4 minute read
Por una producción con enfoque sistémico
Fernando Andrade, del INTA Balcarce, expuso sobre los desafíos de la producción agropecuaria y propuso ampliar el campo de visión en materia de ecología para asegurar sistemas productivos sustentables.
Disminuir la brecha entre el rendimiento potencial y real de un cultivo, o llevar el potencial genético de una determinada raza animal a su pico máximo de producción de kilogramos de carne o litros de leche, son algunos de los objetivos que perseguimos como productores o asesores agropecuarios. Muchas veces, en el afán de querer cumplirlos, se reduce nuestro campo de visión y corremos el riesgo de caer en el “simplismo”. Así, dejamos de lado la visión sistémica de nuestro sistema productivo y olvidamos que el mismo debe perdurar en el tiempo y ser “sustentable”.
Con este disparador, el Equipo de Pensamiento Prospectivo de Agroecología contó con la participación especial de Fernando Andrade, referente en ecofisiología de cultivos. A partir de su experiencia y conocimientos, el especialista planteó distintas problemáticas en los sistemas productivos a nivel nacional y mundial, al tiempo que propuso el uso de herramientas o definiciones de ecología con el fin de ampliar nuestro campo de visión y generar así sistemas productivos estables en el tiempo.
Andrade comenzó el debate dando su mirada sobre la producción argentina, haciendo hincapié en su impacto en el medio ambiente. “Argentina forma parte de una de las zonas más aptas del mundo para la producción de alimentos y esto con el tiempo irá acentuando la responsabilidad que tenemos como país para con el resto del mundo”, sostuvo.
En un repaso a la historia, desde los inicios de la producción agropecuaria hasta la fecha, muchas innovaciones que se han dado en la agricultura generaron aumentos en la producción de la mano de un mayor impacto ambiental. Evidentemente existen metas de producción por parte de los productores que deben ser satisfechas pero, paralelamente, se debe desacoplar la producción del impacto ambiental. Según remarcó, todas las estrategias que sean funcionales a ese objetivo tienen que ser evaluadas y analizadas.
El término agroecología abarca una serie de conocimientos y principios útiles para alcanzar estas metas de producción sustentable. Es importante destacar el conocimiento sobre el ambiente, la fisiología de cultivos, la biología de plagas y las complejas interacciones entre los componentes del sistema para que de ellos surjan tecnologías de procesos -como el manejo integrado de plagas (MIP), el manejo de suelos, las rotaciones, etc.- que ayuden a disminuir el impacto ambiental. Todas estas tecnologías de procesos y de conocimiento requieren compromiso y capacitación.
Ante el problema de desacoplar la producción del impacto ambiental surge la necesidad de la ciencia y de la solidez disciplinaria, pero dentro de un modelo interactivo de innovación en el que la investigación, la extensión y la comunidad interaccionan de manera sinérgica para lograr los resultados requeridos. Es necesario fomentar espacios de articulación virtuosos en los que se dé ese intercambio y de allí puedan surgir las innovaciones necesarias.
Después de un ida y vuelta con socios de Aapresid, surgieron preguntas vinculadas a la aplicación de fitosanitarios; y a lo que Andrade respondió: “Los buenos agrónomos debemos ser buenos agroecólogos; y desde este punto de vista, no debemos ser fundamentalistas. Es decir, cualquier tecnología que sea funcional a los objetivos indicados, la debo analizar sin prejuicios. Y para realizar un análisis adecuado se necesita investigación y conocimientos. Por ejemplo, en el uso de fitosanitarios, el MIP apunta a disminuir la incidencia de la adversidad (malezas, enfermedades, insectos). Para esto disponemos de distintas herramientas, como materiales genéticos tolerantes o resistentes, prácticas culturales, rotaciones para cortar ciclos de adversidades, entre otras. Ante la presencia de la adversidad, debemos utilizar criterios agronómicos, biológicos y económicos para decidir la aplicación, y una vez decidida, utilizar rigurosamente las Buenas Prácticas Agrícolas”.