1 Centenario
deC nacimiento de fia6rieC Cecaya República de las Letras SUMARIO Andrés Sorel La sonrisa de Gabriel Celaya
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Félix Maraña Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia
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Ángel González Gabriel Cela ya, poesía, testimonio y conducta
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Antonio Hernandez Celaya: De claro en claro
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Armando López Salinas Memoria de Gabriel Celaya. Encuentro primero y otros encuentros
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Francisco Esteve RamÍrez Gabriel Celaya y Miguel Hernández
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Carlos Álvarez Gabriel Celaya hoy
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Manuel Rodríguez Ramos Gabriel Celaya en Cuba
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Pedro García Cueto Gabriel Celaya. La voz de un poeta comprometido
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Francisca Aguirre Premio Nacional de Poesía 2011
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Félix Grande Poesías
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Muere el escritor valenciano Vicente Soto
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Sumario
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CRÍTICA DE LIBROS Sergio Pitol. Nocturno de Bujara. Antón Arrufat
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Jesús Hilario Tundidor. Un único día. Morales Lomas
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Juan Mollá. Contra el tiempo. Dionisia García
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Antonio Martínez Menchén. La poesía de Antonio Martínez M enchén. Morales Lomas
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Miguel Hernández. Miguel Hernández: De la A a la Z. Aitor L. Larrabide
Pilar Gómez - RESEÑAS DE LIBROS Amador Gálvez, Félix Casanova, José Ramón Cózar, Rafael de Guerra Garrido, Raúl León, Encarna Lenza, Enrique López, Fernando J. Martín, José Aurelio Martín del Burgo, Ángeles Martínez Ballesteros, Antonio Montobbio, Santiago Muñoz Hidalgo, Manuel N~rla,
Francisco
Pinar Godoy, Andrés Rubio, Juan Carlos Scott Fitzgerald, Francis
Corrección de p ruebas y estilo: Laura Martínez
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La sonrisa de Gabriel Celaya ANDRÉS SOREL
Cien años del nacimiento de Gabriel Celaya. Han pasado más de veinte desde que nos dejó. Nos quedan sus poemas. A mí también su rostro, sus palabras, su silencio mientras fumaba en pipa. Su amistad. La compañía de él y la de Amparichu. En 2001 publicamos un número de REPÚBLICA DE LAS LETRAS a él dedicado cuyo sumario reproducimos en la presente revista. Ahora, en el aniversario del año en que nació, que de puntillas ha pasado para la malhadada, mercantilizada cultura española, hemos querido volver a
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La sonrisa de Gabriel Celaya
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recordarle. Palabras, manos tendidas hacia ellos, memoria por la que luchamos para que no se extinga, pese a tantos retrógrados que prefieren despreciarla, prohibirla. Porque Celaya, como Machado, Otero, Cernuda, tantos otros, vive. Que no lo olviden ellos, quienes no tienen memoria porque tampoco tendrán nunca vida. Abrimos el presente número con las palabras que yo escribía a manera de editorial en REPÚBLICA de mayo del 2001 y que van a continuación. En aquel entonces todos éramos del partido. Todos: es decir, los escasos combatientes del franquismo, entre los que se contaban un puñado de escritores. Militantes o no, compartíamos una misma pasión: la lucha por la libertad. Era, además, buena ocasión, la de reunimos, para hablar, amén de política, de literatura. Para compartir la amistad, tomar vinos en noches que alargábamos hasta el cansancio de la amanecida. Ninguna casa tan acogedora como la de Gabriel y Amparo, con nombre de resonancias ascéticas: Nieremberg. Ninguna sonrisa tan envolvente como la de Gabriel. Ningún desprendimiento tan humano como el de aquella pareja que sin duda nos m arcó, en los años sesenta. El jueves, 8 de marzo de 1990, en el d esap arecido diario El Independien te, publiqué el siguiente artículó: Quiero conservar de él su imagen sin tiempo, decirle que, para nosotros, está m ás vivo que nunca. Muchos enterradores tienen nuestra inmediata historia: yo no me uno a ellos, al revés, prefiero reencontrarla, que es otra manera de huir del vacío, la depresión. La historia de nuestra larga, difícil y sin embargo utópica travesía a través de los años cincuenta y sesenta. También Barral, Gil de Biedma, se asomaban a ella. Recordemos, Gabriel: café Pelayo -en una de las mesas del fondo siempre h abía policías-, transformado en
banco como preludio del inminente transformismo político; tascas como La Frasquita -no era ese su nombre, pero allí el vino y la tortilla de patata nos congregaban en un cálido reservado-o Gabriel, Amparichu, Carmiña, Ángel González, García Hortelano, Caballero Bonald, Sastre, Pepe Esteban, Pedro Dicenta, los entonces casi siameses Ferres-Salinas, tantos otros .. . Debíamos de ser muy jóvenes, pues no habíamos perdido la esperanza. En cosas de las que hoy nadie quiere hablar: transformación de la sociedad, reforma agraria, liberación de los oprimidos, fin de la corrupción política, del poder de la Iglesia y del Ejército ... Someían los claros y cálidos, melancólicos ojos de Gabriel, mientras llevaba el rojo vino a su boca. Le acompañábamos en sus versos: «Da miedo ser poeta, da miedo ser un hombre consciente del lamento que exhala cuando existe. Da miedo decir lo que el mundo silencia». Poesía y documentos. Reuniones y mítines en la Universidad. Y en la calle Nieremberg, la compañía de dos de los seres más entrañables que andaban las noches y los días de Madrid esos años: Amparo y Gabriel. Poniendo amor y sordina al rencor, alodio, a la miseria de las palabras que teníamos que escribir contra el régimen, contra Fraga, contra Fraga entre otros, sí. .., porque en ellas se hablaba de tortura, de prisioneros, de exilios, de cierre de periódicos y censuras de libros, hasta de asesinatos. Y ellos saca-
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Andrés Sorel
ban otra frasca de vino y hacían que bebiendo, hablando, disertando sobre el realismo social -qué crítico era Gabriel a la hora de abordar sus límites, cuando hablaba de la poesía como corriente transindividual, cuando el tiempo buscaba público para la poesía-, o cantando populares letras, recuperábamos la paz y la sonrisa. No sólo la palabra: el abrazo, el gusto por la vida. Siempre él el primero en escuchar, apoyar si podía al joven escritor. El más bondadoso y el más lúcido, y si era necesario, pese a sus humanos y maravillosos temores, el más airado contra la injusticia que consumía aquellos años de tiempos de silencio y esperanza en nuestra vida madrileña. ¡Cuántos años de una historia que yo me niego a olvidar! En San Sebastián -Franco ya muerto- seguía siendo el mismo: escribidor, amigo, humilde en su magnificencia ... Hombres como Celaya, si no existieran, habría que inventarlos. Hombres como
Celaya no necesitan caridad, sino justicia. Del interior de México, hace años, me traje unas mascarillas de cerámica de indios sonrientes. Muchas noches de invierno, en la soledad de la sierra de Gredos, me acompañaban con su gesto de vida. Allí tengo mi biblioteca. Los libros de Gabriel. Y su sonrisa, que al resplandor de las llamas de la chimenea, me recuerda, en mis ensoñaciones, que hubo hombres que escribieron, lucharon, vivieron por un mundo diferente, en el que justicia y belleza tuvieran cabida, por mucho que ahora pretenda ignorarse su existencia. Porque sólo la sonrisa de Juan de Leceta, de Celaya, de Amparichu, nos acompaña, junto a la de tantas palabras de amigos desaparecidos, en estas horas oscuras en que son tantos los que renuncian a soñar, aWlque sólo sea soñar, que el mundo puede ser transformado. Este artículo se publicó en REPÚBLICA DE LAS LETRAS, n .o 70, de mayo de 2001.
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La sonrisa de Gabriel Celaya
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Andrés Sorel
¿Quién puede abarcarte? ¿Quién puede decir que te comprendió por entero? H OLDERLlN
GABRIEL CELAYA "
LUIS :M:ATEO DIEZ C<1Itro Español de D""choJ ReprogrdficOJ Entidad de Autores y Editores
-La mano del sueno
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La sonrisa de Gabriel Celaya
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ÍNDICE I
TEMAS MONOGRÁFICOS GABRIEL CELAYA GABRIEL CELAYA.
Biografía
AMPARO GASTÓN.
sonrisa de Gabriel Celaya Yo soy RAFAEL ALBERTI. Por encima del mar VICENTE ALEIXANDRE. A D. Rafael Múgica ÁNGEL GONZÁLEZ. Notas para un anteproyecto de retrato imposible LEOPoLDO DE LUIS. Empezando por Rafael Múgica JosÉ HIERRO. La poética de Gabriel Celaya CARLOS ÁLVAREZ. En recuerdo de Gabriel Celaya CARLOS AURTENETXE. Gabriel Celaya: teoría del abrazo JORGE GONZÁLEZ ARANGUREN. Gabriel Celaya entre dos mitos ANTONIO HERNÁNDEZ. Un Celaya cargado de futuro ARMANDO LÓPEZ SALINAS. El testimonio de Gabriel Celaya como persona y como hombre público PEPE ESTEBAN. Gabriel Celaya, editor FANNY RUBIO. La poesía-de la segunda mitad de siglo y Gabriel Celaya ANDRÉS SOREL. La
JORGE GUILLÉN.
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Escritos de Gabriel Celaya Historias de mis libros Reflexiones sobre mi poesía Gabriel Celaya por él mismo Breve antología poética Bibliografía
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Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia
FÉLIX MARAÑA
Gabriel Celaya (1911-1991) fue uno de los poetas más populares del siglo XX, y representante cualificado de la llamada poesía social. Sin embargo, su obra, tanto poética, como teórica y crítica, rebasa los límites de ese encuadre y abarca horizontes de mayor significación en la cultura de nuestro tiempo, quiérase reconocer o no . El propio Celaya lo repitió muy claro en 1987: "Lo social es solo un eco que resuena en mi poesía, entre otras muchas cosas que venían de antes" . Pero resulta muy difícil reconvertir el tópico sobre el particular, y todo el mundo parece estar dispuesto a repetir, en cantinela, que Celaya es un poeta social, y lo distorsionadar es que se insiste, reduciendo al poeta a una parte, y solo una parte de su compleja creación. En 1990, cansado de tanto tener que explicar qué quería decir con poesía social ("toda poesía es social"), remató: "He procurado una poesía que ayude a vivir. A fin de cuenta es lo que importa". El tópico, en cambio, se ha adueñado de la historia y ha reducido esa complejidad de Celaya a la línea estrictamente realista de su poética. Ya se sabe que es la poesía más difundida de nuestro autor, pero no es su obra más consistente. Es obligado reiterar, para no crear un nuevo mito al · querer destruir el anterior, que la denominada poesía social,
donde se ensayan dialécticas y propósitos políticos -poesía histórica, le dijo Ángel María Ortiz-Alfau, para superar un artículo en la censura-, conforma un tiempo de gran significación en la vida personal y pública del poeta. No se puede, ni se pretende, negar. Asumir, por contra, todas y cada una de las partes que componen su obra literaria, y señalar su evolución en el tiempo, han sido cuestiones que le preocuparon mucho al propio Celaya. POR UN PUÑADO DE CANTATAS
La obra de mayor acento realista, de querencia directamente política, social, histórica, la encontramos en sus cantatas, ese minigénero o subgénero -entiéndase- de la poesía dramática, que Celaya ensayó para hacer algunos planteamientos dialécticos. Conviene señalar no obstante que sus cantatas Lo demás es silencio (donde aparece un conflicto interior entre el existencialista y el marxista), Las resistencias del diamante, Vías de agua o El derecho y el revés, componen la parte fundamental de esa corriente. ¿Qué son, en cualquier caso, esos cuatro libros, ampliables a seis o siete, si se quiere, en el conjunto de su centenar de obras publicadas?
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Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia
En 1962, antes de publicar El derecho y revés, advertía Celaya, en el prólogo de la antología que editó Giner, el riesgo que corre todo escritor a quien le alcanza el tópico: "La desgracia de un autor -escribía Celaya- consiste en que se le suele encasillar muy pronto, y diga lo que diga o escriba lo que escriba, a partir de ese momento, sólo se le ve según una leyenda o según un esquema simplista" . Hacía el poeta esfuerzos para defender la complejidad y condición múltiple de su obra, tarea que resultaría innecesaria, si entendemos que dicha complejidad se advierte en la propia obra. Si se lee al poeta, se reconoce con naturalidad que, tras las etapas existencialista y surreal señaladas, en Celaya aparecen otros registros, no menos v ariados y ricos. Concebidos, por ejemplo, como una manera de aplicar esa noción realista a las vivencias particulares de la cultura vasca, el poeta nos daría libros como Rapsodia eúskara (1960) o Baladas y decires vascos (1961 -63). Pero muy pronto le vemos haciendo ejercicios de realismo mágico en Los espejos transparentes (1968), o conjugando experimentalismo y poesía concreta en Campos semán ticos (1971). Y ahí está también ese libro jugu etón y n eocreacionista, Maquinaciones verbales, escrito en 1969, que, como el propio autor confesó sin rep aros, qu iso ser un plagio de Versión celeste, d e Juan Larrea. Celaya encontró la poesía - que h abía buscado durante treinta años- de este otro poeta vasco en Italia, y tras su lectura, quedó fulminad o, "fulmin ad o, esa es la palabra", según confesó en 1984, en la inau gu ración de las Jorn adas Internacionales d e Litera tura celeb rad as en San Seb astián. Si Celaya fue, junto con Blas de Otero y Eugenio de Nora, entre otros, la voz de aqu ella poesía de concien cia his tóri-
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ca, fue sin duda el mayor teórico de esa misma poesía social, para lo que bastaría con asomarse a sus ensayos, reunidos en su mayor parte recientemente en el volumen editado por Antonio Chicharro en Visor, y promovido por la Diputación Foral de Guipúzcoa, institu ción que guarda el fondo documental del poeta. Su poesía fue contada, leída y cantada como la de los poetas mayores, Machado, Miguel Hernández, Neruda, o Lorca. Celaya conoció y trató con amistad a los tres últimos, ya en la preguerra civil. Celaya fue, sin duda, el principal inspirador de una manera de entender la poesía que "nacía del hombre y volvía al hombre", aunque Eugenio de Nora ha repetido en alguna intervención en los últimos años eso de "yo la vi prImero". DESDE LA EDAD DEL PAVO
La poesía de Celaya, este vasco de tiemblo, afecto y carcajada, compone en su conjunto una de las voces más rotundas, consistentes, consecuentes y explosivas de la literatura de nuestro tiempo. Celaya, que era un hombre vital y festivo, comenzó a elaborar un sólido esqueleto intelectual, desde niño, cuando convalecía de una extraña enfermedad (al fin, era una solitaria lo que rondaba su cuerpo), vivió una temporada en Francia, donde se inició en la lectura de una literatura de pensamiento, extraña en la formación intelectual de su propio país. Se ha recordado con frecuencia que el pensamiento y la literatura (sobre todo, la narrativa) de Celaya rendía tributo a Nietzsche. Parece lógico que el filósofo alemán influyera en el joven despierto que era Celaya, pero su formación intelectual básica se fue forjando en el tiempo con lecturas más complejas; incluso se dilata hasta los años cuarenta,
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Jean Paul Friedrich Richter.
Félix Maraña
pues Celaya nunca dejó de cultivar la lectura del más consistente pensamiento de la filosofía clásica y contemporánea. En este sentido, quisiera apuntar una lectura que Celaya realiza en 1940, y que supone el encuentro con un escritor, Jean Paul Friedrich Richter (1763-1825), autor de Teorías estéticas. El libro causa una particular impresión en Celaya y, con el tiempo, su ensayo titulado El arte como lenguaje (1951) deberá mucho al pensamiento expuesto por este filósofo, poeta y novelista alemán. Richter, contemporáneo de Goethe y Schiller, es conocido en la historia de la literatura por su novela Titán, aunque su gran novela, su más singular expresión narrativa, es La edad del pavo, así traducida al castellano. Se sabe que Jean Paul Friedrich Richter firmaba sus obras como Jean Paul y que, como anuncia en uno de los personajes de Titán, tuvo una vida que bien parecía un sueño. En Jean Paul ejercieron cierta influencia tanto Rousseau, Herder, Kant, como los humoristas ingleses, pero su gran valor está en su desbordante fantasía, lo que parece atraer a Celaya y, muy especialmente, en otro libro suyo que tiene por título Propedéutica de la estética (1804). Pues bien, Celaya lee en 1940 -un año decisivo en su historia personal, terminada la guerra, desorientación personal- a Richter, Teorías estéticas, que en su edición castellana aparece firmado por el apellido de su autor: Richter. El libro lo tutela la conocida "Biblioteca Económica Filosófica", que edita la Sociedad General de Librería y que se imprimió, por cierto, en San Sebastián. Teorías estéticas es un libro que data de 1812, al menos en la segunda edición que conocemos. En la versión castellana, Celaya leyó, advirtió y subrayó el carácter plástico y objetivo de la poesía griega, amén de otras ideas, como cuando escribe
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Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia
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Richter: "El universo es la palabra más atrevida y más elevada del idioma; es el más sublime de los pensamientos, porque la mayor parte de los hombres no ven en el universo sino el teatro de su vida mezquina, y en la historia de la eternidad, la de la pequeña población donde nacieron" . Merece la pena estudiar con detenimiento la lectura que de este manual de Richter hace nuestro poeta, pues ayudará a comprender muchas de las ideas que luego se funden en la teoría poética de Celaya, sobre todo en su conocimiento del mundo clásico, griego en particular, pues Celaya aplicará buena parte de . este pensamiento a su obra literaria posterior. El libro de Richter cautivó de manera clara a Celaya, como le habría de cautivar e influir la "calma y serenidad de la poesía griega", de la que habla Richter. Uno de los pensamientos, entre otros, reseñado por Celaya del repetido libro de Richter reza de este modo: "Así como el mundo orgánico domina, transforma, gobierna y enlaza el impulso mecánico, el mundo poético ejerce la misma acción sobre el mundo real, y el universo espiritual sobre el universo material [... ]. La poesía debe, según el nombre que llevó en España en otro tiempo, ser la gaya ciencia: debe, como la muerte, hacer de nosotros dioses dichosos [... ]. Su mundo debe ser precisamente el mejor de los mundos". REFERENCIA INDISCUTIBLE
El acontecimiento del centenario coincide a su vez con el veinte aniversario de la muerte del poeta, que acaeció en Madrid el 18 de abril de 1991. Diversos actos conmemorativos se perfilan en el horizonte, singularmente en Guipúzcoa y en Madrid, para recuperar la memoria de Celaya, quien, según el
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Félix Maraña
poeta Ángel González, "es una referencia indiscutible en la poética de nuestro tiempo" (1992). Sea o no una referencia indiscutible, habría que convenir que su poesía -que va del surrealismo a la poesía órfica, recorriendo por trechos la poesía existencial y social-, el cuerpo teórico de sus poéticas, sus estudios sobre los poetas de siempre, fundamentalmente sus contemporáneos, su teatro -magia y encanto-, y su presencia social le dan la razón al poeta asturiano. Aunque la poesía que popularizó la canción desvela la mirada al resto de su cuerpo intelectual, Celaya es uno de los poetas del siglo XX que más reflexionó sobre la poesía, y que, en contra de una cantinela ya manida, llenó su poesía de referencias clásicas, de una tradición literaria que ya nace en Creta, y que queda patente en su último libro, Orígenes (1990), editado por la Universidad del País Vasco. Pero el esqueleto intelectual de Celaya no puede comprenderse en su dimensión más amplia si se descuida la rigurosa formación del escritor, que surge en su juventud en San Sebastián, en un ambiente de recepción de las vanguardias artísticas, en las que actúa como embajador principal el arquitecto José Manuel Aizpurúa. A su despacho llegaban las publicaciones que daban cuenta de todos los ismos del arte y la literatura de principios del siglo XX, y, en aquellas publicaciones, jóvenes como Jorge Oteiza, Gabriel Celaya y el también poeta Joaquín Gurruchaga tomaron contacto con los nuevos lenguajes del arte. De hecho, Celaya comenzó pintando, y aún se conserva una buena colección de sus apuntes, dibujos, incluso algún óleo -imitación de Giorgio de Chirico- que el joven vasco pintó al calor de aquel momento tan creativo como prebélico.
EN LA COLINA DE LOS CHOPOS
Muy poco antes de iniciarse la Guerra Civil, Celaya publica con su verdadero nombre, Rafael Múgica, el primer libro de poemas, Marea del silencio (1935). Acababa de terminar la carrera de ingeniero en Madrid y de incorporarse a la empresa familiar, y traía consigo el bagaje de la mejor formación intelectual y artística que le tocó en suerte, al poder vivir el espíritu, las ideas y el aliento renovador de la Residencia de Estudiantes. En aquel recinto de inteligencia, Celaya conoció de cerca de Juan Ramón Jiménez, a Unamuno, Picasso, Buñuel, Dalí, Lorca, y otros grandes poetas extranjeros, como Eluard, pero también científicos como Einstein, que hablaron, vivieron y alentaron las ideas más renovadoras de la ciencia y el arte del momento. Celaya no perdió el tiempo en sus cinco años en Madrid. Además de su formación como ingeniero, que le ayudará a construir los cimientos de una mente muy organizada, el joven poeta asiste a todas las conferencias que se imparten en la Residencia de Estudiantes, vive la explosión cultural de la II República, y lee, estudia y repasa la poesía clásica, y la de aquellos poetas del 27, algunos de los cuales tuvo como amigos, como Lorca, o Alberti. Neruda, que llegó a Madrid a lanzar la invectiva contra el poeta mayor, Juan Ramón, para vindicar frente a él la "impureza" de la poesía, trató cordialmente a Celaya; sin duda por mediación de Lorca, le corrigió alguno de sus poemas, como consta en manuscrito, y celebró la "forma", no solo el fondo, de su poesía. Con el tiempo (1970), ambos se volverían a encontrar en Brasil en un homenaje a Lorca precisamente.
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Gabriel Celaya: Cantata de la conciencia
TENGO UNA GUERRA -CIVIL- CLAVADA
La Guerra Civil interrumpe en 1936 no solo las relaciones, sino el crecimiento intelectual del joven Celaya, quien. defenderá la causa republicana, como capitán del ejército, hasta la caída de Bilbao en 1937. El hecho determina no solo su desarrollo intelectual, como en tantos jóvenes de su generación, sino su vida personal, pues, tras servir en el ejército vencedor de la guerra, como purga, contrae matrimonio con su primera esposa y madre de sus dos hijos, y entra en una crisis personal profunda. No obstante, como prueban los poemas publicados ahora por Chicharro, Celaya no renuncia a sus ideas, y resiste, a su manera, desde la poesía, y en plena guerra, en 1938, escribe en Zaragoza el poema "Elegía al muerto juvenil", dedicado a Federico. Tras la guerra, Celaya se instala en San Sebastián, y escribe uno de sus libros de pensamiento más consistente, Tentativas, mientras publica artículos en la prensa, vindicando a Machado, Larca y Miguel Hernández. En 1947, tras conocer a su segunda esposa, Amparo Gastón, decide crear una editorial para la poesía, N arte, que, desde la parte vieja donostiarra fuera elemento de comunicación con los poetas del silencio interior, y con algunas voces del exterior. Traduce y publica a Rilke, Blake, Rimbaud, Eluard, y publica a Cela, Labordeta, Crémer, Leopoldo de Luis, 17 libros en total; pero lo más importante es que aquella oficina donostiarra sería "uno de los primeros nidos de la poesía social", donde recalaron, entre otros, Eugenio García de Nora y Jorge Semprún. Lo dijo Celaya: "Norte sería un puente tendido por encima de la poesía oficial hacia los entonces olvida-' dos poetas del 27, hacia la España pere-
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grina y hacia la poesía europea, de la que el autarquismo cultural, y la dificultad de hacerse con libros extranjeros, nos tenía separados desde el fin de la segunda guerra" . En 1947 participa en San Sebastián en la creación de la revista Egan, publicación bilingüe que pervive. EXPLORACIÓN DE LA POESÍA, DISCUSIÓN DEL MUNDO
La aparición de su libro Cantos iberos (1955) y su traslado de residencia a Madrid (1956) hacen de Celaya un poeta reconocido, no sólo entre los escritores de la oposición política, sino entre los mismos escritores del régimen. De hecho, Celaya escribe, contesta y polemiza en revistas oficiales, como La Estafeta Literaria, y participa del mismo modo en la Antología consultada de la joven poesía española (1952), siendo uno de los nueve elegidos, en el Congreso de la Poesía de Salamanca (1953), y en las Conversaciones Poéticas de Formentor (1959). Su presencia en la vida cultural aumenta, pues, junto con la publicación constante de su poesía, desde todas las instancias se le considera el principal impulsor de la llamada poesía social, término que a él siempre le pareció insuficiente, pero que lo asumió como, decía, los cubistas tuvieron que asumir un término que era un inconveniente despectivo. En su ensayo Inquisición de la poesía Celaya asume el término, saluda a Otero y a Nora como "compañeros" en ese camino, pero aclara que él nunca se consideró parte de un grupo formal, ni hablaba en nombre de nadie. Pero sí habló de poesía, y para y sobre la poesía. Sus libros sobre Bécquer, sobre Juan de la Cruz, sobre todos y cada unos de los poetas citados anteriormente, sobre los jóve-
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Félix Maraña
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nes poetas, y sobre la poética, porque la reflexión teórica de Celaya sobre el hecho poético no tiene parangón en la poesía del siglo XX. Tanto en Exploración de la poesía como en Inquisición de la poesía, sus dos ensayos mayores, Celaya hace una aportación crítica y reflexiva de primer orden, porque nadie como él discutió su propia poesía, ni siquiera los que solo le acusaban de su prosaísmo. Él no pretendió defenderse, pero sí invocó a Antonio Machado como referente de esa forma de hacer poesía mirando al suelo, manchando de barro los zapatos, para saber distinguir, pero sin desconocer la tradición. José Hierro escribió (1990) que Celaya "era quien mejor representaba la poesía realista y crítica", pero Celaya veía que el cliché de poeta social, como el cliché sobre su prosaísmo, le iba a perseguir de por vida, y era consciente de que, al lado de la conciencia social, se iban a disipar, como dirá en Refl exiones sobre mi poesía (1987), su etapa surrealista, y su nunca considerada, pero extensa, intensa y determinante, conciencia órfica, una conciencia mágica, que nace en 1935 y remata en 1990, con su libro Orígenes. En Penúltimos poemas, yen sus Poemas órficos (1981), Celaya invoca de nuevo esa dimensión de su poesía, sobre la que no se ha reparado, y cuya muestra se resume en la antología Gaviota (1987). Esa conciencia cósmica, mágica, universal, corona para Celaya todas las conciencias, aunque él nunca se desdijo de la conciencia social y crítica que está presente en su poesía más popular, cantada por una extensa nómina de músicos, el más conocido Paco Ibáñez. POESÍA CONTRA LA SINRAZÓN DEL MUNDO
Quizá nada pueda hoy cantar y proclamar la conciencia y creencia poética
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que Gabriel Celaya, que estas palabras que él escribió en 1960:
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GABRIEL CELAYA RnúLtimfM poenuu
La poesía es ciertamente maravillosa, bella y monstruosa a un tiempo, pero no es fundamentalmente más maravillosa ni más enigmática que otras actividades creadoras. No pretendo negar con esto lo que más o menos vagamente llamamos inspiración. Pero sí quiero recordar que la inspiración no es un privilegio de los poetas [...]. Creo que un poeta, cualquier poeta, todo poeta, si es honesto, en lugar de apelar al mito de la "metapoesía", puede y debe hablarnos de su obra como un quehacer, entre otros que, aquí y ahora, con un objeto determinado, y partiendo de unas circunstancias dadas, trata de llevar adelante. En lugar de recrearnos en el misterio, tratemos de domarlo como se han domado otras fuerzas irracionales. Y para ello, demos lo que Ortega hubiera llamado nuestra "razón narrativa". Contemos por qué hacemos lo que hacemos, qué aprendimos, qué entendemos. Al hacerlo, nos sentiremos inmersos en una corriente. Y esa corriente que así iluminaremos un momento con nuestro pasajero paso será la de la poesía, siempre un poco más definible de lo que se dice, aunque siempre dialécticamente creciente y transmutable.
Excelente medicación para estos tiempos de turbulencia y negación del pensamiento. Eso dijo Celaya, que no tuvo inconveniente en maldecir la poesía si esta se entendía como un lujo cultural de los neutrales. Aunque ese es otro cantar.
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SEIXBARRAL
El poeta Ángel González, Premio Príncipe de Asturias, en su intervención en la jornada inaugural del curso de verano dedicado a Celaya. (Foto: Postigo).
Gabriel Celaya, poesía, testimonio y conducta(*) ÁNGEL GONZÁLEZ
Quiero agradecer, en primer lugar, a la Universidad del País Vasco, el haber dedicado este curso al poeta Gabriel Celaya. Es una tarea más de las múltiples que habrán de hacerse en el futuro, como es la edición de las obras completas, de un poeta, sin duda, importante. Y pienso que Gabriel Celaya no es solo un poeta y un escritor importante, sino imprescindible. No quiero decir únicamente que (*) Las palabras que siguen reproducen la intervención oral de Ángel González en la sesión inaugural del Cursó de Verano de la Universidad del País Vasco, el16 de julio de 1990.
