REVISTA 021

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R e P u b 11 e a de las Letras /

N.o 21

ABRIL, 1988

PORTUGAL Y ESPAÑA: DOS SOCIEDADES,

DOS TRANSICIONES,

DOS LITERATURAS. Fernando ASS IS PACHECO . BAPTISTA-BASTOS. Pablo DEL BARCO. Agustina BESSA-LUfS . Carlos BOUSOÑO . José M . CABALLERO BONALD . Júlio CONRADO. Perfecto-E. CUADRADO FERNANDEZ . Luis Mateo DfEZ. José Antonio FORTES. José Antonio GABRIEL Y GALAN . José Luis GIM~NEZ-FÁONTfN . María da Gloria PADRAO . Egito GONCALVES . Raúl GUERRA GARRIDO . Antonio .HERNANDEZ. José JIM~NEZ LOZANO . Lídia JORGE. Óscar LOPES . Joáo DE MELO . José Manuel MENDES . José María MERINO. César Antonio MOLINA . Isaac MONTERO. Jesús MUNARR IZ. Jesús PARDO . Clara PINTO CORREIA. Isidoro PISONERO . Luíz Francisco REBELLO . Miguel RIERA. Clara ROCHA. Juan Carlos RODRfGUEZ. Julio RODRfGUEZ PU~RTOLAS . José Luis SAMPEDRO . Andrés SOREL. Urbano TAVARES RODRIGUES . Pil ar VAZQUEZ CUESTA .

EDITA: ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES DE ESPAÑA



Re Pu /

b 11 e a de las Letras

Revista de la ASOCIACION COLEGIA'L DE

ESCRITORES

N.O 21

ABRIL, 1988

Director:

Sumario

Andrés SOREl

Págs.

Con.ajo d. Dlreccl6n: Raúl GUERRA GARRIOO Isaac MONTERO Carmen SRA VO-VllLASANTE Gregorlo GALLEGO Antonio FERRES Juan MOLlA

1.

3

EDITORIAL

5

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ASOOIAOIOO COLEGIAL DE ESCRITORES Sagasta, 28, 5.° - 28004 Madrid Teléf. 446 70 47 Confecciona:

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Julio Rodríguez Puértolas .. ... .

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Luíz Francisco Rebello ... ... . ..

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Urbano Tavares Rodrigues

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Raúl Guerra Garrido

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Baptista.Bastos Joao de Melo

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José Luis Sampedrooo . oo .

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EL PESO DE LA SOCIEDAD RURAL oo oo' oo' oo

53

José Antonio Fortes ...

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Cfara Pi rito Correia ...

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lidia Jorge oo ' oo ' oo' oo ' oo '

6~

José Manuel Caballero Bonald .

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José Jiménez Lozano ... ... . ..

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Juan Carlos Rodríguez ... ... . ..

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EL PAISAJE URBANO oo .. oo

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REPUBUCA DE LAS LETIRAS deja absoluta libertad de opinión a todos los escritores que escriben en Ila revista, lo cual no significa que se Identifique con los Juicios crltlcos en ella vertidos. Encontrarén acogida en sus péglnas, las réplicas o matizaciones a dichos artlculos, siempre que asl lo considere oportuno el Consejo de Dirección. 4.

00

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2. EL COMPROMISO POLlTICO

3.

José Luis Giménez·Frontín

Andrés Sorel

Los trabajos e Informaciones publicados en REPUSLlOA OrE lAS lETRAS pueden ser reproducidos libremente siempre que se cite su procedencia.

oo.

TRAS LA REVOLUCION DE LOS CLAVELES Y LA MUERTE DE FRANCO oo.

Redaccl6n y distribución:

Angel PATON

PRESENTACION Juan Manuel Velasco, Director General del Libro y Bibliotecas.

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Jesús Pardo oo' oo' . oo .oo oo.

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Egito

Gon~alves


SUMARIO

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Págs. 5.

6.

PESSOA y DEL 27 ...

LA GENERACION

... ... ... ...

105

Agustina Bessa-Luís

... ... ...

117

Carlos Bousoño .. . ... ... . ..

123

... ...

127

César Antonio Molina ... . . .

129

María da Gloria Padrao José Manuel Mendes ...

7.

8. 103

Pilar Vázquez Cuesta . ..

LA POESIA ACTUAL

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Jesús Munárriz ...

152

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LAS ULTIMAS TENDENCIAS ...

157

Pablo del Barco .. . ... . . .

159

Fernando Assis Pacheco

164

Júlio Conrado ...

.. . ... .. .

Luis Mateo Díez .. . .. . .. . ... . ..

9.

141 147

167 174

PUBLICACIONES LITERARIAS ...

177

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179

Perfecto-E. Cuadrado Fernández

183

Clara Rocha ... ...

135

Antonio Hernántlez . .. . .. oo.

Págs.

José Antonio Gabriel y Galán.

191

Miguel Riera ...

194

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CULTURA IBERICA y EUROPEA.

197

Óscar Lopes .. . . .. ...

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José María Merino . ..

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Isaac Montero ...

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Resumen de las Jornadas . Isidoro Pisonero ... ... ... .. ...

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Bio-Bibliografía ...

... ... ... ...

211 223

Relación de libros recibidos en esta Asoci ación ... ... ... ...

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Relación de revistas recibidas en esta Asociación ... ... ... ... .

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JUNTA DIRECTIVA DE LA A. C. E. Presidente: Raúl GUERRA GARRIDO Vicepresidentes: Isaac MONTERO Elena SORIANO Secretario General: Andrés SOREL Vicesecretario: Carmen BRAVO-VILLASANTE Antonio FERRES Teresa BARBERO Carmen CONDE Eduardo DE GUZMAN

Tesorero: Gregario GALLEGO Vocales: Meliano PERAILE Jesús PARDO Consejeros: Carlos BARRAL

Asesor Jurídico: Juan MOLLA Lauro OLMO Jacinto LOPEZ GORGE

Mercedes SALlSACHS Francisco GARCIA PAVON

- - - - - - - - PRESIDENTES SECCIONES AUTONOMAS - - - -_ _ _ __ Andalucía: Catalunya: Asturias: Rafael DE CaZAR José CORREDOR MATHEOS Víctor ALPERI Traductores: Esther BENITEZ


PRESENTACION

La Asociación Colegial de Escritores, con la colaboración de la Dirección General del Libro y Bibliotecas, ha organizado este encuentro de dos literaturas cercanas llamadas por múltiples razones a entenderse y a escucharse: la portuguesa y la espafiola. Tal iniciativa persigue aquellos puntos de diálogo que puedan unir a través de sus escritores a dos sociedades de historias parejas, intercambiando dos maneras de ver y de senir tantas veces complementarias. La oportunidad de este encuentro, en el que han sido comentados los avatares políticos, la rica tradición de ambos pueblos y las evoluciones de su literatura tanto actual como ya universalmente clásica (Fernando Pessoa y la Generación del 27, por ejemplo), llega como resultado de una relación que no es nueva, pero que hay que vivificar e impulsar con mayor frecuencia. El ciclo de mesas redondas, que ha contado con la presencia de prestigiosos escritores de Portugal y de Espafia, ha supuesto un fructífero repaso de los aspectos comunes y de los distintivos de las dos culturas en los


últimos años . En este tiempo se ha incrementado el conocimiento recíproco mediante encuentros periódicos y traducciones de obras de autores de ambos países . Este es el marco de interés mutuo en que han de inscribirse estas jornadas que, a la postre, vienen a dar solidez a unos vínculos de muy próxima identidad. Que los escritores hablen de lo que une y de lo que contrasta a las sociedades en las que viven siempre favorece la buena convivencia entre los pueblos.

Juan Manuel Velasco Rami DIRECTOR GENERAL DEL LIBRO Y BIBLIOTECAS


EDITORIAL

A lo largo del mes de febrero de 1988 hemos celebrado una serie de conferencias-coloquios en la Facultad de Filología de la Ciudad Universitaria madrileña. En 1986 hablamos de cultura y literatura en el Aniversario de la Guerra Civil. Un año después analizamos> las últimas tendencias de la literatura española. Pensamos este año unir en nuestra temática dos países tan cercanos y a la vez tan distantes: Portugal y España. Dos sociedades que unidas por sus ríos, por culturas con rasgos comunes, por gentes intercambiadas en sus propios y artificiales pasos fronterizos, viven muchas veces de espaldas ·una a otra. Dos transiciones: la muerte de dos dictaduras, tras largos años de opresión fascista, habilise verrficado en el transcurso de apenas 20 meses. Por la revolución una. Por el agotamiento vital otra. En muchos rasgos de continuidad, al fin, ambas. Y dos literaturas. ¿Qué unía, separaba las mismas? Esto nos inte resaba conocer. Por eso, escritores de ambos países, en temas comunes , desarrollaron ante los universitarios primero, en sus textos publicados ahora en el número monográfico de REPUBLlCA DE LAS LETRAS después, estos planteamientos. Una vez más la Universidad ponía el ma rco, el Ministerio de Cultura colaboraba con una subvención para que las Jornadas pudiesen celebrarse, y nosotros realizábamos el proyecto. De los nombres propuestos en un principio, faltarían, por distintos motivos , algunos. Así, Fernando Namora, tan buen escritor como entrañable amigo, por enfermedad. José Saramago por un viaje a Cuba ya comprometido. José Cardoso Pires por problemas graves surgidos a última hora. Lobo Antunes fue el que no dio explicaciones. De


EDITORIAL

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los españoles, no pudieron desplazarse, José Agustín Goytisolo y Juan García Hortelano. Digamos por último que entre los que asistieron pero al final no nos dieron sus textos para publicar en la revista, están los siguientes. En el tema del Compromiso político faltan el de Manuel Vázquez Montalbán, pese al interés que demostró por el tema -inusual como dijo, en estos tiempos, y que trató con profundidad. No lo envió Luis García Montero que intervino en el enunciado de últimas tendencias , ni César Alonso de los Ríos y Eduardo Loren«o que cerraban con el de Cultura Ibérica y Europa las Jornadas. Lástima el de éste último por la fuerte polémica que le opuso en su desarrollo al de Osear Lopes. Publicamos las intervenciones tal como nos las dieron los compañeros portugueses: en su idioma original muchos, en el esfuerzo realizado por adaptarlas al castellano otros. Rogamos en este último caso se perdonen las deficiencias gramaticales que puedan apreciarse, dado el interés que pusieron, pese a no ser el castellano su idioma, en hacerlo para que fuesen más comprensibles a los estudiantes que asistieron a las conferencias.

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ULTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA Organizaron: Asociación Colegial de Escritores

y Facultad de Filología de la Universidad Complutense. Colabora : Ministerio de Cultura (Dirección General del Libro y Bibliotecas). Coordinaron: Isaac Montero. Jesús Sánchez Lobato. Santos Sanz Villanueva. Isidoro Pisonero. Andrés Sorel.


l. Tras la revolución de los claveles y la muerte de Franco

JULIO RODRíGUEZ PUÉRTOLAS Luíz FRANCISCO REBELLO URBANO TAVARES RODRIGUES JOSÉ LUIS GIMÉNEZ- FRONTíN RAÚL GUERRA GARRIDO _. .

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JULIO RODRíGUEZ PUÉRTOLAS

El 25 de julio de 1139, día de Santiago, el ejército de Alfonso Enriques derrotaba de modo espectacular, en Ourique, a los musulmanes. Tras de la victoria, Alfonso se erigía en el primer rey del Portugal independiente. Ello, con ser importante, no lo es acaso tan_ to como el que en tal ocasión, y para señalar sin duda el gran fet diferencial portugués, no fuera el habitual Santiago Matamoros quien se apareciera y animara a los cristianos lusitanos, sino el propio Cristo,con lo cual los castellanos quedaban, sin duda, un tanto capitidisminuidos. En 1373, Portugal firmaba una alianza con Inglaterra, en clara operación de defensa an. ticastellana, y se convertía, en frase hoy tópica, en the oldest ally del futuro Reino Unido, y como buscando así el mantenimiento de su id entidad más allá de la Península. El 14 de agosto de 1385, Joao I derrotaba a los ,i nvasores castellanos en Aljubarrota. Aquí, el conflicto entre héroes celestiales patrocinadores de uno u otro país ¡¡;e resolvía de modo también significativo: «seu apelido era Portugal e S. Jorge; e dos inimigos Castilla e Santiago» (1). No era, seguramente, casual, que San Jorge fuese el campeón de los portugueses, al mismo tiempo que el santo patrón de los ingleses. Por cierto, que Juan II de Castilla, el gran derrotado en Aljubarrota, adoleció de melancolía, pues consid~ró que no había sido ven-

cido por cabaUeros ni hidalgos, sino por chamorros (2). Curiosamente, idén_ tica reacción había tenido, tiempo atrás y según el Poema de Mío Cid, el conde catalán Berenguer Ramón II, apesadumbrado por haber sido derrotado por Rodrigo Díaz y sus malcal<;ados castellanos (Poema de Mío Cid, verso 1023). Pareciera, en efecto, que el desprecio de unos pueblos peninsulares hacia otros hubiera sido, desde tiempos remotos, cosa generalizada. Después ... Después vendrían los fracasados intentos del siglo XV, tanto portugueses como castellanos, para corregir, por la vía violenta o por la vía pacífica, lo que más de un pensador ha conside.rado un error histórico: así la intervención portuguesa en ,l a guerra civil castellana entre Juana la Beltraneja (a favor de ésta) e Isabel I; los intentos de los ya R eyes Católicos de lograr la unión por medio de matrimonios principescos. Y después todavía, 1580, cuando Felipe II anexiona a su Corona a Portugal, anexión que se disolverá violentamente en 1640 ... ¿Sería pos:ble aceptar aquello que escribió Américo Castro? Me refiero a eso de que «Por_ tugal nació y creció por su voluntad de no ser Castma, a ,lo que debió in_ dudables grandezas y también al gunas miserias», todo ello bajo la idea general de que «a Portugal lo hacen independiente» (3). Pero también ilustres portugueses como Carolina Michaelis y


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JULIO RODRIGUEZ PUERTOLAS

Teófilo Braga escribieron que «sólo los acontecimientos hicieron de Portugal un estado independiente, y crearon poco a poco en sus habitantes el sentimiento de ser un pueblo aparte» (4). y en fin, ¿ será preciso recordar los conceptos e ideas tradicionales portuguesas acerca de Castilla/ España, y a la inversa, a través de los tiempos? ¿Tantos textos del Siglo de Oro español, y aún antes (5), de Quevedo para abajo? y del otro lado, ¿recordaremos, por ej emplo, la conocida copla, aquella de «Nem boms vento s / nem boms casa. mentos / de Espanha vem»? ¿ O aquéllo otro del «espanhol reboludo»? Cierto todo. Pero siempre ha habido a un lado y otro de la frontera nobles espíritus que han querido ir más allá de incomprensiones y de prejuicios, más allá incluso de una historia que, acaso y en buena medida, nos ha sido impuesta a todos nosotros. Voy a citar algún ejemplo portugués, y pido excusas de antemano por ser bien conocidos, pero necesarios. En 1868, año de la Gloriosa, la revoluoión burguesa española que destronó a Isabel II, el poeta Antero de Quental publica su Portugal perante a revolu9ao de Espanha: considera90es sobre o futuro da política portugueza no ponto de vista da democrácia ibérica. Afirmaba ahí Quental que los problemas portugueses se debían a la «innecesaria amputación [ ... ] del gran cuerpo de la Península Ibérica»: el remedio, para Portugal y para los demás países ibéricos, no era otro que su unión (6), e ins,i ste en la cuestión en Causas da decadéncia dos povos peninsulares (Oporto, 1871), incluido en sus Le90es ele democracia. Por su parte, el gran historiador y crÍtico Teófilo Braga consideraba que la Federación Ibérica era «parte del orden natural de las cosas,., y que para lograrla, «sería necesario primero que una España democrática, de acuerdo con los elementos étnicos de sus pueblos, adoptara ,la forma federal. Sólo así podría Portugal, junto con el resto

de los estados libres españoles, formar una Confederación de Estados Unidos Peninsulares [ ... ]. La república no será establecida en Portugal mientras no triunfe en España un régimen democrático». Lo citado pertenece a la His_ toria elas ieleias republicanas em Portugal, de 1880 (7). Doce años después, en 1892, publica Teófilo Braga As mo_ dernas ideias na literatura portugueza, y dice ahí: Cuando la república divida a España en los estados autónomos de Galicia, Asturias, Vizcaya, Navarra, Cataluña, Aragón, Valencia, Murcia, Granada, Andalucía, Extrema dura, Castilla la Nueva, Cas_ tilla la Vieja y León, entonces, Portugal, que se ha defendido siempre contra la unificación e incorporación, podrá unirse dignamente a.la constitución del pacto federal de los estados libres ibéricos o peninsulares (8). Y un tercer ejemplo. Magalhaes -Lima afirma en La Féeleration Ibérique (París-Lisboa, 1895) que ser republicano en Portugal significa ser «federalista ibé.. rico, socialista y libre pensador», y aña. de con palabras proféticas:

La república que se proclame en Portugal o en España que no tenga como ideal y objetivo el federalismo, será una falsa república, privada de todo sentido revolucionario y destinada a desaparecer en un breve espacio de tiem_ po. La federaoión ibérica no representa solamente un ideal de justicia, sino también un enorme interés material para ambos pueblos (9). Por parte española no conviene olvidar que nada menos que en 1854 los primeros republicanos esbozan un texto de Constitución ele una República Federal ¡hérica, y cuyo artículo primero decía aSÍ: España y sus islas y Portugal se unirán para formar la República Federal Ibérica. Los colores de la


TRAS LA REVOLUCION DE LOS CLAVELES . ..

b andera serán u na combinación de las actuales banderas de España y Portugal. Su lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad. y el último artículo del Título III rezaba: «Ya no existirán colonias. Estas serán convertidas en -provincias [ ... ] Queda abolida la esclavitud». (10) 1854, no se olvide. Casi veinte años más tarde, las Cortes Españolas, bajo la inspiración de Francisco Pi y Margall preparan otra Constitución y un sistema federal rpar·a la joven República: todo acabará ante las bocas de los cañones del general Pavía (11). Inútil sería recordar aquí la historia peninsular durante el siglo XX, pero sí conviene tener en cuenta de qué modo cada acontecimiento ocurrido en cada uno de nuestros países ha venido repercutiendo en el otro. Voy a limitarme a mencionar do s casos . El 8 de setiembre de 1936, a los casi dos meses de iniciada la gu erra civil española, tres unidades de la marina de guerra portuguesa se amotinan para intentar unirse a la flota republicana española: son los barcos Alfonso de Alburquerque, Bartolomeu Dias y Dao. y en fin, el 22 de enero de 1961, al mando del capitán Galvao, un grupo de españoles y portugueses se apodera del buque Santa Mal'ía, rebautizado Santa Liberdade, en nombre del DRIL (Directorio R evolucionario Ib érico de Lib eración ), como medida de fuerza frente a las dos dic:taduras peninsulares. y bien. Pasa el tiempo, ,p asan cosas. Estamos en 1988, a varios años de la Uamada revolución de los claveles (24IV-1974) y de la muerte del general Franco (20-XI-1975). Portugal es hoy una democracia, que encarcela inmisericorde a Otelo de Carvalho, y España vive una nueva restauración monárquica. Todo ello en el marco de una «Europa Unida» y naturalmente de la OTAN. El ominoso Pacto Ib érico murió, y bien muerto está. Ahora se habla de unas nuevas relaciones de dos pueblos hermanos y democráticos, que han de acer-

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carse progresivamente, conocerse mej or, una vez que han desaparecido las correspondientes dictaduras. Todo lo cual a simple vista está muy bien, pero me pregunto si todo esto no se limita sino a la utilización de una conocida retórica, que acaso alcance su climax en el famoso Quinto Centenario de 1992. Una retórica que se complementa con curiosas acciones de alto nivel y que quieren, conscientem ente, ser simbólicas. Véase lo aparecido hace pocos días en un diario de Madrid : España y Portugal abolirán simbólicamente sus fronteras a comienzos de febrero como un preludio a la progresiva integración de los dos países dentro de la Comunidad Europea [ ... ]. Esta abolición, que se producirá en un acto solemne en la frontera de Caya, entre Badajoz y Elvas, refleja también, dijeron fuentes diplomáticas de ambos países, el nuevo clima existente en las relaciones bilaterales de las dos naciones ibéricas. Esta noticia tiene una coda bien interesante: La información oficial sobre el acto se mantiene en la mayor reserva, dado que no se desea que grupos minoritarios antiespañoles en Portugal traten de boicotearlo (12). Extraña abolición de fronteras, que ha de hacerse de modo clandestino. Bien. Acudamos ahora al tema propuesto y que origina esta ponencia. De un modo u otro, la revolución de los claveles influyó en ,la realidad de los españoles de uno y otro signo: produjo temor en los franquistas, y esperanzas en los antifranquistas. Y des pués, el élan portugués siguió inspirando a los progresistas españoles duran te algún tiempo. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que con la paternal ayuda de grandes países aliados la revolución portuguesa fue progresivamente desmontada? Seguramente, pero no se olvide que


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JULIO RODRIGUEZ PUERTOLAS

ni siquiera eso tuvo una contrapartida tuguesas, me limitaré aquí a tratar de por el lado español: el dictador murió uas relaciones culturales desde la persen su cama, hoy reposa tranquilamen- pectiva española. 1) En primer lugar, sorprende la te en el llamado Valle de los Caídos, y en calles y plazas de este país toda- situaoión de los estudios de la lengua vía pueden verse sus hieráticas estáti- y de la literatura portuguesa en Espacas ecuestres, no se sabe muy bien si ña. Hay estudios de portugués en las señalando hacia el ,p asado o hacia el Universidades de Madrid, Barcelona, futuro. No. Lo nuestro no se ha llama- Santiago, Granada, Oviedo, Cáceres, Sado revolución, con claveles o sin ellos; lamanca, Palma de Mallorca y acaso se llama, más modestamente, en efec- alguna más. En la enseñanza media la to, cambio, transición. Y hay gentes que situación es sencillamente catastrófica: el 24 de abril de 1974 se exaltaron ante seguramente sobran los dedos de una lo que ocurría en Portugal y hoy lla- mano para contabilizar institutos donman al dictador «el anterior Jefe del de se enseñe portugués. Más allá de Estado». Y así, ahora, a través de lo toda retórica y buenos deseos sería neque pudieran parecer sorprendentes ca.. cesario ampIiar de modo notorio ,l os minos, España y Portugal se encuen- centros de enseñanza de la lengua y tran con que ambas a dos han dado de la literatura de Portugal, lo que sigen la mar no del morir, pero sí de la nifica, desde luego, organizar con ciernormalidad y de la naturalidad europea ta coherencia la red de lectorados, así y otanista. Además de lo cual, muchos corno incluir el portugués entre las opespañoles han descubierto por fin a ciones de licenciatura. Todo esto habría Portugal por la vía del turismo bara.. de hacerse con la colaboración del to, mientras que muchos portugueses ICALP (Instituto de Cultura e Lingua han descubierto a España por la vía de Portuguesa) y del IPL (Instituto Poruna precaria posibilidad de emigración, tugués do Livro), y con la evidente relegal o ilegal, que conduce a unos tra- oiprocidad española. bajos miserables o incluso a la mendi2) En otro ámbito, y de forma pocidad. De aquella revolución portugue- sitiva, hay que anotar las ediCiones cassa que ilusionó a tantos españoles no tellanas de autores clásicos portugue.. queda, acaso, sino ese uso siniestra- ses (Cam6es, el P. Vieira, Mendes Pinmente paródico y degradante que de to, Antero de Quental) y modernos (Sala lengua de Cam6es suele hacer el hu- ramago, Torga, Cardoso Pires, etc.), re.. morista llamado Forges, y que ha pa.. ediciones de E¡;a de Queirós ... y claro sado a ser lugar común entre ciertas está, el caso Pessoa, que bien merecegentes, seguramente las mismas que lla- ría un comentario aparte. man sudacas a los h ermanos latinoame.. 3) También las revistas y los pe. ricanos. Los de 1992. riódkos españoles han comenzado a inHablaré, en fin, de otro asunto tan teresarse por la producción cultural dmportante como la realidad de las re.. portuguesa, y se nota la presencia de ~aciones históricas y políticas de Eslusistas españoles en las publicaciones paña y Portugal; me refiero a las rela- especializadas. dones culturales, o así llamadas. Unas 4) Y no faltan últimamente, en fin relaciones esporádicas y guadianescas (y los actos que hoy se inician aquí son (río hispano-luso que, por cierto, bien una buena prueba de ello) conferencias, podría simbolizar nuestra historia) que congresos, exposIcIOnes, etc., sobre 'c uando afloran, no se sabe muy bien a cuestiones portuguesas. 'q ué motivos se debe. Y poniéndome a Todo lo cual, acaso, señala la nece.. mí mismo como ejemplo de la habitual sidad de la creación en España de un :ignorancia española en cuestiones por- Instituto Portugués que canalice inicia-


TRAS LA REVOLUCION DE LOS CLAVELES ...

tivas y coordine la promoción cultural portuguesa, al estilo de la Alianza Francesa, el Instituto Goethe alemán o el Instituto Italiano de Cultura. Y sin duda, la revitalización y modernización del Instituto de España en Lisboa. Por lo demás, ante la expansión del inglés como lengua ci.mperial y el auge de una corriente antihumanista generalizada, podría pensarse incluso en una coordinación defensiva de las lenguas románicas peninsulares y de sus culturas: por minoritarias en unos casos, como el catalán; por marginadas en otros, como el portugués; por contaminadas, en fin, en otros, como el castellano. y por último, no es posible dejar de

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mencionar aquí la cuestión específica de las relaciones entre Portugal y Galicia, menos próximas de lo que algunos (llevados de su buena o fe o no) quieren hacer creer. Habría que comenzar por una clarificación lingüística de la comunidad gallega y por Ja profundización en el camino de un hermanamiento que la Historia rompió y que la Historia impone de nuevo por encima de intereses particularistas. Y no sólo con Galicia, evidentemente. Por lo demás y para terminar, yo creo, con José Saramago, en la ba,l sa de piedra, una balsa que puede y debe, señera, surcar «mares nunca d'antes navegados».

NOTAS (1) Fernao Lopes, ed. António José Saraiva (Lisboa, s. f., Europa-América), p. 127. (2) Ibid., p. 132. (3) Américo Castro, España en su Historia (Barcelona, 1983 2, Crítica), pp. 150 Y 147. (4) Apud Castro, ibid., p. 148. (S) Baste recordar un poema de Antón de Montoro, del siglo XV, significativamente titulado A un portugués que vido vestido de muchos colores; ed. Emilio Cotarelo, Cancionero de Antón de Montoro (Madrid, 1900, Imprenta de José Perales), p. 269. (6) Apud P. Fryer y P. McGowan Pinheiro,

El Portugal de Salazar (parís, 1962, Ruedo Ibérico), p. 181. (7) Ibid., pp. 181-182. (8) Ibid., p. 182. (9) Ibid. , p. 181, Y nota. (lO) En K. Marx-F. Engels, La Revolución Española (Moscú, s. f., Ediciones en Lenguas Extranjeras), pp. 122 Y 123. Crónica publicada originalmente el 16-IX-18s4 en el New York Daily Tribuue. (11) Cf. Diario de Sesiones de lás Cortes Constituyentes, 17-VII-1873. (12) El País, 26-1-1988, artículo de Fernando Jáuregui.



Luíz FRANCISCO REBELLO

Es para mí un gran honor participar en este ciclo de conferencias en el que van a intervenir figuras tan destacadas y prestigiosas de la cultura española y portuguesa. Pienso que todos coincidimos en reconocer que es un hecho muy positivo este diálogo entre intelectuales de dos países geográfica-

mente tan próximos pero culturalmente tan lejanos, a pesar de tantas cosas comunes entre unos y otros. Quiero re.. cordar que, hace apenas cuatro meses, se ha realizado en la ciudad universitaria de Coimbra el I Congreso LusoEspañol de Teatro, que tendrá su continuación en Salamanca, muy probable_ mente este mismo año . Todo esto me parece anunciar mejores días para las rel-aciones culturales entre España y Portugal, tan estrechamente enlazados entre los siglos XVI Y XVIII, pese a la identidad propia de cada uno de ellos, pero desde entonces inexplicablemente separados por una grande ignorancia m utua, a la cual es más que tiempo de poner fin. Creo que ese momento, que muchos de nosotros habíamos ansiado y por el que habíamos luchado, está a punto de llegar. y no puedo hacer menos que alegrarme por eso. La evolución de la literatura española y portuguesa en los años de transición del fascismo a la democracia es el tema nuclear de este ciclo de conferencias y debate~. A mí me toca hablar de una

rama particular de la literatura, el teatro, que es literatura en acción, palabra escrita para ser pronunciada y escucha. da. Por eso, no extrañará que empiece, a la manera de las viejas comedias y sainetes, como el primer actor de la compañía que, al terminar la representación, avanzaba hacia el proscenio y saludaba al público pidiéndole que al autor y a los actores les perdonasen «sus muchas faltas» . Yo les pido, nada más que al empezar la función, que me disculpen la temeridad de hablar en el idioma de Cervantes y Lope, de ValleInclán y García Lorca. Hace dos siglos, un espíritu revolucionario, y que todavía lo sigue siendo,

Diderot, definió el teatro como «una convención, un protocolo que lleva dos mil años de existencia ». Aparte de las cuentas, en las que se habrá equivocado (pues todavía no estaban inventadas las calculadoras electrónicas), ya que el teatro tendrá tantos años como el hombre, no cabe duda de que ese protocolo firmado entre quienes hacen el teatro y sus destinatarios -el autor, los actores, el director y sus colaboradores técnicos y artísticos por una parte, los espectadores, el público, por otra- sigue siendo válido; ninguna de las dos partes lo ha denunciado ni creo que pensará jamás en hacerlo. El lea-

tro es necesario al hombre como su respiraclOn misma. Es otra forma de respirar ... , aun cuando intentan im-


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LUIZ FRANCISCO REBELLO

pedirle respirar. Como ocurrió en nuestros dos países durante muchos años, demasiados años, y no hace poco tiempo. Pero de esto ya tendremos más adelante ocasión de hablar más en detalle. Decir que un protocolo dura hace dos mil años -o dos millones, da igual- no significa, ni mucho menos, que sea inmutable, porque nada lo es. El movimiento, y los cambios que inevitablemente provoca, es una ley de la naturaleza, a la que todo está sometido. El teatro, por supuesto, también. Y a lo largo de los siglos, siempre el teatro ha sabido adaptarse a la evolución política, económica y tecnológica, ha acompañado las crisis de la civilización y las ha reflejado (yo diría que hasta incluso ha contribuido a superarlas), sin que el protocolo haya sido alguna vez roto. Esto explica que Esquilo y Brecht, Shakespeare y Pirandello, Gil Vicente y Larca sean contemporáneos unos de los otros, y, claro de nosotros también. Aunque los separen más de dos mil años . Más o menos desde principios de este siglo se empezó a hablar de la muerte inminente del teatro, o sea, de la rotura de ese protocolo. Primero el cine, luego la televisión y por último el desarrollo de los medios audiovisuales, estarían amenazando su existencia misma. Pero la verdad es que el teatro resistió, y sigue resistiendo. Asistir a un espectáculo dramático es una experiencia que ni la lectura de un libro ni la visión de una película o de una videocassette pueden jamás sustituir. Cien millones de personas, separadas en sus casas, asistiendo al mismo tiempo al mismo programa de televisión, no tienen nada que ver con cien personas -¡ el 0,0001 por 100!- reunidas bajo el mismo techo, en una sala de teatro, asistiendo a un espectáculo dramático. Ni las imágenes pre-fijas, inmutables, de los actores en la pantalla, grande o pequeña, tienen nada que ver con la presencia viva de sus cuerpos en mo-

vimiento sobre un escenario. Hay un flujo y reflujo magnético que se producen en el teatro entre el público y el actor, y que es parte integrante, yo diría incluso que creativa, del espectáculo dramático, que no existe en el caso del cine o, más ampliamente, de lo audiovisual. Esta es, creo yo, la especificidad del teatro como categoría socio-cul tural. Dos consecuencias, ambas importantes, se pueden sacar de aquí. La primera es que el teatro es una rama apar_ te de la literatura. Se habla, se puede hablar, de literatura dramática, pero hay que reconocer que en ella no se agota el fenómeno teatral. La otra con,. secuencia es que el teatro es un hecho sociológico, vale decir que, tal como el texto dramático sólo en el marco del escenario adquiere su plena significación, es ininteligible fuera de un contexto socio-histórico determinado. Ahí estará su servidumbre. Pero ahí está, también, su grandeza. Las interpretaciones que, a partir del Renacimiento, se han dado de la «Poética» de Aristóteles han contribuido a desfigurar la idea de teatro. Se ha dicho que el teatro es la fábula, que la poesía dramática, se trate de la tragedia o de la comedia, es un género distinto de la poesía lírica y de la poesía épica, pero que pertenece, igual que éstas, a la literatura, y que el espectáculo no viene a añadirle nada, que incluso puede dispensarse. Pero esto no es verdad, ni fue exactamente lo que Aristóteles ha sostenido. El poema es anterior, y posterior, al espectáculo, puede incluso sobrevivirle, pero es éste el que posibilita su metamorfosis en teatro. La recreación del poema sobre el escenario -y no importa que sea el anfiteatro griego el tablado isabelino la sala a la italiana o un espacio abierto-, es el hecho que libera sus potencialidades propiamente teatrales, a través del cuerpo y la voz de los actores que dan vida a los gestos, los movimientos, las palabras que el poeta


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ha co.ncebido. para expresar sus sentimiento.s y sus pensamiento.s y co.municárselo.s al espectado.r. Co.mo. decía Lo.rca, el teatro. es «la po.esía que se levanta del libro. y se hace humana». Durante largo. tiempo. -mucho.s siglo.s, en realidad- el pro.blema no. se planteó, co.n esta co.mplejidad, po.rque lo.s dramaturgo.s griego.s, Esquilo. y SÓfo.cles, Eurípides y Aristófanes, y después de ello.s Gil Vicente y Shakespeare, Mo.liere y Lo.pe, Lessing y Go.ldo.ni, han sido. al mismo. tiempo. lo.s que han escrito. y dirigido., yalguno.s de ello.s interpretado. también, sus pro.pias o.bras, destinadas desde su co.ncepción inicial para uno.s acto.res y un público. que ello.s ya co.no.cían. Pero. la revo.lución industrial empezada en el siglo. XVIII y lo.s invento.s técnico.s que ha pro.ducido., que desde ento.nces no. ha cesado. de pro.ducir, intro.dujo. uno.s cambio.s sustanciales en la o.rganización del espectáculo. teatral. El «Teatro. Libre» de Anto.ine, hace exactamente un siglo., co.nsumó la separación del auto.r y del directo.r, que desde ento.nces no. hizo más que acentuarse, salvo. algunas excepcio.nes, la más ilustre de las cuales es, sin duda, la de Berto.lt Brecht en el «Berliner Ensemble». Rechazado. del escenario. en cuanto. directo.r de sus pro.pias o.bras -así lo. exigía la especialización de funcio.nes y las necesidades del pro.greso. técnico.- el auto.r dramático. tendió, po.r una parte, a so.brevalo.rizar la impo.rtancia y el significado. de su apo.rtación literari·a al espectáculo., y po.r o.tra parte a ver en el «metteur-en-scene» un enemigo., dócil en lo.s primero.s tiempo.s pero. cada vez más arro.gante y peligro.so., hasta el punto. de intentar invadir su espacio. e intervenir en la creación misma del texto., cambiándo.le no. sólo. las palabras sino. su sentido. o.riginal. Así hizo, para po.ner un ejemplo. famo.so., Meyerho.ld, que transfo.rmó la farsa «El Co.rnudo. Magnífico.» del belga Cro.mmelynck en una sátira revo.lucio.naria, y en lo.s pro.gramas de su puesta

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en escena del «Inspecto.r General» de Go.go.l se presentaba co.mo. «auto.r de lo.s diálo.go.s y de lo.s perso.najes añadido.s, de las nuevas secuencias intro.ducidas en la acción y de la co.ncepción general del espectáculo.». Se dirá que éste es un caso.-límite, pero. la verdad es que, allá po.r lo.s año.s 40, J ean Vilar ha po.dido. so.stener que <do.s verdadero.s creado.res del teatro. mo.derno. so.n lo.s metteurs-en-scene», reco.rdando. (no. sin razón) que en las histo.rias del teatro. francés de este siglo. lo.s no.mbres de Co.peau, Jo.uvet, Dullin, Pito.eff y Baty o.cupan un puesto. más impo.rtante y más dilatado. que el de lo.s auto.res que han presentado. en sus teatro.s, aunque ésto.s se llamen André Gide o. Jules Ro.mains, Giraudo.ux o. Marcel Achard, Salacro.u o. Leno.rmand, Ano.uilh o. J eanJacques Bernard. Y es verdad que lo.s no.mbres de Tcheko.v y Stanislavksy so.n inseparables, co.mo., más cerca ya de no.so.tro.s, lo.s de Claudel y Jean-Lo.uis Barrault, Tennesse Williams y Elia Kazan, Beckett y Ro.ger Blin ... Se sabe que un exceso. engendra siempre, inevitablemente, o.tro. de se.. ñal co.ntraria, y esto. explica que al exceso. literario. de lo.s auto.res dramático.s haya sucedido. el exceso. de lo.s directo.res, y hasta las pro.po.sicio.nes de un teatro. de pura gestualidad, en el que las palabras so.n el mero. so.po.rte, reducido. al mínimo., de la acción dramática visualizada. Ahí están lo.s espectáculo.s, alguno.s magnífico.s, po.r cierto., de excepcio.nal calidad artística, de J o.sef Szajna, de Gro.to.wsky, de Bo.b Wilso.n, de Tadeusz Kanto.r. Pero también éstas so.n excepcio.nes, y en la mayo.r parte de lo.s caso.s en que se intenta abstraer del po.eta acaba po.r caerse en la pura gratuidad, en lo. insignficativo. (aunque abunden lo.s signo.s en el espacio. escénico. .. . ), en la inco.herencia y el balbuceo.. Yo. creo. que en este momento. no.s estamo.s acercando. al equilibrio.; auto.r y directo.r empiezan a reco.no.cer sus derecho.s recípro.co.s, lo.s límites de actuación de uno. y o.tro., y so.bre to.do. la


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absoluta necesidad de una colaboración entre ellos para asegurar la unidad estética e ideológica del espectáculo dramático. Algún tiempo llevará, todavía, a encontrar ese justo equilibrio; la recesión de los autores, en los últimos años, no se corregirá automáticamente, y a los directores no les será fáoil tampoco rectificar de pronto las costumbres adquiridas ... O sea, que nos acercamos a esa fase de un proceso dialéctico en el que la negación de la negación produce una nueva afirmación - el momento de la síntesis. Todo esto, ya por sí mismo complejo, se vuelve todavía más difícil cuando las condiciones históricas y sociales son adversas a la creación y la producción de espectáculos teatrales. Me refiero, muy concretamente, a la situación que portugueses y españoles hemos vivido hasta hace muy poco tiempo en nuestros países, los casi 50 años de fascismo en Portugal, los casi 30 años de franquismo en España. Si esos han sido para todos nosotros años difíciles, no lo han s'¡do menos, aunque por muy distintas razones, los años de transición de la dictadura a la democracia. Transición más violenta y radical en mi país, más moderada y gradual en el vuestro. Y que ha tenido, como no podía dejar de ocurrir, su reflejo en la actividad teatral. Se ha definido alguna vez el teatro como el barómetro de una sociedad. Yo diría mejor que es un sismógrafo, que registra con extrema sensibilidad todas las mutaciones que se producen en el cuerpo social. La -c ensura, institucionalizada en Por_ tugal a consecuencia del golpe militar de 1926 por un decreto en que se hablaba «expressis verbis» de «controlar y reprimir la actividad teatral», la cual debería someterse a los principios políticos y morales defendidos por el régimen, ha frenado la evolución del teatro portugués, que venía procesándose desde hace 16 años, desde la proclama.. ción de la República. Por largo tiempo los creadores y el público se han man-

tenido alejados de las grandes transformaciones por las que, más allá de nuestras fronteras, la escritura y la práctica teatral estaban pasando. Se llevaban a los escenarios obras de escasa calidad, sin problemas, obras de pura diversión (y «culinarias », las llamaría Brecht ... ) y alguna que otra más ambiciosa o más osada, pero sin superar nunca los límites impuestos por la censura; obras que, por otra parte, se contentaban con una puesta en escena tradicional, conformista, y a las que convenía perfectamente el estilo convencional de representación de la vieja escuela naturalista. El final de la guerra, que ha traído la esperanza de un cambio político del régimen, dio lugar a un movimiento de renovación que se tradujo en la creación de grupos experimentales y en la aparición de teatros de cámara, con los cuales ha surgido una generación nueva de autores, actores y directores inconformes, muchos de ellos en seguida incorporados al teatro profesional, en donde, a su vez, los repertorios se han actualizado, acogiendo obr-as de O'Neill, Hauptmann, Pirandello, Shaw, Giraudoux, Cocteau, Anouilh, PriestIey, García Lorca. Pero el clima de la «guerra fría» ha encerrado ese paréntesis breve, y la censura volvió a dictar su férrea ley. Los años 60, en los que se ha produoido una sucesión de hechos políticos importantes, como el asesinato del General Humberto Delgado, candidato de la oposición democrática a las elecciones presidenciales, la invasión de los territorios indianos, la eclosión de la guerra de liberación colonial en Africa, la muerte de Salazar, se han caracterizado por una represión cultural muy dura, desde la prohibición de muchas obras de los más importantes autores nacionales, e incluso el encarcelamiento de algunos de ellos, hasta la violenta extinción de la Asociación de Escritores. El sucesor de Salazar, Marcelo Caetano, se propuso flexibilizar, muy tímidamente es cierto, el régimen, pero no hizo


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m ás que aplicarle un a máscara liberal, bajo la cual subsistían intangibles las estructuras económicas y represivas del período anterior. Con el tiempo, la máscara se fue desvaneciendo, de modo que el año anterior a la revolución no ha podido estrenarse siquiera una sola obra nueva de un autor portugués, y ¡hasta el mismo Gil Vicente ha visto prohibido por la censura uno de sus «autos» más importantes, el «Auto de la Barca del Infierno»! La extinción de todas las comisiones de censura fue uno de los primeros actos del nuevo poder, y en los meses sucesivos a la caída del viejo régimen se asistió a una actividad febri l en los me_ dios teatrales. No sólo las compañías y grupos ya existentes, como «A Comuna», «A Cornucópia », el «Grupo 4», los Teatros-Estúdios de Lisboa, Cascais y Oporto, han reformulado su repertorio, llevando al escenario obras hasta entonces no autorizadas; también se han formado nuevos equipos y colectivos teatrales, y los diversos sectores de la práctica teatral, ·a través de sus órganos representativos, se han dedicado con entusiasmo al trabajo de definición de una política adecuada a las nuevas circunstancias, nacidas de la revolución y de las diferentes etapas (algunas contradictorias) por la que iba pasando. Se creó un Comité en el que han participado democráticamente todos los órganos relacionados con el teéL tro, hasta los r epresentantes de los espectadores . De este Comité resultó un plan de descentralización -hasta entonces, fuera de Lisboa y Oporto, el teatro prácticamente no existía en el país-, unos criterios racionales de atribución de subvenciones y un proyecto progres ista de ley de teatro, definido como servicio público, que decretaba la nacionalización de algunas compañías y act ividades, que fue muy discutido pero que no llegó nunca a convertirse en ley, ya que a partir de finales del año 76 el cu rso de la revolución sufrió una inversión ... que todavía hoy no se

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sabe bien dónde, ni cuándo va a terminar. La libertad absoluta de organización y selección de los repertorios y las posibilidades ofrecidas por esa misma libertad a todos lo s participantes en el espectáculo de teatro, de los autores al director, de los actores a los técnicos, sin olvidar al público, la extensión de éste a todo el país, han permitido cambiar radicalmente el rostro del arte dramático en Portugal. Se han producido, en estos últimos trece años, algunos es_ pectáculos de un nivel artístico excepcional, no solamente a escala portugu esa, sino mundial. Sería fastidioso mencionarles todos, pero no puedo por menos que recordar las puestas en escena de «El Círculo de Tiza Caucasiano» y «Madre Coraje» de Brecht, las dos debidas a J o1io Louren,<o (y cabe decir que antes de 74 estaba prohibida la representación de toda la obra dramática de Brecht, como la de Jean-Paul Sartre y Pe ter Weiss ... ), o las de «Casimiro y Carolina» de Odon van Horvath y «La Missión» de Heiner MulI er, por el teatro de la «Cornucópia», que dirige el mejor de nuestros actores más jóvenes, Luis Miguel Cintra. Se trata de cuatro momentos sublimes -no tengo miedo a la palabradel teatro contemporáneo. Pero .. . se trata, como habréis observado, de cuatro obras de autores extranjeros, por casualidad de lengua alemana todos ellos. Preguntaréis, lógicamente, qué pasa con los autores portugueses, ahora que la Censura no les impid e ya escribir sin la preocupación de saber si la obra puede estrenarse o no? La pregunta es lógica. Me temo que la contestación lo sea menos. No hay por qué hablar de las obras antiguas que estaban prohibidas. Muchas de ellas, lógicamente, se han estrenado, y algunas han decepoionado, lo que tampoco debe estrañar, ya que habían sido concebidas y escritas en circunstancias históricas muy distintas. Cambiaron los problemas, o no era


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idéntica la manera de plantearlos, cambió también el público y su relación con el hecho teatral. Y, como ha apuntado Brecht, cuando se produce un cambio radical en las estructuras de la sociedad, hay que esperar que las nuevas relaciones económicas de producción se estabilicen para que el escritor encuentre un nuevo estilo de expresarse. Los hay que no llegan nunca a encontrarlos... Por otra parte, muchos autores se han dedicado a escribir obras de pura circunstancia, no por razones de oportunismo, sino por ser conscientes de que en ese exacto momento ese teatro era urgente, hacía falta, de que era importante ayudar a la gente a entender lo que estaba pasando alrededor suyo, hacerles participar en un proceso que les merecía respeto. Lo más curioso es que algunos de los mejores textos producidos con esa intención se deben a un ·a utor que siempre ha trabajado en el espacio restringido y algo elitista, por minoritario, del teatro del absurdo: me refiero concretamente a 1aime Salazar Sampaio, que ha sabido de un modo muy inteligente e ingenioso adaptar a esa finalidad inmediata, casi utilitaria, el estilo y los procesos de sus obras an teriores. De los autores de su generación, el más importante es sin duda Bernardo Santareno, que ha estrenado a los pocos meses de la Revolución dos obras que estaban prohibidas hasta entonces, "Portugués, Escritor, Edad 45 aiios» y "La Traición del Cura Martinho», aunque su obra maestr·a, el drama histórico, escrito en clave épica a mediados de los años 60 El ludio, no ha logrado subir al escenario sino tres años después de su muerte prematura, ocurrida en 1980. Durante el período conturbado que sucedió al cambio político del 74, Santareno, además de participar de modo muy activo en todo el proceso revolucionario, escribió cuatro obritas centradas sobre personajes marginales de la revolución (¿o es que

ésta los ha marginalizado ?): homosexuales, drogadictos, prostitutas, chulos, travestidos, atracadores. No por casualidad las ha reunido bajo el título común de "Los Marginales y la Revolución» . No añaden mucho a su obra, pero, al margen de su maestría técnica, se trata de curiosos experimentos en el terreno del lenguaje, calcado sobre el lenguaje cotidiano más inmediato pero estilísticamente recreado. Ha dejado inédito un drama de intensa teatralidad, "El Puño», cuya acción transcurre en la zona más conflictiva del país, el Alentejo del latifundio y de la reforma agraria, donde se juega - y sigue jugándose- el futuro de la revolución portuguesa. Lo que no puede dejar de extrañar, es que, a los siete años de su muerte, la obra (que acaba de publicarse en el último volumen de sus obras completas), no haya suscitado hasta ahora el interés de ningún director. Es ésta una situación lamentable, que Santareno comparte con los demás autores dramáticos vivos: en efecto, la generalidad de los directores de teatro se interesan muy poco por la dramaturgia portugue_ sa contemporán ea, frente a la cual prefieren los clásicos y los autores extranjeros. Por ello son frecuentes las representaciones de obras de Gil Vicente, António Ferreira, António José da Silva, «el Judio » y Garrett, o sea, los cuatro grandes autores portugueses anteriores a nuestro siglo, o de Shakespeare y Marivaux, Tchekov y Brecht, Darío Fo y Botho Strauss .. . p ero muy raras las de los autores nacionales de nuestros días. Y no es que éstas no existan, ni que se hayan desinteresado de la expresión teatral. He hablado ya de Santareno, por >desgracia desaparecido en plena la. bor creativa (y una gran pérdid·a para todos nosotros), y de laime Salazar SaJlnpaio, quien, después de las experiencias circunstanciales a las que he aludido, volvió a sus temas predilectos: la dificultad de comunicación entre los hombres, la soledad, el vacío de la exis-


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cia .. . Pero hay otros que importa menSe puede hablar de realismo acaso de cionar : Virgilio Martinho, con sus ale- hip er-realismo, y de teatro de lo cotidiagorías en las que se mezclan lo real y no, a propósito de la obra dramática lo surreal (<<Fi lopópulos », «El Gran de Carlo s Coutinho, quien ha utilizado Ciudadano»), Luzia Martins, directora en su comedia «La Ultima Semana Andel «Teatro-Estúdio de Lisboa» desde tes de la Fiesta» un asilo de viejos hace más de veinte años, con sus cró- como metáfora del universo concennicas didácticas (<<Harapos y Rendas », tracionario, aparentemente sin salida, «Tema y Variaciones», «Mientras Sue- del fascismo. Sus piezas posteriores, na la Filarmónica »), Jaime Gralheiro, «La Tela», «Amanecer», «La Estrategia con sus frescos históricos (<< El Menu- del Cinismo », reunidas bajo la denodo Pueblo », «Donde Vás, Luis? », «El minación común de «Teatro de CircunsHombre de la Bicicleta»), Augusto S@- tancia», r emiten al ambiente cotidiano bral, que manipula el teatro como un de la clase media y del pueblo portugués espejo de múltiples caras (<<Memorias en los años inmediatamente anteriores de una Mujer Fatal», «Abel Abel»), y posteriores a la revolución. Por su Norberto Avila, autor polifacético y tra_ parte, Helder Costa, que es con la acductor de Blanco-Amor y Valle-Inclán, triz Céu Guerra uno de los directores a los cuales han venido a sumarse nom- del grupo «A Barraca», fundado en bres nuevos como los del gran novelis- 1976, intenta adaptar los temas históta José Saramago, quien ha escrito una ricos y políticos a las formas populade las mejores obras dramáticas sobre res del teatro narrativo (una de sus la mutación ocurrida en el país en la mejores obras, «El Rey Juan VI», ha noche del 24 al 25 de abril de 1974, ganado en el Festival de Teatro de Sitreflejada en esa auténtica caja de re- ges el Premio Santiago Rusiñol). Ensonancia que es la redacción de un gran tre las revelaciones más recientes, hay periódico. La obra se titula, precisa- que referir cuatro nombres: Abel Nemente, «La Noche» y su acción trans- ves, Jalio Valarinho, Fernando Dacosta curre al mismo tiempo que el movi- y Miguel Rovisco. Abel Neves, en Toro miento revolucionario se desencadena- ha concebido una impresionante draba y triunfaba. Entre la redacción de matización dtual del tema de la corrisus novelas, que le han consagrado den- da. Valarinho, autor de potente imagitro y fuera del país, Saramago escribió nación, que combina en sus obras el dos piezas más, una de tema histórico, mito y la historia, lo real y la le«Que Haré con este Libro»?, de la que yenda (<<El Artillero», «Las Puertas del es protagonista el poeta del XVI Sol»). Dacosta, desde su primera obra, Luis de Camoes (si se quiere encontrar «Un J eep de Ocasión», nos coloca deun paralelo a esta obra en la dramáti- lante de la realidad brutal de la guerra ca española contemporánea, yo habla- colonial, con todas sus t erribles secuería de «Las Meninas», de Buero Valle- las t raumáticas. Y lo que se conoce de jo), la otra situada a medio camino en- las pi·e zas de t ema histórico de Rovistre el realismo y la ficción científica, co nos h ace lamentar su trágica muer«La Segunda Vida de Francisco de t e, ocurrida voluntariamente hace poASÍS», en la que «il poverello » vuelve cos meses a los 28 años de edad. El h echo de que muchas deestas obras, al mundo para descubrir, con sorpresa e indignación, que la compañía por él y algunas de las más importantes, sigan fundada ha ce siglos, se ha convertido sin estrenar, no puede dejar de consien una empresa capitalista sometida a derarse como una pesada hipoteca solas reglas implacables del mercado fi- bre el teatro portugués de hoy. Pero mmciero y organizada según la más el desinterés de los directores por los autores nacionales (excepto si ellos mis_ moderna tecnocracia.


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mos son también autores ... ) se puede de la construcción épico-narrativa, que explicar por las difíciles condiciones se expresen con los medios tradicionales o que recurran a los nu evos procesos económicas en que vive - o sobreviveel teatro portugués. Si se tiene en cuen_ técnicos: es común a todos ellos la ta que la fracción del presupuesto del conciencia de que es más importante Estado asignada a la cultura es la más lo que tienen que decir que el cómo baja de toda la Europa comunitaria lo dicen. Es significativo que hayan - menos del 1 por 100- se comprende- desaparecido prácticamente los autores rá que las subvenciones concedidas al de un teatro de evasión o de puro diteatro (y esto sin discutir los discuti- vertimiento, aunquenopueda negárseles bles criterios de atribución) sean in- el derecho a existir. Las modificaciones suficientes para mantener a los grupos producidas en el «corpus» social a lo y compañías que aspiran a un nivel de largo de estos trece años han sido muy calidad y alta exigencia artística. Llevar profundas, el teatro no podía quedarse al escenario la obra de un autor joven al margen de ellas . Las condiciones de la es, muchas veces (casi siempre), un escritura, producción y recepción por el riesgo que puede comprometer el fu- público del espectáculo teatral han suturo de una compañía. Más grande es frido, inevitablemente, su influencia. el mérito de las que aceptan afronHace exactamente 150 años, un gran ·autor dramático Almeida Garrett, al tarlo. Casi todas estas obras que he nom- que se debe una de las más beUas tragebrado ponen en tela de juicio la historia, dias de todo el teatro romántico, «Fray la historia contemporánea o la histo- Luis de Sousa», organizó un plan de reesria pretérita, es decir: el enfrentamiento tructuración de la actividad dramática del hombre con su destino en un mo- que incluía la construcción de un teamento determinado del tiempo que tro nacional, la fundación de una essigue su curso indetenible. En realidad, cuela de arte dramático, el estímulo a es siempre del hoy, de este momento la creación dramatúrgica. Fue ese un que estamos viviendo ahora, de lo que momento único en toda la historia del se trata en todas ellas, aun cuando su teatro portugués, y ha estado a punto acción se localice en un ayer que esta- de repetirse en 1974. Pero no hay por mos mirando desde una perspectiva ac- qué desesperar. El teatro portugués, tual y por eso es presente para nos- que, aunque a duras penas, sobrevivió otros. No importa que algunos de es- a tres siglos de censura inquisitorial y tos autores conserven la fidelidad a los a medio siglo de f.ascismo, vencerá cánones estructurales del naturalismo- también la batalla de la libertad. Y con realismo o que otros adopten los códigos este anhelo termino m i intervención.

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URBANO TA VARES RODRIGUES

La narratival

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camInoS y modelos en Portugal

después de la Revolución de Abril

Con la Revolución del 25 de abril, con la conmoción de todas las estructuras de la sociedad portuguesa que siguió, sin duda más profunda en la ciudad que en el campo (aunque la ocupación de tierras en el sur del país haya alterado considerablemente las relaciones económicosociales), hemos asistido a lo largo de varios años al perturbado nacimiento de una nueva cultura. Pero si es cierto que el fluir de la revolución apagó muchas simientes de aquella ola, catorce años después verificamos que Portugal, tanto tiempo inmóvil, es ahora otro. Desde luego hay pueblos donde la vida arcaica pervive, a pesar de que el regreso de los emigrantes ha contaminado con nuevos usos las antiguas normas, a pesar de que la televisión pone en contacto gentes que tienen entre sí siglos de diferencia. Las relaciones humanas cambian siempre más despacio que las 'e structuras sociales y económicas, pero de la gran llama reivindicativa que abril iluminó, de las transformaciones que en todos los campos se dieron, incluso más allá de las creencias y de los enfrentamientos políticos, una nueva vida se ha ido tejiendo. y de todo ello la literatura ha dado cuenta en sus tanteos, evidentemente no sólo en sus temas sino también en su mismo decir.

Después de la pérdida definitiva del Imperio Lusitano, que los capitanes de abril, como consecuencia de las Guerras de Africa, encaminaron hacia la libertad por los caminos de la revolución, fue germinando en la vida intelectual portuguesa, con expresiones varias en novela, narraciones cortas y cuentos, una intensa e insistente y, a veces, muy crítica, búsqueda de la identidadtan presente en las novelas, donde lo fantástico aflora; como en Lidia Jorge (O Dia dos Prodígios, O Cais das Merendas), o en el irónico desmoronar de la feria de los mitos nacionales, como Alexandra Alpha, de José Cardos o Pires. Las convulsiones (los ridículos y los dramas) del tranquilo mundo rural en contacto con el oro y el desprecio de la horda turística, en su transhumancia hacia las playas cosmopolitas del Algarve. El humor supremo de Cardoso Pires cuando fustiga el ridículo de los intelectualoides, que lo leen todo por la cartilla de París, de los señoritos de provincia, todavía pujantes y con los bolsillos llenos de refranes, sabiduría que se deshace entre bares y calles de putas en el pequeño dédalo de una Lisboa que vemos cambiar a lo largo de veinte años; el mayo francés, la revolución de los claveles, gran soplo de esperanza ,i nmediatamente desperdiciada, entre la caída de un án-


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gel sinvergüenza y la tierna ascensión hacia el vacío, en fin de fiesta, de dos mujeres auténticas y rebeldes. Enumeraré ahora los temas mayores de la literatura que después de abril salió a la luz en las librerías: la guerra colonial, evidentemente (Lobo Antunes - Os Cus de Judas, Fado Alexandrinoy Joao de Melo - Autopsia de um Mar de Ruinas- está entre los escritores más importantes que explotaron ese filón, con las armas de la inteligencia y de la sensibilidad y con una experiencia de carne viva). La Resistencia vista a la cIara luz de la libertad. Dos obras fundamentales: Até Amanhft Camaradas de Manuel Tiago y Directa de Nuno Branganc;:a. Naturalmente también los días de fuego de la Revolución y todos los cambios que sucedieron, en los seres y en las cosas, sueños, visiones, enfrentamientos de cIases y de ideas, perspectivas múltiples. Encontramos esos problemas y ese clima en la tetralogía de Almeida Faria (Lusitania) que se impone rejuvenecer la novela epistolar; en el descriptivismo lírico épico de OIga Gonc;:alves (Ora Esguardae) y en algunos de mis textos. También OIga Gonc;:alves trata la cuestión, hasta hoy poco abordada, de la emigración (A Floresta em Bremerhaven: el extremo poder de la mímesis, la renovación de la escritura poética, con una inyección de concreto). He hablado de identidad, tendré que hablar de historia, de la novela histórica. Y en este surco la figura mayor es, sin duda, la de José Saramago, que, por otra parte, aparece un poco en todas las líneas de la nueva literatura. La relación del pasado y del presente, la anticipación del futuro, la r eflexión profunda sobre el ser y el hacer, sobre la vida y la muerte se proyectan en ficciones que van desde el siglo XVIII, el Memorial del Convento, ha sta los años treinta con El Año de la Muerte de Ricardo R eis, o al utópico tiempo de La Balsa de Piedra. Pero Saramago no está solo en este terreno: también

Agustina Bessa Luís, que resucita y rehabilita la novela-biográfica, cultiva, con otras ambiciones y otras coordenadas ideológicas, la vertiente histórica en O Mosteiro, A Corte do Norte, pasando por Uriel da Costa, um Bicho da Terra. Y muchos otros novelistas manifiestan la misma opción. Quiero dejar, por otra parte, bien cIaro que no me propongo elaborar aquí (ni sería el lugar para ello) un inventario de los mejores escritores portugueses del postabril; pretendo esencialmente, con mis citas, ilustrar de modo más flagrante, o más de acuerdo con mis lecturas, los temas y las formas en que me detengo. Otra gran área temática a considederar es el discurso sobre el cuerpo, que ha invadido toda la literatura después del desmoronamiento de la censura, uno de los más pertinaces pilares del fascismo, pero que es esencialmente importante por el tratamiento y por las proyecciones fantásticas en que se mira una sooiedad, en la obra de Nuno Braganc;:a, en especial Square Tolstoi; en las novelas de Baptista Bastos, que se centran en la memoria de la infancia y en la ciudad de Lisboa; y en la de escritoras, ya antes perseguidas y procesadas, como Maria Velho da Costa (Casas Pardas) y Maria Teresa Harta (Ema, Cristina). La tercera de las tres Marias, Maria Isabel Barreno, más cerebral en su escritura, que no retrocede ante el desvendar de la vida erótica, se inclina últimamente y con mucho éxito a lo fantástico, que ha conquistado cierto apogeo. ¿Por qué lo fantástico? En parte, pro_ bablemente, por la irradiación mundial del realismo mágico hispanoamericano. Pero sólo en parte. Una cierta decepción causada por la revolución perdida, por el serenar colectivo, por el regreso a hábitos y a egoísmos de antes o por el apagar de las voluntades en el microcosmos intelectual (aunque las luchas sociales y políticas se mantengan vivas) debe hab er impulsado a


TRAS LA REVOLUCION DE LOS CLAVELES ...

algunos escritores a transmigrar a terrenos bañados por la magia, terrenos de la leyenda y de los prodigios, sjn huir, a pesar de ello, de la r ealidad. Más radical será ese fantástico en los casos de Mário de Carvalho (Contos da Sétima Esfera), un milagro de humor; y de Luísa Costa Gomes, joven hechicera del non-sens. Sin embargo, en lo que se refiere a Joao de Melo, a Lídia Jorge, a Altino da Tojol, a Hélia Correia, lo fantástico parece más un re. velador poderoso de más realidad. Los dos primeros proceden del universo de la pobreza y de la antigua sabiduría popular, que en sus novelas han ·r eproducido con notable acierto. Azoriano, Joao de Melo ha jugado en O Meu Mundo nao é deste Reino con las interferencias de lo real y de lo onírico, con la fusión del tiempo en el río del tiempo y con la glosa de los textos sagrados . Hélia Correia (O Separar das Aguas, O Número dos Vivos, Montedemo) oscila voluntariamente entre una geométrica objetjvidad y las llamadas de la locura, del paraíso artificial y de la alucinación colectiva, sin perder, sin embargo, las fronteras propias de la novela e incluso hasta cierto empeño en el registro social y político. También los grandes novelistas de antes del 25 de abril han sufrido (y no en pequeña medida) el impacto de la Revolución libertadora y de su acción en el lenguaje. Si en Fernando Namora se manifiesta más al nivel de las estructuras el ansia de renovación (Carta a Matilde, Río Triste), en Vergílio Ferreira, heredero del existencialismo y del nouveau roman, el solipsismo se pigmenta ahora de argot y no huye siquiera de lo escatológico y de lo osceno en su Conta Corrente o en los densos textos de ficción cuyo tema dominante es la muerte (Para Sempre, Até ao Fim), meditaciones en el acantilado del ocaso, entre la novela, el ensayo y el poema. Abelaira se encamina por la novela de ideas (y también lo fantásti co está presente en O triunfo da Mor-

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te), por el cuento de tipo volteriano, atento a los más modernos condicionalismos de la nueva era de la informática (A Unico Animal que). Maestro de la sátira en la novela, el poeta Armando da Silva Carvalho nos ha dado un retrato feroz (Dona Marta) de los prejuicios burgueses todavía y siempre palpitantes. David Mourao-Ferreira ha conseguido en Um Amor Feliz la síntesis verdaderamente feliz de la gran tradición de la novela psicológica, del ro_ man artiste y de una escritura luminosa, irónica, bella en todos los sentidos, a la que no es ajena su experiencia de poeta y de ensayista. La novela metafórica o alegórica, y tantas veces polisémica, a la que las circunstancias de antes de abril a veces nos obligaban, tenía su belleza y originalidad propias. Abierta de par en par la puerta de la escritura, ha habido después del 74 un torrente de prosa directa, con todo lo bueno y lo malo que conlleva. Pero no han tardado en establecerse los equilibrios y, al final de la gran fiesta de la palabra Ebre, ha hab ido que reconsiderar de nuevo los caminos de la literatura en la prosa narrativa. Curiosamente el efecto del distanciamiento, al que tantas veces nos obligaba la presión de la censura, ha vuelto a ocupar su lugar, ahora por libre elección, en algunos textos del presente. El tono crudo y suelto, pero ya matizado de las banalidades del primer momento, surge con ímpetu en innumerables obras, entre ellas, por ejemplo la Balada de la Playa de los Perros*, o en la ya referida Alexandra Alpha, de José Cardoso Pires (donde, a catorce años de distancia, se reviven las horas intensas del día primero de la Revolución). No hay renovación profunda de una literatura que no se engendre en el camhio de los gén eros y de las formas . Es sabido que, e n 1988, el mundo de los productores de cultura, sea portu• Traducido en español.


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URBANO TAVARES RODRIGUES

gués, español, catalán o italiano, vive en sintoní,a, más próxima o más distante, con otros laborator,i os que van desde París o Londres a Nueva York, a Río de Janeiro, a Tokio, a Moscú, a Budapest .. , Estamos insertos en el seno de una inmensa biblioteca en movimiento. Así la novela documento, la super policíaca americana o la novela de arqueología de las ideas de una Margueri te Y ourcenar podrán no ser totalmente ajenas a ciertos modos de contar que van surgiendo en la producción actual portuguesa, como quizá lo serán también la novela mágica de Juan Rulfo, de Gabriel García Márquez, de Manuel Scorza o las técnicas de Mario Vargas Llosa. Me parece, sin embargo, grande la riqueza y originalidad de nuestra prosa de ficción en lo que se refiere al mestizaje de los géneros literarios y a los procesos de enunciación. La novela y la crónica, la parábola y la profecía conviven y se mezclan, por ejemplo, en los libros de José Saramago, que establece también una complicidad con el lector, invitándolo a participar, o a asistir, por lo menos, a la elaboración del texto, desde la tesitura de los acontecimientos al nacimiento de la frase.

Agustina Bessa Luís, ya lo he referido antes, al novelar b iografías, investiga y vuelve a inventar la historia y sus grandes personajes, desde el Marqués de Pombal a los cristianos nuevos del siglo XVI. Mário Cláudio (Amadeus) va todavía más lejos en este recorrido, sobreponiendo y -c ruzando los discursos de varios narradores; recuperando, desde la decadencia francesa de finales del siglo pasado, el texto narrativo que se origina en una pintura. De la misma forma (también con notable elegancia) lo hace Marcelo Duarte Matias en una bonita narración titulada Mas é no Rosto e no Porte Altivo do Rosto, un t exto postmoderno. En 1a novela confesión tenemos la originalidad y la belleza de los textos de Rui Nunes. Pero la gran, la inextricable, la extraordinaria figura de una marginalidad que escapa a las definiciones, entre la novela, el diario, la in ter textualidad filosófica, la propuesta mística y la apertura erótica, entre lo sublime y lo provocativo es sin duda Maria Gabriela Llansol, con sus admirables textos de entrega y de r echazo: O Livro das Co-

munidades, Um Falc'áo no Punho, Comtos do Mal Errante. (Traducción de: María Victoria Navas)

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JOSÉ LUIS GIMÉNEZ-FRONTÍN

Ruptura política y tradición literaria. Algunos interrogantes sobre los casos portugués y español

Me limitaré a plantear lo más breve- minar del Libro de la Historia y, en m ente posible un par de preguntas consecuencia, del mismo modo que los para las que no t engo respuesta y a escolares de aquellos años cuarenta y justificar el h echo mismo de mis pre- cincuenta lo sabíamos casi todo de la guntas, ya que no soy historiador ni forja del imperio español, nuestra inlusitanista. formación empezaba a hacerse brumoPermítanme abrir esta ponencia con sa r especto al reinado de Felipe III, una observación banal: la de que hay para convertirse en crípticas alusiones literaturas por amor a las cuales nos acerca de los acontecimientos clave h emos abierto al conocimiento de la para la historia peninsular de tiempos sociedad y de la historia de un país y, de Felipe IV. al contrario, acontecimentos históricos, Yo diría que nuestro conocimiento de como es el caso de la revolución por- Portugal tuvo que irse formando a la tuguesa de 1974, que nos han hecho in- manera de los autodidactas, casi siemteresarnos por su literatura o, más pre por contactos personales o con exactamente, que nos han hecho des- ocasión de una visita turística. Aludiré cubrir los vergonzantes límites de nues- a un primer viaje mío a finales de la tra ignorancia respecto a la cultura por- década de los 60, porque creo puede iluminar indirectamente el tema objeto tuguesa contemporánea. Las causas de este desconocimiento de mi ponencia. En efecto, lo que enson de sobra conocidas: nuestra ge.- tonces pude descubrir en Portugal no neración, en sus aspiraciones de demo- fue tanto la r ealidad de un país somecratización, cultura, libertad y también tido a una dictadura, cuanto la imagen en sus sueños revolucionarios más idea.. de una colectividad que padecía una listas, lógicamente no tenía en Lisboa soterrada guerra colonial. La imagen, un punto de referencia. Pero es que, por cotidiana, podía escapar a la perademás, en nuestros años de forma- cepción de quienes la vivían en su proción escolar, la «historia oficial» nos pia carne, pero no a los ojos de un había escamoteado incluso la informa- joven cualquiera que proviniera de un ción objetiva más elemental en torno país en plena e mbri aguez de las pria los acontecimientos históricos que m eras fantasías desarrollistas y consuforjaron la independencia lusitana de mistas, un país en que los jóvenes unila corona española. Eran éstos hechos versitarios soñaban con la revolución vergonzantes, sucesos históricos a eli- al volante de los primeros coches uti-


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JOSE LUIS GIMENEZ-FRONTIN

Jitarios y no a lo largo de cuatro años de ser vicio militar en los campos de batalla de ultramar. Me r efiero a la imagen, todavía grabada en mi memoria, de los soldados mutilados paseando por un patio del monasterio de Tomar reconvertido en Hospital Militar, o a la imagen de aquellas muj eres haciendo cola en las estafetas de Correos para enviar paquetes a sus hijos o novios en Africa. Me refiero, en suma, a un deja vu cinematográfico que, de pronto, tuve ocasión de descubrir en la vida real. Quizás por evidente, se alude poco al h echo de la guerra colonial cuando se habla de la revolución del 25 de abril. Pero el hecho colonial es el que actúa de motor de la politización de la joven oficialidad y el que, en definitiva, desencadena los acontecimientos. De ahí la originalidad irrepetible de los sucesos portugueses de 1974 y, de ahí también, la que yo me atrevería a definir como debilidad interna de la revolución portuguesa. Porque, en sus primeros tiempos, el fracaso o triunfo de las diversas tendencias de los protagonistas revolucionarios, no dependieron tanto de la proporción de fuerzas en la sociedad civil cuanto del núm ero de capitanes que apoyaban cada una de las tendencias en pugna. La sociedad civil, desmantelada, desorganizada, tuvo que improvisar una movilización en un tiempo r ecord. Me pregunto si el fenómeno puede ser puesto en r elación con el tema de la ruptura con la tradición realista de las literaturas ibéricas. En E sp aña el proceso político de la transición debe retrotraerse como mínim o a una década antes de la muerte en su lecho d el general Franco. La sociedad civil, sindicatos, colegios profe. sion ales, la universidad, el clero, ya ha tenido ocasión de ir t om ando p osiciones para lo que en tonces se ll am aba eu femísticamente «el h echo biológico », es decir, la muerte del su st ent ador del sistem a . Pero es que, adem ás, la propia economía del país había iniciado un

camino aparentemente sin retorno de materialización de la vida cotidiana vía consumo. Consumo de bienes de consumo, pero también de valores de consumo, puesto que lo que se consume no es sólo el objeto sino también o prioritariamente la carga simbólica encerrada en la imagen exterior del objeto. En otras palabras: la sociedad es.. pañola preparaba y se preparaba para una difícil, pero no imposible, transición, una transición que se esperaba más radical de lo que luego fue, pero que difícillnente podía ya seguir las pautas de la tradición revolucionaria ortodoxa. En el campo de la cultura, la tradición reulista que encarna Baroja encontró un fiel aliado en las corrientes oposituras del realismo socialista. Pero el mOvimiento fue tan general, tan canónico e indiscutido, que ya en la década de los años 60 empieza a forjarse una tendencia antirrealista de ruptura. Una tendencia que no voy a valorar ahora literariamente, sino en lo que re. presentó como conjunto en tanto que teoría estética. Porque hay que recordar que, pese a romper abiertamente con los cánones realistas, ni la obra de Juan Benet, ni la trilogía de Juan Goytisolo, ni la obra de l0s jóvenes poetas recopilados y lanzados por Castellet podía calificarse de obra aliada de la reacción franquista . Muy al contrario, lo que se estaba entonces planteando no era un formalismo vaCÍo de sentido crítico, sino una meditación sobre los límites del lenguaje expresivo, desde el punto de partida que entiende toda convención canónica del lenguaje como expresión de una lengua, es decir, de un pensamiento, conservador. En el fenómeno podía haber mucho de mimetismo y de frivolidad, pero también se encerraba por vez primera una propuesta estética que enlazaba con la gran tradición m arginada de la cultura española encarnada por Valle, por la ética de las vanguardias y la estética de la revolución poética del 27.


TRAS LA REVOLUC ION DE LOS CLAVELES ...

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Pues bien, me pregunto si hubo un simiro de Brito en el ámbito de la fenómeno paralelo o similar en la so- poesía. Aun así, insisto, la ruptura esciedad y en la cultura literaria portu- tética que representa la corriente anguesa. La pregunta implica por mi par- tirrealista española se manifiesta en e l te un lamentable des cono cimento en terreno exclusivo del lenguaje liter ario profundidad de la hi storia literaria re- y de su significación estética y, en este ciente de Portugal; pero también insi- sentido, sólo me siento legitimado a núa que, a la vista de los informes a los plantear interrogantes sobre el caso que uno ha podido tener acceso en di- portugués. Interrogantes que encuenversos actos culturales como el presen- tros como el p r esente pueden ayudar t e, no parece que haya sucedido un fe- a clarificar con un animado debate. nómeno similar o bien no parece que No quiero, pues, finalizar sin aprolos informantes le hayan concedido la vechar la ocasión que se me h a b rinimportancia y la trascendencia estética dado de dir igirme a ustedes para felicitar a los organizadores de encuentros que a mi juicio tiene y merece. Me pregunto también si la tradición como éste. Este tipo de iniciativas derealista portuguesa que representa Ec;a ben multiplicarse. Los contactos repede Quiroz no será menos dogmática y tirse. Es injustificable que los univercerrada que la española y, en este sen- sitarios y los hombres cultos de la petido, si no h abrá sido capaz de abar- nínsula ibérica ignoren sus respectivas car en su propio seno los movimientos lenguas romance o, al menos, no sean de antítesis y de rup tura. El caso de capaces de leer portugués, catalán, gaPessoa -clasicista y futurista a un llego y castellano indistintamente. En tiempo- podría inducir a una inter- último extremo, los autores contempopretación de este tipo . Incluso el rico ráneos más señalados deben traducirse elemento humano, por no decir psico- y difundirse. En este sentido, el especlógico, de la obra de Fernando Nanora tacu lar interés que entre nosotros ha o de J. Cardoso Pires podría actuar a despertado la obra de Pessoa es todo modo de agluti nante de otras tradicio- un síntoma de esperanza. La au téntica n es europeas de mayor flexibilidad. Es cultura, p ese al empeño contrario de e l caso también del amplísimo registro todos los funcionarios culturales, no lírico del gran E u genio de Andrade o divide a los pueblos sino que los h erde la variada fuerza expresiva de Ca- mana.

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RAÚL GUERRA GARRIDO

Pasargada, mI más bella derrota

A uno, con los años, la adicción a Il a literatura se le acrecienta de tal forma que ya sólo le satisface la droga dura, la literatura pura, es decir leer ficción o escribir historias porque en definitiva uno es un contador de historias que no r ecogen los libros de Historia con mayúscula. No distingo ya muy bien entre las dos variedades del tóxico, leer o escribir, de ahí que ,pueda creer en el escritor que no escribe pero no en el escritor que no ,lee, y no pueda creer en absoluto en el escritor que filosofa o hace crítica sobre e l hecho literario, la obsesión crítica es el primer síntoma de impotenoia del narrador (y me figuro que d e cualquier artista). En consecuencia, mi discurso sobre lo que ocurrió tras y entre ~a r evolución de los claveles y la muerte de Franco (fecha con sigla de carretera de circunvalación, la 20-N) no podrá ser una djsgresión especulativa sociológica sino el enunciado de una s.jmple ,anécdota que quizá unida a otras simill ares pueda constituir una historia de las que con h minúscula en verda d me interesan, pues son las únicas capaces de acercarse a la verdad. La otra Historia la escriben los triunfadores y a és tos les sobra con el Boletín Oficia'l del Estado. y como estamos hablando de literatura, la anécdota ha de tener la categoría de metáfora: secreto a voces de la narrativa. Entre el 25 de abril del 74 y el 20 de noviembre del 75, un largo

año y medio decisivo en la vida de todos los aquí presentes, se produjeron efemérides importantísimas y se expandió un júbilo de nuevos proyectos políticos y sociales que pretendían, y en gran parte han conseguido, reconvertir a los súbditos portugueses y españoles en ciudadanos libres: algunos partioipamos en el plano cultural con una anécdota mínima, la creación de una revista literaria, algo sin duda in trascendente, pero para nosotros ámpresC'Índible. La revista se llamó Pasargada. Las revistas J<Íterarias constituyen el reducto de la calidad y son el r efugio más apropiado ,de la poesía y la narración corta, son publicaciones minoritarias y heroicas qu e, las más de las veces, perecen de muerte natural, la falta de recurosos económicos es su hábitat natural, pero no terminan de des,a parecer pues los nacimientos se superponen a los óbitos formando un flu.. jo continuo de entusiasmo renovado; la mayor parte de mi producción primera y corla apareció en ellas y el repa so de sus nombres es una necrológica: Kurpil, Kanül, Papeles de Son Armadans, Camp del'A rpa, e tc., y entre eUas, cómo no , también Pasargacla. Sólo conseguimos sacar un número a la calle y el segundo faLleció por los oscuros impagos de nuestra común geografía y costumbre. Uno cree que nada separa tanto a las nacion es como su proxim ¡dad


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fronteriza y máxime cuando sus pue- ciones, por fin, a f.inales del 76, salió blos hablan lenguas aún más próximas; de la imprenta el primer número de de ahí la ,i mportancia que tuvo, que Pasargada. Revista trimestral de cultupudo tener, una experiencia como la ra (en realidad estrictamente literaria), de Pasargada puesto que las revistas el correspondiente al Inverno, Hivern, literarias no sólo son el reducto de la Invierno, Negua. Costaba 60 escudos ó calidad sino también lo más parecido 150 pesetas y su sede radicaba en Rua a hacer el amor: se conoce gente. Son Coelho da Rocha, 95. Lisboa-3 . Portugal. un punto de encuentro. Conocer al otro Su editorial era breve y contundente es amarlo, eso engendra respeto y del como un banderín de enganche: respeto surge la conv.ivencia, el saber {{ V.iviendo en el mismo espacio geovivir con y acabar con ,l a eterna dico- gráfico y cultural, los pueblos de Iberia tomía de dividirnos en ,i ndignos e in- primamos por ignorarnos mutuamente. dignados. Para España y Portugal una Vascos, gallegos, catalanes, portugueurgencia prioritaria. El bellísimo lema ses, castellanos, y las culturas a las de la revista, que ocupaba toda su con- que nuestra trayectoria histórica ha traportada, decía así: « Es necesario dado origen en el mundo, estamos junacostumbrarnos a leer incliferenciada- tos pero como si estuviéramos en plamente en las lenguas de todos los pue- netas diferentes. Pasargada, más allá blos de la península». Y lo decía en los de su mitificaoión en Eldorado que le cinco idiomas que hoy son ofioiales en ha dado el brasmeño Manuel Bandeira la Península Ibérica. Portugués, gallego, pretende ser el fulcro de un conoci~ catalán y castellano sonaban tan pró- miento mutuo más profundo, de un ximos que la diferencia abismal dill más grande, de un total respecto por euskara no hacía más que entrañarnos nuestros valores de civilización.» a todos en ·e l esfuerzo común. Nunca Como se ve una propuesta de conoy jamás antes se habían encontrado los cimiento y un afán de engarce que se escritores de estos cinco idiomas en extendía a Iberoamérica. Un programa tamaño epicentro, algo que sólo fue poque gustan de asumir nuestros respecsible al amparo del entusiasmo que el tivos estados pero que no terminan de famoso b.ienio supo despertar en todos formalizar en la práctica. En el conoellos. Fue una causa digna de aquel escerse está la dave y ninguna otra vía fuerzo, pero por desgracia necesitada de conocimiento como la lectura: esa de mayor fuerza en el envite. A lo largo del 74-75 el viaje a Lisboa fue la lúcida y breve aportación de se convirtió para los españoles en su Pasargada. Firmaban los artículos de su sumario viaje a La Meca, la revolución en vivo, Haramburu Mtuna, BIas de Otero, Gala ,Jibertad a la vuelta de la esquina, briel Aresti, Jorge Amado, Assis Pacheel futuro al alcance de la mano si las ca, Agustí Bartra, Joan Brossa, M.a manos no se mantenían ociosas. Y se multiplicaron los encuentros. Todavía Aurelia Capmany, Corredor Matheos, recuerdo mi primera entrevista con Fernández Nieto, Manuel María, GraManuel de Seabra en aa sorprendente miro de Matos, Joan Oliver, Raimón, librería Francisco Franco, casi a la Urbano Tavares y quien esto escribe: puerta del hotel en que a duras ,p enas un heteróclito colectivo de consagrados conseguía pernoctar pues las horas se con ganas de cumplir y de cumplidoras me iban en maravillas. Manuel de Sea- promesas con ganas de consagrarse, bra y Carlos Fonseca e Si'lva, fueron cuya temálica general, pucstos a buspadre y madre de la idea y directores car un denominador común, no era de la revista. Tras múltiples contactos, tanto el afán de denuncia como e,l neno exentos de dificultades ni contradic- cesario didactismo de develar parcelas


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RAUL GUERR A GARRID O

ocultas de su entorno literario, o aún mejor, de escribir sobre ello con la naturalidad y desenfado que se suponía debería ser lo cotidiano CUlltO de un porvenir en el que ya estábamos. O aún más gráficamente: llevar a la letra impresa la pintada clandestina de: «di en la caJ.le lo que hablas en casa». Lo cual no quiere decir que no se incurriera en tópicos como en el dossier sobre la situación de la literatura en Portugal, con una encuesta en la que se incluía la siguiente pregunta: «¿ cuál! debe ser la posición del escritor portugués en este momento, la de espectador atento o la de actor empeñado en la lucha política?». Pero es que el tópjco sobre el compromiso, como el del contenido y la forma, parecen sobrevivirse a sí mismos en razón de ser eso, tópicos, es decir, falsos problemas susceptibles de asumir m uy variables falsas soluciones.

