas; vamos, con manchones de seis semanas y no de seis meses, que bien diferenciaba. 394


OĂ­do queda que no faltan en ningĂşn convite; ni se admite duda. SHR de M

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02-44 Una pizza de Mamma Mercedes es de largo reclamo para visitar Nueva York. Y la loa obligada del día iba a echársela a una cuatro estaciones con extra de orégano. Tenía pensado, sólo por el olor, el arranque: “Aromas vivaldinos me embriagan en Littel Italy...”. Me echaba el día viendo pasar gente por la calle, mientras a diente, escrutaba la carta del local. De pe a pa pensaba probar, aunque la voluntad se me torció al romper a llorar el camarero, y tras arrancarse el mandil y tirarlo al horno, salir muy nervioso dando un portazo. Y yo a la zaga. La tristeza es áncora que prende al aire, y siendo día de nubes y rachas, encapotado y depresivo marchaba el muchacho sin querer siquiera atenderme. Y sólo por mucho insistir, conseguí sacarle el nombre y el plácet de su casa. Vive sin motivo de vergüenza, mas por alguna razón me cerró parte del piso y sólo se entregó en el salón; y después de mucho llorar y escuchar un vinilo de una bestia zurda, y parda, que puntea tal djinn. Con la guitarra se le rendía la entereza al chico, y me bastó aplaudir el tartamudeo entre un La y un Si, ya de por sí bien sostenidos, para que se derrumbase. Estaba jodido, muy jodido. La pareja, la familia, el trabajo. La vida arrecia y zozobraba su entereza. Hasta el mismo guitarrista del tocadiscos, que le amarraba de alguna forma a la existencia, parecía ora reír ora gemir tan íntimo que Userra también plañía o remontaba según el compás. Alivio a tamaña olla que hervía sabía que no iba a encontrar en jeringa alguna, mas áspero paliativo, y conocido, se apretó sin temblarle el pulso una ración de heroina vía parenteral. Tanto él, cómo yo, esperábamos proseguir la charla tras el interludio que imponía la aguja. Y en eso quedó. En intención. Dulce vino a besarle la Muerte y con ella quedó. Para él se detuvo el mundo antes de sufrir puntilla, pues de haberse enterado, que le traía la noticia el vecino que lo encontró, que había muerto por sobredosis igualmente el excelso músico que nos acompañaba, quizás que de indigno le habían hecho cayo desde chico, por la ventana del quinto piso se hubiese arrojado en lugar de envenenarse a plazos lentamente. ¡Porque de sobredosis nada! Al cuitado éste me le intoxicaron como a las ratas. Y desde niño. “Una mierda de calidad de vida” fue la mueca que le cuajó la Parca. SHR de M 396


03-44 Fastos, tal ha mucho no veía, se organizan con motivo peregrino. A ojo de encajar, rondarán los veinticinco siglos del imperio del Sha, y es motivo sobrado para engalanar Teherán y agasajar al visitante con boato de efeméride. No reconociéndome producto nacional, dio por hecho un taxista mi extravío y mi solvencia. Me habló en el trayecto tal si yo fuese un tanto retrasado. Daba por hecho que no gastaba su lengua y que lo mismo me traería al fresco el atasco que cierra las calles sin motivo aparente, que lo golosa que está de verde la cabra que tiene en casa por rondarle el celo; que ni leche. Me plantó en el hall del hotel que creyó cuadrar a mi alcurnia, y sin molestarme siquiera con la cuenta, se fue a endilgársela al recepcionista. Y ligerito de equipaje que viajo, un segundín se demoró el cargo, aunque alóctono declarado, se la jugó el encargado conmigo y me asignó botones. Y habitación, y visto que la túnica del empático hace aguas, una suite interior bien equipada aunque con paupérrimas vistas. Y protesté. Por no gustar y por saber hasta dónde podría forzar la hospitalidad del encargado. Y habitación mejor no hubo. No quedaba al estar la ciudad a rebosar. Y no me ofreció su propia casa, que hizo, al temer que lo tomase por ofensa; no tenía mejores vistas, que fui, no había más lujo allí, ni alacena mejor dispuesta. Era día ordinario en la vida de los súbditos de los dos mil quinientos años y comodidades las justitas. Ahora, eso sí, dando lengua, uno no se aburre con el polvo que dormita. SHR de M

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04-44 Exactamente hoy no sé dónde estuve. Convirtió una mujer su vivienda en obra de Arte e inmerso en la pieza colgué desubicado. “Villa Mondriana”. Azules, rojos y amarillos. Y blancos. Y todos enmarcados con fenefas negras. Y los muebles, casados. Y las habitaciones, acordes. Muy al canon. Se me anunció artista en el exilio espiritual. En la misma isla que naufragase Ulises lleva siete odiseas echadas sin atisbo de sirenas, musas o efebos. ¡Ni allí! El mundo palpita a su alrededor pese a ser apartado el enclave y sólo recibir noticias de tarde en tarde. Dos o tres veces al año hace acopio de material un chamarilero y acerca en barca revistas especializadas y diretes de todo pelo. Cuándo recibe, lo primero que hace, metódica, es clasificar y ordenar por fechas, después, pintora que también es, esparce por el suelo al tiempo que devora. Si la remesa termina con buen regusto, quizá de lo consumido, y tras digerirlo, haga idea de algo que echarse al pincel. Y ocasiones habrá que traiga frescura la nueva como para incitarle a repintar una lámpara o el techo del baño con motivos alegóricos; peces, u ojos estilizados, que se saben sólo destellos de un genio que se duda. Desmotivada, bosqueja de palabra la muy maestra los manidos y aburridos trazos del mundo moderno. SHR de M

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05-44 Sólo por funcionales me gustan los puentes, y si a eso uniésemos la estética y la carga simbólica, sin lugar a dudas los elegiría item de la Humanidad; puentes y puertos. Tumbo las horas sin darme cuenta cuando presto ojo a la construcción. Uno levantan que liga nuevo fleje a la faja que encorseta Eurasia. Sobre el Bósforo echaron ballena pensando cerrar el descosido que hace siete a las dos continentes. El puente, a falta de mejor metáfora, sería la cremallera. En dos Culturas asienta el corazón Waldo, o Waal al Doh, pues dependiendo del extremo en el que se halle así se decanta su credo; sabe ser. Mientras duró la obra atendió familia y tajo en cada punta, pero la apertura inminente, y desvelado lo ambidiestro que fue, en la tesitura de tirarse al agua, con su piedra al cuello, me reía encontrarse. Nada más falso. Al acabar el turno saltó al paso de una gabarra de escombros y en ella tocamos pantalán y amarradero. Barcaza propia tiene cerca para cuándo harto de aparentar, quería ser quién era, entonces, sibarita, de uno y otro lado soltaba amarras. SHR de M

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06-44 Jaime el titiritero no se esconde; aunque intenta no hacerse notar en el barrio y ha metido a los niños en los cajones para que no se asomen a las ventanas. Y son muy curiosos. Rúculo, Gabrielina, Fray del Frasco. Y Babitas, narizotas anaranjada, que de felpa vieja y heredada tiene la urdimbre. Y Chirolo, el laureado milico, que enarca ceja sobre la gruesa pasta de sus antiparras. A éste en concreto enchironó en el ropero por ser adicto a las insurrectas tropas y largar en demasía. Se hizo famosillo en los teatrillos de Allende por díscolo, y ahora que tendría voz, es al que más conviene tener callado. Ninguno abre la boca de no mover el hilo el maestro, y no hace, para el año va lo del golpe y un año lleva desaparecido por interés propio; de correr la encuesta del lado gubernamental actual, desaparecido a la ferroviaria anotaría en la libreta de la DINA. Y mejor que no. Todos chitón. Centrado en el oficio distrae los pocos días que le quedan para embarcarse al extranjero. Méjico, el Caribe, ¡La Francia! La mujer chapurrea francés y con ella cuenta para introducirse en el mercado galo. Tan verdad era una cosa como la otra, y para validarlo, a la esposa conminó para que saliese al salón y se dejase ver. Pero ella, al tener seguro que ningún muñeco del marido hace liturgia de cinco, y puesta la cafetera sobre la lumbre, a su gusto y tiempo murmuró que comparecería. Y tardó. Tiempo tuvo el esposo para pasarme el libreto de una obra que tiene pendiente de estreno. Era la historia de un lobito que se vuelve doméstico y más tarde acimarrona. Historia lacrimógena, o así debería entenderla, al llorar el hombre los párrafos al tempo de mi lectura. Y llorar, y venga a llorar con el cánido, hasta que entró en la habitación la mujer y preguntó si no estábamos “todos” locos. Una toalla puesta a secar sobre el radiador ahumaba el cuarto a la londinense, olía la escalera a chamusquina y no tardaría en congregar autoridad. Raudos, metieron a toda la parentela en un baúl y huyeron a nuevo piso. Y juraría, sincero, que en la mudanza a pura tos se quiso significar el general de peluche. SHR de M

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07-44 Porcentajes. A nada que uno se descuida le hacen dato de estadística. Sabía a la firma que el noventa y nueve por ciento de las veces la búsqueda de vida inteligente es empeño baldío. No hay grandes primas. Las primas buenas, loterías, se enmarcan en el uno. Tal ésta, sí. Pero esta lustrosa migaja también tiene remiga de números. Cinco, de cada diez exploradores, pierden la vida en la obra. Y el que es de rigor que desaparezca y nunca más se sepa. Y tres que queden tan tullidos, que no hagan gasto de pensión. Total, que el que falta sería quién llevaría laureles y trozo magro de todo posible negocio, aunque siendo el asiento de las cifras que se me dice con decimales, imagino que difícil será el salir del todo indemne. …… Sí, soy el único que queda vivo. …… Revés será también para Bestia al ponerme el timbre neutro para contar. …… Bueno, también es cierto, aunque no conozca las proporciones, que un sinfín de navíos regresan exitosos a casa sin haber sufrido las dotaciones mas que algún mareo al entrar o salir de hiperespacios, cuerdas o gusanos-tiempo. O atravesar branas. Veteranos arruinados se dan a explayar en cualquier tasca y mil historias se cuentan. Daría por hecho Bestia, afectado que me entendió, que hoy no habría salida y que me centraría en atender el papeleo y tal. Y creyó mal. Bastante me llena cuidar de mí mismo. No soy amigo del vaivén, y si rompimos, allí quedaron mis corazoncitos. Ja. No puede jugar conmigo la Corporación. Yo, a lo que se me paga. A bajar para ver la cara que ponen en la Tierra los humanos cuando se sacan un ejército de las entrañas, y aunque de terracota, de sí da la noticia para que lo corra la comunidad internacional. ¡Vaya ejércitos los de China! ¡Vaya jeta y tripas las de la Corporación! SHR de M 401


01-45 ¡Y yo llorándome dígito! Ellos, ellos son cuenta de ábaco, y obligados a vestir y comportarse igual, se saben unidades. Y mejor así. Descerebrados hay en toda latitud y estructura social, repartidos, hasta en las cimas del poder algunos arraigan. Eso pasa en muchos países aunque con tamaño desprecio a la vida ni en las crónicas de la conquista de Cronopea. En Camboya mandan unos energúmenos. Son lo más absurdo y retrógrado de lo que llevo echado a los ojos ¡Y llevo! Por salirse de la fila, ¡pum!, tiro. Por no dormir a la voz, un buen culatazo con el rifle y una tanda de látigo. Y de no apretar riñones para mover la carreta enfangada... ¡Ay, de no oírse chirriar los dientes! La máxima: “La letra con sangre cuaja” en mejor lugar para enmarcar imposible. No es cosa nueva el comportamiento en el planeta, y cierto que incluso ellos consideraban las prácticas desterradas, ¡la crédula opinión mundial!, pero a la sombra de los gigantes les crecen las satrapías más cruentas. Esto, de no enmendar, lleva un sesgo harto predecible. SHR de M

