Calentando los motores para una cosecha de fina con final abierto
MANEJO DE PLAGAS
Enfermedades al ataque y una defensa que no afloja
MAQUINARIA Y AGTECH
Cabezal Draper, un aliado en la próxima cosecha de fina
Cada gota cuenta: eficiencia hídrica en el agro
TENDENCIAS Y DESAFÍOS GLOBALES
El potencial de África para el agro argentino
MANEJO DE CULTIVOS
Sumá P y marcá la diferencia en tus cultivos
Clima, plagas y rendimientos: un cóctel desafiante para el maíz 23/24 en Montecristo
MAQUINARIA Y AGTECH
Datos que cosechan resultados
PRODUCCIONES ALTERNATIVAS
Una taza de té argentino, por favor
Cáñamo industrial: una oportunidad en la rotación de cultivos argentinos
INSTITUCIONAL
Cuidar el suelo ya no es una opción, es una necesidad
Un mundo sin vacas, ¿es posible?
Entre la Niña y la chicharrita: encarar maíz en la 24/25
ASC: producir con valor agregado
Hortalizas en fuga: por qué se pierden tantos alimentos en el camino hacia el plato
SD - SOCIO DESTACADO
Agrónomo, piloto y visionario
EDITORIAL
¿De qué hablamos cuando hablamos de trigo?
Cuándo se habla de sembrar trigo, cada persona lo asocia con una “imagen” diferente, pero complementaria al resto. Hablar de trigo es hablar de aporte de carbono al sistema, cobertura para el norte del país, alimento para la población e ingreso de divisas para la economía nacional en la primera mitad del año.
También tiene un rol clave en los presupuestos financieros de muchas empresas agropecuarias, es tecnología de cultivos para los semilleros y empresas de insumos, y es ese paisaje de espigas que se mueven con el viento. Además, es un buen antecesor de cultivos de segunda y sinónimo de fletes durante gran parte del año. El trigo es todo esto y mucho más, según la realidad de cada empresa.
Por eso es clave “valorizar” tanto la producción primaria como la industrialización del cultivo de trigo, respondiendo a las diversas realidades del país.
Este año se sembró con mucha expectativa y apostando a tecnologías que aseguran buen
rinde y rentabilidad según la región agroclimática. El tiempo fue un jugador esencial para las diferentes zonas. Hasta hace 15/20 días parecía que no tendríamos buena cosecha nacional, por la sequía y alta temperatura, pero las distintas lluvias, en muchas de las zonas, hicieron que gran parte de los lotes afectados mejoren su estado.
Aún así, el trigo argentino sigue camino a cosecharse, con resultados dispares. Esta será una oportunidad para aprender de la agronomía aplicada en cada lote y mejorar los resultados físicos y económicos.
Cada vez es más importante pensar como cadena y trabajar en equipo para potenciar el cultivo y el negocio. El enfoque debe estar en satisfacer los requerimientos de nuestros compradores así como en aprovechar las nuevas oportunidades que puedan surgir en los mercados internos y externos.
Ing. Agr. Gastón M. Therisod
Regional Tandilia
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Cada gota cuenta: eficiencia hídrica en el agro
La ciencia de las plantas busca cómo producir más alimentos con menos agua, un enfoque clave para enfrentar la escasez hídrica, garantizar la seguridad alimentaria y cuidar el medioambiente.
Por Dr. Hugo Permingeat
Comité de Prospectiva Tecnológica de Aapresid
La agricultura enfrenta el desafío de optimizar el uso del agua en un contexto de creciente escasez y cambio climático. En Europa, se prevé una mayor incidencia de sequías, especialmente en primavera y verano, lo que representa una amenaza para los cultivos. Entender cómo las plantas utilizan el agua es clave para encontrar maneras de reducir su consumo sin comprometer los rendimientos. La sostenibilidad en la agricultura requiere disminuir el uso de agua en muchas regiones, permitiendo obtener mayor rendimiento por cada gota utilizada.
En varios países, las restricciones legislativas sobre el uso del agua representan un desafío que debe resolverse sin perder producción, especialmente en las zonas de regadío, que representan el 18% de las tierras cultivadas, pero producen entre el 40-45% de los alimentos mundiales. La falta de agua para riego tendría consecuencias graves en el suministro de alimentos a nivel global. Por otra parte, se pierde mucha agua en sistemas de riego obsoletos o mal instalados, por lo que mejorar estas técnicas es fundamental si se busca maximizar la producción por cada gota utilizada. La integración de metodologías agronómicas, fisiológicas, biotecnológicas/ge-
Entender cómo las plantas utilizan el agua es clave para encontrar maneras de reducir su consumo sin comprometer los rendimientos.
néticas y de ingeniería agrícola ayudará a lograr este objetivo (Geilfus y col., 2024).
El ciclo de vida de las plantas depende de la absorción continua, pero no constante, de agua; mientras que la cantidad necesaria varía según la especie, la variedad de cultivo y la etapa de desarrollo de la planta. Sin embargo, solo el 10% del agua absorbida se utiliza en el crecimiento de los tejidos, mientras que el 90% se "pierde" por transpiración. Muchas veces, la falta de agua limita el rendimiento de los cultivos, un fenómeno conocido como "brecha de rendimiento" (Geilfus y col., 2024).
Comprender los mecanismos fisiológicos que regulan el crecimiento y el consumo de agua es esencial para optimizar su uso en la producción de cultivos. Además, es importante entender cómo las plantas responden a la escasez de agua, en particular en condiciones de campo, para identificar las oportunidades y limitaciones en su conservación. Como métrica clave, la cuantificación del rendimiento logrado por unidad de agua se puede expresar como la "eficiencia en el uso del agua” (WUE, por sus siglas en inglés), "productividad del agua" o "cociente biomasa-agua". En la ciencia de las plantas, la WUE y la eficiencia de la transpiración son dos indicadores que reflejan la biomasa producida (desde unidades de CO2 hasta gramos de biomasa) por unidad de agua, ya sea mediante transpiración o evapotranspiración, en una escala de tiempo que va desde subsegundos hasta ciclos completos de cultivo (Vadez y col., 2023).
El término “eficiencia” también puede extenderse más allá de la biomasa y expresarse en unidades de rendimiento, ingresos, calorías, energía, valor de los alimentos o proteínas por cada unidad de agua utilizada. Este enfoque le da un ángulo socioeconómico a la noción de eficiencia en el uso del agua (WUE), ofreciendo una perspectiva más amplia dentro del sistema agrícola.
La WUE es aplicable en muchas escalas espaciales: cuenca, finca, campo, planta y hoja. Se
Los requerimientos hídricos de los cultivos varían a lo largo de su desarrollo, lo que subraya la importancia de ajustar el riego de manera precisa.
refiere únicamente al agua utilizada para obtener rendimiento económico, o rendimiento biológico, abarcando toda la biomasa aérea o (más raramente) la biomasa total. La WUE también puede incluir o excluir la evaporación directa de las superficies del suelo y de las plantas, un proceso conocido como "eficiencia de transpiración".
La WUE también puede medirse en diferentes escalas de tiempo, desde días y meses, hasta ciclos completos de crecimiento. A escala de hoja o de planta, la relación entre la asimilación neta de CO2 y la transpiración se conoce como "WUE instantánea" o "relación asimilación-transpiración", generalmente medida en cuestión de segundos o minutos.
La WUE en la agricultura de regadío: pérdidas y ajustes
En los sistemas de riego, es crucial tener en cuenta las pérdidas de agua que se producen por evaporación, fugas de los embalses y pérdidas durante la distribución hacia los campos. A nivel mundial, se estima que el 30% representan pérdidas de almacenamiento y transferencia. Las pérdidas por escorrentía y drenaje pueden representar otro 44%. Esto significa que apenas entre un 13% y el 18% del agua disponible para riego realmente se usa en la transpiración de las plantas.
Los requerimientos hídricos de los cultivos varían a lo largo de su desarrollo, lo que subraya la importancia de ajustar el riego de manera
precisa. Si el suministro de agua no acompaña estas necesidades, la eficiencia disminuye, afectando tanto la productividad como la sostenibilidad del sistema agrícola.
Mejorar la WUE implica optimizar el uso del agua no sólo a nivel de hojas y plantas, sino también a escala de especies, agronomía, hidrología, finca y paisaje. También se trata de maximizar los retornos socioeconómicos del agua, considerando tanto el beneficio monetario como así también su sostenibilidad ambiental a largo plazo para garantizar su preservación para las generaciones futuras (Vadez y col., 2023).
Cómo aumentar la eficiencia del agua en las plantas
Aumentar la WUE de los cultivos, entendida como la cantidad de carbono asimilado por cada unidad de agua perdida, podría reducir el consumo de agua en la agricultura. La pérdida de agua en las plantas es inevitable: los estomas de las hojas tienen que abrirse para permitir la entrada de CO2, lo que permite al mismo tiempo la salida de vapor de agua.
La WUE tiende a mejorar con el aumento de la concentración atmosférica de CO2 y ante niveles de estrés por sequía leves. Por otro
Mejoras por fitomejoramiento
A lo largo del siglo pasado, los fitomejoradores han aprovechado la influencia de los factores ambientales sobre la WUE, desarrollando cultivos capaces de crecer antes o después en la temporada, cuando las condiciones climáticas son más húmedas y frías. Este enfoque permitió mejorar tanto la WUE como los rendimientos (Wientjes and Seijger, 2024).
Estas estrategias de adaptación de las plantas para mantener su equilibrio hídrico permiten: (i) mantener la absorción de agua, (ii) reducir las pérdidas y (iii) optimizar la fotosíntesis. En la investigación genética de cultivos, Wientjes and Seijger (2024) describen tres enfoques para mejorar la WUE:
lado, disminuye con la limitación de nitrógeno o cuando la demanda de evaporación de la atmósfera circundante aumenta (cuando el aire es más seco, más cálido y más ventoso).
El cambio climático en la WUE de los cultivos es difícil de determinar. Por un lado, los niveles actuales en aumento de CO2 permiten una mayor asimilación de carbono por unidad de agua perdida. Sin embargo, cuando la temperatura aumenta por encima de la temperatura óptima para el cultivo, se ralentiza la fijación de carbono.
El primero es la modificación genética, a través del desarrollo de plantas genéticamente modificadas. Uno de ellos trabajó en la sobreexpresión de la proteína PsbIIS (subunidad S del fotosistema II), encargada de dirigir la energía de excitación hacia el PSII, en condiciones de mucha luz, protegiendo así a la planta del fotodaño. Esta modificación redujo la conductancia estomática en condiciones de alta luz, sin afectar la asimilación neta de CO2, logrando así un aumento de la WUE. Recientemente, Turc y col (2024) también usaron la sobreexpresión de PsbIIS en tabaco y mostraron que bajo estrés de sequía (60% de capacidad de campo), la WUE mejoró un 15% en condiciones de alta luz para las líneas genéti-
camente modificadas. Además, estas plantas consumieron menos agua sin perder significativamente biomasa en comparación con plantas no modificadas. Tener cultivos que utilicen menos agua, bajo control y en condiciones de sequía, representa una gran ventaja.
El segundo enfoque considera que los progenitores de los cultivos evolucionaron bajo niveles de CO2 y temperaturas más bajos que los actuales, y se prevé que ambos factores sigan aumentando. Esto sugiere que la WUE de los cultivos podría no estar optimizada para las condiciones climáticas actuales. Una posible solución es cambiar la estructura del canopeo de las hojas para asegurar plantas con hojas más verticales. Esto permitiría que las hojas
inferiores reciban más luz y, por lo tanto, realicen más fotosíntesis. Como el déficit de presión de vapor es menor en esta posición del canopeo, se prevé que la WUE aumente.
El tercer enfoque se centra en la variación en la WUE entre diferentes genotipos. Existe un riesgo potencial asociado con la selección de estos genotipos, ya que a menudo demuestran una menor resistencia a la sequía y una producción de biomasa más lenta. No obstante, este enfoque ha sido exitoso en el caso del trigo panificable en Australia, donde se lograron variedades con mejor rendimiento de grano en condiciones de sequía (Wientjes and Seijger, 2024).
Un cuarto enfoque, propuesto por Nguyen y col. (2023), se centra en la ingeniería de los estomas para mejorar la captura de CO2 y la WUE. Los estomas suelen abrirse con la luz y cuando la demanda de CO2 es alta, y se cierran al disminuir la luz y la actividad fotosintética. Sin embargo, cada vez que los estomas se abren, también se pierde agua por transpiración. Este intercambio constante entre la transpiración y la entrada de CO2 para alimentar la fotosíntesis, plantea un desafío existencial para la planta. Las células de la guarda estomática deben encontrar el equilibrio entre absorber suficiente CO2 para la fotosíntesis y evitar el secado de los tejidos, ajustando la apertura de los poros según señales ambientales y endógenas.
Más de dos décadas después del desarrollo del trigo Drysdale, resistente a la sequía y con menor densidad estomática, los enfoques de ingeniería estomática se han expandido y ofrecen mejoras significativas. Aunque muchos de estos avances aún no han sido probados en ensayos de campo, prometen ganancias sustanciales sin comprometer la resistencia a enfermedades ni otros aspectos. Estos desarrollos surgen de una revolución en las herramientas moleculares para la ingeniería de precisión de la estructura genética, la regulación transcripcional y los controles fisiológicos a nivel celular. En este sentido, ofrecen nuevas oportunidades para abordar la mecánica de los estomas, la WUE y sus conexiones con el crecimiento de las plantas y la producción de biomasa (Nguyen y col., 2023).
Hacia un futuro más sostenible
La combinación de los avances tecnológicos y prácticas sostenibles traza el camino hacia una agricultura más resiliente y eficiente en el uso del agua. Sin embargo, para que estas soluciones sean efectivas, es fundamental que vayan acompañadas de políticas públicas que impulsen su adopción, junto con programas de capacitación para los productores.
En resumen, mejorar la eficiencia hídrica en la agricultura es una tarea ineludible para garantizar un futuro donde la producción de alimentos sea sostenible, sobre todo en un mundo con recursos hídricos cada vez más limitados Con el apoyo de la innovación tecnológica y un manejo adecuado de los recursos, es posible avanzar hacia una agricultura que no solo responda a las necesidades del presente, sino que también preserve el agua con vistas al futuro.
REFERENCIAS
Consulte las referencias ingresando a www.aapresid.org.ar/blog/revista-aapresid-n-235
Cuidar el suelo ya no es una opción, es una necesidad
El cuidado del suelo fue protagonista en el streaming de Aapresid “Levantando la Perdiz”. Expertos destacaron que mantener su salud no solo mejora la productividad, sino que también confirma que lo ambiental y lo rentable pueden ir de la mano. Prácticas como la siembra directa son clave, pero ¿qué más podemos hacer?
Uno de los últimos episodios de "Levantando la Perdiz" se centró en un recurso clave para la producción agrícola y el equilibrio ambiental: el suelo. Marcelo Arriola, ingeniero agrónomo y asesor, Esteban Ciarlo, responsable técnico de Fertilizar, y Haydee Steinbach, docente en la Cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de FAUBA, compartieron sus conocimientos sobre la salud del suelo, sus indicadores y su impacto en la productividad y el medioambiente.
A la izquierda, un suelo degradado; a la derecha, un suelo sano. La salud del suelo se refleja claramente en la productividad agrícola.
La salud del suelo
Steinbach definió la salud del suelo como “la capacidad del suelo de funcionar como un ecosistema vital para sostener plantas, animales, seres humanos”
Para Ciarlo, implica que el suelo pueda cumplir funciones de interés para la humanidad, desde las primarias, como la producción de alimentos, hasta las secundarias, como la captura de carbono para mitigar el cambio climático.
Por su parte, Arriola destacó que la salud del suelo depende de mantener sus propiedades físicas, químicas y biológicas, que están directamente relacionadas con los niveles de materia orgánica (MO). Si se conservan buenos niveles de MO, el suelo seguirá siendo productivo y permitirá mejorar la calidad de los alimentos.
La salud del suelo comprende aspectos químicos, biológicos y físicos. El tenor de materia orgánica influye en la presencia de estructuras compactadas o laminares, que limitan la captura de agua y la productividad.
Indicadores de salud del suelo
Una parte del debate se centró en los indicadores que determinan la salud del suelo. Steinbach mencionó que el carbono (C) es el indicador por excelencia, ya que refleja la capacidad del suelo para almacenar nutrientes y mantener una estructura favorable para el crecimiento de las plantas. Además, resaltó la importancia de otros indicadores, como la densidad aparente, el fósforo y el pH, que ofrecen un panorama más completo de su condición.
Ciarlo destacó la MO como otro indicador crucial, ya que evidencia la vitalidad del ecosistema edáfico. El especialista resaltó que hacer análisis de MO no solo es
una práctica efectiva, sino también económica y accesible, permitiendo a los productores obtener información valiosa sobre la calidad de su suelo sin incurrir en grandes costos.
A pesar de la relevancia de estos indicadores, en Argentina todavía se realizan muy pocos análisis de suelos. Este déficit contrasta con las prácticas de otros países, donde la reposición de nutrientes es más frecuente y sistemática.
El muestreo de suelos sigue siendo materia pendiente en los campos argentinos, clave para diagnosticar su salud.
“Es fundamental que sigamos promoviendo los análisis de suelos y los utilicemos de manera efectiva. Necesitamos reponer nutrientes para mejorar la eficiencia de uso del nitrógeno y profundizar el estudio sobre la fijación biológica, lo que nos permitiría reducir el uso de fertilizantes nitrogenados”, concluyó Steinbach.
Agricultura y cambio climático
El cambio climático, asociado al aumento de las tem peraturas, afecta directamente el crecimiento de las plantas. En este mismo contexto, Arriola destacó que la agricultura tiene un rol crucial, ya que trabaja con culti
A lo largo del episodio, los expertos coincidieron en que
Este cambio de mentalidad también se refleja en los productores argentinos. Ciarlo afirmó que muchos agricultores entienden que lo productivo y lo ambiental van de la mano, y que cuidar el suelo no es incompatible con la rentabilidad. De hecho, aquellos que adoptan prácticas de cuidado del suelo obtienen mejores resultados económicos que quienes no lo hacen.
Desafíos en la agricultura
Uno de los mayores desafíos para la agricultura actual es lograr un equilibrio entre la productividad y la sustentabilidad.
Como explicó Steinbach, la sobreexplotación del suelo ha reducido considerablemente los niveles de materia orgánica, lo que llevó a una disminución de su fertilidad natural. Además, la falta de reposición de nutrientes, como el fósforo, es un problema significativo en Argentina.