La actividad de Pasargada se comple. m entó con la convocatoria de un premio internacional de novela, con textos que podian estar escritos en cualquiera de los cinco idiomas, y que ganó con una espléndida narración en castellano, en la que ya aparecía su personaje Sixto Sexto, el recientemente malogrado Raúl Ruiz. Aquello fue todo . Por desgracia muy poco. Pero Pasargacla es una metáfora sumamente descriptiva del pre. ciso tiempo que tratamos de recordar; su nacimien to es la metaforización del entusiasmo con que se inició el proceso democrático, una coincidencia de intereses que no se había producido nunca antes; y su óbito es la metaforiz·ación del desencanto que siguió a la euforia debido a la lenta marcha y múltiples concesiones del sistema parlamentario. La coincidencia de intereses no ha vuelto a producirse, de -ahí qu e Pasargada sea u na de mis más b ellas d errotas.

pásargada


2.

El compromiso político ANDRÉS SOREL BAPTISTA -BASTOS JOAO DE MELO JOSÉ LUIS SAMPEDRO



ANDRÉS SOREL

Del intelectual hablamos. Del escritor concretamos. Compromiso: Obligación contraída. Intelectual: Dícese de la persona que se dedica a actividades que requieren especial empleo de la inteligencia. Compromiso intelectual: obligación contraída con la inteligencia. ¿ Para cambiar el mundo? ¿ O para no morir de angustia, ahogarse en la barbarie impuesta por la mediocridad e injusticia envolventes? Para intentar al menos interpretarlo poéticamente. Dicho de manera egoísta: para salvar el yo del horror impuesto a la colectividad. Un eco recorre libros y recintos universitarios: crisis de los intelectuales. Crisis general de la cultura. Muerte de la utopía. Eco alimentado por los corpúsculos hacedores de la política, instalados en la maldición de lo real, necesitados de combatir la voluntad moral de quienes sólo entienden la política como camino hacia la utopía. Por eso, sólo negando el presente podemos pensar en el futuro. Pens·a r. ¿Es que acaso derrotado fue el pensamiento? ¿Es para el denominado progreso la cultura un simple vestigio histórico? En verdad: por cada salto que hacia adelante dio el ser humano, dejó en el camino cuanto de humano tenía. En 1924 Walter Benjamín escribe: «La construcción de la vida se halla,

en estos momentos, mucho más dominada por hechos que por convicciones. y por un tipo de hechos que casi nunca y en ningún lugar han llegado aún a fundamentar convicciones.» ¿ Qué escribiría en nuestros días Benjamín, Walter? Miseria de nuestra cultura mercantilizada. Ruptura de las viejas señas de identidad . Palabra como mero soporte de la imagen. Pensador sustituido por el prefabricado ídolo que no necesita ya saber hablar o escribir: basta con que pueda ser vendido. El nuevo sacerdote puede gritar, injuriar, escupir, morirse de sobredosis en el desempeño de su función: nada importa; será sustituido: preciso es intercambiar, en la era de la velocidad, a los oficiantes del rito; cuenta que sepa moverse, encaje en las reglas del juego establecidas: el púlpito es el escenario; la iglesia, la discoteca o el campo abierto si la misa ha de tener todo el boato y la grandeza del aire libre; el vino consagrado o la hostia compartida la coca, el ha... chís o la heroína. Al fin la tribu ha encontrado hechiceros más lúdicos y comuniones más salvajes y participativas. Junto al escenario del ocio, la catedral que soporta los cimientos de esta nueva sociedad: El Gran Almacén. Así, catecismo e Iglesia, ordenante y ordenados, complementan sus fines «a la mayor gloria del Imperio».


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ANDRES SOREL

El imperio de la moda, el desarrollo de las nuevas aristocracias empresariales, necesita recuperar, dominar viejos conceptos - tal hizo y hace en nuestros países con el de socialismo-para vaciarlos de contenido y sustituir los gastados clichés negros o pardos de los recientes fascismos por los suaves, rosas autoritarismos de las democracias presentes. Y en ellas, la cultura se pone al servicio de un ocio embrutecedor a l·a par que uniformado. Desde la infancia se vive no en el reino de la razón o la imaginación, sino en el de la publicidad y la simulación, vehículo no de libertad, sino de oscurantismo. Publicidad aliada a la s·aturación informativa, del control que la última, inalcanzable e inabordable razón de la técnica impone a nuestra sociedad de consumo: desde niños perplejos, ahogados en el vaCÍo existencial, impotentes para intervenir profundamente en su tiempo de vida, deseosos tan sólo de consumir, lo más rápidamente que puedan, su propio único día de existencia. Los poderes estéticos, las corrientes denominadas modernas o postmodernas son los poderes creados por los políticos, impuestos y mantenidos a su vez -cual queridas satisfechas y escasamente exigentes- por quienes dominan, económica y militarmente los mercados del mundo. No somos más libres por tener más información, pues el control y la manipulación sobre la misma es mayor que nunca. No porque desaparezca la vieja aldea podemos pensar que la macrociudad no sea sino una nueva aldea humana donde agonizan las masas alfabetizadas por los signos ordenados según los códigos y necesidades de los mercaderes de la cultura. Inasibles eran los mandamientos comunicados por los Dioses en las cimas de las montañas a los profetas. Tan inasibles como las razones y fines de los vídeos y ordenadores que desde sus primeros años de vida manipulan en la nueva religión nuestros hijos. Lenguaje y signo escrito o hablado -narrar es

hablar, comunicar realidades o sueños, pesadillas o hechos concretos, angustias internas o paisajes exterioresretroceden ante lo visual. Como la cultura propia y distintiva de cada pueblo es devorada, subsumida por la unidimensionalizada al servicio de las multinacionales. Mas nosotros, ajenos a ese ruido ensordecedor que ya hace imposible escuchar la maravillosa música del silencio, nos obstinamos en seguir considerando la creación poética o la reflexión filosófica-política como expresión de una realidad inacabada, que carece de leyes o textos sagrados, que odia el autoritarismo y tampoco cree en la democracia, que no rinde vasallaje ni a los jueces, ni a los militares, ni a los sacerdotes, ni a los banqueros, pues ninguno de ellos es inocente, que no ignora que pensamiento e imaginación aunados son el auténtico cáncer del poder, de todo poder, de cualquier poder. Como dice Wittgenstein: «Los límites del lenguaje sólo los determinan los límites del mundo.» ¿ Habremos aeaso de resignarnos? ¿Aceptar que la razón fue definitivamente vencida por la fuerza? Peor aún: ¿rendir nuestra razón al más estúpido Príncipe-Cardenal-Mecenas que dieron los siglos? O volver a los orígenes, a pensar, ahitos ya de especialistas infantilizados creados en las Universidades-fábricas más avanzadas del mundo, las que consiguieron transformar la definición de civilización de técnica más cultura en progreso ininterrumpido de la técnica con deterioro progresivo de la cultura. Pensar en nosotros mismos. Pensar en el mundo. Si las viejas fórmulas para la acción no sirven habrá que inventar otras. Pero sin acción no somos . No existimos . Nos convertimos en vegetales. En piezas de ordenador. Lugar único donde el compromiso del intelectual no es debate , no tiene razón de ser. «El hombre es una nube de la qu e el sueño es viento.


EL COMP ROM ISO POLlTICO

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¿Quién podrá al pensamiento sepa- ricias de otros solitarios como nosrarlo del sueño?» otros, música de palabras que nos Escribía Cernuda. y nosotros, a su acompañan en esta difícil travesía , viaconjuro, tejemos, t ejemos, seguimos jeros de todos los tiempos que como tejiendo caricias -la palabra viva besa Rimbaud nos dicen : la boca de los adolescentes, de los vie«Sí, tengo los ojos cerrados a vuesjos, de los que bajo tierra se descom- tra ley. Soy una bestia, un negro. Pero ponen, de quienes aún están por na- puedo ser salvado. Vosotros sois falsos cer; tejemos cuentos, historias o uto- negros, vosotros maniáticos, feroces, pías políticas sobre sociedades futuras avaros. Mercader, tú eres negro; may falanstéricas, que son como hilos de gistrado, tú eres negro; general, tú eres luz viajeros de la noche capaz de saber n egro; emperador, vieja comezón, tú aún de la oscuridad y el miedo, poemas eres negro: has bebido un licor libre y mítines que cantan y declaman las de impuestos, de la fábrica de Satanás. ,r amas de árboles orgullosos todavía Este pueblo está inspirado por la fiebre de respirar y dar r espiración; segui- y el cáncer. Tan responsabl es son los mos tejiendo sudarios para los podero- lisiados y los viejos, que solicitan ser sos, maldecimos su prepotencia, les re- hervidos. Lo más astuto es abandonar cordamos que la historia de los vence- este continente en que la locura anda dores no es sino la historia de la acu- al acecho para proveer de rehenes a mulación de las miserias impuestas a esos miserables. Me adentro en el los pueblos por todos los poderes de- auténtico reino de los hijos de Cam.» Desde la locura - privilegio de quiegradantes y degradados -el animal en estado puro, el superviviente en razón nes negamos el presente porque pende su fuerza, el triunfador del calvero samos aún no esté absolutamente pery la jungla es a la postre el hacedor de dido el futuro-, y en la obligación conla ley- y que esta ley nada tiene que traída con la inteligencia, último reducver con la historia de la literatura o to de la libertad, decimos sinceramente de la revolución, que es siempre la his- que no tenemos u na fórmula mágica toria de los vencidos. Y nosotros, los para definir el compromiso político. navegantes de los subsuelos de la ciu- Sabemos cuanto hay que negar, comdad, p roscritos en el tiempo de la pu- batir. Y humildemente nos ponemos, blicidad y la moda, al tejer nuestra ra- una vez más, a pensar. En el principio zón hecha de negaciones y desespera- fue el verbo. Y la palabra se hizo acdas búsqued as, encontramos en la bús- ción. Tan necesaria. Tan fácil. Tan diqueda desesperada de ojos, manos, ca- fícil. ..


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PORTUGAL Y ESPAร A: DOS SOCIEDADES, . DOS TRANSICIONES, DOS LITERATURAS.

I


BAPTISTA -BASTOS

Conversa em Madrid

Todos os livros sao políticos ou r efl ectem mal-entendidos políticos da mesma forma que um homem é pouca coisa: urna ideia vale mais. E como pode o escritor nao se interessar pela política, se a política comporta, em si, tanta matéria humana? Depois, a política deve ser entendida como urna disciplina da cultura: nao se constituem como esferas antagónicas, complementam-se para se completar. Venho do país do lado esquerdo, do país virado para o mar, e perten<;o a um povo que sofreu tres séculos de Inquisi<;ao e cinquenta anos de fascismo. As marcas sao visíveis: 27 por cento de analfabetos, mais de 60 por cento de portugueses que nunca leram um livro. Mesmo assim, esta tragédia mao obstou a que a literatura (por exemplo) sempre recusasse ser urna dócil servidora da c1asse dominante, afastando_se de todo o registo social e político. E, como se sabe, como sabem os meus amigos espanhóis, como sabe a cultura espanhola, as grandes rupturas na História sempre determinaram intensos fluxos culturais . A razao antifascista, que foi o eixo que fez mover um dos mais importantes movimentos Iiterários portugueses, o neo-realismo, seguiu-se aquilo que chamarei de a razao cognoscitiva. Ao idioma imediatamente comunicativo (urna arte «instrumental» que nos forneceu o retrato de um Portugal antigo

e obscurantista) opos-se o idioma expressivo, a busca de urna identidade própria, na recorre<;ao as nossas mais vivas tradi<;6es. Se o neo-realismo foi, além do princípio moral de que sempre se rec1amou, a tentativa de formar (artísticamente) urna teoría de conjunto da injusti<;a social, a literatura saída do 25 de Abril tem procurado, através de fábulas, de metáforas, de alegorias e de analogias apreender o sentido da História pela via do conhecimento poético. Nao é impunemente que as maiores casas editoras do Mundo estao a (re)descobrir o romance portugues. Nao é pacificamente que nas maiores Universidades do Mundo a prosa narrativa portuguesa é texto e pretexto de ensaios, teses de licenciatura e de mestrado . Depois do 25 de Abril muitas coisas foram repensadas e postas em questao; o estatuto do saber intocável sofreu um exame através do qual se tornou avulso que a cultura só seria um domínio reservado (privilegiado) se naO se preparasse um armamente teórico e ideológico para a nossa pequena-burguesia intelectual. Urna nova maneira de ver e de conceber a literatura indicou-nos que o compromisso de um texto, o acto de se oler em conexao com as ciencias e a filosofia, a sua rela<;ao com o tempo real constituiam balizas muito mais significativas do que as leituras tradicionais. Pela minha parte creio, hoje, que os


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grandes escritores nao sao (muitas vezes) «descrobidores» ou «inovadores»; mas os que fazem a soma, os que, transformando a leitura, rep6em o problema da nossa condi~ao e manifestam, com as palavras, a vontade de a tornar menos trágica. O que é político. O que é cultural. O que é subversivo e, portanto, profundamente humano e estimulante. Devo dizer que, hoje, a realidade (social e política) exerce urna influencia cada vez mais mareante no romance portugues. Mas é urna realidade a partir da qual o romancista retrocede no tempo, procura captá-lo conferindo-lhe outro registro, pulveriza-o, fragmenta-o, altera-o; prolonga coordenadas e para.. metros, dá voz aos seus particulares mitos interiores, suspende ou multipla os testemunhos, e deixa livremente passar a sua singular imagina~ao musical. Rá um 'e vidente compromisso político nos romances de José Saramago, Manuel da Fonseca, José Cardoso Pires, Lobo Antunes, Joao de Melo, Lídia Jorge, Diniz Machado, Urbano Tavares Rodrigues, Maria Velho da Costa, nos meus próprios romances. Sao obras politicamente com endere~o: múltiplas formas artísticas, diversificados caminhos literários situados entre a contingencia e a necessidade. Como essas fábulas, essas metáforas, essas alegorias e analogias se inscrevem, ideologicamente, num tempo, numa época e num ambiente históricos muito particulares, com frequencia há quem procure atribuir a obra do narrador significados imediatos que essa obra ou nao possui ou que, apenas, nos sugere. A crÍa~ao literária está repleta de ardis, de astúcias e de projec~6es surpreendentes que, frequentemente, ultrapassam os propósitos mais severos e as capacidades mais planeadas do seu autor. Porém, repito o que a princípio disse, todos os livros sao políticos ou reflectem mal-entendidos políticos. E nenhum escritor pode colocar-se numa situa~ao de exemplaridade intocável.

O escritor é um homem extremamente vulnerável, frágil e maravilhado. Escreve para tentar curar urna ferida secreta e primordial. É um ser inacabado em constante procura do singelo milagre da perfei~ao. E escrever é, no fundo, comunicar algo sobre os outros e sobre nós p róprios. Mas a literatura, o escritor, de pouco poder di sp6em: a literatura nunca fez revolu~6es, mas as revolu~6 e s (essas sim) sempre deram novo s impulsos e adicionaram novas tens6es e crispa~6es as literaturas. No entanto, p enso que o neo-realismo portugues, pela sua imperiosa e imediata carga ideológicoinformativa, contribuiu para o esclarecimento (digamos assim) social, político, moral dos homens da gerac;:ao a que p ertenc;:o . De certa forma foi urna literatura <<instrumental», acentuadamente política nos seus meios e nos seus objectivos; e as suas personagens adquiriam o porte 'e a estatura de «figuras de func;:ao» e, entre a obscuridade e a consciencia, os sinais e os signos de urna literatura «activa», «civil». Roje, a dinamica de cada um dos autores portugueses talvez Ja nao express e a dinamica do conjunto,e talvez também des se facto resulte a diversidade e a riqueza singul·a res de urna literatura que deixou de ser urna espécie de «realidade coral», para se desmultiplicar em outros ,e nigmas. O romance portugues cont'e mporaneo está r epleto de outro tipo de carga informativa. No seu discurso, na sua teia r eticular (que é a teia com que se constroem as fábulas e as metáforas), há, sempre e sempre, evanescente ou clara, urna reflexao política e social que se lhes intromete subtilmente. Digamos assim: un contributo ideológico da memórÍa, o ser social a determinar a consciencia. Refiro-me, claro, a consciencia artística. Nao ao beletrismo, ou belo-Ietrismo; nao ao bonitinho na prosa, sim a expressividade contida na natureza da própria prosa. A prosa


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portuguesa depois de Abril orientou as nossas comuns preocupa<;oes para um outro tipo de 'e xpressividade que 'e, nesta etapa histórica, o veículo da conota<;ao . A escrita denotativa opusemos, em termos de pesquisa idiomática, a escrita como pictografia, a identifica<;ao da palabra com a imagem, porque parte substancial do Mundo é constituída por imagens: múltiplos níveis de significado. E cada um de nós, prosadores portugueses, tem rela<;oes particulares com as suas descobertas verbais, com o seu peculiar edifício lexical, porque cada palavra possui radia<;oes especiais, cada palavra dispoe de infinitas claridades e de desmesurados labirintos. Os meus romances nao poderiam ser escritos por José Saramago, como eu nao poderia -escrever os romances de J oao de Melo. 1sto como exemplo. Mas cada um de nós, com as singularidades que nos sao própias, com a ideologia, a ética e a estética que nos sao pessoais, recusa uma espécie de «r ealismo canónico», no qual as situa<;oes 'e as personagens que as explicam ou determinam sao, sempre, urna cadeia de inverosimilhan<;as p sicológicas e de imprevidencias sociais e políticas. Os nossos romances reflectem os conflitos latentes na sociedade portuguesa saída do 25 de Abril, mesmo que a eles directamen te se nao refiram. Recusámos a lingu agem declamatória, o herói positivo, o panfleto mesmo quando o panfleto assuma as dimensoes do épico ou do lír ico. Procuramos urna realidad e outra que, por vezes , nao é urna rea lidade nova -mas já nao é a realidade velha do fascismo. E creio que uma das grandezas do roman ce portugues de hoje é que ele enjeita os processos argum entativos. Pergunto-me: o escritor tem de dizer se o fascismo foi fausto ou infausto? Ou tem, pelo contrário, de r,e solver, poeticamente, os problemas de rela<;ao que o f.ascismo levantou? Quero diz-er : a presun<;ao que tivemos, durante o

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fascismo, de solucionar, a través da arte, da literatura, as gravíssimas questoes nacionais - alguma vez resultou? A profissao de fé a velha visao do Mundo (de certa forma maniqueísta) poderia, depois do 25 de Abril, conduzir-nos a uma ruptura ainda maior com o leitor. Tentámos, estamos a tentar ainda, outras pistas, novo s indícios, reclamando-nos, cada um de nós e todos, de uma grande tradi<;ao cultural, que parecia arredada dos nossos interesses mais imediatos. Escrevemos de uma maneira outra, talvez porque tenhamos urna concep<;ao cíclica d·a História e uma visao céptica do tempo que nos coube viver e escrewer. Chegámos a uma conclusao dramática: a memória é a última coisa a morrer; nao a esperan<;a . E a es pe.. ran<;a nem sempre tem razao. Somos (eu pelo menos sou) -escritores de urna emergencia, no sentido de cultura de «crise» - expressao e, porventura, justifica<;ao de uma soci-edade em crise. Depois, em Portugal, enfrentamos um Poder inculto. Dm Poder que tem da cultura urna no<;ao subalterna. O Poder olh a a cultura de viés, poe-lhe entraves, e entraves de toda a ordem, até os de ordem económica e financeira. O Poder nao reconhece a profissao de escritor, m as cobra dos direitos de autor largos e pesadíssimos ,i mpostos . Até sobre o Prémios Literários. Sao decisoes estritam ente políticas, a que temos de respond er politicamente. E como a política é uma disciplina da cultura, direi que temos de responder culturalmente a ofensiva política. Ao nível da análise literária existem, em Portugal, grupos de pressao que reflectem tendencias e orienta<;oes que, subj ectivamente, estao em sintonía com o di scurso do Poder. Dma crítica que é uma miséria p edagógica -e ansiosa por m edir for<;as em termos de tudo ou nada. Quase toda a análise literária que se pratica em Portugal na o enriquece o texto adicionando-lhe as suas próprias


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interrogac;:6es e interpelac;:6es. Tende, essa crítica, a usurpar a posic;:ao do narmdor, privilegiando certos significados em detrimento de outros. Ou, entao, assun1e, conscientemente, um papel redutor, quando pretende decifrar os significados com critérios e sistemas interpretativos grosseiramente importados. Magnificar ou absolutizar o papel das ideias em detrimento das realidades sociais e políticas, do imaginário da fantasia, talvez nao prejudique a grandeza de urna obra literária, más empobrece a análise crítica e, no caso portugues, é outro sintoma de colonizac;:ao cultural. Andámos, quase sempre, a descobrir os outros e a seguir os outros: os franceses, os brasileiros do nordeste, os americanos . E a imitálos, quando nao a copiá-los. Era chegada a vez e a hora de nos descobrirmos a nós próprios, de recuperar (renovando-as) as vozes antigas, as riquezas do

nosso imenso legado cultural. E o que se reformula, o que tentamos reformular é, sobretudo, a questao polémica situada nesse ambíguo e precário espac;:o entre representac;:ao e conhecimento. A questao de se resolver, poeticamente, as relac;:6es do cognoscitivo com a nova realidade. Seja : a língua como tensao entre observac;:ao e juízo. Para terminar, cito Franc;:6is Mauriac : «Cada palavra escrita é o traco onde o pintor se reconhece por inteiro. Nao há o jornalista, nao há o poeta; há alguém, alguém que se exprime directamente ou que se exprime contravontade; enfim, que se trai ou que se entrega porque existe e porque tem a sua palavra a dizer.» Vim a Madrid dizer a minha palavra. Vim a Madrid dar o meu recado. O meu recado e a minha palavra culturais e, portanto, necessariamente políticos. Muito obrigado.


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Nó¡;, os da geraf.;ao da guerra colonial

1. Por mera coincidencia, há precisamente 27 anos (no dia 4 de Fevereiro de 1961), o meu 12. 0 aniversário foi associado a um acontecimento alarmante e de todo inesperado: guerri}heiros do MPLA, empunhando catanas, canhangu.. los e outras armas artesanais, dayam início a luta armada para a liberta~ao de Angola. Estava bem longe entao de imaginar que esse facto histórico, e os outros que se lhe sucederam, viria modificar a vida duma gera~ao e também o destino do meu país. Aos 12 anos de idade como se sase, a consciencia política nao vai além da perplexidade ou do espanto de ver como as estranhas coisas do mundo movem e dividem as paix6es dos adultos. Abriu-se logo um grande equívoco no tempo. Primeiro, as pessoas empalideceram e ficaram como que paralisadas por um indefinido terror; depois, reagindo depressa aos impulsos dos políticos, encheram-se de ódio, clamaram por vingan~a e tornaram-se inimigas urnas das outras. Por um desses dias, vi um homem velho dirigir-se a Na~ao: tinha a voz embargada pela emo~ao e apontou um dedo trémulo as camaras televisivas. Foi entao que ouvi a frase mais imperativa de quantas .até hoje me foram dirigidas. Esse dedo trémulo apontou mesmo na minha direc~ao: Para Angola, já e em forfa! Tornou-se célebre urna outra frase do

ditador Salazar: Em política, aquilo que parece, é. Apercebi-me logo de que a política usava duma retórica muito própria, sem dúvida eufemística, para justificar os seus desígnios. Antes mesmo de por em ac~ao todo o aparelho de que dis_ punha, Salaz·a r em pessoa come~ara a perseguir a minha inteligencia, a calar a verdade real earguer um imaginário nacional que ainda hoje permanece em parte contra-informado, nostálgico, orfilo de pai e até incrédulo perante as evidencias da História. Sem que eu soubesse, para Angola, já e em forfa! tornara-se no grande mote, na senha e contra-senha da grande fábula da minha vicissitude política. Mas nao se esgotam nestas constatar;6es os motivos nem os factos que passaram ao registo da minha memória -e que podem, porventura, estar na origem da forma~ao duma nova consciencia portuguesa. Nao me recordo nada do entusiasmo, nem da esperanr;a, que fizera tremer o re gime e varrera o país de norte a su!, por altura da campanha eleitoral para a Presidencia da República: o general Humberto Delgado só passou a existir para mim como a figura dum mártir da Ditadura que o exilou em 1959 e, em 1965, o mandou assassinar em Espanha. De 1961 em diante, Portugal passou a viver na ponta das baionetas. Houvera a tenta-


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tiva de golpe de Estado no quartel da o colonialismo em Moc;ambique. Com cidade de Beja. A seguir ao 4 de Feve- 3 frentes de guerra e urna retaguarda reiro de Angola, aconteceu o sequestro fechada pela Censura a Imprensa, pela do navio Santa Maria, numa tentativa proibic;ao de cualquer política de opode captar a atenc;ao do Mundo livre sic;ao ao regime e pelo zelo das polícias, para a longa, fraudulenta e provinciana foi dificilmente suportável viver em ditadura de Salazar. Pior do que tudo Portugal. isso: o ilnpério pOTtugués comec;ava a Paralelamente as nossas guerras de desmoronar-se. A Uniao Indiana, peran- África, o envolvimiento americano no te a obstinac;ao do Ditador, decidiu in- Vietname, nao obstante processar-se vadir os territórios de Goa, Damao e numa realidade geográfica lon gínqua, Diu e anexá-Ios a nac;ao. Tudo isso es· comec;ou a inspirar aos hom ens da tava sendo tumultuoso e convulso . O minha gerac;ao um progressivo sen tipovo portugues viveu es se tempo com mento de fatalidade e frustrac;ao. O a paixao dramática das verdadeiras Vietname comec;ava a ser a antevisao sagas familiares- sendo ao mesmo do nosso próprio destino. Viamo-Io no tempo protagonista e outsider dum horror dos bombardeiros B-52, nas nacionalismo sinfónico, religioso e abs_ aldeias incendiadas, no olhar vazio das tracto. De ouvido colado aos aparelhos mulheres e das crianc;as e na forma te.. de rádio, ou com os olhos posts na naz como o povo vietnamita se batia televisao, acreditou tanto em Deus contra a ocupac;ao estrangeira. O pacomo no seu Ditador; e tanto no mila- ralelo possível entre a gerac;ao portugre de Fátima como na cumplicidade guesa da guerra e a gerac;ao americana que a Igreja Católica hierárquica dis- do Vietnam e comec;ava a ganhar corpo pensou sempre as teses apocalípticas e expressao nessa forma difusa de imdo regime. Isso nao obstou, contudo, potencia que clamava já pela soluc;ao a que o bispo do Porto tivesse sido política da gu erra e a inviabilizava de exilado. Pelo contrário. Foi mesmo em todo no campo militar. De resto, ainda no me dessa mística política e religiosa hoj e americanos e portugueses estao do qu e os católicos progressistas, os filhos lado da mesma perplexidade: vivendo espirituais do Vaticano II, foram sen do os traumas, os silencios e os tabus do banidos do pensamento e da acc;ao; os absurdo, do logro político e duma forescritores, por sua vez, além de proi· ma de culpa dividida entre a inocencia bidos, foram insultados e publicamente e -a necessidade do perdao. escarnecidos : a sua associac;ao, a SocieSomaram-se a es se t empo da minha dade Portuguesa de Escritores, foi sa- gerac;ao todos os fenómenos duma déqueada e des truída pela polícia política cada que foi talvez das mais prolíferas e pelos legionários; os seus livros, do nosso século : a crise americano-soapreendidos; presos os seus autores. viética de Cuba; os assassÍnios de KenOs estudantes universitários, na se- nedye de Delgado; a revoluc;ao cultural quenci a das greves académicas de 1962, chinesa; as guerras do Biafra e israelosofreram brutais agress6es. Muitos árabes; a morte do Che Gu evara na deles, após a prisao e a tortura, conhe.. Bolívia; o Maio de 68 em Franc;a; os ceram um castigo singular: eram mo- B ea tles e os hippie.-s; a substituic;ao de bilizados para a África, para as piores Salazar por Caetano, e a sua ilusória e zonas da guerra - e essa foi talvez arrependida "primavera política»; o asuma forma requintada de retomar, ad- sassÍnio de Eduardo Mondlame, presiministrativamente, as penas do degredo dente da Frelimo; a morte de Salazar; africano. Em 1963, o PAIGC iniciou a os mas sacres de Wiryamu, em Moc;amluta armada na Guiné..Bissau; um ano bique, e a expulsao dos Padres Brandepois, a Frelimo ergueu armas contra cos; a vigília católica de protesto eon-


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tra a guerra, na capela do Rato, em Lisboa, e a vaga de pris6es; a proclamac;ao unilateral da independencia da Guiné-Bissau e o assassínio, nunca explicado, de Amílcar Cabral; o 25 de Abril, a lib erdade, a independencia das ex-colónias. A esperada morte de Franco. A sociedade portuguesa passou dum tempo para outro tempo - e nós, os da gerac;ao da guerra, estávamos rigorosamente no eixo dessa rotac;ao. Estava-se no tempo dos emigrantes clandestinos, dos refractários e dos desertores. No tempo dos presos que eram levados para Caxias, para Peniche, para o Aljube ou para Tarrafal. No tempo, enfim, em que mais dum milhao de homens, mobilizados para África, viviam em si, e por si, a personificac;ao dum destino portugues cada vez mais solitário, e sem voz na encruzilhada. Dessa guerra absurda, guardo ainda milh6es de imagens. Mas no dia em que vi um soldado com a barriga aberta e os intestinos de fora, um triste soldado que me pediu incessantemente que os salvasse porque tinha mulher e 3 filhos - nesse dia, a voz que nele agonizava era em mim O espírito, o sofrimento e a revolta de quantos estavam cansados, desiludidos e tangendo de longe como os sinos que assinalavam o fim dum colonialismo obscuro e sem remédio . Quando me coube escrever os livros sobre a guerra colonial, tive sempre a sensac;ao de o estar f.azendo sob a pressao desse imenso clamor de vozes. Escrevendo em nome dum milhao e quinhentos mil homens, dos seus mortos, dos estropiados, das maes portuguesas, das viúvas e das 11.oivas que ficaram por casar, e em no me também daqueles que, como eu, tinham ido meninos e regressaram diferentes de si mesmos. De certa maneira, os livros da guerra e da descolonizac;ao sao a memória e a anti-memória dum novo imaginário . O fim do império tinha sido afinal em 1580, quando o Rei D. Sebastiao se

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perdeu na batalha de Alcácer-Quibir. A guerra colonial fora toda a História dum prolongado, difuso e inexplicado acto de guerra: durara 500 anos. Tantos quantos os da nossa colonizac;ao africana. Nao sei mesmo se o absurdo de tudo isto nao está no facto de termos sido nós o Povo mais longamente colonizado da História OcidentaL .. 2. Nunca foi pacífica, em Portugal, a ideia de avaliar o espírito e a acc;ao das gerac;6es li terárias a partir dos dados da experiencia social e política. Os teóricos da nossa Literatura tendem a explicar a dinamica dos livros, mais pela tradic;ao literária do que pela génese daqueles fenómenos que só na aparencia podem ser estranhos ao problema da identificac;ao da Literatura com a vida. Ora, o compromisso do escritor nao se estabelece nem com os políticos nem com os teóricos e os crÍticos literários. Para ser sincero, o prin.. cípio e o fim dos meus compromissos políticos está em mim mesmo. Nao por um acto de narcisismo, mas porque toda a obra é, acima de tudo, uma afirmac;ao de individualidade. O problema da aprendizagem, no escritor, comec;a na experiencia e na sensibilidade: só posteriormente pode ser r econhecido como um exercício da sabedoria, da intenc;ao ou da eficácia cultural e política. Torna-se óbvio que os homens da minha gerac;ao aprenderam mais, e mais depressa, com a experiencia do vivido em 2 anos de guerra do que em toda a sua relac;ao com as dialécticas do fe.. nómeno literário. Nao 'p osso dizer que esta gerac;ao tenha nascido de forma espontanea. Ela é também herdeira de alguma tradi<;ao literária, portuguesa e internacional. Sao honrosos, respeitáveis e até inesquecíveis os exemplos cívicos, a comb a tividad e cultural e política, a coragem física e ideológica e os livros do s escritores que nos precedem no tempo -sobretudo os neo-realistas dos anos 40, 50 e 60. Na obra de alguns desses homens colhemos mesmo a possível « cien_


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cia» da modernidade e aquilo a que costumo chamar o «espírito do século». Urna coisa porém é certa: terá sido na viragem do tempo, na passagem da Ditadura para a Liberdade, que se pro ces_ sou a expressao do nosso imaginário. Os neo-realistas sofreram o desgaste da Ditadura; foram heróis e as vezes mártires da Liberdade -mas nós é que estivemos na guerra, crescemos ao ritmo da infinita história dos nossos logros pessoais, vimos matar e morrer, e vimos mais: a miséria dos povos africanos que nao tinham casa, nem terras, nem talvez urna pátria. Vimos e ouvimos toda a mentira sobre o número dos vivos e dos mortos. E fomos perseguidos pela mais sobrenatural de todas as hipocrisias: estávamos nao numa guerra militar, e sim perante um monstruo sem rosto nem explica<;ao. Onde eles diziam que tudo nao passava duma guerrazinha menor, onde afinal quase nem se morria, vimos o horror, a des_ umanidade, a consciencia acusada, o tempo da inutilidade da própria memória. Que livros escrevemos nós? Fundamentalmente os livros da nossa grande afli<;ao colectiva. Nao a grande Epopeia dos descobridores e colonizadores de terras e povos; mas a mais anti-heróica, a lírica e aflita contra-Epopeia. Seria naturalmente impróprio enumerar ou fazer aqui un registo, ainda que mínimo, dos livros e dos escritores que mais e melhor lograram assumir um compromisso total com a história da liberta<;ao dos povos africanos. Persiste contudo um dado a reter. A gera<;ao da guerra nao é exclusivamente portuguesa. A Literatura de Guerra tem de ser estudada no conjunto duma memória que é comun -se bem que diferente.mente vivida e elaborada- aos portugueses e aos novos escri tores de Angola, Mo<;ambique, Guiné-Bissau e Cabo Verde. Pela parte que nos diz respeito, escrevemos sobre a nossa e a morte dos outros em África porque aí aprendemos a estimar melhor a vida; escreve-

mos contra a guerra porque ternos hoje urna nova consciencia sobre a ideia e a filosofia da paz que tao pre.cisa é agora neste nos so novo tempo. O que nao podemos aceitar é que o silencio e as novas conjunturas políticas queiram fazer crer que a guerra nao existiu, que a Ditadura tenha sido urna fic<;ao dos escritores, que nunca ninguém ten ha sido preso, torturado, perseguido. Esse receio decorre das omiss6es, do apagamento progressivo e das novas conjuras silenciosas. As mais jovens gera<;6es portuguesas sao o testemunho dessa espantosa ignorancia acerca do nos so passado recente. Em Portugal, nos dias que correm, todos tiveram um pai, um irmao, um tio ou um amigo que viveu a segunda mal di<;ao dessas guerras. E certo que quase todas as casas portuguesas escondem um álbum de fotografias no fundo das gavetas . Mas essas fotos come<;am a fi_ car amarelas, desbotadas e cheias de vincos irreeuperáveis. Certo é também que ainda nao há urna cinematografia portuguesa ou africana. A maioria de nós continua a sondar, na for<;a e na eloquencia dos filmes americanos de Cop.pola, Kubrik e Oliver Stone, aquilo que afinal os escritores puseram há muito nos seus livros. Claro que todos perdemos a guerra : homens e mulheres, quer tenhamos ido ou ficado longe dela. Perdemo-la sem glória, sem for<;a, sem razao -e sob retudo sem moral histórica. Também nao somos obsessivos . Acredito qu e algo se tenha salvo de entre tantas e tao vastas ruínas. Há um salto cultural importante, na direc<;ao do infinito. Houve em nós um crescimento interior que nao pode ser desmentido. Veja-se a nova Literatura Portuguesa:a linguagem, os temas e a grande actualidade do nosso imaginário. Veja-se o novo Cinema; o te8tro de grande qualic1ade que se faz hoje em Portugal; a for<;a ex· pressiva, a diversidade e a esplendorosa sensibilidac1e figurativa dos nossos artistas plásticos. Na última década, aliás,


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habituámo-nos a ver que os livros dos escritores portugueses se reeditam constantemente, a provar nao só que se lé muito mais, mas sobretudo que o público acredita finalmente nos seus escritores. Nao estamos mais em situa<;:ao de preferir a fic<;:ao que nos era proposta pelos estrangeiros . Até por isso, o escritor portugués con traiu acrescidas responsabilidades e novos compromissos culturais, políticos e literários. O movimento de desco-

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berta da nova Literatura Portuguesa tem de ser aprofundado, para que se torne irreversível. Nesse ponto, creio que Madrid e Lisboa já foram cidades longínquas e desconhecidas. Agora, há condi<;:6es para que os nossos povos acreditem que a fraternidade, o respeito mútuo e a nossa indestrutível amizade passem também pelo imaginário e pelos compromissos políticos e culturais da Literatura.

APENDICE BlBLIOGRAFIA MINIMA A) Portugal ALEGRE, Manuel: Pra~a da Can~ao (1965); O Canto e as Amlas (1967) e Allílntico (1981) - todos de poesía; ANTUNES, António Lobo: páginas de Memória de Elefante (1979), Conhecimento do Infemo e Fado Alexandrino (1980 e 1983, resp.) e Os Cus de Judas (1979, texto integral) - todos romances; BARROS, J. H . Santos: poemas de Imagem Fulminante (1971), Os Alicates do Tmnpo (1979) e de S. Mateus, Outros Lugares e Nomes (1981); BETIENCOURT, Urbano - 14 poemas de Marinheiro com residencia fixa, 1980, e textos inéd itos ; BRITO, Casimiro de: poemas de Jardins de Guerra (1966); CARVALHO, Mário de: Era urna vez un alferes, novela (1984) ; COUTINHO, Carlos: Uma noite na guerra (1978) e O que agora me inquieta (1985), romances. CRUZ, Gastao: As aves, poemas (1969); FERRAZ, Carlos Vale: Nó Cego, romance (1983); FERREIRA, Sérgio Matos: O Descascar da Pele, romance (1982). FREITAS. Ascencio de: textos de E As Raiva Passa Por Cima, Fica Engrossar Um Silencio (1979) e de Ontem era madrugada (1978); GARCIA, José Martins: contos de Katafaraum é urna na~ao (1974) e de Morrer Devagar (1979) e o roma nce Lugar de Massacre (1975); GUERRA, Álvaro: romances O Disfarce (1969), Memória (1971) e O capitao Nemo e Eu (1973) e o texto poético Do general ao cabo mais Ocidental (1976); MARTINS, Filipe Leandro: romance O pé na paisagem (1981);

DA GUERRA COLONIAL MELO, Guilherme de: extensas passagens do romance A sombra dos dias (1981); MELO , Joao de: os romances A memória de ver matar e morrer (1977 - esg.) e Autópsia de um mar de ruínas (1984); poemas de Navega~ao de terra (1980); MENDES, José Manuel: o romance Ombro, Al1ma! (1978) e poemas dispersos; MENDES, Abílio Teixeira: Henda Xala, romance (1984); NAVARRO, Modesto: História do soldado que nao foi condecorado (1972) e Ir a guerra (1974), romances; OLlVElRA, Álamo: diversos poemas e o romance Até Hoje, no pre\o; PACHECO; Fernando Assis : poemas de varios li vros e texto integral de Catalabanza, Qui1010 e Volta (1976), além da novela Walt (78) ; RAMOS, Wanda: romance Percur'sos (do Luachimo ao Luena) (1981); SOARES, Mário Varela: contos de A inutilidade da memória (1976); TAVARES, José Correia: diversos poemas insertos em todos os seu s livros; texto narrativo Nao falarei da guerra, in Fim de Cita"iío (1976); VALENTE, Manuel Alberto: poemas de Os olhos de passagem (1976); VIEIRA, Vergílio Alberto : os livros de contos Salário de Guerra (79) e Chiío de Víboras (1932) e os poemas A paixao das armas (1983); B) Angola: ANDRADE, Fernando da Costa: Poesia com Armas (1975); CORRETA. Octav iano: o conto Dilaji Día Kinema (1980); GUERRA, Henrique: novela Lípu-Kúa-Púkua (inéd ita) de que se publicaram extractos em 1979;


JOAO DE MELO

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JACINTO, António: textos diversos de Poemas (s/d) e outros insertos em divo Antologias; LIMA, Manuel dos Santos: o romance integral As Lágrimas e o Vento (1975); MESTRE, David: narrativa O pulmao (1974) e poemas de Crónica do Ghetto (1973) e de Do Canto a Idade (1977); MOTTA, A. Bobela: contos de So Bicheira e Outros Contos (1978); PEPETELA: os romances Aventuras Ngunga e Mayombe (1976 e 1980, resp.); ROCHA, Jofre: contos de Estórias do Musseque (1977); RUI, Manuel: contos de O Regresso Adiado (1973) e poemas de Poesia sem Noticias (1973); SANTOS, Jorge: Monteiro dos: poemas de Flor de Jacaré (1977); SPENCER, Nicolau: diversos poemas publicados em jornais e revistas; VIEIRA; Luandino: passagens dos romances A vida verdadeira de Domingos Xavier (1974) e Nós os de Maku1usu (1974); VILLANOVA, Joao-Maria: Caderno dum guerrilheiro, poemas (1974); C)

Mo~ambique :

CRAVEIRINHA, José: poemas dispersos e outros de Karingana Ua Karingana (1974); GONC;ALVES, A. Carneiro: conto A patrnlha (1975, 16 páginas); JOAO, Mutimati Barnabé: poemas de Eu. o Povo, 1975; MENDES, Orlando: poemas diversos e o conto O Segredo (1974), e outros;

e _e

SIMBA, Anton: contos, designadamente O Corvo e A visita (1979); Antologia em 3 volumes, Poesia de Combate. Alguns poetas: Fernando Ganhao, Rui Nogar, Luís Carlos Patraquim, Glória de Sant' Ana, Kalungano, Domingos Sávio, Jorge V iegas, Sérgio Vieira, Albino Magaia, Mia Couto, Armando Guebuza e outros. D) Guiné-Bissau: Poetas Vasco Cabral, Hélder Proens:a, José Carlos Schwarz, Carlos de Almada, Agnelo Regala, Conduto Pina, etc.; Outros poetas das Antologias: Mantenhas para quem luta (1977) e Momentos primeiros da constru~o (1978); E) Cabo Verde: DAMBARÁ, Kaoberdiano, poemas dispersos, v. g. Chegou a hora in Na Noite grávida de lPunhais, a nt. de Mário de Andrade; D'SAL, Sukre: poemas do jornal No Pintcha (1975) ; FORTES, Corsino: poemas de Pao & Fonema (1974) e diversos outros posteriormente publicados em jornais e revistas; KONDÉ , Kwame: poemas do livro Kordá Kaoberdi (1974); MARTINS, Ovídio : poemas de Nao vou para Pasárgada (s /d); OSÓRIO, Osvaldo: poemas dos livros Caboverdeamadamente, constru~ao, meu amor (1975) e de O OIntico do habitante (1977).


JOSÉ LUIS SAMPEDRO

Compromiso para un futuro humanizado

El destino amb ivalente de los pueblos vecinos es casi una constante histórica. La proximidad empuj a, por una parte, al entendimiento derivado de tantas afinidades geográficas e históricas; por otra, a la rivalidad y la incomprensión. Portugal y España, que paralelamente y con un mismo espíritu dieron a Europa los descubrimientos que estamos ya casi conmemorando y que inau_ guraron una nueva época en la evolución mundial , no son una excepción a ese destino. Pero ah ora, en el umbral del siglo XXI, esa ambivalencia ha de resolverse hacia una acción común dentro de las respectivas soberanias, no sólo para la defensa de nuestra identidad cultural sino incluso para contribuir a encauzar con acierto el futuro de toda la humanidad. P,a ra justificar esta última afirmación he preferido, dentro de un tema con tantos aspectos como es el de nuestro compromiso histórico concentrarme en el que nos imponen las circunstancias para la actuación de ambos países frente al exterior. Esas circunstancias, reducidas a su r,a sgo principal, se concretan en la hegemonía mundial de una cultura eminentemente técnica y economicista, irradiada desde el norte de Europa y Estados Unidos: lo que ya viene ll amándose, en el len guaj e de las relaciones internacionales , el «Norte» desarrollado, por contraste con el «SuP>, menos avanzado en los aspectos

técnicos y económicos. En esa cultura - entendida en el sentido antropológico de «Estilo de vida»- incluyo la hegemonía soviética sobre su respectivo ámbito de influencia porque, contra lo que suele pensarse, el comunismo no es la antítesis del capitalismo, sino llevarlo a consecuencias a las que no se ha atrevido la racionalidad económica del capitalismo. La diferencia fundamental está en el distinto grupo social que se beneficia en el reparto del producto colectivo y toma las decisiones pues, aparte de este h echo, la misma obsesión por la productividad y por el progreso técnico reina en ambas esferas, no obstante sus proclamados valores, religiosos en un lado o humanistas en el otro . El hecho es que en el llamado Occidente domina el «Norte», exte ndiendo su hegemonia por el resto del mundo e imponiendo un es tilo de vida cuyo objetivo, después ele haberse llamado «Ilustración» y "Progreso», es ahora el Desarrollo Económico. Esa cultura es la que a partir de la Edad Moderna su stituye en Europa la primacía anterior de los países m editerráneos y reemplaza el sentido de la vida acuñado en la antigüedad clásica por otro en que lo primordial es la disponibilidad creciente de b ienes, logrados gracias al progreso científico y a su aplicación técnica. Esa cultura, europea en su origen, se expandió h acia Estados


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JOSE LUIS SAMPEDRO

Unidos y otros países anglosajones actuales, apropiándose de la gran contribución portuguesa y española de los descubrimientos geográficos, si bien éstos dieron también como resultado una prolongación del estilo de vida meridional en la vasta extensión de la América Latina. Sobre este «Sur», que podemos situar partiendo del Egeo y el Sur de Europa hacia las tierras que van desde el río Grande del Norte hasta la Patagonia, es sobre el que se cierne la amenaza de homogeinización cultural -es decir, de destrucción de nuestra identidad- por parte del «Norte» más desarrollado y poderoso, así como también sobre otras culturas hoy subsistentes, especialmente la islámica y las africanas y orientales. LA CRISIS DEL DESARROLLISMO

La calificación de «amenaza» para esa presión cultural del «Norte» sobre el «Sur» no expresa tanto mis preferencias personales por un cierto estilo de vida, sino algo más objetivo y profundo que 'e s importante poner de manifiesto, frente a la ceguera actual ante lo que representa la crisis que atravesamos todos: una CrISIS, por cierto, generada y sostenida en el seno de los países adelantados y que sólo por la influencia de éstos y su dominio de los mercados y las interdependencias económicas se extiende al resto del mundo. La amenaza consiste en el riesgo de que los países del «Sur» nos veamos obligados a aceptar un sistema de vida eminentemente tecnificado que los más avanzados hayan de encauzar mejor dentro de pocos decenios. En otras palabras: el Desarrolo Económico, que es la gran creación del «Norte», entendido como producción creciente de bienes a lo largo del tiempo, está tropezando con unos límites cada día más evidentes. Si ello es así -y vaya tratar de subrayar esos límites- se concluirá que, como van pensando muchos, el

modelo de vida «desarrollista» está agotándose y sufrir su imposición sobre nosotros es entrar en una vía muerta de la historia, de la que luego será preciso retirarse. Evitarlo a tiempo, con una visión actual de la realidad, es la manera de evitar la amenaza y es a los países del «Sur» a los que incumbe sobre todo ver claro, porque los del «Norte» -como lo muestran cada día en sus actitudes- están cegados por su mismo entorno y por el expl icable deslumbramiento que producen sus adelantos técnicos, hasta el punto de hacerles olvidar que lo importante es vivir, y que producir y consumir bienes es solamente un aspecto de la vida humana, aun cuando indispensable. La crisis actual no es la de la energía, de la alimentación o cualquier otro aspecto parcial, sino que es la crisis del desarrollo: una crisis nueva y global, sin precedentes desde que, sobre las ruinas del mundo medieval, emergió la cultura moderna en el Renacimiento. Las grandes revoluciones europeas posteriores -la inglesa la francesa, la soviética- han sido solamente transformaciones políticas, relacionadas con el reparto del producto. En cambio, la crisis renacentista y la actual son rupturas históricas globales que rebasan lo económico para alcanzar a instituciones básicas como la familia, ,así como a aspectos religiosos, artísticos y demás . Esta crisis, como la de hace cinco siglos, replantea nuestra visión del mundo y el puesto del hombre en el cosmos y sus relaciones con la naturaleza circundante. Y esa crisis se produce porque el desarrollo técnico y económico que es la creación esencial de la cultura industrial, está tropezando con sus límites. Límites, en primer lugar, físicos. En los países ricos el mundo artificial crea_ do por la tecnología está degradando alarmantemente el medio natural al que pertenece el hombre; al mismo tiempo que todo ese adelanto técnico no libra a los países pobres del ham-


EL COMPROMISO POLlTICO

bre sino que, encima de someterles, socava su sentido de la id entidad y destruye sus culturas tradicionales, creando un «coca-colonialismo» impuesto por ser el más lucrativo para los intereses de mercado. Y el h echo es que el crecimiento ilimitado de la producción -objetivo del desarrollismo- acaba siendo imposible dentro de un medio limitado como es la Tierra. Límites, ·además, políticos. Los países pobres se oponen cada vez más a esa presión y explotación de los ricos, como testimonian los conflictos di spersos por todo el mundo y que han conducido a ca mbio s todavía no terminados en la geografía política, sobre todo de Africa. Y aunque la amenaza del poder econó mico «nordis ta » es muy fuerte y tiene capacidad para prevalecer -sobre todo mientr-as la desunión reine en el mal llamado Tercer Mundo- las pér_ didas y calamidades de ese proceso conflictivo son u n indu dable límite al obj etivo del desarrollismo. Finalm ente, límites psicológicos, evidenciados en la incertidumbre y ansiedad de las masas en los países más avanzados, debido a que al concentrarse en la producción material creciente y en el pragmatismo hedoni sta , esas cul turas descuid an el enriq ueci miento de la vida interior de cada ser humano. Para much os autores, la expansión de la droga, el terrorismo, la multiplicación de perturbaciones mental es y la búsqueda de seguri dad interior en nuevos o exót icos cult os r elig iosos constituyen las p r in cipales manifestaciones ex ternas de ese vacío interior. Esos tres límites, en su conj u nto, refl ejan el obvio hecho de que, en todo sistema cerrado, el desarrollo de cual. quier s ub sis tema -en este caso el económ ico de u nos cuan tos países del «Norte»- sólo puede lograrse a costa de los demás. El desarrollo del «Norte» se ha logrado a cos ta de la Na tur aleza, de lo s países del «Sup> y de la vida interior de sus propios ciuda-

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danos. Pero ello tiene s us límites y por eso esta crisis actual, que lo abarca todo y no genera nuevas ideas para afrontarla, es una ruptura hi stórica comparable a la que significó el Renacimiento respecto del mundo medieval. y ahora, como entonces, urge descubrir nuevas fron teras, como las que España y Portugal rompieron con las proas de sus naves circunvalando primero Africa y, después, alcanzando las costas americanas . H.\CL~ UN DESARROLLO J-IUI\!ANO

Esa es la situación mundi·al y ante ella se im pone el compromiso histórico de los países del «Sup>, como Portugal y España, que son el Sur de Europa y países ambos tan dependientes como cualquier otro del Tercer Mundo. Compromiso que obliga a pensar alternativas al desarrollismo del «Nor te» causante de la crisis y de la amenaza de imponernos un modelo en vías de agotamiento. No vaya pretender dibujar esa a lternativa, pero sí exponer ~ l resultado de en um erar los rasgos contrarios a los actualmente imp uestos por la vis ión «nordista» del mundo. Para ésta - que se considera superior al esti lo de vida del Sur por el solo h ech o de ser más eficaz en 10 económico- sólo existe un modelo de desa rrollo: el consistente en producir constan tem en te más. Por tanto, «nordificap> el «Sup> es la so lu ción de l desarrollo del Tercer Mundo según se en foqu e, y la m eta del futuro para la hum anidad es la extensión del <<11orC\ is mo » a todos los pueblos del planeta, co n su t ecn ici smo pragmático. La visión contr-aria empieza por afirmar que e l éxito económico no demuestra por sí so lo la superioridad del <<11or_ 9iSI110», pues el ser humano tiene otras dimens iunes, reflejadas en valores que dan equilibrio y goce de la vida a otras cu ltu ras más pobres, aparte de que el crecimiento ilimitado ha de tropez·ar forzosamente con sus límites. Por eso,


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JOS E LUI S SAMPEDR O

y por respeto a otras culturas - es decir, a formas distintas de vivir- la alternativa sostiene que son posibles modelos distintos de desarrollo, con énfasis en aspectos distintos de la actividad humana. Además, la concentración «nordista » en un sólo objetivo prácticamente hace que «sudificar» el «Norte» sea, en su propio ben eficio, tan conveniente como la necesaria «nordificación» del «Sur»; es decir, que la interpenetración, en vez de la imposición unilateral, es más ventajosa para todos. Por tanto una combinación de sentido técnico y sentido vital -en proporciones diferentes según las preferencias de cada grupo cultural- es la m eta preferible para la Humanidad, no sólo porque el «nordismo» integral es imposibl e a la larga , sino porque todo hombre se compone de <<11ordismo» y «sudismo ». Un mundo exclusivamente tecnificado sería, pese a su abundancia de bienes, un mundo humanam ente empobrecido . Para elaborar plenamente las vías conducen tes a un desarrollo humano lo más importante es la imaginación. En efecto, los fallos actuales en la política de todas partes pueden atribuirse a que con ideas económicas del siglo XVIII -en el capitalismo liberalo del XIX -en el socialismo comunista- estamos tratando de encauzar, mediante las instituciones resultantcs (y

s

por tanto anacrónicas) la técnica del siglo XXI. Ese desfase no se resolverá acelerando todavía más la técnica por delante de las ideas e instituciones estancadas, sino poniendo estas últimas a la altura de los tiempos. Ese es el compromiso histórico del «Sur» y, como economista, me complace proclamar que los pasos más importantes para r enovar la teoría económica neo clá sica imperante los vienen dando ya economistas del Tercer Mundo y, sobre todo, de América Latina. Su tratamiento del proceso de desarrollo es mucho más válido que las recomendaciones de grandes centros internacionales a los países del Tercer Mundo exhortándoles a una tarea imposible hoy : la de imi tal' las estrategias de Europa en el siglo XIX, cuando su comercio podía expa ndirse sin rivales por todo el mundo, junto con otras acciones que la si tuación actual hace impracticables. Esa tarea -la de abrir fronteras al futuro de la Humanidad- es, me parece, un gran compromiso histórico para el Portugal y la España de hoy. Su tradición descubridora, su talante humanístico y su presencia a la vez med iterránea, eu ropea y americana deben estimula r nuestra imaginación y ponerla al servicio de una nu eva apertura de horizontes que disip e amenazas y conduzca a un futuro más humano.

s


3.

El peso de la sociedad rural JOSÉ ANTONIO FORTES CLARA PINTO CORREIA LÍDIA JORGE JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO JUAN CARLOS RODRÍGUEZ



JOSÉ ANTONIO FORTES

El campo y no la ciudad, como lugares de lucha ideológica (Los escritores contra el fascismo)

En las formaciones sociales, como la portuguesa y la española, en las que no se ha producido la toma del poder político y conquista del Estado por parte de la burgu esía, la historia moderna y contemporánea será una acumulación continua (y, de coyuntura en coyuntura, cada día más explosiva, hacia y hasta la explosión final) de errores e insuficiencias, fracasos y conflictos, retrocesos y confusiones, reacciones y quiebras, generales y generalizadas; ya sea de primera a última instancia generada, desde el mismo y dominante enfrentamiento clásico de interés de los clásicos enemigos Antiguo Régimen/Burguesía, y sus propios sistemas subsigui entes de alianzas y aliados, pactos y traiciones, etc., ya sea desd e el progresivo avance, decisivo y determinante, de las condiciones y condicionamientos económicos, pero de futuro hundido e hipotecado, pese a las «victorias» parciales y pobres «imposiciones » burguesas en el nivel económico, y el precario cambio y transformación del modo y las relaciones de producción, la ascensión y extensión imparable e irresis tible (pese a todo) de una socie.dad burguesa/aburguesada, y el fraccionamiento obligado entre el primer y subsidiario capitalismo mercantil (de una burguesía comercial) y el siempre débil capitalismo industrial (de una burguesía industrial y empresarial); cuando la burguesía así y también se

encu entra fraccionada entre burguesía financiera y burguesía agraria, y ésta a su vez en el sector latifundista, un sector que en principio habría de ser residual aunque de hecho lo es hegemónico en el bloque oligárquico de poder que se va así históricamente formando; y cuando, además y al tiempo, el modo de producción capitalista se constituya real y materialmente en Cataluña, mientras en el resto del terri_ torio nacional correspondiente se sigu e en transición y con fuertes lastres y trabas y oposición de todo el conjunto de fuerzas y defens·a del Antiguo Régimen, que perviven y se mantienen y se refortalecen, en tanto y cuanto fra_ casan y fracasan los sucesivos modelos de industrialización importados (inglés, sobre todos) y el capitalismo e industrialismo nacionales se levantan raquÍticos y dependientes del internacional, mientras en el inter.jor hay aún más falta de mercado y de crecimieto industrial y urbano, y en esas economías subsidiarias y agrarias las distintas fracciones de la burguesía se muestran y actúan por completo impotentes e incapaces de imponerse en el desarrollo y dominio económico y político en consecuencia, etc.; y será entonces e históricamente el movimiento obrero, el proletariado y el campesinado, organizado y consciente de sus objetivos, de su larga marcha revolucionada (anarquista; marxista), quien extreme tales


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JOSE ANTONIO FORTES

situaciones de crisis, quien multiplique las tensiones y revele insostenibles las contradicciones y antagonismos de las fracciones oligárquicas, quien radicalice y abra nuevos frentes de choque y de quiebra, y quien en definitiva agudice y acelere la lucha de clases. Será entonces la historia enfrentada de una tardía y ya imposible revolución burguesa, democrática y parlamentarista, y una revolución socialista, democrática popular, proletaria y agraria . Y será en fin entonces, en la más estricta lógica de las necesidades y defensa de intereses de la oligarquía feudal(burguesa, cuando se produzca la involución; la ejecuta su brazo armado; se impone la aporía del fascismo. En efecto. Son hechos de un complejo y quebradísimo, radicalizado y agudizado, e involucionado proceso his_ tórico, que lleva y ll ega a nuestros días más actuales . Son hechos «de historia » (social, económica, política) al detalle exhaustivo del dato y sus muy concre· tas implicaciones estudiados. Muy al contrario de lo que ocurre en cuantito nos acercamos y tocamos áreas «espiri tuales», esferas «artísticas » y «estéticas», ámbitos de «cultura » y «creación», zonas «intelectivas» y «racionales » incluso, de «p ensamien to » y del «pensamiento», en fin; como si dentro de tales domésticas y privadas estrechuras del «corazón» y la «razón» (y todas sus múltiples mutaciones y variantes, variaciones y camaleónicas nociones, esencias y sacralizacion es, y demás fa ntasmadas adláteres y diversas) se pudiera ubicar y se ubicara una suerte de materia (materiales) y lugares de «pureza» y «asepsia», de «sensibilidad» y «creatividad », de «intelectualidad» y espiritualidad», de «indep endencia » y de «inteligencia», de «autonomía» y «neutraLidad» , etc., cuya única y exclusiva y excluyente función fuera y es la de preservar y enaltecer el trabajo mismo (de) y la misma casta de (trabajadores; trabajadores cualificados en la división de su trabajo, cultos y sa-

bios, educados y eficientes, etc.) funcionarios al estrecho e inmediato ser'vicio de los intereses de clase del bloque de poder, sean o no sean hegemónicas las fracciones de esa oligarquía nuestra. Por lo que, desde cualquier perspectiva, siempre es y será apasionante y decisivo seguir y concretar las fases de este específico proceso de extracción y producción de funcionarios ideólogos, de intelectuales, y máximo aún cuando algunos de estos intelectual es acabarán en la histor.ja materializando lo qu e se conoce como su mayor traición de clase. Veamos. Los intelectuales (fracción ilustrada de la pequ eño burguesía) funcionarán internam ent e como ideólogos, como legitimadores ideológicos de los intereses (económicos y políticos) de clase burguesa, incluso luego de los pri_ meros fracasos históricos revolucionarios bajo la dirección de la burgu esía, ya sea produciendo ideología de pacto con ese en absoluto residual Antiguo Régim en , sea produciendo ideo logía crítica, ideología lib eral, lib eralismo (y sus posteriores derivados y sucedáneos, nunca evolutivos sino forzados, insisto: el democratismo, r epublicanismo, federalismo, etc.); y en esta falsa y anaerobia alternancia p ermanecerán funcionando, hasta que asuma en la historia presencia y realidad social el obrero, con fuerza y conciencia y organización de clase. Serán ya los años 80 del siglo XIX, cuando la disfunción del intelectual burgués empieza a darse, y para cada vez más llenarse de incoherencias y contradicciones, de chirríos y oscuridades, de fantasmagorías y esquizofrenias, de vacíos y de huecos, cuanto más observa el intelectual y se acerca a las condiciones de vida y de trabajo y a la praxis social y política del proletariado (obrero urbano; campesino emigrado ·a la fábrica y a la mina, transformadas sus antiguas y tradicionales formas de vida y trabajo, costumbres y familia, etc.), y cuando más se impregna y se contagia (sabidas


EL PESO DE LA SOCIEDAD RURAL

son las nociones de la teoría darwinista y naturalista, para explicar y curar, conocer y dominar positivamente esa parte del cuerpo social por excelencia enferma patológica, a saber, el medio obrero y los obreros; los malos obreros, por supuesto, no los buenos y honrados, etc. y también por supuesto), hasta que algunos de aquéllos terminen y terminan por completo de contagiarse y malearse, y se incorporan (¡¡los que se incorporan!!) al pensamiento y luego (años m ediados de los 30) a la acción revolucionario y revolucionaria (marxista; anarquista). Las actitudes, en la disfunción, que se ejecutan colectiva y claramente críticas y de crítica, variarán nítida y radicalmente al tomar posiciones. Serán unas actitudes críticas que, fundamentalmente y de entrada, respecto al llamado en estos momentos el «desastre», el «problema» y la grave «cuestión social», girarán en torno a dos posturas complementarias: el reformismo burgués (cuando no todo puede aparecer ya como mero reformismo agrario; por más que todavía ande bien inconclusa la Reforma Agraria; a contar desde aquel lejanísimo y no obstante cercano Informe de Jovellanos; no se olvide), y el antiburguesismo. Ese primer y pri_ mario reformismo caminará, por la senda del regeneracionismo, de la mano del liberalismo, y del brazo del socialismo (sí; y entiéndase; el socialismo, en su exacto y estricto sentido histórico de reformismo social/burgués, de social/democracia, en suma y aún hasta hoy día). La otra actitud crítica, la del antiburguesis.J11o, ocupará posiciones obresistas; unas primeras, las concretará fuertemente anarquistas (que en su fase mod erna, boh emia, modernista, escribirá la más efectiva y dura y radical acción directa, de ataque y luoha antiburguesa, EN la ideología, jamás antes ni después propuesta); y unas segundas, las concretará netamen_ te socialistas (ah ora, elaborando melodramatismo, es decir, ideología falsa ,

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para uso y consumo de obreros), y con las que se confluye y consuma también y por supu esto en las iguales e idénticas posiciones aquéllas reformistas social/burguesas; y ambas, y todo ello, cuando todavía son pasos iniciales (¿iniciáticos?), y el obrerismo no podrá mantenerse como única variante posicional antiburguesa, sino que, muy al contrario, los intelectuales ahí no se sostienen, y se caen pronto de su peso y lado por la común y conjunta vertiente del anticapitalismo/antiindustrialismo; las posiciones de un anticapitalismo/antiindustrialismo, por cuya reaccionaria progresión, de vertiginosa caída y muy pronunciada vertiente, irán y llegarán a no volver pero sí a construir esa irresponsable y decisiva torsión ideológica regeneracional llamada la «Generación del 98», a contar desde su diversificada y ambigua fase de objetiva argumentación y defensa del agrarismo (ruralismo, corporativismo, tradicionalismo, feudalismo, etc.), hasta su unitaria fase de lógica/ilógica negación y r echazo de la lucha de clases y de la historia, de la razón y la racionalidad, de la cotidianidad y materialidad misma de las concretas relaciones sociales, existenciales, que se viven y se hacen, aquí y ahora, para torcer, fuerte y de inmediato, vía rápida al irracionalismo y desde la irracionalid·a d, a la busca y captura ensimismada y obsesiva de idealismo(s) y de esen_ cialismo(s) por doquier y más en los pequeños detalles, de perclida(s) «esencia(s)>> y «espíritu(s)>>, del abandonado «pueblo» y la «raza », y el olvidado «pasado» bien «mítico » y mitificado e «imperial», y de «España» y la «Hispanidad y «Castilla» y demás «madre(s) patria(sh amén y demás simul-ac·iones, demás irracionales 2 «sagradas» huidas y frustraciones, todas así sublimadas y sublimadoras, por cuya espiral sin fin ni retorno (ni posible; ni imposible) derecha y directamente se conduce al abismo, abisal y negro, mortal y mortífero, ahí mismito donde, cu al seno


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JOSE ANTONIO FORTES

materno y saturnal, en definitiva anida y se engendra y se reproduce y no muere (?!) la sangrienta y «sanguínea» aporía del fascismo . Así pues, y luego del cruce histórico de revoluciones (imposible; e imposibles sus frentes y caminos encontrados; ni revolución burguesa, ni revolución obrera; sino revolución nacional sindicalista, es decir, ninguna; ninguna revolución; sino la contrarrevolución, y por fin, y como no bastó ni se pudo extender e imponer su «misión salvadora, la Guerra civil, para la total «salvación», para la Conquista del Estado, para conseguir anular la lucha de clases, y afirmar la superación del miedo al proletario y la proletarización, y anunciar el alba y el amanecer tras el Crepúsculo y Ocaso de las Ideologías, y etc.; que ahí fue nada, el revulsivo tamaño, aunque durara y se mantuviera y se prolongara más allá de toda una postguerra civil, y peninsular, para nuestro caso), así pues, y tras todo ello, con el fascismo YA victorioso y dominando todos y cada uno de los aparatos de Estado, cl salto atrás involutivo, que exigía la violenta y completa destrucción de cualquier falacia social/liberal y en cualquiera de sus niveles e instancias, divisiones y relaciones de producción, de ¿revolución?, insisto, políticas, sociales, etc., exigirá también aquélla y no otra ideología r evisionista e integrista, sacralizan te, «absoluta» (que se quiere absoluta; total, totalitaria) y «perfecta» (que se quiere p erfecta), que no sólo consolide ahora la regresión conquistada e impuesta, sino que aún más la perfeccione, la legalice y legitime en la historia, y la cohesione (sic) y coherencia (sic) como EL <<lluevo» Orden y Estado; y cuyo perfectismo, en su misma formación y funcionamiento propio, necesitan de un «des_ tino» imperial y teocrático, al igual que de unos fundamentos y «principios» fundamentales, que ad eternum y a divinis también se hundan y arraiguen

en lugares hondos y permanentes, «sagrados» e inmutables por los siglos de los siglos, <<limpios» y fijos, «puros» y «purificadores», «·ascéticos» y «neutros», «incontaminados» e «incorruptos» e «incorruptibles», «ideales» y «esenciales» y de «raza», «ancestrales» y del «alma» y de la «tierra», y etc., que sirvan y servirán de rese rva espiritual de todo el Occidente y parte del Uni' verso, por supuesto, y éstos son: los lugares rurales, el Campo y el campesino, las costumbres y valores de las gentes y las familias campesinas, raíz y matr iz, Paraíso original y originario, «origen» y «principio », feudo sagrado, feudal y feudalizante, de toda la mítica y la mística fascista nuestra, peninsular. y así, cuando los intelectuales de postguerra (también civil) necesi ten acabar, dinamitar, hacer saltar en mil añicos y sembrar de bombas/cargas de profundidad la dominancia ideológica (política, económica, social) del fascismo nuestro de cada día, y hayan de objetivar y racionalizar su denuncia y su protesta, y hayan d e escribir y concretar su compromiso y su testimonio, comenzarán su lucha antifascista desde posiciones que enlazan con las posiciones de aquellos traidores ele clase (intelectuales orgánicos del proletariado) del final de la República y la Guerra Civil, y des de lugares de un Campo paupérrimo e improductivo, nunca jamás capitalizado y siempre sí refeudalizado, dond e sigue acumulándose la mayor explotación de clase de nuestra historia moderna y contemporánea, y desde dond e habrá de explotar (al fin; o no explotará) el dominio feudal/burgués consolidado y activo (todavía; bajo la máscara y la piel camaleónicas ele nuestro masivo y reciclado fascismo democrático), todavía, hoy. Por ello, la más efectiva y útil escritura de postguerra antifascista sitúa ahí la realidad aguda y radicalizada de la lucha ele clases, y ahí nos propone el necesario conocimiento de las condiciones objetivas de la Revolución.


CLARA PINTO CORREIA

Portugal, os anos oitenta e a ruralidade. O que fez regressar o javali

No início da década de sessenta, o javali tinha praticamente desaparecido de Portugal. Na base desta situa~ao estava a explora<;ao exaustiva das mais ínfimas parcelas de solo para fins agrícolas, traduzindo a um tempo urna apertada densidade populacional e a miragem de um imcolismo intemporal perseguida até ao fim pelo Estado Novo, pouco interessado em revolu<;oes industriais e alicer<;ado todo ele sobre um padrao monotípico de casinhas e hortinhas onde deveria labutar um POyO cantante, pobrete mas alegrete e mais desprovido de ambi<;oes do que urna ma<;a camoesa. Cultivado de ponta, a ponta, o país fizera-se tao avaro em zonas de baldio e de charneca que ao porco javardo nao restava senao a solu<;ao provisória de urna retirada estratégica para Espanha. No entanto, nao foi ele a única criatura portuguesa a emigrar : os anos das crises académicas e da queda da cadeira do dr. Salazar registaraim também o pico da emigra<;ao aldea. Tomando de assalto um anseio por melhores dias que já levara os seus pais para o Brasil e para a Venezuela, e reconvertendo-o para latitudes mais acessíveis, os homens deban dar am em massa para a Fran<;a e para a Alemanha, para a Holanda, para o Canadá. As searas enchem-se de silvas e as hortas de pedras

soltas, os velhos muros desmoronam-se, as oliveiras sao cortadas em série e deixam-Ihes as raízes esventradas sobre a terra. A compustura aural leva a sua primeira grande machada, o campo despovoa-se, e o javali vem rondar cada vez maid perto da fronteira: os anos setente trazem o seu regresso ao solo nacional ao mesmo tempo que trazem a revolu<;ao dos cravos. Logo a seguir, duas outras grandes vagas de regresso acompanham o percurso do bicho: é também nos anos setenta que se dá o desembarque maci<;o dos retornados das ex-colónias, e que se assisto á ohegada dos primeiros grandes grupos de emigrantes, prósperos, bem sucedidos, de volta a casa com grandes projectos. Curiosamente, reposto e substancialmente refor<;ado o antigo panorama de povoa<;ao intensiva, o javali parece desta vez nao ter razoes de queixa; e, longe de b-ater mais urna vez em retirada, dá agora sinais de urna prosperidade pelo menos comparável a dos emigrantes. É que, no regresso aterra, as coisas nunca mais se fizeram a imagem das casinhas e das hortinhas. Os campos desabitados por urna década es.. tavam novamente fervilhantes de POyO, é certo, mas este nao viera retomar a antiga renda de bilros entre quadrados de tomatal e fieiras de feijoeiros, um talhao de rnilheirais e quatro vin-


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CLARA PINTO CORREIA

has de enforcado, com os bailes de sábado e as desfolhadas nas eiras por única distracc;:ao. Ahora tratava-se antes de fábricas de móveis e de montagem de frigoríficos, cooperativas de laticínios e restaurantes mastodónticos a beira da estrada, explorac;:ao de granitos ou mecanizac;:ao de pomares. O javali mantinha disponível o seu território. A ruralidade portuguesa entrou nos anos oitenta aferida por urna nova rota, e muitos foram os factores, intimamente associados aos já expostos, que contribuiram para a sua definic;:ao. Em primeiro lugar há que referir a radical transformac;:ao das aparencias, num país onde durante muito tempo foi de facto verdade aquele lugar comun de nao existir mais nada além de Lisboa e da paisagem. Alguns dos seus motores sao inerentes ao próprio estabelecimento de um regime democrático, como a abertura de estradas e a penetrac;:ao do telefone, a emergencia do poder local, a chegada da electricidad e e a generalizac;:ao das férias na praia. É impressionante pensar hoje na quantidade de gente que em 1974 nao tinha nunca visto o mar. A banalizac;:ao dos divórcios e dos símbolos eróticos vários, a intuic;:ao novíssima de que a concretizac;:ao dos sonhos é possível, o accesso a Universidade e o crescendo do espírito reivindicativo constituem outros tantos des tes disparadores iniciais, aliados a outros de cariz mais universal como as ideias e as imagen s trazidas de fora pelos recém-chegados, o trabalho uniformizador da televisao e o pró_ prio sentido em que caminha o tempo. Sornadas as parcelas e feito o balanc;:o, descobre-se agora um campo pejado de moradias luxuosas de arquitectura desconcertante, recheado de arcas frigorÍficas e de clubes de video no remanso das mais pequenas aldeias, povoado por gente bem vestida e bem penteada, em perfeito domínio da gíria e das melodias do momento, que aqui vive num estranho diálogo de culturas cruzadas enquanto se electrificam os velhos sÍ-

hos dos campanários e se abrem discotecas nas lojas que comec;:aram por se destinar ao gado . A discoteca de Vilar de Perdizes, no tradicional Nordeste da solidao e da neve, com o seu lamac;:al a entrada e a fumarada lá dentro, poderia funcionar como um emblema. Reforc;:ando ainda esta hibridac;:ao da ruralidade, a debandada para o estrangeiro reconverte-se cada vez mais para urna deban dada em direcc;:ao das grandes cidades. Estas estoiraram há muito dentro dos seus próprios limites, nao podem albergar mais ninguém dentro de portas, e crescem continuamente em sucessivos aneis de subúrbios que as prolongam para lá de toda a lógica o acabam por funcionar em regime de autosuficiencia, dispensando cada vez mais as amarras dentro do grande núcleo central que no início desencadeara as migrac;:6es. Os camponeses vindos do Sul em direcc;:ao a Lisboa comec;:aram por dar o exempIo, nao cruzando nunca o rio em termos definitivos e fixando-se antes numa Outra Banda de muitas cabec;:as que hoje é só por si o bastante para dar a muitos deles, além do dormitório, o posto de trabalho e as referencias de infancia. O mesmo acabou por acontecer com os fluxos mL gratórios vindos do Norte alargando a terra de ningém da periferia numa mancha de povoamento contínuo e desordenado que nao se parece com nada do que foi escrito ou descrito até agora: nem no trac;:ado nem nos valores dominantes nem na linguagem. Atravessado por urna mutac;:ao de dois sentidos, com a rur·alizac;:ao suburbana das cidades e a urbanizac;:ao a despontar por dentro do próprio espírito das aldeias, o campo em Portu gal é no final dos anos oitenta um lu gar estranhíssimo, com couves plantadas nos canteiros em volta das moradias e iluminac;:6es a neon nas cruzes sobre a torre das igrcjas. BaraIhados todos oq dados da tradic;:ao, as portas de alumínio e as encomendac;:66s das almas pela Quaresma, as mini-saias e a benzedura sobre o pao a boca do


EL PESO DE LA SOC IEDAD RURAL

forno, as mesas de fórmica e o Hi suada dos jumentos, o tempo é ainda curto p-ara que se consiga vis lumbrar que espécie de nova ordem irá emergir da r edistribui<;ao. Se esta coabita<;ao de fragmentos, es ta indefini<;ao de contornos, oferece já de si linhas interessantíssimas de te nsao e consequentemente domínios absolutamente novos postos a disposi<;ao dos ficcionistas, falta ainda referir urna última porta, construída sem dú_ vida em muitas oficinas mas também na dos scritores, que se entreabre para a zona de sombra onde a tensao resvala para a dilacera<;ao pura. O campo, lugar da diferen<;a e do sacrifício, último a ltar para imola<;ao das gentes a arbitrariedade dos elementos, sempre ocupou uma área importante n-a arte do rom ance portugues. Vimos o que aconteceu aos camponeses viscerais e ningem de culpa que tanto sao de Camilo como abe de Júlio Dinis e de Trindade Coelho. Vejamos agora o que é feito dos camponeses crispados, de pé fa ce as baionetas da Guarda Republicana e a cegueira es túpida da besta fascista, que caÍram na luta p elos amanhas que canlam nas páginas do volumoso desfile n eo-rea lista portugues, e que tiveram cm Catarina Eufémia, morta a tiro quando supostamente se encontrava grávi da, a consagra<;ao de urna heroina real. Existe em Portugal uma regia o muito vasta qu e nao se deixou contaminar pelo desvario cromático e arquitectónico que a nova vida e os novos meios somearan por to da -a parte, e se mant eve quase intocada na beleza das linhas e na brancura das paredes. O Alen tejo resistiu a infec<;ao da fea ldade, mas com ela res istiu também aos ven-

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tos de mudan<;a, e entrou p ela democracia com urna grande festa inicial de celeb ra<;ao de certezas antigas qu e nao precisou de mais de dez an os para se consumir nas arei-as movedi<;as do falhanco dos sonhos colectivistas e da deser<;ao dos dogmas um por u m, sem que nada entretanto ganhe corpo para ocupar os lugares deixados vagos. Os adultos apeg-am-se ou a urna teimosia aflita ou a um cansa<;o indolente, enquanto os jovens falam incessantemente em partir e as taxas de suicídios ultrapassam todos os índices nacionais . An tig-as mi tologias e novas aspira<;6es degladiam-se em surdina, e, a primeira vista, esta parece ser urna batalha onde só se contam vencidos. A pátria torrada pelo sol de seareiros e abetardas, que povocu o im-aginário de todos os leitores debutantes portugueses, está hoje no mais fundo da zona de fractura que revolve a primeira institui<;ao do país para a ir remodelar segundo linhas que aida ningém conseguiu tra<;ar. Falo-vos de um-a realidade perturbante, tanto mais pungente quanto é certo estar a ser vivida por gente de carne e osso e nao por meros personagens da nossa cria<;ao, que oferece a literatura portuguesa possibilidades tao excitantes como el·a p rópria, nao só na sua descri<;ao mais ou menos brilhante mas também na participa<;ao activa na remod elagem em curso. O campo, o que se escreveu sobre o campo, sempre alicer<;ou as id eias que os portu gueses f.azem de si próprios. Urna n ova jornada parece estar a come<;ar agora . Gostaria de concluir com a conclusao de urna can<;ao do Jorge Palma, que fez grande parte da sua escola sentado com a viola nos corredores do metro : «nunca é tarde para se ter urna infancia feliz».

