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Repúblic a de las Letra s N.o ,EXTRA - 3

OCTUBRE, 1988

LITERATURA NEERLANDESA

EDITA: ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES DE ESPAÑA



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u b l 1 e a de las Letras

Revista

e

de la ASOCIACION

COLEGI AL

DE

ESCRITORES

N.O EXTRA - 3

OCTUBRE, 1988

Sumar io

Director:

Pág s.

Andrés SOREL

Consejo de Dirección: Raúl GUERRA GARRIDO Is aac MONTERO Carmen BRAVO-VILLASANTE Gregario GALLEGO Antonio FERRES Juan MOLLA

ED ITORIAL ... .. . PR EFA CIO ..... .

1.

Las letra s neerlandesas a través de los sig los, Hans Tromp . .. . .... . . ... ... .. .. . Calv inismo y literatu ra en Holand a, Jean Schalekamp . .. La literatura en las Indi as Orientales, Rob Nieuwenhuys Los Experim entalistas, Jean Schalekamp .. . . .. ... ... . .. Asp ectos de la poesía nee rl andesa 1960-1980, Hugo Brems La prosa neerl andesa desde 1960, Hugo Brems . .. .. . . . . La lite ratura f emenina en los Paísajes Baj os, Aafke St een· huis •... .. . .... . ... .... .. El t eatro en Hol anda, André Rut ten .. ... . . .. .. .. .. .. .. . . Vi vir escri biendo : la si tuación social de los escrit ores , Jean Schalekamp

Redacción y distribución: ASOCIACION COLEGIAL DE ESCRITORES Sagasta, 28, 5.° - 28004 Madrid Tel éf. 4467047 Confecciona: Angel PATON

11. REPUBLlCA DE LAS LETRAS deja absoluta libertad de opinión a tod os los escritores que escriben en la revista, lo cu al no significa que se id entifique con los juicios críticos en ella vertidos. Encontrarán acogid a en sus páginas, las réplicas o matizaciones a dichos artículos, siempre que así lo considere oportuno el Consejo de Dirección. Los trabajos e Informaciones publicados en REPUBLlCA DE LAS LETRAS pu eden ser reproducidos libremente siempre que se cite su procedencia.

HISTORIA V EVOLUCION DE LA LITERATURA NEERLAN· DESA ... ... . ... .. . . . . .. .. .

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RELATOS . .. ... . . .

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INTRODUCCION . .. Relac ión de un Náufrag o, Maarten Bieshauvel .. . . . . ¿Es est e el mundo del mañana?, L. P. Boon . . . .... .... . Tres siglos de arte gótico. Jeroen Brouwers .. . ... . .. En el ropero, Remco Campert. Willy, Simon Carmiggelt . ... . . La pena de Bélgica. Hugo Claus . .. ... . .......... . No hay vid a en la Tierra. Raoul Chapkis ........ ... . . .... .

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SUMARIO

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Págs.

Págs. Agu a, Jef Geeraerts .. . .. . .. . Los elefantes, Hermine de Graaf ... ... . .. .. ... .. .. .. . Una relaci ón peligrosa o Cart as de Daa l y Berg , Hella Haasse .. . . . . .... . . El sombrero de copa, Maarten 't Hart .. . .. . ... .. . .. . Un te nde ro que no vuelve, Heere Heeresma ... ... .. . Femenino sin gul ar, Poi Hoste. Esc lerosis , F. B. Hotz .... .. .. . El fact or de aca rici abilidad, Rudi Kousbroek . .. ... ... .. . Ir de pu ta s, Ivonne Kroonenb erg .. . .......... .. .. . .. . Sim etría, Harry Mulisch . .. .. . Marrakec h, Cees Nooteboom. Un ag uj ero en el cielo, Hugo Raes ...... ... ..... .. .... . El estanq ue primigenio, Ward Ruyslinck .... .. .. ... . ... .. . Punto de encu entro : Malinas, Jos Vandeloo ... ... .. . ... Cría de gorrión Adriaan van Dis .. ... ....... La ruptura Mensje van Keu· len ............ ........ . Autorretrato con joyero, Moni ka van Paemel oo . . . . . . .

oo .

111.

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POEMAS ... .. . .. . ... ... Hans Andreus ... ... ... . .. Remco Campert ... . ..

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Herman de Coninck ... ... Jan Eijkelboom ... ... Jan G. Elburg ... ... ... ... Eva Gerlach ... .. . Gust Gils ... ... ... . Jacob Groot ... ... ... Habakuk de Balker ... Fritzi Ten Harmsen van der Beek ... ... . .. .. . Jaap Harten ... .. . ... ... Judith Herzberg .. . ... .. Jotie 't Hooft ... ... ... ... Gerrit Komrij .. . .. . ... ... Rutger Kopland ... .. . Gerrit Kouwenaar .. . ... ... Patricia Lasoen ... Lucebert ... ... .. .. . Hugues C. Pernath ... Paul Rodenko ... .. . W. M. Roggeman .. . ... ... Bert Schierbeek ... ... Kees Schippers ... .. . Paul Snoek .. . .. . ... .. . Eddy van Vliet . .. ... .. . ... Leo Vroman ... .. . ... Elly de Waard ... ... ... . Ellen Warmond .. . ... ... Biografías .. . .. . .. . ... .. . ... Literatura neerlandesa en español '" .. . .. . .. ... .. . Instituciones literarias .. . .. .

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JUNTA DIRECTIVA DE LA A. C. E. Presidente: Raúl GUERRA GARRIDO Vicepresidentes: Elena SORIANO Isaac MONTERO Secretario General: Andrés SOREL Vicesecretario: Tesorero: Asesor Jurídico: Gregario GALLEGO Carm en BRAVO-VILLASANTE Juan MOLLA Vocales: Anton io FERRES Meli ano PERAILE Lauro OLMO Teresa BARBERO Jesús PARDO Jacinto LOPEZ GORGE Consejeros: Carm en CONDE Carlos BARRAL Mercedes SALlSACHS Edu ardo DE GUZMAN Francisco GARCIA PAVON - - - - -- - - PRESIDENTES SECCIO NES AUTONOMAS - - - - - - - - Andalucía: Cat alunya: Asturias: Rafael DE COZAR José COR REDOR MATHEOS Víctor ALPERI Traductores: Esther BEN ITEZ


EDITORIAL

En el presente númer'Ü monográfk-o de REPUBUCA DE LAS LETRAS ·abordamos la literatura neerlandesa, continuando así el acercamiento a literaturas no muy conocidas en España. Al igual que hicimos con el monográfico dedicado a Las dos literaturas de Finlandia, hemos recurrido a escritores y especialistas holandeses para que fuesen ellos quienes realizaran la selección ,de textos a incluir, siendo el escritor afincado en Mallorca Jean Schalekamp, con la colaboración ,del profesor de la Universidad madr,ileña Hans Tromp, el ver,dadero artífice de la presente revista. Dividimos en tres los capítul'Üs a estudiar: en el ensayo una perspectiva que desde los 'Orígenes y ,a través de la evoluc·ión sufrida -paral·e la ·al propio desarmllo económico y social de estos países- hasta nuestros días, nos fuera situando las letras neerlandesas no sólo en sus distintas modalidades sino también en sus connotaciones con los fenómenos religios'Üs y políticos vivi,dos a lo largo de l'Üs siglos por los Países Bajos, tales como en España fueron nominados hasta muy recientemente. La literatura es más fiel y veraz que la historia. Ella se aoerca a los seres humanos, a sus sent·imientos y ·a sus sueños, y huye de las def,ini-ciones apriorísticas -o los c'Üyunturalismos dogmáticos que en su momento separan y enfrentan, hasta ,con la más cruel de las violencias, la de la guerra, a los pueblos. Por eso, al pu-


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EDITORIAL

blicar estos textos, reivindicamos, frente al hecho militarista que tanto nos separó, el humanista que ha de acercarnos. Unimos a esta selección de ensayos una muestra de relatos y poemas que esperamos den un reflejo -no en el alcance y profundidad que hubiésemos deseado- de lo que se escribe hoy en estos Países. Uniendo a los autores más conocidos aquéllos que por dificultades editoriales tienen menos posibilidad de acercarse a los lectores de otras lenguas. Incluimos igualmente una breve relación de instituciones relacionadas con la literatura, libros publicados en español, etcétera, para situar mejor el hecho de escribir en neerlandés, e ilustramos el número con fotografías de autores o paisajes. Todo ello fue posible gracias a la colaboración que nos brindó, para publicar todos estos textos, la Stichting tot bevordering van de vertaling van Nederlands letterkundig werk. Andrés SOREL


PREFACIO En vísperas de la primera presidencia española de la Comunidad Europea, no puedo dejar de resaltar la importancia de la literatura para una integración más profunda entre todos los países miembros. La literatura de un pueblo, tanto en prosa como en verso, no sólo descubre sus emociones y sentimientos, sino que nos permite familiarizarnos con la vida cotidiana de los diversos países. En este contexto viene a dar su aportación la revista REPUBLlCA DE LAS LETRAS. Este número está espedalmente dedicado a las tendencias más recientes en el ámbito de la lengua neerlandesa. A través ,de los arUcu,los y traducciones que recoge, podrá -usted f.amiliarizarse con el pensamiento y la forma de vida de unos ve-inte millones de europeos, de les que aproximadamente -catorce millones y medio forman la población de los Países Bajos y unos siete millones la comunidad flamenca de Bélg-ica. Asimismo, esta revista pretende ofrecer la 'Oportunidad de conocer -la literatura neerlandes-a en España, ,dado el escaso número de traducc-iones de obras neerlandesas existentes. La literatura, entre todas las manifestaciones artísticas, es lógicamente la que más dificultades presenta para su conocimiento y por ello la más desconocida fuera de sus fronteras. Este h-e cho tiene particular incidencia en un territorio lingüístico reducido, como el neerlandés, que sin duda requiere traducción para difundirse entre los que no' dominan este idioma. Por el contrario la pintura, la música,


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PREFACIO

la danza y en cier.ta medida el te-atro, están abiertos a todos. Para terminar, sólo me queda poner de manifiesto la -c ontribución de la Fundación para la Traducción de Obras Literarias de Lengua Neerlandesa que ha colaborado en la realización de esta publicación y cuya labor de mecenazgo y enlace con el mundo editorial, desempeña en mi opinión un papel destacado. Me alegra sinceramente que REPUBLlCA DE LAS LETRAS haya hecho re-alidad este número y espero que sirva para atraer la atención y el interés sobre futuras traducciones al español ,de la Literatura neerlandesa.

Enrik C. H. A. PLUG, Embajador de los Países Bajos en España


Bruselas , Gran Pl aza

Foto: C laude Lcvcsq uc


O bras de lta

Puent e de Zee land a

Foto : H . vd Leedcn


1. HISTORIA Y EVOLUCION DE LA LITERATURA NEERLANDESA



LAS LETRAS NEERLANDESAS ATRAVES DE LOS SIGLOS HANS TROMP

en la nebulosa de los tiemSEpospierde el por qué la literatura neerlandesa entra relativamente tarde en escena, digamos en el siglo XII. Se puede argüir que parte de los textos .p re.alemanes engloban y representan a la zona geográfica que luego será bautizada como Países Bajos (no en balde la II Aventura del Cantar de los Nibelungos empieza con el verso: Do wuohs in Niderlanden), pero esta suposición sigue siendo aventurada, lingüísticamente hablando, si tenemos que basarnos en los manuscritos elaborados por los copistas medievales. Los arreglos que éstos hacen a su entender, es decir según su ortografía lo· cal, dan poco pie para vislumbrar un substrato pre.neerlandés. Sin embargo,

por su localización .p articular en monlL mentas fijos o en documentos relacionadas con un determinado toponímico, las inscripciones rúnicas del S. VI, las glosas en lengua vernácula adjuntas a textos latinos y los Salmos de Wachtendonk del S. X, nos revelan por lo menos algo acerca del pre.neerlandés (o neerlandés antiguo). Sea como fuere, nos gusta identificar como primera frase poética en neerlandés, y por más señas en una va. riante flamenca, el apunte que figura en un manuscrito de alrededor del año 1000 (Bodleian Library, Oxford), a pesar de su ambientación prosaica, ya que se trata de una probatío pennae (prueba de pluma) en el forro de un manuscrito, y de ser el calco de una frase latina escrita alIado:

Hebban olla vogala nestan bigunnan hinase hic enda thu II uuat unbidan we nu. (Tienen todos los pájaros sus nidos empezados, menos yo y tú II ¿a qué esperamos ahora?) Es una hermosa idea que un joven monje flamenco escribiera estas líneas en una abadía británica, pensando nostálgicamente en su an10r dejado al otro lado del Canal. Hablo aquí de «pre.neerlandés» para que nos entendamos. Lo más propio sería utHizar el nombre de Díetsch o Duytsch, que es la denominación (th eodíscus) con que en la corte de Carlomagno bautizaron a la lengua vernácula o «patois» que se hablaba en su entorno. A su vez es «Dietsch», de nuevo, un nombre colectivo que engloba las

variantes regionales, etc. del germánico, que sólo más tarde se van perfilando como alemán y n eerlandés (Cf. el «Deutsch » como nombre del alemán, frente a la denominación inglesa de «Dutch», que se reserva para indicar el neerlandés), en este último caso pasando por las etapas regionales de fla. menco, brabanzón, limburgués, holandés, etc., hasta confluir en una lengua común que poco a poco se fue llamando neerlandés (nederlands). Ilustrativa en este sentido es la figura del primer poeta de las letras


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HANS TROMP

neerlandesas conocido por nombre y obras: Heinric van Veldeke (11401190), limburgués de nacimiento y relacion ado con el cabildo de Mastrique (Maastricht). Cuando, en busca del manuscrito de su epopeya SINT SERVAES LEGENDE, llega a parar en la corte de Turinga se convierte allí en el «padre de los nuevos rimadores aleman es» de la época, recibiendo los títulos de precursor, innovador, etc. El verbo alemán surgido 'e n esa época, «fliimelm> (de la raíz flamisch-flamenco), es sinónimo de «hablar con exquisitez». También el poema en dialecto limburgués AIOL, que data del mismo tiempo , tiene ya la perfección formal de pares octosilábicos rimados. De ahí se deduce que en el territorio de los Países Bajos existía previamente poe's ía de alta calidad técnica, aunque no consta su presencia en forma escrita. Desde luego, en la incipiente Edad Media se da también en neerlandés medio toda la temática posible de los canta· res de gesta del entorno europeo: los Ciclos orientales, los de Carlomagno y del Gr ial, además del Ciclo germánico. Esta madurez no tiene que extrañar, puesto que el sur de los Países Bajos constituye el cruce norteeuropeo de las vías de comunicación por tierra yagua, ya desde los Romanos, que también es punto de encuentro de las culturas nacientes. Líneas interesantes salen de allí, entre otras la de poesía y prosa místicas. La mística renana conecta con la de expresión neerlandesa, que se concretL za en la obra de Johannes Ruusbroeck (Rusbroquio, 1293-1381) y la poetisa Ha· delVijch. La obra de Ruusbroeck se divulgó por toda Europa a través de traducciones latinas y oímos sus ecos en la literatura mística española de la segunda mitad del S. XVI. De su retiro del bosque de Zonien cerca de Bruselas surge otra línea histórica, porque tuvo como discípulo a Ceert Croote quien, a su vez, estuvo presente en los primeros momentos de la Devotio Mo-

derna, movimiento espiritual practica. do y difundido por los Hermanos de la Vida Común, que en Windesheim (norte de los P. B., entre Zwolle y Deventer) fundaron la Congregación que luego estableció grandes y múltiples conventos en el resto de los P. B. Y Alemania. Allí, en Zwolle, escribió Thomas a Kempis su IMITATIO CHRISTI, que tuvo una enorme resonancia en toda Europa, y allí, en las escuelas de estos Hermanos, se educó Erasmo, hijo de un sacerdote de Roíterdam, cuya importancia para las letras y la espiritualidad europeas no necesita comentario. El paso de la literatura cortesana a la didáctica, para satisfacer el afán de instrucción de la nueva burguesía, al compás del creciente bienestar de las ciudades, se ve reflejado en las obras de Jakob van Maerlant (12531291), que por un lado constan de adaptaciones de temas clásicos como ALEXANDERS YEESTEN (Las Gestas de Alejandro) y HISTORIE VAN TROIEN (La historia de Troya), y por otra parte se centran en la divulgación popular de los conocimientos clásicos, como en DER NATUREN BLOEME (Las flores de la naturaleza). Sobre todo SPIEGHEL HISTORIAEL (Espejo de la Historia) intenta ofrecer un compendio de lo que es, en aquel momento, el estado de las ciencias natu_ rales, de la geografía e historia. La parte que dedica a España es una recopilación de la Laus Hispaniae, comp u esta por Isidoro de Sevilla, que Van Maerlant conoció a través de la versión de Vicente de Beauvais en Speculum Mayus. La epopeya de animales V ANDEN VOS REYNAERDE (Del zorro Renardo) , del mismo S. XIII, ha pasado a formar parte de los clásicos europeos. Aunque la materia animalesca se remonta ya a fuentes griegas y latinas, y existe un precursor inmediato francés Li Plaid (El Plei to ), es el perfecto equilibrio de este bestiario flamenco


LAS LETRAS NEERLANDESAS

lo que lo h a convertido en el «stand ard » de sátira. No se d eniega humor y sab or popular a las versiones p recedentes, p ero éstas no consiguen dar suficiente p er son alidad a los an imales sin caer en la t ramp a del antropomorfismo. Frente a ést as consigue Vanden Vos R eynaerde integrar lo humano en lo animal y, asimismo importante, no limitarse a hilar escenas sueltas sino p roveerlas de u na estructura continuada, con cau sa y efecto. El zorro de esta versión es u n pícaro «avant la lettre», que paro dia la vida cortesana en declive, la su pu esta h eroicidad de los cab alleros y la fos ili zación de las normas de la nobleza y d e la I glesia; Renardo está dispuesto a reconocerse tal como es : un poco bruto pero hábil y real, como la nueva sociedad que se está fraguando en las ciudades. No es de extrañar que, nada más extenderse la imprenta, forme el fundamento de versiones al inglés, como, p. e., The historye of Reynart the fax e de 1481, y al alemán. La versión de Goethe, Reineke Fuchs de 1794, se remonta a la variante IIa de esta epopeya; desgraciadamente, se trataba de una versión p u rificada con fines más didácticos. Capítulo aparte forma el T eatm neel"landés medieval, que había desapar ecido de la faz de la tierra hasta que en 1811 el notario flamenco Van Hulthem pudo comprar en una subasta un legajo de papeles, cuya escritura se fecha entre los años 1400-1410. Este feliz hallazgo, afirmando la existencia de 'teatro profano de una alta calidad literaria en los P. B . ya a mediados del S . XIV, nos confronta con un nuevo enigma, el del origen del t eatro neerlandés, ya que no hay rastro de un teatro anterior, ni siquiera eclesiástico, ni t ampoco en los países circundantes. El así llamado «manuscrito de Hulth e¡n» contiene unas 40.000 líneas, con muest ras de poesía ép ica, lírica, dramática y didáctica de lo s siglos X III y XIV, junto a cu atro ob ras de teatro dram ático y ocho comedias o farsas .

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(Para una muestra en traducción, véase Bibliografía: Lam;arote). La preponderancia del género teatral se va a ·mantener en el n uevo fenómeno socio-cultural que nace en el S. XV y que existe en la constitución de las llamadas Cámaras de Retórica. Los letrados e ilustrados de las ciudades flamencas, y más tarde en las holandesas, se reúnen en asociaciones literarias, donde se emulan entre sí con versos y otras manifestaciones literarias y artísticas, contribuyendo así al intenso florecimiento de la vida cultural -pensemos sólo en la pintura y la músicaen los Países Bajos de esta época. La organización de competiciones entre las diversas Cámaras condujo a una gran producción literaria, cuyo interés en general es escaso, por no superar el m ero ripio del aficionado, o p cor que esto: porque también es la época de los primeros brotes del n eo-latinismo, produciéndose e ngendros lingüísticamente híbridos. Sin embargo, algunas obras teatrales han quedado para la inmortalidad, de las cuales dcstaca.. mos en primer lugar ELCKERL YC (Cada uno/Todo hombre) . Esta mora.. lidad, que obtuvo el primer premio en la compe tición de Amberes de 1481 y se editó en 1495, fue traducida al inglés casi inmediatamente con el título de Everymal1, de manera que no estaba claro qué versión era la original, h asta que en los años 30 de nu estro siglo el inglés Tigg demostró a través del d esp lazamiento al interior de las rimas finales del original que la inglesa se hizo a base del t exto neerlandés. En la obra, su casi seguro autor Petrus Van Diest (Petrus Dorlandus, según la moda latinizante de la época), evoca en diá logos versificados la historia d el hombre, de todo hombre, que, al ser avisado de su inminente muerte, va en busca de los elementos que le pueden acompañar en su comparecen cia ant e Dios . Todos sus h asta entonces fieles se retiran, familiar es, amigos , b ienes, ni sus capacidades m en tales le


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sirven: Conciencia queda con él solamente hasta el umbral que exclusivamente Virtud (Buenas Obras) puede traspasar con él. Una primera ,t raducción latina apareció en 1536, seguida por una adaptación más libre en 1539, que utilizó Hans Sachs diez años más tarde para su traducción al alemán. Esta, junto a la versión inglesa, formaría la base de la pieza de Hugo Von Hofmannsthal, J edermann. En la misma época y de la misma fragua de las Cámaras de Retórica sale a relucir, unos cuantos años antes de

1500, el misterio MARIKEN VAN NIEUMEGHEN (Mariquilla de Nimega), con más recursos y diversidad te~ trales que la anterior, por tener más acción, más cambios de escena, por conectar mejor con la realidad diaria. Cuando Don Gisberto, sacerdote de los alrededores de Nimega, manda a su sobrina Mariquilla a hacer compras en la ciudad, le aconseja quedarse a dormir en casa de su tía si ve que no puede volver con la luz del día. Así ocurre, y Mariquilla la encuentra delante de su casa:

Mariquilla Mi tío me mandó, ya al mediodía, a comprar velas, sal y otras cosillas. Pero cuando, aunque siempre presurosa, pude hallar y comprar todas las cosas, se me hizo tarde ... Y a rogaros vengo que me cedáis por esta noche un lecho. A casa volvería, mas no sea que se aceche de noche a una doncella, se la deshonre y fuerce ... La Tía ¿ Qué me dices? ¿Me vas a hacer creer que aún eres virgen? ¿Me vas a hacer creer que todavía no sabes cómo fuiste concebida? y desde que llegaste a la ciudad, ¿te has ocupado sólo de comprar? Mariquilla Sí, tía, de comprar. La Tía ¡O de beber en un rincón, que te conozco bien! Mira, sobrina: Diegos y Pericos abundan mucho y son buenos peritos en tumbar a las mozas con razones que yo me sé y tú no desconoces. No me digas, sobrina, que tú estás ayuna de esta clase de manjar. (Traducción según Bibliografía) Desolada abandona Mariquilla la ciu_ dad, y se sienta en el camino al pie de un seto, donde «el enemigo infernal, que tiende sin cesar sus lazos y sus redes », oye sus sollozos.

En la figura de Mariquilla de Nimega, que se entrega al diablo, «viviendo con él en pecado durante siete años» a cambio de aprender las siete artes liberales, encontramos ya el motivo de


LAS LETRAS NEERLANDESAS

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El 'Muiderslot', residencia de P. C. Hooft.

Fausto y Tannhauser. Contra el fondo de un concepto del mundo medievalteológico se presentan aquí escenas de naturalidad humana, de vidas no estereotipadas, hasta en la figura del Papa, quien se muestra asustado ante la mago nitud de los h echos cometidos por la protagonista cuando al final Mariquilla ha roto con el Malo al asistir a la representación de un misterio (¡dentro de la repres entación de otro!) en la Plaza Mayor de Nimega, y acude al Papa, ya que no hay sacerdotes ni obispo que pueda perdonar tales pecados. El aplaza el perdón del cielo hasta que se le d esprendan a Mariquilla las argollas que le impone llevar como castigo alrededor del cuello y las muñecas . Como leyenda se mantuvo viva en Europa, y su eco se encuentra en las letras hispánicas del S. XVIII por la obra de Juan de Agramont y Toledo: Recobrar por una letra el tesoro de los cielos y Mágica de Nim.ega. La época plenamente renacentista a partir de 1500 significa para los Países Bajos en primer lugar una actitud de r eflexión acerca de la lengua. I ncitado por el ejemplo del latín, se q u ería ins-

titu ir una gramaticalización del idioma, purgarlo de los afijos híbridos y establecer una ortografía que excedi era los límites regionales. Justamente por con.. vertirse las Cámaras de Retórica en serias h ermandades de estudio de las lenguas clásica s se daban cuenta de la tarea que estaba por h acer con respecto a la lengua vernácula. Este proceso abarcó globalmente un siglo, pero el r esultado fue el esbozo de un sist ema lógico, que llamó la atención de los gram áticos alem an es. Los Re tóricos con vena poética, a su vez, emprendieron la tarea de transplan tar la versificación latina al neerlandés. El verso medieval, basado en un principio en la alternancia de tres o cuatro acentos dentro de una línea de un promedio de ocho síJ.abas, se había desbordado el último siglo, produciéndose líneas de doce o más sílabas, por lo cual el ritmo se pierde y el verso se disgrega. Sin emb argo, la métrica latina no es, en principio, aplicable al fonema germánico porque se fundamenta en la alternancia de sonidos breves y largos, la germamca en acentuaciones débiles y fuertes. Pues b ien, los estudiosos


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poetas neerlandófonos del S. XVI logran, con ayuda de las teorías de poetas de la Pléiade como Marat, Ransard y Du Bellay, introducir .el metro (verso contado). Los poetas silesios de Ale. mania lo aprenden de ellos, y el movimiento se expande por todo el ámbito germánico. Mientras tanto, el centro de la cultura, a ntes situado en Flandes y Brabante, se había de&plazado al norte, a la República de las Provincias Unidas, quedándose el sur en una posición aislada bajo dominio español primero, austríaco más tarde, y sin participar en las nuevas corrientes del pensamiento y del arte, entre otras razones por el hecho de que buena parte de su «intelligentsia» se -e ncuentra entre las decenas de miles de flamencos que emigran a Holanda. Los avatares de la guerra (yen el fondo la intransigencia de Felipe JI) truncaron la promesa de una mutua fertilización hispano-neer_ landesa cuando los contactos culturales se estaban multiplicando, como pueden testificar las más de 1500 ediciones en castellano que por -e ntonces salieron de las imprentas de Amberes y el afán por las enseñanzas erasmistas en España. Fruto tardío de esta interacción es probablemente el amplio conocimiento que el sevillano Francisco Pacheco demuestra, en su Arte de la Pintura (1649), del SCHILDERBOECK (Libro de la Pintura, 1604), escrito por el flamenco Karel van Mandel', refugiado en Haarlem. Es todavía un enigma cómo el suegro de Velázquez llegó a descifrar este libro, que e. o. contiene un poema didáctico de 626 estrofas de ocho versos en yambos de cinco pies, llamado El fundamenta del libre arte de la pintura, y La Vida de lo.s egregias pintares neerlandeses y alta-alemanes, pero se sabe que a te. nor del tráfico comercial entre los Países Bajos y España se habían establecido bastantes familias neerlandófonas en Sevilla, que ya en la época en que Pacheco escribía su estudio alcanzaban una

segunda y tercera generación. Se habían integrado perfectamente en la vida local y contaban magistrados, canónigos y otros altos funcionarios entre ellos. La cultura neerlandesa cosecha en el diecisiete, Siglo de Oro para la nueva República, los frutos maduros de lo plantado por los predecesores. La versificación nueva se manifiesta por primera vez en toda plenitud con la antología DEN BLOEM-HOF VAN DE NEDERLANTSCHE IEUGHT (El jardín de flores de la juventud neerlandesa, 1608); ésta abre los ojos a los poetas alemanes que por entonces, en una verdadera «peregrinatio academica» vienen a instruirse a la misma Holanda, donde la Universidad d e Leiden (fundada como recompensa por la pertinaz resistencia de la ciudad al asedio de las tropas españolas) en treinta años de existencia ha logrado reunir a las más destacadas cabezas de la cultura europea. Sobresale en esta antología la figura de Pieter Carneliszaan H aaft (1581-1647) que, aparte de una esmerada educación (era hijo de una familia de patricios de Amsterdam), trajo un conocimiento directo de la lírica italiana a los círculos literarios de su ambiente. El aprendizaje de las leyes se. nequistas del teatro, estudiadas con ahínco en las obras del mismo Séneca y, de nuevo, en las de la Pléiade francesa, posibilita luego a Hooft expresar sus ideas políticas para el fortalecimiento de la joven República en las obras teatrales GEERAERDT VAN VELSEN (1613) y BAETO (1626). Finalmente pone una base sólida para la formación de una lengua neerlandesa de corte clásico, tomándose a Tácito como ej emplo, e n su gran estudio inacabado de 27 libros NEDERLANDSCHE HISTORIEN (La historia de los Países Bajos), donde relata la lucha por la independencia del país a partir de 1555, consultando tanto fuentes neerlandesas y españolas como recurriendo a información oral de parte de testigos presenciales.


LAS LETRAS NEERLANDESAS

Una familia de Amberes también corrió la suerte de la emigración, pre5riendo buscar un lugar libre para profes·a r sus convicciones religiosas. Ter_ minó por estab lecerse en Amsterdam -que se estaba convirtiendo en el centro comercial y financiero de Europa-, d es'p ués de un rodeo por Alemania, donde nació, en Colonia, el que iba a ser llamado «el Príncipe de las letras neerlandesas», Joo st van den Vondel (1587-1679). Vondel representa la culminación y síntesis de los esfuerzos anteriores por dotar al neerlandés de los mismos instrumentos expresivos que las lenguas clásicas y latinas, pero al mismo tiempo es sintomático del espíritu progresista y la honda raíz cultural de su ambiente que, siendo hijo de un humilde tendero de sedas, y él mismo un simple escribano del Montepío de Amsterdam, tuviera la oportunidad de aprender griego y latín y traducir a los clásicos. El ingreso en la Cámara de Retórica H et Wit Lavendel (El Espliego Blanco) le acerca a los círculos literarios y le familiariza con sus lecturas. A través de los ,p oe. mas de Du Bartas, Ronsard y otros alcanza el ideal del verso sonoro, lle. gando a la cumbre de la poesía lírica y r eflexiva de su tiempo. Pero asimismo se convierte en el cronista de los acontecimi entos nacionales, tomando parte en la vida agitada de la época con versos satíricos y libelos de escarnio. Entre su prolífica activida d de dramaturgo -nada menos que 24 tragediasdestacan GYSBREGHT VAN AEMSTEL, un episodio nacional con que se abrió el nuevo teatro municipal de Amsterdam en 1637; LUCIFER (1654), el drama de la rebelión de los ángeles infieles, r eflejo de sus estudios de teología católica, y ADAM IN BALLINGSCHAP (El destierro de Adán, 1664). El poeta y dramaturgo Bredero (1585-1618) elabora ingredientes de la picaresca española entre sus obras. Destaca en este sentido su pieza teatral SPAANSCHEN BRABANDER (El

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Joost van den Vondel (1587-1679).

Brabanzón español, 1617), pa ra la cual se b asa en el Lazarillo de TOrlnes, trasladando la acción a Amsterdam, donde el sentido común de Lazarillo es representado por un mozo local con marcado acento holandés, mientras el nobl e escudero adopta características flamencas, junto a rasgos españoles. Para cerrar el círculo, no sería, en opinión de algunos, ajena a E l Laza. rillo de Tormes la obra de Erasmo OPULENTIA SORDIDA. Con la pérdida en Europa del poderío político y económico de la República a p artir de finales del XVII, el espíritu nacional (si es que existe) se vuelve provinciano y la literatura pierde el ímpetu de 'poder abarcar lo divino y lo humano. Se somete a los dictá m enes de los gu stos aburguesados y la vigilancia de las corrientes religiosas . La vida discurre tras las cortinas, y el máximo a que se puede aspirar es a expresar los sentimientos bucólicos de la vida en el campo, cantar la pureza idílica de la naturaleza , como hacen los mejores: Luiken (1649-1712), Poot (1689-1733) y 5taring (1767-1840),


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o recibir la influencia del Romanticismo, sobre todo alemán e inglés. Esa monotonía conformista no se rompe hasta el último cuarto del S. XVIII, con la entrada en escena de las escritoras B etje Woltt (1738-1804) y Aagje Deken (1741-1804) Y sus novelas epistolares al alimón. No es verdad, como estas damas nos quieren hacer creer en el prólogo de su debut, SARA BURGERHART (1784), que es la primera novela en neerlandés, ni siquiera la primera novela epistolar, pero sí se puede afirmar que es la primera realis ta, de corte y am biente neerlandeses, cuyos personajes eran reconocib les en el propio medio social. Con su obra constituyen una excepción refrescante porque adoptan una postura lib eral e incluso provocativa frente a la omnipresente (pseu do )teología y sus normas de decencia social. ¡La Ilustración está ejerciendo su influencia! La ocupación fran cesa h asta 1813 añade una nota patriótica a la acostumbrada exaltación de la vida casera, como en el poeta Willem Bilderdijk (1756-1830); de todas formas, el Romanticismo no parece congeniar con el alma neerlandesa : sentimientos vehementes derivan h acia sentimentalismo e incluso sensiblería. Más importante es el h echo de que, como consecuencia de las guerras napoleónicas, el Congreso de Viena (1815) une de nuevo a Norte y Sur, Holanda y Bélgica, lo que da ocasión a qu e la lengua de Flandes se levante del estado de postración en que la habían mantenido durante más de 200 años, relegada como estaba a las aldeas y al campo por u na administración bisoña. Y aunque lu ego, a partir de 1830, ambos países se fueron cada uno por su lado, como naciones políticamente independientes, quedaba echada la base para tener conciencia de lo que podía ser una normalización lingüística, y que tomó forma concreta en el Vlaamse B eweging que, además del Movimiento Flamenco para reivindicar el derecho de vivir su propia cul-

tura a través del idioma, es también una corriente literaria. Flandes se encuentra en esta época con la suerte de disponer de un novelista como H endrik Conscience (1812-1883) quien, por medio de novelas populares evocadoras del pasado glorioso -entre otras IN 'T WONDERJAER (En el año del milagro) de 1837 y DE LEEUW VAN VLAENDEREN (El León de Flandes) de 1838- devuelve el gusto de la lectura a sus paisanos; y d e ver nacer, en esas circunstancias álgidas, a un poeta como Guido Gezelle (1830-1899), que demuestra la fuerza de las viejas raíces idiomáticas. En su poesía del ritmo vital, tanto en el hombre como en la naturaleza, provee a su lengua de una inaudita agilidad y plasticidad, que causa asombro y admiración, incluso en Holanda, a pesar de ser Gezelle partidario de una potenciación de los dialectos locales, en contra de las voces que a b ogaban por la integración con el neerlandés del norte - y que ganaron el pleito. La primera mitad de este S. XIX es en el norte, fuera de las explosiones románticas, de una gran pasividad, de literatura secundaria : obras descriptivas, intentos de crítica, aunque, desde un punto de vista positivo la podríamos tildar de receptividad o de incubación: pululan por doquier leesgezelschappen, es decir círculos de lectores, que constituyen así un estrato de personas más o menos formadas, conocedoras de las letras, incluso las francesas y alemanas, prestas a recibir ideas de una futura vanguardia. Y aun~ que siguen por el momento en pie los viejos cánones ético-estéticos, hacia la mitad del siglo gana terreno cierto sentido realista - para el cual se acude, con referencias tópicas, al «realismo» de la pintura holandesa de los siglos XVI y XVII, que supo realzar ellustre de (los objetos de) la vida diaria. Este venía anunciado por trabajos de ensayo y crítica en revistas como De Gids y fue coronado brillantemente por los


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dos estudios de Conrad Busken Hu et (1826-1886) HET LAND VAN RUBENS (El país de Rubens, 1879) y HET LAND VAN REMBRANDT (El país de Rembrandt, 1882-1884). Hacia 1885 se rebela la joven generación de los «Ochentistas», que proclama la r evolución de «el arte por el arte», y que desemboca, para varios autores sociales, en el naturalismo, polo opuesto de la lite ratura piadosa y edificante; pero con anterioridad ya había saltado en 'Pedazos el clima autocomplaciente y lánguido, a causa de la aparición atípica y fulminante en 1860 de la novela MAX HAVELAAR del autor Multatuli (pseudónimo de Eduard Douwes Dekker, 1820-1887), ex-funcionario de la administración colonial neerlandesa en Indonesia. En este libro denuncia Multatuli la negra explotación a que está sometida la población indígena por parte de los colonizadores (la madre patria sacaba por entonces la tercera parte de sus ingresos de allí), con el consentimiento de los caciques locales, que pertenecen en general a la 'Propia

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oligarquía indígena. Pero, como «buenos sentimientos no hacen literatura», hay otras razones por las que esta novela es verdaderamente grande y moderna, y éstas, aparte del lenguaje -ya que Multatuli acerca la lengua culta al u so directo y popular-, residen sobre todo en los tres niveles que componen su estructura narrativa : la historia real nos es supuestamente contada primero por un comerciante de café de Amsterdam, que introduce y apostilla lo escrito con toda su pedantería, hipocresía y sequedad de imaginación, que alternativamente nos producen risa e indignación; en segundo lugar por un oficinista, hijo de una relación comercial suya de Alemania, hasta que al final Havelaar mismo, alias Multatuli, alias Douwes Dekker, le arranca la pluma al oficinista y se presenta como la persona que ha vivido la historia de un funcionario que defendía la dignidad de los cam'Pesinos indonesios contra los superiores, contra el gobierno y contra el Rey, y que todo lo ha sufrido (<<multa tuli») en su propia carne:

¡Basta, mi buen Stern! Ahora soy yo, Multatuli, el que tomo la pluma. No eres tú el llamado a escribir la historia de Hávelaar. Yo te he dado la vida, te he hecho venir de Hamburgo, te he enseñado a escribir en neerlandés pasable en un tiempo récord ( ... ), y ya está bien, Stern, puedes retirarte. (Traducción según Bibliografía) Por las secuelas políticas de esta novela y los posteriores trabajos de Multatuli, sobre todo los tomos de IDEEEN, se erigió en la conciencia liberal y liberadora del país. Por otra parte, el mérito de los Tach_ tigers (Ochentistas) fue enlazar artística y conceptualmente la literatura neerlandesa con las nuevas corrientes europeas, pero su fuerza de choque como movimiento se disgregó rápidamente. Unos se quedaron para siempre con la exploración del arte verbal sensorial, como Kloos (1859-1938) y van Deyssel (1864-1952); otros, como Herman Corter (1864-1927), cuyo 'Poema-narración MEI (Mayo) fue en 1889

la verdadera manifestación de «un nue.. va sonido en una nueva primavera», evolucionaron hacia posiciones mancistas o espinozistas, o h acia el amor universal vivido en comuna, luego matizado por conceptos psico-analíticos, como era el caso de Frederik van Eedel1 (1860-1932), quien había da do el tono de la originalidad conceptual, ya en 1885, con la fábula DE K.LEINE JOHANNES (El pequeño Juan). En una segunda fase del naturalismo, no ya el de la miseria material sino «ennoblecido », describe Louis Couperus (1863-1923) el inevitable sino y fatal desenlace de ELINE VERE (1889) y de otros seres sensibles y ar-


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tísticos, de buena educación y posición social, más tarde seguida por una historia situada en Indonesia, DE STILLE KRACHT (Fuerza oculta, 1900), que evoca los poderes misteriosos del alma oriental, y por su obra maestra, a caballo entre Indonesia y La Haya, VAN OUDE MENSEN, DE DINGEN DIE VOORBIJGAAN (De los ancianos, las cosas que van pasando, 1906), en que la sombra de episodios inefables que han sucedido entre los protagonistas en la entonces colonia se mezcla con el terror latente de culpabilidad y con la espera fatalista de la liberación por la muerte en su retiro de la ciudad holandesa. También trabaja la fatalidad en el fondo de la obra del flamenco Stijn Streuve1s (1871-1969), pero mitigada por la aceptación del ciclo de la naturaleza" y de la dependencia humana de las potencias cósmicas. DE VLASCHAARD (El campo de lino, 1907) lleva esta convicción a su más perfecta expresión. La excelente ·t radición narrativa flamenca, en su vertiente de novela rural, desemboca, antes de que la industria tapara el paisaje y surgiera la novela-proyecto, en Ernst C1aes (1885-1968), delicioso y humorístico descriptor de la vida aldeana, y Fe1ix Timmermans (1886-1947), quien refleja la emoción directa de los lienzos de los flamencos primitivos, lo que le valió convertirse en el autor más traducido de Flandes. Pau1 van Ostayen (1896-1928) conecta in situ con el expresionismo, que él vive en Berlín, y se acerca al dadaismo y l' écriture automatique en París, expresando la poética de su corta vida en tres hermosos libros, experimentales hasta en la tipografía. Este aspecto gráfico también cobra importancia en la revista de los constructivistas DE STIJL (1917-1932), fundada por Theo van Doesburg (18831931). Como resultante del desastre de la primera guerra mundial conciben una conciencia universal y armónica que erradicaría los intereses individua-

listas, por lo que el espíritu humano predominaría sobre los caprichos de la naturaleza. El medio que adoptan ¡para este fin es la abstracción. En las artes plásticas y la arquitectura ésta se ex¡presa por medio de líneas rectas y colores primarios, tal como lo lleva a cabo su correligionario Piet Mondriaan. Otro modo de reflejar la crisis en la literatura y sociedad del período de entre guerras es personificado en Holanda por el poeta y ensayista Martinus Nijhoff (1894-1953), quien arranca de un post-ochentismo para llegar a un funcionalismo formal casi clasicista; por otro lado incorpora temáticamente los símbolos del hombre desgarrado a las imágenes cristianas que le habían sido transmitidas por su madre. Las traducciones de Gide, Eliot, Eurípides y Shakespeare se vuelven, en las manos de Nijhoff, verdaderas re. creaciones. El redescubrimiento del verso recitativo en AWATER (1934), con un lenguaje directo y concreto, culmina en el otro ¡poema largo HET UUR U (La hora H, 1936), que simboliza el paso de lo transcendente por el mundo real, transformándolo todo pero sin cambiar nada cognitivamente. La discusión literaria, social e intelectual se realiza en este período alrededor de varias revistas, entre las cuales se destaca Forum (1932-1935). En su ámbito empieza a pubicar, al terminar los estudios de medicina, el que iba a ser el más prolífico y polifacético autor de este S. XX, Simon V estdijk (1898-1971). Entre su producción literaria anterior a la segunda guerra mun_ dial sobresale la novela HET VIJFDE ZEGEL (El quinto sello, 1937), que constituye un profundo intento de bio_ grafiar a El Greco con el transfondo de las intrigas de palacio e inquisitoriales. Forum, entre otras cualidades, se mostró clarividente respecto al incipiente nazismo. No ajena a esta posición visionaria fue la actitud que sus redactores Ter Braak (1902-1940) y Du Perro n (1899-1940) adoptaron en un li-


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Louis Couperus en La Haya.