Arriola subrayó que, si bien la adopción de tecnologías como lo fue la siembra directa en su momento, tuvo un impacto positivo en la salud del suelo, aún queda mucho camino por recorrer en materia de acumulación de carbono. “La construcción de materia orgánica es un proceso lento que requiere tiempo e inversión”, afirmó.
También señaló que la siembra directa, por sí sola, no es suficiente para aumentar el carbono en los suelos, ya que es necesario que haya vegetación activa para que los suelos puedan absorberlo. "Cuando recorremos las rutas en julio y vemos los campos secos en barbecho, nos damos cuenta del gran potencial de fotosíntesis que estamos desaprovechando”, advirtió Arriola.
En el cierre del debate, los profesionales coincidieron en la necesidad de abandonar la idea de que cuidar el suelo, como una inversión a futuro, implica pérdidas en el presente. "Sustentabilidad no es fundirse hoy para tener
mejores suelos mañana. Es producir mejor hoy y mejorar nuestros suelos al mismo tiempo", enfatizó Arriola. "Nuestros suelos responden cuando les brindamos un poco de cuidado, y eso se refleja claramente”, concluyó.
El mensaje final del episodio fue claro: cuidar el suelo ya no es una opción, sino una necesidad. A medida que los productores tomen conciencia de la importancia de la salud del suelo y adopten prácticas más sustentables, no solo estarán asegurando su propia rentabilidad, sino también el bienestar de las futuras generaciones y del planeta.
"Sustentabilidad
no es fundirse hoy para tener mejores suelos mañana. Es producir mejor hoy y mejorar nuestros suelos al mismo tiempo."
El potencial de África para el agro argentino
¿Por qué el continente africano debería ocupar un lugar relevante en la agenda internacional de Argentina? Este análisis explora las condiciones socio-económicas actuales de África y destaca las oportunidades que sus mercados emergentes ofrecen al agro argentino, con estrategias de comercio adaptadas a sus demandas específicas.
Por Isabella Nardi Programa Aapresid Internacional
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Proyección de crecimiento económico de África
África presenta una tasa de crecimiento económico superior al promedio mundial y al de las economías emergentes y en desarrollo. Se estima que su PBI crecerá a un ritmo anual promedio del 7,4% en los próximos cinco años.
Aún así, el territorio africano no puede ser entendido como una “África única” debido a su heterogeneidad y diversidad económica de
países y regiones. Actualmente, Nigeria, Egipto, Sudáfrica, Argelia y Marruecos concentran el 57% del PBI continental, pero las proyecciones para 2022/28 destacan a Etiopía, Senegal, Uganda, Costa de Marfil, República del Congo y Tanzania como economías con crecimiento consistente y aceleración (Imágenes 1 y 2).
Fuente: DNCEI sobre la base de datos del Banco Africano de Desarrollo “Africa’s macroeconomic performance and outlook 2023”; Fondo Monetario Internacional.
Imagen 1. PIB de las principales economías africanas (izq.) y proyección de crecimiento anual promedio del PIB real (der.).
Fuente: DNCEI sobre la base de datos del Banco Africano de Desarrollo “Africa’s macroeconomic performance and outlook 2023”; Fondo Monetario Internacional.
Imagen 2. Tasa de crecimiento del PIB real de África y proyecciones.
Si se proyecta que para 2050 una cuarta parte de la población mundial se concentrará en África, y que 10 de los países más poblados del mundo serán africanos, que, además, es la segunda región del mundo con mayor urbanización, y con una clase media africana en aumento, ¿qué oportunidades representa esto para el agro argentino? Una de las grandes metas de las agendas internacionales es fortalecer los sistemas alimentarios en este continente, mejorando la productividad agrícola y promoviendo una agricultura sostenible; el objetivo es garantizar la seguridad alimentaria y duplicar los ingresos de los pequeños productores y agriculturas familiares.
Actualmente, el 60% de la población africana se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, para el 2060, se estima que el 42% de sus habitantes pertenecerá a la clase media, en un escenario de reformas que amplíen el acceso a educación y salud, junto al crecimiento económico y demográfico. Una sociedad con mejor y mayor poder adquisitivo, representaría un aumento del consumo de productos de calidad importados en los hogares africanos. Como indica el CDI (2024), “el consumo per cápita de alimentos básicos crecerá aún más, pero se espera un cambio en su composición, con estabilidad en el consumo de raíces y tubérculos, y aumento en el arroz y maíz”.
No obstante, se estima que la diversificación de la dieta seguirá siendo lenta, con aumentos moderados en el consumo per cápita de carne, productos lácteos, azúcar y aceites vegetales.
Si los indicadores demuestran que en el futuro serán grandes centros comerciales con mercados dinámicos y una sociedad con mejor poder adquisitivo, encontramos un punto clave de acceso a oportunidades de comercio internacional para el agro argentino. La clave será diseñar y adaptar la oferta de bienes y servicios para las condiciones locales de producción y demanda.
Según el Banco Africano de Desarrollo, para transformar sus sistemas alimentarios y satisfacer las demandas de su población, África precisará de inversiones en investigación y desarrollo (I+D), modernización de la maquinaria agrícola y nuevas tecnologías que reduzcan la pérdida poscosecha y de alimentos. Se estima que para transformar las 18 cadenas de valor agroalimentaria, los países requerirían inversiones por unos USD 400.000 millones en los próximos diez años, con mayor necesidad de fondos privados. Otros estudios calculan que las inversiones deberían alcanzar los USD 77.000 millones anuales, acumulando un total
de USD 614.000 millones para 2030. Entre los países con mayor demanda de inversión destacan Etiopía, Níger y Tanzania, seguidos por Marruecos, Mozambique, Mali, Uganda, Argelia, Nigeria, RD Congo, Kenia, entre otros.
¿Dónde se concentrarán las inversiones? Se estima que tres cuartas partes de la inversión pública estará destinada a la transformación del sistema alimentario africano. En primer lugar, en materia de infraestructura de transporte rural, incluyendo la construcción de puentes, rutas, canales, etc., que permitan la instalación de un adecuado sistema de carga y distribución. En segundo lugar, estarán destinadas a la cría de ganadería, agronomía, control de plagas y enfermedades, gestión del suelo y del
Actualmente, el 60% de la población africana se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, para el 2060, se estima que el 42% de sus habitantes pertenecerá a la clase media.
agua, extensión, etc., lo que posibilitará la tan esperada seguridad alimentaria con productos de calidad. En tercer lugar, invertirán en apoyo alimentario y nutricional directo para grupos vulnerables; y en cuarto lugar, en infraestructura y servicios de comercialización (almacenamiento, molienda, mercados rurales, etc.).
El 70% de los países africanos no se encuentran mecanizados y aún utilizan tracción animal y herramientas manuales para el trabajo agrícola, lo que abre una oportunidad para la exportación de maquinaria agrícola y paquetes tecnológicos argentinos. Sin embargo, la maquinaria importada no está diseñada para las condiciones de los suelos africanos, lo que sería un factor decisivo para optimizar la estrategia de exportación. La demanda africana de maquinaria agrícola está concentrada en manos privadas, aunque existen casos en que los gobiernos se involucran para dar respuesta a las necesidades del sector a través de créditos concesionales. El abastecimiento privado, a pesar de que eliminaron los aranceles e IVA para la importación de maquinaria agrícola, se ve limitado por los procedimientos largos y burocráticos de las regulaciones locales.
"El mercado de servicios digitales agrícolas en África es un núcleo fundamental
a explorar.
Según
la Dirección
Nacional del Centro de Economía Internacional, más del 90% de este sector permanece
sin explotar."
Por otro lado, el mercado de servicios digitales agrícolas en África es un núcleo fundamental a explorar. Según la Dirección Nacional del Centro de Economía Internacional, más del 90% de este sector permanece sin explotar, a pesar del crecimiento en la adopción de tecnología móvil y número de usuarios de internet. En este sentido, representa un mercado con gran potencial de desarrollo y una oportunidad de inversión, acompañada de una mayor difusión de los servicios de asesoramiento y consultoría. Los nichos que se destacan para la inversión en innovación digital y tecnológica en el agro son:
Mapeo de tierra y suelo para la medición de fertilidad a través de sensores remotos;
Aplicaciones móviles para testeo de suelos y mapeo de sus características;
Monitoreo satelital y drones (clima, campos, áreas de producción, recursos hídricos);
Telefonía móvil para servicios de consultoría como pagos agrícolas electrónicos;
Tecnologías de la información y la comunicación tendientes a servicios digitales para análisis de mercados, monitoreo de precios, trazabilidad, etc.
Aadpresid
Un aspecto crucial es que África, para impulsar el desarrollo del sector agrícola, cuenta con fondos para incubadoras AgTech. Lo que se busca es acortar las brechas en el uso de nuevas tecnologías e impulsar el desarrollo de tecnologías IoT. No obstante, las soluciones digitales mencionadas, las políticas de inversión y desarrollo como los regímenes de tenencia de la tierra, dependen exclusivamente de la instancia estatal. La iniciativa pública cumple un rol destacado en la implementación de las transformaciones necesarias en su sistema alimenticio para garantizar el cumplimiento de las metas propuestas en la Agenda 2063, lo que hace crucial la articulación público-privada a la hora de evaluar oportunidades.
El desarrollo de tecnologías IoT se encuentra en una fase experimental pero, aun así, resaltan las áreas de servicios agrícolas utilizadas para el monitoreo, control y manejo de plagas e irrigación en los cultivos; invernaderos inteligentes; producción y seguridad de los alimentos. Las capacidades analíticas de big data aún son limitadas y se tercerizan a empresas especializadas, aunque se espera que su evolución y desarrollo impulse el crecimiento del machine learning, que se encuentra en una etapa aún más inferior. En última instancia, la digitalización estandarizada de la información en lugar de datos en papel es un gran desafío para muchos países africanos.
INIA Fortuna (LE 14-86)
Indicada para sistemas intensivos con altos requerimientos nutricionales.
INIA Aurora (LE 14-84)
Tasas de crecimiento similar a las mediterráneas a la salida del invierno.
Si bien sólo el 7% de sus exportaciones argentinas de alimentos y productos agropecuarios se destinan a África, este análisis muestra lo pertinente que es desarrollar una estrategia exportadora que contemple las diversas demandas de este continente, considerando que el 60% del mercado agropecuario africano está concentrado en empresas comerciales y ONG´S extranjeras. Las políticas de sostenibilidad y eficiencia en el uso de recursos naturales de la Agenda 2063 africana, representan un terreno fértil para que actores internacionales cooperen en la implementación de prácticas regenerativas y sostenibles, como así también en la transferencia de tecnologías, como la promovida por Aapresid.
Aprovechar estas oportunidades requiere no sólo un enfoque estratégico en las exportaciones, sino también el fomento de relaciones público-privadas que garanticen una transferencia tecnológica adaptada a las condiciones locales, promoviendo la sostenibilidad de los sistemas alimentarios africanos.
*Análisis elaborado con datos obtenidos del informe “Mirando África” de la Dirección Nacional del Centro de Economía Internacional (CEI) del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina.
Sumá P y marcá la diferencia en tus cultivos
La baja reposición de fósforo está empobreciendo los suelos agrícolas y ampliando la brecha de rendimientos. Desde Fertilizar AC, impulsan una campaña para destacar su importancia y brindar recomendaciones sencillas sobre su uso.
La agricultura extensiva en Argentina se desarrolla en un clima templado con precipitaciones uniformes, en un relieve de llanura con suelos loessicos de alta fertilidad física y química natural. Esta combinación, sumada a la adopción continua de tecnologías de proceso y de producto innovadoras por parte de los productores, ha impulsado rendimientos crecientes en los principales cultivos de granos y forrajes. Sin embargo, este aumento en los rendimientos, y por ende en la demanda de recursos, no fue acompañado proporcionalmente por el aporte de nutrientes que compense las mayores salidas.
Por Esteban Ciarlo¹,² y María Fernanda González Sanjuan¹
¹ FERTILIZAR AC
² FAUBA
En este contexto, los niveles de rendimiento obtenidos se mantuvieron a expensas de los aportes de nutrientes provenientes de los suelos. Sin embargo, su capacidad de seguir aportando no es infinita. A medida que estos nutrientes se van consumiendo, se pierden las fracciones más disponibles y predominan las más resistentes (las más “egoístas”), lo que lleva a que la disponibilidad de nutrientes del suelo disminuya y sea cada vez más lenta y dificultosa.
La baja reposición (aplicación de nutrientes a través de fertilizantes) conduce al empobrecimiento de los suelos y es una de las principales causas de la brecha entre los kilogramos que se producen y los que se podrían producir. Así lo revela el proyecto internacional de medición de brechas de producción (www.yieldgap.org).
Dentro de los nutrientes que condicionan el crecimiento de los cultivos, el fósforo (P) tiene particular importancia. Se trata de un macronutriente que se requiere y se absorbe en grandes cantidades, y que tiene funciones estructurales y funcionales críticas para el crecimiento de las plantas. La limitación con P es una condición casi siempre presente en los lotes productivos, salvo en algunas zonas del NEA, donde los suelos contienen altos valores originales de P y tiene una menor historia agrícola.
En Argentina, los balances de P en los granos (aportes menos salidas) son consistentemente negativos. Esto se evidencia en la evolución de los niveles de P extractable (índice de disponibilidad de P para los cultivos), que se observan en los mapas realizados por INTA y FERTILIZAR AC en las distintas zonas productivas (Figura 1). Según este estudio, más del 70% del área agrícola de la región Pampeana debería estar recibiendo alguna dosis de P, ya que se encuentra por debajo del umbral crítico para los principales cultivos.
"Más del 70% del área agrícola de la región Pampeana debería estar recibiendo alguna dosis de P, ya que se encuentra por debajo del umbral crítico para los principales cultivos."
Figura 1. Evolución de los niveles de P extractable (P Bray, mg kg-1) en a) Región Pampeana (Sainz Rozas y Col., 2019) y b) NEA-NOA (Sainz Rozas y col., 2024).
Campaña para revertir la tendencia
Ante esta situación, surge la necesidad de generar una campaña que arroje luz sobre el empobrecimiento de P en las principales zonas productivas del país. A partir de esta problemática, se propuso una campaña que trabaje sobre los siguientes ejes:
1 Mostrar la importancia del P para el crecimiento de las plantas.
2 Difundir información sobre su dinámica en los suelos.
3 Asistir en el uso de herramientas de diagnóstico para detectar deficiencias de P.
4 Fomentar y brindar recomendaciones generales y sencillas sobre el uso de P, especialmente en cultivos de leguminosas como la soja, donde la provisión de este nutriente es particularmente sensible.
Instituciones que nos acompañan
Importancia del P en el crecimiento de las plantas
El fósforo es uno de los elementos más importantes para la vida, presente tanto en tejidos vegetales como animales, incluyendo dientes y huesos. Su nombre significa “el que trae la luz” (de allí deriva la palabra fosforescente), lo que refleja su importancia vital en los seres vivos. El P suele ser el segundo nutriente más limitante para el crecimiento de las plantas en los ecosistemas naturales y cultivados, después del nitrógeno. Esto se debe a su participación en funciones destacadas:
Compone estructuras funcionales (fosfolípidos) en las membranas celulares.
Fuente: Campaña Sumá P - FERTILIZAR.
Está presente en la regulación génica, formando parte de los ácidos nucleicos (ADN y ARN).
Participa en la transferencia de energía en todos los procesos metabólicos en forma de ATP (adenosín trifosfato) y otros compuestos derivados (Figura 2). Las deficiencias de P en las plantas se relacionan directamente con la transferencia y almacenaje de energía, lo que se traduce en un crecimiento lento y disminuido durante las primeras etapas de desarrollo.
Figura 2. Intervención del P en la transferencia de energía.
Las plantas utilizan la energía acumulada en los grupos fosfatos del ATP para llevar a cabo numerosas funciones vitales. Una de las más relevantes para los cultivos agrícolas es su contribución a la fijación biológica del nitrógeno (N) desde el aire, proceso por el cual el N se in-
corpora a las plantas, en especies leguminosas como soja, alfalfa o arvejas. Esta reacción, mediada por la enzima nitrogenasa, reduce el N y requiere grandes cantidades de energía: se necesitan 16 moléculas de ATP por cada molécula de N para romper el triple enlace molecular.
Los suelos contienen diferentes cantidades de P, que pueden ser altas en algunos casos o muy bajas según las condiciones. La concentración de P total en el suelo depende básicamente de cuanto P tenía el material o roca parental que dio origen al mismo. El manejo humano del suelo puede aumentar, o principalmente disminuir, los niveles de P total.
El P en los suelos se presenta en forma de compuestos orgánicos e inorgánicos. Las plantas lo toman como fosfatos, que son compuestos inorgánicos muy sencillos, y lo transforman en compuestos orgánicos que se acumulan en las distintas partes de las plantas. En los sue-
los, encontramos compuestos de P que, según la velocidad de sus transformaciones y su accesibilidad para la nutrición de las plantas, se pueden separar en:
Compuestos inorgánicos de acceso lento, presentes en los minerales primarios y secundarios (formas de reserva, no disponibles para las plantas).
Compuestos orgánicos de acceso lento, encontrados en residuos vegetales con grados de descomposición avanzados o físicamente protegidos (formas de reserva, no disponibles para las plantas).
Dinámica del P en el suelo
Compuestos orgánicos lábiles (“moderadamente móviles”), presentes en residuos vegetales frescos y la biomasa de los microorganismos (formas de reserva, no disponible para las plantas).
Compuestos inorgánicos lábiles (“moderadamente móviles”), aparecen en sales inorgánicas en solución, o en precipitados de alta solu-
bilidad, o débilmente retenidos por las arcillas del suelo.
Compuestos solubles, en su mayoría inorgánicos (fosfatos) que no están retenidos y son mayormente accesibles para las plantas, sujetos al movimiento con el agua del suelo.
Fuente: Campaña Sumá P - FERTILIZAR.
3. Dinámica del fósforo en el suelo.
El P se considera como un elemento “inmóvil” o muy poco móvil debido a la gran cantidad de compuestos fijos de baja solubilidad. El lavado profundo del P es escaso y mucho del fertilizante que se aplica a los suelos “reacciona” con sus componentes, lo que lleva a que no esté disponible inmediatamente para las plantas.
Figura
de deficiencias de P 3
Diagnóstico
Los contenidos totales de P en el suelo no sirven para indicar su disponibilidad para las plantas, ya que gran parte se encuentra en formas resistentes que los cultivos no pueden absorber. Las raíces sólo absorben el P presente en la solución (agua) del suelo, pero esta cantidad es muy pequeña y se repone varias veces al día en cultivos que crecen rápido. Por lo tanto, medir el P en solución tampoco tiene mucho valor de diagnóstico.