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LIDIA JORGE

o

campo,

Agradec;o a oportunidade que Madrid proporciona de me levar a reflectir sobre o tema El peso de la sociedad rural na literatura portuguesa actual, tema que nestas jornadas se op6e a um outro -El paisaje urbano. Sendo autora de dois romances que se inserem em espac;os rurais, de um terceiro em que as figuras sao de recorte urba. no, e de um quarto cuja acc;ao decorre em África, numa cidade a beira do índico, sinto-me, corurontada com estes temas, urna escritora repartida e híbrida. Dificilmente conseguirei privilegiar urna ou outra perspectiva porque em mim mesma as fundo e as pratico. Aliás, foi sob o signo da indecisao e do hibridismo que comecei a reflectir sobre este tema. Assim, num primeiro instante, pensei que viria a defender o princípio de que a sociedade portuguesa é mais rural do que a sua Literatura. Mas num segundo momento pensei o oposto -que a Literatura portuguesa é mais rural do que a sua sociedade. Para finalmente concluir que a sociedade portuguesa apresenta urna ruralidade em mutac;ao, e que a Literatura, que nao é apenas necessariamente urna extensao reflectida da realidade, se por um lado, só em parte espelha os valores c1essa ruralidade em mutac;ao, por outro, excede- a em termos de espac;o, como t ambém a excede na vertente oposta da realidade urbana. Permitam-me poi s que comece por

de memória

dizer -sem pretender de modo nen'hum corrigir a utilidade da proposta- que a ,p erspectiva de peso rural e de paisagem urbana revela um preconceito sociológico de oposic;ao cidadej campo que também em Portugal, ape.. sar do seu atraso, se está há anos es.. batendo e transformando. Em segundo lugar, que os designativos de peso para a ruralidade e paisagem para a urbanidade, lembram um antigo parti pris de superioridade da cidade sobre o campo, que se em termos sociais continua distintivo, nos planos do imaginário e da transfigurac;ao, pode funcio_ nar precisamente ao invés. No fundo, toda a cidade é feita de resíduos cam_ pastres cruzados a cidade identifica-se primeiro como sendo saturac;ao deles para ser depois a desmemoriac;ao de si. E se o que aqui fica dito pudesse nao ser evidente ou até nao ser verdade, dificilmente deixaria de o ser nas cidades portuguesas, mesmo nas mais populosas, onde o carro da pau puxado por mula ainda faz a sua incursao festiva, e a porta de cada prédio existe urna pessoa acabada de chegar da aldeia com seu cesto de ovos e sua ga. linha. E também isso lembra Literatura -a síntese da cidade enquanto espac;o cruzado de m emória urbana com a memória do campo, res saltadas e fundidas, pode ser legitimamente retirada da boca de Fernando Pessoa, desaparecido há cinquenta e dois anos:


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U DIA JORGE

"Há sossegos do campo na cidade. Há momentos, sobretudo nos meiosdias de estio, em que nesta Lisboa luminosa, o campo, COI11.O U/n vento, nos invade.» Fernando Pessoa aldea o ? Híbrido? Cosmico? A proveniencia das memórias, sob a transfigurac;ao da estética deixou de ter lugar de naturalidade. Ou se nao deixou já nao importa. Para retomar, eu diria que a Literatura portuguesa desde há anos se edi_ fica em torno de vis6es diferentes, e que ao dar-se o 25 de Abril, a dualidade era já urna m emória sobejamente ultrapassada com o fenecimento do modo neo-realista. Pelo menos, desde o meio do século, era lícito em Portugal dizer que o romance campesino de matriz naturalista tinha comec;ado a en_ terrar. Em 1950, precisamente, Vergílio Ferreira publicava um romance cujo título , Mudaru;a, foi entendido como premonitório. O espac;o da ficc;ao continuava a ser a aldeia e o campo, mas tanto os personagens quanto o seu autor nao mais voltariam a estar prisioneiros dos modismos circumcampesinato a que a estética naturalista conduzia. A partir daí, o campo seria um lugar revisitado pelo homem culto, desinibido de possuir urna outra cultura, b em como pelas fi guras de olhar transido pelo drama da vida, de todas as vidas, que nao apenas o drama do homem do campo, algoz e vitimado. A paisagem e o meio tornaram-se elementos secundários, e do ambiente rural, seriam apenas recolhidos os que estremecem a inquietac;ao e desafiam as coisas da consciencia e da metafísica . Até hoje a obsessao mais forte de Vergílio Ferreira é aperegrinac;ao dum homem que regressa a aldeia, esmigal h ado pelo peso da cultura e que le, desabitado, sen tado di ante do fogo, o regresso do fim ao início. A oposic;ao foi ultrapassada diante desse fogo. Falar mesmo do romance de Agustina Bessa Luís como de urna autora de romance de trac;o e valor campesino é

mero recurso. Desde o romance Sibila, aparecido em 1953, que a intensidade psicológica das figuras, a análise das paix6es, o correr do tempo bergsoniadno do espírito, e a inteligencia da escrita, aglutinaram num modo precioso de discursar sobre os homens, tudo o que da atmosfera rural e solarenga que refere poderia constituir um rótulo. Tampouco José Cardoso Pires-Influenciado pelas literatura de feic;ao inglesa e americana, com ele se aprendeu a percorrer o campo e dele a arrancar as figuras que arrasta até aos locais das provas. Com ele se invade a paisagem rural de um sentimento de furia e drama, sem a menor beatitude perante o rural pelo rural. Que se lem_ bre o espac;o intenso e aberto dos campos da Gafeira em O Delfim. O rural é um cenário de cac;a, árvores e lagoas, velhas desdentadas, más o acto nao tem a ver com isso, ou só o modela fora da acc;ao. Também Urbano Tavares Rodrigues, preso a posse da terra, havia ficado senhor duma experiencia cosmo_ polita qu e des embocou em obras onde a mistura dos tempos, dos h.Lgares, dos vários recortes psicológicos, retiram o rótulo da ruralidade como um peso ou urna amarra. Mesmo Fernando Namora, que mantevc a raíz neo-realista atémais tarde, acabou por se entregar ao discurso de opiniao e comentário onde a experiencia do Mun_ do, transborda o largo, a torre, o sino, o drama do personagem rústico. Si gni fica pois, que ou permanecendo no campo, ou saindo dele e a ele regressando, a visao naturalista, descritiva, próxima do ideológico e p erto do folclórico e do etnográfico, em 74, nao só tinha desaparecido como era considerado um clémodé insuportável. Da ruralidade em fuga e em mudanc;a, haviam ficado os elementos absolutamente indispensáveis a visao dos gestos interiores, a paisagem por excelencia que define a narrativa europeia do século XX. Por isso mesmo, o recurso aos elementos r urais enqu anto t ran s-


EL PESO DE LA SOCIEDAD RURAL

portes de mentalidade esbateu-se ou deixou de funcionar como distintivo no plano estético. O que nao equivale a dizer que os elementos da ruralidade ten ham desaparecido, até porque a maioria dos escritores portugueses foram e continuam a ser de origem rural. Tinham-nos con tuda deixado libertos para serem recuperados, subsumidos e valorizados. Valorizados e revalorizados a nível do romance do pós 25 de Abril. No irucio da década de oitenta, vários sao os escritores portugueses que reinstauram o espa<;:o do campo como elemento privilegiado da fic<;:ao facto a que nao es tá ausente a ressonfmcia que o romance de proveniencia sul-americana alcan<;:ou por toda a Europa desde o final da década anterior. É preciso, pois, fazer dais realces . Primeiro.-A ruralidade que irrompe depois do 25 de Abril e a qual andam ligados nomes como os de José Sara.. mago, Hélia Correia e Joao de Mela, nao é tomada enquanto espa<;:o natural, nem tampouco a sua utiliza<;:ao conduziu a qualquer tipo de naturalismo. Os elementos rurais que abundam em Levantado do Chao e em parte em Memorial do Convento de José Saramago, ou em Os Vivos e os Mor/os de Hélia Correia, ou O Meu Mundo nao é deste Reino de Joao de Mela, sao tomados na globalidade como locais metáforas, forma de oferecer leituras míticas da significa<;:ao da Terra em si, e justificam-se a luz da busca da identidade dum espa<;:o para a pátria e dum espírito para um pavo. O realce seguinte prende-se precisamente com este aspecto. Segundo.-O espa<;:o da terra portuguesa que estava dissolvido e descentrado ,p elo exílio político, pela emigra<;:ao clandestina, e decepado no corpo do se u império mais místico do que real, sofre um redimensionam ento. Perguntar quem somos, que espa<;:o ocup amos, que casa resta depois do regresso, que caminho nos espera de

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volta aos lugares por onde nos repartimos, parece ter sido a pergunta mais urgente que os escritores de fic<;:ao portuguesa quiseram interpretar. Nao ad_ mira que tenham regressado as raízes, que tenham montado nas aldeias das várias províncias e ilhas, cenários alegóricos para exibirem um teatro da terra que as.piraram a que fosse um theatrwn mundi. Assim, Vilerma, a vila de O Separar das Águas de Hélia Correia é uma m etáfora que de corre num tempo antigo, raíz de imaginário, o ano da revolu<;:ao na Rússia e do milagre de Fátima, em Portugal. A Passarola em Memorial do Convento voará impelida nao por fluid os mas pela mistura das vontades. O acidente do aviao que cai numa ilha dos A<;:ores em O meu Mundo nao é deste Reino prefigura a própria morte desabada sem sentido, nem origem, nem explica<;:ao. A ruralidade é metafórica, as ac<;:aos sao alegorias, os alde6es e populares figuras hieráticas, os acontecimentos para-históricos sao mais símbolo que narrativa. Eis pois uma ruralidade transfigurada e sem peso terreno porque nao existe ,por si. A ruralielaele eleste romance que caracterizou algumas das melhores obras dos primeiros anos desta década, e entre el as as que revelarom internacionalmente José Saramago, disp6em duma ruralidaele prefigurada, reinventada para servir outra coisa que nada tem a ver com as reais virtudes ou desvirtueles sociais . Essa coisa está sobretudo acima da real ruralidade, com sua horta, seu rio, seu porco ver_ dad eiro. Mas a originalidaele da Literatura portuguesa terá ele ser lida de outros modos e noutras vertentes. Tomando como ponto de partida apenas esta questao do espat;o, lemb ro que a dissolu<;:ao do Império Portugues forneceu e continua a fornecer ingredientes de representa<;:ao que tem vindo a enformar obras de originalidade indesmentível, como sao as de Lobo Antunes. Um romance como Os Cus de Juda s que


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LIDIA JORGE

se reparte entre Lisboa e Angola, mais nao faz do que r efl etir sobre um espa<;:o de dissolu<;:ao e regresso, fatia importante do drama portugues da actualidade. Aliás, sao várias as vertentes que r evelam a acomoda<;:ao da fic<;:ao portuguesa a um novo espa<;:o e a um novo sentimento de instala<;:ao no Mundo de que os portugueses esta o tomando consciencia e de que os escritores dao conta. Assim, aquilo que noutras litera.. turas poderá ser tomado como espírito exibicionista de internacionalidade pela expansao da ac<;:ao por vários locais da terra, na portuguesa t em de ter urna leitura mais íntima e mais serena. Refiro-me a um des ej o de pan-localismo que as obras destes últimos anos revelam como conquista duma cidadania mais ampla e um fruir do Mundo inteiro na sua globalidade, atravessado contudo pela referencia dramatizada ao local da patria. De facto, já há algum tempo, pela mao de Almeida Faria, Portugal descentrado tem sido visto através de epístolas que se cruzam, entre Veneza, Lisboa, Luanda, S . Paulo, Madeira. É o caso de Lusitémia ou Cavaleiro Andante. O último romance de José Cardoso Pires, Alexondra Alpha, contém o trifmgulo mais intenso entre Lisboa, Rio de Janeiro e África. No meio o sentido dramático do que se foi e como se mudou. Ou o espa<;:o da migra<;:ao interna em Maria Velho da Costa. Ou o espa<;:o da emigra<;:ao em OIga Gon<;:alves, para ser breve e mal assinalar a realidade de imensas

mIsenas portuguesas espaphonlas pelo mundo a que se tem chamado o cultíssimo termo de Diáspora. Cidade? Campo? Mundo? Qu e r ealidades sao essas? Porque onde nao chega a haver análise nen hum a síntese é possível, eu diria que, na Literatura portuguesa des tes últimos anos, tu do está em tudo desde que es teja em causa o sentido de ser portugues. E sobre a oposi<;:ao que descortinei desde o início, utilizarei as palavras com que Francisco Jo sé Viegas condensou a integra<;:ao feita por Clara Pinto Coneia, uma das escritoras portuguesas mais jovens a propósito do seu livro Call1_po de Morangos para Sempre na «contigu idade de ritmos urbanos, suburban os e rurais, as suas liga<;:6es e afastamentos, oposi<;:6es e contrastes» . Ou osmose «Uma vaca que habita os limites da cidade, um semáforo que habita no centro duma paisagem rural, um r ebanho que passa por uma urbaniza<;:ao nos arre dores da grande cidade». Expresso Revista 16 de Janeiro, 1988. No real, a mesma interpenetra<;:ao do rural e do urbano se avizinham, criam mundos poéticos perdidos, espantados, cheios de sinais de alarme, aproximados dos mundos inquietos mas ainda salvos como sao os de Tarkoswsky ou Wenders. 1sto é - tanto os mundos quanto as linguagens estao mudando, em cada u ma das pátrias e apesar delas. Mas todos nos entendemos porqu e há respira<;:6es que sao iguais, como a Literatura o mostra.

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JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD

Supongo que mi intervención deb e reducirse a com entar al gún asp ecto muy concreto del temario anunciado. La verdad es que tampoco podría hacerlo de otra m anera, pues ese solo epígrafe -« El peso de la sociedad rural»- parece incluir una especialización que rebasa con mucho la mía particular. Sólo puedo p ermitirme hablar de estas cuestiones a partir de mi propia experiencia, cosa que quizá sirva al menos como opinión complementaria sobre lo que aquí se ha planteado o se va a plantear. De modo que no voy a referirme al ascendiente presunto -al «peso»- de esa sociedad rural en la literatura contemporánea, sobre todo porque ignoro la cuantía de semejante peso y porque no incurriré en ninguna clase de intrusismo profesional para averiguarlo. Me limitaré pues a comentar brevemente algún rasgo de la incidencia de la cultura rural en la narrativa de algunos de mis compañeros del grupo del 50 y en la mía propia. Yo, como andaluz que soy, pertenezco o crecí en el seno de una sociedad de carácter fundamentalmente rural. Las coordenadas de la historia social de And·a lucía quedan definidas, antes que nada, por su vinculación agraria. En cierto modo, el desarrollo cultural de la región ha estado siempre supeditado al campo. Sus lacras, sus rebeldías, sus riquezas, sus indigencias, vi enen del campo y van al campo, incluyendo también en dicha atribución

a los pueblos que crecieron al socaire de ese campo y aun a las ciudades que de algún modo dependen de él. Dentro de esa órbita de la sociedad rural, una gran mayoría de andaluces han mantenido si empre una muy conflictiva relación con la tierra. Y no preci sam ente por la expectativa de los cambios climatológicos, sino por los estancamientos del régimen de propiedad. Es una historia que viene de muy lejos. Recuérdese que a medida que la Andalucía árabe cae en poder de Castilla y se procede a la repartición de tierras entre los conquistadores cristianos, el campo andaluz va pasando a ma_ nos de unos pocos. Incluso a mediados del siglo pasado, cuando se regula la desamortización de los bienes eclesiásticos, la situación tiende a agravarse, pues la ley de Mendizábal conduce a la larga a una acumulación de mayor número de propiedades por parte de la ya poderosa oligarquía terrateniente. Los dueños de la tierra aún se hacen más dueí'ios de la tierra, mientras aumenta el censo de los que nunca poseerán la ti·erra. Y así hasta hoy. Una región tan rica como la andaluza, ¿por qué tiene tan extendida fama de pobre? Un campo tan fértil, tan favorecido por unas óptimas condiciones naturales, ¿por qué ha sido tradicionalmente cuna de desheredados? En la actualidad, Andalucía es con mucho la primera productora agrícola de Espaí'ia. Y más del 60 por 100 de su pobla-


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clOn activa trabaja en el campo o de- picaresca al flujo costumbrista del XIX, p ende de él, si bien percibe muy poco, y desde el naturalismo a la novela soprácticamente nada, de esos b eneficios. cial de la preguerra. Incluso en la inNi quienes trabajan la tierra ni la pro- mediata posguerra se producen a lgupia Andalucía. La persistencia de ese nos llamativos ejemplos en es te sentÍdesorden económico, primordialmente do: La familia de Pascual Duart e, R éimpuesto por tan tas seculares anoma- quiem por un campesino espaiiol, El calías en las estructuras agrarias, ha mo- mino. La intención crít ica, sin embargo, tivado no ya una larga serie de luclns el uso de una terhática rural con no y agitaciones, sino una peculiar forma oculto registro político, se consolida de ser del campe sino . A sus viejas se- desde m ed ia dos de lo s años 50 a prinñas culturales, a sus nobl es t razas hu- cipios de los 60. Por lo que respecta ·a l manas, se h an unido el recelo, el cs- ámbito campesino andaluz - que es a cepticismo, esa forma de desesperac ión lo que voy-, las novelas que más sisconducente -por ejemplo- a la ocu- temáticamente re/lejan ese clima puepación de tierras baldías o mal culti- den ser, en tre otras posibles, Vísperas, vadas. Una palmaria tensión social to- de Andújar; La piqueta, de Ferres; La davía vigente en Andalucía, porque to- mina, de López Salinas; La zan ja y El davía sigue pareciéndose mucho a l pa- capirote, de Alfonso Grosso; Dos días pel mojado cualquier tentativa de re- de septiembre, de un servidor, y andan_ do el tiempo -y ya des de otras actiforma agraria. Parece lógico deducir que todo ese tudes es té ticas- El mundo de Juan Loendémico desajuste moral y material bÓ I1, de Luis Berenguer; Guarnición de iba a ser oportunamente reflejado en silla , de Grosso; Manue la, de Halcón, la literatura de presuntos objetivos tes_ o mi Agata ojo de gato . No se olvide timoniales. Coincidiendo sin duda con además que por esos años se publican el auge del llamado realismo social o algunos libros que , siguiendo un po co crítico - entre el 55 y el 65, más o me- la pauta del Viaje a la Alcarria, de Cela, nos-, se prodigan las novelas que apro- recogen sendos testimonios a ndari egos vechan esa temática campesina par·a por diferentes zonas deprimidas del canalizar sus propósitos acusadores. Sur; entre ellos : Campos ele Níjar y La Los argumentos estaban ahí mismo y, Chanca, de Juan Goytisolo; Ti er ra de sin neces idad de recurrir a mayores in_ olivos, de Ferres, o Por el río abajo, de ventivas literarias, se podía ejercer así Grosso y López Salinas. También en una ejemplarizadora crítica de la so- estos últimos casos se intentaban desciedad española de la época . No voy a cribir determinadas r ealidad es andalu· juzgar ahora si todo eso estaba bien o zas de cuya virulencia podían extraermal planteado, o si los resultados artís- se conclusiones moral y políticamente ticos fueron más o menos exigu os. Lo aprovechables. que sí me permitiré ratificar es que No voy a in sistir en ese capítulo de esa específica narrativa obedecía a u na nues tra historia literaria reciente ya manifiesta justificación histórica y fue tan manoseado, pero sí me gustaría rela única que demostró en aquellos años curr ir a mi propia experiencia para añaletárgicos un dinamismo por lo menos dir algún último comentario a est e resaleccionador. pec to. Quienes se han formado en el La novela socialrealista, en su vertien_ seno de una sociedad o de una cultute rural, tampoco s upuso ninguna no- ra rural, difícilmente podrán o lvid arse vedad concreta . No hace falta recordar de ese ascend ien te a la hora de abordar que una de las más notorias constantes un trabajo de creación literaria. Es del desarrollo lineal de nuestra litera- como un contagio sensible, un hábito tura se inserta en el realismo: desde la natural de convive ncia. No se trata, por


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supuesto, de ninguna regla sin excepciones, pero sí de una conducta bastante genera lizada como síntoma. Es lo que también les ocurre en su esfera respectiva, a a quellos cuyas referencias cultu rales depen den por lo común de un paisaje urbano. Cada cual habla de lo que conoce mejor, de lo que más le atrae -y claro es- , de lo que m ás le ob sesion a . El trabajo previo del escritor también consiste en una información acum ul ativa que se va a lmacenando en la memoria hasta encon trar sus más idónea canalización literaria. Ese es, al menos, mi caso: el material temático de que h e dispuesto desde siempre p rovenía de un pod eroso incen itvo ambiental: el de la órbita agraria de la Baja Andalucía. Cuando yo andaba a vu eltas con mi primera novela -Dos días ele setiembre-, el primer es tímulo m e lo propor_ cionó sin duda mi p ropia experiencia en el ámbito de las viñas y las bodegas de J erez, a las que estuve li ga d o h abitual y familiarmente desde niño. Narrar 10 que yo había vivido -o lo que pud e hab er vivido- en ese marco rural ll evaba implícito, incluso aunque no me lo hubi ese propu esto de antemano, la crítica de u na determinada sociedad, vinculada -en mi horizonte narrativo- a la precisa texitura laboral y moral de la vendimia. En la novela se juntan la memoria y la imaginación p ara construir la crónica de una realidad posible, reinventada a través del propio proceso de creación literaria y donde los datos imaginarios pueden acab ar sien do los m ás r eales. Los protagoni stas representan a otros muchos protagonis tas de conductas supu estamente simil ares, y en esos «dos días de setiembre» ocurre lo que pudo -o pued e- ocurrir duran te Ll na innumerabl e su cesió n de días. Un sistema tan bu eno -o ta n malo- como cualquier otro para intentar que un sólo ej emplo pueda hacer la s veces de síntesis valorativa de una colectividad. Se preguntarán ustedes que por qué

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m e pongo ahora a hablar de mi obra narrativa con tan manifiesta intemperancia, pero esa reflexión incluye de al ,gún modo un enfoque más general. Mis actitudes al respecto -al menos, en esos años- muy bi en pueden intercamb iarse con las de algunos otros comp añeros de generación. Sobre todo con los que no olvidaron algo que ya r esulta ocioso repetir: que lo que se enti end e por literatura social comporta, como primera medida, escribir lo mejor posible. Quizá por ese motivo, se opera en los más atentos novelistas d el grupo del 50 como un paréntesis de recapitul ación en torno a las relaciones e ntre literatura y socieda d. Una vez superado el ciclo del realismo en su versión más rest riciva, se inicia una nueva coyuntu ra -digamos- de ·l ibertad en lo s planteamiento s artísticos y, por tanto, en el engra naj e t em á tico. La inda ga_ ción en la realida d social se hace más dinámica, más enr iquecedora , más literariamente revulsiva. Ese protagonista colectivo a que antes m e he r eferido, deja de serlo. Ya no hace fa·lta buscar más ej emplos que los implícitos en el h ech o literario consumado. Pero na da de eso tiene mucho que ver con los cambios de mentalidad oper ados en los escri tores -más o menos convincen tes- adscritos al soci alrealis_ mo en su vertiente temática rural. En mucho s casos, lo que se modifi có no fue el fundamento crítico sino la manera de plantearse artísticamente el trasva se literario de esa crítica. A fin de cuentas, lo que ocurrió fue bastante parecido a descubr ir el cielo por un em budo, esto es : que el escritor r eflejará siempre en su obra, aun sin proponérselo, s u propia ideología, pero en n ingún caso debe proceder a un a movilización de su obra bajo la apriorística coacción de esa ideología. Ya se sabe que los argumentos de la sociedad rura·l han sido siempre muy aprovechados por la literatura costumbrista, pero ahora incluso pueden no mantener siquiera con tactos con el rea-


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días de .septiembre y Agata ojo de gato

tiembre esas realidades están manejadas como en una historia, en Agata ojo de gato lo están como en una mitología.

pasan unos once o doce años. Las técnicas, los procedimientos narrativos entre un a y otra son muy distintos, pero ni mis ideas políticas ni mi pensamiento moral han cambiado en todo ese tiempo. Como tampoco han cambiado, por supuesto, mis preocupaciones críticas en torno a la sociedad rur·a l. Ambas novelas interpretan realidades extraídas de la órbita agraria bajoandaluza . P ero así como en Dos días de sep-

Lo único que ha pasado es que ,l a imaginación ha conseguido ir más le jos que la memoria. Pienso que, en orden a una literatura estrictamente contemporánea, ese es el único medio de que la cultura rural ostente su más efectivo rango dentro de las últimas aventuras estéticas de la novela. Todos sabemos que la m e jor forma de asimilar una tradición consiste en actualizar lo más válido de esa tradición.

lismo. Un último ejemplo personal a este respecto: entr e mis novelas Dos

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República de las Letras NUMERO S MONOGRAFICOS 13. Los ESCRITORES y LA LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL. 14. ESCRIBIR: VOCACIÓN Y PROFESIÓN. 15. Los ESCRITORES Y LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA. 1. Extra. LA GUERRA CIVIL. CULTURA Y LITERATURA. 16. LA EDICIÓN EN ESPAÑA. 17. LA CRÍTICA LITERARIA. 2. Extra. LITERATURA FINLANDESA. 18. ULTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA (1). 19. ULTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA (2). 20. LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL. 21. PORTUGAL Y ESPAÑA: Dos SOCIEDADES, DOS TRANSICIONES, DOS LITERATURAS.

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Próximo número: EL ESTADO DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS. REPUBLICA DE LAS LETRAS. A. C. E. cj. S agasta, 28, 5.°

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JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

Una sociedad en cambio

En 1974, Pier Paolo Passolini mostraba su preocupación más profunda por la desapapición total de la cu'ltura campesina en Italia, porque eso significaba el final de una cierta manera de ser hombre o de una cierta antropología singulares y absolutamente diferentes de la antropo'l ogía y de la cultura burguesas y urbanas. Pensaba, en efecto, que el mundo campesino estaba siendo liquidado en esos mismos instantes por el consumismo y las industrias terciarias, y que el porvenir material mismo de la agricultura no podría ser otro en adelante que el de su desarrollo industrial. Y yo creo que este juicio o planteamiento de la cuestión es, al menos, perfectamente realista: un análisis correcto del cambio actuál que la sociedad rural está experimentando. Es éste, sobre todo, un análisis que, por lID lado, va más allá de la pura sociología y, por el otro, está exento de esos dos cultural~smos o ideo logismas con los que esta cuestión de la sociedad rural suele ser abordada: la idealización e idiliz,ación literaria o reaccionismo nostálgico del pasado, por una parte, y el progresismo «bon marché», por la otra, que idiliza la «megápolis» y la convierte en motor de la historia, y entiende la sociedad rural como un puro residuo o desecho de ese pasado e incluso como una rémora

que traba a esa sociedad en su desarrollo. Ambas aproximaciones culturalistas son irracionales y meramente voluntaristas o ideológicas, y, en realidad, las dos variantes o vueltas de un mismo calcetín barroco y burgués: el de «desprecio de Corte y alabanza de aldea» que se remanga simplemente del otro lado: «alabanza de Corte y desprecio de aldea, sin tener para nada en cuenta que no se trata de residencias ni paisajes, sino del hombre y de lo humano. Ni se trata de la tierra y su «númen» o de la ciudad y la técnica como ontologí-as llenas de gracia o de perversidad intrínsecas y encarnadas en sus habitantes, sino del hombre y de lo humano tal y como los ha configurado la historia y los está configurando ahora mismo. Un escritor, en todo caso, no tiene por qué hacer metafísica ni sociología ni nada que se les parezca, y creo yo que lo que se espera de él es una mirada distinta lanzada sobre los rostros y las historias de los hombres, y como por detrás del tapiz de la realidad que ahí se ofrece: tras desposarla lo más profundamente posible, claro está. Por lo que hay que decir, sin duda alguna, es que, ocurra lo que ocurra en un futuro más o menos próximo o a largo plazo, el hecho es que la sociedad rural está ahí y precisamente en pleno proceso de cambio histórico con todas


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sus ambigüedades. No sabemos lo que va a salir de él, ni qué va a ser de ella. De las aspiraciones de libertad, iguaL dad y fraternidad de 1789 salió el burgués, y de la Revolución de 1917 que se hizo con hambre y sed de justicia emergió el comisario político. ¿ Quién iba a pensarlo? Aunque también surgieron excelentes transformaciones históricas, claro está. De momento, lo que podemos deoir en torno a este cambio es que, en los últimos quince o veinte años, esa sociedad rural ha sido sometida especial· mente por la televisión y la comercialidad a una homologación cultural con el resto del país: es decir, a una homologación con los va10res burgueses y comerciales de la competitiv;idad, la primacía absoluta del dinero, el consumismo y el hedonismo; e incluso a una homo'logación del gesto, el vestido, la lengua y la percepción dominantes. Y, en los últimos diez o doce años, se ha dado además, por una parte, un proceso de secularización acelerado y, por la otra, con una nada desdeñable elevación de los niveles de vida, una enfatización de la vieja actitud conservadora. Aunque con una notable excepción: la de la mujer campesina que ha experimentado en su concepción del mundo y sus modos de vida una transformación ingente. El campesino puede sacar, desde luego, sus tractores a la calle o marchar ante el Ministerio de Agricultura para hacer oír su protesta, pero se trata de una protesta oivil de defensa de sus derechos que no cuestiona el orden social. No hay ya resto en ella del viejo sentimiento quiliástico contra la injusticia y los poderes del mal, y de odio contra los privilegios y la corrupción de la ciudad. La ciudad ha perd~do para el campesino su leyenda de Babilonia de lujos y vicios, y también la fascinación que ejercía en otros tiempos. No sólo porque el «hábitat » de la aldea y el «confort» de las viviendas ha mejorado extraordinariamente -aunque

no podemos olvidar que todavía hay núcleos campesinos con un «háb~tat » y unas viviendas indignos y que en ellos se malvive en términos de pura subsistencia-, sino porque el campe. sino tiene ahora experiencia propia de la ciudad - y no precisamente óptima- y, por otra parte, sus medios de comunicación y de locomoción le permiten, hoy, disfrutar de lo que la ciudad ofrece sin tener que residir en ella . De manera que el campesino comienza a sentirse a gusto en el campo y, aunque de modo muy distinto que en el pasado, considera una maldición ten er que ganarse la vida en otra parte que en sus lares. Ya no se trata de un apego sentimental e irracional a éstos, sino que ese sentimiento se apoya en la racionalidad. Podríamos decir que, en cierta manera, ha dejado de ser campesino en lo peor: en su apego sacral a la tierra , en su visión aldeana. Lo que pasa en la historia universal es, en suma, lo que sigue pasando en un corral de aldea, pero de modo diferente, claro está; y el campesino ha comenzado a sentir cUI'iosidad por el mundo entero y ya no mira a su aldea como el ombligo de éste. Mas, sean como sean las cosas, hay que repetir que, como he dicho, la sociedad rural está ahí y que la vieja cultura rural mm subsiste tanto en sus peores como en sus m ejores aspectos . Esto es, que hay unos seres humanos que viven en el campo, fuera de las grandes ciudades de esta era post-indu strial, y que esos seres humanos tienen hi storia; todavía tienen historia en un tiempo en que la mayor parte de los hombres no la tienen. ¿ Cómo podría ser es to algo irrelevante para un narrador? En realidad, el narrador - el hOJ11bre de profunda cultura en general- tiene compli'Cidades no menos profundas con el universo campesino. Si se me entendiera bien y se desposeyera de su ·e ventual interpretación instrumental la afirmación, yo diría que el hombre y el


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universo r urales ofrecen un matel'ial literario de primer orden. Aunque también exigen de quien lo maneja una honestidad intelectual y moral extraordinariamen te difícil. En su tiempo, Fran<;:ois Mauriac habló de la provincia como de una espeoie de lugar natural del novelista, como del universo donde éste podía encontrar todo lo que, en suma, un noveLista busca : rostros humanos, historias humanas, y un buceo en el corazón y las pasiones humanas. Aunque, a este respecto hay que señalar que «lugar natural» significa también o quizás primordialmente lo que dice: que esa provincia y sus aldeas sean verdaderamente el «topos» de su asunción o desposamiento de la realidad, y que en modo alguno se dedique a realizar «composiciones de lugar» como en los «Ejercicios» de San Ignacio de Loyola o «et in Arcadia ego», sino que e l mismo narrador -incluso para insertarse en el mundo como Keats o Pascal- sea en cierta medida «un provinciano» y conozca realmente aquello de lo que habla. Por ejemplo, el hombre campesino que en sus adentros, tan disfrazados de simpleza y cazurronería lleva con frecuenoia un laberinto y - agazapado en él- un Minotauro. Y tan terrible y sangriento como el cretense, a veces. SEÑAS y SEÑALES DE UNA CULTURA

El hombre campes,ino, venía a decir Mauriac con toda razón -yen esto el campesino burgués no se d iferencia gran cosa del pegujalero-, sigue siendo un hombre sin homogeneizar con todos los otros hombres de su comunidad, como ocurre en el universo urbano. Y, en verdad, el «yO» campesino sigue siendo un «yO» de gran grosor y peso de la cuna a la sepultura; un «yO» antiguo mucho más viejo y más profundo que el «yo» burgués -con el que, por otra parte no tiene que ver nada- estructurado cultural mente en el m edioevo con restos de h elenismo y

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la textura cultu ral aristocrát ica que la Iglesia dispensó en ese tiempo. En realidad, es mucho más viejo. Para tener un campesino se han precisado miles de años, mientras el obrero y el b u rgués han nacido de transformaciones sociales de ayer mismo por la mañana y son sufici·e ntes unos pocos años para fabricar un técnico o un b urócrata. El «yO» del campesino qu eda no solamente singularizado en un nombre que es más «nombre» que en el mundo urbano, porque está vinculado como en las grandes casas aristocráticas con la memoria familiar o el ciclo religiosolitúrgico y viene arropado con harta frecuencia con el mote y la leyenda individual o familiar. Aunque, ahora, es la televisión la que ofrece extraños nombres que los campesinos han comenzado a poner a sus hijos , y en la aldea más apartada podemos encontrarnos con una n iña que se llama EvaVanessa o Natacha. Y no ,e stoy seguro de que no se trate de un fenómeno más de alienación cultural y humana. Ese «yo» está, además, expresado en u n fiero sentido de dignidad e independencia : el «nadie es más que nadie» castellano, o el rechazo de hasta una ayuda que mucho se precisa, si no se puede pagar o corresponder; y, sobre todo, en u na concepción anarquista del poder de hecho : las «autoridades posbizas» de que hablaba Teresa de Avila, mientras otorga de la mejor gana autoridad real a quien, a sus ojos, vale más porque «ha hecho más» o «sabe más». La cultura campesina sigue siendo esencialmente oral, no sólo por su mar_ ginación de la cultura libresca y académica, sino porque la percepción del mundo por parte del campesino es esencialmente auditiva, y oral y gestu al es la tradición a la que se confía la transmisión de la historia y de las historias o del saber técnico. A veces incluso, se ha perdido la razón de un gesto o el significado exacto de una narración o una creencia; pero ,ahí está también a veces la clara presenaia de


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los vIeJos mitos griegos que desgraciadamente los folkloristas reducen a con_ sejas, ignorando o afectando ignorar que Sófocles o Esquilo nos contaron las mismas cosas y con el mismo espesor trágico y poético. Y, desde luego están ahí los viejos estereotipos y gestos de la vieja cultura española de las castas: maneras de matar las aves domést,i cas, por ejemplo, mostrando el respeto al tabú de la sangre en unos casos y no en otros; o también el modo de llevar a cabo el proceso de la colada en cinco etapas: antes de la llegada de las pollerías y de la máquina de lavar, desde luego, pero también ahora mismo. Y lo mismo habría que decir del concepto inmanente de la justicia o de la historia como vengadora. Porque en la cultura de la sociedad rural el tiempo, como dije más arT'iba, es un tiempo histórico en el que han sucedido y suceden acontecimientos y que de algún modo puede vencerse por la memoria que se guarda, y -l a huella que se deja para el futuro. El espacio campesino está lleno de estas hu ellas y la conversación campesina de aquella memoria. El tiempo cronológico mismo sigue sin estar regulado del todo ni por el candelaria civü ni por el reloj mecánico o electrónico, y todavía cuenta esencialmente la referencia al ciclo día-noche y estacional o lunar, o al acontecimiento familiar o de la comunidad: una cita a media mañana o al anochecer, una m-e dida del tiempo en r elaoión con la propia boda o la de un tercero o con la muerte del padre, con los meses que faltan para las fiestas, y en relación, en fin, con una fecha litúrgica milenaria: la Pascua Florida o San Martín. Esta concepción y experiencia del tiempo le permite al campes~no manejarlo y mostrarse dueño de él, acortarlo o ensancharlo. Y, así, hablará de «alargar la mañana» o «matar el día» y «tirar la tarde a perros»: esto es, de gastar el tiempo por placer. Pero, a la vez, sabe que el tiempo es soberano y

se diría que a sus ojos maravillosamente exacto. Por eso, sabe esperar sin impaciencia alguna y mira con una estoica naturalidad la muerte: la consun_ ción del ciclo vital e histól'ico; no meramente natur·al. El campesino cree, en efecto, que el hombre hace historia, se ve metido en historias y sufre lo que le acaece habiéndolo él determinado o no. Y gusta de oírlo contar y de contarlo, al mismo tiempo con un realismo crudo y cruel y un suplemento imaginativo. Pero, sobre todo , con un juego de palabras lo más efiicaz y deslumbrante posible: incluso inventando esas palabras para la ocasión. Y me parece que deb e destacarse de modo singular este lenguaje campesino: un lenguaje que no es meramente comunicativo e instrumental -el lenguaj e de este tipo, abstracto e incoloro, sin connotaciones ni sonoridades irónicas o sentimentales es considerado «insustancial» y «sin enjundia>>- sino carnal y existencial, con una gran implicación en la realidad y tratando de agotar ésta. Y, así, se dirá de un enfermo ulcerado por prolongada postura en la cama de decúbito supino que está «encentado»: palabra llena de sensualidad y carnalidad que hiere nuestros ojos con la representación de algo incandescente y nos lacera nuestra propia piel con su ardor, mientras su otra significación es la de «comenzado» o «partido», «abierto». Este lengu aje guarda, además, en él siglos enteros de sensibilidad poé1Jica, toda una absoluta complicidad entre cultura agrícola y poesía, entre religiones y cultura agrícola, entre ésta y generación o nadm~ento y construcción misma de la lengua. Y dudo mucho de que quien, sin tener esto en cuenta y creyendo que se tr·a ta de una lengua puramente comunicativa, al oír decir a un campescino por febrero que ya han aparecido «los madrugadores» o que «los almendros ya están despiertos», pueda comprender el ·e spesor histórico, lingüístico y poético de estas expresio-


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nes que se relacionan con el oI'igen mismo de la palabra «almendro» en hebreo, por ejemplo, que procede de un participio «soqel» con el significado de «el que está despierto» o ve y actúa el pr,imero, el madrugador. Y el camp esi no no necesita saber nada de esto o de conocerlo desde el punto de vista intelectual, porque es su propia vividura y experi encia carnal de la naturaleza las que se lo revelan. Ni se comprenderá por qué para el campesino todas las flores son «rosas », aunque sepa muy bien sus nombres, si no se piensa que, al igual que par·a los griegos an tiguos obsesionados por la ro sa, ésta .e s la que le permite una comparación exis tencialmente más profunda y cómplice con sus experiencias más decisivas: el resplandor de la auror·a, la carne femenina o las mejillas de su bebé de pecho. El lenguaje campesino es, en fin, prodigiosamente polisémico, y entiendo que es ésta la gran riqueza, y el gran secreto a la vez, del castellano hablado ~in la contaminación lexical de la cuL tura libresca y académica o de dicoionario . Esta es una lengua que ha convivido durante siglos con el árabe, el hebreo, el arameo, el ladino o la muy incorrecta pero oriental y subyugan te jerga morisca. Y de esta convivencia e l habla castellana no sólo ha heredado vocablos, sino también y sobre todo una específica sintaxis y una «cantilenación» en la fonía que hacen que, si e l tono con que se pronuncia una palabra es distinto, también lo ·e s y de modo radical la significación de ésta; o que, colocada en éste o el otro lugar de la oración gramatical o precedida o no de determinante o de un determinante u otro, esa sagnificación también se mude. O que una conjunción, la conjunclOn «que» concretamen te, sirva para distanciar o relativizar todo el discurso, hacerlo indirecto hasta el infinito - como en un juego de espejos o una interminable muñeca r u sa- o mostrar 10 que no se acierta a decir,

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se dice con temor y temblor, o es sens.i11amente indecible por su amargor, gozo u hondura. El lenguaje campesino es rico y un lenguaje esencial y no instrumenta,l, que apunta a la realidad y trata de desposarla y poseerla, no en modo alguno porque sea un lenguaje «pintor esco» y «llamativo», conserve anacronismos y palabras no gastadas o acuda a proverbios y refranes; pero mucho menos porque utilice toda una se.. rie de términos y vocablos procedentes del quehacer campesino : es decir, del lenguaje técnico o j erga del oficio. Lo que ocurre es que, naturalment e, buena parte de esos vocablos o j erga del oDicio, o aun prácticamente toda ella, es mucho más que una jerga profesional en razón misma de esa ósmosis o simbiosis que, como he dicho, han unido el quehacer campes'i no y la cultura humana desde sus comienzos y durante milenios ; de manera que las más profundas y hermosos conceptos y formulaciones poéticos, filosóficos y teológicos están li gados al lenguaje del campe~ino : labrador, pastor, cazador, pescador. Y ya serán inseparables para siempre. ¿ Para siempre? Obviamente, este lenlenguaje campesino de que vengo hablando, exactamente como los símbolos o comparacion es poé ticas que hacen re_ ferencia a la cultura campesina, están liquidándose; y seguramente que va a hab er que editar la Biblia o -la «Odisea» explicando a pie de página lo que es un adobe o 10 que es «el amor de la lu mbre» bajo las pavesas, que los compañeros de Ulyses amontonaron sobre aquel para preservarlo durante la noche. Pero ese lenguaje de momento también está ahí, y me parece que, si un escritor se propone contar una historia campesina, no podrá hacerlo honestamente srin tener que vérselas con todo ese «humus» cultural, histórico y poético que he señalado. Y en modo alguno deberá utilizarlo como si se tra_ tase de un cosmético. Esta lengua cam-


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pesina, sobre todo la de las pobres gentes -que es en la que se encuentra todo eso que he descrito, porque no ha estado contaminada con la cultura estereotipada y académica- es, como decía Silone, lo único que poseen; y el escritor no triene ningún derecho a desfigurarla o violarla, retorizándola, literaturaJizándola o estetizándola para condimentar con ella un plato excitante o pintoresco y «típico» para paladares burgueses . Y esto es igualmente lo que puede y debe decirse a propósito, por ejemplo, del paisaje. El campesino no tiene ojos para el paisaje y no podemos colgarle ante los ojos nuestros propios tapices . Walter Benjamin ha escrito que el «paisaje guarda su rostro más consolador, más callado y más puro para los ricos, cuan_ do se adentra a través de ventanas altas y grandes en sus sombrías, frescas salas», y que tal es <da verdad implacable que enseña la «villa» italiana al que por primera vez atraviesa sus puertas para buscar una mirada sobre el mar y las montañas ... El paisaje cuelga para los ricos de un marco de ventana, y sólo para ellos lo ha firmado la mano magistral de Dios». Pero lo que es cierto es que el campesino no triene para el paisaje los mismos ojos que quien lo mira cuando se adentra en una umbría estancia por un alto ventanal, y él lo ve como una pintura o una placa fotográfica desde esa «cámara oscura ». El campes.jno lo ve desde su ventanuco y una estancia quizás pequeña pero cada día más acogedora y no m enos misteriosa, o inmerso en plena naturaleza y en el trabajo de la misma; de modo que las cosas tienen que ser muy distintas, pero no menos hermosos un regatillo de agua ni el trigo o la cebada, tan verdes y delicados, que rompen bajo la tierra como si fueran los extraños cuernecillos de fabulosos animales soterrados. Y las hojas que caen en el otoño de un árbol o la ca. baña de un melonar en él abandonada, después de ser éste arrancado, ofrecen

a Homero o a Isaías imágenes de desolaoión y muerte que no son inmediatamente obvias para el hombre estático de sensibilidad burguesa, pero sliguen hiriendo al hombre en relación muy estrecha con el campo. EL SENTIDO DEL CAMBIO

Lo que resulta obligado, si se quiere entender algo de este mundo rural, es que la sociedad rural, el campesino, sus historias o su lengua no sean mirados como paisaj e desde el tren o cualquiera otra «cámara oscura ». Se supone que el escritor tiene compllicidades existenci.ales con lo que narra, aunque éstas sean dialécticas o de oposición, y que no va a distorsionar la realidad y sus adentros o su envés con construcciones e invasiones de su subjetividad o valoraoiones y categorías de su propio mundo : si lo que quiere es algo más que producir «pastiches» más o menos hábiles y celebrados. Si se decide realmente a prestar su voz a un universo de silencio, un tanto anacrónico, ·c on un distinto «tempo» de existencia, en el que tanto la alegría como la desgracia tienen un terrible grosor y en el que cuenta la «tradición humillada» de que ha habl<ado Michel de Certeau. y que está en cambio . No sabemos, repito, hacia dónde y con qué resultados. Las cosas bien podrían suceder como en ese prototipo de sociedad campesina avanzada que se -da en USA, que ha perdido en buena parte o del todo esas señas y señales de una cultura rural, tal y como he venido señalándolas e incluso si en USA la sociedad rural era bien dist,inta de las europeas; pero ha conservado e incluso ha visto potenciados sus peores aspectos: su feroz conservadurismo, el gusto por la violencia y el odio a lo diferente o el aplastamiento de quien no es «del corral». Y, así, en el universo de W. Faulkner, por ejemplo, mucho ha ll ovido desde que él escribió; pero el racismo, la humillación, la fe-


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rocidad y la miseria sólo han hecho que crecer y se diría que «tecnológicamente». Son, sin embargo, los aspectos más ho scos y siniestros de la sociedad rural -a comenzar por los restos de miseria y atraso o el espíritu de aldea y de tribu -los que se querría ver que cambiaban en es·a sociedad. Pero no estoy se.. guro de que, mientras todos estos asp ectos y con dimensiones aterradoras se prodigan igualmente en las «megápol,is» y hasta en los medios académicos e intelectuales: a veces pura expresión y apenas refinada del sistema de castas, no se esté desposeyendo al campesino de los verdaderos serios valores de su cultura específica. Y esto, a cambio de unos cuantos vacíos este..

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reotipos; exactamente como los nobles de los tiempos de 'la Restauración en Francia ofrecían a los campesinos dos platos blancos a cambio de uno pintado, y, ahora, muestran estos platos pintados, verdaderas y costosísimas maravillas de «faience», en los anaqueles de sus castillos. Es decir, que el cambio de una sociedad rural, tal y corno todavía está ahora ahí, por dos sociedades «avanzadas» es un negocio que, lo mire por donde lo mire, me deja algo pensativo y no acaba de convencerme, si eso significa cualquiera otra cosa q u e un cambio real de las condiciones materiall es de vida para que el campesino pueda lu ego ser hombre como le dé la gana : a su manera.



JUAN CARLOS RODRíGUEZ

A mirada limpa que eu tanto quería (Castelao corno símbolo o el símbolo de Castelao)

mismo he llamado «norma literaria») no supone otra cosa que .el discurso de Introducción, digamos, mínima un grupo o una clase dominante. El provenzal cata1anizado en el Este, el Tan cerca y tan lejos de las viejas gallego en el Centro Oeste de la penínpalabras. sula como lenguas que no son «vulgaDesde el XVI-XVII desde la r ebelión res», sino normas que tratan de in1itar de los Braganza, que fueron los únicos al latín; o mejor dicho, que tratan de que ganaron frente al Estado Central ser «SUl> alternativa cortesana. En el mientras perdian los Medina-Sidorna Renacimiento Camoens o Sa de Miran_ andaluces, los Híjar aragoneses, de un da practican ese proceso doble : del modo u otro los nobles catalanes, Es- portugués al castellano, del castellano al paña y Portugal fueron, han sido, como portugués ... Igual ocurre con Fray Luis diría Saramago (La balsa de piedra) de Granada, sólo que éstos ya son los una curiosa isla perdida en aquel hue- últimos síntomas. Después del domico que apenas existió. Una especie de nico, después de los Braganza, la igrepública dominicana partida en dos, norancia se hace completa «casi» en entre blancos y negros. Quizás sólo en los dos sentidos . Hay rastros en Lope, Latinoamérica se materializó, quiero hay rastros en Cervantes, hay rastros decir, se hizo palpable, esta actitud. en Calderón, o incluso más tarde -apeSalvo una variación: allí el negro y el nas- en Unamuno. Pero desde entoR blanco se «mulatearon» (¿has bailado ces, y evidentemente, siempre tan cer_ alguna vez con una mulata cubana?): ca y tan lejos: Islas a la deriva. Quizás Brasil y el resto de las colonias. Color : el único mito común que perviva sea que mulatos y mulatas los ha habido sin duda alguna el del rey don Sebassiempre en una zona o en otra de estas tián y su derrota en A1cazalquivir, yo dos islas a la deriva, como también diría el último gran mito ibérico que describió Hemingway. XVI-XVII deCÍa- se traslada desde el magistral poema mos, pero, muy desde luego, incluso épico de Fernando de Herrera hasta la antes. Alfonso X escribe a Galicia y pre- ideología romántica de Zorrilla en su gunta cuál es su norma literaria, para obra El pastelero de Madrigal: «cuesescribir las Cantigas a la Virgen. No es tiones de estilo», por parafrasear la banal : lo que llamamos norma literaria correspondencia entre Goethe y Schi(recordando los Cancioneros: lo que yo ller, según Luckacs, e incluso Mario

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Praz. Hoy las cosas han cambiado mucho, pero no demasiado. Otero y <da revolución de los claveles» ... ¿Dónde está lo que queríamos? Sólo cabe aca_ so, y ya por fin, en la metáfora. O mejor, en dos metáforas para describir una realidad imposible. Por la simple razón de que una metáfora jamás describe. Sencillamente: es exacto que a veces el lenguaje es exacto: y ésto es de Witgenstein. Sobre todo cuando se transforma. Porque el intento de transformar el lenguaje es el intento de transformar la realidad, o más clara_ mente aún: Porque el lenguaje es una realidad tan dura como cualquier otra. y así Amado Nervo (repito: ¡Amado Nervo!) describió, en su mejor metá. fora, la auténtica realidad con que España ha mirado siempre a Portugal: «La niña es tan rubia que / cuando hay sol no se la ve». Podríamos añadir: mucho menos, y mucho más, cuando ha habido - y hay- tantas nubes. Por supuesto que podría decirse a la inversa. y de nuevo necesito aludir a un modernista -ésta es la segunda metáforaque pretendía romper con el lenguaje de su tiempo: el andaluz Villaespesa, que, sin embargo, desconocía tanto el mundo andaluz que cuando intentó describir a Granada (y aparte de la cursilería de «E l Alcázar de las Perlas ») sólo acertó en otro texto, dos líneas, con la re_ lación insólita, en la Alhambra, entre el agua y las rosas . Y lo dijo así, no tuvo -dirí·a- más remedio que decirlo así: «En féretros de espuma / cadáveres de rosas». ¿No ha sido ésa siempre la relación entre España y Portugal? Preguntas insidiosas, como señaló Nietzsche, pero que nos queman en la piel. Se me pide que hable del «peso de lo ntral» en la sociedad hispana y en la lusa; quiero decir, en el mundo ibé.. rico de los últimos años. Por ejemplo, el proceso de descolonización en Portugal ha sido decisivo en múltiples aspectos, en este sentido, como lo fue en España medio siglo antes. Y hay miles

de testimonios literarios al respecto, no literales sino precisamente indirectos y por eso también mucho más literarios. Así lo que eufemísticamente se llamó nuestra «guerra civil» dejó el terreno suficientemente abonado. Otra vez por ejemplo, las novelas de Cardoso Pires -y aunque parezca mentira, porque el contexto era abiertamente otrose correspondían sin embargo con la historia hispana que iría desde Los Era.. vos de Fernández Santos al Gran Sol de Aldecoa o a los Dos días de Septiembre de Caballero Bonald, tres obras auténticamente maestras de la literatura española en los años 50 y 60 Y que sintomatizan precisamente el peso de lo rural en nuestra sociedad . No es la temática, sino la estructura : lo veremos en seguida en Castelao. Pues es evidente que (en España) Andalucía, Canarias, Galicia, Euskadi, revel·a n como en nin_ guna otra parte ese tremendo pod er de lo rural en la vida cotidana, en el familiarismo, en la vida religiosa e incluso en la práctica terrorista. Es evidente también que, por razones obvias, Galicia ha sido siempre lo que podríamos llamar nuestra última bisagra cultural y lingüística respecto a Portugal. No hace falta r ecordar la diferencia caciquil, supersticiosa, de propietarios pe_ queño burgueses que existe entre unas zonas de España y otras; idéntica que entre el Norte de Portugal y el Alentejo. Y otras: los campesinos no son lo mismo: unos son jornaleros y otros son pequeños propietarios . Y sobre todo, unos son emigrantes que van, y otros son emigrantes que vuelven. «Gallego » es la última p elícula dirigida por el hispano-cubano Octavio Gómez, basada en una novela de otro hispano-cubano, Miguel Barnet. O sea, dos emL gran tes unidos. Gallegos -obvio- se nos llama a los españoles en toda Latinoamérica. Carvalho es un emigrante en Barcelona, son miles de emigrantes rurales portugueses y españoles los que han ido a Alemania, a Francia, a ser tratados como unas bestias más. Pero


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también son miles los emigrantes que han vuelto con mentalidad de vencedores, y éste su ele ser otro aspecto de lo rural que sin embargo se olvida. Vuelvo a Galicia. A fin de cuentas, Castelao escribió su obra fundamental con un título decisivo: Siempre en Calicia. Sobre todo en los años 20, hasta la SeguIlda República, floreció el galleguismo, con más o menos discrepancias respecto al «lusismo», en revistas como Nos, Crial, etc. Cuando en la transición (sic) el cadáver de Castelao volvía a Es.paña, todos trataron de utilizarlo. Buenos Aires estaba demasiado lejos. Pero a mí, quizás, lo único que me repicaba en el pecho eran las palabr-as de aquel íntimo amigo, Celso Emilio Ferreiro: La lengua proletaria de mi pueblo. A él, Y a Xexús Alonso Montero, he querido dedicar estas palabras. Porque está bien recordar a Castelao como símbo_ lo. Está bien hablar del paralelismo ibérico (yeso con cuidado, porque los únicos que hablaron del pacto ibérico fueron Franco y Salazar). Pero está bien y está mal porque Castelao no fue sólo el símbolo de una nacionalidad histórica indudable, sino el símbolo decisivo de una «escritura» . Es por eso por lo que hoy sólo quisiera hablar de Castelao como símbolo de una literatura que a través del «gallego l'uraz" une simplemente estas dos «islas a la deriva» . Quiero decir, sencillamente: Castelao como escritor: «La mirada limpia que yo tanto quería». II

Notas sobre la literariedad de Castelao: el peso de lo rural No es nuevo: desde Rosalía a Celso Emilio Ferreiro, desde doña Emilia a Valle Inclán, el problema gallego (la cuestión gallega, como Gramsci hablaba de la cuestión meridional) ha enzar_ zado en sus entrañas realidades tan opacas, temáticas tan de drama, a veces incluso usadas como «adormila-

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das», siempre tan trágicamente vitales, que quizá ahí se hayan anegado sus raÍces más de fondo - sobre todo en determinadas ocasiones bien conocidas. Entrañas dramáticas : lo que quizás, desde otros paralelos hubiera sido COIltemplado (o quizás lo que podemos contemplar hoy, diría) con mucha mayor serenidad -u objetividad, si se quiere admitir el téTmino. Aunque desde luego con mucho menor «vivencialismo» sin duda, pero siempre con amor. No entraré a dilucidar si tal distancia be.. neficia o perj u dica a la lectura de lo que, parafraseando a Eugenio Asensio, podríamos llamar poética y Tealidad en el ensamblaje de la constitución de la literatura gallega moderna. Lo qu e me interesa aquÍ es sólo plantear algunas meras notas de lector - insisto- acerca de lo que, por aceptar algo ya tra.dicional, podríamos llamar la <diterariedad» de Castelao - la <diteraturnost» de los formalistas rusos-o Acaso sólo para tratar de vislumbrar algo de ese sutil artificio literario, su habilidad magistral, en que el placer de su lectura siempre m e ha sumergido. Marinero (s) naufragó (amos), él en su vida y en su tierra , yo en su texto y en su imagen. De e ntrada una afirmación acaso sor_ prendente aquí: Castelao es también «nuestro», quiero decir de todos los otros pueblos del Estado o como quiera llamársele, que buscamos nuestra propia identidad, nuestra propia verdad, etc. Castelao es, obviamente, además, universal. Pero además fil1almente (y como dicen los ingleses iást but not least) de manera no menos decisiva, o sobre todo, Castelao es un escritor. Esto es lo que intento resaltar aquí: algunas notas sobre sus procedimientos de escritura, su literariedad repito, inseparable por supuesto de su actitud civil, pero con un código (sic) específico que habría que dilucidaT mucho más complejamente. Pienso que la cues_ tión es bastante más honda que la señalada en la mera [-usión vida/obra en


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la que suele enramarse determinada crÍtica tradicional (por muy bien intencionada o muy galleguista que sea). La fusión vida/obra no es progresista más que en su esquemática apariencia: en su base rezuma un fenomenologismo pequeño burgués que tira de espaldas: la creencia en que la obra no es una auténtica producción objetiva sino una mera delicuescencia expresiva del corazón del poeta. (Por supuesto que la re.. lación vida/obra en Castelao tiene un significado nuevo más profundo de base: la imbricación de todas sus actitudes en un compromiso ético fundamental). Pero de cualquier modo conviene precisar que hay algo más en la producción de la literatura, por supuesto, mucho más que la mera e~presivi­ dad: no la forma técnica o espiritual, o el contenido sentimental o expresivo, sino la lógica interna que determina realmente -objetivamente- la producción del discurso (Althusser y Foucault dijeron cosas decisivas al respecto). Desde tal perspectiva se puede hablar de la «dialéctica (en) práctica» de Castelao. Su apasionante fusión, en tal dialéctica, y como iremos viendo hasta el final, de registros orales y literarios hasta fusionarlos en un materialismo vitalísimo: tanto en su concepción del texto como en su ,p roducción final de la escritura (tal como se había realizado en cierto modo en Gramsci, aunque desde luego desde otra perspectiva inicial). y paso a paso: «el peso de lo rural». Pues en efecto: hay sin duda en este sentido múltiples textos impagables de Castelao. Tomemos alguno : un paisaje fascinante, por ejemplo, de «Os dous de sempre» : aquella especie de novela, que no lo es 'e n sentido tradicional, que Castelao nos dice que escribió sólo para divertirse, pero en realidad supone una fantástica fabulación sobre dos símbolos arquetípicos que, a la vez, sin embargo, son tan amorosamente de carne y hueso. Rañolas, el filósofo relojero y orfeonista, y Pedro López, cuya ma_ yor hazaña consistió en, aconsejado por

el diablo, tratar de matar a su suegra que se burlaha de él: fracasa en el intento, como quizás es sabido, pero a cambio «a siña Filomena», deslumbrada por su gesto viril, le considera, al fin, como un hombre y consigue del alcalde un 'e mpleo en una «caseta de consumos» para su yerno. Castelao lo narra así : «Endelí Pedro ,faise merescente de todos os comprimentos: recibe os «bos días», come do que hai , durme coa muller ... » He leído el relato múltiples veces y cada vez me parece nuevo. y cada vez me río más . Y cada vez también pienso más acentuadamente si este extraño género literario que inventó -o al menos convirtió en paradig_ ma- Castelao, ese texto que se nutre de la destrucción de los géneros previos establecidos (es portentosa la «modernidad» de Castelao en este sentido) y que hoy, a falta de otro nombre me.. jor, habría que definir como arduos ejercicios de «collage» (en su más pleno carácter vanguardista), cada vez pienso más, repito, hasta qué punto esta curiosa transgresión que Castelao realiza de la Norma Literaria establecida no es otra cosa que el resultado inevitable de la especial «dialéctica práctica» que ,f unciona en su obra: esa dificilísima ósmosis entre lo popular (en este caso el relato oral) y lo escrito (lo propiamente literario). Y una consecuencia básica a partir de ahí : la puesta en quiebra de una categoría crítica tan frágil, pero tan socorrida, como la de «realismo mágico»: Castelao no considera jamás que estos elementos fantásticos e imaginarios, etc., que emplea usualmente en su texto sean menos reales que el oficio de relojero, por ejemplo. Reales en el interior de la práctica ideológica, que es donde únicamente se inscribe el horizonte de los discursos. Así Pedro no sueña que se le aparece el demonio, realmente el demonio se le aparece en el sueño y ade.. más un demonio/demonio, con ,t odos sus atributos correspondientes : «Nun soño recibe a visita do demo. Presénta-


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selle recachado no pear da fiestra, botando bafo polos ollas e lume pala boca». La realidad de la ideología o del inconsciente mítico es obvia para Castelao como para la narratividad popular en que se basa el texto. Y, como en esa misma estructura popular, los capítulos de este libro suelen concluir con una «moraleja», más o menos implícita pero siempre expresada a través de una envoltura conceptual de humor crítico, de rabia soterrada o de simple constatación vital más o menos sardónica. Así el final de esta historia de Pedro, quien, se nos dice, «pasa vida folgada e feliz» para en seguida retrucársenos: «porque xa vai senda vello e o ventre pídelle menos comida». Y el dibujo a pie de página, como una especie de desdoblamiento último: Pedro durmiendo plácidamente en la comodidad de su empleo ... Ahora bien: si me h e referido a la categoría inútil de «rea_ lismo mágico» es sobre todo por el hecho de que tal categoría ha solido utilizarse en especial respecto a la literatura gallega y a determinadas secuencias de la hispanoamericana: García Márquez, sobre todo, etc. (Y digo categoría inútil pues o no significa nada en su amplísima ambigüedad o se desvanece en su propia tautología: si lo mágico es ya «real» -a nivel ideológico, claro está- o al menos funciona como tal realidad para estos escritores, hablar ahí de realismo mágico se convierte en mera redundancia). Creo en este sentido que es mucho más cierto hablar de una escritura de lo oral, pero enfocada desde el registro mismo de la literatura, no desde el intento de mimetizar lo oral -como si eso fuera posible- desbocándose ·así por las veredas habituales del más falso populismo literario. Ni tampoco de inspirarse en lo popular para estilizarlo (como hihici eron Larca o Alberti, por poner ejemplos señeros) ni en absoluto asÍmismo de crear un mundo mágico <<in nuce» (como tantos textos de Cunquei-

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ro o la actual moda a lo Tolkein). Se trata más bien de nuevo de un proceso de «collage », ya desde la concepción misma del texto: concebir lo mágico como cotidiano, lo cotidiano como oral y lo oral como un registro autónomo que hay que pmclucir en otro registro distintinto: el literar io. La inm ensa dificultad de esta triple fusión es lo que hace tan apasionadamente fascinante el «collage» final en que se convierte un texto así producido (e incluso su aparente sensación de facilidad o espontaneidad como síntoma básico de tal proceso fusionador). Quizá por eso, por mantener este registro oral, los textos de Castelao tienden a ser siempre forzosamente breves pero tensísimos en su entramado: cada gesto retórico tiene que tener a la vez un significado autónomo y, como en la buena tradición «faladora», servir para enrocar la tensión del texto globaL Como registro oral, por supuesto, desdoblado inmediatamente en registro literario : el significado de enigma de los cuentos de misterio o policiales, etc., con la fórmula que Poe (en su «Filosofía de la composición») recomendaba como esencial: si al principio del relato aparece un clavo, ese clavo debe servir para colgar al personaje en la última página. Castelao logra así, con ese entrevero de registros, no sólo mantener la tensión del texto, preñándolo de significados en su forzosa brevedad, sino a la vez con ello mantener la continua atención del lector, esa facilidad dificilísima a que aludí-amos antes, que nos fascina: ni un gesto textual desperdiciado, ni un sólo «blanco» en la narración (yeso sin aludir a su peculiar búsqueda, ya más estrictamente lingüís_ tica, de términos o giros dialectales que asumen así, casi por primera vez, su incorporación a la norma literaria gallega colectiva). Asombrosa, repito, en este sentido, su semejanza de procedimientos con determinados aspectos narrativos de García Márquez: es cu.. rioso que determinada crítica haya re· prochado siempre al colombiano el no


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ser sino un escritor de cuentos que luego los alarga hasta convertirlos en novela. Esta posición crítica (que no pasaría de ser una banalidad más o me.. nos estúpida si no sospecháramos -¡y con razón!- que hay algo mucho más turbiamente venal por debajo: la necesidad de desprestigiar a Márquez o a Cortázar por su presencia progresista obvia) tal posición crítica, repito, se desnuda a sí misma al olvidar lo que constituye la base decisiva de la narratividad de G. G. M.: la dualidad de re.. gistros -oral/escrito- y por ende que sus relatos (como los de Castelao) tienen que producir una estructura de «presión» específica donde se inscrib e necesariamente (como en el remoto caso de los apólogos, las parábolas, etcétera) el pie forz·ado de la brevedad: ahí maravillas como «El coronel no tiene quien le escriba» o «Crónica de una muerte anunciada». O bien una estructura de «saga», donde la repetición de los motivos y el intercambio continuo de las situaciones y/o los personajes supone la única hilazón entre los diversos episodios breves que de h echo, al acumularse, configuran el libro: como en cierto modo, aunque en otro sentido, ocurre también en «Os dous ... » de Castelao. El famoso final de «El coronel. .. » es sintomático de lo que de_ cimos: cuando la vieja y cansada «coronela» le pregunta al viejo y cansado coronel: «¿Qué vamos a comer?». Y el viejo cansado coronel simplemente dice, con toda su amargura y todo su fracaso a cuestas: «¡Mierda ! ». Este paralelismo del relato breve oral/escrito y su final moral (risueño o triste, brutal o amargado, pero siempre vitalísimo) es lo que siempre me ha hecho pensar en Castelao cuando leía a García Márquez y en García Márquez cuando leía a Castelao. El colombiano se lo recordaba con tinuamen te a los antedichos críticos cuando señalaba en estricto que en su supuesto magicismo o en su mundo fantástico

lo único que realmente VIVIa, atravesando los pasadizos del texto, eran de hecho las palabras de su abuela transformadas en <diterarias», los relatos familiares de sus tías, el enjambre vivo, zumbón o trágico, de la cotidiana mitología caribeña. (Es curioso que, en otro contexto, el de la alta burguesía catalana, Gil de Biedma me dijera un día que en realidad su lenguaje no era otra cosa que el lenguaje de su cas·a: y así de hecho definió su poesía: «palabras de familia gastadas tibiamente »). Así también lo que siempre nos explicó Castelao a lo largo de la elaboración de «Causas», «Retrincos», «Os dous ... ». Y no deja de ser sintomático también que quizás el procedimiento paralelo, el de Larca o Alberti en un sentido, el de Valle en otro, o sea, la estilización del populismo, lo usara Castelao, sin embar_ go, en otros aspectos de su obra: quizá en determinados dibujos -sobre todo los de la primera época en «El barbero municipal»-; en sus caricaturas; en las «copias rebeldías» de los clásicos que coloca en su Diario del 21; y/o sobre todo en el teatro: «Os vellos non deben de namorarse», con su utilización de máscaras, elementos de marionetas, situaciones «de farsa» en fin, como en la esti lización de las farsas de Larca. De cualquier modo lo importante es esto : las palabras de la abuela (transformadas en Literatura) no son en el fondo otra cosa que <das palabras de la tribw>. El sentido mallarmeano de la frase cobra en Castelao un significado brutalmente dramático pero también gozosamente esperanzador: él sí que fue el verdadero h echicero, el verdadero exorcizador, capaz de rescatar para siempre las palabras de su tribu: «Na parede branca, salferida de miolos sanguiñentos, deixa Rañolas a súa despedida. Era unha so ia verba, escriLa con letras grandes e mauras: ¡PROTESTO!


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NOTA FINAL Castelao es, por supuesto, mucho más de lo que he tratado de esbozar en el artículo anterior: meras calas, en el sentido que Dámaso Alonso dio ·al término, y sólo eso . Castelao es el sÍmbolo máximo de toda una nacionalidad y por ello yo apenas he intentado acercarme mínimamente a uno de los intersticios, una de las aristas -menos estudiada, si se quiere, pero no por eso menos fundamental- de su inmensa personalidad: sus procedimientos lite.. rarios, su <diterariedad», en fin, como he titulado este artículo. No he pretendido más que recordar algo sin duda sabido pero, a veces, quizá, puesto en segundo plano en determinados ámbitos: que Castelao también fue un gr·a n escritor, al mismo tiempo que todo lo demás: no sólo por institucionalizar la prosa gallega sino por su propia categoría artística intrín_ seca (lo uno no hubiera sido posible sin lo otro, y viceversa). Blanco Amor lo señaló justamente en el magnifico prólogo que aparece al frente del primer tomo de la edición de la Obra Completa de Castelao, editado en Arealanga (Ed. Akal, 1975) aquella interesantísima colección que dirigió X . Alonso Montero. Claro que elegir la literariedad de Castelao su.pone implicar también las contradicciones objetivas de su escritura, como en cualqui er ar-

tista de talla. La literatura de Castelao no se deja esquematizar a bisel, como una efigie monumental. Que se nos per_ done la cita (hoy hay que pedir excusas para casi todo) pero ya Lenin lo señalaba en esos espeluznantes textos que nos trascribe el «Diario» de sus secretarias, al final de su vida. Lenin se horrorizaba: lo s viejos mencheviques, toda la pléyade de pequeños burgueses (que serían luego el auténtico fermento del estalinismo) que habían intentado machacarlo a él y masacrar a la revolución, tras el triunfo de ésta, sin embargo, se dedicaban a llenar las calles, las plazas y las casas de bustos de Lenin y de retratos de Lenin: el reflejo fiel del propio inconsciente ideológico pe.. queño burgués: la inmovilidad de la piedra, el ritual al homenaje (al padre o al muerto) como un signo más de la inmovilidad personal y social en que nos movemos. Castelao es más, mucho más, que un busto inmóvil o que un padre intocable: es un símbolo acuciante, vivo, fructífero, con todas sus contradicciones personales o teóricas a cuestas, como saben bien los gallegos, pero precisamente por ello más rico en su «dialéctica práctica». Aunque para mí, excusadme de nuevo, Castelao sea sobre todo: «a mirada limpa que eu tanto quería» .