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tigio ideológico que se hizo proverbial en la literatura neerlandesa, sobre la prioridad de Vorm oi Vent (la Forma o el Tío). Ambos insistieron en que la personalidad del autor debía ser el criterio definitivo al juzgar su obra, mientras otros optaron como tal por la estructura autónoma, sin implicaciones personales o sociales. Como se ve, las letras neerlandesas prosperan en el diálogo con otras culturas, fundiendo el patrimonio que nos vino del Helesponto mediado por los árabes y proseguido en la latinidad, con sus propios orígenes germánicos. Esto es lo que quería decir el poeta Marsman (1899-1940), un año antes de morir en un b arco torpedeado al intentar huir ante la invasión de su país por las tropas nazis, cuando escribió refiriéndose al Mediterráneo: Uno de los primeros diccionarios neerlandésespañol de 1659, acompañado de una gramática «muy útil para los que quieren aprender perfectamente la lengua española».

Wie schrijft, schrijv' in de geest van [deze zee of schrijve nieto (Quien escribe ¡que escriha según el [espíritu de este mar y si no, [que no escriba!)

Bibliografía recomendada: O. VandeputtefH. TrompjI. 1. Cadiñanos : EL NEERLANDES, Rekkem 19872. R. P. Meij er: LITERATURE OF THE LOW COUNTRIES. The HaguejBoston 1978 2. S. A. Vosters: LOS PAISES BAJOS EN LA LITERATURA ESPAAOLA, Parte l.", La Edad Media. Valencia 1978. VAN DEN VOS REYNAERDEjREINART FUCHS, Texto medieval original y trad. al alemán; Ed. de A. BertelootfH.-L. Worm. Marburg 1982. TEATRO NEERLANDES DE LA EDAD MEDIA, Traducción y prólogo de Felipe M. Lorda Alaiz. Madrid 1968 (Contiene : Lan-rarote de Dinamarca, Mariquilla de Nimega y Todoboonbre o el espejo de la bienaventuranza). EVERYMAN, Edited by A. C. Cawley, Reprint Manchester 1981. Bomemann, U: ANLEHNUNG UND ABGRENZUNG. Assen 1976 (Sobre el Renacimiento y Barroco alemán-neerlandés). Vondel, Ioost van den: CINQ TRAGEDIES. Notice biographique et Notes. Traduction vers par vers dans les rythmes originaux par lean Stals, París 1969 (contiene Gisbert d'Amstel; Joscpb a Dotban; Lucifer; Jepbté; Adam éxilé). Multatuli: MAX HAVELAAR O LAS SUBASTAS DE CAFÉ DE LA COMPA~IA COMERCIAL HOLANDESA: Intr., Trad. y Notas de F . Carrasquer, Barcelona 1975.


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de independencia L Aque,largaen losguerra siglos XVI y XVII, los Países Bajos libraron contra las tropas del Imperio español - la llamada Guerra de 80 años, en España más conocida como la Guerra de Flandes- no tenía únicamente el carácter de una guerra nacional. Era en gran medida también una guerra religiosa, provocada por la cruel represión de la Inquisición contra los herejes . Sin embargo, en los primeros años de la guerra, tan solo un ínfimo porcentaje de la población profesaba el protestantismo, ma.. yormente en su variante calvinista. La expansión de esa religión p rocedía, empero, con una velocidad vertiginosa: pocos decenios después, la joven República Unida de las Siete Provincias era un estado profundamente calvinista, donde la ínfima minoría católica, exceptua ndo u nos pocos casos aislados, no era muy perseguida, pero sí apenas tolerada. Sin emb ar go, nuestro m ás venerado poeta y dramaturgo de la época clásica, Joost van den Vondel, pudo r econvertirse al catolicismo sin mayores problemas y sin perder su empleo. En los últimos dos siglos, el catolicismo ha ganado terreno progresivamente, llegando a alcanzar un 36 por 100 de la población (en gran mayoría no-practicantes). Como más de un 35 por 100 de la población declara no profesar ninguna religión, el protestatismo queda reducido a poco más de una cuarta parte, dividida en una iglesia reformada oficial, y un número in-

finito de iglesias disidentes, pero prácticamente todas de raíz calvinista . Oficialmente, sin embargo, Holanda sigu e siendo una nación calvinista, cuyo Rey, según la Constitución, debe pertenecer a la iglesia reformada oficial. Es significativo que sea precisamente el calvinismo, procedente de Suiza y Francia, el que se h a implantado en Holanda, y no el luteranismo, religión dominante en los países escandinavos y en lo s pequeños principados de Alemania. El calvinismo es una religión que predica, en el plan social y moral, la glorificación del trab ajo, la disciplina, el respeto h acia la autoridad, la moderación y la austerid ad, y, por consecuencia, contribuye en gran med ida a formar la base del gran imperio comercial y colonial de los Países Bajos y, posteriormente, del capitalismo holandés y anglo-sajón. El calvinismo es también, a priori, una religión rígida y agresivamente intolerante, quizás en parte porque tenía que defenderse contra el no menos agresivo e intolerante catolicismo español. Pero aquí surge un a curiosa paradoja. Porque, a pesar de profesar una r eligión dogmática e intolerante, los Países Bajos se han hecho famosos, ya a ,p artir del siglo XVI, por su gran tolerancia y su amplia hospitalidad, no solamente hacia los perseguidos provenientes de otros países, sino también hacia sus ideas, que se podían allí imprimir y divulgar con asombrosa libertad. La explicación de este fenómeno,


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hay que buscarla en el carácter neerlandés, que en realidad ha sido formado por dos polos opuestos, dos tendencias contradictorias: a un lado el calvinismo con su enorme rigurosidad doctrinaria, al otro lado, lo que en cier_ to modo ha sido el movimiento precursor del protestantismo: la tradición humanista con sus ideas de libertad y tolerancia, con su relativismo, su escepticismo y su gran sentido crítico. Esto ha dado lugar a la contradictoria situación de que Holanda sea actualmente un país profundamente liberal, en el mejor sentido de la palabra, pero donde en ciertos pequeños núcleos calvinistas, con una iglesia reformada, fraccionada en decenas de sub-iglesias, reinan a veces entre esas diferentes tendencias un fanatismo y una intolerancia que son casi inimaginables en este siglo. Es lógico que en lilla nación, durante siglos tan impregnada por una determinada convicción religiosa, ésta haya ejercido una gran influencia en la vida artística. Para citar un pequeño ejemplo: los Países Bajos han producido, en el llamado Siglo de Oro, una asombrosa cantidad de pintores universalmente famosos, pero muy pocos escultores. Esto, en opinión mía, debe tener relación con el hecho de que los iconoclastas de 1566 habían vaciado las iglesias de todas sus esculturas, porque esos eran los símbolos más visibles del poder y del pecaminoso fausto de la odiada religión católica . También en el paisaje urbano se evidencia la extrema sobriedad del calvinismo: en las ciudades neerlandesas se ven muy pocas estatuas, equestres o no, de sus reyes, héroes y demás «grandes hombres», y muy escasos son también los monumentos, conmemorando los grandes acontecimientos de la historia. Los ricos comerciantes del siglo XVII se dejaban retratar en pintura, eso sí, pero muy contadas veces en escultura. Pero donde más se nota la influencia del calvinismo, es en la literatura. Aquí

se destacan dos períodos particularmente prolíficos: A un lado la segunda mitad del siglo XIX, con el curioso fenómeno de los «pastores_poetas», y al otro lado, en la segunda mitad de nues_ tro siglo, un fenómeno de signo opuesto: la generación de autores de procedencia calvinista, que, en sus obras, intentan desesperadamente de tirar por la borda ese lastre de siglos que es, para ellos, el calvinismo.

* * * Empecemos con el primer período, que quizás, no tiene mucho interés puramente literario, pero sí lo tiene de punto de vista socio-histórico y sicológico. La palabra holandesa para «pastor», en el sentido religioso, es «dominee », vocablo derivado d el latín «dominus», amo o incluso soberano, algo muy diferente, desde luego, al otro significado de la palabra española «pastor». Esos «dominees» jugaban, en el siglo XIX, un papel preponderante en la vida social, cultural y política de los Países Bajos, de modo que se puede decir que Holanda, hasta bien entrado el siglo XX, era una especie de «dominocracia ». El «dominee» era un p ersonaje de autoridad, cuya opinión estaba siempre tenida en cuenta, tanto por las altas personalidades de la ,p olítica como por el sencillo aldeano. En los pueblos era, junto con el alcalde, el médico y el notario, uno de los cuatro o cinco notables. El equivalente holandés al dicho español «Pasa un ángel» es: «Pasa un 'dominee'». Sin embargo, hasta el principio del siglo XIX no habían juga do un papel importante en la vida cultural del país. Esto parecía imposible, porque según uno de nuestros más sagaces críticos de aquel siglo, Busken Huet, «no hay dos tendencias en el espíritu humano que tienen menos puntos de conctato que el calvinismo y el arte». El mismo Busken Huet era un antiguo «dominee», de modo que sab ía muy bien de qué estaba hablando.


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Nicolaas Beets en su estudio.

Ya al principio del siglo había unos casos aislados de poetas-pastores: J ohannes van der Palm, y Elias Anne Borger, que consigu ió mucha popularidad con su «Oda al Rin» . Sin embargo, no antes del fin de la primera mitad del siglo se produjo el extraño fenómeno de una rep entina eclosión de toda una generación de pastores que, en virtud de sus talentos oratorios en el púlpito, se consideraban portavoces de la sociedad en todos los aspectos, incluida la cultura, y empezaban a confundir edificación con poesía. De es te modo llegaban a dominar, con su estruendosa y rimbombante retórica poética, la literatura holandesa durante un período de tres o cuatro decenios. Para dar un pequeño ejemplo de la medida e n la que dominaban el clima literario: En De Gids, el Guía, la más prestigiosa revista literaria de Holanda,

fundada en 1837 por el literato Potgieter, el elemento t eológico era, durante esta época, tan fuerte, que un catedrático extranjero en Historia de la I glesia, la recomendaba a sus estudiantes como «una auténtica revista profesional de -teología». Algunos de los más destacados pastores-poetas eran : Nicolaas Beets; Coro nelis van Koetsveld; Johannes Petrus Hasebroek; Bernard t er Haar; Petrus Augustus de Genestet; Jan J acob Lodewijk t en Cate; Simon Gorter (padre del poeta Herman Gorter, de una ideología radicalmente opuesta); Fran¡;ois Haverschmidt; Jan ten Brink y Allard Pierson. Esos dos últimos se retiraron más tarde de su oficio religioso. La obra de algunos de estos autores se caracteriza por una nitidísima línea divisoria, que la divide en dos partes radicalmente diferentes. En sus años


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jóvenes, todavía estudiantes en teología, producían obras de cierto mérito literario, y si se hubieran dedicado enteramente a su arte, quizás el panorama de la literatura neerlandesa en el siglo pasado hubiese sido muy distinto. Pero no: una vez instalados como predicadores, incluso se avergonzaban de sus obras anteriores, considerándolas como «pecados de juventud», o, como lo decía Beets, «su época negra». Y, como si quisieran redimir sus pecados, se dedicaban enteramente a la poesía religiosa, edificante y patriótica. El abismo entre sus obras de juventud y las de su madurez no podía ser más profundo. Porque la mayoría de esos «dominees » habían iniciado su carrera literaria, escribiendo obras humorísticas. El ejemplo más destacado es nuestro gran y venerable Nicolaas Beets. Bajo el seudónimo de «Hildebrand» escribió un libro que se convertiría en uno de los grandes clásicos de nuestra literatura, comparable (aun sin alcanzar su nivel) a los Pickwick Papers de Dickens, o el Vanity Fair de Thackeray. Se trata de la Camera Obscura, auténtica obra maestra del humor holandés decimonónico. Es, por cierto, un documento muy interesante de la m entalidad pequeño-burgués de aquel siglo, escrito con una observación sagaz y un sarcasmo más bien benigno. Sin embargo, en esta obra ya se vislumbra el futuro predicador, situado bien encima de los pequeños personajes que describe, infalible e intangible y siempre moralizando. Otro «dominee» que en sus años jóvenes escribía poemas y pequeños «sketches» humorísticos era Fran<;ois Haverschmidt, que utilizaba el seudónimo de «Piet Paaltjes». Escribió una colección de pequeños poemas entitulada S nikken en grimlachjes, «Sollozos y sonrisas amargas», una especie de humor triste, de auto-burlarse, algo inspirado de Heine y, por cierto, obra de un talento prometedor. También

Hasebroek, seudónimo «Jonathan», publicó una obra ligeramente humorís.tica e irónica, entitulada Waarheid en dromen, «R ealidad y sueños». Por supuesto esa clase de literatura no era el monopolio de los pastores protestantes. Era un género incluso muy de moda en aquella época, sobre todo en Inglaterra y Alemania. Pero en Holanda, incluso los que NO pertenecían a la casta de los dominees parecían avergonzarse un poco del género. Por ejemplo Johannes Kneppelhout y Gerrit van der Linden, utilizaban res.pectivamente los seudónimos «klikspaan» (Soplón) y De Schoolmeester (El Maestro de escuela) para publicar sus «sketches» y sus pequeños poemas absurdos. Lo curioso es, que los pastores-poetas, una vez instalados en los púlpitos, olvidaron inmediatamente los productos literarios de sus pecaminosos años de juventud, inundando el país con la poesía más espantosa jamás escrita en todo el universo. Eran poemas de signo religioso y moralístico, y el patriotismo ocupaba asimismo un lugar destacado en sus poesías, este último género con una exaltación y un chauvinismo ,e xtremos, todo en la tradición de nuestros poetas patrióticos por 'excelencia «Tollens y Helmers». Beets, por ej emplo, no se recató de escribir en uno de sus poemas: «Den gracias a Dios y alégrense, por ser todos neerlandeses». Escribían también montones de poesías de circunstancia, para nacimientos, bodas, fallecimiento, y aleluyas para glorificar los idilios de la vida familiar. El estilo de esa poesía «edificante», como ellos mismos la llamaban, era absolutamente horrible y a-poético_ La mayoría de los versos tenían todos el mismo monótono sonsonete, su vocabulario era caracterizado por un tremendo, bombástico pathos, y parecían escritos en el mismo tono vociferante que sus autores utilizaban en el púlpi-


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too Ni siquiera era malo lo que escribían, era peor que malo: de una horrenda mediocridad y mal gusto, confirmando plenamente lo que h abía dicho Busken Huet sobre la incompatibilidad del calvinismo y del arte. En realidad no tenía nada que ver tampoco con una auténtica devoción. Para la mayoría de esos píos poetastros su arte no era más que una demostración impersonal y rutinaria, versificada y metrificada, de su probidad, sin rastro de una genuina emoción . La única excepción era, sin duda, el pastor-poeta de Genestet, que, sin llegar a ser un gran poeta, por lo menos escribía versos sencillos, auténticamente poéticos, sin falsos retorismos y con una incontestable sensibilidad. Sin embargo, durante toda una época esos poetastros eran considerados como los grandes literatos de su tiempo, los príncipes de la poesía, eclipsando a auténticos poetas como Carel Vosmaer, gran precursor de lo s «Tachtigers» . Tenían una enorme autoridad en los círculos literarios y ejercían una influencia nefasta en todo su entorno. Una situación que parece aún más triste cuando la comparamos con lo que estaba ocurriendo en Francia, Alemania e incluso la victoriana In glaterra, donde, en esa misma época, verdaderos genios de la poesía, como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Heine, Swinburne y William Morris, alcanzaron sus apogeos .

* * * Ahora, ¿ qué puede ser la razón de ese extraordinario desbordamiento de poesía teológica? En primer lugar, creo que esa clase de poesía sólo era posible y aceptable en el contexto de la sociedad de aquella época. Por analogía de otro dicho, que dice que «cada pueblo tiene el gobierno que merece», se podría decir también que «cada pueblo tiene la literatura que merece». El contexto social y político en Holanda era de una enorme autosuficien-

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cia, una manifiesta mentalidad de pequeño-burgués. No estaba afectado ni en lo más mínimo por los grandes acontecimientos de su tiempo. Incluso las revoluciones de 1848, que se habían desencadenad o en muchos países europeos, no tenían ninguna influencia en la vida social y cultural de nuestro país. A lo sumo condujeron a una constitución un poco m ás liberal. Mientras la Europa entera estaba en ebullición, en los Países Baj os reinaba un ambiente sosiego y confortable. No era sin razón que Heinrich Heine dijo un a vez: «Cuando llege el día del juicio fina'l, yo me iré a Holanda, porque allí todo ocurre cincuenta años más tarde ». En este contexto es lógico que la poe.. sía de los pastores cayera en tierra fecunda. Era exactamente lo que la gente necesitaba, o, mejor di cho, lo que quería. Les confirmaba en todo lo que creían, r epresentando no solamente sus creencias religiosas, sino también sus confortables ideas de clase media, sus sentimientos patrióticos y su m~ nera de vivir. Aunque, por supuesto, todas las comparaciones son odiosas, no puede ser pura casualidad que el auge de los pastores-poetas en Holanda coincidía, por lo menos parcialmente, con la época del victorianismo en Inglaterra. Hay más razones. En el siglo XIX la literatura era casi excl usivamente el dominio de los intelectuales, y la vida intelectu al ya estah;:t dominada por los pastores. Más o menos la mitad de los estudiantes universitarios hacían la carrera de t eología . Cada pueblecito tenía su «dominee», pero no cada pueblo, ni mucho menos , t enía su m édico o su maestro de escuela. Parece lógico, pues, explicar el fenómeno sencillamente por la superioridad numérica. Pero eso sería demasiado fácil, porque, aunqu e en el resto del siglo las condiciones eran exactamente iguales, el fenómeno se limitaba únicamente a esos tres o cuatro decenios. Creo que, desde el principio del siglo


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XIX, varios factores se acumularon, provocando finalmente las condiciones que originaron la explosión de poesía pastoral (ya debe estar claro que con este término no me refiero precisamen.. te a la poesía bucólica). En primer lugar había la ola de romanticismo, reacción emocional a la Ilustración de finales del siglo XVIII. Tanto el pre-romanticismo como el romanticismo habían, entre otros, inducido a un mayor interés hacia la Biblia como fuente de inspiración puramente estética. Esa tendencia se produjo también en Holanda. Pero allí el romanticismo quedaba confinado entre los viejos y seguros diques de la doctrina calvinista. La idea que los poetas neerlandeses se formaban del romanticismo como forma de aproximación a la Biblia era totalmente distinta a la de, por ejemplo, sus colegas franceses, ingleses o alemanes. Los poetas franceses buscaban en la Biblia lo exótico y lo mágico, los aspectos estéticos y líricos. Los poetas holandeses sólo querían versificar la palabra de Dios. Es decir : los franceses eran en primer lugar poetas, los holandeses en primer lu_ gar pastores. Para ellos la fe era la forma de poesía más sublime. Hay, por supuesto, un abismo entre la obra de un poeta innato, inspirado por la esté.tica de la Biblia, y la de un poeta-pastor que, a partir de su convicción religiosa, se dedica a fabricar aleluyas teoló icas. De todos modos, ese nuevo enfoque de la Biblia provocó, también en Holanda, una relación más íntima entre la religión y la literatura. Un segundo factor ha sido la eclosión de un nuevo movimiento religioso, el Reveil, el Despertar. Ese movimiento, iniciado por unos pastores calvinistas en la Suiza de habla francesa, tuvo su mayor acogida en Holanda. Dos poe.. tas de la primera mitad del siglo, Bilderdijk y Da Costa, considerados, con alguna sobrevaloración, los más grandes poetas de la época, eran los porta. voces del Reveil. Ninguno de Jos dos

era pastor, pero ambos han tenido una enorme influencia en la nueva genera. ción de poetas-pastores. Creo incluso que, sin ellos, esa explosión de poesía religiosa no hubiera tenido tanta importancia. Eran, en cierto modo, sus precursores. Desgraciadamente su influencia se aplicaba también en el estilo, porque eran ellos que introducían en sus poemas religiosos y patrióticos esa espantosa, rimbombante retórica que serviría de modelo para la generación posterior. Otro factor es que, alrededor de los años cincuenta, dos peligros empezaron a amenazar la religión: en primer lugar la, en Holanda, r elativamente tardía aparición de la revolución industrial y, junto a ella, la filosofía materialista, tanto del marxismo como del liberalismo. En segundo lugar el hecho que las clases pudientes e intelectuales, influenciadas por las nuevas teorías científicas (¡Darwin !), empezaron a perder su interés en la religión e incluso a tender al ateísmo. Por eso los pastores-poetas se dirigían sobre todo a la sencilla gente de la clase media baja y a los campesinos, utilizando su poesía, tan fácil de entender, para mantener su dominio en esa importantísima parte de la población, protegiéndola al mismo tiempo contra las peligrosas tendencias nuevas. Es importante también, en este sentido, el aspecto patriótico en la poesía de los pastores. Para explicar la íntima relación entre religión y patriotismo, tenemos que volver otra vez al principio del siglo. La Biblia, en particular los Salmos y los Profetas, había sido, sobre todo en Alemania, una gran fuen_ te de inspiración para esos poetas que crearon una especie de poesía de resistencia contra la ocupación napoleónica. También Holanda había sufrido la ocupación francesa, aunque la resistencia allí había sido de carácter más bien pasivo. Pero la ocupación por las tropas de Napoleón había, esto sí, despertado otra vez los sentimientos nacio-


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nalistas, que durante el siglo precedent e se habían a dormecido un poco. Bilderdijk, Da Costa, Helmers y Tollens se erigieron como los poetas patrióticos por excelencia. Escribían sus poemas nacionalistas con la misma retórica exaltada y bombástica que sus versos religiosos, y los sentimientos piadosos y patrióticos se mezclaban cada vez más. Así se producía, en las generaciones posteriores, esa curiosa mezcla de religión, patriotismo exaltado y chauvinista, y amor extático hacia la familia real, descendientes directos del casi sagrado Guillermo el Taciturno, campeón de la guerra de independencia en los siglos XVI y XVII.

* * * Tan curiosa como el principio de esa generación poética es su fin. Podemos decir que el movimiento sencillamente se mató por sí mismo, porque fue precisamente el enorme auge literario de los «dominees » que finalmente condujo a su muerte literaria. Sus poesías provocaron inevitablemente la reacción de unos pocos críticos extremadamente sagaces: Potgieter y Busken Huet. El primero era un poeta que ya había alcanzado una gran influencia en la literatura de los Países Bajos, a pesar del lamentable hecho de que la predominación del elemento pastoral le había incitado a abandonar la redacción de su propia revista, De Gids. Busken Huet, e l mismo antiguo pastor, era sin duda e l crítico y ensayista más importante del siglo. Ambos atacaban con un sarcasmo letal el b astión de la poesía calvinista . Más tarde, Multatuli y Frederik van Eeden seguían su ejemplo, y con más éxito. Uno de los protagonistas del «Woutertje Pie tersen» es e l inmortal «Dominee Wauwelaar» (Machacón); Van Eeden creó dos inolvidables parodias de pastores y además los atacaba en sus poemas. Escribió incluso una sátira, llena de un sarcasmo mordaz,

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dedicada a Nicolaas Beets, todavía el ídolo de la nación. De este modo el pastor inició una nueva vida : no perdió nada de su popularidad, pero esta vez sería en sentido negativo : en cada vez más novelas y relatos era desenmasc-arado y presentado como un hipócrita, un payaso, una figura ridícula y despreciable. Este cambio significaba al mismo tiempo el fin de su posición preponderante en la vida intelectual y cultural. Aún no habían desaparecido los poetas-pastores, pero por lo menos ya no daban el tono. Luego, desde principios de los años ochenta, apareció un movimiento liter ario completamente nuevo, una autén.. tica explosión de talento y genio. Era la Generación de los Ochenta, los «Tachtigers», en cierto modo comparable a la generación del '98 en España. Fueron ellos que terminaron definitivamente con el fenómeno. Para ellos la r eligión no era la poesía más sublime: la poesía y la prosa mismas eran una religión, y e l Arte la máxima meta. Adoraban la Belleza y la Estética pura como u na religión nueva. Introduj eron, por primera vez, los principios de l'Art pour l'art y, en la novela, del naturalismo, ambos antítesis de la extrema auteridad del calvinismo. Pero incluso en ellos el pastor no murió por completo, ni en los de las generaciones posteriores . Lo dijo el ensayista Brom, especialista en el tema, en los años cincuenta de este siglo: «Nuestro pueblo todavía es un pueblo de teólogos, los pastores siguen viviendo en toda clase de metamorfosis y disfraces. Nuestro pueblo tiene la solemnidad en la sangre, y todavía un buen holandés nace con el collar blanco alrededor de su rígido cuello». Incluso el gran ensayista ateo Menno ter Braak se r ealizó en su «Adiós al país de los pastores», publicado en 1931, que «aún llevo los rasgos visibles del pastor, aún sigo estigmizado por la tara hereditaria del sermonarialismo, que no me podré quitar jamás».


Foto: VVV Maastricht.


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te calvinista es, para un extranjero, muy difícil de imaginar. A un niño de LA REBELIÓN CONTRA EL CALVINISMO una familia, afiliada a, por ejemplo, la En este siglo, pues, la poesía de los Iglesia reformada cristiana, no le está pastores ha desaparecido, pero no así permitido jugar con u n niño de, digael efecto del calvinismo. La mentalidad mos, la I glesia de los Viejos Reformacalvinista ha impregnado tanto, en el dos, aunque amb as son calvinistas. Un curso de los siglos, la vida y el carácter matrimonio entre hijos de ambas u del neerlandés que, sin mucha exage- otras tendencias sería impensable, una ración, se puede decir que incluso los situación que conducía, a veces, a tecatólicos y los comunistas tienen, en rribles dramas familiares o de concieI1cierto modo, una manera de ser y de cia, porque el amor no siempre se para pensar calvinista, caracterizada sobre ante las fronteras religiosas . Hablo de todo por una cierta rigidez, una cierta unos treinta años atrás, pero en muchos gravedad. Pero también hay que decir de los pequeños núcleos del calvinismo que, en los últimos veinte años, la in- riguroso la situación no ha cambiado fluencia de los Pravos, a finales de los ni un ápice. En esas familias, ¡prácticamente todo años sesenta, y, a través del turismo y de la inmigración, el contacto con está prohibido, todo es pecado: el cine, otras maneras de vivir, ha contribuido la tele, el teatro, el baile, leer libros mucho a debilitarlo, introduciendo una que no glorifican al Señor, escuchar nueva flexibilidad, un cierto relaja- música que ídem, en fin, todo. Es un miento e incluso elementos lúdicros en ambiente quizás comparable al que se debe vivir en las familias integristas en su manera de ser. Curiosamente la segunda mitad de el Irán de Jomeini. Incluso un piano este siglo ha ¡producido un fenómeno era un instrumento ¡pecaminoso: cada que, en todos sus aspectos, es radical- familia calvinista que se respete tenía, mente opuesto al movimiento literario y en muchos casos aún tiene, su órgano de cien años atrás. Aunque en este a pedales. El día más horrible de la semana caso, en realidad no se puede hablar de «movimiento literario», ni siquiera era, y en muchos casos todavía es, el de un grupo mínimamente homogéneo domingo, el Día del Señor. En aquel de escritores, porque se trata de auto- día, estaban prohibidas incluso las pores individuales y aislados, que no tie- cas cosas que no lo estaban en los días laborables, como, por ejemplo, nen más que una sola cosa en común: todos intentan, de alguna manera, li- dar un paseo en bicicleta, o jugar en berarse de su ¡pasado calvinista a tra,. la calle. Sólo se podía salir de casa para ir a la iglesia: dos visitas oblivés de su literatura. Para comprender este fenómeno, hay gatorias y larguísimas, una por la maque comprender en primer lugar lo ñana y otra al final de la tarde, y entre que significa en la vida de un niño las dos, visita, obligatoria también, a una educación calvinista. Creo tener la llamada escuela del domingo. El hocierta competencia para explicarlo, rror de esas visitas a la iglesia se asoporque lo he sufrido en mi propia car- cia ¡para mí con el olor a agua de cone. Además, mi padre era, en cierto lonia y a pastillas de menta. Maarten 't Hart, uno de los autores modo, un tardío sobreviviente de los poetas-pastores: no se limitaba a pre- que intentan liberarse de su pasado dicar el evangelio en el púlpito; tam- calvinista, lo refleja muy bien en uno bién escribía poemas religiosos en el de sus relatos. Tiene cuatro pastillas de menta. Las come con la mayor lenmás puro estilo decimónico. La vida en una familia rigurosamen- titud posible para que le duren el ser-


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món entero. Cuando empieza a chupar la tercera, sabe que la mitad del sermón ya ha pasado. A veces casi no puede esperar a comer la primera pastilla, pero se reprime, pensando: «Es un pecado, tomar una pastilla antes del comienzo del sermón, y Dios advierte todo». Pero fue también durante uno de esos sermones, siendo yo muy niño todavía, que me invadieron las primeras dudas. Fue el momento en que mi padre, en medio de una de sus vocifera. ciones, perdió la dentadura. Que Dios permitiera que se le ocurra. algo semejante a uno de sus portavoces, me pareció sumamente contradictorio. La educación calvinista estaba, y aún está en muchos casos, basada en el miedo y la autoridad. En las familias calvinistas rigurosas el padre es el dietador, la autoridad con poderes absolutos: lo sabe todo, lo decide todo, y todo el mundo debe obedecerle sin hacer preguntas, su mujer también. El padre ,es, para el niño, una identificación casi completa con Dios. Pero muchas veces el respeto, el temor, se convierte en miedo, y el miedo en odio. Esa relación entre padre e hijo ,t uvo extrañas consecuencias para otro autor rebelde, Maarten Biesheuvel: durante sus años en la universidad sufría manía religiosa, considerando a uno de sus catedráticos como un sustituto de Dios y de su padre. Tuvo que ingresar en una clínica siquiátrica, período al que debemos algunos de sus más bellos relatos. Los pavores que los niños de familias rigurosamente calvinistas tienen que sufrir son casi inimaginables. Porque adem ás del miedo al padre, a Dios, hay el tremendo temor al Día del J uicio Final, al Infierno. E incluso, en algunos casos, una confusa aprensión a la sacrificación, algo que quisiera denominar el complejo de Abrahán e Isaac. Es una educación inevitablemente traumática, comparable hasta cierto punto a la que recibían los niños

españoles en los años más negros del nacionaLcatolicismo, aunque el catolicismo, con sus símbolos y sus ritos coloridos, tan lejos de la pesada austeridad del calvinismo, haya dado lugar a otra clase de literatura. Los traumas, causados por esa clase de educación, pueden ser de poca importancia: yo, por ejemplo, he tardado más de treinta años antes de poder aguantar, e incluso disfrutar, la música de órgano. Pueden también convertirse encasas siquiátricos. Y, desde luego, pueden ser asimilados en literatura. Una de las consecuencias más destacadas de la educación calvinista es que, en muchos casos, lleva a resultados radicalmente opuestos. Los hijos se rebelan, abiertamente o a escondidas. En mi caso, era sobre todo una rebelión de la razón, de la lógica, contra lo ilógico, lo irracional, y así, ya a mis trece o catorce años, me convertí al ateísmo. A escondidas, por supuesto, sin poder hablar de ello con nadie. Mis primeras dudas serias fueron provocadas por el tremendo dogma de la predestinación, uno de los -p rincipios más importantes del calvinismo. Mi padre tampoco podía explicarme las contradicciones que veía en ella, lo único que me dijo fue: «Hay que creerlo ciegamente, como un niño, sin preguntar nada». Y era precisamente esto lo que no quería. La consecuencia más duradera de la educación calvinista, es la creación de un inmenso sentimiento de culpabilidad, y esto es también el .tema que más se ha arraigado en la literatura holandesa. La culpabilidad forma parte íntegra del ideario calvinista: el hombre ya es culpable al momento en que viene al mundo. Aparte esa cuLpabilidad colectiva, hay la culpabilidad individual que se crea durante la educación. En un ambiente tan estricto, el niño, inevitablem ente, h ace cosas que son prohibidas, y adem ás, las h ace a escondidas, lo que le obliga a m entir, lo cual también está ,p rohibido. El caL vinismo no conoce el truco de la con-


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fesión, que hubiera podido aligerar un poco el rastro de culpas que el niño tiene que llevar, y el resultado es que se siente culpable todo el tiempo y por todo. A veces digo, medio en broma: si no me sentiría culpable, me sen.. tiría culpable por no sentirme culpable. No es, pues, nada extraño que la educación calvinista ha generado una nueva generación de autores que, en cierto modo, son los descendientes directos de los pastores-poetas, pero en sentido contrario. Son los autores cuyas obras reflejan una lucha continua para liberarse de esa terrible carga de miedo, culpabilidad y castigo. El autor más destacado de esa generación ha sido, sin duda, Jan Wolkers. Escribió, hacia finales de los años 50 y principios de los 60, varias colecciones de relatos y algunas novelas que están situadas en gran parte en el espantoso ambiente de su familia. Su padre no era pastor, sino un sencillo tendero, pero todo lo que decía estaba larvado de textos de la Escritura, como es la costumbre entre esa gente. En uno de sus r elatos describe la increíblemente aburrida atmósfera de un paseo dominical con toda la enorme familia de una docena de niños. En pocas palabras refleja la autoridad absoluta del Padre, que proclama una de sus sentencias bíblicas. La esposa no debe abrir la boca. Tan sólo suelta un suspiro. No es un suspiro de irritación o aburrimiento, ,s ino de aprobación y respeto. Después escribió una gran novela, Retorno a Oegstgeest, donde a justa definitivamente las cuentas con su infancia y su educación, y do~de el odio hacia su padre se convierte en compasión. Después de Wolkers, también en las obras de Maarten 't Hart, que empezó a escribir en los años sesenta, se refleja esa lucha de una manera muy directa y explícita, y, en menor medida, igualmente en las de Maarten Biesheuvel y de numerosos otros autores.