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02-45 A las cinco, sin amanecer, empieza el movimiento. Las calles cobran vida y la ciudad se despereza. Excepto una casa, una luz, que indicaba vela nocturna y allí me presenté. Se extrañó el hombre, se asustó, no obstante, ningún trabajo supuso para el empático el hacernos acreedores de vitola de ensueño. Y en todo caso, ser pesadilla lo nuestro. Así me dijeron sus gestos que interpretó la visita, aunque me invitase a entrar y tomar asiento. Él es abogado y anda desvelado por un caso que le trae al retortero. Defiende a un criminal que se declaró culpable pese a lo descabalado de la confesión. Le colgaron felonía de las de purgar con algunos años, y aforando la defensa del cántaro familiar, se insta al leguleyo para que despliegue ingenio y libre al reo del garrote lento que supondría la cárcel. Y cuenta le tiene hacer. Es un cuñado el otro. O marido de una hermana, en todo caso hermano, político, y pese a agotado, apura los minutos buscando solución. Y no encuentra. A las doce en punto de la mañana expiraría el plazo y obligado está a presentar alegación. ¿Era culpable? ... Ni dudarlo. ¿Existía método para impedir? ... Desde luego. Alegar y alegar. Delaxar lo que se pueda pues están variando continuamente las reglas, y presiente vientos de cambio azotando la jurisprudencia. Busca indulto aunque sea argumentando locura. Y lo está. Lo están. Todos como cabras si queda la cosa de escudriñar a fondo. Éste, el culpable confeso, se mofó de un guardia urbano hasta el punto de arrebatarle gorra y silbato, y siendo autoridad, sentaría muy mal entre los del gremio de la porra. Eso sí, en descargo recalca que el atasco de tráfico al menos se solventó. SHR de M

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03-45 Nació niña deseada en la ciudad y se brinda a la salud de L. Brown. Se congratulan muchos, pero sobre todo uno que también tuvo en cinta a la parienta e igualmente fuera de fecha. Éste, que ya tiene inscritos personalmente diez u doce vástagos en el registro de su pueblo, que ni recuerda, al décimo octavo sí ansiaba censar por traer bajo el brazo un record local y la herencia de un viejo solterón desparentado. Con este nuevo hijo, amén de poder matar a la mujer, dejaba inalcanzable la marca en el padrón municipal. Y la fortuna se le supo con el simple buscarle al teléfono, y de urgencia, pues rompía aguas la parienta citándosele en el hospital. A la cola de la ambulancia que traía a la parturienta llegamos nosotros en un taxi. Y entre que conoce el percal, y a cuidadores y enfermeras, antes de entrar la esposa al paritorio estaba clavado el hombre en la puerta con la cabeza gacha. La mujer tiene costumbre de relajarse en el caso lanzando improperios y se sabe el sujeto asiduo a los labios. Y el apretar de la mano, que yo, reflejo, sentí en mis propios dedos aun mediando puerta y cristal. Y nacer cómo hacen que es cosa de presenciar y no contar. Y el padre irse al suelo por saberse millonario más que por cosa que no tuviese vista. Yo fui el encargado de atender al padre, y reanimar, conducir a una sala para conocer a su décimo tercera mujercita. Aunque torpe que soy, y que los recién nacidos me son todos iguales, o casi, nos tiramos media tarde haciendo cucamonas a la famosa hija del vecino cuasi anónimo sin saber que no era la nuestra. Y lo peor, codearme el padrazo el costado con insistencia diciendo que las orejas eran de él y la frente de su madre; y consentir yo. Pero idénticos son, sí, el que es probeta y el que no; a mis ojos, por lo menos. SHR de M

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04-45 En el cajón de sastre que es España fija la vista el resto de Europa. Algo estará cambiando en el talante humano, para después de cuarenta años, hartarse de arbitrariedades. Libertad. Libertad y Justicia a partes iguales se demanda. Votan Constitución singular y a la Norma pretenden acogerse sin recordar lo pasado; una amnesia selectiva lima las pendientes asperezas. De todo esto apenas sabe una pareja de novios que junto al río Manzanares arrimaba el morrete. Por escándalo se tomaba el acto y cuidaban de no prodigar en público, pero frugal e impetuosa, la alegría de la “Victoria” les llevaba a besarse como nunca. No temen a la “secreta” ni a ningún orden público que les pretendiese reconvenir al autocontrol. Y no podrían. Hoy no. Imposible. Alumbra nueva etapa el país, y por ser quizá laboratorio, la humanidad. España es así. Barra libre y salga el Sol por dónde pueda. SHR de M

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05-45 Me es mecanismo de defensa y reconozco los bandazos que pego. Si me satura o aburre el individuo, a la siguiente que bajo me presto a observar generalidades del país, del continente, o de toda la especie si así me pasa el día por la garganta. El mundo está fraccionado, dividido en un millar de trifulcas sin aparente unidad. Pero la hay. La Miseria hace rosca y reconcome dónde asienta. Miseria, sin matices, pues el pedigrí del mal no desquiere a sus bastardos: hambre, insalubridad, tristeza. Sed, desamor, ignorancia. Envidia. Lacras y corruptelas. Ése es el ejército de las tinieblas que sojuzga a la humanidad. El mismo frente se podría encontrar en una casa media de Bruselas como en una de Calcuta, aunque con toda seguridad, las barriadas de esta última resultasen palacios de cochambre en cualquier comparación. Ni de segunda se puede considerar la plaza, al tercer mundo ¡incluso del cuarto!, probable, haga capital en justicia. Es duro vivir en Calcuta. Duro, de consumir, pues así me pude explicar como dos mujeres cabían en el cuerpo de media; o de tres o cuatro desplegaría nervio la señora al demandarla una ingente cantidad de pordioseros por madre. ”¡Madre!” ¡Y gustosa! … ¿Tampoco ésta señora es ejemplo? SHR de M

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06-45 Lo bueno de caer cuando cambian el año es que a mano se suele encontrar almanaque de lo acontecido en el curso y así uno se ahorra mucha conversación. Lo malo, que sea de un año muy corrido y lo estén usando en el retrete; de haber. La textura es lo que cuenta. Esta observación no es del todo mía, a elaborarla me ayudó un fotógrafo que como yo admiraba un hormiguero humano en plena selva. Miles de hombres excavan a la llamada del oro, que tesoro, se obstina en no darse fácil y oculta mate entre el barro. Todo tiñe de marrón salvo los ojos, blancos, venudos, con un brillo homogéneo de sueños; de fracaso, de lujuria; de rutina. Los garimpeiros rompen la jungla y plasman cascada. Impresionante instantánea. Y el encuadre, aunque arruine, confiere la grandeza. ¡Click! El ojo de este hombre bien merece galería o museo. La deforestación, medidas de urgencia. SHR de M

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07-45 Aunque asiduo, hay que ponerse al día con la planimetría del Cairo al ser sus callejones propensos al cambio, y desiertos, laberinto. A nariz me orientaba a un puchero cuando reverberaron ecos de multitud. Corrían estampida, e impetuosos que se presentaron, cerraron del mismo modo las puertas de sus casas volviendo a hacer sarcófago. Ni un ruido. Bueno, silbidos y algunas voces altas de cuando en cuando. Y carreras. Y algún disparo. Y aviones y helicópteros, tan bajos, que aunque se decían parte de una exhibición, rasearon las terrazas llevándose antenas y curiosos. Comentan que se escaparon unos cuantos tiros en el susodicho desfile, y se teme, por desgracia, que fuesen intencionados. Y en el mejor de los casos, sería también muy mala suerte al ir casi todos a acertar al presidente. Un hombre abierto hasta a tener enemigos. SHR de M

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01-46 Contentos estarían mis tutores del kindergarden si me supiesen en la Universidad con toga y banda. Pero no visten el bonete a diario y en la cafetería tampoco el ambiente académico huele muy puro. Mala foto. Acodan en los pupitres los estudiantes con maestría, eso sí. La experiencia comba el espinazo y los muy veteranos en escorzo repanchigan, y el que más, un celador de segunda que está en nómina por cuestión de integrar minusvalías. De calva raspada, patillas hachón y un mostacho resorbesopas que al punto atusa con zumo de enebro. Con la copita en la mano me citó a su mesa por no ser raro que concite miradas y sospechas. Muchos le clavan vago, malo y botarate. Digno de ningún encomio al rumorearse su participación en no pocos quebrantos en el campus. Y algo de verdad habrá. Odia la Universidad. Aborrece su quehacer. Muy bajito, y con risa de ido, se demostraba más dañino de lo que nadie imaginase. Me aseguró regalar los exámenes a los estudiantes peores. Trafullar cualquier suerte para socavar el Conocimiento que a día de hoy dicen universal. No tenía desperdicio su tara al reír con los continuos apagones. O el frío que provoca ecos en las aulas. O el faltar del material. O cualquier mala baba que haga y ponga en práctica. Mientras contó cosas que entiendo risibles no puedo negar que me entregué y hasta me dejé invitar a unos tientos de ambrosía roja. Hermano de hermandad maligna, tras un par de buches, me descubrió el barrabás que me superaba al apagar un tanto la voz y explicarme su próximo golpe. Primero tiene pensado empaparse por su cuenta de electrónica e informática, luego sustraerá claves, y después, como han interconectado en red sus archivos y bases de datos, maquina poder meterse a hurtadillas en los ordenadores de los centros universitarios y liar tal mondongo que se olviden de él hasta el curso que viene. O el siguiente y la paga a casa. Y posibilidades reales existen de colapsar las instituciones de medio mundo tal dice, aunque, supongo, le lastrará lo justo de la fama. Hasta los malos somos más malos si arrimamos a la Universidad. SHR de M

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02-46 Steven es pelirrojo y enjuto. Y muy nervioso. Y le sientan igual de fatal las nieblas de su Escocia natal, como las que levanta la mañana en las Malvinas, Fockland, a su Cultura, y que son pieza de litigio entre Inglaterra y Argentina. Él y su “hermano gemelo”, también presente en las islas, eligieron el Ejército para cambiar de clima. El español a la fecha les sonó extraño, bullanguero y tropical. En el receso de las refriegas mezcla como barman visitante en la cantina de un acorazado. Y es un escándalo. Lo mismo oficiales apresados, que los propios, le ríen la gansada y mantiene ajena a la tuguriada por un rato de la realidad exterior; la impuesta a miles de kilómetros. De tal modo abstrae, que último bis, fue hilvanar el secarse el sudor de la frente, con calzarse un guante rojo de goma en la cabeza, y erguida la cresta, enfilar mutis a la camareta entre un redoble de cocoroteos y aplausos. Aunque a solas, sentado en la litera, brotó un trillizo del que no se tenía constancia y que detestaba todo esto. Respingaba el pobre muchacho, para su cuello, que preferiría estar aprendiendo cualquier otro idioma, en cualquier otra parte del planeta. Y sin colgar la chatarra al hombro, desde luego. SHR de M

