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El comportamiento del agricultor frente a la resistencia de malezas a herbicidas
Comprender mejor lo que hace el productor ante resistencias que detecta en su campo es clave para encontrar mejores soluciones al problema.
La aparición de malezas que muestran resistencia a herbicidas en nuestro país viene manifestándose de manera importante desde hace más de una década y se ha convertido en un problema que requiere atención. El primer informe de Yuyo colorado resistente a inhibidores ALS data del año 1996 y el primer informe de sorgo de Alepo resistente al glifosato data del año 2006; este último ocurrió diez años después de haberse iniciado el cultivo de soja tolerante a este herbicida. Hoy en Argentina hay quince malezas resistentes a, por lo menos, cuatro modos de acción de herbicidas (REM, 2019). Según la base de datos internacional de malezas resistentes a herbicidas, a nivel global, hay 255 especies con resistencia a 23 de los 26 modos de acción conocidos, informadas en 92 cultivos de 70 países (Heap, 2019). Esto indica que el problema tiene trascendencia global.
Si bien varios factores pueden considerarse como desencadenantes de la evolución de resistencia de malezas a herbicidas, el factor antropológico es claramente uno de los más relevantes. Esto se debe a que el control de malezas en los sistemas de producción se basa casi enteramente en el uso de herbicidas, conduciendo a dos efectos: una baja adopción de un manejo integrado de malezas (MIM) y una alta presión de selección con un grupo limitado de ingredientes activos de herbicidas. El MIM busca diversificar las estrategias de manejo a través de un mayor uso de métodos de control no químicos; lo que conlleva una menor dependencia de los herbicidas y favorece una agricultura más sustentable. Estas estrategias incluyen la rotación de cultivos, cambios en la fecha de siembra, uso de cultivos de servicios y más competitivos, reducción del retorno de semillas de malezas y la introducción de cultivos rotativos de pastizales o en barbecho.
Recientemente se sumaron los bioherbicidas y las nuevas tecnologías, como las nano, las bio, las TICs y las de agricultura inteligente. Algunas de estas tecnologías están en etapa de desarrollo y pueden ser discutidas en próximas notas. Asimismo, hay una cantidad considerable de investigaciones sobre métodos no químicos de control de malezas en el marco del MIM (que también incluye a los herbicidas de síntesis química).
La pregunta que plantea este artículo es qué hace el productor ante estas resistencias que detecta en su campo, en una suerte de comportamiento o actitud frente al problema. Para ello, analizaremos dos artículos científicos recientes que discuten este aspecto.
Moss (2018) se pregunta por qué la implementación del MIM por parte de los agricultores fue tan deficiente, si se tiene en cuenta que el concepto teórico se describió hace 50 años y es ampliamente conocido por todos los actores de las cadenas productivas. Una respuesta es que la confianza en los herbicidas fue percibida por los agricultores como la solución más fácil y más rentable a corto plazo para el control de malezas.
El autor enumera 16 razones por las que los agricultores se mostraron reacios a la adopción de métodos no químicos para el control de malezas, y que se sintetizan en: 1) es más complejo y lento de manejar: el factor “inconveniente”; 2) tiene mayores costos, especialmente si no se logra una reducción en el uso de herbicidas; 3) riesgo: los niveles de control son más variables y menos predecibles que con los herbicidas; 4) menos efectivo que los herbicidas; 5) más caro que los herbicidas por el nivel de control alcanzado; 6) mayor requerimiento de mano de obra; 7) falta de equipo adecuado o de empleados capacitados; 8) poca evidencia visible de éxito inmediato; 9) riesgo para el agrónomo o consultor agrícola, por lo que es reacio a recomendarlo; 10) menos retorno para el proveedor de herbicidas; 11) no hay compensación después de fallas de control (siendo más probable que con herbicidas); 12) puede tener efectos ambientales adversos (por ejemplo, erosión del suelo después de cultivos intensivos); 13) requiere de un esfuerzo físico más intenso en comparación con la pulverización; 14) prioridades a corto plazo: renuencia a comprometerse con estrategias a largo plazo; 15) un efecto “complacencia”: la creencia de que los nuevos herbicidas resolverán los problemas existentes; y 16) dependencia del clima favorable (por ejemplo, para cultivos alternativos o siembra tardía).