Entonces, ¿cómo hacemos para saber si hay suficiente P en un suelo? Una posibilidad es medir, en forma conjunta, el contenido soluble (aquel realmente disponible) y el P que puede ser provisto desde las fracciones capaces de liberar ese P soluble.
El abastecimiento de las formas inorgánicas lábiles a la solución del suelo es dinámico y complejo, involucrando diversos compuestos. Para diagnosticar limitaciones en la nutrición con P (o respuestas a su aplicación al fertilizar), se desarrollaron y calibraron métodos de laboratorio
que extraen formas lábiles de P, medición conocida como “fósforo Extractable”.
En Argentina, particularmente en la región pampeana, donde predominan suelos levemente ácidos a neutros, el método de extracción más utilizado es el Bray Kurtz 1. Aunque la extracción por Olsen también puede ser adecuada para este tipo de suelos, esta metodología quedó relegada a suelos alcalinos o a zonas específicas.
La medición de P extractable, aunque tenga unidades de concentración (ppm o mg kg-1), es un indicador de suficiencia de cultivo, y como cualquier índice, no debe interpretarse como un valor aislado. Para que este índice tenga valor diagnóstico, es preciso que se contraste (correlacione) con valores de rendimiento o productividad de los diferentes cultivos, para así poder interpretar los valores provistos por los laboratorios en relación con los rendimientos de los cultivos agrícolas (Figura 4).
Figura 4. Correlación entre rendimiento máximo alcanzable y nivel de PBray (mg kg-1).
La cantidad de P extractable es una de las propiedades del suelo más heterogéneas. Su altísima variabilidad espacial requiere una intensidad de muestreo muy superior al resto de las variables del suelo. En los sitios agrícolas, esta heterogeneidad se profundiza, debido a que el
P se aplica de forma localizada. Como el P tiene baja movilidad, es común que queden sitios con niveles contrastantes a distancias muy cercanas, especialmente en sistemas de siembra directa sin remoción.
Fuente: García y Col., 2014.
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Recomendaciones generales y sencillas sobre el uso de P
La recomendación de aplicar fertilizantes fosfatados no es única ni depende de un indicador único de decisión, sino que integra cuatro estrategias de buenas prácticas de manejo de los nutrientes. Estas prácticas contemplan la elección de la fuente, dosis, momento y ubicación del fertilizante. Para cada una, las opciones de resolución dependen de cuestiones económicas, estrategias, filosofías, antecedentes técnicos, disponibilidad de recursos y regulaciones. En todos los casos, el objetivo es asegurar que el aporte de P no limite el normal crecimiento del cultivo, minimizando o limitando las pérdidas del nutriente por fuera de la captación de las plantas.
Las fuentes de P más utilizadas son las inorgánicas sólidas de alta solubilidad, aunque en los últimos años aumentó el uso de fertilizantes líquidos y también puede darse el uso directo de roca fosfórica (de la cual derivan todos los fertilizantes), que actúa como fertilizante de re-
acción retardada. La respuesta de los cultivos es independiente del origen del P, ya que en todos los casos requiere de transformaciones físico-químicas y biológicas hasta formas inorgánicas solubles.
Con respecto a la dosis de uso, al identificar que los niveles de P en un sitio pueden limitar la normal producción de los cultivos, se comparten dos planteos o “filosofías” para determinar las cantidades a aplicar:
a) Suficiencia (“fertilizando el cultivo”): El objetivo es aplicar la cantidad mínima necesaria para maximizar la rentabilidad de la aplicación, considerando el efecto sólo en el año. Este planteo busca la eficiencia económica del cultivo a nutrir con P, la dosis a aplicar maximiza el retorno de la práctica, los rendimientos alcanzados no alcanzan la máxima productividad y el balance entre aporte y extracciones es negativo, reduciendo los niveles de P del suelo.
b) Reposición (Reconstrucción y mantenimiento, “fertilizando el suelo”): El propósito es estabilizar los niveles de P extractable de los suelos en valores no limitantes para la normal producción de los cultivos. En este caso, el objetivo es que la reposición de P vía fertilización supere a la extracción del mismo por los cultivos, de modo de ir generando balances positivos.
Sobre el momento de aplicación, dado el limitado movimiento de P en los suelos, el proceso de ingreso en las plantas (difusión) y la necesidad de su incorporación desde etapas tempranas del crecimiento, es clave que esté disponible desde la siembra de los cultivos. Por este motivo, la fertilización, independientemente del criterio o filosofía para su implementación, debe realizarse en forma completa o fraccionada antes o durante la siembra de los cultivos.
La ubicación localizada en altas concentraciones es una práctica habitual en nuestros sistemas de producción. No obstante, hay que manejar esta práctica con precaución porque el contacto directo de los fertilizantes con las semillas, a través del efecto salino o la presencia de amoníaco en los fosfatos de amonio, puede afectar la germinación y emergencia.
La campaña apunta a mejorar los diagnósticos y recomendaciones de aplicación de P en cultivos leguminosos de relevancia como soja y alfalfa.
Finalmente la campaña apunta a mejorar los diagnósticos y recomendaciones de aplicación en cultivos leguminosos de relevancia como soja y alfalfa. Estos cultivos se caracterizan por tener altos requerimientos de P para su crecimiento y también un alto índice de cosecha de los nutrientes. Esto significa que gran parte del P absorbido se exporta en el grano y se debe reponer para evitar empobrecimientos de suelo progresivos.
En el caso de la soja, si los contenidos de P son intermedios (P extractable entre 18 y 30 mg kg-1), se sugiere una estrategia de mantenimiento, aplicando dosis que sean por lo menos iguales a la extracción esperada por el cultivo, teniendo en cuenta que la soja exporta 5,4 kg de P elemento por cada tonelada de grano. En cambio, si los contenidos de P son bajos (menores a 15-17 mg kg-1), se sugiere una fertilización que, además de cubrir lo extraído por el cultivo, agregue una cantidad extra de P, o sea una estrategia de reconstrucción o enriquecimiento, de modo de ir elevando paulatinamente los niveles de P del suelo.
Resultados de muchos años muestran la respuesta física (en kg/ha) de la aplicación de P sobre el cultivo de soja y, según las relaciones insumo/producto habituales, también arrojan resultados de rentabilidad positiva, consistentes de la práctica de fertilización fosforada.
Para el caso de las pasturas con alfalfa, la fertilización con P aumenta la cantidad, persistencia y calidad del forraje producido, pudiendo elevar la producción animal por unidad de superficie. Las pasturas tienen requerimientos de P que varían según la edad, el nivel de crecimiento y la composición de especies. Los valores más altos de requerimiento por unidad de materia seca producida se refieren a estados jóvenes de las plantas en crecimiento. Los requerimientos de P también varían según la forma de corte o cosecha del forraje, siendo máximos cuando se realiza una cosecha mecánica para pastoreo diferido o confección de reservas.
Se han informado niveles críticos para el cultivo de alfalfa entre 25 y 30 mg kg-1 de P extractable. Si se decide una refertilización a partir del segundo año, se sugiere reducir el umbral crítico en 2-3 ppm. Por su lado, la fertilización con P en pasturas con alfalfa también ha mostrado resultados productivos y económicos positivos en muchas investigaciones.
Calentando los motores para una cosecha de fina con final abierto
En una campaña que comenzó con algunos traspiés, cambios en el contexto renovaron la ilusión. Desde el sur bonaerense, socios regionales de Aapresid brindan un pantallazo del estado actual de trigo y cebada, y cuentan qué aspectos serán claves para reducir pérdidas en la cosecha y maximizar la rentabilidad.
Por Ing. Agr. María
Eugenia Magnelli
Para Prospectiva Aapresid
El Fórmula 1 en producción de trigo y cebada
El sur de la provincia de Buenos Aires es una de las regiones por excelencia para la producción de trigo y cebada en Argentina, gracias a sus condiciones climáticas que propician altos rendimientos.
Centrándonos en esta área productiva, conversamos con distintos socios regionales del Nodo Sur de Aapresid para conocer el contexto de esta campaña y las expectativas de rendimiento de los cultivos de fina. También explicaron cuáles serán los aspectos que primarán al momento de la cosecha y las estrategias de comercialización para ambos cereales.
Para caracterizar la región, el agrónomo y asesor Manuel Pereyra Iraola, de la Regional Aapresid Tandilia, destacó que el margen del doble cultivo supera al resto, por lo que los cultivos de fina tienen una gran participación en la rotación. Según remarcó, las bajas temperaturas invernales facilitan el macollaje y las primaveras frescas durante el periodo reproductivo permiten alcanzar altos potenciales, tanto en cebada como en trigo.
También puntualizó que la cebada expresa un rendimiento más alto (un 5% más aproximada-
mente) y libera el lote más temprano, lo que mejora el resultado de los cultivos de segunda. Por su parte, el trigo es muy elegido en planteos mixtos, donde muchas veces se implanta un verdeo luego de su cosecha. La alternancia de cebada y trigo facilita sostener los cultivos de fina en años consecutivos. No obstante, los
Arrancamos mal, pero venimos mejor
En lo que respecta a esta campaña de fina, el Ing. Agr. Roberto “Tiki” Kiessling -asesor, docente e investigador de la UNS (Regional Aapresid Bahía Blanca “Ricardo Ochoa”)- comentó que comenzó con mucha incertidumbre. La escasa recarga de los perfiles y los precios poco tentadores, desalentaban la siembra. Sin embargo, todo cambió a partir de las esperadas lluvias de otoño y el repunte de los precios internacionales del trigo, lo que incentivó a sembrar más hectáreas de las previstas al inicio.
Por su parte, el asesor Iván Nuesch (Regional Aapresid Las Encadenadas) señaló que la superficie de fina se mantuvo en niveles similares a años anteriores. No obstante, aclaró que “hubo un reemplazo de trigo sobre cebada, empujado por la suba de precios justo al comienzo de la siembra, lo que rompió el equilibrio entre ambos cereales, pasando a un 60% trigo y un 40% cebada”.
altos potenciales de estos cereales de invierno tienen como contrapartida un menor rinde en los cultivos de segunda, dada la estrecha ventana libre de heladas. Por eso, las ambientaciones adquieren altísima relevancia en la planificación de esta región.
Según las últimas estimaciones de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario, el área triguera nacional pasó de 5,5 a 6,7 M ha sembradas en 2024, marcando un crecimiento interanual del 22%. Si bien esto es una buena noticia, el período crítico del cultivo se está desarrollando bajo precipitaciones erráticas.
Todavía no está todo dicho. Los guarismos de la entidad indican que la producción nacional de trigo rondaría las 19,5 millones de tn, lo que representaría un 31% más que el ciclo anterior (14,5 millones de tn), siempre y cuando las condiciones meteorológicas acompañen en lo que resta del ciclo para sostener esos rendimientos.
El lado B de la campaña 2024
Creciente valor de los alquileres
El sudeste bonaerense se volvió una zona muy demandada por la estabilidad de sus rindes, en contraste con la región núcleo, golpeada por dos campañas de Niña y los efectos de la chicharrita en los maíces, según explicó el socio de la Regional Aapresid Tandilia. “Los alquileres se vuelven imposibles de pagar. Solo los actores integrados verticalmente, con grandes superficies que permiten generar negocios de volumen, logran acceder a los campos en alquiler”, subrayó.
Altos precios de insumos
Según Manuel Pereyra Iraola, esto retrasó la compra de insumos. “Prácticamente no hubo compras de precampaña; el productor esperó para comprar insumos lo más próximo posible al momento de necesitar su aplicación. Probablemente, esperando una baja de precios, un repunte en los commodities (que estuvieron siempre próximos al piso), el levantamiento de aranceles como los derechos de exportación, devaluación o mejoras en las tasas de financiamiento, que recién llegaron en agosto”.
Aumento de los herbicidas en el costo de implantación
El uso de herbicidas creció dentro de los costos debido a la complejidad en el control de malezas.
Desarrollo
“Este año los cultivos de fina comenzaron su ciclo con condiciones óptimas de humedad y temperatura”, comentó Pereyra Iraola. Las siembras tempranas, realizadas entre fines de mayo y los primeros 20 días de junio, germinaron en tiempo récord. Mayo fue frío, ideal para conservar agua en el perfil, junio fue templado y julio muy frío. Como consecuencia, el cultivo de trigo nació rápido y transitó el macollaje con bajas temperaturas, lo que hizo que contara con condiciones propicias para enraizar y macollar mucho.
En contraste, las siembras más tardías, tuvieron una emergencia mucho más lenta y a los trigos de julio les tomó casi un mes en nacer.
Reforzando lo anterior, Kiessling explicó que, en el partido de Tornquist, los ciclos largos sembrados a partir de junio no sufrieron estrés hídrico, ya que las lluvias acumuladas se encuentran cerca de los niveles históricos (229 mm) y ocurrieron en los momentos de mayor demanda hídrica de los cultivos. Sin embargo,
actual de los cultivos con semáforo amarillo
advirtió que el crecimiento de las plantas fue muy lento debido a la seguidilla de heladas.
Sobre este punto, Nuesch agregó: “La principal novedad de esta campaña fueron las heladas. En la zona de Puan y Carhué arrancaron un mes más tarde de lo habitual, pero fueron frecuentes e intensas, desde mayo hasta agosto.
Esto afectó tanto al trigo como a la cebada en estado de pasto. En cebada, incluso, se vieron pérdidas de plantas, comprometiendo la densidad, especialmente en sectores bajos”.
En cuanto a plagas, el Ing. Agr. y asesor Pablo Errazu (ATR Regional Aapresid Tres Arroyos) advirtió sobre el problema de control de Raigrás y Crucíferas en la región. A nivel sanitario, recomendó monitorear la presencia de enfermedades conforme avancen los días, particularmente en lotes con menor rotación y si el ambiente se torna más húmedo con las lluvias. En esa línea, Iraola acotó: “Por suerte, las condiciones frías y sin precipitaciones al inicio permitieron un excelente desempeño de los herbicidas preemergentes, que acompañaron hasta avanzado el ciclo. Esto también favoreció la buena sanidad del cultivo, permitiendo en casi todos los casos, llegar a hoja bandera para aplicar el fungicida luego de observar algo de mancha amarilla y roya en algunos lotes”.
Un punto no menor que subrayó Errazu es la nutrición de los cultivos, indispensable en nuestros sistemas. “Al inicio, los planes de fertilización estuvieron por debajo de los objetivos, principalmente debido a la relación entre el precio de los fertilizantes y los valores de los granos en ese momento. Hoy hay que repensar el tema para no quedar bajos en calidad por el diferencial de precios”, describió.
Una piedra en la carretera se dió hacia la última quincena de octubre. Parte del sudeste y sudoeste de la provincia de Buenos Aires atravesaron varios días con temperaturas máximas que rondaban los 35°C y precipitaciones erráticas. Esto impactó en los cultivos y ya se observan sectorizadas mermas de rendimiento, por lo que el final hacia la cosecha queda abierto.
"Si las lluvias y las temperaturas acompañan, hay buenas chances de lograr rendimientos aceptables en el
sur de la provincia de Buenos Aires."
Si las lluvias y las temperaturas acompañan, los representantes de las regionales de Aapresid coinciden en que hay buenas chances de lograr rendimientos aceptables en el sur de la provincia de Buenos Aires. En la zona de Tandil los promedios rondan los 7000 kg/ha para cebada y 6000 kg/ha para trigo. En Tres Arroyos circundan los 4800 y 6000 kg/ha en cebada y 4000 a 6000 kg/ha para trigo; en Puán, Carhué y Tornquist se acercan a los 4000 kg/ ha para cebada y 3500 kg/ha para trigo.
Prepararse para la cosecha
En la región, la cosecha comienza a fines de noviembre para la cebada y a principios de diciembre para el trigo, prolongándose a lo largo del último mes del año. Esta campaña tal vez tenga algunos retrasos por la lenta emergencia de los materiales tardíos.
Si bien falta camino por recorrer, es importante anticiparse para maximizar la eficiencia y evitar imprevistos. Para ello, los referentes Regionales de Aapresid compartieron algunas recomendaciones:
Asegurar un contratista de confianza con tiempo.
Las personas que intervienen en el proceso de cosecha deben estar capacitadas, sea con equipo propio o contratado, para minimizar las pérdidas de grano y maximizar la eficiencia.
Hacer foco en la tecnología de las máquinas cosechadoras. Cuanto más modernos
sean los equipos, las pérdidas se reducen significativamente.
Comenzar la cosecha con los equipos limpios, libres de materiales extraños y/o semillas de otras especies para evitar la dispersión de malezas (crucíferas, rama negra, etc.)
Monitorear el proceso y estar presente en los lotes para regular las máquinas, chequear pérdidas y asegurar una calidad aceptable, especialmente en cebada cervecera.
Contar con alternativas de almacenamiento. La falta de cupos cerca de la cosecha viene siendo un gran problema en los últimos años, por lo que es clave estar organizados y listos para embolsar si es necesario.
Controlar la calidad de los granos para direccionar la producción donde corresponda.
El destino del grano cosechado dependerá de varios factores y de la realidad de cada productor o empresa agrícola. Para el sudoeste bonaerense, la cercanía al puerto es una gran ventaja para los granos que van a exportación por los menores costos de flete. “En Torquis estamos a 70 y 90 km del puerto”, precisó Tiki Kiessling. En esta región, los productores sue-
len cosechar para cumplir primero con los compromisos de entrega o pagar deudas. El resto del cereal, lo guardan en acopios o silo bolsa como reserva de valor, ya que es una importante fuente de financiamiento a lo largo del año, similar a lo que ocurre con la soja en la zona núcleo.
El negocio pasa por hacer bien los números
Iván Nuesch comentó que el trigo va a molino y/o exportación, dependiendo de su calidad. En cebada, se busca fundamentalmente calidad cervecera, aunque los finales de ciclo muchas veces juegan una mala pasada y los sacan del estándar. Si esto ocurre, se destina al mercado forrajero en lugar de maltería
Pablo Errazu aclara que los márgenes actuales para trigo son muy ajustados. Con valores de pizarra que rondan los 210 a 215 U$S/ton, el productor tenderá a esperar una suba de precios para achicar la brecha de indiferencia, a no ser que haya cerrado oportunamente los 250 U$S/Ton con ventas a futuro en trigo y algo menos para cebada.
Según Manuel Pereyra Iraola, es clave asesorarse tranqueras afuera para maximizar la rentabilidad. “En general, no se trabaja afuera con la misma atención que le ponemos a la producción”, subrayó.
