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EDITORIAL Con ustedes, Su Majestad Zea mays: el Maíz

Se cree y al menos así se acepta, que la humanidad comenzó a cultivar hace unos 10.000 años, cuando algunas comunidades empezaron a sembrar semillas en el suelo para obtener productos que necesitaban para su sustento. De esta manera y con esas acciones, se dio inicio al mejoramiento de los cultivos, y con ello, a la oportunidad de dejar de ser “nómades” para establecerse en comunidades en un sitio.

Este cambio de vida tuvo como protagonistas a los cereales y, en estas latitudes, la superestrella fue el maíz, a partir del teosinte -el ancestro silvestre del maíz- en el actual México. Desde ese entonces y hasta hoy, la humanidad viene trabajando incesantemente en el mejoramiento genético para lograr productos de interés.

Hagamos el ejercicio de pensar cómo nos influyó este cultivo a lo largo del desarrollo de la especie humana. El maíz está presente desde la latitud 43 al Norte del planeta hasta la latitud 40 al Sur, tanto en el hemisferio Occidental como en el Oriental. Los hay blancos, colorados, anaranjados, negros, violáceos y otros tantos más. De siembras tempranas, tardías, de segunda, en secano y bajo riego. Lo comemos como choclo en la playa, en ensalada y también inflado, o como canta algún cordobés en la peatonal de la Docta, como “pururú”. Está presente en casi la totalidad de los alimentos y bebidas que consumimos, también en industrias como la cosmética, hasta en las químicas, como fuente de energía y como bioinsumo. Es ingrediente fundamental para la alimentación animal bovina, porcina, aviar y de tantos otros.

Un párrafo especial merece todo el desarrollo de la industria metalmecánica en torno a este cultivo. ¿O acaso las gigantescas cosechadoras que hoy utilizamos no fueron en gran medida desarrolladas para este cultivo? Argentina ostenta tener al primer fabricante del mundo de un cabezal especialmente diseñado para la cosecha de maíz en forma directa. Y debemos considerar también a las cientos de empresas de mejoramiento genético creadas solo para este noble grano así como a los sistemas más sofisticados de siembras precisas, que fueron pensados a partir del maíz.

A nivel mundial es el cultivo que mayor producción arroja, con valores cercanos a 800 millones de toneladas, teniendo a Estados Unidos y China como los principales productores, y a Brasil, Argentina y otros países como escoltas.

En Argentina, el maíz se cultiva desde la época prehispánica. Luego, durante la época del Virreinato, compartió lugar con la carne. Pero no fue hasta finales del siglo XIX que el cultivo fue sembrado con fines comerciales.

Desde el punto de vista económico, representa un pilar gigantesco en las arcas nacionales, no solo por el ingreso de divisas por exportaciones (u$s 8.000 millones en 2022) sino también por el aporte que genera al ser integrado a la cadena de valor. Basta solo con observar el empleo que generan las empresas que venden semillas e insumos, pasando por el transporte, las industrias químicas y de tecnologías, aunque solo industrializamos el 30% del total producido.

En materia tecnológica, no hay dudas de que el maíz es punta de lanza para que Argentina sea uno de los países con mayor adopción de agtech en el mundo. Y fue este cultivo el que nos llevó a tratar de entender y ejecutar un manejo por ambientes de producción, realizando siembras a densidad y fertilización variable, hasta estos días donde prácticamente podemos inducir su manejo sitio-específico, al punto tal de lograr “dibujar” la cara de Messi en un lote de producción.

También se posiciona como uno de los cultivos que mayor desarrollo biotecnológico presenta a lo largo de la historia, con cultivares con tolerancias a ciertas moléculas químicas de herbicidas, o resistentes a plagas y enfermedades, como así también a diferentes estrés ambientales.

Y qué decir sobre el aporte de este gran cultivo a la sustentabilidad de los sistemas productivos. En párrafos anteriores nos referimos a la sustentabilidad económica. En cuanto a la sustentabilidad ambiental, es un cultivo con capacidad de capturar gran cantidad de CO2 del aire a través de su eficiencia fotosintética y almacenarlo en el suelo. Incluso los pioneros de Aapresid comenzaron a desarrollar el sistema de Siembra Directa de la mano de este cultivo.

Hoy sabemos que el maíz está presente en nuestras vidas desde que despertamos hasta que nos acostamos, con sus más de 600 usos. Y esto tiene que ver con la gran velocidad con la que los humanos estamos cambiando el uso de recursos “fósiles” por otros “renovables”. En este sentido, debemos ser capaces de darle más valor agregado a esta riqueza que generamos. Ese es uno de los desafíos que tenemos por delante y desde Aapresid estamos felices de poder ser protagonistas de esta tarea.

Estimados lectores, estamos frente a un gran regalo de la naturaleza que el hombre fue capaz de mejorar a través de miles y miles de años de trabajo. Es nuestra oportunidad de trabajar como país junto a nuestros gobernantes para lograr políticas públicas que permitan obtener más beneficios de este gran cultivo.

De aquí en adelante -y aprovechando estos tiempos de coronación de monarcas-, me permito presentarles a Su Majestad Zea mays: el Maíz.

Estudio Agronómico Ingeniiagro Socio Aapresid Regional Del Campillo

Miembro de Comisión Directiva Aapresid

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