
4 minute read
Como Caído del Cielo – Parte 2
Tramo Fort Lauderdale – Puerto Rico 26 de noviembre, 2020.
A las 12:30 UTC (07:30 am hora local), el motor GE H80 del Thrush 510G ya comenzaba a silbar en el Aeropuerto Ejecutivo de Fort Lauderdale. Como recordarán, en la edición anterior había completado el primer tramo del vuelo de traslado a Brasil desde Albany, Georgia hacia Fort Lauderdale. Como sabía que esta parte del recorrido sería aproximadamente de 7 horas y 30 minutos, llené la tolva con 380 galones de Jet A y las alas, con 230 galones. El combustible en la tolva era suficiente para el tiempo de vuelo planificado. El combustible en las alas sería mi reserva.
Mi mayor preocupación era el clima. A pesar de haber verificado las condiciones en ruta varias veces, sabía que volaría por un largo tiempo sin cobertura de radar meteorológico y sin conexión a Internet. Luego eliminé esos pensamientos en cuanto recordé que, décadas atrás, los pioneros de la aviación volaron largos recorridos solo con brújulas y mapas. Me sentía muy privilegiada al poder contar con GPS, radio y transpondedor a bordo.
Disfrutaba la idea de que cada hora del vuelo era un rumbo nuevo para mí. En cuanto me autorizaron a poner en marcha el taxi, un gran sentimiento de gratitud invadió la cabina. En la base, vi otra aeronave agrícola detrás de mí y, por un momento, me pregunté si también estaría en un vuelo de traslado. Exactamente tres horas después del despegue conocería la respuesta.
Me alineé para el despegue en la pista 09. Despegué y pronto me encontré sobre el Océano Atlántico, un mar azul índigo combinado con el magnífico cielo matutino. Me elevé a 9.500 pies y, inmersa en una inmensidad azul, me deleité con el paisaje. Las islas, los islotes, la constante compañía del mar y un ambiente calmo que parecían salidos de un cuento de hadas aeronáutico. Sin embargo, como suele ocurrir, el disfrute duró cerca de tres horas.
Alrededor de las 15:30 UTC, comencé a encontrarme con nubes. El mar, una vez azul, empezó a tener tonalidades grises como así también el cielo. Mi paraíso había sido interrumpido y mis pensamientos previamente despreocupados dieron paso a un único propósito, mantenerme en condiciones visuales. Mi filosofía es que la misión es importante, pero la misión es la macro. Este momento actual es el micro. Si no se puede manejar el momento, no habrá misión que cumplir.

El mar de Las Bahamas; es esencial el combustible de reserva en esta región, ya que el clima puede cambiar rápidamente.
Mientras trataba de esquivar formaciones y descendía cada vez más, alcancé los 2000’ MSL. Escuché que alguien me llamaba por la frecuencia de radio abierta. Era el piloto de la aeronave que había visto detrás de mí en Fort Lauderdale. De inmediato me preguntó: “¿Eres brasileña? ¿Hablas portugués?”. Debo confesar que me sentí aliviada cuando supe que era un piloto brasileño y que tenía experiencia previa volando en esta ruta.
En ese momento comprendí perfectamente el significado del dicho “como caído del cielo”. Mientras luchaba entre la lluvia y el mar a 2000 pies, mi nuevo amigo me informó que a 13.500 pies todo se encontraba hermoso. Cuando vi un “agujero azul” en toda esa extensión gris, no lo pensé dos veces y subí en espiral. Por suerte, las nubes solo duraron unos pocos kilómetros más y luego pude ver la superficie del mar. El mar en esa región tiene un color deslumbrante; un verde esmeralda cerca de las islas y azul turquesa en el mar.
De vez en cuando, el otro piloto y yo hablábamos por radio y él me informaba sobre las condiciones climáticas que tenía por delante. Aproximadamente 35 minutos antes del tiempo estimado de aterrizaje, comencé a descender suavemente. Mi nuevo amigo piloto ya había aterrizado casi 10 minutos antes de mí.
Luego de 7.7 horas de vuelo, finalmente toqué tierra en el Aeropuerto Rafael Hernández de Aguadilla, Puerto Rico, con 4 horas de combustible extra. Agotada, feliz y agradecida me dirigí a la rampa oeste donde el apoyo terrestre me estaba esperando. Salí de la aeronave, ansiosa por respirar el aire tropical de la isla y quitarme el chaleco salvavidas. Un largo trecho como este requiere de cierta logística dentro de la cabina con respecto a qué llevar y dónde guardar las cosas. En caso de un aterrizaje de emergencia en el agua, es aconsejable tener a mano un kit de supervivencia y el chaleco salvavidas puesto. Afortunadamente, no tuve que usar ninguno de ellos.
Al compartirles esta experiencia, siento la responsabilidad de recordar a los lectores de AgAir Update que cada vuelo es diferente. Por lo tanto, si llegaran a encontrarse en una situación similar, no se dejen influir únicamente por mi experiencia.
Ahora, un tramo más se había completado. No veía la hora de llegar al hotel, tomar una ducha y comer. Pero todavía tenía que prepararme para el día siguiente y realizar los trámites necesarios para salir oficialmente del territorio estadounidense con el Thrush. Debía realizar el plan de vuelo, el papeleo y verificar el clima. Todo tenía que estar listo para el día siguiente. De hecho, el día siguiente fue muy diferente a lo que imaginaba. Esa parte de la historia la conocerán en la próxima edición de AgAir Update. ¡Manténganse a bordo!