En lo que respecta a mercados, observa buenas condiciones de precios a cosecha. “La demanda del mercado interno, la sequía en gran parte de la zona productiva (donde el potencial de los lotes ya tiene un techo) y también en Europa, y la proximidad con Brasil (que empuja la exportación), podrían ser factores que impulsen los precios, sobre todo en trigo”, vaticinó.
En cuanto a la cebada, el agrónomo de Tandil recomendó monitorear las calidades y niveles de proteína, siendo crucial la fertilización nitrogenada. “Hoy existen herramientas para poner un piso en caso de tener calidad forrajera”, agregó. También sugirió poner foco en asegurar las condiciones para la cebada cervecera a lo largo de todo el año. “Desde hace un tiempo, la cervecera tracciona también en contra estación. Esto permite hacer ventas parciales en un porcentaje prudente para no quedar sobrevendido y monitorear la calidad en cosecha para almacenarla y saber qué calidad estamos ofreciendo”, reforzó.
Para cerrar, el ATR de la Regional Aapresid Tres Arroyos reflexionó: “Ser eficientes en la producción va a ser la clave del negocio en esta campaña, por lo que debemos prestar atención a cada detalle, desde los barbechos a la cosecha. Es importante actuar en base a decisiones concretas, basadas en datos reales de la zona y conocimiento, con criterios consensuados entre todas las partes que intervienen”.
Con números tan finos, potenciar el rendimiento y maximizar la calidad de los granos en lo que queda de la campaña será clave. La eficiencia en la cosecha cobra más relevancia que nunca: cada grano que llega a la tolva suma para mejorar la rentabilidad. No es momento de aflojar; con un poco de ayuda de la naturaleza y los precios, estamos a tiempo de lograr buenos resultados.
Agradecimientos:
Agradecemos a Pablo Errazu, Roberto “Tiki” Kiessling, Iván Nuesch y Manuel Pereyra Iraola por sus valiosos aportes para la realización de esta nota.
Clima, plagas y rendimientos: un cóctel desafiante para el maíz
23/24 en Montecristo
La campaña de maíz 2023/24 en la Regional Montecristo alcanzó la mayor superficie sembrada desde 2007/08, pero los rendimientos promediaron 4400 kg/ha, similares a los de 2017/18. Además de la Chicharrita, ¿qué impacto tuvieron las condiciones ambientales adversas en la producción?
Por Justiniano Achaval ATR Regional Montecristo
La campaña 2023/2024 fue la que mayor superficie sembrada de maíz tuvo nuestra región desde la campaña 2007-2008. A pesar de esto, el rendimiento promedio fue de 4400 kilos por hectárea, similar al registrado en 2017-2018, y solo la campaña anterior, la 2022-2023, mostró rendimientos más bajos, de 3.800 kilos por ha (Figura 1).
Aunque muchos atribuyen los malos rendimientos a la Chicharrita y el complejo de achaparramiento del maíz, en nuestro análisis quisimos profundizar en las condiciones ambientales, que este año fueron muy desafiantes. Las temperaturas durante el período crítico del cultivo, como el llenado de grano, coincidieron con dos momentos de bajas precipitaciones: los últimos 20 días de enero (un período crítico para la mayoría de nuestras siembras de principios de diciembre) y las casi nulas lluvias de marzo (me-
nores a 20 mm), cuando gran parte del maíz estaba en llenado de grano. A estas dos variables ambientales se sumó la heliofanía, que fue baja y afectó el peso final del grano.
Además de los problemas con las precipitaciones, también enfrentamos varias olas de calor, con más de tres días seguidos con temperaturas por encima de los 35 grados. Por ejemplo, a finales de enero, a pesar de las mayores precipitaciones a principios de mes, tuvimos más de
Figura 1. Superficie y rendimientos históricos de la Regional Montecristo.
seis días consecutivos con temperaturas superiores a los 35 grados. La situación se repitió en febrero y marzo, con entre 3 y 7 días de calor extremo (+35 ºC), según la zona.
A este panorama complejo en materia de temperaturas y lluvias, se sumó la heliofanía que, durante los meses de febrero, marzo y abril, estuvo por debajo del promedio histórico de los últimos 15 años para nuestra región. Este período,
por la fecha de siembra en el norte de Córdoba, encuentra al maíz en plenollenado de grano.
Hasta el último día de noviembre, solo se había sembrado el 5% de la superficie de maíz en nuestra regional. En diciembre se logró sembrar el 75% de lo que sería el área total, y el 20% restante se completó en enero de 2024 (Figura 2).
Figura 2. Avance de siembra y % de superficie acumulada.
Si analizamos lo que sucedió durante nuestro periodo de siembra, vemos que a comienzos de diciembre, solo habíamos sembrado el 5% de la superficie de maíz. Entre los primeros días de diciembre y Año Nuevo, se sembró prácticamente el 75% del área total. Es decir que, durante todo enero, se sembró solo el 20% del maíz que se sembró en nuestra región.
Al comparar estos porcentajes con datos históricos, el percentil 5, que representa el 5% de los rendimientos más bajos, fue el único año en las últimas dos décadas que registramos un porcentaje tan alto de rendimientos iguales a 0. En cuanto al percentil 95, solo un 5% de la superficie tuvo rendimientos superiores a 7900 kilos por hectárea (Figura 3).
Figura 3. Rendimiento por Fecha de Siembra.
Nuestro rendimiento máximo fue de 11.300 kilos. El año pasado, con la influencia de "La Niña", el mejor rendimiento fue de 11.955 kilos. Tanto el año pasado como este, con la influencia de la plaga Dalbulus maidis y el complejo de achaparramiento en nuestros cultivos, experimentamos rendimientos nulos en algunas áreas, siendo éste un año “Niño”.
En nuestra región contamos con riego, aunque en secano todos los cultivos fueron tardíos. En tecnología bajo riego, diferenciamos entre riego tardío (690 hectáreas) y riego temprano (200 hectáreas)
Es innegable que el rendimiento disminuye a medida que se retrasa la fecha de siembra. Nuestra región, que se divide en 8 zonas junto al movimiento CREA, la Regional M.C tiene la mayor área de hectáreas en lo que llamamos la Zona 1, con casi 5000 hectáreas. En esta zona, el rendimiento promedio fue de 4600 kilos, mientras que en la zona con menos superficie, conocida como 3 Norte (al pie de la sierra, al oeste de la ruta 9, pasando la zona de Totoral), el rendimiento promedio alcanzó los 6720 kilos, siendo el mejor promedio, aunque en una superficie muy reducida (340 hectáreas).
Aquí nos caracterizamos por sembrar maíz dentado, además de maíz pisingallo (417 has, con un promedio de 3.600 kilos/ha) y maíz Flint (964 has, con un rinde promedio de 3.300 kg/ ha). Sobre este último, si se excluyen los lotes que no se cosecharon, el promedio asciende a 4.900 kg/ha. La superficie sin cosechar fue de 361 has., representando el 37% del total.
Tanto el año pasado como este, con la influencia de la plaga Dalbulus maidis y el complejo de achaparramiento en nuestros cultivos, experimentamos rendimientos nulos en algunas áreas, siendo éste un año “Niño”.
En nuestra regional se siembran 38 materiales de maíz, incluyendo los Flint y pisingallos. Aunque mencionamos que las temperaturas, las lluvias y la heliación afectaron el rendimiento, no podemos ignorar que todo lo sembrado en enero estuvo influenciado por la plaga Dalbulus maidis y el complejo de achaparramiento, y aún no podemos calcular con precisión su impacto en el rendimiento.
Creemos que la chicharrita y el complejo de achaparramiento, con monitoreo, en un futuro con materiales que genéticamente tengan buen comportamiento y con productos químicos y biológicos, podrá manejarse y así seguir produciendo maíz. Alguna vez padecimos el “Mal de Río IV”; hoy, a la Chicharrita, la vemos, la monitoreamos. Los desafíos que se aproximan podrían ser los climáticos: temperaturas, lluvias y radiaciones; aquí también hay desafíos para hacer agronomía.
Entre la Niña y la chicharrita: encarar maíz en la 24/25
El fantasma de la plaga que arrasó durante la campaña 23/24 y los pronósticos de sequía ponen a prueba la planificación de los productores. ¿Qué estrategias adoptarán en cada región?
El 2024 arrancó con un panorama negro para el maíz. La chicharrita arrasó con buena parte de los cultivos, especialmente los tardíos y de segunda. Una encuesta realizada en abril de este año por la Red de Manejo de Plagas (REM) a miembros de Aapresid mostraba una clara intención de reducir el área destinada a maíz en esta campaña, un 35% en el caso de los maíces tempranos y un 67% en los tardíos.
A esto se sumaron los pronósticos climáticos que avizoran un nuevo año Niña y las lluvias primaverales que se hicieron esperar, poniendo un freno a quienes optaron por siembras tempranas. Sin embargo, en las últimas semanas el panorama pareció tomar un rumbo más optimista. La llegada de lluvias dio vía libre a las siembras. Encuestas internas a miembros de las Regionales de Aapresid mostraban que,
al 10 de octubre, el porcentaje de avance de la siembra de maíces tempranos rondaba el 90% en el centro norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, el 20% en Córdoba y sur de Buenos Aires, y un poco más atrás, el 10% en el centro de Santa Fe y este de Entre Ríos.
En lo que refiere a chicharrita, los últimos relevamientos de la Red Nacional de Monitoreo de D. maidis muestran que la plaga estaría en retroceso y que las condiciones ambientales para la próxima campaña no alentarían el desarrollo de la plaga .
Mapa de calor establecido en función de la evolución de la cantidad de adultos de la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis) capturados con trampas cromáticas adhesivas entre el 15/7 y el 21/10.
Agua: un factor determinante
La situación hídrica es clave en la decisión de siembra. Guillermo Rivetti, productor Aapresid de la Regional Adelia Maria, al oeste de Córdoba, comentó que en su zona la disponibilidad de agua es buena, lo que permitió realizar siembras tempranas con una humedad adecuada.
Desde el sur de Buenos Aires, Guillermo Divito, productor Aapresid de la Regional Necochea, explicó que “si bien en la zona costera la humedad es favorable, hacia el interior se necesita que continúen las lluvias”.
En el norte argentino, Martín Goujon productor Aapresid de Sáenz Peña, destacó que “a diferencia de años anteriores, el otoño e invierno trajeron precipitaciones beneficiosas, acumulando 150 mm entre junio y agosto, algo poco común en la región”.
La situación es distinta en el sudeste de Córdoba y sur de Santa Fe, donde la falta de humedad retrasó la siembra de maíz temprano. Aunque las lluvias recientes permitieron retomar las labores, la disponibilidad de agua sigue siendo un factor limitante en esta zona núcleo”, advirtió Germán Fogante, productor Aapresid de la Regional Los Surgentes Inriville.
Siembras tempranas vs. tardías
La elección entre siembra temprana y tardía varía según la región. Rivetti optó por aumentar la superficie de maíz temprano para aprovechar la humedad del otoño y minimizar el riesgo de la chicharrita. Sin embargo, mantiene un criterio firme: “Si no contamos con una adecuada humedad en el suelo que garantice la implantación del cultivo y su supervivencia durante al menos 60 días, no sembramos”. Por su parte, Divito optó por trasladar algunos lotes a siembras tardías para reducir el riesgo hídrico asociado al fenómeno “La Niña”.
En la zona Núcleo, Fogante señaló que la intención de siembra de maíz temprano se mantuvo estable respecto a campañas anteriores, mientras que la siembra de tardío probablemente disminuirá. En el norte, Goujon explicó que su decisión dependerá de la evolución de las lluvias y de la presencia de la chicharrita.
Manejo del cultivo
Los productores compartieron cuatro puntos claves para un maíz exitoso, sin importar la región: calidad de la semilla, calibración de la sembradora, nutrición adecuada y monitoreo.
Rivetti destacó la importancia de la correcta elección del híbrido: “Nosotros buscamos sí o sí tolerancia al Mal de Río Cuarto y buena estabilidad de caña; eso no se negocia. Después, en particular, nos interesa una genética que tenga rápido secado”.
En relación a la densidad de siembra, todos coincidieron en que es muy importante ajustar-
la según el ambiente para evitar pérdidas. En esa línea, Rivetti agregó que está “utilizando una estrategia defensiva, optando por densidades más bajas para maximizar la producción por planta y minimizar riesgos”
La fertilización debe ajustarse según la densidad y el tipo de cultivo antecesor, optimizando así los recursos en cada lote, especialmente en zonas de alta variabilidad climática. En cuanto a antecesores, los productores estuvieron en sintonía al señalar que los lotes elegidos para maíz temprano son, en general, los que vienen de barbecho para conservar la humedad.
En el caso de los maíces tardíos, algunos productores eligen lotes provenientes de cultivos de servicios (CS) como vicia, que ayudan a mantener la estructura del suelo y mejoran el aporte de nitrógeno. “La mayoría de los lotes de maíz tardío tienen un CS como antecesor, preferentemente consociaciones con una relación carbono/nitrógeno (C/N) más inclinada hacia el nitrógeno, evitando así la retención temporal de este nutriente”, destacó Rivetti. Por su parte, Fogante prefiere asociar el maíz tardío a antecesores de renta como trigo, arveja o garbanzo, siempre que sea posible.
Chicharrita: el insecto que condiciona las estrategias
Si bien la plaga estaría en retroceso y las condiciones ambientales no alentarían un panorama similar al de la campaña pasada, los productores se mantienen alerta, especialmente en el centro y norte del país.
En la zona Núcleo, tras las grandes pérdidas del año pasado, los productores priorizan siembras tempranas para reducir la exposición del cultivo al vector, ya que la mayor transmisión de la enfermedad ocurre antes de la octava o décima hoja.
En el oeste de Córdoba, Rivetti señaló que en la campaña pasada fue muy baja la incidencia y severidad de chicharritas, con muy pocos lotes afectados.
Martín Goujon, productor Aapresid de Sáenz Peña (Chaco)
Guillermo Rivetti, productor Aapresid Regional Del Campillo (oeste de Córdoba)
En el este de Chaco, una zona históricamente afectada por la chicharrita, Goujon vivió una experiencia muy diferente: “Conocí la plaga en 2012, y desde entonces ha estado presen-
“Conocí la plaga en 2012, y desde entonces ha estado presente cada año, aunque nunca con la presión de la campaña pasada."
te cada año, aunque nunca con la presión de la campaña pasada. Nunca antes había tenido que aplicar insecticidas; bastaba con utilizar híbridos tolerantes. Pero la alta presión de la plaga causó problemas, y no hubo híbridos que aguanten”.
Todos los productores coincidieron en la necesidad de monitorear exhaustivamente la plaga y realizar aplicaciones preventivas de insecticidas cuando se detecta un aumento de la población. “Después de cada tratamiento, es clave el monitoreo con placas de seguimiento para ajustar las medidas de control según la cantidad de adultos presentes”, agregó Fogante.
Con más de 10 años de trayectoria, la certificación ASC de Aapresid conecta calidad, sustentabilidad y transparencia, posicionando los productos argentinos en mercados globales y anticipando las demandas del futuro.
Por Rocío Belda
Programa Aapresid Certificaciones
Agricultura Sustentable Certificada (ASC) de Aapresid es una certificación de tercera parte cuyo objetivo, alineado con el de la institución, es brindar respuestas al dilema de producir más y mejores alimentos, fibras y energías, sin descuidar el equilibrio entre las variables económicas, éticas y ambientales de nuestra sociedad.
ASC se encarga de garantizar la transparencia y trazabilidad de los sistemas de producción y su cadena de valor, obteniendo productos de calidad producidos bajo prácticas sustentables que contemplan el ambiente, los recursos y la sociedad. De esta manera, responde a la demanda de los mercados globales, posicionan-
do los productos argentinos en el mundo y creando valor a través del reconocimiento nacional e internacional.
Con más de 10 años de trayectoria, la certificación ASC es un novedoso Sistema de Gestión de Calidad diseñado por Aapresid que se mantiene vigente y cada año se vuelve más atractivo gracias al equipo de trabajo que lo enriquece. Productores certificados, auditores, implementadores, técnicos especialistas e instituciones pares se unen para actualizar y crear vanguardia en el protocolo de certificación, siempre con la mirada prospectiva que caracteriza a las herramientas impulsadas por Aapresid.
NOS ACOMPAÑAN
Este año se lanzó la versión 2024 de Agricultura Sustentable Certificada, revisión 5, que incluye algunas incorporaciones que robustecen y acompañan las necesidades de los mercados y los productores, como el cálculo de la huella de C a través de plataformas ágiles y sencillas. Además, se han sumado indicadores de gobernanza de las empresas, lo que agrega profesionalismo y eficiencia en la gestión.
Gobernanza: Una empresa es una organización conformada por un grupo de personas. A menudo, las empresas nacen de forma unipersonal y con el tiempo se transforman en diversos instrumentos societarios o personas jurídicas, que les permiten llevar adelante sus actividades. Para operar eficientemente, una empresa debe estar constituida de manera profesional. Así, el rol de la Dirección es estratégico en la contribución al valor de la misma a lo largo de las distintas generaciones.
El sistema de gestión de calidad Agricultura Sustentable Certificada requiere no solo un compromiso tácito de la Dirección en su implementación, sino también su participación activa en los procesos de mejora continua, para asegurar un modelo valioso que contemple los intereses de todos los grupos vinculados a la empresa.
Huella de carbono: Las estimaciones de gases de efecto invernadero (GEI) de la producción agrícola es información cada vez más solicitada por los estándares. Es el punto de partida para entender el patrón de emisiones de la producción y definir estrategias para su reducción.
Una forma de obtener estos datos es a través de la estimación de la huella de carbono por producto, que mide la cantidad de GEI generados por cada tonelada de producto cosechado, así como un inventario de GEI que incluye las emisiones de un campo.
Ambos indicadores incluyen tanto emisiones directas como indirectas de gases como el dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O). Los productores deben estimar el inventario de GEI por campaña y la huella de carbono por tonelada producida y por hectárea, utilizando metodologías actualizadas que se alineen con las Directrices del IPCC de 2006 y su Refinamiento de 2019. En este sentido, se propone el uso del Calculador PUMA v1.2.0 de la Plataforma PUMA.
Estructura ASC
El protocolo integra aspectos productivos, ambientales, sociales y empresariales, con el objetivo de agregar valor a las empresas agropecuarias. Este agregado de valor persigue que estas empresas sean más atractivas y valiosas para los clientes, arrendatarios, proveedores, contratistas, empleados, inversores, la sociedad -representada por los gobiernos nacionales, provinciales y municipales- así como también nuestros conciudadanos en su rol de consumidores y vecinos. ASC también tiene en cuenta los intereses de las generaciones futuras, quienes hoy demandan que las empresas agropecuarias garanticen que el origen de los productos del campo sea biodiverso, seguro, verificable, transparente y trazable.