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4. El paisaje urbano

EGITO GON<;ALVES JESÚS PARDO



EGITO GON<;ALVES

Elementos para um estudo da paisageIn urbana na

lite~atura portugesa

o tema proposto é urna vasta floresta da qual, no tempo e no espa<;o de stas poucas páginas, só poderei isolar algumas árvores, algumas linhas de forc;a, sem perder de vista que deixo de fora inÚIneras espécies menores, toda urna multidao de arbustos que enriquecem e animam a paisagem. Ao ser confrontado com a ideia proposta, para a qual, valha a verdade nao me sen tia nada preparado, do que primeiro me lembrei foi de que, tradicionalmente, na literatura portuguesa tem havido um violento contraste entre «cidade» e «campo »; a vida da corte e a vida da aldeia aparece na poesia do Século XVI e mantem-se, a partir daí, como oposi<;ao entre urna pretensa pureza idílica (o campo) e a fonte de todos os males, criadora de vícios, etc., (a cidade). Os dois maiores autores do Século XIX, que pela sua modernidade e influencia sao já escritores do nos so século -E<;a de Queirós e Cesário Verde: um ficcionista e um poeta- servem-nos perfeitamente para ilustrar aquela continuidade. Nem sempre, porém, o antagonismo é frontal, em todos os autores. Já em Garrett, outro autor do Século XIX, isso se verifica: Garrett tem o cora<;ao nos dois lados. Helder Macedo afirma que T. S. Eliot, em «The Waste Land» ve na cidade de Londres um equivalente para os círculos do Inferno de Dante e que Cesário Verde viu na cidade de Lisboa urna equivalencia semelhante. Escolho dele alguns versos: Mas se vivemos, os emparedados, Sem árvores, no vale escuro das Inlralhas! Julgo avistar, na treva, as folhas das navalhas E os gritos de socorro ouvir, estrangulados. E nestes nebulosos corredores Nauseiam-me, surgindo, os ventres das tabernas; Na volta, com saudade, e aos bordos sobre as pernas, Cantam, de bra<;o dado, uns tristes bebedores. A cidade é para ele o lugar da violencia, da tristeza: Nas nossas ruas, ao anoitecer, Há tal soturnidade, há tal melancolia ... do amor venal, das mulheres fatais e destruidoras, da miséria e da intriga. A cidade é definida, em Cesário, como confinadora e destrutiva; a ausencia


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ou a preversao do amor, a opressao que o campo recusa - o campo onde o amor é idílico, as mulheres sao puras, o trabalho é saudável, a liberdade é possível. Cesário evoluiu no fim da sua curta vida para urna diversa visao social da oposi<;:ao cidade-campo, m as nao d eixa de ser um representante da ideia de cidade como sede dos males - urna ideia que, quanto a mim e naturalmente com outras e mais subtis cambiantes, se mantem como característica da paisagem urbana em muita da literatura do nosso tempo. Em E¡;:a de Queirós encontramos estraordinários documentos sociológicos de urna época, os tipos sociais que povoam a Lisboa de entao, a cidade cujos sal6es sao povoados de personagens geralmente de pouco miolo, vivendo de expedientes, interessados sobretudo em satisfazer os seus «vícios» : a cidade é o lugar do vicio, do pecado. E¡;:a preconisa um Portugal novo que, no entanto, nao vemos na sua obra como realizar; a sociedade que nos descreve nao teria capacidade, sequer interesse, em o tentar. Tal como Cesário, E¡;:a regresa ao campo para, embora com alguma ironia, o por em contraste com esse lugar de perdi<;:ao que é a Capital de que ele descreve a geografia urbana como nenhum escritor deste nosso século, usando-a nao apenas para a sua descri¡;:ao visual mas para a sua utiliza¡;:ao simbólica ou irónica; dela con he cerno s ruas, vielas, edifícios, números de portas onde vivem políticos ou prostitutas, o mobiliário, os ruidos, os cheiros o faíscar das janelas. É na cidade que as almas se perdem e vive o adultério, a politiquice sem grandeza, a ambi¡;:ao desmedida, os padres corruptos, o prémio da incompetencia. Se compararmos este panorama com vários romances do nosso século, vemos que ele nao mudou muito. A Uteratura acompanhou a evolu¡;:ao dos costumes, a sua liberaliza¡;:ao, o sexo nao é já um pecado apontado a dedo, mas o des enrolar da vida, as suas frustra¡;:6es, a falta de objectivos, a sobrevivencia por meio de expedientes, o deixar correr o tempo procurando o sexo ejou o alcool como meios de diminuir (ou de esquecer) a solida o dos seres, de vencer (ou de esquecer) a sua incomunicabilidade, nao sofreu altera¡;:6es profundas e continua a ser a cidade a sua sede. Verifiquei-o ainda agora na minha leitura mais recente: a do romance de José Cardoso Pires, «Alexandra Alfa», de que falarei adiante. A oposi¡;:ao cidade-campo é sobretudo, na nossa literatura, a oposi¡;:ao Lisboa..Província. Lisboa é a cidade centralizadora, o contraste com o resto do país é violento e gerador de conflitos, de hostilidade mútua de que Miguel Torga foi feliz intérprete num do s seus livros. Mas a concentra¡;:ao de escritores em Lisboa, nela natos ou nao, torna-a centro de urna pesquisa como esta. Seria interessante, porém, se houvesse tempo e espa¡;:o, ver como os escritores de outras cidades falam delas; p enso que essas outras nao oferecem urna visao tao desencatada e que, por vezes, el as funcionam como urna extensao do campo circundante, beneficiando da visao idílica que ese campo mantem. E ainda, nessa ordem de ideias, verificar a diferen¡;:a entre as cidades do litoral do país e as cidade esquecidas, adormecidas, do seu interior. O primeiro grande movimento literário do nosso século aparece com a revista ORFEU, cujo principal mentor, Fernando Pessoa, é hoje urna referencia obrigatória da poesia universal. O seu objectivo é modernizar Uterariamente Portugal, uma preocupa<;:ao que é parte integrante do nosso complexo de nos sentirmos fora da Europa, complexo nao apenas nos so se acreditarmos o que diz o ensaísta espanhol, Luis Diez del Corral, no seu livro «El rapto de Europa»: «Portugal partilha com a Espanha o sentimento estranho de estar na Europa nao sendo Europa.» Mas o ORFEU é praticamente alheio


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ficc;ao, produzindo um único romance, «Nome de Guerra», de Almada Negreiros, e nao se encontram nos seus poetas referencias importantes para este trabalho. «Nom e de Guerra», publicado em 1938 mas de factura muito anterior, relata a aprendizagem da cidade por um provinciano e dá-nos urna Lisboa nocturna dos anos 20, pois Lisboa é, como sempre, a capital onde tudo desagua e se exacerba, a cidade de «muitas e desvairadas gentes» como já lhe chama Fernao Lop es, cronista do Século XV. Antunes, o protagonista do romance, interroga-se sobre o aglomerado citadino: «Nos andares, sobrepostos, acendiam-se luzes interiores nas j anelas, luzes que juntavam a roda de urna mesa simpatias e interesses recíprocos . Cada andar iluminado era urna organizac;ao a caminho, urna obediencia em andamento, um contr·a to que se cumpria. Tudo isto era evidente para os olhos do Antunes. Faltava-lhe apenas descobrir o princípio de tudo aquilo ... , a origem de cada instalac;ao tornada independente do conjunto dos andares, enfim, o comec;ar de urna decisao que nos leva aos compromissos vitalícios.» O homem sente-se sozinho no meio da cidade imensa de que nao compreende a razao. O movimento da ÁGUIA, sediado no Porto e contemponlneo do «Orfeu», embora de vida bem mais longa, está mais voltado para o campo através do saudosismo metafísico de Teixeira de Pascoais. Segue-se-lhe, em Coimbra, a PRESEN<;A, preocupando-se os seus seguidores mais com a psicologia das personagens, os «movimentos da alma», o drama metafísico do mal e do b em, expresso sobretudo em José Régio. A paísagem urbana nao conta muito, alguns dos seus poetas mantém urna forte ligac;ao ao campo . É o momento em que, reagindo contra o «psicologismo » reinante, vai surgir o «neo-realismo», movimento que .p retende elaborar urna «radiografia» do país real. A Guerra de Espanha marcou essa gerac;ao qu e descobria ao mesmo tempo o fascismo, a opressao do re gime salasarista e se ia integrar numa oposic;ao expressa a esse regi me, oposic;ao qu e marcaria por lon go tempo urna boa parte da literatura. O n eo-realismo trouxe para a ribalta das letras os problemas económicosociais, a p reocupac;ao com as condic;6es de vida das classes mais desfavorecÍdas, camponesas ou urbanas; numa primeira fase mais aquelas do que es tas. Com essa gerac;ao e as que se lhe seguem, a cidade vai ser também o lugar da luta pela liberdade, o lugar da denúncia de uma situac;:ao de injustic;a, o lugar da conspirac;:ao, o lugar da esperanc;:a, em termos políticos . A poesia vai ter nisso um importante papel e citarei, como primeiro exemplo, se me permitem, o m eu poema «Notícias do Bloqueio », escrito em 1953, que descreve a cidade como lugar sitiado, onde se combate, onde se organiza aesperanc;a, de onde se enviam mensagens, notícias, aos que aguardam os resultados e a forc;a dessa luta. Tónica que vai ser a de vários poetas e ficcionistas: a cidade onde se combate na noite, onde se enterram os caídos (<<Suave sob o Cómoro», poema de Fiama Ha sse Pais Brandao no funeral de José Dias Coelho, militante abatido pela polícia política em plena rua), a cidade onde se é torturado (<< Morte no Interrogatório» de Egito Gonc;:alves), a cidade de onde, mais tarde, vao partir navios cheios de soldados para combaterem, em terras de África, os POyOS que da servidao colonial pretendem libertar-se: Lisboa tem barcas novas agora lavradas de homens Barcas novas levam guerra As armas nao lavram terra


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no poema de Fiama Hasse Pais Brandao, «Barcas Novas», publicado em 1967. E Manuel Alegre escreve: J á lá vai Pedro Soldado num barco da nossa armada e leva o nome bordado num saco cheio de nada. Manuel Alegre faz parte des ses poetas que «cantam de pé no meio do país amado», com os ventos tristes batendo-Ihes no rosto, numa missao que descreve assim: Na minha bicicleta de recados eu atravesso a madrugada dos poemas pedalo nas palavras atravesso as cidades bato as portas das casas e vem hoemns espantados ouvir o meu recado ouvir minha can<;ao. É o tempo em que chega até nós a voz de Gabriel Celaya para nos dizer que «a poesia é urna arma carregada de futuro» e em que eu elaboro a minha «Antologia da Poesia Espanhola do Após-Guerra» (publicada em 1962) para intervir e dinamizar, com outras vozes, o nos so discurso de rebeldia e de esperan<;a. Discurso, no entanto, também eivado de incertezas e amargura. José Gomes Ferreira escreve:

Dia de chuva na cidade triste corno nao haver liberdade. Dia infeliz com var6es de água a fecharem o mundo numa prisao. e Jorge de Sena, no poema «Os Paraísos Artificiais» (in «Pedra Filosofa],,). Na minha terra, nao há terra, há ruas; mesmo as colinas sao de prédios altos com renda muito mais alta. Na minha terra nao há árvores nem flores. As flores, tao escassas, dos jardins mudam ao mes, e a Carnara tem máquinas especialíssimas para de senraizar as árvores. O cfmtico das aves - nao há cfmticos, mas só canários de 3.° andar e papagaios de 5.° E a música do vento é frio nos pardieiros. Na minha terra, porém, nao há pardieiros, que sao todos na Pérsia ou na China, ou em países inefáveis. A minha terra nao é inefável. A vida na minha terra é que é inefável. Inefável é o que nao pode ser dito. Para Alexandre O'Neill, que tem urna questao pessoal com o país e se interroga, frequ entemente, sobre a sua condi<;ao de portuges, a cidade é


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«urna roda de náusea em que giramos» e que a amada (uma mulher estrangeira) nao merece suportar. Ele descreve assim. OS DOMINGOS DE LISBOA Os domingos de Lisboa sao domingos Terríveis de passar - e eu que o diga! De manha vais a missa a S. Domingos E a tarde apanhamos alguns pingos Dc chuva ou coc;:amos a barriga. As palavras cruzadas, o cinema ou a apa, E o dia fecha-se com um último arroto. Mais uma hora ou duas e a noite está Passada, e agarrada a mim como uma lapa, Tu levas-me p'ra cama, onde chego já morto. de «No Reino da Dinamarca », 1958 A cidade é também o lugar do amor, do amor-amor, do amor venal ou do amor perseguido, como no poema de Daniel Filipe, «A Invenc;:ao do Amor», história de um amor vigiado pela polícia e que comec;:a assim : Em todas as esquinas da cidade nas paredes dos bares a porta dos edifício s públicos nas janelas dos autocarros mesmo naquele muro arruinado por entre anúncios de aparelhos de rádio e detergentes na vitrine da pequena loja onde nao entra ninguém no átrio da estac;:ao de caminho de ferro que foi o lar da nossa esperanc;:a de fuga um cartaz denuncia o nos so amor. Em 1956, Augusto Abelaira estreia-se com o romance «A Cidade das Flores» que traz para a literatu ra as ,aspirac;:6es, os sonhos, a busca de saídas e a oposic;:ao política de uma juventude universitária -e nao só- que dialoga longam ente p elos cafés, sonhando uma revolta formal e frustrada. É um tempo de censura, o autor faz passar a acc;:ao em Florenc;:a, mas os diálogos, os acontecimentos descritos do real sao reconhecidamente lisboetas, Juventude que irá trair os próprios son h os, acomodando-se, emigrando, reprimindo como lhe é possível a sua má-consciencia. O romance seguinte de Augusto Abelaira intitula-se precisamente «Os Desertores». Os j ovens, agora menos jovens, confrontam-se em cada livro com essa deserc;:ao, o bolor de todos os sonhos, a desagregac;:ao dos amores, da vida conjugal substituida por relac;:6es fortuitas ou simples desespero. O negativismo da juventude universitária do apósguerra é também tema que aparece em Fernanda Botelho. As longas discuss6es em cafés sobre um pano de fund o em que a guerra do Vietnam tem um lugar importante. Fernanda Botelho move as suas personagens numa cidade desolada onde é difícil a sobrevivencia: «Ruas , casas, automéveis, pe6es, as mesmas caras ou, pelo m enos, as mesillas caveiras ... » «A cidacle acordou definitivamente, as donas sacodem os lenc;:óis a janela ... O varejo do costume nas loj ecas de h ortalic;:a e na peixaria ... Dois Wolkswagel'l, um Fiat 600, uma mulher e a sua graviclez (para que, mulher? Mais valera que o teu homem fosse impotente! Já leste as notícias ?) ... acabo por tropec;:ar


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na canastra duma varina ... O céu está azul, despojado, sereno ... Cada paisagem é um estado de alma! Aqui está, Amiel, a minha alma desvendada.» (Trechos de «Xerazade e os outros», 1964). Os cafés vao ser mais tarde substituidos pelos bares, acompanhando a literatura o que efectivamente se tem estado a passar com o desaparecimento dos cafés de Lisboa. Mas o vaguear sem rumo estabelecido permanece, passa do dia para a noite. Alexandre O'Neill escreve no p equeno poema «Avenida da Lib erda de » que, como se sabe, é o cora<;ao tradicional de Lisboa: «Subamos e des<;amos a Avenida / enquanto esperamos por urna outra / (ou pela outra) vida.» E Mário Cesariny escreve: «Penso que a ques tao é esta: a gente -certa gente- sai para a rua / cansa-se, morre todas as manhas sem proveito nem glória ... » E Mário Dionísio escreve no poema «Cidade»: «Cidade deserta / tao cheia de gente / a máscara aberta / o cora<;ao ausente». Situa<;oes de desamparo que Agustina Bessa Luis define: «Tudo o que vivemos nos faz inimigos, estranhos, incapazes de fraternidade», frase que, embora adiante sofra um certo ado<;amento, pretende justificar a incomunicabilidade das suas personagens. lncomunicabilidade que encontramos em muitos autores que seria longo aqui enumerar e que, por isso, terei de «esquecer», nao desejando porém faze-lo em rela<;ao a Maria Judite de Carvalho, cuja obra se alicer<;a em personagens cujo desespero existencial povoa urna cidade que lhes é hostil. O erotismo é outra das saídas, o sexo é um modo de passar o tempo, de esquecer a vida, de esquecer a morte; urna busca para uns, como para outros o aleool - as duas coisas para muitos . David Mourao-Ferreira ve urna cidade de mulheres, «gaivotas em terra», revoada de objectos eróticos por onde as vezes passa o (um) amor, outras vezes apenas animaizinhos frívolos, «tantas cortesas do Sol / que de bronze vos vestiu ... » e regressam das praias ressurgindo «para os encontros, / os cinemas, o comércio, os funerais, as visitas», urna paisagem que o leva a dizer no mesmo livro (Os Quatro Cantos do Tempo), no «Fado para a Lua de Lisboa»: «Ó Lua, guarda o retrato / de tudo, tudo a que assitas! / Nao queiras passar ao lado / da desgra<;a que visitas!». Fernando Namora, quando, após a sua fase inicial, passa aos temas citadinos, glosa igualmente as dificuldades de comunica<;ao entre os seres por razoes pessoiais ou de circunstancia. Un dos seus livros intitula-se «A Cidade Solitária», contos de que Óscar Lopes diz: «Trata-se da luta entre a comunhao humana, a íntima sociabilidade de que os seus principais protagonistas precisam, e a solidao a que os condenam os métodos seus, e correntes, de realizar o mínimo indispensável das necessidades humanas. » A ambi<;ao, o desejo de «vencer» a todo o custo é o tema do seu romance «O Homem Disfar<;ado» que Urbano Tavares Rodrigues considera «talvez a mais funda e completa descarna<;ao de urna consciencia que o nosso século viu em Portugal.» J oao Eduardo, o protagonista, médico em voga, enleia-se nas comédias sociais, na ascen<;ao social a qualquer pre<;o, esquecendo as suas origens camponesas, num contraste implícito, urna vez mais, entre a pureza perdida e o vórtice citadino dos compromissos e da «máscara» necessária para «subir» na vida até ao (a um) topo. Após as importantes altera<;oes políticas que o 25 de Abril proporcionou, foi possível trazer para a literatura temas anteriorm ente interditos. A cidade é entao, também, o lugar do r egresso ele milhares de ex-combaten tes da guerra colonial. A sua readapta<;ao é difícil e dela é bem significativo o


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penúltimo romance de António Lobo Antunes, «Fado Alexandrino». Uns quantos combaten tes regressados, de várias patentes e vários estratos sociais, reunem-se 10 anos depois para confraternizarem e confess·a m as suas frustrat;:6cs, dramas conjugais, solid6es e batalhas para esquecerem essa guerra que os marcou, os transformou, os tornou irreconhecíveis a si mesmos. Encontro que vai acabar por desp ertar a violencia que a guerra colocou em cada um e desagua, depois de en trar pela noite e pelo alcool dentro, num crime em que deles é assassinado. Tudo isso se passa numa Lisboa sórdida, que um dos protagonistas ve como: «as moscas, o lixo, a sujidade, o calor ... , o pó que se confunde com a farinha, a farinha que se confunde com o sal, o sal que se confunde com o pó, os caes, os vagabundos, os pendintes, os ciganos que caminham sempre como os gatos nos muros, as moitas de outrora atrás do edifício lascado, o sol oblíquo a iluminar os ramos, os bid6es de lata para os desperdícios », urna Lisboa negra que merece de outra personagem este comentário: «Lisboa engoliu-nos a todos, cada um para o seu lado, como urna ninhada que se desfaz ... E agora aqui juntos depois de dez anos nao somos os mesmos: aconteceu tanta coisa neste tempo.» Outro romance que projecta um tema impossível antes do 25 de Abril, é o de Nuno de Bragant;:a, «Directa» . Durante 31 horas seguidas, sem dormir, o protagonista pross egue urna cavalgada frenética, procurando na cidade, entre amigos ou simples conhecidos, alojamento para um militante político na clandestinidade, procurado activamente pela .p olícia política e com problemas psicológicos que enfraquecem as suas capacidades; um abrigo de algumas horas enquanto se espera o momento de o fazer atravessar a fronteira e se por a salvo em outro país. Busca da fraternidade que encontra, no entanto, portas fechadas, cidade de egoísmo, de pretextos, de luta que acaba por se vencer e onde, no mais inesperado, pode surgir um apontamento picaresco. Por exemplo, o encontro com uma varina a quem o protagonista faz urna pergunta estranha e a quem diz, em voz alta, seguindo o seu monólogo interior que ela nao pode evidentemente entender: «Porventura nao convenceu Deus de locura a sabedoria desde mundo? Porque -repare a senhora- porque aquilo que os homens julgam loucura em Deus é mais sábio do que os homens. Portanto, felicidades na Austrália.» Atravessou a estrada e «A voz d·a varina chegou até ele num portentoso berro: OH F1LHO, OLHA. Voltando-se viu a varina voItar-lhe as costas (más mirando-o por cima do ombro), e levantar as saias até desnudar o traseiro enorme, sobre o qual assentou tres palmadas com o ritmo de pancadas de Moliére. 1sso aumentou a alegria do homem, que, do outro lado da rua, respondeu com um manguito de grande balan<;o, refor<;ado por caralheta a duas maos. Sen tia urna confian<;a quase inabalável no desfecho da humanidade. » Romance que é pretexto para urna meditat;:ao sobre história próxima, a história da Ditadura e da Oposit;:ao, as suas opt;:6es políticas, esperant;:as, vitórias e derrotas. Entre os livros mais recentes, quero ainda assinalar o romance de Clara Pinto Correia, «Adeus, Princesa», cuj-a ac<;ao se desenrola em Beja e agIomerat;:oes urbanas dos arredores e é um dos poucos exemplos de entrecho que nos descreve a paisagem urbana de urna regiao do interior do país, Com os seus problemas específicos, embora descobertos por dois protagonistas que de Lisboa seguem para ·alí, na pista de um crime; dois jornalistas, um ingénuo, o outro vivido e descrente. A frustrat;:ao da juventude provinciana,


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corren do a noite e os bares, imitac;ao da vida da capital que é sonho longínquo de partida (ou a emigrac;ao, como alternativa). Sair dali, sobretudo sair dali como único meio de alargar horizontes, é o sonho dessa juventude das pequen as cidades, que uma das personagens descreve assim: «Vá ve..los, meu amigo, vá ve..los. Param ali em bandos, como os estorninhos, naqueles cafés, de roda daquelas montras. Faltam as aulas, nao estao em lado nenhum, estao ali sem fazer nada o día inteiro, toda a noite se for preciso. Fumam droga, bebem cerveja, é nisso que eles passam o tempo, os nossos jovens.» (página 47). E mais adiante, um OlItro: «É difícil. O pessoal anda todo muito amargurado, entendes, porque as vezes a gente se sente quase como num barco indo ao fundo. Nao te sei explicar bem, mas há rombos, há muitos rombos . A gente ve os ratos abalando, mas de repente comec;a a pensar que se calha somos todos ratos. Um dia havemos de abalar todos.» (página 153) O mito da «grande cidade»- e o que se passa nao é tao diverso: o triunfo do aventureirismo, a destruiC;ao do meio urbano pela desenfreada especulac;ao imobiliária: um romance igualmente marcado pelo pós-25 de Abril: os problemc:s que levanta a defesa da Reforma Agrária contra autoridades hostis, o mal estar provocado pela presenc;a próxima dos alemaes estacionados na Base Aérea da NATO, etc. José Cardoso Pires, no seu último libro, o romance «Alexandra Alfa» publicado há apenas alguns meses, permite-me fechar as considerac;oes que fui alinhavando, poi s me parece um bom exemplo delas. Urna série de personagems vive a noite lisboeta ao longo de episódios descontínuos ligados pela figura de mulher que dá o título ao livro, figuras que vivem a sua incomunicabilidade e se afogam no alcool, algumas prosseguindo objectivos sem grande consistencia, que se revelam enganadores, sobre um pano de fundo, embora vago, de referencias a guerra colonial que lá longe vai trucidando homens; ao sistema político, as perseguic;oes da pulícia política, etc. Cidade lugar de luta, também, embora pouco explícita durante grande parte do volume, no período anterior ao 25 de Abril. Cidade de solidao, de solidoes que se acompanham sem se anularem, cidade alheia como diz algures Sophia de Mello Breyner, cidade de vidas tristes. Após o 25 de Abril o .pano de fundo altera-se, é agora o da participaC;ao colectiva, da luta partidária, da transformac;ao, se possível, desse país que uma das personagens define como un «país abstracto» (Maria : página 406): «País abstracto ... Um país que se diz agrícola e que importa metade da agricultura que consome é cá uma abstracc;ao do carac;as. Agrícola, olba o desplante. Agrícola porque só produz salazares camponeses, polícias camponeses, doutores camponeses e toda a bosta que o campo dá?» Há aqui, note-se, uma certa inversao do tradicional mito campones de pureza -sem que a cidade, no en tanto, melhore por isso. «Quem sabe de noites diz que o fechar dos bares é a barra da solidao», diz uma das figuras de «Alexa ndra Alfa». Depois do 25 de Abril continua a haver «Manhas desertas e balcoes a flor da espuma» de cerveja e, embora a país<L gem urbana se transforme, reunioes políticas rasguem as madrugadas e os muros da cidade se vejam cobertos de slogans, grafitis, mensagens plásticas que escondem com tintas a desagregac;ao do casario, a agitac;ao contem frustrac;oes, desesperos, derrotas: «os jornais faziam o balanc;o, os jornais acusavam correndo as ruas com títulos de todo o tomanho, e Lisboa era o que se via: slogans ao vento e p essoas a passarem em ponto morto.» (Páginas 437). «Alexan dra Alfa» é um livro importante e complexo, paradigmático da queslao que temos com Portugal, constante reinventar de um país de


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que buscamos razao, essencia e devir. A paisagem urbana que a literatura nos revela é a desse país de capital macrocéfala, mas tradicionalmente agrícola, com pequenas cidades imaginadas para o escoomento e administrac,:ao dos productos do campo, governado durante meio século por um regime imposto, cuja filosofia se alicerc,:ava na visao mesquinha e camponesa do ditador de Santa Comba, no seu ódio a indústria fonte de perturbac,:ao da paz provinciana, fábrica de operariado subversivo... Isso justifica, creio, a visao desencantada das figuras que nesse urbanismo se movem, personagens sem grandeza ou imaginac,:ao, abandonando hoje o que sonharam ontem, oscilando entre urna esperanc,:a de pés de barro e um desespero que torna o tempo insuportável, ou limitando-se a deixar correr o dia a dia, sem perspectivas outras e sem urna consciencia disso. Ultrapassei já o espac,:o e o tempo que me propuseram. Carriei materiais para um tema vasto que deveria agora decantar para melhor compreender. Mas ficarei por aqui, nesta janela aberta que foi limitado passeio por alguns livros onde a cidade se fez mais presente. J anela aberta? Espero que o tenha sido.

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Ante todo debo subrayar la satisfacción que me produce compartir esta tarima con un colega portugués. Portugal me parece a mi un lujo que España no se merece y que ha hecho muy poco por llegar a merecerse. Debo confesar también que yo mismo no puedo decir que conozca a fondo la novelística portuguesa: he leído algunos de sus nombres más destacados: E<;:a de Queiroz, Castello Branco, pero esto sería como decir que se conoce el paisaje porque se han v.isto sus montes. No creo que en esta época de síntesis supranacionales sea bastante ser español cuando se puede ser ibérico, y de la misma manera que hasta ahora no se podía ser un español culto sin conocer las literaturas catalana y gallega, creo que no va a ser posible de ahora en adelante ser buen español sin ser un buen ibérico, e Iberia, sin Portugal, no es nada. La novela moderna llega a nuestra península, y concretamente a España, de allende el Pirineo, y esta influencia, que es esencialmente urbana, para mi está centrada en Pérez Galdós, cuyo Madrid es como el Londres de Charles Dickens y el París de Honorato de Balzac. Si nos ceñimos a la novela española moderna en castellano yo creo que se puede decir que el paisaje urbano es su trasfondo más frecuente; más aún, que nuestra novela moderna es esencialmente una novela urbana.

Espero que no venga ahora algún pro_ fesor de literatura a demostrarme que me equivoco: estoy dispuesto a rendirme de antemano a su evidencia, porque lo que aquí digo es producto de lecturas dispersas y no de un estudio sistemático, y son conclusiones, intuiciones de novelista en activo más que consecuencias de estudioso disciplinado. Mi impresión es que las principales novelas modernas, y aun contemporáneas, españolas son novelas urbanas, y que, aun cuando intentan ser rurales, su esencia se revela de tipo o inspiración urbana. Francisco García Pavón, por ejemplo, transporta al medio rural el más urbano de los recursos novelísticos, que es el sabueso policial, mal disfrazado de campesino bajo el apodo de Plinio, y, subiendo un poco de nivel podríamos, creo yo, afirmar, que el mismo Galdós y el mismo Baroja, en sus largas excursiones, bélicas y politioas casi siempre, por los campos de España, siguen siendo obsesivamente urbicéntricos; en cualquier caso sus novelas más representativas son urbicéntricas: los personajes de Pío Baroja cuyas vidas transcurren en apartados pueblos vascos viven en ellos como en pequeñas ciudades de provincia, y no se dejan contaminar por los cuidados del campo o, si se dejan, es muy poco convincentemente. Las mejores novelas de estos dos pilares de


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nuestra novelística: «Fortunata y J acinta» y la trilogía de «La Busca», son urbanas, y del tercer pilar, sin el que el trípode se caería sin remedio: el Clarín de «La Regenta» no hay más remedio que decir lo mismo; incluso la otra novela de Clarín, «Su Unico Hijo», es una novela minera, es decir, en la que la ciudad entr·a en el campo, habitualmente con consecuencias catastróficas para éste. Blasco Ibáñez, con «Cañas y Barro», puede ser una gran excepción de provincia. El señuelo de la ciudad tienta -a nuestros mejores novelistas generalmente con mediocres consecuencias: estoy pensando en el José María Pereda de «La Montálvez», cuyo intento de dejar bien sentada su plaza de novelista madrileño ni sus más fanáticos forofos califican de brillante. No se puede decir que las novelas andaluzas de Juan Valera, con transcurrir en un pueblo, sean estrictamente rurales: allí lo que respira son personajes de ciudad. «Don Quijote», nuestra principal novel·a, y la segunda gran novela realista de la literatura europea moderna, porque la primera, mal que nos pese a los castellanos, es de un catalán: «Tirant lo Blanc», a poco que le quiten los tres o cuatro capítulos mágicos de pegote que le añ-adió mano ajena a las intenciones de su principal autor, no es ni urbana ni agraria, sino satírica, por más que la sátira se le desmandase a su autor y de local se convirtiese en planetaria; como las demás novelas de caballerías, «Don Quijote» utiliza el campo para sus aventuras, pero sin compartir los cuidados del campo en absoluto, y, además, «Don Quijote» es una novela demasiado grande para que pueda ser adscrita a ningún subgénero novelesco ni esgrimida más que a favor o en contra de sí misma. Es como si se clasificara a la «Odisea» entre los poemas de vi·a je, o a la «Divina Comedia» entre los de exploración del subsuelo en la alta edad media.

Es preciso indicar también que, al menos en la medida en que yo la conozco, la novela rural española es esencialmente falsa: tiende al tremendismo y en ella el pragmatismo campesino linda peligrosamente con la retórica. Los campesinos de Balzac, y no digamos los de Zola, pecan de este mismo defecto: para hacer «La Terre» Emilio Zola se proveyó de recortes de periódicos e hizo varias excursiones por el campo, un campo que Balzac, por su parte, no conocía en absoluto. De Camilo José Cela, por ejemplo, podemos decir que ha llegado a la cima de su arte en dos novelas: una urbana y la otra rural, y ambas cuentan entre lo más importan te de nuestra novelística contemporánea, pero si de alguna de ellas podría llegar -a decirse que es un pastiche ésta es sin ·duda la rural, «La Familia de Pascual Duarte». Y esto no es porque realmente lo sea, sino porque en ella su autor pisaba terreno menos firme. Su otra novela rural, el «Lazarillo», ya lo es descaradamente. Como buen continuador de Galdós, de Clarín, y, sobre todo, Baraja, Camilo Jo sé Cela cojeaba del mismo pie que su s ilustres maestros, pero su ritmo de cojeo era distinto. Ciñéndonos al tema de la novela española contemporánea en castellano el panorama que vemos es muy parecido: para mi la principal novela española en castellano de nuestro tiempo sigue siendo «La Colmena», novela urbana a más no pod er. Junto a ella, por mucho que hago memoria, y dejando aparte «La Familia de Pascual Duarte», no encuentro otra novela nlral que «La Gaznápira», de Berlanga, que no resiste comparación, o «Extram uros», de Fernández S-antos, que sí la resiste, pero más que nada por el conflicto humano en que se centra y en torno al cual el ambiente rural es simple marco pasivo. Quiero repetir que la selección que hago yo aquí es estrictamente personal, sin pretensión alguna de objetividad. y aprovecharé esta confesión para ir al


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colmo de lo subjetivo añadiendo que mis propias novelas : «Ahora es Preciso Morir», «Ram as Secas del Pasado » y «Cantid a des Di scretas» son esencialmente urbanas . Urbana es también la única gran novela que realmente tuvo que esperar a la desaparición de la censura franqui s ta para pod er salir a la calle: «Dfas de Llamas» de Juan Iturralde. Lo mi smo cab e deci r de las de Juan Marsé: «Si te dicen que caí », «Ultimas Tardes con Teresa», y de la Carmen Martín Gaite, de «E ntre Visillos », donde el ambicnte prov incial se utiliza como marco de p robl emas humanos que no son específica mente rura les, el mismo caso de «La Tía Tula» de Unamuno. Son chicas provinciales, y h asta provinci-an as , pero de ciudad, con in satisfacciones qu e ni ngún campo podría curarles.

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Frente a ellas se alza «Nada» de Car_ men Lafore t como una tragedia urbana típica compar tida por ge ntes de recientes raíces rurales. Es curioso que el último bestseller español haya sido una novela ciudadana a más no poder: «La Ciudad de los Prodi gios », de Eduardo Mendoz-a. Podemos hacer una lista : «Tiempo de Silencio», de Fer nán dez Santos, «Agata Ojo de Gato », de Caballero Bonald, «El Mercurio », de Guelbenzu, «En el Día de Hoy», de Torbado, «La Novela del Corsé », de Lon gares, «Calle Echegaray», de Suárez, estas do s últimas, por c'¡erto , inm erecidísi m am ente olvidadas, «Cin co Horas con Mario », de Delib es, y lo mi smo cabría decir, aunque con reparos, de «La Noche», de Suárez Carreña, de «Las Vi ejas Voces », de Luis Romero. El panorama es urbano a fa n-


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do. "El Jarama », de Sánchez Ferlosio, en la frontera misma entre lo urbano y lo rural, se queda en firmemente urbano en el lengu aj e y las motivaciones de sus personajes. Al comienzo de estas palabras cité a Plinio como ejemplo de invasión urbana del campo con el más urbano de los ingenios: el sabueso policial. Si pasamos a la novela de detectives vemos que sus dos exponentes más brillantes, al menos en la medida en que yo conozco este tema, son Vázquez Montalbán, -c on su serie de Carvalho, y Jua n Benet, con su insólita novela "El Aire de un Crímen», y aquí sí que no se hace concesión ninguna al campo. En novela negra podemos decir lo mismo: Juan Madrid, su principal exponente actual en castellano, es flor urbana, regada con agua de alcantarilla y respirando aire mefítico de tabernas y burd eles. Y así todo no se agosta donde se agostaría es el ambiente idílico del campo. La novela rural es un fenómeno relativamente reciente en Europa, siglo XVIII, o cosa así, donde, además, los campesinos tuvieron siempre poca suerte como tema de novela. La primera novela realista europea, aunque no sea, estrictamente, una novela moderna, como el Quijote: "El Satiricón» de Petronio, tiene muy poco de rural y los grandes latifundios romanos eran ya muy semejantes a los actuales koljoces soviéticos, donde la novela rural no

es posible en el sentido que se le da tradicionalmente. En Inglaterra el cam_ po derivó a escenario finisemanal de gente de ciudad, y en Francia, cuando no era sede de castillos nobles, lo era de campesinos estudiados más teóricamente que del natural. En España, sospecho yo , ocurre tres cuartos de lo mismo. El escritor campesino t iende a ser un p r íncip e de Lamp edusa que ve el campo desde la mesa de su café favorito, un poco como Pereda, para cuyos cazurros campesinos montañeses eran obj eto de estudio des de el relativo lujo en que vivía en su casona de Polanco, por la misma razón que, pese a toda la ideología marxista, r-aro es el verdader o obrero que, entre tuercas y resortes, se descuelga con una novela Dobelable, es decir, digna del premio Nóbel, y también lo es, p ese a todos los sueños rurales, el campesino que, entre ordeñar vacas y matar gallinas, encuentra tiempo para su gran novela rural, estudiada desde dentro; o sea, que no queda más r emedio que dejar el campo al que lo estudiará desde fuera. En camb io el novelista ciudadano escribe de lo que él mismo respira, y utiliza resortes que él mi smo pulsa diariamente. Por eso, sospecho yo que, cuando la novelística española moderna en castellano tuvo que elegir entre " a cidade e as serras», optó firmemente por "a cidade» y dejó "as serras» para juegos teóricos o para divertimentos de fin de semana.

liD . . .


5. Pessoa y la generación del 27

PILAR V ÁZQUEZ CUESTA AGUSTINA BESSA-LUIS CARLOS BOUSOÑO



PILAR VAZQUEZ CUESTA

La generación del 27 no conoció sino muy tardíamente a Fernando Pessoa, nacido en Lisboa el 13 de junio de 1888 (sólo tres años antes que el mayor del grupo: Pedro Salinas) y muerto en la misma ciudad a menos de nueve meses del asesinato de García Lorca (a quien Llevaba diez años), el 30 de noviembre de 1935. En realidad el boom Pessoa es en Es_ paña muy reciente (1); comienza en 1980 (2), aunque existan traducciones en volumen del ¡poeta que datan de la década anterior(3) y una de 1957 (4). Versiones de poemas sueltos y pequeñas noticias, aunque no muy abundantes, las encontramos en revistas españolas desde 1944 (5), Y el que podemos considerar .p rimer ensayo crítico (6) es d~ 1946 y acompaña a una selecoión bastante representativa ·de composiciones sin traducir del Pessoa ortónimo y sus tres heterónimos poetas: Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Ricardo Reis. Hay -que sepamos- sólo tres versiones castellanas de poesías de Pessoa hechas por líricos de la generación del 27 : una de Gerardo Diego (7), de 1960, y dos de Jorge Guillén (8), de 1967. Que el Modernismo portugués (que no tiene nada que ver con el español pues a lo que equivale es a lo que acostumbramos a denominar <<literaturas de vanguardia») era un misterio embrollado y confuso para nuestros cultiva-

dores de los <<ismos» - estéticamente tan afines a los modernistas lusosnos lo demuestran los siguientes párrafos de dos de los tres únicos apartados Cen total unas 10 páginas, de las que más de nueve están consagradas a la literatura brasileña) de la Historia de las literaturas de vanguardia de Guillermo de Torre -reedición corregida y Clumentada en 1953 y 1965 de su juvenil Literaturas de vanguardia, que había aparecido en 1925- dedicados a las ,l iteraturas en lengua portuguesa. A propósito del Futurismo «< Perspectiva internacional: a) El Futurismo en Portugal, b) El Futurismo en Rus,ia» -como se ve países igualmente lejanos, aunque más desconocido a la postre el primero que el segundo) se ofrece al lector este batiburrillo cronológico y literario: «Me refiero a Portugal, al significado que tuvo la temprana publicación de una revista como Orpheu, de Lisboa, en 1915; en ella intervienen Fernando Pessoa, Már,io de Sá Carneiro, Almada Negreiros, Adolfo Casais Monteiro y José Régio; páginas complementarias son las de Contempol·ánea (1922) y Athena (1924); en todas ellas había reflejos del futurismo y de olros ismos nacientes. Más propiamente futurista fue otra revista apeHidada así de modo preciso, Portugal Futurista, que fundó el malogrado pintor


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Santa Rita; su punto de madurez y final está en Presen{:a (19121940)>> (9). Porque en 1915, cuando se publica Orpheu, José Régio contaba sólo 14 años y 7 Casais Monteiro. Ambos pertenecen a lo que en Portugal se suele llamar el Segundo Modernismo, una involución del primero que, limando sus estridencias revolucionarias, apagando mucho de su furor iconoclasta y prescindiendo del escándalo y la provocación como 'p rocedimientos publicitarios, consiguió por fin 1,l egar al público y hasta hacerle aceptar a los grandes Maestros del Primer Modernismo. Se sirvieron para ello de Prese~a, una modesta revista estudiantil en papel de estraza pero con una continuidad (1927 -no 1912- a 1940) de la que hasta entonces habían carecido ,l as publicaciones modernistas. En cuanto a las revistas Contemporanea (con acento circunflejo, no con acento agudo) y Athena, la primera aparece efectivamente en 1922 pero llega hasta el 26, la segunda en 1924 pero continúa en el 25. y el pintor Santa Rita -más conocido como Santa Rita Pintor porque es así como firmaba- aunque se arrogase el ,p apel de representante en Portugal de Marinetti, no fue el fundador sino uno de los colaboradores de Portugal Futurista, junto con Almada Ne. greiros, Amadeo de Sousa-Cardoso, SáCarneiro, Raúl Leal, e l Fernando Pessoa ortónÍmo y su heterónimo Alvaro de Campos. Al tratar del «Modernismo en Brasil» -y ahora gratuitamente puesto que nada le obligaba a hablar de nuevo del Modernismo portugués-, Guillermo de Torre nos ofrece otra demostración de lo poco que se sabía en España de ,la moderna literatura portuguesa hace unos años. Como ha oído campanas pero no sabe dónde, todo el párrafo es una sarta de disparates. «Por mi parte -afirma-, puesto a filiar con mayor exactitud las raíces del último [se refiere al

Modernismo], entiendo que será menester relacionarlo con los orígenes de la renovación literaria portuguesa, más temprana que ninguna otra en el ámbito ibérico. Sería necesario remontarse a revistas -ya en otro capítulo recordadas- como A Aguia (1910) de Oporto, Centauro (1916) y sobre todo Portugal Futurista (1917), y Orpheu (1918), ciclo que culmina o concluye en Contem_ poránea (1922-1923) de Lisboa, destacando las figuras precursoras de Santa Rita y de Mario da Sft Carneiro (suicidado en París, 1916), primer introductor de las vanguardias en Portugal, más allá del saudosismo representado por Antonio Nobre, Teixeira de Pascoaes y Alvaro de Campos y los tres poetas «complementarios» en que el último se ramificó» (10). Pues bien, A Aguia - revista nacida efectivamente en 1910 pero sólo propie. dad de la asociación cíovico-cultural «Renascen~a Portuguesa» (11) desde 1912- no tenía nada que ver con el Modernismo; Orpheu (por cierto escrito no con f sino con ph) se había publicado en 1915 -como se decía en la cita anterior, y no en 1918; Contemporanea (con acento circunflejo, no agudo) duró hasta 1926; Mario de (no «da») Sá (con acento agudo en vez de circunflejo) Carneiro no fue el primer introductor en Portugal de las vanguardias: los primeros ismos vanguardistas -paulismo (12) en 1913, interseccionismo (13) en el 14, sensacionismo (14) en el 15 son invenciones de Fernando Pessoa; António Nobre murió tuberculoso en 1903, no puede por tanto ser considerado sino un precursor del saudosismo, movimiento fi.losófico-,literario vinculado a la «Renascen~a ,P ortuguesa», que se fundó - como acabamos de decir- en 1912; tampoco 10 es Álvaro de Campos, el heterónimo futurista de Fernando Pessoa,confundido con una persona de carne y hueso, un poeta ramificado» en tres «complementarios» machadianos.


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¿ Cómo se explica tal ignorancia? ¿No existía contacto alguno entre los escritores españoles y los escritores !portugueses en esos literariamente tan brillantes veinte años que precedieron a nuestra Guerra Civil? ¿ Y a esa desinformación sobre la actualidad literaI1ia portuguesa correspondía una parecida desinformación política? ¿No despertaban curiosidad y se procuraban averiguar como en otros momentos las reacciones del pueblo hermano ante los acontecimientos que por aquel entonces estaban produciéndose en su país y en el mundo? ¿No les interesaba a los españoles descubrir la manera de ser de los portugueses, su identidad naoional e ibérica, si eran o no posibles futuros conciertos entre Portugal y España, el porvenir de una Península compartida? Alguien ha dicho que -como el «telón de acero»- existe entre los dos Estados peninsulares un no menos aislante «telón de corcho», que de tiempo en tien1ipo se alza o se baja a voluntad de los gob ernantes . Ese «telón de corcho» estaba echado y trataba de incomunicarnos más que nunca porque -como veremos- se daban circunstancias políticas que aconsejaban el establecimiento de una especie de cordón sanitario en la frontera. Desde la invasión de la Península por las tropas napoleónicas a comienzos del siglo pasado, que contribuyó al acercamiento de españoles y portugueses al obligarles a combatir unidos contra el enemigo común -aunque asincrónico-, ha sido tal el paralelismo del acontecer histórico en Portugal y España que no sólo resulta evidente en lín eas generales sino que nos sonprende con asombrosas coincidencias de detalle. Porque, que se asemeje el proceso de evolución socioeconómica, política y cultural experimentado !por los dos Estados de la Península en los últimos doscientos años, que cada ideología o partido surgido de un lado de la frontera encuentre su homólogo en el otro,

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no tiene nada de extraño. Lo que nos parece ya difícil de explicar, a no ser considerándolo como consecuenoia de un calco premeditado o inconsciente, es que se repitan punto por punto figuras y h echos. Y, sin embargo, sucede asÍ. No sólo el Carlismo constituye la versión española del Miguelismo sino que da la casualidad de que los liberales defienden en los dos reinos la corona de cándidas niñas _D.n Maria da Glória, Isabel II- mientras que los absolutistas apoyan la voracidad y el ansia de ,poder de sus respectivos tíos carnales: D. Miguel y D. Car,los. El «turno pacífico» de casi cuarenta años entre el Partido Conservador y el Partido Liberal concertado en 1885 por Cánovas y Sagasta a la muerte de Alfonso XII, en base a una ¡práctica iniciada ya en el 81, equivale al rotativismo, o mecánica alternancia en el poder de dos grandes partidos, uno más o menos conservador -el Regenerador- y otro más o menos avanzado -el Histórico o Progressista- que , en tres etapas (1851-1865, 1878-1890, 1893-1906), marca más de medio siglo de Historia portuguesa. A la dictadura de Joao Franco (1906-1908), en buena parte responsable del derroca miento de los Braganza, corresponde la dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930), que conduce a .la proclamación d e la Segunda República española. A la derechización en Portugal de este régimen con Sidónio Pais, -la del español con Alejandro Lerroux. Al Salazarismo el Franquismo. Y hasta una crisis espiritual a primera vista tan genuina como la que en 1898 provocó en la intelectualidad española la pérdida de las últimas colonias --'Cuba, Puerto Rico y Filipinas- contaba ya con una claro precedente luso en el movimiento de opinión suscitado por el Ultimatum británico a Portugal de 11 de enero de 1890, aunque dicho Ultimatum no hiciera tr,i zas el Imperio colonial portugués sino un bello sueño: el de hacer realidad el mapa color de rosa presentado al Parlamento cua-


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tro años antes por el Ministro de Negócios Estrangeiros Barros Gomes en el que Angola y Mozambique aparecían unidos por el interior del Continente Negro (15). Ahora bien, más que es te curioso paralelismo asincrónico -que sólo daría lugar a que cada uno de ,l os dos Estados de la Pen ínsula fuese tierra de asilo preferida por los disidentes del otro-, su descubrimiento por los rpolíticos (16) ha teni do r epercusiones muy negativas sob r e las r elacion es hispanoportuguesas. Pues ,la convicción de que lo que suceda en el otro país tiene a la fuerza que ocurrir en el propio (y en general es Portugal el que se adelanta) va a derivar en peligrosas tentaciones intervencionistas (17), justificadas como m edidas de autodefensa. Para que cambie el régimen amenazadoramente discordante de la nación hermana, lo m ejor -se pi ensa- es apoyar a su Oposición tanto inter,ior como en el exilio, colaborando con ella hasta en incursiones armadas qu e la permitan apoderarse del Gobierno. Pero, cuando se comprueba que no es posible derribar a éste, la solución pasa a ser el aislamiento por m edio de mentiras, medias verdades o simplemente sil encio. Unicamente cerrando a piedra y lodo la front era se impedirá la propagació n del virus p erturbador de ,l a estabilidad interna. Por eso abundan tanto las lagunas en las relaciones culturales hispano-portuguesas, sujetas a los avatares de la coyuntura política, qu e sólo les resulta favorable cuando son ideológicamente afines los Gobiernos de ambos países. Y no lo son nunca en los veinte años q u e transcurren d es de ,l a ,p ublicación de Orpheu a la desaparición de Fernando Pessoa. Cuando el 5 de octubre de 1910, se proclama la República en Portugal, el acontecimiento produce verdadero terror a los monárquicos ·e spañoles, qu e temen el contagio. La campaña de descrédito que -lanza contra ella su Prensa es tan exageradamente violenta y calumniosa

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(presos políticos envenenados, nmos utilizados como rehenes y otros relatos de horribles crueldades) que llega a despertar dudas sobre su veracidad en una mente tan poco sospechosa de velei dades republicanas como la de la Condesa de Pardo Bazán (18). Pero, cuando se proclama la Segunda República española, el 14 de abril de 1931, Portugal está ya metido de lleno en el Salazarismo. Complementariamente a esta explicación fundamental de la escasez de relaciones literarias entre Portugal y España en las dos décadas de plenitud creadora de nuestro poeta, otros datos nos ayudan a entender por qué tardó tanto en ser conocido a este lado de ,l a frontera . Durante toda su vida, Fernando Pessoa fu e un escritor sin público y del que, si sonaba su nombre - como el de otros poetas y artistas plásticos mod ernistas: Mário de Sá-Carneiro, Almada Negreiros, Santa Rita Pintor-, era por las irónicas alusiones de los p er iódi cos a aqueJ.los palha~os y meninos traquinas que poblaban la bohe.. mia lisboeta. Nada más dejó un libro publicado -Mensagem- , que imprimió a toda prisa en 1934, un año antes de su 'muerte, para presentarlo a un concurso del S ec retariado de Propaganda Nacional y sólo fue galardoneado con un premio de consolación (19), y, hasta la aparición de Presen~a en 1927, su obra dormía dispersa en r evistas efím eras -Orpheu, Exílio, Centauro, Portugal Futw-isla, Contemporanea, Athena- que sólo leían los propios colaboradores. A la primera promoción modernista le costó mucho sobrepasar los límites de las tertulias y las capillitas li terarias, y conseguir lectores. El nue.. va tipo de po esía que cultivaban -excéntrico, m ixtificador, ,p aradójico, por un lado intelectualista, por otro irracio_ nal, que en vez de cantar a la mujer, el amor o el paisaje, exaltaba la moderna belleza de las máquinas, de la velocidad y hasta de la destrucción, que 'p rop ugnaba la supeditación de la Belleza


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a la Expresiv,i dad y la más absoluta libertad creadora- fue durante bastante tiempo menospreciado y hasta ignorado por los críticos, cuya lucidez se veía empañada por el hecho de que continuasen incorporándose a ,l a corriente tradicional jóvenes revelaciones (como América Durao, Flonbela Espanca o América Cortez Pinto, para no hablar del primer Vitor,i no Nemésio o el primer Gomes Ferreira) (20) y fuesen de tanta calidad literaria las obras que publicaban poetas consagrados en la etapa anterior como Eugénio de Castro (n. 1869), Teixeira de Pascoaes (n. 1877), Afonso Lopes Vieira (n. 1878) o Afonso Duarte (1884) (21). ¿ Cómo iban a interesarse los españoles por un poeta que era en su patria un marginal? A quien consideraban verdaderamente digno de admiración era a Teixeira de Pascoaes, tan elogiosamente mencionado por Unamuno en sus artÍCulos desde la 'p rimera década del siglo, agasajado casi oficialmente en Cataluña (Eugenio d'Ors ,le invita en nombre del «Institut de Estudis Catalans » a dar una conferencia en Barcelona en 1918) y que en 1923 se trasladaria a Madrid para hablar en la Re.. sidencia de Estudiantes (22). 0, en todo caso, admiraban a Afonso Lopes Vieira, Antonio Nobre, Eugénio de Castro, António Feijó, Joao de Deus, Guerra Junqueiro, Antera de Quenta!, Teófilo Braga, es decir a los poetas saudosistas, a ,l os poetas de la Generación del 90 y a los poetas de la Generación del Setenta, a los que Unamuno se refería también en sus escritos (23), a los que el año 90 Curros había abierto las puertas de «El Album de El País», gracias al pequeño subterfugio de declararlos a todos ellos republicanos (24), que el poeta gallego había traducido y alabado anteriormente (25), que también admiraba D.n Emüia Pardo Bazán (26), que en la década de los ochenta habían ca· laborado junto con Clarín, Camrpoamor, Echegaray, Palacio Valdés, Blasco Ibáñez, Castelar o Pi y MargaU en una

revista de Barcelona -La Ilustración Ibérica- que según rezaba el «¡prospecto» incluido en el n.O 1- pretendía «,p opularizar en España la literatura portuguesa y los conocimientos respecto al reino vecino y en Portugal la literatura y las noticias sobre el estado, condioiones y verdadera índole del pue.. blo español» (27). Pero además, a no ser viajando, es muy difícil darse a conocer en otro país cuando se es joven y aún no famoso en el propio. Y Pessoa no salió nunca de Portugal (casi no se movió de Lisboa) desde que en 1906 regresa de Sudáfrica. En cambio, Mário de Sá Carneiro, que en sus idas y venidas a París tenía que cruzar España, piensa hasta quedarse a vivir una temporada en Barcelona, en donde es muy bien recibido por Ribera Rovira, intelectual catalán amante de todo lo ,p ortugués y colaborador de A Aguia (28). Por cierto que, al visitar con éste las obras de la Sagrada Familia, manda entusiasmado una postal de su fachada a Pessoa con la frase «Aqui vai a catedral~pau¡" y le escribe después una carta en la que - tras referirse, no sin cierta ,i ronía, a su cicerone, «bonito homem» al que da un diez en amabilidad y un menos diez en <depidopteria», o sea pesadez burguesa, dice : «Raje levou-me a ver a catedral em construc:;ao da Sagrada Família. Meu amigo, é - Urna Cátedral PáulicaSim! Pleno paulismo -quase cubismo até-. Un conj unto interessantíssimo, tuda q u anto se possa imaginar de mais bizarro, de me.. nos visto. aspecto geral agradame deveras. É urna catedral de Sonho, urna catedral Outra, vista noutros países, noutras intersecc:;6es. Se encontrar urna fotografia, mandar-Iha-ei. No entanto, receio por certos detalhes que seja mais «paulismo» do Ferro ou do Carvalho Mourao que Meu ou SEU! ... Em suma, más a impressao foi óptima, porque pelo menos há ali: ánsia de novo, mistério, es-

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tranheza, audácia. Ta,l vez nao naja milagre! Mas haver tuda isso é já muito» (29). Más tardía pero más prolongada -dura del 1927 al 32- es la estancia de Almada Negreiros en Madrid (30), en donde expondrá, decorará edificios como los Cines S. Carlos y Barceló, el Teatro Muñoz Seca o la Fundación del Amo, y colaborará en ,p eriódicos y revistas como El Sol, ABC, Blanco y Negro, La Esfera, Mundo Gráfico, Nuevo Mundo, Arquitectura, la Revista de Occidente, Crónica o La Gaceta Literaria, yen colecciones de libros como La Novela Mundial o La Farsa. Cuando llega a la Capital de España ya ha vivido en París, de donde cuenta historias sorprendentes. Conoce -de su etapa lisboeta- a Ramón Gómez de la Serna (31) que le recibe solemnemente como contertulio de Pamba, aunque él preferirá después una peña de arquitectos y pintores que se reúne en la Granja de Henares. EllO de junio de ese año inaugura ya una ex,posición de dibujos en la Unión Iberoamericana que le organiza Giménez Caballero, el director de La Gaceta Literaria, publicación que prestaba tanta atención a Portugal -como por otra parte a Iberoamérica- que le consagra una de sus «gacetas» de novedades culturales. Es precisamente en esta revista en dOI1de aparecerán dos artículos a él dedicados: uno de Ramón -Cómo Ramón Gómez de la Serna aprecia a Almada Negreiros- en el n .O 1 y otro de Antonio Espina en el 13. Pues bien, gracias a Almada Negreiros se publica -que sepamos- por primera vez en España una poesía de Fernando Pessoa (naturalmente sin traducir): Pierrot bebado. El lugar en el que aparece no deja de ser extraño : un Almanaque de las Artes y las Letras para 1928 organizado por Gabriel García Morato y editado por la Biblioteca Acción de Madrid. Dicha poesía acompaña, junto con otra de Mário de Sá Carneiro -O Recreio- a un texto-pr6-

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lago (casi un manifiesto) titulado Nor_ te-Sur y varios dibujos del pol1facético Almada (32). En cuanto a simples menciones de Fernando Pessoa como escritor portugués, la verdad es que hemos hallado muy pocas en publicaciones españolas, y que en ellas el nombre de aquel al que hoy se considera toda una l,i teratura no había conseguido salir aún de la fosa común que constituyen esas listas de autores mezclados al azar, sin tener en cuenta ni su edad ni su valía, que aparecen tantas veces en artículos de divulgación literaria. Ocurre así en esta cita de Ramón Gómez de la Serna --que en 1915 se había trasladado a Portugal y por eso se refiere a la literatura portuguesa- en el vol. 1 de Pamba, ,p ublicado en 1918: «Perdidos 'p ero frenéticos de inspiración, hay muchos jóvenes de corazón hijo del sol naciente, como Veiga Simoes, como Joa.. chim Correa da Costa, como Mário Beirao, Alfonso Duarte, Ma.. riano de la Carneiro, suicida, del que otro gran poeta que fue su amigo, Antonio Ferro, ha dicho que «fue el último suicida de su obra», Fernando de Pessoa, Augusto de Santa Rita, Luis de Montalvor, Silva Tavares, Pedro Meneses, Luiz J. Pinto, Augusto Cunha (33).

y nueve años más tarde, en 1927, en otra de Ernesto Giménez Caballero en el n.O 1 de La Gaceta Literaria. Fernando Pessoa, junto con Evaristo Correa Calderón, Augusto María Casas, Eduardo Blanco Amor, Luis Amado Carballo, Luis Pimentel, Manuel Antonio, José Régio, Afonso Duarte, Diogo de Macedo Almada Negreiros, António Ferro, Joao Gaspar Sim6es, Már,io de Sá Carneiro, António de Navarro y Carlos Queiroz, integraría, para el director de la revista, en un ensayo titulado Cartel de la nueva literatura, el triángulo Delta (un área gallego-portuguesa en formación), que -unido al Alpha


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(Cataluña), el Beta (Castilla) y el Gamma (el Sur)- componían el mapa de la nueva literatura de la Península Ibérica. ¿Es que Fernando Pessoa no había pretendido darse a conocer en España? Sí lo había inventado pero sin éx.ito. El 25 de marzo de 1915, recién aparecido Orpheu, se lo envía a Unamuno - tópicamente considerado en Portugal como el escritor español que más amaba -las cosas portuguesas- una carta en que le pedía que dijese algo en la prensa -aunque fuese malo- sobre la revista (34). No recibe contestación alguna. ¿Por qué falta en este caso ese cortés acuse de recibo con que el Rector de Salamanca se precavía para no tener que dar su opinión sobre todos los libros que le mandaban y al mismo tiempo quedar como persona gentil y bien educada? Es que ya, el 2 de diciembre de 1913, otro colaborador de Orpheu, Mário de Sá-Carneiro, le 'había remitido un libro suyo - A Confissao de Lúcio- y él le había contestado a vuelta de correo prometiendo escribirle otra vez cuando lo leyese. Y el 11 del mismo mes (el correo de Portugal con Salamanca se ve que era más rápido que hoy en día), al anunciarle el envío de Dispersao, Sá Carneiro se declaraba «ansiosamente atender do a opiniao de V. Ex. a » , opinión que no le había llegado aún el 6 de febrero de 1914, en que -con el pretexto de que temía que la prometida carta de Unamuno se hubiese extraviado debido a la huelga de los ferrocarriles portugueses, quedando él como descortés por no agradecerlavuelve a escribirle (35). No tenía, por tanto, el autor de Por tierras de Portugal y de España la posibilidad de evadirse de nuevo con una falsa promesa. De ahí que ni siquiera acusase recibo de Orpheu, revista que debió horrorizar le, como podían ya haber supuesto Pessoa y ScL Carneiro. A los contactos de Pessoa con los ultraístas españoles -mucho más prepa-

rados para entenderle que el Catedrático de Salamanca- se ha referido António Pina Coelho (36) -que asegura haber visto cartas de Adriano del VaHe, Rogelio Buendía e Isaac del Vando-Villar en e l expolio inédito del poeta- y Angel Crespo, que consagra un artículo a comentar Dos cartas de Fernando Pessoa a I saac del Vando-Villar (el director de la primera revista ultra: Grecia) por él descubiertas (37). Las dos están escritas el mismo día: el 14 de septiembre de 1924. En la primera, Pessoa agradece a Vando-ViUar el envío de su libro de versos La sombrilla japonesa, que comenta con benevo.lencia y simpatía; en la segunda se disculpa por no haberse dado cuenta de que tal vez lo que quería su autor era una crítica en los periódicos, y -le sugiere que traduzca su carta y la publique (ya lo había hecho en otra ocasión -diceAdriano del Valle a propós,i to de Rogelio Buendía) puesto que él no colabora por aquel entonces en periódico alguno, prometiéndole además proporcionarle el ejemplar del n.o 10 de Contemporanea que le pedía, aunque no es fácil por estar agotado. Habría que estudiar cómo (¿personalmente? ¿por carta?) y cuándo ¿tan tardíamente o en época anterior?) se conocieron los ultraístas españoles y Fernando Pessoa. Pero que este conocimiento fue bastante superficial - como nos habían hecho suponer ya las escasas e inexactas alusiones de Guillermo de Torre a-l Modernismo portugués en sus Literaturas de vanguardia que comentamos al ¡principio de este trabajo- nos lo demuestra la propia carta del autor de La sombrilla japonesa que provocó la doble respuesta pessoana. La transcr·i bimos aquí porque nos parece extraordinariamente elucidativa: Madrid, 13 de agosto de 1924. Sr. Hernando [sic] Pessoa. Lisboa. Distinguido y admirado compañero :


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Por indicación de nuestro querido amigo y poeta, Adriano del Valle, me dirijo a usted para obecerle mi amistad. Hace algunos años que sigo su la. bor de crítico con verdadero [ll. terés, y por ella reciba mi sincera felicitación. Me permito adjuntarle mi último libro de poemas, La sombrilla japonesa, suplicándole en nombre de Adriano, que es el ¡prologuista, y en el mío, nos haga alguna crítica. Adriano me ha escrito, diciéndome que Contemporánea, en su n.O 10, reproduce el prólogo de mi libro. Caso de haberse publicado el referido número de la re. vista, le suplico me la envíe y me diga su precio, para remitirselo deseguida. Gracias anticipadas de su nuevo amigo, Isaac del Vando-Vi.llar» (38). Como vemos -Vando-Villar- ni siquiera sabía muy bien cómo se llamaba Pessoa. Sí asegura que desde hace años sigue su labor de critico y le fe. licita por ella, es para ha.l agarle y conseguir que haga una reseña de su libro. Poco vanidoso tenía que ser el Maestro de la Vanguardia literaria portuguesa, o muy seguro estaba de su condición de «Supra-Cam6es», para contestar tan afable y cariñosamente a quien le ignoraba por completo (no de mala fe, sin duda) como poeta. Hay, sin embargo, un rincón en el Noroeste sobre el que nunca cae del todo el «telón de corcho»: Galicia, Jano con dos caras: una que mira a Portugal y otra que se vuelve hacia la Me. seta; Galicia «ponte de ledos arcos» (39) entre los dos Estados peninsula. res, en donde la «somellanza sonorosa do garrido falar» (40) impide la incomunicación, a quien el país verdaderamente hermano atrae como un espejo mágico en el que contemplar lo que pudo haber sido y no fue... Hasta 10s escritores gallegos más castellanizados no han podido substraerse a ese heohizo especial que sobre cualquier in-

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telectual nacido en Galicia ejerce todo lo portugués (41). Pues bien, Galicia revivía espiritualmente en los años de plenitud creadora de Pessoa, buscando sus raíces también al otro lado del río Miño. No nos extrañe, pues, que -aunque más entusiasmados con Teixeira de Pascoaes (su culto alcanzó en Galicia caracteres de verdadera idolatría sobre todo desde que la dedica la 2. a ed. de Maranus) (42), o con el mismo Leo. nardo Coimbra, que al fin y al cabo les había hecho una visita- los escritores gaUegos de preguerra encuentren un hueco en sus revistas en castellano y en gallego -Alfar, Ronsel, Nós o Nasa Terra- para citar a Fernando Pessoa (43), el cual, ¡por otra parte, sentía una especial ternura por ,l a que .tal vez fuese la cuna de sus antepasados y entre cuyos libros figura Follas Novas de Rosalía (44). Que, como en tantas otras ocasiones, también por estos años la intelectualidad ga1lega desempeñó un papel de Adelantado en las relaciones literarias luso-españolas nos lo confirma el desoubrimiento hecho por la hispanista portuguesa M.a Fernanda de Abreu (45) de que, a menos de un mes de su publicación, Orpheu consiguió una crítica en El Eco de San. tiago, y una crítica deoididamente favorable. Lo más curioso es que su autor no era ningún poeta joven sino un hombre de 62 años. Catedrático de la Facultad de Medicina y Director de un Manicomio y de un Hospital ¡para pa. cientes de enfermedades venéreas. Juan Barcia Caballero -que así se llamaba el autor de esa «Crónica literaria» del peJ:1Íódico compostelano- no sólo se muestra extraordinariamente compren_ sivo con los jóvenes iconoclastas lisboetas sino que reconoce «verdaderos atisbos de genio» en El marinero de Fernando Pessoa. Por primera vez después de muchos años coinciden ideológicamente los regímenes de los dos Estados de la Península sin que haya por parte de sus


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Gobiernos miedo alguno a que se conozcan portugueses y españoles (46). Y se advierte en estos últimos tiempos -aunque sólo por parte de reducidas minorías intelectuales- un afán de CODtactos mutuos sin precedentes. Hay, sin embargo, muchos españoles -la mayoría de esos turistas que a cada vacación o a cada puente lo invadenpara quienes Portugal es sólo un país con sol y muy buenos precios. Como hay portugueses, muchos portugueses, para los que España es una etapa molesta ,p ero desgraciadamente inevitable

en esa salida a Europa con que todos sueñan. Trabajemos unidos, los que sabemos algo del «otro país» y sobre todo aspiramos a conocerlo cada día un poco mejor, por abrir los ojos de nuestros compatriotas a la realidad profunda que vive al otro lado de la frontera. Con algo de común y mucho de diferente, hermanos pero con casa puesta, los pueblos de la Península -que tanto tienen aún que decir a Europa- se fortalecerán íntimamente al comparar cada uno su personalidad con la de otros miembros de la familia.

NOTAS

~Más reciente que en otros paises. V. José Blanco: Fernando Pessoa. Esb~o de U!IDa bibliografia. Lisboa, 1983. (2) Se publican ese año el n.O 7/8 de la rev. «Poesía» Fernando Pessoa en palabras e imágenes, Odes/Odas de Ricardo Reis en edición bilingüe de Angel Campos Pámpano y Poemas de Alberte Caeiro en versión de Pablo del Barco; en 1981 tiene lugar la magna exposición Fernando Pessoa, el eterno viajero organizada por Teresa Rita Lopes y M.' Fernanda de Abreu, que se presenta en Madrid, Barcel ona, Granada, Santiago de Compostela, León y Salamanca, y cuyo Catálogo constituye un volumen precioso de información bibliográfica e fotográfica, y aparecen Obra Poética, 2 vol. traducción de Miguel Angel Viqueira y El marinero: drama estático en versión de Angel Campos Pámpano; en 1982 Fernando Pessoa: Antología bilingüe de José Luis García Martín y El poeta es un fingidor. Antología poética traducida por Angel Crespo; en 1983 El banquero anarquista en versión de José Antonio LIardent y también en versión de Domingo Santos, y Poesía, selección de textos teórlcos en traducción de José Antonio Llardent: en 1984 El libro del desasoiego de Bernardo Soares traducido por Angel Crespo; en 1985 Sobre literatura y arte por Nicolás Extremera, Enrique Nogueras y Luisa Trías, Els Poemes d'Alvaro de Campos en traducción catalana de Joaquín Sala Sanduja y Teoría Poética por José Luis Garda Martín; y en 1986 El banquero anarquista y otros cuentos traducidos por Miguel Angel Viqueira. y estamos mencionando úni camente las traducciones en libro porque son innumerables las aparecidas en revistas. (3) En 1972 aparecieron unos Poemas escogidos de Fernando Pessoa en versión de Rafael Santos Torroella, en 1976 incIuí trece

poemas de Pessoa, entre ellos la Ode Triunfal, en una antología bilingüe de quince poetas de los dos modernismos, neorrO!llistas y del Grupo Cadernos de Poesía titulada Poesia Portuguesa Actual; en 1978 se publica la Antología de Alvaro de Campos traducida por José Antonio LIardent. (4) Poemas de Alberto Caeiro en traducción de Angel Crespo. (5) Data de esta fecha una traducción del poema Calquer música hecha por Rafael Morales. (6) Se trata de una Nota preliminar bastante elucidativa de la personalidad de Pessoa, que acompaña a una selección de poesías del FCilrnando Pessoa ortónimo y sus tres heterónimos Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campos, aparecida en un suplemento de 108 Cuadernos de Literatura publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Su autor es Joaquín de Entrambasaguas. (7) El Monstruo -O Mostrengo de Mensagem- (en Tántalo. Versiones poéticas. Madrid . Agora, 1960). (8) Pecado original y Cansa sentir cuando se piensa (en Homenaje. Milán, 1967). (9) Madrid, Guadarrama, 1965, p. 173. (10) Ibidem , p. 579. (11) Se trataba de una asociación de intelectuales al servicio de la República en la que pronto se advierten dos tendencias: la poético-metafísica de los «saudosistas» capitaneados por Teixeira de Pascoaes y el racionalismo con preocupaciones sociales del llamado Grupo de la Biblioteca Nacional, encabezado por Raul Proen<;:a --su Director- , António Sergio y J ai me Cortesao, que se saldrán de A Águia y publicarán la revista Seara Nova. (12) Su nombre procede del título de un poema de Fernando Pessoa: Pauís (Pantanos).


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(13) Se inicia con el poema de Pessoa Chuva Oblíqua. (14) Inspirado en Walt Whitman pero con rasgos del unanimismo francés , el sensacionismo pretende incorporar a un mismo proceso psíquico todas las posibilidades sensoriales, intelectuales y afectivas de la Humanidad de todos los tiempos y en cualquier circunstancia. Magníficos ejemplos dc este ismo los encontramos en la Ode marítima de Fernando Pessoa. (15) V. mi libro A Espanha ante o «Ultimatum», Lisboa, 1975. (16) Permítasenos transcribir por lo que tiene de esclerecedora esta página de Sempre en Galiza de Castelao: «A cegueira dos hespañoes é mal que non ten cura, porque é cegueira vontaria [... ] Empéñanse -por enxemplo- en creren que Portugal vai sempre detrás de Hespaña, imitándoa en todo, inclusive nas modas políticas. Creen que debe ser así e non controlan os seus anceios frente as realidades. Sempre lembrarei unha conversa que sostiven c-un Ministro, o ano 33 , na que él aseguraba que a nosa democrac ia invadiría Portugal , empeñándose en comparar a dictadura de Oliveira Salazar coa de Primo de Rivera. ¡Ilusos! Tiven que facerlle ver que a dictadura primorriverista, que causou o derru~amento da monarquía en Hespaña, era eqUIvalente a de Xohan Franco, qua causara o der~ubamento da monarquía portuguesa. 1 engadlnlle: «A dictadura de Oliveira Salazar é a que vai vir a Hespaña se vostedes non saben evitala». O Ministro ceibou unha gargallada ~ declarou-me que xa sabia él que os «sepa ratistas galegos» andábamos en tratos ilíc!~os. cos portugueses (esto denunciárao un penodlco madn leño), amostrándome así o desagrado que ll e causaran as miñas verbas. Non tardamos en ver a Lerroux e G il Robles fac~ndo de Sidon io Paes. E por fin chegou a dictadura que os repub li cáns españoes non souperon cvitar por repetiren o desbaraxuste den:ocrático-liberal de Repúb lica portuguesa. O plor é que os acontecimentos en Hespaña --cnsaiados primeiramente en Portugal- son málS grandes , máis gordos máis irreprimibles (Madrid, 1975, p . 189). ' (17) Para el siglo XIX puede consultarse mi trabajo O tricentenário de morte de Camoens visto pela Imprcnsa madri lena contemporanca ou do desconhecimento da realidade (lolífica portuguesa na Espanha dos primeiros tcmpos da Restauradio borbónica (in Estudos de História de Portugal vol. JI, secs. XVI-XX. Homenagem a A. H . de Oliveira Marques. Lisboa, 1983 . Para el s. XX son funJamen tales los trabajos de Hipólito de la Torre: Conspira~iío contra Portugal. 1910-1912. Lisboa. 1978: Na encruzilhada da Grande Guerra. Po~tugal-Espanha 1913-1919. Lisboa, 1980; RelaCIOnes hispano-portuguesas (1919-1930) (in

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Revista de Historia Contemporánea, n. ° 1. Sevilla, 1982); Antagonismo y fractura peninsular. España-Portugal 1910-1919. Madrid, 1983; Los esfuerzos nacionalizadores de la Política Exterior portuguesa (1910-1919) (in Estudos de de História de Portugal, vol. JI). (18) V. La vida contemporánea (in La ilustración Artística, julio de 1911). (19) El único premio previsto en la convocatoria fue otorgado, pero no por unanimidad, a Romaría de Vasco Reis, un fra ile franciscano que consiguió imprimir a su obra el signif icado social anticomunista que esperaba el organismo oficial que había instituido el premio, cosa que no ocurría con el libro de Pessoa. Gracias al Presidente del J urado, su viejo compañero de Orpheu António Ferro, y a haber obtenido algún voto se creó para Mensagem un premio de «segunda categoría». (20) Nacidos respectivamente en 1893, 1894, 1896, 1901 Y 1900. (21) Todos ell os además bastante longevos: Lopes Vieira moriría a los 68 años, Afonso Duarte a los 74 y Afonso Duarte y Teixeira de Pascoaes a los 75. (22) En el n.O 4 de la rev. Olvidos de Granada (febrero de 1985), Enrique J. Nogueras publicó dos postales de Garda Lorca a Teixeira de Pascoaes (una fechada en San Sebastián el 8 de mayo de 1923 y otra fechada en Granada el 10 de agosto del mismo año), descubiertas por mí en la casa de este último, en las que se evocan los días que Teixeira de Pescoaes había pasado en la Res idencia de Estudiantes. (23) Angel Marcos de Dios ha publicado un tomo de Escritos de Unamuno sobre !Portugal. Paris. Fundar;:ii.o Calouste Gulbenkian, 1985. (24) V. mi trabajo Curros, os escritores portugueses e o Ultimatum (in Grial, n.O 46, Vigo, 1974). (25) V. m i trabajo Sobre la lira lusitana de Curros Enríquez: poesías perdidas y nuevamente halladas (in Grial, n.O 20, Vigo, 1968). (26) V. m i trabajo La lusofilia de D." EmiIia Pardo Bazán (in Homenaje universitario a Dámaso Alonso. Madrid, 1970). (27) V. m i libro A Espanha ante o «UItimatum». (28) Entre los papeles de Teixeira de Pascoaes encontré u nas interesantísimas cartas de R ibera Rov ira al director de A Águia que próximamente publicaré. (29) V. Joao Gaspar Sim6es: Vida e Obra de Fernando Pessoa. 2 vol. Lisboa, s. a. ¿1950?, t. T, pp. 201 -202. (30) V. Anlónio Pedro V icente: Almada ero Madrid (in Almada. Compilar;:ii.o das comunicar;:6es apresentadas no «Colóquio sobre Almada Negreiros» realizado na Sala Polivalente do Centro de Arte Moderna em Outubro de 1984. Lisboa, 1985).


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PILAR VAZQUEZ CUESTA

(31) V. Mário Matos e Lemas: Os amigos portugueses de Ramón Gómez de la Serna (in Arbor, CXVII, n. O 457. Madrid, 1984). (32) V. César Antonio Molina: Pessoa y España (in Anthropos, 74/75. Barcelona, 1987). (33) V. Pombo, 2 vol., Madrid, 1918, t. 1. (34) Esta carta -descubierta por Angel Marcos de Dios en la Casa-Museo Unamuno de Salamanca- fue por él publicada en 1978, primero en el n. O 45 de Co1óquio-Letras de Lisboa, después en el Epistolario Portugués de Unamuno editado por el «Centro Cultural Portugues» que mantiene en París la Funda<;:ao Calouste Gulbenkian. (35) Las tres cartas de Mário de Sá-Carneiro a Unamuno -encontradas también por Angel Marcos- fueron publicadas por él en la rev. Nova Renascen¡;a de Oporto el año 1982. (36) Os Fundamentos Filosóficos da Obra de Fernando Pessoa, 2 vol. Lisboa, 1971 , t. l., pp. 20-21. (37) Persona, n.O 3. Porto, 1979; y en Estudios sobre Pessoa. Madrid, 1984. (38) Esta carta -descubierta por Arnaldo Saraiva- fue publicada en Persona, n.O 6. Porto, 19. (39) Y (40) Versos del poema Boandanza, saude de Eduardo Pondal (in Queixumcs dos pinos (2." edición) y Poesías inéditas de Eduardo Ponda!. La Coruña, 1935. (41) V. La lusofilia de D." Emilia Pardo Bazán. (42) Se advierte esto hasta en los encabezamientos y las despedidas de las cartas que di-

rigieron a Teixeira de Pascoaes escritores gallegos de la importancia de Caste1ao, Vicente Risco, los hermanos Villar Ponte Ramón Cabanillas, Noriega Varela, Aquilino Iglesias Alvariño, Paz Andrade o el pintor Alvaro Cebreiro. (V. Pilar Vázquez Cuesta: Cartas inéditas de Castelao a Teixeira de Pascoaes, «A Nosa Terra», 116, Santiago de Compostela, 1980; y A Correspondencia de Vicente Risco con Tcixcira de Pascoaes, «Grial», 86, Vigo, 1984; el resto de la correspondencia, que pude fotocopiar por gentileza de un sobrino del poeta portugués, el pintor Joao Teixeira de Vasconcelos , la tengo en publicación). (43) V. César Antonio Malina: Pessoa y España. (44) Además de Follas Novas de Rosalía de Castro, de los diez libros en castellano encontrados en la biblioteca de Pessoa hay uno de autor gallego -Influencias de la literatura gallega en la castellana- y otro de autor hispanoamericano de origen gallego: Buscón poeta de Eduardo Dieste, uruguayo hijo de gallego, que estudió en Galicia y fue amigo de Castelao. (45) Se trata de un recorte de periódico con fecha abril de 1915 pegado en la hoja de un cuaderno de Mário de Sá-Carneiro. (46) Franquismo y Salazarismo coincidieron durante casi toda la larga vida del primero y fueron excelentes las relaciones entre sí por un lado de los Gobiernos y por otro de las respectivas Oposiciones. No tuvieron, s in embargo, aqué ll os interés en que se conociesen mutuamente los pueblos de España y Portugal por temor a que, apoyándose, los derrocasen más fácilmente.

