REVISTA 017

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República de las Letras N.o 17

ENERO 1987

LA CRITICA LITERARIA

Josefina ALDECOA . Teresa BARBERO . Gregario BA,RTOLOME. Fermín CABAL. M.a Luisa CALLEJON . Francisco CANDEL. Juan CANTA,VELLA . Guillermo CAHNERO . Ramón CARNIOER Rafael CONTE. Rafael DE COZAR . Aquilino DUQUE Jesús FERNANDEZ PALACIOS. José Antonio FORTiES. Angel GARCIA R-oLDAN. Raúl GUERRA GARlR IDO . Antonio GOMEZ RUFO. Antonio HERNANDEZ. José JIMENEZ LOZANO . Antonio JIMENEZ MILLAN. Jacinto LOPEZ GORGE. Antonio MARTINEZ MENCHEN . Bias MATAMORO. Dolores MEDIO. Vicente MOLlNA FOIX. Ana María NAVAi.JES. José Luis OLA,IZOLA. José Manuel DE PABLOS. MeJiano PERAILE Marta PORTAL. Soledad PUERTOUAS. Julio RODRIGUEZ PUERTOLAS . Antonina RODRIGO. Antonio ROMERO . Fanny RUBIO . Raúl RUIZ. Santos SANZ VILLANUEVA. Pura SEHRANO . Rafael SOLER. Andrés SOHEL. Vicente SOTO . Eduardo TIJERAS . Sergio VILAR. Concha ZA,RDOYA .

EDITA: ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES DE ESPAÑA



Re pu b 1 1 e /

a

de las Letras Revista de la ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES N.o 17

ENERO 1987

Dírector: And rés So.REL

Sumario Págs.

Consejo de Dírección: Raúl GUERRA G,A'RHIDO Isaac Mo.NTERo. Carmen BRAVo.-VILLASANTE Gregario GALLEGO Antonio FERRES Juan MOLLA Redacción y distribución: ASüOIAOlo.N COLEGIAL DE ESCRITo.RES Sagasta, 28, 5. ° - 28004 Madrid Teléf. 4467047 Confección: Angel PATON

REPUBLlCA DE LAS LETRAS deja absoluta libertad de opinión a todos los escritores que escriben en la revista, lo cual no significa que se identifique con los juicios críticos en e lla vertidos. Encontrarán acogida en sus páginas, las réplicas o matizaciones a dichos artículos, siempre que así lo considere oportuno el Consejo de Dirección. Los trabajos e inform aciones publicados en REPUBUCA DE LAS LETRAS pu eden sor reproducidos libremente siempre que se cite su procedencia.

Ante la crítica literaria, Andrés Sorel ...... ............ . .... .

3

A sus paisanos, Luis Cernuda . . .

5

Notas apresuradas sobre la crítica literaria en la postguerra española, Rafael Conte ... ... ... . ..

7

Crítica literaria e ideología, Julio Rodríguez Puértolas . .. . .. . ..

11

Carta de un letrado carcamal a un su ahijado que le interesaba nuevas referentes al estado de la crítica en esta Villa y Corte, Antonio Martínez Menchén.

17

El 'Iugar de la crítica literaria en la Universidad, Santos Sanz Villanueva .................... .

21

La crítica, creadora de perplejidad y confusión, Meliano Peraile ...

27

Crítica y palos, Antonio Hernández.

29

Temporalidad de la crítica literaria, Concha Zardoya ... ... ...

31

Pralegómenos para una crítica de la 'c rít ica a la novela españo'l a de postguerra, José Antonio Fortes... ... ... ... ... ... ... ... ...

33

Crítica literaria y/ o creación, Rafael de Cózar ... ... ... ... . .. ...

39

La crítica a una estética poética desde Andalucía, Pura Serrano.

41

La literatura hispanoameric ana en la crítica española, Bias Matamoro .. . .......... ........ .. .

44

Queja de la c ríti ca, Fermín Cabal.

47

La crítica literaria y la literat ura erótica, Antonio Gómez Rufo ...

49

La crítica 'Iiteraria y la literatura escrita por mujeres, Ana María Navales .. . '" ................. .

53


2

REPUBLlCA DE LAS LETRAS

Sumario JUNTA DIRECTIVA DE LA Págs. Páginas y suplementos literarios en la prensa española de hoy, Jacinto López Gorgé ... ... . ..

59

Encuesta, Diarios .. .

67

El Norte de Castilla

69

Diario 16 .. ....... .. .

71

Diario de León ... ... .. ... ... .

72

Ya ..................... '"

73

Crítica literaria, "Literacracia", "Literaburocracia" nacionales, José Manuel de Pablos ("El Día", de Tenerife) .............. .

75

Encuesta, Escritores

81 83

Teresa Barbero . .. . ..

84

Francisco Candel . .. ... . ..

85

Guillermo Carnero .. .

87

Ramón Carnicer . .. ... . ..

88

Aquilino Duque ... . .. . ..

90

Jesús Fernández Palacios

91

Angel García Roldán .. .

92

Raúl Guerra Garrido .. .

94

Antonio Jiménez Millán

95

Dolores Medio ... ... ... ...

96

Vicente Molina Foix ... . ..

99

José Luis Olaizola . .. . .. . ..

100

Marta Portal ... ... ... ...

101

Soledad Puértolas ... . ..

102

Antonina Rodrigo .. .

103

Fanny Rubio

104

Raúl Ruiz ..... .

105

Rafael Soler .. .

106

Vicente Soto .. .

107

Eduardo Tijeras

108

La crítica de libros de Ciencias Sociales, Sergio Vilar

109

... .. ....

Indice de grabados ...

Vicepresidentes: Isaac MONTERO Elena SOR,IANO Secretario General: Andrés SOREL Vicesecretario: Carmen BHAVO-lJilolLASANTE Asesor Jurídico: Juan MOLLA

Josefina Aldecoa ... . ..

Libros

Presidente: Raúl GUERRA GAHRIDO

55

Dos lecturas para un tiempo de revolución y olvido, María Luísa Callejón ........ .

.. .

A. C. E.

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Tesorero: Gregorio GALLEGO

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Vocales: Antonio FERRES Meliano PERAltE Lauro OLMO Teresa BARBERO LeopoJdo AZANCOT Consejeros: Carmen CONDE Carlos BARRAL Mercedes SALlSACHS Eduardo DE GUZMAN Francisco GARCIA PAVON

PRESIDENTES SECCIONES AUTONOMAS Catalunya: José CORiRED'OR MATHEOS Andalucía: Rafael DE COZAR Asturias: Víctor ALPERI Traductores: Esther BENITEZ


ANTE LA CRITICA LITERARIA A.NDRÉS SOREL

La crítica literaria también contribuye a enriquecer o empobrecer la cultura de un país, a hacer lectores o a marginar de la lectura a ampl'ias capas de la población, a or'i entar o a confundir. Puede la crítica ser un espejo de la literatura que se hace en un momento determinado, o dogmatizar con sus juicios ,la reaNdad literaria. Puede, en el acierto o la confusión, ser libre e ,inocente, o al contrario, plegarse a las exigenoiasde las grandes casas editoriales que tanto tienen que ver, a su vez, con importantes publicaciones periódic,as o especializadas. Puede profundizar, sugerir, o superf.iaializar el muestreo que hace de las obras creativas. Contribuir a lanzar o afianzar a un escritor determinado, o con su silencio a infravalorar, ocultar, o negar la existencia a otros. Nada humano .le es ajeno a la crítica Hterar,ia: ni la herencia cultural, ni la superestructura política, ni 100s condicionamientos económicos, ni los subjetivismos pasionales. y por desgracia, mucha gente del mundo de las letras se deja llevar por la necesidad de estar a bien con la críNca, de ser lanzados o acunados por ella, aunque esta revista en ocasiones carácter de gacetilla ch,ismográf:ica o de crónica¡ de sucesos, aunque no sea s,ino sangre de papel. Lo que ocurre con muchos políticos, por no decir con todos los políticos, que en la era de la imagen no buscan sino propagar su figura de cara al tinglado electoral, se da también en muohos escritores. Lo dice, con justeza en este número Guillermo Carnero: "o . . En nuestro idiotizado mundo, ser conocido masivamente se ha vuelto sinónimo de poseer valor y calidad; y en la noche oscura del alma colectiva andan revueltos políticos , deportistas, escritores, actores y toreros."


ANTE LA CRnlCA LlTERARI'A

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La crítica no está exenta a las pasiones de la farsa mercantil en que tantas veoes se convierte la literatura: Premios, presentaoiones-canapés, sanciones oficiales, imposiciones partidistas. A la hora de analizar el prohlema de la crítica literaria, hemos buscado, junto a algunos artículos de fondo, las palabras de quienes la hacen y sufren: diar,ios -con o sin supl1ementos literarios-, revistas especializadas de literatura y escritores. De televisión, mejor no hablar. Un amplio muestreo que no fue respondido por la totalidad de los encuestados pero que sirve, pensamos, para dar una v,is'ión más del tema. Ese era, y no otro, el fin de este número monográfico de REPUBLlCA DE LAS LETRAS.

sea

República de las Letras NUMEROS MONOGRAFICOS

13.

LOS ESCRITORES Y LA LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL. 14. ESCRIBIR: VOCACION Y PROFESION. 15. LOS ESCRITORES Y LA ENSEJ:\rANZA DE LA LITERATURA. 1. Extra. LA GUERRA CIVIL. CULTURA Y LITERATURA. 16. LA EDICION EN ESPAJ:\rA. 17. LA CRITICA LITERARIA. En preparación: LITERATURA FINLANDESA . ULTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAJ:\rOLA. Puede solicitar estos números o suscribirse a nuestra publicación, mediante una subvención voluntaria a: REPUBLICA DE LAS LETRAS. A. C. E. e/. Sagasta, 28, 5.° 28004 Madrid. Teléfono 4467047


A SUS PAISANOS LUIS CERNUDA

No me queréis, lo sé, y que os molesta Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende. ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros? Porque no es la persona y su leyenda Lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve. Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado Leyenda alguna, caísteis sobre un libro Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer Ilibro. Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea. ¿Mi I,eyenda dije? Tristes cuentos Inventados de mí por cuatro amigos (¿Amigos?), que jamás quisisteis Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban A la pensona misma así traspuesta. Mas vuestra mala fe los ha aceptado. Hecha está la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos, Respecto .al ser que encubre mintiendo doblemente, Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis. Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria, Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme. Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre Aquí. Y entonces la 'i gnorancia, La indiferencia y el olv,ido, vuestras armas De siempre, sobre mí caerán, como la piedra, Cubriéndome por fin, lo mismo que cubr,isteis A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra Precipitó en I,a nada, como al gran Alldana. De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria, Pues la imponéis vosotros: en nuestra leng.ua escribo, Criado estuve en ella y, por eso, es la mía, A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis expresas excepciones, A vuestros escritores de hoy ya no los leo. De ahí la paradoja: soy, s'in tierra y sin gente, Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros Al viento del ol\l1ido que, cuando sopla, mata.


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A SUS PAISANOS

Si vuestra lengua es la materia Q,ue empl1eé en mi escribir y, si por eso, Habréis ·de ser vosotros ·Ios testigos De mi existencia y su trabajo, En hora mala fuera vuestra lengua La mía, la que hablo , la que escribo. Así podréis , con tiempo , como venís haciendo, A mi persona y mi trabajo echar afuera De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente. Grande es mi vanidad , diréis, Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena y acusándoos de no querer la vuestra darle. Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano Con amor hecho , merece la atención de los otros, y poetas de ahí tácitos lo dicen Enviando sus ve rsos a través del tiempo y la distancia Hasta mí, atención demandando. ¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido . Mas no todos igual trato me dais, Que amigos tengo aún entre vosotros, Doblemente queridos por esa desusada Simpatía y atención entre la indiferencia, y graci as quiero darles ahora, cuando amargo Me vuelvo y os acuso . Grande el número No es, mas basta para senNrse acompañado A la distancia en el oamino. A ellos Vaya así mi afecto agradecido. Acaso enCLlentre aquí reproche nuevo: Que ya no hablo con aquella ternura Confiada , apaoible, de otros días. Es verdad , y os lo debo , tanto como A la edad , al tiempo , a la experiencia. A vosotros y a ellos debo el cambio. Si queréis Que ame todavía, devolvedme Al tiempo del amor. ¿Os es posible? Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis.

1962


NOTAS APRESURADAS SOBRE LA CRITICA LITERARIA EN LA POSTGUERRA ESPAÑOLA RAFAEL CONTE

No voy a teorizar sobre la crítica, ni a trazar un cuadro histórico del funcionamiento de la misma en una etapa -por otra parte demasiado larga y difusa, ay, de la historia española- concreta. No 'e s este el lugar ni poseo el espacio suficiente para hacerlo, ni -aunque lo tuviera- es lo que se me ha pedido en esta ocasión. Voy a hablar de lo que conocí, y fundamentalmente de la crítica literaria «militante», en un momento concreto de nuestra historia. Ya se conoce la distinción entre crítica teórica y crítica práctica, entre la que se realiza en ~a universidad o en el periodismo. No es una ficción. Un crítico tan apartado de la una como del otro, y tan profundo a la vez, y tan gran escritor al mismo tiempo, lo ha dicho con claridad, y lo voy a citar por extenso. Dice Maurice Blanchot (prólogo a LAUTREAMONT ET SADE): «Cuando nos interrogamos seriamente sobre la crítica li teraria, tenemos la sensación de que no estamos hablando de nada ser.io. La universidad y el periodismo constituyen toda su realidad, y la crítica no es sino un compromiso entre estas dos fonmas institucionales. El saber día a día, apresurado, curioso y pasajero, y el saber erudito, peITIlanente y seguro, van al encuentro uno del otro y se meZiclan en mayor o menor medida. La literatura sigue siendo el objeto de la crítica, pero la crítica no suele manifestar a la literatura. No es una de las maneras como la literatura se afirma, sino cómo se afirman a su través la universidad y el periodismo,

y recoge su importancia en principio de la realidad de estas dos considerables potencias, una estática y otra dinámica, pero ambas firmemente orientadas y organizadas. Naturalmente, se puede concluir que el papel de la crítica no es mediocre, ya que consiste en poner a la literatura en relación con esas realidades precisamente tan importantes; este sería entonces un papel de mediación, y .el crítico sería un honesto vendedor, o un representante de comercio». Muchas ideas sugiere este texto. El crítico media entre la literatura y la universidad o el periodismo, ya su través, con el público lector, alumnos y lectores heterogéneos. Ya sabemos que la un1versidad no funciona demasiado bien, y que el periodismo es lo que es, pero nadie puede negarlos, ni prescindir de ellos. Tanto la una como el otro obedecen a sus propios valores -mejores o peores, pero implacables- en ,10's que puede introducirse la literatura, aunque no siempre coincidan con ella. Pero esta idea nos llevaría muy lejos, y hay que volver al tema, una vez encuadrado. Y así vemos a buenos profesores sacrificar su objeto -la obra criticadaa su método, para que así éste brille mejor, vemos a críticos de periódico tratar de obras mediocres porque se ajustan mejor a valores de actualidad, o a críticos que a la vez son creadores revelándose, cuando hacen crítica, más a sí mismos y a su propia obra, que a la que analizan. La relatividad domina


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RAFAEL CONTE

por doquier. Y no voy a hablar del medio universitario bajo el franquismo, pues todos sabemos lo que era, con un profesorado diezmado por la guerra, el exilio y las depuraciones, o a'legreun.e nte improvisado por motivos ideológicos. Los mejores estaban fuera, exiliados o muertos y se instalaba el reinado de los ortodoxos, tomistas o falangistas, mientras los que podían se enterraban en sus cátedras que parecían islotes . En el periodismo las cosas no iban mejor. El crítico literario poseía -posee siempre- tan grandes dosis de autodidactismo como de entusiasmo, y luego venía la censura. Es raro, pero se puede ser un gran escritor analfab eto o casi, aunque cada vez menos, pero no un buen crítico analfabeto. El don de la escritura puede surgir «ex nihilo», pero nunca el de la lectura, que en nuestro país es también un don mucho más que una educación. Se puede educar para la lectura, pero jamás imponerla desde fuera, pues va unida a una vocación explícita, la del lector, que luego podrá ser a su vez escritor, o acaso crítico, si su masoquismo es creativo. La lectura es una manera de conocer, pero más misteriosa que la que proporcionan la ciencia o la información. La lectura para informarse, o para « conocer» o « sab er» por los simples con tenidos - es una limitacióndesaparece conforme se ejercita. La lectura literaria es otra cosa, es fruto del apremio, de la necesidad, del deseo, en resumidas cuentas de un espantoso placer que lo será muchas veces a costa de su ejercicio, a costa de la información y a base de transfopmar el conocimiento, a través de la sensación, en otro conocimiento mucho menos explícito y más profundo, o simplemente más real, o que actúa como tal al fin y al cabo. Leer es releer, no hay que darle más vueltas, pues cada nueva lectura cambia el mundo, y si un lector tiene que ser un re lector para serlo de verdad, un crítico literario -periodista

o profesor- no tiene más remedio que serlo por la fuerza. La guerra civil, que interrumpió la evolución histórica de nuestra literatura de creación -creo que ya se ha hablado mucho del tema- también lo hizo con la de la crítica literaria, tanto en la universidad como en las revistas o periódicos. No SIOlamente desaparecieron grandes críticos y profesores, sino también grandes periodistas, grandes periódicos, y grandes revistas. Entre unos y otros, de Ortega y Gasset hasta José Bergamín, Benjamín Jarnés o Enrique Díez Canedo, de los grandes periódicos a la REVISTA DE OCCIDENTE, O CRUZ Y RAYA, o las revistas poéticas del 27, los medios informativos y los puestos profesorales o de crítica cayeron en manos de los triunfadores en la guerra civil. De ellos, unos eran profesores ortodoxos, otros periodistas excombatientes, y los más jóvenes se apuntaban sin demasiados problemas al resultado, que se presentaba consolidado aunque nunca tanto como lo qu e al final resultó. Del flanco de LA GACETA LITBRARIA, de Gimé- ' nez Caballero -que ya no hizo tanta crítica como antes, y sobre todo lo hizo con mucha menos imaginación, basta con comparar CARTELES, con sus obras de postguerra, que nunca pudieron ser tan iconoc1astas- surgió de la mano de Juan Aparicio LA ESTAFETA LITERARIA, Y después partes significativas de EL ESPAÑOL. De otros grupos falangistas, o cercanos, y por descontado no demasiado bien vistos a pesar de todo, salieron JERARQUIA, VERTICE y así sucesivamente, aunque siempre durando más bien poco. De aquella época sólo sobrevive, tras tantos 'a vatares y m erced a un aislamiento rayano en la pureza, CUADERNOS HISPANOAMERICANOS. Pero murieron lentamente todas, desde HAZ a LA HORA, de JUVENTUD a ALCALA, y al final ACENTO CULTURAL Y la inferior AULAS. Se trataba de revistas y empeños suscitados por los grandes in-


NOTAS APRESURADAS SOBRE LA CRI-rICA LATEHARIA ...

telectuales que surgieron de Falange y de sus aledaños, que en gran medida quisieron reformar el sistema desde dentro, y que fracasaJ10n en sus intentos, abandonando unos deprisa y otros más lentamente aquel sistema tan hondamente establecido por las armas como superficialmente en el terreno del arte y del pensamiento: Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar, Lui s Rosales, Aranguren, Maraval!, Torrente Ballester y algunos otros. En algunos periódicos se lanzaron suplementos literarios de interés, como en ARRIBA, ABC, PUEBLO o LA VANGUARDIA, Y despuntaron las labores críticas de Rafael Sánchez Zamora --':que se eva día frecuentemente por la literatura extranjera- M elchor Fernández Almagro, Dámaso Santos o Antonio Valencia, así como en Cataluña Juan RamÓn Masoliver, o en Aragón Luis Horno Liria. Al lado de estas labores aisladas, de evidente interés, y de las efÍmeras animaciones de algunas publicaciones del SEU, hay que citar el gran iskite de liberalismo cultural que supuso la revista INSULA, dirigida por Enrique Ca nito y José Luis Cano, donde destacaron críticos como Domingo Pérez Minik, Jorge Campos y algunos profesores del exilio interior, poetas supervivientes de la generación del 27 -cle los que quedaron en España- y algunos jóvenes universitarios que luego emigrarían a pai sajes más acogedores, como Juan Luis Alborg, Ricardo Gullón o Marra-LÓipez, o que desaparecieron prematuram ente como Jo sé Domin go . El :J11agisterio de Vicente Al eixandre y Dáunaso Alonso, o de su primer di scípulo Carlos Bou soño , fue dec isivo e n esta revista. En bu ena med ida, la m ejor crítica se refugiaba en r evistas minoritarias, mientras la que se ej ercía en los grandes medios de comunicación lo hacía sobre todo en la información, o llegaba a · Caer en ocasiones en la hagiografía, sm e jercer como tal críLca a fondo. N"o 'podía traspasar las barreras impuesta~ · por la id eología domin an te, que

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tras las veleidades «imperiales» de la primera postguerra - rápidamente fracasada por su artificiosidad frente a una realidad miserable y arruinada y por la evolución mundial tras la segunda gr·an guerra- cayó en una ortodoxia nacionaleatólica bastante esquemática. Las grandes polémicas eran a favor o en contra de Ortega, o la de la poesí·a social, o la de la recepción de las prim eras y escandalosas -para aquel ambiente cerrado- novelas de Cela . Y resulta curioso que las primeras llamadas hacia la literatura del exilio surgieran en alguna revista falangista, y siempre en INSULA, refugiada en ámbitos académicos y de hispanistas in exorablem ente, o que una revista del SEU, ACENTO CULTURAL, dirigida por Carlos Vélez, acogiera a la mayor parte de los poetas y narradores del realismo social de finales de los años 50. Antes lo hizo de manera efÍmera la REVISTA ESPAÑOLA, cuyos cuatro números dirigió Antonio Rodríguez Moñino, y tanlbién, en Barcelona LAYE -.con Sacristán y Castellet - o CUADERNOS DE ARTE Y PENSAMIENTO, en la facultad de Filosofía de Madrid. Pero fue ACENTO la revista que nuc1eó no tanto al realismo, como a la literatura antifranquista en general a principios de los años 60. Naturalmente, tampoco la revista duró demasiado, y ya había fenecido en 1961, cuando Martín Villa se hizo cargo de la J efatura Nacional del SEU. Luego llegó AULAS, financiada a su pesar por la Delegación Nacion al de Organizaciones del Movimiento, cLiyo director fue Félix M.a Ezquerra, y que impulsó momentos rebeldes y excelsos d el arte español en bu sca de su libertad -sobre todo en su vertiente musical, quc di¡-igía Luis de Pablo, la mbién cncargado de la misma temát ica en ACENTOpero qu e cerró sus puertas por no estar abiértas a los caminos que sus mandos administrativos exigían, ya que lo estaba a lo que mandaba la sociedad real de su tiempo:


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RAPAEL

y así llegamos al último gran instrumento cultural y literario de los últimos años del franquismo, el suplemento del diario INFORMACIONES, periódico dirigido desde 1968 por Jesús de la Serna, que desde estas fechas marcó el paso definitivo para la estabilización y ordenación de todo este complejo panorama. Ya había sido promuldaga, en 1966, la ley Fraga de prensa e imprenta, que suprimió formalmente la censura previa, pero que dejaba intacta en manos del poder la capacidad de secuestrar cualquier publicación que pudiera inquietarles. Ya no se trataba -ya no se trató-- de simples censuras, sino de secuestros, procesos, cierres temporales o definitivos de pubicaciones, suspensiones y encarcelamientos de periodistas y hasta de ,l a dinamitación -literal, por dinamita- del diario MADRID, periódico repleto de buena voluntad pero que apenas dejó huella en el terreno de la crítica literaria o de la información cultural. Su significación fue sobre todo política. Por ello fue suplemento citado, INFORMACIONES DE LAS ARTES Y LAS LETRAS, el que, bajo la dirección siempre de Pablo Corbalán, fue el punto de encuentro de los jóvenes periodistas y escritores que entonces apuntaban en España, dio cabida a la ma.. yoría de ellos, e instauró una crítica centrada sobre todo en la infoI'lTIación acerca de las zonas oscuras o poco conocidas de las letras hispánicas. Se operó una buena recuperación de los valores del exilio, se descubrieron, a los lectores castellanos, grandes autores poco conocidos de las letras catalanas y gallegas, se entablaron polémicas que despertaron gran interés --como las habidas en torno al realismo, que agonizaba en aquellas fechas, o sobre las ediciones españolas de Nietzsche, que entonces aparecían, o sobre las traducciones de Proust, que aparecían en bolsilla- pero donde sobre todo se dieron a conocer al público español las obras de los grandes escritores hispa..

CON~E

noamericanos, a quienes con el tiempo les esperaba una consagración universal, y que no entraron en España sin las correspondientes polémicas. Fue, por tan1Jo, una labor más informativa que crítica -había en sus páginas crÍtica, desde luego, pero la infOI'lTIación fue más importante para la estabilización del mercado lector- pero de una información de calidad, al mismo tiempo literaria y política, necesaria, y que alcanzó una evidente repercusión entre los lectores jóvenes, sobre todo estudiantes y recién licenciados que entonces se disponían a entrar en la vida nacional. Pienso, en verdad, que ninguno de los órganos literarios que funcionaron en los tristes cuarenta años del franquismo, y hasta en los dos lustros subsecuentes de democracia, alcanzaron, en promedio de calidad informativa y crítica y en su repercusión, la importancia que ha tenido INFORMAiCIONES DE LAS ARTES Y LAS LETRAS, acaso hasta nuestros propios días Pero la crítlca, aunque tenga que ser independiente -rabiosamente independiente- y autónoma en lo que respecta a la política y la historia de su tiempo, no es algo separado de la vida humana, de la sociedad de su tiempo y del espacio en el que se produce. Refleja al mismo tiempo a la literatura de creación y a sus lectores, y a veces alcanza el rasgo mismo de la propia literatura que reproduce y comunica. No hay que buscar culpables, sino más bien intentar explicar causas y fenómenos de los que ahora vivimos, o de lo que mañana viviremos. Es más fácil luchar contra la dictadura política que contra la que impone la organización del mercado, pero la mentira se infiltra a la vez a través de la censura o de la publicidad, y la batal>la será siempre parecida. Una batalla en defensa de la literatura, contra cualquier cIase de poder, político o económico, y en defensa siempre de ella misma y de los lectores. Yeso es --casi- todo.


CRITICA LITERARIA E IDEOLOGIA JULIO RODRíGUEZ PUÉRTOLAS

CLASICI SM O y CU LT UR A OFICIAL

En 1945, T. S. Eliot respondía a la pregun ta de qué e s un clásico utilizando términos como «madurez», «amplitud », «universalidad», y diciendo en fin, que un clásico es «una obra que supera la prueba del tiempo» (1). Mas como ha escrito el hispanista británico Keith Whinnom. . El concepto de «clásico» ( ... ) graCIas a una mágica combinación de cualidades poco definidas ( ... ) no es solamente de ninguna ayuda, sino que puede llegar a ser positivamente pernicioso (2). y así, son esas obras yesos autores considerados como clásicos los que suelen pasar a las historias de la Literatura, en un fenómeno que no es, desde luego, privativo de España. Pero en las palabra s de Eliot se trasluce con toda obviedad una interpretación idealista de lo que es Literatura. Veamos el asunto algo m ás de cerca. Si nos preguntamos el por qué un autor o una obra adquiere el honor de pasar a las historias literarias y si revisamos la mayoría de los más conocidos manuales españoles del prese nte siglo, hasta hoy mismo, descubriremo s 1. T. S. Eliot, "What is a Olassic?" . (Londres, 1945). Traduzco al castellano 'las citas que hago de lenguas extranjeras. ~. Keith Whinnom: "Spanish Literary Histonography: Three Forms of Distortion". (Exeter, 1967), pp. 13-14.

que su contenido coincide con lo que suele llamarse «cultura oficial». La cual, a su vez, coincide en buena medida con las normas impuestas por esos dos extraordinarios críticos que fueron Marcelino Menéndez Pelayo y Ramón Menéndez Pida!. Para el primero, en efecto, todo lo que no fu era literatura y cultura ca tólica no era digno de mención, sino para denigrarlo o ridiculizarlo; su «Historia de los Heterodoxos Españoles» es, en este 's entido, modélica. Para el segundo, todo lo que no fuera castellano o castellanizan te no era auténticamente español ni valioso; baste r ecordar su ensayo «Los españoles en la Literatura ». Y para ambos, desde luego, lo en verdad español excluía erotismo y sexualidad. Quiere esto decir que los historiadores habituales de la Literatura española, que han seguido animosamente dura nte generaciones la senda de los dos Menéndez, han ej ercido -consciente o in conscientemente- una suerte de censura sobre la Literatura por ellos consi derada como h eterodoxa o de crítica reli giosa, sobre la Literatura de crítica social y política, y sobre la literatura erótica . Todo lo cual corresponde a un os presupuestos r eli gioso-morales y político-sociales del crítico, que, inquietantemente, coinciden también con los de otros auténticos censores. Recordemos ahora y a modo de sintomática muestra la definición que de «Heterodoxia» aparace en un diccionario de la Real Academia Española:


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JULIO RODRIG UEZ PUERTOLAS

Desconformidad con el dogma católico ( ... ). Por extensión, desconformidad con la doctrina fundamental de cualquier secta o sistema. y el ejemplo con que se ilu stra el vocablo en cuestión es bien claro : «la heterodoxia de un escritor, de una opinión ". Y veamos qué es «Moral », según el mismo diccionario: «ciencia que trata del bien y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia» (3). Se trata, d es de luego, de definiciones abstractas y ahistóricas. Pero, además, lo fascinante desde el punto de vista que aquí nos atañe es ese ejemplo que indica que a la heterodoxia parecen ser especialmen te proclives los escritores. y lo que ocurre, en fin -aparte de la tendencia paternalista de casi todos los críticos- es, como dice otra vez Keith Whinnom, que

el problema es que escribimos nuestras historias de la Literatura con un desprecio casi total por la Historia, destacando las obras que nos atraen (4). Ahora bien. Sucede que esas «obras que nos atraen» y que los críticos destacan son, casualmente -ya lo dije antes- las que coinciden con la cultura oficial (con notorias excepciones), esto es, con la cultura dominante. Pues muy a menudo el crítico olvida que los «valores eternos» e inmutables de que se supone son portadoras las «obras maestras» han sido siempre difundidos por un aparato cultural que en nuestros días es (en las escuelas, por ejemplo), parte integral del aparato del Estado (5).

3. Real Academia Españo la: " Dicc ionario Manual e Ilustrado de la Lengua Española". (Madrid, 1977; segunda edición).

4. 5.

"Op. cit.", p. 17.

Carlos Blanco Agui nag a, Jul io Roorig uez Puértolas e Iris M. Zaval a: " Hi storia Social de la Li te ratu ra Españo la", 1. (Madrid, 1981; segun d a edición), p. 34.

Es decir, de la proverbial «clase dominante». A la cual, por derecho propio, por afinidad ideológica o por simp le oportunismo, pertenece la inmensa mayoría de los críticos, de los historiadores y de los profesores de Literatura, así como sus productos. Un simple repaso a los programas oficiales de la enseñanza de la Literatura por un lado y a las páginas culturales de los grandes diarios y revistas y a los espacios oportunos de la televisión en la España actual bastaría para probarlo. Como se ha dicho, <<nada se enseña inocentemente» (6). Ni se escribe. Es imprescindible comprender, en efecto, que los textos, la Literatura, se utilizan con una extraordinaria técnica d e enmascaramiento: la clase dominante pretende siempre, por una transposición interesada, ponerse al servicio de los textos , esdarecerlos, interpretarlos, mientras que <dos pone» a su servicio: primero, condicionando a todos los niveles su producción; luego, manipulándolos en su provecho (7). CRÍTICA y PODER

Al IIegar aquí, conviene tener en cuenta que uno dc los aspectos má s típicamente ideológicos en el ámbito de la Literatura es aceptar o defend er su supuesta autonomía, independencia y peculiaridad absoluLamente libre de la realidad histórica, de las «contaminaciones» de lo real. Así lo ha dicho el formalista ruso Víctor Chlovski : El arte ha sido siempre independiente de la vida, y su color no h a reflejado n u nca el color de la bandera que ondeaba sobre la fortaleza de la ciudad (8).

6. France Vernier: "¿ Es posible una c ien cia de lo literar io ?". (Mad ri d , 1975), p . 9. 7.

" Ibid .", p. 79 .

8. Cit ado por León Trotsky: " Sobre arte y cult ura". (M adrid, 1973 ; segunda edición), pág. 84.


CRIT ICA LITERARI A E IDEOLOG IA

Pero lo cierto es que «la autonomía apapente de la superestructura es la forma más importante de la ideolo· gía» (9). Y lo cierto también es que esta falacia ideológica es la defendida, propugnada y propagada por bu ena parte de la crítica literaria. Lo cua l es lo mismo que decir que el rasgo clistintivo de esa crítica -profesoral o periodística- es su «ahistoricismo" . Pues la crítica y los críticos (como toda lectura) son, en resumen y como se ha dicho, «un acto político» (10). Se Jlace así preciso enfrentarse en todo momento con la crítica tradicional-y también con la «postmoderna», actualización de aquélla-, con ese característico pater-

9. Franz Jakubowsky: "Las superestructuras idenlógiCils en la concp.nción materialista de la Historia" . (Madrid, 1973), p. 191. 10. Judith Kegan Gardiner: "How to Read as a Politi ca l Act", "In These Times". (28 octubre - 3 noviembre, 1981), pp. 18-19. Véase Frederic Jameson, "The Po litical Unconscious: Narrative as a Social ly Symbolic Art". (Co rne ll University Press, 1981 ).

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nalismo propio del intelectual al servicio del sistema. Luchar, como decía Karl \1arx , contra <da protección inmediata del san to espíritu de la crítica» (11). Lo cual significa poner al descL!bierto las verdaderas relaciones que exist'en entre Li ter·a tura, Ideología e Historia, csto es, rechazar el texto tal como se nos aparece en su pretendida inocencia y naturalidad, así como rechazar también la pretendida inocencia y naturalidad de la crítica. Pues ésta no debe ser normativa sino que ha de aspirar «a dar razón de lo qu e es, no a señalar lo que debe sen) (12). Para León Trotsky, la auténtica crítica no «recrimina» en absoluto a un poeta por los pensamientos y sentimientos que expresa, sino que plantea cuestiones de un significado mu-

11 . Karl Marx: "La Sagrada Familia", en Marx-Engels. "Sobre Arte y Literatura". (Buenos Aires, 1964), p. 193. 12. Adolfo Sánchez Vázquez: "Las ideas estéticas de Marx" . (México, 1965), p. 109.