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y no solamente en la prosa. Hay poetas cuya obra está impregnada por ese tema, como Jaap Harten, que proclama en uno de sus poemas que <cel gramófono portátil (es) la única arma que poseía contra el calvinismo de mi tía». O Jan Eijkelboom, que lo refleja con mucha claridad en el poema Mañana dominical en Wielwijk (ambos publicados en esa revista). Hay, des de luego, muchos autores también en cuyas obras la lucha contra sus raíces calvinistas está presente sólo de una manera indirecta, o camuflada. Incluso hay algunos que, aún habiendo disfrutado una educación a-religiosa y liberal, parecen tocados por la atmósfera calvinista del país, porque lo r eflejan en cierto modo en su estilo : deliberadam ente ceremonioso, ligeramente arcaico y casi bíblico. A unas preguntas que hice a algunos de mis colegas, casi todas las respuestas coincidían en que el complejo de culpabilidad es, para ellos, la tara más importante. Maarten 't Hart me escribió en este sentido: " Parece absolutam ente imposible, liberarse de ello». Algunos piensan tener que buscar los orígenes de ese complejo en sus primeras dudas referente a la religión. Empezaron a dudar pero precisamente esas dudas les causaron un enorme sentimiento de culpa. Como esto solía octL. rrir en la adolescencia, cuando uno es aún muy influenciable, el complejo se estableció en ellos como un sentimiento más o menos subconsciente. Otros buscahan los orígenes en los tremendos dogmas de pecado y culpabilidad, que sus padres les enseñaban cuando ellos tenían la tierna edad de 4 ó 5 años. Probablemente ambas explicacio_ nes, o más bien una combinación de ambas, son válidas. Otra consecuencia es una extraña mezcla de racionalismo e irracionalismo, y la noción de que el racionalismo es también una especie de coraza, que le protege a uno contra los irracionalismos de su pasado.


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Pero no todas las consecuencias son negativas. Para muchos, la educación calvinista, precisamente por la necesidad de rebelarse contra ella, ha agudizado su sentido crítico, aprofundizan_ do también su necesidad de auto-análisis y ensanchando su imaginación.

y quizás, en muchos de nosotros el calvinismo 'forma parte también de nuestro impulso de escribir, es decir de proclamar nuestras ideas. En este sentido, muchos de nosotros seguimos siendo pastores y predicadores.


LA LITERATURA DE LAS INDIAS ORIENTALES ROB NIEUWENHUYS

colonial holandesa, por L Aloliteratura que se refiere al área que se convertiría en Indonesia, comenzó con diarios y re latos de los primeros viajes a las Indias Orientales. Uno de los primeros narradores fue Jan Huygen van Linschoten que en 1583 navegó a las Indias Portuguesas, al servicio de los portugueses. Permaneció allí durante cinco años. A su regreso escribió su famoso Itinerario y el también importante Relato de las navegaciones de los portugueses (Reys-geschrift vande na.. vigatien der Portugaloysers), que durante ·m uchos años se consideraron una fuente autorizada de información sobre Asia y sobre la navegación en aquella parte del mundo. Se reeditaron y tradujeron varias veces. En estos escritos Van Linschoten destruye el mito acerca del invencible imperio colonial portugués y, aunque pudo haberse equivocado en algunos aspectos, su punto de vista indujo a los armadores y mercaderes holandeses, que habían conseguido un poder mercantil y marítimo muy fuerte, a annar una flota propia. La primera expedición estaba mal preparada y mal organizada, y dejada en manos de personas incompetentes. Las pérdidas, tanto en barcos como en mano de obra, fueron cuantiosas, y sin embargo los gastos del viaje fueron totalmente cubiertos por la venta de los productos. El segundo viaje, dirigido por Jacob van Neck, fue un éxito en todos los aspectos. Desde entonces los barcos holandeses zarpan

con regularidad para J ava, las Malucas y otras islas. En 1602 se fundó la Compañía de las Indias Orientales (Verenigde Dostindische Compagnie) que recibió mediante carta de privilegio otorgada por los Estados Generales, el monopolio para el comercio y el transporte marítimo al Este del Cabo de Buena Esperanza. Esta compañía era una organización comercial, cuyos contactos con la población local eran escasos. Para los empleados de la compañía, no existía nada fuera de su propio mundo cristiano. Los otros pueblos eran «paganos» y enemigos y únicamente aptos para los negocios. Por lo demás, como mucho eran extrañas criaturas, a las que se miraba con incomprensión. En su mayor parte, la literatura de la compañía reflejaba este punto de vista. Estaba totalmente dedicada a su propio mundo familiar, cuyo 't elón de foro estaba formado, como si fuera un decorado con extras exóticos, por representantes de los «Ricos Nativos», por grandes y pequeños comerciantes, sirvientes, esclavos y por supuesto, incluso en aquel tiempo, las «njai» (ama de llaves y concubina de los europeos) como compañeras de cama. La compañía, como organización comercial, no tenía aspiraciones territoriales, al menos al principio. Los «Señores 17», que eran los que dirigían la compañía, no estaban interesados en la ex.pansión territorial, y si decidieron ocupar tierras, s6lo fue para salvaguar-


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Alameda de Buitenzorg (Bogor).

dar sus intereses comerciales. Incluso legal. La soberanía holandesa predoen este caso, generalmente lo hacían minaba incluso en aquellas áreas. Después del eclipse de la compañía bajo la presión de sus representantes en la Indias Orientales, que a menudo y el regreso de la mayoría de los em· confrontaban a los «Señores 17» con pleados al país de origen, allí quedó un h echo realizado. Sin embargo, du. un pequeño número de personas que rante el tiempo que existió la Compa- por matrimonio u otros lazos, se senñía, justo hasta su disolución en 1799, tían tan atados a su país de adopción la e~ansión territorial permaneció que no deseaban volver a Europa. For. limitada. Esta modesta expansión cons. maron el núcleo de la comunidad tituyó la fundación del futuro imperio europea en las Indias Orientales. Unos colonial que abarca la actual Indonesia. diez años más tarde, durante el inteSin embargo, incluso después del es· rregno inglés (1811-1816), el vice.-gober. tablecimiento del régimen colonial, no nadar Thomas Stamford Rafflesesti. se trataba aún de una soberanía com- maba que eran, incluidos los hijos, al. pleta sobre todas las áreas, ya fuera rededor de unos pocos millares. Este de hecho o de derecho. Incluso en las pequeño grupo de europeos constituyó primeras décadas del siglo XX queda. en las primeras décadas del siglo XIX ban algunas áreas en las que las re.- una comunidad mixta en la que, por laciones se regían por el Derecho In- ejemplo, la concubina se daba por senternacional, impuesto por tratado y tada y se aceptaba. La vida seguía un pacto, aunque sólo tenían importancia curso muy diferente al del país de ori.


LA LITERATURA DE LAS INDIAS ORIENTALES

gen o incluso de las Indias Orientales holan desas de tiempos posteriores. Era una esp ecie de «sociedad b árb ara», según las propias palabras del historiador holandés F. de Haan en su obra clásica Priangan. Cuando en 1860 se publicaron por primera vez las cifras de población, re.. sultó que el número de europeos h abía crecido hasta unos 43.000, incluidos los soldados europeos . Incluso en aquel momento la comunidad aún presentaba las características de una comunidad de pioneros, con aproximadamente el doble de hombres que de mujeres. En esta situación la concubina o ama de llaves aún ocupaba una posición importante, incluso aunque socialmente de alguna m anera empezó a ser marginada, relegada de la veranda delantera a la trasera. Durante el siglo XIX, hasta principios del siglo XX, predominó el modelo de vida de las Indias Orientales . Esto empezó a cambiar alrededor de 1905, cuando con la recuperaclOn económica aumentó el número de europeos, ya que se importaban cada vez más empleados de los Países Bajos. Despu és de la I Guerra Mundial incluso se podía hablar d e un punto má-<imo. En u n lapso de unas pocas décadas, la comunidad de las I ndias Orientales se convirtió en una comunidad notablemente eu ropeizada. Simultán eamente al proceso de europeización, el modo de vida de las Indi as Orientales se normalizó. Perdió su carácter pionero con la llegada de un número r elativamente mayor de mujer es que de hombres europeos . En el período comprendido entre 1905 y 1915 su número ascendió a más del doble y la proporción entre hombres y mujeres cambió drásticamente. Mientras que en 1880 había 417,3 mujeres por cada mil hombres (incluidas del 10 a l l3 ,p or 100 de las muj eres no europeas que se habían convertido en europeas por matrimonio), según el censo de 1930 este número h abía aumentado a

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884,3 . Poco antes de la Guerra del Pacífico y del final de la era colonial, se estimaba que la comunidad europea era de un as 250.000 personas. De éstas, apenas el 30 por 100 había nacido en Europa, de modo que seguía siendo una sociedad predominantemente mixta, aunque las normas de la capa alta europ ea ganab an terreno gradualmente. Esta capa alta, que hasta ahora h abía sido muy fina, aumentaba gradualmente, como un tipo diferente de europeo, con más ed ucación y cultura, y empezó a llegar a las Indi as Holandesas en mayores cantidades . La proporción de «intelectuales» aumentó, incluso entre los Indoeuropeos y entre los indoncsios, que como r es ultado de una igual educación habían pasado a la capa superior de los europeos. Den tro de ella empezó a desarrollarse una vid a literaria característica. Comenzó unos años antes de la II Guerra Mundial y después de la guerra condujo a un renacimiento de la literatura de las Indias Orientales, es decir de una literatura holandesa proveniente de Indonesia y versando sobre ella. En 1935, durante los primeros días de esta actividad literaria que parecía haber con1enzado tan inesperadamente, apareció H et Land van H erkal1se, de E . du Perron (País de origen) segu ida de otras obras escritas durante su estancia en Indonesia entre 1936 y 1939. Después de su r egreso a lo s Países Bajos e incluso después de su muerte en mayo de 1940, la actividad que él había impulsado no disminuyó y su influencia siguió latente. En 1938 Du Perron había concebido un plan para fundar una revista cultural mensual bajo una dirección holandesa e indonesia mixta. El plan fracasó debido a la falta de fondos . Dos años después de la ocupación de los Países Bajos por parte de los alemanes, y antes del estallido de la guerra con Japón, se fundó una revista mensual cultural en J akarta, llamada La Antorcha (De Fakkel),


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mientras que durante el mismo período un cierto número de periódicos diarios y semanales también empezaron a dedicar más atención a la literatura y el arte. Después de que la guerra y la ocupación japonesa acabaran -prácticamente toda la población holandesa había pasado tres años y medio en campos de reclusión- comenzó un nuevo camino que adquiriría un carácter explosivo. Al final de 1947, acabada la ocupación, se fundó una nueva revista cultural llamada Orientatie (Orientación) que no duró más de cuatro años. Simultánea y posteriormente hubo un aumento de la actividad literaria, tanto en Indonesia como en los Países Bajos, que continuaría durante varios años. De hecho, la afluencia de libros sobre Indonesia aún no se ha terminado. La literatura se escribe en holandés, pero aparte, tiene un carácter distintivo y una forma propia porque nació de una situación social específica: una pequeña sociedad heterogénea, con una fina capa superior, que estaba tan poco

Casa señorial en la isla de Java.

diferenciada que no ofrecía cabida a los artistas o escritores. La sociedad de las Indias Orientales nunca tuvo realmente una tradición literaria porque faltaba un ambiente literario, como el que había en Europa. Esta carencia era una de sus características. En la sociedad de las Indias Orientales, el arte y la literatura eran actividades a las que no se dedicaban comúnmente, lo cual no quiere decir que no se sintiese la necesidad de escribir. En realidad, se escribió mucho sobre las Indias Orientales y sobre su vida: con admiración, odio, amor, amargura, crítica y ,e mbelesamiento, dependiendo de las experiencias de los escritores y las formas personales en que expresaban estas experiencias, en diarios de viajes, relatos, novelas, diarios y cartas. Quizá sobre todo las cartas, ya que todos ellos escribían cartas a su casa, algunas de las cuales eran fascinantes y absol'bentes. Se ha sugerido que la literatura de las Indias Orientales cr,eció a partir de las «cartas a casa». Hay algo que decir de ello, pero n o todo. Incluso cuando los colonos (<<el


LA LITERATURA DE LAS INDIAS ORIENTALES

Invitado de las Indias Orientales», así se llamaba a los europeos que vivían durante largos períodos en las Indias Orientales) es cribían sobre las condiciones y la gente típicas de las Indias Orientales, generalmente su mirada se dirigía hacia el país de origen, aunque no siempre. Un viajero, que mantuvo sus ojos y sus orejas bien abiertos durante su viaje por las Indias entre 1885 y 1890, anotó en su diario inédito que muchos europeos se habían «indianizado » tanto que habían dejado de sentirse ligados al país de origen. Habían desarrollado nuevos intereses y habían cambiado radicalmente. Todavía tropieza uno a menudo con este sentimiento, siempre con diferentes palabras, en cartas descoloridas por el tiempo y novelas sobre las Indias Orientales y todavía podía oirse a menudo, incluso cuando los medios de comunicación habían mejorado en sumo grado, acortando la distancia con el país de origen. La sociedad europea de las Indias Orientales -quizá sería m ej or hablar de varias formas de sociedad-, era y seguía siendo diferente de la del país de origen. Es en esta forma diferente de sociedad, que cambió a través del tiempo, en la que podemos encontrar la clave para entender la literatura sobre las Indias Orientales escrita en holandés: diferente en cuanto al tema y diferente también en cuanto a la forma, de la literatura holandesa de los Países Bajos. Sólo si se observa la conexión entre la literatura holandesa de las Indias Orientales y los cambios de la sociedad de la que surgió, podremos entender algo de ella y de la posición del escritor de las Indias Orientales. Para poder ser integrado en una sociedad hay que ser «algo»: Hay que ser funcionario del Estado, colono, oficial, es.posa, institutriz, maestra, o incluso estudiante, pero no escritor. Por ello había funcionarios del Estado, colonos, institutrices, ,e tc., que escribían, que incluso escribían obras literarias,

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Multatuli.

pero con ello caían fuera de las normas y regulaciones del orden social. Muchos de ellos sacaron sus propias conclusiones y usaron un seudónimo. La gran cantidad de seudónimos de la literatura de las Indias Orientales es tan sorprendente como la cantidad de debuts tardíos y muy tardíos. No solamente Multatuli, el escritor conocido internacionalmente, que tenía cuarenta años cuando apareció su primer libro, Max Havelaar, sino también Willem Walraven, H. J . Friedericy, A. Alberts, E. Breton de Nijs, Vincent Mahieu hicieron su debut después de haber cumplido los cuarenta años, y Maria Dermout cuando ya tenía sesenta y tres, aunque podemos afirmar que todos ellos de hecho habían comenzado a escribir a una edad más temprana. Una vida sin tradición literaria no sólo tiene inconvenientes. Mientras que éstos son obvios (el escritor depende demasiado de sus propios recursos), las ventajas son menos evidentes, aunque hay algunas: el escritor pierde sus pretensiones y tiene que cargar menos con la obligación de crear literatura:


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inhibe menos sus 1mpulsos, se siente más libre y puede escribir de forma más espontánea. Las tendencias y modas literarias se han hecho sentir indudablemente en la literatura de las Indias Orientales, pero sus exigencias se veían contrarrestadas constantemente por las exigencias del relato, ya que siempre se ha tenido un alto concepto del hecho de contar historias en Indonesia, tanto por parte de los indonesios como de los holandeses. Un buen narrador de cuentos o recitador siempre gozaba de gran prestigio entre la comunidad aldeana, a veces, incluso superior al que ·se sentía por el jefe del pueblo. En los círculos europeos, un buen narrador de cuentos siempre era bien recibido en todas partes. La capacidad de «saber contar una buena historia» incluso podía ser motivo de una promoción. Contar historias valía más que la pena y por ello se hacía con un gran entusiasmo. El modo de vida de las Indias Orientales creó un clima favorable para ,ello. Aunque puede que Indonesia no haya conocido una tradición literaria en el sentido común de la palabra, contaba sin duda con una gran y arraigada tradición de contar historias, que hubiera sido inconcebible sin las grandes aventuras de los trópicos, sin la soledad, la monotonía, sin los clubs sociales, sin las casas con sus espaciosas verandas delanteras y traseras, sus patios y sus azoteas. En la vida de los europeos en las Indias Orientales siempre había -especialmente al principio- una necesi-

dad irresistible de hablar, de charlar indefinidamente. «¿De qué habla la gente en las Indias Orientales ?», preguntaba un viajero en 1888. El mismo dio con la respuesta: «hablan de la gente, o de la vida en las I n dias Orientales, y siempre con una franqueza que raya lo increíble». Fue esta franqueza la que proporcionó la oportunidad necesaria para la dramatización, para alejarse más o menos de la realidad, para que naciera la historia. El tono con que se cuentan las historias es de vital importancia. Es típico de gran parte de esta literatura. Hay una línea continua que va desde los primeros diarios de viajes y diarios de navegación, a través de una variedad de obras de los siglos diecisiete, dieciocho y diecinueve, hasta el grupo de escritores que comenzó a publicar después de 1935. Es de notar que todos estos escritores de la posguerra se han dedicado más pronto o más tarde a contar historias. Aunque la literatura colonial proviene de una tradición diferente de la de la literatura holandesa, incluso de una tradición estilística diferente, no se puede considerar aisladamente. Se debe contemplar como una parte de la literatura holandesa, pero no como una parte totalmente integral. Después de todo nació en un marco social y cultural totalmente distinto, y su forma y apariencia son distintos. En pocas palabras, parece diferente, y esta es nuestra justificación para hablar de la literatura holandesa de Idonesia como si fuera una categoría independiente. Traducción: Francisca L1abrés Esquilas


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puede considerar, sin ninguna exaSEgeración, a los Experimentalistas, es decir los Cincuentistas o Generación del Cincuenta, como el movimiento de renovación poética m ás importante y radical del siglo. Anteriormente, los Países Bajos se habían quedado un poco al margen de las grandes corrientes culturales de Europa. Movimientos como el Dadaísmo y el Surrealismo, ap enas si habían atravesado sus fronteras, y de todos modos prácticamente no habían dejado mella en la liter atura neerlandesa. El poeta belga Paul van Ostayen, expresionista y dadaísta por exoelencia, fue la excepción que confirma la regla. Los años 1940-1945, es decir la guerra y la ocupación nazi, nos despojaron de varios de nuestros m ejores autores y 'Poetas, y causaron un vacío casi total en el mundo literario. Sólo se podía publicaren la clandestinidad y arriesgando la propia vida. Sin embargo, algunas de esas e ditoriales y revistas clandestinas, como la e ditorial De B ezige Bij (La Abeja Atareada ), y la r evista Podium (Estrado), jugarían, unos años después, un p apel importante en la r enovación literaria de los Cincuentistas. En los primeros años de la posguerra, tanto e n el mundo literario como en la vida política y social, todo p arecía seguir más o menos igual que. antes de los años cuarenta, como SI la guerra sólo hubiese sido una breve interrupción de la normalidad. El gran estallido de la revolución literaria y pictórica no se produjo antes de finales de 1949, con la exposición del Grupo Cobra en el Stedelijk Museum de

Am sterdam. La explosión cogió por sorp resa a los críticos y literatos del adorm ilado y m uy estab lecido orden artíst ico, que, después del escándalo y del pr imer susto, se apresuraron casi unánimem ente a rechazar esa renovación tan r adical y provocadora. Pero en realidad fue una revolución anunciada. Porque en el mundo de las artes los gr andes cambios ya se perfilab an desde el final de la guerr a, y esas tendencias vanguardistas se cristalizaron en el grupo Cobra (Copenhague, Bruselas, Amsterdam), que se erigió en 1948 en París. De este conjunto de p intores int er nacionales, que pr opagab an el expr esionismo ab stracto, fo r m ab an par te, entre otros, el danés Asger J orn, el b elga Dotremont y los holandeses Kar el Appel, Corneille y Constant (Nieuwenhuis ). También en la misma Holanda h ab ía un conjunto de pintor es vanguardistas, llam ado Grupo Experim entalista de H olanda. Ya un año antes, en 1947, los p oetas holandeses Jan G. Elburg, Gerrit Kouwenaar y Luceb ert, formaron , en un intento n o dem asiado serio de con stituir un grupo, la llam ada Célula Maiakovs ki, nombre que haoe r eferencia a los poetas futuristas rusos que, ent re 1910 y 1930, se esforzab an por conseguir una renovación radical del lengu~­ je poético. El nombre se r efería a SImismo a su tendencia política, que era izquierdista, p ero independiente y de ningún modo estalinista. Esos poetas aspiraban no sólo a una r enovación de la poesía, sino también a un cambio radical, a través de la literatura, de la vida política y social.


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También poetas individuales han te· En el verano de 1948 estos poetas a través del Grupo Experimentalista, nido su influencia, como Jan Engelentraron en contacto con Cobra. Casi 'm an con sus poemas sonoros, Paul van se puede decir, pues, que la revolución Ostayen, e internacionalmente, Maiapoética surgió de la revolución pictó- kovski, Rimbaud y tantos otros. Sin rica, y, curiosamente, una de las figu- embargo, para la mayoría de los crítiras más destacadas del Experimenta- cos, los experimentalistas no eran más lismo, Lucebert, es poeta y también ar_ que unos 'bárbaros culturales'. Olvidatista gráfico. La colaboración entre poe- ban que toda revolución es violenta, tas y pintores era tan íntima, que, como aún limitándose a la violencia verbal. cuenta Jan G. Elburg en su reciente Los poetas de la Generación de 1880, Ebro Geen Letterheren, los poetas in- la reacción revolucionaria contra los ventaron para 10s pintores los títulos rimadores edificantes y patrioteros de de sus cuadros, se crearon cuadros con la generación precedente, se declarapoemas incorporados, y los pintores se ron 'amorales, a-religiosos ya-sociales', pusieron a escribir. Esa colaboración, pero en realidad no eran nada de todo finalmente, condujo a la ya menciona- esto. Tampoco eran los experimentalisda exposición en Amsterdam, donde tas esos 'bárbaros revolucionarios' que, por primera vez los poetas experimen- a ojos de la mayoría, parecían. Lo que querían, en concreto, era la liberación talistas se manifestaron en público. Lo que tanto asustó al orden esta- del lenguaje poético. blecido fue el elemento provocador y * * * hasta destructivo que presentaba el Ha habido mucho malentendido en arte nuevo. Sin olvidar su toma de posición política y social, que era izquier- torno al nombre 'experimentalista'. dista y abiertamente anti-americana, en Muchos han creído que se refería a plena guerra fría y en una época en 'hacer experimentos con la lengua', que todas las tendencias en Holanda, malentendido comprensible porque, en menos la comunista, se identificaban efecto, muchos poemas experimentalistotalmente con la política de los Es- tas parecen, a primera vista, experimentos lingüísticos. En realidad el tados Unidos. Sin embargo, las reacciones eran un nombre no se refiere a experimento, poco exageradas, porque todo esto no sino al verbo experimentar en el sigera tan absolutamente nuevo. La re- nificado de 'experienciar', es decir, en volución artística tenía sus bases en el sentido pasivo. La poesía experimenalgunos movimientos precursores . La talista es, pues, una poesía basada en cuna del experimentalismo se encuen- los sentidos, en la experiencia perceptra, desde luego, en Zürich, en el Ca- tiva y sensorial. Es una poesía esencial_ baret Voltaire donde, en 1916, nació mente sensual, 'física', basada, como Dadá. Lo que no quiere decir que el ex- dice Gerrit Kouwenaar, 'en las más p erimentalismo sea una continuación elementales experiencias físicas, como: de aquella corriente. El Dadaísmo fue sentir, ver, leer el periódico, oir, betan solo una de sus fuentes, como lo ber, tener miedo'. Quiere 'liberar la paexplica Lucebert con mucha claridad labra de su imaginaria capa de espuma, para otorgarle una función tangible' ... en uno de sus más famosos poemas: Quiere también, como explicó Constant en su Manifiesto, '(re)descubrir la esy por eso es la poesía experimental pontaneidad del niño y de las culturas [un mar en el que desembocan todos los ríos primitivas', y por eso, tanto la nueva a los que dimos nombre s tales como poesía como la nueva pintura, volviedadá .. . ron, en cierto modo, a la ,p ureza del


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Los 5 Experimentalistas (De izquierda a derecha: Remco Campert, G. Kouwenaar, B. Schierbeek, J. Elburg y Lucebert).


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lenguaje infantil y, a través de ella, a un expresionismo espontáneo y abstracto. Además, los experimentalistas recha.. zan el formalismo tradicional, el este· ticismo estéril, 'artificialidad del pasado, basado en la virtuosidad'. El manifiesto de Constant sigue: 'Un arte vi· viente no reconoce ninguna distinción entre lo b ello y lo feo, porque no traza ninguna norma estética'. Y así, jun_ to con los pintores, emprendieron la lucha contra los 'degenerados concep' tos estéticos que impiden el crecimiento de una nueva creatividad' (subraya.. do mío). Y, en lugar de lo bello y lo feo, los nuevos artistas se preocupan de lo real y de lo que no lo es. Paul Rodenko, poeta y teórico del grupo, explica, en su ensayo La 'explosión' experimentalista en los Países Bajos, la dicotomía entre la poesía tradicional y la moderna como la oposi· ~ión entre lo apolíneo y lo dionisíaco, es decir, entre el orden y la disposición clara de la estética tradicional, que sólo ve la superficie, y la actitud dionisíaca del poeta moderno, que se deja hundir en la materia. 'Por ,e so', dice 'la poesía moderna no es «bella», es «aestética» .. .'. En relación al elemento destructivo, Rodenko dice en otro ensayo, titulado ¿Hacia un nuevo formalismo?: 'La poesía experimentalista es una poesía que no integra la moderna imagen del mun_ do, ... sino que la desintegra .. .' Es una poesía que ve el orden como un caos, pero lo destruye para crear una nueva concepción del universo. En la poesía renovadora, la destrucción es el complemento imprescindible de la creación, e incluso: 'La destrucción y la creación son una sola y misma cosa'. Por eso, los poetas experimentalistas se rebelaron contra las reglas de la gramática, del viejo formalismo. Querían escaparse de la prisión de la palabra, 'que se alza como un muro entre yo y el mundo físico'. Y .p or eso dice Kouwenaar en el único soneto que ja..

más ha producido: 'Maldito soneto, hamaca para almas perezosas'. Pero, como lo formula el teórico R. L. K. Fokkema en la revista Writing in Holland and Flanders, 'los poetas del 50 rechazaron no solamente la autoridad de la gramática y el orden de la sociedad, sino también la dictadura del pensamiento' . Por último, los experimentalistas anularon las fronteras entre las distintas artes, creando nuevas tipografías, pino turas-poemas o poemas pictóricos, y organizando noches de J azz y Poesía. En la libertad del experimentalismo, 'todo era posible'.

* * * Los primeros poetas experimentalis. tas, que formaban el núcleo original del grupo, eran Lucebert, Jan G. El. burg, Gerrit Kouwenaar y Bert Schierbeek. Tenían su revista, Reflex (Reflejo), y publicaban también en la revista Cobra. Más tarde, la revista de la poe. sÍa experimentalista sería Podium, y su editor De B ezige Bij. Pronto, otros jóvenes poetas se unieron a ellos: Simon Vinkenoog, Remco Campert, Hugo Claus, J an Hanlo, Paul Rodenko, Sy. bren Polet, Hans Andreus, Rudi Kous. broek, y otros. También en Bélgica nació un movimiento experimentalista con, entre otros, Paul Snoek, Hugues Pernath y Gils. Fue Simon Vinkenoog quien, en 1951, reunió por primera vez a todos los Cin. cuentistas en una antología, Atonaal, término derivado de la música. Desde entonces la poesía experimentalista se llama tan1bién, a veces, '.p oesía atonal'. En esa colección figura Hans Lodeizen, considerado por algunos como un ex. perimentalista, por otros como un precursor del experimentalismo. De todos modos, ese sorprendente poeta murió demasiado joven, precisamente en 1950, para ,p oder formar parte del grupo. En su introducción a la antología, Simon Vinkenoog escribió, con el apIo. mo del joven revolucionario: 'La poe.


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sía neerlandesa empieza en 1950'. Por supuesto no quiso decir que antes de aquella fecha no hubiera poesía en Holanda. Lo que, según indica Rodenko en su ensayo 'La «explosión» experimentalista', entendía, es que, para los Cincuentistas, la poesía escrita antes de 1950 no era poesía, sino una forma de literatura, escrita en una lengua muerta. De todos modos, la publicación de esa antología fue un verdadero hito en la historia del experimentalismo. Otro acontecimiento, más espectacular que de importancia, tuvo lugar en 1953 cuando, en otra manifestación turbulenta en el Stedelijk Museum, Lucebert, corno siempre vestido de manera extravagante (por lo menos para aquellos años), fue proclamado Emperador de los Cincuentistas. Mientras tanto, la poesía experimentalista seguía provocando mucha polémica, y no fue aceptada de manera más o menos general hasta el final d e la década, cuando ya empezaban a brotar nuevas corrientes poéticas, corno, ¡por supuesto!, el post"experimentalismo. La consagraclOn oficial llegó en 1967, cuando Lucebert recibió el Gran Premio Estatal de Literatura.

* * * Ahora, casi cuarenta años después del comienzo de la revolución poética, se puede decir que su influencia en la literatura neerlandesa ha sido enorme y decisiva. Además, la poesía experimentalista permanece tan joven y tan viva corno en los años cincuenta. Algunos de los poetas, más t arde, han escogido otros caminos. Hugo Claus, por ejemplo, se convirtió en uno de los más importantes novelistas y dramaturgos en lengua neerlandesa; Rudi Kousbroek en uno de los más brillantes ensayistas. También Remco Campert, aunque siga publicando poesía de vez en cuando, se dedica más a la prosa, sobresaliendo principalmente en los relatos y pequeños 'sketches'. Paul

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Rodenko se convirtió en el portavoz y teórico del experimentalismo, exp licando el fenómeno en varios ensayos y antologías, pero murió prematuramente en 1976. También Hans Andreus, poeta de un 'idealismo lírico', preocupado por la r elación entre el lenguaje y el mundo exterior, murió demasiado joven, en 1977, igual que J an Hanlo, que escribió algunos poemas influidos por el 'letrismo' del francés Isidore Isou, y que murió ya en 1969. Lucebert, artista de una enorme riqueza lingüística e imaginativa y de un gran poder plástico, ha permanecido a través de todos esos años fie l a sus ideas y principios, tanto poéticos como políticos, sin dejar por eso de renovarse a sí mismo. Otro tanto se puede decir de Jan G. Elburg, Gerrit Kouwenaar y Bert Schierbeek. Este último, empero, es un caso aparte: escribe poesía y prosa, pero también su prosa es poesía pura. El ha creado, mucho antes del nouveau roman en Francia, un concepto totalmente nuevo de la novela, partiendo en cierto modo de la misma base que los novelistas del 'nouveau roman', aunque en realidad se encuentre más cerca de James Joyce o Kenneth Patch en. Schierbeek dioe que 'la novela no debe falsificar la realidad por progresión lineal, superestructurándola, sino presentarla tal corno es', y, en otra parte : 'La vida real es 777 relatos a la vez'. De este modo crea un lenguaje prosa-poético con una enorme densidad de significación, una especie d e «collage» de asociaciones que forman lo que él llama 'encrucijadas de reali dad'. Por cierto, precisamente en este año 1988 ha estallado la revolución de los poetas 'Maximalistas', qu e acusan de esterilidad a los experimentalistas y a todos los poetas 'herméticos' que vinieron después. Pero creo que, a pesar de su agresiva y aparatosa campaña de publicidad, no hay que tornarlos demasiado en serio.


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He hecho algunas preguntas a tres destacados «Vijftigers»: Lucebert, Jan Elburg y Bert Schierbeek.

-¿Cómo ves el movimiento de los Cincuentistas desde la perspectiva de 1988? Lucebert: El movimiento fue necesario para elevar la poesía neerlandesa a un nivel contemporáneo e internacional. No nos opusimos a los poetas de la generación anterior, como Achterberg, Nijhoff y Marsman, sino a sus epígonos; además, redescubrimos experimentos poéticos del pasado ya olvidados, como de Bons-e t [ = Theo van Doesburg, De Stijl, J. S.], y Paul van Ostayen. Jan Elburg: Los Cincuentistas eran jóvenes no formados ni deformados por influencias religiosas y apenas influenciados por la literatura neerlandesa de antes de 1940. Se resistían contra los intentos de la burguesía, que quería continuar, tanto en sentido político-social como cultural, la tendencia conservadora de antes de la -g uerra. Dirigían, lógicamente, la mirada hacia el extranjero, sobre todo hacia los vanguardistas que se manifestaban después de la primera guerra mundial. En cuanto a su postura vital, esos jóvenes poetas se esforzaban en recuperar la juventud y la alegría de la vida, perdidas por culpa de la guerra. Bert Schierbeek: Ahora lo único que veo -es que ha sido útil. Fue un movimiento liberador. -¿Qué piensas de la influencia de entonces en la poesía de ahora? Lucebert: Esa influencia es, desde un punto de vista formal, muy grande, pero algo falta en la poesía de ahora: la magia, el ímpetu. Elburg: Ya no se considera como algo raro la asociación libre, el verso sin rima, la comparación poética inesperada. El poema ha conseguido el es-

pacio desde el cual una generación posterior de tradicionalistas con agorafobia podía buscar nuevamente la protección del verso tradicional. Schierbeek: La influencia, quizás, se nota sobre todo en los maximalistas.

¿Cómo ves tu propia evolución poética a la luz de entonces? Lucebert: Lo único que puedo decir es, citándome a mí mismo: «Construyo escrupulosa y desesperadamente», y «la canción tiene la vida eterna», esperando que la luz de entonces siga brillando con igual fuerza. Schierbeek: Soy algo menos barroco ahora, más sobrio -cuando uno envejece, canta un poco menos, tal vez, ¿Aunque .. . ?

-¿Qué opinas del retorno al vIeJo corsé de las formas tradicionales -soneto, rima, metro? Lucebert: Siempre he admirado a los poetas que practicaban la rima virtuosa (¡Rilke!), y nunca he mirado de reojo a la manía sonetista de Achterberg. Además, mi obra es menos experimental de lo que a primera vista parece: hay muchas rimas interiores, aliteracion es y pies b ien medidos en mis versos, y luego las inversiones pindá.ricas, tan queridas de Héilderlin y otros clásicos alemanes: en el fondo soy 1m poeta bastante conservador. Elburg: Hay que tener en cuenta que ese anhelo de un asidero de los «viejos valores», se manifiesta sobre todo en los poetas de origen provinciano y religioso, excepción hecha de un poeta como Ter Balkt. Pero también el poema tradicional otorga al poeta su huelgo: las reglas tradicionales imponen los hallazgos que se permiten a los sonetistas. En los experimentalistas


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«el capricho del hombre libre» determina la creación de imágenes y el progreso avent urero del poema. Schierb eek: Es que las fo rmas tradicionales siempre e stuvieron presentes por supuesto, p ero sólo durante un tiempo se m anifestaron un poco menos. A m edida que las socieda des se vuelven m ás conserva doras la p oesía parece hacer lo mismo.

-éEstás de acuerdo con algunos ensayistas, que otorgan a vues tra revolución un cierto toque rom ántico? Lucebert: Bueno. ¿Hay alguna cosa que no sea «romántica» ? El «Werther » de Goethe lo era, y yo he husmeado tanto a «die blauwe Blueme» de Novalis como a «Les Fleurs du Mal». Elburg: No son los ensayistas los que otorgan un toque romántico a la revolución ex,perimentalista, el romanticismo es inherente a la obra de los «Vijftigers ». Se puede trazar una línea recta desde el propio Romanticismo, a través de la vanguardia (i el Surrealismo!) hacia la rebelión de los Cincuentistas. Pero lo divino, tan importante en el Romanticismo, faltaba en el ideario de los experimentalistas. Schierbeek: Todo el mundo nos ha ve stido de algo. También con el romanticismo, supongo. -Se habla incluso de un «existencialismo romántico». El movimiento de los Cincuentistas coincidía con el pensamiento existencialista, y con la manera de vivir seudo-existencialista de Saint-Germain-des-Prés. éSe puede hablar de alguna relación directa o indirecta? Lucebert: De muy joven ya había leído a Schopenhauer y, por supuesto, a Nietzsche. ¿ Qué me podían ofrecer entonces Heidegger y Sartre? Más seria hubiera sido la opción de Kierkegaard, que, por lo menos, enseñó los abismos detrás de la lucha entre Jacobo y el ángel. Elburg: Por 'lo que respecta al nú-

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cleo Luceb ert _ Kouwenaar - Elburg, había una gran desconfianza hacia el existencialismo de Sartre c. s., procedente de una filosoña alemana muy pesimista y cargada de una pesada r eligiosidad. El movimiento de los Cincuentistas también coincidió con el Letrismo en Francia, y tampoco había ninguna r elación. El modo de vida 'seudo-existencialista' no era m ás que la m anera normal de vivir de la 'inte. ligentsia' en Europa occidental, etiquetada así por los dem ás. Schierbeek: El existencialismo, se. gún el poeta Diels, no era romántico ni poético, más bien demasiado r acionalista -un enemigo de la poesía. Era también un 'sentimiento vital' con el que p odías tr ab ajar , pero más b ien a la m anera de Camus, no siempre com o Sartre.

- El carácter provocador, anti-burgués y también algo lúdico del movimiento de los Cincuentistas, sobre todo en los primeros años revolucionarios, hace pensar en el procedimiento de los 'Pravos' en los años 60. éExiste alguna afinidad entre ambos, e incluso se podría decir que los del 50 han sido los precursores o los pionero s del m ovim iento Pravo? Lucebert: Yo escribí mi Defensa de los Pravos porque entonces, igual que ahora, sentía aversión contra la 'libertad dentro de la obediencia ' (Ernst Jünger) Elburg: Sí, h ay una afinidad. Ade. más, los profesore s de los niños que luego serían los 'Pravos', e r an en sus años jóvenes los acalorados propagandistas de la poesía de los Cincuentistas. Schierbeek: Sí, es cierto que fuimos una especie de precursores de los 'Pravos'. -éNo es cierto que el anti-esteticismo original ha conducido a un estetL cisma nuevo? Lucebert: Esa pre gunta ha sido formulada de una manera demasiado in-


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concreta. Anti--esteticismo es igual a pureza, sinceridad a todo costo, aunque sea descuidando la belleza de la forma. No veo cómo pueda conducir esto a un 'esteticismo nuevo'. Por otra parte, escribí «La belleza se ha quemado (en esos tiempos) el rostro». También soy un poeta de Auschwitz, y esa historia, por muy próspera y tranquilizadora que sea nuestra vida, no se podrá borrar nunca. Elburg: El anti-esteticismo, que no era perpetrado de una manera deliberada, pero que era inherente al modo de trabajar de los Cincuentistas, no ha conducido, ,e n los Experimentalistas más maduros -y tampoco en la poesía de Kouwenaar- a una complicada y modernista poesía decorativa. Quizás sí en algunos seguidores tardíos del estilo Kouwenaar. Por lo demás, es un esteticismo que se desarrolla también lozanamente en los poetas de sonetos. Schierbeek: Cada anti-'e steticismo conduce a un esteticismo. Es por eso, quizás, que los maximalistas sienten menos afinidad con Kouwenaar que con Lucebert.