Además, los productores no tienen suficientes elementos para cuantificar el rendimiento de su inversión de tiempo y dinero. Lo cierto es que, para la mayoría de los agricultores, los herbicidas aún se consideran la opción más fácil y su conveniencia supera el riesgo percibido, así como el costo y el aumento del tiempo de administración asociado con las alternativas no químicas. El autor afirma que el objetivo clave es cambiar el “modo de pensar” de los productores sobre el control de malezas, y pasar de un modelo basado principalmente en soluciones con herbicidas a corto plazo, a otro basado en estrategias de manejo más diversas y a largo plazo.
Así, concluye que se requiere una mejor comprensión de los factores que influyen en el comportamiento del productor, ya que básicamente eso es lo que se trata de cambiar. Para ello son necesarios aportes colectivos de agencias gubernamentales, economistas, especialistas en temas sociales (psicólogos, por ejemplo) y profesionales de la comercialización, como así también de científicos especializados en malezas, agrónomos, actores de la industria de productos fitosanitarios y los propios productores.
Un artículo publicado por Ervin y col. (2019) describe el alcance del manejo cooperativo a partir de una encuesta nacional en Estados Unidos sobre problemas de malezas resistentes a los herbicidas. El objetivo era probar un modelo recursivo de tres condi- ciones previas para la acción colectiva: (1) la preocupación existente por las malezas resistentes a los herbicidas que emigran de tierras cercanas; (2) la comunicación con vecinos sobre malezas resistentes a herbicidas; y (3) la creencia de que la cooperación es necesaria para el manejo efectivo de la resistencia. Entre sus resultados, los autores observaron que la mayoría de los agricultores (71%) expresaron preocupación por las malezas resistentes a los herbicidas que emigran de las operaciones de sus vecinos. A pesar de esta clara mayoría, el 56% informó haber discutido sobre las malezas resistentes a los herbicidas con un vecino que operaba en campos cercanos. Finalmente, una gran mayoría de los encuestados (61%) está de acuerdo en que se necesita una cooperación a nivel de la comunidad para manejar efectivamente las malezas resistentes a los herbicidas.
La mayoría de los encuestados cumplen los tres requisitos previos. La pregunta que surge, a nivel sociológico, es ¿por qué la preocupación por la movilidad de las malezas no se traduce perfectamente en comunicación con los vecinos y se percibe la necesidad de una acción colectiva? Los resultados de la investigación indican que sólo la influencia de la extensión afecta significativamente las tres etapas. Los agricultores que dan mayor importancia a los extensionistas con respecto al manejo de malezas tienen más probabilidades de percibir la necesidad de una acción colectiva. Por otro lado, el optimismo tecnológico tiene un efecto negativo en la creencia de la necesidad de un manejo cooperativo de malezas resistentes a los herbicidas.
Un aspecto de la (re)acción del productor que no se puede soslayar está relacionado con la estructura productiva argentina, donde el arrendamiento de la tierra es un componente muy importante del sistema productivo. Si la implementación de un MIM va a dar frutos de efectividad luego del período del alquiler, será necesario plantear escenarios de manejo de malezas entre propietarios e inquilinos para el mediano y largo plazo.
En síntesis, es importante generar y profundizar canales de comunicación y lograr un convencimiento en los actores involucrados que conduzca a acciones colectivas de la aplicación del MIM. Es importante abordar el problema a una escala regional y aplicar estrategias que reduzcan la aparición de nuevas resistencias y no limiten el uso de los herbicidas que ya mostraron eficacia, y que, además, deben continuar siendo considerados dentro del MIM.
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REFERENCIAS
• Heap I. 2019. The International Survey of Herbicide Resistant Weeds. http: www.weedscience.org
• Moss S. 2018. Integrated Weed Management (IWM): why are farmers reluctant to adopt non-chemical alternatives to herbicides?. Pest Management Science, doi: 10.1002/ ps.5267.
• Ervin DE, Breshears EH, Frisvold GB, Hurley T, Dentzman KE, Gunsolus JL, Jussaume RA, Owen MDK, Norsworthy JK, Al Mamun MM, Everman W. 2019. Farmer attitudes toward Cooperative approaches to herbicide resistance management: A common pool ecosystem service challenge. Ecological Economics 157: 237–245.