Agricultura Sustentable Certificada ofrece herramientas para lograr una gestión agronómica y empresarial profesional, eficiente y sustentable, a través del conocimiento y el análisis de la información, que incluye registros de las actividades ejecutadas, indicadores de calidad de los recursos naturales y humanos involucrados, e indicadores de eficiencia ambiental, social y productiva.
Reconocimiento internacional
ASC es un protocolo de gestión de calidad con reconocimiento mundial, respaldado por su homologación en la Federación Europea de Fabricantes de Alimentos Balanceados (FEFAC), lo que otorga ventajas competitivas para los productos destinados a Europa, más aún a partir de las últimas regulaciones que entrarán en plena vigencia en 2030.
"El protocolo integra aspectos productivos, ambientales, sociales y empresariales, con el objetivo de agregar valor a las empresas agropecuarias."
En resumen, Agricultura Sustentable Certificada implica mejorar la eficiencia y la eficacia, y en consecuencia, la rentabilidad de las empresas agropecuarias; la previsión de todo tipo de contingencias; y la posible apertura de nuevos mercados y otras oportunidades de negocios.
Para la empresa agropecuaria que implementa ASC, significa identificar fortalezas y debilidades internas, mejorar los procesos y reducir costos
¿Por qué certificar?
Para generar confianza ante consumidores que exigen saber cómo producimos.
Para poner en valor la profesionalización de empresas líderes en el sector.
Para asegurar la sostenibilidad futura de la empresa.
Para aumentar la productividad gracias a la mejora continua de los procesos productivos, visibilizando costos ocultos y minimizando riesgos ambientales y laborales.
Para reducir la incertidumbre y fortalecer la resiliencia ante entornos volátiles.
Para orientar decisiones de inversión.
Para dar a los stakeholders (contratistas, fisco, proveedores, etc.) garantías de gestión responsable
ocultos como resultado de la mejora continua. También permite fidelizar proveedores y clientes, así como lograr reconocimiento y posicionamiento externo gracias a la auditoría social.
El Protocolo de Aapresid certifica a las empresas, garantizando a la comunidad que sus procesos productivos son gestionados de manera responsable y con una mirada de largo plazo.
¿Cómo certifico ASC?
Si querés más información sobre la implementación del protocolo ASC, podes contactarte con el equipo de Aapresid Certificaciones:
Juan Pablo Costa - Gerente de Programa: costa@aapresid.org.ar | (+54) 9 341-7230063
Enfermedades al ataque y una defensa que no afloja
Las enfermedades foliares representan una amenaza constante para los rendimientos de trigo y cebada. Un ensayo realizado en distintos ambientes del sudeste de Buenos Aires revela la eficacia de tratamientos con curasemillas y fungicidas foliares pa ra su control.
Las enfermedades foliares en los cereales de invierno son la principal limitante de rendimiento de origen biótico en el sudeste bonaerense (SEB). En trigo, las más comunes son la mancha amarilla (Drechslera tritici-repentis), la roya es-
triada (Puccinia striiformis sp. tritici) y la roya de la hoja o anaranjada (Puccinia triticina) (Figura 1). En cebada, la enfermedad predominante es la mancha en red por (Pyrenophora teres f. teres) (Figura 1).
Figura 1. Mancha amarilla, roya amarilla, roya de la hoja en trigo y mancha en red en cebada.
Para prevenir los daños que causan las enfermedades foliares en trigo y cebada, existen disponibles cultivares con diferentes perfiles sanitarios donde algunos son resistentes a determinadas enfermedades (Couretot et al., 2023; Campos y Dietz, 2024). Sin embargo, muchos de ellos son susceptibles y son los más sembrados en el sudeste bonaerense. Por este motivo, tanto los fungicidas para tratamiento de semillas como foliares, resultan una herramienta necesaria para el manejo de estas enfermedades.
Los curasemillas resultan una herramienta útil para reducir la infestación de los patógenos que se transmiten por semilla y también para proteger contra aquellos que se perpetúan en el suelo, como D. tritici-repentis y P. teres f. teres. Los formulados incluyen ingredientes activos con diferentes modos de acción, ampliando el espectro de control, mejorando la efectividad y reduciendo los riesgos de resistencia de los patógenos. En el caso de las carboxamidas,
además, prolongan la protección sobre las hojas, evitando infecciones de manchas y royas en los primeros estadios. También se destacan los agentes biológicos como Trichoderma, que son efectivos contra los patógenos de trigo y cebada, y reducen los riesgos de resistencia al tener múltiples modos de acción.
Entre los fungicidas foliares, los triazoles/triazolintiona, las estrobirulinas y las carboxamidas son los grupos químicos que más se utilizan en trigo y cebada. Estos compuestos complementan diferentes propiedades, en cuanto a mecanismos y modos de acción y movilidad en la planta, lo que permite controlar al patógeno en diversas etapas de su ciclo. Las mezclas de estos fungicidas pueden ampliar el espectro de control, ejercer acción protectora, fungistática (curativa) y/o antiesporulante, prolongar el efecto protector y reducir los riesgos de resistencia.
Si bien las distintas formulaciones de curasemillas y foliares suelen ofrecer niveles de control aceptables, evaluar su eficacia en diferentes ambientes resulta útil para detectar posibles fallas de control y evaluar si todas las tácticas presentan igual efectividad en cada ambiente. En 2023, se llevaron a cabo ensayos de curasemillas (Tabla 1) y de aplicación foliar en trigo y cebada (Tabla 2) en Balcarce, Necochea y Tandil (Figura 2). Las variedades evaluadas fueron Andreia en cebada, y Fresno (curasemillas) y Baguette 620 (foliares) en trigo.
2. Sitios de las tres localidades donde se realizaron los ensayos de curasemillas y fungicidas foliares en 2023.
Figura
CULTIVO
Cebada
Testigo
Tabla 1. Tratamientos curasemillas en cebada.
2. Tratamientos foliares en cebada y trigo. Aplicación Z3.9 - Z4.1
Tabla
El ciclo agrícola 2023 comenzó con niveles de lluvia aceptables en el SEB, pero luego pasó a una etapa de escasez, lo que limitó parcialmente el desarrollo de enfermedades fúngicas.
En el ensayo de curasemillas para cebada, se evidenciaron diferentes situaciones de enfermedad entre las localidades, siendo la mancha en red la prevalente. Necochea presentó la mayor incidencia (28%) y severidad (15%) en el testigo, mientras que todos los tratamientos mostraron una disminución en ambos parámetros. En Balcarce y Tandil, la incidencia y severidad fueron muy bajas, sin efecto evidente de los tratamientos curasemillas. En Balcarce, se observó la presencia de escaldadura (Rhynchosporium commune) y de roya de la hoja (Puccinia hordei), con mayor incidencia en el testigo en comparación con los tratamientos con curasemillas, donde la incidencia de la roya fue nula y muy baja para escaldadura.
En los ensayos de curasemillas en trigo, la mancha amarilla fue la enfermedad prevalente, especialmente en Tandil, con una incidencia del 23% y severidad del 15% en el testigo. En todos los casos, los curasemillas redujeron significativamente la incidencia y severidad de mancha amarilla. Roya amarilla sólo se detectó en Balcarce, con 15% de incidencia y 5% severidad. Los tratamientos que contenían carboxamidas en la formulación mostraron una reducción de la enfermedad en comparación con los otros.
En cuanto a los tratamientos con fungicidas foliares aplicados en Balcarce, lograron reducir de forma significativa la incidencia de mancha en red en diferentes estratos foliares (Figura 4).
Figura 4. Incidencia (%) de mancha en red causada por Pyrenophora teres f.sp. teres en hoja bandera menos 3 (HB-3) y HB-4 (13 días después de la aplicación) y HB-2 (32 días después de la aplicación) en cebada bajo diferentes tratamientos. Tratamientos: 1: testigo, 2: orquesta ultra, 3: fidresa (biofusion), 4: festio triple pack, 5: gold leaf. Letras iguales sobre cada columna dentro de cada hoja indican diferencias no significativas entre tratamientos (p > 0,05).
En Tandil, al igual que en Balcarce, la incidencia fue menor en los tratamientos con fungicidas respecto del testigo. En esta localidad, se registró roya de la hoja (Puccinia hordei), y todos los tratamientos mostraron una sólida protección al cultivo frente a esta enfermedad.
En trigo, el resultado más destacado fue el control de roya amarilla en Tandil, donde, aún con altos niveles iniciales de incidencia (50%), la enfermedad se detuvo y se lograron controlar las pústulas presentes en HB y HB-1. Los tratamientos con fungicidas mostraron porcentajes de control superiores al 90b%, con lesiones de
roya amarilla controladas y un mayor porcentaje de hoja verde en comparación con el testigo.
Esto demuestra que todas las formulaciones tuvieron efecto erradicante y fungistático sobre la enfermedad.
"Los curasemillas demostraron ser efectivos en lotes con mayor presión de enfermedades y/o condiciones predisponentes para su desarrollo, tanto en cebada como en trigo."
Comentarios finales
Los curasemillas demostraron ser efectivos en lotes con mayor presión de enfermedades y/o condiciones predisponentes para su desarrollo, tanto en cebada como en trigo. En el caso de roya amarilla, las carboxamidas de los curasemillas evaluados protegieron al cultivo en sus etapas iniciales, reduciendo así la fuente de inóculo secundario endógeno del lote.
En cebada, los fungicidas foliares aplicados de forma relativamente tardía, lograron proteger al cultivo en dos ambientes evaluados. Si bien la roya de la hoja de cebada no es actualmente una enfermedad de gran relevancia, todos los tratamientos demostraron un alto potencial de control. Estos resultados han sido presentados en el último congreso de fitopatología (Faberi et al., 2024).
En trigo, todas las formulaciones mostraron un claro efecto antiesporulante, pero es indispensable que se apliquen cuando aparecen los primeros focos de infección para prevenir que las enfermedades afecten las hojas que determinan el rendimiento.
REFERENCIAS
Consulte las referencias ingresando a www.aapresid.org.ar/blog/revista-aapresid-n-235
Cabezal Draper, un aliado para la próxima cosecha de fina
De la mano de una empresa 100% argentina, te contamos los beneficios de los cabezales Draper y cómo regularlos para reducir las pérdidas de grano durante la cosecha de trigo y cebada, aún en cultivos heterogéneos.
Por Ing. Agr. María
La cosecha es una de las tareas más importantes en la agenda productiva. Es el momento de recolectar el rendimiento, fruto de inversiones en tecnologías, insumos y procesos, y meses de trabajo y dedicación. Es la instancia en la que se concretan los ingresos que el productor y nuestro país tanto necesitan, por ende, nada debe fallar.
Eugenia Magnelli
Para ir calentando los motores de cara a la próxima cosecha de fina, compartimos las prestaciones de los cabezales tipo Draper de la mano de la empresa Piersanti. Además, te contamos lo que tenés que saber para un adecuado funcionamiento del cabezal, a fin de optimizar la eficiencia, reducir las pérdidas de cereal y maximizar la calidad del grano cosechado.
Alta performance en cabezales made in Argentina
Con base en Noetinger, provincia de Córdoba, la empresa Piersanti produce tecnología para mejorar la calidad de cosecha desde hace más de 35 años. En 2007 fueron pioneros en Latinoamérica al desarrollar cabezales por ali-
Cabezales Draper DF 2000, la propuesta premium de Piersanti
Los cabezales tipo Draper tienen la particularidad de utilizar lonas transportadoras en lugar del tradicional sinfín concentrador, permitiendo una alimentación más homogénea y uniforme
mentación de cintas de lona (tipo Draper) con barra de corte flexible y flotante. Hoy son una de las compañías líderes en este segmento y continúan con la fabricación y actualización de cabezales convencionales.
de la máquina cosechadora. Esta característica aumenta la capacidad operativa y minimiza el efecto de pre-trilla, lo que reduce significativamente las pérdidas por cabezal.
Los cabezales tipo Draper utilizan lonas transportadoras en lugar del tradicional sinfín concentrador, lo que asegura una entrada más uniforme de material, mejorando la capacidad operativa y reduciendo las pérdidas por cabezal.
Beneficios del sistema Draper
Menores pérdidas por cabezal
Ahorro de hasta un 20% en combustible
Mayor cantidad de horas de trabajo al día
Mejor rendimiento de la cosechadora
Mejor tratamiento de los granos
Menores costos de mantenimiento
Adaptable a todas las máquinas
Dentro del portafolio de cabezales Draper de Piersanti, el modelo DF 2000 se ubica dentro de la línea premium. Es un equipo apto para el corte, hilerado y recolección de cultivos como trigo, cebada, soja, porotos y legumbres. Está disponible en distintos anchos de corte, desde 25 hasta 45 pies, y se adapta a cosechadoras Clase 5 en adelante.
Características técnicas
Sistema draper de lonas fijas con barra de corte flexible y flotante, lo que aumenta la durabilidad al evitar el ingreso de suciedad.
Molinete orbital que contribuye a una entrega uniforme y suave del material.
Carro de transporte con estructura de caños reforzados.
Regulación del ángulo de corte de la plataforma, ajustable mediante cilindros hidráulicos controlados desde la cabina de la cosechadora.
Regulación del ángulo de corte independiente a través de actuadores eléctricos, permitiendo una mejor performance de todo el sistema de corte.
Mando mecánico de las lonas laterales por medio de cajas escuadras.
El cabezal es una pieza clave del equipo de cosecha, ya que el resultado del trabajo de la máquina cosechadora está directamente ligado a su correcto funcionamiento.
Hacia
una cosecha más eficiente
Esta campaña de fina estuvo marcada por vaivenes en la recarga hídrica de los perfiles. En distintas regiones productivas del país, las precipitaciones se ubicaron por debajo de la media, o su distribución no llegó a cubrir las necesidades en los períodos críticos. A esto se le suman algunas heladas que afectaron el crecimiento de trigo y cebada. Este escenario nos arroja un mapa heterogéneo en cuanto al estado de la fina al momento de la cosecha, con lotes que muestran un menor desarrollo y productividad.
Barra de corte
La mayoría de los cabezales utilizados en Argentina para la cosecha fina son con barra de corte flexible (soja). Para cultivos de fina, se debe rigidizar la barra en su posición superior.
Secciones de corte, deben ser de diente fino, en buen estado y con dientes en todo el borde.
Puntones, asegurarse que estén en buen estado, enteros y con borde cortante anguloso (no redondeado). Controlar la puesta a punto de la barra de corte con referencia a los puntones. Durante su recorrido de izquierda-derecha, las secciones deben invertir al momento en que su vértice queda alineado con el dedo del puntón.
Maximizar la eficiencia y reducir las pérdidas siempre son objetivos fundamentales en cualquier cosecha, pero en este ciclo 2024 adquieren un peso aún mayor. El cabezal es una pieza muy importante del equipo de cosecha, ya que el resultado del trabajo de la máquina cosechadora está ligado directamente a su funcionamiento. Para asegurar un correcto funcionamiento del cabezal en la cosecha de trigo, cebada y otros cultivos similares, recomendamos prestar atención a los siguientes ajustes:
Ajustar los sapitos hasta lograr una luz de 0,5 mm entre la parte inferior de la sección y su apoyo en el dedo del puntón.
Seleccionar la altura de corte según el estado del cultivo y las condiciones agronómicas.
Ajustar la inclinación de la barra de corte para que trabaje paralela al suelo.
En cultivos de baja altura, puede ser necesario usar la barra de corte en modo flexible para un mejor corte y recolección de espigas.
Molinete
Ajustar la altura para que las barras de empuje, con los dedos retráctiles, trabajen a la altura de las espigas, evitando que caigan al suelo, por delante de la barra de corte.
Ubicar el molinete en su posición anteroposterior, algo más atrás de la barra de corte.
Regular la velocidad del molinete para que sea un 10%-15% mayor que la de avance de la cosechadora, asegurando que el material cortado sea empujado hacia las bandas transportadoras.
En cultivos de menor altura, posicionar el molinete lo más bajo posible para asegurar el acarreo de las espigas hacia la unidad transportadora y evitar su caída.
Bandas (lonas) transportadoras
Controlar la tensión de trabajo para evitar daños y acumulación de suciedad.
Ajustar la velocidad de trabajo para garantizar una entrega uniforme en la parte central del cabezal, evitando que el material de los laterales se junte o superponga en el centro. Deben entrar al embocador como dos hileras de material independiente.
En situaciones de baja cantidad de material, como puede ocurrir en esta campaña, ajustar la velocidad de las lonas laterales mediante regulaciones propias.
Agradecimientos:
Agradecemos a Julio Beltramino y Valeria Piersanti (directora de Piersanti) por su colaboración en esta nota.
Datos que cosechan resultados
La integración de tecnologías avanzadas en el campo permite reducir costos operativos y aumentar la productividad de forma sustentable. En esta línea, se destacan los últimos desarrollos en agricultura de precisión aplicables a cada etapa del cultivo.
Por John Deere
Agricultura de Precisión en cada etapa productiva
El ecosistema de soluciones de Agricultura de Precisión permite que los productores logren una gestión más eficiente y rentable en cada etapa del ciclo productivo. A través de tecnologías avanzadas, como la recolección y análisis de datos en tiempo real, herramientas de guiado automático y plataformas digitales integradas, la agricultura de precisión facilita ajustar las prácticas agronómicas a las necesidades específicas de cada lote.
A continuación, se describen las principales tecnologías para cada etapa productiva:
Análisis y planificación inicial. La implementación de técnicas de manejo, ambientación y prácticas agrícolas optimiza la operación. Definir estrategias de manejo, aplicación y tecnologías necesarias ayuda a aumentar la productividad y alcanzar una ventaja competitiva a partir del análisis de datos de ciclos anteriores.
Siembra. Las sembradoras inteligentes aseguran una profundidad constante y el espaciamiento adecuado de acuerdo con la dosis elegida, reduciendo la competencia entre plantas y maximizando la producción y monitoreando los parámetros críticos. El objetivo es lograr una singulación (siembra monograno o semilla a semilla) del 100%, con un coeficiente de variación inferior al 20%, transitando a velocidades que aprovechen las condiciones de humedad que ofrece cada ventana de siembra. En maíz, por ejemplo, por cada punto porcentual que se eleve el coeficiente de variación por encima del 25%, puede resultar en pérdidas de rendimiento de al menos 180 kg/ha.
Cuidado del cultivo. Aplicar fertilizantes y fitosanitarios en el lugar correcto, en la cantidad recomendada y en el momento apropiado ayuda a minimizar el daño sobre el cultivo y permite monitorear el desarrollo de la labor.