-En el Manifiesto de Conrad se habla de «el hombre de hoy que tiene que vivir en una atmósfera mórbida de inautenticidad, falsedad y esterilidad». ¿Cómo ves la atmósfera de ahora, 40 años después, con tantos tabús quebrados y tantas vacas sagradas sacrificadas? ¿Ha cam.biado algo en este sentido? Lucebert: Todo ha cambiado y nada ha cambiado : los pájaros libres, los niños de las flores del pasado, son los miserables drogadictos de ahora, pero además, como soy muy escéptico, nun_ ca he creído mucho en la fascinación de las culturas primitivas. La opción de Rousseau desembocaba en el terror de Saint-J ust (¡hablando de romanticismo!), y la cultura del hombre primitivo es una cultura b as ada en el mie_ do y la represión. No es sin razón que

la palabra tabú tenga su origen en una cultura primitiva. Elburg: Yo diría que no ha cambiado nada porque las bases de la sociedad han permanecido iguales.. . Pero me temo que el interés propio corto de miras, y la superpoblación, que ninguna medida puede detener, no son una característica exclusiva del 'capitalismo'. Schierbeek: Claro que algo ha cambiado. Los hombres no cambian, pero las circunstancias sí. También hay muchas cosas que están cambiando en una dirección equivocada. Hacia atrás, se podría decir.

-¿Se puede decir que la nueva poesía, en Holanda, reflejaba los problemas de la sociedad de la posguerra? Lucebert: Sí, sí, por cierto. Como sabes, al principio de las «acciones de policía» [eufemismo utilizado en 1947 y 1948 para la guerra colonialista - J. S.] contra Indonesia, escribí mi «Carta a nuestra novia tortur·a da, Indonesia». He protestado también contra el rearme de Alemania, y en general nuestra poesía era 'realista', en cuanto una poesía pueda serlo. Pero la realidad social política de Holanda era enormente distinta a la de España. Elburg: Sí, por lo menos en lo que concierne al núcleo inicial, el trío de Cobr·a. Pero apenas en la obra de los Cincuentistas 'más jóvenes y posteriores a nosotrüs. Lo mismo se puede decir de la situación en la parte neerlandófona de Bélgica : los colaboradores algo mayores de Tijd en Mens [Tiempo y Hombre, la r evista de los Experimentalistas belgas - J. S.] se interesaban más por la problemática social que los más jóvenes. Schierbeek : Para todos nosotros los problemas sociales jugaban un papel importante. La razón es que, para nosotros, la experiencia d e la guerra había sido decisiva. -¿Cuáles son las fuentes poéticas in-


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Lucebert.

ternacionales de las que beben los Cincuentistas? Lucebert: La literatura moderna alemana, francesa, inglesa y americana: Rilke, Trakl, Brecht, Arp, pero también Walt Whitman (i!) Y William Blake (i!). Elburg: Beber de fuentes internacionales podría implicar tributarismo o epigonismo. P,e ro había algunos poetas extranjeros que apreciábamos como precursores o contemporáneos. Por orden arbitrario: Walt Whitman, Ezra Pound, Wallace Stevens, Kenneth Patchen, Dylan Thomas y los miembros del grupo británico Apocalypse. Los dadaístas y surrealistas franceses y alemanes, sobre todo Hans Arp, Tristan Tzara, Paul Eluard, Benjamin Péret, Boris Vian. Españoles como Federico

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Foto: Pieter Boersma

García Lorca, Machado. Precursores como Hólderlin, Rimbaud, y Bertold Brecht en cuanto al sarcasmo revolucionario. Schierb eek : Fuentes ... cada uno t enía las suyas, por supuesto, pero sobre todo los surrealistas franceses y alemanes, luego Kenneth Patchen y otros americanos como Stevens, William Carlos Williams, Faulkner.

-¿Por qué la literatura neerlandesa de después del 50 ha más o menos cerrado los ojos ante un gran poeta como T. S. Eliot? Lucebert: No hemos cerrado los ojos ante el Eliot de The Wasteland, sino el de Murder in the Cathedral y de los m ensaj es piadosos. ¿Quizás demasiado


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tufo de incienso para los calvinistas holandeses? Elburg: T. S. Eliot es indudablemente un gran poeta, desde un punto de vista objetivo. En mis estanterías, y supongo que también en las de mis amigos Experimentalistas, t,e ngo varios libros de él. Pero le admiraban sobre todo los autores de la generación anterior a la nuestra. No es nada insólito que los favoritos de una generación sean dejados de lado por la siguiente. Además, cuando, en Holanda, comenzaron a representarse las obras de Eliot, llegaron también las primeras obras de autores más 'experimentalistas', como Becket, Ionesco e incluso Picasso. Schierbeek: Yo leía a Eliot, también a Auden. P.ero Dylan Thomas era ;preferido entre nosotros -cuadraba más con la juventud.

-¿Tenían los Cincuentistas la intención de internacionalizar su movimiento renovador y de mantener relaciones con movimientos parecidos en Europa y en los EE. UU? Lucebert: Cobra fue un movimiento ya bastante internacionalista, pero duró, como movimiento, no más de

tres años. Más tarde tuvimos conexiones con la Beat Generation de EE. UU. (muy semej-ante a nosotros), pero cla.. ro, para nosotros, poetas neerlandeses, hay una barrera insuperable: la pequeña región lingüística, y todo poeta sabe cómo la traducción suele debilitar el original. Elburg: Como el movimiento de los 50 no tenía que proclamar, aparte del poema (en neerlandés), ninguna teoría, ni opiniones o doctrina de salvación, no tenía sentido internacionalizarse. Sí tuvimos conexiones amistosas con poe. tas extranjeros del mismo parecer, y con r'e vistas como Action poétique (Marsella, años 50). En años posteriores hubo buenas relaciones con los autor,es de la Beat Generation de EE. UU. e Inglaterra. Schierbeek: Nos hubiera gustado internacionalizarnos, pero ¿cómo hacerlo, escribiendo en neerlandés? Sí tuvimos relaciones con movimientos parecidos: Les Cahiers du Sud. Internacionalizarse era más fácil para los pintores. Las manifestaciones internacionales de poesía, como el festival Poetry International de Rotterdam, han llegado demasiado tarde para nuestro movimiento. Cuando empezó Poetry, cada uno de nosotros ya iba por su propio camino.

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ASPECTOS DE LA POESIA NEERLANDESA -1960 -1980RUGO BREMS

PARA analizar la poesía neerlandesa de la década del sesenta, tenemos que

retroceder a 1958, cuando J. Bernlef, K. Schippers y G. Brands lalnaron una oscura revistita intitulada" Barbarber _ Revista para T extos". Era algo totalmente nuevo en el mundo de la poesía neerlandesa: una broma burlona que se convertiría en un evento literario histórico. "Barbarber" era una publicación que en verdad renegaba de su existencia por el simple hecho de aparecer. Dice Schippers: "Fundar la revista fue una cosa que ocurrió porque sí no más; teníamos la sensación de que era una idea loca, por lo menos así lo pensaba yo. Era un poco demasiado, el suponer que estábamos haciendo algo en que se creyera sinceramente ". Al principio no existía la ambición de derivar la literatura hacia nuevos canales. "Barbarber" representaba un cierto tipo de mentalidad, la alegría de participar en el juego, la conciencia de que podían hacerse las cosas en forma diferente, de que no se debía exagerar en el esfuerzo. Llevó bastante tiempo hasta que surgiese un verdadero programa a partir de la sorpresa frente a lo que se estaba realizando, especialmente ante la confrontación con actividades similares en el exterior y en otros sectores de las artes. Pero en realidad el punto de partida surgió del asombro. Inic ialmente tenía que ver con nuestra manera de observar y lidiar con la realidad. "El mirar se ha convertido en un hábito rutinario", dice Schippers. Querían quebrar esa rutina, la automatización y los aspectos estrictamente funciona.. les de la observación, por ejemplo, escogiendo un ángulo inusual, combinando observaciones o experiencias nada similares, para lograr atravesar la jerarquía convencional de nuestra manera de pensar y de ver. Schippers comienza uno de sus libros de poesía con la frase de Marcel Duchamps: «Cuando un reloj es visto desde un costado, ya no nos muestra las horas». Producen poesía como una informa· ción referente a los aspectos menos usuales de lo que es usual, traducen lo conocido transformándolo en desconocido. La mejor manera de conseguir esto era aislar fragmentos de la realidad, haciendo que expresaran un sentido totalmente nuevo dentro del contexto de una revista o un libro de poesía. También el lenguaje mismo y la pro-

blemática relación global entre texto y realidad, palabra y objeto, se tornaban sorprendentes. Resulta claro que esos puntos de vista muestran una mayor afinidad con tendencias en las artes plásticas que en las de la poesía. Mucho del trabajo en torno a «Barbarber", y ciertamente la revista misma, sólo pueden ser comprendidos a la luz de la evolución que siguió en la estela de Marcel Duchamp y Kurt Schwitters: los aspectos juguetones de Dada, del neo-Dadaismo, del Nuevo Realismo, del Arte Conceptual. Un juego, un capricho, la alienación y Jas técnicas descondicionadoras para


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tratar con la realidad, la búsqueda constante de posibilidades y los límites del material, se convirtieron en más importantes que las preocupaciones de la poesía tradicional en lo que respecta a Ja perfección de la forma, las expresiones de vida interior y otros sentimientos_ Al final, todo gira en torno a preguntas básicas como ¿Cuándo comienza algo a ser Arte? .. ¿Cuál es la relación entre arte y realidad? .. Preguntas que surgen igualmente ante la obra de compositores como Eric Satie y J ohn Cage, y de poetas como Marianne Moore, J oe Gould y William Carlos Williams. Cuatro principales car·a cterísticas subrayan la preocupación de «Barbarber» por «lo corriente»: su afición por las jugarretas, su actitud de derribar de su pedestal a los poetas y sus poemas, su interés por la observación perceptiva de la realidad cotidiana y el uso simple y directo del lenguaje. La influencia de «Barbarber» sobre la poesía holandesa fue considerable, pues lo que tenía para ofrecer se estimaba como un cambio refrescante en lugar de la violencia verbal y de la más bien lóbrega poesía de los e~perimen­ talistas de la década del cincuenta que, en aquel momento, se empeñaban en evaluar lo que las iniciativas de su movimiento habían logrado. Similares, aunque más exagerados puntos de vista, llevaron a los poetas del «Nuevo Estilo » a manifestarse algunos años más tarde, para ser precisos,en 1964. Entre ellos estaban Armando, Vaandrager, H. Verhagen. Sin transparentar las divertidas e inteligentes perspectivas sobre la realidad que hicieron de «Barbarber» un tan fructífero ejercicio, ellos cultivaban la observación anónima, no permitiendo al poeta hacerse presente y emitir comentarios, pudiendo solamente utilizar el texto puro, ya confeccionado. La más interesante figura, entre ellos, es la de Hans Verhagen. Inicial-

mente, también él reaccionó fuertemente contra la concepción lírica, 'p ersonal e individualista de la poesía. Reac.. cionó no solamente al aislar fragmentos de la realidad, pero en forma especial al manipular e l lenguaje de manera que se convirtió en la personificación del modo de vivir contemporáneo, en lugar de ser una expresión de emociones. Una parte importante de ese proceso era su extenso uso de palabras extractadas de la ciencia, de la economía, y de los medios masivos, junto con su implacable escrutinización de los «clisés». La doble revolución poética causada por 10s«Fiftiers» (de la década del 50) y por BarbarberjNuevo Estilo, abrió las puertas a través de las cuáles una diversidad de formas podía entrar. Ese fue su mayor significado. En quince años, estos movimientos en 1a poesía neerlandesa compensaron un retraso cultural de veinte a treinta años. Ambas corrientes estuvieron ligadas a la vanguardia europea y, mientras que los «Fiftiers» cultivaban la forma más irra.. cional, digamos, de los e lementos surrealistas, la siguiente generación ponía énfasis en las facetas más divertidas e intelectuales. Hacia fines de los años sesenta ya podemos ver que existe poca o ninguna necesidad de manifiestos, tomar posiciones o una búsqueda consciente de una renovación. En lugar de ello, emergieron poetas que, en su mayoría, se desempeñaban por cuenta propia. Cada uno de ellos trata de encontrar un medio de ·e xpresión a través del cual todos los elementos antes mencionados, como así también la tradicional poesía formalista de preguerra son sintetizadas en un número de diversas formas. Esta situación se complicó, sin ·e mbargo, por el hecho de que principalmente en el período en torno a 1968, se produjo un repentino resurgimiento de cierta poesía de índole social, comprometida. Esto llevó a la poesía, tradiciO-


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nalmente considerada como un acto de lenguaje escrito, a una directa competencia con o bajo la influencia de me.. dios más populares, como la música «pop» y las canciones de protesta de artistas como Bob Dylan y Joan Báez, que lograrían un tremendo éxito. Las tentativas de hacer q ue la poesía siguiera el mismo camino, fueron especialmente interesantes desde un punto de vista sociológico. A la larga, abrieron nuevos canales de comunicación para llevar la poesía al público, canales distintos de los tradicionales - como la escuela, las revistas literarias y los lib ros . Reunion es para la lectura de poemas y otros eventos similares florecieron, akanzando primordialmente a un público joven en clubes estudiantiles, ateliers creativos, ·e n cafés de artistas

y locales semej antes . Los poetas ingleses de Li verpool, del Mersey-sound, tales como A. Henri, B. Patten y R. McGough , también sirvieron como eje mplo in spirador. El sentimiento de que h abía una necesidad urgente de revivir la tradición de hablar, recitar y cantar en vivo p ara un a audiencia, indudablemente llevó a varios poetas a simplificar su lengu aje. Sin esto, sería imposible imaginar el florecimiento del estilo «parlando» de la década del 70. Se notaban desemejanz·a s dentro de la evolución que ocurría e n Holanda. El impulso para el cambio no partió de los pequeños grupos que eran claramente identificables . Al contrario, surgió después de 1965 ,e n localidades bien distantes una de las otras; poetas con


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antecedentes totalmente distintos comenzaron a tratar de incorporar ele. mentas realistas a su poesía, de una manera directa. Por no existir una verdadera escuela, o la formación de teorías, los puntos de partida de estos poetas aparecían como meras improvisaciones. En la práctica, sin embargo, esto deiI'ivó en un resultado favorable, ya que no se produjeron experiencias extremas referentes a la relación entre lenguaje y realidad. Por otra parte, el poe.. ta se mantiene marcadamente presente en su obra, ya sea a través de comentarios que colocan las cosas en perspectiva, ya sea a través de envolvimien.. to emocional, o una manifiesta actitud de crítica social como, por ejemplo, el poeta Herman de Coninck. Tal como en Holanda, donde ,l as artes plásticas contribuyeron para un despertar de las posibilidades de interacción entre el arte y la realidad, también en Flandes desempeñaron un importante papel. Fue Roland Jooris y su poesía altamente visual lo que se convirtió en el más destacado ejemplo del neo-realismo. Evolucionó de la poesía ,a necdótica realista, vía la reflexión sobre la interacción poesía/realidad, ha.cia una poesía marcadamente ascética, d estinada a crear un máximo de tensión visual y mental con un mínimo de palabras. Mientras tanto, un nuevo clima poético iba progresando en Holanda, caracterizado por la ausencia de forma.ción de grupos propiamente dichos, y de principios programáticos drásticos. Lo que en verdad se hacía notar era como elementos de la poesía de la década del cincuenta coexistían en forma de relación variada con otros elemen,t os de un neo-realismo en retorno. Ambos combinaban entonces con element os de las más tradicionales formas de la poesía Hrica confesional. A ese respecto, el crítico holandés Kees Fens fue conducido a afirmar, bastante desalentado, en un estudio so-

bre la poesía de Holanda entre 1966 y 1971: «Sigo sorprendiéndome al ver que este lustro es una repetición, en casi todos los aspectos, del lustro anterior. A lo sumo, existen contornos que están delineados con mayor nitidez. Tal vez una cosa resulte más nítida de lo que parecía últimamente: la poesía se ha convertido en su propia enemiga, especialmente en su relación con la realidad. Pero ha sido precisamente esa falta de escuelas de poesía lo que ha permitido a muchos poetas individualistas tener la oportunidad de afirmarse, sin la distorsión inherente a las manifestaciones en grupo. Algunos nombresclave se destacan en ese período: Jaeques Hameling, H. C. ten Berge, Rutger Kopland, Judith Herzberg, Habakuk II de Balker (H. H. ter Balkt), y un poco más tarde Hans Faverey, Hans Tentije, Kees Ouwens y Gerrit Komrij. Hay tres principales corrientes asociadas a estos nombres que, con algún esfuerzo y bastantes reservas, pueden ser ubicadas en tres cat,e gorías: lingüística, «parlando», y neo-romántica. Esto pre.. cisa una explicación. Entre 1962 y 1966 circuló una revista con el nombre «Merlijn». Estaba inspirada en la escuela del Nuevo Criticismo americana y varias tendencias estructuralistas en la ciencia de la literatura. Su finalidad era revolucionar la crítica literaria. UJta lectura prolija y el análisis estructural de lo que era considerado como un trabajo lingüístico autónomo, eran los métodos preferidos. Muchos poetas debutaban o continuaban publicando su obra en esta revista. En verdad, todos estaban estrechamente relacionados con los llamados «merlijnistas», sumamente orientados hacia lo lingüístico. Tomando en cuenta sus mutuas diferencias, esto incluía a J acques Hamelink y H. C. ten berge. Al desaparecer «Merlijn», editó Ten Berge la revista «Raster» (1967-1972), que continuó en ciertos as-


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pectos la tradición de «Merlijn», complementando ello con una especial dedicación a la literatura extranjera y el reciente evolucionar de la ciencia literaria, principalmente aquello referente a la lingüística, la semiótica, y hasta cierto punto, la de origen neo-Marxista. A la par de la obra de los poetas más maduros de la década del cincuenta, tales como Sybren Polet y Gerrit Kouwenaar, también figuraban literatos más jóvenes como Hans Favery. Para poetas como Faverey y Ten Berge, la poesía representa en gran medida una artesanía intelectual. Ellos consideran el trabajo con el lenguaje y la forma, la búsqueda realizada entre el material poético, como una manera de conocer, como un proceso epistemológico. Para ellos, eso es también un diálogo con la historia y la cultura. Alrededor de la segunda mitad de la década del sesenta, surge una poesía en la cuál el poeta nuevamente es visto como un ser humano, como una personalidad vocal. Y justamente con esa personalidad asistimos al retorno de la expresión de las emociones, a la toma de una posición, a escribir confesiones líricas en forma de monólogo. Esta tradición de poesía confesional sufre una marcada transformación: las estructuras formales desaparecieron, el tono de voz coloquial combina con el sorprendente uso de metáforas; la ironía y la moderación de la poesía altisonante, que se había convertido en parte integral d e la poesía neerlandesa desde la «Barbarber», desempeñan un importante papel; pero de ninguna manera como punto de encuentro entre los deseos románticos y el anecdotario realístico, a través del cual el distanciamiento intelectual frecuentemente funciona como agente catalizador. Importantes poetas en este grupo son Jan Emmens. Judith Herzberg y Rutger Kopland. Su obra puede ser descrita como una lucha contra el romanticismo, indudablemente caracterizada por un lúcido sentido de la realidad.

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Relativamente hablando, este tipo de poesía es la que más se aproxima a lo que se considera poesía tradicional. Sin los experimentos lingüísticos de los neo-experimentalistas o las observaciones experimentales del nuevo realismo, o el tono de «café-concert» tan popular hoy en día, sus poemas una vez más expresan una humanidad de matices extremos, intensamente sentida y bien pensada. Al llegar a 1975, el neo-realismo en Flandes ya había alcanzado la cúspide. y ya al principio había sido impugnada por los herederos del experimenta lismo. La muerte oficial de este neo-realismo ya había sido proclamada por aL gunos j óvenes poetas que escribían para la revista «Impulso», la que publicó un manifiesto en 1975, con el cual buscaban contacto con la tradición de la vanguardia europea representada, por ejemplo, por Rimbaud, Mallarmé, Benn, Eliot. Suplicaban por la revaluación del poema como una obra de arte lingüístico como protesta contra la desvalorización del lenguaje convirtiéndolo en artículo de consumo. Este punto de vista, no muy distante de lo sostenido por holandeses como el citado Jacques Hamelink, por ejemplo, corre parejo con el de algunos poetas con una filosofía eminentemente romántica. Ese renacimiento romántico está llegando despaciosamente a la cúspide en Flandes, cinco años después de Holanda. En la poesía flamenca, el motivo romántico puede ser ubicado más fácilm ente en la estilística que en otros diversos tipos de poesía. Abarcan desde el neo-realismo, pasando por el posexperimentalismo, hasta los de mentalidad ética y el estilo poético socialmente comprometido de la década del sesenta. Aparte de es to , uno puede encontrar trabajos que derivan de lo que podría llamarse neo-romanticismo, que comenzó algo después de 1975. Por otro lado, nos parece que el tema ro-


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mántico es expresado con considerablemente menor distanciamiento irónico que en el caso de los poetas holandes es. Utilizando gruesas pinceladas, y dejando a un lado los detalles más sutiles, el poeta romántico se presenta como un individuo alienado, sin contacto con la realidad, incomunicado y extraviado, en busca de un paraíso que sólo puede encontrarse retrooediendo en el tiempo, un regreso a la unidad perdida. Es una vida sin perspectivas, que consiste meramente en repeticiones, en la reproducción del deseo de volver atrás. Dejando de lado el trabajo de algunos notables poetas jóvenes, encontramos clara evidencia de la actitud romántica y nostálgica en recientes libros de Eddy v·a n Vliet. La poesía de Van Vliet revela una sorprendente evolución, reflejando innumerables facetas de la historia poética flamenca, desde alrededor de 1960 hasta el presente. Mientras que su primer trabajo evidencia una fuerte influencia del subje-

tivismo y la nebulosidad metafórica de los pos-experimentalistas, a partir de fines de la década del sesenta adoptó un estilo poético realista, muy directo y con fu·e rte contenido social. Se abrió paso realmente con la publicación de dos volúmenes de poesía con dos títulos característicamente románticos: " Profunda Infelicidad» (1974) Y "Tras las Leyes de Partida y Otoño» (1978). En ambos volúmenes, contempla nostálgicamente los ideales y los sueños del pasado, guiado por una aguda sensación referente a la futilidad y la inutilidad de las cosas. En "Copas» (1979), a través de la evocación de una galería de exposición de recipientes para bebidas, Van Vliet traza un panorama de deseos y límites humanos. La amalgama de la descripción, la disciplina lingüística y la tensión emocional contenida en este libro de poemas re. flejan ampliamente los elementos de mi presentación fragmentaria de la poesía neerlandesa durante las dos últimas décadas.

Tomado de la revista «Writing in Holl and and Flanders»

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podría decir que el período conSEtemporáneo de la poesía holandesa empezó en 1950, cuando se produjo una ruptura radical con una tradición basada por lo general en el humanismo yen los clásicos. En cambio, los jóvenes poetas optaron por la vanguardia europea del período de entre-guerras, preparando con ello el terr-eno 'p ara múltiples y diferentes formas experimentales. Pero sobre todo establecieron que el trabajo literario era problemático, e hicieron una reflexión creativa sobre la propia actividad de la escritura como tema central de su trabajo. Había terminado el período de lo naIf poético. En la primera mitad de los años 60 se dio una ruptura similar en la prosa holandesa. En el desarrollo de la novela holandesa, los años 60 representan un período de cambio y transición extremadamente complejo, en el que la ruptura con los tabúes, la desconfianza en la novela como ficción artística yel compromiso social y político jugaban un papel importante. En pocas palabras, se cuestionaba el género en sí y sus posibles funciones. Para poder entender la novela actual en su contexto histórico, será necesario que comente estos cambios. En aras a una mayor claridad, será más sencillo si reúno las diversas tendencias, algunas de las cuales son bastante dispares, bajo un mismo encabezamiento, que sería: Desconfianza en la novela como ficción, como medio narrativo y

como pórtico de un mundo imaginario. Esta desconfianza la encontraremos en las obras de la mayoría de los autores innovadores, en diferentes variantes, hasta diferentes puntos y sobre todo por diferentes razones, como había sucedido con la poesía diez años antes, la etapa naIf tocaba su fin . La novela empezó a hacerse preguntas so· bre ella misma y sobre sus relaciones con el autor, el lector y la r ealidad. Una de las expresiones más extendidas y sorprendentes de la nueva tendencia fue la repentina aparición de novelas de t endencia autobiográfica, que iba desde las historias anecdóticas, pasando por las novelas confesionales escritas con miras a un posible efecto terapéutico sobre el autor, hasta obras que se preocupaban especialmente por la cuestión de si la honestidad y la autenticidad totales son realmente posibles y si el lenguaje es capaz de expresar dicha autenticidad. En su forma más simple, la novela confesional autobiográfica consiste en contar experiencias, hazañas y aventuras narradas. El prototipo de este tipo de novela en la literatura holandesa es Ik, Jan Creme¡- (Yo, Jan Cremer, 1964), de Jan Cremer, una novela picaresca moderna de una clase no literaria llena de valor y de experiencias y aventuras presuntuosas y disparatadas, que hacen caso omiso de todos los tabúes bur_ gueses y literarios. Fue a la vez un bestseUer y un libro nada holandés (in. sistiré sobre este punto más adelante).


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Mucho más típicas de la literatura holandesa son aquellas novelas en las que el autor intenta afirmarse con su propio pasado y su educación calvinista (católica o burguesa, según sea el caso). Incluso los productos menos mo_ rales de la literatura holandesa son extremadamente moralistas y están relacionados con el crimen y el castigo, la muerte, el infierno y la condena. Este hecho es obvio en obras sumamente autobiográfica de escritores como J an Wolkers y Gerard Reve, en las que hacen confesiones desvergonzadas sobre sus dolorosas experiencias con el sexo, violencia y religión. En Flandes, fue sobre todo Jef Geeraerts quien causó mayor revuelo y desaprobación moral por la mezcla de realismo duro y romanticismo colonial reaccionario en su Gangreen 1. Black Venus (1967) y Gangreen 2. De goede moordenaar (El buen asesino, 1972). Con su inconformismo provocativo, estas novelas representaron la atmósfera innovadora de los años 60. Según palabras de Jef Geeraerts, los escritor-es proclamaban que la literatura debe ser «una confesión pública valiente y desenmascarada capaz de escandalizar a la opinión pública». Mientras que estas novelas todavía podían leerse, en el sentido formal, como historias, no ocurría 10 mismo con los libros que incorporaban una -r eflexión sobre el acto de escribir y sobre la posibilidad de es tas «confesiones desenmascaradas». Aquí la aversión hacia la ficción está ligada a la afirmación de que el mundo ficticio de ,l a novela es un mundo en el que no cabe la suerte ni lo particular y es por tanto una traición de la realidad experimentada. En consecuencia, el escritor decide probar y explorar su conciencia, sus percepciones y sus recuerdos en la escritura y a través de ella. En el acto de la escritura el escritor examina su ego de autor. La novela adquiere una función lírica y metalingüística. En la práctica esto implica un

abandono del continuo espacio/tiempo y de personajes claramente definidos, el uso de una estructura asociativa y de la técnica del flujo de la conciencia y una entremezcla de fragmentos del argumento con fragmentos de una n~ turaleza reflexiva. Son especialmente típicos de esta corriente algunos autores flamencos como Paul de Wispelaere, que escribió Mijn levende in de schadum (Mi vida en la sombra, 1965) y el excelente Paul tegen Paul (Paul contra Paul, 1970), un híbrido entre el diario literario, el ensayo, el cuento y la prosa lírica. Otro ejemplo lo constituye Daniel Robberechts que en su Tegen het personage (1968) se cuestiona si es posible llegar a conocer a una persona y examina la posibilidad desde varios ángulos, dudando en cada caso del resultado. Esta experiencia problemática del ego del escritor y del lenguaje y la realidad sigue siendo el tema central en obras posteriores de Robberechts como Aankomen in Avignon (Arriving at Avignon, 1969) y De grote schaamlippen (Los labios mayores, 1969). Sin embargo, existían además otras razones para el abandono de la novela como ficción. Algunos compartían la convicción teórica de que la novela era un género burgués pasado de moda y que ya no era capaz de reflejar la realidad del momento. Otros autores creían que se exigía un compromiso social y político. Este punto de vista tuvo una fuerza especial a finales de los años 60. Ambas corrientes se oponen radicalmente a las obras autobiográficas porque intentan eliminar la subjetividad del autor en la medida que sea posible, en favor del relato e información objetivos o del examen casi periodístico de la realidad social. Entre los escritores que han perseguido la primera corriente están Enno Develing, con su obra programática, mientras que en el segundo grupo se incluyen varios libros destacados de Harry Mulisch: panfletos y reportajes


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como Bericht aan de R attenkoning (Informe al rey de las ratas, 1966) so. bre el revolucionario Movimiento Provo de Amsterdam de los años 60, y Het woord bij de daad (La palabra unida a la acción, 1966) sobre la revolución de Cuba. Sin embargo, estos fenómenos eran decididamente efímeros y no tu. vieron una influencia profunda en la literatura de los años 70 y 80. Bastante más importante fue la aparición de un tipo de prosa que tendría unas consecuencias transcendentales y a la que m ás tarde se conoció con el nombre algo peculiar de «prosa dife. rente», interesada por novelas experi. m entales de muchas cIases, siguiendo ~os pasos de la tradición europea de James Joyce, Samuel Beckett, el «nouveau roman» francés y otros. En estas

novelas, prácticamente todos los ele. mentos estructurales de la novela narrativa tradicional se echan por la borda y se sustituyen por el trabajo y el juego con el lenguaje. Entre los autores que han seguido este camino se encuentran Ivo Michiels, Bert Schier. beek, Sybren Polet, J. F. Vogelaar, D. Robberechts, Mark Insigel, Willy Roggeman y Claude van de Berge, si sólo nombramos los más importantes. En la prosa holandesa contemporánea constituyen la oposición a lo que podríamos llamar en t érminos generales los prosistas r ealistas. De este modo se puede establecer una di stinción en cuanto a la prosa con.. temporánea, entre la prosa «normal» y la «diferente» y entre la novela «tradicional» y la «experimental». Si toma-


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mos la novela experimental en ,p rimer lugar, el escritor más destacado es sin duda el flamenco Ivo Michiels. En su ciclo Alfa de cinco partes, que comienza con H et boek Alfa (El libro Alfa, 1963) y que acaba con Dixi (t) (1979), escribe unos textos cuyo significado deriva principalmente de los efectos lingüísticos, estilísticos y estructurales, los medios retóricos con los que están compuestos. No quiere describir situaciones ficticias y anecdóticas sino reconstruir, por ejemplo, la estructura de situaciones, maneras de pensar y relaciones entre la gente. A este respecto, su poética está fuertemente inspirada en la abstracción geométrica de las artes plásticas. Sin embargo, en su obra más reciente De vrouwen van de aartsengel (Las mujeres del Arcángel, 1983) vuelve al elemento del argumento y lo reintegra. Algunos autores como Mark Insingel, Claude van de Berge y Willy Roggeman han seguido los pasos de Michiels. Todos ellos también buscan, cada uno a su manera, una desvinculación entre su trabajo y la r ealidad extraliteraria concentrándose en su material, el lenguaje, que utilizan para producir, como si fueran creaciones autónomas. No sin cierta frecuencia, la aversión por la lengua que ha sido mal empleada y ensuciada por los políticos, los medios de comunicación y el uso diario, juega un papel importante en todo e llo, por ejemplo, en la obra de Claude van de Berge, que intenta evocar un mundo de silencio, introspección y pureza inmaculada a través de su escritura mo_ nótonamente evocativa. El también se ve inspirado por el arte abstracto geométrico y la música mini mal y repetitiva. Por otra parte, Insingel intenta demostrar la degeneración de la lengua alrededor y dentro de nosotros, y lo consigue organizando, por ejemplo, conflictos entre diferentes registros de lengua, ajustándose a unos programas matemáticos previos. La crítica lingüística y social que

constituye el fondo de esta clase de escritura pasa a un primer término en la obra de autores como J. F. Vogellar, Lidy van Marissing, Sybren Polet y D. Robberechts, de la última década. Quizá la obra de Vogelaar sea más típica. El considera a la literatura desde una perspectiva neomarxista y atribuye una función política al arte, a saber, la de desenmascarar la ideología dominante y exponer sus defectos y contradicciones. Con est e propósito construye estructuras lingüísticas y narrativas incompatibles con el código literario tradicional al que considera como e l reflejo del orden social establecido y la estructura de poder existente. Su libro no ofrece nada al leetor a que agarrarse y destruye cualquier ilusión de orden significativo como cuestión de principio. Por ejemplo, en Anatomie van een glasachtig lichaam (Anatomía de un cuerpo vidrioso, 1966), se crea un entramado fragmentario e idiosincrático de la realidad, mediante un montaje de fragmentos contradictorios heterogéneos y contradictorios: fragmentos de cuento, monólogos y diálogos r eales y ficticios, visiones e imaginaciones, informes periodísticos y cartas y material publicitario. Se ,p odría tener la impresión de que la novela holandesa de las últimas décadas ha sido consecuentemente experimental e innovadora, pero de hecho nada podría estar más lejos de la realida d. La principal corriente literaria sigue ciñéndose al modo tradicional y más o menos realista de contar historias. El realismo, y en especial el realismo trivial de la limitada vida diaria es quizá la constante más notable de la historia de la prosa holandesa a través de los siglos. El prototipo de este estilo de prosa después de la Segunda Guerra Mundial fue De avonden (Las noches, 1947) de Gerard Reve, una obra con una atmósfera opresiva. A partir de los años 70 ha florecido este tipo de prosa en :particular en las obras de


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los autores holandeses, tanto en los más jóvenes como en los mayores, entre ellos Willem Frederik He rmans , Willem Brackman, Maarten 't Hart, Bod den Uyl, J. M. A. Biesheuvel, Oek de Jong, J. Siebelink y muchos otros. Sin duda, hay grandes diferencias entre ellos, especialmente entre los autores más o menos naIf y anecdóticos por una parte y los realistas más críticos y escépticos, pr,e ocupados por la forma y la estructura por la otra. Aad Nuis proporcionó una descripción algo manera general pero no por ello menos precisa de esta clase de prosa en su introducción a una antología de cu entos de los años 70: «El estilo es sobrio, se evita el adorno poético y las manifestaciones profundas ya que son experimentos llamativos en cuanto a la forma . El tono oscila entre la fría ironía y las payasadas. <Describen las situaciones de forma precisa y en se.