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03-46 Se nota que soy el único ser vivo en la nave. Ahora sí. Antes tardaban días y días, ¡eones!, en solventar un goteo del grifo o el empaño del holoespejo. En concreto creo que el record lo tiene una simple alcayata que me tardó en ser puesta millón y medio de años. Pero el holespejo, ya digo, ayer comenté a Bestia el vaho que lo agarraba, y hoy tengo a primera hora instalado un equipo nuevo. Todo un baño. Siguiendo con el acierto, sugerí cambiar el plasma óptico del empático pues me ofrecía una vista de Atenas muy borrosa. Algo más caro entiendo la sustitución y se me prometió revisar a fondo a la vuelta, sin embargo, me aseguró Bestia que lo que hace densa la prístina belleza de la Acrópolis es la contaminación. Y no lo dudo; aunque entre alcornoques y olivos, restos y suciedades enturbiaban el total disfrute del paraje. Mas obviando, hasta belleza sacaba un fulano presente al distante cielo rojizo. Mucha mierda tiene el aire, dijo, al tiempo que me ofrecía queso y nueces mientras se oscurecía el cielo y él tomaba horizontalidad en una hamaca; la postura, descuidando del ordinario disfrute, se debe a un viejo conocido que vuelve de visita a la Tierra. Un cometa que nos tercia. De chico, me contó el hombre, le dijeron las abuelas que escondiese bajo las mantas al paso, pues de ver, a la siguiente que pasase ya le traería en la lista para llevar consigo a recorrer el frío infinito. Podría volver a burlar, pero se sabía algo mayor para aguardar otros tres cuartos de siglo. Y quería admirar. Llevaba esperando desde antes de aparecer a cualquier telescopio. Una esquirla de cristal le grabó hace bastante la coordenada en la retina; en el mismo accidente de tráfico que se le muriese la esposa. Y a todas horas veía. De noche o de día. Y secretillo, de soslayo debió fisgar siendo crío, y sin aviso, me dejó solo. Otro que se me muere sin despedir y estoy empezando a coger complejo agorero. Se mueren solos. ¿Será epidemia? SHR de M

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04-46 Alguna vez les comentarían frontera en el desierto que deja a unos iraníes y a otros iraquíes, pero lo de llevarse a matar les divide desde hace muchísimo más. No debe ser leyenda para unos que encontré, el que los otros, les dejasen al debe algo; camello, odre o mujer. El caso que mal saludo hacen en el basto desierto y a lo poco un “Buenos días” es pedrada en el colodrillo. Digo desdramatizando al reinar buen ambiente entre ellos a día de hoy, sí. Y delicado es el momento. No sólo que tengan franca y declarada la guerra sus países, y que ellos suelan recibirse a guijarro, están tan bien avenidos porque mucha es la miseria, y colofón, un nieto maldito y compartido que enorgullece, alma de mujer, camello u odre que se arguya, y que de común asenso criaron en Estados Unidos ajeno a tanto odio, volvía al waad natal para curar de una enfermedad que le ataca los pulmones y al sistema inmunitario en general. Y empeño ponen en que sane porque hasta consienten la presencia del novio. Por un hijo harían lo que no se dice. Y por un nieto otrotanto. SHR de M

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05-46 Doble parece todo a orillas del Loira. La simetría del agua deshace la realidad e inventa caleidoscopio al cual entregarse hasta dar con quien rompa el espejismo. Draga, dragaba el foso del castillo con la misma solvencia con que dicen hizo fama su padre, su abuelo, y el primer dragador de la cuenca que fue un tatarabuelo mastuerzo. Jean Lou es parte del río y a ojos vendados no le costaría reseñar, sólo por el aroma de narcisos y nenúfares, dónde se ahogó la dama de Grullons, e incluso el cañaveral que refugió al barón de Boureau durante la pendencia jacobina. No hay secreto que exuden las piedras, y remanse, o corra, que no conozca, y por ello, quizá, los amos de los castillos le dejan hacer sin entrometerse mucho. Salvo uno. Un americano, con talonario corporativo, que trajo su propio equipo para sanear los cimientos de la fortaleza y reparar compuertas; con intención de rehabilitar todo para solaz de ejecutivos. Jean pasa a diario por delante del castillo esperando contemplar con sus propios ojos como se les hunde el encofrado o revientan las arquetas. Espera. Y cuajo tiene para dar borda a la baranda del patrón y chistar lo erróneo de la lectura del testigo; que si el uno trae el instrumental de la NASA, al otro le ampara el haber bogado para una excursión del reputado Instituto Pasteur, y aunque de oídas, saber que se dice de ellos que son unos chapuzas. Al menos uno llamado Gallo y que el nuevo amo del castillo tendrá por paisano ejemplar; que lo rabia. SHR de M

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06-46 Aunque no menciono tengo el ojo puesto en el calendario. Van cayendo hojas con ritmo otoñal y cuento hacia atrás. Palabra, no busco líos. Pero me encuentran. Silenciosa, asolada, la ciudad de Armero fragua bajo el lodo que escupe el Nevado del Ruiz. Contaminación, deforestación. Construyen en cauces de aluvión sin querer recordar la autoría del tallador, y claro, despertando a la tremenda el volcán, quedó arrasada la población. La primera ayuda la prestaron al tiempo personal sanitario y reporteros de los Mas Media. Desolados unos y otros. Sugerí a uno de ellos que dejase de perder el tiempo intentando salvar la vida de una cría que agonizaba, y que salvase a cientos, miles de niños y niñas, poniendo en antecedentes de la catástrofe con su cámara fotográfica; que a fin de cuentas, experto sería en tomar instantaneas y difundirlas. De corazón puse a disposición lo que tengo aprendido. Y con amplias vistas. Pero no respondió a mi sugerencia. Sopesar sí, y puede que por tener la palanca comprometida con la muchacha, no me haya contestado tal me dijeron sus ojos, y confirmó el empático, ser intención. …… Deontologías a estas alturas a mí, no. ¡Ja! SHR de M

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07-46 La capacidad de sacrificio del Ser Humano no es ponderable. Puede dar lo que no tiene, o no dar nada rebosando. ¡Incluso dar sin nada a cambio! En general, los Hombres no suelen entregarse a proyectos descabellados, y los que hacen, aunque algunos triunfen e innoven, la mayoría fracasa o acaba tiesa si la vaina del baile es con la Muerte. Y gélido es el beso de la Señora cuando suena un ruso en la gramola. Chernobil colaría como compositor, o primer bailarín del Bolsoi, de no ser en realidad un reactor nuclear averiado. Roto. Quebrado. Con más rajas que la espalda un galeote. Yo, y cualquiera, esperaría que el mismo ente sapiente que tuvo la audacia de construir un microsol en el planeta, tuviese prevista la contingencia en caso de alarma. Sí, eso sería lo suyo. Sin embargo, es el coraje humano el que está sellando a pala las fisuras. Saben que van a morir, y de forma dolorosa, mas cada quién por sus motivos se entrega, y entre francachelas, pues al condenado a cadalso no se le reprimen los chistes, pasa uno la tarde tan ricamente restañando el Mundo; pese a funcionar al máximo el empático. Tardaron en soltarse, previo, quejaron de la evidente incompetencia nacional, aunque cercano también un accidente estratosférico de los americanos, localizaron al auténtico responsable bastante cerca. Ellos mismos. El Hombre. Y representantes que también son, ejemplo de futuras generaciones, y curiosidad abnegada del linaje, a modo palearon masa para construir caja de hormigón armado que amortaje la radiación; y a ellos con ella. …… Unos se dan. Otros, no. SHR de M

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01-47 La ciudad más libre de Occidente, permisible a todo vicio confesable, es Amsterdam. A golpe de pedal raudo se recorre, y partiendo de Central Station, además es cuesta abajo. Me uní a un grupo de cicloturistas noveles y con ellos me lancé a rodar la experiencia. Veían con ojos nuevos todo, veíamos, pues tras hacer parada en una pastelería, un pub, un coffe, un markt, y no sé cuantos sitios más, nos aventuramos poliempachados a un museo de pintura. El museo Vang Gohg. ¡Oh! Yo sé quién hubiese disfrutado hoy aquí. Contigo, pues conmigo estabas, cubrí las etapas del artista metiéndome dentro de los mismos lienzos. Y vívidamente sentí tu presencia al integrarme en una pieza soberbia. Un paisaje de campos racheados con el Sol en espiral. A mí alrededor flotaba tu olor, tu tacto me quedaba a mano de un verdiamarillo de girasoles. Bajo los pies una ola suave. Y el vacío, saciado de aire. …… Y ratos de tic sin tac. …… Así fue el instante de sabroso. SHR de M

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02-47

Caminito de Neptuno, y más allá, va la sonda primaria que generó tanto recelo en Bestia. Pretendía que cambiásemos de ubicación otra vez, pero ni hablar; soy yo el que baja y el que padece los efectos y trastornos al regreso. Muy simple es la tecnología humana y yo me quiero lo suficiente para maltratar mi cuerpo lo justito. En Titán no se está mal. No hay peligro. Que sigan mandando sondas con remitente, y quizá, encuentren gordianos cerca que les hagan pensarse el seguir lanzando al espacio mensajes abiertos y con remite. SHR de M

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03-47 No soy forofo del agua habiendo seco para pisar; ni beber, si puedo. Y jarrea. Llueve, llueve y llueve. Está anegado todo Bangladesh y más que transitar la zona, lo que se deja es chapotear. Abatraciado mi paseo, hice receso en una loma que a fuerza de ser cota se prestaba isla. En el altillo reunía un niño con un búfalo, dos perros y una vieja centenaria en parihuela; insinuando componenda familiar de al menos dos miembros más. La mujer agonizaba la edad. En el rato que estuve con ellos no pude sacarles nada coherente salvo el punto en el follaje que dio escape a los camilleros. Para recabar más, fugué al mismo verde y al rato de bregar con ciénagas y limos, fui a parar a un promontorio concurrido. Juntaba la gente de los contornos y algunos familiares de la anciana, que por parentesco próximo, llevarían los dos meses velando. Semanas que resultaron muy tensas al estar en juego el reparto de las tierras. Aunque anegadas éstas, no existían ahora prisas y hasta parranda organizaron a nada de tocar el sitio un rayo de sol. Y después, que abría el día, correr a sus casas para comprobar la solvencia y el estado. Y al poco, que rugía un rotor, buscar en el cielo un helicóptero que trajese auxilio. Vituallas de emergencia cayeron de las nubes bien embaladas en cajones. Tiraban dónde pudiera cogerse y hubiese gente para pedir. Unos cuantos arrojaron en el otro rodal seco y a la anciana descrismaron sin pretender. Y muerta, por fin, también pagaba el convite. SHR de M

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04-47 Con dos cojones, sí señor. “Con dos cojones” que dicen ellos. Si no lo veo, no lo creo. Uno, uno de ellos, minúsculo, ínfimo en la multitud, y encima con las manos ocupadas con la compra diaria, hizo frente a una columna de tanques sin despeinarse. ¡Y más! A los cabestros de acero cortó el paso una y otra vez con el simple interponer de su cuerpecillo al discurrir de las orugas. ¡Increíble! Y no soltar siquiera las bolsas de plástico. Y hasta subirse al primer carro. 60 kilos contra 60.000. Contra 600.000. Y tampoco fue el único en dar plante para cartel, rifirrafe se traen en la plaza y por hartitos muchos se manifiestan a la desesperada. Entienden que hay medios de comunicación internacional presente y cuanta más bulla levanten más lejos llegará su protesta. Y no saben cuánto. Lo que sí saben es que son mosca en palma de gigante. Y se cerró la mano. Tabletearon las ametralladoras y se cerró la plaza a todo ojo; y lo que pase. SHR de M