JULIO RODRIGUEZ PUERTOLAS

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cho más profundo, por ejemplo: ¿a qué tipo de sentimientos corresponde una determinada obra de arte con todas sus peculiaridades, cuál es el condicionamiento social de estos pensamientos y sentimientos, qué lugar ocupan en el desarrollo histórico de una sociedad y de una clase? (13). La verdad es que el lector y el estudioso de las obras literarias han de atravesar muchas veces un entramado, sutil o grosero, compuesto por las mediaciones impuestas entre el texto y el propio lector por come ntaristas, críticos, profesores, páginas culturales de la prensa periódica, espacios televisivos, propaganda, intereses editoriales, premios, ferias, encuestas, etc. Parafraseando a L. Althusser, todo ello puede dar como resultado que el lector se representa no el conjunto de las relaciones reales que rigen la existentencia de los individuos, sino la relación imaginaria de esos individuos con las relaciones reales en que viven (14). Un magnífico ejemplo de todo esto -sin necesidad de remontarnos a tiempos más lejanos- lo constituye sin duda la crítica literaria de hoy mismo. Si por un lado la crítica profesoral y académica se adapta y adecúa con sorprendente facilidad a los cambios políticos y puede pasar sin romperse ni mancharse de situaciones históricas dictatoriales democráticas, a aceptar los -programas de enseñanza impuestos por las jerarquías de turno, la crítica periodística (inserta en los cada vez más poderosos medios de comunicación) se enorgullece de ir definiendo los quc aparentemente serán los «clásicos» del mañana. Una crítica que ac-

13.

"Op. cit.", p. 88 .

14. L. Alt husser: "Escritos, (Barcelona, 1975), p. 149.

1968-1970".

túa muchas veces de consumo con el entramado progresivamente monopolista de la industria editorial; baste notar de qué autores se habla y a cuáles se silencia; qué tendencias se consideran - hablando de modo hortera«in» o «out». Un ejemplo tan brutal como significativo lo constituye el muy reciente «Libro del Año 1986» de una gran editorial barcelonesa, famosa por publicar, entre otras cosas, una conocida enciclopedia; la sección dedicada a la literatura española es una muestra totalmente descarada de «presentes» y de «ausentes». También aquí, como se ha dicho sobre los textos literarios, el papel del «silencio» es fundamental (15). Pues es cierto que, en términos generales, la crítica literaria es.pañola de hoyes mucho más refinada y «sofisticada» (valga el barbarismo) que la de hace algún tiempo. El viejo impresionismo se ha disfrazado de ambigüedad tan consciente como oportunista; la no menos vieja «independencia» de la crítica se tiñe hoy de «modernidad» y «postmodernidad»; la crítica «militan_ te» del pasado habla ahora de una difusa sociología, y no sin timidez... y todos, en fin, coinciden en algo ya dicho más arriba y bien conocido: el ahistoricismo. La democracia burguesa, en efecto, tiene sus ídolos, a los que es preciso ofrecer víctimas, hacer sacrificios. Y una nueva jerga, en cuyo núcleo destaca la palabra clave: «pluralismo. Así son los nuevos comisarios de la cultura, arropados ahora y siempre en el culto al Poder, en espera de subvenciones, prebendas, consejerías, con -lo repito- el omnipresente influjo de los medios de comunicación inextricablemente unidos con ese Poder y con el complejo monopolístico editorial. Véase cómo se han venitlo conmemorando en 1986 los varios cicuentena-

15. Pierre Macherey: en L. A lt hu sser el al., "Para una crftica del fetichismo li lerario". (Madrid, 1975), pp. 33-34.


CRITICA L.;ITBRARI'A E IOEOLOGIA

ríos del ominoso 1936: Valle-Inclán, Unamuno, García Lorca de modo muy especial. Suplementos literarios congresos, recordatorios cuidadosamente dosificados y edulcorados. Yecos de los ecos, por ejemplo: la izquierda democrática ( ... ) no debe permitir que a su sombra se instalen manipuladores de la Historia y de la Literatura. Lo anterior es un fragmento de una carta al director publicada hace algunos meses en un «diario independiente de la mañana», y dedicada a quien esto escribe (16). Aparte de otras posibles consideraciones, aparece ahí de modo nítido algo que acaso está agazapado en el fondo de tanto espíritu <<independiente» y «democrático», esto es, la intolerancia. Y no sólo eso, sino también, y de qué manera, el servilismo ante el Poder. Pues como ha dioho Joan Fuster con palabras ya citadas por mí en otros lugares,

16. Véase Julio Rodrrguez Puértolas: "Un pars de alucinados", "El Urogallo", núm. 7. (Noviembre, 1986), p. 11.

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entre el intelectual y el Poder puede existir una complicidad que raya en la más tajante vileza (17). Para terminar. Al llegar aquí, algún lector podría hacer una clásica y casi inevitable pregunta: y los críticos marxistas, ¿no están también condicionados, ideologizados, mediatizados? A lo cual yo respondería de modo también tan clásico como inevitable: Hay que dejar claro que el marxismo no reclama para su concepción del mundo, el materialismo dialéctico, más que una ventaja: la de que dicha interpretación de la realidad ayuda a los investigadores en cada campo de la ciencia a ver y comprender los hechos (18). O como escribiera un poeta palestino:

¡Oh, críticos del mundo! Saquen las manos de nuestros [poemas y lean "El Capital'!>.

17. En A. Beneyto: "Censura y polrtica en los escritores españoles". (Barcelona, 1977), p. 306. 18. Emile Burns: "Introducción al Marxismo" . (México, 1972), p. 108.



CARTA DE UN LETRADO CARCAMAL AUN SU AHIJADO QUE LE INTERESABA NUEVAS REFERENTES AL ESTADO DE LA CRITICA EN ESTA VILLA Y CORTE ANTONIO MARTíNEz.MENCHÉN

Mi muy querido ahijado: Costumbre es de gente moza recabar consejo del anciano para luego hacer de él oídos sordos y, sin otras riendas ni freno, seguir el camino que le marca su propia inclinación; de ahí que V. Merced, perseverando en esta torcida costumbre, solicite ahora mi saber sobre el estado de la Crítica Libresca en esta Corte, cuando tantas y tantas veces lo ha desoído en la cuestión que más debería soliviantarle: la de esa su disparatada pretensión de sentar plaza de escritor en esta Babilonia, abandonando el solar de sus mayores y la provechosa ocupación a la que éstos, durante generaciones, dedicaron su vida. Mas como inútil es machacar en hierro frío, desisto del repetido y para V. M. ya fastidioso discurso y paso a satisfacer su consulta de acuerdo a mi humilde y sincero sentir. Presumo que el interés de V. M. por los usos de la Crítica, parte de su creencia de que el público aplauso de la misma podría favorecer la venta y conocimiento de su futura obra, aca. rreándole esa gloria y fortuna con la que tan desatinadamenle sueña. De ser tal su creencia, me apresuro a desengañarla, ya que no a desengañarle. Poca o ninguna parte tiene una favorable gacetilla en la abundosa venta de cualquier nuevo parto de las Musas. Hoy los libros se adquieren no por la bon-

dad de su doctrina, la sagacidad de sus sentencias o las galanuras de su lenguaje, sino por la sonoridad y popular conocimiento del nombre de quien los firma. Por tanto, y de persistir vuestra merced en la idea de correr tras el esquivo favor de ese vulgo al que nuestro glorioso y fecundo ingenio motejaba muy verazmente de necio, le aconsejo que, antes de escribir nada, dedique sus afanes a lograr la resonancia y el público conocimiento de su firma. Varios son los caminos para lograr este sonoro y general renombre, caminos que pueden ir desde causar a mano airada la muerte del propio cónyuge, a la muestra pública, de las partes de nuestro cuerpo que el natural decoro obliga a mantener recatadas. Pero si desea V. M., como aconseja el buen criterio y la cristiana educación que le dieron sus mayores, seguir sendas menos peregrinas y accidentadas, yo le indicaría que, antes de escribir libros, profesase en la orden de los gacetilleros. y esto porque pienso que el camino verdaderamente mollar, aquel que le permite mostrar, si no todos los días, al menos una vez a la semana su juvenil rostro en ese ingenio que algunos malintencionados nombran «la caja tonta», y cuya continua visión constituye hoy la principal ocupación de la buena gente, resulta harto difi_ cultoso ya que para el acceso a este


ANTON·IO MARTINEZ MENCHEN

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paraíso terrenal, lo mismo que para el celestial, muchos son los llamados y muy pocos los elegidos. Desechado pues, por su angostura, éste sin duda el mejor de los caminos, vuelvo a insistir en la incorporación de vuestra merced a la orden de los gacetilleros, profesando a ser posible en la muy leída y reputada Gaceta Oficial de este País. Si sigue este consejo puede tener V. M. la certeza de que, popularizado su nombre de esta guisa, podrá alumbrar públicamente cualquier producto de su ingenio en la confianza de que, por muy torcido que le salga y por muchas necedades que en él vierta, será adquirido por una multitud de vecinos de esta Villa (que, por otra parte, no han de leerlo), y puesto por todos sus cofrades solapistas (que tampoco lo leerán) sobre los mismos cuernos de la luna. Pero dirá con razón V. M. que me aparto del tema del estado de la Crítica, objeto de su consulta. En fin, en atención a la misma, y una vez aclarado que su clamor no otorga frutos tan provechosos como V. M. piensa, le confesaré que, sin embargo, sí tiene alguna parte en las venturas o desventuras que pueden acompañar la vida de cuaquier obra impresa, y, consiguientemente, en las de su autor. Así que partiendo de ello y de su interés por este apartado, paso a ocuparme de la crítica. Divídese ésta en dos especies bien distintas, aunque no bien distantes. Una la constituye la denominada Crítica Doctoral, otra la nombrada Crítica Solapera. La primera, cultivada mayormente por los enmucetados, tiene como objeto destripar cualquier escrito y, una vez convenientemente despiezado, analizar y glosar sus diversas partes con una jerga tan culterana, enrevesada y oscura que no la desentrañará el propio padre que la en gendró; como destino, los tiernos escolares y los ya talludos bachilleres, y como fin, no uno, sino doble: el primero, facilitar materia de

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estudios a aquéllos de entre los bachilleres que tengan la absurda pretensión de seguir el ajetreado oficio de la docencia retórica; el segundo y primordial, despertar en la totalidad de los jóvenes y mozos a quienes va destinada, tal odio por las bellas letras en cualquiera de sus manifestaciones que ya no conseguirán curarse de él en todos los años de su vida. Si la primera especie de crítica va, como se ha dicho, destinada principalmente a los escolares a quienes se la imponen como obligación penosísima, la que pertenece al segundo apartado tiene como destinatarios los lectores de las diversas gacetas y gacetillas que diaria, semanal o mensualmente se publican en esta Corte. Son, pues, sus autores, gacetilleros, aunque ciertamente los más ruines y peor pagados de su profesión. De ellos gran parte han tenido o aspiran a tener tratos con las musas, por lo que entre sí practican hasta el abuso el «hoy por ti, mañana por mí». El nombre de solapistas por el que generalmente son conocidos y que ha dado título a su especialidad, se debe a su rara industria, ciertamente milagrosa, de poder hablar largo y tendido de cualquier libro sin haber leído de él otra cosa que la solapilla que acostumbra poner el editor. Este al menos es el dicho popular, en el que yo ni entro ni salgo. Conozco ciertamente gloriosas salvedades, tal las de un reputado crítico que se jactaba de no leer los libros pero, eso sí, realizar en ellos tres o cuatro calas, catándolos como a un melón, lo que le permitía perpetrar una glosa mucho más documentada y profunda que la del resto de sus cofrades. Poco tengo que objetar a tal procedimiento salvo que, aun cuando harto me consta que son legión los melones que engendran libros, un cierto respeto por la letra impresa hace que algo se subleve en mí cuando veo tratar a los libros como si fueran melones. Dícese que son los solapistas, en mu-


CA RTA DE UN l!ETRADO OARC.A!MAL A SU A HIJADO ...

eha mayor medida que los doctorales, quienes hacen y deshacen la pública fama de un autor y encaminan con sus loas o soflamas cualquier folleto a la ventura o desventura. A esto yo le diría que hay solapistas y sola pistas . .. Ciertamente quienes se acogen a la ya citada Gaceta Oficial, gozan de gran y genera l predicamento y su voz, como la de todos los que escriben en tal gaceta, es escuchada como si la del propio oráculo de Delfos se tratase. En cuanto al resto ya es otro cantar y bien puede V. M. tomar sus loores o denuestos como agua de borrajas. Aunque, de otra parte, no es el denuesto , sino el silencio, el triste destino que aguarda a la mayoría de los frutos de nuestros jóvenes autores, ya que los solapistas, zahories de cualquier noticia que provenga de las Indias o de los reinos europeos, aunque el libro en cuestión date de los tiempos de Maricastañas, se muestran sumamente avarientos a la hora de prodigar su atención a las obras de sus convecinos, sin duda por considerar que, salvo ellos mismos y sus amigos, son todos unos alcornoques de quien no vale la pena preocuparse. Me dirá qué puede hacerse para merecer la atención de los gacetilleros solapistas cuando no se es uno de ellos ni se goza del escudo de su amistad. Pregunta es ésta que tiene su intríngulis y que yo no creo estar en condición de responder. Me limitaré a trasladar lo que he escuchado en los mentideros de la Villa. Cuéntase en éstos que es necesario salir de la mano de unas cuantas editorial es que, o bien por estar en candelero o por tener ciertos tratos y negocios con determinadas gacetas, son las únicas que solicitan la dormida atención de los solapistas. También se afirma que la asistencia a determinados figones que aquellos frecuentan a altas horas de la noche da a lo s autores un cierto aire de respetabilidad que los certifica como vivos, sin duda porque

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tales figones suelen ser también frecuentados por nuestras fuerzas vivas y nuestros respetables hombres públicos. Esto es lo que en esta Villa se conoce con los nombres singulares de «participar en la movida» o «estar al loro ». Pero no basta con estar, sino que hay que hacerse valer. Para ello debe profesarse de dicharachero, paradójico, malhablado, casquivano y frivolón; sustentar opiniones disparatadas de una forma agresiva y hacer la pascua a diestro y siniestro; en otras palabras: ser lo que se ha conocido siempre como un botarate, voz en otros tiempos despectiva pero que en estos trastocados debe tomarse como suprema loa. De otras arterías para alcanzar el favor crítico, también se habla por ahí. Por ejemplo, se aconseja estar en situación de repartir prebendas, pertenecer a la camarilla que nos gobierna, obstentar títulos de grandeza y, en general ser, vivir y actuar como un señorito, estamento que a lo largo de nuestra aperreada historia, es el que tuvo siempre la sartén por el mango. En cuanto a otras murmuraciones más bien insidiosas, hago gracia de ellas a V. M. pues siempre he sido enemigo de la maledicencia. Pero a todo esto, dirá V. M. ¿qué hay de la obra en sí? ¿Es que no cuenta para nada? ¿Es que esos críticos no profesan ninguna doctrina estética, no mantienen ningún criterio literario? Llev.a V. M. razón; así que, para concluir, hablaré de lo que a nuestros críticos le agrada y de aquello que les repele . Como agradar les agrada cierto tipo de fábulas milésicas; todo lo etéreo , vano e inconsútil; lo irracional, mágico y fabuloso; lo lejano en el espacio y el tiempo; lo culterano, enrevesado y oscuro, y, en genera l, todo lo que tenga un cierto aire exótico de acuerdo no ya tanto con los aires de Lutecia cuanto los que, según creyeron detectar en un viaje semanal organizado, soplan por la gran metrópoli imperial por la que


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ANTONI O MART IN EZ MEN CHEN

sienten una general predilección, tan incondicionada como incondi<Cionado es su odio a todo lo que de cerca o lejos les recuerde el imperio enemigo. Como repeler, les repele en grado sumo toda referencia al aquÍ, y el ahora; cualquier pretensión moral o urbana, cualquier forma de expresión llana, concisa y correcta, o cualquier manera de escribir con los pies en el suelo que ellos motejan de pedestre. V. M. comprenderá por todo lo dicho que hace ya luengos años que no frecuento ninguna de esas gacetillas a las que me he estado refiriendo, cosa en que coincido con la totalidad de las personas sensatas de este Reino. Como por motivos que serían muy largos de contar y que aquÍ no hacen al caso, tampoco leo las gacetillas políticas y de opinión, confesaré con rubor que en la única parte de estas publicaciones en las que a veces me demoro, es en la que hace referencia a los juegos y di-

versiones públicas qu e constituyen el solaz semanal de nuestro pueblo. Termino ya, no sin antes insistir, aunque V. M. me tilde de viejo predicador, en que abandone esa disparatada intención de sentar plaza de paseante en Corte y permanezca en su lugar, al calor de los suyos, cuidando su heredad, leyendo los viejos libros y, si persiste en ello, cultivando la Musa moderadamente y sin otra ambición que la de ser leído por aquellos sus amigos y parientes que siempre acogerán sus escritos con calor, y ello no sólo por el amor que le profesan sino por, como sensatos, conocer que todo libro, por malo que sea, siempre tiene algo bueno, y por tanto se debe un mínimo respeto a quien lo escribe. Presente mis respetos a sus señores padres a quienes beso la mano, lo mismo que, con el amor que siempre le ha profesado, hace con V. M. este su padrino.


EL LUGAR DE LA CRITICA LITERARIA EN LA UNIVERSIDAD SANTOS SANZ VILLANUEVA

Un par de indicios me facilitan la en trada en este somero vistazo -simple y nada científica divagación- al lugar de la crítica literaria en el ámbito U1'liversitario. Durante mucho tiempo ~y en contra de predecesores y más atinados criterios- no ha habido una rotulación específica para una disciplina que se ocupara del análisis literario sino que la denominación oficial de las cátedras era la de «Gramática general y crítica literaria». Ello con Hevaba, con frecuencia, un postergamiento de la crítica y, en ocasiones, la necesidad de que quien, por razones administrativas, debía ocuparse de tal campo de conocimiento -parcela cada vez más autónoma de una secular pre0cupación por el estudio de la literatura-, tuviera que desarrollar la docencia de una materia que no le interesaba en particular. La especificidad de ambos estudios ha terminado por imponer, no sin dificultades, la separación de dos disciplinas con contenidos y metas bien diferenciados. Este es el primer indicio. Una muestra de la actua·lidad del segundo la encontramos en el breve prólogo que José Manuel Blecua pone a un muy reciente y atinado estudio de Pere Rovira sobre la poesía de Jaime Gil de Biedma. Recuerda ahí el siempre respetado Blecua cómo la realización de una tesis doctora,l sobre un autor con obra en marcha era motivo de condena en el mundo universitario y pondera el mérito

de Carlos Bousoño al haber sido «el primero que se atrevió» a escribir la suya acerca de un poeta vivo, Vicente Aleixandre. Estos dos síntomas son ya anéodota y pertenecen al pasado, pero sirven para señalar la problemática y mudable situación de la crítica literaria en la Universidad. Se observará, además, que he mezclado dos vertientes distintas: una, la de la especulación teórica; otra, la de su aplicación práctica al análisis de una obra o de un autor. A ambas hay que referirse por separado. En la primera, nuestro país suele ir un tanto a remolque de los modos y modas impuestos des de fuera y, salvo la es tilística hispa na , con la impronta indespistable y ahora fustigada de Dámaso A,lon so, las aulas universitarias han sido recep toras bastante entusiastas y poco discernidoras de las sucesivas oleadas que llegaban de otros lugares. Así, por temporadas más o menos largas, ya se imponía la concepción de la obra literaria como un artilugio desmontable e incontaminado, ya se hacía un sociologismo radicalizado. Lo preocupante no es esa recepción de teorías foráneas sino el carácter excluyente que suele adquirir entre nosotros, hasta el punto de ignorar, menospreciar o vetar todo aquello que no coincida con la corriente de moda, J.lámese ésta «new criticism», psicocrítica, formalismo o semiología. Preocupante también resulta que el tal entusiasmo conduzca


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SANTOS SANZ VllLANUEVA

a una aceptación, por un lado, reverencial -que sería lo de menos, pues allá cada cual con sus fijaciones- y mimética, por otro, salvo, claro está, casos singulares. La consecuencia de todo ello es, con harta frecuencia, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, una exposición difícilmente comprensible y basada en el vicioso empleo de una casi clandestina terminología de escuela. Así, parece que, a veces, el crítico cultiva un sádico ocultamiento de lo que quiere decir, caso de que lo que encierre entre tanta flora enigmá.. tica no sea una idea bana.] o de que no sepa decir con más nitidez lo que piensa. Desde luego, la claridad no es la gentileza de los teóricos literarios en nuestra universidad (acaso en ninguna del mundo). Algo que con zumba benefactora denuncia Francisco Rico en una «Orientación Bibliográfica» al fin de «El tr·atado general de Literatura »: Debe evitarse la lectura de T. van Dijk, Sorne Aspects oi Text Gramrnars, El Haya, 1972; conviene, en cambio, refutar cuanto en el libro se dice, y en particular ~a opinión (página 200) de que la lengua literaria es «un sistema de lenguaje específico 'de un Lenguaje L, pero diferente de Ln [lenguaje estándar], describible por una gramática autónoma, pero no independiente». Cuando, frente a tanto secretismo, se ha postulado -también fuera- una erótica de la lectura, la Universidad no se ha dado por en terada y quizá para bien, pues tal vez en sus aulas se hubiera desatado incontrolada promiscuidad. La mencionada jerga tiene sus peligros para cualquiera (aunque la e dad entraña el dudoso mérito de saber .calcular el esfuerzo que merece todo 'Virtuosismo deslumbrante), pero resulta desas trosa cuando el estudiante trata de aplicarla. Este desprevenido, se deja arrastrar por semejantes logomaquias, convencido de que sólo un decir críptico (mejor si se acompaña de cuadros repletos de círculos y flechas que

van y vienen) descubrirá su perspicacia. Y, como las viejas latiniparlas, sustituirá personaje por actante, se encandilará con el narratario y hablará del nivel homodiegético y heterodiegético. Entiéndaseme bien: 10 denunciable no radica en que el estudiante conozca -y se le exija- e l término preciso que señala un fenómeno concreto sino en la concepción de la crítica como un juego de prestidigitación verbalista. Por supuesto doy, además, que la crítica debe tener una categoría científica y que el lenguaj e de la ciencia no es el mismo que aquél con el que hablamos a nuestro vecino. Una anotación más en este dominio: inquietante fenómeno es el deseo de la crítica de estar «a la page» y de afiliarse a cuanta novedad aparece en el horizonte. El mismo esnobismo que no hace demasiado obligó a nuestros infantes, en el campo del aprendizaje del idioma, a convertirse en precoces y torturados generativistas en lugar de aprender la conjugación de los verbos irregulares. Más volvamos a la crítica literaria . El invento no tiene nada de nuevo, pero ahora muchos están descubriendo la «estética de la receptividad» y se apuntan a ella temerosos de perder el tren de la supuesta novedad. Lo hacen, consecuentemente, quienes veían en el texto literario algo que formaba parte de una cadena que parte de la soledad del escritor y termina en el público que lo recibe, pero también quienes no querían saber nada de lo que no estuviera en el interior de la obra. En cualquier caso en la «nouvelJ e cuisin e» crítica parece inevitable aderezar cualquier plato con su toque de «horizonte de ex pectativa». La crítica li teraría como especu lación y teoría, curiosamente, está bastante alejada de la aplicación al análisis y elucidación de obras particulares o de autores determinados. No es insólito, pero tampoco frecuente, el caso de común convivencia en una misma persona de inquietudes teóricas y de análisis


EL LUGAR DE LA CRITICA LITERARIA

part iculares. En realidad, éste es el estado práctico en el momento presente de una cuestión que ha tenido enormes variaciones a lo largo de la historia: me refiero al campo de aplicación de una presunta «ciencia de la literatura» «evito, aunque es casi imprescindible. el término alemán, «Literaturwissenschaft»), que ha oscilado entre la primitiva y noble labor fi lológica de fijación de textos y la clasificación histórica de éstos. Quienes provienen de la «teoría literaria» suelen utilizar el texto como pretexto para la aplicación de su doctrina y rara vez el análisis pretende una iluminación de la obra sino una verificación o ejemplificación de los supuestos de la escuela. AI contrario, los que ej ercitan el aná'lisis literario desde la perspectiva de la historia de la literatura no muestran una particular inclinación al conocimiento de la teoría literaria. Aunque parezca paradójico, crítica literaria e historia de la literatura -ramas de un mismo árbol, pero di sciplinas incomunicadas en los programas universitarios- constituyen casi siempre un matrimonio en segundas nupcias -más por necesidad que por amor- y forman una pareja mal avenida. El historiador de la literatura, cuando se demora en los textos, no es devoto de exclusivismos y, al contrario, la cautela le lleva a uti~iz·ar aquello que el paso del tiempo ha d emostrado útil y eficaz y proclama un eclecticismo que invita a socorrerse d e diferentes y aún contrapuestas corrientes teóricas. Ese eclecticismo ha producido un pujante sector de la crítica universitaria española que parte del principio de no hacer cuestión de h onor del método y que cuenta co n el m érito incuestionable de apoyar cualqui er opinión con las precisas y abudantes referencias al texto que permitan demo strar cuanto se dice. Es la línea de r igor mostrativo que siempre h a predicado Francisco Ynduráin, magisterio que, con peor o mejor for tuna y acierto, seguim os muchos. El estudio particular de obras y auto-

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res tiene también sus rémoras univer_ sitarias. La más llamativa hasta fechas recientes era el ya mencionado desprecio por los estudios de lo estrictamente contemporáneo. Situación hoy ya superada, por fortuna, pero todavía no del todo normalizada, creo, al menos e n un doble flanco . Por una parte, no deja de haber resistencias, si bien aisladas, y, sobre todo, no se ha reconocido una igualdad de prestigio y de estima a los estudios contemporáneos . Parece como si un papel antiguo (cualquiera y cuanto más antiguo mejor) diera una credibilidad mayor al estudio. Todavía los que se ocupan de épocas pretéritas - sálvense, otra vez, las excepciones, que ellas mismas se reconocerán- sostienen una mirada desdeñosa sobre lo reciente y d igier en mal el auge e interés -en todo el pIlanetade estos estudios. Pero tarde o temprano t endrán que admitir una nueva situación incontrovertible: en las Un iversidades con preocupaciones hi spánicas extendidas por el ancho mundo todo lo anterior a lo contemporáneo ha quedado relegado a un segundo plano, e incluso lo que más interesa y se lleva la parte del león es la reciente literatura hispanoamericana. Hoy lo problemático es encontr·a r verdaderos expertos en épocas pretéritas, hasta el punto de que el medievalismo, por ejemplo, . apen as cuenta con figuras destacadas, y los estudiantes muestran mínimo atractivo por ese período. Justo castigo a una supervaloración pasada. Por otra parte, es verdad que esa veda de la contemporaneidad ahora levantada lleva cada día a un mayor número de estudiosos (y estudiantes) a preferir lo muy reciente porque ello, en apariencia, requi ere un gra do menor de esfuerzo. A tal grado ha llegado esta inclinación contemporánea que un cierto relajo ha conducido a hacer estudios sobre temas banales, de escasísima entidad o impregnados tan sólo de la efímera aureola de la moda circunstanciaiJ..


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SANTOS SANZ VlLlANUEVA

Mgunos VICIOS de la crítica literaria universitaria han sido ya muchas veces desenmascarados. No hará falta recordar lo que con donosura llamaba Pedro Salinas la «crítica hidráulica» aqueilla que se ahoga en la persecución sin fatiga de las fuentes de un texto, sin otra finalidad que la mera acumulación de noticias redundantes. Tampoco hay que insistir mucho en una ciencia que me atrevería a caJlificar como «citología» y que no es otra cosa que la desmesurada afición a las citas y notas a pie de página. En su raíz está un positivismo de poco vuelo, pero hoy se haextendido y cobrado nuevo impulso. En parte se debe a las exigencias 'y rémoras 'de los trabajos académicos (incluidas las memorias de licenciatura y las tesjs' doctOra/les). En parte, al influjo de admirados estudiosos en quienes la nota erudita es perentoria necesidad de precisar un asunto o de dejar 'testimonio de las mil y una ramificaciones de su saber (véase aludido el conspicuo y sagaz Francisco 'Rico). Sin embargo, en otras muchas es sólo una exhibición de información superflua y, la verdad, al akance de la mano de casi todo el mundo. Aducir un testimonio raro sóllo puede deslumbrar a los no avisados, pues ningún mérito posee citar un papel por nadie visto (entTe tantos como yacen en las tumbas bibliotecarias) o rescatar un texto de siglos lejanos al que la caritativa historia le había concedido el indulto, pero con la accesoria de silencio. Afortunadamente, además, estas prácticas tienen sus 'd ías contados, ya que la informática facilitará a cualquiera sin otro esfuerzo que apretar un botón el 'conocimiento de la cantidad de veces que han aparecido unicornios -es un decir- en la Il etra impresa desde los inicios de la civilización. Con todo, acaso la -limitación mayor de los estudios literarios :en la Universidad sea su poco aprecio por la creatividad: desde ila indiferencia por la exposición en un ' estilo personal (no

hablo de cimas de expresividad sino de evitar la exposición torpe o negligente) hasta las múltiples rémoras queimpiden Ja opinión personal e imaginativa (tampoco hablo de patentes de corso para la impresión gratuita o del camentario cual oharla de café). Es como si la documentación histórica o la erudición filológica se convirtieran en un fin en sí mismas (en ese sentido van mis reparos anteriores: nadie discute la perentoria necesidad del acarreo !de materiales y del dato preciso y amplio sobre antecedentes). Por supuesto que la crítica tiene :que proceder con esmero metodológico y con intransigencia informativa, pero debe dar el salto hacia la interpretación personal. Y loo estaría de más que el ensayo rompiera con alguna frecuencia los estrictos corsés de los trabajos académicos. Cuando menos, que frecuentáramos ese admirable modelo de la alta divulgación sajona, tan horra de documentación explicita ,como atractiva y sesuda en su exposición. En fin, un último aspecto conviene señalar: la relación de la crítica universitaria con la sociedad. No vamos a postular que la crítica se convierta en una -actividad esencial en un mundo y una época en que nos cercan tan grandes y de verdad importantes problemas, y no las bagatelas de antaño y hogaño que aquí nos entretienen. Pero merece la pena señalar que su ejercicio se COIlvierte ·en una acti-v idad endogámica. Se escribe para el reducido número de quienes, a su vez, hacen críüca. En el mejor de los casos, y 'e n obras de divulgación, para profesores que llevan a las aulas de enseñanza media el resultado de esos estudios universitarios. Rara vez se es capaz de hacer llegar al conjunto de la sociedad una explicación seria pero accesible y atractiva de que es Fortunata y Jacinta, de por qué resulta tan insigne el Quijote o de cómo San Juan dice con hermosas y distintas palabras lo que cualquier mortal expresa de modo asaz torpe. En


EL LUGAR DE LA ORITIOA LITERARI'A

ello también tiene Ique ver, y no poco, el ancho recelo con que los medios de comunicación ~n mayor o menor medida- ven aJ. mundo universitario. Alguien ha dicho que lo soportan pero no lo admiten. Y es claro que los medios de comunioación son el vehículo mediante el cual la crítica universitaria podría tener lUna mayor eficacia social], aunque, claro, erige una «reconversión» de la mentalidad aoadémica y profesoral a la que no todo el 'mundo tiene por qué sentirse animado, aunque sí sería conveniente ·q ue muchos más se vieran indinados a ella. No vive, pues, la crítica literaria en )a universidad en el mejor de los mundos posibles, pero es que en ninguna esfera de la sociedad -de las que la historia nos ha permetido conocer- es cierto ese ideal panglossiano. Dentro, sin embargo, de semejantes limitaciones, su situación no es mala. Nunca se han publioado tantas ediciones críticas de ,t extos clásicos -aunque aún carezcamos de obras de verdad completas de numerosísimos autores- , ni tantos estudios; nunca ha habido tal ntunero de revistas científicas. Ya se ha terminado aquel esperar lustros para que un artículo de crítica encontrara hueco en

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las escasísimas y satu radas revistas profesionales, aunque efilo haya tenido un precio : la falta de discriminación con que tantas publicaciones periódicas acogen lo que les llega para IUenar el hueco disponible o para contentar a sus b enefactores institucionales, proclives a primar los más nimios motivos terruñeros. Ese optimismo se b asa, también, en una confrontación de la produoción crítica peninsular con las aportaciones del hispanismo extranjero. Durante mucho tiempo, era éste el que hacía las contribuciones más importantes, mientras que hoy la actividad nacional no tiene nada que envidiar a la foránea. Todo ello es tanto más valioso si se estima mínimamente la precariedad material con que trabaja el crítico español: deficiente sistema He bibliotecas, inexistencia de equipos que apoyen la investigación básica, sobrecarga docent e .. . El entusiasmo y la abnegación sustituyen con más frecuencia de 'lo que suele pensarse las limitaciones materiales y aun la falta de estímUllos morales y económicos. La producción científica de los estudiosos de la literatura en Españ a es muy apreciable 'Y, desde luego, cualquier tiempo pasado no fue mejor.