Las tecnologías de monitoreo constante evitan la deriva y la evaporación. En la Figura 1, se observa un lote aplicado con la misma dosis, pero a distintas velocidades; al incrementar la velocidad, la presión en la boquilla aumenta, duplicando la evaporación y elevando las pérdidas. En estos casos, se aconseja cambiar de boquilla.
Figura 1. Lote aplicado con la misma dosis de fertilizante o fitosanitarios. Variación de presión en la boquilla y la evaporación en distintas velocidades.
Cosecha. La obtención de la mejor calidad de grano se puede lograr mediante ajustes automáticos de las cosechadoras, minimizando pérdidas y registrando los datos de cosecha. Esto permite la sincronización de la tolva con la cosechadora al momento de la descarga y el registro de cada grano recolectado de manera referenciada para la correcta toma de decisiones.
El valor de los datos en cada lote
La planificación de campañas basada en datos históricos de productividad permite optimizar el uso de insumos en cada zona. La calibración de la sembradora es clave para obtener la cantidad de plantas por hectárea adecuada, a la distancia y profundidad correctas en función de cada ambiente, las condiciones de humedad y fertilidad en el momento de la siembra.
La integración de tecnologías avanzadas contribuye a reducir costos operativos y aumentar
Las cosechadoras inteligentes ofrecen hasta un 15% de incremento en productividad (más hectáreas/hora), disminuyen un 5% el consumo de combustible, y mantiene las pérdidas de grano en menos de 40 kg y las mermas de calidad por debajo del 1%.
la productividad. Un ejemplo de esto son las alertas expertas, que ayudan a anticipar problemas en las máquinas durante la operación, minimizando los tiempos de inactividad y evitando reparaciones innecesarias.
Gestionar los datos productivos de manera colaborativa permite una gestión de insumos más eficiente, lo que se traduce en una mayor rentabilidad para las empresas agropecuarias y una mayor sostenibilidad ambiental.
La propuesta de John Deere
Con un enfoque que integra personas, inteligencia, tecnología y máquinas, la empresa John Deere busca mejorar la eficiencia y rentabilidad de forma sustentable, aplicando insumos en la dosis, momento y sitio adecuados. Entre las tecnologías que ofrece, se incluyen:
Piloto Automático AutoTrac™ y Orientación de Guiado AutoPath™: sistemas de guiado que aseguran la precisión en el guiado de la maquinaria dentro del lote y la referencia de los surcos de siembra para ser utilizado en las operaciones de aplicación y cosecha posteriores.
Corte por secciones en siembra y dosis variable: con tecnologías como Section Control y Rate Controller, es posible activar o desactivar secciones automáticamente según el mapa de aplicación, además de realizar una aplicación variable de semillas o fertilizante.
Plataforma digital Operations Center™: permite integrar todos los datos de la operación, como máquinas y lotes, manteniendo la trazabilidad de todas las labores realizadas durante el ciclo del cultivo. Al ser una plataforma abierta, se puede vincular con otras plataformas AgTech mediante API.
Estrategia Precision Upgrades: ofrece la posibilidad de actualizar los equipos en uso, mediante un kit o conjunto de soluciones que incorporan la más reciente tecnología en preparación, siembra, protección de cultivos y cosecha.
Agricultura de Precisión, un aliado para afrontar los desafíos actuales
En un mundo con crecientes desafíos ambientales y alimentarios, la Agricultura de Precisión se vuelve fundamental para asegurar un futuro próspero para el sector agropecuario. El uso y el entendimiento de los beneficios de la innovación tecnológica y la conectividad se están convirtiendo en aliadas para toda la cadena de valor, y sus beneficios superan el valor de la inversión que demanda.
La transformación digital en la agricultura sigue avanzando con soluciones que no solo aumentan la eficiencia y la rentabilidad, sino que también promueven prácticas más sostenibles, que responden a las necesidades actuales de la sociedad.
Una taza de té argentino, por favor
La producción de té en Argentina se concentra en Misiones y Corrientes, siendo la región tealer más austral del mundo. En esta nota, te contamos más sobre su historia, consideraciones agronómicas, el impacto de las certificaciones y las últimas innovaciones en bioinsumos.
Por Ing. Agr. Antonella Fiore
Prospectiva - Aapresid
Aunque es originario de los bosques montañosos situados en los límites entre India y China, el té (Camellia sinensis L.) hoy se cultiva en los cinco continentes. De sus brotes y hojas se obtienen diferentes tipos de té: negro, verde, rojo y blanco.
En Argentina, la producción se concentra en las provincias de Misiones y Corrientes, siendo ésta la región tealera más austral del mundo. La mayor parte de la producción se destina a la exportación. En 2021, se exportaron
72.703 toneladas de té negro y 2.415 toneladas de té verde, alcanzando un valor total de u$s 80.738.562.
El cultivo llegó al país en 1923, en Misiones, de modo que el año pasado se cumplieron 100 años de su introducción. Su desarrolló comenzó en la zona de Tres Capones, Misiones, donde se comprobó que las condiciones naturales eran apropiadas para este cultivo. Unos años más tarde, en 1943, se instaló el primer secadero de té en Campo Viera, también Misiones.
La expansión del té en la región fue impulsada por varios factores. Por un lado, la prohibición de plantar más yerba mate por la regulación de la actividad, lo que empujó a productores a buscar alternativas productivas. También influyeron las restricciones a la importación de té por parte del Gobierno Nacional, que elevaron los precios, y la crisis tabacalera de finales de los años 50 (www.alimentosargentinos.gov.ar).
Durante su mayor auge, entre 1976-1977, la superficie cultivada alcanzó las 45.000 hectáreas, ubicadas casi en su totalidad en Misiones. Sin embargo, hacia 2002 unas 6750 has ya se habían abandonado. A pesar de esto, la rusticidad de la especie, su alta tasa de regeneración natural y su uso para fines alternativos, impidió en muchos casos el reemplazo de las plantaciones por otro tipo de actividad agropecuaria.
Según el Informe “100 años de té en la tierra colorada, 100 años de té misionero al mundo”, elaborado por el Ministerio del Agro y la Producción de Misiones, más de 4000 productores se dedican actualmente al cultivo de té.
Por su parte, un relevamiento del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de 2023 indica que el 85% de las explotaciones agropecuarias (EAPs) dedicadas al té tienen menos de 10 hectáreas. Además, la cadena productiva incluye 78 plantas procesadoras de brote de té, operadas por 66 empresas, de las cuales seis son cooperativas.
En materia tecnológica, el sector tealero argentino logró posicionarse a la vanguardia a nivel mundial, adoptando innovaciones en cosecha, transporte y descarga.
El té argentino es reconocido internacionalmente por permanecer translúcido en la infusión fría, por su alto contenido de polifenoles, su color y su inocuidad. Alrededor del 90% de la producción se exporta, mientras que el consumo local se ubica entre el 8% y 10%. En el mercado externo, el producto se comercializa mayormente a granel, con Estados Unidos (67%), Chile (8%), Alemania (8%), Rusia (3%) y Polonia (3%) como principales destinos.
Consideraciones agronómicas a tener en cuenta
Según detalló la Ing. Agr. Patricia Parra (Cadenas de Valor en Economías Regionales), el té presenta follaje perenne, flores blancas y fruto capsular. Florece en primavera y fructifica en verano-otoño. En estado silvestre, la planta puede alcanzar entre 10 y 15 metros de altura, pero bajo cultivo, se poda para limitar su porte, estimular la generación de nuevos brotes y hojas, y facilitar la cosecha.
El té se cultiva con éxito desde el nivel del mar hasta los 2.200 metros de altitud, destacándose las producciones de mejor calidad en alturas superiores a los 1.200 metros. El clima óptimo para la especie es el subtropical húmedo, isohídrico, con precipitaciones anuales entre 1.800 y 2.200 mm, y suelos bien drenados con pH ácido (4,5 - 5,5).
Té certificado con valor agregado
En cuanto a la certificación bajo determinados estándares de calidad, vale destacar que el 64% de la superficie destinada al té está certificada con la Norma RAS (Red Agricultura Sustentable, triple impacto) y el 47% con el sello Rainforest Alliance, que promueve una sinergia entre los negocios, la agricultura y los productos forestales. Estas certificaciones abren las puertas a nuevos mercados y aseguran los ya existentes, en un contexto global cada vez más competitivo.
En Argentina, la cosecha se extiende de octubre a mayo. Durante el otoño y el invierno, se aprovecha el receso fisiológico de las plantas para llevar a cabo las podas anuales, periódicas y de formación.
Actualmente se cultivan cerca de 40.000 hectáreas, de las cuales el 95% se encuentra en la provincia de Misiones y el 5% restante en Corrientes.
El té se comercializa en lotes que las empresas usan en mezclas -o "blends"- para mantener las características de cada marca a lo largo del tiempo. Así, un lote puede destacar por su color pero no por su sabor, mientras que otro puede aportar un aroma exquisito con un color tenue. Las empresas elaboran los distintos blends apuntando a satisfacer las preferencias de los mercados a los que se dirige el producto.
Sin embargo, el valor por kilo exportado argentino es uno de los más bajos del mercado internacional, debido a que, al igual que la miel argentina, el té se exporta a granel, sin marca ni diferenciación.
Bioinsumos para el té y la yerba mate argentina
Recientemente, la empresa argentina Agro Sustentable presentó sus bioinsumos diseñados para el refuerzo de cultivos como el té y la yerba mate. Misiones apuesta a producir alimentos de calidad, cuidando el recurso suelo y el medioambiente. Este proyecto, ubicado en el Parque Industrial de Posadas, produce bio-fertilizantes y bio-insecticidas que ya se aplican en cultivos regionales.
La agricultura del siglo XXI ya está en Misiones
Actualmente, 10 mil productores se capacitan en el uso de biofertilizantes y bioinsecticidas. Pero a esta realidad no se llegó de forma espontánea. Primero hubo un marco legal: Misiones fue la primera provincia en contar con un Ministerio de Ecología y en crear un área específica para abordar el Cambio Climático.
Por otro lado, la provincia también impulsó la producción y el uso de bioinsumos. Para ello, en 2021 se instaló Agro Sustentable en el Parque Industrial y de la Innovación de Posadas.
REFERENCIAS
Esta fábrica, considerada modelo en Latinoamérica, produce los reemplazantes lógicos para los insumos que precisa el agro: bio-fertilizantes y bio-insecticidas, según expresó con orgullo su propietario, Joaquín Basanta.
Misiones apuesta a producir alimentos de calidad, cuidando el recurso suelo y el medioambiente.
Consulte las referencias ingresando a www.aapresid.org.ar/blog/revista-aapresid-n-235
Cáñamo industrial: una oportunidad en la rotación de cultivos argentinos
La diversidad de productos y subproductos del cáñamo impulsó su producción y estudio a nivel mundial. Con raíces globales y proyección local, su cultivo ofrece a los productores argentinos la oportunidad de diversificar la rotación de cultivos y promover una agricultura sostenible y regenerativa.
Por Ing. Agr. Julián Pietragalla1; Mg. Carolina Policastro1; Ing. Agr. Santiago Chevallier Boutell2; Ing.
Agr. Javier Ignacio Delavechia3
1 Enviroseed
2 Buck Semillas
3 Embajador para Argentina y Uruguay (Latin America Industrial Hemp Association)
Cáñamo industrial: un cultivo regenerativo
Aunque su origen exacto sigue siendo objeto de debate, los investigadores coinciden en que el cáñamo doméstico tiene raíces en el continente asiático. Excavaciones arqueológicas en Japón demostraron que las semillas de la planta de cáñamo se recolectaban hace al menos 10.000 años. También se encontraron vestigios prehistóricos en India, Tailandia y Malasia, y ha-
llazgos en la actual China prueban que, alrededor del año 4.000 a.C., ya se producían textiles con fibras de cáñamo.
Cannabis sativa L. es una planta herbácea, de rápido crecimiento, que se ha utilizado desde tiempos remotos en la medicina popular y también como fuente de fibras textiles. Con-
temporáneamente, se han descubierto nuevas aplicaciones de sus componentes, que hoy se utilizan en la industria de los fitoquímicos y como fuente para fibras celulósicas y leñosas en la industria de los materiales. Esta diversidad de productos y subproductos del cáñamo ha impulsado su producción, uso e investigación de aplicaciones innovadoras en todo el mundo.
A partir de sus semillas, existen desarrollos que se enfocan en la elaboración de alimentos y suplementos dietarios, pinturas, lubricantes, cosméticos y alimentos balanceados para animales. Recientemente, a partir de la resolución RESFC-2023-31-APN-SCS#MS, se han incorporado al Código Alimentario Argentino (CONAL) las semillas de cáñamo y sus derivados (aceite y harina), otorgando importancia a su cultivo.
El aceite contenido en la semilla de cáñamo es altamente valorado por los beneficios asociados de algunos de sus compuestos, como el ácido linoleico y el ácido linolénico, utilizados en productos medicinales, cosméticos y en la elaboración de pinturas y barnices. La harina proteica que queda tras la extracción del aceite tiene un enorme valor nutricional y puede destinarse a alimentación humana o animal. Además, los granos enteros encuentran aplicaciones en la gastronomía y en suplementos dietarios.
Tanto el aceite como la biomasa aérea pueden emplearse como biocombustibles, incluso esta última puede ser transformada en biochar y otros productos similares.
El tallo del cáñamo posee dos tipos de fibra: las largas, situadas en la periferia, y las cortas, que provienen del crecimiento secundario y se ubican más al interior. Las fibras largas se utilizan en la producción de cabos, hilos, telas, geomantillos, papeles y cartones. Tanto las fibras largas como las cortas, también se emplean en la industria de la construcción, en materiales como ladrillos, hormigón de cáñamo o paneles aglomerados, ofreciendo excelentes propiedades aislantes.
Su importancia como bioproductos creció gracias al reconocimiento de las bondades estructurales del cáñamo, especialmente en la industria automotriz europea. Las fibras de cáñamo han sustituido a materiales como la fibra de vidrio, los plásticos y el cuero, en la elaboración de autopartes. La rápida adopción de este tipo de fibras se debió a la combinación de sus propiedades fisicoquímicas junto al aporte positivo en el balance de carbono de la cadena productiva.
Actualmente parece no haber límites en lo que se puede hacer con estos materiales que desplazan cada vez más a plásticos, fibras sintéticas y otras fibras vegetales con un impacto ambiental negativo. El avance del cultivo de cáñamo contribuye a la descarbonización de las industrias.
La identificación de las mejores variedades de cáñamo debe enfocarse en industrias regionales capaces de procesar su gran diversidad de productos y subproductos, logrando fortalecer la competitividad de todos los actores de la ca-
Cáñamo Industrial: un cultivo global
En 2019, alrededor de 40 países produjeron unas 275.000 toneladas de cáñamo industrial en bruto o semielaborado, según las últimas estadísticas disponibles. Sin embargo, solo cuatro países representan más de la mitad de la producción mundial. China lidera el grupo, seguida de Francia, Canadá y Estados Unidos. De acuerdo con un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), a medida que aumente la concientización sobre los beneficios del cáñamo, el mercado mundial podría alcanzar los 18.600 millones de dólares en 2027, casi cuatro veces más que en 2020.
Los inversores y las empresas han identificado que la sostenibilidad es la que hoy impulsa la resiliencia empresarial, la competitividad y la atracción de capital. A esto se suma una mayor conciencia por parte de consumidores, gobiernos y corporaciones, que están apostando por modelos alternativos de desarrollo, producción y consumo responsables con el ambiente.
dena. Desde el mejoramiento genético, es clave desarrollar mejores variedades aptas para los diversos sistemas de producción, según cada uso específico: fibra, grano o doble propósito.
La creciente importancia de una economía circular, los biomateriales, las cadenas de suministro cortas, los alimentos de origen vegetal y la agricultura regenerativa son las cinco grandes tendencias que buscan respetar los límites del planeta, minimizando la extracción de materiales, el uso de energía no renovables y la contaminación ambiental, generando así una oportunidad para el desarrollo del cáñamo y sus industria en Argentina.
"Manuel Belgrano fue el primero en intentar promover
el cultivo de cáñamo y lino en Argentina, ya que los consideraba fundamentales para defender y conectar el país con el mundo. Estos objetivos requerían una flota naviera autónoma, que consumía cabos y velas hechos con estas fibras."
El potencial del cáñamo en la cadena de valor argentina
En el siglo XVIII, Manuel Belgrano fue el primero en intentar promover el cultivo de cáñamo y lino en Argentina, ya que los consideraba fundamentales para defender y conectar el país con el mundo. Estos objetivos requerían una flota naviera autónoma, que consumía cabos y velas hechos con estas fibras. A mediados del siglo XX, el cultivo y la industria del cáñamo fueron desarrollándose y se comenzaron a destacar empresas como Linera Bonaerense y Algodonera Flandria, de Julio Steverlynck. Estas compañías producían cáñamo industrial, hilos, cuerdas, mantas y las famosas alpargatas con suela de yute, que formaban parte del día a día de los argentinos.
Actualmente, el cultivo de cáñamo se encuentra regulado mediante la Ley Nacional Nº 27.669, que busca promover el desarrollo del sector, ampliando el marco regulatorio de la anterior Ley Nacional Nº 27.350. La nueva legislación incorpora a la cadena de producción y comercialización nacional y/o con fines de exportación de semillas y productos derivados del cáñamo industrial.
Por ser un cultivo rústico, el cáñamo tiene una gran adaptación agroclimática y Argentina cuenta con excelentes condiciones agroecológicas para su desarrollo industrial y medicinal. Además, el país tiene un gran potencial para incorporar el cáñamo a su modelo productivo, agrícola e industrial, favorecido por la experiencia técnica y científica disponible, lo que genera un terreno fértil para la expansión de este cultivo.
"La
incorporación de cáñamo en la rotación de cultivos puede mejorar el balance de carbono y reducir la huella de carbono de las explotaciones agropecuarias."
El rápido crecimiento del cáñamo ayuda a suprimir malezas, minimizando la necesidad de herbicidas y rompiendo ciclos de enfermedades y plagas en cultivos actuales. Además, su capacidad para secuestrar dióxido de carbono y transformarlo en biomasa utilizable, lo convierte en un recurso valioso para la agricultura sostenible y regenerativa. La incorporación de cáñamo en la rotación de cultivos puede mejorar el balance de carbono y reducir la huella de carbono de las explotaciones agropecuarias, lo que facilita el cumplimiento de las incipientes regulaciones sobre emisiones de CO2 y construye una base sólida para futuras reclamaciones de créditos de carbono.
