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Nuevas revisiones que discuten el impacto del Glifosato en el ambiente y la salud
Diversos artículos de revisión reúnen evidencias para afirmar que el Glifosato no genera riesgos en humanos siempre que se lo utilice de acuerdo a las recomendaciones del marbete.
El glifosato se introdujo en las áreas agroproductivas a mediados de 1970 y se ha convertido en el herbicida más utilizado a partir del lanzamiento de los cultivos resistentes. Su función metabólica es actuar como un inhibidor de la enzima conocida como EPSPS, responsable de la síntesis de aminoácidos aromáticos en plantas, algas y algunos microorganismos y hongos. Esta enzima no está presente en mamíferos y otros vertebrados.
Luego de más de cuatro décadas de uso, hoy se plantean dos problemas importantes en torno a esta molécula: el primero, de carácter técnico, refiere a la evolución de 50 especies de malezas (24 dicotiledóneas y 26 monocotiledóneas) que son resistentes al herbicida y dificultan su eficacia en el control; y el segundo, son los cuestionamientos sobre sus efectos negativos en la salud del ambiente y la población expuesta. Este último aspecto motivó la evaluación de limitar su uso en diferentes regiones geográficas (Europa, por ejemplo) y la revisión del conocimiento científico por Agencias Regulatorias. El objetivo de este texto no es enfocarse en cuestiones agronómicas del herbicida, sino describir algunas publicaciones científicas nuevas que abordan este último tema. Dichos artículos tienen carácter de revisión científica y fueron publicados recientemente en la revista Pest Management Science.
El primero de ellos tiene como autor a Colin Berry (2020), quien enfoca su análisis en la carcinogenicidad del glifosato. En base a bioensayos con ratas y ratones, la Agencia de Protección del Ambiente de Estados Unidos (US EPA), clasificó al glifosato como no cancerígeno (grupo E, con evidencias de no cancerígeno), lo que fue confirmado por otras agencias regulatorias (la Reunión Conjunta FAO/OMS sobre Residuos de Plaguicidas –JMPR-, la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea –EFSA- , la Agencia Regulatoria del Manejo de Plagas de Salud de Canadá –PMRA-, la
Autoridad Australiana de Pesticidas y Medicamentos Veterinarios –APVMA-, la Comisión de Seguridad Alimentaria de Japón –FSCJ-, la Agência Nacional de Vigillância Sanitâria –ANVISA- en Brasil y la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos -ECHA-). Esto sucedió luego de que la patente del glifosato venciera y se comercializara por otras compañías que debieron reforzar estudios toxicológicos.
En relación a estudios de genotoxicidad, el mismo autor revisa la literatura publicada y concluye que el glifosato no presenta un riesgo de genotoxicidad para humanos en las condiciones de exposición de los mismos. Sin embargo, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), utilizando los mismos datos, concluyó que existe suficiente evidencia para considerar que el glifosato es cancerígeno. La IARC basa esta conclusión en la aparición de tumores de ocurrencia común en varios tejidos de roedores expuestos al glifosato. Lamentablemente, la IARC no confirma con rigor científico que la aparición de estas neoplasias es una consecuencia de la exposición al glifosato, y contrasta con otros experimentos diseñados y considerados por las otras agencias regulatorias mencionadas anteriormente.
En su conclusión, Berry (2020) afirma que para una evaluación realista de los datos de toxicidad en roedores es fundamental comprender la historia natural de las neoplasias en ratas y ratones, y de la variación observada en animales envejecidos de diferentes cepas. Es importante tener en cuenta el peso de las pruebas, no prestar demasiada atención a los estudios individuales (especialmente si no son repetibles). El poder de las nuevas técnicas de análisis de tumores humanos ha dejado cada vez más claro que se debe tener mucha precaución en los análisis que "traspasan" los tumores de roedores a los humanos. En los estudios con animales, en general, no hay evidencias que apoyen la conclusión de la IARC respecto a que el glifosato es un probable carcinógeno humano. Asimismo, recientemente se llegó a una conclusión similar a través de estudios epidemiológicos.
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Las propiedades estructurales y químicas del glifosato junto con su perfil de exposición informan su perfil toxicológico. El glifosato tiene baja absorción, distribución tisular limitada, no se metaboliza fácilmente y se elimina rápidamente, con un 90% de eliminación en 72 h. Tiene bajo potencial de bioacumulación en organismos superiores a través de interacciones tróficas. La fuerte afinidad de unión del glifosato por la materia orgánica en los suelos reduce en gran medida la escorrentía a las aguas superficiales, limita el movimiento a las aguas subterráneas y reduce la biodisponibilidad de la exposición por contacto a especies no objetivo.