Gabriel Celaya haya sido en su tiempo lo que suele llamarse un poeta influyente, que para bien o para mal, o para mal y para bien, lo fue; sino que Gabriel Celaya fue un autor que tuvo el raro privilegio de hacer época. He dicho que Gabriel Celaya fue un autor influyente para mal y para bien, y quizá deba explicarlo. Porque la originalidad y la oportunidad de algunos de sus planteamientos fueron causa de que muchos poetas, o aspirantes a tales, sin su genio, trataran sin más de apropiar o de repetir sus
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Gabriel Celaya, poesía, testimonio y conducta
hallazgos; y ya se sabe que nunca segundas partes fueron buenas. Pero eso no debe enturbiar un hecho, a mi modo de ver, innegable: Gabriel Celaya es el poeta de su generación y de su tiempo, en España, que más caminos abrió con su escritura diferente, a los poetas entonces más jóvenes, que supieron leerla y que la aceptaron corno un punto de partida; corno un proceso abierto y continuable, corno un ejemplo a seguir, y no, simplemente, corno un modelo a copiar. La Generación del 50, de la que tanto se habla este año con un motivo luctuoso y triste, con motivo de la desaparición de dos de sus más relevantes integrantes; una gran zona, al menos de esa generación, la zona en la que yo me siento más integrado, tiene una deuda impagable con la poesía de Gabriel Celaya; o más específicamente, con la poesía de Juan de Leceta. Esa generación que va a reivindicar la cotidianidad corno asunto del poema, la ciudad corno escenario, el habla coloquial urbana, la lengua compartida corno materia básica de su lenguaje poético; que va a intentar la fusión de lo privado y de lo público, de buscar la intromisión en lo lírico de lo considerado, habitualmente, corno prosaico ... , esa generación debe mucho a los avisos de Juan de Leceta, a libros corno Tranquilamente hablando, publicado en un año tan llamativamente temprano corno 1947. Ese libro, revolucionario tanto por su extensión corno por su contenido, supuso la ruptura radical, la quiebra definitiva de toda una manera de entender y de escribir la poesía, en una España, menos que mediocre, de la inmediata posguerra. De esa ruptura surge lo que sería, en mi opinión, una gran parte de la mejor y más viva poesía de la generación a la que pertenezco. Es justo reconocer que sin el ejemplo de Gabriel Celaya todo
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hubiese sido mucho más difícil para los poetas de los años 50. Hay otro aspecto muy importante en la obra y en la personalidad de Gabriel Celaya que, generalmente, se olvida o se omite. Cuando a mediados de los años 40 Celaya Leceta aparece como u na voz nueva en la poesía de la posguerra, esa voz nueva, repito, nueva, no era más que la expresión diferente de un poeta anterior; de un poeta que había asimilado, y en muchos aspectos, superado, todo lo que había sido la poesía española de los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil. Quiero decir que, detrás del Celaya de la posguerra, está el Rafael Múgica anterior a la Guerra Civil. El hombre joven que había convivido, en la Residencia de Estudiantes, con Larca, Dalí, Buñuel; que había conocido de primera mano la riquísima tradición cultural que, a nosotros, los llegados a la edad de la razón después de 1936, nos habían arrebatado. Que corno poeta había asimilado, en su escritura, el ejemplo purificador de Juan Ramón Jiménez, los experimentos vanguardistas; y que había encontrado en la corriente surrealista un tono y una visión del mundo, muy personal, donde se advierte el germen de su compleja cosmovisión posterior. Por esta vía nos llega, también a nosotros, el enlace con la tradición, importantísima, que nos había sido arrebatada. Rafael Múgica había conocido y experimentado lo que nosotros tuvimos que descubrir y reinventar con retraso; y, a diferencia de todos los demás que también conocieron aquello, no nos lo ocultaba, sino que nos lo mostraba desde la rebeldía, otra lección suya inolvidable. Insólita e importantísima es también, en ese mismo sentido, su coherente labor desde los Cuadernos de Poesía Norte, para dar a conocer, en el período más oscurantista, irreflexivo, de la moderna
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Ángel González
Gabriel Celaya - Rafael Múgica.
historia de España, la obra de poetas europeos como Rilke, Paul Eluard y Rimbaud, a muchos de los cuales tradujo en excelentes versiones. Esas son, en resumen, algunas de las razones que me movieron a decir que Gabriel Celaya es un poeta imprescindible, al margen de la importancia que su obra tiene en sí misma, sin ponerla en relación con el contexto en el que se produce, en el que se desarrolla. De esa obra vasta y rica que se derrama por todos los géneros, las tendencias y las vertientes de la Literatura, nos va a hablar, estos días, un grupo de especialistas, críticos literarios, de lectores de excepción y de poetas
de todas las generaciones o promociones que hoy conviven en España. Un grupo de personas especialmente autorizadas para hablar de Gabriel Celaya, convocadas por una universidad pública y una universidad joven, como es la Universidad del País Vasco. Yo sé que lo que vamos a escuchar de ellos va a ser muy importante para entender mejor el significado del hombre y su escritura. Pero sé también que la tarea de explicar y de interrogar una obra tan extensa y cambiante como la de Gabriel Celaya es inacabable, porque la poesía suya, en prosa y en verso, no es fácilmente reducible a esquemas. Dinámica, cambiante, movién-
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Gabriel Celaya, poesía, testimonio y conducta
dose siempre dialécticamente entre contrarios, nadie será nunca capaz de inmovilizarla, de dibujar su perfil definitivo, porque la palabra lírica y épica de Gabriel Celaya es energía y la energía no tiene perfiles. ¿Cómo poner puertas al campo magnético en el que vemos actuar a las fuerzas primeras que crean y destruyen incesantemente el mtmdo? .. Lo más que puede hacerse con esa poesía es la tarea que él mismo propuso, en general, para toda la poesía: una tarea de exploración y de inquisición. Y la exploración de una obra tan vasta siempre nos conducirá a la intuición de territorios solo entrevistos, siempre nos remitirá a un más allá no explorado. Así como la inquisición, por muchas respuestas que obtengamos de ella, siempre dará lugar a nuevas preguntas, al planteamiento de nuevos enigmas. Por eso mismo, es de esperar que esta reunión sea prólogo de otras y que ponga las bases para conocer mejor una obra tan inmensa a la que se accede mal. Una obra que, a pesar de las múltiples antologías y las reediciones parciales o pretendida-
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mente completas, está todavía mal expuesta. Es preciso reconocer que falta una edición rigurosa y crítica de la obra de Celaya, dispersa en parte no desdeñable en revistas y publicaciones hoy inencontrables. Yo creo que esa es la tarea que nos debemos plantear todos, una tarea que debe tener en mente la Universidad del País Vasco, que es el organismo que con más autoridad y medios puede abordarla. Si la obra de Gabriel Celaya es, en último extremo, irreductible a otra cosa que no sea ella misma, es, pues, urgente encontrarse ya con la obra completa, verdaderamente completa, de este gran escritor y gran poeta, que es Gabriel Celaya. y ya con esto termino y dejo el turno a quienes pueden aportarnos tantas cosas acerca de la poesía, del teatro, de la novela, de la crítica de nuestro poeta. Tomado de Encuentro con Gabriel
Celaya. Noción y memoria del poeta (19111991). Edición al cuidado de Félix Maraña por la Universidad del País Vasco, en los Cursos de Verano.
Gabriel Celaya y José Hierro.
Celaya: De claro en claro ANTONIO HERNÁNDEZ
Cuando en 1986 se le otorgó a Gabriel Celaya el Premio Nacional de las Letras Españolas, no solamente se hizo justicia con el polígrafo vasco, en general conocido solo como poeta, sino igualmente con la naturaleza de un galardón que había sido ideado para premiar a un escritor de altos y variados vuelos. Sin el relieve de un Jorge Guillén, un Torrente o un Buera Vallejo, Celaya había tocado todas las teclas literarias posibles, o por decirlo con una terminología flamenca, de cante jondo, todos los palos. Tan largo como su nombre de pila -Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta-, la poesía, el ensayo, la novela, el teatro y la traducción fueron géneros en los que se movió sabia e incansablemente con los seudónimos de Rafael Múgica, Juan de Leceta y el más habitual Gabriel Celaya. Otra faceta suya, y de las más importantes, fue la de editor: Norte, entre cuyas pretensiones no se escondía la de hacer girar la veleta de la poesía hacia la latitud de su nombre, fue punto de acogida y de difusión en España de clásicos foráneos como Rilke, Blake, Rimbaud o Eluard, de españoles en la línea de salida como Cela, Labordeta, Ctémer y -a pesar de sus versos sobre la evasiva actitud líricosocial de los andaluces- Leopoldo de Luis y Ricardo Malina. Como tampoco le dio la espalda a los semiolvidados poetas del 27, puestos en cuarentena por la oficialidad, la poesía, arrebatos pueriles aparte, siguió señalando el Sur. Juan Ramón, con quien trabó amistad
en la Residencia de Estudiantes, Alberti, Cernuda o Aleixandre suponían una trinchera demasiado inexpugnable para saltársela sin salir malparado del empeño. Para ofensiva más desorganizada y sin futuro o para más inri contradictorio, su excepcional ensayo sobre Bécquer y otras loas entusiastas a escritores meridionales -Moreno Villa o Lorca- hicieron derivar en travesura la intentona de 'i nfluir en el viento y apagar la ira sureña, en principio molesta por unos calificativos que llegaban al insulto en sus arrebatados Rapsodia euskera. Tal vez, ante el espejo de sus cambios expresivos, Celaya creyó que en semejante capacidad tránsfuga podían mirarse creadores de culos menos inquietos que el suyo. Se equivocó ... Se equivocaba.
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LAZARO
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una metáfora de su empeño, no se resignó a la muerte del silencio y agitó el género con su Lázaro calla, en suma, unas Tentativas -así tituló uno de sus ensayosya de voz propia inconfundible y como de resurrección al tercer día cuando la asunción definitiva del compromiso hace de Celaya un todo que le devuelve su fuerza realista: Entreacto, De claro en claro, Lo demás es silencio o la Cantata en Aleixandre, todos publicados en la década de los cincuenta. EL PROBLEMA GENERACIONAL
LA POEsíA SOCIAL
Celaya está reconocido tras BIas de Otero como el representante más genuino de la llamada poesía social, un arma cargada de futuro para él, en cuya p anoplia se fijaron hasta no caber dentro de ella las del surrealismo, el romanticismo realquilado desde Nietzsche a Goethe, el coloquialismo, el simbolismo, el realismo mágico en renglones cortos y verticalmente alineados, el erotismo, el intimismo. .. y toda gama de movimiento a la última aún con el arroz bastante pegado: el futurismo, pongamos por caso. De dicha ensalada, y pese a la dispersión, un poeta, si no de primera línea, grande, un ensayista lúcido y al día de la poesía más acá y más allá de los Pirineos, y un novelista afanoso hasta el punto de que, como
Aunque Celay a encuentra pronto ese cobijo para muchos denominado generación, su instalación en la del 36 no deja de ser tan discutible como la de Luis Rosales o Miguel Hernández porque cualquiera de ellos puede situarse en la del 27 y, desde luego, como miembros naturales de ella, si nos atenemos a sus fe chas de nacimiento -1910 en los casos de Rosales y Hernández y 1911 en el de Celaya-, a vinculación amical con los Lorca, etcétera, a través de su convivencia el Residencia de Estudiantes o aledaños, en la edición del primer libro en vísperas de la guerra, y en lo que es rasgo comú n en todos ellos, el surrealismo en alguna zona de su s obras respectivas, excepción hecha de Guillén y Salinas, en los antípod as de ese movimiento de vangu ardia y, por tanto, m ás cercados por edad a la d el 14. Este desplazamiento de los dos últimos h aría correr hacia el siglo XX el arran qu e generacional, ya con punto de p artida en Gerardo Diego, nacido en 1896, con lo que se cumpliría otro de los requisitos propuestos por Petersen p ara formar parte de una generación: qu ince años de diferencia en tre las edades del m ayor y del más joven, justo los qu e sep aran al santanderino de Celaya. Pero el teórico alemán exigía
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Antonio Hernández
otras condiciones no compartidas entre Celaya y Rosales y otros poetas coetáneos como Panero, Vivanco, Garfias, Muñoz Rojas o Ridruejo: la identificación, grosso modo, ideológica. La guerra, "como un huracán", había puesto entre ellos demasiada distancia y, en todo caso, la característica principal resultaría todo lo contrario a la amistad, la visión parecida del mundo y el concepto de cultura, o sea, sus opuestos: la desunión, el exilio y otras imposiciones del terrible conflicto bélico. Vicente Aleixandre, tan en medio de la imposible conjunción, escribió como una sentencia lo que ya había firmado el tiempo, que "el sino histórico de esa generación [la supuesta del 36] como talla destruyó, la diseminó o pulverizó". Más que la Generación astillada, como la definió Laín, fue una generación rota e irreparable.
Dos
MUJERES FUNDAMENTALES
La larga estancia en la Residencia de Estudiantes, donde tiene como maestros e interlocutores a Juan Ramón, Unamuno u Ortega y como compañeros en privilegio a lo más prometedor de la intelectualidad española, se enriquece con las presencias ocasionales de Baruzi, Keyserlin, Marinetti, Calder, Aragón, Strawinsky, Le Corbusier, Julen Romain ... Lo cuenta en su Itinerario poético, editado por Cátedra. Y añade que " además de mi estancia en la Residencia de Estudiantes durante ocho años, tengo que agradecerle a mi padre el que costeara mis primeras vacaciones [veranos de 1928 y 1929] en Tours [Francia] . Mi patrona en Tours era una vieja solterona aristocrática -mademoiselle OIga Prot de Vieville- que m e
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Celaya: De claro en claro
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cogió un gran cariño porque mis rebeldías de adolescente le hacían mucha gracia. Me empapó de clásicos franceses, y sobre todo de Pascal (para que recobrara la fe, decía), y además, como ella, de joven, se había educado en Alemania, abrió para mí el mágico mundo de los románticos alemanes" . En Tours, aparte de sus librerías y la fascinación por los surrealistas, halló Celaya su madrina literaria y aprendió en ella que el mejor adorno de una mujer no es el silencio. La otra tal vez habría que escribirla siempre con mayúsculas. Quiero decir su nombre, Amparitxu, Norte del poeta a lo largo del resto de su vida empleada hasta entonces en unas Tentativas, síntesis de las etapas por las que había pasado el poeta en su formación, resueltas en poética de paso demorado y huellas no menos hondas. Con la aparición de Amparitxu se produjo la caída del caballo y del mundo elucubrante, contradictorio y ensombrecedor que sumió al poeta en una depresión prolongada, con su ayuda incondicional y jocunda entró "en la difícil y sabrosa realidad". El paso al realismo y el compromiso político estaba dado: [ ... ] y así me eché yo, efectivamente, siempre con Amparitxu a mi lado, cuando en 1956, ahorqué mis hábitos de ingeniero burgués, abandon é la fábrica de mi familia y me trasladé a Madrid, con el cielo arriba y la tierra abajo, como suele decirse. Eran los años en que la poesía social estaba en auge. Los años en que mis libros más considerados estuvieron. Los años de lucha y vida furiosa en que Amparitxu tanto me sostuvo. Y aunque fueron también los años de multas, cárcel,
persecuciones y dificultades económicas son los que siempre añoraré. Porque entonces parecía que uno servía para algo. VUELTA A EMPEZAR
Aunque Celaya asegura junto con otros autores que la poesía social entra en crisis en los primeros años sesenta, libros como Moralidades, de Jaime Gil, Bajo tolerancia, de J. A. Goytisolo, o Estar contigo, de Carlos Sahagún, apuntan a que la tendencia, si cede, no desaparece en nombres destacados por más que, en avalancha, el neoculturalismo lo releve como protagonista en el gusto de los setenta y ochenta. Consciente de la mengua no obstante, Celaya busca y rebusca hasta sus principios poéticos, el existencialismo, el surrealismo, y sus motivos de origen natal, el folklore y las costumbres vascas. haciéndole hueco en su afán renovador incluso a la poesía concreta, y en plena desorientación bucea en el jazz y en la problemática de las nuevas generaciones ... La conclusión es desalentadora: Cuando uno llega a mi edad resulta difícil superar ciertas desilusiones [ ... ]. Todos nuestros heroicos combates parecen entonces una burla [ ... ]. Por eso, en cabeza de mi último libro de poemas (La hija de Arbigorriya) he puesto esta cita de Dostoievsky: "Pensé. Ha llegado el momento de tirarles una botella a la cabeza. Cogí la botella, y .. . me serví una copa". Todo parece terminar así en una enorme carcajada. Y, sin embargo, ¿por qué se muere uno más tranquilo cuando ha hecho todo lo que estaba a su alcance ... ?
Celaya desgrana otras preguntas / respuestas, y llega a una sola con-
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Celaya: De claro en claro
clusión. Si le pidieran un resumen de su vida, no cabría otra contestación que la que llena de impotencia su carácter rebelde:
No cojas la cuchara con la mano izquierda. / No pongas los codos en la mesa. / Dobla bien la servilleta. / Eso, para empezar. / Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece . / ¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes? / Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero. / Eso, para seguir. / ¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos? / La cultura es un adorno y el negocio es el negocio. / Si sigues con esa chica, te cerraremos las puertas. / Eso, para vivir. / No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto. / No bebas. No fumes. No tosas. No respires. / ¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los no. / y descansar. Morir. Descansó un día soleado de 1991. La mañana siguiente, Julián Marcos me pidió que arrimara el hombro para portar el féretro hasta el coche mortuorio que lo llevaría al cementerio. Rechacé el honor por una cuestión . elemental de pudor deducida de ver por la calle Nieremberg a tanto camarada y amigos suyos de siempre con mucho más mérito resistente. Se dieron vivas y se cantó con acento elegíaco La internacional, la que después se repetiría en el cementerio. Otro poeta entraba en la gloria provisional a que pone coto inevitable el
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tiempo. Ligero de equipaje, y tanto que durante su enfermedad Amparitxu tuvo que vender la biblioteca de ambos para pagar el hospital donde fue atendido. Todos sus camaradas y compañeros de viaje lo lloramos en su último viaje. España es así -también su izquierda-, generosa en la muerte, aunque no siempre, cicatera en la vida. Yo, también. Después le garabateamos homenajes, le hacernos versos cuando ya no puede leerlos. Ni siquiera Amparitxu, quien, poco antes de ir a su encuentro en las más apretadas tinieblas, lloró, hasta secarse, la desilusión de comprobar cómo en una selección de escritores de la segunda mitad del siglo XX, realizada para una importante editorial con periódico por camaradas suyos, no figuraba el nombre de Gabriel Celaya. No importa, porque lo seguiremos leyendo, porque lo seguiremos cantando con Paco Ibáñez en alto o por lo bajini: Estamos dando saltos / inmortales, grotescos. / Nos han domesticado. / Soy sólo un garabato. / Mi sombra me hace muecas. / Soy como tú, macabro. / Yo lloré. Tú has llorado. / Somos perros molidos / que aún menean el rabo. / Amigo. ¡buenos días, / buenas tardes, buenas noches, / buenas melancolías! Celaya además era generoso y quería lo mejor incluso para sus compañeros. Edgar Poe decía que el más legítimo de todos los tonos poéticos es la melancolía.
Memoria de Gabriel Celaya Encuentro primero y otros encuentros
ARMANDO LÓPEZ SALINAS
Yo quiero acercarme hoy aquí, desde mis palabras, desde mi amistad, desde mis recuerdos, al escritor Celaya, pero también al ciudadano Celaya, al hombre público que fue en nuestro país. Y quiero acercarme desde la utopía, desde una poética de la utopía si prefieren, al hombre entero que tanto por su alta estatura poética como por su valor moral y cívico mostrado, entró ya hace muchos años en la historia de la literatura, en la historia de la resistencia al fascismo y la lucha por la libertad. Conocí a Gabriel hombre casi antes de conocer sus trabajos literarios. Casi antes, digo, dado que alguna vez se habían cruzado mis afanes de libertad y mis veleidades literarias con algunos de sus poemas. Eran los tiempos de las conversaciones de cine de Salamanca, de Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem, del entierro de Ortega y Gasset, de Pido la paz y la palabra, de BIas de Otero, del premio Nobel para Juan Ramón Jiménez, de El ¡arama, de Ferlosio y del primer levantamiento estudiantil en la Universidad de Madrid. Yo sentía que algunos poemas publicados en Tranquilamente hablando o en Las cartas boca arriba, que lo dicho en la antología de Ribes, eran también algo mío y que lo mío, de alguna manera, de algún modo traspasado a sus decires, era también propiedad de Gabriel. Así pues, se habían producido encuentros
fortuitos, clandestinos en cierto modo, entre su obra y mi vida. Así pues, nos habíamos cambiado mensajes y esperanzas antes de conocernos, antes de nuestra amistad. Nos conocimos, ya personalmente, a finales de los años cincuenta en su madrileña casa de Nieremberg, 21, del barrio de la Prosperidad. Una barriada popular, de pequeñas y medianas empresas -ya había trabajado en una de ellas-, y bastantes imprentas, circunstancias municipales que no cuadraban mal a su condición de ingeniero y de poeta. Sabía poco más de Gabriel que lo dicho hasta ahora . Que, poeta del amor, este, a través de Amparo, no le abandonaría nunca. Y que sus palabras, palabras en el tiempo, entonces a la manera machadiana, eran como su Pirineo, un monte encendido en las batallas culturales y políticas en curso. Sabía, además, que desde su vida y desde su obra había llegado a las filas del Partido Comunista de España. La cita era a primeras horas de la tarde y allí fui con Antonio Ferres, compañero de trabajo en Obras Públicas, perito industrial y también escritor. Ambos, Ferres y yo, colaborábamos como corresponsales en Madrid de Radio España Independiente, emisora del PCE. Dimos vueltas y más vueltas, tomando
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Memoria de Gabriel Celaya
Félix Maraña y Armando López Salinas.
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GABRIEL CELAYA POESÍA SeLección de ÁngeL GonzáLez
Circulo ' e ~~g~~so'eccion.net
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Armando López Salinas
diversas precauciones por si la casa de Celaya estaba vigilada o nosotros éramos seguidos por la Policía. Abrió la puerta Amparo, quien, sonriendo al decirle nuestros nombres, nos llevó al interior de la casa. Allí en una habitación no demasiado grande, pues pequeña era y es la casa de Nieremberg, junto a la puerta que daba acceso a un balcón-terraza, estaban Gabriel y otra persona que hoy no puedo situar con total precisión, aunque ciertamente no podía ser otro que José Ortega, el gran pintor manchego de Arroba de los Montes, fundador de Estampa Popular y miembro del Comité Central del PCE, cosa que supe tiempo después, o Ricardo Muñoz Su ay, productor cinematográfico, antiguo militante de la FUE y de la JSU y en aquel momento responsable de la escasa, pero ya influyente, organización de intelectuales comunistas de Madrid. Sigo viendo a Celaya, a pesar del tiempo transcurrido, como entonces le vi. Encendidos, brillantes los ojos en una profundidad azul que se antojaba ancha y lejana. Me pareció hombre que no se negaba a ningún trabajo, aunque, como más tarde descubriera, todos o casi todos los discutía. Persona que no se negaba a ninguna alegría, tampoco a tristezas, a arrebatos de cólera que pronto pasaban. Sigo viéndole con Amparo, apoyándose en ella, junto a Amparo siempre, lleno de amor, lleno de risas. Esa risa, esas risas de las que ha hablado Vicente Aleixandre en Los encuentros al hablar de Gabriel Celaya. Creo recordar que, en aquella primera reunión, como luego en otras, se habló de todo, de los trabajos de Ferres y míos en Obras Públicas, de literatura, de pintura -casi oculta primera vocación de Gabriel-, de cine, de lo que hacíamos o pensábamos hacer cada uno
de nosotros. Y, cómo no, de la situación de la organización partidaria en medios profesionales y artísticos . El Celaya ingeniero, aunque ciertamente no le gustara el ejercicio de su profesión, hacía gala de sus conocimientos: hablaba de la temperatura en que carbono y hierro se transmutan en acero, de los límites de elasticidad y de la fatiga de los materiales. Yo pienso, dicho sea de paso, que en la obra literaria de Gabriel se denotan a veces, y bastante, sus conocimientos matemáticos y su amor por los útiles de trabajo. Su preocupación central, entonces, trataba de la situación política española y de las perspectivas que se habían abierto tras los sucesos del 56 en la Universidad de Madrid y la incorporación al PCE de nuevos militantes procedentes de diversos campos culturales a los que era preciso organizar. De algún modo, el "¿ Qué hacer?" leninista. No se piense, pues, en un Celaya, digamos, comunista por lo libre, entonces menos hombre político que hombre de letras. No caía, por más que preguntara por el estado de organizaciones partidarias fabriles o de barriada, en simplismos obreristas, que pudieran amparar expiaciones de supuestos pecados originales de la clase social de procedencia. Pero quizá conviene decir algunas palabras sobre el Celaya anterior a esta primera imagen. Nacido en Hernani, burgués por familia, estudiante en colegios religiosos, parece destinado a regentar y heredar la empresa familiar Herederos de Ramón Múgica. Empieza a escribir a los doce años, según confesión propia. En 1927 termina los estudios de bachiller y quiere ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero la presión familiar se lo impide, tiene que ser ingeniero industrial.
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Bias de Otero y Gabriel Celaya. Sรกbado 2 de Abril, 18:30h La Tertulia
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Armando López Salinas
Ha olvidado, para entonces, su lengua euskera, la que hablaba de niño. Y aunque Celaya, en algunos de sus libros, cante tradiciones vascas, raíces primitivas de su tierra, tiene que hacerlo, cosa que aumenta, en otra lengua que no es la suya de origen. A mí me parece, quizá también por el ritmo del verso, por lo coral de los mismos, que, paradójicamente, a través del castellano, lengua que domina, habla Gabriel en vasco sin saberlo. En Madrid se instala en la Residencia de Estudiantes, conoce a Unamuno, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Valle Inclán, Valery, Calder, Le Corbusier. Se relaciona con García Lorca, Moreno Villa y Salvador Dalí. De dichos tiempos, del colegio de San Sebastián, escribe: No cojas la cuchara con la mano izquierda. / No pongas los codos en la mesa. / Dobla bien la servilleta. / Eso, para empezar.
También, Estudiantes:
de
la
Residencia
de
Nadie me levantaba paredes ni oponía a cuanto yo pedía coerciones o engaños. / Nadie me restringía. Nadie me atropellaba. / Todo era un orden tranquilamente funcionando.
Pero, en España, las cosas no sucedían en ese orden tranquilo de la Residencia de Estudiantes. Caía la dictadura de Primo de Rivera. Marañón, Ortega y Ayala andaban dando vueltas a su manifiesto antimonárquico. En las calles se cuestionaba el viejo orden político social. Los campesinos sin tierra ocupaban los latifundios señoriales en Andalucía y Extremadura. Y, tras la sublevación de Jaca, el14 de abril del 31,
se alzó la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Eibar, también en Segovia, de las manos de D. Antonio Machado, y en la Puerta del Sol madrileña. Celaya ya es ingeniero industrial. Pero se ha empapado del sentir de los intelectuales republicanos, aunque no lo exprese literariamente hasta años después, ya en la posguerra española. Escribe versos que no publica y que a nadie lee. Apasionado por el teatro, amén de su participaeión en "La Barraca", como figurinista y escenógrafo, empieza a escribir una Historia general del teatro, desconocida hasta el día de hoy. "No comprendo cómo un buen poeta puede ser tan mal actor" parece ser que le dijo Lorca a Celaya al ver cómo este se desenvolvía en el escenario. Se encuentra con Pablo Neruda, del que reconoce su influencia, así como la de Jorge Guillén, Alberti y Aleixandre. En las tertulias madrileñas ya no se habla sólo de la II Exposición Internacional de Surrealismo, de sonetos y madrigales, sino también de los últimos acontecimientos políticos y sociales. En España se olfatea ya la Guerra Civil. Gabriel, para entonces, ha publicado Marea de silencio y obtenido el premio del Centenario de Gustavo Adolfo Bécquer con su libro La soledad cerrada. Ha decidido ya, tanto por su vocación como por la buena acogida de sus primeras entregas, dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo literario. Pero la Guerra Civil, el 18 de julio acaba con sus planes. Proyectos que no podría llevar a cabo hasta casi veinte años después. Durante la Guerra Civil, gudari y capitán de gudaris, poco duran sus cabalgatas por el monte Gorbea, sus revistas a las fortificaciones y baterías allí instaladas. Su compañía tiene que rendirse a las tropas franquistas. Tras la
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Memoria de Gabriel Celaya
caída de Bilbao va a dar con sus huesos en un campo de concentración. De él sale porque el padre de su novia, nombrado gobernador militar de Guipúzcoa, rompe el expediente político y militar del poeta. "Yeso fue un chantaje, porque me obligó a casarme con su hija. El miedo es ciego", ha dicho el propio Celaya, no sin razón al contar lo sucedido en aquel tiempo. Gabriel, desmovilizado por el Ejército franquista, al cual ha tenido que servir como sargento, vuelve a la fábrica, a su profesión de ingeniero. La suerte parece estar echada. El poeta, el hombre, parece lo que no es. Cabe imaginársele en aquel ambiente de San Sebastián de la posguerra y del comienzo de la II Guerra Mundial, disfrazado de buen burgués, de director gerente de una empresa relativamente importante. Bien visto por el estrato dominante al que socialmente pertenece. Pero la procesión va por dentro. Anda, roto su matrimonio, sumido en el desamor. Escribe, pero no publica. "Así andaba, asqueado, sin esperanza, odiando a la sociedad en que vivía. Así, de la fábrica al silencio, a la frustración. Así, hasta que me encontré con Amparo", contaba Gabriel. La derrota del fascismo en la II Guerra Mundial abre -la esperanza de millones de españoles en un cambio político en nuestro país. También Amparo y Gabriel se nutren de esa esperanza y fundan la editorial Norte en 1946. Son años difíciles y entusiasmantes los que corren para Gabriel. Oficia de crítico y articulista en revistas y periódi-
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cos, traduce a Rilke, Rimbaud y Paul Eluard. Publica hasta tres libros en un solo año. Han tenido, Amparo y él, en San Sebastián, su primer encuentro con Federico Sánchez -"el pájaro" o "el pajarito" entonces, Jorge Semprún hoy. Enlaza, de algún modo, en otra situación y en distinta habla, con lo cantado por los poetas sin nombres y apellidos de la Edad Media, con los clásicos castellanos, que tiene bien leídos y estudiados. Aunque quizá prefiera a Vicente Aleixandre, lleva a Antonio Machado en el corazón. Camina las rutas poéticas de un Neruda, de un Rafael Alberti y puede que de un Maiakovski. Como estos tres últimos, hace, en ocasiones, del proletariado, de la lucha de clases, alta materia poética. Una materia que Celaya elabora en lenguaje urbano, coloquial, a veces fabril, insolente y subversivo respecto al sistema cultural, social y político vigente en la época. Yo ya sé que hablar de la cultura de la resistencia es limitar, en el caso de Gabriel, una obra literaria que, sin duda, no puede circunscribirse, digamos, a lo social. "Porque Gabriel Celaya es incontable más que por inenarrable, por extenso o innúmero; demasiados Celayas para contarlos uno auno", ha dicho con acierto Ángel González, pero yo, que concuerdo con lo dicho por Ángel, quiero decir, recordando la primera entrevista y otras muchas que le sucedieron, que siempre vi al poeta y al hombre, fuera lo que hiciere, metido hasta el cuello en la historia, en una búsqueda permanente de la libertad.