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LA CRITICA, CREADORA DE PERPLEJ lOAD Y DE CONFUSION MELIANO PERAl LE

El lector lec los raros (por escasos y peregrinos) suplementos literarios de los periódicos; se echa a los ojos las revistas literarias; va luego a la librería, compra el encarecido y caro libro; vuelve a casa y, optimista, se sienta a leer la joya recomendada por algún prior de la crítica. Que el lector sien ta necesidad de removerse en el asiento, a la octava o novena página de lectura no le parece no'rmal, que note cierto hormiguillo cuando, sus ojos han alcanzado la página trigésima le resulta chocante, que cuando, armado de copa y moral, avanza desconsolado por la quincuagésima segunda le duela un poco la cabeza y un bastante la paciencia se le antoja anómalo por demás. A la altura de la página ciento dos, lo que le duele es el pelo, como si se lo estuv ieran tomando a puñados y a dúo entre el autor de la obra y el redactor del desatado encomio. El lector se tienta la ropa de sus conocimie n tos Ji terarios, por si estuviera desnudo de algún saber en la materia, echa Cllen tas de las horas dedicadas a que un o:; muchachos adquieran algunas noc io nes de poesía y de narrativa, que l e resultan miles (las hora s y los muchachos), hace números sobre los libros leídos, que le dan una suma de bastantes, y súbito, inquieto, sobresaltado, se va al espejo, a ver si tiene cara de idiota, una cara en la que no había reparado, y a comprobar si de la comisura de los labios le cuelga, viscoso,

un hilillo de tonto de baba. La cosa es qu e el desazonado lector no se descubre cara de memo, pero tampoco encuentra consonancia alguna entre los valores reales de la obra y los que el crítico ha cantado, con cierto engolamiento en la voz, un tono de suficiencia y mucho gorgorito de ditirambo. De donde el paciente, desasosegado lector saca en consecuencia que, aunque el espejo le haya absuelto del pecado de cara de imbécil, algo falla en sus entend ederas, incapaces de entender las razones del dómine de la crítica y menos la causa del derroche de incienso sahumado sobre las páginas en cuestión. Anonadado, hundido, machacado por su incompetencia, el lector aún es capaz de pedir auxilio a la memoria. Por el puente de la memoria llegan en su ayuda las palabras de Sartre: «Muchos de los críticos son hombres que no han tenido suerte y que, en el momento en que estaban e n las lindes de la desesperación, han encontrado un puesto tranquilo ... ». Viene también a echarle una mano al maltrecho lector aquel «Pierre Menard, autor del Quijote», según descubrimien to de Borges, y dice: «Alabar y censurar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica». El lector siente el alivio de estas palabras, que medio le curan de la desconfianza en su provisión de recursos mentales. Y puesto a recordar, el lector recuerda alguna idea


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MELlANO

de la propia cosecha: «Ciertos escritores son los ríos que van a dar a la crítica, que es el morir como escritor». O sea, que acaso el lector no es tan necio, sino que carece de tragaderas de escotillón y ello le impide comulgar con ruedas de crítico. Aún en la duda, al lector se le ocurre jugar un rato a la estadística. Y la «fría elocuencia del dato» le revela que en determinados suplementos literarios hay cuatro o seis nombres cuyas obras aparecen comentadas y encarecidas con impresionante frecuencia, y otros quince o veinte, a juicio del lector (no demasiado lerdo por lo que ha podido comprobar), escritores de primera que ni por descuido asoman a tales páginas. Así, en los corros literarios se intuye que las puertas de tales templos están celosamente guardadas por inflexibles cancerberos con cara de unos pocos amigos o por ángeles custodios de intereses quizá non sancti; se sospecha que en esos santuarios funciona un «Se reserva el dereoho de admisión»; se recela que solamente los adictos, los adeptos y los socios del Club tienen acceso a tan privados lugares; «¡se siente, que sólo los del clan caben en ese ambiente! ». Y ¿ cuáles son los elegidos, y quiénes los postergados? Pues los favor,i tos e incensados -habla la estadística- son los ni de derechas de toda la vida ni los de izquierdas de siempre y de veras, sino los de izquierdas instantáneos o coyunturales, más conocidos por «los propagandistas de la OTAN ». Muy de tarde en tarde se produce una excepción, para confirmar la regla. Tal profusión y constancia en la puesta en escena de unos nombres, y

~ERAlliE

la correlativa, tenaz, sistemática omÍsión de otros inducen al público ingenuo a la creencia de que esos tan elegidos, alabados y exhibidos en el escaparate del periódico son los mejores. Por ahí, por esas trochas ha venido y sigue llegando la gran confusión en lo tocante a la escala de valores de las letras españolas contemporáneas. El lector sabe que esto ocurre, en buena medida, porque los críticos no leen, y porque, una vez establecido un orden arbitrario, nleda la bola por inercia y se engruesa una pura oquedad. Pero, al tiempo, el lector tiene motivos para pensar que «la ignorancia, el capricho, la parcialidad determinan comunmente el precio de los talentos; el engaño domina y el varón más benemérito es de ordinario el más desatendido». Esto escribió, hace la pizca de doscientos años, Juan Pablo Forner, en sus «Exequias de la lengua castellana». y lo que él allí escribiíí mantenido está por una buena parte de la crítica de hoy. Por una buena parte, digo, porque todavía queda un puñado de competentes críticos, que, además, leen y no han profesado en la secta y saben lo que se traen entre manos cuando cogen un libro. Con más espacio, podríamos afinar este parecer y tocar otras teclas . Por ejemplo, la cuestión de la crítica subrepticia de los libros de texto, la parcialidad, la ignorancia y la insolencia de algunos antojólogos. Doy por heoho que estos renglones les van a sonar a muchos a letra de cantinela. Pero las cantinelas c onviene volverlas a cantar, de vez en cuando, para que los olvidadizos y los que hacen oídos de mercader sepan que n o todos estamos en el limbo.


CRITICA Y PALOS ANTONIO HERNÁNDEZ

Cuando los que no nos dedicamos a la crítica pensamos en el crítico, nos gustaría verlo a nuestro antojo y merced con una única función: la de darnos coba. El ego del creador es insaciable y, aunque unos 10 lleven con más desenvoltura que otros, 10 que más nos rebela es que nos señalen defectos esos señores de la albaceteña a punto, por lo general despreciados y temidos. Personalmente considero que la crítica puede convertirse en creación, ser guía iluminadora, orientadora y conveniente a quien la reciba desde el convencimiento de que está hecha con conocimiento y buena voluntad. Pero en nuestro país, por desgracia, la mayoría de las veces nos hacen caer en la desconfianza a quienes entendernos la crítica corno un servicio oxigenante. No me refiero ·ahora a fobias personales o a «vendettas» de café. Me r efiero a ciertas tendencias de padecimiento temporal. A cierto prurito intelectualoide. A posturas obsecadas, diáfanas en la actuación de algunos críticos, persuadidos de que, por ejemplo, cualquier obra no puede convertirse en popular si no es mala y, por el contrario, una obra maestra tiene que estar concebida, inexorablemente, para las élites. Dicho cuadriculamiento infantil puede extenderse a ejemplos más contundentes, pero, a p esar de su torpeza, sirva corno botón d e una esclerosis curiosamente palpitante que otros denominan «forma de darse importancia». Por esta interpretación, hombres ayunos de cono-

cimiento pueden despellejar impunemente a hombres que realizan notablemente su trabajo por la sencilla e inaceptable razón - suponiendo que lo sea- de aplicar su vaga verdad, en vez de guardársela como pedía Machado. Este tipo de crítica desenfocada, a la larga, es ingrata y, sin embargo, en el instante que se ejerce convierte a su protagoThista en el titular de un caudillaje efímero. Algo así como en la persona consciente de que, si no va a dejar memoria amarga de sí, va a su· frir de algo no menos hiriente: olvido. Pero quizá, ciertos críticos lo tengan cla. ro y acepten la calderilla del momento ante el corte de mangas que les hace la gloria. La calderilla y el cheque, si no recibido directamente, a la manera de los periodistas taurinos «trincones», ganado a modo de estipendio por su trabajo a las órdenes de una editorial o grupo de edi toriales. Acaso movido por su asco a esta publicidad encubierta. Disraeli decía que los críticos son una pobre gente que no ha cons eguido tener éxito en ningLillo de sus intentos de ser otra cosa mejor. Tal dureza, aplicable jus tamente a algunos de ellos, pero nunca a todos, es una forma como otra cualquiera de convertirse en lo denostado, que es de 10 que hay que huir para que las casas empiecen a objetivarse, porque si bien es cierto que, de cuando en cuando, h ay que sacudir el árbol para qu e caigan los frutos podridos, no lo es m enos que semejantes empellones de violencia puedan dar al traste


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ANTONIO HERNANDEZ

con el árbol mismo. Juvenal ya decía que la crítica es indulgente con el cuervo e inexorable con la paloma. Y pjerre Vernon que el símbolo de la crítica es la avispa, el aguijón sin la miel, desoalificaciones a las que nos apuntaríamos con gusto todos los que no la hacemos sistemáticamente, excepto cuando, de manera ocasional, la realizamos, por eso de ver la paja en el ojo ajeno y disimular la viga en el nuestro . Hay, por tanto, latente una pregunta relativa a un hecho moral: ¿puede el crítico olv,idar intereses, paranoyas y amiguismos y darse a su tarea sin influencias espurias? Jouber, con suma gracia, satirizaba al crítico con una insolencia que su tiempo no le perdonó. El que señalara que muchos de dichos controvertidos señores se parecen a la gente que, al reír, enseñan una horrible dentadura, dio pie a una respuesta de marca ya secular reiterada: si el creador fustiga al crítico, la represalia debe ser contundente, inmediata y, lo que es peor, por sistema. Y, tal vez, en esta guerra de desconfianzas mutuas, habría que plantear y entender la querella de forma más estimulante, más originante y más enriquecedora para todos. O sea, si no hay otro remedio, con sentido del humor y procurando tenderle un puente de plata a la calumnia, que es, como respuesta, en lo que suelen caer el poeta y el novelista cuando el crítico

......

lleva a cabo la tentación de machacarlos. Particularmente, no encuentro otra forma más eficaz ni divertida de combatir la plaga, el toma y daca evidente, aunque, en nuestros días, apenas público a través de los medios de comunicación y, sobre todo, por parte del creador, que prefiere, por razones obvias, utilizar su respuesta a la hora de la tertulia, en la que no deja huella imborrable. No deja marca delatora y no ya sólo para el crítico, sino para el medio a que sirve, solidario con él, el cual, sucesivamente, sirve a la editorial que lo sustenta y así hasta no sabemos donde, en una espiral tan aceptada como desprestigiante para quienes en ella pululan. Acaso, y lo digo sin el menor entusiasmo, la solución sea otra y más simple y tenga que venir de los mismos críticos honrados de prestigio: la creación de un tribunal de ética que opere sobre quienes con demostrada venalid<l'd ponen en tela de juicio actividad tan necesaria. Podría poner las cosas en su sitio - el cascab el al gato- y, si no, más cercanas a lo deseable, que , entre otras cuestiones, es leer a Heminway con una sonrisa, pero sin tener que darle la razón cuando opina que los críticos son como los cabestros y que hacen el mismo papel que los mansos en los toros . Hemingway, conste .


TEMPOLARIDAD DE LA CRITICA LITERARIA CONCHA ZARDOYA

La crítica li teraria -en mi op111lOndebe tender a descubrir el mayor sentido posible en las obras de que se ocupa. Y que esta comprensión significará siempre una explicación del hombre. La tarea critica - se me figura- ha de hacerse sin prejuicio teórico ninguno. No ha de constreñirla ni 1imitarla ningún dogmatismo. Toda crÍtica será siempre sólo una «aproximación» a ese sentido abierto que emana de la obra literaria. Cada comentario crítico es constantemente sobrepasado: de ahí su temporalidad irremediable. Por muy profunda que sea su reflexión, será siempre parcial y relativa, pu esto que sólo puede esclarecer uno o varios asp ectos -nunca todos- y sli empre desde un 'yo', desde una subjetividad -la del crítico. Este únicamente puede cap tar un solo sentido: el suyo, nunca el de todos los demás. Por muoho que se esfuerce en ser objetivo, jamás podrá eliminar su subjetividad -hecha de intuiciones, hábitos mentales, cultura, ideario político, experienoias psicológicas, etc.-. Pero de aquí emana el progr eso de la crítica: porque siempre está por hacer, se deshace y r ehace constantemente. Cada visión crítica es una verdad parcial dentro de una totalización jamás lograda del todo. El sentido de la obra artística es eternamente ambiguo; está eternamente abierto a la in terpretación y reinterpretaoión, de acuerdo con cada época y sus valores intelectuales, éticos, es-

tét icos y sociales. A este respecto, dice Serge Doubrovsky en «Pourqu o i la no"elle critique ». «Critique et obj ectivité» (1966): «Tous seuls ; tous les uns contre les autres; et tous ensemble: t elle est, dans le domaine de la pensée, la condition meme du progres». Para entender una obra literaria hay que comenzar, naturalmente, por leerla: por leerla en todas direcoiones y en la mayor cantidad posible de niveles. Los hábitos mentales y la afectividad de un crítico sin'en ele «reveladores» : preparan la intuición del lector. La subjetividad -insisto- es irrem ed iable en la funoión crít ica. Cada visión analítica, cada enunci ado críti co, será siempre el resultado de un contacto personal, de un punto de vista, de un entorno y hasta de una manera de ser y de existir. Así, definir la literatura es -para la sociedad y los hombres que la componen- la ocasión de juzgarse, de conocerse: «dime a quién amas ~ a qui én 1ees- y te d iré quién eres». Por otra parte, todo análisis implica no sólo un punto de vista, sino cierto lenguaje, cierta t ermin ología propia p ara expresar lo que se comprende o sc intuye . A ellos afccta la revolución permanente de las ciencias y de las artes, del pensamiento filosófico y político, de las contradicciones inherentes a la época en que se vive. El trabajo crítico -subjetivo-objetivo- sigue siempre abierto y en cons-


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CONCHA ZARDOYA

tante proceso de continuación, pues es la labor de muchos críticos y nunca de uno solo. Las visiones parciales, las diversas «iluminaciones» que se proyectan sobre una obra o un autor, se irán completando a 'lo largo de los años, sin llegar nunca a cerrarse o agotarse. Esto es, si la obra o el autor lo merecen. La crítica literaria que ellos suscitan, al profundizar en sus significaciones y matices, prolonga su vigencia: los reafirma y les confiere eternidad, los rescata de la sombra o del olvido, en larga tarea muchas veces secular. La temporalidad del aná:Lisis crítico es anulada por la continuidad incesante de quienes lo practican de generación en generación. A pesar de su relativismo, la crítica literaria recibe y deja herencia, por muy pequeña que sea. También impone revoluciones, nuevas maneras de ver y juzgar; renueva la sensibilidad y la intuición de los que leen. Afirma nueva

escala de valores, revisa, reexamina, condena y destruye los falsos. Su irrenunciable temporalidad garantiza su progreso, sin fin y sin límites. La validez de su tarea, sán embargo, depende una sola cualidad : de su «honestidad» insobornable. Si la crítica cede a otras presiones, si su integridad es sojuzgada por ajenos intereses a su honrada función analítica, se traiciona a sí misma y traiciona a la lliteratura que debe juzgar: engaña a los lectores y a la sociedad. En vez de progresar, se envilece y se destruye. La crítica no puede ser cómplice de injusticias, ni puede ser oportunista, si no quiere corromperse y abdicar. Sólo de la crítica estricta depende la salud de la literatura: de ella puede partir un camino de perfección. A pesar de su tempomlidad, la crítica «honesta» ha de ser una honda y seria reflexión sobre la materia literaria que aspira a perdurar en el tiempo.


PROLEGOMENOS PARA UNA CRITICA DE LA CRITICA ALA NOVELA ESPAÑOLA DE POSTGUERRA JOSÉ ANTONIO FORTES

1.

LA cRÍncA

Resultaría inapropiado aplicar a las cuestiones de nuestro trabajo el estudio y relación de críticos contemponL neos que Emilia de Zuleta desarrolla e n su historia de la Crítica. Podríamos aceptar una «crítica universitaria», aunque entendiendo a la formación intelec tual del crítico más que a las «necesidades de la enseíi.anza universütaria». En el campo de la Novela espaíi.ola ac tual , más bien se hace preciso separar en tre: a) los críticos . b) las difer e nt es «a ctiy idades críticas». Si consideramos a los críticos como tales, creemos que nues tra exposición se personalizaría en exceso, y sus porm enores no nos darían la imagen coherente que buscamos de la realidad en estudio, ya q u e .al final, sin duda, nos encontraríamos seíi.alando la casu ística de una preparación intelectual, o las causas personales de una preferencia por ciertos autores y novelas. Otra cosa sería plantear si se quiere, a través de los críticos, las tendencias de és tos, sus inclinaciones, sus «gustoS» y su formación no «personales», sino «de grupo». Pero, ¿podemos afirmar la existencia y el funcionamiento de tales «grupos»? ¿Podríamos diferen ciar entre su s distintos «condicionamientos ideológicos»,

Y si los hubiera distintos? No bastaría con poner de manifiesto, en todo el panorama crítico de nuestra postguerra, dos bloques antagónicos : una «crítica literaria erudita y académica de laboratorio» y otra «crítica sociologista y comprometida », como el Equipo Editorial de Comunicación nos puntualiza en un hiriente artículo. No puede nunca convencernos tal esquematismo tajante con que se pueden simplificar las relaciones: «al margen de la crítica tratada en 1, absoluta y rigurosamente a l margen, germinó en nuestra Universidad una crítica que, par.a entendernos, llamaremos "crítica comprometida"». La misma «marginación rigurosa» la extiende el Equipo Editorial de Comunicación también a la separación de una 3." crítica «extra-universitaria». Sitúan cronológicamente la vigencia de esta 3." modalidad crítica a la par de los epígonos de .]a La y la 2. a Así que, siendo también l.a critica 2. a igualmente «extra-universitaria», nos queda: a) determinados «sectores de élite critico-literaria» (Universidad). b) [Llera de ellos, sólo determinadas «o pcion es» de crítica. En nues tro estudio, este último sentido nos interesa. Prim eramente, para sehalar que en dichas «opciones» intervienen críticos encasillados en la posición a. Con lo cual, no nos encontramos con «grupos», sino con «corrientes» de crítica.


ANTON IO FORTES

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y en segundo lugar, porque como «opciones» se denom,ina aquí, en este artículo de Equipo Editorial de Comunicación, exactamente, a dos de las actividades críticas ejercidas respecto a la novela española actual, a saber: -

la crítica comprometida. la crítica gacetillera.

Difiriendo en el enfoque y en la amplitud, dentro de las «actrividades críticas» respecto a la novelística española actual, nosotros consideramos tres apartados principales. El primero de ellos coincide, aproximadamente, aunque lo rebase, con la «crítica gacetillera», y la llamamos «reseñas y notas de lectura». El segundo excede también la mera «crítica comprometida», la llamamos «crítica de estudio». Un tercer punto sería la llamada «autocrítica», y atiende, fundamentalmente, a los años de novela que estudiamos, a la crisis y abandono de unas posturas y defensas del Realismo Social, en críticos y escritores. 1.1.

RESEÑAS y NOTAS DE LECTURA.

La primera dificultad estriba en diferenciar entre «crítico profesional» y «crítico aficionado». Y más que nuestra opinión sobre lo que entendemos por una y otra clase de crítico, sería preciso mostrar sus diferencias en la práctica. Pero incluso en la práctica se hace difícil determinar la separación. Primeramente, hay que considerar la avalancha de los libros aparecidos en el mercado, en las librerías y catálogos de las prolíficas editoriales. Ante elIos, cabe: A) Una actitud mercantilista. Propiamente, no se puede hablar aquí de crítico, sino de «pseudocrítico», de gacetillero o recencionista. Este «crítico», con escasa preparación intelectual, se ve obligado a llenar como sea su columna, su «rincón literario», el cuarto de página que en los periódicos de información general y

diaria se le reserva bajo el epígrafe generoso de «Libros» o «Novedades», o «Panorama cu1tural» cuando se trata de un espacio semanal. Tiene que demostrar que está al día, dando cuenta de las novedades más últimas en el «mercado cultural». La precipitación y la inmediatez determinan su trabajo, que consiste en confeccionar una mera ficha bibliográfica, una ficha informativa de esas novedades de libros, de visitas y llegadas de intelectuales, de ferias y presentaciones de libros, de concursos e inauguraciones, de conferencias de autores ilustres, de convocatorias de premlÍos, etc. Es decir, su 'labor, en una primera instancia, es la de ser transmisor de noticias, de rumores, de cotilleos, los ecos de <da sociedad literaria», de «la vida cultural» del país, la capital o la provincia, etc. Si se da en provincias, los localismos se llenan de tonos «graciosos». Aunque tampoco los periódicos «nacionales», de difusión nacional desde el centralismo madrileño o catalán, no pierden esa «provincianidad» en los <<localismos», ese «color local», sino que, más aún, por fuerza y «costUIl'lbre» del arraigado «centralismo», los convierten en panacea, en paradigma. Así, un ejemplo de ello, la sección que en el Suplemento de las Artes y las Letras del periódico «Informaciones», llevaba Juan Pedro Quiñoneros, «Mañana se hablará de ... ». B) La precipitación y la inmediatez, expuestas a un espacio «especializado» de Suplemento LiteraDio o Revistas «ad hoc», nos evidencia un segundo nivel de una misma y fundamentada «actitud gacetillera» . La pseudocrítica del «estar perfectamente informado» cede más beneficio al rendimiento de las ventas de las editoriales, de acuerdo con que esa «seriedad» y «credibilidad» se alcancen sólo y nada más que por el periódico o la revista de solvencia y envergadura informativas, así se le prepara el «crítico» y «su crítica» páginas espe-


PHOLEGOMENOS PARA UNA CRITICA

cializadas, suplementos dominicales o semanales dedicados expresamente al arte, la literatura, la cultura, etc. Lo cual ayuda, es evidente, a que el lector acepte mejor y como óptima la «orientación» de las palabras que se le dan. No nos ha de extrañar, entonces, que existan y actúen aquí con más fuerza unos intereses comunes entre periódicos y editoriales, entre críticos y editoriales, entre críticos y novelistas, entre la mantenencia del puesto de trabajo del «crítico» en la sección cultural y/o la anulación de «su voz y opinión». Y, en consecuencia, así se mantienen unas prerrogativas que contribuyen a confundir más aún la situación de nuestra novelística. Siendo profesionales, como se consideran, su actitud la justifican, igualmente, en un repertorio de causas y condicionantes: la abundancia del «material bibliográfico que se recibe», los múltiples menesteres de la «profesión», ante el pluriempleo de cubrir «colaboraciones», etc. Las colaboraciones, en este caso, pueden alcanzar el nivel de «guías comentadas». A partir de una lectura en diagonal, a pie de página, apresurada, de los textos, se resume el índice y se remeda la contraportada. En oierta manera, algunos ejemplos los podemos hallar en los superficiales comentarios que se recogerán en las páginas amarillas de «La Estafeta Literaria», o en las desiguales colaboraciones en las páginas culturales de «Triunfo». Y podríamos resaltar también los inventarios anuales de los «años literarios». C) Aparece, así, lo que llamamos «notas de lectura», o «reseñas». Y en ellas, con criterio personal, subjetJivo, la urgencia informativa se dogmatiza. La inclinación del «crítico», de sus gustos, de sus presupuestos estéticos (e incluso, éticos y morales), se erigen en juicio y cn orientación inexcusables. Llegados aquí, no obstante, los límites se vuelven menos claros y definidos. El apasionamiento, diríamos, de una

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crítica subjetiva no es diferencia atribuible uni lateralmente a una «critica de reseña», cuyo cometido prinoipal es cubrir un cometido de «información personalizada de la cultura» y cuya inmediatez y superficialidad, como decimos, la determinan. El apasionamiento y la intención, más bien, son constantes y justifican.. tes de unas posibilidades de crítica y de unas pretensiones culturales proyectadas durante estos años de novela en la postguerra y apoyadas, precisamente, en estas apresuradas «notas de lec.. tura». Las «notas de lectura», podemos decir, constituyen el entramado base de la crítica en nuestro contexto cultural. Constituyen el síntoma inequívoco de nuestra educación, de nuestra formación intelectual e incluso moral. Dichas «notas», respondiendo a una primera ,impresión de lectura, a un estado de opinión más o menos encubierto y expuesto con mayor o menor ligereza, con mayor o menor incapacidad crítica y reflexiva, pueden dar pie a revistas, y pueden intercalar, como decimos, el repertorio de artículos en suplementos o secciones de «Arte, Letras y Espectáculos». Y hasta pueden luegorecopilarse en libros. D) Por todo ello, sus concidiciones se adecúan tanto en el espacio de expresión intelectual donde aparecen las «notas de lectura» como en la intención, a los presupuestos básicos de los artículos como estudio crítico. Las diferencias, en un último nivel, fluctúan o podrían fluctuar en torno a la superficialidad y apresuramiento de la crítica, puesto que el dogmatismo y el dictamen de preferencias, en múltiples ocasiones, pensamos que son connaturales tanto a las «notas de lectura» como a los artículos de ensayo crítico, y puesto que ambos también , en múltiples ocasiones, se aúnan y con. fluyen a una misma dirección o ten· dencia crítica: la de la apología o el rechazo de las opuestas y paralelas ten-


A NTON IO FORTES

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dencias literarias y novelísticas que han tomado cuerpo durante los años de postguerra hasta hoy. En el tiempo de novela que estudiamos, la apología o la negación sustentan cualquier comentario, reseña, o artículos, cualquier opinión. La apología o la negación, creemos que son actitudes que nunca dejan de impregnar las condiciones mismas de toda nuestra crítica, por más objetiva y distanciada que ésta pretenda establecerse respecto al objeto criticado: es decir, la novela española. En definitiva, porque creemos que son unas mis_ mas y básicas las coordenadas sociopolíticas dentro de las que se mueven y actúan novelistas y críticos.

Admitir una «reflexión apasionada» invalidaría, en consecuencia y en puridad, toda «crítica de estudio». No obstante, por más que su entramado y arranque sea la reseña, en torno a nuestra novela de postguerra se ha levantado la serie de proyectos críticos, de acotamientos críticos, que hace posible que ahora hablemos de «crítica a la novela española» y no de «comentario del libro publicado», etc. Señalamos dos características: a) la de ser «clasificaciones personales comentadas» de la histor.ia de la novela y los novelistas españoles . b) la apología.

1.2.

El ya clásico estudio de Nora sobre la novela española contemporánea sólo alcanza a trazar unos rasgos principales de lo que él llama <<nu eva oleada», y siempre antes de 1962, para terminar incorporando exhaustiva y nominalmente «la aparición de los nuevos autores a los apéndices que siguen, sin si. tuarlos ni valorarlos todavía. Quizá un lapso de tiempo breve p ermita una visión más clar·a, y la atribución de un significado n eto e inequívoco». Respecto al período anterior a 1962 no se puede decir que el análisis de Eugenio G. de Nora no fuera ace:rtado. Aunque su s opiniones sólo esbozan los rasgos de la «situación generacional», la orientación e intención, influencia, etcétera, de esta novela, sin embargo y pese a ello. a) marca las líneas generales de los posteriores «acercamientos explicativos» a los jóvenes escritores y sus escritos. b) pero en los aciertos o erroreS de Nora no se profundizan, no se llega a la última razón que los justifique y los sustente. Es decir, la crítica española, respecto a la novela de estos años, no ha avanzado más allá de 10 que avanzó Nora.

CRÍTICA DE ESTUDIO.

Muy pocos trabajos se han publicado estudiando sistemáticamente la novela española de los últimos años. Nuestra crítica, como hemos dicho, todavía se mueve más a sus anchas dentro de 1a información general. Para nuestra crítica parece que le resulta «negativo» y «forzado» dejar pasar algún tie mpo desde la salida de un libro o la concesión de un premio. El ansia p eriodística de cubrir la información se ha vuelto para ella necesidad, prestigio, obligación, orden imperiosa, deber enteramente consustancial a su misma razón ·de ser. Los resortes de esta carencia de reflexión los situábamos, dejando aparte las cuestiones generales de estética sobre la creación artística actual y ciñéndonos a nuestro contexto cultural, precisamente en el apasionamiento y la intención. Para Corrales Egea, «el crítico español tendrá siempre una grave dificultad que vencer: su apasionamiento excesivo, su «patis-pris» en el enjuiciamiento». Es decir, se daría, a este nivel en el que estamos ahora, lo que llamamos una «reflexión apasionada».

1.2.1.

La oscilación «Objetivismo/Subjetivismo».


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ANTONIO FORTiES

Veamos, por ejemplo, el tan famoso y citado estudio de R. Buckley. La elogiada renovaaión de su «enfoque crÍtico» viene a reproducir el clásico problema de la oposición «Fondo/Forma». Si Gonmlo Sobejano o Gil Casado, etc., representan un estudio del «contenido», del «fondo » de nuestra novela actual, Ramón Buckley vendría a completar la balanza atendiendo a la «forma», en tanto que «en este período aproximado de ocho años, la novela española liberada de la tenaz garra temática de la postguerm «tremendismo, etcétera ) se somete a una intensa experimentación y renovación estilística». Pero no es esto lo que queremos resaltar. Fijémonos en que lo que Nora llama <da oscilación entre el lirismo subjetivo y la objetividad despersonaliz:ada», Buckley la recoge como «dilema forma!», con unas diferencias tan inoperantes que, en definitiva, quedan igualados completamente sus presupuestos y puntos de parbida. Reconoce R. Buckley que «después de un recorrido por el campo de nuestra novela actual, he llegado a la conclusión de que es precisamente en estos dos polos tan opuestos, el «behaviorismOl> y el «subjetivismo », donde se han llevado a cabo los experimentos novelescos de carácter más renovador y también donde se han conseguido las «soluciones» más significativas y convincentes». y en esta escisión entre «objetlivismOl> y «subj etivismo» no importaría tanto distinguir «objetivismo» frente a «objetalismo». Más importaría atender al problema que subyace . Es decir: el problema de la personalidad del autor.

o

para decirlo con más propiedad: la problemática del «Sujeto », del «Yo» . En la misma página 262 de su estudio citado, Eugenio G. de Nora habla de «la distensión casi angustiosa y obsesionante entre el «yo » y el mundo, entre la realidad y el ensueño». Y en efecto, hay «angustia y obsesión» en nues tros novelistas, puesto que al escribir de la lucha de clases, de los conflictos sociales, el intelectual de los años 50 busca una completa ef.icacia en su tes timonio, en su denuncia. Y paro ello, establece un proceso de <<identificación» con la «realidad» por la que toma partido. Es el proceso que lleva a la «identificación con las causas del pueblo ». La «angustia y la obsesión» se producen a unos niveles de lucha <<Íntima» del «yo del intelectual comprometlido». Tanto novelistas como críticos hacen apología de una «exteriorización», que no es la que finalmente se producen, porque el conflicto no se sitúa exactamente entre el «yo» y la «realidad». Ya que el intelectual ha tomado conciencia y partido por la «realidad», el conflicto se sitúa más bien en la «angustia» y la «obsesión» por vencer y anular al «yo », al «sujeto». He aquÍ la problemática básica de nuestra novela : haber tomado partido por una «ética de los hechos», por una «ética externa», y no haber conseguido realmente sino «exteriorizar los propios conflictos individuales », «autobiográficos ». Aunque en parte equivocadamente, Eugenio G. de Nora resume las contradicciones de estos intelectuales del medio siglo con una acertada frase: «No es fácil saltar por arriba de la propia sombra».

Bes


CRITICA LITERARIA Y/ OCREACION RAFAEL DE CÓZAR

Uno de los temas más interesantes y polémicos en la reflexión sobre el fenómeno literario para alguien dedicado a la enseñanza universitaria, y que dedica buena parte de su tiempo también a la creación, es esa dicotomía existente para muchos entre estas dos actividades. La investigación, el estudio, la actividad crítica y la enseñanza no parecen oficios ,p ropios del escritor según la concepción que suele tenerse de éste entre los escritores, a la vez que tampoco parecen predominar los especialistas que ven en su mismo plano a aquellos investigadores con veleidades creativas. En definitiva, demasiado profesoral para ser escritor según unos, o demasiado escr,itor para ser buen estudioso entre los otros. Pero la realidad es que en nuestro país, especialmente en las últimas décadas, se observa una importante presencia de escritores-profesores con una seria actividad en ambos campos. Unos pocos nombres de las últimas promociones y, por barrer hacia aden. tro, andaluces, pueden servir de testimonio: Jenaro Talens, Emilio Barón, José Heredia Maya, J. Ramírez Lozano, Antonio Enrique, Luis García Montero , A. Jiménez Millán, Alvaro Salvador, et. cétera; poetas y a la vez profesores, críticos no ya por afición sino también por formación y dedicación laboral. ¿Se suple tal vez con esto la necesaria presencia del creador allí donde se de-

dican al estudio de la creación, como ocurre en muchas Universidades extranjeras? Si el crítico, por otra parte, suele ser odiado y respetado a un tiempo, es significativo que las principales diatribas contra ese «juez» de la creación artística no se le otorguen personal o públicamente, sino por la vía indirecta y sólo cuando sus errores desfavorecen al objeto o sujeto de la crítica, nunca a la inversa. En cualquier caso, es preciso distinguir los diversos estratos de la crítica. Cuando esta se emplaza en ámbitos artísticos con relativa repercusión económica -el cine, el teatro, la pinturao en medios de comunicación de masas con amplia repercusión, el crítico adquiere cierta conciencia de poder que, con frecuencia, pone de manifiesto. La crítica inmediata se traduce en perjuicios o beneficios para el bolsillo, mientras la crítica a largo plazo, el estudio detenido, importan para la historia y la heráldioa literaria. En este sentido, el manual de texto universitario y, sobre todo, de los escalones pedagógicos anteriores, supone para muchos autores la consagración definitiva. Pero, 'c omo es bien sabido, la literatura en España, tiene escasa influencia en la economía de los escritores y, lógicarmente, en la de los críticos, con honorables excepciones, por lo que éstos pueden influir todo lo más en el reconocimiento social y el prestigio li-


RAFAEL DE COZAR

terario del autor, tanto si se trata de crítica inmediata como la de mayor profundidad. Y, mientras tanto, son abundantes las opiniones sobre la inexistencia en España de una crítica sería. Si ello no deja de ser cierto, tal vez haya que ,p ensar, además de los críticos, en la propia responsabilidad de los escritores. Nos resulta demasiado frecuente el escapismo del escritor español ante todo lo que supone reflexión escrita sobre la creación literaria, su propia creación literaria y la de su época. No es frecuente el autoanálisis ni siquiera cuando el escritor accede, por ejemplo, como invitado a un aula universitaria. Lo más fácil es eludir la responsabilidad adjud,i cándola a los críticos. ,Pero lo cierto es que no puede existir crítica literaria allí donde no es habitual ni frecuente la autocrítica, la meditación sobre el fenónemo de la creación. Las raíces de la modernidad las han planteado autores como Baudelaire o Mallarmé no sólo en su obra creativa, sino también mediante 'l a exposición de sus concepciones estéticas. El mismo Bécquer es, para nosotros, uno de los mejores exponentes 'd e la teoría poética que inaugura la literatura moderna, a través, sobre todo, de ,l as "Cartas literarias a una mujer», entre otros textos. Octavio Paz, uno de los más profundos conocedores de la literatura en lengua hispana de nuestro tiempo, ha planteado en diversas ocas.iones este problema de la modernidad vinculado al de la crítica y la autocrítica. 'L a idea de peculiaridad de nuestra literatura,

como en general de nuestra cultura, dentro del contexto europeo, esa noción de que somos diferentes, y la impresión de que la creación literaria en España está excesivamente apegada a nuestro fondo tradicional ¡parece ir en contra del internacionalismo cultural que caracteriza al siglo XX. Si la crítica se ha esforzado más en señalar lo que nos separa y caracteriza es, tal vez, porque falta una perspectiva universal en el tratamiento de nuestra literatura contemporánea, lo que corrobora la escasa atención que suelen te. ner en la enseñanza las otras literaturas mundiales. Si es verdad que nuestra historia reciente es distinta y España es peculiar también en su literatura contemporánea, no lo es más que los demás países de su ámbito y guarda en todo caso importantes relaciones con la de éstos en las que habría que detenerse más a menudo. Pero el punto clave para nosotros reside en esa disociación entre crítica y creación. ¿Es imprecindible que el estudio crítico en profundidad tenga que resultar farragoso y plúmbeo, o que el artículo breve y la reseña crítica sean por lo general superficiales improvisaciones de algo que incluso, a veces, ni se ha leído? La experiencia como prologuista me ha demostrado que la investigación seria y en profundidad no va reñida con la creatividad, incluso aunque esos ejemplos ya realizados fueran experimentos frustrados. La crítioa es en definitiva una de las actividades creativas más interesantes y difíciles, sobre todo si se aspira a que sea verdaderamente creativa.