El procesamiento de la biomasa cosechada tiene múltiples aplicaciones industriales y de consumo humano, con un valor intrínseco, ya que sirve como insumo en la producción de biomateriales, biocombustibles, fibras textiles y aceites para diversas industrias nacionales.
Uno de los principales desafíos es identificar la interacción entre Manejo por Genotipo y Ambiente y acercar el paquete tecnológico al productor y la industria. Esto es fundamental para garantizar una producción competitiva y eficiente, ajustada a las regulaciones y estándares de calidad que rigen el mercado internacional.
Enviroseed: innovar agregando valor
Enviroseed, empresa especializada en el desarrollo de soluciones sostenibles para el sector agrícola, con enfoque en la innovación genética y la producción de semillas de alta calidad, lidera el “Programa de I+D para el Cáñamo Industrial en Argentina”. Esta iniciativa busca evaluar y validar diferentes variedades genéticas del cultivo, asegurando no sólo su adaptación al clima y los suelos argentinos, sino también optimizando el rendimiento agronómico y la calidad industrial de las plantas. Además, mediante un plan de mejoramiento genético, se intenta resolver un problema clave: la falta de genética elite adaptada a las diversas regiones del país.
El proyecto se enmarca dentro de una alianza estratégica con Buck Semillas, empresa con más de 90 años de trayectoria en la creación de variedades mejoradas para cultivos como trigo, soja, maíz y cebada, entre otros.
El “Programa de I+D para el Cáñamo Industrial en Argentina” se divide en tres etapas, con una duración total de tres años, comenzando en 2024. Estas fases incluyen la validación, el mejoramiento genético, la producción extensiva y la comercialización.
Con la colaboración del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el programa suma 12 nodos experimentales a la Red de Ensayos (Figura 1), distribuidos a lo largo y ancho del país. Estos ensayos permitirán obtener datos valiosos y comparables sobre el comportamiento del cáñamo industrial en distintas regiones agroecológicas, acelerando el desarrollo de va-
riedades locales adaptadas y competitivas en el mercado global. A su vez, esta colaboración público-privada generará conocimientos y capacidades para promover sistemas productivos más resilientes, con estrategias de manejo sustentables que minimicen el impacto ambiental y con énfasis en estudios sobre los flujos de carbono.
Fuente: Cartografía de elaboración propia, octubre 2024.
Los nodos experimentales, tanto públicos como privados, realizan actividades de investigación orientadas al desarrollo e innovación (I+D+i). Estos estudios evalúan aspectos como la productividad del cultivo de cáñamo, la calidad de la fibra y las semillas, la resistencia a enfermedades y plagas, así como su impacto ambiental y agronómico. Los datos y resultados obtenidos en estos nodos son fundamentales para tomar decisiones basadas en evidencia sobre la selección y mejora de variedades y para desarrollar prácticas agrícolas óptimas.
Quienes estén interesados en este cultivo, pueden sumarse al proyecto para acceder a los resultados de estas investigaciones y contar con una oferta de semillas certificadas que cumplan con los requerimientos productivos y ambientales. Esto permitirá a los productores acceder a una nueva opción en su rotación de cultivos y posicionará al país como un actor clave en la cadena de valor global del cáñamo industrial.
Figura 1. Distribución de los Nodos Experimentales del Programa de I+D.
Hortalizas en fuga: por qué se pierden tantos alimentos en el camino hacia el plato
Investigadores de la UNR evaluaron las pérdidas poscosecha en el Cinturón Hortícola de Rosario y sugieren estrategias para reducir el desperdicio y mejorar la eficiencia productiva.
El crecimiento de la población mundial y el aumento del poder adquisitivo de la clase media en los mercados emergentes impulsarán la demanda de alimentos entre un 50 y 70% hacia mediados de este siglo (Bond et al., 2013; Godfray et al., 2010; Parfitt et al., 2010). Sin embargo, se estima que un tercio de los alimentos producidos para consumo humano (1,3 billones de toneladas), no se aprovechan. Las pérdidas y el desperdicio de alimentos afectan la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios y la seguridad alimentaria y nutricional de tres maneras:
Reducen la disponibilidad de alimentos.
Generan pérdidas económicas y de ingresos a los distintos actores de la cadena.
Impactan negativamente en el medioambiente por el uso ineficiente de recursos naturales y la generación de desechos.
Pérdidas de alimentos a nivel mundial
Las pérdidas a lo largo de la cadena agroalimentaria suelen ser responsabilidad de alguno de sus eslabones, salvo en casos de catástrofes.
Cada decisión o problema puede afectar la disponibilidad, calidad, inocuidad, valor nutricional y costos de los alimentos en etapas posteriores.
Si bien la pérdida y el desperdicio de alimentos ocurren en todo el mundo, hay diferencias regionales. En regiones de bajos ingresos (África Subsahariana, África del Norte, Asia Meridional y Sudoriental, y América Latina), las pérdidas se producen en las etapas iniciales de la cadena, debido a problemas en la producción. Mientras que en regiones industrializadas (América del Norte, Europa y Asia), el desperdicio se concentra en la distribución y el consumo (Revista INTA RIA, 2013).
Pérdidas de alimentos en Latinoamérica y Argentina: la cadena hortofrutícola
Según la FAO, el 6% de las pérdidas mundiales de alimentos ocurren en América Latina y el Caribe (Figura 1). La problemática es aún mayor en frutas y hortalizas por su alta perecibilidad. Durante los procesos de cosecha, acondicionamiento, distribución y comercialización de hortalizas se producen diferentes tipos de pérdidas:
Cuantitativas: cuando el producto no llega al consumidor.
Nutricionales: pérdida de nutrientes.
Cualitativas: Daños que afectan la calidad comercial.
En países desarrollados, las pérdidas de frutas y hortalizas oscilan entre el 5% y 25%, mientras que en los países en desarrollo alcanzan entre el 20% y 50% (Kader, 2007). En éstos últimos, la falta de infraestructura agrava el problema, generando importantes pérdidas económicas para comerciantes, productores y consumidores.
Las condiciones de higiene durante la recolección, empaque, transporte y comercialización deben ajustarse para mantener los niveles de contaminantes bióticos (como microorganismos e insectos) y abióticos (fitosanitarios y metales pesados) dentro de límites seguros para la salud y el ambiente. El consumidor únicamente recibirá un producto de buena calidad si cada etapa de la cadena minimiza los daños causados por temperaturas inadecuadas, pérdida de humedad, etileno o tiempos de almacenamiento prolongados.
La tasa de deterioro varía según el metabolismo del producto y, en algunos casos, es muy rápida. Los procesos fisiológicos poscosecha más importantes son la respiración y la transpiración. La velocidad de respiración refleja la actividad metabólica y sirve como guía para calcular la duración de su vida comercial (Wills et al., 1999). Algunos productos se tornan amarillentos, mientras que otros sufren cambios en su composición, lo que disminuye su valor comercial y aumenta el descarte. La transpiración provoca pérdida de agua, reduciendo el peso y la calidad del producto (Nunes et al., 2009).
Figura 1. Pérdidas de alimentos en América Latina por segmento de la cadena alimentaria (FAO, 2014).
Cadena de comercialización de hortalizas en el Cinturón Hortícola de Rosario: buenas prácticas para un manejo sustentable
En el Cinturón Hortícola de Rosario se cultivan 2929 hectáreas de hortalizas por año (Mondino et al., 2022), abasteciendo a más de 1,5 millones de habitantes a través de dos mercados concentradores. Sin embargo, se evidencia una crisis en la cadena de comercialización debido a las pérdidas que ocurren desde el productor hasta el consumidor.
Las causas más comunes de estas pérdidas incluyen:
Deficiencias en el transporte: tanto del productor como del minorista (falta de protección, ausencia de frío).
Uso de envases inadecuados: Por su material y tipo de envasado.
Manipulación deficiente durante el traspaso de mercadería: Desde su envase original a otro para su exposición.
Conservación en cámaras frigoríficas sin el debido cuidado: Al ser productos perecederos, los daños aumentan con el paso del tiempo (Mondino et al., 2007).
El 90% del suministro minorista en Rosario se realiza a través de fruterías y verdulerías, mientras que en el resto del país es el 70%, con un 30% que pasa por los grandes supermercados. Rosario cuenta con 2000 comercios minoristas, mayormente gestionados por empresas familiares, con escaso capital y poco conocimiento sobre manejo poscosecha.
Estos negocios no suelen aplicar técnicas para mantener la calidad. La mercadería frecuentemente se exhibe en el exterior de los locales, en los mismos cajones en que fue comprada, expuesta a factores climáticos y contaminantes que la desmejoran. Además, los problemas logísticos agravan el deterioro: los productores transportan la mercadería en vehículos precarios, sin protección ni refrigeración, y generalmente lo hacen al mediodía.
El desperdicio de alimentos impacta negativamente en la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios, la seguridad alimentaria y nutricional. Docentes de la Cátedra de Sistemas Cultivos Intensivos, del Área Horticultura de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, estudiaron los diferentes canales de comercialización en el Cinturón Hortícola de Rosario, buscando identificar las causas de las pérdidas poscosecha y su magnitud en diversas hortalizas. También evaluaron propuestas para aumentar la eficiencia y sustentabilidad del sector. A continuación, se resumen los principales hallazgos de estos trabajos.
Pérdidas poscosecha en hortalizas del Cinturón Hortícola de Rosario
En Rosario se cultivan 298 hectáreas de lechuga (Mondino et al., 2022). Un estudio cuantificó pérdidas significativas:
21,2% de las pérdidas ocurre entre la cosecha y la llegada al minorista.
Lechuga: pérdidas desde la cosecha al consumidor El transporte en cajones de madera abrasivos, donde la lechuga sobresale de los envases o se ata con hilos, impacta negativamente en la calidad del producto (Mondino et al ., 2007) (Figura 2)
19% ocurre desde la llegada al minorista hasta las 24 horas posteriores, totalizando un 40,2%.
Figura 2. Plantas de lechugas en cajones de madera abrasivos (izquierda), y sobresale de los envases (derecha).
Alcaucil: pérdidas en la cadena de comercialización
En Argentina, el cultivo del alcaucil se concentra en La Plata, San Juan y Rosario. Las pérdidas ocurren en la cadena de comercialización, tanto en calidad como en cantidad. Entre los principales factores, se destacan el uso de contenedores abrasivos de mimbre (corva) durante la cosecha, la falta de cobertura una vez cosechado y el tiempo de espera en el campo antes del transporte. Además, en la etapa de venta, se observó la ausencia de refrigeración y acondicionamiento del producto.
Durante 4 días de evaluación, se observó una disminución del diámetro ecuatorial de los capítulos y un aumento del % de pérdida de peso, marchitamiento, pardeamiento y brácteas abiertas externas. También se evidenció mayor coloración violácea en brácteas internas, aunque sin cambios importantes en pardeamiento ni longitud del papus (Firpo et al., 2007).
Tomate: evaluación de sistemas de producción, cosecha y comercialización
El tomate ocupa el tercer lugar en valor económico en la producción del Cinturón Hortícola de Rosario (Ferratto et al., 2009). Las mayores pérdidas se concentran en la cosecha y embalado, donde los frutos se aprietan o sobresalen del cajón, sufriendo daños (Castro 2001; Vilela y Luengo 2002; Nakama y Lozano Fernández, 2008). Además, el transporte se realiza sin refrigeración ni protección adecuada. Según Aldaz y Romero (1986), las mayores pérdidas ocurren a nivel minorista, por el mal manejo en las etapas previas.
Se evaluaron dos sistemas de producción: bajo invernadero y a campo. Los resultados mostraron diferencias en marcas sobre los frutos (rotura de tejidos por compresión con los bordes del cajón o las uñas del operario) y magulladuras (ablandamiento y cambios de color) (Figura 2). Los daños (marcas y magulladuras) en frutos producidos bajo invernadero fueron menores gracias a un manipuleo más cuidadoso, pero presentaron mayor pérdida de peso tras una semana sin refrigeración. En ambos sistemas, los daños más críticos ocurren durante la cosecha, más que las etapas de empaque y transporte al mercado.
Ambiente e hidratación en las pérdidas poscosecha de hortalizas de hoja, fruto y raíz
Se evaluó el efecto de la temperatura (sin y con cámara frigorífica) y la hidratación (sin y con inmersión en agua clorinada 50 ppm, durante 5 minutos) en lechuga mantecosa, de hoja crespa, arrepollada, apio, zapallito y zanahoria. Las variables analizadas fueron:
Pérdida de peso por descarte (en % respecto al peso del día anterior): Eliminación de hojas rotas, amarillas, deshidratadas, enfermas y base de tallo oxidado en hortalizas de hoja, frutos dañados, enfermos y sobremaduros en zapallitos, y dañadas, enfermas, rajadas, brotadas o con amarronamiento en zanahorias.
Pérdida o ganancia de peso por agua (en % respecto al peso del día anterior): El resultado puede ser positivo o negativo, en función de la evaporación y la transpiración, o por la hidratación durante el almacenamiento o mojado poscosecha.
La refrigeración y la hidratación disminuyeron las pérdidas en todas las especies, salvo zanahoria y lechuga arrepollada (Firpo et al., 2012).
En cámara frigorífica, la pérdida o ganancia de peso por agua fue menor, aunque varió según la especie.
Figura 2. Marcas (fruto de la izquierda) y magulladuras (frutos de la derecha), al día 7 de almacenamiento.
Almacenamiento, hidratación y sujeción en las pérdidas poscosecha de hortalizas de hoja a nivel minorista
Continuando con el trabajo anterior, se evaluaron las pérdidas en acelga, rúcula, cebolla de verdeo, puerro y radicheta, en otoño (sin cámara frigorífica) y verano (con cámara frigorífica) y dos formas de sujeción de los manojos (cinta de papel adhesiva y pasto o Stipa sp.).
En otoño:
Las pérdidas por descarte en cámara fueron del 19,8%, mientras que en el ambiente no refrigerado alcanzaron el 69,7% (Rotondo et al., 2013).
La hidratación redujo las pérdidas, excepto en cebolla de verdeo por podredumbre.
En rúcula, la aplicación de frío e hidratación disminuyó la pérdida y prolongó la vida útil hasta el 7º día de almacenamiento; sin refrigeración, se descartó al 3º día.
La cinta adhesiva redujo el descarte en radicheta y puerro (Figura 3).
En verano:
La conservación refrigerada, con o sin hidratación, disminuyó las pérdidas y prolongó el almacenamiento de espinaca, radicheta y rúcula, sin diferencias entre los materiales de sujeción.
Figura 3. Manojo de radicheta sujeto con cinta de papel (A) y con Stipa sp. (B)
Pérdidas poscosecha en dos formas de comercialización minorista
Este trabajo evaluó las pérdidas y daños en hortalizas en Rosario, durante la distribución minorista, comparando dos manejos en período invernal y estival.
Manejo tradicional: Los productos se compraron en los mercados concentradores. Se transportaron sin protección ni refrigeración. Se exhibieron en góndolas con su envase original y sin refrigeración. No se realizó acondicionamiento y solo se hizo alguna selección por la mañana o al momento de venta.
Manejo mejorado de las hortalizas: Algunas hortalizas provenían de establecimientos de la zona, donde fueron cosechadas y transportadas en condiciones adecuadas. Otras se adquirieron en los mercados concentradores, donde
se almacenaron en cámara, se seleccionaron y algunas fueron hidratadas. Los productos se mantuvieron en un salón de venta refrigerado.
El manejo mejorado disminuyó las pérdidas de peso por descarte en ambos ciclos (estival e invernal) y en todas las especies. En el manejo tradicional, las pérdidas fueron elevadas, especialmente en hortalizas de hoja como rúcula, acelga y lechuga mantecosa. En cambio, la zanahoria presentó menores pérdidas gracias a sus diferencias anatómicas y fisiológicas.
En todas las especies evaluadas y en ambas épocas (excepto puerro y verdeo), la pérdida de agua fue superior en el manejo tradicional que en el mejorado (Ferratto et al., 2012). En promedio, las pérdidas totales (descarte y agua) fueron 45% mayores en verano y 23% en invierno con el manejo tradicional.
Efecto de los sistemas de producción y formas de sujeción en hortalizas de hoja
Este estudio, realizado en la Facultad de Ciencias Agrarias (UNR), evaluó el efecto de distintos sistemas de producción (invernadero de madera, malla media sombra, manta flotante agrotextil, y campo) y dos formas de sujeción (cinta adhesiva y hojas a granel), sobre las pérdidas poscosecha en los cultivos de rúcula, acelga y espinaca, en distintas épocas del año. Se analizó la pérdida por descarte y la pérdida de peso por agua (%).
Rúcula: El invernadero presentó las menores pérdidas en las tres épocas de cultivo. Además, el atado con cinta de papel produjo menores pérdidas de peso por agua (Ortiz Mackinson et al., 2017).
Acelga: En otoño, el invernadero y la manta flotante redujeron las pérdidas por descarte. Durante el almacenamiento, el descarte aumentó tanto en otoño como en invierno. En primavera, el atado con cinta de papel disminuyó el descarte hacia el final del almacenamiento. El invernadero y la manta flotante también redujeron las pérdidas de agua en los días 3 y 6 de almacenamiento en otoño, y en primavera disminuyó hacia el final del almacenamiento (Grasso et al., 2018).
Espinaca: En otoño e invierno, los sistemas de producción protegidos mostraron menor pérdida de peso por agua en los primeros días de almacenamiento refrigerado, en comparación con el sistema a campo. El descarte fue menor en los manojos atados que en la presentación a granel durante los últimos días de almacenamiento en otoño. En invierno, se presentaron diferencias entre días de almacenamiento, con menos descarte en los primeros días de conservación refrigerada (Rotondo et al., 2018).
Consideraciones finales
Es fundamental garantizar la producción de alimentos de manera sustentable y adecuada para todos los consumidores del mundo. Actualmente, las pérdidas de alimentos son muy elevadas, especialmente en los países en desarrollo, donde pueden superar el 50% en hortalizas y frutas. Esto subraya la necesidad de seguir estudiando estrategias de manejo que minimicen las pérdidas a lo largo de toda la cadena, desde el productor hasta el consumidor.
Es también necesario tomar conciencia del costo ambiental, económico y social que significa desperdiciar más de la mitad de lo que se produce. Esta problemática motivó al equipo de docentes de la Cátedra de Sistemas de Cultivos Intensivos del Área Horticultura a investigar algunos aspectos de los procesos involucrados y aportar a la realidad del sector local, buscando optimizar el sistema productivo.
Desde hace un tiempo, el equipo estudia, para el Cinturón Hortícola de Rosario, los diferentes canales de comercialización, las causas y magnitud de las pérdidas poscosecha en diversas hortalizas, y evalúa propuestas de mejora para aumentar la eficiencia y sustentabilidad del sector.