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AGUSTINA BESSA-LUIS

Para alérn do princÍpio da palavra. Fernando P essoa e a Gera~iio de 27

«Basta existir para se ser completo» diz Alberto Caeiro. Mas nao é assim. Se uma cri·anc;:a nao falar até aos doze anos, nao poderá aprender mais a falar. Nao é com existir que se é completo; é com encontrar-se na maneira de construir e de pensar, que a pessoa participa do mundo concreto. O pensamento de Hugo Von Hofmannsthal é um pensamento que se serve de materiais mais imediatos, mais fluidos, mais ardentes do que as palavras; aí está talvez a génese poética de Fernando Pessoa. Como ele, Pcssoa duvida poder apreender um pouco que seja da substancia do mundo só com a linguagem. Ele é um apaixonado do enigma da linguagem, a natureza da linguagem. Quase se poderia adaptar o pensamento de Walter Benjamin aos versos de Pessoa: «prosa libertada que rompeu as cadeias da escrita» . Em 1897 (tinha Pessoa nove anos e estava em Durban na África do Sul, com a mae e o padrasto), nasceu em Viena o termo de «Secessao». Esse cotovelo do século deixa a descoberto urna tal quantidade de factos políticos e artísticos em Viena, que só hoje se comec;:a a relacioná-Ios com o destino da Europa em geral. Quando se instaura em Viena o movimento da Secces_ sáo, já estava velho de treze anos o movimento dos Independentes, em

Paris. Ambos correspondem a guerras declaradas. SÓ flue Secessao é urna guerra interior, urna guerra de retirada, de isolamento, de cisma absurdo. O soldado da Secessao nao destroi, nao derruba nada; limita-se a por em causa o sentido dos mitos e a lavar a cara ao passado. É nele que Fernando Pessoa habita, nao como inovador, mas como oficiante. «Urna folha de mim lanc;:a para o Norte, / Onde estao as cidades de Hoje que eu tanto amei; / Outra folha de mim lanc;:a para o Sul, / Onde estao os mares que os Navegadores abriram; I Outra folha de mim atira ao Ocidente, I Onde arde ao rubro tudo o que talvez seja o Futuro, / Que eu sem conhecer adoro.» Nao se trata dum in dependente: pelo menos, Álvaro de Campos nao o é. No entanto, a gerac;:ao dos Independen tes faz um salto sobre os Pirenéus e acampa em pleno Chiado de Lis_ boa. Ela faz parte da avant-garde da História cujos passos acompanha. A História revela-se urna mentira, deixa de lado os fracassados, para só nomear os vencedores. É preciso proclamar a morte do pensamento que este tipo de falso triunfo faz abortar. Pessoa sai, como dum ovo estranhamente incubado longe da galinha-mae, do Apocalipse vital, o Apocalipse jovial que Hermann Broch situa na viragem do


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século. Pessoa corresponde bem a reac<;ao feita as demagogias populistas cuja maré amea<;a submergir a razao. Como Mahler, como Schónberg, como os futuristas e os avan<;:ados que se nutrem do exótico e d'«o Oriente pomposo e f.anático e quente», o Ori ente excessivo que eles nunca verao, Pessoa fascina, incomoda, e até diverte. É o último estremecimento da cultura cIássica em Portugal, como fora a moder_ nidade vienense a fazer secessao perante a recusa a sua dissidencia literária, filosófica e artística. A política toma a dianteira ao humanismo, fazendo-se ela ,p rópria cultura. Trotsky vem falar com os homens de letras ao Café Cen_ tral; o rostro do terror esconde-se sob a máscara da modernidade. «Nao sou nada. / Nunca serei nada. / Nao posso querer ser nada. / Aparte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo. » Eis o exemplo da modernidad e n egativa, de revolu<;:ao conservadora como foi a revolu<;:ao de Pessoa. Herzl pro duz a teoria do regresso a Siao, em 1896, e é assim o primeiro autor político da Secessao. Assim se convida a popula<;:ao dos escolhidos, plebe nova, para se r etirar da área da monarqu ia danubiana, cujos dias estao contados. O austro-marxismo desempenha a fun<;:ao dolorosa de n egar ao poder milenário dos arquiduques loucos a sua faculdade de promulgar leis. O ea torna-se um vagabundo na sua própria casa, e Pessoa é disso um exemplo flagrante. «Estou hoj e vencido, / como se soubesse a verdade. / Estou hoj e lúcido, / como se es tivesse para morrer, / E nao tivesse mais irmandade com as coisas.» Como anunciante do hom em mod erno em Portu_ gal, ele é um nativo do reino da Cacania, o primeiro país a que Deus retirou a sua confian<;:a . «E tudo isto é estrangeiro como tudo » - diz Álvaro de Campos . A ruptura com as palabras, es se amor das colagens, essa barafunda de manhas gramaticais, de neologismos e caligramas , significa urna vontade de

tocar a realidade sem obedecer a língua-mae e as suas regras e a sua sedu<;:ao . Nao tem muito sentido relacionar Pessoa com a gera<;:ao de 27 em Espanha. Em primeiro lugar, ele fica um anglo-saxao pela sua inffmcia na África do Sul, país onde urna tecnocracia moderna anda a par com um espírito fisiocrata convencido das riquezas da terra. O passado, fundo marítimo onde ancorou a sua histeria, a hi st eria como reminiscencia gloriosa, como momento infantil e sexual desbordante, tem as rédeas dos seus versos . Hofmannsthal diz: «Nós nao teremos senao urna existencia crepuscular. A nossa vida nao terá qualquer sentido». Diz isto, tendo em canta o pass·a do cujas raÍzes alim entam a presun<;ao do homem. "Cadáver adiado que procria» é o passado para Fernando Pessoa; o passado lique_ feito e que circula entre a prosa dos seus versos. Ele podia dizer como Lord Chandos: «O meu caso, em suma, é estc : perdi completamente a faculdade de meditar ou de falar sobre que assunto for com coerencia». Transborda dos di scursos de Séneca, da sua área pensante, limitada e bem ordenada, para urna revela<;:ao dum fluido de vida e de morte que atinge todos os seres por igual e impede mesmo a piedade, imp ede o sentimento. É menes do que isso e é mais do que isso. É urna espécie de milagre que o infinito sopra sobre as coisas. Tudo o mais é interrup<;ao, e fútil discernimento. Nao há um parentesco com a gera<;:ao de 27, mas sim um toque de ramos dessa árvore frondosa que é a poesia. Mesmo em Supervielle se encontra a lenta e cerimonial estética de Pessoa, como por exemplo na invoca<;ao do sonho que no poeta portugues deriva para a invoca<;:ao da noite: "Vem, sonho, vem, ajuda-me, / tu tomarás para mim / quanto colher nao pude». Jules Supervielle percorre a senda dos escrúpulos . «A dúvida que segue os meus versos.» E que é senao dúvida


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essa mancha enigmática que Pessoa deixa ao mundo, como quem se cansa de estar triste? Gongorismo há em Pessoa. Mas, como Góngora, ele descongela palavras que o vulgo vai usar como próprias. Henrique Diez-Canedo dizia que «toda a poesia nova é obscura». A lírica, sobretudo, que é feita de intuic;:oes como bater de asas de borboletas e para a qual é necessária uma atenc;:ao de cac;:ador. Dar ordem aos termos da paixao é obra das gerac;:oes que leem os poetas. Pessoa foi um lírico. Nao com a sensualidade dum Alberti, tao florida como um ventre que procria; mas uma sensualidade arruinada, emigrada do corpo com o espírito e com ele inteira. «Para ser grande, se inteiro: nada / Teu exagera ou exclui. / Se

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todo em cada coisa. Poe quanto és / No mínimo que fazes. / Assim em cada lago a lua toda / Brilha, porque alta vive.» As odes de Ricardo Reis respira m essa indignac;:ao perante a trajectória, a evoluc;:ao amadurecida. «Prazer, mas devagar ... » Nao despertemos onde dormen as fúrias, é o seu terrível sussurro de regato, que mal corre para que as erínias fiquem fechadas no seu sono. Em certos versos de Pedro Salinas há uma espécie de vizinhanc;:a com Alberto Caeiro. «Ojalá no fueras nada, / tú, Be piedra, más que tú piedra» - diz Salinas . «A espantosa realidade ' das coisas / É a minha descoberta de todos os dias.( ... ) / As vezes ponho-me a olhar para uma pedra / Nao me ponho a pensar se ela sente» - diz Alberto Caeiro. Ambos se encontram nesse deslumbra-


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mento do facto primeiro, «pedra com alma de pedra», e nao a forma falsa de a submeter a natureza humana. Ponho muito em dúvida a autenticidade do testamento literário de Pessoa. Ele pertence mais a «aglutinac;:ao do centro» que se manifestou pela frase «nós nao somos nada e devemos ser tudo » e que pretende reunir a inteligencia da média burguesia, das profiss6es liberais, pondo em causa o poder das grandes famílias e, por conseguinte, da literatura de principado, com Góngora e Cam6es como epígonos. O pessimismo cultural de Pessoa está ancorado numa fase histórica explosiva que se exprime pela subitaneidade da sua poesia. Walter Benjamin via na subitaneídade a formulac;:ao dum futuro possível. Quando a Razao parece extraviar-se, consegue mais depressa apreender pensamentos que vao servir como teoria de situac;:6es estáveis . Há em Pessoa um contínuo tema da danc;:a macabra explorado pelos artistas da Secessao. A morte nao é urna ale.. goria e um inimigo exterior ou urna praga moralizadora. Ela está na carne, víve no homem, que exala um olor nauseabundo . Os versos de Pessoa tem as vezes essa lírica nauseabunda dos retratos de Bacon e que já Kokoschka descreveu no seu carneiro morto. O belo é feio e o feio é belo. Já um obscuro pensador, em 1902, tinha tomado consciencia da importancia do mundo real, fosse urna pedra musgosa ou um rato, ou urna velha macieira; isso podía ser mais belo do que a mais formosa mulher. A Kokoschka foi atribuÍdo o erotismo da crueldade. Urna crueL dade destacada do sexo e do sistema social, para significar urna nova tentac;:ao erótica - a do corpo quebrado como um recipiente de sofrimento. «A minha alma par ti use como um vaso vazio. / Caiu pela escada excessivamente abaixo. » É um poema da Secessao; todo o seu conteúdo mítico, ridicularizado e reduzido a um caco num tapete por sacudir, aprofunda urna catástrofe cós-

mica. Há nele um manancial de ódio lírico que nao se en contra em mais nenhum poeta. Estao longe as delicio_ sas rimas de Lorca, que nunca foi um trágico, mas um obsecado da castrac;:ao. «Ay, que terribles cinco de la tarde! / Eran las cinco en todos los relojes!». Cinco, sao a mao do homen, os dedos que o podem apontar, agarrar, prender. «El jovencito se olvidaba. / Eran las diez de la mañana. / Su corazón se iba llenando / de alas rotas y flores de trapo.» Sao os dez dedos que o vao castigar, mutilar. A sensualidade infantil de Larca está longe da sensualidade exorcizada de Pessoa. O mundo da percepc;:ao e da linguagem estao mortos, e há nessa brutalidade do concreto urna ascese que funciona como um abandono, urna nudez, urna fatalidade erótica. «Louvado seja Deus que nao sou bom, / E tenho o egoísmo natural das flores.» E recusa o acordo da vaidade entre carne e espírito. A morte é urna execuc;:ao, e, como tal, as massas vao recebe.la de brac;:os abertos; ela burocratiza o que dantes fora sacralizado: o desprezo pelo ser humano. Pessoa marca essa linha de separac;:ao entre a provocac;:ao artística e o facto banal que é a miséria do homem martirizado, ofendido, executado, como o homem de Kafka, sem mesmo se¡ interrogar «como um cao». O cao pessoano nao ladra a lua como os poetas romanticos, os folcloristas ou os gongóricos. Foi a sombra de Góngora que se reuniu a gerac;:ao de 1927. O funeral encenado que se celebrou na I greja de Santa Bárbara teve um significado de discurso poético. Góngora era um patrono, com o seu audacioso sentido da palavra como efeito sobre os sentidos; o sentido do prazer vocabul·a r, que faz dele um moderno. Até Lorca respira Góngora; a cultura pode vir des de o pedantismo, como diria Mairena. Ela corresponde a urna ansia que o ignorante tem, de corrigir a sua b arb árie. Por isso as palavras douradas de Gón-


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gora se fizeram populares. Em 1927 Lorca estreia Mariana Pineda, e seguemse urna quantidade de factos culturais, livres e vivos conforme o secreto desejo dos príncipes inteligentes. Na data em que a gera¡;ao de 27 se agrupa e faz o novo juramento sobre a angústia espanhola, Fernando Pessoa entra na gran de pra¡;a existencial da Europa. António Machado disse que Unamuno morreu repentinamente, como quem morre na guerra. Pessoa morre na guerra ao escrever «O menino de sua mae» . Em 1929 a sua renúncia, o seu olhar por dentro, consuma-se. Ele elimina todo o estorvo ao pensamento, efectuando a castra¡;ao por intermédio duma linguagem cujo veneno ele só conhece. «A flor que és, nao a que dás, eu quero», ou entao es se genial «Prazer, mas devagar» que estabelece um elo entre o príncipe Sebastiao, pronto a dei xar-se matar pela sua virgindade ou o segredo da nega¡;ao erótica. Kokoschka desenhava s;eres mártires da sua heroicidade sexual, em que exigencia erótica era transposta pela exigencia da cultura. Pessoa leu Freud e interpretou a essencia do seu pensamento tace a cultura. Cultura e sexualidade sao irreconci liáveis. É isto qu e a gera¡;ao de 27 celebra de maneira surpreendente com o funeral gongoriano na I greja de Santa Bárbara; celebra o funeral da vanitas barroca e a chegada dos poetas de imagens sólidas. «Yo me llamo Dá.

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maso, escribo en mi cuarto; por la ventana / veo - veo !- mi jardín. / E sto es un jardín; esto una ventana, esto un cuarto; esto soy / yo.» Este poema de Dámaso Alonso podia ser um poema de Fernando Pessoa. Pessoa tem o conhecimento do indivíduo como parte integr,a nte dum todo de u nidade dionisíaca. Ele nao cede a qualquer dos heterónimos a glória dessa quebra de rela¡;oes com a Natureza para dar lugar a experiencia psicológica. Há um protagonista duma pe¡;a de Hofmannsthal cuja razao, perpetuamente inquieta, destrói a intimidade com a Natureza. Esse é o drama pessoano e o drama do homem moderno. A gera¡;ao de 27 pinta ainda o poder do instinto; Pessoa passa dos símbolos míticos, para urna tendencia fortemente apoiada no novo tom nietzschiano : a ideia de que a imagina¡;ao tem por ela a magia de fechar a cadeado as for¡;as do instinto. Resta saber encontrar a linguagem adequada para que essas for¡;as se tornem criadoras e, portanto, civilizadoras; o segredo do impulso de morte estaria resolvido. Mas, até hoje, nem Pessoa, n em ninguém, no passado ou no presente, conseguiu resolve-lo . "Converta-me a minha última magia / Numa estátua de mim em corpo vivo!» Esta é a legenda de Fernando Pessoa, gran de legado de poeta: morrer quem é, para qu e o corpo pensado seja um deus .

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FERNANDO PESSOA

POEMilS INÉDITOS destinados ao

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3 do «Orpheu,

COM U:II PIEFÁCIO DE

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CASAIS MONTEIRO

U~I RETIt.\TO I:-;ÉDITO DE

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INQUÉRITO .. 19:1 3


CARLOS BOUSOÑO

Sentirlo rle los helerónimos rle F ernanrlo Pessoa

Empiezo por decir que sólo observo una relación e ntre la poesía de Fernando Pessoa y la propia de la gener-a ción del 27. Pero, para llegar a percibir esa relación , me veo obligado a intentar descifrar antes la más curiosa manifestación del talento del gran poeta por_ tugués. Me refiero al asunto de los heterónimos. Vayamos a ello, aunque con la parquedad que el tiempo de que dispongo permite. Fernando Pessoa pertenece por su fecha de nacimiento (1888) a la misma generación simbolista en la que se sitúa Juan Ramón Jiménez. Nadie niega hoy gran deza a su obra, que es toda una literatura, pu es está compuesta, de hecho, en lo fundamental, por cuatro poetas distintos. Uno de ellos es Fernando Pessoa ; los otros tres son su heterónimos : Alb erto Caeiro, Ricar· do Reis, Alvaro de Campos (hay, incluso, alguno más de m enos importancia). «Heterónimo» (nadie lo ignora) no coincide en su significado con «seudónimo» . No se trata de un mero nombre con el que se encubre un autor determinado. Se trata de otro autor, como otro modo de entender la vida y el arte, y hasta con otra biografía, aunque todo ello (visión, obra y biografía) venga a ser fruto de la imaginación: un invento, en nuestro caso, de Pessoa. Como en España tenemos un representante de la generación simbolista, Antonio Macha. do, que también practicó la heteroni-

mia (no sólo en el caso de Juan de Mairena y Abel Martín), y en Irlanda otro, Yeats, que, por las mismas fechas, hizo lo mismo (invención de Michael Robartes y Owen Aherne, personalidades que, casi simétricamente se opon en entre sí) cumple que intentemos aquí una explicación de tan intrigante fenómeno, en cuanto algo propio del instante en que el poeta de que nos ocupamos hoy escribe. Empezaríamos por r elacionar el hecho de que hablamos con el f.amoso dicho de Unamuno (otro autor, no por aza r, del mismo estadio cronológico: tomemos nota de ello) acerca de las seis p ersonas que entablan conversación cuando dos de ellas hablan: el Juan y el Tomás reales (conocidos sólo por Dios), el Juan y el Tomás ideales de Juan, y el Juan y el Tomás ideales de Tomás . Unamos estas elucubraciones unamunescas, y todo lo anteriormente recordado, con lo que nos dice el poema XXXVII de las Poesías Completas de Antonio Machado. El poe ta di-alaga con la noche (símbolo de la propia soledad) y le hace una patética pregunta: «Dime / si son mías las lágrima que vierto», o si por el contrario, «mis quejas», añade, son solo <da voz de un histrión grotesco». La noche le responde: «No sé» . «Te busqué en tu sueño / y allí te vi vagando en un borroso / laberinto de espejos». Algo curiosamente seme-


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CARLOS BOUSOÑO

jante afirma Pessoa: «Soy como una habitación con múltiples espejos fantásticos que desvían en reflejos falsos una única realidad anterior que no está en ninguna parte y está en todas» . Alvaro de Campos (uno de los heterónimos de Pessoa, como sabemos) escribe, en idéntico sentido: «Nem nunca propiamente reparei / se na verdade sinto o que sinto. Eu / serei tal cual pare<.;o em mim? Serei / tal qual me julgo verdaderamente? / ... / Nem sei ben se sou eu quem en mim sente.» Exactamente lo mismo que dice Machado. No puede ser casualidad. Saquemos una conclusión de estos hechos y citas: la época simbolista empieza a pensar que el yo concreto es algo de dificultosa determinación, algo en cierto modo incognoscible, del mismo modo y por el mismo motivo por el que en esas fechas, se declara incognoscible (al fondo, Kant) el «noúmenos», lo que las cos·a s son. La impresión aparecerá entonces como lo único que se nos ofrece, lo único que entonces importa. En cada estadio cultural hay siempre un elemento ,primordial, una intuición primera o radical de la que se desprenden todas las otras: la llamaremos la «verd adera realidad » de ese estadio. Podríamos decir, simplificando el asunto sólo lo indispensable, que un período liter ario o artístico cualquiera es siempre el conjunto de las consecuendas psicológicas que en los distintos autores ti ene la idea-madre o «realidad verdad era» de tales años. Pues bien: en el Simbolismo, la «impresión» sería, justamente, la «verdadera realidad » que lo viene a explicar. Lo mi smo ocurre en la Filosofía coetánea. Hus serl, y en general todos los fenomenólogos (<< fenómeno » es lo mismo qu e «impresión») ponen «entre paréntesis» , se desinteresan tanto del mundo como del yo concreto. La atención va solo, también en ellos, hacia la «impresión », hacia el «fenómeno». Añadiré, para completar y dar aoaso

más transparencia a 10 anterior, que la «verdadera realidad» se va interiorizando, de un modo extrañamente m·atemático, desde el Romanticismo hasta el Superrealismo. La cultura, y más concretamente, el arte y la poesía, evolucionan siguiendo esta ley de progresivo ensimismamiento. Primero, la «verdadera realidad» fue el yo concreto del hombre y no la objetividad, que queda reducida a un papel secundario (Romanticismo)_ Después (Epoca Con_ temporánea: 1850-1945), la «verdadera realidad» ya no es el yo concreto, sino lo que está dentro de ese yo, el contenido de la conciencia. Y aún, a lo largo de tan extensa época, podríamos hablar de momentos más breves, que continúan el proceso interiorizador. Pues ese «contenido de la conciencia» será en el Parnaso (1850-1884) la <<impresión estética», el arte; en el Simbolismo (1885-1914), como ya he dicho, lo será la «impresión" sin más (estética o no estética); en el Expresionismo (1915-1930) se tratará de la «impresión modificada». Modificada hacia arriba, hacia la pleni tud (<< Poesía Pura»), o hacia abajo (<<feísmo). Esto último es lo único que se ha llamado hasta ahora de ese modo, pero creo que la denominación de Expresionismo debe ampliarse hacia toda impresión modificada, trátese de deformación o de estilización, con lo cual el momento cultural en su conjunto se unifica y aclara. Finalmente, en el Irrealismo (la Vanguardia que vino después, por ejemplo; el Superrealismo, y la Generación del 27), la «verdadera realidad» consiste en los procesos mentales no conscientemente asociativos del hombre. Procesos que originan, en efecto, irrealidades, símbolos de irrealidad. Si observamos cada uno de estos momentos desde el punto de vista de la «realidad verdadera», hallaríamos que ésta se va alejando cada vez más de la objetividad. La interiorización de que hemos hablado se percibe, justamente, en tal alejamiento. A cada paso, pues,


PESSOA y LA GENERACION DEL 27

la interiorización crece, ley histórica a la que he prestado atención en alguno de mis escritos. Este proceso cultural de adentramiento (visible en el Arte, e n la Poesía y la Filosofía, pero también en la Ciencia: espacios de n dim ens iones de que se ocupan los físicos; sustancias químicas creadas por el hombre, inhallables en el mundo objetivo: los cuatro transuranos, el tecnecio, los plásticos), este proceso, repito, es, pues, lo que exp lica, desde la dictadura de la «impresión », propia del Simbolismo y el consiguiente desprecio del yo concreto, los h eterón imos de Pessoa y los de Machado, los p er_ sonajes Robartes y Aherne de Yeats (as í como los otros fenómenos culturales que se les pueden acercar o equiparar). Pues si mi concreto yo es dudoso o inasible, el po eta se sentirá libre para no intentar expresar ese yo de tan escurridiza o fantasmal entidad, s ino el yo de otros seres que, precisa.. mente por ser imagin arios, acusan un bulto más fácilm ente inteligible o precisab le. E, incluso, cuando los poetas de ese tiempo hablan, aparentemente, de ese «sí mismo» en que dubitativam en te consisten, eliminan, de tal «sí mismo» o yo, la concreción, y lo que aparece entonces es un ·m ero soporte de las impresiones o vivencias qu e es lo único que en ese instante resulta decisivo. Un yo universal, un yo abstracto, o, como diría Husserl, una «conciencia pura». Tal es lo que vemos en la po esía entre el Parnaso y el Sup errealismo. De impersonalización habla, justamente, el heterónimo Alvaro de Campos. La poesía es para él, escribe, «fijar un estado de alma en verso que lo traduzca impersonalmente». Y el propio Pessoa nos aclara: «Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización». Los heterónimos son, pues, uno de tantos frutos del proceso interiorizador tan p eculiar de los años a los que me he referido, que, como he indicado ya, impersolwliza la voz del narrador poe-

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mático, al despreciar, la concreta subjetividad del poeta, yendo más hacia adentro, hacia la intrasubjetividad. La prueba de ello, si, aparte lo dicho, la necesitáremos, habría de ser el hecho de que tal impersonalización tiene insisto, otras manifes taciones, distintas pero h ermanas de la heteronimia. En primer lugar, la supuesta impasibilidad de los parnasianos, y, después en el Simbolismo y en las escuelas siguientes, el uso a veces de un «tú» en vez de un «yo» (<<¿ qué buscas, poeta, en el ocaso?»), o bien de un «nosotros». (<< Crear fiestas de amores I en nuestro amor pensamos ... ») o un «él», no menos significativo, aunque menos frecuente «<cuando murió su amada I pensó en hacerse viejo ... »); la presentación abstracta de lo Íntimo «<el alma», «el recuerdo », «el corazón», en vez de «mi alma», «mi recu erdo », «mi corazón»; el empleo de verbos en forma impersonal (<<no recordar nada», «vivir siempre una vida I de después o de nunca»; «¡salir, por fin, salir .1 a glorias, a rocíos ... !, etcétera». El famoso «caso Pessoa» se di su elve así en una pluralidad de h echos similares, con una evidente causa común. No se trata, por consiguiente, de algo que se nos haga incomprensible, por su exclusividad, o que sea hijo de una psicología patológica, «neurósis proteiforme», según alguno de sus críticos (Rafael Santos Torroella) ha dado a en_ tender. Es un rasgo que se desprende, con toda naturalidad, como ocurre siempre, de la «realidad verdadera» que caracteriza a todo el período «contemporáneo» y que es ya sumamente manifiesto en el momento simbolista del que Pessoa forma parte: el hecho de importar el contenido de la conciencia y no el yo concreto, biográfico del autor. Esta es la única semejanza que veo entre Pessoa y la generación elel 27: ser dos hitos, uno (la generación del 27) más avanzado que el otro (el Simbolismo) del proceso interiorizador, y por tanto, ya desde el Parnaso, im-


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CARLOS BOUSOtilO

personalizador de ,l a visión poemática, que en el autor portugués tiene es'a manifestación heteronímica tan espectacular, que lo convierte, de hecho, en un poeta dramático desde su lirismo (y eso es lo que nos sorprende). Lo mismo que Shakespeare inventó a Hamlet, Pessoa inventa a Caeiro, Reis, de Campos, etc. Sólo que estos personajes son autores, a su vez, de poemas yeso último es lo significativo y lo nuevo, y, por tanto, lo que requería explicación.

Después de todo, cuando Gerardo Diego escribe simultaneando la poesía creacionista y la poesía de estructura tradicional está haciendo una cos,a muy similar a lo que hizo Pessoa con sus heterónimos, con la única diferencia de que nuestro poéta del 27 firmó ambos tipos de obra con su mismo nombre, en vez de atribuir uno de ellos a un personaje ficticio, como hicieron, antes, Machado, Yeats y, especialmente, Pessoa.


6. La poesía actual CÉSAR ANTONIO MOLINA MARIA DA GLORIA P ADRAO JOSÉ MANUEL MENDES ANTONIO HERNÁNDEZ JESÚS MUNÁRRIZ



CÉSAR ANTONIO MOLINA

La última poesía portuguesa

Ante todo quisiera dejar claro que esta panorámica de la última poesía portuguesa, está hecha desde mi particldar óptica de lector y poeta más que de la de crítico o estudioso de la literatura del vecino país. Con respecto a los más jóvenes, de los que al final haré un retrato personal y literario, su elección proviene de mi estima hacia su obra en marcha, así como por la amistad que me une a ellos, en especial con Al Berto y Eduardo Pitta. Coincidiendo con nuestra posguerra, en el año 1940, se produce en la poesía portuguesa un importante acontecimiento. Las disputas entre los cultivadores de una poesía pura y aquellos otros que, tras la colaboración del salazarismo con el fascismo, reivindicaban una mayor opinión del escritor en los asuntos políticos, conducen a una ruptura. La revista Presen9a que, desde el año 1927, había sido el órgano difusor del primer modernismo (término con un sentido diferente al nuestro, a causa de sus vinculaciones con las vanguardias históricas) del grupo formado en torno a la revista Orpheu (1915) y otras. Es decir, Fernando Pessoa, Mário de Sa-Carneiro y Cía., finaliza. Ellos mismos se habían considerado como un segundo modernismo. José Regio (190L 1969) fue la cabeza más visible junto con Adolfo Casais Monteiro (1908-1972) y otros. Miguel Torga (1907), uno de

los rupturistas, llevaría desde entonces un camino independiente. «Arte poética» de Mario Dionisio (1916), a decir de A. J. Saraiva, puede considerarse como el manifiesto poético del grupo. José Gomes Ferreira (1900) dará un sentido más personal y existencial al neorrealismo, mientras que un surrealismo brillante pero tardío, hega de manos del pintor y poeta Mário Cesariny (1923), Alexandre O'Neill (1924) y António María Lisboa (1928-1953). Mário Cesariny de Vasconcelos ha sido, de entre todos, el más influyente en las posteriores generaciones de poetas. Pena Capital (1957) es el libro que mar_ có lo más característico de su militancia vanguardista. Sobre este movimiento acaba de aparecer un libro muy interesante de María de Fátima Marinho O surrealismo em Portugal (Impresa Nacional- Casa da Moeda); de la misma manera que Clara Rocha, también en esa editorial, ha hecho lo propio con las revistas portuguesas . El lector podrá encontrar allí abundantes referencias y análisis de las publicaciones surrealistas. Maria de Fátima Marinho, además de profundizar desde el punto de vista histórico y bibliográfico, dedica su tercer capítulo a Cesariny, poniendo en evidencia que en él, como en muy pocos otros escritores y artistas, se resume casi todo lo mejor de las vanguardias de este siglo. Alexander O'Neill evolucionaría hacia un tipo de


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poesía experimental, comprometida con la realidad política de su tiempo. Todo esto quedó reflejado en el shakesperiano título de uno de sus libros más conocidos No reino da Dinamarca. Esta tercera vía se prolongará a lo largo de los años cincuenta y parte de la década siguiente. Pero, paralelamente a estos grupos, van surgiendo una serie de figuras individuales como las de Eugenio de Andrade, Sophia de Mello Breyner o Jorge de Sena (poeta al que traduje y estudié en diversas oportunidades). Todos ellos buscan por medio de la expresión poética, una nueva manera de enfrentarse con el cuerpo y el amor, en el caso de Andrade; con una rica expresión metafórica, en Sophia, así como una compatibilización de lo cultural y erudito en De Sena. Tras la desaparición del surealismo militante y coincidiendo con los inicios de la guerra colonial en Africa, a comienzos de la década del 60, la poesía portuguesa trata de tomar un contacto mayor y panteísta con su espacio vital, a través de ciertos aspectos irracionales como en el caso de Herberto Helder (1930) o de António Ramos Rosa (1924); o desde un punto de vista más trascendente en Ruy Belo (1933-1978). Helder se convertirá en el gran revulsivo de la poesía portuguesa de finales del 50 y 60, a pesar del total alejamiento de los círculos del poder literario. Herberto Helder es un poeta de difídI lectura, hermético. Toda su poesía está engarzada a través de múltiples referentes culturales, lingüísticos. Lo onÍrico e irracional tiene una presencia decisiva que no se encuentra nada ajena a lo esotérico. Herberto Helder practica una poesía cósmica, de interpretación de todos los fenómenos circunstanciales ajenos -pero fundamentales- al individuo. O amor em visita (1958), su primer libro, produjo un efecto revulsivo en una literatura polarizada entre las modas foráneas y las militancias extrapoéticas internas. Parecido efecto produjo A colher na boca.

El movimiento Poesía 61 compuesto por Fiama Hasse, Camisiro de Brito (1938), María Teresa Harta (1937), Gastao Cruz (1941) y Luíza Neto Jorge (1939), fue, en cuanto grupo estética y políticamente organizado, el último movimiento relevante. Casimiro de Brito fue uno de los promotores de Poesía 61 y de la revista Poesía Experimental, cuyos dos únicos números se publicaron en 1965 y 1966. Es durante este período en el que la poesía portu guesa alcanza un mayor contacto con la brasileña del grupo Noigandres encabezado por Haroldo de Campos. Los poetas del 70 y del 80 forman parte (quizá como sus compañeros españoles) de una no·generación; son autores inorgánicos . Los poetas de este grupo pretendieron hacer una síntesis entre algunos aspectos del neorrealismo vinculado a cuestiones vitales del individuo y otros más imaginativos procedentes del surrealismo. Ambas tendencias, con la presencia perpetua de Fernando Pessoa y la búsqueda de cierta pureza, se mantedrán siempre latentes en todos los poetas posteriores. Pero paralelamente al grupo del 61 hubo otros autores que, partiendo de las experiencias anteriores de la poesía concreta y visual, así como otras procedentes de campos como la lingüística moderna y la crítica estrueturalista, pretendieron transgredir y violentar el discurso normal del lenguaje. En este ámbito surgieron Ana HatherIy (1929) y Alberto Pimenta (1937), además de Mela e Castro (1932), preocupado por una poesía visual evolucionada en nuestros días hacia fórmulas relacionadas con el vídeo. Los poetas tutelares de la generación del 70 son, entre otros, Joao Miguel Fernandes Jorge (1"943), Joaquim Manuel Magalhaes (1945) y Nuno Júdice (1949) . 50b sobre voz (1971), COl1.seguencia de Lugar (1974) y A n09ao de poema son, respectivamente, algunos de sus libros más interesantes. Los dos primeros están influidos por la litera..


LA POESIA ACTUAL

tura anglosajona (Eliot, Pound, D. Thomas .. . ), mientras que Júdice retoma el romanticismo alemán. Otros nombres a señalar : António Franco-Alexandre (1944), Fátima Maldonado (1941) autora de un destacado libro titulado Ciudades indefensas (1980), dond e se analiza el papel de la mujer portuguesa ante el amor y el microcosmos de la vida cotidiana muy relacionado con su ciudad natal de Elvas (fronteriza con Badajoz), Manuel Antonio Pina (1944) el más cercano a la herencia dubitativa pessoana, Luís de Miranda Rocha (1947) ... Los poetas puente entre el 70 y el 80 son José Agostinho Baptista (1948), Al Berto (1948) que introduce el tema moderno de la ciudad, la droga, el sexo, el rock and roH en su primer poemario aparecido en 1977 A procura do vento l1um jardím d'A gosto, Eduardo Pitta (1949), Helder Moura Pereira (1949) en la línea de J. M. Jorge y J. M. Magalhaes, Paulo da Costa Domingos (1953), Isab el de Sá (1951), Luís Miguel Nava (1957) o Jorge de Sosa Braga (1957), poeta de O Porto, con un poemario de ciertas reminiscencias cuL turali stas novísimas titulado Plano para salvar V enecia. La posible y todavía dudosa generación de los 80 cuen_ ta ya con nombres como los de Fernando Luís (1960), Adília Lopes (1960), Rui Baiao (1953), Manuel Fernando Gon<;alves (1951), R. Lino (1952), Gil Nozes (1954) ... Hay otros poetas como António Osório (1933), Pedro Tamen (1934), Assis Pacheco (1937) o José Bento (1932) que han llevado una línea independiente. Osódo, por ejemplo, publicó su primer libro A raíz afectuosa en 1972 cuando rondaba ya la cuarentena. Acaba de aparecer una Antología de su obra traducida por Angel Crespo (Olifante, 1986). El propio antólogo comenta que la ohnl del autor de libros como A ignorancia da morle es «serena y reflexiva, no caren te de implicaciones morales y sociales, la suya no debe ser calificada -siguiendo usos de nuestra

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crítica- de «culturalista », si al hacerlo queremos referirnos a una delectación esteticista y estéril.. .». Alguna bibliografía mínima sobre la poesía portuguesa actual puede encontrarse en los siguientes libros . Os dois crepúsculos de J . M. Magalhaes, 10 anos de poesía em Portugal (1974-84) de Manuel Frias Martins, libro muy parcial donde se ve a la poesía desde una óptica política, A poesia portuguesa hoje de Gastao Cruz, Poesia portuguesa: do Orpheu ao neo-realismo de Eugénio Lisboa, está pendiente de aparición un segundo volumen que va des de el surrealismo a los años 80. Simbolismo, modernismo e vanguardas de Fernando Guimaraes o A poesia moderna e a interroga{:ao do real (2 tomos) de António Ramos Rosa. Las antologías más importantes son : Líricas Portuguesas de Jorge de Sena (2 tomos), Líricas Portuguesas de António Ramos Rosa y la Antologia da Poesia Portuguesa 194077 (2 tomos) de M. Alberta Menéres y E. M. Melo e Castro. Los lectores españoles cuentan con la de Angel Crespo (bilingüe y en 2 volúmenes, Edt. JÚcar). La recientemente aparecida bajo el título de Siao es, de entre las últimas, una de la más controvertidas. Prepa_ rada por Al Berto, Paulo da Costa Domingos y Rui Baiao, va nada menos que desde autores de mediados del XIX como Antero de Quental o Cesário Verde, pasando por Pessanha, Fascoaes, Pessoa, Sa-Carneiro, Jorge de Sena, An_ drade, Helder; hasta ellos mismos. El prologuista, Alexandre Melo, dejaba claras las intenciones de la misma en las siguientes líneas: «Ao contrário do que muitas vezes se diz, numa antologia de poesia nunca falta nenhum poeta, nem nenhum poema. Porque urna antologia se define pelo que inclui e pelo que exclui : esse, o ponto de partida. Portanto, nesta antologia nao falta nenhum poeta, o que nao quer dizer que a um ou outro poeta nao passe a faltar esta antologia» .


CESAR ANTONIO MOLlNA

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AL BERTO

(1948)

Desde el año 1967 al 76 vivió fuera de su país. Se exilió por razones políticas y, principalmente, a causa de su rechazo a participar como combatiente en la guerra colonial. Vivió casi todos esos años en Bélgica y estudió artes .p lásticas en Bruselas, en la Escuela superior de arquitectura y artes visuales. Califica su experiencia europea como una bajada a los infiernos. Para sobrevivir tuvo que realizar infinidad de trabajos algunos de ellos inconfensables. Hoy está decidido, ante el inconformismo con el medio en el que vive y el desencanto político postrevolucionario (llega incluso a calificar a Otelo Saraiva como un «naif» y de analfabetos a todos los que están en la As·a mblea de la República «en donde tergiversan a Pessoa después de haberlo leído apresuradamente en la edición del Círculo de lectores») a volver a exiliarse, a perderse en un país indeterminado del norte de Africa. Sus dos primeros libros A procura do vento num jardim d'agosto (1977) y Meu fruto de morder, todas as horas (1980), tienen abundantes referencias cinematográficas, se habla del sexo, la droga, el rock and roll, del nomadismo en la ciudad, sin ningún tipo de contención. Son el reflejo de un espectador marginal, de la convivencia de un emigrado cultural con los otros emigrantes económicos, del desarraigo y la incapacidad de integración en otro espacio. «También existe una relación con las cosas de la naturaleza desde cierto misticismo que luego reaparecerá en la segunda etapa de mi obra, en títulos como Trabalhos do olhar (1982), Salsu_ gem (1984) o Tres cartas da memória das Indias (1985), este último de un carácter eminentemente narrativo. Reflejan toda una memoria que tiene que ver con la ciudad, las pasiones más violentas y sobre todo, una especie de melancolía y saudade por lo que vendrá. Cada vez es más latente la presencia

del mar y el dolor ante la destrucción de la naturaleza, de un mínimo Paraíso corrompido por el avance indiscriminado del hombre». Al Berto (Alberto Pidwell Tavares) recuerda, por ejemplo, la destrucción a la que fue sometida Vila de Sins a causa de la creación de un complejo petrolífero. En O medo (contexto, 1987) reunía su trabajo poético publicado de 1974 a 1986. Sus preferencias están por poetas como Mário Cesariny, Herberto Helder y Joaquím Manuel Magalhaes. Entre los extranjeros, Rimbaud, Rilke, la Yourcenair, Burroughs, la Beat Generation, Lowry, etc. De entre los españoles habla de Biedma y no sabe con cuál de los dos Panero quedarse. Su admiración por Gide le hizo mandarle algunos de sus libros sin obtener respuesta. No le guarda rencor. EDUARDO PITTA

(1949)

Vivió y vive en el dilema de tener dos patrias y de, al mismo tiempo, no tener ninguna. A este respecto escribió en 1971 un verso lapidario : « ... apátridas que somos / de aquella patria que nos sobra» (<<Un cao de angústia progride»). Culturalmente ligado, desde la infancia, a la matriz portuguesa, mantiene también una fuerte relación con el mundo cultural anglosajón a causa de la vecindad mantenida con Africa del Sur. «Mi transferencia de Mozambique a Portugal no se produjo sin sobresaltos. La descolonización (1975) fue una cuestión traumática y las secuelas de la guerra colonial (1961-1975), en la cual tuve que participar (1970-1974), explican el resto . Mi .poesía no puede ser cabalmente entendida, aunque existan otras lecturas, si no se tienen en cuenta esos antecedentes. Otros (Camus, M. Duras, Conrad, Pessoa) pasaron por lo mismo desarraigados como yo, todos éstos y un montón de mozambicanos: Rui Knopfli, Alberto de la Cerda - citados en la antología de Crespo-, Grabato Dias, Fernando Luís, etc.».


LA POESIA ACTUAL

Pero la poesía de Eduardo Pitta refleja igualmente otras preocupaciones, pues no es apenas, en la expresión feliz del poeta gallego Ramiro Fonte «un sentimiento de la tierra perdida» . «Desde luego cuestiones existenciales, de desasosiego interior, caos urbano, memoria de lo irrecuperable, derecho a la diferencia, etc.». En su expresión considera que debe algo a Sophia de Mello, «en la música, el ritmo, la oralidad», a Knopfli, «en la temática», a Joao Miguel Fernandes Jorge «en la forma y contenido, en los temas más recurrentes», a Carlos de Oliveira «en aspectos formales». Sus autores extranjeros son V. Woolf, H. James «en cierto modo las preocupaciones de un grupo como el de Bloomsbury recorren muchos de mis poemas sobre todo a partir del tercer libro A limguagem da desordem», Penna, Ungaretti, Cavafis, Ritsos, especial mención hace del español Jaime Gil de Biedma y, formalmente, René Char «sin olvidar la herencia desde siempre latente de Pound o Theobaldy, un escritor alemán de mi generación nacido en 1944». En una de sus últimas publicaciones Archote Glaciar, lo iniciaba con una cita de la novelista brasileña Clarice Lispector. Subraya su desagrado por casi todo lo francés y de los españoles de la Generación del 27 prefiere a Cernuda. «Creo que todos somos deudores de Borges y que la poesía de este siglo XX lo debe al magisterio de Pound y Eliot». MANUEL FERNANDO GONC(ALVES (1951) No cree haber tratado en sus libros Isaac (1985) y Outra geografía (1986) otros temas específicos que los habituales en cualquier poeta de cualquier siglo. "Mi poesía trata de mantener una tensión entre la memoria y la sincronía del momento en el que se siente y actúa». Le preocupa más el aspecto formal que los temas, «la disciplina en la utilización de un lenguaje del que ansío su simplicidad. En este sentido

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siempre me asombró la lírica galaico_ portuguesa de los cancioneros medievales». Herberto Helder, Gastao Cruz son algunos de los poetas portugueses contemporáneos que le merecen respeto. W. C. Williams, Eliot o Borges son sus preferencias extranjeras. De los españoles solamente le suenan Antonio M~ chado y Vicente Aleixandre. RUI BAIAO (1953) Es un lisboeta que ejerce la medicina general. Libros como Mix dixit, Quiasma o Nihil expresan una preocupación más que por su entorno inmediato, por todo el planeta a punto de sucumbir ante la catástrofe. Rui Baiao trata de aunar todos aquellos elementos con los que se podría construir un poema después de ese estallido final. Se considera un internacionalista que pugna porque la poesía sea el reflejo de la unidad de todas las artes. Opta por poetas como António María Lisboa muerto prematuramente y compañero de Cesariny en la aventura surrealista, y Herberto Helder. Sade, Passolini, E. Jünger o Celine son algunas de sus preferencias foráneas. De entre los autores contemporáneos vecinos sólo leyó a Juan Goytisolo yac. J. Cela (Oficio de tinieblas). PAULO DA COSTA DOMINGOS (1953) Es de entre todos los poetas quien se declara más abiertamente como un escritor profesional, aunque para ello tenga que seguir trabajando en una editorial. Heredero del surrealismo, del «momento mágico de Péret». El mismo califica a su poesía como de «arqueología urbana». Violeta nautica (1985) o Cicatriz (1986) expresan ese tipo de escritura fragmentaria ligada a un condicionamiento físico específico, a la presión urbana, a la opresión cotidiana, a la fracturación del lenguaje habitual por el publicitario. Tras todo eso se busca un equilibrio, un silencio.


CESAR ANTONIO MaLINA

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Paulo da Costa muestra sus preferen_ cias por Mario Cesariny, Herberto Helder, Luíza Neto Jorge y "por razones personales» por Carlos de Oliveira cuya novela Finisterra abrió una importante brecha en la narrativa de vanguardia. Diferenciada entre sus preferencias de lectura y aquellas otras implicadas en su propia creación. A ambos grupos p ertenecen autores como Lautreamont, Artaud " él sólo sobrepasa todo lo que de mejor podía esperarse del surrealismo mundial», Max Stirner y «un autor enigmático hasta en su nacionalidad como Fulcanelli». Rechaza el aspecto cuasi-religioso de la Beat Generation, le interesa la experiencia de »liquidación del lector a través del texto» en Burroughs, y se siente cada vez más alejado de Kerouac y Ginsberg. Detesta lo francés y, sin embargo, reconoce que la matriz del lenguaje y la literatura portuguesa proviene de allí. Su conocimiento de la literatura española contemporánea es un tanto desordenado, recuerda haber leído a autores como Antonio Machado y Juan Goytisolo (Reivindicación del conde don Julián), también admira a Buñuel en su faceta de narrador. ADíLIA LOPES

(1960)

Es de entre todos sus compañeros de generación quien reclama para su poesía una tradición que se remonta a poetas clásicos portugueses como Nicolau Tolentino (1740-1811) o Bocage (1765-1805). El primero de ambos uno de los más celebrados poetas satíricos, el otro quizá el mayor poeta lusitano del siglo XVIII, precursor del movimiento romántico en Portugal. De entre sus coterráneos más cercanos están Ruy Belo, Luíza Neto Jorge y Fátima Maldonado. Sylvia Plath acapara su preferencia por autores extranjeros. A Adília Lopes le interesan fundamentalmente aquellos objetos de la vida cotidiana que, tras una aparente fragilidad, esconden un poder raro y

maligno. «Es una visión demoníaca de lo cotidiano. Me interesan las flores que pueden transformarse en fieras, las ropas ambiguas, las joyas de misteriosos reflejos, todas aquellas cosas que se encuentran en aparente silencio dentro de la casa, dentro de cuartos, en recintos cerrados. Hasta ahora solamente publicó dos libros Um jogo bastante perigoso (1985) y O poeta de Pondichéry (1986). De la literatura española conoce a Santa Teresa, Platero de J. R. Jiménez y la poesía de Lorca. FERNANDO

Luís (1960)

Es originario de Mozambi:que. Tras la descolonización se trasladó con su familia a la antigua metrópoli. Este cambio de lugar lo contempla de una manera positiva «aquí he tenido la mayor conciencia de un espacio cultural dado que en Mozambique estaba limitado por la influencia y los habitos anglosajones de Africa del Sur». Siente cierta nostalgia por la pérdida de esa memoria parcial de su vida. En el año 1984 su primer poemario Conspirador celeste recibía el Premio Revelac;:ao de la Secretaría de Estado para la Cultura. El lo considera muy juvenil, influenciado por la idea del cuerpo que se desprende de autores como Eugenio de Andrade, Joao Miguel Fernandes Jorge y Joaquím Manuel Magalhaes. Solón, su segunda entre todavía inédita, trata sobre <<la vivencia erótica del cuerpo como ética a través de la violación de ciertos mecanismos represivos integrados inconscientemente en los habitas de la mayoría de la gente». Fernando Luís no cree que la revolución trajera ningún cambio profundo de la moral social, «quizá hubo una ilusión momen.. tánea pensando en que esto iba a llevarse a cabo. Hoy sigue existiendo una oculta represión y lo que a veces es peor una autorrepresión». Eliot, Perse, Kavafis y Biedma son algunos de sus poetas preferidos, aunque por encima de todos ellos se encuentran los filmes de Fasbinder.


MARIA DA GLORIA PADRAO

o

recado <tue vos trago é de amigos

Aceitei estar aqui hoje para fa lar de poesia actual no meu país. Nem sabia o que fazia quando disse siro pois logo várias questoes me embarac;aram. A primeira foi o que entender por poesia «actual »: a que se escreve ou a que se le? Ou as duas? Sem instrumentos de análise, que nao os há, para saber o que se le..e é tao grave a falha como importantes as solicitacoes que inclinarao as pre.. ferencias (pelo que sei, no domínio da ficc;ao o escritor ma,i s reeditado é ainda Camilo Castelo Branco), procediao arrumar da primeira eliminatória e entendi, para o momento, «poesia actual» como a que se publica. Mas surge a se.. gunda questao: qual a amplitude cronológica de «actual». O convite aí era olaro- «Depois da Revoluc;ao dos cra.. vos e da morte de Franco» (apesar de urna mudanc;a de regime naO significar necessariamente urna mudanc;a de atitude cultural e, portanto de postura poética). SÓ que terceiro problema se imbrinca: a finalmente permitida festa da comunicac;ao toda porque a censura acabara (mas naO o espírito da Inquisic;ao que nos deve ser já estructral), sucede se a publicac;ao até hoje em Portugal de mais de mil títulos de poesia. Perante tanta pujanc;a (quantitativa ... ) havia que limitar ainda o campo da pesquisa quer por impossibiüdade material de acesso, quer por impossibilidade pessoal de es_ tudo em prazo curto. E a primeira

tentac;ao foi a de escolher para estudo os nomes mais importantes que circulam em Portugal. Mas esses grandes embaixadores de modos de ser portugues em Portugal e no mundo, escreviam já desde muito antes do 25 de Abril e nao roudaram os seus comportamentos de imaginário após ou por causa dessa data. Havia outros nomes mais falados, há outros nomes mais fa. lados que surgem depois de. Mas como nem sempre o mais falado é necessaria. mente o melhor sobretudo quando se sabe como se processa, muitas vezes, o transporte da «qualidade» (e penso, por exemplo, em Pedro Tamen, poeta altíssimo mas naO veiculado por palcos mundanos e por isso pouco referido nos circuitos da comunicac;ao) ainda nao me sen tia estabilizada num critério que relativamente me acalmasse. Até que o encontrei, relativo e discutível como qualquer outro: o que é que dizem os poetas mais novos do meu tempo? E escolhi como campo de observac;ao só urna colecc;ao criada, teo_ ricamente para dar acceso aos do «primeiro livro» (embora nero sempre fiel ao seu princípio) que tero o sintomático título de «Plural». Assim, proceden do por eliminatórias (e cada urna das razoes por que eliminei SaO outros tantos motivos para questionar problemas muito concretos ero Portugal), me encontrei coro os nomes que servero de base a esta brevÍs_


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sima reflexao (1). Nomes de diferentes idades, de diferentes formac;6es, de diferentes profiss6es, de diferentes lugares geográficos. Mas que nas diferenc;as todas se aliam em seus dizeres e oficinas pelas palavras de um da tribo: «Andam em diáspora os meus amigos ¡;Uneos, porventura, a mesma nostalgia». Essa nostalgia - rumor de fundo- fará erguer um tempo metafísico a partir de um chao de palavras que ora se dispa.. ram como pedras, ora alcatifam os desamparos num timbre dolorido e fugaz (o que acontece na poesia de autoria feminina, sobretudo). Para chegar ao tempo do recurso, esse, o metafísico, organiza-se (organizo agora) um dmone que passarei a designar por Plural/80 e de que as vertentes se dizem: o culto em negat,i vo dos lugares (ocidentais), a construc;ao dos medos, a provocac;ao das transgress6es. Desamparo ou raiva, desamparo e raiva, habitam nos poemas dos poetas que estao num mundo que «destruiu a proporC;ao cósmica», dos poetas que o herdaram como «um foral exausto», dos que r ecusam o sítio «onde o ocidente caiu poluído de vozes». E as ruínas e destroc;os (vocábulos recorrentes) de que sao proprietários com a culpa de um pecado que outros cometeram, irao determinar o acto ,poético como núcleo interpretativo de repulsa e de repúdio. E de fuga . Para um norte sem outro nome, um norte pouco. Para um sul, assim só, sul e sem cor. Para um oriente mais atmosfera que lugar onde tribais vivemos todos as histórias a nossa vista consentidas, com sentidos, das falas roubadas aos profetas (embora elas sejam sempre «escatológicas» ... ) e em Ararat e em Ararat. E em olivais. Para ir para lá, há, naturalmente o lugar real de todas as partidas . Naturalmente, di go nao por sermos um país de larga costa, mas porque 1915 aconteceu em língua portuguesa onde depois quase nada aconteceu a nao ser um texto hipotecado. Pessoa e o seu cais

de pleno e absoluto vazio sao recurso e fantasma em Plural/80 que tem os poemas da inutilidade e da impotencia dos cais de nós . Se é, só em jeito de recado que nos «cais nocturnos» é que se entende urna certa linguagem, se é em fins de tarde que se entende «junto ao cais / urna manha brumosa na praia / a espera de um rei perdido» a ironia do ir quotidianamente passando, é arra.. sadamente que se sabe que «o cais de pedra nunca foi seguro» (em poema «Para o Pessoa ») porque «portugal em terra é um naufrágio» e há «Tanto mar perdido no cais deserto». Mas insiste-se «eis-me também diante des te cais ( ... ) e ponho-me a pensar nos versos que inspirou / no muito que deu para son_ hos / viagens / cartas / comércio / vidas em estado de planificac;ao / e a minha vida so far / até a data ... «Desancorado do cais das coisas / respiro as mulid6es. Aparentemente movo-me / no cais. Este cais e o cais deserto / está repleto de coisas» e «já nao há coisas nem o mar nem as estrelas- / -apenas o cais onde tuda está irrealmente / irremediavelmente desarrumado pessoalizado. / Ali me vejo ver. / Ali me vejo ser visto a ver. / Ali ninguém me ve nem eu vejo ninguém. / Porque todos os tudas sao cegos / aí. «ou, resumindo tuda em outra voz do coral «o verso vulgar: Morrer antes de morrer». Exauridos os apelas grandiosos ou épicos de urna invenc;ao da vida (até p0rque «Mensagem» é de 1934 e já ela nao era solar), reduzida a amplitude dos cais de Orfeu, há-de ser outra a partida para qualquer lugar menos para a Europa que «É tarde para regressar a Europa! ». Mas fica o saldo nostálgico do cais proteico, desertificado e nós nele, e noutro modo de dó e horror por saturac;ao se grita contra a ,devas_ tac;:ao «omnívora» de tu do o que nos sitia e nao é mais o cais. E assim vai comec;ar a construc;ao dos medos e suas variantes de temor (ainda a presunc;ao), ou de acutilancia


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(ainda O gelo) ou de horror (e já o grotesco). Os medos sao de tuda e os carrega urna memória e urna pele. É o medo até do medo e nunca Plural/80 sabe que o medo é a face da coragem. Medo de tuda -porque memórias em suas palavms sao de todos os lugares do refúgio (infancia, juventude, mae, famÍlia, casa, amor, cidade, verdade, história). Eo registo da memória, as vezes em ironia muito fina, as vezes em apaixonada inteligenci.a, escreve grande par_ te das palavras dos poetas para marcar sempre superlativamente a demissao de busca de um princípio de inteligibilidade do mundo-agora e do seu caos. A memória (que é sua fun<;ao em literatura) refor<;a o positivo dos lugares outros (denho medo da memória») contra o negativo dos lugares estes e descende todos os sentidos estáveis para sublinhar as desvaloriza<;5es e opacidades des tes pré.ocupados sem ilus5es e sem raz5es. E que nem tem carpo porque ,,·a contece imaginarmos o corpo quando ternos corpo» diz com profonda ironia, um dos mais sabedo_ res ou sábios poetas destas vozes (António Cabrita). De facto, o corpo dos textos aparece tao saturado de urna ana. tomia humana, tao des dobrado da unha a pálpebra, a pestana, que a satura<;ao de suas vísceras denuncia urna incomodidade e um desajustamento, isto é, a sua própria f.alencia ou a sua própria falácia . Nunca integralmente comunicado, sempre integralmente traído, instala o discurso do desejo numa dramática elocu<;ao de descoincidencias do eu com o carpo, do eu com o mim, e con sequen temen te do eu com o outro em que cada momento de comunicabilidade ou de r ela<;ao é minado por urna corren te disjuntiva que segrega sentidos de morte. O próprio Amor é degrada<;ao para um fim : «Posfácio -«Eu vi já descompor-se o teu rosto, fragmentar-se na pele, nas órbitas, nas comissuras da boca, nos dentes acesos, no terror de se ser vivo ».

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Memórias, rupturas, 'm edos, mortes, solid5es, perdi<;5es, seu s modos exasperados em pextos como arremessos de estilha<;os ou amarguradamente revindicativos - «queria urna perdi<;ao que fosse minha»- pu em inconformismo s serenos porque «no fim da idade / nao preciso de luz para me relacionar / com a descren<;a », porque «Os dias sao os dias, as noites sao as noites, / todo o tempo é tempo de morren>, repudiam a própria memória que «vai prescrevendo, torna-se o mecanismo da desilusao». Há entao que transgredir porque, apesar de tudo, é inapelável a razia sem mais e até nem se encontraram ainda os nomes para os «gestos» e os «no_ mes». Aqui come<;a o coral dos transgressores, real, nítido e preocupante (preocupado?) que esga<;am cinicamente as constru<;5es imaginativas e em pessimismo estrutural (mas também em máscaras de intelectualismo) fe.. cham e cortam a comunica<;ao em oculta<;5es retóricas e esvaziamentos de linguagem críptica, rejeitam anguladamente sensibilidades, esgaravatam a técnica do restauro, que também arrasam, em tonalidades cabalísticas, logocentricas, alucinatórias e despeda<;antes, citam e paracitam para servir ainda finitudes de urna memória cultural (e sab em tudo, alguns deles, os eruditos! ... ) Ou entao, já quase em dissonancia com um mythos de anteriridade e finalisra (tao caracteristicamente presente em tantos momentos da poesia portuguesa) levantam o mythos prospectivo em sorte de culto do infinito, em n egativo, sempre o infinito, ,p orque ele é inexo_ rável e a catástrofe ociosa em cada um, de cada vez ten de sempre para escavar o vazio até já nao poder ser mais. Até aqui ainda nao m ereceu referencia a água no itinerário da sede que é Plural/80 e ela é constante como água só ou acidentada de muitos modos nomeadamente no da linguagem das secre<;5es . Mas nao é o momento de per_ correr os veios líquidos de urna poesia líqui da. Só garanto da sua muita fre-


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quencia e se a refiro assim tao de pas_ sagem é porque na tanta água para a tanta sede, nao há voz que a mate, mas antes a iluda que a utopia é outra! Porque a secura que se escreve é a secura que se quer, que se itera, que se reitera -que se deseja. O grande sonho, o mito, a grande paz utópica, é o deser_ to. Só eventualmente imagen de vazio adjectivo, ele é frequente e essencialmente, ele e suas rimas, a que estrutura o desejo da unidade e da nao-disjun<;ao. É levita<;ao, rela<;ao afectiva com o inteiro silencio, pátria, sensa<;ao cálida, invoca<;ao, protec<;ao englob ante, apagador de lacunas, água clara para toda a sede, tonalidade única, totalidade, lugar certo, centro - «Sempre quis um centro. Esse instante nao existe. Fic<;ao do agora j só a dor torna r eal este longínquo brilho I da montanha, do deserto, do mar e da mulher». Descrto: se questionar a produ<;ao poética de um tempo é questionar o próprio homem e o próprio tempo, que

momento é este em que o infinito para que se tende pelo desejo é o do espa<;o árido? Que homem é esse que transporta a nostalgia da unidade do vazio que o escreve? Em que limite está quem se quer b eduíno esgotado até a exsica<;ao? Em que limiar está quem bate ás portas da desola<;ao a pedir um humanismo? Na «indústria de viver», o desejo do inabitável, do inoperativo, de um nulo sem direito nem avesso, escreve um coral d e texto s, longa transcri<;ao sem aspas da vida e sua longa despedida. «Todo o tempo é tempo de morren> e por isso a solidao e os seu s lugares diz que cada quotidiano «está rodeado de fic<;oes por todos os lados / menos por um a que se chama isto». I sto - este neutro, este des erto, este nada. Pluralj80-nós todos: estamos solitários porque ainda nao descobrimos que a solidao é a voz do maior número ... ... e o recado que vos trago é de amigos: «eis o mar, eis as escarpas, e is de onde».


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NOTAS (1) Alberto Soares, ESCRITO PARA A NOrTE, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (2) Ana Maria Ferreira, ARQUIPÉLAGOS DA MEMORIA, A TORRE DE BABEL E OUTRAS HISTÓRIAS, Lisboa, Gota de Águaj Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (3) Ant6nio Cabrita, O MILAGRE DAS TRIBOS, Lisboa, Gota de Águajlmprensa Nacional-Casa da Moeda, 1982. (4) Ant6nio Magalhaes, A ESCOLA NOCTURNA, Lisboa, Gota de Águajlmprensa Nacional-Casa da Moeda, 1985. (5) Carlos Ferreira Gomes, ALGUNS PASSOS POR ILYBE, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (6) Carlos Leite, O BRILHO DO RESIDUAL, Lisboa, Gota de Águajlmprensa Nacional-Casa da Moeda, 1985. (7) Carlos M. Couto S. c., DO CÉU, PORMENOR, Lisboa, Gota de Águajlmprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (8) Eduardo Paz Barroso, ÚLTIMO PRINCiPIO-O ENREDO DA DISTÁNCIA, Lisboa, Gota de Água jlmprensa Nacional-Casa da Moeda, 1983. (9) Eduardo Pitta, A LINGUAGEM DA DESORDEM , Lisboa, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1983. (10) Emanuel Jorge Botelho, CESURAS, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1982. (11) Fernando Gandra, O LADO DO CISNE, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nac ionalCasa da Moeda, 1984. (12) Fernando Luís, SóLON, L isboa, Gota de ÁguafImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1987. (13) Gil Nozes de Carvalho, ALBA, Lisboa, Gota de ÁguafImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1982.

(14) Isabel Ary dos Santos, ESCASAS PALAYRAS, Lisboa, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1987. (15) Isabel Fraga, FACE, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (16) Isabel Mendes Ferreira, UM CORPO (SUB) EXPOSTO, Lisboa, Imprensa NacionalCasa da Moeda, 1983. (17) Joao Camilo, NA PISTA, ENTRE AS LINHAS, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1982. (18) Jorge Fazenda Lourenc;:o, PEDRA DE AFIAR. Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1983. (19) José Emílio-Nelson, POLIFEMO E OUTROS POEMAS, Lisboa, Gota de Águaj Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1983. (20) Luís Amorim de Sousa, OCEANOGRAFIA, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (21) Luís Filipe Castro Mendes, RECADOS, Lisboa, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1983. (22) Luisa Freire, VERDE-NUNCA, Lisboa, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1985. (23) Manuel Fernando Gonc;:alves, ISAAC, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1985. (24) Manuel Rezende, NATUREZA MORT A COM DESODORIZANTE, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1983. (25) Paulo Tunhas, KLEE, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1985. (26) R . Lino, ATLAS PARALELO, Lisboa, Gota de ÁguajImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984. (27) Yiriato Soromenho Marques, A PROy A DO FOGO, Lisboa, Gota de ÁguafImprensa Nacional-Casa da Moeda, 1987.



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A Poesia Portuguesa e O Meridiano da Revolu~ao de 74. Notas para

UIn

debate

Quando, na primavera de 74, eclodiu a revolu~ao que pos termo, no meu País, a quase meio século de ditadura fascista, a voz múltipla dos escritores assumiu urna nova e natural relevancia. Vinham de longe os versos resistentes, apelativos e sonhadores, plenos de ressonancias sociais . A gera~ao neorealista reivindicara mesmo e manteve sempre urna atitude de denúncia e de combate. Antes e depois dela, muitos foram os que, tal como quantos privilegiaram solu~6es estéticas diferenciadas ao longo das décadas pos-qua. renta, exprimiram sofrimentos e aspira~6es populares, o desejo de urna pátria «livre e insubmissa», para me servir de enunciado célebre de Daniel Filipe. O paradigma antiobscurantista encontrou tradu~6es singularizadas em autores como Carlos de Oliveira e Alexandre O'Neill, José Gomes Ferreira e Raul de Carvalho, Manuel Alegre, Egito Gon~alves ou, entre inÚIDeros, Miguel Torga, José Saramago, Manuel da Fonseca. Era o tempo de escrever, como em Mae Pobre: Tosca e rude poesia, meus versos plebeus sao cora~6es fechados, trágico ,p eso de palavras como um descer da noite aos descampados. Ó noite ocidental,

que outra voz nos consente a solidao? Cingidos de desprezo, somos os humilhados cristos desta paixao. E quanto mais nos gelar a frialdade dos teus inúteis astros, mortos de marfim, mais e mais, genio do povo, tu cantarás em mimo


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Ou, já na década de sessenta, pela mao de Joaquim Namorado: O Douro é um rio de barcos onde remam os barqueiros su as desgra<;as, primeiro se afundam em terra as suas vidas que no rio de afundam as barca¡;:as . ( ... )

O rio Douro é um rio de sangue, por onde o sangu e do meu povo corre. Meu povo, liberta-te, lib erta-te!, Liberta-te, 'meu povo! - ou morre o O 25 de Abril, entretanto, trouxe o fim da censura. E muito mais do que isso: com as transforma¡;:5es económicas, políticas, sócio-culturais, fizerase epicentro de energias inovadoras, Vieira da Silva, numa pintura admirável, deixou gravada urna legenda que o mundo conhece: A Poesia está na Rua . Assim era, na verdade. Assim foi. O tumultuar das cidades e da constru¡;:ao de um devir resgatado de constri¡;:5es, aberto a toda a fraternidade, e ncontrou a avidez participativa dos artistas. Disponíveis para o moldar possível da realidade em movimento intenso e contraditório, os poetas estabeleceram urna vivaz rela¡;:ao dialógica com as massas, acolheram no seu estro os conteúdos urgentes e os núcleos referenciais longamente cativos. Por vezes, numa clara pulsao panfletária, desvalorizadora d·as instancias de labora¡;:ao formal, instrumentaram as op¡;:5es colectivas conjunturais, sancionaram as palavras de ordem transfiguradoras, deram o texto necessário as melodias que andaram de boca em boca. José Carlos Ary dos Santos, que viu a primeira edi¡;:ao do seu poema narrativo As Por tas que A:bril abriu atingir urna tiragem de 35 mil exemplares, intertida-se por um didactismo generoso e por urna procurada assimila¡;:ao da norma da eficácia: Das prensas dos martelos das bigornas das foices dos arados das charruas das alfaias dos cascos e das dornas é que nasce a can¡;:ao que anda nas ruas. Um povo nao é livre em águas mornas nao se abre a liberdade com gazuas a for¡;:a do teu bra¡;:o é que transformas as fábricas e ·as terras que sao tuas. Para trás ficavam, com a independencia das na¡;:5es africanas outrora subjugadas pelo colonialismo portugues, a injusti¡;:a e os horrores da guerra. A sua memória desagua, porém, no vasto estuário da lib erta¡;:ao. Com ela urna importante literatura que, pela estrutura¡;:ao ficcional ou poemática, fala do trauma, da inquieta<;ao e da revolta. Manuel Alegre, Joao de Melo, Fernando Assis Pacheco, José Correia Tavares, Santos Barros, Vergílio Alberto Vieira, por exemplo, exp5em, com variantes de abordagem temática, as feridas e as cicatrizes da hora escura. Escolho na PraGa da Can<;ao duas estrofes signi fica tivas: Em Nambuangongo tu nao vis te nada nao viste nada nesse di·a longo longo


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e a cabe~a cortada e a flor bombardeada nao tu nao viste nada em Nambuangongo Falavas de Hiroxima tu que nunca viste em cada homem um morto que nao morre o Sim nós sabemos Hiroxima é triste mas ouve em Nambuangongo existe em cada homem um rio que nao corre. E ainda, num meu velho livro: Ficam a ver-te esbr·a cejar entre os limos nao lan~am a corda dos dedos ao teu olhar de ávidos areais mas em seu proveito lutas em angola além da mágoa como se a arma fosse a tua namor·a da e em tuas maos a quisesses voltada contra o sul Na forja revolucionária se afei~oaram também os discursos do intervencionismo que nao prescindia de apurada oficina; ricos de propostas fermen. tantes, esses anos implicaram os percursos do renovo. A par de urna escrita voluntariamente imediatista, surgiam experiencias e solu~6es de cuidada aprimora~ao; ao lado do canto eufórico e apologético a conflitualidade in. trínseca, a percep~ao da disforia, os larvados ton s do desencanto. Se um Fernando Pessoa buscava, através de conjuntos metafóricos flexíveis, os sinais da mudan~a nos planos da socialidade e do intimismo amoroso, Casimiro de Brito e Melo e Castro levavam a linguagem a urna dinamica subvertora, capaz de espelhar as rupturas do tecido ideológico e incorporar os e lementos de urna peculiar irrequietude verbal; Ruy Belo, atento ao caleidoscópio do real diário, nunca negaceando os próprios impulsos para a sol i(~:_o reflexiva e depuradora, interroga os subtis sentidos da historicidade participada, enquanto Natália Correia e Sophia de Mello Breyner Andresen prosseguem o seu curso contrastante de intelec~ao do mundo, do ser, dos mitos, da erosao dos séculos. A esta última devemos poemas como o que agora proponho: De longe muito longe desde o início O homem soube de si pela palavra E nomeou a pedra a flor ·a água E tudo emergiu porque ele disse Com fúria e raiva acuso o demagogo Que se prom ove a sombra da palavra E da palavra faz poder e j ogo E transforma as palavras em mocda Como se fez com o trigo e com aterra. Herberto Helder, partindo de UIua sugestao surrealista, aprofundou, no período a que me reporto, as gran des linhas de tensao já evidenciadas na


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sua produc;:ao anterior: o gosto pelo aleatório, a apropriac;:ao reelaborada do acaso servindo mecanismos combinatórios originais, o fascínio pela mono tagem compositiva, a contensao polisémica, a irrestric;:ao objectual da heurística poética. António Ramos Rosa, por seu turno, pesquisando a nudez radical da enunciac;:ao, associa o sentimento individual ao que há de medular na materialidade da natureza, sem renunciar a formas discretas de empenhamento, e constói urna aventura singularísima, vizinha do silencio e da ver· tigem: Tao viva e ardente etao clara no ar em que ela ondula e treme mais brilhante do que a luz e mais serena nao se adivinha nao se imagina a deusa que nao vi e claramente vejo dormindo no silencio sem latidos Como dizer o que é mais claro que a claridade a visao nua de urna mulher na luz mais completa e mais diurna do que odia? A claridade apaga a claridade. Vindos do movimento exp erimentalista dos comec;:os de 60 ou com ele revelando óvbias afinidades, outros poetas, por trajectos diversos e distin· tivos entre si, se afirmaram: Pedro Tamen, Gastao Cruz, Fernando Guima· raes, Albano Martins, Joao Rui de Sousa, Fernando J. B. Martinho, Maria Teresa Horta, Helder Macedo. Assentando a sua prática na antidiscursividade ou na rebusca da novidade morfo-sintáctica, fonética, semiótica, exploram o deslimite da expressividade. Numa vertente que se nutre da acc;:ao intertextual, de um compromisso do lirismo com a apetencia ficcionista, mobilizando amplos recursos lexicais e informativos, Nuno Júdice, Ivette Centeno e, sobretudo, Vasco Grac;:a Moura avultam como os que apontam, integrando a riqueza plural dos caminhos percorridos no passado, urna estratégia sobredimensionador a do código cultural inscrito na essencia do fenómeno estético. Jorge de Sena, António Gedeao, Fernando Namora, José Gomes Ferreira, Armindo Rodrigues, Orlando da Costa, publicaram, nos treze anos que nos antecederam, títulos que confirmam a pujanc;:a e a irrequietude com que, transposto o umbral da democracia, os escritores trabalharam as proposic;:5es de urna época demudada, fazendo-o por inumeráveis vias, no interior de salutares reequacionac;:5es dos modelos for mais. Eugénio de Andrade, bem conhecido em Espanha, onde o -lanc;:amento de Vertientes de La Mirada precedeu a difusao do original na nossa língua, ganhou um largo público com a sua escrita sensível e aprimoradissima. Tendo o amor por arquétipo primordial, recebe e explicita urna poética elem entalista, percutida pelas apelac;:5es amorosas e pelas cintilac;:5es eróticas, elegendo um metaforismo exigente como ingrediente poderoso de sugestividade: Sobre a mesa a fruta arde: peras, laranjas, mac;:as pressentem a íntima brancura dos dentes, o desejo represado,


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o espesso vinho de vozes antigas; arde a melancolia ao .inventar outra cidade, outro país, outros céus onde lan¡;ar os olhos e o riso: deita-te comigo, trago-te do mar a crespa luz da espuma, nos flancos este ardor retido. Na esteira do autor de Matéria Solar e de Blorbela Espanca ou epitomizando tendencias menos coagidas pela pressao do nervo esteticista, surge urna reitera¡;ao da poeticidade do corpo e dos sentidos . Teresa Horta, Wanda Ramos, Casimiro de Brito, David Mourao-Ferreira, num plano de excepcionalidade, Maria Graciete Besse, Maurício de Sousa, David Rodrigues, sao alguns dos que conduziram a expressao das inter-rela<;oes com o outro, da ternura, da partilha do prazer, da explosao da überdade física a um alto patamar criativo. Sublinhe-se que, a meu ver, a inser<;ao dos signos corpóreos no versejar hodierno em Portugal, nao logra, em regra, apesar de frequente -ou até por isso!- urna consecussao qualitativamente apreciável. Nao obstante, é inequívoco que o 25 de Abril encontrou no campo semiológico do desejo e da realiza<;ao do amor um vigoroso foco modalizador de mudan<;as que urgiam. Urna breve ilustra<;ao deste veio (antiquíssimo, afinal) colhida em David Mourao-Ferreira: Tombam secretas madrugadas e rios densos de pavor de tuas pernas devassadas por meu instinto e meu amor. Em teus joelhos levantados tocam as pontas de urna estrela (Quaisquer receios de pecados empalidecem a luz dela ... ). E as tuas anoas repousadas, pra que o meu corpo se concentre, esperam, cativas, - que as espadas de amor se cravem no teu ventre. Mário Dionísio, urna das referencias nodais do grupo do Novo Cancioneiro (que aglutinou e projectou os mais cousumados temperamentos neo-realistas) dá-nos, em Terceira I dade, na órbita da sua bibliografia anterior, urna conjun<;ao do lirismo, da humana porfia pelo devir e da esperan<;a, laivada por irrisoes desalentadas: Pergunto as horas na rua para ver se esta gente tem voz. O primeiro olha de lado e naO responde O segundo apressa o passo sem saber

se quero pedir-lhe esmola ou assaltá..lo O terceiro nao tem relógio ou parece que nao.


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Que caíu sobre nós neste longo intervalo entre um tempo já morto e outro que se esconde? Passados os acidentes da festa de Abril, ante a desconstrw:;ao da cidade que se almejou, o complexo quadro das lutas pelo fundamenta l do aquirido revolucionário, a poesia portuguesa, para lá dos vectores já esbo<;ados e dos que, numa recente vaga, intentam a lógica de urna gnose do eu e da substancia dos mitos, embuída de afloramentos místicos (António Osório, Mário Cláudio) ou de um multitematismo disruptor (Helder Moura Pereira, Joaquim Manuel Magalhaes, Joao Miguel Fernandes Jorge, José do Carmo Fran cisco), impregnou-se do tangível quotidiano e dos disfóricos morses da utopi a degolada, do sonho aniquilado. Subsistem, é certo, os tra<;os de urna energia resistente e pugnadora, tanto nas correntes que se movem numa área de antiretoricidade factualista, próxima da heran<;a surrealista (José ViaJe Moutinho, José Carlos González, Armando Silva Carvalho) como nas que ensaiam a reposi<;ao depurada de diaporismos no transito gregário para o futuro (Manuel Alegre, Orlando de Carvalho, Pinheiro Torres, José Jorge Letria, Joao de Melo, Rui Namorado). A pertinencia literária do instante histórico, das fontes do imaginário popular e da irrestrita inventiva pessoal, a operatividade do poético como osmose do real e do subjectivo, a legitima<;ao da mobilidade discursiva como um valor a se, a r ehabilita<;ao da transgressividade e do acto interlocutório do sujeito, o assumir da contingencia humano-social e afectiva, marcam, de maneira vineada, perceptivel, o actual panorama da poesia de que vos trago urna sumária e incompleta notícia. Ele é, tal como o da fic<;ao, .jnvulgarmente valioso. Contudo, sao bem menos divulgados, além das fronteiras nacionais, os poetas que asseguram, depois de Camoes e Fernando Pessoa, a peculiaridade e a grandeza do que fazemos . Quis aqui desenhar um roteiro possível de leitura, emprestando voz a arte polimórfica, recheada de cambiantes insonegáveis, de boa parte dos meus camaradas de letras . E se, recordando novamente Pessoa, a minha pátria é (também) a língua portuguesa, foi, em certa medida, a minha ,p átria que vos falou. Urna pátria diligente e desperta, contraditória e desafiadora, onde mora hoje a bruma, a tristeza, o calafrio; e, a par, activamente, a argamassa dos dias fraternos a haver, essa m etalúrgia das palavras que se animam do tempo que passa e outros tempos antecipam .

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Parece que fue Diocleciano - al establecer cerca del Augusto un César- el culpable de que Petersen, Ortega, Marías y otros llegaron a la conclusión de que en la teoría de las generaciones podían coexistir hasta cinco de ellas: la superviviente, de la que nos quedarían en Espafia como muestras Dámaso Alonso y Rafael Alberti; la augusta, con capitán en Luis Rosales y capitana en Carmen Conde; la cesárea, en la que una vez desaparecido BIas de Otero mandarían o actuarían de -cabezas vÍsibles Carlos Bousoño y José Hierro ; la ascendente, con Claudia Rodríguez como epónimo, y la juvenil, o sea, de los novísimos que ya cesan, con Ginferre r al fr en te. Tal clasificación, aparte de destinar a la inexistencia a promociones intermedias de relieve, condenaría a condición de nonatos a los llamados por Luis Antonio de Vmena postnovísimos. Pero, además, de 1a casualidad de que, tras ellos, ya ha aparecido otra gen eracJOn édita. Hay coexis ti endo, en España, por tanto, al menos siete generaciones de poetas, y, si, como todos deseamos, Alberti nos hace felices durando hasta el año 2025, tal como promete, serán diez o doce las generaciones en ej ercicio. A Petersen, y a Ortega y Marías, los traicionó el pro_ greso alimenticio, el cual hace posible que la vida se nos r egale en unos años más, en los que, a ·buen seguro, desca-

lifiquemos con malos versos los más aceptables de nuestros años mejores, y, por otro lado, que la juventud o la madurez se presente antes en las generaciones adolescentes y juveniles. Pero, bien . Hasta aquí podíamos manifestarnos netamente de jocosos. Ni Ortega andaba al pairo, ni mucho menos Julián Marías sin rumbo. Mas tuvo que venir J osé Luis García Martín para que no nos pasara desapercibida sus travesías descubridoras. Hay que aceptar -aunque lo sé mucho antes de que el brillante crítico extremeñoasturiano m e lo echara en cara por no reflejarlo en mi libro La poética del 50- que la id ea hábilm en te incorporada de constelación mete a los precoces o a los rezagados en sus supuestas generaciones cronológicas, es decir, en las únicas dables al proceder el marbete generación de un concepto biológico en cuanto a definidor del relevo pujante vital. Por semejante sistema .mecánico Angel García López, Manuel Ríos Ruiz o J. Hilario Tundidor pertenecen a la generación del 50, de lo que ha debido enterarse tardiamente el poeta, crítico y profesor Angel Sánchez Pascual -otro extremeño inteligente- puesto que se trae entre manos una rev·i sión seleccionadora de los poetas del medio siglo, ·e ntre cuya nómina elegida piensa establecer a los mencionados y a otros en parecida situación intermedia. Me


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parece muy bien. Cada maestrillo tiene su librillo, y no vaya discutirlo. Si se logra una relativa coherencia entre los nacidos en un arco temporal, si se otea una eticoestética más o menos aproximada y si se ,c onsigue una acotación del espacio donde hayan sido influidos o formados por contenidos que impulsen a contemplar de similar manera el mundo, generación habemus. A mí, particularmente, no han de importarme Hawking ni su teoría sobre la dirección del tiempo, ni las Flechas Termodiná.. mica, Psicológica o Cosmológica. Ni Feynman, que formula la teoría cuán· tica ,c omo una Suma sobre Historias. Esto, si no va a determinar cómo comienza y termina el universo, y si ca· mienza o termina en un estado de orden, tampoco va a determinar cómo empiezan y terminan las generaciones, lo que por identificación y reducción llevaría a condensar el problema mayor. Ni un bledo siquiera me va a hnportar que Roger Penrose, Jim Hartle o Raymond Laflamme, con su cabecilla Hawking, lleguen al resumen de que las Leyes de la Física -y algo intervenido por ellas debe de andar el hombre- no disti'nguen entre hacia adelante y hacia ,a trás en lo que a la dirección del tiempo se refiere. A mí, plí, Julián Marías lleva razón. (Y su hijo, por supuesto). No digamos ya quienes lo han leído y le han hecho caso. Sin embargo, este fetichismo didáctico de clasificar que no puede servirle a los escolares de allá por los años cuarenta para aclararse si Soto de Rojas y Góngora eran de la misma generación, aunque lo sospechen equivocadamente dadas sus afinidades barrocas; sin embargo, repito, la confusión existente al respecto es pecata minuta si la comparamos con otras cosas actualmente latiendo en nuestra poesía. Puede que haya un cascabel, pero no hay quien se lo ponga al gato. Comencemos por el Talón de Aquiles y sigamos por la espalda, el punto flaco de Sigfrido: el realismo -crítico o no- y el simbo-

lismo. Y de ahí, a fin de que no se me confunda o entienda como anclado en la prehistoria de una discusión que nos ha salpicado hasta hace muy poco, traslademos la cuestión a lo que es igual, sólo que planteado posterjormente: los novísimos, como contestación a una estética áspera, de tocino y cebolla, de berza, como se 'le denominó. Para el personal que reivindica una hipotética ruptura -no hay que olvidar que su mentor y patriarca aparente 'e s J. M. Castellet- antes de ellos mismos no había más que realismo grosero y vasto . Pero Guillermo Carnero -al que se 'le pide como prueba de incorporación a los novísimos, como él mismo ha confesado, la realización de un poema de encargo y examen sobre 10s mass-media- descubre la existencia del grupo Cántico cuando ya se lo habían descubierto a él y a sus compañeros de promoción. Y reconoce, naturalmente, su paternidad. Para quien no lo sepa, el Grupo Cántico es coetáneo de la Quinta del 42 -o sea, el santanderino Proel- y de Espadaña, la revista leonesa desde la que un grupo aguerrido larga mecha realista y politizada contra los neoclásicos garcilacistas evanescentes del café Gijón. Pero no supone una isla . Al mismo tiempo -aunque más jóvenes sus componentesPlatero, de Cádiz, en el que se integran Caballero Bonald, Julio Mariscal y Quiñones, entre otros, comienza a pergeñar el neo modernismo que mucho después descubren los novísimos. Son, en sus inicios, como especies de Daría y Salvador Rueda pasados por la turmis correctora de la generación del 27, Y quien quiera comprobarlo que ojee sus versos primeros con alusiones al cine, de datos cultos y lugares famosos incursos en 'la versalidad del poema, de una lexicografía elegida por su sonoridad y exotismo, de un rumor foxaniano a pianola, hamacas y muchachas casaderas esperando, 'e ntre sueños de guardarropía, a sus príncipes azules. Que pronto abandonen el mármol


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-frío, pesado y brillante como cierta Pero, ojo, no todo fue negativo en su poesía- y se escoren a horizontes de irrupción. Los nOVlSlmos aportaron más compromisos es otro cantar. Pero algo esencial, reajustador -como 'los en tal cantera dorada estuvieron de de la poética del silencio- que, desaprendizaje como lo estuviera el inefa- pués, veremos. Veamos antes lo soble don José de Espronceda, quien breañadido innecesario de ésta. La llatampoco le hizo ascos a la orgía vene- mada Poética del silencio -sobre cuciana: «Lámparas de oro, espejos ve- yos intérpretes ha dicho alguien que, necianos, / aureos sofás de blanco ter- en coherencia, lo mejor que podían haciopelo, / sillas de nácar y marfil in- cer es callarse definitivamente- tamdianos, J los pabellones de color del bién se nos presenta, si no con ánimo cielo, / caprichos raros de la industria de ruptura, con espíritu de distinción, humana, / relieves y elegantes doradu- hasta el punto de proponer su escritura ras, / jarrones de alabastro y porcela- poco menos que como la única poética na, / magníficas estatuas y pinturas». válida posible. Desde su programa teóCuando en el Encuentro de la Nueva r-ico, más o menos grupal, se nos dice Poesía de las Lenguas Españolas, cele- que la poesía tiene como uno de sus brado hace tres años en Asturias, Fany signos más irrenunciables la voluntad Rubio nos descubrió estas joyas y, con de transgresión, y que lo chachi es la ellas, las veleidades maravillosas del ro- economía verbal como si estuviéramos mántico extremeño, a más de uno se en un economato para acadénLicos agale fue el invento de su poética tan rrados . Dos grandes descubrimientos original al suelo. En fin ... Digamos que como se ve: Rimbaud y Baudelaire, los novísimos o venecianos traían entre entre otros no menos desobedientes, e n sus novedades más sentido del humor cuanto a la transgresión, o el Guillén que los poetas sociales, aunque de nin- de aparato lexicográfico más parco y guna manera una ironía más fina que el Valen te más contenido, como norma los del 50, un instrumento de lúdi·c a expresiva a seguir. Y.a sabemos que en a flor de piel, mucha ganga camuflada la mayoría de las ocasiones la facilidad del discurso simbolista, una fobia evi- es mala novia - y, también, por el condente al realismo --que no hay que trario, que la r eserva puede esconder confundir con la poesía civil, curtida una infinita infradotación- .p ero de en malevolentes sarcasmos, de un Gil ahí a convencernos de que sólo existe de Biedma o un Barral- y, por opo- un camino usurero encomiable despresición, un neto amor por lo literario, ciando la emocionante exper-i encia pola h erencia decadente del estilo Luis sible de una nueva criatura poética XV, una decidida voluntad de sorpren- surgida del destello creado por las asoder, un prurito también abierto de imi- ciaciones de las palabras en coro matatio, etc., pero no el zarpazo cuajado de jestuoso, es como preten der tirar la la ruptura con lo antecedente, a cuyos piedra de la revolución escondiendo la miembros más caracterizados de la pro- mano de la impotencia, o simplemente moción del 50 reconocen desde hace al- ejercitarse en el viejo oficio de arrimar gún tiempo como ejemplos a seguir en el ascua a la propia sardina. Porque, reajuste direccional de sus poéticas, de claro, para estos propagandistas de fala nusma manera que, entes, recono- milia bien avenida en lo severo o rigucieran su deuda con los cordobeses Ri- roso, la riqueza verbal siempre es locuacardo Molina o Pablo Garda Baena y cidad sin sentido; la vivacidad expreno lo hicieran con Platero y su cola siva de que surge la metáfora deslumpaisana de Miguel Fernández o García brante, retórica estéril o verbalismo López, seguramente -seamos compren- huero; la dotación natural recurrente sivos- porque no los habían leído. para el artificio que se cumpla en apo-


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yo de sugerencia, viento derrochado por los profesionales de la palabra, como Góngora o Neruda. Ni tanto, ni tan calvo, claro, como en el anuncio. La poesía no es sólo alimento de palabra, sino que, a veces, comienza una vez sobrepasado el texto, de la misma manera que, también, puede encontrarse latien_ do en la página, letra por letra y punto por punto. Ni la frescura adivinadora de Rilke, ni el deslumbramiento cósmico de Juan Ramón, el duende quebrado de Lorca, el vitalismo angustiado de Pessoa o el visionarismo de Poe, todo ello con calidad o categoría sustantiva, hubieran p ermanecido con un corsé o una mordaza en su vehiculación expresiva personal, natural. ¿A qué se refieren, pues, sino a la necesidad de inclinar a la crítica a su tendencia, de agradecer en sus intérpretes magistrales? Valen te, en España; Juarroz, en Argentina, etc. Dicha pregunta puede dar paso a la que en sostenido ejercicio de negación sobre movimientos pretendidamente originales o nuevos se está suscitando: ¿Qué poesía hay, si hay, en el Estado Español? Nombres y obras de esos nombres, grandes y espléndidos poetas alrededor de los cuales, a manera de paja, se acumulan mímesis, epigonías, dramáticos intentos por despuntar, compadreos, amiguismos, críticos falaces y de los otros -los que giran en torno a lo nímio de sus interpretadones acuciadas por la urgencia y los que profundizan en el desentrañamiento global de la poesía-, profesores, periodistas y editores que, no confor.mes con serlo, quieren ser poetas, pero, también, luchadores enamorados que quieren acercarse a la poesía con entrega y hon_ radez, con inteligencia y con respeto a través de las múltiples vías dables, entre las que, lógicamente, se encuentran las criticadas -novísima y del silencio- a las que -una vez puestas en cuestión por sus vertientes de alaracano quiero dejar de ofrecer un reconocimiento de justicia en 'lo que han su-

puesto de intento oxigenante por parte de sus j efes de fila, y que paso a ex.. poner, tomando para ello y remontán' dome a ejemplos más universales y extrayendo posibles consecuencias aprovechadas, ya visibles en la nueva poesía española, gracias - y he aquí la sor_ presa- a venecianos -con sus precedentes heroicos- y silenciosos en sus admirables maestros isleños. Partamos de una base conocida que sitúa el rasgo más característico de la poesía de vanguardia en la creación del poema que se ha despegado de toda referencia a la realidad. El poema-objeto de, por ejemplo, Vicente Huidobro, cuando pide a los colegas no cantar la rosa, sino hacerla florecer en el poema. Aquí ellenguaj e d el arte quiere serlo absoluto, desvinculándose de la representatividad. Ya no impera, ni existe, el tema, sino la creación, porque las artes dejan de ser imitativas. En la poesía del XIX, las imágenes corrían en función del tema; en la de vanguardia, las imágenes tienen la autonomía plena de crear su propio mensaje. Lo que se escribe no es real pero es verosímil, posible, y amplia nuestro universo. Para tal consecuencia la calidad del verso habría de subir inusitadamente hasta la pureza de lo inmaculado, plan. teamiento que resuelve el poema en acumulación de imágenes fulgurantes e intransitivas, que constituyen un conjunto poético sorprendente pero inarticulado. Como dice Luis Rosales, en la poesía de vanguardia üada imagen es una isla, cada palabra un puente roto, cada poema un archipiélago y en el lenguje absoluto de la nueva poesía todos los elementos dejan de referirse a la realidad, se apoyan en su valor artístico y se desvisten de manera intencional de su sentido lógico. A estas alturas no tiene demasiado sentido creer a pie juntillas en la dogmática del poema-objeto, pero histódcamente ha sido asimilado y su aportación ha quedado estratificada en nuestra dinámica mental como ha que-


LA POESIA ACTUAL

dado la del surrealismo ... y algo parecido, con menor trascendencia, desde luego, ha ocurrido en la poesía española con respecto a los venecianos y silenciosos. La pirotécnia del "lenguaje preciosista de los primeros ha sido mitigada o acallada y no por ello ha dejado de instalar en nuestra consciencia la premisa de que un poema debe ser bello ante todo, descarte hecho de la bisutería. Y la parquedad de los segundos, nos ha instado a tener muy presente la necesidad de renuncia a las facilidades y a las impurezas de la poesía tradicional. En el camino han quedado muchos nombres que, atraídos por el canto de sirena esplendente o ese11.cialista de los verdaderos creadores -llámense Ginferrer o Valenteno supieron dirigirse, como otros, a la búsqueda de sí mismo, de sus orbes poéticos propios, pero que, en su cuantioso coro uniforme, atestaron de unos modos y giros la poesía española hasta el punto que el aluvión reforzó las propuestas matrices, extendiendo -con la voz prestada- a las nuevas generaciones lo peor empeorado de sus paradigmas seguidos, así como, orientativamente, parte aprovechable de sus discursos. Ahora, vuelta en calma la tempestad, desbrozado el sendero, se impone una manifestación dependiente del fin, un reflujo emotivo, la búsque-

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da de una unidad en despliegue interiorizado, envuelto en una dicción más exacta que deslumbradora, un acercamiento a la fuente de toda conmoción -el origen- entrecruzado con el conflicto personal presente que se expresa desde los logros artísticos que impone el tiempo. Y, sobre todo, pretende lo que, a ningún efecto, debe de ser materia de sustitución: que el poema sea un ser vivo que aspire a la plenitud. Superada la orfebrería como fin - pero sin olvidar que un poema exige sus gotas de artificio- o el perfeccionismo del silencio -sin renunciar a la palabra justa, necesaria- creo que se camina por una senda de síntesis, que, quienes la recorren, quieren acoplar el manantío palpitante en su desarrollo interno, trascendido a su sucesión externa, con la experiencia integral -vital y literaria- porque, como nos ha recordado con palabras de otro clásico Carlos Edmundo de Ory en su Aerolitos, la poesía verdadera, la que es capaz de transmitir una vida esplendorosa, se hace con la médula de una aleación milagrosa en la que son ,parte la rebeldía, la ternura, la capacidad adivinatoria, la "literatura, las ciencias y -el corazón. Como s.iempre, más o menos, cuando siempre no ha sido moda, que es 10 que pasa, sino esencia, que es lo que aguanta firme frente al paso alevoso y seguro del tiempo .