LA CRITICA DE UNA ESTETlCA POETICA DESDE ANDALUCIA PURA SERRANO

Todavía es menester seguir leyendo aquel libro de poemas (1), marginal y de marginales, cuyo proceso de escritura, edición y crítica, tanto incide en las empíricas y objetivas condiaiones de trabajo para el escritor en y desde Andalucía. Ya en el primer poema, rotundo, traza y des/traza las fronteras abiertas entre la realidad material de la vida que se vive/se habrá vivido/se vivirá, y la realidad de la vida que se escribe/se ha escrito/se escnibirá. Lo que pudiera tomarse por una suerte de fácil «manifiesto (manifiesto teórico», sic.), sin embargo, confunde en el juego de contradicciones, hasta tal punto que pudiéramos caer -contra lo que nos avlÍsa el epílogo de Alvaro Salvador- en la muy cómoda clasificación de «expedencias intelectuales» para toda la poesía del libro. Pues bien, no. Antes al contrario, ya que de una lectura mínimamente atenta más caemos del lado de la «experiencia» que concluimos en el «intelectualismo»; esto es, y en todo caso, nunca un intelectualismo experimen taLista, culturalista, erudito al fin y al cabo, sino un intelectualismo tan «en trañable, lleno de spleen», tan lleno de experiencia vital, de situación, de situaciones vitales, que constituye el (1)

"La otra casa " , Rafael Juárez, Ed. Librería anticuaria El Guadalhorce, Málaga, 1980. Hay 2. a ed. correg. para los 'libros de l Ma illot Amari llo, Granada, 1986.

único umbral de posibilidades para la lectura de la escritura de «La otra casa». Así, ¿qué «memoria» será esa que se «conjura» / se «escnibe» precisamente «por 'volver' a vivir (el subrayado es mío)? ¿Por qué la nostalgia, la elegía (leer otra vez el citado epílogo) de «vivir», cuando aquí y ahora también «le gustaría / tanto vivir «antes» de 'haber escrito» (el subrayado es mío), antes de escribir, antes de la escritura? ¿Qué poder, qué situación de poder se toma aquí y ahora sobre ese «entonces» de escritura, mientras y en tanto que aquí y ahora no obstante también se escribe, se está escribiendo, en la escritura, en la poesía? ¿Dónde? ¿Para qué? 'Pues bien, sea: he aquí la respuesta. Esta: en la única situación que se vive, aquí y ahora, única e irrevocable situación vital que se vive como y tanto como «antes» se vivió, y por y para «volver a vivin>; a saber, la situación de la escritura. He ahí el único espacio habitable, vi,v ible, vivido, viviéndos'e, único y mismo, presente, situacional. Escribir y vivir, en un punto indiferenciados, conciliadas sus <<fronteras infernales », antaño enfren tadas e irreconciliables . Escribir y vivir, he ahí el único proyect'O común, igual, junto, enlazado. Emprender su despliegue, el despliegue de sus límites y fronteras, de sus enfrentamientos e irreconciliabilidades, de sus contradicciones y chirrías; emprender el despliegue de su historia, se


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PURA SERRANO

vuelve la má:'(ima tarea, el supremo esfuerzo de trabajo para quien no tiene más pies sobre la tierra, más ámbito de existenc:a, más extremo primero y último ele (la) vida que la escritura, que la poesía. Esto es, que la escri tura poética ele loa historia, de nuestra historia, situacional y concreta, con un principio, y con un presente, pero también con un fin . La historia, nuestra historia, la historia de nosotros, los intelectuales pequeñoburgueses lanzados-arrojados a la euforia de la LUCHA POLITICA, y fre nados, irreverentemente frenados en los recovecos, pasillos, taras y d emás fronteras de nuestro inconsciente, de nuestra educación, de nuestro cordón umbilical nunca roto, en absoluto NUNCA ROTO, al útero vaginal materno, de nuestra MADRE, «traidora I virgen amada mía, / oscura madre, loca» «p. 17). La historia pues de esos amores edípicos y vengativos, lúcidos y razonados hasta el delirio. La historia de la pérdida del paraíso, «Esa casa delicada y segura,) (p. 19), intrauterina y vaginal de «la casa de loas flores» perdida, irremisiblemente perdida e «inútib), necesariamente inútil ya hasta incluso su búsqueda. La historia de nosotros, los parias, los sin lugar en el proceso social, tarados, inútiles, castrados, lastrados, podridos en los pactos y estra tegias de una LUCHA IDEOLOCICA siempre y por siempre aplazada. Cuando el grado, tufo, peso y podredumbre de nuestra lucidez y razonamiento de ya no más aplaz·a mientos, no más cha laneo, de ya no más aplazarlas más, precisamente nos da y nos exige la pérdida definitiva del reino de nuestra inocencia, y de nuestra pureza; esto es, nos da y nos exige la utilidad supl'ema, última y definitiva, de escribir con los pies en la tierra la histori a de nuestras contradicciones, las tres y fronteras. La historia de nuestros servilismos y dependencias. De nuestros desvirgues infinitos y repetidos, flatulentos, irredentos co n la real idad. La

única historia que conocemos y que vivimos, qu e realizamos. La que hay. Esta. «No existe paraíso en las esquinas» (p. 19). Mas «si hay mi el sobre la sierra / la razón se n os dora / de cierta libertad" (p. 17). Pero «no exis te para íso en las esquinas,). Y esto es así. No h ay paraíso, y las esqui nas son esquin as. Y punto. Y si hub o un tiempo en que «nupci al(es) para el combate» (p. 11) sa limos, y dejamos el ámbito del «encanto dulce entre las manos» (p. 10) porque «algo faltaba / allí, que a lgo falt aba ,) (p. 10), ahora exactamerite sabemos que de aqu ella «germinal proeza de libertad» (p. 18), de aqueHa inicial «cantera entusiasmada» de «co~ razones trabados codo a codo» (p. 11), no queda ni tan siquiera «los signos; ni pavesas" (p. 18), pero si no obstante la conciencia indudable de la materialidad de unas «huellas,), las nuestras, de nuestro «paso herido I por los abrazos tiernos de las alambradas » (p. 14). Con lo que el combate, el empeño, la proeza, su historia, se revierte, se retuerce, y alcanza su más 'e xacta y total dimensión material de fracaso, de «derrota», de inviabilidad e im-«posibLe final definitiv o » (p. 19), como no sea en lo que es, en un combate y una batalla «con las trincheras de los sentimientos / adolescentes') (p. 11). Con lo que el círculo de condiciones, condicionamientos y determinaciones adquiere su más logrado peso de círculo vicioso, donde «necesariamente » habrá de encontrarse «ternura ,) hasta en las alambradas, o no se encontrará. Y sin t ernura no se anda. Sin ternura y su búsqueda ni s iquiera hay problemática por partida doble : a) no h ay combate pos ible haoia adelante (Leamos, «t evolución », llamada «salvación ,) confiada «a un cataclismo I espantoso, inmediato ,,; p. 18; reparemos en los sustantivos y sus adjetivos, in sisto ); y b) hacia atrás no queda sino (<la casa-no necesaria') (subrayado mío); °e l imposible e inútil, paradój ico y esclarecedor (<<no fing.en»,


LA CRITICA DE UNA ESTETICA POET'ICA

sino que «delatan» las «claridades» de los «cristales» la «transparencia» de ese) juego del «regreso» obsesionado a «lo que no dejaste / pero has perdido para siempre, y duele» (p. 12). Con lo que, llegados aquí, a partir de aquí es cuando, con toda I·a complejidad del asunto, desde el momento mismo inicial incluso de la escritura, el campo vemos por qué se tifÍ'e todo entero de términos y lugares sentimentales, nostálgicos, elegíacos, doloridos, sensibles, febriles, ebrios, de quienes se encuentran sin «sosiego », encadenados a sí mismos, fosilizados, desesperados, agobiados, débiles (p. 18), Y sin « tregua» (p. 13), ejercitados «desertor es anónimos» (p. 16), «tránsfugas» (p. 15), irrecientos e impuros (p. 13), locos y enloquecidos, arrojados al «ejercicio imposible de reflexión», ahogados en el «insonio» y en la in-«certidumbre» (p. 15), impenitentes refugia-

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dos en esa «azarosa capacidad de recuperación / que nos distingue cuando divagamos» (p. 19) en otras tantas e idénticas interminables noches de vinos, jodimientos y «nocturnos arrepentimientos» (p . 12), de irrisorios, débiles e impotentes «razonamientos lúcidos», esas <docas / conversaciones sobre nosotros mi smos», nuestras «muertes necesaria s » (,p . 13), nuestras muertes cotidianas . Nuestr as h ermosas muertes necesarias y cotidianas. De putos jodidos y vengativos. Putos vivos . «Ahora comprendo la tonada de tu canción, su historia, por qué de aquellos reinos, tan dulces como bocas desenfrenadas, fuimos arrojados, traidora virgen amada mía, oscura madre, loca.» (p. 17).


LA LITERATURA HISPANOAMERICANA EN LA CRITICA ESPAÑOLA BLAS MATAMoRo

Se puede empezar con el tópico: no hay literatura sino en la unidad del idioma. Entonces: ¿es válido examinar cómo se ocupa la crítica española de la literatura hispanoamericana, o sea la escri ta en la misma lengua pero del otro lado del océano? Esta división ¿no corresponde a una antigua clasificación de territorios que administraba el Ministerio de Ultramar? En efecto, a nadie se le habría ocurrido, en París, recordar que Jules Supervielle era uruguayo, que Saint-Jahn Perse era de las islas o Albert Camus, arge1ino. Yeso que colonias, haberlas habíalas cuando ellos nacieron. Ante todo, hay que puntualizar una imposibilidad objetiva de la crítica y, antes, de la producción editorial: es utópico, en el más triste sentido de la palabra, pretender que 'e n España se conozca, aunque no se edite, «toda » la literatura del subcontinente. No hay, para ello, espacio ni en los planes de las 'e mpresas ni en la capacidad adquisitiva del publico. De modo que, de hecho, aquel punto de partida (la unidad de nuestra competencia lingüística como hispanohablantes ) es impracticable en lo literario. Y si se desvía la mirada hacia otros quehaceres se advierte lo mismo: ¿qué sabemos del cine y la televisión hispanoamericanos en España? El tema queda , pues, reducido a un planteamiento programático: cuánta y cuál literatura «de allá» puede conocerse «acá» . Generalizando, tampoco

este asunto puede plantearse correctamente. Quiero decir: hay que tener en cuenta cada época histórica y la dinámica que la literatura del idioma muestra en ella. En el romanticismo, por ejemplo, a treinta años de la revolución americana, las relaciones entI'e América y España eran, en lo literario, de confrontación e igualdad, como correspondía al momento histórico. Recuérdese la polémica de Echeverría con Alcalá Galiano por la literatura y la de Sarmiento y Andrés Bello por la lengua. Modernismo y vanguardia invierten el sentido de estos movimientos. Españ'a deviene periférica de sus antiguas colonias y Rubén Darío, como después, Vicente Huidobro, son figuras magistral es y conductoras de procesos es téticos que se desarrollan, por igual, en ambas orillas del océano. En los años veinte se produce el que, tal vez, ha sido el fenómeno más int enso de integración literaria dentro del idioma. Las revistas y editoriales que apoyan á la vanguardia mezclan los nombres de aquí y de allí. Los planteamientos estéticos del momento evi tan distinciones políticas y tampoco en es te se ntido se advierten las fronteras. Qu izá se es taba preparando un gran espacio literariu hispánico que la historia bloqueó en pocos años. No podemos saberlo, pero sí se puede recontar ].a presencia americana en las grandes publicaciones de la vanguardia y el humanismo, desde la «Estafeta Literaria» hasta la «Revista de Occidente», así


LA LITERATURA HISPANOAMERICANA

como las primeras ediciones españolas de obras que marcan rumbos en la narrativa hispanoamericana (Enrique Larreta, Rómulo Gallegos, Mauricio Magdal'e no, Lino Novás Calvo: la narración modernista, la novela de los llanos, la denuncia antiimperialista, el an tiescIavismo). En esto, como e n tantas cosas, todo acabó con la guerra civil. El potente movimiento ed itorial español cayó en quiebra, los editores em igraron, hubo masacres y diásporas, venganzas y censuras. P.ara buena parte de la intelectualidad americana, España pasó a ser sinónimo de franquismo y todo interés por la realidad cu ltural española se tomaba como complicidad con el régimen y traición a la España «buena» y «verdadera», o sea la exilada. El régimen hizo lo suyo para mejorar esta fractura. Su aislacionismo, su casticismo, sus melancolías imperiales, dificultaban toda conexión intelectual con una América que no fuera devota de los integrismos y las sacristías. La situación empieza a remontarse en los años sesenta. Una industria editorial renaciente y que puja por recuperar su liderato en el idioma, un nuevo público consumidor de cultura, creado por el desarrollo económico, un mayor contacto con el mundo exterior a partir de la apertura económica hacia Europa, coinciden con un mundo mental henchido de ilusiones revolucionarias y con la moda latinoamerican a de la revolución guerrillera, a partir de Cuba. Las miradas de la progresía internacional se dirigen aIl subcontinente. Son los años del boom. Movimiento que, examinado de cerca, carece de definición estética y política, que no constituye siquiera una tendencia de la literatura hispanoamericana, pero que sirve para que la categoría misma de tal se instale en los estan t es de la s librerías, en las columnas de los periódicos, en las cátedras y en las revistas especializadas.

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El boom tuvo la virtud de despertar a la Bella Durmiente, es decir la literatura de ultramar, e n un momento en que la potencia editorial de España invertí'a la dirección del movimiento, o sea que intentaba inundar el mercado americano. Se puede objetar, precisamente, su objetividad, decir que, en rigor, descubrió a muy contados escritores y difundió a muchas firmas que tenían una carrera hecha y que los lectores españoles desconocían, ocultando otras firmas y exhibiendo , por fin, un mapa muy recortado y parcial de las letras hispanoamericanas. Pero lo que no puede negarse es que, por vía de la moda literaria y política, instaló un conjunto de libros y de nombres que, seis meses antes, eran un exotismo para especialistas en España. El boom mostró y ocultó. Se conoció ,a Carlos Fuentes, pero no a J osefina Vicens. A Julio Cortázar, pero no a su maestro Felisberto Hernández. A Roberto Arlt, pero no a su coetáneo Roberto Mariani. Se mezcló con apresuramiento: Borges y Vargas Llosa, Lezama y García Márquez, Donoso y Octavio Paz parecían pertenecer a un mismo universo , cuando, en rigor, Carpentier, un cubano, estaba más cerca de Fernando Quiñones, narrador de Cádiz, que del porteño Bioy Casares. La América del boom fue excesivamente unilateral, en el sentido de su pintoresquismo folklorizante, su violencia política, su dominante mítica, su primitivismo social. Una América gris, urbana, moderna y cotidiana carecía de interés y de identidad. Hacían falta guerrillas, palmerales, dioses precolombinos y hechizos de brujas hambrientas. Nada de austeridad, sí mucho de barroquismo. Ahora, la desorientación ha seguido al orden, como suele ocurrir. Parece que la literatura hispanoamericana no tiene figums de recambio y que España, con su experiencia idiomática plural y autonómica, ha dejado de ser un a opción unitari a . Todo esto es bueno:


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BLAS MATAMORO

la pluralidad y el desorden llevan a imaginar, a debatir y a reacomodar las cosas. Todavía no sabemos bien cómo lo haremos, pero la pelota está en el tejado. Hay que subirse a él y recogerla. Dentro de las variables, una de particular importancia cualitativa es la de los escritores exiliados y emigrados que llegan a España. Rehacer un lugar en un mercado desconocido es un desafio muy agudo, que puede llevar a la anulación o a la refundación de un discurso literario. Más allá de los casos normales, o sea los escritores que inicia-

ron su obra en América y debieron continuarla en España, existen casos de escritores que han comenzado su obra aquÍ, a pesar de ser americanos, o sea que su escritura es su destierro. Dentro de una España democrática, es decir, plural y participativa, las diversidades inmanentes a ella, o sea sus nacionalidades idiomáticas, y las importadas al impulso del exilio y de la recepción, hacen posible un ensanchamiento y un enriquecimiento del debate cultural hispanoamericano, de consecuencias todavía insospechables pero, sin duda, positivas.


QUEJA DE LA CRITICA FERMfN CABAL

La nuestra es una profesión de lugares comunes y uno de los más celebrados es quejarse de los críticos. Bien mirado, quejarse de los críticos no es más que una variación sobre un tema eterno: quejarse. En el teatro nos quejamos de todo y de todos. En cuanto nos ponen un micrófono o unas cuartillas delante, no tienen que darnos cuerda: nos quejamos. Por supuesto, también los críticos practican este deporte, y en abundancia, con lo que no hacen más que plegarse a la voluntad general de la prof.esión teatrera. Porque también los críticos S.Ql1 cómicos y tienen derecho a disfrutar como cualquier otro. ¿O no? En reaLidad, la mayoría de los críticos son, o han sido (que no cambia mucho la cosa), escritores o directores . Carne de nuestra carne. Y cu ando, desde ese lugar que se han buscado, dictaminan sobre los males del teatro, están hablando más que nada de sí mismos. Ciertamente, no se aman. Pero, si se amaran, ¿podrían ser críticos? Claro que hoy día los críticos no son lo que eran. A mí me gustan los antiguos, huraños, lacónicos, de mirada huidiza, que al término de la representación se apresuran a huir hacia el cubículo donde, amparándose en la nocturnidad, perpetran sus considerandos. Gentes que marcan las distancias, temerosos de ceder ante los afectos, catones implacables que anhelan sacrificar por

mor de la justicia al deudo más cercano, gigantes en sus vicios de poseedores de la verdad. Pero esta raza, ay, languidece. Sus últimos representantes cruzan fatigosamente la edad de la jubilación. Ellos mismos son conscientes del deterioro. Han leído demasiado. Se les ha revelado el bochorno de Croce poniéndole las orejas del burro a Pirandello, de Lukács dando palmetazos a Brecht, de tantos otros haciendo el ridículo, como era su obligación, y ya no quieren sacrificar su vanidad en aras del teatro, no se atreven a enfrentar su palabra contra el orden de las cosas, y .aceptan, en el mejor de los casos compungidos, el silencio de Apolo. Los críticos sufren hoy la mayor crisis vocacional de su historia. Los hay que, apóstatas convencidos, dedican sus esfuerzos a combatir a la vieja guardia, y llenan su ocio confeccionando cuadros sinópticos en los que se muestran las vergüenzas o las desvergüenzas de sus ex-colegas, contabilizando minuciosamente los adjetivos, los adverbios, los signos de admiración o de interrogación utilizados, etc. Otros, más cínicos y seguramente más sensatos, abandonan igualmente la crí tica y se ganan la vida m ás descansadamente glosando las excelencias del político local, autonómico o nacional que paga su publicación, a través del expedien t e de la llamada <<información objetiva», que permite hacer las mayores manipulaciones publicitarias sin te..


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FERMIN CABAL

ner que mojarse en el compromiso de la opinión personal. Otros, aún más prácticos, dan otro paso y descubren el mediterráneo del negocio teatral: se dedican a dirigir compañías, festivales, encuentros, comités de lectura o centenarios de cadáveres ilustres. Todo menos dar la cara. Pero incluso los que siguen redactando sus cuartillas se apresuran a no decir nada peligroso, nada comprometedor: cuentan el argumento en la primera columna, dicen lo bien que están los actores en la segunda y hablan de la crisis del teatro en la tercera. Es un dolor verles perder su tiempo. Corno las tortugas que mueren en las p].ayas del atolón Bikini, perdido el sentido de la orientación a causa de las radiaciones nucleares, el tropel de la crítica va y viene desconcertado sin saber ya qué hacer por el arte. En el fondo el problema es que el crÍtico de hoy ya no disfruta con el teatro. No lo respeta. No lo entiende. Y al verse obligado a ocuparse de asuntos que le parecen desdeñables, quisiera

sustituirlos por otra cosa. Si lo consigue sale de la crítica o del medio. Si no, se amuerma en su butaca y se desliza lentamente hacia el juego mortal, corno decía Peter Brook. Niega su responsabilidad, rehúye el compromiso, descree del futuro y sólo ve lo que quiere ver: la muerte en el presente, la vida en el pasado. ¿Para qué arriesgarse 'entonces a dar voces en el de. sierto? Es inútil señalar una dirección o denunciar un obstáculo. Sólo tiene sentido la queja. y así estarnos. Porque en gran parte es a causa de esta deserción de los críticos por lo que la profesión teatrera se encuentra anegada por la queja. Falta alguien que se atreva a dar un golpe de timón y nos saque del círculo en el que giramos. Que se atreva a levantar la voz, a decir basta, a agraviar, a ofender, a ser imprudente, pero a las claras, sin tener que leer insidiosamente entre líneas. Esa ha sido siempre la tarea de la crítica. La incómoda tarea de la crítica. La irritante tarea. La imprescindible.


LA CRITICA LITERARIA Y LA LITERATURA EROTICA ANTONIO GÓMEZ RUFO

Acaso pareciera una banalidad abordar la relación existente entre la crítica literaria y, concretamente, la literatura erótica, que no es la novela pe. yorativamente denominada «rosa», ni tan siquiera la novela de amor, como al género representaría con actualidad García Márquez en su relato «El amor en los tiempos del cólera»; ni aún tan siquiera la lit'e ratura sobre el placer de los sentidos relacionados con el deseo amoroso, de cuyos pasajes no se libran por lo general la totalidad de las creaciones literarias. Se trata, concretísimamente, de la literatura erótica, aquella cuyo fin está dispuesto, predis_ puesto y superpuesto por el autor en generar una reacción en el lector de carácter voluptuoso, excitante sexualm ente y provocador de los mal calificados «bajos instintos», aludiendo tal vez a la situación geográfica que en el cuerpo humano se encuentra la manifestación externa de tales instintos, porque otra explicación no cabe. Comenzaba diciendo que acaso pare. ciera una banalidad porque quizá más de uno coliga para sus adentros que por qué «crítica y literatura erótica» y no «crítica y lit'e ratura policíaca» -negra-, «del oeste» o «de aventuras». ¿No es acaso tanto la una como los otros géneros literarios igualmente? ¿No merecen similar estudio, en consecuencia? Pudiera ser, pudiera ser, pero lo cierto es que la literatura erótica sigue siendo considerada subgénero o

género ínfimo y, en casos incluso sobresalientes, sigue despertando incomprensiones cuando no desprecios, sigue considerándosela de escaso interés y, todo lo más, es alabada siempre y cuando coincidan en ella dos caracte. rísticas: que su origen sea del siglo pasado hacia atrás y que su mensaje no ponga en peligro los cimientos morales de esta sociedad, hipócritamen_ te basada, por lo demás, en valores caducos que, aparentando ser respeta_ dos por todos, en realidad no son respetados por nadie. Ningún crítico osaría en la actualidad cuestionar o lanzar diatribas contra <<!ustine», de Sade, «Gamiani», de Alfred de Musset, «Jerarquía de cornudos», de Fourier o muchas de las innumerables obras de Bataille, Miller, Balsac o Salernitano, entre cientos de auto_ res clásicos de magnífica producción erótica. Tampoco cargarían sus críticas sobre Umbral, Cela o Donoso, por citar autores de nuestros días. Pero, por lo general, la novela erótica tiene escasa resonancia, dispone de escaso papel en los suplementos literarios y cuenta con menos defensores que lectores, aunque esto último ocurre casi siempre en materias socia1mente consideradas de dudoso decoro. La hipocresía otra vez. Pero no estaría de más empezar por el principio, que es por donde ha de comenzar aquello que pretende hallar buen fin. Y el principio es delimitar en


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10 posible el concepto de literatura erótica. Es literatura erótica aquella que, adoptando cualesquiera forma literaria, busca las sensaciones del lector por encima de cualquier otra consideración, y la sensación buscada es de carácter sexual. Subjetivamente, después, puede despertar esa misma sensación un poético pasaje de amor (la escena del sofá, en el «Tenorio»), una revelación sensual (el primer encuentro sexual en «La Colmena ») o una descripción anatómica (cualquier ensayo científico, de López Ibor, por ejemplo). Pero en todos esos casos el fin del autor no es la creación de una novela o ensayo del género erótico, aunque tal vez sí de un pasaje determinado . Pero mientras que en éstos (el «don Juan », «La Colmena» y «La vida sexual sana») s e trata de una creación sobre el machismo, el costumbrismo madrileño de postguerra y el cientifismo médico, en una novela erótica «<Las once mil vergas», de Apollinaire, v. gr.) el objetivo es escribir una novela de erotismo, aunque en ella accidentalmente exista el machismo, el costumbrismo o e l cientifismo médico, como pudiera hab er crímenes habituales de una novela policiaca o piratas de una novela de aventuras . En definitiva, e n la literatura erótica lo sustantivo es el culto al sexo y lo adj etivo todo lo demás . En los demás géneros, lo sustantivo es otra cosa y lo adjetivo -tal vez- el sexo. Pero el propio di scurso anterior nos ll eva a una reflexión aún más profunda: ¿qué es el erotismo ? Y aún más allá: ¿el erotismo es siempre 10 mismo, es un concepto objetivamente definible o, al menos, identificable? El erotismo es todo aquello relacionado con eros, con el amor, entendienId o este último concepto en sentido lato: amor no es sólo amor, sino tambi én vicio, pasión, deleite y placer. Eroti s mo es, pues, el amor sexual, y no solamente el exacerbado, como dice el diccionario, muy dado a calificar como

enfermedad todo 10 contrapuesto a la moral cristiana decadente. Pero el erotismo cuenta con tantas facetas y perfiles (fetichismo, sadismo, masoquismo, voyerismo, exhibicionismo y tantas otras) que es imposible objetivar una definición y generalizarla para entendimien to común y descripción adecuada a todos los seres humanos. Erótico es aquello que excita sexualmente, y si el cuerpo humano excita, también lo provoca el vestido, las formas, las materias y hasta lo espiritual, como la trastienda de una mirada o intentar echar una mirada a la trastienda. En el erotismo todos somos maestros y todos somos discípulos. Así las cosas, la cuestión se centra en intentar referir con brevedad cómo habría de hacerse la crítica literaria de una obra erótica . Formalmente, de igual manera a como se ha de hacer de la de cualquier otro género literario, atendiendo a su estructura, originalidad, precisión, corrección gramática, perfección lingüística, extensión en el vocabulario, capacidad de exposición , concreción en las ideas, manifestación de sensaciones, rotundidad esquemática, distribución literaria y resolución acertada . En lo externo, cuidado en la edición, diagramación proporcional, encuadernación y portada. En lo social, justiprecio y bu ena distribución empre.sarial. Y en lo académico, referencia al autor y su obr·a, oportunidad de publicar y muestra de confianza o desesperanza en el publicado. Hasta aquí, como en cualquier otra obra, trate la t emá tica qu e trate, el aspecto formal de la crítica es idéntico. Pero hay una distinción que, con serlo, no es tal. Me expl ico: para hacer una crítica de un tratado de física cuántica es preciso conocer algo la materia, lo mi smo que si el ensayo es sobre materialismo histórico o budismo. También sería de desear que la litera tura infantil, el teatro o la novela negra fuera criticada por quienes conocen la materia para ajustar su recensión con posibilidades


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ANTONIO GOMEZ RUFO

de comparaclOn y con los parámetros exactos. Por lo mismo, para hacer una crítica literaria de una obra erótica el autor de la crítica debe saber (conocer, comprender, asumir) erotismo. Y he aquí el mayor problema: ¿quién sabe? : el que le gusta; ¿y a quién le gusta?: el que no tiene miedo y el que ha leído o escrito sobre l·a materia. Al final, tampoco son demasiadas personas . Así comprendo yo la razón por la que hay tan poca crítica literaria de obras eróticas y por qué quienes las hacen -las pocas que se hacen- son personas mucho más competentes para otros menesteres que para éstos en concreto. En estos casos ha ocurrido que buenas novelas eróticas han sido mal criticadas, como «Azotando a la doncella», de Robert Coover, «La misteriosa desaparición de la marquesita de Loira», de José Donoso, o «Nueve semanas y media», de Elizabeth McNeill. Y no digamos de algunas otras novelas, como el magnífico «Libro de las miradas», de Juan Tebar, que ni siquiera han sido publicadas porque no se las ha sabido apreciar y atender. Y, por el contrario, obras de dudosa calidad erótica han sido saludadas efusivamente por el nombre del autor, como los recientes escritos de Margarita Duras, puesta de moda sin que los expertos en erotismo alcancen a comprender muy bien ~por qué. Hay una generación joven de escri-

tores españoles que han penetrado los vericuetos del erotismo y constituyen un grupo en el que hay que confiar. Pablo Casado y Mercedes Abad son dos oasos concretos, como en Italia lo es Aldo Coca, autor de unos espléndidos «Cuentos inenarrables» . Manuel HidaL go, María Jaén, Sempere, Seguí, el veterano Azancot, Tebar y otros muchos, cuyo único cauce de expresión erótica es «La sonrisa verticab>, Tusquets, con la excepción de Seix-Barml, que apoya casos aislados, constituyen un grupo generacional que debe ser reivindicado por el bien de nuestra literatura. Ante mí, en mi despacho, contemplo y repaso visualmente mis estantes dedicados al género. Nombres célebres, que forman parte de la historia de la literatura, y otros menos conocidos, se imponen con su presencia para demostrar que el género erótico tiene un peso específico que aún no ha sido valorado y considerado. Y menos que en ningún otro sitio, en España. La Iglesia, que tanto daño ha hecho al género en nuestro país, cuenta entre sus miembros, sobre todo hasta el siglo XVI, con sus más preclaros autores. Hora es de aoabar una marginación histórica de injustificadas proporciones. El tiempo de reivindicar ha llegado. Son necesarios buenos críticos, entendidos y comprometidos. Si los hubiere, el género estaría considerado como se merece. Que no es, ni mucho menos, como se le considera.

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LA CRITICA LITERARIA Y LA LITERATURA ESCRITA POR MUJERES ANA MARÍA NAVALES

Hace más de cincuenta años, Virginia Woolf terminaba su f.amoso artículo «Las mujeres y la narrativa» (<<The Forum», marzo 1929), profetizando «una dorada y quizá fab ulosa época», un futuro mejor, en el que las mujeres «TIO sólo escribirían novelas sino tmbién poesía, crítica e historia». Es verdad que si se consulta, por ejemplo, el número que «Litoral» ha dedicado recientemente a la literatura que escriben hoy las mujeres en nuestro país, con más de ochenta nombres, entre la prosa y el verso, yeso que no están todas las que son, cualquiera más propenso que yo al optimismo podría creer que la época dorada, de la que habló Virgini a Woo lf una docena de años aTItes de suicidarse, ha ll egado ya. Pero no echemos las campanas a vuelo. Cuando se me propuso el tema de es te artículo advertí enseguida su ambigüedad: ¿debía referirme a las mujeres como sujeto activo de la crítica literaria o a cómo la crítica, en general ejercida por los hombres, incidía en la literatura escrita por mujeres? Y, por otra parte, estaba claro que este rodeo cercano al eufemismo, «literatura escrita por mujeres», p ara obviar la palabra femenina, con su tufillo de polémica sobre si las mujeres escriben de un modo distinto a los hombres, debate éste tan interesante como las arcaicas especulaciones sobre el sexo de los ángeles, suponía que en apariencia algo habíamos adelantado en el asu nto.

Podía considerarse una ligera luz en el camino ese afán de eliminar una palabra por su matiz peyorativo, aunque en realidad seguimos como en esas pesa dillas en las que el protagonista del suefio se pasa la noche andando sin avanzar un paso, lo que no impide que despierte fatigado y maltrecho. Porque mientms hagamos de las mujeres, con mejor o peor inten ció n, un mundo aparte y no las consideremos incorporadas de un modo natural a la tradición literaria, seguiremos atados a viejas servidumbres sociales, o de educación atávica, lejos aún de poder llamar fabulosa a esta época. Pero vayamos a los dos puntos propuestos, la crítica y la creación literaria. En primer lugar hay que dejar constan cia de la escasa presencia de la muj er en la crítica literari a, ejercida mayoritariamente por los h ombres y, en consecuencia, del m engua do número de firmas femeninas dcstacadas en este campo. No creo que esto sea así porque la crítica entre uno de esos llamados «géneros más complejos» por nuestra citada Virginia Woolf. Y no voy a acudir a fáciles tópicos, hoy que la mujer ti ene bastantes menos obstáculos que en el pasado para el ejercicio de u na profesión qu e le interese, para exp licar esto. Digamos, simplemente, que la mujer parece que se siente más atraÍda, no menos capaz, por otros géneros, más afín con la im agi nación creadora que con la reflexión crítica.


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ANA MAR,IA NAVALES

Respecto a cómo es examinada la obra de las escritoras por los críticos, tal vez yo sea una ingenua despistada, que también podría ser, pero, en general, considero que las mujeres gozan en este terreno de un trato semejante al de sus compañeros de letras . Es decir, están sometidas de igual modo a la confusión en las valoraciones estéticas, a iguales torpezas y silencios, a poderes más o menos ocultos, al marketing, a los fuegos de artificio que hacen reinas por un día o al lento reconocimiento, a recuperaciones tardías, a injusticias y satisfacciones, a mucho de lo que nada tiene que ver con la literatura en sí, con la escueta calidad del texto, con la pasión aislada e irrenunciable a escribir de todo lo que sienten, imaginan o ven desde su

óptica particular y que configura su mundo personal. Sólo que a esto hay que añadir que, de vez en cuando, en algún comentario a su obra salte aquello de si «en toda mujer de ,letras hay un hombre fracasado» o de si por fin desmasculinizan su literatura, si son ya más valientes y sinceras, si su pros·a es más lírica o su poesía tiene más fuerza, cuestiones que en la lite.. ratura escrita por hombres, me ha gustado escribir esta frase, no tienen cabida. Si la crítica se Emítase a ser una clara orientación al lector, y a la mujer se la considerase plenamente integrada en la tradición literaria, todo sería más fácil. Habríamos llegado casi a la época dorada de que se hablaba al principio. Cualquier idealismo es válido.