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Celaya, Amparo y Alberti.
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Gabriel Celaya y Miguel Hernández
FRANCISCO ESTEVE RAMíREZ
Presidente de la Asociación de Amigos de Miguel Hernández
El centenario del nacimiento de Rafael Gabriel Múgica Celaya (18 de marzo de 1911) nos sirve de motivación para establecer ciertos paralelismos con el poeta Miguel Hernández, cuyo centenario se celebró el pasado año, ya que ambos forman parte de la denominada "Generación del 36", así como son los escritores más representativos de la "poesía social española". A la pregunta : "¿A qué generación pertenece Gabriel Celaya?, responde Leopoldo de Luis (1975, 222): "Cronológicamente a la del 36. Lo abona su fecha de nacimiento -1911- inserta en el lustro de 1907 a 1912 que ve nacer a Carmen Conde, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Miguel Hernández, Luis Rosales, Ildefonso-Manuel Gil, por no citar sino algunos de los muy cualificados en la generación". Coincide también en esta apreciación generacional Ricardo Gullón, quien amplia la nómina a los poetas Juan Panero, Germán Bleiberg, José Antonio Muñoz Rojas, José María Luelmo, Pedro Pérez Clotet, Rafael Duyos, Arturo Serrano Plaja y José Herrera Petere. Sin embargo, Leopoldo de Luis considera que, si tenemos en cuenta no solo la fecha de nacimiento sino, sobre todo, la etapa más productiva de su obra poética, habría que incluirlo en la "Generación del 45", denominada también como la "Generación de posguerra", ya que en esta
etapa fue cuando publicó Celaya sus grandes obras como Cantos iberos, Cantata en Aleixandre, Lo demás es silencio, Las cartas boca arriba, Las cosas como son, etc. "Podríamos decir -señala Leopoldo de Luis- que [Celaya] es uno de los miembros de la generación escindida del 36, de aquellos que, tras la Guerra Civil, se incorporan a la generación de posguerra ya con un bagaje temático e ideológico muy distinto al que sostenían por las inmediaciones del centenario de Garcilaso de la Vega. El caso típico de ese glUpO hubiera sido Miguel Hernández, de no morir en 1942". Por su parte, Gabriel Celaya (1985, 97) comenta al respecto: Miguel Hernández es un poeta-puente entre los poetas españoles de 1925 -Lorca, Alberti, Aleixandre, etc- y los poetas españoles de la posguerra. El poeta-puente entre lo que Castellet llamó el "simbolismo" y el "realismo". Y al decir "puente" no quisiera que se tomara esto por menoscabo, sino al revés. Porque Miguel Hernández con una sensibilidad despierta y una rapidez de apropiación ante la que resulta indispensable el calificativo de genial, no solo hizo suya, carne suya, la aportación de los poetas del 25, como antes, autodidácticamente, se había "comido" materialmente a los clásicos, sino que, sobre esa base, abrió nuevos ca minos y, a pesar de su prematura m uerte, dio
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Francisco Esteve RamÍrez
con soluciones aún vigentes y casi insuperadas, dicho sea con perdón de sus compañeros de promoción, y con mi vergüenza, ya que a esa promoción pertenezco yo.
Lo cierto es que, incluyamos a Gabriel Celaya en la "Generación del 36" o en la "Generación de posguerra", su producción poética comparte planteamientos y contenidos similares con gran parte de los componentes de ambas promociones literarias, aunque puede destacarse una mayor coincidencia con las formas y contenidos poéticos de Miguel Hemández. LA POEsíA AL SERVICIO DEL PUEBLO
De forma especial hay que subrayar la dedicación de ambos escritores a los temas de carácter social y de compromiso ya que, tanto para el "pastor poeta" como para el "ingeniero poeta", la poesía es un instrumento para la defensa de las causas justas dando sonido a los que no tienen voz. Por ello, "nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno", según canta Celaya en su poema "La poesía es un arma cargada de futuro", o como confiesa Miguel Hemández "la poesía es en mí una necesidad [... ]. En la guerra, la esgrimo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada:. Vivo para exaltar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a morir". Asimismo, ambos poetas son conscientes de que su mensaje surge del venero del pueblo ya que se sienten parte del mismo barro que conforma el humus del género humano: Me llamo barro aunque Miguel me llame. / n arro es mi profesión y mi destino / que mancha con su lengua cuanto lame.
escribirá Miguel Hernández en una humilde profesión de fe en su tarea como
"un triste instrumento del camino", mientras que, por su parte, el poeta vasco se identifica en "la arcilla que palpo y beso": Ib e ria , ba rro de Es paña, / cora zón mu er to d el agua, ' / sedimento d e ama rgura . / roja arcilla con que el ansia / concreta s u forma infus a .
El pueblo trabajador será el que moldee con su esfuerzo el barro inerte dándole forma y vida. "La verdadera fuerza transformadora pasa del poeta al pueblo, recayendo en sus manos el auténtico poder creador. El hombre-pueblo se convierte en protagonista de una poesía transformada en doctrina, dando desarrollo a una expresión y a unos expresados propios y específicos de la poesía social", señala José Ángel Ascunce (1997,165). En este sentido, el pueblo trabajador se convierte en otro de los referentes comunes entre Celaya y Hemández. En la obra poética de ambos escritores se observa un protagonismo de ese pueblo que ejerce tanto un papel de protagonista de muchos de sus poemas como un papel de destinatario de esos poemas. Así, Miguel Hemández se reconoce como "viento del pueblo", tal como expone en su dedicatoria a Vicente Aleixandre: Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más h ermosas. [... ] El pueblo espera a los poetas con la oreja y el ama tendid as al pie de cada siglo.
Por su parte, Gabriel Celaya se identifica con la masa del pueblo que forma la unidad de la esperanza, como manifiesta en su poema " 'T'1.0 d os a una ": Somos millones. Formamos / la unidad de la esperanza. / Lo sabemos. Y el saberlo nos hace fuertes; nos sal va / .. .. /
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¿Quién si atreve a condenarnos? / Somos millones, millones. / Somos la luz que se extiende. / Miradnos! Somos el hombre.
Pero si algo identifica claramente a estos dos escritores es, sobre todo, su decidida apuesta por el logro de la libertad del ser humano. La convulsión de la Guerra Civil genera en ambos poetas un ansia por alcanzar la libertad y la paz. Celaya promulga en su poema "Manos a la obra": ¡La libertad, la libertad! - se canta / como una transparencia que ha despejado un ala. / Mas la justicia y la paz / tenemos que edificarlas con nuestro esfuerzo a compás. / ... / La libertad se conquista. / Tenemos que conquistarla remordiendo nuestra vida.
y en su poema "La necesidad, la sencillez, la alegría", hace un elogioso canto a la libertad: He aprendido a cantar / lo mucho que en lo poco que soy se exalta a gloria, / clama realidad, / golpe a golpe en mi pecho va ganando libertad. / La libertad forzosa, / la libertad del hombre que no cabe en sí mismo: / el heroico crecerse en el destino. / ... / Soy, por hombre, libertad.
La libertad es para Miguel Hernández la justificación de toda su lucha y toda su vida, como expresa en su testimonio programático recogido en el poema "El herido": Para la libertad sangro, lucho, perv ivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos. / ... / Para la libertad me d esprendo a balazos / d e los que han revolcado su estatua por el lodo. / y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, / de mi casa, de todo.
Asimismo, Miguel Hernández reivindica como seña de identidad la libertad, como queda esculpido en su tumba con el verso que cierra su poema "Antes del odio" y que puede ser la síntesis de toda su vida: "Libre soy. Siénteme libre. / Sólo por amor". CELAYA, "COMPAÑERO DEL ALMA"
Tras la muerte de Miguel Hernández el 28 de marzo de 1942 en el Reformatorio de Adultos de Alicante, Gabriel Celaya se convirtió en el compañero de Miguel con quien departir versos, palabras y deseos: "Barajo y más barajo sus versos abrasados / mas su verdad radiante despierta aún más mi sed/ de tenerle aquí al lado, para jugar, y ser ", cantaría al poeta oriolano en su poema "Ven, Miguel". Algunos testimonios pueden corroborar esta afirmación. En el año 1952 Gabriel Celaya participó activamente en la recaudación de apoyos económicos para la adquisición, por parte de la viuda de Miguel Hernández, del derecho de perpetuidad del nicho funerario del poeta oriolano. Ante la inminencia de que el 28 de marzo de 1952, al cumplirse diez años de alquiler del nicho, se trasladaran los restos de Miguel Hernández a una fosa común, Josefina Mamesa recabó el apoyo de los escritores alicantinos Vicente Ramos y Manuel Molina, editores de la colección Ifach, para poder sufragar las 2.042 pesetas que suponía la adquisición de la propiedad del nicho. Estos escritores transmitieron esta situación a treinta y cinco personas del mundo de la cultura para que remitieran a la viuda del poeta sus ayudas económicas. El poeta que respondió con mayor generosidad y tomó la causa como propia fue Gabriel Celaya, quien, en enero de 1952, respondió a los editores de Ifach -en cuya colección poé-
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tica publicó en 1950 su obra Derivacomunicándoles su participación: "Queridos amigos: Recibí vuestra carta y podéis contar desde luego con mi ayuda [... ]. He intentado valerme de la prensa, pero se retrasan y temo que, por "motivos políticos", acaben por negarse a hacer lo que he pedido". Asimismo, publicó en un diario de San Sebastián, en enero de 1952, el artículo "Memoria de Miguel Hernández", en el que solicita la colaboración de los poetas y amigos de la poesía de Guipúzcoa pidiendo su ayuda para [... ] evitar que los restos mortales de Miguel Hernández vayan a parar a la fosa común. Pues a ella irán a parar dentro de pocas semanas si sus amigos y admiradores no aportamos las tristes pesetas necesarias para reservarle el nicho que aún ocupa [... ]. y cuantos alguna vez hayan vivido con Miguel, en Miguel, por obra y gracia de sus versos, sentirán, como yo siento, que sus restos deben conservarse. Así lo espero, al menos.
La publicación de este artículo -en plena etapa franquista-le trajo serios perjuicios a Celaya, tal como relata a Vicente Ramos en carta del 9 de febrero de 1952: Este asunto de Miguel Hernández me ha costado no pocos disgustos. Me han acusado de estar organizando un Socorro Rojo y no sé de cuántas tonterías. He reñido con todos los poetas, todos los directores de periódico y todos los intelectuales de San Sebastián. Pero no importa. De vez en cuando hay que sacudirse el polvo y la paja.
Diez años después, Gabriel Celaya recordaría con satisfacción su importante contribución en esta causa que libró a favor de los restos de Miguel Hemández, en un artículo publicado en 1962 en la revista Nuestras Ideas, de París:
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El resultado de esta suscripción popular me sorprendió, y no tanto por la cantidad que reunimos, p equeña, aunque suficiente para lo que se pretendía, sino porque esos pocos de miles de pesetas se consiguieron a base de aportaciones que a veces no pasaban de las cincuenta a las cien pesetas. No nos habíamos equivocado. El nombre de Miguel Hernández era popular a pesar del silencio en que el franquismo quería sumirlo. ¿POR QUÉ MIGUEL HERNÁNDEZ?
En la primavera de 1976, aprovechando los nuevos aires de libertad que aportaba la etapa de transición española, se celebraron en toda España diversos homenajes a Miguel Hemández con recitales en centros universitarios, conferencias, pinturas murales, exposiciones, etc. Sin embargo, en algunos lugares como Madrid y Orihuela, se prohibieron algunas de estas actividades e, incluso, hubo intervenciones policiales de cierta gravedad. Gabriel Celaya no quiso mantenerse callado ante esta situación y publicó en las páginas de Opinión del diario El País del 30 de mayo de 1976 el siguiente artículo titulado "¿Por qué Miguel Hernández?": Recientemente, nuestro democrático Gobierno prohibió, primero, y disolvió después violentamente los actos que se habían organizado en homenaje a Miguel Hernández. Y sé lo que las autoridades responderán al poeta José Agustín Goytisolo, uno de los muchos que ha sido estúpida y brutalmente apaleado y que ha presentado una querella judicial por el atropello: «Usted sabía que los actos estaban prohibidos». y si alguien preguntara por qué se prohibe celebrar a un poeta que nuestros mismos dirigentes de turno consideran una gloria nacional, se responde-
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ría: «Porque ustedes han politizado el homenaje». Pues hay quien cree o quiere creer que los poetas viven en el quinto cielo, y que precisamente porque son unos seres tan maravillosos no deben mezclarse en el tráfago y las luchas de este bajo mundo . Pero resulta que Miguel Hernández sí se mezcló. Y que precisamente porque se mezcló, hoy los jóvenes, y también los que no somos jóvenes, tomamos ejemplo de él y creemos que merece ser celebrado más que nadie. Y esto porque en él se da el valor en el doble sentido de la palabra: valor de poeta y valentía de luchador. Centremos la cuestión radical: ¿Cuáles son las relaciones entre la poesía y la política? A primera vista parece muy sencillo decir: la poesía no tiene por qué ser política. Pues no hay nada más cierto si entendemos que sus temas no tienen por qué circunscribirse a cuestiones de ese tipo. Pero eso -aun dando de lado que siempre ha habido una poesía estrictamente política, y no siempre menor- se vuelve más que dudoso si tomamos en cuenta que todos -y también los poetas- en la medida en que estamos sumergidos en nuestra circunstancia hacemos política. Abstenerse, como tantas veces se ha dicho, es también tomar partido: el de la clase en el poder. Piénsese, por otra parte, que muchas de las obras que hoy nos parecen puramente poéticas, porque el tiempo ha difuminado la violencia corrosiva de los hechos de la época en que se
la auténtica sólo será aquélla en que la toma de conciencia de la realidad sea correcta, Porque si no lo es, el error se traducirá, al margen de nuestras convicciones sólo mentales, en mala poesía. Veamos un ejemplo: El año 1937, Miguel Hernández publica en Valencia Viento del pu eblo . El año 1938, José María Pemán publica en Zaragoza Poema de la bestia y el ángel. Los dos son libros comprometidos. Es más, el de Pemán viene precedido de un largo prólogo en el que se condena la poesía pura, el individualismo del artista, etc., y es seguro que Miguel Hernández hubiera suscrito en principio esas palabras. ¿Por qué entonces los dos poetas llegan a resultados tan distintos? Porque Pemán, cuando quiere corregir la poesía que considera acabada, se pone a construir otra artificialmente, ideológicamente, alegóricamente, y por decirlo así, desde fuera. No se mete en la entraña del pueblo que quiere expresar; se limita a predicar moralmente las ideas que él cree -sinceramente, sin duda- salvadoras, pero que sólo son eso, ideología de clase. Escuchen en cambio a Miguel Hernández: <<Intuí, sentí venir contra mi vida, como un gran aire, la gran tragedia, la tremenda experiencia poética que se avecinaba en España, y me metí, pueblo adentro, más hondo de lo que estoy metido desde que me parieran, dispues to a defenderlo firmemente ». ¡Con qué pasión palpita la verdad en estas palabras! He aquí la lección: no se trata de que Miguel Hernández
produjeron, nacieron en el curso de un combate ideológico, y político-social en último extremo, y que quizá esas obras no hubieran encontrado la fuerza expresiva
fuera mejor poeta que José María Pemán sino que se hizo tal porque en poesía, como en todo, comprender lo que hay que hacer no sirve de nada si ideamos las soluciones en lugar de extraerlas de un v ivido
que las ha hecho perdurar si no hubieran nacido de una tensión realista .
contacto con lo real tal y como Miguel Hernández las extrajo d e su circunstancia.
Es claro que desde cualquier campo ideológico puede escribirse, y se ha escrito de hecho, poesía «comprometida». Pero
Entiendan, pues, nues tros gobernantes que si celebramos, y seguiremos celebrando, a Antonio Machado, a Federico
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García Lorca, a Miguel Hernández, a León Felipe, a Rafael Alberti o a BIas de Otero,
BIBLIOGRAFÍA
no es solo por lo que pudiéramos llamar su aséptico valor cultural, sino porque
ASCUNCE ARRIETA, José Ángel: "Interpretación de una temática poética", en Fuente, R. de la (ed.) La poesía de posguerra. Ediciones Júcar, Madrid, 1997. CELAYA. Gabriel: "La actualidad de Miguel Hernández", en revista Tu ria . Valencia, 10 abril 1985. LUIS, Leopoldo de: La poesía aprendida 1 , Ed. Bello Valencia, 1975. MANRIQUE DE LARA, J.G.: Poetas sociales espaiioles. EPESA, Madrid, 1974. RAMOS, Vicente y MOLINA, Manuel: Miguel Hernández en A licante. Ifach, Alicante, 1976.
fueron hombres íntegros, y solo por eso, porque fueron revolucionarios con conciencia de lo real, escribieron una gran poesía. ¿No decían los falangistas que los poetas mueven a los pueblos? Se ve que sí. Lo que pasa es que los mueven en una dirección exactamente contraria a la que ellos hubieran querido. Porque ¿dónde están los poetas de la Falange? Gabriel Celaya
VEN, MIGUEL
Han llamado a la puerta, y no, no era Miguel tampoco esta vez. ¿Por qué no viene, por qué es imposible que venga? Le estoy esperando siempre para habl~r como tan solo podría hablar con él. ¡Le necesito tanto! Porque él resolvería con un solo zarpazo lo que no logro entender. Han cambiado los tiempos, ¡vaya si lo sé!, y ahora está tan de moda jugar al ajedrez que añoro aquella furia solar y aquel tajante distinguir al ibero toro del manso buey. Barajo y más barajo sus versos abrasados mas su verdad radiante despierta aún más mi sed de tenerle aquí alIado, para jugar, y ser.
GABRIEL CELAYA
·Gabriel Celaya hoy
CARLOS ÁLVAREZ
Que ante la injusticia lo equilibrado es exaltarse lo afirmé en estas mismas páginas en el número 70 de mayo de 2001. Ahora que se ha puesto de moda la expresión cambiando la palabra exaltarse por indignarse, lo que está en el meollo de una gran parte de toda la literatura universal trascendente desde la Orestiada hasta el último panfleto inédito surgido de cualquier aficionado principiante, conviene recordar al evocar a Gabriel Celaya que su principal fuente de inspiración, si no desde el comienzo de su obra literaria sí al menos desde que recibió el primer aviso de Juan de Leceta, fue la indignación, de donde le vino el equilibrio. El equilibrio que convirtió a Goethe, con Nietzsche, en su escritor favorito. Podemos afirmar que Gabriel Celaya vivió desde entonces en un estado de equilibrada y continua indignación estimulada por la lucidez. De haber podido conocerla, no cabe la menor duda de que don Marcelino Menéndez Pelayo, el que definió a España como martillo de herejes y luz de Trento, lo habría incluido en su historia de los heterodoxos españoles. Silenciado y prohibido durante años, ahora que ha cumplido su primer siglo de supervivencia en el recuerdo de los amantes de la Poesía con mayúscula después de que hiciera ya años de que dejara de molestar escribiendo, e incluso de vivir, hasta se le ha podido hacer algún escaso homenaje a la santísima trinidad formada por quien fue uno en esencia, Rafael Gabriel Múgica Celaya y
Leceta, y trino en persona: Rafael Múgica, Juan de Leceta y Gabriel Celaya, el definitivo Mr. Hyde de esta historia desde la percepción de los biempensantes. Pero no voy a hacer una vez más un comentario sobre la obra de Gabriel, ya que en este número a él dedicado habrá suficiente material de estudio sobre ella, y ya en otro momento he expresado mi abierta preferencia por los libros que le hicieron ingresar en la denigrada categoría de los poetas sociales, y más exactamente por Cantos iberos, ahora que por fin se le reconoce como un creador de diferentes registros . Prefiero referirme a mi propio recuerdo de aquel entonces joven poeta para quien él, como su hermano BIas de Otero, era el referente en quien aprender literatura y dignidad. Su sonrisa era tan ancha que parecía salírsele del rostro y abarcar la cintura de la Humanidad entera. Sus ojos, casi siempre velados por la emoción de una lágrima que no se decidía a aflorar, contraponían la limpia tristeza de la lúcida indignación; una nariz sensual y ávida, y las orejas atentas al clamor del mundo, ampliaban el paisaje de su frente despejada. La síntesis parecía aproximarse a esa gigantesca cara de niño asombrado que, a diferencia de Peter Pan, creció demasiado pronto. Ese era el Gabriel que, cuando termi-
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Gabriel Celaya hoy
naba la tertulia de Ínsula, con Amparitxu, Zamorano, Pepe Esteban, Jaime Ballesteros, José Luis Gallego, algún otro y yo, integraba el grupo de amigos que recorríamos algunas de las tabernas cercanas escuchando "los aúreos consejos del vino, que el vino es a veces escala de ensueños". Hablábamos de literatura en segundo plano; el primero lo ocupaba la política, más o menos relacionable con el Criminalísimo y la manera de hacer algo contra él. Y como ya entonces la Puerta del Sol de Madrid estaba llena de indignados aunque no se vieran a simple vista, dialogábamos con ellos y con Chomsky cuando se acercaba por allí, lo que ocurría con frecuencia tal vez atraído por la presencia de Gabriel, con quien el semiólogo tenía o tiene tantos puntos de contacto. Ambos, por ejemplo, al leer la noticia de lo ocurrido en Libia el año 2011 y especialmente con Gadafi en octubre, tanto como al enterarse de que la reacción de Estados Unidos contra Palestina al ser integrada esta en la UNESCO había sido la que había sido, sin el menor disimulo, recor-
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daban con nostalgia y elogio aquellos benditos tiempos en que se practicaba la hipocresía, gran virtud conseguida por la lucha del movimiento obrero, ya que tan denostada palabra obligaba a los poderosos a disimular, y, por ello, a reducir en el tiempo y el espacio la magnitud de sus crímenes, ya que no es lo mismo, por ejemplo, tener que torturar en secreto en los calabozos de la Dirección General de Seguridad que poder crear y repetir un gran espectáculo con las hogueras de la Plaza Mayor quemando herejes, ni -como presidente imperial- tener que fingir que se quiere la creación del Estado Palestino mientras se trabaja en sentido contrario para que toda la tierra palestina sea un estado trasatlántico de Estados Unidos llamado Israel. Este es el gran Gabriel que yo recuerdo y al que evoco: el gran indignado que, además y aunque eso carezca de importancia, era un gran poeta, de los que más influencia han ejercido sobre todos los que piensan que la poesía es un arma cargada de Celaya. Madrid, noviembre de 2011
Gabriel Celaya en Cuba
MANUEL RODRíGUEZ RAMOS
El concierto que ofreció Paco Ibáñez en el abarrotado salón de actos de la Casa de la Cultura de Jatibonico no fue mi primer contacto con la poesía de Gabriel Celaya, pero sí el más intenso de todos. En una célebre antología compilada por Roberto Fernández Retamar (1) había leído tres poemas per cápita de algunos de los jóvenes poetas españoles de aquel entonces (primavera de 1970): José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Gil de Biedma, López Pacheco, José Hierro y Carlos Bousoño, entre otros, y sobre todo, BIas de Otero: "Besas como si fueras a comerme. / Besas besos de amor a dentelladas" . Y también el magnífico "Fin de semana en el campo" de Gabriel Celaya: "que soy un error y el mundo es siempre hermoso, / hermoso, solo hermoso, tranquilo y bueno, hermoso". Sin embargo, no conocía el poema que me resultó más impactante en aquella noche inolvidable. En el escenario casi vacío, una silla y dos micrófonos; sobre la silla, un haz de luz blanca y cenital. De pronto, ajeno a los aplausos entusiastas, y sin previo aviso, apareció ante los espectadores, guitarra en mano, aquel cantante desconocido, desaliñado, que saludó con un gesto, sonrió y enseguida comenzó a decir canciones sorprendentes, con una voz empedrada, ferrosa, vibrante, que emocionó profundamente al auditorio. Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan / decir que somos
quien somos, / nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Eran versos que llegaban muy hondo, y cantados por Paco Ibáñez se convertían en fiel expresión de la mística revolucionaria de aquellos años: Maldigo la poesía concebida como un lujo, / cultural por los neutrales, que lavándose las manos / se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. / ... / No es una poesía gota a gota pensada. / No es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Son lo más necesario, lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Aquella noche "maglca y una", luego de terminado el recital, varios muchachos del pueblo nos apostamos en la acera, frente a la Casa de la Cultura, con la esperanza de ver salir a Paco Ibáñez, y quizá con buena fortuna saludarlo. Había sido un repaso inesperado por buena parte de lo mejor de la poesía española, y ahora intentábamos hacer durar el encantamiento. Más de una hora después, cuando estábamos a punto de desistir, cuando ya nada esperábamos "particularmente exaltante", salió el cantante español, "ja la calle!, que ya es hora."
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Gabriel Celaya en Cuba
Entonces aquella larga noche nos contó que estaba en Cuba hacía unos días, de gira por algunos campamentos cañeros, para llevarles poesía y canciones a los macheteros de la zafra: la faraónica Zafra de los Diez Millones, que en aquel abril de 1970 estaba en su etapa decisiva. Y se preguntaba con nosotros: ¿qué mejor destino para una poesía urgente, vibrátil, sangrante como la de Celaya, que estar ahí en el surco, en el campamento cañero, al servicio del pueblo en revolución? Entonces imaginamos la hermosa escena del cantante español, guitarra en ristre, a la incierta luz de chismosas y quinqués, diciendo poemas para unos macheteros que, desconcertados, pero agradecidos, escuchaban por vez primera los "extraños" versos de Jorge Manrique y el Arcipreste de Hita. Simbólica escena que el poema de Celaya prefiguraba: Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el p an de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por m inuto, / para ser y en tanto somos, d ar un sí que glorifi ca.
Paco Ibáñez, como casi todos los españ oles de izquierdas, estaba fascinado por la ép ica d e la revolución; una especie d e respuesta compen satoria a la derrota su frida por la República Española en 1939; un símbolo; una renovada eclosión d e la utopía. Era el triunfo de un pueblo armado sobre un a dictadura, con la promesa de radicales conquistas sociales, qu e Ju an Goytisolo supo retratar en p áginas mem orables: enfebrecidos discu rsos, frases coreadas con ritmo de pachanga, empeño en defender las conquistas revolucion arias y dar la vida por ellas . [ ... ] suntuoso esplendor vege tal, playas
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blancas, milicianos bailando bajo los cocoteros, guajiros cortando alegremente la caña, discusiones y charlas políticas con fonética musical caribeña [ ... ], presencia simultánea de un pasado residual condenado a extinguirse y de un futuro transmutado en presente con apresurado, jubiloso fervor (2)
Nuestra Cuba en revolución se había convertido para la izquierda literaria española en un laboratorio de ideas, una puesta en práctica de reivindicaciones, un auténtico paraíso social, saludado con entusiasmo desde una antología, España canta a Cuba (3), que Paco Ibáñez nos comentó con entusiasmo. Una summa poética ambiciosa, abarcadora, que hablaba de compromisos y urgencias vindicativas. Habían participado en ella treinta y tres poetas, muchos de los cuales serían publicados luego en la selección de Fernández Retamar. Treinta y tres poetas entre los que figuraban algunos nombres fundamentales de la poesía española, aunque Paco Ibáñez insistía en destacar, sobre todo, el aporte de Gabriel Celaya, cuyo poema "¡Muchas gracias, cubanos!" (4) cerraba el libro. Cuando la Sexta Flota mancilla puertos, / pienso en Cuba. / Cuando los reactores yankis nos petardean, / pienso en Cuba. / Cuando los invasores nos denuncian por rojos, / pienso en Cuba.