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guid a resultan familiares y opr sivas. Se inclinan por interiores, ciudades de provincia y otros lugares aislados. Se evita la violencia extrema y la guerra, la vehemencia y las explosiones emocionales son raras. Los argumentos son generalmente sencillos y permanecen dentro de los límites de la credibilidad. Prácticamente todas las historias tienen como tema la tragedia inexorable de la existencia cotidiana. Una y otra vez vemos gente luchando contra un triste destino , valientemente, pero en vano». Esta es la literatura de un país pe. queño, en el que una generación de paz y prosperidad impersonal ha centrado más su imaginación en la pequeña desgracia eterna y nada espectacular que en los grandes cataclismos de la historia de la sociedad. No hay tiempo para entrar en los matices personales de cada autor. Debo


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limitarme a mencionar unos pocos realidad y cómo .p odemos comuninombres: Heere Heeresma, Maarten 't carlo? En 1979 se publicó una antología de Hart, Bob den Uyl, Mensje van Keulen, J . M. A. Biesheuvel, Oek de Jong, R. J. historias de De Revisor recopilada por Peskens. Como suele ocurrir, estos Carel Peeters, que puede ser conside. autores son también los que han al- rada como la contrapartida a la antocanzado el mayor éxito popular por el logía de historias de autores realistas simple hecho de que su obra e stá ba- de Aad Nuis. Su título era significatisada en los criterios tradicionales de vo: Het hart in het hoofd (El corazón descripción de una realid·a d reconoci- en la cabeza) y en su epílogo señala ble que permiten que el lector se iden- un aspecto en el que, a p esar de todas sus diferencias, estos escritores son tifique con los personajes. Por otra parte, hay una serie de auto_ como los realistas : « Sólo hasta cierto res que podrían considerarse como r ea- punto estos escritores están orientados listas críticos o incluso idealistas. Allí hacia el mundo. El mundo sobre el que dond e los escritores que acabo de me11- eligen escribir está limitado a su procionar utilizan la ironía, ellos adoptan pia consciencia, a los problemas literauna actitud de desconfianza y escepti- rios y al problema esencial de la reacismo. No les preocupa tanto la tra- lidad como producto de la imaginagedia de la vida cotidiana como el pro- ción. No se arriesgan con los grandes blema más filosófico de si la realidad temas culturales como los que encones conocible y la posibilidad de per- tramos en las obras de John Fowles or cibir coherencia en ella. Sus historias Saul Bellow. Los realistas describen la están abiertas a diferentes interpreta- re alidad con precisión y los idealistas ciones y utilizan el simbolismo, las re. le dan la espalda». Este hecho me lleva a una consideferencias estructurales internas, etcétera, aunque generalmente dentro de ración bastante general. He mencionaun marco narrativo aparentemente fa- do al principio de mi charla que un miliar. Los autores asociados al perió- libro como Ik, Jan Cremer (Yo, Jan dico De Revisor, como Frank Kellen- Cremer), con sus aventuras extrovertidonck, Dick Ayelt Kooiman, Nicolaas das y dinámicas era una excepción. Matsier y Doeschka Meijsing, se mues- Hace unos cuantos años (en 1981) Ton tran reacios a dar la realidad por sen- Anbeek causó una especie de revuelo tada, la asumen más bien como un pro- por un artículo escrito para el respeducto de la imaginación. De ello se de- table periódico De Gids, en el que comriva que la tarea del escritor no sea paraba una serie de novelas holandesas observar y describir la realidad sino y americanas recientes de gran éxito. interpretarla o incluso construirla. Las americanas eran The World AccorLa prosa de estos autores, y hasta ding to Grap (1978) de John Irving, cierto punto la de escritores mayores Good as Gold (1979) de Joseph Heller como Gerrit Krol, Willem Brackman y y Jailbird (1979) de Kurt Vonnegut. J eroen Brouwers es directamente me. las holandesas eran Een vlucht regennos emocional pero intelectualmente wulpen (Una bandada de zarapitos, mucho más interesante que la de los 1978) de Maarten 't Hart y Opwaaiende realistas genuinos. Sin recurrir a los zomerjurken (Faldas de verano inflaexperimentos transcendentales que he das por el viento, 1979) de Oek de Jong. mencionado anteriormente en conexión Anbeek llegó a la conclusión de que la con las innovaciones de los años 60, y novela americana es extrovertida, preosin eliminar la ficción y el argumento, cupada por los problemas sociales, fanplantean el mismo problema literario: tástica en cuanto al argumento, y sal¿ Cómo adquirimos conocimiento de la vaje, mientras que la novela neerlandesa


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es introvertida, sobria e individualista. ratura de Flandes y la de los Países Parece que la novela neerlandesa esqui- Bajos, pero me gustaría decir unas pova las tensiones sociales y la actualidad, cas palabras sobre ello. A mi parecer, es ingenua y enclaustrada. las diferencias pueden agruparse en Naturalmente las observaciones de dos categorías: diferencias en cuanto Anbeek eran muy generales. Sin em- a la tradición y a la preocupación linbargo, provocaron una fuerte reacción, gÜÍstica. Mientras que la corriente traprincipalmente porque había un juicio dicional más importante de los Países de valor implícito en ellas. Pero prác- Bajos, es como ya he indicado, burticamente nadie discutió tales observa- guesa y realista, la corriente principal ciones: Sólo eran diferentes en cuanto de la literatura flamenca es popular y a la valoración que de e llas se hacía. romántica. Permítanme citar dos extremos, R erLa obra de los autores flamencos man Pleij escribió un artículo reco- más importantes de la posguerra como mendando fuertemente una literatura Louis-Paul Boon, Rugo Claus, Rugo menos formalista de las letras ameri- roes y Paul de Wispelaere corroboran canas y siguió diciendo: «El amateu- ciertamente este punto de vista. Sus rismo forzoso, la cultura holandesa trabajos contienen menos reflexión inburguesa, el glaucoma de los filólogos telectual, menos realismo y menos iroliterarios y el sistema educativo nacio- nía pero más emoción lírica, más fuernal conspiran para generar una litera- za visionaria y más intuición y genia. tura encerrada en sí misma que cuenta lidad. con estilo recuerdos y de la juventud». La diferencia es obvia si uno comPor otra parte, Boudewijn Büch ha para las dos novelas de más éxito de escrito: «No disfruto leyendo a Reller, los últimos años, a saber De aanslag Vonnegut e Irving: Por tanto no los (El atentado) de Rarry Mulisch y Het considero autores literarios y por tanto verdriet van Belgie (La tristeza de sus libros no son literatura» y «En su Bélgica) de Rugo Claus. Ambas son forma más pura y superior la literatura sobre la guerra. El libro de Mulisch es un deleite para los expertos sensi- presenta una estructura clara, equilibles}). brada, incluso se podría decir planeada Y, para subrayar su preferencia por matemáticamente y está escrito en un una literatura que evita la actualidad estilo lúcido. El de Claus contiene una y se mantiene por encima y más allá maraña de diferentes elementos estrucdel tiempo en virtud de su forma aña- turales y capas de significado y está de: «La literatura es el tipo de cruci- escrito en un estilo que contrasta nugrama más difícil que existe pero pue- merosos registros, que se mueve entre de reducirse esencialmente a dos com- el realismo y la fantasía visionaria, la ponentes que a veces se confunden par_ prosa poética y la banal conversación cialmente: «te quiero» y «te podría de café. Es la diferencia entre una construcción (aunque llena de vida rematar». Antes de acabar me gustaría aclarar primida) y un organismo exuberante más un punto de lo que he hecho hasta (aunque sujeto a la poda y al endereahora. Re estado hablando de la novela zamiento). Para poder ilustrar la tendencia poholandesa, pero por literatura holandesa me refiero a la novela en lengua pular de la novela flamenca con su neerlandesa, que incluye novelas de Flan- sentido de la solidaridad social, me des, la región de habla neerlandesa de gustaría citar a Walter van den Broeck, Bélgica. No hay tiempo para hablar en cuyo Brief aan Boudewijn (Carta detalladamente de las diferencias que a Balduino, 1980) lleva al rey Balduino existen indudablemente e ntre la lite- a un imaginario viaje organizado por la


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HUGO BREMS

parte del pueblo en donde vive la clase trabajadora y donde nació el escritor para enseñarle la realidad por encima de clichés e ideologías. Y ello lo hace m enos a través del análisis que a través de una franqueza proletaria y una expresión plástica. La segunda vía en la que ha dicho que la novela flamenca difiere era por su preocupación por el lenguaje. Al neerlandés que se habla en Flandes (es decir, el flamenco), sólo hace relativamente poco que en Bélgica se le ha otorgado el mismo status que el francés, y para conseguir este reconocimiento ha sido necesaria una larga lucha, mientras que en los Países Bajos, la lengua neerlandesa tiene una larga tradición literaria. En consecuencia, la litera tura flamenca a menudo se ve marcada por un menor refinamiento y por ser más salvaje, al menos en manos de aquellos autores que no usan un estilo de holandés impersonal y rígido, adoptado de otra parte. El mejor ejemplo de estilo flamenco de creatividad lingüística desenfrenada lo constituyen también Boon y Claus.

Yo creo que la razón de este mayor florecimiento de la prosa experimental en Flandés obedece a la problemática relación de los escritores flamencos con su medium, la lengua. Dado que no se sienten completamente en casa en lo que a la lengua se refiere, son más conscientes de ella y se sienten más inclinados a escribir acerca de su propia relación con la lengua. Pero ello a veces también les lleva a escribir en un registro que los escritores holrmde. ses consideran que abusan de patetismo o que es demasiado literario. Soy consciente de que mi vista panorámica de la prosa neerlandesa ha sido de los últimos veinticinco años ha sido extremadamente general y en parte subjetiva. Me he centrado más en algunas tendencias generales que en autores u obras particulares. Consecuencia de ello ha sido que ni siquiera he mencionado algunos grandes escritores como Jacques Hemelink, Louis Ferron, Anton Koolhaas, Ward . Ruyslinck, Cees Nooteboom y Gust Gils. Ahora como mínimo he conseguido infiltrar sus nombres a modo de coletilla. Traducción: Francisca Llabrés Esquilas

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LA LITERATURA FEMENINA EN LOS PAISES BAJOS AAFKE STEENHUIS

años atrás no había en los V EINTE Países Bajos más que unas pocas autoras femeninas, de las cuales Hella Haasse, Andreas Burnier y Marga Minco eran las más conocidas. Había también unas cuantas fascinantes e inspiradoras poetisas, como Vasalis, Ida Gerhardt, Ellen Warmond, Fritzi ten Harmsen van der Beek, Annie M. G. Schmidt. Ya entonces, leyendo a ellas, me di cuenta de algo que luego comprobaría muy a menudo: que las mujeres tienen una tradición literaria distinta a la de los hombres. Hay líneas estéticas y t emáticas, atravesando la literatura, que vinculan a las autoras femeninas, pero e se tejido no ha sido advertido en la historia oficial de la literatura. Al final de los años el mundo literario femenino estaba, por regla general, relativamente quieto. Las poetas, con su anhelo de armonía, de la naturaleza, y la lucha interna con su esencia fe.memonía, de la naturaleza, y con su lucha interna con su esencia femenina, virtualmente se callaban. Se quedaban ajenas a las corrientes poéticas, dominadas por los hombres: Los tumultuosos, vitalistas y experimentalistas re.presentantes de la generación de los cincuenta, y los irónicos, neorealistas poetas de los sesenta. Tampoco las novelas y relatos de las mujeres llamaban mucho la atención. Sin embargo, durante los últimos veinte años, la lite.ratura femenina ha experimentado una evolución excepcionalmente veloz. En este lapso de tiempo el número de escritoras se ha multiplicado. Cada año sigue

creciendo el número de «debuts », entre las novelistas femeninas, y cada vez resulta más difícil ponerse al corriente de la oferta. Mientras tanto, los pe.riódicos y las revistas han dedicado numerosos artículos a esa explosión de libros escritos por muj eres . ¿ Cuál pue.de ser la razón de ese fenómeno? ¿ Será que las escritoras son tan provocadoras y tan conscientes de sí mismas? ¿ O será que , en el estancado clima literario de los Países Bajos, donde los grandes de poco después de la Segunda Guerra Mundial, como Harry Mulisch, Willem Frederik Hermans, Hugo Claus y Jan Wolkers todavía ocupan las posiciones más destacadas, existiera el anhelo de nuevas voces, de un nuevo elan?

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El florecimiento de la literatura fe.menina tiene una relación directa con el movimiento feminista. También la primera ola feminista en los Países Bajos, al principio del siglo veinte, te.nía su influencia en la literatura; también en aquella época se producía un r ápido crecimiento del número de auto_ res femeninas. En 1935 la conocida escritora Annie Romein-Verschoor, novelista e historiador, publicó una tesis socio-literario sobre este tema, formulándose entonces las mismas preguntas que las letradas en literatura ahora : «¿ Qué se desprende de nuestra literatura de los últimos cincuenta años, es decir de 1880 hasta 1930, en relación con el significado cultural de la liberación de la mujer?


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¿Está la mujer recuperando su atraso que las trataban allí. Por esa razón nosliterario, tanto en sentido cuantitativo otras mismas establecimos una editocorno cualitativo, produciéndose enton- rial.» ces un igualamiento que resta toda raEn el domicilio de una amiga habizón de ser a la distinción de una lite- litamos un despacho, con mucho tupé ratura femenina aislada, o es que de pedimosl• préstamos, y en muy poco momento prevalece, entre la mujer, la tiempo la editorial marchaba sobre tendencia, de utilizar la libertad con- ruedas. Y aunque había conflictos vioquistada para ser sí misma?» lentos, ya menudo mujeres furiosas se Llama la atención, que las primeras despedían con un portazo, la editorial mujeres que, al avecinarse la segunda permanecía en pie hasta 1987, editando ola del feminismo, se ponían a escribir, en total unos 150 libros. El éxito de y cuyo tema más importante era la las editoriales femeninas estimulaba transformación de la consciencia en mu- también a las demás editoriales, a adjeres y adolescentes, escogían un seu- mitir más escritoras en sus fondos. dónimo masculino, que siguen utilizanAl mismo tiempo surgía, en varias do: Andreas Burnier y Hannes Mein- ciudades de los Países Bajos, toda una kema, que, además de novelas y rela- cadena de librerías femeninas, tiendas, tos, escribían estudios sobre el tema habilitadas con mucho amor y pericia. mujeres y literatura: Poesía, mucha- Las mujeres trabajaban allí como vochos y la compañía de mujeres erudi- luntarias, sin sueldo, disfrutando a tas en 1974; Mujeres y literatura en menudo de un subsidio de paro; esta1980. ban todas bien informadas de lo que Como al principio las mujeres a me- sucedía en los terrenos de la literatura, nudo tenían problemas al querer pu- la filosofía y la historia. Al principio blicar sus obras, se establecían, a par- las puertas de esas librerías solían lletir de mediados los años setenta, va- var el nuncio: «¡Sólo para mujeres!», rias editoriales femeninas, con una de pero una vez cuando se habían limado las cuales, de nombre Sara, yo misma las asperezas del feminismo militante, estaba relacionada. La motivación era también hombres curiosos podían trasmuy sencilla. La autora Anja Meulen- pasar el umbral de esos santuarios de belt, que acabó de escribir el libro de mujeres. Además de las editoriales y éxito Más allá de la vergüenza, convocó librerías femeninas, se producían, a unas cuantas amigas y conocidas que partir de los años setenta, varias revistrabajaban en el mundo de los libros tas literarias del mismo índole, como y de las media. Cuenta: «Yo estaba in- Lover, Surplus, Encanto y gracia. Tamteresada en una editorial donde podría bién aquí llaman la atención la pericia, traer mis manuscritos sin problemas, el tupé y el placer. y también tenía varios proyectos. Mi Esas revistas no tienen la gravedad, línea de conducta para escribir había la pretenciosidad de las tradicionales sido siempre: Cuando quieres leer algo revistas literarias en los Países Bajos. que no existe, tienes que escribirlo tú De este modo se ha producido en los misma. Pero yo quería leer mucho más Países Bajos un específico tejido de lide lo que podía escribir. Por eso estaba teratura femenína, con su propia Se. tan impaciente por encontrar un lugar mana del Libro Femenino cada otoño, donde podríamos dar cabida a ,t odas y sus propios ciclos de conferencias, esas divertidas ide as nuestras. No po- debates y talleres. Lo que ha enriquedías dejarlas en manos de las edito- cido de una manera casi inimaginable riales existentes en aquel momento, el clima literario de los últimos veinte porque cada vez de nuevo te dabas años. cuenta de la lentitud y la estupidez con

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¿ Qué es el significado del fenómeno de todas esas mujeres que escriben? ¿Lo hacen de una manera distinta a la de los hombres, escriben sobre temas diferentes, intentan reflejar otras visiones o estratos de conciencia? Numerosos libros h an sido escritos sobre ese tema, particularmente en el mundo anglo-sajón, por ,e jemplo A Room of one's Own, de Virginia Woolf, publicado en 1929; Sexual Politics de Kate Millet, de 1971; Lesbian Images de Jane Rule, 1975; The Female Imagination de Patricia Mayer Spacks, 1976; Literary Women de Ellen Moers, 1977; Silences de Tillie orsen, 1978. Todos esos libros investigan las circunstancias que, en el pasado, han impedido a las mujeres, de convertirse en escritoras profesionales: formaciones deficientes, el cuidado de los niños, no poder disponer de ingresos propios, de un espacio propio, de un acceso a los conductos literarios, comentarios críticos por parte de su ambiente. Las decenas de autores femeninas que Tillie Olsen estudia en Silences, son prácticamente todas mujeres sin hijos; sólo en la segunda mitad de nuestro siglo, coincidiendo con el nacimiento del movimiento feminista, surgen más escritoras que intentan combinar la maternidad con el oficio de escritor, lo que utilizan también como tema de sus obras. Asimismo las experiencias específicas de la mujer penetran cada vez más en la literatura: el embarazo, la menstruación, el orgasmo femenino, el parto frustrado, el nacimiento, la maternidad, el fraccionamiento de sus vidas por tener que atender continuamente a los hijos, las típicas enfermedades femeninas, las amistades, la rutina de «sus labores », la pérdida de la belleza corporal, la menopausia: todos esos temas han sido introducidos en la literatura. Pero, ¿cómo ha sido posible que la voz femenina y las típicas experiencias femeninas han encontrado más cabida? ¿Hasta qué punto tiene esto relación

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con el e spíritu del tiempo? Creo que el h echo de que la mujer está abriéndo se paso en el mundo del arte, sea un a reacción a la cultura de dominación en que estamos viviendo. La cultura de dominación es un producto de la Ilustración, cuando la gente ya no creía en dioses y mitos, pero se imaginab a que, de ahora en adelante, podría disponer libremente del mundo, y que a partir de entonces, todo iría siempre mejor. Esas ideas del progreso, con sus fantasías utópicas, han recibido un golpe mortal a consecuencia de las grandes guerras del siglo veinte. La segunda guerra mundial terminó con la bomba atómica, y tuvo por consecuencia la división del mundo en dos bloques, enzarzados en una constante carrera de armamentos. A consecuencia de la interminable disuasión mutua con las armas nucleares, y de la constante represión de la oposición entre el despilfarrador mundo de los blancos y la pobreza del Tercer Mundo, la gente en esa segunda mitad del siglo vive bajo una extraña tensión. Se siente acongojada por una confusa amenaza, pero es una amenaza tan inmanejable, que ha dado origen a una reacción de protesta e incredulidad. Algo parecido sucede en el terreno de la televisión, la cultura de la imagen. Siempre h emos te nido una cultura en la que la gente conversaba y se contaba historias. Ahora vivimos e n una época en la que el contacto entre la gente entre sí y con la sociedad tiene lugar en gran medida a través de las pantallas. De ,este modo la realidad está modelada de tal manera, que produce datos e imágenes aptas para una fácil consumición. La televisión, el vídeo y las pantallas de los ordenadores son instrumentos de domin ación que intentan estruc turar el pensar y el actuar de los humanos. Pero un efecto secundario de esta cultura de la imágen es, que lo que v,e s en la pantalla empieza a perder su credibilidad. Las imágenes se convierten en algo irreal, algo fan-


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tasmal. También esto provoca que se produzca la posibilidad de una contracultura. Un tercer instrumento de dominación de nuestra época es la anticoncepción, particularmente «la píldora». El objetivo original de este fármaco fue, poco después de la guerra, frenar el veloz incremento de nacimientos entre los portoriqueños, que entraban en los Estados Unidos, y, por regla general, contener, por medio de una política de nacimientos, a la futura sociedad. Pero en manos de la mujer la píldora se ha convertido en un símbolo de liberación; de ahora en adelante las mujeres podían decidir ellas mismas, sí y cuándo querían tener hijos, y cuántos. Por primera vez en la historia las mujeres podían determinar su propio futuro. Esas tres revolucionarias evoluciones: la bomba, la cultura de imagen y la anti-concepción, han perfeccionado la cultura de dominación de tal manera, que se ha vuelto literalmente inverosímil. Esto crea una cierta cabida para esas personas que no tienen ningún interés en mantener este sistema de dominación. Se producen distancia, rebelión, r isas. Creo que, en esta situación, la voz femenina haya tenido la oportunidad de dejarse oír. Precisamente cuando las instituciones más importantes de la sociedad: la política, una economía que se halla continuamente en pánico, una iglesia fosilizada, un ejército hinchado hasta proporciones ridículas, se vuelven inverosímiles, la gente busca refugio en lo que sí conocen, en lo que sí confían: la propia vida, los amigos, las experiencias cotidianas, el amor. Cuando la realidad social se vuelve borrosa e inaprensible, entonces surgen preguntas cómo: ¿Qué es el hombre? ¿Quién soy yo? ¿De qué se trata? En esa evolución las mujeres ganan en importancia: por_ que ellas han sido desde siempre las amas de la vida cotidiana y cercana. Lo atento, lo banal, 10 sensorial, lo frae-

cionado: son precisamente esos los temas de los que las mujeres tienen mucho que decir.

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Pero ¿ qué significa ese crecimiento de las autoras femeninas en los Países Bajos? ¿Qué es la contribución de las aproximadamente setenta escritoras neerlandesas al clima literario? Es, por supuesto, imposible, analizar aquí a todas, pero podría, por vía de ejemplo escogido a capricho, pasar revista a todas las autoras cuyo apellido empieza con una M. Llama la atención que esas escritoras noveles, que debutaron hacia el año 1980, han nacido casi todas poco después de la Segunda Guerra Mundial. Han, pues, crecido en la época de la reconstrucción y de la incipiente prosperidad en los Países Bajos, durante el período de sus estudios -la gran mayoría de ellas han hecho la ca,. rrera de Letras- se han visto confrontados con el movimiento estudiantil de democratización y con el espíritu de rebelión, pertenecen a la primera generación que disfrutaba de una casi ilimitada libertad sexual y de la libre elección de toda clase de anticonceptivos, y han experimentado el nacimiento del movimiento feminista, con su llamamiento a la independiencia y a la conciencia del propio valer. Este es..píritu de autonomía, esta búsqueda de una voz propia, de las propias raíces, es manifiesto en gran parte de la obra de esas escritoras. Para reflejar algo de la atmósfera y de la temática de esas autoras: Hedda Martens escribe relatos muy sutiles y meticulosos, que tratan a menudo de sus años de juventud; Lidy van Marissing hace experimentos lingüísticos y estilísticos para reflejar el fraccionamiento de nuestra cultura; Vonne van der Meer escribe relatos sensoriales; Hannes Meinkema investiga la conciencia femenina y las relaciones interhumanas; Anja Meulenbelt describe el juego del poder y la sexualidad; Gerda Meijerink juega con los antiguos mitos


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Editorial lesbiana 'FURIA'

y el amor lesb iana ; la obra de Doeschka Meij sing es más irónica y reservada, utilizando en sus libros las vigentes tra diciones literarias. Esas autoras, nacidas después de la guerra, escriben sobre todo de su propia infancia, de los tristes, agobiantes años de la pos-guerra, y de las libertades, conseguidas a menu do con tanta pena a una edad mayor. Pero la gu erra misma, con sus crueldades y su s consecuencias políticas y militares, es u n tema que virtualmente no se halla presente en su s obras . El caso de las autoras de una edad más avanzada es totalmente diferente. Para ellas la guerra es un dolor, que no se acaba nunca. Lizzy Sara May, una autora judía, nacida en 1918, escribe más que nada sobre el ambiente perdido de su juventud. Ella misma dice en ese respecto: « Nunca leo ningún libro que trata de la guerra, ninguno« No soy capaz de leerlos . No . soy capaz de leer nada de todo lo que va

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Foto: Sjan Bijman

de los campos y de los horrores de la guerra. Me da miedo. Porque en tonces lo r evives todo de nuevo. Te quedas siempre estancada en el p asado. Ahora me siento más distanciada de los judíos. No he tenido una educación re. ligiosa. No pertenezco a ninguna r eligión». También en la obra de Jos epha MendeIs, nacida en 1902, el pasado judío y los incomprensibles acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial se hallan presentes, pero ella los cuenta de de una manera asombrada, casi petulante. En 1942 escapaba, des de París, donde vivía en esa época, a Inglaterra, pasando por España, donde pasó una temporada en la cárcel de Figueras. Casi todos sus familiares murieron en los campos de exterminio, ella sobrevivía. Asimismo en la obra de una tercera escritora de la generación anterior, Marga Minco, también judía, la SegunGuerra Mundial es el tema principal. Se hizo famosa con su pequeña novela


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autobiográfica, La Hierba amarga, que cuenta la detención de su familia en Amst erdam, su propia evasión y el período en que estaba escondida. Dice de su obra : "A veces me preguntan por qué sigo escribiendo de la guerra y de sus consecuencias. Tengo que p ensar, entonces, en lo que dijo el autor norteamericano William Faulkner, cuando le preguntaron por sus fuentes. " El autor», dijo Faulkner, tiene tres fuentes: la observación, la experiencia - en la que hay que incluir la vida- y luego la imaginación, pero sólo Dios sabe de dónde llega esa. En lo que concierne a mí misma: creo que de donde más bebo, es de la segunda fuente, la de la experiencia - en la cual se incluye para mí más que nada la guerra.»

* * * ¿ Hay ciertas tendencias y evoluciones que son manifiestas -e n la obra de las escritor-a s más jóvenes ? Creo advertir algunas, como el nacimiento de la literatura lesbiana. Es un hecho notable, no sólo en los Países Bajos sino en toda la literatura de la Europa occidental, que las autoras femeninas en la primera mitad de este siglo eran, en su casi totalidad, mujeres sin hijos: estaban solteras, o no eran capaces de producir hijos. El escribir era una ocupación que otorgaba a sus vidas un sentido, un colorido. También después de la Segunda Guerra Mundial numerosas escritoras permanecen sin h ijos, pero ahora proclaman abiertamente que son lesbianas. La autora Anna Blaman todavía describe, en los años cincuenta, su amor lesbiana de una manera encubierta, pero Andreas Burnier, más joven que ella, ya mucho menos; en un tono irónico y erudito describe la amistad entre mujeres. Pero la nueva generación, como Anja Meulenbelt, Gerda Meijerink, Astrid Roemer y Elly de Waard, no se arredra ante nada. Pin.. tan, sin la menor reserva, ardientes pasiones y deleites entre mujeres. Elly de Waard dice en este respecto: " El amor

entre las muj eres no ha sido nunca bien descrito, y mucho menos en la poesía. Desde luego, t enemos a Sappho ----,por cierto, es un milagro que, al origen de toda la poesía, toda la lírica occidental, se encuentre una mujer, y, aún mayor milagro, tal vez, que lo haya sobrevivido, que no haya sido es camotada, aunque ya no quede mucho de ella ----,pero después de ella, ya no hay virtualmente nada. Par esa considero esto, para nosotras, como uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo : e l hecho de que t enemos las posibilida des de verbalizar, por la primera vez, todo ese extenso y rico terreno.» Una segunda evolución reciente es, que mujeres, nacidas en las antiguas colonias neerlandesas, se han puesto a escribir Marion Bloem, Bea Vianen y Astrid Roemer son naturales de Surinam; Jill Stolk tiene su origen en Indonesia. Esas autoras nos presentan otros colores, difere ntes olores, una distinta sensualidad, una nueva relación con el idioma en la literatura. Astrid Roemer dice, a propósito de su relación con los Países Bajos: " Estoy pegada a Holanda. He echado raíces en Holanda. Quiero a Holanda. La protagonista d e mi obra más reciente es una auténtica holandesa. Aunque, tiene ojos qu e no son azules, y su perfil tiene una perfecta anatomía egipcia. ¡Los días de Navidad quiero comer comida del Surinam , quiero pasarlos con gente negra! » Una tercera evolución es el retorno a la poesía. En los años cincuenta había un número de magníficas poetas femeninas en los Países Bajos, p ero su voz enmudeció. Sin embargo, en los últimos años cada vez m á s mujeres buscan su modo de exp resión en la poesía, por ejemplo: Elly de Waard, Anneke Brassinga, Eva Gerlach , Judith H ertzberg, Neeltje Maria Min, y Fle ur Bourgonje.

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¿ Cuáles son las escritoras más destacadas en los Países Bajos? ¿Cuáles


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son sus temas, qué quieren expresar? Para dar alguna idea, quiero m encionar aquí cinco nombres : H ella Haase, nacida en 1918, tiene a su nombre una gran obra, inició su carrera con extensas novelas históricas, situadas en la Edad Media, y en la Antigüedad . Más tarde, su estilo se ha vuelto más ceñido. Los sueños y los laberintos tienen un gran papel en sus libros. Ella es una de las poquísimas escritoras de la generación anterior, que han sabido combinar su tarea de escribir con el cuidado de la familia. Dice, en este respecto: «He t enido la suerte de tener buena salud y mucha energía. Solía escribir de día, cuando los niños no estaban en casa, o cuando estaban haciendo sus deberes, o jugando con amiguitos. Cuando los llevaba al jardín de recreo, ellos jugaban con el colúmpio, y yo llevaba mi trabajo conmigo. No estaba nunca ausente de mis pensamientos. Creo que los niños debían tener a menudo la impresión: ella está allí sentada, y cuando le pe. dimos algo, lo hace, pero en realidad está ocupada en otros menesteres . No es nada fácil, pero ·e s factible, a condición de dejar un montón de otras cosas : el cuidado de tu aspecto exterior, divertidos contactos con otra gente, para todo eso me faltaba el tiempo. iNO, nada de vida literaria! » Inez van Du llemen , nacida en 1925, se ocupa mucho, en sus novelas y sus libros de viaje, del entretejimiento de la muerte y la vida, del decaimiento por la vejez, y d el tiempo. Escribió un libro espléndido sobre la vejez de sus padres: Antes ha muerto. Dice de su obra: «Lo que siempre he querido, en mi calidad de escritora, es, aunque parezca bastante pretencioso, evocar las imágenes tras las imágenes, los mundos tras el mundo. Una especie de hechizo a través de la palabra. Lo que no he podido tragar, es este nuevo realismo que tanto se ha puesto de moda aquí, esa manera de escribir sin rodeos ».

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Andreas Burnier, nacida en 1931, ha publicado no sólo un gran número de novelas, sino también algunas obras filosóficas. En la vida cotidiana es catedrática de criminología. Los temas má s im portantes en sus libros son la identidé.d judía y lesbiana, y la tensión entre lo racional y lo irracional en nu estra cultura. Dice a este respecto: «En la historia de la hum anida d ha h abido un momento en que el prestigio de las muj eres ha bajado, que la conciencia femenina era experimentada como algo negativo, y que el m asculinis1110 podía surgir. Hoy en día e ve, o por lo m enos yo creo advertirlo, que en nu es tra cultu ra occidental existen gérmenes de u na nueva fase d conciencia, lo que va unido con una reva10l-ación de lo femenino, que durante siglos ha sido descalificado». Monika van Paemel, nacida en 1945, vive en Bélgica. En la primavera de 1988 h a recibido tanto el Premio de Literatura del Estado de Bélgica, como el Premio del Público . Escribe particularmente sobre la transformación de la conciencia femenina . Dice de su última novela, Los padres malditos, publicada en 1985: «Lo que me preocupa enormemente, es : ¿Qué es lo que pa a con los hombres ? No entiendo ni un ápice, no me cabe en la cabeza. Puedo comprender que los hombres se comportan de una manera irracional, que a veces son baslante es túpido s, qu no tienen ni idea de lo que e tán h acien do o de lo que están des trozando. Pero lo que sigo sin en tender es que puedes estar frente a un h ombre, y que él cree por naturaleza, que es superior a tí». Hermine de Graaf, nacida en 1951, escrib e relatos que evocan a menudo el extraño y enigmático mundo de la fantasía de lo s niños. Como ha crecido junto a una hermanita m entalmente débil, ha permanecido encerrada durante mucho tiempo en un mundo muy propio, casi espástico. «En esta época he empezado a escribir. Antes siempre contaba relatos a mi hermanita, pero


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esto acabó cuando tuvimos una habitación propia ca da una. Después me sentaba casi dia riamente a mi pequeño escritorio con una pluma en la mano. Detesto considerar la escritura como un remedio t erapéutico. Pero no puedo pasarme sin escribir, y esto sigue !Siendo así ». Hay, por supuesto, muchas más escritoras que valdrían la pena mencionar. Las autoras neerlandesas parecen

miramelindos: flores alegres y enérgicas que proliferan petulosamente. Nuestro país aún no tiene autoras de f.ama mundial, que combinan una aguda comprensión psicológica de la humanidad con una visión panorámica e histórica. Pero en la fértil y activa capa de mantillo que se está formando ahora, crecerán, en el futuro, no sólo miramelindos, sino también robustos y vigorosos robles. Traducido por Jean Schalekamp Revisión: Fernando García de la Banda

Tertulia literaria en una Casa de Muj eres Foto: Catrien Ariens


EL TEATRO EN HOLANDA -Un universo en expansiónANDRÉ RUTTEN

holandeses creen, en general, que L oscarecen de tradición teatral, al menos en comparación con Gran Bretaña, Alemania o Francia. Sin embargo, el drama se ha venido representando desde siempre. Inicialmente, las represen_ taciones tenían lugar en las ocasiones en que la gente se reunía por otras ra· zones, ya fuera en las ferias, mercados anuales y, si la celebración era litúrgica o de culto, en los alrededores de Jas iglesias. Hacia el comienzo de la «Edad de Oro », en el siglo XVII, el tea.. tro también se representaba en los ho· gares de la cada vez más opulenta clase burguesa. Nunca hubo un teatro cortesano como en Alemania, aunque las cámaras de retórica, al estilo francés, fueron populares en su momento entre los comerciantes adinerados y con gus_ 10s literarios que consideraban que actuar o contemplar una obra era un pasatiempo instructivo. Autores como Bredero y Vondel surgieron de estos círculos y el establecimiento del primer teatro en Amsterdam es fruto de este tiempo. Fue construido para la cámara de retórica de la «Academia Holandesa» por los administradores del Orfanato y del Hogar de los ancianos. El teatro se inauguró el 3 de enero de 1638 con «Gijsbrecht van Aemstel» de 100st van de Vondel. El gusto de la adinerada clase burguesa continuó dominando el teatro holandés mucho .tiempo después. La principal influencia

era francesa, lo clásico al prinCIpIO y luego Voltaire. Después de la Revolución francesa, el patriotismo y el amor por la libertad se convirtieron en los conceptos dominantes, a la vez que los estilos del Primer y Segundo Imperios también dejaron su huella. Posterior_ mente, la influencia del drama alemán e inglés y, en el siglo XX, americano han ido aumentando gradualmente. De esta forma, los Países Bajos constituyen un punto de encuentro de diferentes culturas. DIVERSIDAD

La característica más sobresaliente del teatro holandés desde los años se. tenta en su diversidad, debida en gran medida a la cantidad de pequeños grupos que e formaron durante estos años. Todavía surgen constantemente grupos nuevos y el mundo del teatro parece haberse convertido en una especie de universo en expansión. El sector comercial también creció durante los años setenta, lo que se tradujo en un aumento del número de musicales, comedias y trabajos más serios. Las cinco compañías de repertorio han ido poniendo en escena menos producciones pertenecientes a géneros más ligeros. Seleccionan sus trabajos de entre el repertorio internacional actual, ya sea clásico o moderno, y están pendientes de los avances y teIL-


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dencias que llaman la atención en otras partes. También se ha experimentado un notable crecimiento en los campos de la pantomima y del teatro de movimiento y se han desarrollado muchos tipos de te·a tro de marionetas. Después de un período de éxito colmado de estrellas, el cabaret ha ·e xperimentado un ligero descenso, salvo -l a continuada popularidad de una sorprendente y bri_ llante excepción. También en este campo están surgiendo nuevas formas. La tendencia que empezó en los años setenta y que todavía continúa hoyes una reacción explosiva contra lo que antes había sido el estado del t eatro en Holanda. LAS GIRAS OBLIGADAS

Desde 1945, el teatro de los Países Bajos estaba organizado según un sistema concebido durante -l a Segunda Guerra Mundial. Amsterdam, La Haya, Rotterdam, cada ciudad tenía su compañía permanente mientras que Utre.. cht y Haarlem compartían una cuarta y además había otra para el teatro po· pular. A todas ellas se les exigía salir de gira por el país para así asegurar que toda la población tuviera acceso al teatro. En realidad, este sistema era simplemente la continuación más estructurada y formal del plan de antes de la guerra. El número de compañías antes de la guerra era fluctuante, particularmente en Amsterdam aunque también lo era en La Haya y Rotterdam. Todas salían de gira por -las provincias en verano y en invierno porque su público local no podía sufra garlas y era difícil contar con la ayuda de algún gobierno. Los ingresos que obtenían de la gira eran vitales pero, incluso contando con ellos, algunas compañías no lograban sobrevivir. Esta fue una de las razones por las que durante la guerra se decidió subvencionar el teatro. Se había convertido en uno de los aspectos indispensa-

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bIes de la sociedad moderna y debía sentirse libre para desarrollarse artísticamente sin depender excesivamente del éxito comercial. Se pensó que cinco compañías eran suficientes para un país tan pequeño. Estarían subvencionadas en parte por los municipios en los que tuvieran su base y en parte por -el gobierno central, ya que se les exigiría salir de gira. Este sistema funcionó bien durante muchos años y todavía sigue siendo la base de la organización actual. Sin ·e mbargo, esto sucedía pocos años antes de que se establecieran otros grupos. En 1953, se formó en Arnhem una compañía denominada Theater. Actuaba e n la parte este del país aunque su objetivo era conquistar Amsterdam presentando un repertorio diferente de cualquier otro. Pero como tenía tanto éxito, la región del Este la retuvo. Ello también despertó la envidia de algunos dirigentes de Eindhoven y -el resultado fue que la ciudad fundó una compañía nueva llamada Globe para la región del Sur y construyó un teatro nuevo -e spléndido. Durante los años sesenta, se constrtL yeron grandes teatros en otras ciudades y en las más pequeñas se construyeron modestos centros culturales. Ello provocó un inesperado boom en la de.. manda de teatro, lo cual, aunque 'p or poco tiempo, tuvo el efecto de convertir las compañías en fábricas de dramas . Esto no e ra lo que querían las compañías pero no sabían encontrar una salida a la situación a pesar de que el público más joven perdía interés por el teatro y la generación más vieja de los amantes del teatro iba desapareciendo. LA REVUELTA DE

1969

El público más joven que estaba, sin duda, al corriente de las revueltas estudiantiles de Alemania y Francia en 1968 y de la neerlandesa un año más tarde, también se rebeló. En otoño de


EL TEATRO EN HOLANDA

1969, los estudiantes de la escuela de arte dramático de Amsterdam iniciaron una revuelta al arrojar tomates durante una actuación en el teatro cívico y recibieron el apoyo de los estudiantes universitarios de arte dramático_ Otros grupos más motiva dos políticamente hicieron estallar bombas de humo en el estreno de Tankred Dorst's Taller, una obra que trata del breve intento de establecer una república comunista obrera en Munich en 1929_ Estos acontecimientos provocaron un acalorado debate en el que algunos de los participantes más apasionados eran jóvenes que no veían futuro en el teatro tal y como estaba concebido en aquellos momentos .

EXPERIMENTOS

Anteriormente, a princIpIOS de los años sesenta, algunos actores jóvenes de las compañías más importantes habían formado grupos para experimentar con las formas alternativas de teatro de los nuevos escritores. En 1963, Studia, un pequeño grupo independien_ te, consiguió trabajar únicamente con material experimental y fue recibido con entusiasmo por un público joven e intelectual. En 1965, Ritsaert Ten Cate abrió el Mickery Theatre en lo que era una casa de campo, parcialmente renovada, en Loenersloot, entre Amsterdam y Utrecht. Fue concebido como un taller de teatro experimental. Debido a que en los Países Bajos resultó h aber pocos grupos, Ten Cate invitó a colectivos británicos y alemanes y de esta forma el Mickery se convirtió en un nuevo punto de encuentro para aquéllos que estuvieran interesados en el nuevo teatro. Con ello, como mínimo se demostró que para hacer un t eatro convincente todo lo que se necesitaba era un poco de dinero, instalaciones, iluminación y los propios actores. Estos avances junto con las «manifestaciones del

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tomate» de 1969 abrieron los ojos tanto a actores como a autoridades. El gobierno se mostró más dispu sto de lo que lo había estado hasta entonces a conceder subvenciones para que los actores con nU CV{1S ideas pudieran realizar sus experimentos. Amsterdam redujo a la mitad el presupuesto de su principal compai'iía para disponer de fondos para los grupos más p equeños y Rotterdam retiró toda la ayuda a su compañía principal con la intención de brindar oportunidades a otros grupos de teatro. La ayuda del gobierno central hizo posible que se forma ra el Werkt eater en 1970. Era un grupo de jóvenes actores cuyo objetivo era dar expresión dramática a su propios sentimientos en lugar de adoptar papeles, como requería el drama convencional. Al principio, se tomaron un cierto tiempo para prepararse a sí mismos mentalmente y practicar los diversos aspectos de su arte. Se preocupaban por las reacciones personales ante los problemas sociales y por la gente en situaciones difíciles, los que estab an en asilos, instituciones psiquiátricas, prisiones y hospitales . Desde una cierta distancia y con humor presentaban lo s puntos de fricción entre esta gente y sus enfermeras o guardias . Observaban con ojo crítico las dos partes sin amargura ni sarcasmo aunque con comprensión y solida ridad. El Werk teater todavía sigue trabajando en es ta línea, contando con su experienci a y la fuerte respuesta qu e el público da a su trabajo y también con la de aquéllos que son objeto de su crítica .