PAGINAS Y SUPLEMENTOS LITERARIOS EN LA PRENSA ESPAÑOLA DE HOY JACINTO LÓPEZ GORGÉ

Nuestro secretario general Andrés Sorel, director de REPUBLICA DE LAS LETRAS, me encarga un artículo sobre las llamadas «páginas literarias » de los periódicos. Sin duda lo hace porque en otro tiempo estuve muy metido en esto, como colaborador fijo -comentarista, reportero o crítico de libros-, e incluso responsable de algunas de ellas . En las del semanar'¡o «Blanco y Negro» -durante más de cinco años y hasta su desaparición- comentaba todos ,l os miércoles la vida literaria e~pañola sus más y sus menos, ,p recisamente bajo el rótulo de REPUBLICA DE LAS LETRAS, que luego Angel María de Lera utilizaría -anunciándomelo y, no sé por qué, consultándomelo- también como título de esta nuestra revista colegial. Desaparecido «Blanco y Negro», Dámaso Santos quiso que mi REPUBLICA DE LAS LETRAS, como un nuevo Guadiana, rebrotara en el suplemento literario semanal -«Sábado Literario» primero, «Viernes Literario» después- del diario «Pueblo». Y me llamó p-ara que firmara de nuevo esa «República» mía, única que en una casa tan monárquica como la de «ABC» se había tolerado y mantenido con tan insólito nombre. Pero el diario «Pueblo » -y, consecuentemente, su semanal suplemento literario, donde, además, hice crítica de libros y otras colaboraciones- tenía su muerte anunciada. Y murió también, irremisiblemente. Como murieron antes el diario «España», de

Tánger, donde flli crítico literario largo tiempo, y «España Semanal», donde sucedí, tras su fallecimiento, a aquel gran crítico que se llamó Rafael Vázquez Zamora. Otras -y no pocas- experiencias tuve en el seguimiento de la literatura y su mundo en los diarios yen las revistas. Por citar una de éstas, citaré -cómo no- «La Estafeta Literaria», a cuyas páginas, y durante muchos años y en distintas épocas, estuve tan diversamente ligado. Y desde tal perspectiva, y a requerimiento de Andrés Sorel, hablo y digo lo que a mi juicio acontece en esto de la atención que a la literatura se presta en los periódicos. Casi todos los diarios de Madrid y Ca tal uña, y los de algunas otras Comunidades Autónomas, dedican a la literatura, y a los libros en general, generosos espacios semanales. Es una tradición renovada, y hasta muy ampliada, en estos últimos tiempos. ¿Pero son lo que debieran ser estos suplementos o páginas especiales? No, creo que no. En la prensa diaria de Madrid -a la que especialmente voy a referirme- publican suplementos semanales de libros «El País», «ABC», «Ya», «Diar'¡o 16» y creo que «El A1cázar», Es decir, todos los diarios matutinos ~ya no hay vespertinosde opinión e información general. «El País: Libros» -así se llama este suplemento- dedica doce grandes y prietas páginas todos los jueves al co-


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JACINTO. Lo.PEZ GORGE

mentario O reseña de libros y publicaciones junto a otros largos textos sobre autores o temas -a veces <m onográficos- muy determinados. Pero este suplemento de «El País» -que es, por otra parte, el periódico más leído en toda España- adolece de muchas cosas. La vida literaria española, en sus diversos aspectos, no está allí reflejada - pese a tanta apretada página- con ecuanimidad ni amplitud. Son unas páginas sectarias, donde, generalmente, sólo se presta atención a los autores y libros -o a hechos literarios- de los amigos de la casa o de los que son gratos o afines a los responsables de dioho suplemento. Se ignoran -¿premeditadamente?- libros y autores significativos - aunque no .lo sean comercialmente-, mientras que a los de las grandes editoriales - y sus premiosse les presta enOITI1e -a veces desmesurada- atención. Si el libro no viene avalado por una gran casa editora, o el autor no es de la misma cuerda de los críticos o redactores responsables de esas páginas -o es autor de otra tendencia literaria, por muy representativo que sea-, se le ignora por completo. Parece que la narrativa o el ensayo -a veces la filosofía o la historia- son los únicos géneros literarios que en España se cultivan. A la poesía, sin embargo, apenas si le concede la menor cons.ideración. O no se repara, en absoluto , en libros poéticos de evidente calidad a los que el resto de la crítica - especializada o nootorga al menos su reconocimiento. Hay poetas importantes, que siguen publicando no menos importantes libros, a los que nunca -o casi nuncase ha mencionado siquiera. O nuevas voces de otras tendencias, editoriales y círculos, no afines a los de ahí, que jamás han merecido un comentario. Sin embargo, de otras voces -nuevas o menos nuevas- se oye machaconamente el eco en esas páginas, por minúsculo -y tantas veces inane- que sea su librito publicado. ¿Pero dónde

están los críticos de poesía en «El País: Libros»? ¿Les suena el de alguno especializado o que ahí escriba de forma continuada? Porque de narrativa sí los hay --"j aquí quiero citar los nombres de Rafael Cante y Luis Suñén, admirados compañeros míos en los jurados de los Premios de la Crítica durante los cinco o seis años anteriores a mi dimisión-o Aunque -todo hay que decirlo- hayan ignorado libros de narraciones que, por su ,peculiaridad y s.ignificación, no eran merecedores de su desdén. Por lo demás, las doce páginas del suplemento resultan plúmbeas, pesadas y, claro, sin ninguna agilidad, aunque importantes firmas desfilen, a veces, por ellas. De las páginas literarias de «ABC» - ese «Sábado Cultural» en cuadernillo coleccionable, que ahora se l,l ama «,A Be Literario»- hay que decir ensegui da -pese a que algunos redactores intentaron, vanidosa, gratuita y siempre infructuosamente, ese juego pueril del «enfant terrible»-; hay que decir enseguida, sí, que, hoy por hoy, es e l mejor suplemento -y el más ampliamente informado- que en la prensa española se ocupa de la crítica de libros. Dos críticos excepcionales - el académico José García Nieto y el profesor Miguel García Posada- firman las páginas más destacadas -por su puntual dedicación e imparcialidad- de este «Sabada Cultural» desde su iniciación. Todos los géneros literarios son generosamente atendidos por estos dos críticos, aunque García Nieto - quizá por su condición de poeta- se incline más por la poesía. Pero ningún l.ibro de narrativa o ensayo -o cualquier otro género- es desatendido en estas páginas, al igual que los poemarios, sean de las tendencias o editoriales, pequeñas o grandes, que sean. Y a ello también contribuyen otros críticos que no disponen de tan amplio espacio, especialmente Leopoldo Azancot en cuanto a narrativa. Al margen de la crítica, colaboran otras destacadas figuras de las


PAGINAS Y SUPLEMENTOS LI T ERARIOS

letras españolas - preferentem ente académicos- e hispanoamericanas. Coordina «ABC Literario», con notable acierto, la jefe de Redacción Blanca Berasategui, qu e se ha especializado, con no menos notabilidad, en lo de las charlas o entrevistas a escritores de actualidad. Actualidad periodística que jamás pasa por alto premios, aniversarios y otras efemérides. Y que muchas veces queda puntualmente reflejada en frecuentes números monográficos de este «Sábado Cu1ltural» que ya rebasa con creces sus más de trescientas ini.nterrumpidas apariciones semanales. De «Los suplementos diarios de YA» -siempre en sus doce páginas centrales de hueco-grabado- , es el titulado «Cultura», de cada miércoles, el que se ocupa del mundo J,iterario. Su jefe de Sección, Juan Cantavella, lo lleva con criterios muy periodísticos. No hay suceso de la vida literaria que el suplemento cultural de «YA» no recoja con gran relieve. El poeta José María Bermejo - redactor, igualmente, de «y A»- firma siempre documentadas crónicas o artícu.Ios de actualidad sobre escritores, artistas o efemérides importantes. También otros escritores de mayor o menor relieve -periodistas o no- colaboran en estas pági.nas. Exposiciones conmemorativas tienen frecuentemente cumplida y amplia reseña. Dos de las doce pági nas se reservan a la «Crón ica de arte», cuyo titular es Carlos García Osuna. El res'to de esas páginas -casi nu nca más de tresse ocupa de la crítica de libros, sean o no literarios: historia, leyes, ensayo, narrativa, poesía y otros diversos. Las notas críticas son, por lo general, b reves. A veces, demasiado. Un veterano y admirado crítico, Man uel Cerez·ales , vIeJo especia lista en narrativa, pone siem,pre de man ifiesto su m agisterjo crítico. Mas ahí firman tamb ién Blanco Vi la, Fernández Pamba, García Escudero y Carlos Murci·ano. Y algu nos otros, no tan h ab ituales.

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Las páginas son ágiles . Pero ciertas notas críticas - insisto-, demas iado breves. El actual suplemento literario de «Diario 16» - un diario tan periodísticamente vivo en todo lo demás- aparece los domingos. Se denomina «Culturas» y su «editor» es José Miguel Ullán, poeta y periodista. Pero cu alquier parecido de «Culturas» con unas páginas literar,ias es puramente casual. La crítica de libros brilla clamorosamente por su ausencia. A la literatura española no se le concede nunca -o casi nunca- la menor atención. Sus interminables crónicas, artículos o entrevistas -a veces hasta de tres o cua'tro páginas (y el suplemento tiene ocho)-, resultan con frecuencia farragosos. Menos mal qu e en ocasiones colaboran Octavio Paz o María Zambrano -por citar, entre otras, dos firmas de prestigio- y el suplemento se digiere mejor. Pero lo que más abundan son las traducciones y podemos leer - vaya como botón de muestra- textos en prosa del poeta ruso Evtuchenko. No hace much o me anunció Sánchez Dragó que era inminente su retorno a «Diario 16». Y que sus desaparecidas páginas literarias - aquellas dominicales «Disidencias» qu e fueron sustituidas por estas «Culturas de Ullán- volverían al diario cada miércoles. Desgraciadamente, el nuncio se quedó sólo en anuncio. Y bien que lo hemos lamentado. Me referiré por ú ltimo, a las páginas ll amadas «Letras», de «El Alcázan>, que aunque no sigo puntualmente, creo que tienen cita con sus lectores -a qu ienes imagino más bien escasos en un periódico de tan escasa audienciatodos -¿ toclos?- los jueves. La crítica de lib ros no se prodiga, precisamente, en estas «Letras» de «El Alcázan>. Entre sus firmas, he podido ver la de Vintila Horia . AIgunas otras, como la del narrador Domingo Manfredi Cano o la de l periodista Felipe Mellizo coincidieron en u n jueves reciente, donde


JACINTO LOREZ GORGE

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la efemérides conmemorativa se llamab a Gregorio Marañón y se dedicaba u na página a Gerald Brenan. Pero estas páginas literarias -que apenas pueden considerarse suplemento, aunque se amparen bajo el rótulo de «Letras>)no son nunca más de cinco, acaso seis. Esto, y no más, en cuanto a la prensa de Madrid de información general y difus.ión nacional. En cuanto a la de las Comunidades Autónomas, destacan las páginas literarias de los jueves - «Libros >)- de «La Vanguardia» de Barcelona, primer diario de Cataluña y uno de los más leídos -por su alcance nacional- dentro y fuera de ella. Estas páginas literarias las fundó y ha ven ido dirigiendo largos años, hasta su j ubilación, mi admirado Juan Ramón Masoliver, que aún escribe de vez en cua ndo, aunque no firma, su columna. E l magisterio crítico de Masoliver -oculto bajo la M. a secas de su firm a- se manifiesta pues, de ta rde en ta rde desde su retiro en MontcadaReixach. No en balde sigue siendo presidente de la Asociación Española de Críticos Literarios y vicepresidente de

la Association Internationale des Critiques Litteraires. Hoyes Robert Saladrigas quien se responsabiliza de «Libros » de «La Vanguardia », páginas e n las que, además de otras notas y artículos críticos, nada breves por cierto, no pueden faltar en ningún número dos largas columnas con recuadro, en lengua catalana, que dan cuenta de ({ El lLibre catala». Saladrigas ejerce la crítica con amplitud y buen criterio, preferentemente la de narrativa. Pero no se d escuida la poesía ni otros generas literarios por parte de éste y otros críticos, colaboradores habituales, en las páginas, siempre ecuánimes en sus juicios, de «La Vanguardia » de Barcelona. Tengo entendido que otros p er,i ódicos de otras Comunidades - «Levante» de Valencia, «La Voz de Galicia » y «Her aldo d e Aragón », por citar tres de los que m e han hablado- dedican también páginas semanales a la información y a la crítica literaria. Pero son diarios, m ás bien, de difusión regional, a los que no quito su importancia -que la tienen, y mucha- y dif ícilm ente puedo seguirlos desde Madrid.

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DOS LECTURAS PARA UN TIEMPO DE REVOLUCION y OLVIDO MARÍA LUISA CALLEJÓN CALLEJÓN

Nuestra crítica literaria hoy se encuentra extremadamente anquilosada en el mayor de los tradicionalismos. Todo su aparato teórico se reduce, cuando más, al uso y abuso de unos términos y nociones producidos directamente desde el «impresionismo» (bien sea aquel forjado alllá por las largas noches del «romanticismo de salón » francés, bien aquél mismo pero ya glorificado durante sus propias prolongaciones epigonales y camaleónicas postrimerfas, mejor conocidas como i.dealistas, como «idealismo»), o desde esta otra cara de la idéntica moneda criticista: el culto vicioso al dato, al zafio «descriptivismo » grosero, remedo último del «positivismo ». Por lo que, ambas vertientes conforman todo el saber fascicular (de fascículos; saber de fascículos) de nuestra crítica actual; ambos extremos constituyen todo el horizonte de justificación de nuestra «falsa» crítica actual. A partir de ahí, el estricto funcionailismo de nuestra pseudocrítica sólo se explica por su servicio es trecho a los int'ereses económicos de la producción e ditorial. Las leyes del mercado exigen de unos «funcionario s» presuntamente «cualificados» que lo «avalen», que «valoren» sus productos, que «revelen» todos y cada uno de los «valore s» del completo proceso de producción de las mercancías ideológicas escr itas. Está(n) al servicio dell pod er material de la ideología establecida así dominante exaltando la «necesidad» del consumo de sus valores i,deológicos. Desmontar la aceptación y dominancia de esta situación sólo se puede llevar a cabo desde las posiciones d e una crítica radical y directa material y mat erialista. Una crítica que atienda a la fuerte historicidad de la literatura, y de la literatura como producto y produc ción idedlógicas. Una crítica real de los aparatos ideológicos y del poder material de las ideologías. Una crítica que sitúe al escritor como int electual e ideó,logo, y que rechace lugares falsos y falaces de «neutralidad », «independe ncia », «asepsia», irresponsabilidad, etcétera. Qu e d e primera a última in s tan c ia racionalice y desmitifique todas las mí~Lcas , todas las ~lógi cas, t odas las esencias sagradas, t odas las trampas b ellas y hermosas y en verdad cautivadoras que «son » la literatura. La tarea es larga; el camino se habrá de andar p aso a pa so, texto a texto, autor a autor, tiempo hi s tórico a ti empo histórico. Y comencemos por la práctica. Comencemos por la lectura . Leamos: no interpretemos, no comentemos, ,n o justifiquemos. S ea la lectura exigencia primera y desmitificación, rigor y radicalismo. Comencemos por «Dos lecturas de un tiempo de revolución y olvido», como trabajo responsable que lee las responsabi,l idades escritas de dos intelectuales de primera línea en la lucha idedlógica de clases durante un tiempo revolucionario como no ha habido otro entre nosotros.


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MARIA LUISA CALLEJON CALLEJON

1. «Las peras del ,o lmo» (Wl3 lectura de «Río Tajo», de César M. Arconada). Sorprende a nuestros ojos contemporáneos la lectura de un texto como el «Río Tajo », de César M. Arconada. A estas alturas de la Historia, en estos años ochenta en los que parece no haber, para la Literatura, más batalla que la del escritor ante su máquina, es difícil imaginar a Arconada escribiendo en medio del fragor de la batalla contra el fascismo. ¿ Cómo intentar expLicar, hoy una literatura de intervención directa - directísima- en la realidad como la de «Río Tajo »? Hemos de hacer una lectura 'h istórica, sin duda. En los años 20-30, en España, nos encontramos con una burguesía -tras sucesivos fracasos históricos- con conciencia de clase y Ic onciencia de que la ideología es un lugar concreto para la lucha de clases. Así, por primera vez, la burguesía española plantea la lucha ideológica con un proyecto cultural de envergadura (nunca tuvo nuestra burguesía en sus manos mayor y más poderoso aparato editorial, aparato para la producción de cultura, que el que se monta en torno a la «Revista de Occidente»). Sólo que, de nuevo, se equivoca. La «Deshumanización del IArte», la literatura desinhibida de la lucha de clases, en un momento histórico como aquel, no podía llevar más que a la fascistización de los intelectuales burgueses, al triunfo militar y político d el fascismo en España. Sin embargo, la dinámica social de la lucha de clases se ,imponía exigiendo ya la puesta en marcha de un nuevo realismo. «Ser fiel a la realidad hi stórica de su país es el primer deber del escritor revolucionario», dirá Arconada (1) . A partir del año 1933-36 se produce el gran salto colectivo de los intelectuales . Ya no

será ,s uficiente tomar posiciones en lo ideológico, lo político alcanza el primer plano. Es el salto desde el «intelectual orgánico de la burguesía» hasta el «intelectual orgánico del proletariado». Ya no habrá pasos dubitativos. Y aquí nos encontramos a Arconada, formando parte del colectivo de in telectuales que han alcanzado una posición de clase revolucionaria antiburguesa, «escritores que ( ... ) han comprendido todo el significado de estas hor·a s decisivas que vive el mundo ( ... ). Ellos están con el proletariado en la tarea común e inmediata de derrocar el poder de la burguesía y comenzar la edificación socialista» (2). La Literatura que escriben, más que «a favor d e ... » (el proletariado), es una literatura «contraria a .. . » los intereses d e la burguesía, porque no se sabe muy bien qué puede ser, cómo puede escribirse la <<literatura proletaria ». En este sentido, hay una defensa de los intereses de la clase obrera, porque, ahora no hay duda, la burguesía es la clase enemiga del proletariado. Arconada que, como otros, había militado en las filas del «Arte Deshumanizado», de las van:guardias acogidas en «La Gaceta Literaria» (revista de la qu e llegó a ser redactor jefe), una vez dado el salto, tiene plena conciencia .de la novedad histórica de este desclasamiento colectivo. Así, dirá: « . ..no ha sido fácil descender del paraíso de las musarañas al campo vivo y real del proletaria do ( ... ) «nosotros tuvimos que abrir la marcha», con el riesgo de la impopularidad y el abandono de las ventajas que la burguesía otorgaba en-

pañoles (1928-1936)"; Ed . Ayuso, Madrid, 1977. (1)

ARCONADA: "Autobiograffa", en rev. "Nueva Cultura ", n.O 11, marzo-abril de 1936, recogido en ESTEBAN , J. Y SANTONJA, G.: "Los novelistas sociales es-

(2)

ARCONADA : " Quince años de literatura española", en rev. "Octubre", n.O 1, ju nio-julio de 1933, recogido en ESTEBAN, J. Y SANTONJA, G.: "Idem".


DOS LECTURAS PARA UN TIEMPO DE REVOLUCION y OLViJDO

ton ces a los espíritus acomodaticios».

O). Igualmente, Alberti, en el «Discurso al Primer Congreso de los escritores soviéticos, 1934», dice refirjéndose a «numerosos escri tores profesionales [que] pasan al campo de ,l a revolución» (Joaquín Arderíus, María Teresa León, César M. Arconada, Ramón J . Sender, Emilio Prados, Arturo Serrano Plaja, Luis Ce muda y otros): «son los iniciadores de una literatura de carácter social, prácticamente sin precedentes en nuestra patria» (4). Ya desde las primeras págjnas del texto de «Río Tajo», vemos cÓimo Arconada tiene clara conciencia de la realidad histórica, política y social de España: la estructura económica de España está basada en el campo, España vive bajo un sistema de dominación (explotación) feudal de la tierra (5). Y es aquí donde hay que combatir. Nuestro fascismo no v.i ene del capitalismo sino que es de base agraria, 'Yeso lo sabe Arconada como el resto de los intelectuales antifascistas. Por eso la concreción de este texto que llama a la movilización, que parece estar escrito para leer en la trinchera. Por eso estos pastores metidos a guerrilleros (que no a guerreros), metidos a milicianos (que no a militares), luchando contra el fascismo por los campos de tEspaña. Pero, evidentemente, el texto se traiciona, escribe las contradicciones propias a estos intelectuales cuyo inconsciente está dominado por la ideología de la clase burguesa de la que proceden. El horizonte ideológico pequeñoburgués del esori tor domina en última instancia, por muy grandes que sean los intentos, por muy brusco que haya sido el salto para a1canzar las posicio(3) (4)

(5)

ARCONADA: "Autobiografía", ídem. ALBERTO, R.: "Discurso al primer Congreso de los escritores soviéticos", en rey. "Commune", París, n.O 13-14, septiembre-octubre de 1934, recogida en ESTEBAN, J. Y SANTONJA, G.: "Idem". ARCONADA: "Río Tajo"; Madrid, Akal, 1978; pág. 18.

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nes referidas. De otro modo el sistema burgués no funcionaría: ¡no existiría Literatura! Esta traición es bastante evidente. Para empezar, fijémonos en las primeras líneas del texto en las que se hace una caracterización moral de la lucha de clases, se habla de «soberbios»/« humildes» (6). Igualmente podemos seguir a lo largo del texto la definición de la oposición fascismo / antifascismo como OposlclOn «sombras»/«luces» clásica dia1éctica burguesa), y no sólo por parte de Flora, el personaje que representa a la juventud burguesa que toma partido activo en la lucha antifascista (7), sino que la misma voz narrativa utiliza términos idénticos, extremados en la simbología del «caballo 'negro'» = fascismo. También es clásica, dentro de la ideología burguesa (pequeñoburguesa en este caso) la dialéctica campo/ ciudad que a veces aparece, o la armonía hombre-Naturaleza (8). Igualmente, pertenece a la tradición del pensamiento burgués la creencia en el poder de la educación, la concepción de la cultura como arma contra la dominación ideológica, aunque su funcionamiento sea bien diferente en la época <Clásica de la burguesía (s. xvnI) y en un momento de lucha revolucionaria como ese (9). Por otra parte, podría parecer un gran avance en la lucha contra la ideología sexista (lO), el presentarnos a una

(6) (7) (8) (9)

ARCONADA: Idem, pág. S. Idem; págs. 57, 75 ... Idem; págs. 17, 224, 226-227. Idem; págs. 300, 305 .. . Y todo el texto, prácticamente. (10) El sexismo aparece como ideología legitimadora de un determinado orden social con el triunfo de las relaciones burguesas a partir del siglo XVIII, pero, evidentemente, ese orden social, que entonces se legitima (curiosamente en nombre de una ideología que se basa en el reconocimiento de la 'libertad y la igualdad de ,los sujetos) ya existía aunque con menos fuerza.


MARIIA LUIISA CALLEJON CALLEJON

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mujer, Flora, incorporada a la lucha, en primera línea de fuego . Pero no nos engañemos, sencillamente, la urgencia del momento hacía «necesaria» la presencia de las mujeres en el frente. Por lo demás, habría que fijarse en qué tipo de tareas participa Flora (cocina, enfermería, educación ... , tareas tradicionalmente femeninas), aunque, en principio, empuñe su fusil y las suyas sean palab ras decididas, fuertes, r especto a su decisión de participar en la lucha (11). ¡Claro , una mujer incapaz de hablar así sería incapaz de ir al frente! Ad emás, Flora se incorpora a la lucha sin sab er muy bien por qué, llevada por su necesidad de romper con el mundo familiar y buscar la salida de ese «mun do de sombras» en el que se

(11)

ARCONADA: " Río Tajo"; págs, 105- 106.

hallaba (individualmente) presa. Y, por fin, la caract erización de las relaciones entre Flora y Chaparrejo responde a todos los tópicos - ,h istóricos, ¡claro!respecto a las relaciones hombre-mujer (incluido el del «matrimonio proletario por amor»): Flora es a la vez madre-descanso del guerrero (gu errillero) -reposo moral- ej emplo a seguir..., para Ch aparrejo (12) ; y éste es para Flora e l modelo de la fuerza, la virilidad , el «espíritu del pueblo» (13). Finalmente, el tribuna l que juzga a Flora sob re la au tenticidad de su posición antiburguesa, de su desclasamiento, no deja por ello de ser u n tri bunal «patriarcal» (y las páginas q ue lo narran son jugosas a l respecto).

(12) (13)

Id em ; pág . 136. Ide m ; pá gs. 132-133 .


DOS LECTURAS PARA UN TIEMPO DE REVOLUCION y OLVIDO

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2. «La arboleda perdida» 10 las memorias blancas y azules de un poeta comunista. "Siento esta noche heridas de muerte las palabras". (Rafae l Alberti).

¡Qué duda cabe ! Hoy nadie vacila en afirmar que R. Alberti es un poeta comunista. Políticamente, en su más estricta militancia (incluso de partido), lo ha sido desde 1931-32, año de su ingreso en el PCE, hasta hoy. Poéticamente (1), empieza a serlo, según el propio autor, a partir de «Sobre los ángeles», cuando hacen crisis en él lo s «demonios familiares», y a partir de ahí toda su producción. Alberti pertenece, poéticamente, a esa generación que Bergamín Hamó «generación de la República», pero podemos decir más: Alberti es de los que, poética y políticamente, «se incorporan » -en palabras de Cernuda (2)- , de los intelectuales que, en un tiempo histórico especialmente conflictivo como el de la República y la Guerra Civil (el suyo), protagonizan el salto colectivo, la traición de los intelectuales a su propia clase pequeñoburguesa, para convertirse en «intelectuales orgánicos del proletariado». Alberti, al frente de la revista «Octubre» «Escritores y artistas revolucionarios» (con María Teresa León, no lo olvidemos), trabajando política/poéticamente junto a/por/para el proletariado en momentos en que la realidad histórica exigía la mayor urgencia (todas las acciones a favor del Frente Popular, «teatrillo de urgencia», poemas recogidos en el «Romancero general de la guerra de España» , Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios ... ) y en toda (1)

(2)

Sabemos que es una falac ia ideológica, a-histórica, esta separación entre Poesía (vida interior) y Política (vida exterior) que, para ente ndern os, utilizamos. Es necesario qu e los que queremos hacer una crítica materialista vayamos buscan do, por el camino, un lengu aje otro para ello. CERNUDA , L.: " Los que se incorporan", rev. "Octubre", n. O 4, 1933.

su práctica poética ha sabido ser, mejor que nadie, un poeta comunista. No en vano supo recoger su primer entusiasmo vanguardista en poesía, para aliarlo defini tivamente ·a l vanguardismo político. Alberti, como nadie, supo «saltar: del lenguaje a la política, del Surrealismo a la Revolución» (3), unir en su práctica poética (ideológica, política) Vanguardia y Revolución. Tal es la «poética-política» -en t érminos ele Juan Carlos Rodríguez (4)-, la «ética estética » -en términos de José A. Fortes (5)- de Rafael Alberti. Reconocido y saludado con nuestro mayor entusiasmo el «compromiso» de la práctica poética-política-vital de este que se ha reconocido ya, desde todos los fren tes, como el paradigma del poeta revolucionario en España, no podemos menos que asombrarnos, después de una lectura atenta, ante esta escritura de la Memoria que él llamó «La arboleda perdida». ¿ Cómo es posible que Alberti, en el exilio, a principios de los años cuarenta, en Argentina (para el Libro Ir), y antes, en su carta estancia en París (para el Libro 1), sintiendo tan ceroana la realidad política-histórica conflictiva, conociendo (siendo «conscien te» no sólo cognoscitiva sino «políticamente») con certeza las razones, las causas históricas de su exilio, cómo es posible -decimos- que escriba estas «memorias» desde una falsa inconsciencia, anunciando des de la primera página lo que fIagrantemente eludirá?: (3)

(4) (5)

RODRIGUEZ, J. C.: "Albortiana 1. (Las etapas poéticas de un poeta en la calle)", en "La norma li teraria", Diputación ,d e Granada , 1984; pág. 286. Idem; pág. 278. FORTES, J. A. : " Los árboles perdidos de la arboleda", en "Eternidad Yacente", Departamento de Literatura Española, Un iversidad de Granada, 1985.


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MAHIA LUISA CALLEJON CALLEJON

«y una larga memoria, de la que nunca nadie podrá tener noticia, errará escrita por los aires, definitivamente extraviada, definitivamente perdida.» (<<La arboleda perdida»; pág. 8. Editorial Bruguera). ¿Por qué comienza toda esa recuperación del paraíso perdido de la infancia escribiendo: «1902. Año de gran agitación entre las masas campesinas de toda Andalucía, año preparatorio de posteriores levantamientos revolucionarios.» (pág. 9) si después no encontramos por lado alguno la escritura de tales levantamientos? ¿por qué esta inexistencia escritural de la sangrante realidad? Alberti escribe lo de «sangrante» pero no la realidad. Esta queda en preguntas sobre España, en el lenguaje más propio del tipismo fascista, que sólo indirectamente se responden con la palabra «sangre» insistentemente repetida: «¿Qué me contais de España? ¿Qué de sus montes y sus mares? ¿Qué de sus olivos y naranjos? ¿De su cielo, de sus toros salvajes, nostálgicos de muerte por marismas y dehesas? Sangre. Sangre. Sangre. ( ... )

¿Qué es del vino de España? ¿De los viñedos jerezanos y las uvas valdepeñeras? ¿ Qué de las tierras convertidas en campos de batalla? ¿De los verdaderos amigos, los verdaderos hermanos? Sangre. Sangre. Sangre.» (pág. 60). Los excursos, los altos en el camino en la escritura de la Memoria que hace el escritor nos permiten seguir la construcción de la «necesidad», del «proyecto intencional» de Alberti al escribir su «Arboleda ... ; así, responde a nuestro asombro cuando dice: «Los presentes son demasiado duros, demasiado tristes para escribir de ellos. Quiero volver a aquellos otros de mi infancia junto al mar de Cádiz ... » (página 43). y cuando dice que quiere volver a esos «otros de mi infancia» suponemos que los «presentes» que son demasiado

duros no son sólo ese «día seis de Oc.. tubre», «En París», sino también la más cercana realidad española que acaba de abandonar rumbo al exilio. De nuevo en el interludio (interludios situados en el presente desde el que se escribe) que comienza el Libro JI Alberti nos explica su intención de escritura: reanudar la construcción del paraíso perdido (infantil y poético), y cuál es la mecánica para tal reconstrucción: «'Salgo' de mis presentes cincuenta y un años y, 'atravesando' tantos de horrores y desdichas, vuelo hacia aquellos otros en que 'la gracia', la alegría, la transparente 'fe' y el entusiasmo apenas si corrieron empañados por esas 'puras' lágrimas primeras que en lugar de velarnos nos aclaran más 'lo bello, grande y hondo de la vida'» (página 91). Es una mecánica perfecta de elusión no sólo de los hechos históricos sino también de las razones históricas que los han producido. La presencia de los hechos históricos «conflictivos» en el texto es más ausencia e inconsciencia que otra cosa. Pero esto no es gratuito. Alberti parece responder a la pregunta de por qué no están los «horrores y desdichas», etc., escribiendo su situación de preconsciente, de preconciencia política, en aquellos años: «Yo entonces 'nada sabía' de huelgas, 'nada comprendía' de los justos derechos a la vida de esos hombres llama.. Idos proletarios. 'No entendí' bien lo que pasó ( ... ) 'Ahora comprendo' que vivía rodeado de gentes reaccionarias ( ... ) cerradas duramente a toda luz aclaradora de los hechos ( ... ») (página 103 ). Pero .Ja consciencia de «mis presentes cincuenta y un años» ¿tampoco le permite escribir la realidad eludida? Parece inexplicable que Alberti, con esa amargura de «vida suspendida», de exilio político, que realmente se desprende de .las páginas de sus interludios, se dedique 'sólo' a la re cup era-


DOS LECTURAS PARA UN T IEMPO DE REVOLUCION y OLVIDO

clOn del paraíso perdido de la infancia y del paraíso poético (la mitología del 27). ¿Dónde queda el paraíso realmente perdido, el paraíso del que María Teresa León habla : {( Un paraíso de casas rotas y techos desplomados . Un paraíso de calles deshechas, de muertos sin enterrar. Un paraíso de muros derruidos, de torres caídas y campos devastados. ( ... ) Nuestro paraíso no es de árboles ni de flores perman entemente coloreadas. Dej adnos las ruinas. De-

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bemos comenzar desde las ruinas. Llegaremos. Regresaremos con ley, os enseñaremos las palabras enterradas bajo los edificios demasiado grandes de las ciudades que ya no son nu estras. Nuestro paraíso, el que defendimos, está debajo de .las apariencias actuales. También es el vuestro ... » (6). (6)

LEON , M. T. : "Memoria de la melanc olía", Bru guera, Barce.lona, 1982; págs.

32-33.



ENCUESTA

DIARIOS ¿ Cómo se enfoca la crítica literaria en los supZementos literarios de los periódicos?

¿ Qué prima en ella a la hora de definirla) un estricto sentido literario) o condiciones de otra índole: publicidad) ideología) coyunturalismo) pres~ o­ nes económicas) políticas) de amistad) etc.?

Esta encuesta fue dirigida a los siguientes diarios: Diario 16, El País, ABC y Ya, de Madrid. La Vanguardia y El Correo Catalán, de Barcelona. El Correo Español, de Bilbao. Egin, de San Sebastián . La Voz de Asturias, de Oviedo. El Ideal Gallego, de La Coruña. Diario de León, de León. El Norte de Castilla, de Valladolid. Diario de Granada. El Correo de Andalucía, de Sevilla. Sur, de Málaga. Ultima Hora, de Palma de Mallorca. Levante, de Valencia y El Día, de Santa Cruz de Tenerife. No contestaron: El País, ABC, La Vanguardia, El Correo Catalán, El Correo Español, Egin, La Voz de Asturias, El Ideal Gallego, Diario de Granada, El Correo de Andalucía, Sur, Ultima Hora y Levante.