REFERENCIAS
Consulte las referencias ingresando a www.aapresid.org.ar/blog/revista-aapresid-n-235
Un mundo sin vacas, ¿es posible?
Esta pregunta provocadora, planteada en la Conferencia Global de Carne Sustentable, encuentra respuestas en la realidad. Las vacas no solo son fuente de alimentos, sino también un motor de desarrollo y conservación.
Por Dr. Ing. Agr. José Martín Jáuregui
Profesor Adjunto- Cátedra Forrajes (FCA - UNL).
Hace algunas semanas participé en la Conferencia Global de Carne Sustentable, organizada por la Global Roundtable for Sustainable Beef (GRSB). El evento reunió a más de 200 personas de distintos países y disciplinas, desde técnicos y productores hasta profesionales de las ciencias económicas y sociales. Fue realmente fascinante ver cómo, a pesar de nuestras diferentes perspectivas, compartíamos una preocupación común: cómo lograr que la ganadería sea cada vez más sustentable.
Uno de los momentos más impactantes de la conferencia fue la proyección del documental "A World Without Cows" (Un mundo sin vacas). La película plantea una pregunta provocadora: ¿es posible imaginar un mundo sin vacas? Sin arruinarles la experiencia de verla, quiero compartir algunas razones por las que un mundo sin vacas no solo sería menos sustentable, sino también menos equitativo. ¡Vamos a los datos!
Dato 1
No toda la tierra del planeta es cultivable
A nivel global, la ganadería ocupa el 77% de la tierra considerada productiva. Este es uno de los argumentos principales de quienes critican la actividad: "Ocupa muchísima tierra" y genera "solo" el 18% del suministro de energía y el 37% de las proteínas a nivel mundial. Aún más desfavorables parecen ser los números para los rumiantes: aportan el 16% de las proteínas globales y el 8% de las calorías. Pero aquí es necesario hacer algunas aclaraciones.
Según la FAO, más del 50% de la tierra utilizada por rumiantes no es apta para cultivos. No podemos sembrar trigo, soja o maíz en estos suelos por limitaciones como pendientes, fertilidad, clima o disponibilidad de agua. En estas áreas lo que sí encontramos son pastizales naturales y pasturas que, además de ser una fuente significativa de biodiversidad, actúan como valiosos reservorios de carbono atmosférico cuando se manejan de manera adecuada.
Los pastizales y pasturas (especialmente las polifíticas) albergan una gran variedad de flora y fauna, y son esenciales para mantener el equilibrio ecológico. Al permitir el pastoreo controlado de rumiantes, aprovechamos recursos que, de otra manera, no serían utilizables para la producción de alimentos. Además, mantenemos prácticas que ayudan a conservar el suelo y reducir la erosión, algo clave en el contexto de cambio climático.
Dato 2
Los rumiantes son “recicladores” naturales
Es curioso que muchos argumentos en contra de la ganadería se centren en la supuesta competencia que ejercen estos animales sobre alimentos que podríamos consumir los humanos. Sin embargo, datos de la FAO desmienten estas afirmaciones. A nivel global, el 86% de la dieta de un rumiante está compuesta de productos que las personas no podemos digerir, como forrajes, residuos de cultivos y subproductos de la industria aceitera; y solo el 14% de su dieta corresponde a alimentos que podríamos consumir nosotros.
Foto 1. Novillitos en pasturas de Festuca y Trébol Blanco. Aldea San Antonio (Entre Ríos).
Tomemos algunos ejemplos. Al procesar la soja para obtener aceite (ampliamente utilizado para consumo humano), queda un subproducto llamado expeller de soja, que no se utiliza para alimentación humana pero es una excelente fuente de proteína para los rumiantes. Otro caso interesante es el del etanol de maíz en Estados Unidos: casi el 50% de todo el maíz procesado allí se destina a producir este biocombustible, y el residuo de ese proceso, conocido como granos de destilería (Foto 2), es altamente nutritivo para el ganado. De una hectárea de maíz se obtienen unos 1.800 litros de etanol y 1,5 toneladas de granos de destilería.
Estos datos muestran que los rumiantes están aprovechando materiales que de otro modo serían residuos o subproductos sin valor para la alimentación humana. Al "reciclar" estos recursos, contribuyen a la eficiencia del sistema alimentario, reducen el desperdicio y también la contaminación que estos residuos podrían generar.
Los rumiantes están aprovechando materiales que de otro modo serían residuos o subproductos sin valor para la alimentación humana.
Foto 2. Residuos del destilado de granos de maíz para producir etanol.
Dato 3
Los rumiantes son aportantes netos de proteína
Un dato sorprendente: los rumiantes son los únicos animales capaces de generar más proteína comestible para humanos de la que consumen. Mientras que los sistemas de producción de cerdos y pollos requieren entre 2,9 y 5,2 kg de proteína comestible para producir 1 kg de proteína animal, los sistemas ganaderos basados en pastoreo utilizan menos de 1 kg, unos 600 gramos para ser exactos.
¿Cómo es posible esto? Gracias a su sistema digestivo y a los microorganismos que viven en el rumen, los rumiantes pueden transformar proteínas de baja calidad -como las que se encuentran en pastos y forrajes- en proteínas de alta calidad, ricas en aminoácidos esenciales que nuestro organismo necesita.
Esta capacidad de "mejorar" la proteína es única. Así, los sistemas ganaderos y las pequeñas explotaciones de cerdos y aves producen cerca de 41 millones de toneladas de proteína al año, consumiendo solo 37 millones de toneladas de proteína comestible para humanos. Esto resulta en un aporte neto positivo de 4 millones de toneladas de proteína de alta calidad al sistema alimentario mundial.
Los rumiantes son los únicos animales capaces de generar más proteína comestible para humanos de la que consumen.
Dato 4
La ganadería es sustento de más de mil millones de personas
Más allá de los números, la ganadería es el principal sustento de alrededor 1.300 millones de personas en el mundo, muchas en países en desarrollo. En regiones áridas y semiáridas, donde los cultivos son inviables por falta de agua o suelos pobres, la ganadería suele ser la única actividad productiva posible.
Además, en muchas culturas, el ganado no solo representa una fuente de alimentos, sino también un activo financiero, una forma de ahorro y un elemento cultural fundamental. Por ejemplo, en comunidades rurales, la cantidad de cabezas de ganado indica estatus social y económico. También es crucial para la seguridad alimentaria de estas poblaciones, ya que proporciona nutrientes esenciales difíciles de conseguir de otra manera.
La actividad ganadera genera empleos a lo largo de toda la cadena de valor, desde la cría y cuidado de los animales hasta el procesamiento y comercialización de los productos derivados. Esto contribuye al desarrollo económico y social de regiones enteras, ayudando a reducir la pobreza y mejorando la calidad de vida de millones de personas.
En regiones áridas y semiáridas, donde los cultivos son inviables por falta de agua o suelos pobres, la ganadería suele ser la única actividad productiva posible.
Dato 5
El pastoreo bien manejado mejora los ecosistemas
Contrario a lo que muchos creen, el pastoreo planificado puede tener efectos muy positivos sobre el medioambiente. Los sistemas pastoriles bien manejados, especialmente aquellos que combinan árboles, pastos y ganado, no solo incrementan la biodiversidad, sino que también mejoran la retención de agua en el suelo y ayudan a prevenir incendios al reducir el material combustible.
El pastoreo rotativo imita el comportamiento natural de los herbívoros salvajes. Al moverse de un área a otra, los animales evitan el sobrepastoreo y permiten que la vegetación se recupe-
Foto 3. Paisanos arreando un rebaño de cabras y ovejas en cercanías de San Martín de Los Andes.
re. En algunos casos, el pisoteo del ganado ayuda a romper las costras del suelo, facilitando la infiltración de agua y la incorporación de materia orgánica. Un manejo adecuado del pastoreo también contribuye a la captura de carbono, ayudando a mitigar los efectos del cambio climático. Estudios recientes sugieren incluso que los pastizales bien gestionados pueden ser tan eficientes como los bosques en la absorción de carbono atmosférico, especialmente en zonas templadas.
Reflexiones finales
En conclusión, un mundo sin vacas no solo es poco deseable, sino también menos sustentable y equitativo que el actual. El verdadero desafío no está en eliminar la ganadería, sino en mejorar continuamente sus prácticas para hacerla cada vez más eficiente y amigable con el medioambiente. Las vacas son mucho más que simples productoras de carne y leche. Son transformadoras de recursos no aprovechables por el ser humano en alimentos de alta calidad, sostienen comunidades rurales y, cuando se manejan adecuadamente, se convierten aliadas fundamentales en la conservación de ecosistemas valiosos.
Es crucial seguir investigando y aplicando prácticas ganaderas sostenibles. La integración de tecnología, el manejo inteligente de los recursos y una comprensión profunda de los ecosistemas nos permitirán aprovechar al máximo los beneficios de la ganadería, minimizando su impacto ambiental. Un mundo con vacas, gestionadas de manera responsable, es un mundo más equilibrado y justo. En lugar de imaginar su ausencia, trabajemos juntos para que su presencia sea sinónimo de sustentabilidad y prosperidad para todos.
Agrónomo, piloto y visionario
Por Lucía Cuffia
La historia de Hugo Ghio está marcada por la innovación y la transformación agrícola. Aunque muchas personas lo consideran un ‘pionero’ de la siembra directa y Aapresid, él prefiere hablar de ‘grupo’, porque si bien es cierto que estuvo en los inicios, esos logros nacieron de un sueño compartido.
A sus 75 años, Hugo Ghio sigue mirando hacia adelante. Aunque hace un tiempo viene delegando la gestión de su empresa agropecuaria en sus hijas, su curiosidad y espíritu inquieto permanecen intactos. "¿Vamos a hablar del fu turo también?", lanza en medio de la charla. Es que para él, siempre hay algo nuevo por hacer, descubrir o mejorar. Es de esos que, incluso cuando miran atrás, ya están pensando en el próximo paso.
“Me interesa conocer todo lo que pasa. Todo es tan dinámico y hay cambios tan profundos que, dentro de lo posible, no me los quiero perder”, reconoce.
Ficha personal
Nombre: Hugo Osvaldo Ghio
Profesión/Actividad: Ingeniero agrónomo
Lugar de nacimiento: Nació en Camilo Aldao (Córdoba), creció en el campo familiar en Colonia Lago di Como, vivió un tiempo en Rosario y regresó a Corral de Bustos, donde vive actualmente.
Familia: Papá de Magdalena (32) y Valentina (30).
Hobbies: “Me gusta mucho jugar al tenis; empecé de grande. Es mi desenchufe”, cuenta y agrega que no falta nunca a la peña tenística que se reúne todas las semanas en el club.
Muchas personas lo presentan como uno de los pioneros en la adopción de la siembra directa en Argentina y también de Aapresid. Pero a Hugo no le gusta mucho el término “pionero” porque conlleva un enfoque individual. Él prefiere hablar de grupo. “Éramos un grupo de productores y profesionales con un mismo sueño y ambición, y necesitábamos apoyarnos unos con otros. El espíritu que nos movía era empujar juntos, porque veíamos la oportunidad, pero sólo podíamos alcanzarla si nos acompañábamos”, dice sobre aquellos años 70 y 80.
En ese entonces, los problemas de erosión hídrica y eólica eran enormes. Y Hugo remarca este punto una y otra vez: “Era tremendo: la erosión, la pérdida de humedad y agua; especialmente en campos con pendientes, donde el agua escurría y se perdía, como ‘Don Osvaldo’ -el campo familiar que aún conserva-. A esto se sumaba la necesidad de implantar el culti-
vo inmediatamente después de la cosecha”. Él y otros productores vivían en carne propia esta problemática, por lo que, cuando surgió la siembra directa y sus beneficios, “si no tomaba la solución, era un tonto”. No era difícil animarse a probar algo nuevo cuando el problema era mayor que la desconfianza o el miedo.
La primera vez que escuchó sobre siembra directa fue en el INTA, donde realizó su trabajo final para recibirse de ingeniero agrónomo y donde trabajó un par de años antes de hacerse cargo del campo familiar. “Terminé de estudiar y en el 77 ingresé a trabajar en el área de Extensión del INTA en Cañada de Gómez”.
“Me interesa conocer todo lo que pasa. Todo es tan dinámico y hay cambios tan profundos que, dentro de lo posible, no me los quiero perder.”
En ese momento, había un departamento enfocado en resolver la erosión. Hugo resalta los aportes de Alfredo Lattanzi, Mario Nardone, Hugo Marelli, Osvaldo Signorile y otros técnicos que habían estudiado en el exterior y empezaron los primeros ensayos en Argentina. “Nos abrieron la cabeza a muchos”.
Juntarse para impulsar el cambio que terminó en revolución
Desde los primeros ensayos hasta el surgimiento de Aapresid pasaron 12 años. Cuando la siembra directa se volvió viable económicamente, con productos para controlar las malezas de forma segura y práctica, su adopción se disparó. “Eduardo López Mondo -técnico entusiasta y promotor de las primeras reuniones- nos ayudó a integrarnos y a formar Aapresid”, destaca.
¿Para qué juntarse? “Nos juntamos para impulsar el cambio que necesitábamos. Éramos un
En agosto de 1977, en la primera reunión sobre cultivos sin labranzas realizada en Marcos Juárez, presentó los resultados de ensayos comparativos de su propio campo. “Era un pibito exponiendo por primera vez un trabajo en el primer encuentro de siembra directa del país”.
“Nos juntamos para impulsar el cambio que necesitábamo. Aapresid nos dio el marco para intercambiar ideas y proyectar ese cambio a otro nivel."
pequeños y medianos, muchos arrendatarios, con ganas de mejorar. Entender que no estábamos solos fue clave. Aapresid nos dio el marco para intercambiar ideas y proyectar ese cambio a otro nivel”.
Todo lo que vino después superó las expectativas. Hugo insiste en que “la siembra directa resolvió un problema concreto, pero nadie se imaginó el impacto que tendría ni lo rápido que se expandió, ni el más aventurado de los que estábamos en ese momento”.
Técnicos del IPNI en una visita al ensayo de fertilidad de larga duración
La unión también dio lugar a otros proyectos ambiciosos. “En 2001, los mismos que formamos la institución, nos juntamos y dimos origen a Bioceres, una empresa que viene del riñón de Aapresid. Empezamos con 21 accionistas y un aporte inicial muy bajo, y 15 o 17 años después, la em presa salió al mercado mundial y empezó a co tizar en Bolsa”, explica Hugo, quien forma parte del Directorio de la empresa desde sus inicios.
Además, es miembro de la Regional Los Sur gentes - Inriville, y de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos (VINPA), donde estuvo en la formación de ambos proyectos.
Primer lote comercial de siembra directa de soja sobre trigo, noviembre de 1976
“No
quería ser solo un chacarero ilustrado”
Hugo trabajó en el INTA durante siete años, primero en Cañada de Gómez y luego en Corral de Bustos, hasta que falleció su padre y debió hacerse cargo de la empresa familiar.
Mientras asumía la dirección del campo, decidió seguir trabajando como agrónomo: “No quería ser un chacarero o gringo ilustrado, así que me asocié con un colega y asesoramos productores durante 18 años; incluso después seguí unos años más solo”.
Hoy, sus hijas representan la quinta generación al frente del campo familiar, que comenzó con sus bisabuelos, cuando llegaron de Piamonte, Italia. Al día de hoy, Hugo conserva un tractor Farmall que su padre compró cuando él nació. “Aprendí a manejar con ese tractor. A los 12 años ya manejaba la cosechadora, y a los 14 me enojé porque no me dejaron ir al sur a trabajar. Quería sacarle más rédito al equipo, pero no me dejaban”, recuerda este productor, ya adulto, que sigue buscando oportunidades.
A pesar de que su madre apenas terminó la primaria y su padre apenas cursó hasta segundo grado, tenían claro que la educación era esencial. Hugo hizo la primaria en la escuela rural de Colonia Lago di Como y a la que iba en sulky. Su mamá, preocupada por si esa escuela lo preparaba lo suficiente para el secundario, lo mandó al pueblo para cursar 6° grado. “Me dieron la bandera a la semana, pero no duré mucho -se ríe-, porque estando en pensión me la pasaba en la calle y en agosto, chau bandera”.
Más tarde, se mudó a Rosario con su madre y su hermana para hacer la secundaria, mientras su papá seguía en el campo. Allí descubrió el atletismo y el rugby, pero la rutina de volver al campo los fines de semana limitó su carrera de-
“La vida me dio muchísimo más de lo que imaginé y pude hacer mucho más de lo que alguna vez soñé
de chico.”
Cosecha mecánica de maíz, capturada en 1965
Hace unos años, con sus hijas Magdalena y Valentina
portiva. “Nosotros fuimos una generación de transición. Antes, los padres decidían todo por nosotros. Yo soy de la generación que nunca comió la pata de pollo: de chico era para los grandes, y de grande, para los chicos”, suelta.
Si no era agrónomo, Hugo decía que "sería piloto". Esta idea surgió durante un viaje de intercambio a Estados Unidos a los 16 años, donde voló por primera vez. "A los 64 años cumplí ese sueño y me recibí de piloto. Volar me encanta”.
Sentado en su escritorio del campo, mientras toma una taza de mate cocido (“no de saquito, sino con yerba colada”, aclara), cuenta que sigue participando en las decisiones de la empresa, aunque delegó gran parte. “Me cuesta no meterme, intuyo que hay algo de sangre piamontesa ahí que no se va”.
Por estos días viaja mucho a Trenque Lauquen y también a Río Negro, donde descubrió una agricultura que lo desafía. “Siempre hice agricultura en la región centro, y en el sur me encontré con condiciones desafiantes, donde es posible hacer una agricultura mucho más eficiente y productiva. La oportunidad es grandísima. El reto ahora es escalar el proyecto, asegurando servicios básicos como energía eléctrica y conectividad”, cuenta motivado y sugiere profundizar sobre el tema en otra entrevista, pues resumirlo acá no le haría justicia.
Mirando hacia atrás y hacia adelante al mismo tiempo, Hugo cierra la charla con el mismo entusiasmo que lo impulsa a seguir. “Ser parte de este grupo y de tantos proyectos me dejó un montón de vivencias y experiencias valiosas. Aprendí que no se debe ceder ante lo que parece imposible; la perseverancia y la decisión son fundamentales”. Y como quien hace una pausa para agradecer, deja para el final el remate: “La vida me dio muchísimo más de lo que imaginé y pude hacer mucho más de lo que alguna vez soñé de chico”.