La exposición es un componente crítico en la evaluación de riesgos de productos fitosanitarios y siempre se la considera al regular estas sustancias. En otro artículo de revisión, Solomon (2020) presenta una caracterización actualizada de las exposiciones de diversas fuentes de glifosato que fueron medidas o estimadas en humanos y las evalúa en el contexto del riesgo en comparación con los criterios de riesgo de varias agencias regulatorias, mencionadas en el párrafo anterior. El autor basó su análisis en literatura publicada e informes inéditos de estudios sobre la exposición al glifosato en aplicadores que trabajan en agricultura, el paisaje y la silvicultura, haciendo un corte de los datos en septiembre de 2019. Los criterios de valoración del riesgo son la Dosis de Referencia (RfD) o la Ingesta Diaria Aceptable (IDA). La RfD es el término utilizado por la US EPA y representa la dosis oral máxima aceptable de una sustancia tóxica en humanos. La IDA es el término utilizado en otras partes del mundo y es esencialmente similar a la RfD. Ambos valores derivan de la dosis sin efecto observado en el animal más sensible probado para el criterio de valoración adverso más sensible. En los estudios de exposición al glifosato se consideró la población en general y la población rural/ aplicadores. La primera, que consume alimentos derivados de cultivos eventualmente tratados con el herbicida y animales domésticos (que a su vez se alimentan con los cultivos aplicados), y la población rural que, se asume, tiene mayor exposición. En ambas poblaciones, se consideró además la exposición ambiental: aire, agua de lluvia y agua superficial (que se utiliza para beber). En el caso particular de los aplicadores, adicionalmente se tuvo particular consideración en el tiempo de exposición, el contacto del producto con la piel (y el mojado de la ropa) y la ingesta respiratoria. Para el caso de los aplicadores, la formulación del herbicida también juega un papel clave en cuanto a su toxicidad, dado que las moléculas que acompañan al principio activo en la formulación suelen ser más tóxicas que el mismo principio activo.
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Las conclusiones del análisis de Solomon (2020) indican que, independientemente de la fuente y la vía, las exposiciones al glifosato en el público en general fueron menores que las IDA o RfD revisadas y actualizadas de las agencias USEPA, FAO, EFSA, FSCJ y APVMA. Cabe señalar que las IDA y RfD utilizadas en esta evaluación derivan de la respuesta más sensible en estudios de alimentación a largo plazo en las especies de prueba de laboratorio más sensibles y que se aplica un factor de incertidumbre a estos valores. Sobre la base de la nueva RfD y las IDA, el riesgo derivado del uso de buenas prácticas agrícolas y paisajísticas del glifosato para el manejo de malezas y la producción de cultivos se considera mínimo.
Un tercer artículo de revisión es el publicado por Levine y col. (2020), en el que analizan el potencial del glifosato para interactuar con las vías del estrógeno, andrógeno y tiroides, uno de los interrogantes de la agencia regulatoria europea (EFSA) para renovar la autorización de comercialización del herbicida en Europa, y del Programa de Detección del Disruptor Endócrino (EDSP) de la US EPA. El término "disruptor endocrino" se mencionó por primera vez bajo la hipótesis de que ciertas sustancias (en este caso, el glifosato) pueden tener propiedades intrínsecas que permitan la interacción y la alteración del sistema endocrino, y que se define como una sustancia o mezcla exógena que altera las funciones del sistema endocrino y, en consecuencia, causa efectos adversos para la salud en un organismo intacto o su progenie o (sub) poblaciones. La solicitud de incluir al glifosato en el listado de químicos a evaluar en el EDSP surgió en 2010.
Los numerosos estudios de reproducción en ratas de varias generaciones realizados para el glifosato proporcionan una evaluación del potencial de este herbicida para producir efectos de modulación endocrina en humanos y otros mamíferos. Los estudios de generaciones múltiples evalúan los efectos sobre el desarrollo y la función gonadal, los ciclos estrales, el comportamiento de apareamiento, la fertilización, la implantación, el desarrollo en el útero, el parto, la lactancia y la capacidad de la descendencia para sobrevivir, desarrollarse y reproducirse con éxito. Los estudios de toxicidad para el desarrollo evalúan los efectos en muchos de estos procesos, mientras que los estudios subcrónicos y crónicos incorporan numerosas evaluaciones directas e indirectas de los tejidos endocrinos y reproductivos, como el peso de los órganos blanco junto con una evaluación de la patología de los órganos endocrinos.
Los autores afirman que antes del desarrollo de la EDSP, la US EPA revisó los estudios subcrónicos y crónicos en mamíferos y concluyó que no había evidencia que sugiriera que el glifosato produzca efectos de modulación endocrina. Esta conclusión fue consistente con una revisión exhaustiva de los estudios estándar de toxicología en mamíferos realizada por Williams y col. (2000), quienes también concluyeron que el glifosato no tiene el potencial de producir efectos adversos en los sistemas endocrinos en humanos u otros mamíferos. En un análisis separado, el Centro Europeo de Ecotoxicología y Toxicología de Productos Químicos (ECETOC) también revisó los estudios estándar de toxicología en mamíferos y vida silvestre, y estudios de literatura y concluyó que el glifosato no es un disruptor endocrino.
En síntesis, los tres artículos de revisión analizados reúnen evidencias científicas en las que se basan las Agencias Regulatorias del mundo para afirmar que el glifosato no es cancerígeno ni genotóxico, no puede ser considerado un disruptor endócrino y no genera riesgo en humanos vía ambiental, ocupacional y dietaria si se lo utiliza de acuerdo a las recomendaciones del marbete.
REFERENCIAS
• Berry C (2020). Glyphosate and cancer: the importance of the whole picture. Pest Manag. Sci., 76: 2874-2877 Link
• Solomon KR (2020). Estimated exposure to glyphosate in humans via environmental, occupational, and dietary pathways: an updated review of the scientific literature. Pest Manag. Sci., 76: 2878-2885 Link
• Levine SL, Webb EG, Saltmiras DA. (2020). Review and Analysis of the Potential for Glyphosate to Interact with the Estrogen, Androgen, and Thyroid Pathways. Pest Manag. Sci., 76: 2886-2me906 Link
• Williams GM, Kroes R, Munro IC. (2000). Safety evaluation and risk assessment of the herbicide Roundup and its active ingredient, glyphosate, for humans. Reg Toxicol Pharmacol 31:117–165.