EL NORTE DE CASTILLA JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

Creo que, de un modo general, la crítica o reseña literaria de libros en los suplementos literarios de los diarios sigue haciéndose con el viejo propósito de dar cuenta de la aparición de un libro para señalárselo a los lectores. Aunque, por la fuerza de las cosas, el crítico baya tenido que asumir, luego, una especie de carácter de intermediario y casi publicitario y promotor de lanzamiento, Jo que no siempre tiene una motivación comercial ni mucho menos: con frecuencia es la única esperanza de salvación de un libro. En otro tiempo, se esperaba de un crítico que nos descubriese un libro, y, desde luego, que no dejase «mercancía averiada», aunque fuera de «la mejor marca de fábrica», sin avisarnos de ello . Y todavía existen críticos de este estilo: los únicos que merecen tal nombre, naturalmente. Lo que ocurre es que el libro hace ya algún tiempo ha entrado de lleno en el circuito cerrado de las leyes del mercado y es una de las principales mercancías de la industria cultural y sus poderes, y, entonces, la crítica se ve constreñida también a funcionar según esas leyes: prefiere hablar de productos reconocidos o de marca reconocida y valores establecidos, y, por tan to, esperar a que algo se reconozca y se establezca para hablar de ello. Co rre muchos riesgos, perece, si trata de introduoir un valor nuevo o «no importante» a menos que haya un acuerdo conjunto de «lanzamiento». El propio escritor debe convencerse de que, si lo que en verdad le intersa no es

escribir sino sentar plaza y adquirir prestigio de escritor reconocido, debe seguir el consejo de Jean Pierre Enard: «la mejor manera de hacer un carrera de escritor es la de, primeramente darse a conocer, y, luego, eventualmente, escribir o encontrar a alguien que escriba para uno mismo». La receta es infalible. Y, en este estado de cosas, es en el que .]a crítica que habitualmente se hace en nuestros periódicos, por más defectos y «hándicaps» q uc tenga, toda vía trata de ser fiel o de representar al menos el viejo papel crítico a que aludía más arriba, de manera que yo apostaría por la pervivencia de esa crítica que, sea como sea, habla a l público de libros. Y que, de algún modo, es una especie de baluarte contra la pura comercia·lización. Una crítica literaria debería hacer sólo valoraciones literarias y en este aspecto no debieran pesar, digamos que otros «parámetros», a comenzar, por ejemplo, por el peso de las modas culturales. Pero las cosas son como son, y no se trata de pedir hero icidad es a nadie, si es que, en la actual situación del montaje cultural, no es ya realmente heroico que el crítico se mantenga, para no dejarse arrancar su co ndición de tal, lúcido y honesto. Es difícil saber cuántos sapos ha de tragar para ello. En los periódicos, como en cualquier otro ámbito de la realidad, juegan pasiones ideol ógicas, simpatías e intereses e induso esa inconsci ente venda que sólo pe~mite ver por un lado e ignorar el resto. ¿Qué se le va a hacer? Lo que pode-


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,ENCUESTA. DIARIOS

mos esperar, en cualquier caso, es que no matan del todo al crítico, no le determinen demasiado en su libertad, no le hagan caer en la ceguera por los valores «q ue no son del corral», o no se cotizan en bolsa, ni en el desprecio de ,lo «desconcertante», humilde o <<110 importante» o no a la moda, Y que no se le convierta en servidor de los poderes de la industria cultural de que hablaba más arriba. Pero incluso si eso se da - y se da, y a veces de un modo algo tristemente obvio- eso no logra invalidar del todo

.la mirada crítica. E incluso si el escritor puede quedar afectado por todo eso, creo que debe sentirse muy contento de que los periódicos hablen de libros, aunque no sean los suyos ono sea justamente tratado o así lo crea. A l fin y al cabo. se habla de libros y esto es lo importante. La especie a sa lvar es el crítico, y hasta el mero «reseñador» de libros en periódicos y revistas. Se maravilla uno tanto de que existan como ellos sin duda alguna deben de maravillarse de que efectivamente sigan exist iendo escritores.

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ENCUESTA. DIARIOS

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DIARIO 16 ANTONIO ROMERO Críticos, especialistas literarios y responsables de las pagmas culturales del periódico seleccionan entre las novedades literarias aquellos títulos que por su calidad 1iteraria, temas innovadores, o relevancia de sus autores, puedan resultar más interesantes para el lector. Por definición, siempre el interés literario, sin descartar otros factores como puedan ser el interés periodístico.


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ENCUESTA. DIABlOS

EL DIA, León El libro se lo estudia el colaborador especializado, y dicta la crítica de las novelas. El 60 por 100 se trabaja el texto con editoriales, dentro de eso se actúa con total criterio, total libertad. Elea:


ENCU'ESTA. DIAHIOS

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YA JUAN CANTAVELLA Jefe sección cultural

Estar al frente de una sección de información cultural, que incluye ·también las páginas de crítica literaria y noticias biHliográficas, conlleva una serie de dlificultades fácilmente imaginables y de imposibilidades no menos evidentes. Por una parte, los problemas derivados del escaso espacio disponible y del reducido número de redactores y colaboradores. Por otra, la impotencia de no atender a un número suficiente de libros que se publican, en nuestro país o en el extranjero, con la extensión y profundidad que merecen. La crítica !literaria, ta.l como se entendía en el siglo pasado y aún en este, parece haber quedado relegada a las revista,s -en las especializadas, más bienpara dejar paso a una información muy liviana de los libros que van apareciendo. En el diario YA no queremos que tal' suceda y. sin poder dedicarles la'r gas columnas, intentamos of.recer juicios certeros y razonados de ,l as novedades que llegan a las librerías. Aunque no siempre la realidad se corresponda con nuestros deseos. esa es la meta que buscamos. La obra literaria, como e1 arte. e] tea-

tro o la interpretación musica!l, necesita llegar al púljlico y, si es acompañada de la valoración que les merece a los espeoialistas, muchísimo mejor. No se trata de condicionar la .Jectura. que a mi juicio debe ser libre y efectuada desde la apertura de espíritu. sino de ayudar a que el lector reciba una serie de informaciones'Y de aná!lisis que, si a bien tiene leerlos antes o después de enfrentarse con la obra literaria. pueden servirle de apoyo o de estímu10. A la hora de enfocar las páginas de crítica bibliográfica pretendemos mantenernos a.l margen de presiones descaradas y de indicaciones sutiles, de llamadas de amigos. del peso publicitario y de otras miQ voces que soplan al oído, pero desembarazarse de taaes fardos es más difícil que respirar aire no viciado por 'l a contaminación o los miasmas. De lo que se trata es de intentar por todos 10s medios mantenerse fieles al compromiso con los ,l ectores y de actuar con justicia respecto a los autores. Y de poner las pági nas al servicio de quienes tienen algo que decir y saben cómo decirlo.



CRITICA LITERARIA, IILlTERACRACIA", IILlTERABUROCRACIA" NACIONALES JOSÉ MANUEL DE PABLOS (1)

La buena voluntad y el cultivo del prestigio, sumado al indudable servicio al lector, estimo que son tres de -los más importantes ingredientes a la hora de decidir una empresa periodística o un director de periódico la creación de unas páginas especiales dedicadas a las letras, de lanzar un suplemento cultural. Esto parece más indiscutible, cuantos menos intereses personales tengan los responsables de la decisión. De no ser así, ahí tenemos tal vez el factor de más peso para el nacimiento de una separata cultural. Una vez tomada la determinación, habrá que ver quién se va a ocupar de organizarlo, en manos de quién se ponen esas páginas especiales. Aparece, pues, la figura del crítico literario, quien tal vez lo es de ocasión, originado para realizar ese cometido, sin tradición ni histor,ial en ese campo. A mi entender, la primera condición de un crítico de literatura -y me refiero a -la crítica ligera de prensa, no a otro tipo de crítica, más pesada, como la académica, universitaria, de ensayoes ser ca paz de escribir una obra liter.a ria; no basta con tratars e de una culta mujer o de un culto hombre de letras, muy ilustrados en la teoría de cómo se debe escribir, de cómo se ha de cr.ear una novela; deberá ser esta persona una gran lectora, muy cualificada, disciplinada en la lectura, rigurosa con los .t extos a pesar del nombre del autor y exigente consigo misma,

aunque ésta es poslclOn mucho más cómoda que la de literato. Puede, sí, ser sólo eso si va a ejercer la «crítica positiva», pero me parece una inmoralidad si llega a atreverse a hacer crítica peyorativa de una novela. Así de claro. Si hace juicios favorables, habría que ver -por si hubiera- los intereses ocultos de ese texvo . En este mundillo, como en todos los demás, el amiguismo no ha desaparecido y las capillas, las «-bandas li<terarias», la «literacracia» pretendida y la burocracia literaria están ahí, fáciles de descubrir por quien se empeña en escribir a pesar de esta situación.

* * * (Después de leer mucho, decidido a comunicar mis sensac.iones gratas, hice algo de crítica literaria, con la idea de invitar a algunos lectores del periódico a que goz·aran como yo había disfrutado con la embriaguez lectora de cierto número de novelas. Ejer cí, pu es, durante algunos meses como crítico de novelas, pero dejé de hacerlo cuando decidí que podía escribirlas -ofrecer a aquellos potenciales lectores un producto nuevo y orciginal, tutalmen te personal y propio sin discusión, en vez de permanecer como un (1)

Adjunto al director del periódico "El Día", de Tenerife. 'En 1985 publicó dos novelas: "Comando cubano" y "¿Quién mató a Felipe?".


JOSE MANUEL DE PABLOS

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mero y simple intermediario recomendador de lecturas- y me puse a ello. Transformado en potencial escritor de historias de ficción, en ese glorioso nuevo estado de iniciación a la novela, aún antes de comenzar a escribir la primera, me sentía encorsetado y comprometido cuando me disponía a hacer el comentario literario. Corté amarras con la crítica. Me parecen ambas actividades verdaderamente incompatibles. Para otros, por el contrario, quienes siguen ejerciendo las dos funciones, comercializando sus críticas por partida doble o triple, no debe ser así : sobre todo si ponen una actividad, la crítica, al servicio de otra menos confesable. .. la edición de sus posibles novelas.)

* * * Todos conocemos casos de críticas de halago subjetivo que ponen la cara colorada de vergüenza ajena y que poco después, transcurridas ·algunas semanas, meses, muestran la realidad escondida de un favor a cambio de aquella lisonja anterior. También las rabias de un crítico saca-puntas hacia un autor, contra quien acomete sin compasión, por mor de alguna deuda pendiente, tal vez un favor prometido y no CUIffiplido. Si luego, en otro diario, el novelista criticado tan ferozmente dispone de una columna, no será raro encontrarnos una mañana con una nueva crítica igual de furibunda c'úntra la última obra del crítico-novelista anterior. O sea, ¿el empleo de un medio para purgar deudas particulares, en uno y otro caso? Estos lances anónirrnos tienen nombre y apellidos y se han dado en el último año en la prensa nacional, en Madrid; no son ,invenciones ni producto de la imagiación. Es un ejemplo que demuestra hasta dó.nde puede 1Ie. garse en el abuso indiscriminado de la crítica aduladora, abuso en el sentido de mal-usar un espacio destinado en su origen a orientar al lector y no se

le encamina con el empleo de esas columnas como predios particulares de papel. Igualmente existe la f,jgura d el criticón -se da en novela, en cine, en el toreo- que se limita -es tal vez el más corto de todos- a decir cómo se tendría que haber hecho la novela,la película, la faena, a pesar de que nadi e conozca una ob ra suya, haya fracasado en el cine o jamás haya descendido a la arena. (Permítaseme, de paso, añadir que me parece aberrante la «fiesta » de los pobres toros). Está, asimiSJffio, el crítico militante de una capillita transformada en grupo de presión ,intelectual, de banda de traficantes literarios de influencias; los que sueñan con crear una <diteracracia», que no d ebe interpretarse como «el gobierno de las Letras», sino por la pretensión del ejercicio de un ácido «poder literario», sin caer en la cuenta del verdadero «poder»: el creativo, o el descubrimiento, como dijo Garda Lorca. Estos fi¡Jtr·a n todo lo que han de publicar, sólo permiten el paso a los purificados de su grupo y desconocen por completo cualquier actividad efectuada fuera de sus exiguos alcances, en el más claro ejemplo de 10 intelectual y lo anti-universal: discriminan, a la sombra de un pacto .individual y ceñid o, de la misma familia que «La Alianza » tan bien descrita y narrada por James A. Michener, en su recomendable libro del mismo título. Son los que pretenden diseñar un ambiente artificial, a su injusta medida , los que «expulsan de esa realid ad», en el decir de Jesús Ibáñez, a qu.i enes no aparecen en sus páginas, no forman parte de su grupo pretendidamente de élite, basado en simpatías personales, halago con barniz impuntual surgido en punto y afinidades de barrio cultural, por no alargarme en los cimientos de esta situ ación. Sobre especificidades de criticos podría escribirse bastante. No es éste el momento. Pero existen otros tipos.


CR'ITICA LITE RARIA ,

Para no extenderme demasiado, hablaré de un par de modelos más, a mi juicio los -más sensatos y serios. Uno es el crítico "independiente», el especialista en literatura que utiliza su sapiencia para ayudar al autor, no dando palos a ciegas o como pinza-de-sacar-espinas sino para orientar a autores noveles; a veces, alabando una obra incipiente hasta niveles superiores al merecido, para insuflar ánimos en escritores nuevos. Conozco un .ejemplo muy singular de este caso. El resultado de esta clase de crítico -militante en pro de la novelística, deseoso de disponer de más obra cercana a su alcance- es que, tal vez sin saberlo, el ánimo prestado a un grupo de novelistas es mayor del merecido y fas autores se creen más de lo que son_ El problema es de estos creadores: con el paso del tiempo -diez, quince años- se observa que aquellas ilusiones no se han correspondido con las esperanzas, aunque los destinatarios de los pr,i meros elogios continúan con la vivencia de suponerse más de lo que fueron, de lo que son, de lo que llegarán a ser. Este, en cualquier caso, es un especialista válido, aunque no cumpla la condición señalada más arriba. Pero hay más críticos independientes, ajenos a grupos y a "generaciones»: a mi juicio, son el paradigma de crítica. Me permitirán que cite a dos de estos, por entender que les sobra calidad humana y conocimiento de sus funciones. Uno es el madrileño Antonio Valencia; el otro, el novelista catalán José Caro!. Valencia y Carol, Carol y Valencia, hacen una crítica seria, más vocacional que aventurera, profesional, sin excesos, siempre útil al a u tor, quien les ha de es't ar agradecidos, tanto p or la alabanza que hacen del texto y del argumento, de la estructura de la historia, del tipo de final, del estudio de los personajes, etc., como por las recomendaciones que acompañan . Pero Andrés Sorel p lantea otras cues-

"LI ~E AACHAC I A"

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tiones en su encuesta; no me atr.evo a dejar de contestarlas indiv,i dualmente. 1.0 Pregunta si prima un estricto sentido literario: hay ocasiones en que es así, pero lamentablemente no siempre. En cualquier caso, habría que discutir qué s'e entiende por "estricto sentido literario», detalle que parece tener más de una lectura, bien diferentes entre sí. 2.° Si priman condiciones de otra índole, como la publicidad : habría que aclarar a qué publicidad se refiere Sorel, si se quiere referir al deseo de darle publicidad a una obra editada, a la posible presión emanada de un Departamento de Publioidad o a la publicidad recibida "a cambio de». En el primer supuesto - dar publicidad a una obra- es indudable que a veoes el crítico espec.ializ-ado ha de vérselas con un texto al que haya de hacer promoción como sea. Son los compromi-s os, que se dice, al que el crÍtico puede jugar o dejar de hacerlo, con los r-esultados naturales. (Recuerdo, de mis años de ejercioio del periodismo en Madrid, cuando cierto director estrenó una obra de teatro y el comentarista teatral de su diario "enfermó» de repente el día de estreno. El crítico, pues, siempre puede encontrar fórmulas de regate para escapar a un cerco). En el segundo supuesto - presiones por un Departamento de Publicidad-, no creo que se llegue a dar; si acaso, algún tipo de recomendación oficiosa para tratar con cariño a una obra, pero nunca como una exigencia con tal categoría. E l tercer supuesto sí que es más gra.. ve, pero no en el sentido de la crítica a la obra, sinJo hasta el punto de llegar a edi,tarse una nov.ela, por ejemplo, de alguien con "poderes literarios», para recibir la editorial a cambio y durante cierto tiempo algún tipo de favor en un medio manejado por el novel[sta o escritor en cuestión. Esta realidad se descubre por quienes no están en el ajo: bastará con


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CRIITICA I..H EHAIRIA , "L'IT.ERACRAOIA "

un pase, meses o años más tarde, por los estantes de libros en liquidación de «El Corte Inglés» de Madrid o Barcelona, donde aparecen las obras del es-. crit'Or X: ha dejado de ser ejecutivo o jefe de la sección cultu ral de un per.iódico madrileño o cree que toda la obra se vendió , por referirme sólo a dos ejemplos de casos verídlÍcos dados en Madrid en los últimos diez añ'Os. 3.° Si priman cuestiones de ideología: no sólo en España, sino en los países occidentales, la identificac.ión en ideas socio-políticas ha jugado un papel fundamental en el lanzamiento de novelistas . Sucede que 'e n todo medio, escondido, «submarinos», siempre existe alguien de la misma idea del autor en cuestión y éste hará lo .imposible por «colar » algo del amigo ide'Ológico. Uno de los casos más llamativos es el del novelista-comunista. Ser y estar afiliado a este partido es una de las sendas, uno de l'Os escalones para alcanzar ,e l éxito, siempre y cuand'O se posean elementales e ,indiscutibles méritos para ello: ant,es, por suponer una idea perseguida; hoy, por tratarse de un bando sin aparentes posibilidades para acceder más lejos de donde ha llegado; siempre, como producto de un plausible derroche de solidaridad. Pero, eso sí, es un grupo compacto y cuajado de intelectuales, de hombres y mujer-es que han abrazado esa doctrina por creerla la mej'Or ... y con acces'O a medios insospechados para otros individuos. Siempre que puedan, harán de «arma intelectual» de la .ideología y pondrán a los suyos en altar,e s ad'Onde les sería muy difícil alcanzar si no fueran compañeros. Hay casos verdaderamente históricos de .e sto que digo. Sin ir más lejos, el profesor Ricardo Gullón, durante el seminario sobre «Teoría de la novela» impartido en Santa ,cruz de Tenerife en diciembre de 1986, se refir:ó a John dos Passos, encumbmdo mi entras militó en las filas del Partido Comu nista, olvidado desde el instante mismo en

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que se salió de esa id eología : es de suponer que sus condiciones de escritor eran las mismas, como iguales s·erían sus cualidades como narrador después de abandonar el partido. En conclusión, sí, el papel ideológico ha sido y es de suponer que sigue siendo una baza muy importante para ciertos críticos li terarios, para el lanzamiento de un autor. 4.° Condiciones de coyunturalismo: bueno, la ocasión siempre puede gobernar una postura. ¿ Un ejemplo? Si la novela a criticar es de un autor por quien se int er,e sa aLguien que puede publicar la siguiente novela del críticonovelista, pu ede darse el caso de escribir éste grandes elogios de la obra leída, y tal caso -se ha dado muy recientemente en Madrid-, se descubre por sí solo cuando el crítico-novelista publica p'Oco después su nueva novela en la editori al donde funciona la persona qu e podía t ener interés en la buena crítica ... En definitiva, habría que preguntarse si es ético, moral, deontológico, que un novelista sea asimismo crítico literario de obras más o m enos semejantes a la suya; que emplee la crítica como un medio, no como un ,fin en sí, para conseguir editores a su producción . Habría que preguntarse si tal crítico-literato dispone de fuerza moral para ignorar o empalar a las novelas de sus supuestos «contrincantes literarios», si el criticado en estas condiciones no queda indefenso ... si medios de 'c irculación restringida pero inoisiva como esta REPUBLICA DE LAS LETRAS no debería tener como una de sus funciones desenmascararlos. (¿Quién critica al crítico contaminado ?). 5.° Presiones económicas: las citadas con anterioridad son coaciones de este signo, bien aceptadas por quienes ,las admiten. Las presiones económicas no han ele mostrarse con mayor desnudez, cuando los sistemas camuflados ya citados les funcionan t an bi en.


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JOSE MANUE L DE PABLOS

6. 0 Situaciones políticas: en parte, ya quedaron citadas más arriba. 7. 0 De amistad: fundamental. Esta situación para la buena crítica sigue siendo muy elemental, sobre todo cuando se da la ambivalencia del escritorcrí1:ico: «Tú hablas bien de la mía, que ya haMaré yo bien de la tuya». Pero no queda ahí: se reproduce cuando llega la hora de formar jurados de algunos premios : «Este año yo no estaré en el jurado, que me voy a presentar y lo tengo que ganar; ya irás tú a algún premio donde yo esté en el jurado». Y así se escribe la historia. Pero hay un tipo de amistad muy peculiar, de admiración íntima muy personal, donde el asunto raya el escándalo para ciertos sectores de la Comunidad : si antes dije que ser afiliado a un partido, por ejemplo, comunista, es pieza muy importante para alcanzar el éxito, ¿no sucede algo muy semejante si el autor milita en las filas gays, si es homosexual declarado (si lo es de tapadillo, aún mejor para la maniobra), si tiene andares y modales de pitonisa ? Ese, encontrará tantas puertas abiertas como camas sin colcha; si. es un desvergonzado y no tiene empacho en contar por escrito en un artículo de periódico sus amores con algún famoso -italiano, por ejemplo, parece mejor-, las puertas que encontrará abiertas son más amplias y cabrán por ellas hasta las pirámides de E gipto. Hay crítica sana, pues y crítica ejercida por <<literácratas» y peor aún, por gente que navega en la cola de la «1iteratoburocracia» O <<liteburocracia», palabreja hija del matrimonio por detrás de la iglesia de la integridad de las ansias <<literaturistas » y la burocracia literaria citada por Camilo J. Ccla. En conclusión: sea bienvenida la crítica sana y apetecible, si es útil para la orientación y la satisfacción p ersonales del autor -¿sirve para mucho más?-; si por el contrar.io está intoxicada con alguno de los aspectos del

amplio síndrome aquí esbozado, si está enferma - gajo de la <<literacracia>)mej-or es que se olvide de uno. Es su.. ficiente con el crítico recto y bienin.. tencionado, íntegro, honrado y cabal, que haberlo, haylo. El placer (por escribir) y el agrado (por publicar, por comunicar sus histoúas noveladas y av,enturas novelescas a través de un libro o por entender mejor este sublime arte) pueden venir desde otras direcciones, corno ver nacer una nueva novela cuando otros continúan con el empeño del halago y una vida sometida bajo «palio literario». Si, por el contrario, placer y agrado se encuentran en las ventas de la obra de uno, no habrá que agradecérselo ni a la crítica ni sólo a su calidad nove.. lesca, sino al lanzamiento desde una mejor editorial comercial, a una buena promoción publicitaria y de relaciones públicas, a disponer de un nombre que suene a los compradores potenciales, que no es lo mismo que potencial leetoro Preocupación, de haberla, por atravesar la coraza de las empresas editoriales . ¿ Qué proporción de compradores de nov·elas efectúa el rjto de la adquisición del libro sin hacer caso a las críticas, como una mera liturgia de pátina cultural? ¿ Cuántos surgen a p esar de las críticas, exclusivamente corno un tic de r espuesta a la publicidad y a una más profusa colocación en los mercados de las unidades editadas, llena de audacia, dinámica, con mayor empuje que -otras editor.iales, con imaginación mercantil, con más puntos de venta, aunque después estos consumidores de tornos impresos ni siquiera empiezan a leer la obra? Es lam entable, pero así es de prosaico. Y eso lo saben los críticos. Y les molesta más que a los propios autores, indefensos ante la crítica «literácrata», al v,e rse de alguna forma maniatados al término de cada u no de su s intent os de edición.


ENCUESTA

ESCRITORES ¿ Es libre y objetiva la critica literaria) o está medÜIJtizama por influencias económicas) ideológicas,) de otra índole? ¿ Cuál es tu experienCia como escritor respecto a Za crítica meraría?

Esta encuesta fue igualmente dirigida y no contestada a Jos siguientes escritores: Jesús Alviz. Juan Pedro Aparicio. J. J. Armas Marcelo. Marcos Ricardo Barnatán. Juan Benet. Carlos Bousoño. Rosa Chacel. Fernando Díaz Plaja. Antonio Gamoneda. Ian Gibson. Juan Gil-Albert. J osé Agustín Goytisolo. Alfonso Grosso. Ramón Hernández. Ramón Irigoyen. Luis Jiménez Martos. Rafael Lapesa. Juan de Loxa. Gregorio Marañón. Juan José Millás. Rafael Montesinos. Fernando Morán. Rafael H. Moreno Durán. Leopoldo María Panero. Ramiro Pinilla. Antonio Porpetta. José María Requena. Carmen Riera Montserrat Roig. Arturo Ruibal. Jesús Torbado. Manuel Vicent.



Josefina Aldecoa 1. No sé si la crítica es li bre o en algunos casos está mediatizada por influencias ajenas a :la literatura, pero tengo aolgo que deci.r en cuanto a su objetividad . Me molesta su afán de objetividad. Yo criticaría a los críticos 's u faLta de subjetividad. ¿Por qué no se atreven a ser definitivamente subjetivos? La rr iteratura es subjetiva. El crítico tiene que ser subjetivo y admitir: «a mí me ha gustado o no

me ha gustado este libro». Y por supuesto, explicar por qué. 2. Mi experiencia con la crítica ha sido buena cuando, insisto, el crítico se ha acercado a mj ,l ibro sin prejuicios objetivos. Cuando la relación del crítico con mi libro ha sido apasionada y 'literaria. Hay un afán científico en algunos críticos, un afán de enfrentarse con e1' 1ibro para pesarlo, medil110 y encasillarlo, que a mí personalmente, me parece deplorable.


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Teresa Barbero Sospecho qu e la objetividad y la crítica literaria están reñidas. El crítico objet·ivo es una «rara avis» y no solamente porque sobre él pesa 'la línea editorial, el espíritu del peri ód ico o Ja revista e n la que colabora, sino sus propios afectos persona·les. Hay lectores, por ejemplo, que ado ran a Proust y lectores que no son capaces de pasar de la segunda página de «En busca del tiempo perdido» . ¿Por qué el crítico va a ser diferente? ¿Qué salvoconducto utilli za para la objetiv'i dad? E l exceso de puIJlicaciones (yo he sido crítico literario durante cierto tiempo, por suerte corto, y lo sé) significa la acumulaci ón de lectura y el malestar de «la elección». Elegir entre un montón de Libros resu'lta difíci'1. Pero lo que reallmente es injustificable desde todo punto de vista es la limitación que algunos directores literarios de algunos periódicos imponen a sus críticos (y que éstos aceptan sin rechistar) sobre qué editori a'l tiene derecho a que sus autores sean objeto de la crítica y cuáles no deben ser mencionadas. ¿Ideo 10. gías? No, ni mucho menos. Tal vez esto . «podría» justifica rse. Pero es un problema sólo y exc'l usiva mente de amiguismo o de intereses de grupo: este escr¡,tor es colaborador nuestro, esta editoriall «tiene .algo que ver con nosotros» . Así, un escritor que empieza raramen'te consigue que su obra reciba la a tención de la crítica si se exceptúan los premios «sonados» como el Planeta, e'l Nadal, etc., lo cual recuerdo un poco esa historia del paro y el joven sin expe ri encia. ¿Cómo va a tener experiencia si nL1I1 ca ha trabajado? En boca de un prestigioso crít'ico litera rio esc uché en oierta ocas ión algo tan

terrible como: «El escritor que más vende estará presente en los medi os de comunicación y el que no vend e no». El crítico tiene que intentar una conciencia crítica en el lector (y valga la redundancia) pero no equivocarle con el hermetismo de unos juicios pedantes, de l'uCÍ'miento personal, a través de los cuales el 'l ector se queda sin saber si la obra en cuestión es buena o mala. EL lector tiene derecho a saber si una obra concreta le interesa por su temática, estilo. etcétera, no por toda la vida, milagros y obras anteriores de dicho autor. Esta no es más que una manera de despistar all personal. El libro, como cualquier otra mercancía, necesita del escaparate y naturalmen_ te no hay mejor escaparate que el de un periódico multileído. A pesar de todo yo aconsejaría al escritor que no prestara demasiada atención a la críttica y a los críticos. y termino diciendo una frase que Antonio Núñez, de la revista INSOLA pronunoió durante el Tercer Congreso de Escritores de España, frase tan verídica como dolorosa y que yo suscribo integramente: «Porque conviene advert ir, a unque esté muy claro, que fatalmente detrás de cada medio se constituye un grupo de presión, un conjunto de personas con sus amb ici ones, compromisos. que otorga carta de na turaleza como escritor a un determinado ciudadano, y si el escr itor no tiene la suerte de conocer perso na alguna de ese grupo, o sus postulad os estéticos difieren de los que en esa publicación se defienden, ya puede desped irse, el pobre, de asp irar a la notor iedad, porque será olvidado sistemáticamente, se le enterrará en vida».

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Francisco Candel Es más libre qUe objet iva, y es subjetiva por la misma razó n de que todos los sentimientos - y da crítica es un sentimiento- son subj etivos aunque no se quiera. Pero a un siend o más lib re que objetiva, a la libertad también hay que aplicarle el mismo relativo condicionamiento. N un ca se es libre por más que tú t ~ lo creas. E l conocer persona1mente al escri tor que comentas, e·1 ser su ami go o enemigo, el peso d ell editor del cual pued es depender debido a la más directa o indirec ta vinculación, etc., coarta y conduce. No crco exces,ivamente en la mediatización eco nómica. Me pa rece que el mezquino negoc io editoria l español no da para el sobre a'l c rítico, como se dice ocurre con los críticos taurinos y en diversos países con los críticos de arte. Pueden influir las razones ideo lógicas y,

sobre todo, muchas de otra índole: seguir las modas, no atreverte a d eci r lo que rea lmcnt e piensas, no conocer a fondo al autor analizado y criticado, mantener las pautas de críticos anteriores, dejarte llevar por los clichés a que se ven sometidos los autores en razón de sus dos o tres libros más celebrados, agobio de libros por leer, no ser la crítica U!l ofic,io que da para vivir y el que sea un oficio desprestigiado ya qu e todo el mundo se ve capaz de hacer crítica literaria si se 10 of recen o proponen. Yo mismo, y por citar un c:jemplo, ejercí la crítica lit eraria de un p er:ód,;co durante un tiempo, y yo soy escritor, pero crítico no. Procuré no cometer ningún desaguisado limitándome a hablar bien de los libros de mis amigos y de los libros que me gustaban y a no ha bla r mal de naJie. Si un Libro me


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parecía malo, prefería silenoiarlo. Se que no hay nada que despierte más odios que los críticos entre los profesiona,les del ramo sobre el que estos señores o señoras ejercen sus comentarios. Y a mí no me gusta que me odie nadie ...

Todos los escritores -y yo no soy una excepción- dividimos a los críoticos en buenos y malos usando una regla muy pragmática. Son buenos los que halilan bien de ti y son malos los que hablan mal .En razón de ese concepto, decimos siempre: fulano me ha hech o una crítica buena y mengano me ha hecho una crítica mala. Olvidamos que una crítica que hable elogiosamente de tu 'libro puede ser mala y otra que hable pésimamente de él puede ser buena. Yo, a lo largo de mi ya copiosa obra, he sufrido -y digo sufrido porque siempre, de salida, me angustio- toda clase de críticas: buenas críticas elogiándome y malas críticas igualmente elogiándome; madas críticas diciéndome que soy mrulo como escri,tor y buenas críticas diciéndome 'lo mismo. El mosaico de combinaoiones, naturalmente, se puede ampliar. Críticas de profesionales, de aficionados, de novelistas, de profesores, de cobistas, de maLhumorados, de los qu e creen que meterse con un famoso hace famoso, críticas circunstanciales, críticas que consisten en reseña r la SO'lapa del 'libro, críticas abundando en lo que otros antes han dicho, etc. Nunca, por no generrul, y hasta en la crítica que más te gus,ta por mejor afinada, te sientes bien ,interpretado, pues notas que falta un conocimiento de causa que resulte absoluto, aunque esto imagino que es impos ible,

sobre todo al no haber escarbado hasta en lo más íntimo en toda tu obra. Comprendes que hacer eso es difíciL, pues no es rentable dedicarse plenamente a un solo autor, y que es lo que, en el! fondo, todos los autores desearíamos. Las críticas que más me han molestado han sido aquellas en las que no se me ha tenido una mínima act,itud respetuosamente ética, insultándome y diciéndome, por ejemplo, eso tan sobado de que te dediques a lab rar la tierra en 1ugar de escribir, dando por sentado, erróneamente, que labrar es fácil, cuando al m ~ no s, para mí, no lo es. Curiosamente, el tiempo atempera, y acabas hablando más de las críticas que te trataron mal, en una especie de jocosidad masoquista, que de las otras. Eso no obstante, yo guardo un profundo agradecimiento a todos aquellos críticos que fueron benévolos y atentos conmigo. La :lista es tan larga que me es imposible buscar ahora todos sus nombres en 10s archivos de mis vanidades y enumerarlos. Quisiera añadir que, a veces, te sientes mejor analizado e interpretado en las tesinas o estudios que sobre tu obra hacen o han hecho ciertos estudiantes o profesores de literatura, siendo esto comprensible, pues han dedicado mucho más tiempo, y no la vuelapluma, a l1:u obra, y han mantenido largos cambios de impresiones contigo, cosa que el crítico, por lo general, no puede hacer, dioiendo también, para terminar, que todos 10s escritores acostumbran a menospreciar la crítica , asegurando que no Jes importa nada, pero se enfadan siempre como monos con los críticos, si les alaban, porque no Les alaban lo suficiente, si les critican, por criticarles, y s,i no dicen nada de ellos, por silenciarles ...


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Guillermo Carnero La situación de la crítica Jiteraria en España es la que corresponde a una sociedad cultural y aiterariamente inorgánica. El crítico ha sido siempre un intermediario entre el producto literario y el cuerpo social, y ha de heredar fatal e instantáneamente las servidumbres y las grandezas del primero en su función relativa aJ segundo. Hoy en día la literatura impresa se encuentra en franco retroceso con respecto a Jas formas visuales de aEmentación cultura'l; para la inmensa mayoría de la población, el impreso es un producto de consumo ocasiona1 y prescindible. Cuando quiere dejar de serlo, ha de adoptar las características del «best sellen>; y, en este caso, ra industria editorial dispone de mecanismos de información y de convicción que sustituyen al crítico en esas activ,idades, y eliminan la que debería ser su principalJi misión: valorar. En nuestro idiorizado mundo, ser conocido masivamente se ha vuelto sinónimo de poseer valor y calidad; y en la noohe oscura del a1ma colectiva andan revueltos políticos, deportistas, escritores, actores y toreros. Se da pues la paradoja de que el crítico carece absdl'utamente de pape1 ante quienes precisamente 10 necesitan: 10s centenares de miles de personas que por sí mismas carecen de la información y los hábitos necesal'ios para tener, en materia 1iteraria, una opinión propia. Al margen de la gran mayoría se encuentran los pocos miles de personas que asiduamente consumen literatura impresa, por vocación o por razones de dedicación profesional. Normalmente, esas personas son capaces de valorar por sí

mismas. poseen información sobre la historia '1iteraria, pasada y presente, e individualizan las obras y a sus autores. Para esos lectores especializados, el crítico debe proporcionar información más que opinión: noticia de .tendencias literarias emergen,tes, de autores desconooidos (en la propia lengua o en otras). El crí,tico que escribe para los lectores especiaJizados ha de poner en su trabajo más ambición que la que exige la habitua1 gacetilla de prensa. Ello requiere disponer de un espacio que no puede conceder da página literaria de un pel'iódico, y que sólo cabe en una revista literaria; requiere también disponer del tiempo que exige d ensayo, a diferencia de la reseña, y de la remuneración que haga posible el empleo de ese tiempo. Es deoir, exige que la crítica pueda considerarse una profesión. Ser profesional equiva1e a crear un producto con el suficiente número de consumidores, y eso le está vedado a11 críticoensayista, refugiado siempre en revistas de vida amenazada y de rentabilidad nula. En estas condiciones, el crítico cal'ece de las condiciones objetivas para poder desarrollar su misión. Es inútil que intente luchar contra el poder de la publicidad, y es probable que en algún caso tropi'eoe con el poder económico de las editoriales. Mientras el crítico no disponga del poder que resultaría de ser su dictamen exigido por centenares de miles de lectores, y mientras la cfÍ.tica no ocupe en los periódicos el rugar que hoy detentan las columnas de chismes y cuentos, Ja de crítico será una función meramente testimonial y a extinguir.