Era el poema que expresaba de manera más elocuente, con más vehemencia quizás, el romance ideológico cubano-español de aquellos años; un poema por el que Celaya fue detenido en Madrid luego de leerlo en la embajad a cubana. (5)
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Porque el pueblo cub ano da aliento a la esperanza, / creo en Españ a. / Porque Fi d el re corre siglos en un m inuto, / creo en España . / Porque tod o es p osible si el corazón se alza, / creo en España . / ¡Camar ad as de Cuba, mu chas gracias!
y así comenzó la temprana relación de Celaya con la revolución cubana; breve y puntual, p ero también intensa, estrecha y fiel; mucho m ás cercana luego d e conocer a Nicolás Guillén, el p residente d e la UNEAC, el paradigma de la poesía comprometida, "convertido, al menos en Eu ropa, en la voz de la revolu ción, y dentro de Cub a en patriarca de las letras" . (6) Este relevante encuentro tuvo lugar en Mad rid, en 1965. Guillén no visitaba Esp añ a desd e que, en plen a Guerra Civil, asistió al Congreso Intern acional d e Escritores p ara la Defe n sa de la Cultura, y toda la izquierd a artísticoliteraria le agradecía ah ora el valiente gesto solid ario qu e h abía tenido h acia la república desangrada. Celaya fu e uno de aquellos españoles que con m ás devoción abrazó al poeta cuban o, de quien se confesab a un ferviente admirador, al que tenía como paradigm a de la poesía social, reivindicativa, antiimperialista. Sería Nicolás Guillén, a p artir de la amistad que nació entre ambos, quien le abriría las puertas de Cuba, quien haría posible la estrecha relación de Celaya con la joven revolución cargada de futuro, "con las entrañas del pu eblo, descubriéndole la luz". En 1967 fue lanzada la primera convocatoria del premio de poesía "Julián del Casal" de la UNEAC. El jurado estuvo presidido por Nicolás Guillén, e integrado por Gabriel Celaya, Eliseo Diego, José Ángel Valente y Enriqu e Lihn. El libro premiado fue Vivir es eso, de
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Manuel Díaz Martínez. Este viaje a la primera trinchera de la poesía urgente, de la poesía necesaria, significará para Celaya una confirmación en sus credos más profundos, como le confesó luego a Paco Ibáñez cuando se conocieron en Madrid aquel mismo año . En enero de 1968 se celebró el Congreso Cultural de La Habana, con la participación entusiasta (en principio) de centenares de intelectuales y artistas de todo el mundo, en un cálido ambiente de optimismo revolucionario, que hizo posible la efímera y aparente unión de toda la izquierda universal en su condena al imperialismo. Un evento en el que, no obstante, y según Carlos Barrat entre los intelectuales y escritores de mis años que habían sorteado hasta entonces las infinitas contradicciones d el proceso cubano, se fecharon tantas d ecepciones, transitorias o definitivas, acerca de la revolución.(7)
A ese congreso político-culturat de cuya presidencia colectiva formó parte Nicolás Guillén, fueron invitados, integrando la nutrida delegación española, Gabriel Celaya y su esposa, Amparitxu Gastón. También por esos días Celaya publicó v arios poemas en el periódico El Mun do (que desaparecería poco tiempo después,devorado por la ola de reajustes de la prensa cubana) y en la recién creada La Gaceta de Cuba. Y ese mismo año, junto a Jaime Gil de Biedma, Adolfo Sánchez Vázquez, Alfonso Sastre y Carlos Barrat participó en una mesa redonda sobre la situación política en la Esp aña de entonces, convocada por la Sociedad de Amistad Cubano Española. En esta institución y en la sede de la UNEAC ofreció también varios recitales de poem as, inmerso en una febril activi-
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dad, que lo situaba en las antípodas de las deserciones que ya comenzaban (o comenzarían en breve) a resquebrajar la hasta entonces monolítica unidad de la izquierda europea alrededor de la utopía revolucionaria cubana, como recuerda Juan Goytisolo: Coincidiendo con la entonces sorprendente aprobación por Castro de la invasión soviética a Checoslovaquia, la política cultural del gobierno revolucionario adoptó progresivamente una actitud de repliegue y endurecimiento. (8)
En 1969 el Instituto Cubano del Libro edita una antología de poemas dedicados a homenajear la figura del Che; Gabriel Celaya es invitado a participar y lo hace con el emotivo "Yo estoy con el Che, ¿y usted?". (9) El enjambre del pueblo. La explosión del sol. / La luz organizada de las gu errillas, Che. / Tu ejemplo está estampando miles de combatientes: / la columna vertebral de tu América, Che. / Vam os a convertir el odio en energía: / las miríadas de minúsculos en una tromb a, Che. / Porque el su eño fu e un buen sueño, / corno un muerto levantado con los vivos vives, Che.
En 1972 escribe Cantata en Cuba (10) un curioso, extraño diálogo de estructura teatral qu e desarrolla el contrapunto de un Protagonista, fu ncion ario marxista, d ogmático y d octrinario, y un Deuteragonista, defensor a ultranza del foquismo; la fracasad a teoría revolucionaria guerrillera del Ch e y Régis Debray. Un debate dialéctico entre la autenticidad revolu cion aria y las posibles parálisis doctrinarias. Recordemos
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que en su discurso de clausura del Congreso Cultural de La Habana, Fidel Castro aseguraba que: no puede haber nada más antimarxista que el dogma, no puede haber nada más antimarxista que la petrificación de las ideas [... ], necesita el marxismo desarrollarse, salir de cierto anquilosamiento, interpretar con sentido objetivo y científico las realidades de hoy, comportarse corno una fuerza revolucionaria y no corno una iglesia seudorrevolucionaria (11)
PROTAGONISTA: Gasté mi juventud en una lucha inútil / pero, ¿qué lucha, dime, no es inútil y debe / sin embargo, librase para vivir de veras, / levantando en la nada, o tratando esperanzas? / Derroché mil regalos. Qué conseguí, no importa. / Quizás unas palabras bellas y sin sentido. DEUTERAGONISTA: Tus dogmas, tu pureza, tu mUSlca intangible, / tus ideas que aprueba la marcha de la Historia / permiten que te muestres tranquilamente inútil. / Mas nosotros estarnos creando un hombre nuevo: / Nuevas revoluciones, acciones, luz directa, / con perdón del marxismo, o sin perdón, cambiando .
PROTAGONISTA: Tu juventud destella. Para ti solo soy un funcionario cruel, un hijo de burgueses / metido a comunista, y ¿ay, un intelectual / que no ha cortado
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caña como pide Fidel, I ni ha estado con el Che! Mas luchar he luchado . I No te pido perdón. Te pido inteligencia.
Fidelidad a ultranza, sin fisuras, sin enjuiciamientos, sin disensiones, que años antes le había hecho escribir: No perseguiré la destrucción, I ni en nombre del amor, I ni aún en el de la santa negación, I sea la de Marx, sea la de Dios ... I .. . I Defenderé mi último refugio, I mi última alegría (13)
DEUTERAGONISTA: ¿Luchar? ¿Cómo has luchado? Heroicamente, claro. I Haciendo bellos gestos. Mostrándote a los otros I como un bonito ejemplo. Mas no mascando barro. I Proclamando verdades que aprendiste en los libros. I No enseñando a leer. Dictando y fulmin ando. I Ocupando el lugar del dios que asesinaste.
Esta cantata de Gabriel Celaya fue su último acercamiento temático a la revolución cubana. Aquel viaje de 1968 fue también su última visita a la isla. Quizás se trataba de un alejamiento preventivo, profiláctico, que sin embargo no podemos interpretar como una renuncia; porque nunca se desdijo, porque nunca renunció .a esa parte de su obra. Resulta notable al respecto que, en una conversaClOn con Amparitxu Gastón ante las cámara de TVE, en 1981, afirmara: [... ] yo creo que mi época más importante fue entre el 67 y el 70, años en que se acumulan varias cosas: el viaje a Cuba, al Congreso, que nos invitaron a los dos. Allí en Cuba tuve mucho éxito, fue lo mejor de todo; a los pocos meses vino el premio Taormina; luego me invitaron a la Bienal de Florencia; luego a Brasil para el homenaje a Federico García Lorca .. . Fueron dos o tres años en que comencé a darme cuenta de que mi poesía estaba reconocida internacionalmente; pero lo de Cuba fue lo mejor, lo mejor. (12)
NOTAS: (1)
Roberto
Fernández
Retamar:
Antología de poetas españoles del siglo XX. La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1965. (2) Juan Goytisolo: En los reinos de taifa. Barcelona, Mondadori, 1997. (3) España canta a Cuba. París, Editorial Ruedo Ibérico, 1962. (4) "Muchas gracias, cubanos". Poemas tachados, en: Dirección prohibida. Buenos Aires, Losada, 1973. (5) Al respecto cuenta Gabriel Celaya en la antología El hilo rojo (Madrid, Editorial Visor, 1977): "Escribí este poema como contribución al libro España canta a Cuba. Después de recitarlo en la Embajada de Cuba de Madrid, pese a que estaba en territorio no español, fui detenido" . (6) Carlos Barral: Memorias. Barcelona, Ediciones Península, 2001. (7) Carlos Barral, ob. cit. (8) Juan Goytisolo, ob. cit. (9) Poemas al Che. La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1969. (10) "Cantata en Cuba", en: Dirección prohibida. Buenos Aires, Losada, 1973. (11) Pidel Castro: Discurso de clausura del
Congreso Cultural de La Habana. 1968. (12) Grabación realizada en 1968 para la serie Nombres de ayer y hoy. TVE, 1981. (13) "Lo mínimo es más", de: Buenos días, buenas noches . Madrid, Ayu so, Libros Hiperión, 1978.
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Gabriel Celaya La voz de un poeta comprometido PEDRO CAReÍA CUETO
Este año se cumplen cien años del nacimiento de Gabriel Celaya, poeta de la palabra encendida, hombre de la voz sincera, que, en épocas de poesía arraigada o desarraigada, iba componiendo su obra honda y sin retóricas, dejando que el lenguaje llano supliese a todo academicismo, porque en la voz del pueblo y en su dolor se halla, sin duda alguna, la verdad. Fue en 1911 cuando Gabriel Celaya vino al mundo, en Hernani, el18 de marzo de ese año. Muy pronto se instaló en Madrid, donde trabajó en la empresa familiar. Ya en esos años estableció relación con los poetas de la Generación del 27, de hecho estuvo viviendo en la Residencia de Estudiantes de 1927 a 1935. Allí conoció, entre otros, a Federico García Lorca y a José Moreno Villa. Fundó en 1946 la colección de poesía Norte, porque ya entregó su vida, pese a sus estudios de ingeniera industrial, al poema, a la musicalidad del mismo, a la voz comprometida en que se convirtió en los años cincuenta. En esos años, se integra en la poesía no elitista, junto a Eugenio de Nora y Blas de Otero. Para Celaya, la poesía no es ese esfuerzo por decir algo incomprensible, para esa minoría que entiende el poema como misterio, como un halo profundo que solo sabe iluminar a los que ya han cultivado el verso o que han conocido antes las corrientes e influencias literaria y, por ende, him estudiado la literatura.
N o, para Celaya la poesía es comunicación para el hombre que camina, que sueña, para el que madruga, en definitiva, para el que hace el mundo. Cito las palabras de un gran conocedor de su poesía y que hizo la introducción a sus poemas, en la edición que Alianza Editorial publicó desde el año 1977 hasta su quinta edición en 1994, me refiero a Ángel González. Dice el gran poeta ovetense sobre el libro de Celaya Tranquilamente hablando, publicado en 1947, lo siguiente: El lenguaje directo y coloquial, el antiformalismo, la voluntad de nutrir el poema con sustancias tomadas de la realidad, el explícito afán comunicativo, la reducción del mito de la escritura poética a gestos cotidianos, familiares -contar lo que me pasa, escribir cartas- le dan ya, de entrada, calidades insólitas, sorprendentes, al libro. (p. 15)
Todo este afán por la sencillez contrasta en el libro con una poesía que tiene otros matices, otros objetivos, me refiero al formalismo de la poesía de entonces (solo hay que recordar los poemas cuidados y elaborados de la revista Garcilaso y de poetas como el brillante José García Nieto).
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1 Pero Celaya escribe con sinceridad, para el hombre que ama y siente la vida, la descubre en los pájaros, en las charlas con su s semejantes, en la mirada limpia de los que son como él, gente sencilla que conoce el dolor de vivir, que se alimenta de afectos y de gestos de cariño, de los que no presumen de ser los mejores, sino que lo son en realidad. En la España de la dictadura, con la mediocridad reinante, la poesía del poeta vasco alumbra como un día primaveral en el panorama gris del dictador, como puede verse en el poema "Amor", perteneciente a La soledad cerrada, que viene firmada por Rafael Múgica, esto es, nuestro Celaya: Vivir es fácil y, a veces, casi alegre. / Esta tarde -mar, pinares, azul- / suspendido entre los brazos ligerísimos del aire / y entre los tuyos, dulce, dulce mía, / un ritmo palpitante me cantaba: / vivir es fácil y, a veces, casi alegre (vv. 1-6).
La vida es eso, sencillez, le dirá a su amada, su mujer de toda la vida, palabras tan verdaderas en su eco: y nosotros no éramos distintos / de las nubes, los pájaros, los pinos, / de las plantas azules de agua y aire / plantas, al fin, nosotros, de callada y dulce carne (vv. 9-12).
La simbiosis del reino vegetal y de los hombres se establece, con el deseo de fundir la Naturaleza y el ser humano, tesoros que solo pueden pervivir si les riega el aroma de lo que no esconde la ponzoña, la vulgaridad del mundo. Solo el contacto con la tierra, su simiente, alimenta al hombre, lo engrandece. Lo demás, ese ámbito de la ciudad, presidido por el poder y sus
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acólitos, va negando la vida, rasgando su verdadera savia. La verdad está en el olor de la ropa, en la comida de cada día, en el beso que se regalan dos seres que se aman, en el hijo con su cercanía, con sus palabras a medio hacer cuando descubre la sorpresa del lenguaje, así nos lo dice Celaya en el poema "El sentido de la sopa", perteneciente a De avisos de Juan de Leceta (1944-1946): La vida va despacio, pisa tibio y mojado, / huele a río de fango, y a vaca y tierra lenta. / La mujer bajo un hombre sabe cómo huele (vv. 1-3).
Pero Celaya se aleja del mundo de la dictadura, comprende que su deseo de ser no se corresponde con el rebaño que sigue al dictador de la voz aflautada, al arlequín que levanta cada mañana el poder, bajo palio. Por ello, se siente vivo a solas, como nos dice en el poema titulado "A solas soy alguien": A solas soy alguien. / En la calle nadie. / A solas medito, / siento que me crezco. / Le hablo a Dios. Responde / cóncavo el silencio. / Pero aguanta siempre, / firme frente al hueco, / este su seguro / servidor sin miedo (vv. 110).
2 La mención a Dios será coincidente a la de BIas de Otero, pocos años después ambos poetas le increpan por el dolor y la injusticia del mundo, no comprenden cómo ha hecho al ser humano para dejarle solo ante tanto infortunio. Para Ángel González en el estudio introductorio antes citado, Celaya representa un eslabón ante una corriente rota por la Guerra Civil española, como nos dice en las palabras siguientes:
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En ese sentido, Celaya viene a ser uno de los eslabones más consistentes que enlaza la poesía de los años cincuenta con algunas de las corrientes culturales y estéticas rotas por la Guerra Civil; estimula y facilita un -en su tiempo- entendimiento diferente del fenómeno de la creación poética (p. 20).
La obra del poeta vasco abarca muchos libros, todos ellos espejos de ese deseo de comunicación, de esa unión con el hombre en su vivir cotidiano. Dirá en Paz y concierto (1952-1953) un verso que se ha repetido mucho, un verso que resuena en el tiempo y que podría y debería ser la bandera de todos aquellos que construyen el mundo con esfuerzo, haciendo de su dignidad y la falta de privilegios una verdad absolutamente meritoria en el poema "Pasa y sigue": "Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre; / va por los bulevares y vuelve por sus versos" (vv. 1-2). y dice, tras ese peregrinar por el mundo, lo que muchos pensamos en nuestras jornadas de trabajo, a veces, esclavos de una obligación que nos condena a la inercia y a la rutina incesante por un mero y exiguo salario: Entonces uno siente qué triste es ser un hombre. / Entonces uno siente qué duro es estar solo. / Se hojean febrilmente los anuarios buscando / la profesión "poeta" -¡ay, nunca registrada!- / y entonces uno siente cansancio, y más cansancio, / solamente cansancio, tiempo lento y cargado (vv. 7-12). Magnífica forma de expresar la soledad del poeta, del que nadie entiende su lenguaje, lleno de palabras que son mimbres del pensamiento, pleno de primaveras que se deslizan en los sueños y en la noche.
Ser poeta, para Celaya, es cantar al mundo, a su perfección, como diría Jorge Guillén, ser poeta es hablar con la Naturaleza, expresar con las palabras la emoción del mundo. Dice en otro verso: "es asumir la pena de todo lo existente" (v. 38) y es cierto, porque el poeta se mimetiza con el mundo, con su dolor y su alegría, con lo invisible que anida en las cosas de cada día.
3 Las cosas sencillas, "las hojas cuando crecen", "el aire que se abre" son los espejos del mundo interior de Celaya, nadie se fija en ellas, porque todo va deprisa y el hombre se llena de obstáculos, de objetivos económicos, de obligaciones que merman para siempre su vida, lo distraen de lo que es relevante, el despertar del mundo, su nacer cada día, el lenguaje de las flores o de los árboles, plenos de luz y deseosos de ser escuchados. Celaya escribe, ya en 1955, otro libro donde expresa la grandeza del poema como comunicación para la posteridad. El libro se titula Cantos iberos, en él destaco un poema titulado "La poesía es un arma cargada de futuro", uno de los más conocidos. El poeta vasco sabe que la poesía no es la solución a la asfixia de cada día, pero sí algo íntimo que nos salva, sin darnos cuenta, del dolor de la rutina y de la crisis espiritual en que vive el hombre moderno. Poesía como medicina para el alma, nos dice Celaya: Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por minuto, / para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica (vv. 17-20). Como ya dije antes, Celaya no quiere la poesía elaborada, la que penetra en el pen-
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samiento para hacer un extraño ejercicio de traducción, a través de símbolos y cultismos, sino la poesía que se abre a lo sencillo, que se ofrece como un tesoro al lenguaje cotidiano: No es una poesía gota a gota pensada. / No es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Es algo como el aire que todos respiramos / y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos (vv. 41-44).
Termina el poema con un verso que destaco aquí para entender el objetivo profundo del poeta: "Son gritos en el cielo, yen la tierra, son actos" (v. 48). El poema es acto, porque puede mover el mundo, ya sabemos que de las palabras se llegó a la Revolución, de aquellos que cargaron con sus arengas el discurso en contra de la tiranía del poder se llegó a un mundo más libre. Las palabras, para Celaya, pueden derrocar al tirano, el que, con su presencia, llena de mediocridad y de tristeza su tierra amada. En 1956 escribe un libro titulado De claro en claro, en él destaco el poema "Los amantes", donde el escritor de Hemani sabe que el amor, con su pureza, como un viento puro que nos regala la Naturaleza, derroca la vulgaridad de las calles de esa España franquis ta:
4 El mundo en tomo fluye / y arrastra los despojos, / ciego de pesadumbre. / A solas, todo es dolor. / A dos, la vida fulge / y el mundo estalla, hermoso (vv. 13-18).
Si en libros anteriores el poeta estaba solo, ahora comparte el amor con la amada, la que h ace triunfar, junto al nexo amoroso, el mundo, do tar de felicidad a un ámbito de mediocridad que rodea todo.
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El amor es, al igual que la poesía, un acto creador, capaz de derrotar todo lo malo que nos rodea. Hay muchos más títulos en una obra siempre importante, cargada de verdad, de compromiso, como la de Gabriel Celaya. En 1986 se reconoce al poeta vasco su calidad literaria y su compromiso con el mundo, su valentía para cantar la libertad y los valores democráticos, gana el Premio N acional de las Letras Españolas. Su muerte, el 18 de abril de 1991, nos dejó huérfanos de uno de los poetas más sinceros y transparentes de la poesía del siglo XX, sus cenizas se esparcieron por su tierra natal, Hernani. Aún recuerdo cuando me encontré con él en la National Gallery de Londres en octubre de 1990, estaba mayor, pero se le veía casi transparente, con su elegante traje y su pelo blanco. Una joven explicaba a Celaya y su mujer los cuadros, mientras yo, admirador de su obra, no me atrevía a decirle nada, ya que me parecía inoportuno molestar. Celaya llevaba la belleza de un hombre de gran corazón, como nos ha dejado en su poesía, siempre necesaria, hecha con el tejido del corazón y con los mimbres de la verdad que anida en sus versos, lejos de cualquier retoricismo, sin adaptarse a ninguna escuela, porque la poesía es siempre aliento único y personal, cuyo contenido es un regalo para el lector, el que siempre debe reconocer lo humano que hay en el poema y en el poeta de voz verdadera. Sus emociones son las nuestras y ahora que se cumplen cien años de su nacimiento, parece que vuelvo a verlo, frente a los cuadros de aquel día otoñal, en la elegante y siempre interesante ciudad de Londres, sin la bruma del tiempo, mirando con ávida curiosidad el paso del tiempo en el arte de aquellos cuadros, tan vivos como su corazón que aún late, gracias a sus versos, entre nosotros.
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Dos dibujos de Gabriel Celaya.
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Francisca Aguirre Premio Nacional de Poesía 2011
Nuestra compañera Francisca Aguirre ha obtenido el Premio N acional de Poesía del año 2011, que concede el Ministerio de Cultura, por su obra Historia de una anatomía. Ofrecemos en este número tres poemas del libro y otro que, a manera de homenaje, ha publicado en su última obra poética su marido, el escri~or y vicepresidente primero de nuestra asociación, Félix Grande, que es, al tiempo que una dedicación a ella, un recuerdo a su padre, el pintor Lorenzo Aguirre, fusilado por el franquismo, ya la memoria histórica de todos los que sufrieron, en la guerra y la posguerra, la tragedia de aquella derrota.
Francisca Aguirre nació en Alicante en 1930. En 1971 obtuvo el premio de poesía Leopoldo Panero por su libro Ítaca y en 1976 el Ciudad de Irún por Los trescientos escalones. En 1977 publicó La otra música. En 1994 consiguió el premio Galiana por su libro de relatos Que planche Rosa Luxemburgo. En 1995, el premio Esquío de poesía por Ensayo general; y en 1998, el María Isabel Femández Simal por Pavana del desasosiego. En 2000 la editorial Calambur reunió su poesía con el título Ensayo general. Poesía completa 1966-2000, que recibió el Premio de la Crítica del País Valenciano. Eso suscitó la publicación en Valencia en 2002 de su antología Memoria arrodillada. En 2006 publicó La herida absurda en Bartleby Editores. En 2007 ganó el premio Valencia de la Institució Alfons el Magnanim con Nanas para dormir desperdicios, que fue publicado por Hiperión.
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Radiografía He pensado muchas veces qu e lo sucedido esa información tan poco convincente sobre el estado de mi anatomía quiero decir sobre el estad o de mis vísceras o sea todo aquello que mi esqu eleto preserva y también todo lo que preserva a mi esqueleto eso como os decía esa petición que hice a los expertos esa sencilla demanda al parecer dio como resultado una especie de caos. N o sabían lo que pasaba con mi corazón ninguno supo explicarme cómo funcionaba mi hígado y mucho menos el páncreas. Aunque me dijeron eso sí que muchas de las cosas que le pasaban al corazón obedecían al mal funcionamiento del hígado o del páncreas y desde luego todo lo que les sucedía a dichos órganos repercutía sin ninguna duda en el cerebro. Claro que después de meditarlo conjeturaron que más bien era el cerebro el responsable de todo.
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Pero aclararon que hablaban en términos generales porque estaba todo demasiado relacionado. Tampoco había mucha certeza sobre la marcha de mis riñones aunque explicaron que así a simple vista parecían unos buenos riñones que aguantaban muy bien sin especificar qué era lo que aguantaban. En cuanto al aparato digestivo y a los intestinos estaban seguros de que dependían en todo del sistema nervioso. y desde luego del sistema nervioso ni una palabra. De los pulmones no quisieron hablar. Aseguraron que alguien que se había fumado tres cajetillas diarias de tabaco no tenía ningún derecho a preguntar. Del bazo y otras tonterías como el apéndice o la vesícula lo único que reconocieron es que no iban a explicarme cosas que no estaban a mi alcance de lo que deduje con alegría que todo lo anterior consideraban que sí estaba a mi alcance . Por lo que se refiere a mi aparato genital: matriz, ovarios y demás me confirmaron que habían cumplido bien. Del resto no dijeron nada ya que al parecer las radiografías eran muy confusas todo se mezclaba y debido a ello era imposible emitir un informe preciso. Por otra parte tampoco tenía demasiado sentido perder el tiempo en pormenores cuando el paciente es decir yo tenía más de setenta y cinco años. ¿O es que me había hecho la ilusión de ser eterna?
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Finalmente asumí que como en otros casos es decir en otras cuestiones todas ellas relacionadas con lo portentoso como la velocidad de la luz el sinfónico canto de las resplandecientes ballenas o la mirada rebosante de pesadumbre de los pacíficos gorilas aspectos todos fuera de mi alcance yo hembra perteneciente a una caótica especie que llaman humana la única posibilidad que tenía era aceptar que mi curiosa anatomía y el relleno con la que habían dotado eran los responsables de mi extraño vivir. y que mi historia era su historia. Qué le vamos a hacer nadie elige su amor dijo Machado y por lo visto tampoco elige nadie sus riñones su páncreas su osamenta. y muchísimo menos el sobresalto ante el milagro de la vida. Lo único que sabemos es que el pulso se acelera y las radiografías se oscurecen.
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La sonrisa Después de pensarlo y pensarlo después de muchomeditarlo he llegado a la conclusión de que la sonrisa observen ustedes que no digo la risa sino la sonrisa la tímida sonrisa sea tal vez una prueba de la existencia de Dios. La sonrisa de algunos niños africanos me hace creer que a lo mejor el pobre Dios no sabe cómo perdonarnos y debe andar metido en algún rincón de su cielo llorando sin parar.
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Datos biográficos Fue mi padre un hombre alegre donde los haya. Nació también para disfrutar y también hizo eso. Amó en su vida varias cosas: la pintura, la justicia ya mi madre . Tuvo tres hijas yeso lo convirtió en un hombre feliz . La tragedia de la guerra civil del 36 contribuyó a demostrar hasta qué punto amaba la Justicia. Pasará a la posteridad como un magnífico pintor republicano al que la dictadura franquista asesinó en 1942 por defender a un Gobierno legítimo. Mi infancia son recuerdos de sus cuadros, sus canciones su risa su amor por mi madre y algunas horas terribles
que recordar no quiero.
EL DESTERRADO DEL ESPASA
FÉLIX GRANDE
Vengo a pedirle a usted la mano de su hija. Permítame que me presente: Tengo setenta y tres años cumplidos. Mi padre defendió a tiros la República. Tras la derrota tuvo suerte: no le dieron garrote vil. De los ocho hijos que engendró en el vientre de nuestra madre vivimos cinco, todos varones. Todos cinco queremos mucho, don Lorenzo, a Paquita, la hija de usted. y yo además la necesito: para durar, para iluminar mi escalera, para morir sin odio. Vengo a pedirle la mano de su hija. La vida sigue, don Lorenzo. A Paquita y a mí nos nació Guadalupe . Espere. Traigo en mi billetera una fotografía de su nieta de usted ... Aquí está. ¿Verdad que es preciosa, diosmío? y es aún mayor la belleza de su conciencia. Deduzco que ha heredado ese ardimiento, ese don de vivir en justicia, esa tonalidad, ese gen suntuoso, en la conducta de sus dos abuelos: como si en el mantel de las neuronas de mi hija usté y mi padre jugasen interminablemente, desde hace siglos, una partida de ajedrez en la que los peones comen a dos carrillos,
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Libro de familia
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beben vino, regüeldan, leen buenos libros, duermen en paz, madrugan, trabajan sonriendo ... Mire a su nieta Guadalupe: la vida sigue: no pudieron con usted, don Lorenzo. En la cárcel de Porlier, en el año 1942 le pusieron a usted la muerte sobre la garganta. Le dieron vueltas a una manivela. Lo asesinaron: y no pudieron con usted. Téngalo por seguro: no pudieron. vengo a pedirle la mano de su hija . ...Le cuento: aquella niña con un ramo de flores arrodillada y aterrada ante la hija del general Franco ... [fue inútil: no quisieron conmutarle a su padre la pena de muerte, una pena inmortal, por años de prisión, los que fueran ... Contemplo a su hija, don Lorenzo, arrodillando sus doce años menos ciento tres días. Susy y Margara no se atreven a jadear. y mi mujer le entrega aquel ramo de flores a Carmencita Franco, por su onomástica ... Por cierto, don Lorenzo: ¿A cuento de qué lo ejecutaron? ¿Exterminaban en el pintor Lorenzo Aguirre a la Institución Libre de Enseñanza, a la República, a las pajaritas de papel que Miguel de Unamuno le enseñó a usted a manufacturar con las uñas pulgares y con un alfiler? ¿A cuento de qué lo mataron a usted, a tres años de acabada la guerra? ¿Qué ganaron con ese crimen? ¿Qué disfrute obtuvieron con toda una familia de dolor? ¿y a qué venía la orden de retirar su nombre del Espasa?] ... Como le iba diciendo, aquella niña arrodillada he aquí que hoy está al borde de los ochenta años.