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JESÚS MUNÁRRIZ

Una muesca frente al viento del olvido (Poetas de los 70)

Al hablar de poesía española actual es necesario subrayar la amplitud del panorama, ya que en este momento se superponen o solapan en España poetas de al menos seis o siete generaciones, por usar una generalización de raíz pedagógica que todos utilizamos, pese a sus evidentes defectos. En efecto, desde Rafael Alberti a los «poetas de diecisiete años», creadores nacidos a lo largo de todo este siglo que declina sigue publicando animosam ente sus libros, pese a un entorno a menudo poco propicio, indiferente e incluso hostil. Y son muy numerosas las individualidades dignas de ser tenidas en cuenta, ya que el aumento demográfico y la masiva extensión de los estudios superiores han provocado el crecimiento de una pirámide invertida cada vez más amplia de escritores de poesía que, sin ser garantía de calidad, propicia el surgimiento de numerosos poetas, y esperemos que de algún Poeta. Ciñéndome, pues, a los de mi generación, es decir, a los nacidos entre 1939 y 1953, Y tomando como punto de partida la reciente antología de Mari Pepa Palomero POfl-tas de los 70. Antología de poesía española contemopárea (Madrid, Riperión, 1987), comentaré brevemente ciertos aspectos que nos ayuden a situar adecuadamente la obra de algunos creadores actuales sobre la

que la perspectiva empieza ya a ser suficiente. En primer -lugar, el fenómero de la masificación, al que ya he aludido. Mari Pepa Palomero ha trabajado sobre una muestra, sin duda no exhaustiva, de ¡280 poetas! nacidos entre 10s años reseñados. La relación de todos ellos y de sus obras se recoge en uno de los apéndices del libro y a~í vemos que, junto a -los 28 seleccionados (ellO por 100), figuran muchos poetas de calidad no inc'luidos en la antología. (Por ejemplo Jorge Urrutia, Francisco Castaño y José Luis Alegre Cudós cuyos libros más recientes: La travesía, El decorado y la naturaleza y El discurso de la dignidad poética respectivamente, acaban de ser publioados precisamente en Riperión. Y perdóneseme la pub'licidad: se la merecen). 280 poetas censados; 28 antologados. Un panorama amplio, pues. ¿Una estética común? Radicalmente, no. El «espíritu de la época» estará sin duda, nos guste o no, en todos nosotros, pero ya resulta evidente que cualquier simplificación de las que han pretendido uniformar la poesía en esta generación carece de validez. Y muy en especial la tristemen te famosa de los «novísimos» que ha dado lugar a dislates como el de «postnovísimos» aplicado a los escritores de ahora mismo. «Novísimos» llamó Castellet, utilizan..


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do la terminología acuñada en una antología ,i taliana de entonces, a los nueve poetas que recogió en su famoso libro de 1970 Nueve novísimos poetas españoles (Barcelona Barral, 1970). Martín Pardo, antes que él, en su Nueva poesía española (Madrid, Scorpio, 1970) había detectado ya el fenómeno de la aparición de una nueva sensibilidad que marcó, sin duda, una inflexión en el panorama lírico español. Y José Batlló en sus antologías, en sus colecciones y revistas . Pero Martín Pardo, con mayor objetividad a la hora de recoger lo más significativo de la poesía joven (él incluía en su selección a Siles, a Colinas, a Carvajal por ejemplo), aunque con menos medios publicitarios a su alcance, no conoció la difusión que sí logró Castellet. Este, por su parte, después de sus Veinte años de poesía española y Un cuarto de siglo de poesía española (Barcelona, Seix Barral, 1960 y 1965), antologías en las que únicamente dio cabida a poetas cultivadores de poesía social o de resistencia, pretendió inclinar la balanza por completo del lado opuesto, marginando en su recopilación a poetas y poemas que pudieran tener concomitancias con lo recogido en sus panoramas anteriores. Pese a ello, Vázquez Montalbán, el primer Alvarez, Antonio MartÍ-nez Sarrión, y a ve_ ces Leopoldo María Panero, desmintieron desde el principio tal presupuesto. Guillermo Carnero, años después, en su estudio sobre El grupo «Cántico» de Córdoba (Madrid, Editora Nacional, 1976), demostraría indirectamente que una parte de lo que Castellet había considerado nuevo en la joven promoción era lo que él mismo había marginado en sus panoramas anteriores: la poesía de los no cultivadores de <do social». La obsesión por el versolibrismo, por otra parte, o la preferencia por Rubén y sus epígonos frente a los cultivadores de nuestros clásicos (considerados por Castellet inevitable pero injustamente «fascistas» en aquel momento; Azúa, en

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su reciente Diario de un hombre hu_ millado recuerda con gracia cómo escribir poemas de amor era considerado «fascista» por entonces), dejaba fuera del panorama a poetas tan claramente valiosos como Antonio Carvajal, pese al antifranquismo real del poeta de Gra.nada o a su publicación en «El Bardo» junto a Gimferrer. Razones o sinrazones de otro tipo dej.aban también fuera de aquella antología a poetas como J enaro Talens (que en 1970 había publicado ya varios libros); al grupo «Claraboya» de León, en especial a Agustín Delgado, a José Miguel Ullán, a Aníbal Núñez y a otros. Veinte años después de la aparición de los primeros libros de aquellos poetas, la visión de conjunto ha cambiado sustancialmente. A la objetividad que obliga a incluir a los entonces excluidos junto a bastantes de los entonces incluidos hay que añadir 'la aparición de numerosos autores que antologías posteriores han ido recogiendo, en especial los realmente «postnovísimos» Luis Alberto de Cuenca y Luis Antonio de Villena (los lanzó Antonio Prieto en su Espejo del amor y la muerte. Antología de poesía española última, Madrid, Azur, 1971) o José Miguel Ullán, Marcos Ricardo Barnatán, Giménez Frontín, José Luis Jover y yo mismo, recopilados por Concepción García del Moral y Rosa M.a Pereda en Joven poesía es' paiiola (Madrid, Cátedra, 1979). Mari Pepa Palomero pone al día este panorama incorporando a su antología a otros poetas no recogidos en las anteriores (Eduardo Hervás, Clara J anés, Carlos Piera, Cristina Peri Rossi, Anibal Núñez, Juan Luis Panero) por criterios estéticos o de puro gusto personal, y muy especialmente a poetas de publicación (o de escritura ) tardía, que han modificado en los últimos años el panorama generacional: Ramón Irigoyen, Ramón Buenaventura, Ana Rossetti y Mario Hernández. La obra de estos poetas, publicada fundamentalmente en los 80, cambia


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considerablemente la visión de conjunto y debería forzar a los simplificadores a una revisión de sus posturas, Creo que -la diacronía en la aparición de las obras de estos poetas va modificando cada año que pasa la perspectiva global, que se amplía y enriquece continuamente con nuevas obras y nuevos nombres. Y este proceso no ha terminado. Los nacidos en los primeros 50, en especial, están aún surgiendo al mundo de la publicación. Bastaría citar a Jon Juaristi y a Francisco Castaño, con un par de libros publicados cada uno de ellos, para comprobar que ya la puesta al día de Mari Pepa Palomero está siendo sobrepasada por la realidad de la poesía que sigue apareciendo. Los ciclos creativos de los escritores, y en especial de los poetas, son muy poco equiparables. ¿No ocurre lo mismo en otras generaciones anteriores? La obra poética de vejez de José Ber-

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gamín, publicada en los años 70, es de tan alta calidad como la de cualquiera de sus compañeros de la generación del 27, y así será forzoso (y satisfactorio) reseñarlo en el futuro . Sus úlimos libros, escritos y publicados ya en los 80, confirman a Francisco Pino como uno de los poetas cimeros de la generación del 36. ¿ Y la generación de los 50? ¿Seguirán publicándose antologías que excluyan a María Victoria Atencia, Fernando Quiñones o Antonio Gamoneda? Pues algo similar ha ocurrido y sigue ocurriendo con nuestra generación. Es posible que el ciclo poético de Gimferrer esté fundamentalmente acabado (como el de Gil de Biedma en la generación anterior). Carnero ha publicado tres poemas en una década. Pocos más Ana María Moix. Azúa parece encontrarse más a gusto en el campo de la narrativa, lo mismo que Vázquez


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Montalbán. Por no hablar de Molina Foix, que aún está por publicar su primer poemario. Pretender reducir la poesía de nuestra generación a los nombres de los que ar,r ancaran jóvenes, tuvieron buenos amigos o saben manejar los codos para situarse en la foto en primera fila es un despropósito que la realidad, y los buenos poemas, no van a consentir. Afortunadamente para la poesía y para todos nosotros. En los poetas de los 70 puede encontrarse poesía de la experiencia personal y de la experiencia colectiva, al lado de poesía de la (in)experiencia libresca o de la tradición culta. También de la tradición popular y de la "pop», o cultura prefabricada de los grandes medios de difusión. Se ha escrito y se escribe poesía de raíz mítica, de ambientación histórica, y también de la cotidianeidad. Bajo puntos de vista que van del materialismo radical al espiritualismo, siempre con tentaciones místicas. Con modelos y maestros buscados en lo escrito por griegos y latinos, por árabes, judíos, chinos y japoneses, por alemanes, franceses, ingleses e italianos. Se goza de lo clásico y se han aceptado' e incorporado las vanguardias. Se recrean los sabios ritmos de

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nuestro siglo de oro y se ,r ompe con todas las reglas en una imparable huida hacia adelante, que es la de nuestra civilización. Todo es posible y todo se hace poesía en la pluma o en el ordenador de los mejores poetas. Conviene, no obstante, ante tanta apa.rente riqueza, extender el prudente velo de la modesti,a. Hace cien años, la poesía florecía en España encabezada por tres autores cuya popularidad, cuyas ventas de libros superaban con mucho las de los más famosos de hoy en día. Eran estos tres genios de la lírica don Gaspar Núñez de Arce, don Ramón de Campoamor y don José Zorrilla. Un siglo más tarde, Núñez de Arce es una glorieta, Campo amor una dehesa y Zorilla un estadio. De aquel nutrido plantel que se exhibía en las antologías, nada queda. Queda, en cambio, viva, la obra de dos poetas marginales que siguen hablándonos de corazón a corazón: Rosalía y Bécquer. Que dentro de cien años siga viva la poesía de uno solo de nosotros, y nuestra generación habrá tenido el honor de dar al futuro lo más alto que los hombres pueden dar: la voz de un poeta. Bastaría con eso. Con una muesca frente al viento del olvido .

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7. Las últimas tendencias

PABLO DEL BARCO FERNANDO ASSIS PACHECO JULIO CONRADO LUIS MATEO DIEZ



PABLO DEL BARCO

(Generalizaciones, con escasos nOlllbres, sobre las causas e imposibilidades de las tendencias literarias)

La insistencia de los críticos españoles en ofrecer una y otra antología de nuestra literatura está demostrando un hecho palpable: nada está definido en ella, el panorama es variado en exceso, se barajan demasiados nombres a los que es necesario imponer coto y disciplina. Una de las últimas antologías (Poetas de los 70, ed. de Mari Pepa Pa.lom ero; Madrid, Hiperión, 1987) opta por la objetividad y declara la ,i nexistencia de una generación literaria contemporánea. En una visión rápida de las publicaciones poéticas actuales los poetas consagrados de la llamada «generación del 50» se mezclan, por ejemplo, con lo más innovador de la bibliografía poética española, sin establecer un mínimo de reflexión distanciadora. Lo más breve que cabe es entender que no hay tendencias en la literatura actual, y sí mezcla indiscriminada de nombres con mayor o menor fortuna de publicidad. Y que necesariamente ha de existir una causa que explique este f.enómeno en España, sobre todo si tratamos de compararlo con el de nuestro vecino Portugal. EL FRACASO M ODERNISTA ESPAÑOL

No debemos creer a pies juntillas que el Modernismo literario español

pudo eXIstIr únicamente por el apoyo exterior. Razones de sociología literaria y estudios de literatura comparada pueden demostrar la existencia de un fenómeno universal que imponía nuevas actitudes de y frente al lenguaje creador. En España se opuso, innecesariamente, a una necesidad de explicación histórico política que representaba la «escritura brava y ruda» de los noventayochistas. La innovación recrea.dora del lenguaje de los modernistas se definió implícitamente como una traición a la grave crisis del país. Y, naturalmente, los propios modernistas se apearon de su afán creativo en beneficio de otros modelos más ortodoxos. Dejo aquí el nombre de Manuel Machado; luego lo retomo). Del Modernismo a la Generación del 27 se produjo el gran salto -burlaburlando intermedios-, en .formulaciones y temas literarios. Y en el advenimiento del surrealismo aún coleaba el «defecto» y «efecto» de la modernidad. El autor que se afiliara al movimiento que_ daría marcado. Y uno de los escasos héroes -de los intermedios- paga aún hoy culpas de tal despropósito: Ramón Gómez de la Serna. Coinciden los críticos en señalar la voluntad culturalista como una de las características singulares de la nueva


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poesía española; la fijación de modelos exteriores : Rimbaud, Kavafis, Hólderlin, Paul Celan ... Pero casi ningún poeta ·c onfiesa su débito. a estos posibles renovadores poéticos señalados: Manuel Machado y Ramón (J. L. García Martín lo apunta en su estudio introductorio a Poesía española. 1982-1983; Madrid, Hiperión, 1983). Ni aún el efec... to más evidente de Machado - el malditismo. de El mal poema- tiene éxito, salvo en la digna excepción de Leopoldo M.a Panero; ni el valo.r de la nueva sintaxis litera:ria del autor de las «greguerías» ha encontrado ar.r ojados seguidores. Nombro algunas excepciones: Gerardo Diego, Cirlot, el Postismo, Gabino Alejandro Carriedo ... y sólo parte mínima de los e mbarcados originariamente en la llamada Poesía Experimental (los que no aprovecharon el éxito de la novedad para poder vestirse de largo en la poesía de tiros largos: gemelos y corbata). En una palabra: fracaso individual en la realización poética y fracaso colectivo en el uso de las fuentes innovadoras, desde el Modernismo y a través del surrealismo. En este fracaso se explica la t endencia culturalista, la necesidad de modelos que cumplan la imposibilidad de la progresión del hecho literario español. «MODERNISM o >', «PRESEN<;A» EN PORTUGAL Fernando Pessoa no es sólo. el mejor futurista portugués; engrandece el futurismo europeo y le da sentido al Modernismo en Portugal (Modernismo/ renovación frente al obligado y sin salida Modernismo/decadentismo español). Añádans ele las figuras de Mario de Sá Carneiro, de José Almada Negreiros y se obtendrá una sólida base de renovación literaria. En ayuda de este movimiento se sucede la Presenc;:a, dando continuidad al movimiento anterior, evitando. la rup-

tura y creando. un sistema de modos literarios que facilita nuevas propuestas unitivas. Esta es la razón por la que Fernando Pessoa obligue a una cierta afinidad de temas e intereses en la literatura de su país. Co.ntinuidad, por tanto, en lo renovador y conciencia de unidad frente a lo externo, que era -definido como «nacionalismo>,- uno. de los puntos fuertes del futurismo. (Véase como confirmación el «Ultimatum futurista» de Almada Negreiros, diciembre de 1917). Pero el nacionalismo portugués entrañaba una teoría de universalidad (descubrimientos con sentimiento de utilidad frente a la ferviente conquista católica española; voluntariedad comercial frente a la defensa del imperio. de nuestro interminable sol. La conducta española de comienzos de siglo no era sino un purgatorio de penas y dolores por la pérdida de las colonias. Sería significativo, por ejemplo, comparar el sentimiento iberista de los dos países alrededor de 1920. Mucho más preocupa en Portugal que en España; otra vez la figura de Gómez de la Serna se nos presenta como casi único defensor del frente común ibérico frente a Europa. Un repaso a las revistas portuguesas Orpheu (1915), Centauro (1916), Exílio (1916), Portugal futurista (1917), Contemporánea (19221926), Athena (1924-1925) suministra excelente material sobre el tema, tan excepcio.nal en la literatura española. La reciente novela de José Saramago La balsa de piedra, es un ejemplo más de la continuidad en la preocupación iberista de los autores lusos. Universalidad -y los modernistas se deseaban universalistas- frente a la tradición defendida - a pesar de algunas proclamas en contra- por los noventayochistas españoles. LAS DOS DICTADURAS Salvemos el tiempo desde comienzos de siglo hasta la otra «crisis» de 1936.


LAS ULTIMAS TENDENCIAS

La Guer,r a Civil española impuso, sobre todo, la condición de exilado a nuestros escritores. El vacío se ocupó por poetas en declive, por poetas adictos a una posición política -que es ser poeta a medias-, por poetas y no poetas que encontrarían campo abonado al ej ercicio del poder cultural de una masa social fervorosa o atemorizada; con las excepciones de rigor, como es de supon er. Y se crea, quiérase o no, la condición de poeta en política o poe_ ta político; poeta que debe asentarse en el poder, o elegir la otra vía: afincarse en las catacumbas de la poesía combativa; tal vez sucumbir. Otra de las <<líneas» o «tendencia » obligada de nuestra literatura es, en consecuencia, la social. Añádase la n ecesidad complementaria de tener que vivir en los grandes núcleos de producción editorial -Madrid o Barcelona-; poco escapa al control; nada hay que hacer para abonar -la competencia y el deseo de ser más que. En Portugal la situación es menos agresiva, a pesar de la imposibilidad de palabra impuesta por la dictadura, pero los poetas sobreviven sin acceder al poder, sin conformarlo, y así lo reconocen. (Véase la entrevista con Cesariny en Jornal de Letras, n.O 38, 3-16 agosto 1982). Hay, además, variedad mayor en la -aunque escasamente difundida- literatura colonial. Supone esta razón menor dosis de maniqueísmo en la crítica y, consecuentemente, mayor libertad y menor dispersión en la producción literaria. SOCIEDAD LITERARIA

La voluntad de acceso al poder cultural engendra una sociedad literaria competitiva. Más aún cuando un cambio político esencial - caída de una dic_ tadura- crea aspiraciones de mudanza y cumplimiento de objetivos soñados. Cuando la transformaoión se sucede por un anhelo popular uniforme -caso de Portugal con su revo'lución de 10s cla-

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veles- se crea al tiempo una conciencia estética e ideológica. No será necesaria la existencia de una específica sociedad literaria; el comportamiento cultUTal es asumido por ,la colectividad al unísono de los nuevos ,i deales políticos. Cuando el cambio es producto de una lucha 'políüca por el poder político, la dualidad - como mínimo- es inevitable; y el maniqueísmo pan de todos los días. El del maniqueísmo es el caso español; inevitable también un cierto afán revanchista, que no niega productos literarios de buena calidad, pero que sí entorpece el conocimiento rigurosamente absoluto y justo que la creación merece. y aquí la crítica mantenida por los propios escritores en bandos a veces irreconciliables, ejerce un poder nada distendidor. Pongamos el caso de ,l as múltiples antologías . Los sistemas de información bibliográfica son escasos en ,España; quien afirme que no 10 son tanto está defendiendo la ligereza o la mala intención de los autoTes de antologías. Poetas ,antologados que sobran puede no haber ninguno - en el más generoso de los casos- p ero sí hay muchos que faltan. ¿ Cómo acceder a las Antologías? La crítica, aliada a los medios de producción, margina a determinados ere,a dores y aúpa a otros un tanto gratuitamente; el caso de Francisco Pino y de Blanca Andreu (por citar los que reconoce ya la propia crítica literaria). A nadie se le oculta, aunque casi nadie lo reconozca, la existencia de famHias literari,as. Equiparar estas familias literarias - sin lazos textuales vinculantes en general- con familias «antoló. gicas» no es ningún disparate. Ni tampoco pretender, a toda costa, que entre 'los antologados haya lazos de unión que obliguen a constituirlos como tendencia y, en el plano radical, como generación. ¿ Qué organismo reaUza en España una mínima función clarificadora so-


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PABLO DEL BARCO

bre el comportamiento de la crítica, o sobre la producción, consumo y distribución de la obra literaria? ¿ Qué medio de difusión obedece a criterios rigurosos de flexibilidad, totalidad, imparcialidad y autonomía en el tratamiento de la información y la crítica li terarias? TEMAS y PROBLEMAS

Estas generalizaciones no impiden considerar algunos aspectos de la nueva literatura, especialmente de la nueva poesía. Es común señalar la religiosidad como característica de una cierta obra poética (el grupo «Cántico», su más ejemplar representante). Pero esta religiosidad no tiene parámetros religiosos: podría usarse con el mismo derecho el término «suntuosidad». Esta cualidad de lo aparente, de lo superficial , del rito frente a la esencia, .imp1ica también a los poetas de la experiencia. La reducción a un lenguaje sin compromiso es una constante de la nueva poesía, por más que se intente ahora subvertir la aparente no-intención de los creadores y ofrecernos la oculta intencion8.'lidad de la obra poética joven. Otro aspecto señalado: la mediación poética de autores extranjeros, que supone una aspiración a su poesía, no una vincu1ación a un principio más general de universalidad. La evocación como fórmula expresiva; está mediatizada, porque generalmente se evoca un tiempo pasado, pero en boca de un modelo, escaso el producto de libertad creadora. De cernu. dianos y cernudidianos no desenmascarados está llena nuestra bibliografía poética (también la pseudopoética). No olvidemos la metapoesía. ¿Se explican las razones de sus orígenes? ¿ Existe algún estudio de la nueva casta literaria de poetas-profesores que imponen nuevas formas de hacer desde el conocimiento analítico-reproductor? Citemos otros fenómenos que quieren que sean: la poesía épica. ¿Dónde?

¿Una Antología basta para creer que exista en nuestra poesía actual? La poesía descriptiva: ??? ¿Es algo más que vaguedad de -leve tono lírico? ¿ Confundir postmodernismo con un cierto dandysmo de libro? ¿La nueva sentimentalidad no es querer sacar ,l a poesía del quicio de su naturaleza? ¿Por qué no insistir en una poética de la reali_ dad, poética de lo humano esencial, como ocurre en Portugal? LA ACCIÓN POÉTICA Y LA POEsíA ACCIÓN

Un capítulo que invariablemente olvidan los antologadores y críticos es el de la corriente poética que derivada del surrealismo se acerca a la tentativa más innovadora: la poesía experimenta!. (¿Por qué el análisis de metapoética nunca se sirve de ejemplos de la poesía experimental?). Ory, sobre todos entre los postistas, Cirlot, Pino y Alejandro Carriedo aparecen tímidamente caracterizados en el movimiento renovador. También los iniciadores más jóvenes de la nueva corriente experimental (MiUán, García Sánchez, con el maestro Brossa a la cabeza) encuentran un rinconcito en el corazón del crítico. Y es, no obstante, donde podría realizarse un feliz análisis de coincidencias con los poetas de Portugal, reconociéndoles, inc.]uso, la acción más continuada y anterior. A partir de 1967, con la publicación de la revista Poesía Experimental, - a cargo de Antonio Aragao, Salette Tavares, E. M. Melo e Castro, H. Helder y A. Barahona da Fonseca, a los que pronto se unirían Ana Hatherly, A'l berto Pimenta y otros- Portugal, quizás por la línea ' directa que desde la ,P oesía Concreta de Brasil llegaba, se convierte en un núcleo exportador de nuevas corrientes poéticas experimentales; siguen su tradición vinculante en una parcela de la creación poética de excelente frutos en su modernidad literaria. La crítica reconoce este nivel de la creación; sus creadores no encuen-


LAS ULTIMAS TENDENCIAS

tran ni el aislamiento ni el olvido que aquí se ha tornado causa general Concretismo, letrismo, happening, performance, vídeo-poesía .. . , se acercan más a las nuevas exigencias expresivas que mucha de la mimética poesía española dispersa en frentes de acción socio-li teraria.

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En resumen: ¿«tendencias» o «famili as literarias»? ¿Intereses comunes o lucha por el poder cultural? ¿Provincianismo, nacionalismo, universalidad ? ¿Crítica o simpatía? ¿Creación o simpatía? ¿ O la solución será apostar ya y con todo su riesgo por una necesaria renovación/ renovacción?

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FERNANDO ASSIS PACHECO

Que novos? Que novidades?

o simples facto de eu ter podido vir aqui dizer um par de coisas nao muito sagaz es nem memoráveis acerca da poesia portuguesa é de agradecer ao destino, que durante anos me habituara a considerar urna emana<;:ao de deuses surdos. E naturalmente a entidade convidante, última em data a perder o medo a esse bicho de sete cabe<;:as em que também por inépcia nossa -falo por mim, que sou jornalista, mas há muitos outros culpados- se converteram as rela<;:i5es entre os dois países. Direi, para come<;:ar, que o tema proposto me cria alguma perplexidade. Nao me arrogaria nunca a · suma agudeza de ver claro o que está demasiado próximo ou mesmo em fábrica, e por outro lado há-de constatar-se que alguns actores fundamentais, já nao propriamente jovens, continuam em palco. É justo que se procure ler com vagar e aten<;:ao autores como António Cabrita, Francisco Jo sé Viegas, Fernando Luís, Paulo Tunhas, Adília Lopes ou Paulo Teixeira, qualquer deles na casa dos vinte e tal anos de idade, ou Joao Damasceno, Gil Nozes de Carvalho, Luís Miguel Nava ou Jorge Sousa Br·a ga, nascidos entre 1954 e 1957, pouco mais velhos que aqueles. Ser-m e-á permitido que refresque a vossa memória ou chame a vossa aten<;:ao para Manuel António Pina, J oao Miguel Fernandes Jorge, António Franco-Alexandre, J oaquim Manuel Magal-

haes, Al Berto ou Nuno Júdice, cujas datas de nascimento vao de 1943 a 1949. Estao neste grupo, a meu ver, as principais revela<;:i5es da década de 70. Mas a poesia portuguesa alimenta-se também de Eugénio de Andrade, António Ramos Rosa ou David Mourao-Ferreira, vindos ao mundo na década de 20, ou ainda Herberto Helder, Rui Knopfli ou Joao Pedro Grabato Dias, nascidos no primeiro ter<;:o da década seguinte. O sexteto mantém-se activo e é de grande qualidade. E eu acrescentar-Ihe-ia outros seis nomes de mortos recentes, desaparecidos entre 1978 e 1986: Vitorino Nemésio, Jorge de Sena, Ruy Belo, Carlos de Oliveira, Ruy Cinatti e Alexandre O'Neill. Todos juntos respondem por mais de meio século da nossa melhor poesia. Eis por que eu uso com a devida caute1a as palavras de Eduardo Louren<;:o: «a metamorfose da 'realidade literária portuguesa é inegável» . Também me defendo com um axioma de minha lavra: em todo o leitor há um egoísta sentado. E agora, sim, avancemos o 'q uase nada que eu pos so dizer sobre a poesia recente. É surpreendente que um crítico (Alvaro Salema) tivesse falado d' «o surto de renovo neo-realista despertado pela libertac;ao que o 25 de Abril» (de 1974) <<tornou possível». Ressalvo desde logo que o alegado renovo se verificaria na


LAS ULTIMAS TEN DENCIAS

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prosa de fiq:ao, mas creio que nem gue sobre se algum desee anticonvenmesmo aí houve nada de semelhante. ciona'lismo nao estará em vias de torE na poesia o dobre a finados foi ab- nar-se um tópico. Eduardo Louren<;o, soluto. Paz a alma do neo-realismo, que atrás citado, aludiu também a «toda corresponde no caso espanhol ao rea.. uma tradi{:ao académica, de fererencias lismo social e teve as suas raízes no codificadas com o passar dos anos, qus famoso Congresso de Kharkov (1934), se desmorona enquanto instancia consonde se propós a panaceia universal do ciente ou inconsciente cultural privilerealismo socialista. giada» . É verdade que o fim do velho Com isto, porém, nao estancou o veio regime foi festejado com essa gloriosa realista na poesia portuguesa. Ele vem interven<;ao dos sapadores, mas a pele da madrugada da lírica, do cancioneiro de galinha já a sentiam os surrealistas medieval. Está agora presente sob a na segunda metade da década de 40 e forma de urna aturada aten<;:ao ao antes deles ousou A'lmada Negreiros, quotidiano, até o mais banal, e enforma companheiro de Fernando Pessoa no as tendencias muito nítidas para o Orpheu, agredir a literatura como insnarrativo e o descritivo. Um dos ante- titui<;ao n a pessoa de Júlio Dan tas. passados directos talvez deva procurarAcentuou-se entretanto a atitude se em Ruy Belo, que nao largou da transgressora. Socorro-me aqui de Joa.. mao a crítica a realidade social -ex- quim Manuel Magalhaes, referencia tremamente contundente sobre tu do nos importante dos anos 70 e o mais inanos em que o velho regime totalitário fluente ensaísta sobre poesia das duas ia perdendo velocidade e refinando de últimas décadas. Escalona ele a tranhipocrisia-, se bem que isenta, essa gressao por tres níveis : o do discurso crítica, de clichés e lugares-comuns em propriamente dito, o político e o mora'l que o neo-realismo degenerara. ou comportamental. Todos tres tem A jovem poesia é, na sua esmagadora velhas tradi<;6es em Portugal. De momaioría, indiferente a quaisquer deba- mento o político praticamente inexiste, tes ideológicos. Se quiséssemos Classi- nao por tácita concordfmcia com o sisficá-Ia nesse particular, falaríamos de tema político vigente mas, repito, por um feroz individualismo e apostaríaindiferen<;a para com o debate ideomos inclusive em que ele será a senha lógico. da entrada no próximo milénio. É mais evidente -muito mais eviPerguntar-me-ao por urna poesia da dente- a transgressao moral, se toescassez, da surdina ou 'do silencio. marmos em conjunto os anos 70 e 80. Tenho a informar que ela existe, resCombatem-se todos os padr6es de norpa'ldada por um poeta e teórico tao acmalidade, mais intensamente do que tivo como António Ramos Rosa, e pode fizeram os surrealistas ou pretenderam reduzir a -e stratégia verbal a brevíssimas estrofes, as vezes simples dísticos fazer a'lguns jovens nos anos 60. Quanto aos discursos poéticos, os rarefeitos. anos 70 trouxeram bastante novidade Mas existe igualmente urna outra no que se refere a decomposi<;ao e poesia nos antípodas desta, emocionada quando -n ao patética, a provar que o fragmenta<;ao, a colagem, ao assintacsentimento está de regresso a lírica. Ou tismo, a agramaticielade. A poesia jocalcando frequentemente o pedal da vem retirou daí o lucro possível, sem emo<;ao para fazer passar melhor a fazer novo s investimentos dignos ele confissao: caso nos anos 70 de Al Ber- nota. Diz-se por um lado que o romantismo to, nos 80 de Jorge Sousa Braga. A jovem poesia portuguesa abomina regressa gradualmente, ainda que José o convencional, embora eu me interro- Agostinho Baptista haja intitulado o


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FERNAN DO A SSIS PA CHECO

seu penúltimo livro O último romanlico; mas é facto que alguns jovens poetas denotam apetite pela postura e a dicc;:ao clássicas. Do mesmo modo o bac;:o, o escuro, o sombrio, o opaco sao comuns a vanos poetas, e o claro, o fluido, o translúcido comuns a <lutros. Coincidindo com o que se passou e passa em poesias das áreas latina e anglo-saxónica, é pacífico que a incorporac;:ao de referencias culturais atinge dimensoes macic;:as. Há poetas que só serao cabalmente entendidos por quem decifrar a sua chave musical : erudita, de jazz ou de rock. Há quem glosse quadros, gravuras, fotografias, ou dialogue com essas formas de expressao. Mas mais frequentemente é a matéria

literária' que atrai os jovens p oetas. Nao bolinou Franco-Alexandre nas águas de Robert Creeley e do grupo B lack Mountain? Nao se deixou Nuno Júdice embeber de Mallarmé? Agora a recolecc;:ao faz..se um pouco por todo o lado. Muito bem, e Pessoa? «Guardiao do átrio» é como lhe chama Fernando J. B. Martinho, e seria néscio quem minimizasse a sua impressao digita'l fundamente aposta na poesia subsequente. Digamos que os poetas mais jovens se habituaram a viver com ele. Mas, interrogados, alguns deles juram por outros santos: Herberto Helder, ou Ramos Rosa, ou até Fernandes Jorge, Franco-Alexandre e Magalhaes. Nao deixa de ser urna ousadia.


JÚLIO CONRADO

Literatura portuguesa de fic~;o. Últimas tendencias

1.

HORAS FELIZES

Na t entativa de destrinc;:ar, no ema.. ranhado da produc;:ao editorial corrente, as «últimas t endencias » na literatura portugu esa de ficc;:ao, comec;:o por dizer, a laia de ponto de partida para urna reflexao de n a tureza sociológica, algo que é do domínio comum: que as transformac;:6es operadas na nossa sociedade a seguir ao 25 de Abril estipularam modos de afirmac;:ao ficcional contnL rios a s hierarquizac;:6es e aos enquadramentos previsíveis. A nova literatura -e nao englobo nes ta designac;:ao apenas a ·l iteratura cronologicamente nova mas também aquela que deriva da «renovac;:ao dos escritores consagrados- surge doravante menos cingida as orientac;:6es pautadas por elevados padr6es de responsabilizac;:ao pessoal e colectiva, vigentes ate meados da década de setenta. Parece ter-se enfim criado consciencia dos limites materiais da literatura quanto ao seu real peso na marcha do mundo. Essa outra consciencia da palavra, adquirida sob a acc;:ao da ünguística, do estruturalismo, da psicanálise, etcétera, «descrispou» a comunidade literaria, des-radicalizando e descentrando as posi<;6es da crítica e ampliando nos criadores a capacidade de se deixarem seduzir pela pluralidade de sentidos do real em níveis de compromisso afastados dos constrangimentos que

«tipificaram » o despotismo das «escalas » e dos «movimentos». Eis urna primeira ilacc;:ao a extrair da mensagem do tempo : vivem-se em Portugal horas felizes de plena fruic;:ao da liberdade de criar, sob o «beneplacito » de urna rara e dupla ausencia: a ausencia de censura oficial e de dispositivos t eóricos e ideológicos de incidencia despótica no processo da escrita. Lá havera quem, alarmado, conteste: reina a confusao! Os que assim pensam acham a desordem de tal ordem que se torna.. ria inviável definir fronteiras, identificar suportes teóricos rigorosos e estabelecer objectivos correlaccionados com ambiciosas mudanc;:as esteticas ou sociais. Mas sempre se achará maneira de isolar urnas quantas principais linhas de forc;:a, suficientemente elucidatL vas de um modo de ser e de estar na vida e na História. 2.

O

QUE «DIZEM» OS BEST-SELLER

A ideia, geralmente aceite, de que o exito do romance se relaciona com o lazer, ao proporcionar ao leitor distraec;:ao, evasao, identificac;:ao -o que seria afim do ,p rópria génese do bestseller- surge dissociada do sucesso de alguma da nossa literatura romanesca recente de grande expressao editoria1. Em tal matéria, o que se passa em Portugal é bastante ambíguo. A distan-


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JULIO CONRADO

cia que, noutros países, a crítica «sen- vendem largas dezen-as de milhar de sata» marca em relac;:ao ao best-seller, volumes com dispensa absoluta dos a propósito de supostas ou verdadeiras juízos da crítica, conquanto lubrifiquem transigencias com o gosto estereotipado com obstinada e inexcedível astúcia os do público de massa, nao tem exacta mecanismos que accionam as consagracorrespondencia no nosso país. É certo c;:6es lucrativas do meroado. que a crítica, «sensata» ou nao, tem Contudo, estou em crer que o fenóvindo a desaparecer das páginas dos meno das grandes tiragens, pelo seu jornais; estes, com as raras excepc6es ineditismo no que respeita aos autores que confirmam a regra, desde há muito portugueses, nao está ainda contamieliminaram, por raz6es de economia de nado por preconceitos, reservas de custos, os «improdutivos» suplementos fundo ou hostilidade intelectual que literarios. O vazio deixado pela antiga sáo lei em muitas cidadelas culturais «crítica imediata» (de aHa qualidade) do globo. Um romance como Balada da está a ser preenchido pela publicidade, Praiados Caes, de José Cardoso Pires, mormente a televisiva -a publicidade pode ser um enorme exito de vendas macic;:a, competitiva, da obra romanes- e simultaneamente recolher críticas ca, é fenómeno relativamente novo na favoraveis. No ano da publicac;:ao de TV- ; pelas acc;:6es de promoc;:ao edi- Balada, um outro best-seUer, Memorial torial em forma de «lanc;:amentos fes- do Convento, de José Saramago, obteve tivos» pela pressao sobre «agentes cul- a un-animidade dos encómios da crítica. turais» especializados em obter efeitos Quer isto dizer que, em Portugal, urna multiplicadores da mensagem junto de obra pode ainda ser um best-seller sem faixas da opiniao pública predispostas incorrer na subvalorizac;:ao conferida ao a aceitar as sugest6es consumistas dos livro de «grande venda» pela vigilancia «media»; e pela proliferac;:ao de prémios crítica mais cingida a elevados critérios literários que catapultam para os cumes de qu·alidade. Todavia, se um best-seUer da fama -muitas vezes efémera- engendra outro best-seller e se este nomes completamente desconhecidos. último vive a «sombra» do primeiro, O sucesso ou o insucesso dum livro nao ou seja, se o autor nao se situa hoje dependem mais da crítica - Fernando a altura do que conseguiu ontem e Namora tem razao : nenhum crítico resvala para concess6es oportunistas detém hoje cualquer espécie de in- ao pior gosto do público, en tao comfluencia na projecc;:ao de um livro e do petirá a crítica «séria» tentar interromseu autor. Muita da crítica que agora per o percurso do sucesso, dizendo se faz enferma de nao saber criar urna que o rei, se nao vai nú, vai, pelo menos, dialéctica entre o conhecimento cien- em trajes menores. Claro está que tífico e a socializac;:ao desse conheci- aquilo que é detectado pela lucidez mento ao produzir um discurso que crítica como «depreciac;:ao qualitativa» viaja em circuito fechado- de especia- já a «máquina de fazer sonhar» da lista para especialista. Por outro lado, publicidade terá antecipadamente ima crítica jornalística está a limitar-se posto como horizonte de desejo. O ao registo pontual da «novidade» combate desigual entre a pertinencia colaborando melhor nas estratégias de crítica e a impertinencia das acc;:6es marketing das editores do que numa de vendas consagradas a colocac;:ao selecc;:ao avisada dos valores que vao da mercadoriajlivro junto do consurgindo e se vao afirmando a sua sumidorjleitor leva a desautorizac;:ao própria custa ou dissipando por nao daquela, pois que as forc;:as que no pasterem quem olhe por eles. Em conse- sado precisaram do aval da cultura quencia, já vao aparecen do alguns para se desencadearem, sendo irreverescritores apenas interessantes que síveis a curto prazo, desconhecem sen-


LAS ULTIMAS TENDENCIAS

timen tos de lealdade e esmagam agora toda a sorte de resistencia aos automatismos da «verdade» mercantiL E é aqui, neste preciso domínio, que mais faz sentir a sua falta urna crítica ime.. diata moralizadora, corajosa, determinada. Em todo o caso se, como se pretende, urna estética da recep<:;ao está implicada em novos conceitos de historicidade, o fenómeno do best-seller deve ser analisado fora do quadro do ressentimento do crítico (o crítico é dispensando de dar opiniao, a menos que se ponha ao servi<:;o da lógica de vendas, isto é, diga bem do produto), já que é sus_ ceptível de fornecer pistas esclarecedoras nao só do gosto do público mas também sobre os sentimentos profundos que esse mesmo gosto trai. Decerto que tal gosto, quando perversamente estimulado pela promo<:;ao destemperada, corre o r.isco de, por si só, naO se «explican>; ao tornar-se cúmplice de urna estratégia de marketing e ao remeter o objecto adquirido a passivida.. de decorativa, em nada contribui para fazer vir a superfície a consciencia oculta do tempo. Mas há que confiar no leitor que ajuda a criar cadeias de recep<:;ao da obra e esse leitor existe, de facto, em Portugal, como tentarei demonstrar. Um relance ,p or mais ou menos recen_ tes best-seller portugueses presta algumas informa<:;oes curiosas sobre o estado das coisas. Tomo por referencia tres obras de fic<:;ao com as quais será possível entrever urna tendencia: o romance e a narrativa «históricos». Sao elas A Casa do PÓ, de Fernando Campos, Memorial do Convento, de José Saramago e Vida e Obras de D. Gibao, de Joao Palma-Ferreira (esta última ainda nao propriamente um best-seller, contudo com boa recep<:;ao por parte do público; trata-se, é bom notar, de urna edic;ao de autor). Urna primeira verifica<:;ao se impoe: em todas as obras as personagens representam criaturas dotadas de dinamismo cujos esfor<:;os

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convergem para um «fazer» ou para um «perigo» : construir um convento, viajar corren do riscos impensáveis, etcetera; e sao textos que convergem, igualmente, para por em jogo a Históda ,l acunar, ambicionando introduzir na Historia da Literatura o que a História dá como tendo acontecido mas de que nao há «história» escrita probatória. Tentam preencher os hiatos, investigar as omissoes violentas surgidas em defesa da «razao de Estado», denunciar as distor<:;oes e as elipses, tudo isto inserido no problema mais vasto da redifini<:;ao da identidade nacional. E, com efeito, José Saramago é apontado como o cronista que o rei Joao V nao teve, que o século XVIII nao teve. Memorial do Convento é a obra que o rei «magnanimo» se esqueceu de encomendar para dar um toque de cultura literária ao empreendimento propiciador de enormes proventos a arquitectos, escultores, músicos, etc.: a constru<:;ao do convento de Mafra. Nao teria assentado mal ao rei alargar aos bons artistas da pena, eternos ,pindéricos, o seu caracter esbanjador. Ainda assim terá resolvido, cerca de 250 anos mais tarde, alguns problemas de dinheiro ao José Saramago. Em A Casa do Pó, Fernando Campos questiona deliberadamente: de quem era filho Pantaleao de Aveiro, o frade menorita que dir-se-ía beneficiar de poderosas protec<:;oes sempre que a sua vida corria perigo? Em torno do enigma andou Fernando Campos durante dez anos, só agora dando por concluídas as investiga{:oes mas sem decifrar o mistério nodal. Seria Pantaleao fruto dos amores de Guiomar Coutinho e Joao de Lencastre -funestos, como todos os amores que passam a História? Teria ele «um destino talhado de fora» associado ao destino maior e trágico de urna vingan<:;a de alto contorno político? Perante a escassez de dados biográficos relativos ao «frade menor da Ordem de Sao Francisco, da Observancia da Província dos Algarves» Fernan-


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JULIO CONRADO

do Campos remenda, fascinado, os «buracos» manifestos ou intuídos no Itinerario da Terra Santa -obra com a qual Frei Pantaleao de Aveiro figura na nossa História da Literatura de Vi agens- com matéria inventada, porém seleccionada de acordo com os critérios de verosimilhan~a autorizados pelo «espírito » do próprio Itinerário (Sec. XVI). J oao Palma-Ferreira, dedicado leitor dos escritores castelhanos dos séculos XVI e XVII «em eujo convívio regressou, com Vida e Obras de D. Gibao a fic~ao qua abandonara momentaneamente » pode ser a justo título reconhecido como o autor portugues cuja obra recente aparece influenciada pela sombra tutelar de Francisco de Quevedo. Palma-Ferreira, um dos conceituados novelistas da transi~ao da década de sessenta para a de setenta (Tres S emanas el11. Maio, Na Tua Morte, A Viagem) viveu alguns anos em Salamanca e em Madrid, onde sem dúvida terá recolhido larga experiencia no trato ,c om os clássicos espanhóis. Aqui terá, de resto, mergulhado no «outro lado» de um tempo «cinzento» da literatura lusa e encontrado motivos para o devolver a aetualidade na companhia de um certo D. Gibao andarilho, escrevente de profissao, filho de algibebe defunto, frade, bispo e alferes, sempre de olhar jocoso derramado sobre os nao-espertos, os pobres diabos, capaz de com artes e manhas de prodígio contornar as situa~5es mais delicadas (com excep~ao da última: a fogueira da Inquisi~ao). Para simplificar, direi que: a) A «adesao» do público nao foi, a partida, condicionada pela actua~ao dos media, nomeadamente a televisao, e muito menos da crítica, no caso de A Casa do PÓ, de Fernando Campos. b) No caso de Memorial do Convento terá havido um certo «efeito de continuidad de leitura» provocado pelo anterior romance de Saramago, Levantado do Chao,

c)

mas o livro, quando da t.a edi~ao, nao foi propriamente anunciado como se de um novo detergente se tratas se. D. Gibao é urna edi~ao de autor, agora em 2. a edi~ao, cujo «es~oa­ mento» prossegue em bom rit. mo. Nao foi objecto de especial «promo~ao» .

O excepcional acolhimento --que quase se diria espontfmeo, - por parte do leitor aos referidos romances e narrativa corresponderá a urna qualquer insatisf.a~ao mergulhada no imaginário portugues por for~a de terríveis escamoteamentos passados. Eles, livros, agitando resíduos em repouso do inconsciente colectivo, colocam o leitor fora do mito através da ilusao de convivencia com a História na fase de acumula~ao de factos, logo anteriormente as r espectivas síntesis. Esmagados pelo peso dos mitos históricosespessos, coesos, unívocos, inquestionáveis -os Portugueses procuram no romance a informa~ao sobre a génese des_ ses mitos. Com o movimento de curiosidade acerca do passado- nao; portanto, o passado estentório e imobilizado dos grandes feitos mas sim o passado «humanizado» pelo esfervilhar da vida em movimento -estará relacionado o correr do pano sobre o ciclo colonial. Um pequeno país como Portugal administrou durante séculos territórios fabulosos espalhados pelo planeta- tarefa aparentemente superior as suas for~as que mobilizou a capacidade humana disponível. De re gresso a casa, os Portugueses come~am a olhar com maior minúcia essa mesma casa, prescrutando o que nela possa cons ervar-se intacto, capaz de lhes ·expressar m elhor o que sao, como sao, donde vieram, para onde vao. A dispersao pelas «partidas» do mundo te. los-á distraído do vínculo matricial, agora retomado com foros de obsessao. Torno a ambiguidade de que falei atrás: o livro de prosa popular e de temática estereotipada apoiado pela


LAS ULTIMAS TENDEN CIAS

engrenagem que visa retirar lucros importantes da literatura de massas, tem já certo peso na produc;ao editorial. É, porém, a problemática ligada a identidade nacional aquela que vem gerando os grandes exitos de vendas : a partir dos seus recalcamentos, das suas obsess6es, dos seus fantasmas e das suas evocac;6es, vao os Portugueses reconstruindo a memória colectiva e produzindo os seus melhores bestseller. O que nao tem nada a ver com leitores abúlicos, editores industrializados e escritores prontos a abastece. r em o mercado com livros-passatempo. 3.

O

FANTÁSTICO NA NOVELÍSTICA ACTUAL

DE MISTURA COM ALGUNS PERCURSOS BURGUESES

O irracionalismo, o saudosismo, o decadentismo, o «fantástico », irrompem, em geral, no literatura quando: - nao existe um projecto colectivo e racionalista mobilizador; subsiste a decepc;ao por velhos projectos fracassados; persiste a saudade crepuscular da grandeza perdida. Com Portugal ainda sob os efeitos de urna crise económico-financeira e social gravíssima - crise de emprego, crise habitacional, salários em atraso, baixo rendimento per capita- parece lícito concluir-se pela existencia de condic;6es propíci·a s a transferencia, para mundos simbólicos, das expectativas de felicidadól, visto que, cumulativamente, a crise do racionalismo e a descrispac;ao ideológica para tal contribuem. É certo que o optimismo burgues está a vir a superfície, após longo período de letargia. Romances escritos sob os auspícios da doce vida, da «joie de vivre», voltados para a intriga charmosa alimentada por Portugueses com «estatuto» e para a crítica de costumes, prognosticam talvez mudanc;as próximas na nossa sociedade. Na insuspeita revista norte-american a Time lia-se há pouco tempo : «os ricos pavoneiam-se

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outra vez em Portugal». E há alguns meses, em pleno período de euforia bolsista, urna revista de assuntos económicos titulava a toda a largura da primeira página : «O regresso dos velhos senhores» (leia-se : o regresso dos homens do capital). A sociedade evolui, pois, para a reintegrac;ao dos valores burgueses e é normal que alguma literatura acompanhe es se deslocamento. Um Amor Feliz (grande sucesso edito_ rial em 1987 e detentor de quatro prémios importantes) de David-Mourao Ferreira, Quatro Ultimas Can{:6es, de Vasco Grac;a Moura e o magnífico romance Esta Noite Sonhei Com Brueghel que assinala o regresso de Fernanda Botelho após 15 anos de silencio, constituem notórias afirmac;6es de mérito, sendo porém prematuro afianc;ar que indiciam urna tendencia. O «fantástico», ao contrário, define.se inequivocamente como urna das tendencias da actual novelística portuguesa. Oito séculos e meio de convívio assíduo dos Portugueses com o transcendente mediatizado pelos rituais e códigos cristaos, 'p or um lado, e o «relacionamento» intemporal com o transcendente pagao pagao que vincula a castidade dos elementos originais e lúdicos do imaginário popular ao caracter corrosivo dos seus «contactos» com o instituído, tornaram aquel e convívio urna banalidade. Na novelística portuguesa actual, a transferencia, para instancias simbólicas, da recriac;ao da vida quotidiana, salda-se pelo reforc;o «transcendente pagao» ou «ateu» devido a infractora transfigurac;ao do real que promove. A acreditar no que a Literatura diz, os Portugueses deixaram de esperar a felicidade na «vida para além da vida» -mas ex,p rimem exuberantemente o seu espanto por nao lhes ser dado serem felizes neste mundo: E escrevem-no com ironia, com gozo criativo, com génioas vezes com amargura . Repare-se como o fantástico na ficc;ao de Urbano Tavares Rodrigues coloca um escritor vindo do existencialismo numa linha catas-


JULIO CONRADO

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trofista CA Vaga de Calor), o que terá decerto a ver com o sentimento trágico de urna aspira<;ao social e política nao resolvida ,p elo autor com a passagem deste pelo realismo socialista, nos anos setenta. Mas já José Saramago, cujo apego a postulados materialistas está acima de qualquer suspeita, «brinca» superiormente com os fantasmas n'O Ano da Marte de Ricardo Reis; e Lídia Jorge eleva o enigma da cobra n'O Dia dos Prodígios e o caso dos cacetes prestes a fazerem justi<;a sumária que subitamente come<;am a florir, n'O Cais das Merendas, a categoria de «·p asses de magia» numa bem humorada e inolvidável capta<;ao dos «pavores» dos humildes. Prevalece um tom folgazao, satírico, gozao, no «trato>} com os fantasmas, aqui e além nublado por ajustes de contas violentos (António Lobo Antunes, em Conhecimento do Inferno, denuncia avassaladoramente as condi<;oes de funcionamento dos hospitais psiquiá. tricos portugueses, pondo em causa práticas de psiaquiatras e psicanalistas) ou por obras como A Vaga de Calor, mas que, ao invés do aconteceu noutros momentos de «crise de projecto nacional>}, nao parece traduzir um recuo até ao misticismo fatalista que leva o povo a indiferen<;a, a desistencia e a resigna<;ao na desgra<;a Cca.. racterísticas estas generalmente apontadas como intrínsecas ao carácter do homem portugues). Afinal, produziramse ao longo de todos estes anos de vivencia democrática transforma<;oes que obrigaram os Portugueses a «mexerse », a alterar hábitos, a aprender a viver na mudan<;a. E preservou-se esse bem inestimável que é liberdade, indispensável para se encarar de frente os desafios que se avizinham. 4.

HISTÓRIA RECENTE: REGISTO, CATARSE, TESTEMUNH

°

Na literatura da «guerra colonial» há que distinguir o «testemunho>} da <dn-

terven<;ao». É que, nao sendo toda a literatura sobre a guerra, de pós-guerra, convém separar o relato dos guerreiros depois de terminadas as hostilidades de «interven<;ao>} de vários ficcionistas durante o período em que decorreu o conflito. Entendo que, ao falar-se de «literatura da guerra colonia!», nem sempre deve associar-se tal designa<;ao a iniciativas contemporaneas de projectos para alterar o curso da guerra visando o seu termo, mas sim a necessidade de testemunhas priveligiadas, pela via da autocatarse, exorcisarem a memória dos combates através da persistente evoca<;ao escrita, sempre in acabada, do residual problema que a sustenta. Tem algo de paté... tico essa opera<;ao por meio da qual o escritor se alivia da memória incómoda da experiencia vivida: é que, «expulsando-a» parcialmente de si numa altura em que deixou de poder inf.luenciar as decisoes dos gen erais , já só actua ao nível das consciencias dos polHicos que estabelecem as pensoes dos mutilados. Naturalmente que no domínio do rastreio histórico e no da condena<;ao do odioso da guerra, urna literatura de «testemunho>} terá sempre o seu lugar. Haverá mesmo quem - legitimamente- defenda que a «distancia>} crítica, retirando ao texto testemunhal a carga imediatista e colocando-o no plano da arte, a salvo de juízos de emergencia, consolida a aptidao moral da respectiva mensagem. Mas que fazer com esta moral? Como arran.1nr novas colónias onde os maus passos de outrora possam ser resgatados por gestos isentos de pecado? Rotular de «tendencia» a tentativa de arrumar numa ampla galeria de espectr09 todo o recheio fantasmático do caso africano será talvez um pouco excessivo. As histórias da guerra contadas pelos guerreiros flnalmenle em repouso -e nao só- revestem urna grande variedade de propostas. Da reconstitui<;ao paro dística a exposi<;ao de feridas insuturáveis; a narrativas formalmente


LAS ULTIMAS TENDENCIAS

desgarradas entre si, embora convergindo na denúncia da malignidade belicista; os movimentos de fuga determinados por um aceso gosto de viver, incompatível com o cerco ambiencial; a afectividade em múltiplos graus : o afecto pelos lugares e as saliencias emotivas emergindo de cruzamentos passionais -indicam a pluralidade de caminhos que uma actividade memorialista incess·a ntemente percorrerá. No campo realista estrito, há a assinalar outrossim uma enigmática ausencia de «presente» e de «futuro» . O futuro, as auroras, a esperan~a, os amanhas que cantam, metáforas do arranque para a revolu~ao socialista, que estiveram sempre .p resentes no nos_ so n eo-relaismo literário (é assim designado entre nós o realismo socialista) desapareceram quase por completo. Escritores cujas op~6es políticas os situariam teoricamente nesse campo preferem voltar-se para o passado, como se o presente queimasse os dedos, numa preocupa~ao de reeleitura do acontecido que desemboca no romance de ¡«saga familian>, de que o último e melhor exemplo será Vida e Marte dos Santiagos, de Mário Ventura -a história de um cigano raiano e da sua descendencia que o autor relaciona com o génese do latifundiário alentejano (mas antes havia sido publicado Le_ vantado do Chao, de José Saramago, que desvenda o percurso de uma família do povo ao longo de quatro gera~6es na que é considerada «uma epopeia social do Alentejo»). O próprio Baptista-Bastos, que acaba de revigorar a la literatura realista com dois excelentes romances, Viagem de Um Pai e de Um Filho pelas Ruas da Amargura e A Colina de Cristal se mostra impotente para «evitar» o passado, naO obstante uma sua velha profissao de fé segundo a qual os livros t em de ser feitos com a vida e nao sobre a vida. Mas tem o mérito de devolver a cena literária protagonistas caros ao neo-

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realismo : no caso de A Colina de Cristal é a odisseia dos operários construtores de estradas nos anos trinta o que mobiliza a aten~ao do escritor num romance de grande qualidade formal. Em Eduarda Dionísio será possível identificar, neste momento, o único escritor portugues que porfia em nao perder de vista o período revolucionário subsequente ao 25 de Abril e as suas seque las contemporaneas.

5.

ALGUMAS CONCLUSOES

Nao pretendi tra~ar uma panoramica rigorosa do que hoje acontece na literatura portuguesa de fic~ao. Se o quisesse fazer, teria de convocar muitos mais livros e autores. Tentei isolar as «últimas tendencias», tal como me foi solicitado, de um ponto de vista de leitor de romances e novelas; as obras que chamei em apoio desse esfor~o, nem todas de fornada muito recente, foram aquelas que achei verdadeiramente úteis a finalidade pretendida. Do que atrás ficou dito, concluo que: 1. Portugal atravessa urna crise social de grande extensa o mas parece procurar nas suas raízes históricas, através do refor~o da identidade nacional, a inspira~ao para a vencer. 2. A literatura de fic~ao reflecte essa curiosidade tendencial ao privilegiar o romance e a narrativa «históricos» mas sublinhando a «história viva» em detrimento do culto do «mito». 3. A transferencia de escritores de forma~ao materialista para o «fantástico» e para o «passado» pode querer siggnificar que no campo realista tu do está a ser posto em causa, tudo está a ser repensado. 4. A actualidad e «está» nas obras de ambiente burgues, o que para muitos é um sintomático sinal dos tempos.


LUIS MATEO DÍEZ

«Narrativa española: algunas orientaciones»

Para enmarcar algunas consideraciones sobre las últimas tendencias que pueden observarse en la narrativa española -aportación que uno difícilmente podrá deslindar de la perspectiva acaso demasiado particular de su mirada- me parece necesario un arqueo previo sobre el desarrollo de esa narrativa e n la última década, que viene a coincidir con el lento despegue político, social, económico, cultural, de los primeros tiempos de la recobrada democracia. Existen ya algunos estudios - aunque sean parciales y probablemente provisionales- sobre la narrativa de esos años, y me da 'la impresión de que hay bastante concordancia en la caracterización general y hasta en la valoración de la misma. Una caracterización que suele partir de algunas comprobaciones más o menos previsibles: no hay en 'la ya casi lejana transición sorpresas de relieve, obras ocultas que puedan ver la ,l uz en la ·n ormalidad democrática, coexisten con naturalidad varias generaciones de narradores, y en seguida se perfila un panorama más amplio de nombres nuevos, algunos afianzados tras el arranque menos conocido de sus primeros libros, otros situados en una lío nea de atención desde su incipiente salida. Esa equilibrada y razonable convivencia generacional, en un arco tan ex-

tenso como el que abarca a nombres ya perfectamente instalados por edad y obra en nuestra historia literaria, a escritores en plena madurez o en su madurez primera, y autores jóvenes que encuentran una consideración anteriormente nada fácil, ayuda -a mi modo de ver- a matizar un panorama sin duda más abierto y, como tal, renovado, más lleno de contrastes y probablemente de contradicciones, que en la variedad, en la diversidad, tendrá sus notas caracterizadoras más definidas. Un panorama que ha venido encontrando, en todos estos últimos años -tras el politizado sarpullido de la inmediata libertad, tan llena de libros por tanto tiempo vedados y de improvisadas y efímeras novelizaciones y testimonios- la no menos razonable contrapartida de una sociedad, poco leetora en general -como las encuestas tan cabal y desgraciadamente demues· tran- pero que -como con frecuencia viene sucediendo en casi todos los países- sigue manteniendo a la narrativa en la cota más alta de sus preferencias lectoras. Parece claro que la narrativa -la novela, sobre todo- afianza su renovado prestigio de género literario, predestinado a la creación de mundos imaginarios sólo susceptibles de cobrar exis tencia en la belleza de las palabras, en unos tiempos en que se recrudece


LAS ULTIMAS TENDENCIAS

la competencia de la imagen, y tras tantas cábalas -definitivamente desmentidas- sobre su vaticinada muerte, axfisiado en su insoslayable condición decimonónica. En la evaluación de la narrativa española de esta primera década de la democracia, alargada ya unos años, se ha insistido en un rasgo común, bastante generalizable, que tal vez podría detaUarse como la más aparente orientación de la misma. Se trata del propósito de volver de alguna manera a las fuentes del género, de recobrar el valor de la anécdota, la intención de -antes que nada- contar una histor ia. De asumir -así- un grado más evidente y explícito de narratividad, restituyendo a la novela su condición más genuina. No sería -ni obviamente ha sido- un regreso estricto a las pautas más tradicionales del género, pero sí un replanteamiento intenciona do para recuperar, al menos, algo de su f.ascinación más sustancial y originaria. La herencia -anteriormente inmediata- de la obsesión experimentalista había dejado -en un panorama bastante empobrecido y muy propicio a exacerbar la moda más a mano- cierto desánimo, ampliamente propagado a los lectores. Del experimentalismo se había hecho un uso bastante vacuo, un uso sin destino que ni como revulsivo llegó a tener demasiada incidencia. Los viejos pleitos de encontradas propuestas ideológicas y estéticas, las antiguas confrontaciones más o menos viscerales, y casi siempre ajenas al estricto territorio de la creación literaria, prácticamente ya habían sucumbido hasta en sus últimas secuelas, y el trán.. sito de la -n ormalidad va a procurar -antes que nada- ese necesario florecimiento de la variedad de la diversidad, al que hace un momento me refería. En el lógico repliegue del narrador a su obra, a la asunción de su no menos lógica e imprescindible soledad -ajena

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a cualquier tipo de justificaciones y amparos- para desde ella afrontar la revelación de su mundo propio, de su particular universo literario, es desde donde se asientan las favorables circunstancias de ese tránsito que marca un límite de olvidos y de renovaciones, un puente también a la mirada del escritor sobre sí mismo, al reto natural de la creación sin otros avales que los que uno mismo determina y procura sobre el telar de sus poderes, de su imaginación, de su estilo. Por supuesto que en esta mentada variedad hay cauce para las más diversas opciones, para los más contrapuestos estilos, técnicas y mundos, pues la variedad es hija directa de la libertad creadora, eximida de lejanos condicionamientos extraliterarios, abocada al rasero al que -l a normalidad debe conducir, que no debería ser otro que el de la única justificación en la calidad. Ese regreso a las fuentes del género que suele citarse -como antes indicaba- como rasgo común, ambientador de todas -o casi todas- las tendencias de estos últimos años, esa especie de intento regenerador, destinado a de.. volver a la novela algo de su más originario prestigio, y el más explícito aliciente para sus incondicionales o ya desanimados lectores, encontró fórmulas también variadas, relrbilitando el relato policial, la no vela histórica, el erotismo o la aventura, vertientes de algunos populares subgéneros tradicionales, ampliamente acreditados por los más conspicuos maestros. De todos ellos se ha hecho un uso diverso, buscando significaciones más complejas, manipulando sus posibilidades o acogiéndose a sus más genuinas oaracterísticas con una pretensión reactualizadora. De todas formas, el camino de la novela no parece que sea, ahora mismo en nuestro país, especialmente distinto al de otros países, particularmente diferenciado al que transita en esta encru_ cijada contemporánea, cuando -como


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LU IS MATEO DIEZ

antes decía- los ecos de su vaticinada muerte ya están más que apagados. Más a1lá de concretas orientaciones, con frecuencia atadas a gustos más o menos pasajeros, a modas más o menos afortunadas, yo pienso que la novela viene desde hace años sometiéndose -al menos en m·anos de quienes con mayor clarividencia la cultivan- a un necesario proyecto de reconquista de sí misma, a un proceso de reinvención que conlleva todo un proceso de depuración y enriquecimiento destinado a desve'lar los valores de su contemporaneidad, en tanto sigue asegurando su condición de género cada día más vivo en manos de sus lectores. Ese camino - que probablemente ha de extenderse e n los tiempos venideros- parte -a mi modo de ver- de la convicción especialmente radicalizada del carácter insustituible de la narración escrita, de la invención literaria, de que la emoción y la belleza que se transmite a través de las palabras - y los mundos imaginarios en las palabras sostenidos- sólo a través de ellas puede transmitirse. La convivencia de la novela con otros medios narrativos -fundament·a lmente los derivados de la masificación de la

imagen- es una razonable e irremediable convivencia, destinada a evidenciar y profundizar las diferencias, y a avalar esa dirección lo más hondamente literaria y autónoma -e insustituible, por supuesto- del arte de novelar, que -a estas alturas del siglo- se encuentra, además, cada día más liberado de compromisos vic-arios, de adherencias subsidiarias, más propias de los pasados esplendores decimonónicos. Compromisos y adherencias que en buena medida han asumido los medios de comunicación -antes precarios y ahora multiplicados- exonerando a la novela de su cobertura documental o informativa que -por supuesto- también contribuyó a su prestigio de escuela de vida y de conocimiento. Y abriendo ese camino más liberado, de progresiva depuración que -sin dudaviene conduciendo al territorio de su invención más estilizada, más sustancial y extrema, donde -sin perder la fascinación originaria- debería acabar redescubriendo su más apasionante y renovada hondura. Uno apuesta por esa orientación, compiladora tal vez de todas las tendencias destinadas a que no decaiga ese proceso revitalizar de la novela, que parte de la re invención de sí misma.

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8. Publicaciones literarias

CLARA ROCHA JOSÉ ANTONIO GABRIEL Y GALÁN PERFECTO-E. CUADRADO FERNÁNDEZ MIGUEL RIERA

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CLARA ROCHA

RevistalJ literárias ern Portugal a partir

Na revista Os Poetas do Caté, de 1981, Jorge de Sousa Braga, modesto poeta-

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anos 70

provocador do Porto, publica o poema «Portugal», que comec;a assim :

«Portugal eu quero falar contigo Nao fac;as esses olhos de quem viu um lobisomem Achas esquisito porventura que eu queira falar contigo É que tenho coisas muito importantes para te dizer e só agora arranjei a coragem suficiente Portugal eu tenho vinte e dois anos e tu as vezes fazes-me sentir como [se tivesse oitocentos ( ... ).,. Ci to estes versos para falar das revistas portuguesas das cluas últimas décadas porque me parece evidente nelas a obsessao da História. História essa que pode ser a nacional (como é o caso neste poema) ou a da civilizac;ao ocidental, mas que serve de pano de fundo a criac;ao literária, contextualL zando_a, responsabilizando-a, inspirando-a ou a té tolhendo-a. É pelo angulo particular dar relac;6es entre a criac;ao e a História que me pro_ ponho perspectivar as principais tendencias que se definem no manancial do periodismo literário portugues mais recente. Que me perdoem os bibliófilos e os eruditos, mas o estudo das revistas nao me interessa tanto na perspectiva do dicionarista, que f.az o levantamento exaustivo das espécies, quanto na do historiador da literatura, que as encara como lugar de encontro dos espíritos criadores mais significativos dum mo-

mento e sl!lporte dos temas, formas e ideias dominantes dum grupo, gerac;ao ou vanguarda. Comec;arei por mencionar as revistas que, a partir dos anos 70, pretendem participar na História e acreditam na possibilidade de intervirna vida da Cidade. É o caso de publicac;6es como Arvore (1975), Critérío (1975), Raíz e Utopía (1977) e Nova Renascen{:a (1980). Sao as revistas da «pólis» ou de opiniao, cujo surto se deve em grande parte a Revoluc;ao de 74 - muito embora haja em Portugal urna longa e importante tradic;ao de revistas e jornais de intervenc;ao social, desde a Seara Nova (1921) até O tem.po e o Modo (1963). Todas estas revistas, apesar da diversidade das suas orientac;6es ideológicas, estao apostadas na reflexao sobre os novos caminhos de futuro que a Revoluc;ao abriu ao destino colectivo portugues . Raíz e Utopía, por exemplo,


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CLARA ROCHA

foi urna revista lan<;ada em 1977 sob a direc<;ao de António José Saraiva, obedecendo nao tanto a urna directriz ideológica como a um programa dinamico de debate de opinioes sobre ques_ toes candentes como a política, a economia, a eco logia, o feminismo, o iberismo, etc. O seu discurso situa-se nitidamente a margem do discurso dominante. Já urna revista como Nova Renascen~a, saída no Porto em 1980 sob a direc<;ao de José Augusto Seabra, procura repensar a identidade nacional a partir dos arquétipos ou modelos míticos nos quais a pátria se pode rever, como Camoes, Teixeira de Pascoaes ou Pessoa. Aliando traditio e revolutio, a revista evoca a ac<;ao do grupo da «Renascen<;a Portuguesa», fundado no Porto em 1912, revivificando a cren<;a num ressurgimento portugués a partir das energias inerentes ao nos so povo. A essa cren<;a, aliam os animadores de Nova Renascen~a a defesa dum projecto de ecumenismo cultural, pois, como escreverá mais tarde Miguel Torga, «nao somos um povo morto, nem sequer esgotado. Ternos ainda um grande papel a desemp enhar no seio das na<;oes, como a mais ecuménica de todas. O mundo naO precisa hoje da nossa insuficiente técnica, nem da nossa precana indústria, nem das nossas escassas matérias primas. Necessita da nossa cultura e da nossa voca<;ao para o abra<;ar cordialmente, como se ele fosse o património natural de todos os homens» (1). Concomitantemente a estas revistas intervenientes, surgem a partir dos anos 70 outras que, pelo contrário, se situam numa linha de nega<;ao da História. Sao elas, entre outras: & Etc. (1973), Arco-tris (1976) Toma (1977), Quebra-Noz (1978), S em a (1979), Fenda (1979), Aresta (1980), Frenesi (1980), Pravda (1982) e Crisol (1983). A todas elas preside um conceito de cria<;ao (1) Miguel Torga, Camoes, Coimbra, 1987,

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como Nega<;ao. A anti-arte e a contracultura sao formas de recusa tanto da cultura tradicional como da cultura massificada. Por outras palavras, sao um modo de negar, simultaneamente, a História e o presente. Mas só em aparencia: porque elas sao afinal herdeiras do grande filao satanico que o pensamento ocidental, desde finais do século XIX, tanto tem explorado. Sata diz no Fausto 1 de Goethe: «Eu sou o espírito que nega sempre» (<<Ich bin der Geist, der stets verneint»). Sata é, pois, n ega<;ao, e manifesta-se pela contempla<;ao das ruínas da História. A atitude satanica corresponde ao profundo mal-estar do intelectual do nos so tempo, vítima duma massifica<;ao total do homem. Lembremos que já Freud constatara que o homen ocidental nao se sente a vontade na cultura que criou (<<das Unbehagen in der Kultur »), e que a busca da felicidade nao cabe no plano do mundo. A contracultura visa entao «estilha<;ar a ordem hierarquizante dos discursos corren tes» (2), e fá-Io, fundamentalmente, opon do a cultura instituida o princípio de prazer. Sata aparece como Pan ressuscitado, for<;a e forma de protesto contra a prisao da civiliza<;ao, a domestica<;ao do homem pela sociedad e tecnológica e massificada. O cinismo, a agressao, a provoca<;ao, o jogo, a paródia, a blasfémia, a violencia do palavrao constituem-se nestas revistas como actos de liberta<;ao. O mesmo acontece com o sexo, que W. Reich dizia dever ser incluido na cultura e que outros opuseram a cultura apre.goando a liberta<;ao dos instintos (D. H. Lawrence, Henry Miller). Em quase todas estas revistas se identifica a cria<;ao artística com o desejo. O Deleuze de Capitalisl11.e et Schizophrénie e de L'Anti-Oedipe, entre outras refe(2) Cf. Fernando Segolin, prefácio aMelo e Castro, A tologia, Lisboa, Moraes Editores, 1983, p. 12.