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05-47 ¡Brutal! Cosa así se debe vivir. Y contar a los nietos. Por distintas calles gentes enfervorizadas arrimaban a la Puerta de Brandeburgo, contentas, exultantes. Masas otrora temidas por cegar de odio, se concentraban alegres y pacíficas pues por la tele dijeron que podían viajar sin miedo a cualquier parte. Incluso pasar al otro lado de cualquier muro que avergúenze; según preconiza hasta la misma Física Teórica. El empático resultó un mero estorbo. Se besaban. Y abrazaban. Y reían como ha mucho no les oía sinceros. Cantaban con orgullo la reunificación inminente, y no siendo sólo de Alemania, porque se celebraba hito europeo, allí bailotearon hasta extranjeros; dos hermanos de Gasteiz al santo patrón de su pueblo elevaban la loa por serles del todo desconocido el acento germano. Y niquelado iba el canto. ¡Ay, Zeledón! ¡Ay, Zeledón!... Con ventanita y balcón. SHR de M

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06-47 Tardaba la abuela y la joven se impacientaba. Me dijo que puntual cual ánima era la yaya, y pasada su hora, empezó a temer no fuese a ser que le hubiese dado un soponcio en plena calle o en el parque. Pretestando ofrecerme un cigarro alargó el brazo, llamó al bar dónde solía desayunar y echar la quiniela. Y estuvo, sí. Pasó como siempre a pagar y dejar al debe el boleto del día siguiente. Sí, manías de viejo. Confiando en que se hubiese enganchado a otro loro de su quinta, me tendió el vaso y enarboló un brindis de aperitivo; aseguró que merecería la pena esperar por las cocochas con almejas. Aquiscente yo, hice que me rugiesen las tripas por si anticipo lograba del referido manjar. Y vuelta la mano al teléfono y preguntar por ella en la lechería dónde siempre compra el pan. Y sí, también estuvo. Mosca, la muchacha se asomó a la terraza, y aunque no vio nada, sí escuchó a unos chicos que reían la caída de un vejestorio a la vuelta de la esquina: “¡Vaya hostia la del fósil!” Y corrimos. A la anciana ya le estaban atendiendo en un restaurante chino, que próximo, y amabilísimos, ofrecieron una silla y un vaso de agua. Sofocada, ni explicarse necesitó ante nosotros porque al ver a la nieta, el descalabro quedó en rasguño. Incluso blasfemó muy ofendida al referirle el chivatazo de los muchachos. Y mareada que todavía se declaraba, y nosotros con los estómagos abiertos -al menos yo- aprovechamos el paso de un camarero para agradecer y encargar menú y medio. Y no se hizo más mención al trompazo hasta que vuelta a sentar la anciana en su sillón de casa, por la tarde, rogó le reseñásemos en concreto a los cabritos del soplo, pues ahora no, porque se sabía descojonada, pero mañana, o pasado, cuando debajo de su ventana paren a jugar, sin temblarle el pulso les va a echar un balde de lejía. … Ya serán caramelos. SHR de M

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07-47 La fábrica de tornillos suele ofertar trabajo estival a los hijos de la firma. Se van baqueteando con prensas y fresadoras, y aunque muchos no escapen a la telaraña de los tiempos, siempre habrá alguno que quede torneado. Y que a nada, aún joven, salga capataz. Por eso aconseja Jon al hijo que no acepte una bicoca que dice pasarle un amigote. Este otro es hijo de un arquitecto del pueblo, y cierto que siempre aparentaron grandes conexiones, y más que ostentar algo que no tuviesen, eran las gentes de los alrededores quienes les asignaban un círculo de amistades más que influyentes; presidentes y ex-presidentes; banqueros y altos popes de las finanzas; empresarios de la Cultura; dignatarios de todo encomio que apenas eran suposiciones al tener el rancho aeródromo propio. Un chollito en toda regla. Limpiar la piscina. Mil dólares al mes por mantener la alberca cristalina en verano, y otros tres mil al equinoccio de septiembre si en el pueblo no sacaban punta de quién visitaba la finca. Mucho dinero para un chaval ¡Y hasta para un adulto! Hoy era el primer día, y aunque levantó temprano, el padre al pie de la cama estaba para reconvenirle a desdeñar la oportunidad, que a la larga, pálpito de progenitor tenía de no ser nada bueno. Y entre que los madrugones todavía no le han encallecido, y que se le supo reacunar, en la cama volvió a hacer nido el muchacho. ¿Y yo qué hice? Me informé dónde le ofrecían semejante negocio, y siendo quien no era, me presenté. Sí. Y regalar, no regalaban nada porque a poco que llueva les queda alagunada la alberca. En un receso en la cruzada contra hojas y mosquitos, me dejé caer por la cocina sabiendo que el fogón suelta la lengua macerada en vino, y siendo lo apropiado encontrar, con el sumiller y el jefe de cocina realicé la cata. Degustaban y encajaban el plato del día con los abastos de la bodega. Y eso era de lo único que estaban dispuestos a hablar al ser también ellos nuevos en la casa y estar sobreaviso contra preguntas inoportunas. Y que muy buen pagador será el señor Bilderberg. ¡Si sólo fuese señor! SHR de M

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01-48 Hijos de obreros cualificados llevan vida desahogada al menos durante las vacaciones. Vuelve al agro la clase trabajadora buscando solaz, y sin compromiso con las raíces, puede darse la descendencia a disfrutar lo que no conocieron sus mayores. La buena vida que se pegan, y reconocen, ganan a fuerza de estudio. Que disfruten mientras dure, sí. Hoy reunía un puñado de ellos pues piensan cenar juntos al tiempo que ven por la tele, y festejan, la inauguración de unos nuevos Juegos Olímpicos. Desde primera hora huronearon por la tahona y demás negocios. Vino, chorizo, morcilla y panceta. Y sardinas. Un jamón de seis cuerdas. Un par de quesos. Alcohol, refrescos y hielo a tutti plen. Y serpentinas y matasuegras. Y confetti. Y petardos. Y pelucas. Y cualquier chuminada que les hiciera gracia en la ebriedad. Y, por supuesto, un arreglo para paella porque entretanto no llegue la noche habría que alimentarse e ir haciendo ascuas. Y todo a escote, claro. Aunque he dicho, no son todos hijos de la capital. Qué va. Entre ellos también había gente del pago, e incluso uno que enterraba ancestros en el cementerio local, aunque hijo de emigrantes y acento de ser el más foráneo de todos. Éste, filmaba a los demás por llevar de vuelta a su país las curiosidades aborígenes. Y todo le llamaba la atención. Grabó el día e incluso a mí. Y regrabar, pedir que se repitiesen, si la chanza del instante era de inmortalizar. Así pasó cuándo voló la flecha que encendía el pebetero olímpico, y extasiados, rompieron a aplaudir y a vitorear al cojo de los cojones que los tenía tan bien puestos. ¡Por el arquero! ¡¡Por el arquero!! Fue eslogan que agarraron para apurar de un trago las copas. Y, ¡Por el arquero!, les dejé haciendo brindis a otro día. Que aprovechen y hagan excusa del arquero para celebrar el resto de vida, sí. Que apuren, que apura. SHR de M

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02-48 Duendecillos parecían cinco niños entre los árboles. La madre estaba muy orgullosa del logro pese a irle media dioptría con los disfraces; gorros con borlas, orejas puntiagudas y su natural sonrisa traviesa. Muy trastos. Muy personajillos insidiosos. Varias semanas estuvo prometiendo el padre remarcar en rojo la excursión al parque, pero sesudo investigador, y a punto de gran culminación, la madre excusa y consiente a los vástagos a cambio. Capaces parecen los hijos de volver loco a cualquiera. Con gran trabajo consiguió meterlos en el coche y encinchar. Y mantenerlos a raya el viaje de regreso a casa. Ya al llegar, no hubo forma de contenerlos y bajaron casi en marcha para saltar sobre el padre que allí aguardaba. Y abrazar. Y dar tanto cariño que el hombre se puso a llorar. La esposa mandó entonces a la tropa a la cama con una sola voz, y a solas, con el marido, le rogó que dijese sin rodeos si lo había conseguido. Y sí, por la cara de desolación que puso habría sido un rotundo éxito. Había clonado un embrión humano. Y a nadie podía ir con el revuelo metafísico consiguiente por no ser tema que cayese al olvido ni siquiera en la confesión. Y en el mundillo no se levanta la liebre temiendo a los sectores reaccionarios de la opinión pública. Al cercenar de fondos. ¡Y muy gordo lo cree para callarlo aun por contrato! La mujer no. Ella donó los óvulos y no tiene mayor apego que a un pelo caído. Eso sí, por saber que pueden llegar a ser tan bichos como los que ya tiene nacidos, peor, tal que serían igualitos a ella, le rogó al esposo que destruya el mismo lunes y que sean otros los que pongan en la picota a sus familias. Que cambie de línea de estudio, o el martes mismo se vuelve con su madre. Él verá. Y el hombre, deprimidísimo, al saberse en un dilema de múltiples vértices. SHR de M

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03-48 Un laboratorio de publicidad es el cuarto de trabajo para unos niños grandes. Juegan a reinventar lo que les dan. Ponen empeño en hacer nuevo lo viejo y a veces parece el producto recién salido del horno; dispuesto a ser consumido tal novedad. Un chupete, la campaña electoral de un político o las patas de una silla; es lo mismo. Y gran reconocimiento se otorga a estos ingenieros de nuevo cuño, siempre y cuando, eso sí, no se les conozca en persona. En la vertical, suelen dejar en duda a los rectos contratantes de sus servicios. Mismamente George Rodrigües, socio fundador y encargado de la división de alimentación, a la primera cita con el cliente suele acudir con traje y corbata aunque debajo de la camisa lleve símbolo ácrata y calzoncillos de ratones y ositos. Circunspecto estrecha siempre la mano un tanto más que su interlocutor. Así los gana, y a la segunda reunión, que ya no vende imagen propia, se presenta tal cual es en bermudas y chancletas. Y pasa a ser mister Gorgojo. Tocaría presentación al presente y con americana a medida aguardaba la visita. Reían los compañeros, pese a asalariados, lo muy en su papel que estaba y lo desafortunada de la elección en guardarropía. Y no vestía mal, pero coincidiendo el matiz de su atuendo con el conjunto floral y arbustivo de la recepción, más que jefe, lo que parecía era gnomo escapado de maceta. Burlas y bromas era toda la oficina hasta que el ascensor bramó la inminente arribada, y apareció un hombre tan bajito como el jefe. Y barbudo. ¡Y con una indumentaria! Juntos, por desgracia, supondrían cuadro jocoso, y aunque alguno tosió y encofró sus risas metiendo la cabeza en el archivador, no dejó de flotar la muda hilaridad. Rompió ésta sin poder evitar al poco de encerrarse los hombres en el despacho, y por oírse y entenderse desde dentro, al acto, con cara de negocio roto, abandonaba el visitante el cuarto de negociados. Ahí volaban por unas carcajadas un buen monto de billetes. ¡El desastre! Conscientes todos del quebranto, se les descompuso el órgano de la risa y quedaron de piedra. Y reaparecer en el quicio mister Gorgojo y querer los presentes hundirse en el piso. La habían hecho buena ¡Buena la habían liado! Y daño irreparable sería, si en vez de mofarse de un actor contratado, se hubiesen cachondeado del empresario que aguardan y que encima es patizambo y tuerto. Y con muy mala leche. SHR de M 425