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Ramón Carnicer 1. La Crítica no es una institución. No es tampoco una corporación. Ha de desecharse, pues, la idea de enjuiciatila como entidad sujeta a normas instltucionales o corporativas. Será preciso venir a la acoión individual del mayor número posible de críticos para llegar, si es posible, a unas conal'usiones más o menos aplicables a la mayoría, sin exclUir, por encima de esta posible mayoría, Ja existencia de críticos competentes, ecuánimes y aun ejemplares; y sin excluir tampoco, por debajo de aquélla, a los crít,icos incompetentes y parciales. Refiriéndose -a la literatura actual, conviene djstinguir dos grupos de crí,ticos : a) los que realizan su labor en revi'Stas literarias y en las secciones literarias de los periódicos, y b) Jos docentes de la 1iteratura que ejercen la crítica en revistas universitarias, en comp:ilaciones resultantes de congresos y conferencias y en iibros donde se analiza, dentro de períodos más o menos extensos, determinado género literario. a) El núcleo centrall, el que forma tal vez la mayoría -con las exo1'usiones indicadas-, se nutre con frecuencia de un sentido reverencial respecto de autores que no siempre conoce a fondo, de reales o supuestas afimdades ideológicas o estéticas, de tributos a la amistad, de pertenencia a clanes geográficos que considera de obligada ,loa; y, ya dentro de la segunda exclusión, de razones más o menos comprensibles en rras que no vale ~a pena entrar, dado que no serían sino una manifestaoión más del comportamiento raras veces equitativo de la condici ón humana en todos los órdenes. Sln olvidar el propósito «reventadOr», frecuente en quien da sus primeros pasos en el quehacer crítico. Un personaje del grupo b), refiriéndose a 10 dificultoso de juzgar a los contem-

poráneos, puesto que el crítico -añadía- es hombre y vive vünculado a un medio social (y así es, en efecto), afirmó un día: «Nada hay más estúpido ni más inútiJ en crítica que una totali sinceridad»; lo cual no deja de sorprender, por realista o por arbitrario, según se mire. Frente a todas estas contingencias y azares, el autor, al leer recortes de prensa o de revistas literarias relativas a él, sabe muy bien qué críticos han ,leído o no sus libros, quiénes reproducen fragmentos del «dossier» editorial o de las solapas de los propios libros, quiénes cumplen un trámite informaUivo o ceden a las cortesías de la amistad . All cabo de un tiempo y publicado ya un número razonable de libros, se puede llegar a la conclusión de un conocido autor actual, que, refiriéndose a los recortes recibidos de la ed:itorial o de las agencias, vino a decir, aproxamadamente: Lo importante es que haya muchos, que uos sobres abulr ten; el contenido es lo de menos. b) La crítica universitaria se distingue por su preocupación teorizante y por las numerosas notas al pie de página de sus escritos. La preocupación teorizante se caracteriza, a su vez, en el marco histórico, por el encasillamiento de 'los autores en generaciones, escuelas y modalidades forma,les y por el análisis de fuentes e influencias. En definitiva, hay en esta variedad crítica una obsesión linneana por situar autores y obras dentro de unos géneros, subgéneros, especies, subespecies, etcétera, que los dejen fijados para la eternidad, para ~a eternidad derr crítico. El lenguaje de estos críticos es a menudo sibilin o, pródigo en neologismos que, en general, ninguno de los otros críticos gremiales hace suyo. Sus teorías son efímeras, sujetas a caducidad bajo la presión de otras teorías q ue surgen y acaban también por desaparecer, reemplaza-


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das por otras. La period icidad de este surgir y fenecer es por 'lo común de ciclo breve, y a menudo está en función del tiempo que va de un congreso a otro. En estos congresos se riñen batallas con armamento de gran calibre nervioso, pero son incruentas y no tienen más objeto que el de enriquecer, mediante separatas, el currículo personal de los congresistas. Otros datos comunes a este tipo de críhica b) son, de un lado, una especie de distante tutela ejercida por el crítico sobre los autores beneficiarios de su a lta palabra; y, de otro, la persistencia de unos mismos autores en una especie de escalafones de inacabable vigencia. Hace pocas semanas se encontraba en La ciudad donde vivo uno de estos críticos tutelares, ejerciente en una unliversidad de su país: los Estados Unidos. Coincidió su estancia con Jas declaraciones de un autor españdl acerca de una de sus escasas obras, aparecida hace a l pie de treinta años pero atornill ada de modo incorunovible en los departamentos de españo l de todo el un iverso. Las de-

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claraciones del autor condenaban de manera abierta distintos aspectos de aquella obra. Pues bien, el crítico afirmó sin vaci lar que el a utor no sabía 10 que se decía, y a ñadió que el autor, cualquier autor, nunca sabe lo que ha escrito. Ouien sí lo sabe -concluyó- es el crÍtico. 2. Mi experienoia personal no debe de diferir mucho de 'la de otros autores. He encontrado críticos de todas las especies: intel igentes, preparados. honrados, generosos, practicantes benévolos de la amistad, perezosos que (frente llJl tiempo requerido po r la lectura de un libro) han tirado por el atajo del elogio gratu:ito, y también trotadores de «dossiers» y de solapas. Muchas gracias de nuevo a todos. Dos de ellos hablaron mal de dos de mis libros; de uno (c inco ediciones), por no mencionar su pueblo o provincia natal con la extensión esperada por el crítico; de otro (seis ediciones), por razones ni claras ni aun presumibles. Este último no firmaba; debía de ser un reventador, un crítico primerizo.


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Aquilino Duque Hay dos críticas literarias. Una es la que ejercen en publicaciones esporádicas o minoritarjas ciertos jóvenes de talento que simultanean la creación propia con la observación atenta de 1a obra ajena. Esa crítica siempre ha sido buena y akccionadora, sean cuaJes fueren sus puntos de partida. Esa crítica tiene, sin embargo, un inconveniente y es el de que raras veces se aplica a los escritores que son de la misma quinta que el crítico. Y es q ue nadie cree que tiene nada que aprender de la gente de su rnísma generación o promoción o curso o como se le quiera llamar. Por eso se critica o se comenta al escritor mayor y a veces el escritor mayor reacciona y comenta o critica a los escri-tores más jóvenes en los que por fuerza ve algo nuevo y distinto. A mí este tipo de crítica me ha sido y me sigue siendo sumamente favoratJle; Jo pue pasa es que se trata de una crítica que no .influye para nada en la difusión de una obra entre el «gran público»; es una crítica para pocos .y esos pocos siempre son, somos, los mismos. Otra cfi.tica es la de los suplementos literarios de aos grandes periódicos nacionales, siempre vincuJados a coyunturas pOlíticas o a operaciones editoriales. Un gran premio nacional, délo el Estado o un editor, es noticia y como tallo tratan y airean los grandes rotativos. Eso era así incluso en tiempos del régimen anterior que, como es sabido, reprimía y silenciaba ferozmente a la tota,lidad de los plumíferos con excepción de Cela, Delibes, Otero, Celaya, Hierro, García Márquez, Vargas Llosa, Buero Vallejo, Sastre y varios centenares más de colegas aún vivos y en activo. Ahora la cosa ha mejorado, por supuesto, en lo cuantitativo y en lo pubhiótario, y el Estado no sólo no reprime ni siJlencia a nadie, sino que otorga unos premios y unas prebendas que han dejado tamañitos a los pre-

mios Planeta y Formentor y permiten al escritor la pura evasión creadora, liberándolo de la triste servidumbre de la crítica poIHico-social. A esta devol.uaión de su dignid ad artística y económica al escritor agradecido y conforrnísta coilaboran con gran eficacia los suplementos Literarios de periódicos como «ABO>, «El País» y demás abrevaderos espiritua,les de nuestra democrática burguesía. Yo, que paso gran parte del año en el extran jero para ganarme el pan, puedo dar fe de la reverberación que, gracias a esos grandes premios, apoyados por los críticos de esos grandes periódicos, tiene nuestra democrática cuLtura en las cinco partes del Universo ·M undo. Un país donde nada menos que el ectoplasma de Borges anuncia una colección editorjal en la Televisión, donde no pasa un minuto sin que aparezca un dibujo póstumo de Lorca o un poema póstumo de Jiménez, tiene a la fuerza que ser asombro de propios y extraños. El Cid, que al fin y al cabo no ganó más que una batalla después de muer·to, debe de estar orgulloso de estos ilustres biznietos suyos que, graoias a los medios de manipulación de masas, y a los buenos oficios de los responsables culturales, cortan .laureles frescos desde la tumba. Otra cosa es que los plumíferos del montón a los que editores, periódicos y demás nos pagan maT, tarde o nunca, nos hayamos visto despojados del régimen especial de Escritores de Libros, que nos reconocía el opresivo, represivo, tiránico y despótico «régimen anterior» y que tengamos que pagar el IV A y, lo que es peor, confeccionar la facturita correspondiente, mientras los Colegios de Abogados, por ejemplo, han logrado quedar exentos de su aplicación. Menos mal que la igualdad de los españoles ante la [ey está reconocida en la sacrosanta Constitución.


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Jesús Fernández Palacios - Eso sería lo deseable, que fuese libre y objetiva; y aún más, que fuese seria y rigurosa, realizada por auténticos profesiona·les. Para ello juzgo necesarias una adecuada preparación, que hoy escasea, y una independencia insobornable. Por supuesto que estoy genera l'izando y que hay excepciones valiosas. Lo sabemos. Pero también conocemos muchos ejemplos de críticos - por llamarles de esa maneraque dependen de un poder determinado, que pmt:tican el «amiguismo» más persistente. Esta situación, que nos acompaña como lastre cu~tura l desde hace tiempo y en 1a que todos participamos como cómpli ces o/y víctimas, más que estimular La Uectura incita a la deserción o, en

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el común de los casos, al protagonismo de autores y obras que no lo merecen en la proporción que se pretende. - Más bien limitada porque he publicado poco. Mi libro «De un modo cotid iano», aparecido en 1981, sí tuvo varias críticas, pero me mosqueó mucho e1 tono elog ioso dominante, como si nadie quisiera que yo me enfadara. Sin duda me hubiera servido más que me seña·laran también los fallos cometidos, y que los críticos -que deben ser personas informadas- hubiesen contrastado mis textos con 'los de otros autores de similar registro poético. Otras publicaciones mías obtuvieron idéntica fortuna . Agradecí las adhesiones pero advertí las carencias.


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Angel García Roldán Si aceptamos que la critica !!:iteraria es obra de mortales parece inevitable admitir que está, por tanto, expuesta a influencias de todo tipo, tanto benéficas como malignas; hasta aquí me aventuro. Lo que no puedo ni debo es afirmar que los que la ejercen se dejan voluntariamente seducir; veamos: ya que me fa1ltan pruebas, y puesto que en defiruitiva este número de la REPUBLICA DE LAS LETRAS es un juicio a la crítica literaria, he de absolver a las personas que ejercen tan difícil oficio y presuponer, por tanto, que todos sus actos (incluso aquellos que no me parezcan objetivos) son fruto únicamente de la noble pasión literaria que les domina. Clarificado suficientemente este asunto paso a especular sobre las influencias que en teoría podrían pesar sobre Ja crítica y amenazar a los críticos. Desde el punto de vista de la crítica como medio de vida se me ocurren tres tipos de críticos: el que vive exclusivamente de ella; el que tiene además otro oficio; el que nada percibe por ejercerla. De aquellos que se encuentren en el primer caso, que alguno habrá, resulta fáci.\ imaginar que deben ser los que más arriba han llegado y los que más importantes presiones podrían soportar. Su supervivencia depende de la continuidad de sus críticas, y, por tanto, sería humano temer enojar a ,los que mandan en el medio de com unicaci ón en el que se trabaja, terrible meter la pata con el poder político, peligroso propasarse en ,]a crítica de algún Gran Padre Blanco. Amenazas sin cuento. La pureza de los que pertenecen al segundo grupo podría peligrar por las mismas razones, aunque debilitadas, que afligían a fios del primer grupo y por las prisas que genera el justo anhelo de dejar para siempre el otro oficio, obviamente

más prosaico (salvo que sea el caso de crítico-escritor, cuyo caso no analúzo porque su complejidad me apabulla), y pasar al pelotón de cabeza. Del tercer caso, por paralizante, me resu].ta imposible imaginar f1uencias o inilIuencias. Cambiando de perspectiva, entra dentro de lo probable que el crítico pudiera verse inilluenciado por el objeto de su análisis, es decir, la obra literaria y su autor. Porque aunque no es form almente necesario, es moneda corriente pensar que el que juzga ocupa una posición moralmente superior al que es juzgado y lo que es más grave, se le adjudica un conocimiento superior del hecho que juzga . Pretendo decir que no sería de extrañar, que para hacer buenas estas máximas, el crítico se viera tentado a no dar jamás su brazo a torcer (por algo diría Ionesco: la autocrítica honra a1lescritor y deshonra al crítico), o se viera obligado a estar continuamente guarecido tras escudo, o de puntillas o sobre zancos o peanas, con pose, aunque aIlgún distraído pudiera confundir su gravedad con rigor mortis: y que por lo del qué dirán sobre lo del conocimiento se viera condenado a impartir clases, promuLgar leyes, establecer ritos y repartir excom uniones y exorcismos, qué barbaridad, en este asunto de la Literatura, en el que intuyo que no hay blasfemias ni maestros, ni escuelas ni reden tares. Claro, que la neurosis que supondría esta casi necesidad de aparentar superioridad podría verse agravada con la entrada en escena de esas viejas historias de vampiros, sombras castradas, ceJos, frustraciones y compllejos, pero eso es ciertamente material retorcido, así que, aun moviéndonos en el terreno de la especulación, vamos a dejarlo. Pienso que, para aquellos que están


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mejor situados, e1 poder podría ser uno más de los múltiples petigros que acechan al crítico para apartarle de la senda de la equidad. Más mortífero que ~a fama. Porque si ésta proporciona pIlaceres extraordinarios no dejan de ser mundanos, por cegadores que sean los flashes, brillantes los saraos, poderoso el medio de comunicación en el que se curra, incontables las invitaciones, descomunal el tipo de letra que anuncia el nombre en las colaboraciones, hrulagador el ,t rato dispendiado por relaciones públicas. Pero el verdadero poder tiene algo de divino, porque un aJgo tiene de capacidad para manejar lo humano, y pocos dek:ites deben ser comparables a la sensación de saberse temido por escritores más o menos conocidos, a la emoción de apadrinar un nuevo ser y prometer que va a ser un genio, a la magia de permitirse descubrir ante el mundo un texto gl'ori oso, o condenar al fuego eterno otras páginas y otros autores. Qué puede haber más grandioso que elegir un ramillete de nombres, o de titulos, inventarse una antología y hacerle un guiño a la Historia.

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Dios, con cuánta mesura se ha de responder a tan grandes tentaciones. Y cuánta humildad se necesita tener para después decir que realmente, a la Literatura la manejan, únicamente, otras oscuras fuerzas que sólo buscan el lucro, y que uno, si mplemente, es un mero instrumento de la Verdad. Sí, a estas aJlturas, hay que aceptar que, en teoría, son espantosas las pruebas a aas que la objetiv id ad y la libertad de los críticos literarios se ven sometidas. Y aún hay más. No obstante, creo que pudieran ser la propia estructura y sustancia de la crítica las causantes de los mayores males en la incolunlidad de sus hacedores. Por ejemplo, imaginemos que aJlguno disiente en su fuero interno de la ortodoxia vigente. ¿No sería disculpable que ese crítico se viera tentado a olvidarse de lo que Je pide el cuerpo con ,tal de no enfrentarse con nada ni con nadie? Porque ahí querría ver a cualquiera, llevando desde provincias la contraria a sus compañeros mejor situados, alabando algún texto de los que están en el Indice,


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ha1J]ando de algo que sólo merece el silencio, o dudando de algún precepto intocable, o poniendo en solfa a a,lgún escritor entronizado (si clásico y muerto, la repera); o poniendo en peligro de cualquier modo la uniformidad de criterio de este gremio (curioso, qué contraste con el de los escritores, ahora que todo el mundo dice que andamos enloquecidos, escribiendo de Jo que se nos antoja la mar de irrespetuosos). y ese maldito detalle de la sustancia, ese tener que escribir sobre lo que otros escriben. Porque los otros críticos lo tienen más fácil, unos escriben sobre pintura, otros sobre toros, éstos sobre música, aquéllos sobre deportes. Pero qué mala suerte, ten er que escribir sobre la escritura, da fatillo a contra natura, porque no se va a poner uno a escribir crítica literaria de cualquier manera, y debe ser espantosamente difícil no caer en la tentación de hacer literatura de la Literatura, ni poner a parir a un aspirante a artista sin demostrar que uno es un genio, y Claro, así no hay quien esté en donde se ha de estar. Causa escalofríos seguir pensando en este asunto. Porque sospecho que a mí me apesadumbraría enmendar la plana a un amigo, iguaU que me sería placen-

tero poner W1 par de banderjllas a un enemigo. Esto es de pesadilla. No permitirse un fallo. Tener que leer, por supuesto, todo lo que se critica. No dudar nunca de la validez de nuestro -trabajo. Señor, Señor. Cruel este oficio de crítico. Porque además, después de pasar tanta prueba y tanto padecimiento para que prevalezca la objetividad, resulta difícil que alguien se Uo reconozca o se lo agradezca. Más bien al contrario. Ni siquiera los que fueron reconocidos como artistas. «No prestes atención a lo que dicen los críticos; a ninguno se le ha dedicado estatua alglma» (Jean Sibelius). Pa ra que no tuvieran que soportar tanta presión ambiental y para hacer más sencillo su trabajo, para facilitar que siempre triunfara la Verdad, yo propondría dos medidas: a) una, que todos firmaran con seudónimo de forma que su identidad fuera un misterio. b) dos, que se limitaran a decir de cada libro «me gusta» o «no me gusta». Así, el lector lo tendría meridianamente alaro; antes de comprarse un libro recurriría a su crítico de guardia y en un segundo ... listo.

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RAUL GUERRA GARRIDO Lágrimas y risas Si en España escribir es 110rar, escribir crítica literaria es hacer reír a mandíbula doliente.


Antonio Jiménez Millán Si por crítica literaria se entiende todo aquello que aparece en los supkmentos culturales de ,los periódicos, evidentemente no es ni libre ni objetiva, porque me parece que existen fuertes condicionamientos por parte de las editoriales con mayor implantación y poder económico. Además, siempre hay «amigos», colaboradores «fijos» que establecen su propia norma y excluyen lo que no entra dentro de sus intereses o simpatías. Lo importante no es ~a crítica, sino la política literaria. De todas formas soy consciente de que, para un poeta, no es una cuestión decisiva: la poesía es un género minoritario, y sólo el tiempo, eL mejor antólogo, que decía Borges, hará que una obra pennanezca o se pierda en el olvido. El verdadero poeta no escribe para críticos dominicales. Otra cosa es la crítica que aparece en revistas especializadas: aquí hay menos condicionamientos inmediatos y, si no del

todo libre, al menos suele ser más responsable. Al margen de esto habría que situar la historiografía literaria, el ensayo, ya sea de origen universitario o no, donde la distancia temporal suele mitigar apasionamientos. Sin embargo, la crítica y la historiografía literaria jamás pueden ser «objetivas», puesto que siempre existe una ideología, un determinado inconsciente desde el cual se escribe: y ello afecta incluso a aos textos más pretendidamente «asépticos», los manuales de historia literaria. Los manuales son despreciables, «todos». Creo que son los poetas quienes mejor saben entender a sus contemporáneos. Al menos en mi caso, esto se ha cumplido. Respecto a mis libros de ensayo, al no aparecer en editoriales fuertes, no han trascendido fuera del ámbito universitario. Pero no es algo que me preocupe: nunca he pensado vivir de la literatura.


Dolores Medio Desde que Zoilo silbó a Homero, ¡cuatro siglos antes de Cristo!, hasta nuestros días, casi todos los grandes escritores que en el mundo han si do, ha n venido hablando mal de la crítica, convirtiéndola así, en un eterno tema polémico. Yo no tengo más remedio que unirme al coro de voces que protestan contra ella, porque a mí, la crtíica me ha enseñado muy poco, casi diríamos mejor, que nada, y en cambio me ha desconcertado bastante cua ndo entré por la puerta grande del Premio Nadal, en el mundo de las Letras. No creo que ninguna novela haya suscitado en España más críticas, ni más apasionadas, que NOSOTROS LOS RIVERO. Desde 'la deL entonces decano de la crítica española Manuel d e Montoli Ú, que no duda en considerarla «como el fruto sazonado de un gran talento de novelista, que brilla con luz propia y per-

sonal en la constelación de las obras hasta hoy lauread as con el Premio Eugenio Nadal» (Diario de Barcelona, 12 de julio de 1953), continuando por la opinión de Enrique Sord o, que la considera co mo «la etopeya de la olase media española» (REVISTA, de Ba rcelona, 6 de mayo de 1953), has ta la última en ~a escaaa de valores, de la (Revista JUVENTUD, de Madrid, 13 de Mayo de 1953, sin firma), que la juzga como <<una mafIa traducción de un novelón norteamerica no» y hasta confunde los nom bres de los personajes. hay cierto motivo para pensar, que la desconcertada bi en pudiera ser Ja crítica española .... Con frecuencia, a mi juicio equivocadamente, se juzga como buenas o malas críticas a aquellas que ponderan o atacan a un escritor. Para mí, la mala crítica es aq uella que no se toma ~a molestia de


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estudiar una obra y proceder, en consecuencia, a potenciar el trabajo del escritor. De cuantas definiciones vienen dándose de lo que debe ser 1a labor de la crítica (y tengo coleccionadas varios centenares, para mjs Memorias), me parece digna de tenerse en cuenta -la de un escritor tan ilustre como es Ortega y tan persona.lista cuando se mueve en el terreno de la crítica, que dice textua:Jmente: «...Todo escritor tiene derecho a que busquemos en su obra lo que en ella ha querido poner. Después que hemos descubierto esta voluntad e intención, nos será licito aplaudirla o denostarla. Pero no es lícito denostar a un autor porque no abrigue las mismas intenciones estéticas que nosotros tenemos» (Tomo TI, pág. 75 de sus Obras Completas) . Y montones de veces insiste sobre este mismo pensamiento. Otro crítico, más próximo en sus publicaciones a nosotros, Juan Luis Alborg, en su obra LA HORA ACTUAL DE LA NOVELA ESPAÑOLA, dice textualmente: «...A estas alturas, es ya un dogma de la crítica, que no puede juzgarse a un autor con la medida estética del crítico. Juzgar -en el estadio de .ja crítica- no puede ser otra cosa que inquirir los propósitos de cada cual y precisar hasta qué punto lo consigue y cómo. Cada escritor traza su propia meta y su camino, y el trabajo del crítico no puede consistir sino en hal'lar esa intención, potenciarle en lo posible y estimar, en último término, el ajuste alcanzado entre el propósi to y el logro. Al tratarse de una novela, esta posición del crítico es mucho más insoslayable, porque la novela es un género esencialmente proteico, que no admite patrones y cada novelista puede cortar un sayo de su capa». Aunque continúa dando muy prudentes no.rmas sobre lo que considera escribir bien, dentro del «sayo». y citemos, por último., entre aquellos que abundan en este pensamiento, a otra escritora y crítica actual, Concha Castroviejo: «Las opiniones del autor, las que sitúan al escritor frente a su obra, tienen

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importancia siempre excepcional, en algunos casos insustitujble, cuando la obra se acuerda en un proyecto unitario, regida por una intención que se reaEza al servicio de una idea, que no siempre alcanza a esclarecer la crítica .. .» (PRESENCIA DEL ESCRITOR. Hoja del Lunes de Madrid . 8 de noviembre de 1976). Francamente: ¿se lleva así la crítica en España? En verdad que resulta muy difíci.J enjuiciar el comportamiento de los demás, en este caso concreto, el de la crítica literaria. En algunos casos, ¿torpe?, ¿maliciosa?, ¿incompetente?, ¿ob'li? gada por las circunstancias? .. Cualquiera sabe. Mi experiencia como crítica de libros -lo he sido durante un año en un semanario- no me ha dejado satisfecha de mi labor, pero me ayudó a ver este problema desde el punto de vista de la crítica y me obligó a ser más compresiva y tolerante con este oficio. ¿Qué escollos tiene que sortear el crítico de libros, para poder ejercer su profesión honestamente? En primer término, con bastante frecuencia, la falta de profesiona1jdad y dedicación absoluta a este trabajo. El crítico español suele desempeñar otra profesión, más o menos relacionada con la creación literaria, dejando así a la crítica convertida en un entretenimiento, ya que casi nunca puede vivir a costa de ella. Por otra parte debemos considerar la enorme cantidad de obras que caen sobre su mesa de trabajo y la que nos hace pensar, que cada españolito (le guarde Dios), se ha convertido en un novelista, agarrándose a 1a droga, al sexo, a la violencia, a los problemas generacionales, a la guerra, a la política, temas muy actuales, muy comercia.Jes, y muy bien aceptados por los editores que los explotan y castigo para la crítica, porq ue roban un tiempo y un espacio a las obras literarias. Y, ¿qué diremos del «amiguismo», que en España se manifiesta de una manera escanda'losa, en todos los aspectos de la vida social y muy especialmente en la crítica literaria? La arojstad, el amor,


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la simpatia y la antipatía, han jugado siempre un papel bastante importante en la crítica, así como el compañerismo y la camaradería. Escritores y escritorcillas hay por esos mundos, que se han encumbrado por Ja enternecedora amistad con uno de esos críticos que «mandan fuerza», a los que yo llamo, con todo respeto y en eL mejor sentido de 1a palabra, los cabestros de la literatura, porque arrastran con sus opiniones a la manada: (críticos de prensa, de provincias y hasta del extranjero) facilitándoles su trabajo. Esto y la lectura de las solapas de Jos li bros, con frecuencia les proporcionan el textode su comentario, ya que, como digo,peseala buena voluntad del crítico, cuando la pone en juego, no puede leer despaciosamente, amorosamente, cuantos libros recibe. Una frase lapidaria que suele venir lanzándose contra la crítica hasta con -

vertirla en un tópico. es la de que «un crítico es un hombre Ifracasado en la literatura o en el arte». También hay escritores envidiosos y ama rgados, que lanzan sobre la crítica y sobre sus compañeros, que van camino del éxito, su chorrito de resentimiento. Pero, afortunadamente, son la excepción, y de ningún modo puede achacársele a la crítica, en general este defecto, como ocurre con el amiguismo, defecto bastante extendido. El crítico puede equivocarse y de hecho se equivoca algunas veces, y ahí está la Historia de la Literatura, para confirmarlo, pero suele hacerlo por los motivos ya señalad os. Resumiendo: la crítica literaria, no solamente tiene derecho a ser objetiva, a ser libre, a ser independiente, sino que tiene el deber de serlo. Pero, ¿puede fácilmente sacudirse de encima todos estos factores?


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Vicente Molina Foix 1. Probablemente es libre, y no sé si obj etiva; prefiero hablar de ind ependen cia, categoría moral demasiado elevada pa fa que yo la juzgue. Los críticos, quiero suponer, son hombres, y como tales están sujetos a ,l as presiones económicas (Leer aprisa, escribir a destajo) e id eológicas (defender las causas en las que creen) de igual forma que los demás. Pero en España, e l país desescolarizado por excelencia, la crítica tampoco es una excepción. A la crítica literaria española le falta escuela, o no ha ido a la escuela con suficiente regularidad y aprovechamiento, o si sí, ha preferido a la escuela laica el confort tridentino del colegio privado. Los 36 años de «novillos» se notan mucho en la crítica , como s'e notan en los arquitectos, los agentes del orden público y hasta en los escritores, esos bend itos que se creen exen tos de

guardar la co mpostura que la esc ueJa enseña. Falta rigor, vigor y at .:nción pormenorizada al detalle literario, tres fundamentos (los otros: cultura, buena vista y codos, hay que suponérselos) que hacen grande a la crítica literaria mejor educada y con más buenas notas que conozco, la anglosajona. 2. Yo diría que mi experiencia con la crítica literaria es prematrimonia~ (la más corri ente, creo, en este país de divorciados). He tenido éxtasis críticos inolvidab les y gatillazos lamentables. Me han levantado mucho la moral a,lgunas críticas endogámicas, escritas por escritores, y he cosechado innumerables interruptas, esas breves reseñas que no llegan a consumar el ,libro. El escritor y el crítico viven en un proceso de seducción mutua. No pierdo la esperanza de una plena satisfacción.


José Luis Olaizola Ha ex istido un a generaoión de oríti cos -Luis Horno L iri a, Ma nuel Cerezales, Antonio Va1encia, José L ui s Vázq uez Dodero ... - para los que hacer crítica literaria era su oficio pr imigenio, no tenían veleidades creativas y realtizaba n, o rea1izan, su función con auténtica coherencia con sus postulados mora,les yeno rme respe to para con los autor,es con los que disentían. Me temo que esa generación está en trance de desaparición y puede ser sustituida por informadores y gacetilleros que reseñan libros apostillá ndolos con su particular opinión. No creo que existan coacciones exteriores a la crítica. Por lo menos de tipo económico. Las grandes editoriales no presionan para que sus prod uetos sean favorablemente criticados entre otras ra zones porque no le dan demasiada importancia a la crítica. Procura n que se

habLen de sus ed ic iones, mediante presentación de libros, ruedas de prensa, etc., pero no que se haj)]e necesa riamente b ien. E n ca mbio sí ex isten a uténticos c ircuitos ideológicos en los q ue hay un enjuicia miento previo del libro en fun ció n del idea rio del a utor. Esto es muy ostensible en los medios de com un icación próx imos al dogmatismo pol ítico-radicat Mi experiencia persona l es qu e a ntes de ganar el Premi o P la neta, en 1983, todas las críticas de mi s noveilas era n sistemát icamente favorab les . A pa rtir de esa fecha y toda vez que el protagonista de mi novela - el genera l Escoba r- era un católico que mi litó con los rojos me creé la enemiga de la prensa el e la derecha por enaltecer a un tra idor y también la ele la izquierda po r escri bi r sobre temas de su exdlusiva competencia .


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Marta Portal La crítica es relativamente libre; no suele decirse a,l crítico «cómo» tiene que hacer su crítica, pero se le da una selección de títulos y autores, de la que es responsable el coordinador de las páginas literarias. Esta selección «sí» estará infl uida por las orientaciones políticas, económicas, rdigiosas, etc. de la publicación. Resumiendo: la crít ica que se hace es más o menos libre, pero en la que no

se hace es donde podemos apreciar la postergación o la discriminación . Mi experiencia, al partir de una primera novela premiada con el «Planeta», es bastante positiva en cuanto a que si he recibido atención crítica. Sin embargo, he padecido en títiulos sucesivos, el tópico, la falta de ,lectura constructiva -o lectura sin más- del crítico, o el olvido ejercido por los grupos del «Melees-Teleo» de los que no formo parte.


Soledad Puértolas Supongo que para todo escritor la crítica resulta insatisfactoria por principio. Ser clasificado molest,a siempre. Sobre todo, si no se está de acuerdo con ·la clasificación. El autor aspira a una lectura 'inteligente y lo curioso es que cuando se da , lo que sucede del modo y en e1lugar más inesperado, 10 agradece, desde 1uego, pero sobre todo se sorprende. Casi piensa que es inmerecida, que el crítico sólo ha visto lo bueno, porque uno sabe bien cuántos faJlos tiene el propio texto. Los co mentarios positivos se leen con cierta incredulidad. Los negativos con irritación. Los neutros, aquellos que no se comprometen con nada, con aún más inritación, porque de los negativos :se aprende a lgo y de los neutros muy poco. Lo que el escritor pediría a Ua crítica (a la que se ejerce desde los periódicos, que es la que tiene una inciencia inme-

diata) es una Lectura intel]:igente, no una catalogación, y desde luego unos criterios más amplios. Sobre todo, que quede clara la subjetividad del crítico cuando juzga, porque se tiende a confundir el gusto propio con el criterio justo y equilibrado. Nadie tiene el monopolio del buen gusto literario. De todos modos, el autor ha de asumir que su obra tiene vida propia y recoger ¡Jos comentarios no como referidos a éL sino a un texto que ya no le pertenece. Sin dud a, la crítica está mediatizada por muchos factores (prejuicios, ideoJogía, gustos) que no pueden delimitarse entre sL La crítica libre es imposible. Todos estamos determinados por los valores de nuestra época y nuestro entorno, y por aqueJlo que pensamos de las personas que firman un libro y por 10 que pensamos que debe ser una novella. El crítico no es un lector inocente.


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Antonina Rodrigo Creo que la crítica es siempre en mayor o menor medida, subjetiva. En revistas especializadas y en los grandes rotativos, existen profesionales de este género literario que ejercen con más ·independencia y ética su profesión, pero, no siempre pueden escapar a influencias del med·io ambiente, personal o editorial. Otro factor que quizá, les impida ejercer libremente su cometido es la iucha con el espacio, condicionante que mediatiza su labor, en detrimento del autor y del lector, al que se Je ofrece, a veces, una noticia telegráfica del libro en cuestión. De ahí que sea tan interesante el resurgimiento en nuestro país de publicaciones especializadas en la crítica ·literaria. «La crítica, salvo excepciones, me ha tratado bien». Esto suele ser una respuesta corriente. Pero, en verdad no quiere decir gran cosa. Porque dedicar unos determinados espacios a nuestros libros

no significa forzosamente una valoración de la obra. Frecuentemente comprobamos que el crítico/ca amiga o simpatizante, ha leído a salto de mata nuestro trabajo, sin profundizar o sin percatarse de aquellas 3Jportaciones en que nosotros basamos fundamentalmente nuestra obra. Y, así, queda silenciada, nuestra contribución al tema, sin el análisis que requería a merced del azaroso descubrimiento del1ector o el estudioso, sin que la crítica ejerza eL papel que le corresponde: iluminar la cara y la cruz de Ja obra, contrastándola debidamente. Algo frecuente es que los medios informativos ofrezcan simplemente el textoreseña de la contraportada o del servicio de prensa que facilitan las editoriales, con lo cua1 la crítica genuina queda Te1egada a las escasas publicaciones importantes o especializadas.