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Félix Grande
¡Lo que es el tiempo, qué resistente, qué robusto, con él no pueden ni el horror ni el crimen! ¡Y qué tristeza siente en su alma el tiempo cuando por fuerza no lo puede todo! Me refiero, don -Lorenzo, a que su Francisca Aguirre no logró nunca hacer el duelo. Sépalo: nunca. Al tres por dos usted regresa y llena su memoria de angustia infancia espanto y lágrimas de oro: fíjese: incluso en esas ocasiones también le sale afuera la luz del corazón. Lo que quiero decir es que esa niña de rodillas, como sin darse cuenta, sin un ruido, de forma muy misteriosamente natural (¡y desde hace ya más de medio siglo, se dice pronto!) se esfuerza en enseñarme, a base de paciencia, la asignatura de la serenidad. ¡Qué le parece, don Lorenzo! ¿Comprende usted por qué he venido viejo al pie de su cadalso, por qué provengo desde dos mil diez al seis de octubre del cuarenta y dos pian pianito, pasito a paso cerca de la noche? ... Va a amanecer, Lorenzo. Te van a ejecutar. Menos mal que he llegado a tiempo. He venido a traerte el medio siglo de viudez y de coraje maternal que ejerció tu mujer antes de irse contigo cansadita, orgullosa. He venido a traerte en caudal a dos manos abrazos testarudos de las tres niñas de tus ojos. He venido a traerte en mi bandeja genealógica saludos de mi padre desde bajo su tumba. He venido a traerte, firmada y rubricada, la certidumbre nuestra sobre tu dignidad. Y he venido a traerte aquesta pajarita de papel
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para que en ella vuele la memoria de ti por los biznietos de los nietos hasta que sobre el aire quede escrito tu nombre: «j aguirreaguirreaguirreee ... !» Así, trino y Lorenzo a lo largo de España . ... Ya amanece, Lorenzo, amigo mío. Ya vienen. Te tocan en el brazo. Caminas. Te sientas. Le sonríes con piedad al verdugo. Soy un viejo. Dos ojos. Un grito. Una memoria. He venido a pedirte la mano de tu hija.
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Muere el escritor valenciano Vicente Soto Vicente Soto fue ganador del premio Nadal en 1966, vivió en el exilio, publicó su última obra en 2002 y obtuvo el premio Lluís Guarner. El escritor Vicente Soto era otro ejemplo de la diáspora de intelectuales valencianos que tuvieron que exiliarse tras la Guerra Civil, en su caso en 1954. Él afirmaba en una de sus últimas visitas a Valencia, con motivo de la recogida del Premi Lluís Guarner que le entregaron en 2002 en reconocimiento a su trayectoria literaria y personal, que si se fue a Londres fue porque aquí no le dejaban hacer nada y después no le dejaban volver. Falleció a los 92 años este escritor que obtuvo el premio Nadal en 1966 por su obra La zancada y que combatió en el bando republicano. Su última obra aparecía en 2002, Mambrú no volverá, con la que aparecía de nuevo ese topotón, como él llamaba a aquellos que van y vienen sin ir a ninguna parte. La acción de su último libro transcurría en un pueblo de la Valencia castellana y agraria, un lugar cercano al término de Utiel, por ejemplo. El niño protagonista mostraba su relación con la naturaleza y con los cambios que él mismo estaba experimentando. Soto se consideró siempre un «perdedor de la Guerra Civil y de la posguerra» y recomendaba como lectura a maestros como William Faulkner, Proust o Juan Rulfo.
Su literatura, según los críticos, se inscribía en cierto sentido en la línea trazada por autores como Azorín, Gabriel Miró, Francisco Brines o César Simón. Autor de varios libros de cuentos y diversas novelas, ejerció en Londres como traductor y profesor de español. Solía pasar sus veranos en la comarca de La Ribera y uno de los rasgos más destacados de su literatura era también el amor al lenguaje, como subrayaban quienes estudiaron su obra. Sobre Valencia, Soto afirmaba que tenía «una querencia como un animal», que le obligaba a venir año tras año. Autor de obras como Luna crecien-
te, luna menguante, Pasos de nadie, Una canción para un loco, Tres pesetas en la Historia, Casicuentos de Londres, Cuentos del tiempo de nunca acabar, El gallo negro o Bernard, uno que volaba, Soto afirmaba sobre el oficio de escritor que era algo que sintió muy pronto ya que empezó a escribir antes de los 18 años. Generacionalmente se reconocía como un escritor de posguerra debido a que antes del conflicto bélico no había publicado ninguna obra. «La infancia la revivo, no la rememoro», afirmaba sobre su etapa en España. Levante-EMV, Valencia
CRÍTICA DE LIBROS SERGIO PITOL. Nocturno de Bujara. Antón Arrufat JESÚS HILARlO TUNDIDOR. Un único día. Francisco Morales Lomas JUAN MOLLÁ. Contra el tiempo. Dionisia Carcía FRANCISCO ESTEVE RAMÍREZ. Miguel Hernández: De la A a la Z. Aitor L. Larrabide
RESEÑAS DE LIBROS PILARCÓMEZ
AMADOR GÁLVEZ
JOSÉ RAMÓN FÉLIX CASANOVA
RAFAEL DE CÓZAR
RAÚL GUERRA GARRIDO
ENCARNA LEÓN
ENRIQUE LENZA
FERNANDO J. LÓPEZ
JOSÉ AURELIO MARTíN
ÁNGELES MARTíN DEL BURGO
ANTONIO MARTíNEZ BALLESTEROS
SANTIAGO MONTOBBIO
MANUEL MUÑoz HIDALGO
FRANCISCO
N ARLA
JUAN CARLOS RUBIO
ANDRÉS PINAR GODOY FRANCIS SCOTT FITZGERALD
Una edición cubana de Sergio Pitol
ANTÓN ARRUFAT
Comienzo con una cita de la primera estrofa de un soneto de Du Bellay. Él lo escribió en francés, en el francés renacentista del siglo 16, yo he de decirlo traducido al castellano de esta edad tecnológica, y quedará así: «Feliz quien, como Ulises, regresa de un largo viaje ... / y vuelve pleno de experiencias y razones, / a vivir junto a sus padres el resto de sus días». Largos viajes emprendió Sergio Pitol desde joven, permaneció por años en diversos países de Europa, dentro del servicio diplomático más de veinticinco años, y al cabo regresó -definitivamente- a México, regresó a vivir, como dijera en su época Du Bellay, junto a los suyos. Semejante a los seres insatisfechos, regresa a su lugar de origen, después de haber visto mucho mundo. Cumplida la intensidad de sus estancias en el extranjero, reside ahora en Xalapa, capital provinciana, circundada de hermosos paisajes. En uno de sus libros que más he disfrutado, El arte de la fuga, este perfecto violador de fronteras geográficas y culturales, tanto como de géneros literarios, en ese singular manual de huidas en que conjuga diestra-
mente los viejos géneros del relato y el ensayo, las memorias, el diario y la crónica de viaje, se encuentra esta descripción de una clásica vida retirada a lo Fray Luis: «Por las mañanas salgo al campo, donde tengo una cabaña, y dedico varias horas a eSClibir y a oír música. De cuando en cuando hago alguna pausa para jugar en el jardín con mi perro. Regreso a la ciudad a la hora de comer... Me comunico con amigos por medio del teléfono. A partir de las seis de la tarde, salvo casos extraordinarios, no hay poder que me haga salir de casa ... Este ritmo de vida que a muchos podría parecer desesperante es el único que me resulta apetecible». Este párrafo confesional aparece al principio del libro, dentro del ensayo titulado con una sentencia de sabiduría zen: «Todo está en todas las cosas·.» Como Pitol tiene la costumbre de fechar, y va colocando cronológicamente huellas visibles de su existencia, el texto está fechado en Xalapa, en febrero de 1996. Cuando su vida se hacía de viajar y era tan diferente al reposo de su
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cab aña, p lagad a con miles d e libros en diversos idiom as, traíd os de tod as las partes en las que estuvo, qu ince años antes d e su regreso escribió los cuatro relatos que forman Nocturno de Bujara. Los escribió en Moscú, en mom entos muy cercanos, dos en 1979, el primero en marzo y el otro en junio, con escasos tres meses de distancia, y en el 80 los dos res tantes, uno en octu bre y el siguiente en noviembre, tan solo días después . Se trata de relatos extensos (alrededor de trein ta cu artillas cada uno) . En aquellos meses estuvo poseído por una violenta energía cread ora, a la que no son ajenas sus cuantiosas lecturas apasionadas y numerosos viajes p or diversas ciudades europeas. En el curso de una entrevista, residiendo su autor ya en México, y para imitar su exactitud cronológica, realizada un 16 de junio de 1990, confiesa haberlos escrito durante una esp ecie d e sin gular «afiebramiento», lo mism o físico que intelectual. Por el fervor creativo qu e los une, y porque intentó con ellos ampliar su concepto del relato, los declara entre su s p áginas favoritas. La prim era edición se imprimió en México, 1981, varios meses después de haberlos escrito. No obstante,. la edición qu e conozco es la de Barcelona, pasados cuatro años, segunda obra que incluyó la editorial Anagrama en su colección Narrativas Hispánicas, cambiado el título original por Vals de Mefis to. Durante una de las m u chas veces que Sergio Pitol y yo nos hemos encontrado, me dedicó un ejemplar. Recuerdo que fue en Guadalajara y que, n aturalmente, aparece fechada la dedicatoria: 25 de febrero del 89. Al presente el pap el, alto gramaje, ha amarilla do en algo, lo qu e le otorga como un atractivo d e o tro tiempo. Ahora, lo que llama mi atención es la
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portada compuesta sobre un cuadro original de Gustav Klimt, «Música 1», pues me parece percibir una relación curiosa entre esta portada y el contenido del libro. Sospecho que a Sergio Pitol le complace la obra del pintor modernista, al que a menudo ha mencionado. Hay en sus cuatro relatos, al igual que en ciertos cuadros de Klimt, una superficie traslúcida, resplandeciente, que parece entregarse de inmediato al lector, y al espectador por supuesto, y un fondo sinuoso, de líneas curvadas, que por el contrario emite señales indecisas, amaga con una verdad o una certeza difícil de descifrar, junto a una ambigua y oculta inten sidad erótica. Es lícito suponer que Pitol estuvo involucrado, como suelen estarlo tantos autores, en la realización de la portada de su libro. Si escogió o no el cuadro de Gustav Klimt, lo que ignoro, debió al menos aprobarlo o admitirlo, por una sencilla razón sensible, como demuestran algunos de su s textos: no es extraño al grabado o a la encuadernación, a la presencia tangible de un libro, y principalmente a la relación, de coincidencia o ruptura, cuya eficacia gráfica es la misma que la portada puede establecer con el sentido de una obra impresa. En la segunda narración, «El relato veneciano de Billie Upward», se halla una confirmación del interés en que el libro como objeto -un cuaderno en el relatoadquiera un valor significativo para el lector: «la composición de aquel cuaderno -se dice, alguien dice en los párrafos iniciales- era una de las mejor resueltas. Los enigmas del texto se insinuaban ya en la misma portada». Subrayo los términos «enigm as» e «insinuaban», enigmas e insinuaban, decisivos en el discurso narrativo de Pitol. La mism a voz nos ofrece, a nosotros, sus lectores, la descripción de esa porta-
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da que insinúa los enigmas que han de venir con el resto del texto. Una fotografía trunca, borrosa y color sepia, refleja un palacio en el agua de un canal de apariencia viscosa. Más abajo una palabra al menos efectiva: Venecia. El sepia contrasta y se opone a los refulgentes colores de Gustav Klimt, pero el resto, la apariencia de un canal, lo borroso, lo trunco, lo eminentemente evanescente y esfumado, podrían ser elementos indudables, o mejor, dudosos, de algunos cuadros del pintor austriaco. Dos de estos cuentos, Vals de Mefisto y El relato veneciano .. ., se inician con un aparente hecho casual o totalmente fortuito: la revista en la que aparece publicado un cuento que ha de revelarle a la protagonista ciertas razones de su fracaso matrimonial cae inesperadamente de su bolso cuando buscaba su pijama de seda azul, o el libro olvidado que es necesario volver a leer. En parte, cuanto ocurrirá a los protagonistas de Pitol se halla prefigurado, aunque de manera oblicua, en algún texto escrito con anterioridad, y donde han de buscar la comprensión o la reivindicación de personajes o acontecimientos posteriores, parece estar en estas escrituras previas que han de leer como se leen los libros sagrados, Vedas o Talmut, en busca de algún desciframiento del misterio de sus vidas. Ellos también intentan comprender y comprenderse mediante la lectura. En Nocturno de Bujara, cuento que da título al volumen, Juan Manuel le hace leer un texto de Jan Kott al protagonista narrador, Breve tratado del erotismo, que luego él volverá a leer buscando una confirmación sobre la carencia de identidad en los cuerpos conocidos en la oscuridad tan solo a través del tacto. Varias figuras filiales pasan por estos cuentos. «Hay influencias evidentes -se nos advierte en El relato venecia-
no- de Henry James, de Borges, d el Orlando de la Wolf». Sirviéndome de esta clave, recuerdo momentos semejantes que Borges ha destacado en otras escrituras o los que ocurren en la suya propia, y escojo dos de entre ellos: cuando Eneas encuentra en un bajorrelieve sus propias aventuras, y en la segunda parte del Quijote los protagonistas han leído la primera parte de la novela, es decir, son también lectores de la obra que ellos protagonizan. Estos relatos, principalmente los dos primeros, son evidencia de su poética. Abundan inesperadas definiciones, citas de autores que ofrecen alguna pista, como Arthur Schnitzler, advertencias al lector, enumeración de posibilidades narrativas. "La trama se teje en el subsuelo del lenguaje". Pequeños núcleos dramáticos (o más bien esperpénticos), a punto del estallido. Desinterés por esa dudosa categoría llamada desde hace siglos «realidad» sin que el hombre o la mujer conozcan hasta ahora definitivamente en qué consiste. Tensiones cuya causa hay que buscar en un juego de hipótesis, creación de una distancia entre el autor y el narrador del relato, la anécdota como pretexto para establecer un tejido de asociaciones y reflexiones libres. Imágenes y acontecimientos unidos por una «sutura muy enterrada», cuya conexión el lector no advierte hasta que ha avanzado en la lectura. Algo de crónica de viaje, de novela, de ensayo literario. De su fusión o choque se desprende la expresión dramática de la narración, continuamente interrumpida y diferida reiteradamente. Como sabemos por sus fechas y por confesión del propio Pitol, entre la redacción de estos cuentos media poca distancia, y tal vez por ello tienen vínculos y semejanzas sorprendentes y reveladoras. Están como contaminados entre
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sí. En la entrevista que antes mencioné, el autor nos revela que han brotado de una necesidad profunda, estado de casi inconsciencia, como visiones de las que resulta imprescindible deshacerse. Si esto es cierto, no obstante, el trabajo con la prosa es tan extremado y hermoso a la vez, que no puedo dejar de pensar que en esta poética hay también mucho oficio. Una frase acorde exclu ye la ambigüedad total. Ha salvado del naufragio o de la oscuridad una forma, un orden dentro (o sobre) el desorden, algún sentimiento del número y de la belleza, hechos que contradicen en algo la afirmación del autor. En esa especie de conflicto entre las visiones y la lucidez de la escritura, de una parte la palabra, con su antigua tradición racional y nominativa, se aproxima a ellas intentando reducirlas a la claridad de la página escrita, y de la otra, y a su vez, adquiere un esplendor de metal oscuro que no es el de la razón o no lo es del todo. Al referirse a las atmósferas de pesadilla mediatizadas por el arte, inevitablemente mediatizadas, en su artículo sobre la primera novela de Pitol, El tañido de una flauta, observa con acierto Carlos Monsiváis: «su maestría verbal contradice cualquier complacencia en el desastre, equilibra con la razón el desfile de la teratología». Hace un momento señalé el afán y la minuciosidad de Pitol, su diafanidad en la relación con la sucesión temporal, al menos con su grafía numérica, que siempre consiste en consignar, al final de sus tex tos, la fecha en que fueron redactados. Uno de sus personajes tiene por igual la costumbre de fechar cuanto escribe. Tal vez en el caso de Sergio Pitol no se trata solamente de costumbre, sino de un acontecimiento más profundo y
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previo a la costumbre: fijar, en la medida de lo posible, la fluencia asimétrica de la conciencia, dentro de la oscura fluencia temporal, y ponerle marco a esa inagotable oscuridad del enlace de sus anécdotas. Estas visiones e imágenes de dos estructuras, o de dos cápsulas dentro de una estructura, que se prestan luces, entablan un diálogo subterráneo. Cuentos libres en su estructura, y clásicos, aunque parezca una paradoja, en su estilo o ejecución. Mentalidad barroca que se expresa en una prosa clásica. Hay sin duda la necesidad, en el forcejeo con las visiones, de alcanzar lo que podría llamarse visualidad. La narración es puntual: escribe el nombre de las ciudades, de las calles, el título y el autor de los libros citados, mundo tangible que de p ronto se vuelve inasible, como si comenzara a desintegrarse. Sus person ajes, y nosotros los lectores, alcanzan (o alcanzamos) solo vislumbres, aproximaciones, en eso que Pitol llama, en El arte de la fuga, «la delgada zona que se extiende entre la luz y las tinieblas». La tesis del carácter doble en la estructura de un cuento -en la que Ricardo Piglia ha insistido en nuestro idioma- podría convertirse en un método válido de interpretación de esta aparente discontinuidad. Según esta tesis, un cuento siempre narra dos historias. Una en primer plano, y la otra, en uno más secreto, el relato visible que esconde un relato secreto, narrado de modo elíptico y fr agmentario. El cuento concluye cuando es ta historia secreta aparece en primer plano. En Vals de Mefisto, la presencia de dos relatos es muy perceptible, y el autor trabaja en él dos historias sin resolverlas nunca. La primera, el final y el desencanto de una relación matrimonial entre una pareja de escritores, y la
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segunda historia, cargada de un erotismo indefinido pero muy agudo, el drama entre un anciano director de orquesta ya retirado, y un pianista al que ha ayudado a triunfar. Ahora bien, estas dos historias se prestan luces y se reflejan la una en la otra, hasta el punto de que la segunda se convierte en la conclusión de la primera, mediante, como se dice precisamente al principio, «una sutura muy enterrada». Vuelvo al nómada, al trashumante que era Pitol cuando escribió Nocturno de Bujara. Sus viajes, lo sabemos, están fechados y registrados por él mismo. Los diversos escenarios se suceden: Praga, París, Varsovia, Moscú, Venecia, Nueva York, uno tras otro van pasando. Subía a trasatlánticos y a aviones, iba en tren, llevaba un pasaporte y cartas credenciales, sus ropas y maletas, compraba libros en cada lugar, miraba y oía, probaba comidas exóticas y hablaba idiomas que no eran el suyo, desplazaba su cuerpo incansable. A tales desplazamientos, diré físicos y tangibles, que también figuran en sus cuentos, donde sus personajes parece que van a morir por desplazamiento, sucede un viaje distinto, íntimo y silencioso, sin documentos ni transporte, en el que las fronteras se difuminan, pierden la sucesión cronológica, y los acontecimientos se amontonan en un espacio sin límites y se disuelven entre ellos. Es el viaje de la memoria, el viaje del recordar. Estos cuatro relatos ocurren también en ese espacio de la memoria. Empiezan in media res, cuando los sucesos decisivos ya han ocurrido, y si ocurren en el presente narrativo, serán contados como si se evocaran. Una oscura pradera los convida al asombro noc-
turno de la memoria, una oscura pradera va pasando: allí ven ilustres ruinas, ciudades reales y soñadas, paisajes sin nombre, cuerpos del deseo, nombres extraordinarios, callejones de Samarcanda ... Debo llegar al final de esta nota. El primer libro de Sergio Pi tal que se publica entre nosotros, Nocturno de Bujara, espera por su lector. A ese lector futuro no he podido más que darle una pequeña muestra de residuos de una lectura inquietante. El encanto que produjeron en mí estos relatos, y que producirán sin duda en el lector cubano, resulta difícil de comunicar, y aún más, de explicar. Pienso que el encanto es una cualidad decisiva del arte. Sin encanto no hay literatura que valga la pena. Pero el encanto elude las explicaciones lógicas, el discurso racional: es un efecto que determinadas cosas y algunas personas, el arte y la literatura, con cierto misterio inasible, nos producen apenas sin proponérselo. Me parece que no hay quien pueda ser, a propósito, encantador. Quiero agradecer, finalmente, al amigo Sergio Pitol, su renovado interés por viajar a La Habana, abandonando su retiro voluntario de Xalapa. Les recuerdo la confesión que reproduje al comienzo. Después de las seis de la tarde, salvo casos extraordinarios, él no abandona su casa. Significa que venir a La Habana es para Pitol un caso extraordinario. Desde los veinte años ha estado viajando a nuestra ciudad repetidas veces, siendo, creo, el primer puerto y la primera tierra que conoció al iniciar su peregrinaje. En Diario de la pradera relata estas estancias, y también su estancia en una clínica habanera. Regresar cada cierto tiempo es honor que nos hace.
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La dialéctica del tiempo y la existencia en la lírica del conocimiento de Jesús Hilario Tundidor MORALES LOMAS
Hace unos meses la editorial Calam bur publicó Un único día 1 del escri tor zamorano Jesús Hilario Tundidor, obra en dos volúmenes y cerca de mil páginas que se considera hasta ahora su obra completa:
JestÍs 111L.\1I10
TUNDIDOR V" ú"icQ día ' wI II"DO :,,-
Sus dos partes - dice el poeta- formarán una entidad única, organizad a, que ofrece mi visión personal de l mundo, mi reflexión sobre la vida que viví y mi esfuerzo por clarificar la emoción del conocimiento que me produjo el acontecer, sus circunstan. . . , Clas y sus expenenclas .-
La poesía de Hilarío Tundidor es personal y original. Tiene un estilo propio, una marca indeleble que concita la nutrición del mundo, del hecho de vivir y del camino y la jornada con un lenguaje creador aunque inserto en una tradición literaria que llega desde Jorge Manrique y el Renacimiento. Posee una voz propia, rotunda, castellana aunque también en ella existen efluvios del Sur, vía JRJ básicamente. Para Hilarío Tundidor la poesía es "inteligencia, emoción, intuición y lenguaje". ¡Cuántas resonancias de Juan Ramón Jiménez! y esto le permitirá, como en su momen to al poeta de Moguer, relacionar inteligencia y poesía, pero en el caso de Hilarío Tundidor con una variante manifiesta
n'fin,,, d¡'/I/1Ii¡'lI/fi" ¡mll/iril
de la libertad y sus correlatos jugando a la síntesis: "Solo tú, inteligencia, puedes darnos el nombre: Poesía, oh, libertad, oh libertad inmensa". Y, en esa dinámica creadora, es el signo lingüístico, la palabra ("ácido código", "inhóspita soledad, cauce imposible de la forma seca") quien funde y dilata el poema, desvelando y ordenando la realidad: "la' realidad real que cerca al hombre y que nunca podremos establecer definitiva en el conocimiento".
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Aunque dividido en dos volúmenes, Un único día ha sido concebido con una voluntad esencial y unitaria, de circularidad, por cuanto Hilario Tundidor ha optado por darle sentido al conjunto desde la ordenación sistémica del mismo en dos grandes apartados que llevan al final un colofón (el poema último) a modo de cierre; pero también por las palabras de la "Addenda" en la que el poeta explica la razón de ser de Un único día como una síntesis entre un intento por comprender el mundo y su luminosidad junto al encuentro dél ser en una dialéctica profundamente conmovedora. La ensayista Giuliana Baita hablaba también de dos épocas en su obra: "El vivir y su entorno" para los libros de la primera época y "La poesía ontológica", para la segunda. En la primera habría una visión existencial máxima, una inmediatez geográfica emocional de implicaciones personales y reflexiones críticas de carácter testimonial que trascienden la objetivación específica: "En esos reflejos mi tono poético nunca ha sido, plenamente, ni testimonial ni crítico hasta ahora, sino reflexivo"3. La unidad del libro, salvo Pasiono, no se presenta en aspectos argumentales temáticos sino emocionales. En la segunda, cada libro, "refiriéndome exclusivamente a la construcción formal ofrece una estructura orgánica de argumento unitario, bien en su totalidad
(Libro de amor para Salónica, Mau soleo, Construcción de la rosa) bien en cada una de sus partes (Repaso de un tiempo inútil, Tejedora de azar y el mismo Tetraedro )"4. Pero esta elaboración en dos apartados, desde el punto de vista crítico, no debe verse como compartimentos estancos tal como ha dicho la crítica: No se trata, pese a lo que podría pensarse, de bloques estancos, cerrados
en sí mismos, sino que, aunque existan similitudes y diferencias que permitan realizar la división entre ambos conjuntos (por ejemplo, la unidad orgánica y temática de los segundos, frente a una unidad lograda por cierto tono general en los primeros), la obra de Tundidor puede ser valorada, según expresión de Miguel Casado, como "un continuo", que asienta su trabazón orgánica en la dinámica desarrollada, a lo largo del recorrido creador, por la adopción de posturas sucesivas, pero a la vez superpuestas, que podríamos resumir mediante el triple calificativo existencial-emocionalexistencial. Este trinomio funcionará como eje conductor de una poesía que se debatirá en un primer momento dentro de una preocupación existencialista y social, para más adelante, centrarse en la reflexión sobre el conocimiento, en una epistemología. 5
En el primer volumen, que lleva por título Borracho en los propileos (1960 1978), reúne los siguientes libros: Río oscuro (1960), Junto a mi silencio (1963), Las hoces y los días (1966), Voz baja (1969), Pasiono (1972) y Tetraedro (1978). Expone Hilario Tundidor las razones de este título de Borracho en los propileos: El argumento general de este poema globaliza las connotaciones de la búsqueda de conocimiento y la luz en la emoción de la escritura poética [ .. . l. La materia fundamental uniti va, organizante del libro, es la emoción existencial y sentimental del individuo ante la existencia y lo consu e tudinario. 6
En Río oscuro (1960), escritos la mayor parte del contenido poemático siendo Tundidor muy joven -dieciséis y
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diecisiete años- , su voz limita un ámbito de lecturas qu e están fo rmando y enriqueciendo la expresión y el mundo p osterior d e su escritura. Vive al hilo de una época y de una escritura realista que encuentra en el paisaje, la tierra y la n aturaleza el entorn o d e su propia horm a, pero ya comienzan a descubrirse tem as que aparecerán con mayor profusión después: el conocimiento del mund o, su intento de explicación y la contemplación d e la naturaleza, y a sí mismo, en una búsqued a de identidades. De h echo, el escritor h a llegado a decir d e este libro que en él agrupó en sayos en el ap rendizaje d e lo poético, pues existen poemas que fueron retomad os p ara algunas publicaciones posteriores, com o" Oda a una chistera", que escribió a los diecinueve años . Presenta d os p artes diferenciadas. En la primera surge el río com o motivo literario, ese río tan llegado desde lejos culturalmente y en esa larga tradición inau gural de Jorge Manriqu e asociad o a la luz:
Adiós los ríos que se van, las aguas que en canción de madre alzada llevan hacia otra luz, hacia otros aires, las vísperas antiguas de las zudas. y su poesía se hace vital a través d el ritmo solemne de los sonetos endecasilábicos, el alcohol como una inmersión de amapolas y sueños, un aire melan cólico a tarde que se va .. . y surge ese misterio de lo humano con su carga d eificadora mientras la soledad se apodera d e todo y la reflexión vital sobre lo que significa nuestra existencia: El pensamiento poético de Jesús Hilario Tundidor se asienta en el ámbito de la intuición y de la reflexión sobre el destino personal y
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colectivo del ser humano, en una transitoriedad reflejada en un lenguaje matizado por la soledad y en el que, frente a la deshumanización de lo rutinario, de la corrupción y del lenguaje equívoco de las ideologías, brilla la esperanza por encontrar una reconciliación de la presencia en-elmundo.? Germina el hombre que habla de Dios y pide tierra, pero también el hombre que se adentra en la contemplación de lo creado y trata de darle un valor en sí, un sentido, una explicación última. Es el hombre que emerge desde dentro de los ojos y aspira a que los turbios pensamientos se clarifiquen. En consecuencia, propende a darle un sentido a la luz, a su artificiosidad de símbolo o a su conquista como hecho literario. En la segunda, "Fiesta sobre lo azul", Hilario Tundidor, desde la prosa poética, construye una especie de historia sentimental y amorosa en torno a un personaje que surge, Sandra, confidencia, declaración amorosa y construcción de un afecto. Un mundo recién construido sobre la espuma, un mundo en llam as y en el deseo amoroso. .. Lo que p ermite imbuirse de la siempre torrencial y vital poesía de Hilario Tundidor, uno de los poetas que más admira la vida: "Y en una de sus puntas yo te subo a caballo, voy contigo, tiende la cabellera sobre el aire, vamos a recorrer las n ebulosas, los siderales vientos, las mesetas galácticas ... ". Jun to a mi silenci0 8 (1963) está dedicado a su padre y a su madre fallecidos. Es una lírica d esconsolada, confesional y triste donde el poeta profundiza en la imagen del ser humano, en su humanidad predeterminada y frágil, dueño de no se sabe qué extraño destino creado por otro, como un ser inane y perdido en
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la selva, preso de los engaños y embaucado, preso del dolor, la soledad y la agonía; acaso payaso en un circo donde juega un papel secundario que no ha escrito: "Sin esperanza, solo, / junto al silencio el hombre / alza su voz, aprieta / la desesperación de su pregunta". No se explica el misterio que le ha llevado a padecer y encontrarse en absoluta soledad. Una sensación de naufragio inexplicable y de un "vacío / que se llena de botes / ensangrentados". Las preguntas sobre la existencia son múltiples aunque estas devengan siempre un mal paso, un mal camino, una mala siembra, un "vientico gris de la mañana". Una lírica que se descubre para el epitafio y la teoría mortuoria en poemas como "Despedida final" o los "Tres epitafios". En el primero se escribe una experiencia "casi mística": la del árbol de la dicha que crece como plantado en el corazón. Una experiencia desbordante que acaba sobre la sombra ocre de la muerte, acaso revisando ese no poder perdonarnos la muerte:
pasado que va feneciendo ante sus ojos. En "Tres epitafios" se presenta un hombre ante la muerte: "en boda con la muerte", dirá. Un esfuerzo que acaba en sombra, un corazón al principio que se abre al mundo y se desgañita, pero al fin tierra. Y la muerte como victoriosa, que no pudo vencerle la vida. El ruido de la muerte va apoderándose de los últimos versos en "Playa del sufrimiento" cuando el poeta claudique ante la apariencia del mundo y sus engaños, mientras la tarde, ebria de muerte, CGn su miedo como emblema, se vaya apoderando de todo en un lenguaje profundamente alegórico que nos conduce a la playa voraz, a ese mar cercano que en las olas nos pierde: "Y entonces se abrirá el mar a la extensión de los pájaros". Con Las hoces y los días (1966) se adentra en una lírica vital que surge desde la voz, el ruido del corazón que canta y el ritmo de la existencia, así como la proyección de una necesidad proclive al optimismo y la conmoción que produce el vivir:
La voz del poeta, cargada de angustia y pensamiento filosófico, inicia un proceso de auscultación que es confesión, interrogación y, a veces, denuncia, queja, conciencia dialéctica de la visión heraclitiana ante el fluir de las cosas, presencia y sentimiento amargo por la muerte imprevista que llega y arrastra, por ejemplo, a una joven vida inocente llena de esperanza primavera1. 9
Así que cuanto más intenso sea nuestro existir, más apasionadamente sentiremos nuestra propia realidad, más iluminada mente dotaremos a nuestra poesía de lucidez y contenido, dilatando nuestra vida, dotándola de sentido hacia una finalidad hermosa de creación que nos salva de la misma nada que nos cerca y somos 10 .