04-48 Hutus y tutsis. Tutsis y hutus. Para quitar la careta ante Occidente, ocultos en un farallón rocoso, unos periodistas filmaban las salvajadas que en una aldea inmediata se estaban perpetrando. Habían visto rodar tantas cabezas, y amputar tal cantidad de extremidades, que ni asomaban por el visor de la cámara. Dejaban rodando el equipo las veinticuatro horas e iban y venían por los rollos en helicóptero. Y aunque se demuestre el método de trabajo más seguro, por reducir costes en combustible y película, de vez en cuando quedaban escondidos con las cámaras unos días. Y era ahorro, sí. Aunque llevaban dos días, con este mío tres, que maldecían la hora en que dejaron irse el aparato vacío. ¡En qué hora permitieron! Apenas elevó su corpachón la libélula, entraron a machete limpio las tropas de un caudillo, del cual, hasta que no se positive el material, no estarían seguros de la filiación tribal. La dudaban, y por entretener, al criterio expresado por cada uno pusieron en juego una cena. Una comilona a darse en el mejor restaurante de Bucavu; que les era cuartel general. Y asfixiante el escondrijo, y necesitar al menos expandir la apuesta, doblaron la bolsa del premio y se porfiaron una comilona para seis en el mejor figón que cada uno tenga entendido en el orbe; que me vi incluído. Y en eso sí coincidieron. Ambos me reseñaron un restaurante poco conocido, memento guloso para ellos, que sito tiene en el espigón de Ribadeo. Restaurante San Miguel. Yo, tras dudar, referí una tratoría neoyorkina como mesa ideal para saldar el envite, aunque, desde luego, no comprometía mi criterio, no entraba, al reconocerme por mí mismo bastante inútil para discernir sutilezas raciales entre tales tribus a la distancia. Me eran iguales. Incluso cuando por sorpresa irrumpieron en el escondite y confiscaron el material, que hecho uno con la roca les pude observar bien, no logré discernir el bando. Y los periodistas, pese a próximos al ir a empellones, tampoco lograrían concretar al gritarles a la cara, antes de ser degollados, el uno “Tutsis hijos de perra” y el otro “Bastardos hutus”. Puede que lo gritasen para informarme. Yo no supe la adscricción exacta hasta que no consulté con el empático, y puede que nadie más sepa al enterrar en una cuneta y no dejar huella salvo en mí. SHR de M

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05-48 Para no dar alas a Bestia, por no oírle timbre henchido, he ninguneado lo visto hasta la fecha en el campo de la Inteligencia Artificial. Poca distancia separa a ábacos y autómatas, a mi lego entender, de lo que los humanos consideran potentes computadoras. Y eso que soy consciente de lo mucho que les está cambiando la vida, más, bastante más de lo que supuso la imprenta en sus tiempos, podría resultar la irrupción del lenguaje binario. Pero no es cosa nueva, no. Bueno, tampoco me quiero salir del hilo, lo que me llamó la atención de la visita fue lo mucho que se metía un muchacho en el juego de su videoconsola. Raciales que son, les enganchan los juegos violentos, y artilleros todos ellos, sigilosos predadores, demostraba el mocoso lo bueno que es en el Total World Revenge. Un auténtico Máster porque ni yo pude tumbarle la puntuación aun conectando los controles al empático. Infalible. Increible. Horas. Horas y horas de disciplinado entrenamiento dan sus resultados. Juega online desde la mañana a la noche sin consideración de colegios o excusas, su realidad, en absoluto virtual, era a sus ojos, y hasta a los míos, más interesante. En el top ten figuraba Doc Fügu, en el mundo ordinario es simple hijo de divorciados con notas mediocres. Y no le mola, no. SHR de M

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06-48 Algo dejé escrito que a Bestia molestó. Aunque no admita, y niegue, yo le cazo al vuelo y no me la da. Está enfadado. Prueba considero el dejarme en camino escarpado de montaña. Cerca de Kabul. De cabeza a la misma Edad de Piedra me mandó de regreso. Aunque no fuese cosa planetaria sino una vuelta a la caverna en lo local. No me llama nada el tema e intento no hacerlo eje, si puedo, pero hoy, obligado, unos desinformados, pues hasta analfabetos a su credo son, me obligan a sacar punta al encuentro. Lerdos, sí, necios a todo ojo al decirse intérpretes infalibles de la Voluntad Divina. … Eso de salida. Amos de las montañas y sus pasos, con derecho a exigir peaje, dictan, pues controlan armados la cota, quién pasa y quién no. Y lo que queda tal pellizco y mordida o como aditivo a la lumbre. Hasta la vestimenta tutelan. Y así será la chamba en todos los puestos desde allí a la frontera. El integrismo acantona en las cumbres y no es trifulca lo que busco, por ello, volví al risco de aterrizaje, y simplemente, ¡simplemente!, gozé del paisaje diluyéndome entre nubes y cimas. SHR de M

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07-48 Poco hay a lo que entregarse al tener dos metros de nieve el pasto más despejado. Y ser precisamente para estos días cortantes para los que trabajan duro el resto del año. Beben y fuman mientras ceban la estufa. Y charlan. Y tema que les hace correr las horas es la clonación de una oveja. Replicar, duplicar un ser vivo, no es sólo corpus teórico de la Ciencia o argumento literario. Desde hace unos meses, que abrieron los informativos televisados con la noticia, no deja de ser magro en calderetada de pastores. Al principio fueron todo parabienes pues entendían los establos ahítos de campeones, mas fermentada la nueva, extrapolan y presuponen que lo que se le haga a una vaca o a un caballo, puede hacerse a la larga con personas. Y mil vecinos iguales no hacen pueblo, hacen cárcel. Aunque sea de sementales. Sin embargo, la mayoría duda que se permita experimentar con humanos. ... Ja. Inocentes. Y no sólo les turba su relación con la copia. Al propio clon calculan metafísicas enrevesadas que den al traste con su pleno desarrollo. Reservorio ríen ser, mientras cae la noche, y un quintillón de copos dispares, tinta los contornos homogéneos. SHR de M

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01-49 Cuando están en guerra la tensión se masca en el aire. Aunque entré en la población arropado por el trino de las aves, los estragos de las calles referían el conflicto armado. Y el correr encorvado de los transeúntes para cambiar de acera, también. Hay francotiradores y no se puede reposar el paso so pena de querer quedar tendido en el suelo corriendo la sangre. Parapetados, las esquinas se saben seguras al no tener el piso chorreones rojos, y si hay, y desgraciadamente es ruta obligada, se encomiendan a la Providencia para que no tenga sobre ellos, puesto el ojo, tirador alguno. Las ambulancias tampoco se salvan, es la suya una contienda visceral en la cual no se buscan rehenes. Pulcra es la Muerte para barrer; o dejar tullidos. Al amparo del abrigo religioso y cultural, con la excusa de purgar de indeseables, trajinan a la ruandesa aunque se estén matando en la muy “civilizada” Europa. Demasiado cerca de los grandes del hemisferio, apenas a una hora en avión de Roma, se sigue a la greña por cuestiones raciales. Inconcebible. Del todo reprobable aunque busquen la consolidación del continente; cosa más que patente, al estar definiendo al tiempo su esencia la Unión Europea. Si no, no tiene explicación que se consienta con los medios disuasorios que pregonan. SHR de M

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02-49 De quién menos esperaría recibí manojo de dinero. Indigente y toxicómano, juró haber encontrado en una papelera hechos cachitos, y siendo divisas, y las trazas que tiene, ni en el banco, dónde deben, le cambiaban. Me abordó al pasar casualmente yo por la puerta y él andar aporreándola. Me pidió el favor, y viendo ley en su ruego, me hice cargo de la situación. De mala gana accedió el cajero a la componenda, y por putearme, que me entendía conchabado con el pordiosero, me lo dio todo en moneda fraccionaria de euro mientras yo le entregué liviano papel; dólares. Y victoria que supondría saboreable, y que dejó para el final, con el bolígrafo que mordisqueaba me devolvió con mucho asco un fragmento grande de veinte; que no quería cambiar al faltar un número de serie. Y sabíamos cuál era al venir repetidos. Faltaba el AD02874414 D D4; que con graceja se me leyó despacito y en alto. Y con razón, sí. Aunque para atravesado yo. Y con un pronto ingresé la saca abriendo cuenta y augurando larga relacción, y tras mudar de ventanilla, extraje el total del saldo en formato limpio billetaje. Hora y media enfangado en el absurdo asunto. Y mientras el mamón del yonki haciendo también rabiñas desde la calle. No será desde luego el día bueno para el amigo banquero, pues detrás de mí, que provoqué cola, ante el cristal blindado una mujer blandió un diccionario explicitando, que “Obtuso”, no era un insulto que ir a gimotear al interventor. SHR de M

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03-49 Nunca sabrán de nosotros los humanos. Eso me da ventaja para poder ponerlos a caldo sin temor a futuras risas que oiga en reproche por lo absurdo de mi propio mundo. Por ahora se conforman lanzando sondas y desplegando satélites que les acercan un tanto el espectrograma circundante; para continuo resquemor de Bestia. Aunque cuánto más lejos tienden ojo, más oculto les queda lo próximo. Los guetos de extrarradio no figuran en los callejeros pero son sencillos de encontrar. Basta subirse a un taxi y pedírselo al conductor. Y aunque no se manejen datos oficiales, oficioso se sabe que aquello no cierra mientras delante de las infraviviendas avise una hoguera lo fresco del género. “¡Agua, agua!” baldeaban a baba los aguadores para anunciar mi presencia y justificar la papelina de la paga; que me intuyeron el tranco de vestir uniforme. Toda una corte, todo un ejército de subalternos “exquisitos”, respaldan los ciento cincuenta kilos del jefe del asentamiento. Bueno, uno de los más gordos, y siendo orondo, su aguardentosa voz no necesita altavoz para escucharse. Es gitano, y pese a vivir entre basuras y cascotes, se le ve feliz al poder dar a los hijos todos los caprichos que él nunca tuvo; el último grito en electrónica o una motocicleta de cuatro ruedas. O estudios. Pero los mamones, que ríe sincero, no quieren estudiar. Sólo quieren estar con su pápa y hacer la vida que hacen. ¡Y así quién les envereda! Nadie, porque algunos concejales son asiduos al lugar y tampoco hacen por parchear ni los baches del camino. SHR de M

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04-49 Cabalista y numerólogo, en las postrimerías del segundo milenio, John Closed vendió las acciones que tuviese, subastó el domicilio de Nueva York, y con las ganancias obtenidas, se lanzó a vivir un año sabático. O lo que el cuerpo aguante. No es un milenarista al uso del folletín apocalíptico, lo suyo es un desprenderse de todo vínculo por estresado. De su anterior modus vivendi sólo conservaba el coche, y al pasar por un concesionario, finiquitó su vida pasada cambiando por una autocaravana. Y ahí le conocí al cogerme haciendo dedo. Su plan para el año es vago pero interesante. Lo primero era buscar la interestatal 66 que sale en las películas y darse un buen garbeo entre tugurios. Luego, empezará lo que considere aventura, al ser el siguiente objetivo la punta de la Patagonia. También quiere cruzar el Atlántico, y África de Ciudad del Cabo a Melilla. Y saltar a Almería que es inicio del camino de Moscú, y, sí, Pekín a tiro. Y Bering. Y Alaska tendrá que recibirle a finales de año. El proyecto es apretado y apenas le auguro tiempo para otra cosa que no sea conducir y atender las necesidades del vehículo. …… Vale, y conocerse a sí mismo. SHR de M