EL TEXTO COMO PUNTO DE PARTIDA

Con el apoyo de las autoridades locales de Rotterdam, en 1974, un cierto número de jóvenes formaron un grupo experimental. Su objetivo principal era explorar diferentes maneras de presentar a Shakespeare, Ibsen, Wilde, Che-


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khow y De Musset, apoyándose menos griegas y la producción se vio realzada en el escenario, accesorios, vestuario, por la altura así como por la amplitud iluminación y actuaciones de virtuosos y profundidad del recinto. El vestuario de lo que era costumbre entre las gran- fue adquirido en el mercadillo. A pesar des compañías desde el siglo XIX. de estar influenciados por el «tea tro Preferían un decorado sencillo yorde- de la pobreza» de Grotowski, su estilo nado, un estilo de actuar menos histrió- tiene más exuberancia teatral. Desde nico, con no más accesorios de los abso. entonces, este mismo enfoque se ha lutamente necesarios para que de esta aplicado a Shakespeare, Mosen, Beeforma el texto pudiera llegar lo más kett y Pinter aunque ahora necesita ser claro posible ya que contenía todo lo renovado. que el autor quería decir y era lo su· fici entemente evocativo para que el público pudiera imaginarse lo que no VARIANTES se mostraba explícitamente, lo cual casi nunca era esencial. Cada uno de estos grupos ha rechaAmsterdam dio apoyo financiero a zado las convenciones del teatro del si. un grupo reunido por un joven direc- glo XIX aunque siguen conservando tor con considerable experiencia. De- sus elementos y principios básicos. Lo butó con Baal, una obra perteneciente mismo puede decirse de varios tipos al principio del período anarquista de de teatro político, desarrollado éste en Brecht y que desde entonces ha dado primer lugar por dos grupos que se nombre a la compañía. La compañía formaron durante los años sesenta con misma era anárquica, el diseño de cada la intención de despertar en los esco· producción no era convencional ni pre- lares un interés por el teatro. Descudecible; cada obra proyectaba un par- brier on que los jóvenes sólo se moti. ticular estado de ánimo y se actuaba vaban cuando el drama tocaba sus ex. de acuerdo con él. El grupo también periencias cotidianas y sí era crítico experimentó con teatro musical, en el con la escuela y la situación obrera. que los actores cantaban y los músicos Ya en 1970 había aparecido un teatro actuaban. Después de muchos años de de crítica social destinado a un público ir de un teatro a otro, Baal tiene ahora nada interesado por el teatro «bursu propio teatro. gués » convencional. Buscaba estableLa primera compañía de repertorio cer nexos de unión entre los sindicatos de Haarlem y Utrecht también adqui. y los centros educativos para adultos rió su propio teatro en Amsterdam. y tomó prestadas las técnicas de los Después de haberse decidido por pre- musicales rock y pop, revista y cabaret. sentar únicamente obras nuevas, la Incluso para los nuevos grupos resul. compañía dejó de actuar en los gran- taba cada vez más difícil desarrollar des teatros y ha venido e~perimentan. formas dramáticas que resultaran do con trabajos de autores dramáticos atractivas al público ya que el impulso holandeses que escriben principalmen. inicial de la «nueva izquierda» se deste para un público reducido. vaneció. Este movimiento parece que En La Haya, un director con expe- ahora está acabado. En todas estas riencia en grandes teatros formó otro aventuras el texto o «mensaje» eran la grupo. Al principio se instalaron en un esencia de la obra. búnker abandonado y posteriormente Ha surgido un cierto número de gru. la compañía se trasladó a lo que ini. pos incluso más pequeños que han recialmente había sido una cochera de descubierto y revivido las técnicas tratranvías de tracción animal. Los dos dicionales de actuar. Técnicas como la teatros se inauguraron con tragedias pantomima, los payasos, ,l a acrobacia y


EL TEATRO EN HOLANDA

el circo se combinan con ingeniosos ele.. mentas técnicos como pueden ser las diapositivas, películas y vídeo. Sus trabajos ponen en evidencia la influencia de grupos de artistas que han trabajado para combinar las artes visuales con el teatro y el teatro de movimiento que surgió de la pantomima. El teatro de marionetas contemporáneo también ha contribuido a lograr estos avances.

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artista de cabaret, Wim Sonneveld, le dio un fresco impulso. En 1949, dedicó parte de su espectáculo a un acto de pantomima que él y su grupo habían inventado y al que Marcel Marceau dio el último toque. El público se deleitaba al descubrir que los actores holand eses sabían dominar este arte y poco tiempo después se formó el primer grupo de pantomima holandés. C ABARET

PANTOMIMA y TEATRO DE MARIONETAS

De acuerdo con la tradición de los Después de la Segunda Guerra Mun- grandes artistas de antes de la guerra, dial, la pantomima en los Países Bajos Louis Davids y J ean Louis Pisuisse, el siguió la celebrada tradición de Etien- cabaret holandés era predominantene Decroux y Marcel Marceau, el poé- mente li terario o al menos verbal, es ticamente narrativo «teatro del silen- decir, estaba constituido por narraciocio ». Se desarrollaron nuevos métodos nes cómicas, canciones y sketches. Casi de expresión visual y se encontró una nunca era explícitamente político sino nueva dirección en el teatro de movi- que tendía más bien a burlarse o crimiento. La técnica de componer mo- ticar cariñosamente las rarezas humadelos de movimiento con el cuerpo y nas, las tendencias sociales y los asunpresentarlos en combinación con una tos del momento. Uno de los artistas ligera coreografía en grandes edificios más de izquierdas y también m ás pocomo iglesias, fábricas y cuadras aban.. lítico fue Wim Kan, que, al igual que donadas es una forma de conjugar las su gran compañero Wim Sonneveld, empezó su carrera con un grupo pero a rtes visuales con el drama. Estos avances también han influido poco a poco fue creando su propio esen el teatro de marionetas, el cual ha pectáculo en solitario. Sin embargo, su florecido como resultado del trabajo crítica parecía ser tan imparcial que de muchos grupos pequeños y de es- llegó a ser enormemente famoso, depectáculos de actores en solitario. Al- bido sobre todo a su espectáculo telegunos, partiendo del clásico tema de visivo de Nochevieja. Los políticos se las marionetas, han e laborado un efec- sentían realmente contrariados si no to nuevo y sorprendente. Otros han tra- les incluía en sus sátiras. Durante los bajado para crear una forma indivi- años setenta, actores y grupos de cadual de poesía, magia o incluso horror baret políticamente más abiertos gozacómico usando de forma misteriosa ron de una breve popularidad pero se objetos en movimiento tales como cor- vio claramente que el enfoque político tinas, pañuelos, amenazantes tijeras, radical tenía poco atractivo. A pesar garfios de máquinas así como ratones, de ello, hubo una excepción, Freek de ratas, serpientes, criaturas monstruo- Jonge, que se convirtió en un artista sas y manos encogidas en aceite hir- de cabaret inconformista cuyo trabajo incorpora elementos burlescos y excénviendo. El interés por la pantomima se des- tricos. Continuaron surgiendo nuevos pertó por primera vez en los Países talentos gracias, en parte, a los cursos Bajos a raíz de la película «Les enfants de cabaret y pantomima que ofrecía la du Paradis» con Jean Louis Barrault Escuela de Arte dramático de Amsy Marcel Marceau. Posteriormente, el terdam.


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UN AMPLIO ABANICO DE POSIBILIDADES TEATRALES

Las grandes compañías de repertorio contribuyen a engrosar el amplio abanico de posibilidades teatrales beneficiándose espo rá dicamente de los resultados de los experimentos de los grupos más p equeños. La compañía de Amsterdam vio su presupuesto reducido a la mitad al principio de los años setenta y por ello puso menos obras en escena. Al principio, las modernas interpretaciones que la compañía hacía de los clásicos llenaban la sala pero con las produccion es de trabajos más recientes no tuvo tanto éxito. Poco a poco va recuperando el terreno perdido. Rotterdam, que inicialmente había decidido deshacerse de su propia compañía de repertorio, inició varias producciones de sesión única para grandes teatros . A raíz de ello, surgió una pequeña compañía que ha hecho experimentos espectaculares con el drama para grandes escenarios. La dimi sión del d irector Franz Marijnen, a la que siguieron la de otros directores invitados , hizo que el futuro fuera más incierto. Cada año, el municipio de Rotterdam ofrece la oportunidad a algunos directores jóvenes de poner en escena una producción así como ellos qui eran y con toda la ayuda profesional que necesiten. En Am s terdam, el tcatro y ,el equipamiento técnico del primer grupo experim ental oficial de los años sesenta siguen estando disponibles para producciones de sesión única de las más variadas clases. La ciudad cuenta, además, con un edificio del siglo XVIII, academia de las artes y las ciencias en su momento, que ofrece facilidades a nuevos grupos p~queños que desean que el público conozca su trabajo. El Shaffy Theatre, así es como se le conoce, es en algunos aspectos similar al neoyorquino La Mama Theatre de los años setenta. Su réplica en pequeño

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en Haarlem es el «Toneelschu u r» a u nque otros teatros pequeños en otras partes del país tamb ién p u eden utilizarse para obras de esta natu raleza. Un fenómeno reciente lo constituye el hecho de que los jóvenes directores prometedores se han mostrado reticentes a la hora de trabajar con las compamas de repertorio que intentan atraer nuevos talentos . En vez de ello, han preferido formar sus pequeños grupos propios . AYUDAS

El Consejo para las Artes, nombrado en 1955 y formado principalmente por artistas de todas clases, evalúa anualmente a to dos los grupos de teatro que han recibido ayudas y recomienda si hay que conceder, continuar o retirar la ayuda financiera. En 1984, a inicia.. tiva del Consejo, se decidió que se controlarían los pequeñ os grupos que fu eran progresistas y experimentales cada tres años para poder decid ir si hab ía que continuar ayudándoles o si tenían que dejar su lugar a otros. E l mismo año, tuvieron que encontrarse recursos financieros para cuatro grupos nuevos que meritaban una atención seria. Denegar recursos significa que el universo teatral no pu ede seguir e n expansión. Las compañías de repertorio pueden continuar dependiendo de una cierta cantidad de apoyo, bien entendido que también serán objeto de control cada tres años para ver si sus directores deben seguir o ser reemplazados. A los miembros de las compañías se les hará un contrato de tres años y los nuevos directores que se designen no estarán obligados a conservarlos . Los

AÑOS SETENTA Y OCHENTA,

UN PERíODO DE RÁPIDO CRECIMIENTO

Para un país sin gran tradición t eatral, la febril paz con la que se ha v,enido desarrollando el teatro h olandés entre los díez y quin ce últim o s años es


EL TEATRO EN HOLANDA

como mínimo remarcable. La generación de los avanzados años sesenta y las siguientes parecen haberse desprendido del yugo del pasado, con su explosión de creatividad desafiaron todas las reglas y restricciones y exigieron libertad como si fueran a r einventar el teatro. A causa de esta ruptura con las viejas reglas surgieron formas de teatro completamente nuevas. Los trabajos más interesantes se produj eron combinando disciplinas diferentes mientras que los experimentos que contaron con más éxito se dieron en aquellas áreas en que las disciplinas se superponían, teatro y música, teatro y artes visuales, y teatro y movimiento. Estos avances no pasaron desapercibidos en otros .p aíses. Durante algunos años, los grupos holandeses estuvieron muy solicitados en los festivales dramáticos internacionales y por los teatros extranjeros. Dado que el elemento verbal constituye con frecuencia un elemento de importancia secundaria en estas formas de drama, el conocimiento del idioma no es esencial. Además hay un cierto número de grupos que están dispuestos a producir versiones en inglés, francés y alemán. Hauser Orkater, un grupo músicoteatral con un sentido del absurdo universalm·ente valorado, hacía apariciones regulares en e l extranjero. El grupo se disolvió pero muchos de sus miembros originales continúan trabajando con el mismo éxito en De Mexicaanse H ond o en producciones de sesión única. Otro grupo que ha sido muy aclamado en otros países es Werkteater. No presentan obras que ya existen sino que trabajan tomando como base la improvisación. En este caso e l elemento verbales r·e almente importante pero cuando actúan en el extranjero (por ejemplo, en Alemania, Francia, Italia, Yugoslavia y EE. UU.) siempre utilizan un idioma que el público pueda comprender. La e lección que hacen de los temas ha resultado

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Foto: Studio Lemaire

ser atractiva para el público de muo chos países. Jo zef van den Berg, en actor de solos, constituye un fenómeno por sí solo y h a elaborado un r epertorio en in glés, francés y alemán y también en holand és. Dedicado en un principio al teatro de marionetas, hace participar tanto a niños como a adultos de un a forma total m ente natural en las fantásticas aventuras que presenta y ha cautivado el público desde Polonia a Canadá. El t eatro de marionetas que incide ntalmente ha evolucionado hacia nuevas formas y superado las limitaciones de la cuerda y el guante de la marioneta h a hecho una importante contribución al nuevo drama holandés. El Studio Hinderik, por ejemplo, bajo la dirección de Hinderik de Groot se ha convertido en uno de los grupos líder de Europa. Producciones como «Schillen» (Peelings, Haute, Decorticage) que obtuvo un éxito espectacular han situado a De Groot entre los grandes innov·a dores del teatro


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contemporáneo, tanto en los Países Bajos como en el extranjero. Stichting Poging bajo la dirección de Jan Goes también ha despertado gran interés en Jos últimos años, debido en parte a los «efectos especiales». Estos dos grupos han tenido mucho éxito a la hora de combinar actores de «tamaño natural» con técnicas de marionetas. Pero también hay actores más tradicionales que se dedican a las marionetas cuya inventiva y capacidad artística son reconocidas internacionalmente. Uno de ellos es Feika Boschma, quien, con fan,t asía, da vida a trapos y telas. Otro ejemplo lo constituye Figurentheater Triangel, dirigido por el señor y la señora Boerwinkel y destinado únicamente a adultos. Utiliz·a n marionetas muy bien hechas y de todas clases para presentar un mundo horrible aunque

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con frecuencia divertido. Hay varios grupos que merecen ser clasificados. Dog Troupe actúa en la calle y en tea. tros y presenta obras excéntricas en las que la música y el fuego juegan un papel importante. Perspekt produce teatro «técnico» con el que sitúa al público frente a enigmáticos efectos ópticos. Taller Amsterdam, un colectivo de artistas visuales, crea grandes estructuras en las que el diseño y la música constituyen las características centrales. Todos los grupos antes mencionados actúan con cierta regularidad en otros países. Es imposible dar una visión completa aquí pero como el tea. tro holandés es cada día mejor conocido internacionalmente, cada vez son más los grupos que se atreven a correr la aventura en el extranjero, y generalmente tienen éxito. Traducción: Catalina Llul Barceló

«Taller de teatro» Foto: Bert Nienhuis


VIVIR ESCRIBIENDO: LA SITUACION SOCIAL DE LOS ESCRITORES EN HOLANDA JEAN SCHALEKAMP

una época aún demasiado reHASTA ciente, el oficio de escritor era considerado, también en los Países Bajos, como una especie de cargo honorífico. No se podía relacionar algo tan sublime como el arte literario, con algo tan bajo y vulgar como el dinero. El escritor debía estar encima de esas cosas. Las únicas personas, autorizadas a ganar dinero con sus productos, eran los editores y los libreros, y si a veces el editor dejaba caer un par de migajas para sus autores, esto no era más que un favor. Por eso, escribir era un privilegio casi exclusivamente reservado a los que provenían de las clases acomodadas, o que tenían algún empleo bien remunerado, que además les dejaba algún tiempo libre para dedicarse a su «hobby». La convención de Berna de 1886, a la que Holanda se adhirió en 1912, mejoró un poco la situación, pero no mucho, porque no estableció inequivocadamente que el derecho de autor debía pertenecer al autor mismo de la obra. Se establecieron los porcentajes que le correspondían, eso sí, pero demasiados editores los saltaban a la torera. Tan sólo desde los años 50 la gente empezaba paulatinamente a realizarse que escribir no es algo confusamente inmaterial y sublime, ni tampoco una esp ecie de hobby, sino un trabajo como cualquiera. Y el trabajo se paga. Un aboga do, un carpintero, un médico, todos viven de su trahajo, entonces, ¿por qué no un escritor? Es un hombre de carne y hueso y, por consecuen-

cia, tiene que comer para poder vivir. Pero muy pocos son los autores que pueden vivir exclusivamente de lo que escriben. La mayoría tienen otra profesión, como biólogo, catedrático, profesor de segunda enseñanza, y escriben en sus r atos libres, igual que en el siglo pasado. Pero ¿qué puede hacer un escritor para mej orar su si tuación? ¿ Declararse en huelga? Esto no afectaría ni en lo m ás mínimo a la economía del país. Un libro no está considerado, por la inmensa m ayoría de la población, como un bien imprescindible a la vida. Sin embargo, Holanda debe ser uno de los poquísimos países en el mundo donde los escritores sí se han declarado en huelga, consiguiendo, además, mejoras sustanciales. La primera, aún muy tímida, protesta de escritores contra su precaria situación tuvo lu gar en 1958. Ocho representantes de la Gen eración del 50, los «Vijftigers», se declaran en huelga por los miserables honorarios que recibían p ara sus obras publicadas en ediciones de bolsillo. El resultado fue más bien escaso, pero su ejemplo cundió, porque en 1962 y 1963 más de doscientos escritores iniciaron un amplio movimiento de protesta : suspendieron toda forma de colaboración, en comisiones, jurados, etcétera, con gobierno, provincias y ayuntamientos. La protesta tuvo un amplio eco en los medios de comunicaclOn, y además, tuvo éxito. Los resultados eran: mejores contratos con los editores y, lo


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que resultó ser el efecto más impor- municipal de Amsterdam, «confiscatante y con mayores repercusiones, el ron» cada uno diez libros, y los depoestablecimiento, en 1965, del Fondo sitaron en el despacho de la ministra para las Letras, una institución inde- de Cultura, reivindicando un cierto por_ pendiente, pero subvencionada por el centaje por cada obra suya, prestada Ministerio de Cultum, que otorga becas al público por las bibliotecas . No era y honorarios suplementarios a escrito- nada del otro mundo lo que exigieron, porque este sistema existía desde hace res y traductores de obras literarias. Desde entonces, la VVL, la Asocia- varios años en los países escandinavos. Sin embargo, la comisión que la mición de Literatos, e mpezó a jugar un papel decisivo. Esa asociación, fundada nistra hizo instalar, necesitaba nada en 1905, comenzaba poco a poco a ac- menos que quince años para estudiar tuar como un auténtico sindicato, y en la cuestión. Finalmente lo consegui1973 cambió efectivamente su nombre mos en 1985 : el «derecho biblioteca.. en: Asociación de Literatos y Sindicato rio», otorgado tanto a los escritores de Escritores, adhiriéndose además a como a los traductores, con un máxila poderosa Federación de Artistas. La mo de 8.000 florines (unas 450.000 peVVL, con más de quinientos afiliados, setas) al año para cada uno. está dividido en varios «grupos de trabajo» (dramaturgos, traductores, auto* * * res de libros infantiles, etcétera) y tieLa situación actual es, que menos de ne además un departamento de ayuda la tercera parte de los autores y trajurídica, un fondo para ayuda a auto- ductores reciben algún tipo de subvenres necesitados, y otras instituciones ción. Algunos pocos no la piden porpor el estilo. Pero, sobre todo ha dado que no la necesitan o no la quieren por más peso a las reivindicaciones de los otras razones, otros no la reciben porautores, especialmente en las negocia- que ganan más del máximo establecido ciones con la Real Unión de Editores. (unos 3 millones de pesetas al año), Creo que, sin la VVL, los escritores no muchos no la reciben porque el dinero, hubiéramos conseguido lo que hemos que el Ministerio otorga anualmente conseguido hasta ahora. al Fondo de las Letras, no basta para Pero había otras demandas. Holanda todos. Se ha establecido, pues, un cries un país, donde se lee mucho, gra- terio de calidad, siempre muy subjeticias, entre otros, al perfecto sistema vo, pero no hay más remedio. de bibliotecas. No hay prácticamente En 1986, para citar un ejemplo, el ningún barrio urbano, ningún pueble- Fondo otorgó 193 becas de trabajo, cito, por muy diminuto que sea, que desde 180.000 a 2.150.000 pesetas cada no tenga su biblioteca pública, que una; 27 becas de viaje; 11 encargos; además es un servicio gratuito. Cada 4 becas para principiantes prometedolibro que se 'p resta en una biblioteca res; 376 honorarios suplementarios a es, por lo menos, potencialmente, un autor-e s y .traductores, y 12 a revistas libro que NO se vende en las librerías. literarias: en total unas 210.000.000 de El autor, aunque en cierto modo favo- pesetas. Tan sólo diez autor,e s reciben recido porque, gracias a las bibliote- regularmente la beca máxima de 12 mecas, su obra circula entre mucha más ses ó 2.150.000 pesetas. gente, está también perjudicado ecoUn escritor, por cierto, no ;puede nómicamente, porque no cobra nada. morirse de hambre en Holanda, incluPor esa razón tuvo lugar, en 1970, la so si no gana nada y no recibe ninguna tercera protesta de los escritores. Cin- subvención literaria, porque todo el cuenta autores, provistos de bolsas de mundo sin excepción tiene derecho al plástico, irrumpieron en la biblioteca subsidio de paro o al auxilio social.


LOS ESCRITORES EN HOLANDA

Colaboradores del FONDO PARA LAS LETRAS

También la situación de los traductores literarios es mucho mejor que, por ejemplo, en España. La tarifa mínima que los editores deben pagar a sus traductores equivale a unas 1.800 pesetas por folio, es decir más del triple de la tarifa en España. Además los editores les deben pagar un 2,5 por 100 de derechos cuando la venta supera los 3.000 ó 5.000 ejemplares. Un buen traductor puede recibir por la traducción de una novela de, digamos, 250 páginas, lo siguiente:

Ptas. honorario del editor ... beca de trabajo, 2 meses honorario suplementario

520.000 365.000 260.000

TOTAL ........ . 1.165.000 más, en los años siguientes, algún dinero en derechos bibliotecarios, más, si el libro se vende bien, el 2,5 por 100 de la venta en derechos de autor.

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Foto : CH. van Houts

Esto parece el paraíso, pero la rea.lidad es distinta, porque, dejando apar_ te las excepciones, tanto el oficio de escritor como el de traductor literario siguen siendo las profesiones peor pagadas. Sobre todo si reducimos sus ingresos a un sueldo por hora, el escri tor y e l traductor, con toda su formación universitaria, suelen ganar m enos que un peón. 0, como dijo el escritor y poeta Bernlef: el prestigio social del autor va en razón invertida a su situación social. Porque, como ya hemos dicho, las subvenciones no alcanzan a todos, ni mucho menos, y además, en los últimos años, las tiradas de los libros han estado bajando continuamente, provocando así una especie de círculo vicioso: cuanto más baja la tirada, más sube el precio y, lógicamente, menos gente está dispuesto a comprar el libro, lo que, a su turno, hace bajar aún más la tirada y subir el precio, lo que, en la práctica, equi-


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JEAN SCHALEKAMP

vale sencillamente a impedir la publi. cación del libro. No solamente porque sus costes superan los posibles rendi. mientas, sino también porque los libre!ros no quieren llenar sus tiendas con montones de libros que no venden. Todo esto ha conducido a un mayor endurecimiento del comercio, algo que siempre va en detrimento del libro de minorías. Esto se nota aún más en el libro traducido. En Holanda siempre ha h~ bido una gran tradición de la traducción. En 1973, por ejemplo, en este país de 14 millones de habitantes, se tradujeron más de 1.000 obras literarias, frente a 924 en Francia (50 millones), 637 en Italia y tan sólo 191 en Gran Bretaña (55 millones de habitantes). Después, esta cifra ha empezado a ba. jaro Casi todos los holandeses saben inglés, alemán y un poco de francés. Aunque quizás les cuesta un cierto esfuerzo, leer una obra literaria en una de esas lenguas, prefieren intentarlo cuando ven que el libro traducido vale 2.500 pesetas, mientras pueden comprarel original por 700 en la colección Penguin. El resultado es que los editores son cada vez más prudentes cuando tienen que decidir la edición de algún libro extranJero. Y la consecuencia es, que cada vez hay más traductores y menos obras a traducir. De modo que un traductor literario, incluso cuando gana más de un millón

por la traducción de una novela, puede ganar menos que un peón cuando no encuentra por traducir más de una sola obra en un año o más. Ultimamente parece que la crisis editorial, porque de esto se trataba, empieza a remitir un poco, y que las tiradas de los libros, a pesar de su elevado precio, empiezan muy paulatina. mente a subir de nuevo. E incluso para el libro español, que en los últimos decenios había sido prácticamente eclipsado por el enorme auge de la no. vela latino-americana, el interés está creciendo. Existen, además de las 's ubvenciones ya citadas, otras posibilidades de mejorar los recursos de los autores. La Institución Escritores _ Escuelas - Sociedad organiza para los nov,e listas y los poetas conferencias pagadas en es. cuelas, colegios y otras instituciones, para promover el contacto entre autores y jóvenes. Por otra parte existen convenios entr,e el Ministerio de Cultura de los Países Bajos y varias universidades en los Estados Unidos, entre otras las de Minnesota, Berkeley, Ann Arbor y Houston, haciendo posible que cada año en cada una de esas universidades un autor neerlandés permanezca durante el curso académi. ca a título de «escritor en residencia», dando cursos de literatura neerlandesa y promoviendo la cultura de los Países Bajos.

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Rijmbijbel de Jacob van Maerlant


Obras delta

Foto: H. vd Lccden


2. RELATOS


/NTRODUCC/ON Aunque el relato breve no ha sido nunca una tradición muy arraigada en las letras neerlandesas, ya no está considerado como un género "menor", y sobre todo en los últimos años ha conocido un verdadero auge. Aunque eXIs te, desde luego, una gran diversidad en cuanto a tema, estilo y técnica narrativa, muchos relatos tienen una característica común: la preferencia por los pequeños y, en apariencia poco importantes, hechos de la vida cotidiana, los diminutos dramas y tragedias de la gente común, y los esfuerzos del pequeño individuo para rebelarse contra el destino, contra el aplastante peso de una sociedad incompasiva. Esos relatos se caracterizan también, por regla general, por un estilo sobrio, pero muy eficaz, un realismo ligeramente irónico y, muchas veces, un cierto humor negro. Pero bajo este tono aparentemente casual y retozón, siempre hay un fondo de seriedad. Creo que esta característica confiere al género narrativo de los Países Bajos su gran fuerza y su valor fundamental. Un género que también es típico en las letras neerlandesas es lo que podría llamarse, con uno de esos horribles modismos posmodernos tan en boga últimamente, el "ensayo light". Son pequeños ensayos, escritos en un tono ligero, irónico o sarcástico, y a veces con un contenido absurdista, que no hay que tomar demasiado en serio, pero que pueden ser auténticas joyas estilísticas e intelectuales. También de ese género he seleccionado algunos ejemplos. He tratado de conseguir, en esta selección, la mayor diversidad posible, para ofrecer un amplio espectro de lo que pasa en la literatura de los Países Bajos. Algunos de los autores publicados en ella son famosos en su país y cuentan además con varias obras traducidas en el extranjero. Pero no figuram todos los grandes de las letras neerlandesas, porque he querido que el peso no se incline demasiado hacia las celebridades : también los menos conocidos deben tener la oportunidad de que su obra atraviese las fronteras del idioma.


RELACION DE UN NAUFRAGO MAARTEN BIESHEUVEL

sentado en mi balsa y me sentía entristecido. Me había caído al agua ESTABA desde mi barco . Menos mal que había una balsa. ¡Dios mio, lo que uno tiene que aguantar en la vida! Frecuentemente ya había tenido el propósito de suicidarme en la vida corriente. No sé muy bien por qué no lo hice. «La vida no eS más que un relámpago entre dos eternidades», dijo Nabokov. Si es realmente así, me pregunto por qué no la he disfrutado un poco más, me refiero a mi estancia en la balsa. Estaba vivo, y esto era todo. Me faltaba muy poco para estar muerto. Bueno, ¿qué más tengo que decir? Todo el mundo sabe cómo son la vida y los pensamientos de un náufrago. He escapado con vida. Ahora pensé: «¿Por qué no Jo escribes?, porque en el fondo es una historia bastan'te rara». Estaba sentado, pues, en la balsa, que en realidad era el embala je de madera de un frigorífico. Me había atado a la balsa. Sí, había un a cuerda. El agua no estaba fría. Estaba flotando en el Océano Indico. Ese rabioso vendaval no quería amainar. Olas como casas me inund aban. Me até lo más sólidamente posible a la caja de madera. Menos mal que no volcaba a cada momento. Dumn,te días y días he estado flotando así. Ahora puedo reírme a carcajadas, porque he sobrevivido. ¡Cómo se acercaban esas olas! Realmente como monstruos. ¡Qué cosa, estar así, rodeado por el agua hostil de todo un océano y el '¡nmenso firmamento! El viento casi me arrancó las orejas de la cabeza. Empezó a llover. Abrí la boca lo más que podía. No tenía nada para recoger el agua de la lluvia. No tenía nada que comer. Me lamía las manos mojadas. No sentía más que dolor. Dolor de estómago, la garganta seca y abrasada, dolor de cabeza. Una semana entera duró el vendaval. Las noches eran lo más terrible de todo. No llevaba más que mis calzoncillos, que estaban empapados por el agua de mar. Una vez, después de la lluvia, me quité los calzoncillos y me puse a masticarlos . No salía más que sal. El séptimo día una gaviota aterrizó en mi balsa. Debía haberse aJiejado mucho de la costa. Me miró con sus ojitos astutos. Por fi n tenía compañia. «A comérmela», pensé, «ese bicho


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MAARTEN BIESHEUVEL

puede ser mi salvación». Pero, ¿cómo cogerlo? En un momento dado el animal estaba muy cerca dJe mi mano. La extendí... ya, pero había volado. No hubiera podido ser más rápido. El vendaval empezó a amailIlar. Oscureció. Pensaba en todas las veces que había estado tranquilamente en casa, tumbado en el diván, escuchando los ruidos de los trenes, oyendo música, mirando el juego de los gatos y el perro, Jeyendo un iltibro. Pero ahora quería morir, y a menudo perdí Ja consciencia. Pero, ¿para qué escribir que aquello era una pesadilla? Es algo que, maldito sea, hasta un perro rabioso puede comprender, hasta UiIlJ rjnoceronte pelado, un viejo caballo. La noche era tan larga. Me había despertado ya hacía una hora y estaba meditando en la ~nmensidad del firmamento. «Firmamento, firmamento», pensé «¿eres, sí o no, un esperpento?». Padecía aluoinaciones. Vi a mujeres, marchando lentamente sobre el agua, vestidas de largas vestimentas transparentes. Vi un lupanar y una biblioteca universitaria. Vi una mezquita y al final un scooter rodaba sobre el agua con su conductor. Sabía que estaba volviéndome loco. Si por lo menos hubiese teruido algo que comer. El mar estaba IJjso otra vez, era el octavo día. El tiempo estaba ahora muy quieto. Ya no llovía. Esperaba que haoia el atardeoer alguna nuve quizás soltara su agua. Nosotros, mi ba,lsa y yo, chocamos contra una zanahoria. ¡Hubiera querido desatarme para exultar de gozo! Un barco holandés o inglés había, por cierto, olvidado la zanahoria aquí. O quizás el grumete la hubiera tirado al agua, jolín, ¡sí! Habrá pensado: «Allí va una zanahoria para el Dios desconocido». Comí la zanahoria muy despaoio. De este modo tenía algo en el estómago. Me parecía que el viento había ama,inado definitivamente. Por eso aflojé un poco la cuerda que ceñía mi cuerpo. Ahora vi mis heridas. Homibles rozaduras que dolían mucho por la sal marina. Mi vientre estaba sangrando, la cuerda había casi atravesado mi cintura como Ul1! cuchillo. Cubrí la sangre con mis calzoncillos. Pensaba en toda la miseria que aún me esperaba, ser arrojado a una isla inhabitada, con dos o tres palmeras, arena, unos arbustos, cuatro pequeños puercos espines, un trozo de lona arrojado sobre 'la playa, una caja de galletas quizás. Por de pronto estaba todavía flotando en el inmenso mar. Parecía que ya no existían otros barcos. Pelado y vacío era el mundo. ¡Si por lo menos tuviera alguien con quién hablar! Pues bien, este último detalle se arregló enseguida. En el hOl'izonte avisté un barco. Eran más o menos las cilllco de la tarde. El barco vino derecho hacia mí. Me desaté y me puse de pie en mi balsa. Grité con todas mis fuerzas, y los marineros me oyeron. No era un barco muy grande, tenía unos oien metros de largo. Me acogieron a bordo afectuosamente. Era el yate de recreo de un jeque del petróleo. Me acompañaron a,l salón de fumar. Gracias a Dios, por fin estaba salvado. Bntraron dos o tres caballeros, seguidos por unas damas muy simpáticas. Me estrecharon la mano como si fuese eL djos Neptuno en persona. Llevaron comida y bebidas. El champán destellaba en copas de cristal de Bohemia encima de un mantel de damasco blanco. Había salmón y truchas, había bistec tártaro y caviar, había bocadillos de paté, carne picada con cebollitas, ancas de rana y excelentes ensaladas. Las damas y los caballeros iban pulcramenbe vestidos. Me avergonzaba de mis calzoncillos y m~s heridas. En las paredes vi magníficos cuadros: jinetes, una pareja acariciándose en una cama blanda,una bandada de patos en un estanque de un oas'is. «¿De modo que usted es el náufrago? », me preguntó una señora de unos cuarenta años vestida de seda. Los caballeros y las demás señoras me miraban boquiabiertos. Me sentía allí como un resucitado de la muerte. «¿Quiere usted contarnos algo de sus experiencias en el mar?», me preguntó 1a dama, «y, por oierto, ¿cómo se convierte uno en náufrago?». Le conté


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todo ,lo que me había sucedido. Mucho más detalladamente de lo que lo he hecho aquí. Mientras tanto contemplaba el salmón rojo, los arenques, el champán. Me lamía ,los labios, viendo todos esos platos y bebidas, esos del'iciosos bocados. «Sírvase a su gusto», me dijo la señora, «ya que nosotros posiblemente no podamos terminar con todo». Comía y bebía moderadamente, quería acostumbrar poco a poco mi estómago a los alimentos. Conté mi historia y al final fes dije 10 muy contento que estaba de haberme salvado. «Es increíble los horrores que uno puede experimentar», observó uno de los caballeros, «menuda ocurrencia». «¿Me deja ver sus heridas?», me preguntó la señora. Me quité los calzoncillos y le enseñé también mis tobillos y mis muñecas. «Horrible», dijo, «supongo que le duele mucho». Había terminado mi relato y me quedé caJlado. Eran más o menos las ocho. Me estaba entrando sueño, mientras estaba tumbado en un sofá cubierto de cojines, en un salón artificialmente refrigerado . La compañía me dejó solo. Cerré los ojos y anhelaba una cama de verdad, Pronto alguien me dio un golpecito en el hombro. Era el segundo de abordo, con dos cintas de oro sobre fondo negro. «¿Ou'iere usted seguirme?», me preguntó. Peo.-sé: «Ahora me llevará a la enfermería». El oficial me acompañó a la cubierta. Había allí un marinero y un contramaestre. El mar estaba en calma. El oficial me preguntó otra vez: «¿Quiere usted seguirme?». Descendió la pasarela que colgaba del lado del barco. El marinero y el contramaestre me siguieron. ¡Caramba!, allí estaba mi balsa, atada al barco con la cuerda. ¿Qué iba a hacer con ese miserable trasto? «Sube», dijo el oficial, señalándome la balsa. ln,tenté resisti-r, pero ahora el contramaestre y el marinero cogie_ ron un palo con gancho y me empujaron a la balsa. Lancé un grito de horror cuando vi que soltaron las amarras. Inmediatamente las grandes olas azotadas por la hélice me dieron un enorme empujón. Lloraba de miseria. En menos de diez minutos el yate, los deliciosos bocados y el vino habían desaparecido tras el horizonte. Caramba, a lo mejor es cierto que la vida es un relámpago. Sí, dura muy poco, ¡pero de vez en cuando a uno le pasan las .cosas más estrambóticas! Traducción : lean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

Tomado de: De verpletterende werkelijkheid, 1979


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01 o

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¿ES ESTE EL MUNDO DEL MAÑANA?