PUBLICACIONES LITERARIAS

rencias tutelares tao diversas corno Artaud, Lautréamont, Mallarmé, Bakunine e Tzara, corno um dos «maltres a penser» da revista & Etc., que no pensador frances vai coIher as ideias da «individuaIidade esquizofrénica do acto artístico», do «narcisismo que lhe é essencial», da «libido nele liberta». também na revista Quebra-Noz, esta tutelada por citac;6es de Breton, António Maria Lisboa, Deleuze, Baudelaire e T. S. Eliot, o erotismo se constitui corno via de provocac;ao (<<erotismo intenso irrompendo brota, puro magma da palavra sobre o fascínio da palavra», pode ler·se no n.O 3) e o desejo corno mola da escrita (Ponge: «O desejo que f.az escrever»). Nos anos 70 e 80 publica-se ainda urna outra série de revistas que, sem deixarem de ser um lugar de reflexao e debate, estao sobretudo interessadas em «arquivar» a cultura, ou, por outras palavras, em instalá..la na História. Sao as revistas ligadas a instituic;6es culturais . Assim, continua a editar-se a Colóquio/ Letras, urna revista da iniciativa de professores universitários e de críticos literários patrocinada pela Fundac;ao Calouste Gulbenkian, e que pode considerar-se corno um «classico» no panorama do periodismo actual. Conta com urna colaborac;ao muito variada de escritores consagrados, de Nemésio a Sophia de Mello Breyner, de Agustina Bessa-Luís a António Ramos Rosa, de Urbano Tavares Rodrigues a Almeida Faria, mas nao deixa de se manifestar interessada na revelac;ao de novos criadores, fazendo desfijar nas suas páginas sucessivas gerac;6es de poetas, ficcionistas e ensaístas. Caelernos ele Literatura é urna revista da Universidade de .coimbra e foi lanc;ada em 1978 sob a direcc;ao de Andrée Rocha. Constituiu-se corno espac;6 de convívio da Universidade com «arte viva», autores vivos e crítica viva», e incluiu igualmente colaborac;ao de nomes prestigiados do actual panorama literário, corno Eugénio de Andrade,

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Pedro Tamen, Sophia, António Osório, Ramos Rosa, etc. Outras revistas universitárias que merecem destaque sao Persona, lanc;ada no Porto em 1977 por ArnaIdo Saraiva, José Augusto Seabra e Maria da Glória Paddo, e consagrada quase exclusivamente aos estudos pessoanos; e Ariane que, sob a direcc;ao de Maria Alzira Seixo, se tem dedicado desde 1982 aos estudos literários franceses. Ainda no ambito das publicac;6es periódicas vinculadas a instituic;6es de cultura, cumpre mencionar mais duas. Urna dá pelo nome de Loreto 13 e foi duran te algum tempo a revista da Associac;ao Portuguesa de Escritores. Dirigida por Maria Velho da Costa e mais tarde por Augusto Abelaira e Casimiro de Brito, Loreto 13 publicou poesia de Sophia de Mello Breyner, José Gomes Ferreira, Ana Hatherly, Fernando Lemos, Pedro Tamen, José Bento, Luís Miguel Nava, António Osório e tantos outros, e dedicou páginas ensaísticas ou interventoras a vanguarda, a situac;ao socio-profissional do escritor, etc. PreZo é o título duma revista da Imprensa Nacional/Casa da Moeda, saída em 1983 sob a direcc;ao de Diogo Pires Aurélio, e que tem dado prioridade a colaborac;ao ensaística, incidindo sobre ternas de História, história literária, economia, arte, etc. Na série de números publicados contam'se valiosos contributos para o estudo da pintura da Alvarez, da poesia de Cesário Verde, da obra de Jaime Cortesao, etc. Gostaria também de referir alguns jornais e revistas de carácter noticioso que tem contribuido para animar a vida cultural do nosso país nos últimos anos. Em primeiro lugar vem o IL lornal ele letras, artes e ieleias, lanc;ado em 1981 por José Carlos de Vasconce.. los. Atento ·ao momento presente, este jornal de larga tiragem e público muito diversificado reparte os seus interesses entre a literatura, o teatro, o cinema, a música, o bailado, a ecologia, a filosofia, a sociologia, a economia, a ar-


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CLARA ROCHA

quitectura, a televisao, etc. No editorial do primeiro número define-se como um projecto de jornalismo especializado, e também como um projecto cívico e cultural. Entre a longa lista dos seus ·colaboradores contam-se nomes como Alexandre O'Neill, Almeida Faria, Augusto Abelaira, Eduardo Prado Coelho, Eduardo Lourenc;o, Fernando Namora, José Cardos o Pires, José Saramago, David Mourao-Ferreira e tantos outros, além de muitos estrangeiros. Outras publicac;6es de índole noticiosa saíram no final de 1987, como Letras & Letras do Porto (que inclui também artigos críticos e « dossiers» dedicados a um autor) e a revista Ler do Círculo de Leitores. Destaque ainda para alguns volumes colectivos, como ExerGÍcios de Dizer (1977) ou Os Poetas do Café (1981). Quer estejam na origem des tes volumes as conveniencias da publicaC;ao em grupo quer o puro divertimento, eles sao provas inequívocas de que os nossos poetas ainda exercitam o hábito, velho de gerac;6es, da convivencia literária e da tertúlia. Os Poetas do Café é um

título de certa maneira parodístico, ou pelo menos com um estatuto de citac;ao, pois alude a essa mesma tradiC;ao que esteve na génese de revistas tao significativas como Orpheu ou Pre_ sel1l;:a. A verdade é que nem todos os «poetas do café» frequentavam o Café Diplomata do Porto, e que a publicaC;ao nao obedece a urna orientac;ao estética definida e unívoca. Mas isso nao importa. O que importa é o impulso que faz escrever. AIguns títulos ficaram por mencionar, decerto injustamente, mas julgo que os que citei sao suficientes para dar urna ideia da vitalidade do periodismo literário e cultural portugues nos dias de hoje o E quem diz periodismo, diz poesia, ficC;ao e ensaísmo, pois as revistas outra coisa nao sao senao um suporte do ímpeto criador, um lugar de afirmac;ao, um espac;o público a alargado de debate de ideias, um meio de produc;ao ou de arquivamento da cultura. E criadores, felizmente, nao nos faltam. Portugal sempre foi urna terra de descobridores, de aventureiros e de poetas .

EIIS


PERFECTO-E. CUADRADO FERNÁNDEZ

Presencia española en las revistas literarias portuguesa8: Medio siglo

(y algo más) de cautelosas aproximaciones y precipitados desistimientos

Un correcto abordaje del tema que se propone para la discusión (y quizá también para la inquietud y la desesperanza) debería preocuparse en primer lugar por definir qué cosa sea eso a lo que llamamos «revistas literarias», y, en segundo término, esbozar al menos una suointa historia del periodismo l.iterario en Portugal, para así poder situar después en su adecuado contexto el papel de la presencia (anticipemos que fugaz, dispersa, intermitente y fundada en razones las más de las veces azarosas y hasta peregrinas) de obras y autores españoles en ese periodismo literario, o, mejor, en esa parcela específica de la prensa literaria constituida por las denominadas «revistas literarias». Sobre el ser y el diverso aparecer de la prensa literaria ha escrito recientemente cosas de mucho fundamento César Antonio Molina (1); sobre la historia de las revistas literarias portuguesas disponernos ya de algunas obras importantes (corno las de Daniel Pires (2) o Clara Rocha (3)) y de otras aproxima.. ciones más modestas, corno la que yo mismo hube de acometer, desde mi extraterritorialidad insular, en una de las últimas estaciones de mi viacrucis académico (4). Quizá debiéramos, no sé, distinguir,

dentro de las revistas literarias, aqueHas que podríamos llamar «de intervención» y que sirvieron de arma ofensiva (y defensiva, y definidora, y redutadora) en el momento «heroico» (Sanguineti dixit) de la Modernidad, de aquellas que, en su momento «cínico» actual, la han puesto (a la Modernidad nos referirnos) en pública almoneda. Aunque, mejor pensado, puede que con tan singulares y drásticos distingos em_ pezáramos a huir de nuestro asunto sin haber acabado de entrar en él el:!l todo . En cualquier caso, y por poner un punto de partida a nuestro recorrido, pongamos que aceptarnos con Poggioli (5) (autor del que nos separan tantas cosas) su consideración de los «little magazines» corno elemento iden_ tificador de la Modernidad «organizada», esto es, del «vanguardismo», y que, salvados los conocidos precedentes de algunas revistas románticas (alemanas, sobre todo), situarnos el origen de esas pequeñas revistas «de intervención» (con las características que Poggioli les señala) en las postrimerías del siglo XIX, tiempo, por lo que a <la literatura portuguesa se refiere, de la formulación, combate y cimentación del duradero triunfo de los diversos «modos» de manifestación del Simbolismo. Situados, pues, en los penúltimos


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años del siglo XIX, iremos avanzando bolismo desde el «vitalismo » de Mahasta cubrir el medio siglo (y algo más) nuel Laranjeira: se trata de la Revista prometido en el título, manteniéndonos Nova (7), en la que participan Juan dentro de unos límites que parecen Ramón, Miguel de Unamuno y el hisaconsejar las circunstancias y la índole panoamericano Rubén Darío. de nuestro trabajo, y que, además, imEl mismo Miguel de Unamuno, como pone en cierto modo el hecho constata_ corresponsal en Salamanca, y el lusóble de que en ese período (que se cie- filo catalán Rib era i Rovira (8), con rra con el estallido de nuestra guerra igual cometido en Barcelona, aparecen civil) es cuando más intenso y vivo se orgánicamente incorporados a Aguia mantuvo el intercambio cultural hispa- (9), la revista que acabaría siendo porno-portugués en el ámbito que nos tavoz del regeneracionismo «saudosisocupa. ta», pero que antes acogió en un mismo Remos decidido adoptar un criterio impulso de renovación las colaboraciorigurosamente cronológico, por enten- nes de futuros «regeneracionismos» der que al fin resultaría el menos con- discrepantes, como el «modernismo» fundidor, aunque admitimos que no pes so ano, el tradicionalismo, el integrahubiera estado nada mal haber podi- lismo o el liberalismo «seareiro». do añadir el estrambote de una aproSiguiendo la cronología estricta que ximación desde la perspectiva de las hemos elegido para esta panorámica afinidades estéticas e ideológicas, y de encuentros y desencuentros, hemos también, por qué no, haber podido se- de detenernos en una revista que supoñalar los diversos grados y maneras ne el comienzo de unas relaciones par(colaboraciones inéditas, traducciones, ticulares (por razones obvias) entre essimples reseñas, etc.) en que se mani- critores e intelectuales gallegos y porfiesta en las revistas portuguesas la tugueses. La rev-ista en cuestión es Atpresencia española. En fin, paciencia y lantida (lO), y a ella se ha referido Rabarajar, y al punto de partida. món Piñeiro como el lugar de encuentro En vano buscaremos en las revistas de los grupos de Agua y Nós, o, si se simbolistas portuguesas (desde Boémia prefiere, del «saudosismo» de Teixeira Nova y Os Insubmissos hasta Arte, de Pascoaes y Leonardo Coimbra y el Boémios o Ave Azul) colaboración de <<ileo-atlantismo» de Vicente Risco (11). autores españoles . Será, curiosamente, En Atlantida encontramos, en efecto, en el número único de Anathema (6), colaboraciones de Vicente Risco «<A una publicación coyuntural de «inter- nova Galicia fala á Portugal»), Ramón vención política» en desagravio por el Cabanillas (el poema «Vía Cruois») o «Ultimatum» inglés de 1980, donde po- el dibujo «A tristeza dos brazos perdidemos encontrar, en hermandad con es- dos», composü;ao do notável artista cri tores portugueses (de las generacio- galego Alfonso Castelao (todos ellos en nes de 1850 y 1870), italianos, franceses el número 42-43), y, en el sentido de y rumanos, la protesta solidaria de al- una cierta reciprocidad épico-fraternal, gunos nombres ,i lustres de escritores una «Ode a Galiza » (dedicada á S en11.Ora y políticos españoles de prestigio, como Condessa de Pardo Bazán) de Carlos Emilia Pardo Bazán, Ramón de Cam- Lobo de Oliveira y una «Carta ao arpoamor, Gumersindo de Azcárate o Pi tista galego D. Alfonso Castelao» de i Margall. Manuel de Figueiredo, ambos en el núEl primer rastro de la presencia del mero 46-47, donde también (yen otro Modernismo español en Portugal he- orden de cosas) aparecen unas extenmos de buscarlo mucho más tarde, y sísimas «Impress5es d'uma visita a esen una revista en la que Pedro ele Sil- colas de ensino primario em Respanha» veira ha visto un primer ataque al Sim- de Federico António Ferreira de Simas,


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que anticipan el notorio interés manÍfestado por revistas portuguesas como Seara Nova hacia el sistema educativo español, y, en especial, a las posibilidades de adaptarlo e incorporarlo a los proyectos de renovación pedagógica acariciados por determinados grupos de opinión portugueses. Nueva participación gallega vamos a encontrar en otra revista «tradicionalista» (según la clasificación, que aceptamos plenamente, de Clara Rocha) de 1921: Húmus (12). El núm. 1 incluye un «Vello romance» de Eugénio Carré Alvarellos, al lado de una caricatura de Vicente Risco obra de Octávio Sérgio; en el núm. 2 aparece la breve narración «Desencanto», de Leandro Carré; el núm. 3 reproduce un dibujo de Abelenda, «Paiságem Galega»; y, finalmente, en el núm. 4, C. G. (Celestino Gomes, director de la revista reseña el «Rexurdimento» del citado Leandro Carré Alvarellos. La siguiente estaoión de nuestro recorrido cronológico será la revista «política» Seara Nova (13), una de las publicaciones portuguesas que más atención prestó a la situación socio-política española (al menos, hasta la radicalización de la II República, momento en que parece desistir de su interés, no sé si de resultas de la mayor censura portuguesa o por el propio convencimiento de que, definitivamente, como diría Ortega, «no era aquello»), pero que sólo incidentalmente se ocupaba de cuestiones literarias. Seara Nova saludó el fin del -e xilio de Miguel de Unamuno incluyendo un poema de Rimas de dentro en el que la revista apreciaba el retrato l110rdente do Ditador grotesco (Primo de Rivera), y dio especial importancia siempre a la literatura gallega y a los problemas sociopolíticos y lingüísticos de Galicia, gracias, sobre todo, a la intervención y a las colaboraciones de Rodrigues Lapa (14). Más tarde (núms. 604 y 614, 1939) homenajearía a don Antonio Machado en su pasión y muerte en el exilio, y,

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en fechas más recientes, se ocuparía del «problema catalán» por la pluma del lusófilo y nacionalista catalán Félix Cucurull. De las revistas que suelen admitirse como portavoces del «primer modernismo» portugués - es decir, Orpheu, Exílio, Centauro, Portugal Futurista, Athena y Contem.poranea (15 )- sólo esta última (16) acoge participación de escritores españoles, y no sólo eso, sino que llega a plantearse la cuestión de un posible «neo-iberismo» del que muy pronto tuvo que dar cumplidas explicaciones. El núm. 1 se abría con la comunicación de una propuesta del director de la revista (José Pacheco) a la 'Sociedade Naoional de Bellas Artes' para la creación de una 'Sociedade dos Amigos de Espanha' que tendría como socio de honor al presidente de la 'Sociedade dos Amigos de Portugal', el Conde de Romanones; la comunicación terminaba con una salutación y un brindis entusiasta: Pela Sociedade dos Amigos de Espanha! Pela Sociedade dos Amigos de Portugal! Por Portugal! Pela Espanhaf,>. El sentido de esta nota de abertura no parece ser otro que el de un deseo de confraternización en el que, sin embargo, latía una añoranza y un proyecto de resurrección «imperial» ibérica característico del «clima ideológico» de la época avivado por la reciente travesía del Atlántico realizada por Sacadura Cabral y Gago Coutinho, cuyos nombres adornan los márgenes de todas las páginas de ese primer número de la revista. Ese mismo sentido -añoranza y proyecto de futuro- apa_ rece expuesto de manera harto explícita en el texto de An tónio Sardinha (doctrinario y apóstol del «integralismo lusitano») con que se abre el núm. 2 de Contemporanea: '«O Pan-Hispanismo». El equívoco de ese planteamiento, que de alguna manera y por caminos muy distintos parecía querer revivir el fantasma de la unifio ibérica de los federalistas de 1870, provocó numerosas reacciones contrarias y obligó a inser-


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tar en el núm. 4 un encendido «canto fúnebre » a la «definitivamente muerta» uniao ibérica, el artículo «As -r ela~6es luso-hespanholas. O pan-iberismo », por Marünho Nobre de Mello. Digamos, de paso, que el fantasma evocado por Contemporánea en 1922, y el nombre del patrón elegido para la efemérides (el Conde de Romanones), daría lugar a una breve ceremonia de la confusión por parte española .. . en La Gaceta Literaria y con cinco años de retraso. Pero, al margen de «iberismos», fantasmas y resurrecciones, Contemporánea dio cabida en sus páginas, al lado del Conde de Romanones, del Marqués de Quintanar y del Marqués de Lozoya (abanderados de la «confraternización» ), a las colaboraciones plásticas de Vázquez Díaz (casi una presencia obligada en las revistas portuguesas de los 20 y 30, junto a la del gallego afincado en Oporto Domínguez Alvarez, recuperado más tarde por las revistas del Neorealismo portugués), y a las colaboraciones literarias de Rogelio Buendía, Gómez de la Serna, José Francés o Adriano del Valle (cuyos «hai kais» se anticipan a los de Domenchina en La Gaceta Literaria) (17). Otra revista de las que, con Clara Rocha, agrupamos en el capítulo de las publicaciones «tradicionalistas», Conimbriga (18), recoge también obra gráfica de Vázquez Díaz y una breve narración - «O cantar do grillo»- de Correa Calderon. De Portugália (19) (revista de cultura, tradifao e renovafao cultural), hemos de destacar en su núm. 1 y en la sección «Vida Hespanhola» (que no tendría continuidad) un largo y curioso artículo del Marqués de Lozoya sobre «Antonio Machado, poeta da gera~ao de 1898", que es una de las escasas referencias al poeta antes de las ya citadas notas necrológicas de Seara Nova y del admirado reconocimiento dal presencista Casais Monteiro al entre nós tao pouco conhecido poeta espanhol (20).

No interesan a nuestro propósito las referencias eruditas que a cuestiones, autores o libros españoles dedicó la revista Lvsitánia (21), cuyos dos secretarios de redacción -el poeta Monso Lopes Vieira y el historiador del arte Reynaldo dos Santos- colaborarían también en La Gaceta Literaria, donde aparecería la versión de " O Poema do Cid" que Lopes Vieira había dado a conocer en Lusitánia. El caso de la revista presenfa (22), órgano del que después se llamaría «segundo modernismo portugués», es especialmente interesante, sobre todo por lo que no fue, dado que era la llamada a estrechar vínculos con la revista de Giménez Caballero, en la que, de h echo, publicaron poemas y textos doctrinales los más destacados miembros del grupo «presencista»: Joao Gaspar Sim6es, José Régio, Adolfo Rocha (antes de convertirse definitivamente en Miguel Torga), Edmundo de Bettencourt, Branquinho da Fonseca, etcétera (23). La particular actitud int egradora o absorbente de Giménez Caballero, su p eculiar concepto de la «hispanidad » (próximo al «pan-iberismo» o «pan·hispanismo» de Contemporánea, aunque menos respetuoso con la «dualidad" esencial dentro de la «unidad » que los portugueses defendían), y los ataques o reconvenciones paternales que el mismo G. C. lanzara a sus «jóvenes amigos de presenfa» (a los que reprochaba el no haber descubierto aún «otra cosa que Francia en lo politicoliterario»), provocarían la airada respuesta de Régio y el distanciamiento entre ambas publicaciones. Quedan, en presenfa, "la huella de Ortega, a quien tanto debería la estética presencista (yen particular Joao Gaspar Sim6es, que dedicó un extenso artículo reproducido por La Gaceta Literaria a comentar La deshumanización del arte y a contrastar las afirmaciones de Ortega con la que Julien Benda había formulado desde la otra orilla); y queda, también, la honrosa anécdota


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de haber agrupado por primera vez, con ocasión del centenario de Góngora, a los escritores que en España estaban renovando as tradi90es gongorinas, a saber, Juan Ramón, Gerardo Diego, Rafael Alberti y Prados en la poesía, y Valle-Inclán, Miró y el propio Giménez Caballero en la prosa (24). Un intento audaz (y radicalmente frustrado) de conjugar en una sola publicación bilingüe a los escritores de uno y otro lado lo protagonizaría la revista Arte Peninsular (25), en cuya nómina de colaboradores figuraban, entre otros, los españoles Adolfo Salazar, César M. Arconada, Antonio Espina, Benjamín Jarnés, Giménez Caballero, Francisco Ayala, Jorge Guillén, Melchor Fernández Almagro, Pedro Salinas, Ledesma Ramos, Rafael Alberti o Sebastia Gasch. La participación no pasó de los nombres y de las intenciones. Pasemos rápidamente sobre las portadas que Cultura (26) dedicó a Francisco Ferrer y a Miguel de Unamuno, y señalemos también de forma accidental la colaboración gráfica de Domínguez Alvarez o la continuada atención que a los problemas prácticos de la República Española y a los teóricos de la (¡otra vez!) Federa9aO Ibérica encontramos en la revista Pensamento (27), para detenernos en una publicación con densa participación española, y, especialmente, gallega: Descobrimento (28). He aquí el resumido índice de esa partici pació n : N.o 1: Interesante comentario a pro_ pósito del «nuevo romanticismo» propugnado por José Díaz Fernández en su importantísimo libro homónimo. "Aereogramas imaginarios», por Ramón Gómez de la Serna. N.o 2: «Conceición singela do Ceo» (l.a parte da novela «Vida e morte de Aureolo Fernandez») de Evaristo Correa CaL derón. «Da Europa Central. Antisemitismo» (do livro inédito

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«Mitteleuropa»), de Vicente Risco. N.o 3: ANTOLOGIA DE POETAS GALEGOS: - Augusto Maria Casas: {{ICanzón do alalá», «Canzón do vento ledo», «Canzón da choiva» y <,Romaxe». - Luis Vasquez-Pimentel: «O poeta morto», «Sala de visita», poema sin título (Anoiteceres de hospital... ) y «O dia ruin». - Xesús Bal e Gay: «Naturezas mortas», «Jazzs sonambulos» y «Madrigaes sin obxeto». - F. Bouza-Brey: «Lelias ao teu ouvido», «Tiradas no mar e na noite» y «Descordo pra ben muiñar». - Aquilino Iglesia Alvariño: «A noite é unha probesiña ... », «Era un mencer de San Xoán ... » y «Meu corazón ... ». N.o 5: «Portugal», por Salvador de Madariaga. «As razoes do erro ibérico», por J oao de Castro Osório (otro colaborador habitual de La Gaceta Literaria). ANTOLOGIA DE POETAS GALEGOS: - Alvaro Cunqueiro Mora: Seis poemas sin título per_ tenecientes al caderno inédito «Adolescenza no inverno». - R. Carballo Calero: «Dous poemas da saudade». Si, en el apartado de las publicaciones exclusiva o fundamentalmente políticas, nos interesan poco o nada (para este trabajo) los ataques de l11.tegralismo Lusitano (29) a la II República, sí nos interesan, en cambio las páginas de otra revista monárquico-salazarista como Fradique (30), por su frecuente referencia a problemas y autores gallegos desde la perspectiva de un «nacionalismo» mal interpretado (creemos que por confusión y no por deliberada


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ambigüedad o por calculado maquiavelismo): así, el encendido elogio al <<intenso nacionalismo galego de Castelao» que acompaña su fotografía en portada junto al cuento «Lembranc;a da casa e dum pelo da tia Adega» de Os dOLls de sempre; o la reproducción, también en primera página, del retrato de Otero Pedrayo ilustrando su inédito «O tempo maíno das campías»; o el tono de los artículos dedicados al arte gallego; 0, en fin, la inclusión de obra gráfica del prodigado Domínguez Alvarez. y poco más, hasta donde sabemos, antes de la guerra civil española. Quizás, un «Panorama da literatura espanhola» de Emilio Gascó Contell aparecido en el n .O 19 de Vida Contemporánea (31), o la semblanza valleinclanesca «El Espantapájaros Genial» de F. Sassone publicado en Cartaz (32), o, volviendo al tantas veces mencionado Domínguez Alvarez, su artículo sobre «Carlos Maside. Vm grande artista galego » aparecido en Prisma (33) con grabados de propio Maside, entre ellos el célebre «Autorretrato» que después sería aprovechado por algunas publica.. ciones neorrealistas portuguesas. Después ... Después, la guerra civil, y, tras la guerra, pocas cosas: homenaj es a Lorca (con poemas suyos o pastiches lorquianos de autores portugueses) en revistas como Vértice (34) , incombustible y combativo portavoz del Neorrealismo portugués donde, por cierto, apareció también una emotiva nota necrológica de Vicente Aleixandre

con ocasión de la muerte de Teixeira de Pascoaes (Aleixandre aparecería también en algunas revistas específicamente poéticas, como Arvore) (35); alusiones a Dalí, Buñuelo Larrea por parte de los surrealistas (en especial de Cesariny, en los suplementos literarios de Diário de Lisboa y A Capital, finales de los 60 y comienzos de los 70 .. . ) y un corto etc. Sólo, para acabar, una mención especialísima a las series 2. a y 3. a de Bandarra (36), revista de marcado tono «iberista» (sin otras connotaciones que las geográfico-culturales) en la que colaboraron, entre otros, Angel Crespo, Celso Emilio Ferreiro, Gabriel Celaya, Antonio Fernández Molina, Gloria Fuertes o Gabino-Alejandro Carriedo. Volvien do al principio, como mandan las leyes de la retórica elem ental, y resumiendo, como ordenan los más ele.r:;:::-:~::.!::s pr:nc:pios de educación pedagógica: presencia esporádica, intermitente y fugaz, especialmente acentuada en el período 1915-1936; doble intervención plástica y literaria ; intervenc:ón del azar y de ciertas circunstancias personales en el gua diana de los intercambios; y, en fin, una atención especial (pero no especialmente significativa) a Galicia. Tales podrían ser bs notas del ayer inmediato por lo a que la presencia de España en las revistas literarias portuguesas se refiere; del hoy y del mañana, todos (ustedes, yo, nosotros) podemos (si queremos) y puede que hasta debamos hablar, seguir hablando.


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NOTAS

(1) César Antonio Molina, «¿Qué es la prensa literaria 7», en Las Nuevas Letras, núm. 7, Almería, Otoño 1987, pp. 66-71. (2) Daniel Pires, Dicionário das Revistas Literárias Portuguesas do Século XX, Lisboa, Contexto, 1986. (3) Clara Rocha, Revistas Literárias do Século XX cm Portugal, Lisboa, Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1985. (4) Perfecto-E. Cuadrado, Modernidad y vanguardia en la poesía portuguesaj1Perspectiva histórica del Surrealismo portugués, Palma de Mallorca, Universitat de les Illes Balears, 1986, vol. 2, Apéndice II (<<Revistas literarias y culturales portuguesas, 1889-1985»), pp. 524-693. Tesis dactilografiada. (5) Renato Poggioli, Teoría del arte de vanguardia, trad. del italiano de Rosa Chacel, Madrid, Revista de Occidente, 1964. (6) Víd. Pilar Vázquez Cuesta, A Espanba ante o «uItimatulID>, Lisboa, Livros Horizonte, 1975, especialmente pp. 58-60. (7) REVISTA NOVA. Lisboa, 1901-1902, 1 vo l. Vid. Pedro da Silveira, Os Ultimos LusoBrasileiros, Lisboa, Bibl ioteca Nacional, 1981, p. 30. De las revistas, sólo daremos los datos esenciales de lugar y año de publicación, directores, etc., remitiendo al lector interesado a las obras de referencia citadas en las notas (2), (3) y (4). (8) Ignasi de L. Ribera i Rovira (Castelbell i el Vilar, Bages, 1880; Barcelona, 1942), abogado, escritor, periodista, traductor y lusófilo convicto y confeso. Creó una cátedra de lengua y literatura portuguesas para los Estudis Universitaris Catalans y fundó el Casal Catala de Lisboa. Director de El Poble Catala y redactor de La Noche, L" Veu de Catalunya y El Dia Gráfico. Presidente de la Federación de la Prensa de España, de la Federació de la Premsa Catalano-Balear y de la Associació de la Premsa de Barcelona. Entre sus obras relacionadas con Portugal destaca n Ligeiro estudio da litteratura e das artes portuguezas contemporílneas, Cróniques de Portugal, Portugal artístic, Iberisme, Portugal económic, Contistes portuguesos (antología) y Atlantiques (antología de poetas portugueses traducidos al catalán). (9) AGUIA. Porto, 1910-1932, 5 series. Directores: Teixeira de Pascoaes , António Carneiro, José de Magalhaes, Leonardo Coimbra, Hernani Cidade, Teixeira Rego y Sant'Anna Dionísio. (ID) ATLÁTIDA. Lisboa, 1915-1920,48 números. Directores: Joao .do R io (Pau lo Barreto) (Brasi l) y Joao de Barros (Portugal).

(11) Ramón Piñeiro, «Das relacións culturais galego-portuguesas», en Nova Renascen~, núm. 8, Porto verao 1982, pp. 327-330. (12) HUMUS. Porto, 1921 -1922. Dir.: Celestino Gomes. (13) SEARA NOVA. Lisboa, 1921 -1979, 1559 núms. (más otros tres aparecidos en 1980, 198 I Y 1982). Entre sus directores figuran Aquilino Ribeiro , Augusto Casimiro, Jaime Cortesao, Raúl Brandao, Raúl Proen~a, Ant6nio Sérgio y Camara Reis. (14) Vid. Rodrigues Lapa, Estudos GalegoPortugueses, Lisboa, Sá da Costa, 1979. (15) En ANTHROPOS, núm. 74/75, Barcelona, 1987, pp. XXV-XXX, publicamos una breve «guía» de las revistas del «primer modernismo» portugués. (16) CONTEMPORANEA. Lisboa, 19221926, 13 núms. (en 1915 se publicó un número especimen; José-Augusto Fran¡;:a ha dado a conocer la existencia de un núm. 14 que quedó listo para la imprenta pero no llegó a aparecer). Director: José Pacheco. (17) También sobre el tema de «Portugal en La Gaceta Literaria» tenemos un artículo en prensa para uno de los próximos núms. de ANTHROPOS. (18) CONIMBRIGA. Coimbra, 1923 , 1 núm. (19) PORTUGÁLIA. Lisboa, 1924-1926, 6 núms. Director: Fidelino de Figueiredo. (20) Vid. Adolfo Casais Monteiro, A Palavra Essencial, 2. a ed., Lisboa, Verbo, 1972, pp. 89-90. (21) LVSITÁNIA. Lisboa, 1924-1927, 10 núms. Directora: Carolina Michaelis de Vasconcelos. (22) ipRESENCA. Coimbra, 1927-1940, 2 series, 56 núms. (54 la La serie, 1927-1939; 2 la n 2. , 1939-1940). Fundadores: Branquinho da Fonseca, José Régio y Joao Gaspar Simoes . A partir del núm. 27 (1930), se separa de la dirección Branquinho da Fonseca debido a disidencias internas compartidas también por Edmundo de Bettencourt y Adolfo Rocha (Miguel Torga). En 1931, y a partir del núm. 33, se incorpora a la dirección Ado lfo Casais Monteiro. En los dos últimos números actuó de secretario Alberto de Serpa. (23) En el número de la revista malagueña PUERTAOSCURA dedicado a la generación del 27 (actualmente en prensa) aparecerá otro breve trabajo nuestro sobre los «Ecos del veintisiete en Portugal» donde se tocan estos temas con m ás detenimiento. (24) Vid. David Mourao-Ferreira, «El movimiento literario de la revista presen~a», en Dos estudios sobre literatura portuguesa con-


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1934-1936, 24 núms. Director y propietario : Cunha Leal. (32) CARTAZ. Lisboa, 1936, 3 núrns. Directores: D . Thomaz de Mello (Tom) y Artur Augusto. (33) PRISMA. Porto, 1936-1941, 12 nÚIDS. Director: Aarao de Lacerda. (34) VtRTICE. Coimbra, 1942, en publicación. Directores y fundadores: Carrno Vaz y Raúl Gomes (a partir de 1975, Joaquim Namorado) . (35) ÁRVORE. Lisboa, 1951-1953, 2 vols. (4 fases.). Directores : António Luis Moita, António Ramos Rosa, José Terra, Luís Amaro y Raúl de C arvalho (en el último núm., A. L. Moita fue sustituído por Egito Gon~alves). (36) BANDARRA. Porto, 1953-1964, 3 series. A partir del núm. 25 (dedicado a Garc1a Lorca) pasa a subtitularse <<Artes e Letras Ibéricas».

temporánea, trad. de José Ares Montes, Madrid. Fundación Juan March, 1978 páginas 1-17. (25) ARTE PENINSULAR. Lisboa, 19~, 2 núms. Director-propietario : Guerra Pais. (26) CULTURA. Lisboa, 1929-1931, 18 números. Director, propietario y editor: Campos Lima. (27) 'PENSAMENTO. Porto, 1930-1940, 156 núms. Directores: I1ídio Santos Pinto y J . Fernandes Alves. (28) DESCOBRIMENTO. Lisboa, 1931- 1932, 7 núms. Director: Joao de Castro Osório. (29) INTEGRALISMO LUSITANO. Lisboa, 1932-1934, 24 núms. Directores: Luís de Alrneida Braga e Hipólito Raposo. (30) FRADIQUE. Lisboa, 1934-1935, 99 números. Director: Tornaz Ribeiro Cola~o . (31) VIDA CONTEMPORÁNEA. Lisboa,

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JOSÉ ANTONIO GABRIEL Y GALÁN

La hora de la igualdad

Apostaría doble contra sencillo, aho- hay un interés por las cosas portuguera que ya se habrá celebrado buena sas, pero tan elemental aún que no es parte de estas Jornadas, a que se ha capaz, por ejemplo, de hacernos saber hablado repetidamente de los tópicos si existe en Portugal un interés semeque presiden las relaciones culturales jante por las cosas españolas. Pero el entre Portugal y España. Por tanto, hay hecho positivo es que las puertas están que empezar constatando el tópico que abiertas y la oportunidad no debe ser es referirse a determinados tópicos. y desaprovechada. hasta es muy posible que alguien haya El público español está empezando ya definido el tópico que significa de- a acoger la ,l iteratura portuguesa actual nunciar el tópico de referirse a deter- con ganas, con entusiasmo cabría decir. minados tópicos. Pasado el boom de Pessoa, asistimos Asediado pues por el tópico, no me a un descubrimiento por parte del lecqueda más remedio que sucumbir ante tor español de los maestros portugueél, no para dar testimonio crítico de ses como Torga, Saramago o Cardoso la desconfianza e ignorancia en que se Pires. Pero tan excelente introducción han movido tradicionalmente nuestros no es más que eso, una introducción, dos países y nuestras dos literaturas, que ha de reafirmarse y ampliarse, sino para expresar el tópico de que porque no es la primera vez que un ciertamente algo se mueve al fin a am- fenómeno semejante se produce. Valbos lados de la raya. No podía ser de drá ,l a pena recordar que los clásicos otro modo dado el clima político nue.. portugueses del siglo pasado y comienvo, los intercambios turísticos y la in- zos de éste eran bastante conocidos en tegración a una idea supranacional España. Yo me acuerdo, siendo niño, europea. Todos estos factores, y alguno que en la biblioteca de mi casa, que más, nos han igualado, es decir, co- no era nada del otro mundo, había limienzan a propiciar la eliminación de bros de gente como Almeida Garret, los complejos de doble dirección que Antero de Quental, E<;a de Queirós, ethasta hace poco funcionaban de mane- cétera y también recuerdo muchos libros de Unamuno y de otros contemra paralizante. Empezar a sentirse iguales quiere poráneos que hablaban constantemendecir empezar a poder reconocerse críti- te de escritores portugueses. Luego todo eso se borró y durante mucamente, dando por supuesto que ya comienza a haber en nuestros países chos decenios apenas volvió a sonar un embrión de conocimiento mutuo. ningún nuevo autor. La literatura porMe parece indudable que en España tuguesa desaparecía de golpe y porra-


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JOS~

ANTONIO GABRIEL Y GALAN

zo de nuestras historias universales de la literatura. Quiere decir todo esto que aquel período de florecimiento, en el que todo parecía favorable, no acabó asentándose. En estos últimos años en que se dan nuevamente condiciones idóneas para que algo se enraíce en profundidad, habría que tener presente aquella -experiencia. Lo primero que se debería constatar es que es necesario huir de las modas. Resulta imprescindible que esta aceptación de los autores portugueses en España no sea una moda pasajera o el producto de un hábil marketing, pues eso sería tanto como un certificado de adocenamiento y defunción. La literatura portuguesa tiene enjundia y entidad como para convertirse en fenómeno permanente de atención, lo mismo que ocurre con otras .riteraturas que consideramos de «primera divi_ sión», como la alemana, la norteamericana o la italiana, y que no están sometidas a los vaivenes de la moda o bien estos se ajustan a ciclos de mucha más larga duración. Para que se produzca este asentamiento es preciso que funcione la iniciativa privada: es decir, que editores españoles publiquen libros de portugueses que interesen y que se vendan. Esta es la forma más auténtica de asegurarse el futuro. Cuando Saramago sea tan conocido y apreciado en España como Vargas Llosa, por ejemplo, querrá decirse que la trampa de la moda se habrá superado. Sin embargo, el mercado es el mercado y la Administración tiene una misión dinamizadora del mismo a través de múltiples medidas de apoyo y promoción. Las cosas están tan difíciles que sería suicida no aprovechar todos los recursos posibles, sean públicos o privados, sabiendo, claro está, que el único objetivo es el lector y no la parafernalia adyacente. Aquí es donde podría enlazarse con el tema concreto de las publicaciones literarias. Mi pregunta inicial es: ¿qué debe ser primero: la información so-

bre el producto o el producto en sí? Concretando: ¿qué papel podrían jugar las revistas literarias en el conocimiento y promoción de las literaturas respectivas en el país vecino? Podría pensarse que las revistas literarias deberían actuar como avanzadillas de la cultura literaria que viene detrás en forma de libro, al que luego serviría de apoyo y complemento. No tengo experiencia personal con mi revista El Urogallo en Portugal. Probablemente la iniciaré dentro de poco. Pero entretanto mantengo una cierta actitud escéptica. Por la sencilla razón de que me imagino alguna revista .Jiteraria portuguesa en E spaña y no le veo salida, si no es para comunicarse con unos pocos, muy pocos, especialistas universitarios en portugués, que, por otro lado, ya están suscritos a ellas. Pero en un país como el nuestro, donde el mercado cultural-literario es tan anémico, la presencia de una revista del país vecino en el estante de una librería española no dej a de parecerme un adorno exótico, una emocionante prueba testimonial. ¿Qué hacer? ¿Acudir a empresas mixtas? ¿ Qué pensar de la experiencia que acaba de ponerse en marcha en Extremadura con la revista hispano~portu­ guesa «Espacio escrito»? Yo .res deseo toda la suerte del mundo, pero no sé si es ese el mejor camino a seguir. Las empresas mixtas, en términos de m ercado, su enan a economías de Estado que, como es sabido, no son las economías más dinámicas. De modo es que, siendo realistas, yo enviaré El Urogallo testimonialmente a Portugal y recibiré alguna revista por_ tuguesa también testimonialmente. No creo pues en esa vía. Lo que sí creo, al día de hoy, es lo que cada cual puede hacer en su propio país con sus propios instrumentos. El proceso auténtico, el duradero, el que echa raíces, es el más simple de todos: que .ras editoriales españolas se preocupen de traducir a los grandes novelistas portu-


PUBLICACIONES LITERAR IAS

gueses actuales, que, como son suges_ tivos e importantes, gustarán mucho a nuestro público lector, lo cual hará crecer la demanda, y las editoriales seguirán requiriendo a estos autores y así sucesivamente. En este proceso sí que tienen un importante papel que jugar las revistas literarias. Nuestras revistas literarias deben acompañar a este fenómeno editorial, ocuparse de él informativa y críticamente; darle, en definitiva, impulso y resonancia. No estaremos realizando ningún gesto gratuito, estaremos cumpliendo con el deber de presentar a nuestros lectores aquellos fenómenos culturales significativos, en función de su propia entidad. No creo que haya que iniciar ninguna cruzada de doble dirección , sino simplemente de tener los ojos abiertos, sin prejuicios ni estúpidos complejos, y llegar a la conclusión de que un novelista portugués puede vender en Espa-

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ña tanto o más que uno americano o francés. Parece una perogrullada, pero este cambio de óptica es la clave de una nueva actitud psicológica que, insta.. lada en la realidad y no en las declaraciones fatuas de principios, puede ll~ varnos a una normalización de relaciones. Esta normalización, este llamamiento al sentido común es válido tanto para los editores como para los responsables de las publicaciones litemrias, que tenemos la misión de dar a conocer lo que hay, de promover lo más valioso de cada literatura, allá donde se produzca, y si es cercano, mejor. Creo que Europa nos está curando rápidamente de algunos complejos míseros que fomentaban nuestm ignorancia mutua. Hoy, insisto, planea un sentimiento de igualdad. Yo señalaría, un primer objetivo, tan modesto como trascendente: traté.. monos, al menos, igual a como tratamos a nuestros demás vecinos europeos.

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MIGUEL RIERA

Es inevitable, al tratar del papel de las revistas culturales aquí y ahora, remitirse a tópicos tan viejos como reales: las dificultades de sostenimiento, falta de comercialización eficaz, y por tanto tendencia a desaparición desde el mismo instante de su concepción serían unos. Otros, su papel central en el debate e intercambio de ideas, su condición de ventanas abiertas al mundo, etc. En el caso de Portugal y España habría que agregar el mutuo desdén con el que ambos países se han ignorado, desdén que afortunadamente, en lo que hace al conocimiento de la literatura portuguesa en España, parece estar por fin desapareciendo. Entre tantos tópicos, apreturas e indiferencias, las revistas van cumpliendo su papel mediante una carrera de relevos constante y sin signos de desfallecimiento: ahí donde una tropieza, nace un nuevo proyecto, que si no llega a consolidarse dejará paso a otros; por supuesto los lectores no deben preocuparse por esos vaivenes: siempre hay alguien decidido a embarrancar su vida en la creación de una revista. Al margen de esos tópicos, de validez permanente, merece la pena señalar un problema específico que las revistas españolas y portuguesas deben, de una forma u otra, afrontar, y que no es otro que la especial y compleja situación que representa trabajar desde una lengua que se extiende más allá de las fronteras políticas y económicas dentro de las que se mueve cada revista.

Extrapolando la frase feliz <da verdadera patria del escritor es el lenguaje» al terreno de las revistas puede afirmarse que el ámbito natural de proyección de una revista literaria debe ser todo el territorio en el que vive la lengua en que dicha revista se expresa. Y, obviamente, ese territorio comprende, en el caso de Portugal y España, al continente americano. Aplicando la lógica con ingenuidad, pues, las oficialmente culturas hermanas de ultramar deberían ser también destinatarias inmediatas del mensaje cultural propugnado por cualquier revista española o portuguesa. Pero esa teoría no se corresponde con el descorazonador uso de la práctica. Por lo menos en lo que concierne al área de la Lengua española - o para decirlo con mayor propiedad, de las lenguas es_ pañolas, las lenguas españolas- , desde el punto de vista de la cultura contemporánea América Latina y España son grandes desconocidas, con la salvedad de unos pocos casos particulares. A despecho de la retórica lacrimógena que suelen emplear todas las administraciones -ya saben, todo eso de madre patria y cosas por el estilo-, ese desconocimiento mutuo no hace sino crecer, y menguados ya los efectos del «boom» el interés real por conocer qué pasa en Chile, Uruguayo Ecuador, cuIturalmente hablando, no parece ser en España muy superior al interés concedido a Bulgaria, Finlandia o Gabón. Triste, pero cierto.


PUBLICACIONES LITERARIAS

Claro está que por el otro lado tampoco las ansias latinoamericanas por conocer a nuestros escritores parecen ser exagera das , y las nuevas olas de autores españoles se ven tan ignorad·as en el nuevo continente como aquí nos desinteresamos de las suyas. Y como América Latina no en un Estado único, los americanos no sólo ignoran a los españoles, sino que también se ignoran entre sí. El desconocimiento -o la ignorancia- no sólo existe entre América y España, sino también entre Chile y México, entre Argentina y Venezuela, entre Uruguay y Ecuador, entre Paraguay y Nicaragua, entre Colombia y Puerto Rico. Y para qué hablar de los escritores hispanos que escriben en español en Estados Unidos: a ellos los ignoramos todos. Todos de espaldas a los demás, ais_ lado cada uno en su compartimento estanco, nuestros países carecen de políticas culturales encaminadas a paliar ese problema -suponiendo, por supuesto, que las organizaciones políticas consideren esta situación como un problema, lo cual es mucho decir- cuyo origen hay que buscarlo en la historia y qu e desde luego no es imputable a los protagonistas del hecho cultural. Este panorama no es nuevo, y pese a él, aunque empobrecidas, las vidas culturales de los países de lengua española han logrado un dinamismo, cada una por su lado, que les ha permitido no desengancharse totalmente del tren común del arte expresado en nuestra lengua. Pero un factor nuevo incide ya, de pleno, en la vida cultural latinüamericana: la catastrófica situación económica en la que está n sumergidos la práctica totalidad de lo s países del sur del Río Grande. Una catástrofe que amenaza conducir a la América hispana a un aislamiento profundo y ,p rolongado que por fuerza de.iará una fuerte huella en su desarrollo cultural. Me explicaré: al revés de lo que su_ cedfa hace treinta o cuarenta años,

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cuando la capitalidad cultural de la edición en lengua española estaba radicada a caballo de Buenos Aires y México, hoyes España el país más poderoso, editorialmente hablando. Están ya muy alejados los tiempos en los que leíamos a J oyce en la pésima edición argentina de Rueda, y algo menos lejanos, pero no próximos, aquéllos en los que descubríamos a .cortázar o Carpentier. Eran esos tiempos en los que las trastiendas de los libreros amigos se convertían en un zoco de mucha mayor importancia que la actividad que se desarrollaba en la parte delantera de la librería, frente al público . La censura franquista obligaba a ese mercadeo cómplice y secreto que convertía en una aventura la adquisición de un libro. Pero no todos los títulos apetecidos eran inencontrables por razones de censura: tampoco era posible leer a muchos escritores por simples razones contractuales, por las más elementales reglas del mercado: sus libros habían sido editados por empresas que careCÍan de distribución eficaz en España, pero debido a la exclusividad de los contratos tampoco era posible editarlos en España. Así, escritores como Thomas Wolfe, Marguerite Yourcenar, Forster y muchos más no han sido conocidos plenamente hasta muy entrados los años 70 y algunos incluso no se han visto editados hasta los 80. Ahora, esa situación se ha invertido. La devaluación constante de las monedas latinoamericanas, la inflación galopante de sus economías, impide de hecho la contratación de la literatura contemporánea a nivel mundial Los contratos se firman en un número muy elevado de casos por editoriales españolas que se r eservan el derecho de edición para todo el mundo de habla española. E, idénticamente a lo que sucedía antes, pero a la inversa, .]os libros españoles llegan a América Latina con cuentago tas. Las razones son de peso: por un lado la escasa fiabilidad económica de las empresas latinoamericanas


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generan hoy toda clase de recelos y pocos son los editores españoles que se aventuran a enviar cantidades importantes de títulos cuyo cobro resulta una aventura. Pero existe aún otra razón más poderosa: la diferencia de comportamiento entre las monedas latinoamericanas y la peseta, con respecto al dólar, producen un efecto indeseado pero hoy por hoy imposible de resolver: los precios de los libros españoles en América Latina son inalcanzables. De h echo, un libro de trescientas páginas tiene un precio casi equivalente a una semana de salario de una administrativa medj.anamente cualificada. En esas condiciones, la prespncia de libros españoles editados en España se reduce a aquellos textos imprescindibles por estar des tinados a usos técnicos, y a aquellos pocos títulos que alcanzan gran resonancia mundial (casos Kundera o Duras, por ejemplo) y que, aún así, se venden en cantidades modestas. Ahora, pues, es la América hispana la que ve muy reducidas sus posibilidades de acceder normalmente a los textos de Berhard o de Christa Wolf, de Lobo Antunes o de Sarama!:w, de Julian Barnes o de Raymond Carver, de Leonardo Sciascia o de Francesca Duranti. Y por supuesto Cela, Juan Goytisolo, Mendoza, Guelbenzu, Ferrero, o García Sánchez, por citar algunos de los más destacados creadores españoles en activo , corren el riesgo de convertirse en autores semisecretos. El riesgo es, pues, enorme . Desgraciadamente no parece proba.. ble que las instancias políticas, sin duda abrumadas por problemas que deben considerar de superior magnitud, sean capaces de tomar medidas eficaces. Tampoco parece probable que las casas editoriales españolas decidan

espontáneamente primar los valores culturales frente a los económicos, sobre todo tras el descalabro financiero del año 82 motivado por la emergencia de la crisis, por lo que prácticamente debe descartarse ·l a posibilidad de que sean aplicados precios simbólicos a las exportaciones hechas desde España. La eventualidad de que las editoriales españolas edi ten en América La tina e importen libros a España, como solución para poder ofrecer precios razonables de venta al público latinoamericano, se contempla con reticencia debido a la endeble estructur·a industrial de las artes gráficas americanas . El problema, pu es. parece insoluble. ¿Pueden las revistas culturales contribu ir en algo a ese estado de cosas? Por supuesto que sí. De hecho, tal vez lleguen a ser el único vehículo cultural capaz de mantener vivo el contacto de América con el mundo. Las revistas culturales españolas pueden ayudar. Para ello es imprescindible rescatar una vieja palabra, ya casi olvidada: so lidaridad. Una palabra cuya lectura hará sonreir a más de uno, pero que no está tan trasnochada como los adalides de la modernidad de copa y tentetieso piensan. Cierto es que las cosas no son fáciles, que las revistas españolas carecen de medios y convicción para abordar el problema seriamente. Pero con la ayuda de algunas instituciones (Instituto de Cooperación Iberoamericana e INFE, por ejemplo), tal vez sería factible armar un proyecto por el que las revistas españolas pudiesen llegar con regularidad y a precios aceptables a unos lectores cada vez más ávidos y desabastecidos. La cuestión es factible . Las revistas culturales españolas a buen seguro colaborarían. ¿Habrá a lguien que quiera poner hilo en esa aguja?


9. Cultura ibérica y europea

OSCAR LOPES JOSÉ MARíA MERINO ISAAC MONTERO



OseAR LOPES

Cultura Peninsular e Cultura Europeia

(Reflexoes

Jo ponto

Num romance de José Saramago, A Jangada de Pedra, publicado em 1986, imagina-se que, devido a qualquer factor de ordem t ectónica, ou, nmis plausivelmente, de ordem mágica, a Península Ibérica se desprende dos Pirenéus e desliza, em bloco, a vista de Gibraltar e, depois, do arquipélago dos A¡;:ores, até ao Atlántico central e, em seguida, ao Atlántico Sul. Dir-se-ia que aterra hispánica se n ega a ser europeia, mas o mais surpreendente é que, segundo o romance, em todas as capitais e em todas as línguas da Europa ocidental, grandes multid5es vem aclamar o aconte cimento e gritar: «Nós também somos ibéricos», sem que falte, na pra¡;a de S. Pedro em Roma, a versao Iatina eclesiástica de tal slogan: «Nos quoque Iberici sumus! ». Esta alegoria tem para nós, e aqui, o in teresse de ilustrar a grande dificuldade que há em qualificar certos fenómenos históricos ainda em processo recorrendo a delimita¡;5es meramente geográficas. Na realidade, até que pronto, ou em que sentido, se deverá, ou poderá, definir a cultura portuguesa, a cultura ibérica ou a cultura europeia? Lemhro-me ele que cerca de 1935 ou 1940 certos ensaístas meus compatriotas decidiram que, apesar da excepcao evidente de E¡;a de Queirós, o génio literário portugues seria avesso ao ro-

de

vista portugues)

manee. Ora em cerca de meio século decorrido desde en tao até hoje, o romance portugues fez uma carreira que eu nao me atreveria a considerar excepcionalmente brilhante, mas que, em todo o caso, chega para refutar o estereótipo étnico de que os portugueses estejam faelados por um temperamento inteiramente lírico, saudosista, talvez passadista, ou entao, e alternativamente, satírico. É sempre muito arriscado qualquer juízo acerca do temperamento, das capacidades ou das características de cualquer colectividade social viva. As possibilidades e as voca¡;5es de uma sociedade nacional ou regional historicamente constituída e viva dependem, é certo, de factores objetivos, mas nem todos esses factores sao conhecidos ou ponderáveis, e os re¡;ultados sao muito determinados pela própria e nem sempre previsível gestao dos recursos e tradi¡;5es. A história portuguesa recente ,e xemplifica um impressionante erro de aprecia¡;ao, e umerro tanto mais impressionante quanto é certo que, sob uma aparencia patriótica e heróica, ela nos aparece aos nossos oIhos mais experientes de hoje como uma auto-apre. cia¡;ao nacional manifestamente pejorativa e quase masoquista. Com efeito, pela altura em que se proclamou a República, em 1910, e em que D. Miguel Unamuno via Portugal como um povo


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ÓSCAR LOPES

de ilustres suicidas, a ideia generalizada por mentores tao influentes como Olive ira Martins ou Basílio Teles, ,i deia ligada a um certo naturalismo determinista entao em yoga, era a de que os portugueses nao teriam vocac;ao para contribuir para o progresso científico ou técnico, pelo que o grande destino nacional, o heróico destino nacional seria, por assim dizer, o de servir de guardas e capatazes da colonizac;ao africana por conta do capitalismo industrial e financeiro das grandes potencias nórdicas_ No entanto, a aventura de ocupac;ao e explorac;ao colonial africana nao chegou a durar um século, entre a partilha de Africa decidida pela Conferencia de Berlim de 1884/85 e as revoluc;oes conjugadamente anticoloniais e antifascistas que vingaram em 25 de Abril de 1974. E a verdade é que as primeiras gerac;oes romanticas, quer a do primeiro liberalismo, que teve Alexandre Herculano como principal expoente, quer a das utopias federalistas proudhonianas, cuja figura central foi Antero de Quental, Nnham condenado as ex.. pansoes ultramarinas como causas fundamentais da decadencia portuguesa e p eninsular. Ora quais sao as perspectivas actuais, dep ois de encerrado o último ciclo de expansao ultramarina? Há cerca de um decénio que os meios mais poderosos de comunicac;ao e de propaganda portugu esa insist em e m qualquer coisa que a opiniao pública ainda nao e ntende b em, p or que os economistas e sociólogos comprom etidos nao tem sido cap azes de explicar concretamente e que t ambém n ao en contr a cualquer expressao cultu ral coer ente dentro de um p roj ecto socia l e nacional de vida. A p alavra-ch ave des se impreciso ideal é a palavra «Europ a» , e m frases feitas corren tes do tipo de «vamo s entrar» ou «est amos a entrar na Europa », ou «quan do da qui a X anos e stivermos na Europa de pleno direito », etc. É urna alegori a tao estranha e af,i nal tao má-

gica como a do romance «A Jangada de Pedra» de Saramago, pois só em tom de blague pejorativa me lembro de ouvir dizer, na minha adolescencia, que a Europa de enUio só chegava até aos Pirenéus. O novo discurso causa tanta perplexidade quanto é certo que o assunto mais característico ou diferencial da literatura portuguesa tem sido, nao o lirismo saudoso, mas a história pátria tratado num sentido acentuadamente nacionalista, porque isso correspondeu as dificultades de mander a independencia nacional durante mais de oito séculos e meio. Como conciliar 1SS0 com o tao exaltado patriotismo europeu de hoje, cuja expressao práNca mais evidente é o acréscimo em flecha do investimento capitalista espanhol. Há quase sete século s que urna historiografia portuguesa, inicialmente eclesiástica, nobiliárquica, depois dinástica e, por fim, institucional, se empenha em justificar a independencia; e a cada sucessivo projecto social de vida nacional corresponde urna sequencia específ.ica de crónicas dinásticas ou de história geral, acompanhadas de biografias exemplare s e, por exemplo, de urna numerosa ficC;ao cavaleiresca que, com um novo recorte a Waler Scott, se mantém no próprio romantismo burges e em muitos casos mal se distingue da história pretensamente testemunhal ou documental. Atí mesmo o reaJ,ismo naturalista, que se caracteriza por urna atenc;ao predominante a actualidade, tem a sua suprema realizac;ao num romance de Ec;a de Queirós, publicado em 1888, faz agora um século, Os Maias, que contém urna evocac;ao crítica de tres gerac;oes romanticas lib erais insp irada pelo Portugal Contemporlineo do historiador Oliveira Martins, podendo, nessa medida, caracterizar-se como um romance históricosocial. Para Ec;a, Antero, Oliveira Martins, Portugal, e a própria civilizac;ao ibérica no seu todo, sao um problema, ou vários problemas, mas nunca lhes


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passou pelacabec;a resolver esses problemas pela sua integrac;ao nos problemas do capitalismo europeu no seu todo. Mas continuemos a seguir a deriva des te historicismo tao característico de grande parte da experiencia cultural portuguesa. Como é natural, o ciclo colonialista africano foi acompanhado até cerca de 1925 por urna maré cheia de f.icc;ao e de teatro históricos, e fundamenta:lmente apologistas dos anteriores ciclos de expansao ultramarina. Mas o mais curioso é que, na atenc;ao dos leitores mais exigentes, es se históricismo desaparece do primeiro plano precisamente na altura em que o colonialismo atinge o apogeu, com o entao chamado Estado Novo dos anos trinta, que coincide com a consagrac;ao da gerac;ao da rev,i sta Presenra e com o chamado neo-realismo, já muito próximo dos anos quarenta. Curiosamente também, a Men_ sagem de Fernando Pessoa, publicada em 1934, transforma os mitos tradiciona.js da expansa o portuguesa, ou seja, a lenda do regresso ou ressurreic;ao de El-Rei d. Sebastiao mais pequeña, e o delírio do Quinto lmpério no sentido daquilo que o próprio Pessoa chama o seu «nacionalismo místico», esotérico, só explicável a iniciados na Orden dos Templários de Portugal. A Mensagem é um conjunto de pequen as composic;6es predominantemente aforísticas que parecem outros tantos epitáfios de um panteao nacional em verso. Noutros termos : a Mensagem é urna poética certidao de óbito do passadismo expansionista, publicada precisamente na altura em que oficialmente, e no estilo de Mussolini, mais se falava do lmpério, um império colonial que Pessoa urnas vezes repudiou, e outras considerou perfeitamente acessório para o seu V lmpério meramente espiritual, en talvez antes poético. Entretanto, a partir de certos romances de Aquilino Ribeiro, que é o grande herdeiro portugues contemporfmeo da

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novela picaresca castelhana, nomeadamente a partir do romance antimilitar e anti-expansionista A Aventura Maravilhosa de D. Sebastiao depois da Batanza com o Miramolim, 1936, e depois, desde a altura do desencadeamento das gu·e rrilhas anticolonialistas na Afr-ica portuguesa, urna série de ficcionistas e dramaturgos, como Redol, Cardoso Pires, Saramago, BaptistaBastos, Bernardo Santareno, Sttau Monteiro, entre outros, retoma os assuntos históricos para colocar em perspectiva as raÍzes daquelas realidades sociais portuguesas que os chamados neo-realistas dos anos 40, e ainda outros escritores da gerac;ao anteior, como Ferreira de Castro, Miguel Torga e Rodrigues Miguéis, se empenham em desvendar sob o pitoresco regional de tradic;ao naturalista e um certo psicologismo que certos autores da Presenra tinham anteriormente posta em voga. Pode dizer-se que a revoluc;ao democrática de 1974, cujo programa socialista ainda neste momento está consignado na Constituic;ao v,i gente, afastou por algum tempo da produc;ao literária e lanc;ou na vida política os escritores vindos da resistencia. A seguir, e aproximadamente no último decénio, entrase numa fase cujas preocupac;6es dominantes sao as de proceder a um balanc;o do período fascista, da guerra colonial, da fase revolucionária de 74 a 76, das decepc;6es subsequentes a es ses dois ou tres anos intensos, da emigrac;ao e de certos efeitos negativos das novas formas de dependencia e de descaracterizac;ao nacional, como o turismo. Sao estes os temas das obras mais recentes de autores já mencionados e ainda de Maria Velho da Costa, A'l meida Faria, OIga Gonc;alves, Lídia Jorge e Lobo Antunes. Há ainda a salientar a importancia da autoria e da problemática feminina , que teve um rápido desenvolvimento desde cerca de 1950, quando as mulheres das classes médias ascendem a posic;6es profissionais que lhes estavam vedadas e se consagram importantes


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ÓSCAR LOPES

escritoras como Agustina Bessa Luís, Fernanda Botelho e Maria Judite de Carvalho. Isto é significativo parge a sociedade portuguesa é tradiciona'l mente mais repressiva da condic;:ao feminina, nomedamente con comparac;:ao con a sociedade espanhola, conforme testenuplanos varios textos do século XVII. Até a II Guerra Mundial, a Europa era, para a maioria dos portugueses letrados e ainda para grande parte dos escritores, eminentemente representada pela Franc;:a, fenómeno que se verif.ica desde fins do século XVII, como resultado da guerra da independencia contra os Habsburgos de Espanha, embora, sob o ponto de vista económico e diplomático a independencia política portuguesa tivesse como contrapartida urna grande dependencia em relac;:ao a Gra-Bretanha, que durou também atí essa II Guerra Mundial. Posteriormente, a influencia cultural francesa tem sido mais contrapesada por outras, inclusivamente a influencia brasileira, espanhola e italiana. Curiosamente, esta mais larga abertura ou convivencia sente-se mais na poesia do que na prosa. Nesses anos de 40 tornou-se, por exemplo, conhecido Eugénio de Andrade, que pertence mais a tradic;:ao lírica espanhola do que a portuguesa. Urna tendencia muito sensível na moderna poesia portuguesa, e que por vezes a torna hermética ao profanum vulgus, é a frequencia de explícita ou consciente alusao intertextual a obras e até a outras referencias de informac;:ao internacional muito diversificada. O primeiro importante poeta deste tipo, Jorge de Sena, falecido em 1978, quando ensinava numa universidade norte..americana, nao me parece particularmente europeu; dele, como de outros poetas já de 1940, e sobretudo dos últimos anos, talvez se possa dizer que estao, pelo menos comparativamente, mais próximos da tradic;:ao anglo-saxónica em geral; a qualif.icac;:ao de particularmente europeizado caberia melhor a Vasco Grac;:a Moura,

um poeta cuja 'i mporUincia vem crescendo desde os anos 60 até hoje o Mas, para além desta situac;:ao de facto quanto as relac;:oes da literatura portuguesa actual com a Europa, em que medida poderá considerar-se europeia a cultura nacional portuguesa? Em primeiro lugar, e admitindo que aintegrac;:ao económica ocidental europeia sejaem grande parte irreversível, considero que, no nível económico e tecnológico, o grande problema de um país como Portugal, que por diversos factores ainda nao inteiramen.. te compreendidos, se deixou globalmente atrasar em -relac;:ao aos seus parceiros europ eos, mais directos esse grande problema consiste em nao perder aquele mínimo de capacidade decisória que, na divisao ,i nternacional do trabalho, lhe permita salvaguardar as suas re·a is possibilidades a largo prazo e lhe permita defender-se perante inte.. res ses e centros de decisao que, historicamente, se tornaram mais poderosos. E isso significa que Portugal nao pode transi gir em ser meramente europeu, mormente e uropeu de urna Europa dividida e truncada. Quando n'Os Lusíadas, poema nacional portugues, Luís de Camoes, no canto III, se prepara para exaltar o acontecimento histórico decisivo da viagem de Vasco da Gama que abriu as rotas transoceanicas entre a Europa e a Asia, o poeta principia por situar a origem desse acontecimento numa Europa que se estende des de os Urais até a sua «ocidental praia lusitana», reservando um especial relevo a um conjunto de povos a que ele ainda entao chamava, e entao se chamava, Espanha, pois os portugueses só deixaram de se considerar espanhois a partir da guerra de independencia de 1640 a 1686, contra a política centralista dos últimos habsburgos his_ p~lllicos.

Fernando Pessoa escreveu que a sua pátria era a língua portuguesa, a eujas normas gramaticais atribuía maior respeito do que a própria indepedencia na-


CULTURA IBERICA y EUROPEA

cional. Eu nao consigo aceitar esta frase, hoje tao citada, senao com aquele grao de ironia que é preciso subentender em tu do quanto Pessoa escreveu. Seja como for, a minha pátria naO é exactamente urna língua, mas, de um modo mais directo, sao cerca de 10 milh6es de seres humanos concretos e historicamente diferenciados que falam portugués. Mas também nao pos so trair a solidariedade, mais do que estritamente europeia, que essa língua representa, con uns 130 milh6es de brasileiros e con mais de 20 milh6es de africanos que hoje, livremente, optam por esta mesma língua como vínculo social mais viável para vários Estados em formacao; e, neste sentido, lamento, por exemplo, que o Estado Portugués actual nao assuma urna posi<;ao mais decidida e inequívoca em rela<;ao aos racistas africanders que estao, neste momento, a invadir Angola, até porque, se porventura houver racistas que falem portugués na Africa do Sul, eu nao os pos so ver como meus compatriotas. Por outro lado, sou portugués nortenho, nasci numa !:ona cujas partes rurais apresentam várias issogiossas comuns a Galiza e diferentes de Lisboa, o que quer dizerque,numadadamedida, nao pos so deixar de me sentir galego. Mas, conforme se está a verificar nesta mesma sessao em que nos encontramos, falantes de Portugués e falantes do Castelhano intercompreendem-se [elcilmente, sem necessidade de tradu<;ao simultfll1ea. Castelhanos e portugueses, ternos em comum urna base de cultura oriental que, nomeadamente, chegou até a Península em língua árabe, e que depois se transmitiu a Europa transpirenaica. J á estÍve em Samarcanda, e sentí-me lá como se estivesse em Córdova. Sao, por exemplo, de origen árabe cerca de 200 palavras que u so frequentemente e muitos topónimos da minha terra, inc1uindo o local do mais importante santuário mariano. Fátima, que é por sinal o nome da filha do

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Profeta do Corao. E o próprio facto de o meu país ser o mais pobre da Europa ocidental ajuda muitos portugueses a sentir-se também muito próximos dos árabes que lutam pela sua unidade e pela sua emancipa<;ao real, nomeada.. mente os palestinianos, esses conterraneos de Jesús da Nazaré e possivelmente os seus actuais parentes mais próximos. Para que o nosso planeta se tornasse um mundo, urna ecúmena cada vez mais complexamente interdependente, contribuiu decisivamente um processo histório de explora<;6es transoceanicas e tmnscontinentais entre cujos protagonistas se contam Bartolomeu Dias, Cr,i stóvao Colombo, Vasco da Gama, Fernao de Magalhaes e Sebastiao Del Cano. A interrela<;ao e expansao da ecúmena foi urna gesta simultaneamente heróica e brutal. Cada pessoa viva de hoje deve a sua exis téncia e a sua cultura a urna imensidade de heroísmos e de crimes de que nasceu. Seja como for, a cultura, ou as culturas, da Península Ibérica, nao pode, ou nao podem, pertencer a Europa sem pertencer simutaneamente a todo um planeta onde serviram de transito, por exemplo, a primeira de todas as revolu<;6es verdes, quando o a<;úcar sacarino do Médio Oriente se revelou mais adequado a América Central e Tropical, quando o algodao se deslocou da india até a América do Norte, a mandioca da América para a Africa, a batata e o milho maiz dos POyOS amerÍndios para POyOS europeus e outros . Provavelmente, a bacia aquática central da civiliza<;ao humana, depois de ser fluvial, mediterraneca e atlantica virá a localizar-se, em futuro próximo, no Oceano Pacífico, antes de se passar a outro planeta. E nós também somos americanos, porque foi a América do Norte o grande ben;:o do cinema e dos meios mais modernos de comunica<;ao, e ao seu apoio recorre. ram europeus como Einstein, Charlie Chaplin, Thomas Mann, Freud e Bela


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ÓSCAR LOPES

Bartok. SÓ que ex-iste mais do que urna América na América, e também mais do que urna Europa ocidental possível. Por muito grande que seja a convergencia cultural europeia, duvido que, na sua expressao Iinguística corren te ou literária, ela venha a passar por um processo que permita encará-la como um todo bem caracterizado no processo geral da cultura humana, assim como duvido de que se mantenham durante muito tempo duas Europas separadas pela linha Oder-Neisse pelos Montes Sudetas. Do ponto de vista cultural mereceria mais considerac;ao o facto de Portugueses, Castelhanos, Catalaes e Italiános nao precisarem de muito exercício para ser entenderem entre si falando cada qual na sua língua natal, e merece também especial considerac;ao o facto de o domínio linguístico conjunto das línguas 'i bero-romi'micas se estar a aproximar do meio milhar de milhao de falantes. Lembro-me, por outro lado, de que a literatura escrita portuguesa, ou antes, galego-portuguesa comec;ou na corte castelhana de Fernando II e Afonso X, principiando depois a oficializar-se e a padronizar-se pouco a pouco como língua do Reino de Portugal, numa área a Sudoeste da Europa que ainda hoje apresenta a mesma configurac;ao política que em meados do ,s éculo XIII. Até final do século XVII, houve, no domínio ibero-romi'mico, urna literatura bilingue ou trilingue dependente de várias vicissitudes, modas e géneros,

lembrando, até certo ponto, aquilo que acontecia com os di·a lectos da língua grega clássica, cujo uso dependia mais dos géneros e circunstancias do que dos autores . Assim, por exemplo, a história da novelística cavaleiresca e bucólica portuguesa é, do século XV ao século XVII, quase indiscernível da castelhana, e que se toda a cultura cortes portuguesa era entao bilingue. A diferenciac;ao tornou-se irreversível, quer pelo trauma provocado pelo centralismo do Conde-Duque de Olivares, quer também, e cada vez mais acentua. damente, porque a língua portuguesa se ajustou, nalguns casos lentamente, a sucessivas formas de expressao cultural, nomeadamente o teatro, o romance e a doutr.jnac;ao laica. Sem embargo dessa diferenciac;ao já consumada, é hoje ainda mais necessária do que nunca intensificar a nossa intercomuni cac;ao peninsular, bem como aquela solidariedade que nos aproxima do Atlántico Centra'! e Meridional, ajudando a Europa transpirenaica a compreender melhor o chama. do Terceiro Mundo, nomeadamente o mundo latino-americano e africano que se exprime em portugues ou castelhano. Disso depende, em gr·a nde parte, a nossa peculiar maneira ibérica de sermos europeus e ecuménicos, e disso depende a preservac;ao das nossas identidades nacionais, num mundo de povos que sejam todos eles realmente livres, na interdependencia e na unidade da espécie.

BES


JOSÉ MARÍA MERINO

DiverRidad e imaginación

«Señores : la decadencia de los pueblos de la Península en los últimos siglos es uno de lo s hechos más incuestionables, más notorios de nuestra historia; hasta puede decirse que esta decadencia, al seguir casi sin transición a un período glorioso y de rica originalidad, es el único gran hecho evidente e indiscutible que en esa historia aparece a los ojos del histoúador filósofo. Como peninsular, lamento profundamente tener que afirmar, en una reunión de peninsulares, esta desalentadora certidumbre. Pero, si no reconocemos y confesamos francamente nuestros errores pasados, ¿ Cómo podremos aspirar a una enmienda s·i ncera y definitiva? Con estas dramáticas palabras comenzaba Antero de Quental, la noche del 27 de mayo de 1871 en la Sala del Casino de Lisboa, una conferencia sobre las «causas de la decadencia de los pueblos peninsulares en los tr,es últimos siglos». Yo he querido comenzar mi intervención en estas jornadas de encuentro entre portugueses y españoles rememorando aquel discurso que, tras más de un centenar de años, conserva todavía vigentes casi todos los puntos de su crítica a un pasado marcado desde el Concilio de Trento, en palabras del propio conferenciante, por lo que denomina «la peor enfermedad : la atrofia moral», de unos pueblos que, sin embargo, habían manifestado, como notas características de ,s u identidad,

un notable espíritu de independencia -que les había permitido mantener sus singularidades locales a través de los siglos- y una incuestionable capacidad creadora. y es cierto que el sentido de peculiaridad en las distintas comunidades -hasta extremos de individualismo que en muchas ocasiones han llegado a ser perjudiciales para todos- y la aptitud para la creación -que en lo artístico ha llegado a plasmarse en inventos como el de la novela, o en vigorosas escuelas plásticas, y en otros campos ha producido lo que algunos denominan «la revolución geográfica»son notas definitorias de lo ibérico. Ahora, tras un camino doloroso y un reciente aislamiento político y cultural que agudizó en nuestro siglo los males del pasado, los pueblos ibéricos se enfrentan al reto del futuro, que en principio está simbolizado por una integración lo más armónica posible dentro del resto de las culturas europeas, y en la aportación de sus elementos más singulares al acervo común. Como ustedes conocen, en algunos libros de texto de la enseñanza secundaria, en países del norte de Europa, la Península Ibérica es estudiada bajo Ja denominación de «el pequeño Continente», definición que pretende recoger las características de diversidad geográfica y humana de nuestro marco físico . Atlánticos y mediterráneos, habitantes de vertientes húmedas y de


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J O S~ MARrA MER INO

mesetas esteparias, de valles apartados y de s,i erras abruptas, en un escenario cruzado por múltiples ríos, donde coexisten las brumas hiperbóreas con los desiertos y las dulzuras subtropicales, españoles y portugueses debemos estar naturalmente dispuestos para la aceptación de la diversidad como un valor. Por otra parte, nuestra localización 'e n el planeta nos ha permitido servir de puente y de crisol. Puente para todas las invasiones que fueron formando el sustrato étnico de Europa. Crisol en que se mixturaron las lenguas y las fábulas más remotas. Oriente y Occidente, Norte y Sur, han sembrado sus semillas en el solar ibérico. Acaso nuestra diversidad natural, y la peculiar localización en el espacio físico, proclive a las invasiones y a las fronteras, nos hayan preparado especialmente para la recepción de los mitos sucesivos y, por ello, para su síntesis y reelaboración. Pues, a mi juicio, uno de los valores culturales más evidentes de los pueblos ibéricos es su capacidad para afirmar lo imaginario literario como una realidad cotidiana, como una parte autónoma de eso que se llama Realidad con mayúscula. Desde la fijación de las más genuinas fábulas indoeuropeas, pasando por el romancero y las f.arsas populares y alcanzando el esperpento, la cultura ibérica ha mantenido a lo largo de los siglos una fidelidad continua a lo imaginario novelesco, incluso ante la hostilidad y al rechazo de determinados absolutismos religiosos y políticos . Inventores de la novela - donde culmina el proceso de la fabulación indoeuropea y de esa sustancia céltica que fue «la matiere de Bretagne »- dimos al mundo, con inmortales cantos y poemas, arquetipos que están e n la médula del pensamiento europeo, desde Tirant lo nIanch y la doncella Pl acerdemivida, hasta Don Quijote y Sancho, Celestina, Lázaro, Don Juan o Segismundo. Inventores, acaso obligados, de la crónica moderna y hasta de la

antropología cultural, hemos segregado li tera tura como algo connatural a nuestro modo de estar en el mundo. Pero sin necesidad de alu dir a la vieja estirpe en que se unen Camoens, Garcilaso, Saa de Miranda, Lope de Vega, E<;:a de Queiroz, Valle-Inclán y tantos otros, hay ejemplos modernos de esa disposición para inventar lo literario como realidad «otra», incluso como realidad autónoma, propia de los sueños, que se alza con el mismo vigor que la de los datos y los hechos : me refiero a la tradición del apócrifo, terrible y hermoso juego de creación de una realidad paralela a la que se adscribirían antecedentes tan fecundos como determinados textos quevedescos, el «misterio de la carretera de Cintra» queirosano, la nivola unamuniana, el Jusep Torres Campalans de Max Aub, los heterónimos de Antonio Machado y -sobre todo- ese universo misterioso, de impresionante complejidad y belleza, que es el creado por Fernando Pessoa con Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro Campos, y que con tanto acierto ha estudiado Sabino Ordás. En 1981, una publicación of.icial de las Comunidades Europeas sobre acción cultural afirmaba lo siguiente: «Ha sido una suerte para Europa que su dimensión cultural haya precedido a su división en nacionalidades». Si aplicamos la sentencia a la Península Ibérica, lo certero de su aserto se mantiene con plenitud . Nuestra comunidad cultural, prev,ia a nuestra organización política, es nuestra suerte y nuestra riqueza. Nuestra capacidad para construir desde los sueños, el más inefable y noble elemento de la aportación que podemos hacer a nuestro futuro y al de Europa. Y ello p ermitirá -y concluyo también con palabras de aquella m emorabl e conferencia de Antera de Quental- que españoles y portugueses nos alcemos hoy de esa tumba donde nuestros gran des errores nos tuvi ero n sepultados.