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05-49 Coger en marcha un avión no es gracioso. Aunque si el pasaje se encuentra celebrando, no es cuestión de agriarse el rostro, no. Se cambia el semblante y uno se une. Y así hice. La fiesta era de altos vuelos, selecto surcar lo nuestro pues entre panda de millonarios fletaron un Boing para que les lleve a la contra del uso horario. Embarcaron con idea de hacer Nochevieja todo el viaje y así entrar en la Historia, en los ecos de sociedad y anecdotarios, como los juerguistas más chic, más güays, de la humanidad. ¡Y temerarios! Veinticuatro horas sin escala. Veinticuatro horas de jarana mientras bajo ellos corre la Tierra y florecen los fuegos artificiales. Se diría que el planeta celebra al unísono aunque tengan diferentes calendarios. Hasta los ordenadores se sospechaba que pudiesen llevar cómputo dispar, y a temer con ello, estaba que el pájaro que nos mecía pudiese caer al suelo, nimiedad pueril, siendo la fecha tan redonda y sabiéndonos los únicos en los cielos. SHR de M

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06-49 En ruta. Circulaba el camión ligerito por ir comprometido de tiempo. Llevaba carga perecedera y el camionero, muy veterano, tenía trucado el reloj y no marcaba los excesos. Hasta hace nada confesó ser cabal con la Ley y con su cuerpo, y respetarse, pero desde que le embargase un banco la casa, y se le fugase la mujer, cambió de prisma su existencia y ahora hace con gusto lo que antes ni forzado. Un peligro. Rodando a toda pastilla suelta el volante si los aspavientos que le sugieren los contertulios de la radio lo justifica. Íbamos escuchando un debate radiofónico que pretendía ser divulgativo y allí se aireaban los entresijos bioquímicos de la especie. El genoma humano había sido puesto en papel, y para comprobar, en la primera estación de servicio que encontramos hizo alto para adquirir la revista que auspiciaba la tertulia. Y el póster, un desplegable de varias hojas, para mi sorpresa fue a parar a la trasera relegando a la sempiterna chica. Y seguir solo, porque en aquella cabina sobraba y faltaba química. SHR de M

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07-49 Un ciego paseaba con su perro por el parque, y al llegar a sitio que tuviese conocido, soltó del arnés al animal para que trotase a modo; se alejó un poquito, pero al acercarme yo acudió presto el can junto al amo para sentar. El hombre está orgulloso del bicho por serle los ojos o lo que haga falta. Y aunque vive lejos, siempre que puede se deja caer al resultarle muy grato el lugar pese a lo peligroso. Para que me hiciese una idea, me dijo ya frecuentarlo cuando siendo mozo, una chica, un tanto más espabilada que él, le hiciese todo un hombre. Y no una profesional de las que ahora abundan. Allí mismo fue. Al pie del árbol que le hicieran adulto se erguía al corriente un mamotreto urbanístico que en lo alto acoge estructura panorámica. Algo innecesario a su juicio en el parque, mas por referírsele alguna vez que en lo alto parpadea señal luminosa, también anhela que la muchacha de entonces vea desde lejos y congregue. Y si no, venía dispuesto el tío a pagar; que se sabe mitting point. ……¡Y pedirme precio el guarro! SHR de M

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01-50 Lo más cosmopolita de las ciudades suele ser su transporte subterráneo. No hay nacionalidad que en un par de días no cruce, o lengua se escuche. Y todo estrato social está representado siendo manifiestamente práctico. Con un rato de observar andenes y pasillos, olisquear los variados efluvios, uno elabora compendio rápido y fiable de cómo es en realidad la urbe. No se necesita salir al exterior para realizar sondeos significativos, le basta al ciego que vende los cupones escuchar el trote en las escaleras, para saber si va a tener el día negocio. No es que me haya dado por los ciegos, no, pero puesto a tener desgracia imagino horrendo ser invidente en sociedad audiovisual. Y así lo expresé ante un quiosco que atienden al alimón un sordomudo y un paralítico en silla de ruedas. Y por ser chisme recurente lo suyo, para quedar en tablas los tres, reconocieron más jodido cualquier pendejada que les impidiese atender el emporio. Enfermedad que sea, o desgraciado que venga, a convertir el día en más puñetero. SHR de M

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02-50 No dejo de hacer lo que me da la gana, así que decidí hacer del día presente apéndice del anterior, y en un centro sanitario, pretestando acercar un impedido, trinqué silla de ruedas y, pícaro, eché a rodar el día. Y pícaro no. Tonto, porque muy metido en el papel, desespera y al infarto lleva la impotencia de sortear un socavón, una escalera, una cuesta que ni el Everest, o un cabrón desaprensivo, ¡cientos!, que aparcan de cualquier forma el coche en la vía pública. Y las mierdas y vomitonas en la acera. Y las cabinas y el paisaje urbano enfocado a la bipedestación. Apunto de levantarme estaba cuando de la esquina salió un grupito de discapacitados que con dos monitoras pretendían visitar museo. Difícil que sabía el embarque, me arrimé a dos que al igual que yo sentaban. Tienen motor sus sillas, y más pesadas, llegado el autobús, y expresada la ilusión de ir todos o ninguno, dispuesto me manifesté a coger en brazos de ser menester. Ellos, contentos y esperanzados, además de confiar en la pronta presencia de la policía con la grúa oportuna, se instaban unos a otros, para mediando los superpoderes que se atribuyen, solventar el desaguisado del desaprensivo. Entre Jokins y Gran Maestro Obigüan he reído a reseñar. Y presente el transporte, y sin solución policial, abusé un tanto de las prestaciones del empático, y a topetazos, llevé el vehículo que estorbaba hasta una esquina que hace barranco. Y precipitar. …… Y al instante ser bautizado “Despeñeitor”. SHR de M

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03-50 Salió a comprar tabaco y al cabo de los años volvía a casa. Rememorando el interín, me aseguró que le cambió la vida el que su equipo hiciese doblete al ganar liga y copa. Sí, así de sencillo. En el bar, a rebosar, empezó a torcérsele el sino al estar agotada la máquina expendedora de tabaco y recomendársele otro local, a mano de la esquina, que conocía pero no frecuentaba al ser trinchera de la hinchada rival. Y no, antes que abjurar de sus colores, cogió las llaves del coche para acercarse a un Seven Eleven. Y allí compró el puñetero vicio, y a punto estaba de encender, cuando unos encapuchados irrumpieron en el coche blandiendo recortada y le obligaban a pisar el acelerador. De allí escaparon quemando ruedas y repartiendo plomo. Y condujo sin atreverse a plantar siquiera los ojos en el retrovisor; ni esbozar pregunta. Tomó autopista alante y cuándo se le dijo agarró desviación. Toda la noche temiendo, y deseando, que llegase la mañana por si decidían cambiar de coche. E hicieron, aunque también en el nuevo vehículo se le hacían conductor. Dijeron que pilotaba de puta madre, y con las mismas, la idea que tuviesen hacer con él, igual podrían hacer allí mismo como un poquitín más adelante, y temiendo el retintín de la sentencia, se hizo su conducir más relajado, y en cuanto descuidaron, puso a prueba su suerte saltando en marcha por un terraplén que acababa en el mar, acantilado, al ordenarle que parase y oír el taimado montar de la escopeta. Ésa era la primera parte de la historia. La segunda, menos truculenta, reenganchaba con él en un hospital de otro país queriendo demostrar su identidad. Largos años estuvo consignado como mendigo desconocido al varar en la playa desnudo y medio muerto. Y desmemoriado al despertar. De ese paréntesis le sacó, bendito, un enfermero sin escrúpulos que a la cara le echó una bocanada de humo. Y recordó. Y que todo era verdad, supuse, pues tras tocar el timbre de su casa, y antes incluso de abrazar a la mujer, arrancó el carillón con la sinfonía futbolera y lo pisoteó a conciencia hasta hacer cachitos. Y jurar que sólo se moverá en adelante en bicicleta, seguro, porque a los hijos entre lágrimas y abrazos prometió. Ah, y nada ¡nada! de tabaco. SHR de M

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04-50 La industrialización está despojando el campo de burros. El tractor, la mula mecánica, motillos de escasa cilindrada que acercan al labriego a cualquier parte, acabarán arrinconando al animal. Románticos del rebuzno habilitaron una dehesilla acotarrada como reserva de la especie. Llama el complejo “El onagro bailón” y en él rebuznan al momento treinta y dos ejemplares. Treinta donados y dos nacidos allí mismo que registraron Orejones y Dientazos. Este último rápido se ganó apodo, y azote, y demonio, le motejaron Karroto. ¿Cá roto el bicho esta vez? ¿A quién y cá roto de una coz? Karroto era silvestre de verdad. Indomable hasta llegar casualmente Amín al lugar. Desde la playa venía siguiendo yo al hombre por desembarcar de una patera y echar a correr del grito del auxilio próximo. A media tarde encontró las cuadras y no pudo el joven por menos que tomar agua y grano del mismo dornajo de las bestias. Y fue descubierto porque una vez reconfortado, y entre cabaña conocida, entabló, raro, franca amistad con Karroto. Ajeno a que había sido descubierto jugueteó con la fiera ante los asombrados presentes, incluida una patrulla de la policía que asistía al socorro del desembarque, y que se congratuló antes de proseguir marcha de lo bueno que era el nuevo para amansar luciferes. Y decir que sí, que gran adquisición. SHR de M

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05-50 Susto más grande no me había llevado hasta la fecha. Horripilante es despertar sintiendo en la cara el fétido aliento de una rata tal conejo. Grande y bigotuda. Y dentona de soñar. Y con ojos cariñosos. De encima me la quitó un joven muy currado, viejo en las tinieblas, que venía persiguiéndola desde hacía tiempo por pugnarle los desechos de la cloaca. Cerca está la zona de hoteles y uno no puede hacerse idea de lo que tiran por los desagües; desde joyas a comida. De su mano recorrí el inframundo urbano. Vive abajo al asquearle la superficie; los que la moran. Sus inconvenientes tiene vivir en las alcantarillas y reconoce, pero en contraprestación, también encuentra ventajas y gozos únicos. Sí, sí, gozo desde luego se entiende el atisbar desde un sumidero el jardín. …… ¡Y quizás oler las flores lleve al éxtasis! Dónde quedará el vergel que fue el planeta. ¿Para qué la Evolución? Más señoras son al día las cucarachas, desde luego. SHR de M

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06-50 Creo que la edad más gozosa para los hombres es la efímera frontera que liga la juventud a la etapa adulta. Con dinero, sanos, y sin cargos de conciencia, suelen darse a disfrutar con el exceso extravagante. Y yo haría en sus condiciones. Hoy aquí y mañana allí. Y puede que al otro, o pasado, estén en otra parte y a otro tema. Tienen el mundo en sus manos y lo saben. Y borrachos de poder y alcohol, si les da por cantar a deshoras no se puede hacer otra cosa que aguantarse, o, que es lo que pasó, que se asomen dos mastodontes siameses a un alfeizar y hagan amenaza de llevarnos con ellos mañana al tajo y encofrar en los cimientos de la obra de no callar ipso facto. Y enmudecer, pues pese a ser de doble hoja, no cabían los hermanos en la misma ventana. En silencio siguieron calle abajo los mios, y ya a lo lejos, eructaron gordo y alto, quizás, desafiando por estar llegando a su casa; que heredaron de los padres. Y seguir haciendo inquina vecinal hasta casi amanecer con el equipo hi-fi. Rendidos, se durmieron sonriendo sin ser conscientes de la que cernía. Los hermanos encofradores, y algún otro vecino, tapiaron los ventanales. Y la chimenea. Y la puerta la ataron y soldaron al cerco. Y cortar el teléfono y la electricidad. Y el agua. Y confiar en que traigan los móviles agotados, y que los gatos encerrados con ellos les hagan pensar en lo arisco del convivir. Raza de chistosos. Y que se conocen desde chicos y no reconocen límites. SHR de M