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Fanny Rubio Cuando ésta se produce de forma natura1 con conocimiento y sin apriorismos, la crítica puede ser Uibre. Esta crítica es necesaria, sobre todo si se hace en profundidad, para descifrar, interpretar el texto, acortar las distancias entre los diferentes elementos que en él cuentan y, fundamentalmente, para desperta·r en el lector un deseo semejante al que produjo la escritura. De la llamda «objetividad crítica» dudo bastante. No porque desconfíe de la honestidad o del distanciamiento mínimos que se requieren, sino porque defender fa objetividad estricta en dI enjuiciamien- . to de la Literatura nos llevaría a entender 'la Obra como un todo hermético que guarda una verdad unívoca, en tanto niega otras aproximaciones -subjetivasmenos autorizadas aunque igualmente legítimas. Pues la verdad de la literatura no está en la crítica que de ella se hace sino en su propio arte y, en último extremo, en el insustituible lector. En todo caso convendría matizar que sería deseable que existiera una crítica no partidaria «a prioDo> de talo cua!! autor, de taJ o cuaL texto, editoria1, corriente estética o ideología. La pasión que «a posteriori» se pueda producir en Jos críticos con re,lación al libro comentado entra dentro de lo previsible y desable.

Por otra parte, el crítico de prensa es un ciudadano sometido a los condicionantes de un medio (editorial casi siempre) que busca invertir a través de ~L Los periódicos 10 explotan, ~os autores no suficientemente ensa~dos lo amenazan, es insultado como guardián de cementerios (Sartre), como mujer «en edad crítica» (Pavese), como espía de un ejército en el que envidia ser soldado (Flaubert), pero él posee, como todo hijo de vecino, sus traumas, sus simpatías políticas, su nivel cultural, sus problemas económicos, sus amistades. Por eso habría que vePlo como compañero del viaje loiterario, en ningún caso como conductor. Pues ya tiene bastante. Fina!lmente está la crítica universitaria, a mi juicio Ja más paciente, documentada e independiente. Hay tantos tipos de crítica como críticos en ejercicio. Confío más en los críticos que han experimentado la oreación. Pienso que todo es relativo. En mi caso concreto de doble identidad creadora y crítica, suelo reconocerme en dos espejos (encontrados) a la vf:Z. y me juzgo en un campo con el instrumental del otro. Es además un juego en el que no te tomas demasiado en serio y eso es positivo.


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Raúl Ruiz En esa cadena que va desde la creación a la recreación como lectura (del escritor al lector), a menudo aparece un personaje llamado crítico. Su fu nción no es indispensable, pero puede ser no sólo interesante, sino altamente constructiva: como orientación para el lector y como orientación para el esoritor. Malhadadamente esto no acostumbra a darse en la crítica il'i teraria de periódicos 'Y revistas .. O, por lo menos, no se da con 1a frecuencia que debería darse. Habitualmente, no se sitúa un Libro, no se orienta al lector, se le induce a que lo compre o a que no se acerque ni a las solapas, 0, aún peor, se silencian libro y autor por razones de vaya-usted-a-saber. Dignas y honrosas excepciones existen, por supuesto. Y, desde aquí, aprovecho para rendirles el homenaje que se merecen. Pero, a no dudarllo, estamos asistiendo a una crisis de la crítica literaria en ~os papeles, ¿Cuántos críticos lo son por vocación y no por puras circunstancias? ¿Cuántos críticos están preparados como para darse cuenta de las innovaciones que aporta cierta obra o el mimet-ismo de ciertas corrientes que aparece en otras? ¿Cuántos críticos son capaces de soportar la presión de un sello editorial o la fama de un nombre de autor? Tristemente todos sabemos que ciertos auto-

res serán siempre bien tratados por determinados periódicos, mientras que se ninguneará a otros o se tratará de aniquilarl os por el mero hecho de no pertenecer a una determinada editorial o a una determinada corriente ... Por este camino no se va a ningún sitio. Pero estamos olvidando otra vertiente de ¡la crítica, menos efímera, menos partidista, más preparada, más objetiva, Los autores Ja tendríamos que tener más en cuenta, porque es justamente la crítica académica la que mejor puede orientarnos y orientar a ese e&peranzador colectivo que es la juventud universitaria, el colectivo más proclive a convertirse en lectores entusiasmados. En este sentido, sería más que interesante crear un eslabón entre el mundo académico (profesores y alumnos embarcados en la lectura de lo que se está escribiendo en estos momentos) y eJ' rrector extrauniversitario. Revistas, seminarios, mesas redondas abierto todo ello a cualq uier lector interesado. Por último, quisiera decir que la experiencia más gratificante que, como escritor, he tenido respecto a la crítica ha sido la de comprobar en un par o tres de ocasiones que, al margen de la valoración final del crítico, mi obra había sido leída minuciosamente. Como autor, es lo mínimo que pido.


Rafael Soler Se asignan al crítico las misiones de info rmar y fo rmar --cuando no se le acusa lisa y llanamente de deformar- olvidando su íntima condición de .Jector, y el derecho que le asiste a experimentar los sentimientos que toda lectura suscita en mayor o menor grad o: emoción, indiferencia, hastío, irritación. Al igual que ex isten lectores eruditos y exigentes, hay otros de muy buen conformar, más benévolos con los errores y flaquezas del autor, y que pasan por las páginas de su ob ra de puntillas. Un escritor necesita de unos y otros, pero más de los primeros. Cuando un Jibro se publica, la pluma de su autor está ya en el borrador del siguiente. Se produce así un desfase de información, por otra parte

inevitable: el lector lee lo «último impreso» - estático y rotundo- pero desconoce lo «último escrito», es decir, ignora las más recientes inquietudes del autor, sus pos ibles conflictos y el acierto y bondad de su escri tura. Juega, pues, con ventaja este último, que puede enriquecer su nueva creació n con las aportaciones críticas de sus .lectores, y de sus críticos lectores. Nada más estimulante para un escritor (auténtico) que un a crítica adveTsa (sincera). y nada más grato que un vigoroso es tudio por terceros de la obra propia. Los únicos que no interesan en todo este proceso son los que opinan y no leen, aunque temporalmente conformen opinión .


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Vicente Soto A todos nos ha molestado a~guna vez una crítica adversa. A todos nos ha ha~agado alg un a vez una crítica favorable. A todos, de tarde en tarde, nos ha asombrado la penetración de una crítica certera. No parece probable que en la formulación de todo eso que nos molesta, nos halaga o nos asombra pueda el crítico ser objetivo. Como cualquiera de nosotros, él está expuesto a los peligros ir.racionillles de ser reaccionario o avanzado, pobre o rico, creyente o agnóstico, escritor además de crítico, ex «escritor» (con el revoltijo de entresijos que esta condioión ha de 'h acer arrastrar), amante de ciertas fórmulas estéticas, enemigo de otras .. . Incluso, por qué no, negro o blanco o del color que sea. Todo lo cua:l, de un modo seguramente imperceptible para él, tendrá que pesar en sus juicios. A menudo tendrá que determinarlos. Y algo extraño ocurre: Hay críticos buenos, que no son necesariamente los más duros (los que más «critican»), y críticos ,ma~os. Es como una verdad oientífica. No cabe dudar de ello. Se le impone al propio crítico, que para ser de los primeros o de los segundos necesita ante todo ser despejado o bruto, cierto, pero que además es todo 10 que ér es (avanzado, reaccionario, etc.) no de un modo accidental. sino fatal, siéndolo tan enigmática e involuntariamente como despejado o bruto pueda ser. Pero el verdadero prodig¡io es otro. A lo largo del tiempo. con mayor firmeza cuanto mayor esa largura. na crítica va ordenando la casa literaria. Poniendo cada cosa en su sitio. Es dudoso que pueda ayudar a~ escri,tor, no es indudable que no le ayude. De todo habrá,

supone un o. Orientará o confundirá o destruirá según la pasta del escritor, que, no menos aleatorio en su compos>ición que el crítico. y mucho más vulnerable por su profesión, se expone siempre a pecho descubierto. Y también es dudoso que el crítico oriente siempre al lector y tampoco es indudablle que no le oriente. Imperceptiblemente, sin embargo, tal como se hace la historia, que por definición no puede verse si no «después», en una acumulació n invisible de tiras y aflojas y de aciertos y patinazos la crítica improvisada del periódico, esa que roba tiempo al tiempo (¡qué maravilla!), y la crítica sedimentada y, sin embargo. no menos comprometida (y más decisiva, justo por tener la posibilidad de beber despacio en otras fuentes y de ir a la zaga de otros juicios) de la revista especializada y de!l libro, incluso e1 tam-tam críbico, anónimo y fabuloso con que el Lector desconocido propala la noticia de la obra que le interesa hasta el lector desconocido. e incluso la crítica bruta, Oa luz fantástica (vista después, insisto) del error (¡cuántos pa]:os -de ciego- no se habrá llevado Beckett que han contribuido a afirmarle en su aislamiento!), van dejando lo bueno donde ha de estar y dando a ,lo malo una ,rarísima inexistencia. De esa manera tremenda, con palabras. No se trata de ensalzar la crítica ni de despreciarla, se trata de verla. Simplemente porque está ahí. Sin saber si en sí. aparte de cumplir ese útil cometido de selección que en rigor queda fuera de ella (el escritor pone ,los Pirineos y el Tajo. el crítico, a la larga, pone las paLabra,s «Pirineos» y «Tajo», absolutamente i'ndispensables), es buena o mala, uno entiende que tiene que ser esencial. puesto que es irremediabl'e.


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ENCUESTA ESCRITORES

Eduardo Tijeras Para que la crítica fuese libre y objeviva tendría que haber lo que nuestra sociedad de cultura de masas y coacción pu1}]icitaria no permite que haya, es decir, críticos de fuerte y original personalidad, de gustos impositivos y debeladores con la su:lliciente «anarquía» mental e independencia cultural como para no servir tan sumisamente lo que ya le viene dado, estereotipado, mascado, deglutido. Para mi gusto, Il a crítica se deja «sobornar» muy mucho no por el vil meta'l, que eso élll fin y al cabo sería una justificación casi respetable, sino por determinadas pautas que Tes marcan los fabricantes de opinión, los estímulos planificados, el contagio mimético. El problema del crítico es simill ar a'l del editor y, a los efectos que nos ocupan, están en la misma onda concéntrica. E1l meollo reside cómo, dónde y por qué se decide publicar un libro y qué clase de fe <<promocional» se va a depositar en él. Decidido esto, el crítico gira corno un trompo, no tiene por menos que obedecer las consignas (momentáneamente) y estar a la altura de las circunstancias, llevado de cuatro convencionalismos entre las que juegan fundamentalmente el'reclamo y el amiguismo. Yo sostengo que en nuestra aldea g,l obal, en nuestra cultura planetizada de ofertas desmedidas y, saLvando, como es lógico, ciertos niveles elementales de calidad y oportunidad, el cacareado gusto púb/l'¡co se traga 10 que qe echen y 'las pautas están marcadas. Así como el editor intenta ir sobre seguro (y los profetismos pertenecen a otra esfera), el cfÍ.tico se limita a aceptar que las cosas son fatalmente así. Por 10 demás, en España, como no hay ,.

lectores, tampoco hay crítica. Hay recensionistas de libros, no confundamos. La inducción artifioial es la mayor desdicha y ,la mayor gloria del negocio. Harían falta más independencia y capacidad de riesgo. Habría que romper un poco los moldes del anuncio. Mi experiencia como escritor respecto a la crítica literaria es la consecuencia lógica -y absoLutamente merecida- de una cierta aotitud que se fatiga e inhibe especia'l mente a la hora de la fase promocional, y el resto viene rodado. Recuerdo que a la presentación de un aibro mío, <<EL estupor del sui.cidio», aSlistió todo el mundo (ya sería menos) yel autor brilló por su ausencia. Un crítico me espetó: <qNo fuieste!» Otro lo achacó a soberbia. Yo alego que la timidez, etc. En mi fuero interno yo no podía compatibilizar el suioidio y los canapés, pero sea como sea, creo que el compadreo, el calor humano, la requisitDria, aa habilidad social', la hipocresía, la hipoteca sentimenta,I, el intercambio de mercedes -factores extraliterarios-, gravan en exceso la actividad recensionista y esto influye en la pubLicación de un libro, en la obtención de un premio, en la crítica y en la opinión de tu mujer o de tu amiga. No somos nada por nosotros mismos. ¿Cómo se formó el «sistema»? Todo se reabsorbe en esa gigantesca pa1abra, el «sistema» y, a partir de ahí, da igual enamorar a una muohacha, ascender en el escalafón que escribir un libro y aguardar la sentencia del crítico, tan efímera como el Libro mismo. En resumen, soy un quejoso de la crítica, pero la lógica me obliga a callar.

.


LA CRITICA DE LIBROS DE CIENCIAS SOCIALES SERGIO VILAR

En respuesta a la encuesta en torno a «la crítica Iitera'ria» he de recordar en primer lugar que mis :libros no pertenecen a los géneros habitualmente considerados «literatura» (novela, poesía, etc.), sino que forman parte del ámbito de las ciencias sociales. Por tanto, no puedo opinar más que respecto a cómo me parece que, en general, «funciona» en España la crítica sobre libros de historia, sociología y ciencia política. A la primera pregunta he de afirmar que raramente la crítica de estos Jibros es objetiva y libre. En las materias de las que me ocupo en mis obras las interferencias ideológicas de los «críticos» (por favor, comillas, ya que por lo general no considero que sean críticos en serio, salvo unas pocas excepciones) suelen ser grandes en unos órganos u otros, .por el hecho de que me ocupo de analizar y de criticar problemas y tendencias reales (no ficticios) contemporáneos (sobre todo desde 1936 y hasta 1986) y, por tanto, afecto, en un grado u otro, ,los intereses creados, materiales y simbólicos, de la derecha, de los centristas y de la izqUIerda (partidos, estos últimos, que, en gran parte, han dejado de existir en la práctica). Ya que a partir de datos concretos, precisos y verificados, critico a todo el mundo, casi siempre corro el riesgo de irritar a unos y a otros. La irritación es tanto más ag uda por cuanto, como me aseguro mucho en mi investigación empírica, los «iHitados» no pueden contestar a la teorización que hago en torno a los hechos

comprobados. Por ello algunos «críticos» optan por ,lanzar insidias sobre mi trabajo. Pero brotan muchos más problemas. En un país como España de bajo nivel cultural (somos uno de los países europeos, con Portugal, en el que la gente menos libros lee, y en el que menos se invierte en enseñanza e investigación científica, etc.), y que sólo hace unos pocos años que ha inaugurado su democracia, no faltan (incluso sobran) los «críticos» que confunden lo que es el libro escrito desde la ciencia política, con la obra autopropagandística que escribe tal o cual jefe o subjefe político. Este y aquél son textos muy distintos. Naturalmente, el científico de la política puede tener una determinada ideología, pero la neutraliza al máximo posible al describir y analizar unos u otros fenómenos. Ejemplos: entre 1968 y 1971 fui, primero, co-fundador (con Tierno Galván y otros) y militante del PSI (Partido Socialista en el Interior) (entre 1966 y 1969), Y desp ués (1969-1971, aproximadamente) fui militante del PCE, pero incluso en estas épocas de militancia politica (más bien globa lmente antifranquista que no programáticamente partidaria), prevaleció en mí más el científico de la política que no el político: pruebas: mis libros «Cataluña en Espa'ña» (1967), «El poder está en la calle» (1968) «Protagonistas de la España democrática» (1969), «Cuba, socialismo y democracia» (1970), etc. en los que también critico a socialistas y comunistas. En


110

SERGIO V'ILAR

suma, en mis libros como politólogo servación de causas y efectos entre unas evito toda propaganda (que es el conte- series de acontecimientos y otros. Al esnido principal de las obras de los poUti- cribir la historia con tal método (aquÍ cos) y hago el máximo posible de críticas: archi-resumido) no resulta fácil que los éste es no sólo mi derecho sino, sobre historiadores españoles me consideren uno todo, mi deber respecto a Jos lectores y de ellos, ya que en su mayoría suele hacon relación al conjunto de los ciuda- cer una historia guiada por el sencillo transcurrir cronológico, por la tendencia danos. También surgen problemas cuando se monografista (concentrados en uno solo hacen comentarios sobre mis libros de so- tema en un espacio de tiempo corto), por ciología, debido a las diversas ramas en la descripción de los hechos y no por su la que esta ciencia está dividida. En Es- análisis, mientras que en París considerapaña más bien predomina la sociología mos que no puede escribirse historia en acrítica de estilo norteamericano, con serio sino se hace análisis y, sobre todo, sus encuestas bastante simples que van en si no se hacen «análisis comparativos» con busca de porcentajes de unos u otros fe- el devenir histórico de otros países con nómenos o tendencias, es decir: suelen problemas sociopolíticos análogos, a fin quedarse en la observación de lo super- de poder explicar los rasgos comunes ficial y de lo coyuntural. Por el contra- entre ellos así como sus especificidades. rio, la sociología que yo hago es una Otro problema entre los científicos sosociología política (ojo: no electoral, la ciales españoles y mi tarea consiste en política es mucho más que unas eleccio- que muchos de ellos se encuentran rígines) con un amplio trasfondo histórico damente articulados a una sola escuela de estructural. Es decir: para explicar, por pensamiento o metodología, mientras que ejemplo, la dictadura franquista (en mi yo procuro con toda energía «no» ser orlibro «Dictature militaire et fascisme en todoxo en ninguna de ellas. Es decir, aunEspagne», Editions Anthropos, Paris que en Jos años 1960 estuve muy vincu1977), antes analizo las principales diná- lado a la metodología marxista, ni siquiemicas sociales (socioeconómicas, ideológi- ra entonces se me pudo considerar como cas, poUtico-militares, etc.) a lo largo del un marxista ortodoxo (muchísimo menos siglo XIX y hasta 1936-1939. Por tanto, en su simplificación economicista). Y con tampoco resulta fácil para «los críticos» el transcurrir de los años, «mis fuentes coterráneos que comprendan una socio- de inspiración metodológica se han dilogía que tiene grandes contenidos histó- versificado y complejificado mucho (Wericos. ber, Braudel, Prigogine, Durkheim, Bloch, Otros libros míos, como «Historia del Duverger, etc. y varias decenas de nomAntifranquismo 1939-1975» (Plaza & la- bres de otros autores en ciencias sociales, nés, Barcelona 1984), son obras clara- filosofía, etc.). Mi pasión es la heteredomente historiográficas. Ahora bien, en xia y la investigación de lo nuevo. tanto que historiador (quiero aclarar, en La segunda pregunta, referente a la exsuma, que entre ciencia política, sociolo- periencia que uno tiene respecto a la «crígía e historia contemporánea hay pocas tica», ya está en pa'fte, atendida en los diferencias en cuanto a las materias que párrafos anteriores. Pero puedo ampliar se analizan, y las diferencias tampoco son las consideraciones adentrándome en almuy grandes en cuanto concierne a me- gunos casos concretos. En algunos periótodologías) yo procuro siempre concen- dicos han considerado mis obras críticas trarme en los hechos principales (aquellos sobre el franquismo institucionalizado de mayor dimensión y significación so- acusándome de «anticlitricab>. Lo cual cial) de cada período, por lo general largo no es cierto (tampoco soy «clerical»): hay (décadas y más decenios, e incluso siglos, gente que no comprende (pese a que tiecomo he sugerido antes), para ir a la ob- nen como oficio reflexionar, comprender


LA CRITICA DE LIBROS DE C.ltENC.IAS SOCIA,LES

y escribir para los lectores de periódicos) que como historiador-politólogo-sociólogo he de enfrentarme con todos los hechos principales del período que decido analizar. Durante 1939-1973 es una verdad como un templo (nunca mejor empleada esta expresión) que ,las jerarquías de la Iglesia Católica mantuvieron una fuerte y sis temática vinculación con la dictadura. Por tanto, yo tengo el derecho yel deber de criticar a los obispos de esa época, porque la neutralidad del científico social ante los hechos no ha de llevarse hasta el extremo de «lavarse las manos» ante un sistema que oprime y reprime a millones de personas. Al menos yo soy un científico saciar que «nunca fui ni soy neutral ante las dictaduras»: las critico a todas, sean de tipo fascista o de tipo stalinista. Las critico porque son sistemas inhumanos, opuestos, a castradores de la tendencia vital hacia la libertad que anida en el ser humano. De modo análogo, algún periodista incompetente para criticar libros de ciencias sociales, como Fernando Jáuregui, de «El País», ha tildado rapidísimamente

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alguno de mi s libros como «anticomunista». Con esta visión simplista, Fernando Jáuregui (FJ) también podlÍa catalogar como «anticomunista» al propio Lenin y a Trotsky, los principales dirigentes de la Revolución de octubre, porque ambos, en los años 1920 y después, dejaron escritas (y por fortun a impresas) dUlÍsimas críticas contra la burocracia «comunista». Con ese estilo, si Gorbachov sigue haciendo su reforma liberalizadora, FJ también podlÍa acusar al actual máximo dirigente de la URSS como «anticomunista». Si yo, como investigador científico, encuentro hechos, a todas luces criticables, en el PCE de Carrillo, en el PCF de Waldeck Rochet-Marchais, en el PCC de Castro, etc. tengo el derecho y el deber de criticarlos, lo que ese periodista no es capaz de entender o busca de una manera obstinada lanzar deformaciones o intoxicaciones sobre mi trabajo. Esta hipótesis es verosímil como tesis porque la calificación de «anticomunista» FJ Ja lanza sobre mi libro «Historia del Antifranquismo» (que, efectivamente, son unas 500 páginas radicalmente antifran-


112

SERGIO VILAH

q uistas). Ciertamente, en este libro hago críticas, basadas en hechos comprobados, de la política carrillista, pero a la vez hago varias valoraciones positivas de otros aspectos del PCE, y así, como hago una valoración muy positiva acerca de la formación de Ce. OO. en Jos años 1960 y del papel que jugaron estos sindicalistas contra la dictadura, lo que demuestra mi objetividad . Esa calificación, FJ la hizo, además, en un contexto confusionista (un artículo sobre libros franquistas escritos por autores profranquistas) y «con evidentes intereses particulares»: porque en esa misma etapa FJ intentaba hacer circular un libro suyo sobre tema parecido. FJ probablemente tiene una fijación tosca y agresiva contra mis libros porque al publicarse mi «La década sorprendente 1976-1986» (PJaneta, Barcelona), aunque me ha dedicado todo un artículo, hace una serie de valoraciones que no corresponden al contenido de mis páginas, y, por tanto, deforma mi libro. Ejemplos: trata de hacerme pasar por un autor pesimista, cuando .]a primera parte de este libro (<<La exaltación de los valores democráticos») la dedico a valorar positivamente la euforia que el pueblo español vivió entre 1976 y 1978. Por otra parte, pocos meses antes yo había publicado

L ______ ..:.. __ .

otro libro», <<El Viaje y la Eutopía», que es todo un canto a la <<visión optimista» del devinir histórico, a través de los análisis del pensamiento utópico y científico desde el Renacimiento hasta la actualidad. FJ también pretende que en ese Jibro yo critico duramente la Constitución; tampoco es verdad: quien la critica es Enrique Tierno Galván en una cita que hago de un pensamiento del catedrático y alcalde de Madrid desaparecido, etc. Así, hasta siete atribuciones falsas acerca del contenido de mi libro. Esta no es manera seria de hacer .]a crítica de libros en ciencias sociales. En cada caso, envié réplicas al director de «El País», pero Juan Luis Cebrián impide su publicación, protegiendo así la incompetencia o tal vez la mala fe de dicho redactor de su periódico. Por 10 que hago constar aquí mi protesta. Los señores de «El País», como los de cualquier periódico y autor de un texto, tienen derecho a ser dueños de sus opiniones, pero «es absurdo que pretendan ser dueños de los hechos», de la rea']idad contenida en un libro. Este redactor de «El País» no distingue entre lo que a él le «parecen» las cosas, y lo que los bechos que constan en mis páginas «son», como tampoco sabe diferenciar lo político. de lo científico-político.

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Relación de libros recibidos en esta Asociación

RUY BELO. OBRA POETICA.

ALOO DE JACO. LA CASA DI TUFO.

Dos volúmen es. Editorial Presenc;:a. Lis· boa. Con una introducción y epílogo de J oaquim Manuel Magalhaes. Una edición patrocinada por el Instituto Portugués del Libro. E l autor ha publicado diez libros de poemas, varios de crítica y ensayo y numerosas traducciones, entre otras, de Borges, García L o rca , Blaise Cendrars.

Erreci Edizioni. Novela. Aldo de Jaco nació en Maglie, Lecce, 1923, viviendo en Ná poles largo tiempo. Periodista y crítico ha sido traducido a numerosos países. Es secretario general del Sindicato Nacional de Escritores de Ha,lia. Ha publicado ocho novelas, y numerosos libros de hi storia.

JOSE SILES ARTES. POEMAS DE MADRID.

NADINE GORDJMER. OCASION DE AMAR

Prólogo de Moncho Alpuente. Indec, Iniciativas de Cultura, 1986. José Siles publicó en 1963 su primer .Iibro, Umbrales, na rraciones cortas. Siguió un poemar.io, Papeles palabras, una novela, La uliRa lacrada y algunos ensayos . Ha publicado también traducciones del inglés, entre otros a Coleridge y Chaucer.

Novela . Versal, 1987. La autora, sudafricana, ha publicado ocho novelas y numerosos relatos, y en la presente obra aborda ·las relaciones entre un hombre negro y una muj er blanca, dentro de un contexto de represión y discriminación racial. Está considerada como una de las mejores escritoras en lengua inglesa actuales.

RAFAEL ALFARO. TIERRA ENAMORADA.

DOMINGO F. FAlLDE. PATENTE DE CORSO.

Colección Adonais. 1986. El autor, conquense, sacerdote, fue profesor de Filosofía y Literatura Españo.Ja en San José de Costa Rica. Dirige una revista salesiana en Madrid. Entre otros premios, ha obtenido el Boscán, Café Marfil, Villa de Rota . Es autor de una decena de libros de poemas, y se considera impregnado por la obra de Teillhard de Chardin. El último poema de estel:ibro se titula «Umbral»:

Cuadernos de AI-Andalus. 1986. Prólogo de Fanny Rubio. El autor, nacido en Linares, Jaén , es profesor de filología clásica y literatura, y ha publicado hasta la fecha cuatro libros de poemas. En la introducción al presente poemario, escribe: «Con frecuencia se ha dicho que el arte se alimenta de la vida, pero .]0 cierto es que ésta, siempre fluyente, arrastra en su caudal elementos remotos, primigenios, tal la armonía o incluso el misterio, que constituyen el patrimonio intrínseco del arte. Aceptadas las anteriores premisas, inferimos que la poesía, a modo de bajel en perpetua singladura por el mar proceloso de las cosas que configuran nuestra realidad, tiene «patente de corso» para abordarlas donde quiera se encuentren y apresarles, en acto luminoso de reconquista. su canción rutilante o su silencio.

Has llegado a otra tierra, a su alto [1ímite. y flotas en el aire de sus bosques interiores, en la otra claridad de lo invisible. Oscura luz inunda el suelo virgen. estás en el umbral de un espacio sin [nombre.


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RELAOION DE LIBROS HEOIBIDOS EN ESTA ASOOIACION

CARMEN BRAYO-YILLASANTE. UNA VIDA ROMANTICA: LA AVELLANEDA.

FRANCISCO TOLEDANO. MIRADAS A OTRO ESPEJO DESDE LA GRAN CIUDAD.

Ediciones Cultura Hispánica. 1986. Diseño y cubierta de Pedro Shimose. La autora, doctora en Filosofía y Letras y Premio Nacional de Literatura en 1979, ha publicado numerosas biografías, entr'e ellas: Vida de Bettina Brentano, Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, Galdós visto por sí mismo, Heinrich von Kleist, al tiempo que ha traducido a autores como Holderlin, Goethe, Rilke, Hoffmmann, Nerval, y realizado numerosos trabajos sobre literatura infantil, recopilando cuentos y haciendo ediciones críticas de escritores a estos temas dedicados.

Poesía. Editorial Catoblepas. 1986. Natural de La Rambla, Córdoba, licenciado en Derecho, publicó su primer libro de poesía, «Tren Tatgo Madrid -Mediodía», en 1974. Este es su octavo poemario. Ha obtenido los premios Leopoldo Panero 1975, Boscán, 1980 y Torre Ardoz 1977. El número 21 de la presente antología, es:

VICTOR ALPERI. FLORES PARA LOS MUERTOS.

Mi espejo es mi palabra, en ella doy la imagen, con ella soy yo mismo. JUAN DE LOXA. CHRISTIAN DIOS EN CADA RINCON DE MI CUERPO.

Novela. Con i-lustraciones de Fernando Díaz, Kiker y Cecilio Teston. Alperi ha publicado numerosas novelas y varios libros de ensayo si·endo traducido a diversos idiomas. Es Presidente de Ja Sección Autónoma de Escritores de Asturias y colabora en diversos medios periodísticos.

(Libro de las Monjas). Ediciones Silenej Minor, Granada. El autor, granadino, fundó en 1968 «Poesía 70», y entre otras obras ha publicado : «Las aventuras de los ...», «La invasión de los bárbaros», «Ceremonial» y «jAy!», estrenadas por Mario Maya, «Crimen maravillosos», y figura en numerosas antologías, desarrollando al tiempo una importante labor creativa radiofónica en Granada.

FERNANDO GONZALEZ-DORIA LAS REINAS DE ESPAÑA

GUILLERMO RIPOLL. AZAHAR ABIERTO. HIPATIA.

Editorial Cometa. 5. a Edición. Biografías que abarcan desde Isabel 1 La Católica a Sofía de Grecia, esposa de Juan Carlos 1. Con una relación cronológica de los sucesos reseñados en la obra. ALFONSO GIL. POEMARIO, 1967-1981. Prólogo de Claudio RoJríguez. Ilustraciones de Benjamín Palencia y José Hierro. El autor nació en Zarazoga en 1945. Ha publicado en Estados Unidos dos libros de relatos. Premio San Jorge de cuentos, trabaja en Radio 3 de Radio Nacional.

Poemas. El autor nació en Madrid en 1928. Este es el primer libro que publ ica . «Caer de tus brazos.» FRANCISCO GALVEZ. SANTUARIO. Poemas. Suplementos de Antorcha de Paja, Córdoba, 1986. El autor, nacido en Córdoba es fundador y editor de la revista poética «Antorcha de Paja», y ha publicado los libros: «Los soldados», «Un hermoso invierno», «Iluminación de las sombras», y participado en d iversas antologías.


RELACION DE LIBROS RECIBIDOS EN ESTA ASOCIAOION

ARMANDO HART DAVALOS. CAMBIAR LAS REGLAS DEL JUEGO. Entrevista de Luis Báez. Editorial Letras Cubanas. La Habana. El autor es Ministro de Cultura de Cuba y responde en esta obra a cuestiones como el por qué del Ministerio de Cultura, las relaciones del mismo con el arte, el problema de Armando Valladares, el proceso histórico de la cultura cubana, la religión, el viaje a España, la Revolución cubana, etc. VALETIN ARTEAGA. UN ROSTRO VA EN SU MUSICA. Colección Adonais. Obra que ganó el premio Florentino Pérez-Embid de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. 1984. El autor naci ó en 1936 en Campo de Criptana, Ciudad Real. Dirige en TomeJloso el Grupo Artístico y Literario Jaraiz. Entre otros premios ha obtenido los de Fray Luis de León, Eladio Cabañero. Jorge Manrique ,etc.

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ASOCIAOON DE ESCRITORES DE VENEZUELA. CONVERSACIONES SOBRE CRITICA LITERARIA. Fond o Editorial, 1982. Prólogo de Efrai n Subero. Comprende: Teoría e Historia de la crítica literaria y de la bibliografía y Función y Metodología de la crítica literaria y de la bibliografía. MERCEDES VEGA MENENDEZ. ECHAR A VOLAR. Poemas. Editorial Molinos de Agua, Madrid. La autora, nacida en León, periodista, ha publicado anteriormente otro libro de poemas; MA YDA ANTELO. ALUVlON DE RECUERDOS. Poemas. Edición de la autora 1986. Comprende un total de 38 sonetos y el libro «Otras sonajas de ensueño», colocados todos bajo la advocación de Hermann Hesse.

RECTIFICACION: En el número anterior de REPUBLICA DE LAS LETRAS, dedicado a la EDICION, en el trabajo del editor y escritor Jesús Munárriz, hablaba de que ]as relaciones entre el autor y el editor eran «simbióticas», mientras que por error de impresión en la revista se decía «simbólicas».


INDICE DE GRABADOS DE GOYA INCLUIDOS EN ESTE NUMERO Págs . " Disparate volante" . .. ... '"

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...................................... .

El sueño de 'Ia razón produce monstruos ............. " Por qué esconderlos" ... ... .. . ... .. . ... .. . ...

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16

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20

oo . . . .

En Turquía .. . ........ .

26

¿De qué mal morirá?

32

En guardia .. .... .. .

37

Le descañona

43

Tal para cual

46

Linda maestra

51

Bel los consejos .. . .. . .. . ...

54 62

Dibujo ...... .. . ... ..... . Disparate pobre .. . ...

oo'

...

65

...

Ya van desplumados ... .. . ... ... ... .. . ...

66

Esto es lo peor

70

Por desc ubrir el movimiento de la Tierra ...

71

La poesía ...

72

La verdad perseguida por las fuerzas oscuras

74 78

Lucha conyugal ........ . Esce nas de la Inquisición

83

Amarga presencia ... .. . .. . . .. ... .. . .., Los desastres ...

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85

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89

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Disparate ..... .

91

La cas a de los locos

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Modo de volar .. . ...

.

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93

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.

No te escaparás, y Duendecitos .. .

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Disparate

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El caballo raptor ...

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La Tauromaquia .. ... . .. .

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98

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100

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101

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95

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99

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Y no hay remedio

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...

Disparate bailador ... Majos de paseo

.

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96

Sueño de la mentira y 'Ia inconstancia Para eso habéis nacido

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103

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Tribunal de la Inquisición Tauromaquia

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República de las Letras

DE LA AlSOOIACION COLEGIAL DE ESCR'lTORES IOrE ESrP,A ÑA

DIHECTOR : ANDRES SOREL REDACCION :

RAUL GUERRA GARRIDO - ISAAC MONTERO - CARMEN BRAVO-VILLASANTE GREGaRIO GALLEGO - JUAN MOLLA - ANTONIO FERRES

Sagasta, 28, 5.° - 28004 Madrid - T'eléf. 4467047 - 5 a 8 tarde Imprim e: Gráficas Sánchez. Larra, 19. 28004 MAD'RID Depósito Legal: M-8872-1980


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