Hilario Tundidor se proyecta hacia adentro en este buen poema que descubre lo que el ser es capaz de crear y llevar hacia los demás. Sobre todo alma y corazón, una apuesta por la luz que en los poemas finales sucumbe ante los límites de la soledad y lo efímero de un
Pero esta apariencia de luz es tenue y para el poeta es fácil caer en la nostalgia de la tristeza, sentir que el viaje de la vida sucumbe en un barco de niebla y acaso se pierda en el ruido de las palabras y no sepa si todo fue un sueño de hombre. En ese ámbito surge el amor concreto, el amor de María Rosario, objeto de sus poemas. Desde ese pesimismo vital;
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"esa tristeza inicial de las horas", el poeta necesita del sosiego y la compañía de ella, crear ese hálito que lo conduzca. Necesita creer en la verdad vital, en que su vida tiene algún sentido, mientras el sufrimiento se enciende en el hombre y culmina su dolor, en tanto este contempla su propia ceniza de humano. Acaso ella, María Rosario, que le sirve de elemento dialógico, puede conmover el alma y aportar una luz que navegue de nuevo los sueños. Sin embargo, la desolación se adueña de los poemas, acrecienta su mano oscura y se hace fuerte a pesar de los amores recobrados y esas mujeres que llegan desde la memoria. A pesar de la contemplación del campo y su fuerza de luz, a pesar de todo, un aire melancólico de vencido se adueña de estos versos de tiempo deshabitado y oscuridades del corazón que le permiten recordar también a su madre muerta y cantar las cosas sencillas, el brazo de la muerte y la terrible pasión de la esperanza. Una lírica que contiene ese sufrimiento de vida apagada pero también la noción de que "estamos hechos / de sueño y polvo y humo y aire". La poesía de Tundid or es·hondamente vitalista, profundamente arraigada en la vida, d e la qu e, a pesar de todo, nunca ren iega, y por ello, aun cuando a lo largo d e su obra las constantes cl ásicas d el uni ve rso existencialista : Dios, des ti no, la angusti a, la vida y su senti do, la nada, se den cita en sus poem as, n o es su actitud la d el decadentista qu e "h a ro to todo vín culo con lo trascendente" aceptand o que el nau frag io es lo único que le espera en la "linde de tod a conquista qu e intente", ni es la del "hombre de la fi nitud totalmente explicada y totalmente acep tad a, en que toda
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decisión es una repetición de sí mismo, y la libertad una libertad para la muerte" ll •
y el diálogo con el corazón, como en "Oda a una chistera", es una forma de no sentirnos solos y recordarnos "sobre la eternidad como una nube". Como esperando acaso con resignación el dolor que llega y se apodera: Tal vez entregue mi sorpresa de hombre que ha herido la alegría y se me cierren las ventanas como la sangre. Nadie acinta mi cuerpo, nadie escucha, nadie mi angustia puede recibirla. La percepción de abandono mana con fuerza y vemos al poeta sombrío entre la esperanza, acaso más hombre, pero más desolado: "Quiero llamar con nombre al hombre / y encuentro un ramo de hojas frías" . Es un hombre predestinado al dolor y a un destino de exilio interior que surge del olvido en unos versos que tanto enlazan con Luis Cernuda. En Voz baja (1969) se resuelve en un humanismo de raigambre donde un creciente pesimismo se deslíe con la fortaleza de la vida, con su realidad y fulgor. Mucha ruina que crece en la destrucción mientras la esperanza de ese Dios "a lo Unamuno", que no se materializa, aspira a su descubrimiento: "A ver si encuentro a Dios", dice en "Hora en la tarde de Corpus Christi". Una existencia que pretende el vuelo de la esperanza, pero que se queda en lo fugaz y en el sueño de alas rotas, en tanto el destello de la patria desgarrada, de los amigos arqueados por el dolor ... , del sufrimiento que estalla y se va acrecentando. Es una forma de estar triste sin saberlo, sin merecerlo, como dice en el poema "Ocupación", y esa costumbre
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del corazón de ahondar en la vida y habitar ese conocimiento, ese encuentro con la existencia desde la fe en lo hondo, en lo profundo del desengaño. Es una lírica donde se declara el júbilo a la vida y a los hombres, a pesar del olor a incienso y del ruido del mundo y la muerte que se adueña de su juventud: "Irrumpe / a bocanadas, a hondonadas, ciego / y acusador el sufrimiento". Una poesía reflexiva en la que se pregunta permanentemente por sí y esa existencia en la palabra cuando se ha perdido el crédito en el ser y la pasión se solaza. A pesar de todo, su creencia en el hombre es tan profunda que en él se alza todo, luminoso: "Honda transparencia que vibra", llega a decir de él. Y es que, a pesar de ese canto que va surgiendo desde la desesperanza, la poesía de Tundidor se resuelve en la lumbre y la luz, a pesar de la amargura de la canción y de la existencia antigua de ese Dios buscado. El hombre siempre y su oscuro significado, su quimera. Y aunque sean muchas las caídas en sus versos, el hombre está con su corazón para vencerlo todo: "Yen lo hondo el hombre". En Pasiono (1972) el poeta se define a sí mismo y lo que hasta ahora han sido su s temas: la tierra, el miedo, la sencillez de lo humilde, la vida ("la puta vida"). Una lírica que se adentra en los paisajes de la existencia, la esperanza y la muerte desde esa construcción del trabajo del alfarero. Y en cuyos poemas confiesa la pereza que da el crecer desde la desolación y la memoria, una mentira creada, como en el poema "Fe más alta" . En una época triste y sorda, la infancia llega desde la humildad de lo vivido y también desde las sombras y surge la poesía comprometida y el dolor de España, el vacío de tanta muerte:
Éramos niños. No pedíamos escombros sino pan y ternura. Nos dijeron que aquello: los vendajes, [la muerte, era la patria. Nos engañaron antes de haber sufrido. Hay un hondura vital en su obra, una necesidad de construir la historia e intentar dar a cada uno lo suyo ("todos tuvimos la culpa"), pero siempre queda en su poesía el reducto de la naturaleza y el campo cuando el desaliento se apodera de su lírica melancólica. Y, a veces, también Dios, que es contemplado como esperanza. En "Epístola a Rafael Alberti desde la tierra de Los Carbajales" surge también la temática de la España machadiana, dormida, pasiva, inactiva, destemplada, pero desgarrando la niñez con sus cimientos rotos . Le dice a Alberti:
Si vieras las espigas de la patria, su cielo azul, el alcotán, el alma mísera de Castilla, tan hermosa, pero tan apagada y tan vencida ... Pero también una poesía que apuesta por el vitalismo trascendente, a pesar de la aciaga memoria, y del tiempo que confunde la realidad: "la sola vida". Tetraedro (1978) es el poemario m ás extenso. Lo conforman varios apartados con el nombre de "libro" (primero ... cuarto) y un poema final y, a su vez, aquellos otros tantos apartados donde el tema del tiempo es trascendente. Sobre él, nos advierte lo siguiente en la "Addenda":
Tetraedro había quedado cojo, no resultaba exactamente la fo rma geométrica con la que yo había deseado estructu-
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rar el libro, por lo cual lo estructuré de nuevo incluyendo poemas del tiempo en que se publicó y operé en él hasta lograr la estructura geométrica que yo deseaba. Por otra parte, he pensado que dicho libro no pertenece a la que han ido llamando mi Segunda Época, pues presenta caracteres comunes a la Primera. Así que lo adjunto, como libro bisagra que es, entre las dos.12 El poeta, cercado y doliente, expresa, desde la cercanía cálida de la tierra, la rotura vital y se pregunta si mereció la pena vivir. Antonio Machado preside el espíritu que se adentra en ese mundo que sufre y calla, se derrumba o se edifica. Pero también existe una imagen de ese JRJ de la primera etapa en la que el paisaje configura un estado de ánimo generalmente adverso. De modo que la confusión entre muerte y vida no significa sino un estado de ceguera luminosa y antitética en el que el poeta tanto festeja la vida como se apodera de él una elegíaca d anza mortuoria.
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do, como "Borracho en Los Propíleos", con Sócrates como protagonista de un símbolo en el que la apertura de las puertas de la ciudad es como penetrar en un sueño que es esa especie de subida de Sócrates hacia la luz bajo la leyenda de la cicuta. Aunque existe en este poemario un lenguaje desgarrado y sombrío que irrumpe con fuerza cuando se pregunta qué hicieron los poetas de su generación. y surge la emoción de la palabra y el lenguaje ("igual que umbrosa floración que crece estiada"), no en vano ha sido llamada su generación "poetas del lenguaje": La preocupación por el lenguaje, la conciencia de la palabra como instrumento cognitivo de la realidad, es un elemento constante de la aventura estética llevada a cabo por Jesús Hilario Tundidor. 14 También hay poemas críticos en los que su compromiso se agarra a la esencia de la España que sufre, conquistada por el silencio y los morteros. Y así en el poema-homenaje a Luis Felipe Vivanco ("pesadumbre de este hombre bueno hasta la lentitud") comprende el dolor de la desolación y ese tiempo de dolor que irrumpe en la historia del país, como en "Asesinato de un ministro" y su compromiso con la libertad. Poca alegría habita en este poemario, que, incluso cuando alguna apariencia pudiera ser cautivadora, no lo es, pues enseguida la elegía se apodera de él:
El contenido existencial de los versos de Jesús Hilario Tundidor se concierta especialmente en dos fund amentos: la temporalidad y el ser. El constante devenir y mutabilidad es el resultado de una perenne suma y destrucción, en que los días son víctimas de la hoz, al igual que los besos, las manos, los cuerpos, o el amor. El tiempo para Hi lario Tundidor, así como para Heidegger, establece la estructura del ser humano en el mundo, pues en la proyección de fu turo, el ser humano está referido a su posibilidad más propia, es decir, la muerte. 13
¿Qué harán tus fusilados, qué cantarán [allá en tus funerales los ahorcados y los quemados y los asesinados por la intolerancia?
El vino, como símb olo de una esperanza, casi es u na clave de sol, pero también una caída en la desolación y el olvi-
La historia de España no viaja en el poema absorta sino dolorosa, vencida, a pesar de esos poemas rompedores que,
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de pronto, como en "Coito", apuntan por la vida o el deseo como luz -tal en los sonetos del amor perdido- que habita esa oscuridad de poemas que cantan la pérdida de todo lo vivido. Acaso todo este canto sea una patria reconstruida, una madeja que se va ordenando en la quimera del sentido o de los sueños, intentando ser una verdad o una "doliente eternidad" (que diría JRJ) y en ese ámbito el poeta trata de encontrar los filamentos que lo asen a la realidad querida, la tierra ("¿Por qué no amaros. Campo, colinas, sendero ... ?") y se pregunta
(1980), Repaso de un tiempo inmóvil (1982), Construcción de la rosa (1990), Tejedora del azar (1995) y Las llaves del reino (2000). Libro del amor para Salónica (1980) es una obra donde el amor -se resiste frente al mundo. En el que solo ella importa. Pero antes hay toda una declaración de principios en un poema donde el corazón escribe su nombre, un corazón como en el teatro del mundo en un lenguaje que busca la imagen poderosa, la sonoridad expresiva y la energía del poeta que se siente vivo, a pesar de tanta muerte.
¿ Cómo salvar del hombre al hombre? ¿ Cómo también mi corazón, tierra iracunda, casas desvencijadas y ciudades, amores que perdí, vacío, sueños, correrías del cuerpo y del espíritu?
No niego que a veces escriba una poesía difícil con algunas dificultades de comprensión inmediata, sobre todo cuando se jeroglifica y no se lee como lo que es, expresando aquello que dice y no otra cosa.)5
Hay un profundo dolor de vida, de haber vivido, del dolor del pensamiento, que es siempre lo más doloroso. Así encontramos en los poemas que llevan por título "Historia de Hieronimus Bosch (El Basca)" un lenguaje que desemboca en la desolación y el horroris mundi, las tinieblas y los reparos del corazón, pero también la magia y los símbolos torturadores en un aire sonámbulo y surreal, hundido en los abismos como un Ecce homo. En Tetraedro siempre existe una voluntad de construcción, de creación de una Imago mundi, con la que la mirada se encuentre definitivamente satisfecha: "Extender la mirada, abrir / el resplandor, heñir sombras / fugaces, astros fugaces, inseguras / señales, premonitorias / situaciones". El segundo volumen de su poesía, titulado Repaso de un tiempo inmóvil (1980-2008), se compone de los siguientes títulos: Libro del amor para Salónica
Existe una inmersión en la amadacuerpo (como en la serie "Canto al cuerpo de la amada" o en "Cinco canciones") donde el poeta asocia el cuerpo con la naturaleza en un perfecto maridaje y crea un lenguaje entusiasta y plagado de metáforas: "Cuerpo o bajel o floración hermosa / la eternidad es solo tu quimera". Abundan también las aliteraciones expresivas y la amada como una definición de su propio mundo, siempre ensalzada por momentos siendo eros el límite: "Ensalivo tus pechos donde el día / depone los senderos del milagro". Pero también en la amada-alma, en la amadacanto de reconocimiento y esperanza como en esta enumeratio sin pausas:
Te amo Sé que tú existes te amo sé que toda la verdad es
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-cuando me des tu cuerpomi-li-ber-tad hermosamente desin teresadamente tuya. Un a lírica para sentir el vértigo del amor y la confesionalidad súbita, p ero que también se alterna con las preguntas retóricas d e si tod o m ereció la pena y si ya tod o es h ar apiento y perdido. Las imágen es d e la juventud p erdida, d e los icon os d el amor, en el silencio o en la orilla, los cantos d el cor azón y la amada en plen a n aturaleza contemplando el silen cio de la alamed a. El p oeta se h ace dueño de un discurso experimental, acaso efímero, y juega con los verbos, com o en "Epifonema para u n a od a sin astros": "Am arte / estruj arte / aplastar te ... " y realiza declaraciones am orosas directas, claras, ensimismadas: "Nada / sino tu amor necesito, nada". Las variantes en torn o al am or son múltiples, com o en "Los p ájaros", donde se asocian diversos pájaros a la p ropia amada, o en "Snack bar", donde rep roduce la imagen d e la am ad a besada en la cafetería, en tanto "Rumor de u n bosque / que no tien e sauces nos ensilen cia / el corazón" . O los juegos antitéticos de "La lumbre y la ceniza", con versos de d ieciocho sílabas que se deslizan lentos y ansían reproducir el pensamiento en torno al discurso amoroso del poeta, pero a la vez pasionales y en efervescencia vital. Finalmente, en el ú ltim o poema, "Salutación para el olvido", recrea la imagen de ella y la de él (ella, joven y desen tendidamente enamorada; él, bobo, hablando de ella, de sus encantos) y el tema de la pérdida como colofón: "Todo / al fin se ha perdido: su amor, la lluvia, el mar". Repaso de un tiempo inmóvil (1982) lo inicia con ironía hablando de los poetas a los que define en sus usos, costumbres
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y acciones (concurren a certámenes donde su voz puede ser destruida, "mueren de tanta vida", "son pequeños animales en disturbio" ... ) y después se adentra en una lírica emotiva e interiorizada que descubre su oscuridad y su tristeza. Muy significativo es el poema "Frente a mi semejanza", en el que un espíritu p esimista y oscuro se adueña de sus versos y nos descubre ese camino interior, sus entregas, sus circunstancias vitales: "Son / como espuma las cosas, marejad as, escuadrones". Es una poesía por momentos doliente en donde se aprecia el cansancio vital del poeta y una suerte d e nihilismo en medio del dolor. Pero también hay una cierta búsqueda de identidades como en el poema "Dentro" ("Y yo soy y no soy") y una forma de imbuirse del discurso del corazón que ruge y se adensa, y a partir de ese momento el pasado se restituye como en "Oda a un tren de juguete", en el que se rememora el dolor como sentimiento que se adueña de nosotros y de nuestros fingimientos. ' La contemplación del claustro de Moruela le permite adentrarse en esa síntesis d e realidad-ficción y el sonido que llega d esde la aldea en un aire que n os recuerda poemas de Valle-Inclán en "Aromas de leyenda": "Grano a grano aqu el polen fermentaba / los aires de las gn osis" . Por momentos, síntesis de recon strucción histórica o de vivencias person ales como "Acontecimiento en Málaga" con el mito d e Orfeo renovado y la exaltación d el mar. Cons trucción de la rosa (1989) se inicia con el titulado "La poesía", que es una especie d e vu elo d e celebración sobre la mañan a y la lucid ez del mundo. Sigue una estructura precisa con ese poema in au gu ral, tres p artes que titula "libros" ("Construcción d e la rosa", "Hálito",
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"Elegía") y un poema final: "Niebla en Madrid". El motivo de la contemplación de lo creado a través del símbolo de la rosa que desde Vicente Huidobro nos llega, pero también de la lucidez de lo aéreo, en su azar, en su apariencia. Poemas breves y poderosos en su esencia de pensamiento cerrado y, a veces, metafísico: "Sola fatalidad: el ser consciente". Hay una necesidad de buscar impulso en la luz y en ese juego de antítesis ocultar la sombra, enajenarla. Y así el reclamo de la semilla, donde se concentra, y el canto en donde asciende:
Tu poder es, nace así y así te creces, sola transformación, ámbito de lo aún no venido, sabiduría de fundamentos, paz, figura. Una nueva prefiguración primaveral de la rosa que asciende en un canto vital, como razón última del poema. Pero también surge Juan de Valdés, rememorado; y la música que nace en plena naturaleza como un fruto del corazón que asciende a través de la sinfonía de las palabras en una búsqueda del ser de las cosas. En esa luminosa presencia contemplativa el poeta se adueña de la existencia y aprecia el mundo (a pesar de los nubarrones, "tolmo de melancolía", de antaño). Y el pensamiento se hace generoso y los espacios placenteros como cuando nos habla de Coimbra y "un dilatado sueño / ocupa el corazón". Hay un despertar a la luz y al júbilo de la existencia, una poesía clara y vital que habla de florestas y de pensamientos espaciales y amplios: "Como un mar, aire mismo, / inmóvil lucidez o pensamiento / único, esfera insobornable ... " Una lírica de la creación y de la esperanza. Sin embargo, también la elegía, como su antítesis; tiene su momento, como en el libro tercero, donde la sole-
dad se adueña de la vida y sus despojos . Primero la tierra, su Castilla que no fue Delfos, pero también la memoria de un tránsito, y de nuevo la exaltación de la tierra, "tierra inmortal", que nos lleva a adentrarnos con ardor en la meseta castellana, su recogimiento y el hondo pensar que se inicia en ella. Lo descriptivoemotivo se adueña de los poemas y la contemplación del paisaje castellano eleva su nota pictórica. Fusión con la naturaleza que borra cualquier límite entre lo exterior, la realidad objetiva, y el sujeto que contempla y aSÍ, en ocasiones, el yo poético se hace uno con la tierra: "Y el hombre sabe / que está en aquello mismo que contempla"[45]. Esta disolución de fronteras, que caracteriza su visión del paisaje, recurre a procesos de sucesivos desplazamientos (donde metáforas y sinestesias se superponen) que alcanzan gran complejidad y expresan muy eficazmente esta anulación, en la realidad del poema, de toda distancia entre lo objetivo y lo subjetivo.16
En algunos poemas se presenta la nota de denuncia y en otros, como en "Elegía castellana en el museo del Prado", critica esa vanidad de nada, su decrépito orgullo, a la vez que la derrota y la decadencia si se llegaba de un pasado. victorioso que tanto nos recuerda a Antonio Machado y sus Campos de Castilla y a León Felipe:
Lo más que aquí se ofrece es chusma ya sin yelmo, túmulo de quimeras, turba herida, ignorancia, apenas el orgullo de haber sido. Pero, a pesar de todo, existe en su espíritu un aire prometeico, del que lucha contra el abismo ("soy el corazón
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del minotau ro") y aspira a no desfallecer. Por momentos, sus referentes pueden ser un artista, Luis, y su dolor; en otras, el rey girasol que evoca un lenguaje alegórico para construir la injusticia del tiempo, o el amor a través del sentido del deseo ... y, a veces, una visión decrépita como la de ese "Piso amueblado ", sórdido, en ruina y miseria, donde envejece la alegría y se deteriora el sexo. Un piso que es, en realidad, toda una patria desolada: Si siempre amé la extensión de una patria [más justa ¿ qué hago yo aquí viviendo por las es trías [del despojo, en los herrajes del caballo miseria, sobre la edad adulta de la muerte y el moho? En el "Poema final" el poeta concita los acordes de una p érdida de sí en un hermoso poema donde expresa el recorrido de la vida, sus azares, sus oscuridades y soledad .