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1 REVELACION DE JESUCRISTO, QUE DIOS LE HA DADO PARA MOSTRAR A SUS SERVIDORES, LO QUE VA A SUCEDER EN SEGUIDA; DIOS LA HA DADO A CONOCER, POR MEDIO DE UN ANGEL, A SU SIERVO JUAN, 2 EL CUAL ATESTIGUA,' COMO PALABRA DE DIOS Y TESTIMONIO DE JESUCRISTO, TODO LO QUE HA VISTO. 3 BIEN AVENTURADO EL QUE LEE Y LOS QUE ESCUCHAN LAS PALABRAS DE ESTA PROFECIA y

Babilonia era la ciudad que marcaba la pauta en nuestro mundo. Lo que allí ocurría, ocurría años más tarde en tu propio pueblo, en el que hasta entonces nunca había pasado nada. Cuando los primeros buscadores de fortuna partieron hacia Babilonia, aquello era por aquel entonces toda una jungla. Lo seguía siendo. Los hij os de los buscadores de fortuna seguían teniendo todavía la voz cantante, lo único es que ahora iban en Rolls Royces o en Thunderbirds. Y justo como en los comienzos, uno podía convertirse de la noche a la mañana en un hombre rico y famoso, o en un asesino. Babilonia era el modelo del mundo en cuanto a lo que la civilización había hecho del progreso y los frenesíes. Una cultura yacía en su lecho de muerte, otra estaba de parto. Violencia y poesía, sexo y drogas, problemas y hablar sobre la revolución: ése era el nuevo estilo de vida. Se experimentaba con el LSD y alguien había llegado a decir que las iniciales significaban: «Love, Sex and Deatlm, palabras claves que posibilitaban el acceso al mundo del mañana. Aún habitaban y vivían allí hombres con un gran pasado, personas llenas de esperanza en el futuro, jubilados en busca de tranquilidad y policías cuyo deber había de ser la lucha contra el crimen a lo largo de su vida. Pero se veían miserablemente pisoteados a di estro y siniestro. El orden y la tranquilidad era algo de lo que poco a poco se había empezado a hablar con desprecio. En Babilonia se habían convertido ya hacía tiempo en insultos. Desafortunadamente, los primeros en beneficiarse de esto eran los granujas y los asesinos. A la ciudad se le conocía por el nombre de Babilonia, pero en realidad Babilonia no existía. Había diez, veinte Babilonias. Era un rompecabezas de mundos totalmente distintos, del cielo y del infierno, de una opulencia inimaginable y de una pobreza aún menos imaginable, de abrigos de pieles y de joyas valoradas en millones, de calcetines agujereados y del comer basura. Era la vida en chabolas y en pilas de estiércol, y del inmediato lanzarse a la búsqueda de nuevas formas en el arte, la moda y las perversidades. Al decir Babilonia, se pensaba de inmediato en dioses y diosas. Pero los dioses y las diosas no vivían en Babilonia, que más bien era un triste amontonamiento de cemento, acero y cristal, vivían en tres o cuatro lugares en las colinas bañadas por el sol. La en un principio virgen Miramar había sido el lugar de encuentro de las grandes figuras, pero éstas lo abandonaron cuando dioses menores y novatoS buscaron igualmente asilo allí. Se hicieron construir maravillosas villas en la Colina de los Zorros, y cuando los dioses principiantes quisieron instalarse del mismo modo en la Colina de los Zorros, se hicieron construir villas aún más maravillosas en la Colina del Rey.


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OBSERVAN SU CONTENIDO, PORQUE EL TIEMPO ESTA CERCA.. 7 HE AQUI QUE VIENE ENTRE NUBES; LE VERAN TODOS, AUN LOS QUE LE TRASPASARON Y SE LAMENTARAN SOBRE EL TODAS LAS NACIONES DE LA TIERRA. SI. AMEN. 8 YO SOY EL ALFA Y EL OMEGA, DICE EL SEÑOR DIOS, <<BU QUE ES, EL QUE ERA, EL QUE VIENE», EL OMNIPOTENTE. 12 ME VQLVI PARA VER LA VOZ, QUE ME HABLABA, . Y

De este modo, en Miramar vivían únicamente los buscadores de gloria y fortuna, aquellos que conseguían una oportunidad pero que de un día para otro podían perderla. Y en la mayoría de los casos, las suntuosas villas en las que habitaban no eran de su propiedad. Las aquilaban o se les permitía vivir allí mientras que los propietarios estaban en el Sur, en Africa o en Marte. Todo eso, Babilonia, desde el mar, pasando por las colinas, hasta el desierto, tenía una extensión aproximada de cincuenta kilómetros. Estaba dividida en dos por la Avenida del Sol, de la que una parte tenía más de solimán que de sol, y en donde cientos de niños, ya desde sus once y doce años, se pegaban por la comida, el dinero y las drogas. Policías fríos e impasibles les cortaban el paso continuamente. La mayoría de las veces no tenían ni papeles, ni domicilio, ni tan siquiera nombre. La Avenida del Sol no era solamente ,l a calle por la que circulaban los coches más lujosos, era también la calle con el mayor número de suicidios y de crímenes. Era la cane con el mayor número de drogadictos y el mayor número de pervertidos. Era la calle en la que se había descubierto el arte psicodélico y la música psicodélica. Todo lo que era totalmente nuevo, lo mejor y lo peor, se descubría allí. Al principio de la Avenida del Sol se encontraba Miramar y al final, Madre Patria. Resultaba casi increíble: en Miramar se era millonario, excéntrico y loco. mientras que en Madre Patria se era amante de la familia, puritano y patriota. Allí la gente de color no estaba bien vista, se coleccionaban armas y siempre se estaba dispuesto a formar milicias contra nada y contra todo. Los tipos de Madre Patria podían lavar su conciencia puritana y patriótica en un baño de sangre., Se conocía a una tal Maaike, pero al día siguiente la tal Maaike había desaparecido. Quizás se hubiese marchado al Nuevo o al Viejo Mundo, quizás a Africa o a la Luna, en cualquiera de los casos, no se volvía a oír de ella. Maureen trabajaba en un principio para la fábrica de sueños de Babilonia; luego se pasó a la fábrica de sueños de Roma para hacer una película sobre las brujas de la Edad Media. Alguien se había enterado de que había sido un fracaso y de que ahora iba a abrir un bar en Zanzibar. Marilyn estaba separada y su marido se había suicidado; ella había vuelto con su familia en el Oeste, y según parece trabajaba allí en un circo. Katy se pasó tres meses en el hospital tras un viaje psicodélico con LSD, y escribió después el guión para una película pornográfica -en Babilonia ya nadie sabía lo que era pomo y lo que no lo era, ya que fuera la película o la obra de teatro que fuera, lo único que había era gente desnuda follando-, y se enca-


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APENAS VUELTO, VI SIETE CANDELABROS DE ORO 13 Y EN MEDIO DE LOS CANDELABROS COMO UN HIJO DEL HOMBRE, VESTIDO CON UNA LARGA TUNICA Y CEÑIDO CON UN CINTURON DE ORO ALREDEDOR DE SU PECHO. 14 SU CABEZA Y SUS CABELLOS ERAN BLANCOS, COMO LA LANA BLANCA, LA NIEVE; SUS OJOS, COMO UNA LLAMA DE FUEGO; 15 SUS PIES, COMO EL AURICALCO CUANDO SE

prichó entonces con el Mesías de una de esas sectas religiosas que se habían retirado con armas y todo a los bosques del Norte, ante el espanto de un mundo de técnica, emisiones televisivas y supermercados. En cuanto a Jolm, ése andaba escribiendo folletines para la televisión y seguía viviendo en la pobreza. Su mujer se había matado en un accidente en la autopista y sus cenizas habían sido esparcidas por los acantilados de la costa. Así era Babilonia. Se venía y se iba, quizás habrían desaparecido, quizás habrían muerto. Nadie reparaba en ello. Nuevos buscadores de fortuna y suerte seguían viniendo a pisar tierra. Bien es verdad que resultaba emocionante, pero también deprimente. Ocurriera lo que ocurriese y se interpusiera quien se interpusiese, «cerdo» era el insulto en boca de todos. Se consideraba un «cerdo» a aquel que te impedía hacer fortuna, al que se te interponía cuando querías tomar drogas o rendirte a excesos. Y por supuesto, el policía también era un «cerdo». La «apertura del vigésimo-quinto Bottomless-restaurant» estaba anunciada en los periódicos de Babilonia. Hasta entonces, solamente había habido Toplessrestaurants, restaurantes en los que te servían chicas con las tetas al aire. P.ero eso ya no bastaba, en los Bottomless restaurants, te servían unas tías jóvenes que iban totalmente desnudas, y sin depilar. Unos mil homosexuales alq uilaron la sala de baile del gran Hotel Babilonia. Unos cuantos iban vestidos de mujer, con peinados de peluquería, joyas, y desnudos debajo de sus abrigos de pieles. Los hombres bailaban juntos, pero a los fotógrafos les estaba terminantemente prohibida la entrada : había demasiados dioses conocidos, actores de cine, héroes de las películas de cowboys, cantantes pop, y el mundo no había de saber que eran homosexuales. Un periódico local, destinado especialmente a la juventud de la Avenida del Sol, tenía veinte columnas de anuncios del tipo: ¿Desea placeres sexuales? Ahora también se puede satisfacer en esto a la juventud». «Fiestas sexuales», «Guía de orgías», <<Club de cambio de parejas busca nuevos miembros», «Ex-monja, recién salida del convento, busca algún que otro ligue». «Se busca: chicas muy gordas y grotescamente feas». Uno de los modistos más distinguidos de la Colina del Rey se había hecho construir, para sí y para sus amigos voyeurs, una instalación a base de espejos trucados gracias a los cuales se podía mirar dentro de los probadores de su tienda de moda famosa en el mundo entero. De este modo era posible ver a diosas del cine vestirse y desvestirse en la mayor intimidad. Luego se podía comentar: <<Ah, sí, Marilyn Monroe, yo la ví el cochichi. ¿Sabes?, yo me había esperado más pelo.» Condición indispensable para ser aceptado en semejantes círculos de Babilonia


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LE PURIFICA EN EL FUEGO; SU VOZ, COMO EL RUMOR DE MUCHAS AGUAS. 16 EN SU MANO DERECHA TENIA SIETE ESTRELLAS Y DE SU BOCA SALIA UNA ESPADA AGUDA DE DOS FILOS; SU CARA ERA COMO EL SOL QUE BRILLA EN TODO SU ESPLENDOR. 17 AL VERLE, CAl A SUS PIES COMO MUERTO. PERO EL ME TOCO CON SU MANO DERECHA Y ME DIJO: <<NO ~EMAS, SOY YO, EL PRIMERO Y EL ULTIMO, EL VIVIENTE;

era la inmoralidad y el desenfreno. El intelectual estaba out, el marchoso iu. Por las noches, la Avenida del Sol parecía un estudio de cine que se hubiera vuelto loco. El que no era un gangster, hacía como que lo era. La sociedad sin clases descansaba sobre un malentendido: no es que no hubiera diferencia de clases, es que la habían hecho irreconocible. , Quinceañeros que, seducidos por todo esto, venían haciendo autostop a la Avenida del Sol, se prestaban en los coches a todo tipo de prostitución y perversidades por el módico precio de dos dólares. Cada doscientos o trescientos metros se vendía la revista Uuderground, delante de las narices de la, policía; eran distribuidas por chicas en botas altas que se ofrecían a sí mismas junto con el Underground. En la portada se ponía a la policía de «cerdos» y de criminales; en la contraportada había una larga lista de direcciones en las que se podía participar en orgías. Y en la mayoría de los casos, se trataba de orgías que recordaban bastante a los relatos del marqués de Sade, condimentadas con un poco de voodoo, de arte negro y de misteriosos rituales. En Babilonia, los sueños ya no eran sólo de celuloide, sino también de azúcar impregnada de LSD. Los terrones se podían obtener bajo cuerda en las heladerías de las que se era cliente. Se vivía allí en ese último y desesperado estadio de la corrupción y la perversidad, en el que todo, pero absolutamente todo, se alentaba y se hacía. El inconfundible hedor a marihuana flotaba por las colinas y las avenidas. Este hedor se podía apreciar en cada casa, en cada villa, y a causa de ello había surgido un uso totalmente nuevo del lenguaje, que estaba en boca de todos. Se fumaba «porro», se «liaba», uno estaba «ido». Del mismo modo que en LondDes se bebía té, en Babilonia se fumaba porro. Chicas de trece años tenían su propio número de teléfono, que era marcado por los amantes. Chicos de catorce años tenían su propio coche. Eran los hijos de los dioses de la industria cinematográfica, eran los «niños de las flores», como se les llamaba. Pero ya no olían el perfume de las flores, sino el hedor de los narcóticos. Gert Frobe, un escritor alemán que vivió largo tiempo en Babilonia, escribió, en una novela, sobre los asesinatos que allí tenían lugar. Unos meses después, su propia hija, Marja, de diecisiete años de edad, era asesinada. Había sido secuestrada de ·la casa de su padre y el cadáver había sido descubierto con posterioridad en un precipicio poblado de árboles a unas cuantas millas, a las afueras de Babilonia. Hablar de asesinatos bastaba para que se sucediesen nuevos asesinatos. La violencia en la peor de sus formas se había desatado precisamente en Babilonia porque la ciudad siempre se imitaba a sí misma. Todo era brutalidad


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18 ESTUVE MUERTO, PERO HE AQUI QUE ESTOY VIVO POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS Y TENGO LAS LLAVES DE LA MUERTE Y DEL HADES. 19 ESCRIBE, PUES, LO QUE HAS VISTO; LO PRESENTE Y LO QUE SUCEDERA EN SEGUIDA. 11 20 HE AQUI EL SECRETO DE LAS SIETE ESTRELLAS QUE HAS VISTO EN MI MANO DERECHA Y DE LOS ~IETE CANDELABROS DE ORO: LAS SIETE ESTRELLAS SON LOS ANGELES DE

y crueldad. Se hacían películas repletas de ases inatos, narcóticos y sexo, y por las noches, los asesinos venian a Miramar a marcar a cuchillo a las estrellas de cine y a las hijas de los dioses. Visto a través de los ojos de Babilonia, la existencia cobraba otras dimensiones, mayores y más grotescas. La ciudad desconocía el cinismo, ya que se creía en lo que se producía. Quizás tan sólo el orden de los acontecimientos podía calificarse de cínico, ya que primero venía la producción con la que se había de ganar millones de dólares, y sólo después, el creer en lo que se había producido. A raíz de esto, la vida misma se convertía en una película. En la época de hipocresía, los sindicatos de mujeres tenían la última palabra; en la época de la violencia, reinaban los asesinos. Un asesino podía penetrar sin impedimento alguno en una villa de Miramar, pero un policía que osase interrumpir una fiesta de marihuana, pod ía olvidarse del ascenso para el resto de su vida. En aquellos días se experimentaba en el mundo entero con el sexo de grupo -un modo fino de referirse al follar los unos con los otros-, con los colores abstractos y psicodélicos, con los narcóticos y con la revolución. Pero mientras que tajes experimentos estaban todavía en pañales en cualquier otro sitio, en Babilonia ya hacía tiempo que habían pasado a la propiedad pública. Y aún así, resultaba curioso que un ochenta y cinco por ciento de los turistas se viese atraído como por hechicería por la aureola que rodeaba a los dioses y diosas de la pantalla. Se ,sentían atraídos por Babilonia, quedaban cegados por la gloria y permanecían ciegos ante el desenfreno y el crimen. Traducción: Carmen Bartolomé Corrochano P. J. van de Paverd

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La Haya. Puerta de entrada.


·TRES SIGLOS DE

ARTE GOTICO JBROBN BROUWERS

Verano de 1966. Mira, sobrina, le digo a Femmeke, aquí escribió Multatuli el 'Max Havelaar' en el invierno de 1859, en ,parte en un diminuto cuarto sin calefacción, en parte sentado frente a una bamboleante y mugrienta mesita de taberna, rodeado de benignos pero poco estéticos bebedores de faro. (1) Arenbergstraat 52, antes Bergstraat 80, en la antigua posada 'Au Prince BeIge', derribada en 1876. Tras la fachada medio desconchada de la ya otra vez destartalada finca, residen numerosas familias, alguna gente se asoma por las ventanas, desde el tercer piso un niño escupe en la acera, en el segundo un italiano manifiesta silbando su admiración por el cuerpecito de Fernmeke, en la planta baja se ha establecido una tienda de labores de encaje: María Loix, Real Lace. Encima de la entrada a los apartamentos se encuentra la placa conmemorativa, que, tanto en neerlandés como en francés, menciona el hecho que acabo de señalar a Fernrneke: en medio de unos trazos de excrementos de pájaros se ha pegado a la placa una cáscara de huevo. El 21 de mayo de 1960, sábado, cien años después de la publicación del 'Max Havelaar',esa placa fue descubierta. (2). La tienda donde (1) Multatuli, Max Havelaar, Aantckcningcn cn ophcldcringcn bij dc uitgaaf van 1875. Maatschappij voor goede en goedkope lectuur, Amsterdam. (2) Después de que esa ceremonia hubiera sido precedida por una sesión académica en la cercana Kredietbank. Discursos de circunstancias fueron pronunciados por el profesor doctor Garrnt Stuiveling, doctor Herman Liebaers, conservador principal de la biblioteca real de Bélgica, Jan Boon , vice-presidente de la asociación de literatos flamencos, y L. van Hoorick, presidente del Club Flamenco. Este último dijo: «Se ríe la gente porque descubrimos una placa conmemorativa en la fachada de un edificio que ha sido derribado en 1876. Pero hay precedentes. También en la fachada de la casa en Gante, donde en 1345 fue asesinado Jakob van Artevelde, ha sido colocada una placa conmemorativa, aunque aquella casa haya sido, desde entonces, derribada y reconstruida no menos de seis veces. y aún en 1834 se ha colocado una placa en francés en el balcón con vista a la Kalanderberg, mientras más tarde se colocó una placa en neerlandés en el balcón con vista al Paddenhoe\o>. ·(Esos datos los tomo y los cito de: Jan Walravens: Hicr wcrd «Max Havclaar» gescbrcvcn ... , publicado probablemente a finales de mayo o principios de junio de 1960 en Dc Grocnc. El recorte de periódico que tuve . a mi disposición no contenía ni fecha ni origen. El final del artículo de Walravens dice: <<Así el tardío homenaje de Bruselas al gran Multatuli se ha convertido en una eminente ceremonia. Ya dije que numerosos flamencos y neerlandeses estaban presentes. Había en la sala también católicos e incluso un sacerdote. Pero .el embajador de Holanda en Bruselas se había hecho excusar.»)


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JEROEN BROUWERS

ahora María Loix vende su «Lace», era entonces una pastelería. A Femmeke no le gusta la literatura, pero contempla ávidamente las braguitas de encaje. Pero que muy, muy monas son, dice. Enamorado hasta la muerte estoy de Femmeke, a cuyo lado entro, después de haber cruzado la calle, por la entrada sur de la Sainte-Gudule. No anda delante de mí desnuda, pero sí envuelta en encaje de Bruselas, a través de su vestido con los grandes girasoles amarillos puedo ver su braguita y sus ligas, una princesita, la Femmeke, acariciando con un gestecito de costumbre sus trencitas rubias cada vez que me mira con su sonrisa, mientras sobre las losas sepulcrales suspiran los mocasines de mimbre que calzan sus morenos piececitos. · Las sábanas en las que duerme las voy a conservar para apretar mi rostro en ellas cada vez que me siento triste. Inocentemente, pienso pero en el fondo no me lo creo, me roza una y otra vez. Suspiro, suspiro. Ici sur cette colline est née la ville de Bruxelles

Mira, sobrina, ésta era la primera iglesia · de Bruselas, mére de toutes les autres, dédiée au chef du monde invisible des esprits supérieurs, l'archange Sto Michel, que al mismo tiempo es el patrono de Bruselas, luciendo tanto en la aguja de la torre del ayuntamiento como en el escudo de la ciudad y en las cajetillas de cigarrillos de la casa Félicien Gosset, y en cien mil otros objetos de esa villa. En el lugar donde nos encontramos ahora, había en tiempos remotos una capillita con las reliquias de la santa Gudula o Goedele, escúchame bien, chiquilla, porque ella era, en el año seiscientos o setecientos, una muchachita como tú, una pichona, era de Aalst o algo por el estilo, y cada noche se levantaba silenciosamente para ir a rezar en alguna iglesita; una noche el demonio apagó de un soplo la llamita en su pequeña linterna; le entró, por supuesto, un pavor terrible, y en las tinieblas terrestres invocó al cielo y, pues sí, una luz misteriosa se encendió en su pequeña linterna, ya no tenía que tener miedo, así que, ya ves. De la capillita no queda nada en pie; la construcción de esa catedral ha durado tres siglos. Antes de que Jan Van Ruysbroec se retirase al bosque de Zoniewoud para escribir cosas místicas, era vicario de esa parroquia. Su estatua se encuentra en la transgalería del altar, muy cerca de una laude de cobre de Rogier de la Pasture o Van der Weyden, el pintor municipal de Bruselas, que in hac basiJica sepultus est anno 1464. Prosternado sobre una rodilla, en la mano izquierda el cuaderno abierto, en la mano derecha el lápiz, dirige la mirada hacia la parte posterior del baldaquín, encima del sillón del cardenal Suenens. No, Femmeke, tontina, Jan no es el escritor de 'Incienso y lágrimas', ni de 'La Madona del bollón'; por cierto hay mucho 'Ruys' en las letras neerlandesas meridionales, pero debes distinguir bien entre «linck» y «broeck» y «beek» y todos los demás, y sobre todo sus obras (3). Femmeke alza los hombritos; estoy mirando su occipucio con las trencitas, qué increíblemente mona es, mirando así con el cuello extendido hacia un reloj de cobre al lado de Van Ruysbroec, encima del reloj hay tres campanillas como en .Jos antiguos despertadores, ¡Ping! hace el reloj de vez en cuando, y cada vez hay una pequeña sacudida en los que lo oyen en alguna parte en la iglesia gris, veo. otra vezj con mucha claridad, en la espalda de Femmeke, a través de su vestldo, los vestigios de diminutas tiras, cierres, gomas; con un suspiro le pongo (3) El autor se refiere a la confusión entre Ruysbroec y el autor Ward Ruyslinck (trad.).


TRES SIGLOS DE ARTE Gonco

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la mano en las nalgas, ¡ay... !, dice, pero se ríe y s~ coge la trenza izquierda. Así seguimos caminando. Bajo el suelo, porque SS Michel et Gudule est une nécropole milIénaire, yacen los muertos sin nombre, losa tras losa desaparece bajo nuestros pies, in_ descifrablemente desgastadas, pero por encima del suelo están las tumbas, cenotafios y mausoleos de nobles y príncipes. Aquí el barón de Gaasbeek, allí el barón de Boechout, allá el archiduque Albrecht, el de la baLllla de Nieuwpoort, y su esposa lsabella, los patrocinadores de Rubens. Tras el altar mayor, donde se apilan grandes rollos de tela negra, y muchos duques de Brabante con sus esposas, a veces también con sus descendientes, hay una losa blanca : Brabantiae ducum tumulus, en uno de los sepulcros descansa un león de bronce. Aquí yace un bebé, el primero, de Leopoldo 1; ¡ay!, pobrecito, dice Femmeke. Obreros en mono se inclinan sobre las telas negras; el sacritán sustituye las velas blancas por amarillas. Y en la capilla de María se encuentra, por cierto, entre otros ilustrísimos personajes, el sepulcro de alguien natural de Holanda, de Maestrich, Frederic, conde de Merode: participó en la sublevación belga, fue herido de muerte en Berchem, cerca de Amberes, y murió un mes y dos días después en Malinas. Ahora yace, con la pistola aún en la mano que ya se afloja, en la Sainte Gudule, muy cerca de su hermano Félix, también natural de Maestrich. también sublevación belga, pero ni un rasguño, y más tarde ministro de la guerra de Bélgica. Los vidrios esmaltados -Femmeke alza la mirada. yo bajo la mía, qué encantador, oiga, el pequeño pendiente entre los girasoles, no lo había visto antes, y durante un momento lo cojo en la palma de mi mano. mientras el dorso roza muy ligeramente los girasoles que, muy ligeramente también, empiezan a presionar a su vez, y suspiro, suspiro, ella huele a bronceador -representan retratos y figuras de muchos Grandes de la Edad Media: algunas veces a Carlos V, quien, como sabes, murió en Bruselas, a Luis de Hungría, a Francisco 1, Fernando 1, hermano, y Catalina de Portugal, hermana de Carlos V, allí otra vez Carlos V, con esposa e hijos, allá, ¡pardiez! otro holandés: Adriaan Floriszoon Boeyens, quien, cuando se estaba construyendo esa iglesia, era ya durante trece meses Hadrianus VI. el único papa neerlandés. el último no italiano que subió a la Sede de Pedro. pero ¿tampoco sabes esto? chiquilla, chiquilla, ven aquí que te doy unos golpecitos en las nalgas. bueno. así es y acuérdate bien. porque en tu casa te van a preguntar por lo que has visto en Bruselas. Nada más que riquezas artísticas, riquezas artísticas. riquezas artísticas. dice Femmeke. Está con sus mocasiones sobre la loseta donde una rayita de cobre señala simbólicamente un fragmento del meridiano de Bruselas: un detalle intrigante, porque no hay meridiano que atraviese Bruselas, Femmeke anda descuidadamente sobre la rayita, preguntándome si acaso a mí también me apetece un platanito, ya empieza a desvainar uno para sí misma. Se va corriendo por la senda central, por entre las doce columnas pegada a cada una de las cuales cuelga un apóstol, a lo largo del mundialmente famos~ púlpito ?e J:Iendrik Verbruggen, hacia la puerta principal, en la parte postenor de la 191esl~, está harta, quiere salir, grita con una voz apenas amortiguada, la veo cammando sobre sus piernecitas, envuelta en sus giras.oles. . La puerta principal está cerrada; se deja caer encima de band~ras de p.rocesión, pabellones, atuendos de monaguillos~ que por alguna razon han SIdo amontonados allí desordenadamente. Por encIma de su cabeza, en una placa de cobre. el texto:


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JEROEN BROUWERS

To tbe glory of God and to tbe memory of one million dead of tbe British Empire who fellin the Great War 1914-1918 many of whom rest in Belgium Me siento a su lado, absolutamente invisible en el inmenso espacio pues nos esconde una columna que se encuentra delante de lo que es, por lo visto, el trastero de la iglesia: estamos rodeados por cestas y cajas, un carrito, un catafalco, un cuadro de varios metros de altura y anchura, representando a María que Visita a su Prima Elisabeth, tras lo cual la puerta de lo que puede ser un taller está entreabierta, hasta delante de nuestros pies se extiende una franja de luz de lámpara, tras la puerta se oye un suave tintineo, además hay una pila de libritos de canto, el santo Thaddeus manco, un triángulo de advertencia, una cruz procesional. Desde aquÍ tenemos una vista magnífica del mundialmente famoso púlpito, pero Femmeke quiere comer su platanito: lo pela meticulosamente, comiéndolo en diminutos bocados que no arranca con los dientes sino con los labios. Tres siglos de arte gótico y allí dentro yo: totalmente dispuesto a sentirme intensamente feliz y sin embargo lleno de tristeza, ávido, y todavía permaneciendo a la expectativa, besarla ahora amargamente quizás, no, mejor esperar aún, lleno de una certeza que se alza como una columna, lleno de incertidumbre que no es más que un hoyo profundo y oscuro, lleno de una esperanza demencial, de una loca desesperación; yo, la juventud interminable, pero algún día moriré. Un momento después, ya no tengo manos, igual que el santo Thaddeus, y precisamente cuando Femmeke y yo por fin nos decidimos, sabiendo los dos ya desde varios días que esto tenía que ocurrir, porque todo en la vida tiene qut: ocurrir y en ciertos momentos todas las piececitas del rompecabezas coinciden como lo más natural, y jadeando de todos los suspiros que he soltado durante tantos días, me encuentro por fin tumbado encima de ella, en medio de los girasoles, respetuosamente, contra presión, contrapresión, mi rostro apoyado al pendiente, el olor de la iglesia todo uno con el bronceador, y sí sí sí, dice Fernmeke, el resto de plátano junto a su oreja -precisamente en este momento, la puerta tras Maria que Visita a su Prima Elisabeth se cierra repentinamente y la franja de luz en el suelo se apaga como si el demonio la hubiese soplado. Al lado del cuadro surge una figura envuelta en negro, el pecho cubierto de brandeburgos y borlas plateados, un sombrero de copa en la mano, y en la otra, encima de un palo, una vela encendida en una tintineante Eterna. Femmeke y yo nos caímos de los paramentos a las losas sepulcrales. Femmeke se pone a reírse nerviosamente, un diminuto escarabajo sube por una de sus trenzas. Cien metros más lejos, lo vimos por entre las doce columnas de la nave central, se izan tras el altar mayor las telas negras con ribetes de plata, con palabras de plata que dicen, entre otras cosas: Quid sum miser tune dicturus? No lo sabré nunca. ¡Ping! dice el reloj con las campanillas . . Tres siglos de arte gótico, y yo allí dentro. Mira, Femmeke, mi nuevo aliento, mIra, el mundialmente famoso púlpito de Hendrik Verbruggen representa la expulsión de Adán y Eva, definitivamente condenados a muerte, del Paraíso. Tomado de: Groetjes uit Brusscl, 1969

Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Fernando García de la Banda


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Erik Hagen oyó sonar el timbre, se levantó asustado y depositó sobre CUANDO la mesa el libro que estaba leyendo -una historia de la compañía ferroviaria holandesa. «Dale con las visitas», pensó, «¿o será Etta?» Conten iendo la respiración, aguzó el oído. Su vecino, Henk, un muchacho de Drente que estudiaba medicina, sa·lió al pasillo y tiró de la cuerda para abrir la puerta de la calle. Por el hueco de la escalera subieron unos murmullos. Mientras se mordía el labio inferior en un arrebato desesperado escuchó la voz de Henk pronunciar su nombre y decir: «Pase usted, por favor. Iré a llamarle». Erik murmuró una maldición entre dientes. Cogió el libro y lo arrojó a la cama. Inmediatamente después lo volvió a coger y Jo colocó entre sus otros libros. Clavó la vista en derredor con desesperación. ¿Hacia dónde? Estaba prisionero. Por la puerta ya no podía salir, porque caería en los brazos de la visita. Quedaba tan solo la ventana, pero la podía abrir únicamente con la ayuda de Henk. ¿Y luego qué? Junto a Ja ventana no pasaba ninguna cañería y jamás se atrevería a saltar. Cinco metros separaban 'el antepecho de la dura acera, donde en un minuto se agolparían decenas de personas alrededor del sitio donde quedaría tendido impotente, con ambos tobillos quebrados. ¡Había solamente un escondrijo en la pieza! «No estoy, no estoy, no estoy», susurró para sí mismo; en ese instante golpearon a la puerta. «Tienes visita», dijo Henk. Erik no contestó . Sonaron unos pasos por la escalera. Una tabla crujió en el pasillo bajo el peso de Henk. Poco más tarde la tabla volvió a crujir: la visita se encontraba arriba y se acercaba a la puerta. «Pase usted», dijo Henk. «No tardará en regresar.» Erik caminó de puntillas al ropero, 10 abrió y se introdujo en él cerrando mal que bien la puerta. Lentamente, y sin hacer ningú n ruido, se puso en cuclillas. Fue a parar muy incómodamente sobre un par de zapatos mientras sus rodillas rozaban la puerta, lo que no dejaba de tener cierto peligro ya que no cerraba bien. La tela peluda del abrigo marrón, que estaba colgado en el ropero, le hacía cosquillas en la mej illa derecha. El ropero no estaba completamente a oscuras; algo de -luz se escurría por el ojo de la cerradura y por una rendija en 10 alto. Erik abrió la boca para poder respirar lo más silenciosamente posible. La visita cerró la puerta de la pieza, dio unOs pasos, esperó un poco, avanzó unos pasos más y se sentó en la silla junto a la estufa. ¡Qué arrogancia!, pensó Erik ¡Lo arrogantes que son las gentes! Hay que ver cómo disponen de uno: del tiempo, del espacio, del cuerpo y de los pensa-


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mientos. Con un golpe destruyen ¡la envoltura de vidrio de la soledad que uno ha moldeado con tanto cuidado en derredor, y ellas tan tranquilas. Eso es lo insoportable: su estupiez. La arrogancia sería más llevadera, porque implica en cualquier caso que se dan cuenta de sus acciones y entonces uno puede combatirlas, pero con esas gentes que no se dan cuenta de nada no hay manera de contender. Es preciso decirle a Henk que no debe dejar pasar a la gente sin más ni más. Pero eso él no lo comprende. Es del campo y piensa que todo está permitido en la ciudad. No, debo conservar ·la calma: eso no tiene nada que ver con que venga del campo. Es algo de nuestra época. Las gentes ya no tienen modales y miran con desdén a las que sí los tienen. La juventud de hoyes tan honesta, según lo que dicen los diarios. Bueno, por cuanto la juventud admite sin rodeos su falta de sensibilidad. Aunque esto tampoco es verdad, pues toma su falta de sensibilidad por inteligencia y su pobreza de moda.]es por honestidad. y todo esto animado por los diarios que recogen en un frasco cada pedo lanzado por la juventud para venderlo por perfume. ¡Cuánto ruido hace la gente cuando cree estar a solas! La visita de Erik Hagen resollaba, se rechupaba los labios, murmuraba, producía crujidos y chirridos, tamborileaba, chasqueaba y se rascaba dios sabe dónde. Debe de ser un hombre metido en carnes, pensó Erik. ¿Quién será? ¿Viene por dinero (que no tengo), por palabras amables (que no gastaré en él), por un favor (que no puedo conceder) o para armar camorra (lo que me da miedo)? Es imposible decirle que se vaya, pues quien sale de un ropero tan solo se pone en ridículo. Hasta a un gran actor le costaría toda su destreza salir airoso y dignamente de un ropero. Esta situación es de verdad absurda y, como siempre, me la debo a mi mismo. ¡Que al menos no toque mis trastos con sus pezuñas! ¡Que no vaya a husmear mis papeles! Pues entonces se dará cuenta de mi pobreza. De mi falta de riqueza espiritual, cuando un bienestar espiritual sería la única disculpa por mi pobreza material. La historia de la compañía ferroviaria era un -libro aburridísimo, que un amigo le había regalado una vez cuando se presentó la posibilidad de escribir, por encargo de1 ayuntamiento, un panorama histórico sobre el desarrollo del tranvía en Amsterdam. Pero nada de eso ocurrió porque justo, en el mes en que a Erik le sería otorgada definitivamente la empresa, el ministro de Hacienda abrió el tesoro público de los Países Bajos y comprobó que se le veía el fondo. Los municipios ya no podían permitirse extravagancias y nadie -y menos Erikpodía negar que un tomo voluminoso sobre la historia del tranvía de Amsterdam era una extravagancia. Si el encargo se hubiera materializado, habría dispuesto de suficientes fondos como para casarse con Etta; desde entonces nunca más se 'le dio esperanzas de conseguir tanto dinero. Al darse cuenta de que, a menos que ocurriera un milagro, nunca Uegaría a disponer de fondos, comenzó a odiar y a despreciar a las gentes adineradas. Las envidiaba la seguridad que el dinero ·les daba, pero delante de Etta (la única persona con quien se atrevía a exteriorizarse un poco, aunque a menudo sos:layara la verdad) afirmaba que consideraba su propia inseguridad, y lógicamente la falta de dinero, como la única manera honesta de vivir. EL dinero corrompía. «Muy bien, puedes sentirte .inseguro y a la vez tener dinero», dijo Etta. «No, eso no puede ser», contestó él. «El dinero lo cambia todo. El dinero Je ·embota a uno. Para sentirse inseguro es necesario que uno tenga unas antenas muy finas. La posesión de dinero ajusta unas fundillas de cuero alrededor de esas antenas y por eso uno pierde el contacto con la inseguridad.» «¿Pero por qué insistes en querer sentirte inseguro?», preguntó Etta. <<No insisto», dijo él. «He nacido así. Eso no lo puedo remediar.»


