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¡Cruzando el continente americano en un Thrush 510 Switchback!
¡Recibí una propuesta increíble para trasladar un avión nuevo desde Estados Unidos hasta Brasil! No podía permitirme vivir una aventura tan asombrosa como esta sin compartir mi experiencia en un artículo.
Nunca había realizado un traslado tan largo, y mucho menos uno que cruzara diferentes continentes, países e islas.
Sin embargo, como una vez dijo Clarice Lispector: “Me gusta lo que me desafía, lo fácil nunca me interesó”. Y fue con esa actitud que el 23 de noviembre de 2020 me despedí de mi familia y abordé un vuelo comercial con destino a la fábrica de Thrush en Albany, Georgia.
En una conversación con el contratista del traslado, me informó que era un avión muy especial ya que se trataba del primer modelo en ir a Brasil; un Thrush Switchback. Thrush nombró al Switchback en referencia a su capacidad para convertirse rápidamente de un avión de fumigación aérea a un avión de combate de incendios y viceversa, con un sistema de compuertas desarrollado por Transland. Una gran idea que llegó en el momento justo, dada la cantidad de incendios que hubo este año en todo el mundo. Al saber que se trataba de un avión muy especial, aumentó aún más mi deseo de cumplir esta misión que me habían encomendado. En el hangar de la fábrica tuve la posibilidad de apreciar la aeronave. Era imponente, con un nuevo aroma y, al igual que yo, con ansias de volar. El ambiente se parecía a los momentos previos a un evento de gala: la gente se movía de un lado a otro, haciendo los últimos ajustes y preparaciones. Con el manual de vuelo en mano, pude comprobar que el funcionamiento era similar al de otros Thrush 510 que había volado previamente. Eso a excepción del vertido de la tolva que, debido a su función de combate de incendios, cuenta con un panel de operaciones específico. Para vuelos de traslado de larga distancia se instala un sistema de combustible en la tolva que, además del combustible del ala, permite un tiempo de vuelo de aproximadamente 14 horas.

Sobrevolando Belle Glade, región donde se cultiva caña de azúcar y también es famosa por la presencia de grandes caimanes.
Se dice que un vuelo como este es una verdadera prueba tanto para el avión como el piloto. ¡Es cierto! El recorrido implicó horas y horas de vuelo sobre las aguas del Océano Atlántico, en las regiones de las Bahamas y el Caribe, además de un largo tramo sobre la selva amazónica.
Día 1 - Recorrido Albany – Fort Lauderdale

Equipada con una balsa y chaleco salvavidas, una mochila con equipos de supervivencia para el mar y la selva, y algunas mudas de ropa abordé el Switchback para comenzar mi viaje. ¡El gran día había llegado! Además de toda la parafernalia a bordo, también era importante asegurarse de que todo el papeleo estuviera en orden. Se completó el plan de vuelo para este paso y se envió a través de la aplicación ForeFlight, en mi tablet. Fue rápido y sencillo, dado que esta sección se encontraba dentro del territorio de los Estados Unidos.
Finalmente, a las 16:20 UTC, despegué desde el Aeropuerto de Albany con destino al Aeropuerto Ejecutivo de Fort Lauderdale. Solicité el seguimiento de vuelo VFR. Me nivelé a 7500 MSL y comencé a explorar la máquina. Algo que siempre me llama la atención de un motor GE es su respuesta incluso ante ajustes muy sutiles en su acelerador. Al estar el avión equipado con un panel digital (MVP) lo hace muy evidente. Es posible notar las mínimas variaciones en el torque, las RPM, el NG y la ITT. También me gusta mucho el consumo de crucero del combustible. Aproximadamente a un 70% del torque, el motor consume entre 180 -185 litros por hora. En esa configuración de potencia, incluso con un ligero viento en contra, mi velocidad se mantuvo en 225-230 km/h, aún con la bomba de pulverización instalada y la prominente y encantadora barriga del Switchback.

Despegando de Pahokee camino al Aeropuerto Ejecutivo de Fort Lauderdale.
Durante el primer tramo del vuelo y ya muy cerca de mi destino, la lluvia interrumpió mi recorrido. Luego de algunos intentos fallidos de esquivar la lluvia, decidí aterrizar en un lugar cercano y esperar.
Elegí el Aeropuerto de Pahokee, que se encuentra justo al lado de un enorme lago llamado Lago Okeechobee (un nombre que esta brasileña solo puede leer y apenas pronunciar). Con viento sur, elegí aterrizar en la pista 18. Un primer aterrizaje encantador, similar a los otros 510 que había volado. Me recibió un hombre muy agradable que me preparó café y me ofreció agua, información y me permitió usar el teléfono para verificar el clima.
Al pensar en Florida, pienso en los Everglades. No sé ustedes, pero la primera imagen que viene a mi mente es la de caimanes. Por lo tanto, reposté las alas, en caso de que me encontrara con más lluvia y necesitara desviarme. Ya estaba muy cerca de Fort Lauderdale y, tan pronto como se despejó el clima, me dirigí al famoso y concurrido Aeropuerto Ejecutivo de Fort Lauderdale (KFXE).
En cuanto me comuniqué con la torre, me di cuenta de la cantidad de tráfico que se acercaba y despegaba del aeropuerto. La controladora aérea, que al parecer no estaba teniendo su mejor día, dirigía todo; hablaba muy rápido y con un acento muy marcado. La única forma de hacer entender a los gringos cómo nos sentimos en una situación como esta sería llevarlos al noreste de Brasil (o quizás al sur) y pedirle al controlador aéreo que hable muy rápido y con un fuerte acento. Yo soy del estado de Minas Gerais y allí hablamos de una forma lenta y fácil de entender.
Volviendo a la torre del KFXE, maniobré lo mejor que pude y finalmente me dieron permiso para la final 09 para otro aterrizaje tranquilo y firme, ¡típico de un Thrush! Para mi tranquilidad, y la del control terrestre, mi ubicación nocturna estaba allí. Apagué el motor, hice los procedimientos nocturnos del avión y me fui al hotel, que solo estaba a unos pasos del aeropuerto.
Aliviada y contenta de haber completado la primera etapa del recorrido, conocí al contratista del traslado. Acordamos encontrarnos en Fort Lauderdale para que pudiera darme algunas instrucciones. Por lo tanto, mi día aún no había terminado. Esta primera parte había sido la más sencilla. Muy pronto, dejaría los Estados Unidos y tendría que lidiar primero con los procedimientos legales para salir del país y llevar el avión hacia otro, Brasil.
Realizamos una videollamada con un piloto que tiene más experiencia en este tipo de traslados. Pudo explicarme más sobre qué esperar el resto del viaje y el papeleo necesario. Estaba agotada, pero feliz. Con papel y lápiz en mano, anoté un montón de siglas y procedimientos relacionados a la documentación que necesitaría para cruzar las fronteras, todos nuevos para mí. Me dijeron que en algunas islas exigían la prueba de COVID. Poco sabía en ese momento que eso sería una piedra en el camino de mi magnífico viaje. Pero les contaré más en el próximo número.
Esa noche dormí profundamente, soñando con tierras lejanas y mi próximo destino, la isla de Puerto Rico. (Continuará...)