Tejedora del azar (1995) está dedicado a la estulticia humana. En la explicación inicial ad vierte que este conjunto es una colección de poemas libres e independientes, agrupad os no obstante por algunas afin id ades, y d eclara su homen aje con ellos a Fray Luis, a quien dedica los p rimeros versos. Desd e el inicio establece las claves de su lírica que nace de la inteligencia, pero también de su con ocimiento del m u nd o, de la pulsión de su ser en el vu elo, en el p aisaje y en la potestad de la perplejid ad y el azar: La poética elaborad a p or Jesú s Hilario Tundidor muestra distintas facetas que comprenden - com o elementos necesarios del acto creativola inspiración, la reflex ión y su for ma de indagación y conocimiento, las
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cuales actúan conjuntamente potenciando la imagen y enriqueciendo el manantial mítico que brota gracias al poder de la emoción. Seí1ala nuestro autor, a propósito de la inspiración poética, que inicialmente esta se manifiesta corno un "hálito", un "viento enamorado" que encierra la fuerza de la creación, participando después, como acto cognoscitivo, de la propia realidad.17
La realidad es la substancia en la que perderse y en el pensamiento como un sueño que organiza la palabra, su inhóspita soledad que, en ocasiones, no puede alcanzar lo inefable del sentido: "La índole de la palabra, su frustración" . Los poemas mitológicos surgen entonces de la mano de las diosas Deméter, Atenea o de Artemisa (desde la oscuridad, desde la inteligencia o desde la inocencia primera), pero también desde la libertad conquistada o la belleza, sin olvidar la eficacia y configuración de la palabra, su sentido último, y la trascendencia de la materia. De un clasicismo reconocible y homenajeado se deben tildar la serie de sonetos dedicados a Cuenca, Zamora ... , pero también a exaltar el dolor y las razones para amar la vida. Una lírica directa que se detiene en el paisaje y los grandes temas que siempre le afectaron, como el tiempo, la pasión de vivir o el recuerdo de un amor; a veces con expresiones que suenan poderosas y prosaicas: "Frío y sangriento otoño de mi pueblo / que nos dio a la niñez una inaudita / y terrible patada en los cojones". En el poema dedicado a Pedro J. de la Peña expresa desde la cercanía conmovedora del Mediterráneo la captura de los restos del naufragio, que es la existencia, con poderosas imágenes a
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caballo entre los mitos mediterráneos hedonistas y la emotividad que mira hacia el interior para encontrarse en la desolación con tendencia elegíaca pero rescatadora:
y estaba solo, como los estípites, [buscándome entre los ataúdes falaces del desánimo [o la escalera de la desolación, en aquella hora transitoria [y cárdena del mar. Yen "Un poema final" (frecuentes en su lírica estos poemas finiseculares que sirven de coda e idea-límite), la eterna, la constante presencia del sentido de la vida (la palabra más empleada en su lírica), del dibujo de la existencia como viaje . (que poco sentido tiene sin la herida), y por eso sus últimos versos reflejan un estado de consciencia y de conocimiento: "Mas la belleza de este viaje está en la generosidad de la vida / y su extraña locura de novilunio. Acompáñame, por lo tanto. Y si atrevidos somos, basta. No es suficiente con tener memoria". En 2000 publicó Las llaves del reino, en tres libros y "Un poema para concluir Un único día" . En realidad este último sería el poema-círculo que cierra su obra y pretende darle sentido al conjunto final desde su tendencia a la síntesis última: Todo el libro lucha por encontrar una forma de inteligencia o imaginación para dar sentido a la experiencia, una especie de soliloquio con uno mismo, con sus facultades o su alma para acerarse frente al mundo en constante disminución. Los cinco cantares que componen el Libro Uno son alegorías de ese vivir del poeta con la constante amenaza de que la existencia no sea claramente redimible. l B
De Las llaves del reino decía Hilario Tundidor que era un Libro distinto, diferente, en cuanto a contenido y en cuanto a expresividad . En él hay momentos de verdadera dureza connotativa que mi poesía hasta ahora no había nunca manifestado, como ocurre, por ejemplo, en la parte que da título al libro. Alguien ha dicho que es la superación de toda mi obra anterior. 19
En realidad es un encuentro con la pintura, el canto interior y la música (de la mano de W. A. Mozart). De nuevo el concepto sobre la vida nos advierte desde la cita de García Lorca en su "Oda a Walt Whitman": "... y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada". La vida desde esa imagen inicial del agua de lluvia que penetra en el espíritu, lo deslumbra, y advierte de la felicidad de esa movilidad vital a pesar de su invierno. Los poemas se dirimen entre la soledad del paisaje interior y el paso del tiempo (tema permanente de su lírica) con sus espacios abiertos a la nostalgia, el sufrimiento o la solidaridad. La conciencia del tiempo conlleva inevitablemente, en el ser humano, la conciencia de su propia historia. Historia que en Tundidor es sentida como residuo de una fluidez temporal generadora de tristeza y pérdida, ya sea de la inocencia simbolizada en la infancia que, como el origen hedeggeriano, pierde en Tundidor su valor temporal y se transforma en un tiempo ideal que representa lo puro, lo inocente; ya sea de la amistad o de los objetos amados. Quiebra que se equipara en los momentos más oscuros con el olvido-destrucción, que en su poesía es sinónimo de muerte por-
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que hace que lo que no exista en el ahora no haya existido nunca. El tiempo surge así dentro de su concepción como un fenómeno discursivo mental que siega en su devenir la propia existencia que en él mismo se hace consistente. 20 Las estrellas, los árboles, la naturaleza en general comienzan siempre con una alegría, una alegría que se precipita en el vino "L'ame du vin" y acaso en sus grandes referentes, como Baudelaire, Eliot o Claudio Rodríguez. El canto a lo perdido, a lo renunciado, a ese tesoro que se va acumulando en ese río que va tomando de acá y de allá todo tipo de aportes invita a nombrar las cosas, porque en su nombramiento, en su conformación como palabras ansían su propia razón de ser, su existencia. El país de la vida es su paisaje, su alcohol, su muerte, su hazaña personal y solitaria. Hay una veta surrealista que pretende llenar un fondo vital y elegíaco sobre lo definitivo, sobre el sonido de la existencia ("Escucha todo / lo que es vivir y sus alrededores"), sobre el vacío del mundo, sobre la tierra y sus túneles. El poeta encuentra la soledad por doquier, se estremece en el bosque, oye el canto de la noche, siente frío y un caos de locura puede ocupar el naufragio vital, con sus borracheras y sus albaceas de otro reino. La alegoría del rey muerto puede ser entonces esa execrable huida hacia la tristeza, hacia los alcázares derruidos ... y, en última instancia, hacia la búsqueda de la lucidez, hacia el encuentro con el conocimiento (su otra gran pasión). El alma, en su región luciente (como diría Fray Luis de León) siente la emoción de la existencia como un suceso común, acaso como "repetida lenta sangre / de incertidumbre". Pasea, se
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busca, se queda prendida en cualquier rama de la vida, en sus triunfos y sus d errotas, en los sucesos como espacios, en el arbolado del día a día. Y sabe que es tiempo (sobre todo tiempo), tiempo con mesura, tiempo que se puede alargar en la tristeza y diluirse en las aguas de los mármoles: "A mí el tiempo me in teresa como permanencia, no como transcurso . Y aún más, como relatividad "21 . En ese espacio para el vivir la música (de la mano de Mozart) puede representar la ascensión anhelada, ese bosque donde el aire escala a sus cúpulas, ese sermón que tiembla y aspira el cielo, nace de la luz, de los sonidos y engendra la música: "Apasionar la inteligencia, clarificar el orden infinito / del fuego". Mozart e Hilario Tundidor se u nen, componen el réquiem, desarrollan las honduras de la muerte, la vida como amargura, la vida como alegoría múltiple, afirmando siempre que el haber vivido solo tiene sentido en "haber escuch ado": Vuel ve a evocar las voces de otros autores, abriendo con ellos (Baudelaire, Eliot, Claudia Rodríguez, etc.), desde la admiración o la amistad, un diálogo coral y colectivo; un diálogo que alcanza su culminación en la conversación que el poeta mantiene metafóricamente con el gran Mozart, al cual dedica una entera sección del volumen. Queda clara la confianza del poeta en su escritura, pero ahora va emergiendo con fuerza el sentido de una condición de pérdida, de fragilidad (U ¿Será el tiempo que pasa? ¿La vejez que se acerca?U), que el poeta define con el nombre de exilio, "exilio de la razón", lo llama: lugar permanente del dolor, espacio de una categoría espiritual que niega al autor el acceso al reino de la dichaY
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En su "Poema para concluir Un único día" 23 elabora sus conclusiones finales a través de la prosa poética y en ellas la conmemoración de las cosas sencillas lo conecta directamente con esa dialéctica renacentista, también en su precipitación hacia el hombre y sus correlatos espirituales y en sus aspiraciones últimas. Como un viaje tensado por la melancolía, como un ejercicio de contrarios, como un pensamiento que trata de hacerse hueco y resolverse finalmente. La vida, la luz, puede ser carnívora. La luz también mata y en ese transcurso .. . la derrota, "como una larga caída en al desesperación" . Acaso con sentido, pero siempre con el dolor que tiene el mundo, con su estupidez, con sus teólogos, con sus profetas, con su soledad, su aurora y su conocimiento. Pero la vida siempre será el reclamo de los que sienten, de los que necesitan usar de la palabra y vivificada, a pesar de las derrotas, a pesar de la historia discordante, a pesar (en algunos casos) de la inutilidad del todo. Siempre nos quedará la voluntad de conocimiento, la ordalía del conocimiento y su lugar en nosotros, en nuestra tristeza, en nuestra alegría o en nuestros flujos vitales. Una poesía para la emoción, para el encuentro con el sentido último de la existencia y la organización de las claves alegóricas o surreales que nos permiten adentrarnos en ella y darle un sentido. Una poesía con fortaleza de aire, con fortaleza de lluvia, con fortaleza de fuego, con fortaleza de tierra, de paisaje... de vida que surge en última instancia En cuanto surge de una necesidad, de una fatalidad, gozosa o maldita, de expresar la vida y sus aconteci-
miento s, de significar reflexiones sobre ellos (no de carácter lógico, sino emocional) con la pretensión de ensanchar el dominio de sus significados. 24
La percepción de un poeta que se adentra en el lenguaje como factor creador de una lírica envolvente, apasionada, que ha cautivado por esa síntesis entre la tradición que llega desde el Renacimiento y la mejor visión de la España de la segunda mitad del siglo XX. Una lírica para profundizar en las grandes claves del ser humano y proyectar su cosmovisión en direcciones múltiples, dolientes, reflexivas, profundamente humanas, y que incita a la contemplación y a la reflexión última sobre el ser: La gran lírica de Jesús Hilario Tundidor se cimienta en la profundidad de la meditación sobre la existencia y el fenómeno poético desde una voluntad de exigencia estética que doma, tamiza y depura el lenguaje, manifestaciones que certifican su presencia como una de las voces más auténticas, originales y logradas de la poesía española contemporánea. La densidad de su discurso, su poder descriptivo trascendentalizado, la incitadora reflexión que provoca, el equilibrio entre lenguaje automático y racionalizado para traducir una recontextualización semántica continua, la reelaboración del mito y de la fábula ... configuran un paisaje interior y externo de soledad, de desolación, de vacío en el que la espera, la inminencia de la muerte y de la creación, se convierten en móvil vital y medio de acceder a la inmediatez del ser. 25
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CITAS Hilarío Tu ndidor, J.: Un ún ico día . Madrid, Calambu r, 2010. 2 Hilario Tundidor, J. : "Addenda", en Un único día, op . cit., p . 416. 3 Artuñano, G.: "Dos entrevistas fu ndamentales", ABC Castilla y León (23/1/ 2000). 4 Ibidem. 5 Hilario Silva, P y Crespo Massieu, A: "Apasionar la inteligencia: un recorrido por las claves poéticas de Jesús Hilario Tundidor", en La Pasión por reconocerse. La poesía de Jesús Hilario Tundidor (Ed. de Baita, Giuliana, traducción de la autora con revisión de Pedro Hilario Silva y prólogo del mismo y Antonio Crespo Massieu). Valladolid, Ediciones de la Academia Castellano-Leonesa de Poesía, 2002. 6 Rodríguez Muñoz, P.: "Enclaverevista analiza Un único día, toda la poesía de Tundidor", [en línea], dirección URL:< http : // ww w .enclaverevista .com > . (Consultado el día 11 de junio de 2011). 7 Peñas-Bermejo, F. J. : "Pensamiento refle xivo y poético en la lírica de Jesús Hilario Tundidor" [en línea], dirección URL: <http ://www.jesushilariotundid or.es>. (Consultado el día 15 de junio d e 2011 ). 8 Sobre esta obra existen una serie de entresijos qu e recoge Hilario Tundidor en la nota a pie de p ágina sexta en "Addenda", ob. cit., p. 415. Entre otras cosas, afirm a que en Único día se integra una de las dos versiones existentes sobre el libro: "Así qu e cuando me comunicaron que me habían dado dicho premio me encontraba con dos red acciones: una, la que se publicaría en la colección Rialp 1
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y otra, la inédita, que era la obra acabad a y que presentaba con relación a la que premiaron algunas v ariaciones. Es la que se integra en este Único día". 9 Morelli: "Vida", ob. cit. 10 Artuñano: "Dos entrevistas", ob. cit. 11 Hilario Silv a, y Crespo Massieu : "Apasionar", ob. cit. 12 Hilario Tundidor: "Addenda", ob. cit. pp. 415-416. 13 Peñas-Bermejo: "Pen samiento", ob. cit. 14 Morelli, G.: "Vida y conocimiento en la poesía de Jesú s Hilario Tundidor", prólogo de la antología Un paso atrás, 20021960. 15 Artuñano: "Dos entrevistas", ob. cit. 16 Hilarío Silva y Crespo Massieu : "Apasionar", ob. cit. 17 Morelli: "Vida", ob. cit. 18 Bourne, L. : "El abismo que abre la mem oria. Las llaves del reino (2000) de Jesús Hilarío Tundidor". Ensayo dictado el 28 de marzo d e 2003 en Primer simposio in ternacional: voces sin fro n teras . Universidad de Carolina del Norte. 19 Hernández Pascual, J. : "Dos entrevistas a Jesú s Hilarío Tundidor", La Opinión de Zamora (3/ 2/2005). 20 Hilarío Silva y Cres po Massieu : "Apasion ar", ob. cit. 21 Artuñano: "Dos entrevistas", ob. cit. 22 Morelli; "Vida", ob. cit. 23 Dice Hilarío Tundidor en "Addenda", ob. cit., p. 416 que este poema inédito que cierra la obra "no es ajeno a su contexto, ni siquiera a su titulación: 'El holocau sto d e los huracanes', sino que lo define y concluye". 2~ Hernández Pascual: "Entrevistas", ob. cit. 2S Peñas-Bermej:, "Pen samiento", ob. cit.
Emoción y verdad
DIONISIA CARCtA
Juan Mollá pertenece a ese grupo de poetas preocupados más por lo ajeno que por lo propio. Hay que animarle para que sus versos salgan de lo escondido, de ahí han ido apareciendo sus libros!. Los comienzos de su escritura vienen desde muy atrás. En cuanto a la cronología, hemos de situarlo en la generación del cincuenta (coincidente con Francisco Brines en los estudios de juventud en Valencia, ciudad de su nacimiento). Mollá ha ido escribiendo su obra desde el silencio y la soledad, al ritmo de la propia vida que pasó o ha pasado. La inmediatez no propicia la buena poesía, y la suya lo es. Observador desde la última fila, desde El cuarto de atrás, que diría Martín Gaite. Le recuerdo en un acontecimiento académico, cómo desde el piso superior miraba, quizá sin ver, aquel salón de actos. Estaba solo ante el espectáculo de unos hablantes entretenidos. Aquella escena del hombre, del I Juan Mollá ha publicado los siguientes libros de poesía: País de la lluvia (1967), Pie de silencio. Canto al Cares (1979), Milenios (1980), Memoria de papeles amarillos (1982), Sombra, medida de la lu z (1985), Animales impuros (1992), El jardín sin límites (1997) y Poemas mediterráneos (2001).
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Emoción y verdad
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poeta, me impresionó, y tiene mucho que ver con su mirada serena y honda, con el silencioso fluir de su palabra, que forma parte de su poética. En la lectura del libro de libros Contra el tiempo, nos encontramos en la primera parte con un canto a lo natural. Montes, río ("El Cares es un río de ojos claros"), piedras, lugares queridos . En el poema "Valdeón" leemos: "Llegan los viejos bueyes hasta el agua / y sus cuellos vencidos se rebelan". Ahondar en la anécdota es otro de los aciertos del autor, y convertir ese dato leve en algo superior, desde la sencillez y la claridad ("Un hombre de pie bajo el rumor del bosque"). Bella imagen la que antecede, capaz de crear otras realidades, otros momentos líricos. En Milenios, uno de los libros en el orden recogido en la antología, encontramos de nuevo el detenimiento del autor en algo inanimado. "Historia de la piedra" se titula uno de los poemas. En ese detenimiento al que aludimos, el poeta fija su reflexión sobre lo pasajero de la vida y de nosotros ("Y su historia, lo sabes, es tu historia. / Su vida es tan fugaz como tu vida"). La piedra, a pesar de su condición, también es agredida por el tiempo, y presenta "nudillos destrozados, ya sin forma ... ". En este mismo apartado encontramos referentes al cambio de siglo, donde tiene presencia la ironía y ese temblor que dice de lo inesperado en el paisaje de final de siglo. La atemporalidad es otra condición de la poesía de Mollá, lo demuestra el poema "Los amigos", recogido en el apartado de Memoria de papeles amarillos: "Y ando hablando contigo. (Si de veras / el tiempo es sueño y lo profundo dura, / me escucharás ... ". No importa si es hoyo mañana, sino la hondura del sentimiento. Al hilo de estas palabras diremos que si la poesía, como nos dice Machado, es diálogo del hombre con su tiempo, Mollá ha sabido no solo mantener ese diálogo en cada una de las etapas de su vida, sino que ha conseguido atmósferas propicias en cada uno de esos momentos vividos, trascendiéndolos para que sean de todos. La luz está presente en la poesía de Mollá. En el libro Sombra, medida de la luz, y en contraposición al ensombrecimiento, dice de sueños de luz ("Solo la luz, la luz, nos une ahora [... ] la luz de los que llevo en la memoria ..."). En definitiva, la luz buscada y permanente. En ocasiones, una luz sin luz, como advertimos en el poema "El pozo", donde la búsqueda y el encuentro están en lo hondo, en lo esencial. Somos memoria, solemos afirmar, porque en los acontecimientos más lejanos puede estar la firmeza del poema.
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Dionisia García
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Nuestro poeta lo sabe y con frecuencia nos llega desde lejos, como ocurre en otro de sus libros, Animales impuros, donde encontramos personajes de las lecturas de un tiempo: Patricia Highsmith, recordada en el poema "El arma", y Poe. En este mismo libro nos muestra Juan Mollá un franciscano detenimiento hacia esos "animales impuros" que suelen ser rechazados, la rata, el lobo, y tantos otros, depredadores o no, que evitamos. "Figuras lejanas sobre fondo azul" es un poema del mismo apartado que merece destacar por su intrahistoria, recogida en versos admirables dedicados a las figuras materna y paterna ("Dios brillaba en los ojos de mi madre, / dulces uvas o soles asomados"), contraste entre la ternura y la fortaleza ("Primigenia escultura / las manos poderosas de mi padre"). Ambos evocados en plenitud, con la sencillez que acompaña a lo verdadero. En El jardín sin límites, otro de los títulos recogidos, encontramos los jardines vividos y amados. Por ellos han pasado épocas. Presente lo natural y lo originario, aquello que fue y preservamos de todo mal, porque ha formado parte de nuestra existencia y sigue estando en nosotros, en ese continuum que somos, también por haber sido ... El canto a la naturaleza en buena parte del libro nos lleva a recordar al poeta inglés Gerard Manley Hopkins ("Lovely the woods, waters, maedows, combes, vales .. ."2). También en la luz, en esa claridad del día nuevo. Finalmente, Poemas mediterráneos. En ellos el mar, mencionado y vivido a través de las páginas del libro total, y presente en estos poemas mediterráneos, donde encontramos otro componente, el viaje ("Nápoles o Palermo. Arezzo o Siena. O Roma. / Yo estuve aquí hace siglos"). De nuevo encontramos atemporalidad y misterio de cuanto fue o está siendo ... Juan Mollá nos dice, a través de Contra el tiempo, de su paso por la vida, una manera de detener el tiempo, de atraparlo con el beneficio y la huella de su escritura para bien de los lectores. ¿Poesía elegíaca? ¿De celebración? Ambas características confluyen en ella, marcada por la excelencia y el bien hacer de un poeta que ha sabido conmovernos con sus versos.
"Deliciosos los bosques, las aguas, las prad eras, las cres tas y los va ll es .. .".
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La poesía de Antonio Martínez Menchén MORALES LOMAS
Hace unos años dedicaba a Martínez Menchén, junto a L. A. Espejo-Saavedra Santa Eugenia, el ensayo Fantasía y compromiso literario. La narrativa de Antonio Martín ez Menchén (Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 2008), un estudio de más de trescientas páginas que analizaba toda la obra narrativa del escritor linarense afincado en Madrid. Sin embargo, desconocía su labor poética. Hace unos días me llegaba su obra titulada Poesías (publicada inicialmente en Internet). Fue su hermano, el también escritor y crítico Jesú s Felipe Martínez Sánchez, el que le animó a enviarle unos versos para incluirlos en Internet en su web www.jesusfelipe.es. Es la primera vez que se publican estos versos, inéditos hasta ahora, y con ellos abre nuevas expectativas a su s seguidores en prosa. La m ayor parte de estos versos los escribió cuando estudiaba Derecho, años 50 y 51 del siglo pasado; las tres últimas series son de la primera mitad de los 60 y Campo de Marte de la segunda mitad de los 70. Los considera "un produ cto de la nostalgia", la de una lejana juventud que ahora se recupera en su sentido con estos versos . . Aunque organizados en ocho apartados, existe un aliento h omogéneo que alimenta el sentido postrero de los mism os: la reconstrucción de un sentimiento, de un sentido, de una vivencia en el tiempo y la memoria. Además de una caden cia, una entonación llena de tristeza, melancolía y desazón. Creo que es un espíritu que alimenta una época triste y d esoladora de nuestra historia de España, aunque solo tenuem ente entra en su valor crítico. Si h ay más una forma de acceso al sentimiento, a la contem plación de la tarde de lluvia, a la monotonía de los días, al paso del tiempo y a la sensación de que nunca sucede nada y si algo acaece, es triste e infecundo. Las emociones, las sacudid as, los estremecimientos se crean y amplifican el poema, sensaciones de pérdida, de ausencia, de reconstrucción de la mem oria, del frenesí de los afectos y de la espera de la m uerte. Para ser un hombre joven el que escribió estos
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Morales Lomas
versos su espíritu había envejecido y la presencia de lo efímero y la audacia de lo nihilista está muy presente en ellos. No en vano comienza el poemario con este endecasílabo: "Llora hoy mi corazón tierno y doliente". Imbuido por la poesía macha diana y su veta, que llega desde el canto doliente de Rubén en sus versos de Cantos de vida y esperanza, Martínez Menchén no es ajeno a ese dolor de la existencia, a ese morirse lentamente en el precipicio de la nada: "Me empuja inexorable hacia la nada" . Sólo hay un remanso de paz cuando el poeta, a través de sus versos narrativo-descriptivos, se complace en observar la tarde, su dulce agonía, su penumbra ... , a veces recuperada por la contemplación de la amada, por sus ojos, por su carne encendida. Como una música de Chopin, la singladura de las palabras de Martínez Menchén se hace campo observado, campo detenido, con la lluvia siempre, con el barro, con la grisácea presencia de los chopos o los álamos que se agitan pero siempre temblando. Las calles taciturnas, la ciudad languidecida, las largas avenidas ... sirven de marco para crear sensaciones y sentimientos que ahonden en esa vivencial monotonía, que actúen como pulso de los días, que se sucedan en el tiempo con ellos y se hagan a la vez tiempo recobrado, frutos de sensación o esplendentes cúpulas de grises y vidrieras oscuras. Su poesía nace de esas tardes tristes que duermen los sueños, de una soledad bien timbrada que va creciendo en el poema como una breve historia del corazón, del corazón dolorido, incluso del corazón que teme, que busca y no encuentra: "Esta tarde muerta me llega aún en el perfume de tardes que murieron" . Una estación que preside el otoño, como no podía ser de otro modo, con sus matices envolventes y melancólicos, con su rumor de hojas secas y sueños y fantasías. Un aire machadiano, ciertamente, pero que llega desde Soledades, galerías y otros poemas. Y así lo constata cuando dice que "La tarde se ensombrece. En las palabras grises / del Código resbalan los versos de Machado". La vida transcurre desde su contemplación, desde el alimento que llega al corazón y lo agita, desde la alegría contenida y desde la tristeza ensalzada. Pero también hay momentos para la exaltación, como cuando se refiere a la María del poema cuarto, con el sintagma con valor apreciativo de "alegre despertar", y su carne fresca que enciende la pasión y los deseos: "Dulcemente ... Una mujer de carne rubia y plena, / un lánguido desmayo de placer ya sabido, / uva dorada, un sol pequeño y dulce, / un perfume azulado y un presentido mar".
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La poesía de Antonio Martínez Menchén
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También el recuerdo de la madre amplifica el valor de los sueños, de esa vida que si fue una flor sombría puede también agradecer la dulce sensación de sentirse amado. y este reconocimiento puede romper la quietud de la tard e y hacer madurar los silencios y transformarse en búsqueda sublime. y siempre la memoria, tratando de reconstruirse, con ideas marchitas, como tratando de resucitar a los muertos que ya no están, implicando en ello la sangre y su fortaleza también de palabra, de nostalgia en sazón y de lucha. La lucha con la palabra para construir con ella el sentimiento hecho dulce melancolía, vieja sombra, viejo dolor. Una naturaleza que sirve de entorno para construir la horma del afecto y las emociones, siempre con aire fúnebre, como si el ocaso se apoderara del poema y en breves sustanciaciones vertiera el cansancio y el miedo, cuerpo retorcido, cuerpo desorientado, como el de Rosa, la ramera que dio su juventud a "la voraz manada de los hombres". Martínez Menchén logra crear imágenes dolientes y proyectarlas como Munch hacia el lector y jugar al cansancio y la desolación, y profundizar en el misterio de la tierra, en su fortaleza y en su negrura y crueldad, en el dolor rechinante y en la radiografía de sí. Porque siempre encontraremos en sus versos al escritor que siente, y el vacío como respuesta: "Qué dolientes las tardes sin aroma ... Qué dolientes los gestos sin p alabras ... Qué doliente sonrisa la que vaga ... ". Pero también, como en el último poema, puede haber m omentos para la profunda pasión, yeros, desde su distancia, emerge con fuerza y aparece el tú de la amada que se adueñ a del poema-amor, de la ternura, de la palabra que su eña de nuevo y siente el cosquilleo del ser. Es primer d omin go de otoño de 1964, y, aunque envuelto en la tristeza, resurge esa amada, esa vieja amada, con un claro deseo: "Que n os desnudemos y saltemos / sobre el tiempo y sobre la angustia / haciendo un rítmico espectáculo de nuestro amor / p ara intentar, como tantas veces, ya que no conmoverla, / al menos hacerla sonreír". Un des cubrimiento, el de estos versos, una evidente cons tatación d e que la obra de Martínez Menchén es fiel a sí m ism a, p rofunda y desoladora, álgida en la creación y n unca ajen a a la voluntad del sentimiento, producto histórico d onde los haya que, como los afectos, nace en un mom ento y vu elve en un eterno retorno sobre sí.
Miguel Hernández: de la A a la Z Diccionario temático hernandiano FRANCISCO ESTEvE RAMíREZ
Editorial Fragua - Colección Druida Madrid, 2010. 442 págs.
lectura para un público infantil y adolescente, etc., pero también actas de seminarios o jornadas, monográficos de revistas literarias, discos compactos con versiones musicadas de poemas hemandianos, tributos de artistas, traducciones en China o Brasil, y una interminable lista que sería ocioso desarrollar aquí y ahora. De entre toda esta selva editorial, uno de los libros más útiles, tanto para los estudiosos como para los admiradores del poeta de Orihuela, es el de Francisco Esteve Ramírez, titulado Miguel Her-
Durante el pasado 2010, año en el que hemos celebrado el centenario del nacimiento del poeta oriolano Miguel Hemández, muchas han sido las propuestas editoriales en tomo a su obra. Desde ediciones de presuntas obras completas que no son tales, antologías, ediciones facsímiles (Perito en lunas, El rayo que no cesa, el auto sacramental Quién te ha visto y quién te
ve y sombra de lo que eras, Teatro en la guerra, Versos en la guerra, los dos cuentos para su hijo Manolillo, etc.), sugerentes guías de
nández: de la A a la Z. Diccionario temático hernandiano, publicado en Madrid por Editorial Fragua en su colección Druida, de 436 páginas. La mencionada colección recoge títulos, entre otros, sobre Antonio Machado, Gonzalo Torrente Ballester (del cual se conmemoraba, también el año pasado, el centenario de su nacimiento) y sobre José Luis Castillo-Puche. No vamos a detenemos ahora en la trayectoria reconocida de Esteve como hernandiano, pero ofrecemos algunas breves pinceladas. Presidente de la Asociación de Amigos de Miguel Hernández, fue el coordinador de la Obra poética completa de este en 1976, la primera tras la muerte del general Franco, editor de Miguel Hernández para niños (1979) y de Antología comentada (2002), aparte de participar activamente en la organización de los tres congresos internacionales hernan-
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Miguel Hernández: De la A a la Z
dianos celebrados en 1992, 2003 Y 2010, impulsor desde 1998 de la Senda del Poeta, patrono de la fundación que lleva el nombre de este, ganador del Premio Internacional de Periodismo Miguel H ernández en 2005, director de la Cátedra Miguel Hernández (de la Universidad Miguel Hernández de Elche), coordinador del número monográfico dedicado al poeta por la revista 1 (n0220) en 2008, y catedrático d e Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. El libro, ya hemos adelantado que compuesto de 436 apretadas páginas, supone una labor de 10 años de paciente trabajo de acopio y acarreo de datos para confeccionar cerca de 700 fichas de amigos, coetáneos, conocidos, lugares, publicaciones, etc., relacionadas directa o indirectamente con Miguel Hernández, a guisa de una valiosa cartografía del hernandismo, qu e nos dibujan variados poliedros o facetas de la vida del "ruiseñor de las desgracias". Esteve, desde una homadez inusual, por desgracia, en la investigación, solicita de los lectores su colaboración para señalar erratas, correcciones, enmiendas, adiciones, etc. Un libro, una obra, como gustaba Juan Ramón Jiménez, en continua marcha. Porque, como deCÍa Leopoldo de Luis, siempre se puede decir la primera palabra sobre un poeta, pero nunca la última. Letras capitales con versos hernandianos abren las secciones. Desde hace tiempo se viene desarrollando un mayor conocimiento de los coetáneos de Miguel Hernández, y Esteve h a intensificado ese trabajo in grato p ero necesario en busca del d ato preciso que pudiera ofrecernos una mirada dis tinta o complementaria del poeta oriolano. Así, desfilan por el libro autores alicantinos como Manuel Molina o Vicente
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Ramos (este, fallecido el pasado 2 de junio a los 91 años de edad), y el pintor Miguel Abad Miró. Pero también el aludido Leopoldo de Luis o Concha Zardoya, Arturo del Hoyo, María de Gracia Ifach, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, Garda Lorca, etc. Este volumen es complementario, en nuestra opinión, del de Marcela López Hernández Vocabulario de la obra poética de Miguel Hernández (Cáceres, Universidad de Extremadura, 1992). Quizás, con el libro de Esteve se percibe el perimundo más cercano y vital de Miguel Hernández. Una "Bibliografía escogida de y sobre Miguel Hernández", una no menos útil "Cronología", y varios índices, que dan idea del trabajo desarrollado por Esteve, completan este sugerente y necesario libro. Valgan los siguientes datos: el "Índice general de entradas" asciende a 686 referencias; el "Índice hemerográfico" (publicaciones, editoriales, obras ... ), a 72 referencias; el "Índice de instituciones" (colectivos, agrupaciones, centros socio-culturales ... ) a 56 referencias; el "Índice onomástico" (personas coetáneas del poeta ... ), a 476 referencias; y el "Índice topográfico" (ciudades, lugares ... ), a 69 referencias. En definitiva, un muy recomendable volumen, tanto para los estudiosos como para el lector que, además de valorar en Miguel Hernández al gran poeta que fue, también lo considera por su valor de una época de esperanzas, de lucha y de compromiso con un pueblo identificado con quienes cantaron sus aspiraciones, miraron al futuro sin dejar de olvidar, nunca, lo pasado, en una suerte de memoria de un olvido que nos abre el camino que nos conduce a una estrella. AlTOR L. LARRABIDE Doctor en Filología Hispánica
RESEÑAS DE LIBROS FÉLIX AMADOR Lienzos en blanco La música (el jazz), la literatura y el arte son las tres grandes pasiones de Félix Amador Gálvez. Son tres maneras en que ha plasmado sus intereses y habilidades. Es verdad que el autor de Lienzos en blanco ha sido, es, pintor, escritor, crítico de jazz ... , pero también ha ejercido como deportista, cartelista, oficinista, padre ... Actividades que, en un momento dado, pueden alimentar su vertiente artística. En el ámbito estrictamente literario, Félix Amador Gálvez es autor de la novela Las palabras mágicas y de un ensayo con forma de guía de viajes titulado El Moguer de Juan Ramón Jiménez (Breve guía para el viajero pasional), publicado por la Fundación ZenobiaJuan Ramón. Pero es en la narrativa breve donde ha obtenido más éxitos, contando con una treintena de premios. Lienzos en blanco es, de hecho, un libro de relatos sobre la pintura. Diez relatos a modo de cuadros o imágenes que tienen en común la inspiración en la experiencia pictórica, la pasión de crear o el misterio y las leyendas que suscitan algunas obras de arte. Un retratista capaz de conocer el alma de las personas que dibuja; un chico de pueblo que se cree la reencarnación de Van Gogh; un personaje de un cuadro que decide ausentarse del lienzo que lo apresa, para terror del vigilante del museo, o un Leonardo en su lecho de muerte que pronostica teorías funestas sobre el arte de los siglos que vendrán son algunos de los personajes que perfilan las líneas maestras de estos Lienzos en blanco.
UENZOS EN BlANCO
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Lienzos en blanco Félix Amador Excma. Diputación Provincial de Huelva
JOSÉ RAMÓN CASANOVA Huella de un silencio Dedicado, en principio, al mundo de la empresa, José Ramón Casanova (Vigo, 1963) ha compaginado su labor profesional con una destacada participación en actividades culturales de ámbito regional, la dirección de asociaciones culturales locales y la edición de revistas de la misma índole. Esas revistas han sido las que han ido dando a conocer sus textos en prosa y verso. Ahora, parte de su producción poética aparece reunida en Huella de un silencio, editada por Poesía eres tú. El amor siempre, ya sea desde el anhelo infatigable de su búsqueda, el placer del hallazgo o en sus distintas manifestaciones, es el hilo que vertebra las páginas de esta obra. "Enraizado en ti", "Comprendiéndote", "Tan adentro", o "Recítame" son algunos ejemplos que hacen del libro un canto con el que saber, imaginar o sentir más sobre las variedades y vélliaciones de la experiencia amorosa.