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07-50 Droga. Lo que mata y cura. La Bicha. Diosa a la que se entregan desde antaño, al momento tiene tal mercado y dinamismo que no le faltan adeptos fieles. Ni le han de faltar pues lo mismo seduce a gentes de buen predicamento como a indocumentados que manifiestan inquebrantable su devoción. Para todo garganchón troquelan pirulas unos estudiantes de postgrado que al uso hicieron la beca. Empezaron pretestando comprar un microscopio, y llenar la nevera, y al cabo de poco, especialistas en diseñar mundos de colores, se hicieron clientela fiel hasta que alguien se fue de la lengua y les dio un buen susto la burocracia. Escaldados, pusieron en regla los papeles y ahora regentan pequeña empresa farmacológica a la cual es necesario girar por banco para que te manden muestra del producto y protocolo. Y todo puede que sea muy bonito y legal, al futuro, pues al momento, trajinan en cubetas y bañeras sin ninguna asepsia. Y reír, que manejan, que así también empezó otro fulano, en un garaje, y ahora se le dice el amo del planeta. …… Sí, pero no en el campo de la pharmacopea. Que se cuiden de significarse en un negocio tan antiguo. SHR de M

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01-51 Al padre, que conducía, de chico también le llevaron a pasar el día al pantano y nunca quejó. Lo esperaba con ansiedad pues por aquél entonces, refunfuña, no había lo que hay hoy. No es que tampoco acostumbren la acampada, no, pero al automóvil le hacía falta un retoque y así justificaba el paseo familiar. Y más que coche era furgoneta. Ocho íbamos en la DKV aunque sólo vociferase el conductor. El patriarca farfullaba malhijo a un joven con edad casi de entrar en quintas; torpe; holgazán le cantaba; mal estudiante, zote, que al resto de la progenie volvía a anclar en verano a la ciudad. Excusa, sí. Si el merendero estaba ocupado, también era fechoría del chico. Y si se perdían en los pinares, cosa que ni dudar no yendo al tanto de los hitos. Ya a pie de pinada tuvo el padre un cambio de talante al venirle a la memoria lo mucho que había disfrutado él por allí. Lejos siquiera entonces de descuidar del hijo, por sacárselo de la boca, a mano de acercarle las herramientas ordenó que quedase para escuchar las batallitas y aprender algo de mecánica. Un castigo para la familia la jornada campestre. Ni leña había, obvia la culpa. Y de tronzar unos arbolitos y con cuatro palos de una cerca, avivaron ascuas como para levantar la barbacoa. Y dejarla medio cruda; o pasada. Después de comer sí cesó la matraca del padre al ser practicante de siesta ortodoxa y rendirla de cuatro a cinco y media. Imperativa, nadie se enteró que el primogénito, harto, cogía el vehículo y escapaba. Ni qué decir tiene cómo se puso el energúmeno al despertar. ¡Y sin carnet de conducir el otro! A lo poco muerto, o la furgoneta despanzurrada, se los hacía antes de dos curvas. Mas no fue así y muy bien pudo llegar el joven a un cuartel forestal, en el primer pueblo, y denunciar el atentado ecológico flagrante; el cambio de aceite y demás. Y volver en el mismo todoterreno de los guardias y de allí a tutela de menores. Y reír, y hacerle cortes de manga al padre, e instar a los hermanos pequeños a la rebelión. Y no, no hay historias simples. SHR de M

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02-51 Muchas más veces de las que admito tengo trato con mangantes. A mi entender hay un escalafón muy claro, y en uno de los más bajos, por necesitar del cuerpo a cuerpo, solía meter a los carteristas hasta que conocí artista del quebranto en un autobús. En plenitud de facultades se demuestra María Dolores. Ni yo mismo sabía lo que llevaba en mis bolsillos y ella se encargó de poner en revista. Trabaja sola, aunque por asesorar a una sobrina hace las veces de coartada y no interviene en el ballet del 20. Coreógrafa de la niña, disfruta con la limpieza, y temería por un segundo que fuese yo público indeseado, y abortando la cuestión, echó pa adelante, y, dándome un sonorísimo bofetón, me llamó desgraciado, sobón y un montón de cosas más que concitaron murmullo ofendido entre el pasaje. Y ella y la pupila bajar sin siquiera tocar el timbre. En la siguiente parada también bajé yo y remonté calle hasta encontrarlas. Con un helado en la mano ejercía Dolores su tutoría y corregía el campo que dejó a la vista la otra. A capucha echada entré entonces en distancia, y sentado a su vera, me desembozé Arsenio Luppin. La cría se quedó con el susto y no comprendió la gracia, Lola sí. Y por resalado, y ojo avizor, a un cucurucho de chocolate me invitó a condición de decir cómo le cazé a la muchacha al mero esbozar. Perfeccionista, aunque riese, estaba dolida y más dispuesta que nunca a retirarse. O así lo quiero creer. SHR de M

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03-51 Entre turista y viajero hay un paso cuantitativo y cualitativo evidente, mas puestos a ser audaces, ni el kilometraje es referencia al poder encontrar selva en cualquier municipio. Yo tengo claro lo que soy, pero no puedo negar osadía y audacia a dos viejecitos que después de cincuenta años deciden visitar la almendra de la ciudad. Y la encuentran tan cambiada que no la reconocen. Son los mismos edificios haciendo calle, y fuentes y estatuas. Y paseos arbolados. Sobra a su gusto los neones y tanto coche. Y el ruido, sí. Toda polución aunque el ruido lo catalogan de lo peor junto con la gentuza que pulula a deshoras. Y desde luego, si no es obligados, es la última vez que visitan la capital y el país. Prefieren, y de largo, el decimoséptimo piso en el que tiene sito su estudio en la “tranquila” Benidorm. Tres pares de ventanas, y a la vista el mar, se les hace paraíso que anhelar. SHR de M

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04-51 Hoy conocí lo que en el argot especulativo se denomina refuerzo desmoralizante, u, asustaviejas. Y viene a consistir en meter a vivir en una comunidad estándar un miembro atípico. Una familia en este caso. Unas cuantas. El trabajo a realizar es especializado al no tener todo el mundo higadillos para forzar ciertas situaciones. Vuelven irrespirable el ambiente vecinal para que marchen los vecinos y de una vez por todas se pueda demoler el barrio y reedificar. Mientras, se sigue degradando y apuntalando a lo ruinoso; que a la larga también es ahorro. Sí, es tiempo de apisonadoras. El boom inmobiliario febril pretende urbanizar cuánto antes. Primados al efecto, se vuelven campo de batalla urbano antiguas zonas residenciales humildes. Y el próximo paso, el expropio forzoso de tener que ir a malas por lo legal. SHR de M

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05-51 Lo bueno de un año tan seco es que apenas hay mosquitos. Ni moscas zumban en las proximidades del jazmín. Abejas sí. Por ello arriman al sitio pero no tocan. En tal entorno echa días y noches un matrimonio de jubilados con los hijos y los nietos pimpollos. Y un bisnieto, juguete de todos, que en el cochecito duerme con cualquier programa de televisión al que le enchufen. Oír y dormitar. Aprovechan esto sin recato los otros miembros de la tribu y en cuadrilla salen a bailar haciendo un mínimo gasto al verano. Y contentos los abueletes saliendo juntos los vástagos. Les parece bien y requetebien que compadreen intergeneracionalmente, aunque les gustaría, y camuflan los suspiros, que se les diese oportunidad también a ellos para darse un alegrón. Y como responsable no me puedo hacer, y la terracita la tenían bien abastecida, y hasta piscina, tomé poltrona entre ellos para comentar las jugarretas de los hijos. Y los colores de unos muñecos de la tele que tenían al criajo embobado. SHR de M

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06-51 Parecen empezar de veras a preocuparse por la contaminación. Aldea global, vertedero común, vislumbra la juventud la heredad que les va a quedar y manifiestan enojados. Dónde reúnan quienes tengan voz a escala planetaria, allí protestan enérgicamente para que se les tenga en consideración y presten oído a sus reclamaciones. Basta ¡Nunca Maix! Que nos dejen respirar, por favor. La catástrofe ecológica no es amenaza nueva porque desde hace mucho ya se está en que andan matando al planeta. Lo que resulta novedad es que comprendan que se están asesinando a sí mismos a la vez; la Tierra es muy capaz de seguir girando sin ellos y esperar a alumbrar nuevos retoños. Aunque no lo veré yo al tener mucho observado y haber aprendido a mirar para otra parte. Ja. Pa cuatro días que me quedan aquí, por mí tal si talan finalmente toda la Amazonia y la alicatan después con garbancillo fino. Ya vendrán nuevos señores. Y quién observe; que el abajo firmante va para caduco. SHR de M

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07-51 Son amigos de organizar eventos multitudinarios con los más variopintos argumentos. Recaudar fondos para los centros que estudian pandemias, llevar paredes y techo a una escuela al aire libre de los Andes, o simplemente acercar a la primera plana de los periódicos las injusticias que se cometan en cualquier despótico país remoto que no quede a mano de cartero. Son de alma gregaria y algunos incluso de buen corazón. Así enhebró convoy que surcó las arenas del desierto para llevar al pueblo saharaui algo de esperanza. Se transportó en los remolques un generador autónomo diesel y recambios para diez años. Material hospitalario y tres cocinas solares de factura artesanal. Y libros, muchos libros, porque si el desierto y las políticas olvidadizas enchiqueran, no es menos cierto que la letra impresa abre puertas y faculta el viajar sin moverse. Gracias a eso se empapó la chiquillería de mar al empezar a leerles la seño Candi la obra de Melville. Y en derredor de la mujer no sólo sentaron chicos y chicas, y expedicionarios, adultos y abueletes a oreja dilatada escucharon el batir de las olas contra el casco. Y el grito del vigía en la cofa. ¡Por allí resopla! Sin duda muy bien va a venir la carga que trajeron y la resonancia del viaje que también hagan los otros al regreso a sus casas. Ahora, si tuviese que reseñar algo del día, me quedaría con el pego de océano que da el desierto. A pronto vistazo toda duna pétrea es giba de leviatán en la hammada. SHR de M

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01-52 Ningún sitio mejor que lo alto del Empair State Building para echar un vistazo a Nueva York y a la humanidad que representan sus ciudadanos. A rascar de nube parece un hormiguero la calle. En ello coinciden muchos e intentan a escupitajo hacerse notar… ¡¿Será fijación lo de calcular a lapo?! Desde arriba tiran por imaginar el viaje y a dónde irá a parar, y aún sabiendo, y no sé el azar, a mí mismo me acertaron en un hombro con el consiguiente asco y cabreo. Y por quejar, y hacerme rondo la gente, a un matrimonio se le quitó toda gana de subir al momento con los hijos, decidiendo irse, mejor, a desayunar en otro edificio que también era alto e imaginaban buenas vistas. En lo alto del Wall Trade Center supusieron cafetería dónde entrarle a la celebración de sus bodas de plata. Hoy, 11 de septiembre, cumplían veinticinco años desde que les echasen el “Hasta que la Muerte os separe”. Y ni esa señora será capaz de distanciarles. SHR de M