ISAAC MONTERO

Cultura ibérica y cultura europea

La simple aproximaclOn de los conceptos cultura ibérica y cultura europea se basta para encaminarnos a la vieja polémica entre castizos y cosmopolitas que una vez más ha levantado la cabeza en nuestro país . Polémica sobre la cual don Miguel de Unamuno, quizá el intelectual español moderno más atento a la cultura portuguesa, dijo unas cuantas verdades del barquero . Hoy, esa polémica enseña más que nunca lo que hay de artificioso e irracional en sus propósitos. Querámoslo o no, todos, y no só'l o los españoles o los portugueses, estamos obligados a ser cosmopolitas y todos también, si hemos de participar en la construcción de una cultura planetaria, estamos condenados a ser castizos. Y es que, como ya se ha apuntado aquí, para elegir lo que queremos ser se impone saber antes lo que somos, para ofrecer a los demás los mejores perfiles de nuestra personalidad precisamos conocer a fondo nuestras raÍCes. Dicho de otro modo, acrecer el patrimonio cultural de la inmensa aldea a la que parece abocada a vivir la humanidad requerirá que quienes trabajan en ello tengan claro el va lor de lo que aportan . Pero seguramente no hay que apuntar tan lejos en lo inmediato. Antes está la aldea europea. Hablemos, pues, antes de ella. El planteamiento de nuestra relación con Europa, y también se ha apuntado

ya aquí, pasa por tener clara conciencia de que los portugueses y los españoles somos europeos mucho antes de que la titubeante organización política del Mercado Común se pusiera en marcha. Y ese planteamiento, como también se ha dicho, supone reconocer que en el mundo actual Europa ya no es quien encabeza e impulsa la cultura. La vanguardia, las fórmulas renovadoras, los hallazgos, las aberraciones y, por supuesto, la elección de horizonte están gobernados desde hace años por Norteamérica, un pueblo que es heredero directo de otra de las ramas del tronco cultural europeo. Una sociedad, en suma, culturalmente mestiza en la que predominan valores y tendencias nacidas justamente en la Europa que durante cuatro siglos se enfrentó primero a la Península Ibérica y se entendió después malamente con ella. A primera vista parece, por tanto, que nuestro camino está sembrado de obstáculos . Pero ocurre que esta situación, que puede inducir a devaluar nuestras raíces, es bastante más prometedora de lo que parece. Si lo que consigue imponerse es un auténtico meltin g-pot planetario, si la cultura del porvenir acierta a nacer de la cooperación y no del dominio, de la impostación y del acuerdo, no del desierto que el uso de la fuerza deja tras sí, nuestras posibilidades para integrarnos activamente, con plena voz son grandes . En


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ISAAC MONTERO

primer lugar porque Europa es ya una tras posibilidades. Porque, además, y voz de peso en esa cultura que se ave- por si eso no bastara, lo ibérico ocupa cina. en el seno mismo de la sociedad nory en Europa, los españoles y los por- teamericana un papel nada desdeñable. tugueses tenemos, pese a las incompren- Un papel que nos habla al tiempo de siones y los desacuerdos un peso inne- nuestros límites y nos traza un horizongable. De ahí, pues, que determinar te. «Lo hispano» en Norteamérica no cuál deba ser nuestra actitud ante aspira a imponerse sino a integrarse, Europa, cuál el valor de la cultura ibé- no trata de refugiarse en los rasgos rica, qué es lo que queda de vivifican- más pasivos e inertes de su identidad te en nuestra tradición y nuestras ten- sino que intenta aportar a una cultura dencias, sea un asunto decisivo a la inexorablemente mestiza y volcada al hora de pensar en nuestra relación con futuro aquello que puede adaptarse meel mundo. jor a las expectativas que llegan. La Pero nuestras posibilidades son gran- presión demográfica de los pueblos de des también por la singular relación habla española y de Brasil, la velocidad de lo ibérico con América. Nuestra cul- con que crece la población hispana en tura no contiene la americana pero sí los Estados Unidos nos permite atisbar desborda con creces los límites de la ya una nueva situación en la cual la geografía que la vio nacer. Nuestra cultura hoy hegemónica en el mundo identidad cultural, o con más exactitud terminará ofreciéndonos vías de relalos rasgos estrictamente ibéricos de ción inéditas con ella, vías más transinuestro patrimonio y nuestras formas tables para los pueblos de la península. Si esto es así en la zona decisoria de hacer cultura, están presentes aquí en el finisterre de Europa, en un rin- del planeta, en la nueva situación que cón del viejo mundo que maduró an- incorpora la península a la constructes que muchos de sus vecinos . Pero ción política de Europa el papel de nuestra identidad está también en la nuestra cultura no tiene por qué ser otra orilla del Atlántico, en las tierras subordinado. Y hablar de este modo del Nuevo Mundo que al asomar en el no significa que hayamos de tomar por mar por sorpresa cambiaron radical- asalto Europa, basándonos en título y logros de un pasado en muchos aspecmente la dimensión del planeta. Recordar que los perfiles de la cul- tos discutible, ni menos aún en las intura ibérica asoman en la cultura de contables carencias del presente. Signilas tierras iberoamericanas no ha de fica lisa y llanamente exigirnos a nosverse como un ejercicio de triunfalismo otros mismos una reflexión sobre 10 imperial o cosa por el estilo, sino como que podemos aportar y lo que no vale 10 que es: un primer paso ineludible la pena recibir, eludir por tanto un para recordarnos a nosotros mismos lo complejo de inferioridad que no corresque fuimos, lo que ya no podemos ser ponde a nuestro patrimonio, pero eluy lo que podemos esperar de logros y dir también una actitud de reafirma.. frustraciones de un pasado del que se- ción que nos llevaría a una grotesca ría inútil renegar y de un presente in- cruzada más allá de los Pirineos y del Adriático. A nadie se nos escapa que cómodo pero no perdido. El ámbito lingüístico hispano-portu- la cultura es una creación del espíritu gués -quinientos millones de seres hu- humano estrechamente dependiente de manos, a los que habría de añadirse la factores en apariencia ajenos a ese población de habla portuguesa en Afri- trabajo de rango inmaterial. A nadie ca- es un fruto cultural de extraor- se le puede escapar por tanto que nuesdinaria magnitud que debe permitirnos tras carencias industriales, mercantiles, encarar el futuro convencidos de nues- productivas, y no digamos ya las edu-


CULTURA IBERICA y EUROPEA

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cativas, van a determinar la relación dades de fondo persisten. De modo que de la península con las otras naciones la observación de 10 que ocurre en europeas, van a determinar la fluidez Portugal me parece fructífera por lo de las relaciones entre lo ibérico y lo que tiene de síntesis de las dos posno ibérico en el seno del concierto cul- turas. tural europeo. Pero a nadie se le puede Seguramente la disposición a abrirse escapar tampoco que ahora, en el pun- sin renunciar a lo propio ha arraigado to de partida de ,l as nuevas relaciones en Portugal porque su proceso de cons_ con Europa, esas y otras carencias trucción nacional se solventó con más nuestras pueden y deben estar compen- firmeza y el país vecino carece de una sadas por lo que es nuestra aportaoión tradición política y cultural que pone patrimonial más innegable: la que pro- en causa de tanto en tanto la articulación de la diversidad y riqueza de nues_ viene de la cultura misma. Yo pienso que es justamente el peso tras voces. En la sociedad portuguesa de esta tradición 10 que debe llevarnos sí hay una tensión frente a las proa los españoles a buscar en Portugal, puestas de renovación, pero se ha evien la cultura portuguesa, no sólo viejos tado que aparezcan como incompatibles lazos comunes sino también pautas de los que buscan en las herencias procomportamiento. En principio, porque pias y los que prefieren el aire de fuera . malamente podríamos recabar de nues- Aquí, por el contrario, y como cualquietros vecinos europeos un mayor grado ra puede apreciar esa tensión llega a acL de atención sino somos capaces de su- quirir caracteres de caricatura que siperar un hábito de arrinconamiento y túa en posiciones inexpugnables a quie_ desdén de nuestro más inmediato ve- nes se creen que basta con imitar a cino peninsular. Pero, sobre todo, por- los neoyorquinos para vivir en Nueva que en los intelectuales más distingui- York y quienes sostienen que los desdos del Portugal moderno disponemos arreglos de la esquina de su calle es lo de una pauta cercana, entrañable, pro- único que vale la pena. La lección integradora de los portufundamente comprensible, de cómo unas gentes en precario pueden rela- gueses proviene sobre todo de la nacionarse fecundamente con quienes pi- turalidad con que se produce, de que entraña algo tan estimulante para la san más fuerte. Creo sin ningún género de dudas que vida como es el hacer de la necesidad la actitud de los intelectuales ,p ortugue- virtud. Lo que un tradicionalismo ce-o ses encierra, al menos en lo que toca rril considera males irreparables -la a' las letras, una fecunda lección para decadencia colonial, la pequeña dimen, nosotros en este difícil 'terreno de no sión, las relaciones de subordinación ~ ser más que nadie, de no basar en cer- una potencia como Inglaterra- ha sido tificaciones de méritos las exigendas aceptada por la parte más lúcida d~ del porvenir, pero también de ser cons- 10s intelectuales portugueses como un cientes de que el esfuerzo mayor se instrumento que facilita la indagación logra asentando bien los pies en la en el presente, con sus carencias y eXJ pectativas. Y así, la miseria cultural propia tierra. A mí m e parece una lección absolu- generada por el analfabetismo ha lletamente provechosa porque hoy aquí, vado a posturas en las cuales lo .i.nme, como decía al principio, ha vue'l to a di ato de un trabajo político urgente ha rebrotar la polémica de lo castizo y 10 tenido su correlato en una literatura cosmopolita. Y si bien es cierto que ha atenta a mostrar ese entorno con una rebrotado bajo otras formas, y el viejo alta calidad expresiva, acorde para dienfrentamiento aparece cargado de ra- rigirse a unas minorías. Pero además esta disponibilidad para zones nuevas, a mi entender las false-


ISAAC MONTERO

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injertar en las raíces del presente los elementos vivificadores que llegan de fuera no es nueva ni reciente en Portugal. Parece obligado recordar la figura de Pessoa, pero asignarla el pa. pel de único representante de esa actitud sería injusto. En ella hay que situar a gentes como Quental o Eca de Queiroz en el pasado y autores como Bessa Luis, Tavares, Saramago y los más jóvenes autores. Lamento que, como les sucede a la mayoría de los españoles, mi conocimiento de la cultura portuguesa no sea todo lo profundo que debiera. Y lo la-

mento porque pienso muy sinceramente que tanto en este como en otros terrenos tienen mucho que enseñarnos. Puedo, eso sÍ, asegurarle que en mis ",iajes al país vecino he encontrado siempre el grado de serenidad y lucidez para hablar de sus carencias y sus necesidades que, a nosotros, suele faltarnos. Por ello, y termino, pienso que con América al fondo y Portugal al lado, los españoles podemos establecer hoy una relación fecunda con las otras ramas de la cultura Europea de las que la historia nos distanció. El futuro será así más fácil y más nuestro.

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ISIDORO PISONERO

La Iberia que quiere ser: Resumen de unas jornadas

I

Portugal. España. ¡Tan próximos geográficamente y culturalmente tan distantes! Iberia del telón de corcho. ¿Piel de toro al sol meridional de Europa o balsa de piedra a la deriva atlántica? Anhelo altruista de universalidad y tensión contenida de singularidad desbordante. ¡Interminable historia de encuentros y desencuentros! Generalizado desprecio de unos pueblos ibéricos hacia otros y, a la vez, constante deseo de confraternización. Aspiraciones federalistas tantas veces expresadas (Antero de Quental, Francisco Pi y Margall ... ). Aún queda un hueco para la esperanza, porque «siempre ha habido a un lado y a otro de la frontera nobles espíritus que han querido ir más allá de incomprensiones y de prejuicios, más a llá incluso de una Historia que, acaso y en buena medida, nos ha sido impuesta a todos nosotros» (1). Después de décadas de alejamiento, «algo se mueve al fin a ambos lados de la raya. No podía ser de otro modo dado el clima político nuevo, los intercambios turísticos y la integración a una idea supranacional» (2). Y estas Jornadas son una buena prueba. Un intento más en el ti empo. Una p equeña contribución a que los pueblos ibéricos se conozcan m ejor y, conociéndose, respeten su singularid·a d y aporten sus valores (1) Ju lio Rodríguez Puértolas. José Antonio Gabriel y Galá n.

(2)

culturales a una Europa diversa y uni_ versal. Tras casi cincuenta años de fascismo en Portugal y casi treinta de franquismo en España, la Revolución de los claveles (25-4-1974) y la muerte del General Franco (20-11-1975) desencadenaron el deseado cambio, brusco e intenso en Portugal, gradual y fruto del pacto en España. Aquellos jóvenes oficiales del 25 de abril, curtidos políticamente en la Guerra Colonial, fueron símbolo de la esperanza revolucionaria y síntomas de su propia debilidad, porque «en sus primeros tiempos, el fracaso o triunfo de las diversas tendencias de los protagonistas revolucionarios, no dependieron tanto de la proporción de fuerzas en la sociedad civil cuanto del número de capitanes que apoyaban cada una de las tendencias en pugna. La sociedad civil, desmantelada, desorganizada, tuvo que improvisar una movilización en un tiempo record. (Por el contrario), en España el proceso político de la transición debe retrotraerse como mínimo a una dé.cada antes de la muerte en su lecho del general Franco. La sociedad civil, sindicatos, colegios profesionales, la universidad, el clero, ya han tenido ocasión de ir tomando posiciones ( ... ) la propia economía del país había iniciado un camino aparentemente sin retorno de materialización de la vida cotidiana vía consumo. Consumo de bienes de consumo, pero también de valores de consumo ( ... ). En otras palabras: la sociedad española preparaba y se preparaba para una difícil, pero no im-


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ISIDORO PISONERO

posible, transición, una transición que se esperaba más radical de lo que luego fue, ,p ero que difícilmente podía ya se.. guir las pautas de la tradición revolucionaria ortodoxa.» (3) Como era de esperar, «la Revolución de los claveles influyó en la realidad de los españoles de uno y otro signo: produjo temor en los franquistas y esperanzas en los antifranquistas. Y después, el élan portugués siguió inspir·a ndo a los progresistas españoles durante algún tiempo. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta qué con la paternal ayuda de grandes países aliados la revolución portuguesa fue progresivamente desmontada? Seguramente, pero no se olvide que ni siquiera eso tuvo una contrapartida por el lado español ( ... ). Lo nuestro no se ha llamado revolución, con claveles o sin ellos; se llama, más modestamente, en efecto, cambio, transición. ( ... ). y así, ahora, a través de lo que pudieran parecer sor_ prendentes caminos, España y Portugal se encuentran con que ambas a dos han dado en la mar no del morir, pero sí de la normalidad y de la naturalidad e uropea y otanista.» (4). Muchas de las esperanzas con que se inició en la península el proceso democrático han quedado defraudadas. El contagioso entusiasmo inicial ha cedido ante un moderado desencanto. El único número de la revista Pasargada, ilusionada empresa que bajo el lema «Es necesario acostumbrarnos a leer indiferenciadamente en las lenguas de todos los pueblos de la península» sacaron a la luz, entre otros, Haramburo Altuna, BIas de Otero, Gabriel Aresti, Jorge Amado, Assis Pacheco, Joan Brossa, Manuel María, J oan Oliver, Raimón, Urbano Tavares y Raúl Guerra Garrido, puede servir de ejemplo. Su breve y directo editorial asumía carácter de manifiesto expectante: «Viviendo en el mismo espacio geográfico y cultural, los pueblos de Iberia primamos por ignorarnos mutuamente. Vascos, gallegos, catalanes, portugueses, castellanos, y las culturas a las que nuestra trayec(3) J osé Luis Giménez-Frontín. (4) Julio Rodríguez Puértolas.

toria histórica ha dado origen en el mundo, estamos juntos pero como si estuviéramos en planetas diferentes. PASARGADA, más allá de su mitificación en Eldorado que le ha dado el brasileño Manuel Bandeira, pretende ser el fulcro de un conocimiento mutuo más profundo, de un más grande, de un total respecto por nuestros valores de civilización» (5). La Revolución del 25 de abril conmovió profundamente la sociedad portuguesa, y «de la gran llama reivindicativa que abril iluminó, de las transformaciones que en todos los campos se dieron, incluso más allá de las creencias y de los enfrentamientos políticos, una nueva vida se ha ido tejiendo.» (6). De todo ello fue dando cuenta la literatura que vio la luz después de -la Revolución: de la Guerra Colonial (Os Cus de Judas y Fado Alexandrino, de Lobo Antunes; Autopsia de Um Mar de Ruinas, de Joiio de Mela), de la resis,tencia vista a la Il uz .de la libertad (Até AI11.anhá Camaradas, de Manuel Tiago; Directa, de Nuno Bragan<;a), de los días de fuego de la Revolución y los cambios que se sucedieron, en los seres y en las cosas, sueños, visiones , enfrentamientos de clases y de ideas (Lu sitania, de Almeida Faria; Ora Esquardae, de OIga Gon<;alves; Alexandra Alpha, de Cardos o Pires; y algunas obras de Urbano Tavares Rodrigues), de la emigración (A Floresta enl Bre_ merhaven, de OIga Gon<;alves), de la reflexión histórica como medio de iluminar el presente (Memorial del convento, El afio de la muerte de Ricardo Reis y La balsa de piedra, de José Sa. ramago; O Mosteiro, A Corte do Norte y Uriel da Costa, Um Bicho da Terra, de Agustina Bessa-Luís), del discurso sobre el cuerpo (Square Tolstoi, de Nuno de Bragan<;a; Balada de la playa de los perros y otras novelas de Baptista-Bastos; Casas pardas, de Maria Velho da Costa; Ema, (ristina, de Maria Teres a Harta), de la incursión de lo fantástico, en algunos casos como espejo ue la realidad (Canto s da Séti(5) Raúl Guerra Garrido. (6) Urbano Tavares Rodrigues.


LA IBERIA QUE QUIERE SER : RESUMEN DE UNAS JOR NA DAS

ma Esfera, de Mário de Carvalho; O Separar das Aguas, O Número dos Vivos y Montedemo, de Hélia Correia; O Meu Mundo nao é deste Reino, de Joao de Melo). «También los grandes novelistas de antes del 25 de abril han sufrido el impacto de la Revolución libertadora y de su acción en el lenguaje. Si en Fernando Namora se manifiesta más al nivel de las estructuras el ansia de renovación (Carta a Matilde, Rio Triste ), en Vergílio Ferreira, heredero del existencialismo y del nouveau roman, el solipsismo se pigmenta ahora de argot y no huye siquiera de lo escatológico y de lo obsceno ( .. . ) Maestro de la sátira en la novela, el poeta Armando da Silva Carvalho nos ha dado un retrato feroz (Dona Marta) de los prejuicios burgueses todavía y siempre palpitantes. David Mourao-Ferreira ha conseguido en UI1'l Amor Feliz la síntesis verdaderamente feliz de la gran tradición de la novela psicológica, del ro111an artiste y de una escritura luminosa, irónica, b ella ... » (7). Testimonio y espejo de la historia, el teatro, reprimido en Portugal desde el golpe militar de 1926, alentó la esperanza de libertad en los años que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial cuando surgieron algunos grupos de teatro experimental y de teatro de cámara, que representaron obras de O:Neill, Hauptmann, Pirandello, Shaw, Gn-audoux, Cocteau, Anouilh, Priestley o García Lorca, pero pronto volvió a imponerse la férrea ley de la censura. Los años 60 se caracterizaron «por una represión cultural muy dura, desde la prohibición de muchas obras de los más importan tes autores nacionales e incluso el encarcelamiento de algu~os de ellos, hasta la violenta extinción de la Asociación de Escritores» (8). La caída del régimen dictatorial supuso la supresión de la censura y «se asistió a una actividad febril en los medios teatrales. No sólo las compañías y grupos ya exis tentes, como A Comuna, A Cornucópia, el Grupo 4, los TeatrosEstudio de Li sboa, Cascais y Oporto, (7) Urbano Tavares Rodrígues. (8) Luíz Francisco Rcbello.

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han reformulado su repertorio, llevando al escenario obras hasta entonces no autorizadas ; también se han formado nuevos equipos y colectivos teatrales (y un plan de descentralización ha llevado el teatro a todo el país) ( .. . ). La libertad absoluta de organización y selección de los repertorios y las posibilidades ofrecidas por esa misma libertad a todos los participantes en el espectáculo de teatro, de los autores al director, de los actores a los técnicos, sin olvidar al público, la extensión del teatro a todo el país, h an permitido cambi·a r radicalmente el rostro del arte dramático en Portugal» (9). Se h an rea_ lizado puestas en escena del Círculo de tiza caucasiano y de Madre Coraje de Bertholt Brecht por parte de J oao Louren<;o, o las de Casimiro y Carolina, de Odon von Horvath, y La Misión, de Heiner Muller, por el Teatro de la Cornucópia. A pesar de que los directores se interesan muy poco por la dramaturgia portuguesa contemporánea, otorgando sus preferencias a los clásicos o a autores extranjeros (Shakespeare, Marivaux, Chejov, Brecht, Dario Fo), ahí están los nombres de J aime Salazar Sampaio, Bernardo Santareno (Portugués, escritor, edad 45 años; La traición del cura Mal'tinho; El judío), Virgilio Martinho (Filopópulos, El gran ciudadano), Luzia Martins (Tema y variaciones), Jaime Gralheiro (El menudo pueblo, El hombre de la bicicleta), Augusto Sobral (Memorias de una mujer fatal), José Saramago (La noche), Carlos Coutinho (La tela, Amanecer), Helder Costa y las nuevas reveJ.aciones Abel Neves (Toro), Julio Valarinl10 (Las puertas del sol), Fernando Dacosta (Un jeep de ocasión) y Miguel Rovisco. Casi todas las obras de estos autores «ponen en tela de juicio la historia, la historia contemporánea o la historia pretérita, es decir: el enfrentamiento del hombre con su destino en un momento determinado del tiempo ( ... ). No importa que algunos de estos autores conserven la fidelidad a los cánones estructurales del naturalismo-realismo, o que otros adopten los códigos de la construcción épico-narra(9) Luíz Francisco Rebello.


ISIDORO PISONERO

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tiva, que se expresen en los medios tradicionales o que recurran a los nuevos procesos técnicos: es común a todos ellos la conciencia de que es más importante lo que tienen que decir que el cómo lo dicen» (10). En España, ya en la década de los 60 empieza a apuntar una tendencia antirrealista de ruptura, que busca nuevos horizontes estéticos en el mar de la realidad, pero «pese a romper abiertamente con los cánones realistas, ni la obra de Juan Benet, ni la trilogía de Juan Goytisolo, ni la obra de los jóvenes poetas recopilados y lanzados por Castellet podía calificarse de obra aliada de la reacción franquista. Muy al contrario, lo que se estaba entonces planteando no era un formalismo vacío de sentido crítico, sino una meditación sobre los límites del lenguaje expresivo ( .. . ), una propuesta estética que enlazaba con la gran tradición marginada de la cultura española encarnada por Valle, por la ética de las vanguardias y la estética de la revolución poética del 27» (11). II ¿Ha renunciado el escritor a sus raíces inmediatas en la sociedad, a los vínculos que le ligan a la especie, al aquí y al ahora de la humanidad? ¿O tal vez medita en silencio un testimonio hasta ahora no compartido? La literatura comprometida es una constante histórica. Siempre ha habido escritores comprometidos que, con el recurso literario, han intentado modificar la conciencia social de un pueblo, de una época, pero en la larga transición democrática de la vida cultural española (el 20 de noviembre del 75 ó las elecciones del 78 no son sino hitos importantes, mucho menos significativos que el 25 de abril del 74 en Portugal), la ofensiva n eoliberal ha intentado desacreditar la función crítica de la literatura, que debería limitarse a crear belleza y, si acaso , a reflejar la realidad, sin propasarse a proponer un pro(ID) Luíz Francisco Rebello. (11) José Luis Giménez-Frontín.

yecto de cambio (12). En una cultura mercantilizada, controlada por los poderes económicos y políticos, sometida a la publicidad y los grandes medios de comunicación, donde «todos los libros son políticos o reflejan malentendidos políticos ( ... ) ¿ cómo puede el escritor no interesarse por la política, si la política comporta tanta materia humana?» (13). Y, ¿qué compromisos tiene contraídos el escritor? : «Compromiso intelectual : obligación contraída con la inteligencia. ¿Para cambiar el mundo? ¿ O para no morir de angustia, ahogarse en la barbarie impuesta por la mediocridad e injusticia envolven_ tes? Para intentar al menos interpretarlo poéticamente. Dicho de manera egoísta : para salvar el yo del horror impuesto a la colectividad ( ... ) en la obligación contraída con la inteligencia, último reducto de la lib ertad, decimos sinceramente que no tenemos una fórmula mágica para definir el compromiso político. Sabemos cuánto hay que negar, combatir. Y humildemente nos ponemos, una vez más, a pensar. En el principio fue el verbo, Y la palabra se hizo acción. Tan necesaria. Tan fácil. Tan difícil...» (14). Resulta obvio que el compromiso no lo establece el escritor con los políticos, ni con los críticos literarios, sino, ante todo, consigo mismo. Joao de Melo, e n unas emotivas palabras, justifica cómo la experiencia directa de la Guerra Colonial influyó en algunos narradores de su generación y les hizo tomar conciencia de este compromiso: «Dessa guerra absurda, guardo ainda milhóes de imagens. Mas no dia em que vi um soldado com a barriga aberta e os intestinos de fora, um triste soldado que me pediu incessantemente que o salvasse porque tinha mulher e 3 filhos, nese dia, a voz que nele agonizava era em mim o espíritu, o sofrimento e a revolta de quantos estavam cansados, desilu didos e tangendo de longe como os sinos que assinalavam o fim dum colonialismo obscuro e sem remédio (12) Manuel Vázquez Montalbán. (13) Baptista-Bastos. (14) Andrés Sorel.


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( ... ) estivemos na guerra, crescemos ao ritmo da infinita história dos nossos logros pessoais, vimos matar e morrer, e vimos mais: a miséria dos povos africanos que nao tinham casa, nem terras, nem talvez urna pátria. Vimos e ouvÍmos toda a mentira sobre o número dos vivos e dos mortos. E fomos perseguidos pela mais sobrenatural de todas as hipocrisias: estávamos nao numa guerra militar, e sim perante um monstro sem rosto nem explica<;:ao ( ... ). Que livros escrevemos nós? Fundamentalmente, os livros da nossa grande afli<;:ao colectiva. Nao a grande Epopeia dos descobridores e colonizadores de terras e povos; mas a mais anti-heróica, a lírica e aflita contra-Epopeia». La larga espera precedente y la intensidad con que en Portugal se vivió la Revolución de abril liberadora, que dio paso a una reposada reflexión sobre el ser y devenir nacionales, fueron causas por las que hoy «a realidade (social e política) exerce urna influencia cada vez mais marcante no romance portugues ( ... ). Ha um evidente compromiso político nos romances de José Saramago, Manuel de Fonseca, José Cardoso Pires, Lobo Antunes, Joao de Melo, Lídia Jorge, Diniz Machado, Urbano Tavares Rodrigues, Mário Velho da Costa, nos meus própios romances (Baptista-Bastos) ( .. . ). Os nos sos romances reflectem os conflitos latentes na sociedade portuguesa saída do 25 de Abril, mesmo que a eles directamente se nao refiram. Recusámos a linguagem declamatória, o herói positivo, o panfleto mesmo quando o panfleto assuma as dimensoes do épico ou do lírico. Procuramos urna realidade outra que, por vezes, nao é urna realidade nova -mas já nao é a realidade velha do fascismo. E creio que urna das grandezas do romance portugues de hoje é que ele enjeita os processos argumentativos» (15).

III La sociedad rural y las señas de identidad de la cultura campesina (singularidad histórica y cultural, sentido de (15) Baptista-Bastos.

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la dignidad e independencia, indiferencia ante la medición cronométrica del tiempo, lenguaje polisémico aferrado a la experiencia de la realidad inmediata, transmisión oral) están experimentando un profundo cambio, al compás del desarrollo técnico e industrial del siglo XX. Se puede constatar en qué grado «en los últimos quince o veinte años, esa sociedad rural ha sido sometida especialmente por la televisión y la comercialidad a una homologación cultural con el resto del país: es decir, a una homologación con los valores burgueses y comerciales de la competitividad, la primacía absoluta del dinero, el consumismo y el hedonismo; e incluso a una homologación del gesto, el vestido, la lengua y la percepción dominantes. Y, en los últimos diez o doce años, se ha dado además, por una parte, un proceso de secularización acelerado y, por la otra, con una nada desdeñable elevación de los niveles de vida, una enfatización de la vieja actitud conservadora» (16). Pero, aun casi del todo sometida al progreso, la vieja sociedad rural sigue ofreciendo al escritor un material literario de primer orden. Si el fascismo había considerado fundamentos básicos de la reserva espiritual de Occidente «los lugares rurales, el Campo y el campesino, las costumbres y valores de las gentes y las familias campesinas, raíz y matriz, Paraíso original y originario, origen y principio, feudo sagrado feudal y feudalizante de toda la mística y la mística fascista nuestra, peninsular», también los intelectuales de posguerra, cuando intenten oponerse ideológicamente al fascismo, comenzarán su lucha desde posiciones semejantes, «desde lugares de un Campo paupérrimo e improductivo, nunca jamás capitalizado y siempre sí refeudalizado, donde sigue acumulándose la mayor explotación de clase de nuestra historia moderna y contemporánea» (17). Es notable la incidencia de la cultura rural, en especial la órbita agraria de la Baja Andalucía, en la narrativa es.. (16) José Jiménez Lozano. (17) José Antonio Fortes.


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pañola del Grupo de los 50, que, en pleno auge del realismo social - entre el 55 y el 65 más o menos, prodiga en sus novelas la t emática campesina como denuncia de una realidad social injusta y consentida. Pero <<la intención crítica, sin embargo, el uso de una te.. mática rural con no oculto registro político, se consolida d esde mediados de los años 50 a principios de los 60». Sólo en el ámbito andaluz aparecen novelas como Vísperas (M. Andújar) La piqueta (Ferres), La mina (López Salinas), La zanja y El capirote (A. Grosso), El mundo de Juan Lobón (L. Berenguer), Manuela (Halcón) o Dos días de septiembre y Agata ojo de gato (J. M. Caballero Bonald) (18). En Portugal, la década de los 60 trajo consigo -en mayor proporción que en España- la emigración y el despoblamiento del campo y, desde los años 70, la democracia, la creciente iil.dustrialización, el retorno de los emigrantes y la fuerza niveladora de la televisión han conformado un paisaje y una cultura campesinos variopintos: «Atravessado por urna muta<;ao de dois sentidos, com a ruraliza<;ao suburbana das cidades e a urbanizac;:ao a despontar por dentro do próprio espíritu das aldeias, o campo em Portugal é no final dos anos oitenta um lugar estranhíssimo como couves plantadas nos canteiros em volta das moradias e iluminac;:6es a neo n nas cruzes sobre a torre das igrej as (oo . ) as portas de alumínio e as encomendac;:óes das almas pela Quaresma, as mini-saias e a benzedura sobre o pao a boca do forno, as mesas de fórmica e o la suada dos jumentos .» (19). Esta sociedad rural en mutación ha sido r eflejada y trascendida también en la literatura. Desde mediados de siglo, la novela de corte realista - y con ella el campo como elemento central del relato- empezaron a ser desplazados. Autores como Fernando Namora, Vergílio Ferreira (Mudanc;:a, 1950), Agustina Bessa-Luís (A Sibila, 1953 ), José Cardoso Pires (O Delfim) o Urbano Tavares Rodrigues, aun situando la acción (18) J. M. Caballero Bonald. (19) Clara Pinto Correia.

en ambiente rural, habían ido relegando el paisaje y el enfoque naturalista a un segundo plano, preocupados por la profundización psicológica en los personaj es, la función del tiempo como elem ento configurador o la fuerza comunicativa del lengu·a je estético. Tras la Revolución, al inicio de los 80, el espacio del campo -a veces espacio ru ral m etafórico, transfiguradose r einstaura como elemento privilegiado de la narración en obras como Levantado do Chao y Memorial del convento (J. Saramago), Os vivos e os Martas (Hélia Correia) y O Meu Mundo nao é deste Reino (Joao de Melo) (20). IV La novela rural es un fenómeno relativamente tardío en Europa: se re.. monta al siglo XVIII. La novela moderna española es esencialmente urbana. Son novelas urbanas las de Galdós, Clarín o Baroja, que confina a ve.. ces a algunos personajes en apartados pueblos vascos, en los que viven como en pequeñas ciudades de provincia. En las de Valera, aun transcurriendo en pueblos, se respiran aires y personajes de ciudad. Son urbanas, entre otras, Nada (Carmen Laforet), Día en llamas (Juan Iturralde), Tiempo de silencio (Martín Santos), Cinco horas con Mario (M. Delibes), La colmena (C. J. Cela) Entre visillos (Carmen Martín Gaite), Agata ojo de gato (J. M. Caballero Bonald), Ultimas tardes con Teresa (J. Marsé), En el día de hoy (Jesús Torbado), El mercurio (J. María Guelbenzu), La ciudad de los prodigios (E. Mendoza) y las series de Vázquez Montalbán y Juan Madrid. Algunas, como El Ja.. rama, se sitúan en la frontera, y lZls que, como La familia de Pascual Duarte, se desarrollan en espacios rurales, tienden al tremendismo y exageran, falseando la realidad, el pragmatismo campesino. Encontramos, por supuesto, excepciones en Cañas y barro (Blaseo Ibáñez), Fxtra111uros (Fernández Santos) y una gran parte de las obras de Delibes (21). (20) Lídia Jorge. (21) Jesús Pardo.


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La antigua oposición corte..aldea ha pervivido sin duda en la oposición ciudad-campo hasta entrado el siglo XX en ambas literaturas, aunque en la obra se suelen fundir «a síntesis da cidade enquanto espa<;o cruzado de m emória urbana com a memória do campo, ressaltadas e fundidas» (22), como felizmente intuyera Pessoa: «Há sossegos do campo na cidade. Há momentos, sobretudo nos meios-dias de estio, em que nesta Lisboa luminosa, o campo, como un vento, nos invade ». En poesía, el grupo de Presem;a y las gen eraciones siguientes, al tomar conciencia de la opresión salazarista, van a ver la ciudad como lugar de lucha por la libertad, de denuncia de la injusticia, de conspiración, de soledad y de esperanza. También ·aparece como «urna roda de náusea em que giramos» (Alexandre O'Neill), lugar donde la comunicación es difícil o donde la incomunicación se mitiga con sexo y alcohol (A. Bessa-Luís; F. Namora, A Cidade Solitaria; J. Cardoso Pires, Alexandra Alpha), donde la ambición es norma (Urbano Tavares Rodrigues, O Homem Dis farr;ado)... Después de la Revolución de abril, surgen nuevos temas antes prohibidos: la ciudad como lugar de regreso de miles de excombatientes de la Guerra Colonial y la difícil readaptación de éstos (Lobo Antunes, Fado Alexandrino) o la ciudad como espacio de la militancia política clandestina (Nuno de Bragan<;a, Directa). Con frecuencia, «A paisagem urbana que a literatura nos revela é a desse pais de capital macrocéfala, mas tradicionalmente agrícola, com pequenas cidades imaginadas para o escoamento e administra<;ao dos productos do campo, governado durante meio século por um regime imposto, cuja filosofia se ali<;ercava na visao mesquinha e camponesa do ditador de Santa Comba, no seu ódio a indústria fonte de perturba<;ao da paz provinciana, fábrica de operaria do subversiva... 1sso justifica a visao desencantada das figuras que nesse urbani smo se movem, personagens sem grandeza ou imagina<;ao, abandonando hoje o que sonharam (2~

Lídia Jorge.

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ontem, oscilando entre urna esperan<;a de pés de barro e um desespero que torna o tempo insuportável, ou limitándo-se a deixar correr o dia a dia, sem perspectivas outras e sem urna consciencia disso.» (23).

v La Generación del 27 conoció tardíamente a Pessoa (1888-1935), cuya poesía intelectualista e irracional fue durante tiempo menospreciada por los críticos. Escritor marginal y sin público durante su vida, conocido por las alusiones irónicas de la prensa, hasta la aparición de Presenr;a (1927), sus poemas, que habían ido apareciendo en Orpheu (1915), Exilio (1916), Centauro (1916), Portugal Futurista (1917), Contempo_ ranea (1922-1926) y Athena (1924-1925), alcanzaban a un círculo poco más amplio que el de los colaboradores de las revistas y sus amigos. Sólo pudo ver publicado un libro un año antes de su muer te, Mesagem (1934). No es extraño, pues, que en España se admirase a Teixeira de Pascoaes o a los poetas s·a udosistas, a Afonso Lopes Vieira, António Nobre, Eugénio de Castro, Guerra Junqueiro o Antero de Quental, frente a Pessoa, que había intentado sin éxito darse a conocer a Unamuno y había mantenido contactos con ultraístas españoles, ni que sólo haya tres versiones castellanas de poesías de Pessoa debidas a líricos del 27, una de Gerardo Diego de 1960 y dos de Jorge Guillén de 1967. A pesar de que antes se habían traducido al español poesías suyas, el boom Pessoa en España no comienza hasta 1980 (24). En Pessoa, de formación anglosajona y lírico apasionado de la naturaleza profunda del lenguaje, y la GeIJeración del 27 no es posible establecer una relación fundada. Su sensualidad «exorcizada» y a veces nauseabunda está muy alejada de la sensualidad florida de Alberti o de la infantil de Lorca. En Pessoa «A morte nao é urna alegoria e um inimigo exterior ou urna praga (23) Egito Gon9alves. (24) Pilar Vázquez Cuesta.


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moralizadora. Ela está na carne, vive no homem, que exala um olor nauseabundo. Os versos de Pessoa tem as vezes essa lírica nauseabunda dos retratos de Bacon e que já Kokoschka descreveu no seu carneiro morto. O belo é feio e o feio é belo ( ... ). A gera<;ao de 27 pinta ainda o poder do instinto; Pessoa passa dos símbolos míticos, para urna tendencia fortemente apoiada no novo tom nietzschiano: a ideia de que imagina<;ao tem por ela a magia de fechar a cadeado as for<;as do instinto» (25). A lo sumo, podemos llegar a encontrar ciertos paralelismos con versos de Salinas o del Antonio Machado simbolista, con el que también comparte la heteronimia (Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Ricardo Reis), resultado de un proceso de interiorización (26).

di da voluntad de sorprender, un prurito también abierto de imitatio, etc., pero ·n o el zarpazo cuajado de la ruptura con lo antecedente, a cuyos miem.. bros más caracterizados de la promoción del 50 reconocen desde hace algún tiempo como ejemplos a seguir en reajuste direccional de sus poéticas» (27). Como puede apreciarse en la reciente antología Poetas de los 70. Antología de poesía española contemporánea (28), la nota más definidora de la poesía española actual es la variedad: «En los poetas de los 70 puede encontrarse poesía de la experiencia personal y de la experiencia colectiva, al lado de la poesía de la (in)experiencia libresca o de la tradición culta. También de la tradición popular y de la «pop», o cultura prefabricada de los grandes medios de difusión. Se ha escrito y se escribe poesía de raíz mítica, de ambientación histórica y también de la VI cotidianeidad. Bajo puntos de vista que En la actualidad coexisten en Espa- van del materialismo radical al espiña al menos siete generaciones de poe- ritualismo, siempre con tentaciones tas, en empadronamiento de Antonio místicas. Con modelos y maestros busHernández: la superviviente (Dámaso cados en lo escrito por griegos y latiAlonso y Alberti), la augusta (Luis Ro- nos, por árabes, judíos, chinos y japosales), la cesárea (Carlos Bousoño, José neses, por alemanes, franceses, ingleses Hierro), la ascendente (Claudio Ro- e italianos. Se goza de lo clásico y se dríguez), la juvenil o de los novísimos ha aceptado e incorporado las vanguar(Gimferrer), la infaustamente llamada dias. Se recrean los sabios ritmos de de los postnovísimos y la más joven nuestro siglo de oro y se rompe con generación. todas las reglas en una imparable huida Tanto los llamados poetas del silen_ hacia adelante, que es la de nuestra cicio (Valente, etc.) como los novísimos, vilización. Todo es posible y todo se se presentan con espíritu de distinción, hace poesía en la pluma o en el ordena.abogando los primeros por la economía dor de los mejores poetas» (29). verbal y los segundos por un culturaEn Portugal, «tras la desaparición lismo claramente diferenciador. No del surrealismo militante y coincidiencabe duda de que <dos novísimos o ve- do con los inicios de la guerra colonial necianos traían entre sus novedades en Africa, a comienzos de la década del más sentido del humor que los poetas 60, la poesía portuguesa trata de tomar sociales, aunque de ninguna manera un contacto mayor y panteísta con su una ironía más fina que los del 50, un espaéio vital, a través de ciertos aspecinstrumento de lúdica a flor de piel, tos irracionales como en e l caso de Helmucha ganga camuflada de discurso berto Helder (1930) o de António Ra.simbolista, una fobia evidente al rea.mos Rosa (1924); o desde un punto de lismo ( ... ) y, por oposición, un neto vista más trascedente en Ruy Belo amor por lo literario, la herencia decadente del estilo Luis XV, una deci(27) Antonio Hernández. (25) Agustina Bessa-Luís. (26) Carlos Bousoño.

(28) Madrid, Hiperión, 1987. (29) Jesús Munárriz.


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(1933-1978)>> (30). Después del movimiento Poesía 61, en el que se incluyen Casimiro de Brito (1938), Maria Teresa Horta (1937), Luíza Neto Jorge (1939) y Gastao Cruz (1941), la variedad poética del 70 y del 80 no se ajusta al concepto de «generación », como sucede en España. Conviven varias generaciones de poetas. Joaquim Pessoa explora las señales del cambio en la sociabilidad e intimismo amoroso; Natália Corréia y Sophia de Mello Breyner Andresen prosiguen su curso de intelección del mundo, del ser, de los mitos, de la erosión de los siglos; y se abren paso los más jóvenes Al Berto (1948), Eduardo Pitta (1949), Rui Baiao (1953) y Adilia Lopes (1960). La poesía portuguesa actual está marcada por «a pertinencia literária do instante histórico, das fontes do imaginario popular e da irrestrita inventiva pessoal, a operatividade do poético como osmose do real e do subjectivo, a legitima<;ao da mobilidade discursiva como um valor a se, a rehabilita<;ao da transgressividade e do acto interlocutório do sujeito, o as sumir da contingencia humano-social e afectiva» (31) . La Revolución de la primavera del 74 desembocó en un estuario de libertad, pero un mundo cada vez más tecnificado y destructor está reflejando en la poesía «memorias, rupturas, medos, mortes, solidóes, perdi<;óes, seus modos exasperados em textos como arremessos de estilha<;os ou amarguradamente reivindicativos ( ... ) ou inconformismos serenos» (32) .

VII La coexistencia de varias generaciones de narradores ofrece un panorama «más abierto, más lleno de contr·astes, cuyas notas más significativas son la variedad, la diversidad, donde las opcion es más diversas , los estilos y técnicas más contrapuestos muestran una diversidad de mundos» (33). Superada (30) (3 1) (32) (33)

César Antonio Molina. José Manuel Mendes. Maria da Gloria Padrao. Luis Mateo Diez.

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la obsesión experimentalista, bien acogida en un primer momento por la crítica pero que olvidaba al lector, elemento nuclear de la recreación estética generada en la recepción textual, la narrativa española intenta regresar a los orígenes del género, recobrar la anécdota como médu la del relato. En este proceso de redescubrimiento, se han visto rehabilitados subgéneros tradicionales, singularmente el relato policial, la narración histórica y la novela erótica y de aventura (34). En Portugal, el 25 de abril ha supuesto «modos de afirma<;ao ficcional contrários as hierarquiza<;óes e aos enquadramentos previsíveis ( ... ) vivem-se em Portugal horas felizes de plena frui<;ao da liberdade de criar, sob o beneplacito de uma rara e dupla ausencia: a ausencia de censura oficial e de dispositivos teóricos e ideológicos de incidencia despótica no proceso da escrita.» (35). Si se analizan algunas obras que han aL canzado la condición de bestsellers, se constata lo siguiente: para superar la crisis social, se bucea en las raíces históricas como refuerzo de la identidad nacional, se denuncia en novelas de tipo histórico las distorsiones producidas por el tiempo (A Casa do PÓ, de Fernando Campos; Memorial del convento, de José Saramago; Vida e Obras de D. Gibao, de Joao Palma-Ferreira) ; lo fantástico irrumpe con fuerza (A Vaga de Calor, de Urbano Tavares Rodrigues; El año de la muerte de Ricardo Reis, de José Saramago; O Dia dos Prodigios, de Lídia Jorge; Conhecimento do Interno, de Antonio Lobo Antunes), a véC'és como reintegración de los valores burgueses (Um Amor Feliz, de David Mourao-Ferreira; Quatro Ultimas Can~6es, de Vasco Gra<;a Moura; Esta Noife Sonhei com Brueghel, de Fernanda Botelho); la Guerra Colonial, en cuanto hecho o como testimonio, sigue preocupando a las conciencias; y se revitali za la novela realista (Vida e Morte dos Santiagos, de Mário Ventura; Viagem de Um Pai e de Um Filho (34) Lui s Mateo Diez. (35) Júlio Conrado.


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pelas Ruas da Amargura y A Colina de Cristal, de Baptista-Bastos) (36). En una sociedad literaria competitiva, la nueva poesía, en especial la no alineada, pugna por abrirse camino entre las «familias literarias» . Algunos rasgos significativos son: la religiosidad o suntuosidad, entendida como culto al rito, a lo aparente, al lenguaje exuberante; la mediación poética de autores extranjeros, más como aspiración que como vinculación a un principio de universalidad; la evocación como fórmula expresiva; la metapoesía. Los antólogos y críticos españoles se han olvidado hasta ahora de la poesía experimental (Millán, García Sánchez), mIentras que Portugal, desde 1967, en que se publicara la revista Poesía Experimental - a cargo de António Aragao, Salette Tavares, Melo e Castro, Herberto Helder y A. Barahona da Fonseca, posteriormente también Ana HatherIy, Alberto Pimenta- , se había convertido en exportador de nuevas corrientes experimentales (37). La joven poesía portuguesa abomina lo convencional y es sensible a la transgresión, es diferente a los debates ideo_ lógicos y tiene a gala un feroz individualismo. Pero el panorama portugués es tan amplio como el español : a los poetas consagrados fallecidos entre el 78 y el 86 (Victorino Nemésio, Jorge de Sena, Ruy Belo, Carlos de Oliveira, Ruy Cinatti y Alexandre O'Neil), se suman los nacidos en las décadas de los 20 (Eugénio de Andrade, António Ramos Rosa, David Mourao-Ferreira) y de los 30 (Hcrberto Helder, Rui Knopfli, Joao Pedro Grabato Dias) y los que nacen entre 1943-1949 (Manuel António Pina, Joao Miguel Fernandes Jorge, António Franco Alexandre, J oaquim Manuel Magalhaes, Al Berto, Nuno Júdice), entre 1954-1957 (Joao Damasceno, Gil Nozes de Carvalho, Luís Miguel Nava, Jorge Sousa Braga) y los que tienen menos de treinta años (António CabriIta, Francisco José Viegas, Fernando /Luís, Paulo Tunhas, Adília Lopes, Paulo ITeixeira) (38). (36) Júlio Comado. (37) Pablo del Barco. (38) Fernando Assis Pacheco.

VIII En el proceso de interacción cultural que singulariza la época contemporánea, las revistas y publicaciones periódicas literarias desempeñan un papel central, a pesar de su aparente fragilidad, de las dificultades de sostenimiento, de la falta de comercialización eficaz. Una política cultural adecuada debería ayudar a estas publicaciones a desbordar las fronteras nacionales y extenderse por el área lingüística, alcanzando a toda la América Latina (39) . En las revistas literarias portuguesas de las dos últimas décadas se aprecia una obsesión por la historia (nacional o de la civilización occidental). Unas, como Arvore (1975), Criterio (1975), Raiz e Utopia (1977) y Nova R enascen9a (1980), pretenden, con planteamientos ideológicos diversos, abrir sus páginas a un debate sobre cuestiones candentes sociales, políticas o económicas, o iluminar a partir de la reflexión la identidad nacional. Otras, como & Etc. (1973), Arco Iris (1976), Toma (1977), Quebra-Noz (1978), Semo (1979), Fenda (1979), Aresta (1980), Frenesi (1980), Pravda (1982) y Crisol (1983), se sitúan en una línea de negación de la historia (cultura tradicional) y del presente (cultura masificada), a los que oponen el antiarte y la contracultura. Hay, por supuesto, revistas editadas por Instituciones culturales, que «archivan» la cultura y la instalan en la historia: Colóquio/Letras, de la Fundación Gulbenleian; Cadernos de Literatura (1978), de la Universidad de Coimbra; Persona, de la Universidad de Porto, consagrada a estudios sobre Pessoa; Ariane (1982); Loreto 13, durante algún tiempo órgano de expresión de la Asociación Portuguesa de Escritores; O PreZo (1983), de la Impresa Nacional/Casa da Moeda . Son también importantes lL - lonal de Letras, Artes e Id eias (1981), L etras & Letras (1987) Y Ler (40). En los últimos años está ·aumentando considerablemente en España el interés por la cultura portuguesa. Al boom Pes so a, ha seguido en breve el boom (39) M iguel Riera. (40) Clara R ocha.


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Saramago, y la edición de obras de Cardoso Pires, Agustina Bessa-Luís y las que se anuncian de Baptista-Bastos, J oao de Mela y otros. Acaba de aparecer el primer número de la revista Espacio-Espa{:o-Escrito (41), a la que deseamos larga vida. Pero, fuera de pequeños círculos universitarios, siendo difícil promocionar en España revistas portuguesas. Lo auténtico y duradero sería que las editoriales españolas acelerasen la edición de autores portugueses. En esta empresa sí podrían colaborar las revistas literarias, dándole impulso y resonancia (42). Para conquistar el futuro, es útil considerar también en qué grado lo español ha tenido eco en las revistas literarias portuguesas: «presencia esporádica, intermitente y fugaz, especialmente acentuada en el período 19151936; doble intervención plástica y literaria; intervención del azar y de ciertas circunstancias personales en e l guadiana de los intercambios; y, en fin, una atención especial (pero no especialmente significativa) a Galicia.» (43).

IX El sentimiento europ eo, la conciencia de formar parte de Europa, de ser Europa, ha experimentado variaciones en matiz e intensidad en el devenir histórico. Olvidados los esplendores históricos peninsulares, los siglos en que los pueblos ib éricos sacrificaron su particularidad en aras de una universalidad católica, rentable políticamente, Europa estuvo representada por Francia durante mucho tiempo, hasta la II Guerra Mundial. Un paralelo invisible separó una Europa del Norte, símbolo de la creación científica y de la reflexión filosófica, de una Europa meridional, cuna del sentimiento. La historia nos hace creer hoy en una «Europa sujeito e objecto do fluxo cultural planetario, ande (41) Publicada por la Diputación Provincial de Badajoz. Directores: Angel Campos Pámpano, Diego Doncel y Alvaro Valverde. Número 0-1, Otoño 1987. (42) José Antonio Gabriel y Galán. (43) Perfecto E. Cuadrado Fernández.

tuda é centro

e margen;

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as duas

razoes que separavam, hierarquizando, urna Europa-Europa de urna Europa Menor já nao servem de critério distintivo, senao a título histórico. Espanha e Portugal deixaram de ser aquelas áreas culturais ande, na época moderna, só por milagre nasciam os Cervantes, os Cam6es, os Gayas, os Machado e os Pessoas ... » (44). La Península Ibérica, dotada de una gran variedad por su situación geográfica, atlántica y mediterránea, europea y africana, ha servido de puente y crisol de muchas lenguas y culturas. «Para que o nosso planeta se tornasse um mundo, uma ecúmena cada vez mais complexamente interdependente, contribuiu decisivamente um proceso histórico de exp lora~6es transoceanicas e transcontinentais entre cujos protagonistas se contam Bartolomeu Dias, Cristóvao Colombo, Vasco de Gama, Fernao de Magalhaes e Sebastiao Del Cano. A interrela~ao e expan~ao de ecúmena foi urna gesta simultaneamente heróica e brutal. Cada pessoa viva de hoje deve a sua existencia e a sua cultura a uma imensidade de h eroísmos e de crimes de que nasceu. Seja como for, a cultura, ou as culturas, da Península Ibérica, nao pode, ou nao podem, pertenecer a Europa sem pertenecer simultan eam ente a todo um planeta ande serviram de transito ... » (45). Hoy, «tras un camino doloroso y un reciente aislamiento político y cultural que agudizó en nuestro siglo los males del pasado, los pueblos ibéricos se enfrentan al reto del futuro, que en principio está simbolizado por una integración lo más armónica posible del resto de las culturas europeas , y en la aportación de sus elementos más singulares al acervo común» (46). Estamos obligados por la historia a ser europeos, a ser cosmopolitas. Estamos obligados a seguir manteniendo nuestros valores culturales, «a exigirnos a nosotros mismos una reflexión sobre lo que podemos aportar y lo que (44) Eduardo Louren,<o. (45) Osear Lopes. (46) José María Merino.


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no vale la pena recibir ( ... ). El ámbito lingüístico hispano-portugués -quinientos millones de seres humanos, a los que habría de añadirse la población de habla portuguesa en Africa- es un fruto cultural de extraordinaria magnitud que debe permitirnos encarar el futuro convencidos de nuestras posibilidades. » (47). El peso ibérico en la Europa de los pueblos que se perfila en el Acta Unica del 92 es innegable. Sedimentos históricos no nos faltan: «uno de los valores culturales más evidentes de .Jos pueblos ibéricos es su capacidad para afirmar lo imaginario literario como una realidad cotidiana (oo.). Desde la fij ación de las más genuinas fábulas indoeuropeas, pasando por el romancero y las farsas populares, y alcanzando e l esp erpento ( .. . ) desde Tirant lo Blanch y la doncella Placerdemivida, hasta Don Quijote y Sancho, Celestina, Lázaro, Don Juan o Segismundo (oo.). Camoens, Garcilaso, Saa de Miranda, Lope de Vega, E<;a de Queiroz, Valle(47) Isaac Montero.

Inclán ( ... ) y ese universo misterioso, de impresionante complejidad y belleza, que es el creado por Fernando Pessoaoo.» (48). Las palabras que sigu en, de Óscar Lopes, pueden servir de colofón a unas Jornadas que han alumbrado una Iberia que quiere ser: «é hoje ainda mais necessário do que nunca intensificar a nossa intercomunica<;ao peninsular, b em como aquela solidariedade que nos aproxima do Atlántico Central e Meridional, ajudando a Europa transpirenaica a compreender melhor o chamado Terceiro Mundo, nomeadamente o mundo latino-americano e africano que se exprime em por_ gues ou castelhano. Disso depende, em grande parte, a nossa peculiar maneira ibérica de sermos europeus e ecuménicos, e disso depende a preserva<;ao das nossas id en tidades nacionais, num mundo de povos que sejam todos eles realmen te livres, na interdependencia e na unidade da espécie.» (48) José María Merino.


BIO-BIBLIOGRAFÍA REDUCIDA DE LOS ESCRITORES PORTUGUESES Por Isidoro PISONERO

URBANO TAVARES RODRIGUES Urbano Tavares Rodrigues (Lisboa, 1923) es uno de los narradores portugueses más relevantes. Miembro de la Academia de Letras de Lisboa, profesor de la Universidad de esta ciudad desde la revolución de los claveles (anteriormente se había visto obligado a abandonar la docencia en la Universidad por motivos políticos) y lector de portugués en Francia durante muchos años, en su vasta obra, que supera los setenta títulos y engloba novelas, relatos, libros de viaje y ensayos, se refleja un mundo rico en experiencias, plásticamente transfiguradas por un sutil narrador y recreadas en tres sL tuaciones: en el extranjero, donde los portugueses jóvenes luchan por liberarse de sus propias inhibiciones; en el Alentejo de su infancia, con terratenientes y altivos trabajadores, quizá un día fermento de esperanza; y en Lisboa, donde se apiña, entre los satisfechos burgueses y los jóvenes revolucionarios, la innominada multitud de los explotados. Transidos de preocupaciones ético-sociales, los grandes temas del amor, el erotismo, la aventura, ,l a muerte, la esperanza, la angustia de existir, se concentran en las tensiones estéticas que José Manuel Mendes ha calificado de «llaga y aroma». Algunas de sus obras más importantes son:

A Porta dos Limites (1952). Vida Perigosa (1955). Bastardos do Sol (1959, trad. esp. 1987). Os Insubmissos (1961). Exilio Perturbado (1962, trad. esp. 1967). Dias Lamacentos (1965). Realismo, Arte de Vanguarda e Nova Cultura (1966, trad. esp. 1967). Estrada de Morrer (1972). As Pombas Sao Vermelhas (1977). Elegia tI Esperan{:a (1977). Fuga imovel (1982). A Vaga de Calor (1986).

LUiZ FRANCISCO REBELLO Luíz Francisco Rebello (1924), Presidente de la Sociedad Portuguesa de Autores y miembro de la Academia de Letras de Lisboa, es uno de los más importantes críticos e historiadores del teatro portugués. Sus obras de creación introducen recursos formales de carácter experimental, hoy comunes


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al lenguaje teatral, y se centran, en una orientación realista, en temas como la obsesión existencial de la muerte y la esperanza social : OBRAS DRAMÁTICAS:

Condenados a la vida. Portugal Años 40. El día siguiente (trad. esp.). El fin en la última página (trad. esp.). Es urgente el amor (trad. esp_ en la Antología de teatro portugués contemopáneo, Eds. Aguilar). ENSAYOS:

Historia del teatro portugués (trad. esp.). Imágenes del teatro contemporáneo. Teatro moderno. Caminos y figuras. Teatro por un teatro de combate. Historia del teatro de revista en Portugal. Antología del teatro portugués.

BAPTISTA-BASTOS Baptista-Bastos (Lisboa, 1934) es, en expresión de Antonio Ramos Rosa, «un gran periodista, un gran escritor». Consagrado al periodismo, trabaja desde hace 22 años en el Diario Popular, actualmente como Redactor-Principal. Ha colaborado y trabajado en diversos periódicos y revistas, como O Século Ilustrado, República, Almanaque y Vértice, y ha realizado reportajes sobre más de 30 países de cuatro continentes, obteniendo diversos premios, entre otros el Premio Artur Portela, el Premio Nacional (correspondiente al Pulitzer) y el Premio Urbano Carrasco de reportaje en 1978 y 1985. Una de sus obras, As Palavras dos Outros es considerada como una de las clásicas del periodismo. Uno de los grandes narradores contemporáneos en lengua portuguesa, sus novelas O Secreto Adeus (1963), que va a ser adaptada al t eatro, O Paso da Serpente (1965), Cao Velho Entre Flores (1974, trad. esp. Perro viejo entre flor es, 1978) -según Urbano Tavares, una de las obras más bellas de la literatura portuguesa de este siglo-, Elegia para um Caixao Vazio, best-seller en 1984, Viagem de Um Pai e de Um Filho pelas Ruas da Amargura (1981), y A Colina de Cristal (1987) son objeto de estudio en Universidades portu.. guesas y extranjeras.

lOAO DE MELO loao de Melo (Las Azores, 1949), profesor de Enseñanza Secundaria, cultiva la poesía, el ensayo y especialmente la novela. El lugar de nacimiento y su profunda y directa experiencia personal determinan dos de sus preocupaciones fundamentales: la literatura azoriana y las miserias de la Guerra Colonial. POESÍA:

Navega9ao da Terra (1980). NOVELAS:

O Meu Mundo Nao

É Deste R eino (1983). Autopsia De Um Mar De Ruinas (1984, próx. trad. esp.).


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ANTOLOGíAS:

Antologia Panoramica do Conto A90riano (1978) . Antologia Literária da Guerra Colonial, 2 vols. (en prensa). ENSAYO:

Toda

É

Qualquer Escrita (1982).

CLARA PINTO CORRE lA Maria Clara Amado Pinto Correia (Lisboa, 1960), bióloga, es profesora de la Facultad de Medicina de Lisboa. Ha realizado durante varios años colaboraciones periodísticas en prensa, radio y televisión, y actualmente es responsable de la sección de Ciencia del periódico Artes e Letras. Ha publicado tres libros de divulgación científica y tres excelentes novelas que giran sobre el ruralismo de 10s años 80: Agriao (1984). Um Esquema (1985). Adeus, Princesa (1986).

LiDIA JORGE Lidia Jorge (1946), profesora de Literatura en la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa, pertenece a la generación de los jóvenes narradores portugueses. Ha publicado algunos cuentos y tres novelas. Su primera novela, O Día dos Prodigios (1980), explorando el realismo fantástico, entronca con 10 que la autora considera temas esenciales de la narrativa de su país: la guerra colonial y sus múltiples consecuencias, la represión política durante la larga dictadura y el 25 de abril. La segunda, O Cais das Merendas (1982) es, como en la cubierta de la obra se dice, la novela de un pueblo que espera y trata de la pérdida de Ja identidad cultural y del emprobrecimiento del lenguaje. La más reciente, Noticia da Cidade Silvestre (1984), cuenta ,l a historia co. tidiana en una ciudad. EGITO GON<;ALVES Egito Gonc;:alves (Matosinhos, 1920), uno de los poetas portugueses más importantes, ha fundado y dirigido diversas revistas de poesía y literarias, entre otras A Serpente (1951), Arvore (1952-1954), Noticias do Bloqueio (1957. 1961) Y Plano (1965-1968), todas de vida efímera por la actitud de oposición al régimen político ele la época que siempre mantuvo el autor. Ha desarrollado una notable actividad como animador cultural, colaborando en la dirección de los más variados organismos, como el Teatro Experimental, el Cinec1ub y la Asocciac;:ao de Jornalistas e Homens de Letras de Porto, la ciudad donde reside, y las Sociedades Portuguesas de Escritores y de Autores. Es miembro de la Hispanic Society of America. Además de dedicarse a la creación poética, ha traducido diez libros de poesía, entre ellos Poesia Espanhola do Após-Guerra (1962), Poemas a Guevara (1975) y Poemas De Resistencia Chilena (1977), por cuyas traducciones ha obtenido varios premios.


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BIO-BIBLlOGRAFIA

Como poeta, se caracteriza, según António Ramos Rosa, por la sobriedad, la esperanza y el espíritu de resistencia_ Desde sus primeras obras, Poema Para Os Companheiros De Ilha (1950), melancólico mensaje de saudade y evocación de la isla de San Miguel, donde estuvo movilizado como soldado, y Um Homem Na Neblina (1950), donde la melancolía se debe a asuntos más personales (la pérdida de la madre y un fracaso amoroso), progresivamente va elevándose en .perfección estética y hondura humana. En A Evasao Possível (1952) y O Vagabundo Decepado (1957), con una poética de la metáfora, canta al amor como refugio, como última trinchera desde la que poder reconstruir un mundo a nuestra medida. En A Viagem Com O Teu Rosto (1958), una de sus mejores obras, y en Memoria De Setembro (1960) es ya patente cómo contribuye el autor a trascender el surrealismo. Amor, sátira, esperanza social, actitud comprometida del poeta son temas recurrentes en su larga trayectoria, que incluye ya dieciséis libros de poesía, entre los últimos de los cuales están O Amor Desagua Em Delta (1971), As Zonas Quentes do Inverno (1977), Poemas Politicos (1980), Os Pássaros Mudam No Outono (1981) y Falo da Vertigem (1983). AGUSTINA BESSA-LUíS Agustina Bessa.Luís (Vila Mea, Amarante, 1922) es una de las grandes figuras de la narrativa portuguesa contemporánea. Aunque ha cultivado también el teatro (O inseparavel, 1958) y las impresiones de viaje (Embaixada a Calícula, 1961), su raro poder de invención y excepcional dominio de la técnica y lenguaje literarios la inclinaron desde muy joven al relato (Contos Impopulares, 1954) y a la novela, género que le ha permitido reflejar, entre las brumas del misterio y la contemplación de lo pasional, una profunda preocupación metafísica por el ser humano y la decadente sociedad burguesa, con una variada gama de matices que van desde el expresionismo del absurdo de Kafka hasta la fantasía onírica surrealista. Desde su primera novela, Mundo Fechado (1948), hasta Cronica do Cruzado Osb (1976) y As Furias (1977), donde la autora analiza la sociedad posterior a la revolución del 25 de abril y reflexiona sobre la significación histórica de este hecho, pasando por Os Super-Homens (1950), A Sibila (1954, trad. esp.), Os Incuráveis (1956), A Muralha (1967), O Susto (1958), Ternos Guerreiros (1960), As Pessoas Felizes (1975), A Freira de Lisboa, Fanny Owen, O Mosteiro o sus ciclos novelísticos As Rela9óes Humanas (1964-66) Y A B iblia dos Pobres (1968-70), hay un intento de superar ciertos límites de la condición humana, condenada a aspirar eternamente a una plena realización personal entre los seres humanos nunca conseguida, de salir de ese mundo cerrado y único que constituyen cada persona, cada momento, cada paisaje, cada cosa, en el cual no es posible una auténtica comunicación personal. Con .palabras de Agustina Bessa-Luís, sus obras captan «a proximidade viva, das pessoas e das coisas, que nao cria rela<;:6es, que é só momento e pode assim con ter toda a estuante sinceridade, a calorosa ilusao, a integridade durn momento» (Contos impopulares). MARIA DA GLORIA PAtDRAO Maria da Gloria Padrao es directora del Centro de Estudos Pessoanos y de la revista Persona. Entre sus obras, destacan A Metáfora en Fernando Pessoa (1972), que octuvo el Premio de Ensayo Mário Sacramento, y un magnífico estudio sobre Vergílio Ferreira, titulado Um Escritor apresenta-se (1983). Están en prensa sus Estudos sobre Agustina Bessa Luís y es responsable de la dirección de una História da Literatura Portuguesa do S éculo XX, que se publicará en breve.


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JOSÉ MANUEL MENDES José Manuel Mendes (1948), abogado y Diputado de la Asamblea de la República desde 1981, es un fecundo escritor que cultiva el ensayo, la novela y especialmente la poesía. En sus obras, muchas de las cuales han sido editadas en Bulgaria, la URSS, Estados Unidos, Francia y países africanos de lengua portuguesa, se funden delicadamente inquietud existencial y poder de evocación, solidaridad humana y tersura poética. OBRAS POÉTICAS:

Salgema (1969). A Esperanfa Agredida (1973) . Pedra a Pedra (1977). Os Dias do Trigo (1980) . Limiar da Terra (1983) . Depois do Olhar (1986) . NOVELAS:

Ombro, Arma! (1978) . O Despir da Névoa (1984). ENSAYOS:

Por Uma Literatura de Combate (1975). EVOCACIONES:

Mastros na Areia (1987).

FERNANDO ASSIS PACHECO Fernando Assis Pacheco (Coimbra, 1937), licenciado en Filología Inglesa y Alemana, periodista de O Jornal y redactor principal del semanario cultural Jornal de Letras, Artes e 1deias, ha traducido al portugués diversas obras de Pablo Neruda y Gabriel García Márquez. Como creador, ha publicado un relato, Walt, y varios libros de poesía, desde Cuidar dos vivos (1963) hasta Varia90es em Sousa (1987). Angel Crespo y Angel Campos Pámpano han incluido poemas suyos en las colecciones de poemas Antología de la poesía portuguesa contemporánea y Los nombres del mar.

JÚLIO CONRADO Júlio Conrado (Olhao, 1936), ex-gerente ban cario, ha calobarado regularmente desde 10s años sesenta en las páginas y suplementos culturales de Jornal de Noticias, República, O Século, Diário de Lisboa, O Ponto, y Vida Mundial, y ejerce la crítica literaria en el Diario Popular y ColóquiolLetras, revista de la Fundación Gulbenkian. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos Literarios y ha formado parte de la Dirección de la Asociación Portuguesa de Escritores. Ha editado un libro de poemas (Dedicado a Eva, 1983), otro de crónicas (Ou Vice-Versa, 1980), varios de cuentos y relatos (A Prova Real, 1963; Clarisse, Amargura, Dezembro, 1969; O Deserto Habitado, 1974; Era a Revolw;ao, 1977) y algunas excelentes novelas: A Felicidade antes de Abril (1976) y As Pessoas de Minha Casa (198 5), que recrean con naturalidad las caras de Portugal entre la Guerra Civil española y la época que ha seguido a la Revolución de Abril.


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CLARA ROCHA Clara Rocha es una joven ensayista, miembro del P. E. N. Club portugués y de la Asociación Internacional de Críticos Literarios. Ha sido profesora de la Facultad de Letras de la Universidad de Coimbra y, desde 1985, enseña en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universid ad Nova de Lisboa, en la actualidad como responsable de la cátedra de Literatura Portuguesa (Siglo (XIX). Además de algunas introducciones y diversos artículos y estudios, que han aparecido en la s revistas ColóquiojLetras, Cadernos de Literatura, JL, Prelo, etc., ha publicado cuatro importantes ensayos: O Espa90 Autobiográfico em Miguel Torga (1977), su tesis de licenciatura, Os «Contos Exemplares» de Sophia de Mello Breyner, A Poesia Lírica de Cam6ens - Uma Estética da Sedu9ao y el que presentó como tesis doctoral con el título de Revistas Literárias do Século XX em Portugal (1985).

ÓSCAR LOPES Óscar Lopes (Matosinhos, 1917), Profesor jubilado de la Facultad de L~ tras de la Universidad de Oporto y Presidente de la Sociedad Portuguesa de Escritores, es uno de los más fecundos e importantes críticos e investigadores sobre la literatura portuguesa. En fecha reciente le ha sido otorgado por unanimidad el «Voto de Louvor» en la Asamblea de la República. Ha ejercido de modo sistemático la crítica literaria en la prensa durante muchos años y ha publicado numerosos ensayos sobre Gil Vicente, Bernardim Ribeiro , Sa de Miranda, Bocage , Camilo Castelo Branco, Fernando Pessoa, José R egio, Miguel Torga, Egito G on~alves, Agustina Bessa-Luís y José Saramago, entre otros, que han sido recogidos en Ler e Depois (1969), Modo de Ler (1969), Cinco Personalidades Literárias (1961), el volumen dedicado a la Epoca Contemporánea de la História Ilustrada das Grandes Literaturas, Album de Família (Escritores Portugueses do S éculo XIX) (1984) Y Os Sinais e Os Sentidos : Literatura Portuguesa do S éculo XX (1986). Otras obras suyas son As Contradi96es da Gera9ao de 70 (1946), Gramática Sim bólica do Portugues (Um E sbo90) (1971), Uma E spécie de Mú sica (Eugénio de Andrade) (1981), Antero Quental _ Legado de Uma Utopia (1984), Um a Arte de Mú sica e maros Ensaios (1986), las antologías Poesia do Século X VIII y R ealistas e Parnasianos, Antologia de Poetas, y la múltiples veces reeditada História da Literatura Portuguesa (14 ed ., 1987), en colaboración con António José Saraiva.

EDUARDO LOUREN(:O Eduardo Louren ~o , profesor de Cultur a Portuguesa de la Universidad de Niza y prestigios o ensayista, ha publicado importantes trabajos de investi gación literaria y cultural, entre lo s que destacan: Het erodoxia 1 y II (1949 Y 1967). S en tido e Forma da Poesia N eo-Realista (1968). Pessoa R evisitado (1973). T empo e Poesia (1975). Po esia e Metafís ica (1982). Laberinto da S audade (1978). Fernando Pessoa, R ei da Nos sa Baviera (1986).


Libros recibidos en la biblioteca de esta Asociación

FRANCISCO SERRADILLA EL BOSQUE INSOBORNABLE Adonais. 1988. Esta obra recibió el Premio Adonais 1987 por un Jurado compuesto por : Rafael García, José García Nieto, Rafael Morales, Claudio Rodríguez y Luis Jiménez Martos. El autor nació en Sevilla, reside en Madrid y no había publicado hasta el momento obra a'lguna. Su poema PAZ con el que inicia el 'libro, dice así: «Salí del edificio. / Olía a vida: Un pájaro / vO'laba. / El musgo se agarraba a los tejados. / El sol, ya casi muerto / -moribundo de fuego-, / miraba ·la ave_ nida. / Tiritaba de frío, no tenia / quién sintiera la tarde, estaba / solo con su materia, abandonado / en campos de aprendices ... » CESAR ALLER MADRE MUJER Adona'is 1987. El autor nació en Trabajo del Cerecedo, León, en 1927. Profesor mercantil. Su primer l,ibro de poesía «Esta tierra y mi palabra» fue publicado en 1960. El último «César Aller y su poesía para niños» en 1986. Ha publicado también novelas cortas y cuentos. Comienza su primer poema: «Maullaban los gatos de tristeza / junto a lilas resecas de amargura, / muy oerca del tejado caedizo. / Era la casa vieja ya cerrada, / galerías mirando a ·luz plomiza, / allí hacia el mediodía abierto encima / como una exhal.ación, mas sin un ruido, / pronunciando una muerte tan hunli'lde / igual que humilde fue 'la entrega plena.» ACACIA UCETA ARBOL DE AGUA Adonais. 1987. La autora nace y V'ive en Madrid. Su pr,imer 'libro de poemas publicado fue «El corro de las horas», 1961. Además de libros de poemas, ha pubJjcado dos novelas. In icia el presente poe-

mario así: «Del centro del desierto / brotó un árbol de agua. / Una lluvia de hojas / se abatió sobre el páramo / para enjoyar de verde / .Ja calcinada senda, / la perdida esperanza. / Acariciantes gotas / salpicarOlll la frente, / ·refrescaron la palma / de la mano extendida, / ciega frente a ,los astros, / consumida en su furia / desde el primer origen ... » AMADOR ,pALACIOS LA CUSPIDE y LA SIMA Adonais 1987. El autor nació en Albaoete en 1954. Funcionario público, es director 'literario del boletín San Juan Ante-Portam-Latinam. Escr,ibe en su poema El mstante: «Ese instante de calma / que precede a la nieve / como aquel otro instante / que antecede a la música / cuando el rígido maestro / desciende su batuta / y ordena la audición, / como aquel otro instante / que preside, emotivo, / la visión del acéano, / como aquel otro instanlte / que se pone delante / de un rebato prev,isto, / como aquel otro 'instante / que preludia los besos, ... » MIQUEL LOPES CRESPI HISToRIES PER A NO ANAR MAl A L'ESCOLA Editorial Laia 1986. Obra que obtuvo el Premio Jaume March en 1983. Prólogo de Ignasi Riera. El autor, en pa'labras del introd uctor es «m uchas cosas ahora: periodista, dramaturgo, poeta, activista y político solidario». Mallorquín, presenta en esta obra una serie de «textos breves, moral'izantes». GONZALO SANTELICES DESCENSO A UN AGUAFUERTE ATRIBUIDO A PIRANESI Plaza y J anés. Selecciones de Poesía Española 1988, Esta obra obtuvo el Premio Miguel Labordeta en 1987 por un jurado


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LIBROS RECIBIDOS EN LA BIBLIOTECA DE ESTA ASOCIACIÓN

compuesto por Angel Crespo. Antonio Ferrer. Javier Lentini. Manuel Vázquez Montalbán. Florentino Huerga. Joaquín Marco y Enrique Badosa. Su primer poema es Dihliz: «No debes estar aquí. / y si estás: por breve tiempo. / Tan lejos de todo y sin embargo .... / 'la vida no tenía piedad. / Por ti pasan los años veloces e inexp¡'¡cabIes. / por ti la pág~na como un claustro / donde habite el que no has sido. / Ser extranjero es la virtud de quien nada posee.» MARIO ANGEL MARRODAN LAS TRIBULACIONES DEL ACONTECER NOMADA BAJO LOS ASTROS POEMAS DEL AMOR DE CADA VIDA Cuencos Literarios. Septiembre y octubre de 1987. Obra poética titulada «sociedad de Adan» y que está proyectada para su aparición definitiva de tantos libros como años de vida tenga su autor. el número 13 de cuyos poemarios es «Nómada bajo los astros». último aparecido hasta el momento. JOSE VERON GORMAZ BALADAS PARA EL TERCER MILENIO Centro de Estudios bilbi'litanos. Institución Fernando el Católico. Calatayud. 1987. TRIPTICO DEL SILENCIO (Cavernario)

Colección Poemas. Ca.Jatayud. 1984. LA MUERTE SOBRE ARMANTES Prem io San Jorge de novela 1981. Institución Fernando el Católico. Zaragoza. INSTRUCCIONES PARA CRUZAR UN PUENTE Misma editorial.

LEGAJO INCORDE Misma editorial. José Verón Gormaz nació en Calatayud en 1947. residiendo en dicha ciudad. Publica novelas y poesía. Es también fotógrafo. habiendo obtenido más de 30 premios en esta especialidad. ENCARNACION HUERTA MIS NAIPES EN OTOÑO Colección Poesía Nueva. Madrid. De su poemario: <<El presagio de nubes / me coloca un sudario en la retina. / huracanes y abismos me amenazan / y detienen el paso a mis artefoias / y en mí clavan sus dientes de carcoma.» Nació la autora en Madrid en 1940. Otros libros suyos son: «Alerta de alma jnmortal» y «Raíz de mi aliento». Premio Dama de Elche 1985. DIONISIA EMPAYTAZ PARAISOS VERDES Producciones Editoriales del Nordeste. La autora nació en Barcelona en 1922. Licenciada en 1a Universidad de Toulouse es profesora de Literatura en Inglaterra. Ha publicado varios l'ibros de poesía. «Buscando fresas o escribi,endo versos / con entusiasmo bajo el oielo añil. / entonces sí que cazadores éramos / tú y yo de mitos y verdad primera. / Pescadores de anhelo. entonces sí: / cogiendo sueños o atrapando estrellas.» MELIANO PERAILE FUENTES FUGITIVAS Esta obra obtuvo el Premio de Novela «Casino de Mieres» en 1987 por un J urado compuesto por Víctor AJperi. Juan Cueto. Rubén Suárez. Alejandro Fernández. Faustino F. Alvarez y Celso Antuña. Meliano Peraile. nacido en Villanueva de 'la Jara. Cu enca. ha publicado hasta el momento un libro de poemas. nueve ¡,ibros de relatos. tres novelas cortas y ciento cincuenta narraciones en diversos


LIBROS REC IBIDOS EN LA BIBLIOTECA DE ESTA ASOC IACIÓN

diarios y revistas. La presente obra trata «de la soledad en una población de cuatro millones de desconocidos; una soledad que más se ensancha y más se cierra, como un desierto y un cerco, alrededor de los ancianos vi udos y de los marginales: mendigos, prostitutas, exiliados, artistas sin fortuna». FEDERICO GARCIA LORCA POETA EN NUEVA YORK Ediciones Cátedra. Colección Letras Hispánicas. 1988. Edición de María Oementa Millán . Induye las 18 ilustraciones fotográficas que debían acompañar sus versos, según los planes del propio escritor. y una perífrasis de sus diferentes secciones y poemas.

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primer libro fue «Crear un mundo». Siguió ({La gratitud del verbo». Es también dibujante y pintor. Reside actualmente en Madrid. LUIS ROMAY G. ARIAS GUSTAVE FLAUBERT. COORESPONDANCE Ministerio de Cultura La traducción y selección de la correspondencia de Flaubert ha sido realizada por Luis Romay a partir de la ed,ición de Louis Con.ard. LUIS LOPEZ ALV AREZ COMPUTO 1952-1982. Selecciones de Poesía Española Plaza J anés.

ELEGIACA MERCEDES RODRIGUEZ Adonais. PEQUEÑO Luis López A'lvarez nació en La Barosa, LA POESIA DE CONCHA ZARDOY A León en 1930. Trabajó muchos años en Universidad de Valladolid. Secretariado la radiodifusión televisión francesa y desde publicaciones. Incluye un trabajo so- de 1968 en la UNESCO realizando diverbre la trayectoria humana de la autora, sas funciones culturales en París, La Hay un análisis de su temática, enfocada bana y Caracas. Su primer libro data de a través de la muerte, España, el amor, 1952, «Arribar sosegado». Actualmente la realidad, el sueño, la soledad, el arte, reside en España. los viajes, el tiempo. En sus partes terVICENTE CANO cera y cuarta ana'liza l.as principales fi- AMOR ES LLUVIA guras y tropos yla estructura y forma Esta obra obtuvo el Premio Enrique Ríus métrica. Junto a las conC'lusiones com- Zunon 1985. Lleva prólogo de Pascualpleta la obra una amplia bilYliografía de Antonio Beño Galiana y dibujos de Vila autora de «Manhattan y otras lati- cente Cano Gutiérrez. El autor nació en tudes». Argamasilla de Alba en 1927 y es director del Grupo Literario Guadiana y de HOMENATGE A SALVADOR la revista poética Manxa. Su primer libro ESPRIU «Lnquietud» data de 1969. Editorial Amarantos. Barcelona. 1987. JOSE ELGARREST A Vers,ión bilingüe. Introducción de ManoE García Gil. 26 poemas son los que se LA PELIGROSA TERNURA suman a este homenaje. Al final se in- Cuadernos del Sur. Málaga. 1987. Edición cluye una pequeña biografía de los Angel Caffarena. mismos. ADELAIDA LAS SANTAS ROLANDO VERA ... Y HACE CINCUENTA AÑOS HUBO PORTOCARRERO UNA GUERRA CIVIL MIL INVIERNOS DE AMOR CoJeción de poesía Aguacantos. 1987. Editorial Catobeplas. El autor nació en Subtitula: Romance para que lo cante Lima en 1950. Es compositor musical. Su un ciego.


Revistas recibidas en la biblioteca de esta Asociación

CUADERNOS mspANOAMERICANOS

CUADERNOS DE TRADUCCION E INTERPRETACION

Director Félix Grande. Número 450. Dioiembre 1987. Trabajos de Francisco Umbral, Eduardo Raro Tecglen, Arturo Us'l ar Pietri, entre otros y textos sobre Bacarisse, Villa-Lobos y García Curten.

Publicación de la EUTI, Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes. Número 8/9. Incluye un informe sobre poesía y traducoión poética y una entrevista a Angel Crespo entre otros trabajos. ENCUENTROS

LAS NUEVAS LETRAS

Director Fernando García Lara. Número 6. Invierno 1987. Tema: Los intelectuales: ¿la otra cara del poder? Escri ben, entre otros, Antonio Elorza, Mario Onaindía, Jesús Ibáñez y José Luis Jiménez-Frontín. En creación, Raúl Ruiz, Luis Goytisolo, con el que hay además una entrevista.

Revista de literatura pub¡'¡cada en Segovia y coordinada por Luis J. Moreno, José Luis Puerto, Gonzalo S~nl1:onja y Angélica Tanarro. Número 2. Año 1987. Incluye trabajos, entre otros, de Felipe Benítez Reyes, Luis López Alvarez, César Antonio Malina, José Ramón Ripoll, Alfonso Sastre. LEVIATAN

EL PERISCOPIO DE LA POESIA

Revista editada por el Aten eo de Madrid. Invierno. 1988. Prólogo de Ramón Uorente. Colaboración especial de José Luis Sampedro.

Otoño-Invierno 1987. Números 29-30. Director Salvador Clotas. Edüa la Fundación Pablo Iglesias. Incluye trabajos de Felipe González, José Félix Tezanos, Ludolfo Paramio, Adam Schaff y Reyes Mate entre otros.

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República de las Letras

DE LA ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES DE ESPAÑA

DIRECTOR : ANDRES SOR EL REDACCION : RAUL GUERRA GARRIDO· ISAAC MONTERO. CARMEN BRAVO·VILLASANTE GREGaRIO GALLEGO . JUAN MOLLA • ANTONIO FERRES

Sagasta, 28, 5.° - 28004 Madrid - Teléf. 4467047 - 5 a 8 tarde Imprime : Gráficas Sánchez. Larra , 19. 28004 MADRID Depósito Legal : M-8872-1980


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