Huella de un silencio José Ramón Casanova Poesía eres tú
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Reseñas de Libros
RAFAEL DE CÓZAR Los huecos de la memoria
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"¿Puede hablarse de autobiografía?", se pregunta Rafael de Cózar en las notas que preceden los versos de Los huecos de la memoria. Y ¿puede no hablarse?, cabría preguntarle a él. Sobre todo si uno se dedica a la poesía. Y sobre todo si uno se dedica a la poesía amorosa (y desamorosa), como ocurre en este libro. El sello Ediciones en huida inaugura la colección Crepusculario reuniendo en un volumen poemas de Cózar escritos entre 1977 y 1980. A través de ellos y en las dos partes en que se divide la obra, "La copa de los ecos" y "Sombras de tus ecos", se desgranan las sensaciones de la experiencia amorosa y su crudo envés: la incómoda memoria. Para interesados, el autor brinda la oportunidad de descubrir una obra en prosa que "versionea" estos poemas, "una traducción casi literal de ellos en una nueva estructura, ahora narrativa", explica Cózar. Habla de la novela El corazón de los trapos, que en 1996 obtuvo el premio internacional de novela Vargas Llosa. En esa novela se incluyen varias cartas -sin ficción- como advierte el autor y una de ellas es del escritor, y amigo personal de Cózar, Andrés Sorel, que firma un emocionante -emocionado también- prólogo a Los huecos de la memoria. De vuelta a este libro, es preciso señalar que la última parte la ocupan una serie de poemas visuales donde, mediante métodos como el collage o el dibujo a tinta china, cobran forma - y casi siempre de mujer- los temas anteriormente trazados. Los diversos formatos, la calidad del despliegue poético, narrativo o pictórico hacen patente la versatilidad y singularidad del autor Rafael de Cózar. Nacido en TetUán en 1951, residió desde niño en Cádiz, donde se inició en la pintura. Más tarde llegó la literatura. Y llegó para quedarse. Cózar ha sido director literario de la editorial El carro de la nieve y colaborador de diversos medios. Es doctor en Filología Hispánica, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla y miembro del Consejo Asesor del Centro Andaluz de las Letras.
EdiCJones En Huid8
Los huecos de la memoria Rafael de Cózar Ediciones En Huida
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Reseñas de Libros
RAÚL GUERRA GARRIDO
Cuaderno secreto Esta significativa obra de Raúl Guerra Garrido, publicada en 2003, se ha reeditado con motivo de la conmemoración de la entrega a su autor de la Medalla Carracido de Oro, otorgada por la Real Academia Nacional de Farmacia. Guerra Garrido ha vivido desde siempre, desde antes de nacer, una estrecha vinculación con el gremio, ya que su abuelo era un ilustrado boticario con despacho en uno de los pueblos de la comarca del Bierzo. El "cómo-se-hizo" del Cuaderno secreto arranca con un cuaderno verdadero que al escritor le llega a través de un familiar y que se pierde en el ataque a la farmacia que el propio autor tenía en San Sebastián. Siempre dispuesto a recuperar los recuerdos y con la excusa del manuscrito encontrado, Guerra Garrido va descubriendo, a través de las singulares anotaciones, al fascinante personaje escondido bajo el familiar traje de la persona que fue el abuelo. La memoria es uno de los grandes hilos conductores de la narrativa de Guerra Garrido y también el paisaje leonés ha servido de escenario a varias de sus obras. El contexto físico del Bierzo donde el escritor vivió su infancia ha aparecido ya en otros libros como El otoño siempre hiere (2000) o El año del wolfram (1984). Quien sueña novela (2010) es el título de su último libro. Raúl Guerra Garrido fue Premio Nacional de las Letras en 2006.
Raúl Guerra Garrido
Cuaderno secreto Raúl Guerra Garrido Grupo Cofares
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Reseñas de Libros
ENCARNA LEÓN Roquedal azul. Antología de poesía melillense Por suerte siempre hay nombres que faltan en las antologías poéticas. Siempre hay algunos que no están, hallazgos que se acaban de hacer. Por suerte siempre están incompletos este tipo de libros. Existían ya algunas recopilaciones de autores melillenses financiadas por la Consejería de Cultura de la Ciudad, pero faltaban, faltaban nombres y había poetas, de modo que ¿por qué no acometer un ambicioso proyecto, una recopilación extensa y aglutinadora? Al frente de la iniciativa se situó Encarna León, poeta (no le gusta mucho la palabra "poetisa", como ella misma afirma en el preámbulo al libro), narradora y colaboradora en diversos medios que reside entre Granada, Málaga y Melilla. Buscó, indagó y se encontró con poetas melillenses que no vivían en la ciudad y otros de diversas procedencias que habían residido toda o parte de su vida en Melilla, camuflados entre los vecinos. Entre los primeros cita Encarna León a Emilio Miró o José Teruel, a quienes encontró en Madrid; a muchos como Antonio Abad, José García Pérez, Álvaro Cordón o Filomena Romero, que viven en Málaga; a Antonio Rivero en Sevilla; a Antonio Carmona, que estaba en Tenerife; y hasta cruzó la frontera para encontrar a Fernando Arrabal en París. En Melilla residen Rocío García Linares, Elena Muñoz Treviño, Jaime Alonso, María Angustias Montero y la propia Encarna León. También están presentes en las páginas de Roquedal azul el Premio Nacional de Literatura Miguel Fernández, Juan Guerrero Zamora, Carmen Conde o José Lupiánez. Valgan unos versos de la mencionada Carmen Conde para ejemplificar el cariño con el que los poetas reunidos en este volumen tratan a la ciudad que les vio nacer o que les acogió. Son los que rematan el poema "Melilla, ciudad de mi infancia". ¡Oh mi ciudad de in fancia, mi Melilla primera; oh mis casas primeras, cómo os amo; y sueño tener otra casita a la mar asomada porque la mar me lleva y me trae en su furia!
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Roquedal Azul. Antología de poesía melillense Encama León
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Reseñas de Libros
Díselo, cuando digas, a otras niñas. Les dices que tuviste conmigo una ardiente semilla que tanto removió tu fermento de sangre que te guarda clavada como un hijo a la entraña.
El criterio cronológico es el que al final ordena la nómina de poetas que reúne Roquedal azul. Los que antes nacieron van dejando paso a los más nuevos en esto de la vida. Todos comparten en sus versos la sosegada pasión por Melilla. Sus 12 kilómetros cuadrados dan para ello.
ENRIQUE LENZA GONZÁLEZ
La hermosura de Angélica Un conflicto abierto entre las relaciones profesionales y personales en una pareja que siempre había sido ejemplar acaba en tragedia. Ella, Maica, terminará aceptando una peligrosa corresponsalía en un país en guerra del que nunca volverá. Julio, el desolado marido, arrastra su existencia conviviendo con el fantasma y la sombra de su mujel~ sus propios fantasmas y miedos, su depresión y sus peligrosas e inadecuadas relaciones. Enrique Lenza nos hace reflexionar en La hermosura de Angélica, mediante una sencilla obra de teatro publicada por Incipit editores, acerca de la belleza y de cómo esta puede engendrarse a partir de las experiencias y reflexiones positivas, sobre el significado de seguir adelante y de la propia vida. Nacido en Madrid en 1928, inició su fructífera relación con el teatro en 1961 con la creación del grupo La Careta. Como dramaturgo ha escrito y estrenado Un hombre como los demás (1986), La voz de ayer perdida (1994), Isidoro Márquez o el eterno silencio del olvido (1996) y La cárcel de mis sueños (1999). Otras obras publicadas son La casa vieja y Réquiem por un torero, ambas del año 2003; El monumento y Flores de papel, de 2004; o ¿Por qué Juan ha vuelto a beber?, de 2005. Entre sus títulos más recientes se encuentran Deslealtad, publicado también en Incipit; Zweig o Es peligroso
jugar con el amor.
La hermosura de Angélica
ENRIQUE LENZA GONZÁLEZ
La hermosura de Angélica Enrique Lenza
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Reseñas de Lib ros
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FERNANDO J. LÓPEZ Tour de force En Tour de force, el dramaturgo y novelista b arcelonés Fernando J. López (1977) sub e al ring a un joven Buñuel a pelear contra sí mismo y contra sus fantasmas, a combatir el tiempo, a dar puñetazos a la historia o a recibir los que esta h a reservado para él, a defender a golpes y dentellad as lo que ama y a los que ama. Dividida en cuatro asaltos-capítulos, la obra, publicad a p or ediciones Antígona, fue concebida com o u n singular h omen aje a la Residencia de Estudiantes. El proyecto resp ond e a una iniciativa de la directora, Ainh oa Ames toy, qu e eligió a . Fernando J. López como representante de u n a p rometedora generación de creadores donde también se in cluyen nombres como José Manuel Mora o Paco Bezerra. Com o explica la p ropia Amestoy en el preámbulo de Tour de force : "Fernando J. López, creador infatigable y polifacético hombre d e letras, no dudó en afrontar el encargo, no solo como autor, sino también como director y productor del espectáculo [ ... ]" . En el cuadrilátero, un joven e impúdico Buñuel se muestra dispuesto a la batalla y seguro de su victoria: "Me río porque sé que voy a ser genial dentro y fuera del ringo Porque ten go las mejores botas. Porque soy el más fuer te. Porque esa fu erza tiene que estallar por algún sitio para volverse arte. Y porque he decidido que yo también quiero ser poeta. Y p intor. Y artista. Yo también quiero ser Dios - con o sin vosotros- y ah ora empiezo a intuir cómo puedo llegar a serlo" . Su historia es la historia de grandes amistades y genios, de acontecimientos históricos como la borrachera de los felices años 20 y el preludio de la guerra del 36. Pero además es la historia de todo aquel que lucha por saber quién es y no duda en batirse con sus fantasmas en medio de un cuadrilátero. Fernando J. López usa de nuevo el monólogo, como ya h izo en su obra titulada Melibea, donde la mujer y sus tribulacion es eran las protagonistas del texto. Entre sus obras dramáticas también se incluyen El sexo que sucede, Distrito Cabaret o Tres forma s de lenguaje. En su faceta de novelista figuran títulos como In(h)armónicos, Premio Nacional Joven y Brillan te 97, y La edad de la ira, tercera finalista en el premio Nadal 2010 y publicada por Espasa en 2011.
Tour de force Fernando J. López
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JOSÉ AURELIO MARTÍN Sostenes 1TifI,.,jlriji¡. ielj·¡utll
José Aurelio Martín hace un homenaje en esta obra a las mujeres que no solo llevaban sostén -ahora que la hermosa palabra ha quedado definitivamente abolida por la mucho más pobre de "sujetador" - sino que lo eran. Ellas eran el sostén de sus familias y no les importaba borrarse -es más, lo hacían con gusto y alegría porque ese era el deber que debían atendercon tal de que el resto saliera a flote, siguiera adelante. El autor teje una trama con cinco mujeres protagonistas: una abnegada madre, heredera de los más difíciles tiempos de la guerra y la posguerra que aprendió a sacrificarse y a vivir con lo mínimo y no se acostumbra a la nueva época de opulencia; la hija mayor, Carmen, que arrastra una vida convencional y un tanto impostada, pues la vida ha cambiado mientras ella se empeña en engañarse y vivir del y en el pasado; Chelo, que ha trazado un proyecto vital arriesgado junto a otra mujer y está dispuesta a llevarlo a cabo; Cristina, que trae la libertad, el riesgo, la independencia orgullosa; e Isis que es el futuro con sus esperanzas y sus nuevos problemas. Los personajes destilan verdad, una verdad y un realismo que, malinterpretados, han servido para tachar al autor de "heredero de un realismo naturalista trasnochado". Él, en la presentación de su obra, editada por Antígona, en Cádiz, prefirió fijarse en las críticas en vez de en los halagos -lo que dice mucho de su inteligencia y sensibilidad- para que nadie interesado en el texto se llamara a engaño a la hora de comprarlo. Estas son las palabras de José Aurelio Martín recogidas por La Voz de Cádiz: "Voy a explicar mi posición, por si alguien quiere adquirir el libro, para que sepa, de antemano, qué se lleva. En todo lo que he escrito y mostrado públicamente, bien en antologías poéticas o bien en teatro, todo lo que he hecho ha tenido un carácter remarcadamente social y de compromiso no sólo ético sino político, entendiendo como tal, no un compromiso partidista, sin la necesidad de expresar los problemas sociales que hoy atenazan al hombre en un tiempo y en un espacio concretos. Por ello, se me ha tachado de trasnochado, de poco contemporáneo. Bien, resulta que el teatro contemporáneo es, la mayor parte, hermético y poco comunicante, antes bien, condena al público a cierta oscuridad de interpretación que solo, parece, entienden unos pocos expertos. Nada más
Sostenes José Aurelio Martín Ediciones Antígona
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lejos de mi intención: nuestro teatro tiene que ser comprensible, clarito, y con un mínimo de compromiso social o ético, un teatro, por qué no, pedagógico, social, cívico. La época de los juegos ya ha pasado, ha sido muy interesante, pero ahora conviene reclutar público para invitarle a la reflexión, una reflexión de conjunto, respetando, lógicamente, las reglas del espectáculo teatral y sin intentar nunca ser aburrido: entretener y enseñar, corno quería el clásico, prodesse et delectare . De modo que, sí, soy un dramaturgo comprometido con el tiempo que le ha tocado vivir, realista (el naturalismo en teatro es de lo más difícil: Chejov o Buero Vallejo) y muy atento también, corno director de escena, a desarrollar estrategias que mantengan el interés dramático y el entretenimiento".
ÁNGELA MARTÍN DEL BURGO
Poemas de viaje
Poemas de viaje Ángela Martfu del Burgo Huerga & Fierro
Editado por Huerga & Fierro, este poemario de la sevillana Ángela Martín explora la siempre literaria imagen del viaje, de un viaje que es metáfora de los caminos, búsquedas y andanzas que depara la vida. Este sentido lo torna el libro especialmente en su parte final, en el capítulo tercero, donde se incluyen poemas corno El cansancio del viajero, Islas vírgenes, Paisajes o El viaje imposible. Anteriormente la autora ha recorrido e:n dos capítulos ciudades concretas que van dando título a las piezas (París, Bruselas, Nantes, Lisboa, Barcelona); ha paseado por calles y plazas (Bologna. Piazza Maggiore, La rue des Écoles, Calle de la memoria, Sevilla); y ha visitado lugares que también han originado versos y poemas corno la iglesia de St. Martins in the Fields, el Parque Güell, la playa de Ereaga o el cementerio de la Almudena. Porque la poesía está, pu ed e estar, en todas partes y solo hay que tener la mirada dispuesta p ara alzar el verso. Es lo que hace la autora, Ángela Martín del Burgo que, además de poeta (o poetisa), es doctora en Filología y profesora de lengua castellana y literatura. Tiene varios libros de poemas publicados, como La mirada asombrada y Caducidad de lo real, y las novelas Cenizas sobre un
mar de agosto y Ningú n camino de flores conduce a la gloria.
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ANTONIO MARTÍNEZ BALLESTEROS Por debajo de la piel Antonio Martínez Ballesteros es, ante todo, un hombre de teatro. A este género ha dedicado su vida, desde que fundara el grupo Pigmalión en Toledo, su ciudad natal, hace 45 años, y la inmensa mayoría de su obra, en la que se cuentan títulos como
Pisito clandestino, Matrimonio para tres, Salir en la foto, Camila mi amor, Relato frívolo de una mujer fría, Farsas contemporáneas, Los comediantes, Los placeres de la egregia dama... Como dramaturgo ha recibido varios premios como el Guipúzcoa (Farsas contemporáneas); el Palencia (Retablo en tiempo presente); el CastillaLa Mancha (Camila, mi amor); o el Buero Vallejo (Los enanos improvisan su comedia). Sin embargo, Martínez Ballesteros no solo escribe teatro. Ha cultivado la narrativa de forma intermitente a lo largo de toda su vida y ha publicado tres novelas. "Lo hago porque el teatro no me ha dado lo que yo esperaba, además con la novela es más fácil llegar al lector, al destinatario final, que con el teatro que necesita de muchos más intermediarios, desde el productor hasta el actor, pasando por el director, el escenógrafo", explica en una entrevista para el semanario Aquí. La última novela, publicada por Descrito ediciones, se titula Por debajo de la piel y es un retrato de la difícil época de la transición en una ciudad de provincia. Los personajes, insatisfechos y frustrados, se empeñan en conseguir la vida mejor que creen merecer, intentando salvar su dignidad, lo que no siempre consiguen. Para ello, pretenden evitar, aunque solo interiormente, la salida fácil de la recomendación; se esfuerzan en hacer valer unos méritos que no poseen, y terminan recurriendo, en contra de sus declarados propósitos, al enchufe, aunque justificándose con falsas motivaciones y silenciando cómo consiguen medrar. Este, al menos, es el caso de Juan Soriano, ambicioso y poco preparado, que acaba despreciando la cultura porque no coincide con sus maneras de actuar, con su deseo de "parecer" alguien antes que de "ser" alguien. Martínez Ballesteros consigue en su novela un cuadro verdadero donde destaca el tratamiento profundo de los personajes y la descripción de las situaciones. En ambos aspectos el autor luce todos los recursos del hombre de teatro que es y consigue que por las páginas de Por debajo de la piel transiten personas en vez de personajes y las situaciones se visualicen al tiempo que se leen.
Por debajo de la piel Antonio Martínez Ballesteros Descrito Ediciones
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SANTIAGO MONTOBBIO
Absurdos principios verdaderos "Escribimos para revelarnos a nosotros mismos", ha dicho en alguna ocasión el autor de Absurdos poemas verdaderos. El mismo título del libro es u na muestra d e lo que Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) hace en él: retorcer las p alabras hasta extraer el jugo, pensar qué ocultan, qué desvelan, indagar sus significados, los otros significados "de las palabras tontas, las palabras san gre / las palabras araña / que devoran y tapian". Ellas son el fascinante métod o que se nos da para intentar conocernos y conocer siempre una p arte dem asiado pequeña del mundo qu e nos rodea. Hay varios p oem as que juegan con las palabras, con frases y con la m ism a literatura: "Para vivir no quiero islas palacios torres y qu é alegría vivir en los pronombres. Era algo así ¿recuerd as?" . Con el martillo y el clavo de las palabras va levantando Montobbio sus poemas. Con esas humildes, pero eficaces h erramientas, el poeta ara caminos nuevos para los temas de siempre: el miedo, el amor, la muerte, la pérdid a, la melancolía, la libertad siempre .. . Montobbio es licenciado en Derecho y Filología Hisp ánica p or la Universidad de Barcelona, profesor de ESADE y la UNED . Entre sus obras des tacan Hospital de inocentes, Ética confirmada, Los versos del fantasma y, más recientemente, Los colores del blanco y Donde tirita el nombre. Absurdos principios verdaderos está publicada por March Editor.
Absurdos principios verdaderos Santiago Montobbio March Editor
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MANUEL MUÑOZ HIDALGO El saber y la renuncia y Nikola Vaptzarov La editorial Ñaque reúne en un volumen dos obras teatrales del escritor murciano Manuel Muñoz Hidalgo (Alcantarilla, 1939). La primera, El saber y la renuncia, es el primer texto teatral sobre los santos Cirilo y Metodio, patrones de la Unión Europea. La segunda, titulada Nikola Vaptzarov. El surco sangriento, repasa la vida y el legado del poeta búlgaro muerto, como otros poetas, por su movilización contra la opresión y a favor de los derechos y libertades. Escrito en verso, El saber y la renuncia es un texto de 1987 recuperado ahora que tanto se habla y se escribe sobre el futuro de Europa sin conocer, en muchas ocasiones, sus orígenes. En el prólogo, Francisco Rodríguez Adrados, miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia y que comparte con el autor la Orden Cirilo y Metodio, afirma de la obra que trata un tema "vital para toda la cultura búlgara y toda la cultura europea". Mediante una aproximación biográfica a los santos, se van desgranando los avatares familiares y los desvelos espirituales de ambos, así como el enfrentamiento con las autoridades eclesiásticas. El texto se acompaña de algunos bocetos de la escenografía trazados por José María Carnero, que también dibuja un retrato del autor. En Nikola Vaptzarov. El surco sangriento Muñoz Hidalgo se fija en la figura de este -como describe Carlos Ferrer- "idealista con inquietudes culturales que defendió derechos y libertades y que se posicionó junto a los más débiles aun a costa de importantes sacrificios personales, que no lograron ni desestabilizar sus lazos familiares ni doblegar su espíritu reivindicativo" . El texto se presenta en tres idiomas: castellano, sueco e inglés. Aunque Manuel Muñoz Hidalgo es un hombre eminentemente de teatro, al que avalan más de cuarenta piezas dramáticas, también es un autor polifacético que ha cultivado otros géneros como la biografía (donde destacan los trabajos realizados sobre Miguel Hernández), el ensayo y la poesía. Su obra ha sido traducida a decenas de idiomas, lo que ha hecho que, en ocasiones, sea más conocido y valorado fuera de España que en su país. Desde que abandonó la docencia vive volcado en la escritura. Es académico de la Academia de la Hispanidad y coordinador de Relaciones internacionales de la Asociación de Asesores y Órganos consultivos de de Estudios Hispánicos.
El saber y la renuncia
Nikola Vaptzarov El surco sangriento
El saber y la renuncia Nikola Vaptzarov Manuel Muñoz Hidalgo
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FRANCISCO NARLA Caja negra Quienes crean que la lectura es un ocio sosegado pueden iniciar la lectura de Caja Negra, la segunda novela del gallego Francisco Narla. En ella encontrarán un mundo trepidante lleno de espeluznantes misterios, viajes a la muerte, asesinatos y crímenes atroces que muy probablemente les hará cambiar su opinión. Un piloto de línea aérea deja tras de sí un rastro de sangre a través de diversas ciudades de todo el mundo: Bangkok, Buenos Aires, San José, Nueva York ... Todas ellas parecen ser un buen escenario donde representar las perversiones de un trastornado. Las primeras pistas para intentar esclarecer la cadena de misterios son las inquietantes psicofonías que graba un parapsicólogo aficionado: una leyenda celta olvidada, un pozo sagrado, una familia maldita ... Las dos historias, separadas en el tiempo por más de tres décadas, parecen no tener conexión alguna. Sin embargo, colisionarán impulsadas por una fuerza maligna y arrolladora que no debería haber sido liberada. La vocación de volar del autor, convertida en profesión, pues es piloto de transporte de línea aérea, hace la novela aún más inquietante por la verosimilitud y buena documentación de la que hace gala. N arla nació en Galicia a finales de los 70 y su pasión por los libros de aventura le hizo dejar la sosegada vida en el campo y adentrarse en las aventuras y misterios de las grandes ciudades: Santiago, Madrid, Los Ángeles o Barcelona. Sus estudios universitarios de matemáticas, ingeniería, administración de empresas ... , a veces se cruzaban con la pasión de los libros y la escritura y producían ensayos y trabajos técnicos, pero otras cristalizaban en poemas, relatos y, finalmente, en su primera novela, Los lobos del centeno. Caja negra, publicada por Imágica ediciones, donde juega desde el primer momento, desde el mismo título, a confundir y sorprender al lector. Como afirmaba Narla en entrevista con El Correo Gallego: "El título Caja negra ya asusta. Funciona como juego macabro, podemos hablar de aviones o de ataúdes. En el libro surge el mágico ambiente gallego: el funcionario entra en una capilla abandonada, aparecen el Ciprianillo y los escritos contra el maldecir. En Galicia tenemos influencias celtas y vikingas, una cultura cercana a la muerte. La geografía ayuda. Puedes decir que no crees en la Santa Compaña. Pero si pasas una noche sin luna en O Courel, ves hombres lobo y fantasmas".
Caja negra Francisco Narla
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ANDRÉS PINAR GODOY
La
La encrucijada de octubre
"
enCrucijada de octubre
Aunque los derroteros laborales hayan llevado a Andrés Pinar Godoy por caminos ajenos a la literatura, él no ha dejado de cultivar la poesía, la novela, el teatro y el relato desde que era adolescente. Para él, esta actividad es una indagación estética sobre el ser humano. Un método privilegiado de autoconocimiento y de mejor comprensión de los demás. En la novela La encrucijada de octubre, publicada por ediciones Hontanar, el autor reúne a un grupo de personajes en un periodo que va desde mediados de los sesenta hasta los primeros años de la democracia. Son jóvenes que participan del espíritu renovador y agitador de la época, personas que evolucionan al compás de su tiempo y al que este, con las peculiares característica de la época de la Transición, pondrá en jaque. Algunos, con la llegada de la izquierda al poder, abandonarán los ideales para integrarse o entregarse al sistema que antes criticaban. Otros permanecerán fieles a sí mismos preguntándose si los sacrificios -encarcelamientos, torturas, expulsiones- sirvieron para algo, si lo que pretendían era eso que, al parecer, habían logrado. Y detrás del contexto temporal, el autor desgrana las grandes preguntas que subyacen en el paso definitivo de la juventud a la edad adulta: ¿exige la madurez abandonar el idealismo anterior? ¿No oculta este hecho un derrumbe moral que hace la vida más plana? O, por el contrario, la madurez ¿es un estado más fiable, más realista desde el que acometer nuevas búsquedas, perseguir otros objetivos? El autor explora las reacciones de los personajes y con ellas sitúa al lector delante de la siempre difícil encrucijada del ¿Y tú? ¿Qué hubieras hecho?/I. 11
La encrucijada de octubre Andrés Pinar Godoy Ediciones Hontanar
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JUAN CARLOS RUBIO 2
100 m • (El inconveniente) Una cita de John Lennon es la llave que abre el espacio, los singulares 100 m 2 donde se desarrolla esta obra del mismo nombre. Es la que dice que "La vida es aquello que te va sucediendo mientras tú estás ocupado en hacer otros planes" . Y eso es lo que les pasa a los protagonistas de esta obra. Sara, la chica "bien", busca piso y su plan es comprarlo, hipotecarse, continuar con su trabajo en una agencia de seguros, ver qué ocurre con los amores ... El agente tiene entre sus planes vender ese piso y muchos más y continuar con su vida, dejar satisfechos a clientes a quienes no volverá a ver... y Lola, la anciana Lola, el llamado "inconveniente" Lola, no tiene planes porque el futuro no parece existir para ella. Con tres by-passes, bebiendo y fumando, ¿qué futuro puede tener una señora anciana? Su futuro es morirse y ese es el plan que los demás han trazado para ella. Lástima que ella, no. Y Lola, con su vitalidad y con su humor, va convenciendo al resto de que igual el destino, la vida, tiene otros planes distintos no solo para ella sino para los otros dos personajes. La obra arranca de una anécdota real. El autor fue a visitar un piso que le gustó, de muy buen precio, pero se encontró con el inconveniente: tenía que convivir allí con el incómodo propietario hasta la muerte de este. Es lo que le pasa a Sara. Y Sara acepta y compra el piso con Lola dentro. Y ambas mujeres, tan distintas en su carácter o en su edad y tan parecidas en su soledad, inician una relación llena de ternura y complicidad donde cabe la risa, el llanto, la emoción, la confianza ... Todos los ingredientes de una gran amistad. 100 m2, casi como todos lo que toca en los últimos tiempos su autor, ha sido un éxito que ha pasado por escenarios de Murcia, Sevilla, Bilbao, Alicante, Madrid, entre otras ciudades. Juan Carlos Rubio comenzó en el mundo del teatro como actor no solo en escena sino también en exitosas series de televisión. Desde el año 1992 compagina la labor de interpretación con la escritura de guiones televisivos para series como Farmacia de guardia, Pepa y Pepe, Colegio mayor o Adolfo Suárez, el presidente. También ha escrito guiones cinematográficos como El calentito, Retorno a Hamsala o Bon apetit. Su primer texto, Esta noche no estoy para nadie, se estrenó en 1997. Desde entonces ha estrenado lO, El bosque es mío, Las heridas del viento, Humo, Arizona, Tres y 100m 2 • La edición escrita de esta última está publicada en Ediciones Antígona.
100 m 2 • (El inconveniente) Juan Carlos Rubio Ediciones Antígona
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FRANCIS SCOTT FITZGERALD FRANCIS SCOTI FlTZGERALD
El gran Gatsby ¿Quién no quiere tener por vecino al más rico, al más elegante, al que organiza las mejores fiestas del lugar? No importa que haya llegado el último. No importa que no se sepa de dónde ha sacado la inmensa fortuna que le gusta dilapidar. Minucias. El misterioso millonario Jay Gatsby, del que nadie parece saber nada y del que todos gustan hablar, se ha instalado en una gran mansión a las afueras de Nueva York. El vecindario se divierte. La ciudad entera parece vivir una eterna fiesta. ¿No les suena? La editorial Paréntesis rescata ahora El gran Gatsby, la inmortal obra que Scott Fitzgerald escribiera en 1925, en su sello Orfeo, dedicado a recuperar obras que por su calidad merecen ser restituidas a los lectores como clásicos contemporáneos. El misterio del Mundo. Antología, de Fernando Pessoa; Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain; Las aventuras de Pickwick, de Charles Dickens; o Cuentos mortuorios, de Horacio Quiroga son otros títulos que forman parte de esta colección que no solo incluye autores extranjeros. Entre los españoles figuran nombres como Gustavo Adolfo Bécquer, Vicente Blasco Ibáñez o Leopoldo Alas. Todas las ediciones vienen prologadas por buenos conocedores del autor y de su obra. En el caso de El gran Gatsby, José Luis Piquero, que además es el traductor de la obra, ha elaborado una excelente introducción que titula El desencanto. En ella dice de Scott Fitzgerald que "acertó como pocos a describir la dicha efímera que lo parecía todo y no fue nada, el modo en que los sueños se disipan dejando solo el vacío, el desencanto". Y de la novela que" es, en definitiva, una gran danza de la muerte en la que los invitados bailan creyendo ser eternos y felices, caminando en pos del 'orgiástico futuro', mientras la muerte mueve la cabeza y advierte que lo que llegará es la interminable acabación".
EL GRAN GATSBY
TRADUCCiÓN y PRÓlOGO DE
Jost LUIS PlQUERO
i IlParéntesis
El gran Gatsby Francis Scott Fitzgerald
i
e
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