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02-52 De cien años a esta parte hemos intensificado las visitas. Y al corriente, casi se puede decir que bajo un día sí y otro también. Imagino que el interés de la misión no son materiales geológicos. Orgánico debe ser el compuesto que buscamos. O ente biológico ya formado. Los Hombres en sí podrían ser, con la carga genética que gastan, y bien adiestrados, supondrían escuadra de choque que habría de temerse en todo universo puesto a prueba. Hasta los pacíficos son un peligro. Por ahí sí entiendo interés, si, y repito si, si no fuese porque los humanos mismos saben que tienen algunos puntos flacos pendientes. El gen de la apolipoproteína E, sin ir más lejos, les es practicamente un misterio. Del médico volvía una chica muy cabizbaja al haberse hecho análisis y decirle que, más que posible, seguro, que acabase tal su abuela y padre, a los cuales, llevaba toda la vida cuidando y de ahí el licenciarse sufrida entendida. Sabe lo duro de llevar la enfermedad. Y más que para el enfermo, que a fin de cuentas puede viajar por el tiempo “feliz”, para la familia puede ser una carga de mal arrastre que lleve a la ruina. Y para no hacerse futuras llagas y escaras que curar, abrió la espita del gas y muy dulce fue el soñar de todos. Demasiado. SHR de M

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03-52 La expectativa de vida sube y ahora llegan a viejos muchos que antes hubiesen quedado en el camino. Las enfermedades físicas se curan y a otra cosa mariposa, mas para los achaques de cabeza no llevan ritmo parejo de avances y es continuo el chorreo de ingresos. Al tiempo nos abrieron cartilla a tres. Junto a mí recalaba en el sanatorio un corredor de seguros que gripó con el mercado bursátil y un jeta que presto aceptó la demencia para librarse de castigo mayor que le impusiera un juez; la felonía, tender un circuito cerrado de vigilancia para grabar al decano y a otros altos cargos de la universidad en sus despachos, y descubierto el espionaje, intentar hacer desaparecer las pruebas quemando todo el edificio al grito de “¡Viva la idiocia!”. Sin siquiera mirar sabía quién era. Y él quién era yo pues perfectamente me recordaba. En la primera intimidad que nos dejaron me saludó muy efusivo y me contó con su graceja lo urdido entretanto no vernos. Y preguntarme por mis haberes. Y por decir algo, que rondo le hicieron de líder natural los socios del psiquiátrico, por decir, afirmé andar criando un híbrido de avispa y piojo para soltar en parvularios. Y reconocerme con cerrada ovación lo audaz del proyecto. SHR de M

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04-52 Viene en nada el informe final y creo que Bestia pretende limar asperezas. A elegir me daba hoy el ver en lo que estaba quedando la tundra siberiana o, si no me placía el disgusto, proponía sentar a la mesa del casino de Montecarlo. Y con fichas en los bolsillos. ¿¿?? …… Ja. Sonso de mí, apenas he gastado un guil para hacer vida en la Tierra, austero fui al desconocer que a fondo perdido estaba la cuenta. De no ¡de qué! Ya me extrañaba que Bestia claudicase e informaba para herir. …… Pero en fin… ¡Hagan juego, señores! ¡¡Hagamos!! …… Corriendo de gañote la experiencia quise hacer las cosas bien, y antes de sucumbir al Azar, me inscribí en el hotel que me dijeron mejor; el del propio casino. E hice venir a un sastre. Y también al sumiller para dictarle la lista de caldos que quería me acompañasen durante mi estancia. Y limusina a la puerta aunque sea para no moverla. No sé si seré capaz de gastar el monto del año en el par de días que me quedan, pero por joder, ¡qué soy orgánico!, empecé a hacer vida de ricachón. Me convertí en el huésped más querido. Preparando el asalto nocturno pedí un cocktail fino en el jakuzzi. Vino entonces un muchacho a traerme el surtido de langosta y angulas. Y gambas rojas. Y por delatarle las aletas de la nariz al joven que mal trago le era el servirme “el pescado”, alérgico al mero roce, por entregado, le di de propina un taken de oro ¡para él solito! Y listo que es, me rogó, si no me parecía insolencia, que reintegrase el óbolo en mi cuenta y se lo jugase en el tapete al estarle prohibido pisar la moqueta sin uniforme. Me caló nuevo rico y al aire entendía la oportunidad. Y hasta me aconsejó. Hermana tiene que es lumbrera con los números y le alecciona a no jugar. Pero de poder, si por él hacen, insiste en apostar por ahora al seis y veintisiete en la ruleta; que son los reincidentes; querencias que tiene estudiadas a fuerza de echar horas. Yo también tengo mi sistema. Simple, durante 36 partidas consecutivas apuesto sobre el mismo número buscando que salte la banca o rabie Bestia el despilfarro. Un orgasmo vivir a este ritmo, sí. SHR de M

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05-52 No es el hotel más lujoso de la ciudad, pero enclavado en el meollo del buen yantar que es el tapeo, y sé, cogí habitación en el Reina Victoria. La suite nupcial. La cúpula. La más cara que tienen, sí, y la más rechula para asomarse al barrio de las Letras. Frente con frente, en una azotea, un escribano de medio pelo, que se sueña poeta, apuraba el último trago de noche antes de irse a dormir. Yo ficho temprano y él trasnocha, así que conseguí invitación aunque con la condición de no excederme; ni siquiera me tuvo que entender real al saltar yo de balcón a balcón. Mientras amanecía, y que él y su gata roncaban, entretuve el levantar de los cierres leyendo algo suelto de su obra. Cuentos, teatro, nanas infantiles. Poemas. Incluso un tratado de lo absurdo. Y una novela policiaca que me enganchó al punto de no sentir el teléfono bramando y la caricia del sol directo. Al rato, entre bostezos, descolgaba el auricular el juntaletras y le daban noticia que quedó pálido. Encendió el televisor, y sin reparar en mí, ni en la gata que se olía algo y le buscaba la mano, sentó a contemplar las imágenes que emitían en directo por la tele. A escasos metros de la casa de su hermana había estallado una bomba en un tren de cercanías. Un atentado terrorista, orquestación macabra, al haber dispuesto varios artefactos en la red ferroviaria. Por toda la ciudad. Mudo y absorto estuvo hasta no reprimirle el pecho un “¡Quién!” que sonó a maldición. Y llorar cómo niño. Y no es tipo sensiblero; pues vive ficciones truculentas. Y tal que él queda la ciudad compungida tras día de eclipse. Madrid llora. ¡¡¡¿Quién?!!! SHR de M

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06-52

Creo que todo el país le echó ripio al locutor de televisión que retransmitía las campanadas de Año Nuevo. Se rumoreaba que se haría, y siendo obligado empezar el año con buen pie, cuando apenas terminaron los campanazos, pronunció el consabido “Feliz 2.005", y todo el salón del hotel, al tiempo, profirió el acordado “¡Por el culo te la hinco!”. Recién reincorporado yo, tardé, mediando abrazos y matasuegras, en enterarme de la ocurrencia, pero puesto en antecedentes, y que era continuo el congratularse de unos con otros, pensé si en el fondo en vez de chanza, fuese una declaración de intenciones en toda regla. Y algún malintencionado habrá que dijese con propósito meramente sexual, pero la mayoría, sinceros, pensaban entrar a saco con el Año Nuevo. Se prometen nueva vida. Deben desear ser tal cual se crean que son, o puedan llegar a ser, y en el subterfugio, elíptico, éste es el año que proclaman refinitivo para sus aspiraciones. O se tiran a la mala vida. Y eso que, el querer clavarla por la espalda, no es algo que esté bien visto. Y menos airearlo en público. SHR de M

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07-52 Son inocentones, sí. También tienen su veta de tontorrones si piensan que se puede disponer de la energía sin control. Aunque en teoría sí. Podrían ser al día energéticamente autosuficiente si exprimiesen sus cerebros y gastasen otras fuentes alternativas. Pero para disuadir al común de ellos, los precios son tan disparatados que pocos pueden permitirse la inversión; una célula vale lo que todo el ojo. Y por si acaso, poca invento o patente escapa al escrutar de corporaciones y gobiernos. No, no es posible la autarquía energética… al momento. Filósofo y economista, e historiador a ratos perdidos, un erudito de los libros tuvo a bien hacerme paralelismo con la época dorada de la piratería. El desgobierno, la amoralidad que trajeron a la humanidad el que no se pudiesen grabar con aranceles vientos ni corrientes. Es verdad, el Hombre entonces fue dueño de su albedrío e hizo y fue dónde le plugo. Ley suprema fue el capricho. …… No es que no se crea posible, sólo que no interesa. SHR de M

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01-53 Justo antes de saltar, me comunicó Bestia que tocaba retranquear nuevamente la posición, porque con dirección Titán, han mandado una sonda los humanos. Me informaba que al regreso en vez de encontrarle en la luna de Saturno, le hallaría en un planeta del circuito perisolar. Y me negué. Me niego. …… Si hace, bloqueo el empático para que no agarre rayo tractor alguno, lanzo baliza de socorro, y me quedo. Hago saltar las alarmas y esperamos a que venga alguien con voz para asignar responsabilidades. Y sabe que lo hago. Ni por un día, ni por medio, ni por cuarto. No, no estoy dispuesto a soportar más este zarandeo arbitrario. SHR de M

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02-53 (24:1/4) Tradición de la flota interuniversos, el día previo a zarpar tenemos licencia para elegir el modo de disfrute de nuestras últimas horas en puerto o destino. Ni a la guerra se va o viene sin festejar. Y son sólo seis míseras horas las que faltan para hacer el año exacto. Para la ocasión fui echando el ojo en el trasunto del trabajo. Ciudad o campo. Monte o playa. Verano o invierno. Solo o acompañado. Muchos lugares me gustaron como para volver. Y muchos tiempos. Pero obligado a concretar, e intrépido explorador que a fin de cuentas creo haber resultado, he solicitado se me dejase en una despoblada islita paradisiaca de las que anhelan los mismos humanos en sueños. Y saben lo que quieren. La mía está sacada de un catálogo onírico del Pacífico. Palmeras, cocos y arena. Y un caño de agua dulce. Una playa inmensa y solitaria, un instante mágico que me graba colofón del viaje en la memoria al retroceder a mi paso, literal, el mar lo menos doscientos metros; o más; diríase que rindiéndome pleitesía o no queriendo molestar. Y sólo estar yo para admirar el fenómeno. Mientras dicto estas letras al empático, me relajo con el ortodoxo tomar desnudito el sol y ver crecer las olas; hasta que Bestia me mande enlace. Y por cierto, vaya montaña salada que viene de lo negro del océa… ¡¡¡Nooooooooooooooooooo1ooooo1ooo10101101101100011001………

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FIN

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Si después de leer el libro quieres comprar un ejemplar en papel escríbenos una carta ¡Y convincente! Pues no vendemos a cualquiera, ni el autor se presta a dedicar personalmente a inapropiados. Por libro plantamos árbol. Nos gusta controlar nuestra relación con Pachamama.

a.j.aberats@hotmail.es industriaselraton@hotmail.com

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