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«También naciste desnudo», dijo Etta. <<Eso no es ninguna razón para que no te pongas ropa.» El chasqueó la lengua irritado y guardó silencio. Etta estaba a punto de decir : «Si al menos hicieras algo bello, algo valioso, tendrías una discul pa válida», pero lo encontró demasiado cruel y, como su amor por Erik había ido dando paso a un sentimiento de compasión, prefiri ó calla rse. Sospechaba además que él sabía bien que era un mal escritor, cuyo talento era tan pobre como su manera de vivi r. Desde que tuvieron que postergar indefi nidamente su matrimon io, las cosas no marchaban bien entre Etta y Erik. No sólo reñían más a menudo, sino que las riñas eran también menos pasajeras que antes. A esto se había agregado un elemento que, si se quisiera definir, vendría a ser algo como una ind iferencia tenaz. Libraban escaramuzas de retaguardi a; la pasión de su amor se había retirado hacía mucho tiempo. Etta le decía a Erik, en son de reproche, que nunca abría la boca en público, mientras que él le echaba en cara que ,le quería tan poco que ni siquiera se tomaba la molestia de comprender su silencio. «Bien, explícamelo pues», dijo Etta. «La gente no me interesa en nada», dijo él. «Tú me interesas. ¿Acaso me abstengo de hablar contigo?» «Apenas abres la boca», dijo Etta. «Es embarazoso cuando hay otras personas.» «¿Embarazoso para quién?» «Embarazoso para mí.» «¿ y por qué te resulta embarazoso?» En cuanto nos marchamos dicen entre sí: ¿Comprendes tú que Etta siga con ese sordomudo?» «Oh, gracias.» «No 10 digo yo. Lo dice Ja gente.» <<La gente, la gente... ¿Y cómo sabes lo que la gente dice?» «Porque yo diría 10 mismo si no anduviera casualmente contigo.» Ella apenas venía un par de veces a la semana y de vez en cuando pasaba toda una miserable semana sin que apareciera. Al principio siempre tuvo una disculpa : tenía que ir con sus padres a An twerpen o había guardado cama por la gripe. Pero últimamente ya no alegaba excusa alguna y él no se atrevía a ped irle explicaciones. Temía que le contestara : «¿Qué tienes que ver con lo que hago? ¡Al fin y al cabo no estamos casados!» Antes ella le visitaba todos los días y siempre traía algú n obsequio : medio kilo de uvas, una cajetilla de Chesterfield, el último número de «Arts» o un par de calcetines de color vi vo, anticipaciones de cómo ma rcharían -las cosas cuando estuvieran casados y tuvieran dinero. En aquella época aún existió da esperanza de que llegaría un día en que él tendría dinero, pero esa esperanza la habían abandonado ambos y ya no malgastaban palabras en el asunto. Una vez habían estado llenos de buen ánimo hasta que algo falló: el ayuntamiento no había cooperado. De su familia no podía esperar ni un céntimo: sus pad res mantenían a duras penas la cabeza a flor de agua, su abuelo vivía de una pensión de vejez. y los padres de ella, quienes sí tenían dinero (su padre importaba rad ios y televisores de Alemania), no querían prestar ningún sostén. Ellos se oponían a su relación, pero eran demasiado modernos para prohibir a Etta que tuviera tratos con Erik. «Deja que el mal siga su curso», había dicho su padre. «Un día Etta misma comprenderá que no tiene porvenir con ese mono barbud o.» Erik no tenía barba, pero las veces que se tropezó con el padre de Etta no se había rasurado. Tal y como se ha dicho, apenas tenía talento de escritor. Era una pulga


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que de vez en cuando chupaba una pizca de sangre deL extenso cuerpo del arte. De un diario de gran circulación recibió en cierta ocasión la oferta para escribir un reportaje sobre la próspera industria de hojalata. Le pagaron por ello, eso sí. pero el reportaje. que le hizo sudar toda una semana. nunca fue publicado. Con Etta fue una vez al cabaret de Wim Sonneveld; esa misma noche escribió dos cancioncillas que. unos meses más tarde, le fueron devueltas con una nota cortés: inservibles. Una de las cancioncillas la vendió poco después a una radio emisora, pero nunca más volvió a oír hablar de ella. ¿Pero de qué vivía? En contadas veces ,logró publicar un cuento breve en un semanario o un par de poemas en una de las revistas literarias poco prestigiosas. Una agencia de publicidad de medios pelos le encargaba, de tiempo en tiempo, componer anuncios sobre ungüentos para el crecimiento del pelo, sobre píldoras anticonstrictivas o sobre las propiedades de cierta cola. Nunca ganó más de ciento cincuenta florines al mes. Cuando se 'e ncontraba en grandes apuros solía recurrir a su abuelo quien, con un meneo de cabeza,' le entregaba su contribución máxima de dos florines y medio. Cuando este recurso también fallaba, se quedaba en su cuarto hasta que viniera Etta a prestarle diez florines, los que él le recompensaba con una crisis de lágrimas. Lo único en que se diferenciaba de la mayoría de .Jos otros fracasados era saberse fracasado yeso se 10 atribuía, en accesos de una concienzuda y rigurosa honestidad, exclusivamente a sí mismo y a nadie más. En el momento de tocar con su pluma el oro de la realidad lo transformaba en cartón, pensó con amargura. Seguía en cuclillas en el ropero y sentía como el calambre se le subía por todas partes: por las pantorrillas, los muslos, la espalda y la nuca. La visita parecía apenas moverse. De vez en cuando suspiraba, y una vez Erik sintió que encendía un cigarrillo, pero no husmeaba en ningún lado o lo tendría que haber hecho con ese silencioso cuidado de las personas que lo aman a uno, y esta posibilidad estaba naturalmente excluida. El timbre sonó de nuevo. Tiraron de la cuerda para abrir la puerta de 1a calle y Erik percibió. a través de la puerta del ropero y la de la pieza, la voz clara de Etta. «iPor Dios, León!» exclamó Etta con asombro. «¿Qué haces tú aquí?» <<Estoy esperando a tu amigo», dijo León. Era un muchacho alto y moreno. con la tez de color castaño claro, casi amari11a, como la de las personas que han pasado parte de su vida en Indonesia. Su pelo, cortado al rape y bien cuidado. era rubio, demasiado rubio, y sus ojos eran azules como el azul de un mapa. Se llamaba Leo Wagenmakers, pero desde que redactaba las novedades de la alta sociedad para la revista «Bonte Mengeling». había pegado su apellido materno al paterno dando al mismo tiempo más prestigio a su nombre de pila. Resultado: León Wagenmakers de Wit. Las manipulaciones con su nombre de1ataban el nivel de sus ambiciones. Quería que la gente que lucía un nombre (forjado o heredado) lo reconociera como su igual. Lo mismo que Erik Hagen tampoco sabía escribir, pero eso no le agobiaba ya que no abrigaba ningún deseo en ese terreno. Su columna, por no demás, no requería ningún talento periodístico. Sólo era necesario poder deletrear correctamente el nombre de aquellas personas que querían ser contadas entre la alta socidad. Aunque el material para su columna lo encontraba principalmente en La Haya, vivía en Amsterdam porque, según decía, no quería perder el «touch» con la vida real de cada día. Sus trajes eran ing¡leses, su coche francés y su máquina de escribir italiana. No llevaba sortija con un monograma. Ahora que cada dueño de un Wolkswagen ostentaba este tipo de sortija, era más distiguido no llevar ninguna.


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Una calurosa noche de verano en Scheveningen, una noche de coches descapotados, radios portátiles y botellas vacías de coca-cola, una noche de fragancia de mar y de resplandecientes terrazas en el paseo, conoció a Etta. Ella iba en compañía de una amiga que se mantuvo distante cuando él mostró su preferencia por Etta. Esa noche las llevó en su coche a Amsterdam donde vivían (¡qué coincidencia!) y al despedirse de ellas sabía de Etta casi todo lo que se podía saber. Sabía que tenía sus «compromisos» pero, por la manera como hablaba de su amigo, dedujo que no haría falta mucho esfuerzo para que ella terminara con su relación. Era bonita, bien educada y sus padres, aunque no ostentaran un nombre, tenían dinero. Con estos datos no le resultó difícil, después de haber salido un par de veces (ahora sin amiga), llegar a enamorarse de ella. Le propuso matrimonio y ella le prometió dar el «sí» en cuanto se hubiera desprendido definitivamente de Erik. Originalmente su plan fue casarse con una muchacha de buena familia de La Haya (la hija de un general o de un embajador), pero era bastante listo para darse cuenta de que un hombre, si no quiere dejarse humillar toda su vida, no debe casarse con una muchacha que, por su origen, siempre se encontrará más encumbrada en los peldaños de la escalera social. Por este motivo daba gracias al azar por haberle puesto a Etta en su camino. No tenía razón para sentirse inferior a ella y el hecho de que su padre comerciara con aparatos de radio era compensado holgadamente por su juvenil encanto. ¡Cuántas cosas le podía ofrecer a ella, muchas más que Erik Hagen, quien había nacido en la miseria, viviría en la miseria y moriría en la miseria! Cocktail-parties y recepciones, en las cuales ella sería la más bella, la más joven y radiente junto al «tweed» inglés de él, con una copa chispeante en la fina mano mientras que él, entablando conversación con este hábil diplomático y aquel famoso músico, llevaría a cabo diestramente su labor avasalladora. Y más tarde, cuando estuviera mejor enchufado, las invitaciones: el yate del magnate del petróleo en el Mar Mediterráneo, la villa en Italia del encantador embajador, el avión particular del fabricante de barriles. El mundo se les abriría una vez que el asunto con Hagen estuviera definitivamente liquidado. Observó que su inesperada presencia en la pieza había desconcertado a Etta. Ella se quitó el abrigo con exagerado cuidado y, después de dudar unos instantes, lo colocó sobre la cama. Normalmente lo dejaba colgado en una percha en el ropero pero esta vez no lo hi zo ya que podría herir a León si era demasiado obvio que se comportaba aquí como cn su casa. Estaba avergonzada. Jamás hahía deseado que León viera cuán miserable y desesperante era la pieza donde había compartido con Erik una gran cantidad de horas de su vida. Tenía miedo de suscitar su desprecio: la cama de hierro, las sillas desvencijadas y la mesa tambaleante, las manchas en el empapelado, el aire mohoso y el paquete casi vacío del barato tabaco picado que se hallaba sobre la oxidada plancha de la estufa. «¿Qué quieres de Erik?», preguntó Etta. «Hacerle ver que ya no tiene derecho sobre ti», contestó León. Su voz era baja y, cuando quería causar una impresión, ronca. Cuando conoció a Etta en Scheveningen su voz fue extraordinariamente ronca. Etta callaba. Frunció las cejas mientras jugaba con un botón del abrigo. «Te rogué tantas veces que me lo dejaras a mí», dijo ella al cabo de un rato. «Tienes que darme tiempo. No es tan fáci1 como piensas.» «Es que no comprendes lo que estoy viviendo», contestó León mientras con gestos bruscos encendía un cigarrillo. «El sigue pensando que tú le perteneces


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y ¿por qué no habría de pensarlo? Vienes a verlo, 'te acuestas con él, nada ha cambiado.» «Vengo a verlo mucho menos que antes», dijo Etta. «y tampoco me acuesto ya con él.» «¡Qué disparate!», explotó León. «¿Qué hades aquí entonces?» Paseó 1a mirada por la miserable pieza. «En un cuarto así no puedes hacer otra cosa.» Etta se encogió de hombros. «Quiero decíserlo yo misma», dijo ella. <<Es Jo menos que le debo.» «Pero no se lo dices. Ya van casi tres meses desde que me prometiste romper con él. Por cierto que las cosas no pueden seguir así.» «No sabes lo difícil que es. El no tiene a nadie, excepto a mí. El es ... él es :un pobre infeliz.» «¡Pobre infeliz!» repitió León furioso. «¡No sé quién es el más infeliz! ¿Sabes lo que tienes que hacer con los pobres infelices si quieres salir adelante? Tienes que alejarlos con un puntapié, de Jo contrario te anegan en su propia miseria. Cada día que le dejas en la ilusión de que eres de él, te hundes un poco más en su miseria, un p~o más baja tu categoría, un poco más lejos ... », calló abruptamente, se -levantó y fue a sentarse en la cama junto a Etta. «¡Ten cuidado con el abrigo!», dijo ella con voz apagada. «Te pido que note enfades», dijo él. <<Espero que comprendas que esta situación no la puedo aguantar. Después de todo, yo no vine aquí por malicia, sino por amor a ti, ¿no lo ves?» «Claro que sí», dijo Etta. «Sí lo veo.» La abrazó por la cintura y la besó. «Deja», dijo Etta. «Aquí no. No puede ser.» «Justamente aquí», dijo León con voz ronca. «Para demostrar que él ya no te importa.» «y si regresa a casa ... » «Le oiremos a tiempo.» «La cama cruje tanto. Y si Henk nos oye ... » «En el suelo pues.» «Cuidado, que se cae el abrigo.» «Déjalo caer.» Más tarde, cuando ellos se habían marchado, Eric encontró una nota en la mesa. «¿Dónde estabas? ¡Te estuve esperando durante horas! -Etta.» Prendió una cerilla y quemó la nota. Después contó su dinero. Era casi de noche y a la luz dudosa del crepúsculo, le costó trabajo distinguir entre los céntimos y los cuartos de florín . Un florín con setenta y ocho céntimos. A,lgunas personas empezaron con menos, pensó, y ahora son ricas. Pero esas personas tenían ideas, algún talento para a,lgo. Se estremeció. Fue tendiéndose en el suelo y se echó a llorar. Se calmó al cabo de un rato. Trató de reflexionar pero ya no quedaba nada sobre qué reflexionar. Permaneció tendido unos instantes más. Luego, caminando a cuatro patas, volvió al ropero. Traducción: Ronald D. Lewin Revisión: Gregorio Gallego

IR. CAMPERT, «In de druk pp. 32-43.

kam, u it 'De jongen met het mes', De Bezige bij, A'dam, 1960, 4e


WILLY SIMON CARMIGGELT

CUANDO, acabado el entierro, me encaminaba ya hacia la salida del cementerio, una mujer gorda, vestida de negro, sin dejar de seguir sentada en un banco junto a una de las tumbas, me saludó: -¿Qué tal, hombre? Por la voz la reconocí. -¡Willy! -exclamé sorprendido-. Willy había sido asistenta en casa de mis padres cuando era ella una joven atractiva, elegante y muy a·legre, a pesar de no tener el más minimo motivo para estarlo, ya que su marido era un albañil amargadísimo con sus cuatro años que llevaba ya de desempleo y a su hijita la tenía en un sanatorio con una enfermedad incurable. Pero Willy ganaba el sustento para su casa con resignación gozosa. Venía a trabajar a nuestra casa a las nueve de la mañana, pero antes había ido a limpiar unas oficinas. Su energía no tenía límites. Cuando se iba, acabada la faena, a la caída de la tarde, se cambiaba la ropa y se arreglaba y acicalabá con esmero para irse en bicicleta a su casa, pero en una bicicleta que la tenía limpia y brillante como una patena y de la que estaba justamente orgullosa. Y aun si hubiera sido por ella, de buena gana saldría por las noches - al cine o a hacer tertulia en un bar-, pero su albañil no estaba nunca de humor para salir a divertirse. -¡Es más desabrido!- le decía a mi madre por '¡as mañanas en algún momento de palique. Dicho eso, igual se iba cantando a proseguir sus quehaceres domésticos por la casa. Su buen humor era indestructible, a pesar de que las circunstancias y la suerte hicieran todo lo posible para minárselo a base de bien. Cuando me casé empezó a venir Wi1ly a mi casa dos veces por semana. Bien pronto se tomaron tanto afecto mutuo Willy y mi mujer que se pasaban buenos ratos las dos en la cocina haciéndose confidencias, sin omitir ni las cuitas amorosas siquiera. De aquel albañil ya se había divorciad o y por aquel entonces pasaba por toda suerte de lances amorosos y experiencias sentimentales. Luego vino la guerra y empezó a salir con alemanes. Primero con oficiales, pero luego ya con soldados y todo, pues que su físico se le había ajado bastante, entretanto. Al principio todavía seguía presentándose a casa puntualmente, pero debido a lo mucho que bebía por las noches y a la resaca que traía, todo se le caía de las manos, perdiendo cada día más con tanta juerga con nuestros invasores. Y teníamos cada


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SIMON CARMIGGELT

día la misma escena: cada vez que mi mujer, invocando la sagrada causa patriótica, le cantaba las cuarenta por su conducta infame, Willy se le echaba a llorar y se deshacía en promesas de no volver a hacerlo y qué sé yo. Pero, al poco tiempo, dejó de venir, por considerar que su vida no tenía por qué ser ya más tema de controversia. Si después de tanto deslomarse trabajando para los demás, quería divertirse, ¿quién se lo iba a impedir y con qué razones? El caso es que a los pocos años se había convertido en una prostituta declarada. Su campo de acción no estaba lejos de nuestra casa, y cada vez que me veía al pasar me guiñaba el ojo, pero de una manera muy particular, como algo al margen de su oficio. En cierta ocasión en que, con unas copas de más, irrumpí en un bar donde Willy estaba en un rincón departiendo con un cliente, me gritó con voz chillona: - ¿Qué haces aquí, granuja? Venga, vete a tu casa, que 'Íe están esperando tu muj er y tu hijo. Como no parecía haberlo dicho con mala idea, todo el mundo se rio y yo desaparecí sigilosamente bajo las risotadas. No he vuelto nunca más a aquel bar. Pero una noche, mi mujer y yo nos la encontramos en la calle donde «ejercía». Se pa ró y nos dijo con voz ahora ronca: -¡Hola! Lucía una bonita chaquetilla de cuero, pero tenía la cara amoratada y tumefacta. -Tadavía tienes buen tipo -le dijo a mi mujer. Ya no la trataba de usted, como antes. Se había «emancipado». - ¿Qué tal te va? -le pregunto mi mujer. -¡Psé! No me puedo quejar con lo que gano, pero es una vida muy arrastrada. Mi mujer asintió con la cabeza. Por lo visto, no quedaba nada más por decir. Pero Willy se quedó mirándonos con una mirada triste, aunque no exenta de odio. Era ese odio ancestral y oscuro de los sumidos en los bajos fondos para con los ciudadanos resguardados en sus empleillos. -Bueno, adiós -se despidió de pronto. Y reanud ó su camino con profesional contoneo y rotación de caderas. En el cementerio le pregunté si se le había muerto algún familiar. Y meneó la cabeza, que se le había vuelto grandota y redonda. -No --contestó-. Estoy más bien al acecho, a ver si pesco a un viudo. Algo fijo es lo que busco. Nunca he sido una mujer casera, pero ya empiezo a volverme vieja para hacer la vida. y con cierta ternura en la voz, inquirió: - ¿Cómo está tu mujer? -Muy bien -le respondí-o Me echó una mirada de evidente desdén y me espetó: - T ú no puedes quejarte, ¿te das cuenta de eso? Hice un gesto afirmativo y me despedí. Cuando desde la verja, me volví a verla un instante, todavía continuaba sentada al lado de aquella misma tumba, con la mirada perdida en el infinito. Le deseo que pesque a un viudo. Si así fuera, no se arrepentiría, estoy seguro ... el viudo. Traducción: Rosa María Vila Rochés Francisco Carrasquer De la colección de «kronkels» «We leven nog» (Aún vivimos)


LA PENA DE BELGICA RUGO CLAUS

Cap. V.-Olibrius Goossens había presentado su petición para convertirse en Apóstol bajo supervisión de Vlieghe, según estaba prescrito en los Anales, en una nota que había sido doblada en forma de estrella cuadrangular y sobre la que estaba escrito (con unos garabatos y a lápiz, una fulminante prueba de la incompetencia de Goossens y una mancha en el honor de Vlieghe -eso había decidido Louis aportar como primer argumento en contra después): «YO, Goossens, Albert, hijo de Theodorus, con residencia en este mundo en Lovendegem, quiero dar testimonio de la bondad de Cristo. Desde hoy, día de Petrus Canisius, fiel partidario y doctor eclesiástico de tercera clase, guardaré en secreto toda maravilla. Eso lo juro por los Libros Prohibidos. Tendré que pasar por la colocación de la santa estrella en la parte de mi cuerpo prescribida por los cuatro Apóstoles. Razones para mi admisión son: que cinco Apóstoles son mejor que cuatro, y que cinco es el número de las provincias de Flandes». -¿Prescribida? -dijo Louis a Goossens que estaba más blanco que el papel. ---Sí, ¿no? -Prescrita o señalada. Una de las dos. Apóstoles, esta petición es una cala_ midad, y debe ser reescrita y pasada a limpio. Después de que Goossens se largase de mala gana, los otros tres trataron de persuadir a Louis. No había que ponérselo demasiado difícil a Goossens, ya que se corría el gran riesgo de que, decepcionado, se enfadase y de que ni siquiera quisiera adherirse al grupo. ¿Qué es lo que estaba mal dicho? Simplemente un «-bida» de nada. Louis no tenía que ser tan quisquilloso, pensaban ellos, y Byttebier incluso llegó a decir: «Sólo porque tú quieres ser un especial ista en el «buen- flamenco», y porque tu Padrino ganó en una ocasión una Medalla de Oro al Art'e de Recitar en sus años jóvenes». Louis inspeccionó el nuevo formulario descuidadamente doblado. Las letras estaban totalmente dislocadas, faltaban varios puntos y comas, pero ponía, subrayado: «señalada». Guardó el papel en ,la carpeta con la etiqueta: «Cartas de los Apóstoles». Los Apostóles se sentaron uno al lado del otro en la cama de Vlieghe y alzaron sus pies desnudos. Los dedos de los pies de Vlieghe eran largos y delgados, como si nunca llevase zapatos. Los de Byttebier estaban escandalosamente guarros. Goossens les besó los pies y tuvo que hacerlo de nuevo porque Dondeyne consideró que lo había hecho demasiado deprisa y por encima. A continuación, Goossens pronunció el juramento: «¡Fiel hasta la muerte!»; se levantó el camisón de dormir y se tumbó en el suelo, con los carrillos del culo tensados. Primero


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Louis, luego Vlieghe, luego Dondeyne y por último Byttebier, vitoreando y armando un gran jolgorio, amasaron y pellizcaron el pálido trasero. Goossens se comportó con bravura y no dijo ni pío. Louis notó que Vlieghe estaba orgulloso de su protegido, y redobló su ataque de arañazos. Cuando la piel empezó a llenarse de manchas rojas, dijo Louis: «Amén». Goossens se levantó, se santiguó tres veces y se arrodilló entonces ante Byttebier, quien dijo sin vacilación alguna: «Con la cruz, y la sal y el agua ardiente te arrepientes por hoy y por siempre», se remangó el camisón, y meó en abundancia sobre el pelo de Goossens. Goossens esperó hasta que el pis hubiera corrido por sus hombros, y entonces, perfectamente instruido por Vlieghe, se fue de rodillas hacia la cabecera de la cama; allí encontró la toalla, y en silencio pisó el suelo. Se podía oír la banda de música del pueblo en el ayuntamiento, que repetía sin fin una serie de redobles. Byttebier fue a ver si la Hermana Angel había empezado ya su ronda. Cuando regresó, dijo Vlieghe: «Las cifras, ahora mismo», y Goossens contó tan rápido como pudo hasta cien. «Las letras de la alianza», dijo Bytterbier, y Goossens dijo el abecedario titubeante, tartajeando, y se secó .]os labios con la lengua y a continuación lo soltó todo de una vez, deprisa y mal. - Los ruidos que hacen los perros -dijo Louis. Goossens se metió el pañuelo en la boca y tosió, ladró sofocadamente. -Date ahora tres vueltas -dijo Dondeyne. La banda del pueblo tocaba ahora a pleno pulmón. Zar y carpintero. - ¿Dónde está tu contribución a la tesorería? -inquirió Louis. Goossens cogió de debajo de la almohada de Vlieghe un paquete color pardo y manosead o de cromos de cicI.istas. Encima de todo, reburujado bajo una goma roja, estaba Poeske Scherens, seis veces campeón del mundo. -No -dijo Louis-, esto no se puede aceptar. Esto es «calderilla», que para el pati o de recreo vale, no para aquí; esto no es más que un juguete. A nuestra tesorería eso no le sirve de nada. - Pero Vlieghe dijo que ... «¿Vlieghe? ¿Quién es ese?» Así habló Petrus, y apostató de El Salvador con pretensión de desenvuelta indiferencia, como yo ahora, mi amor, mi hermosura. Asombrado, Goossens se volvió hacia Vlieghe, que se estaba hurgando entre los dedos de los pies. -El nombre de Vlieghe le es desconocido a este regimiento. Los Apostóles tienen nombres de Apóstoles durante sus reuni ones. Lo cual no era del todo c ierto, los A póstoles, sobre todo Byttebier, se olvidaban muy a menudo de su nombre de Apóstol. -Ya lo sé -dijo Goossens apremia nte-o Tú eres Pedro, y Vlieghe es Pablo. - ¿Y yo? -preguntó Dondeyne. Goossens no lo sabía. -Mateo -d ijo Dondeyne con orgullo- , porque tengo alas. Se pasó la mano por la espalda. -Yo soy Barnabás -dijo Byttebier-. Grábatelo de una vez para siempre o te cascaremos . -¿Y yo cómo me voy a llamar? ¿Lo sabéis ya? ---Goossens sudaba, o aún estaba mojado por el pis. --Se te dará una vez que hayas sido aceptado, una vez hayas entregado tu contribución. -Me lo tenías que haber avisado, esto .. . ¿Pablo? -dijo Goossens casi llorando.


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-La contribución -dijo Vlieghe resoluto, casi a voces - será entregada mañana. Este se está poniendo un poco impertinente, querrá que ceda, que acepte de inmediato a ese palurdo de Goossens, sabe que cederé porque él me cae bien, porque daría mi vida por él. Louis se encogió de hombros y propinó un golpe a Goossens en su mojado cuello con la zapatilla. «Goossens, Hotentote, se te convierte en enviado extraordinario de Dios». Sacó el cuaderno de los Anales y leyó con un nudo en la garganta: «En verdad, en verdad os digo, muchos profetas y justos han deseado ver lo que tú ves y no lo han visto, y oír lo que tú oyes y no lo han oído». Añadió un «Amén», aunque eso no estaba en Jos Anales. -¡Hecho! -dijo Byttebier-, asunto concluido. -¿Y quién soy ahora? ¿Quién? ¿Cómo me llamo entonces? -Olibrius -dijo Louis. -Ese no es un Apóstol -dijo Vlieghe. -Eso es una marca de mostaza -dijo Byttebier. --Olibrius era el gobernador que se quería casar con Santa Margarita, y que adoraba a Ídolos. -Pero ... -Goossens estaba confuso. -Hasta que no haya entregado la contribución no puede llevar nombre de Apóstol. Pero no tienes de qué preocuparte, ya que según tu querido camarada Pablo dice, eso tendrá lugar mañana, ¿no es cierto? -Mira que eres un tipo raro -dijo Vlieghe. Para su irritación, vio Louis como Byttebier estaba dando bocados a una manzana. La manzana, la fruta del Paraíso que según constaba en los Anales había de ser comida por los cuatro. La concordia de 10s Apóstoles y el ritual se habían corrompido. -He traído un libro tal y como Pablo me pidió -dijo Goossens-. ¿Puedo ir a cogerlo? ¿Ahora? Cuando se había marchado dijo Vlieghe. «A mí no me miréis. Es de Lovendegem, y allí son tan, tan ... » El libro, que nunca en la vida podría hacer las veces de Libro Prohibido, era un cuadernillo frío y húmedo donde alguien, hacía mucho tiempo, había pegado recortes de periódicos en inglés o en americano. Su abombada cubierta era de un cartón veteado en blanco y negro, y llevaba la etiqueta de «compositions», bajo la cual había un nombre ilegible y «53rd Str. BrookJyn NY». Por dentro, y en un papel lineado, había pegadas unas fotos rancias y arrugadas. Caras de malhechores, soldados, cheriffs, mujeres con sombreros en forma de campana y dentaduras en malas condiciones -Es americano -dijo Goossens. -No hay ni una sola hermana que pueda leer en inglés. Así pues, no puede convertirse en Libro Prohibido. -Trata de malas mujeres -gritó Goossens desesperado. -Lo estudiaré -Louis puso el libro bajo la axila-o Oremos. Cerraron los ojos y recitaron un Avemaría al ritmo de la canción Zar y carpintero. Traducción: Carmen Bartolomé Fragmento de la novela del mismo título que abarca el período de 1939-1947 en Flandes, visto a través de los ojos de Louis Seynaere, niño de 11 años al principio y joven de 19 al final. Próxima publicación por Alfaguara.


NO HAY VIDA EN LA TIERRA RAOUL CHAPKIS

últimos años se ha discutido mucho la cuestión de si, tal vez, haya vida ENenlosotros planetas. Para los autores de relatos de ciencia ficción esa pregunta ha sido, desde hace mucho tiempo, contestada afirmativamente. Pues desde tiempos remotos pueblan sus relatos de viajes interplanetarios con extrañas, diminutas criaturas que se mueven tambaleantes sobre dos piernecitas y lucen sobre su cuerpo no más que una sola cabeza. Es realmente asombroso que todos esos autores nos presenten una imagen tan unánime de aquellos fictioios planetícolas. También su origen es siempre el mismo: el planeta Tierra (el tercer :planeta interior) es invariablemente su domicilio. El único detalle en que esos visionarios no se ponen de acuerdo es el color de sus criaturas. Unas veces nos presentan con terráqueos negros, otras veces son blancos o morenos. Por supuesto nunca son verdes, como toca, aunque se sabe con certeza de que hay clorofila en Tierra. Evidentemente esos autores han inventado completamente el aspecto físico de esas criaturas bípedas y monocéfalas, de modo que podemos tranquilamente hacer caso omiso de sus descripciones. ¿ Qué puede enseñarnos la ciencia con relación a una vida eventual en Tierra? Muy poco. Las condiciones son, en todos los aspectos, extremadamente desfavorables para la existencia de vida. Es un hecho establecido de que alrededor de un 20 por 100 de la atmósfera de Tierra está compuesto por el sumamente venenoso Oxígeno, y que los gases de amoníaco, ind.ispensables para la vida, no exristen allí. Un 80 por 100 de la superficie terrestre está compuesto por una singular materia con una consistencia extremadamente fluida (H20), de modo que los eventuales terrícolas, si por lo menos tienen algún peso, se hundirían inmediatamente a través de la misma, hasta llegar al centro del planeta, donde r.igen temperaturas de muchos miles de centígrados. Del clima que reina en la superficie, más vale callarnos: es más que cruel, haciendo imposible toda forma de vida. Nuestros telescopios son actualmente tan potentes, que podemos asegurar que los Terrícolas, en el caso improbable de que existan, tendrían que medir menos de 0,03 millas, porque de lo contrario podríamos verlos. Tales dimensiones diminutas son inverosímiJes, aunque en teoría no del todo imposibles. Un año terrestre está compuesto por 365 días, y cada día de 24 horas. El ritmo vital de esos enanos sería, pues, asombroso. Hace un mes (¡y por consecuencia no menos que treinta años terrestres!), empero, la investigación de la habitabilidad de Tierra ha entrado en una fase totalmente nueva. Nuestros radiotelescopios, que ya desde siglos estaban infructuosamente dirigidos hacia Tierra, recibieron de pronto señales. Inicialmente aún escasas y


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confusas. pero poco a poco con más nitidez y en mayor cantidad de longitudes de ondas, hasta que en estos momentos casi todo el espectro de radio-ondas está lleno de ondas terrestres. Desde el principio esas señales han sido registradas en cinta. y nuestros mejores científicos empezaron a analizar lo que creyeron poder considerar como un «Signo de Vida en Tierra». Se distinguieron dos clases de vibraciones. La primera consiste en señales relativamente armoniosas. donde determinados temas se repiten frecuentemente. Tomando en cuenta su uniforme modulación. podemos atribuirlas a causas naturales de índole física. La segunda clase. sin embargo. consiste de una repugnante muestra de signos irregulares. donde no se puede d ivisar ni la más mín ima armonía. Un determinado grupo de científicos creía ver en ese conjunto de signos un «idioma». Donde hay idioma. hay criaturas inteligentes y. por consecuencia. Ttierra estaría habitada. Ya habían empezado a descifrar ese «idioma». cuando un descubrimiento del catedrático 7roudedevv acabó repentinamente con todas esas especulaciones. El caso es que el profesor 7roudedevv consiguió, por medio de antenas-detectores extremadamente perfeccionadas, demostrar que se daban emisiones en ese «idioma» en docenas de longitudes de ondas, mientras al mismo tiempo y en exactamente la misma longitud de onda. se emitía una monótona y ensordecedora señal sin ningún sentido. Cuando queremos considerar el «idioma» como un medio de comunicación, entonces es por supuesto imposible que los Terrícolas lo emitieran precisamente en una longitud de onda en la que la señal se destruye inevitable-mente. De este modo demostró, por absurdo, que las señales de radio no constituían la comunicación entre los hombrecitos terrestres. Por consecuencia, después de esos descubrimientos inicialmente tan expectativos, resulta que no hemos avanzado ni un ápice más que hace un mes; no hay ni rastro de una evidencia de que Tierra estuviera habitada. Sin embargo. esto no impedirá a nuestros autores de historietas inventar sus extraños y diminutos monstruos que se acercan a nosotros en sus cigarros volantes. Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

Tomado de: Ik sta op mijo hoofd, 1966

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El blanco entró de nuevo en la habitación. -Nada -dijo-, no sale nada del grifo. Lo he dejado abierto, por si acaso. Volvió a sentarse junto a ella en el suelo, y abrazó las rodillas contra el pecho. La negra no dijo nada. Estaba sentada apoyada contra las cajas de racionamiento «C», en cuclillas, como un mono, con un paño de pana multicolor entre .los muslos. Un lado de su rostro estaba arañado, el ojo hinchado, y el sare amarillo que colgaba sobre sus hombros estaba sucio y desgarrado. Sudaba y apestaba. -Por lo visto han saboteado las bombas de agua -dijo el blanco hablándole a la nada-, y nosotros aquí hechos una pena. El iba descalzo, tenía salpicaduras de barro en las piernas; llevaba una blusa caqui resudada llena de manchas de sangre y un pantalón sucio corto. Un tajo profundo le recorría la frente. De cuando en cuando se llevaba cautelosamente un pañuelo ensangrentado a la frente y por unos instantes, su rostro hacía una mueca de dolor. Tenía ojeras, estaba sin afeitar y el pelo 10 tenía demasiado largo. Sobre la mesa había mochilas, cajas de hierro con municiones, cargadores vacíos y palas plegables de los soldados etíopes de la ONU, que ahora estaban atrincherados delante de la casa, En el rincón, contra el aparador de madera de teca, había aún, más cajas de racionamiento «C», la de arriba había sido abierta. y fuera, en la alameda inundada por el sol, la muchedumbre silenciosa aguardaba ya desde hacía horas. No corría una brizna de viento, hacía, calor y en las alturas, los buitres volaban en círculo. El blanco sacó un arrugado paquete de «Belga» de su pantalón cortoJ Todavía le quedaba un cigarrillo corvo. Lo encendió y tiró la cerilla debajo de la mesa. Dio una calada larga, inhaló de un bocado y le pasó el cigarro a la negra sin mirarla. La mano le temblaba.


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Ella fumaba; él, entretanto, se inspeccionó la uña del pulgar, negra, partida, e hizo un gesto desaprobatorio con la boca. -Vaya un cardo que estás hecho ---dijo la negra con la mirada fija de un perro. El cogió el cigarrillo y la miró de reojo, de pasada. La hembra negra vuelve a salir a flote, pensó lleno de repugnancia; durante dos años pensé que lo había conseguido, pero he ahí a la hembra negra definitiva en toda su gloria. Afuera se oyó de repente el grito agudo de una mujer, la muchedumbre se puso a murmurar; una voz de hombre gritó algo, ronca, desaforada, y a continuación se volvió a hacer el silencio. El blanco miró hurañamente de reojo hacia las ventanas. La mosquitera estaba desgarrada y una de las ventanas colgaba fuera de los goznes. Desde el porche, a través de la puerta de doble hoja entornada, se escuchaba una voz gutural, monótona, parsimoniosa: -Six~euh ... six-euh ... this is-euh ... one-euh-six-euh .. , over (NT: ingl.. 6... eh .. , 6 ... eh aquí 6.. ., eh, 6, eh, 6, eh ... cambio)-, y a continuación, el ruido de fondo del receptor. -Para cuando llegue la noche se habrán cansado ---dijo el blanco, y pensó: están transmitiendo por la red de la compañía pero no consiguen comunicar con el comando. -Hummm ---dijo la negra, levantando las cejas. -Entonces seguro que se irán a casa, de puro aburrimiento. -Hummm. -No se pueden quedar allí esperando siglos hasta que .. , que ... ---dijo el blanco, y se humedeció los labios con la lengua y volvió a mirar en dirección a la ventana. La mosquitera se movió. La brisa de la tarde del otro lado del río, pensó, el río con los bosques, las lagunas, los campos de papiro ... -Más nos hubiera valido quedarnos en Bokapo ---dijo la negra dando un suspiro-, así ahora no estaríamos donde estamos. -En Bokapo la cosa también empezaba a ponerse fea. Tarde o temprano habrá de ocurrir en todas partes. No hay forma de evitarlo. A eso hemos llegado, los muy hijos de perra ... cerdos. -Menos mal que me dio por tirar el rifle en el Mioka a tiempo. Si encuentran armas en el equipaje, te fusilan en el sitio. -Me eché encima antes de que pudiese dar un volantazo ---dijo el blanco-, eso pasa cuando se deja de cortar los hierbajos a lo largo de los caminos. No se ve nada en las curvas y por menos de nada te echas encima. Si nos hub iésemos quedado a comer en casa de Vasconcelos en Mindembo, ahora tod avía tendría mi coche, las maletas, y el dinero. ¡Maldita sea! , si me encuentro a lguna vez a ese sargento me lo cargo como a un cerdo, le lleno de plomo al muy hijo de puta ... cacho cabrón. Dio una calada nerviosamente al cigarrillo y lo arrojó debajo de la mesa, saltó una chispa. Fuera, en el porche, el receptor seguía si n contestar. -Están esperando ---dijo la negra. -Están esperando a que salga para liquidarme ---dijo el blanco con una risita corta-, hijos de perra, con esa metralleta les ... -Están furiosos porque la mujer esa resultó herida. - y yo qué podía hacer, antes de que me diese cuenta ya me había echado encima. -Creen que lo hiciste a propósito.

-Pamba.


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El blanco sujetó el pañuelo contra su frente, estiró una pÍema y se puso a hurgarse en la rodilla. El sol brillaba ahora de refilón en la habitación; se levantó la brisa de la tarde y la mosquitera ondeó de un lado para otro. Las montañas azules, pensó el blanco, las cumbres blancas nítidamente marcadas, y le entró añoranza. La negra le miró. Tenía unos bonitos ojos, llevaba rimmel en las pestañas. -Yean ... -dijo ella suplicante. -¿Si? -dijo él, absorto en su rodilla. -Necesito agua urgentemente, Yean ... -¿Todavía no se te ha pasado? -Pero si empecé ayer ... -Vaya por Dios, que oportuno. La negra no dijo nada. -¿Tienes mucho? -dijo él al cabo de un rato. -El segundo día siempre. Sabes de sobra que es al segundo día cuando empieza de verdad. Mira otra vez a ver si hay algo de agua -dijo ella, esto último a modo de queja. -Ya te he dicho que no hay agua -dijo aburrido-, ya no sale ni gota de los grifos. Los grifos están abiertos. Los he dejado abiertos. -No quieres ir a ver. Claro que a ti te importa poco que el paño se me empape de sangre; me da una vergüenza horrible, y tú bien sabes lo que soy yo para lo de la limpieza del cuerpo ... -Quieres hacer el favor de callarte -susurró en tono violento-, si hay algo en este momento que me saque de quicio es justamente ese porfiar tuyo sobre la sangre y esa bandada de hijos de perra negros ahí fuera en el camino yesos gallinas de la ONU que están cagados de miedo y que no se atreven a disparar al gentío, y tú, y todo el mundo, me sacáis de quicio, así que hazme el favor de callarte, hazme el gran favor de cerrar tu boquita, tu pequeña y querida boquita cinco minutos. La negra clavó la mirada en el suelo y palpó cuidadosamente el revés del paño, y pensó: quizás ya no me quiera, tiene miedo, está nervioso y es un embustero, ya lo creo que es un embustero, y ya no me quiere como antes, y yo ahora ya no puedo seguir sin él, sin él me moriría poco a poco. El se levantó de un golpe y se puso a la ventana. En el césped delante de la casa, con las buganvillas repletas de flores rojas, los setos de limoneros y los arbustos de adorno, habían cavado un nido de ametralladoras. Dos etíopes estaban tumbados bocabajo detrás de la metralleta y la tenían apuntada en dirección a la muchedumbre de negros, quienes en silencio, bajo las palmeras de la alameda, no perdían la casa de vista. El sol le daba directamente en el rostro y empezó a sudar; el sudor le abrasaba la frente. Había por lo menos doscientos negros, quienes inmóviles, y en un silencio mortal, aguardaban vigilantes. Los troncos de las palmeras estaban rojos del polvo y las hojas colgaban flácidamente ahora que la brisa había vuelto a amainar. «ll they move, we open Eire, anyway.» (NT: ingl., «Si dan un paso, abriremos fuego, pase lo que pase.»), había dicho el pequeño y acre capitán con cara de niño. que hacía una hora se había marchado con el Dodge azul y que ahora era llamado ininterrumpidamente a través del walkie-talkie por el esbelto operador con el perfil aristocrático y peligroso de los tuaregs, que cada vez que entraba se quedaba mirando a la negra largo rato.


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«8ix-euh ... six-euh ... this is one six-euh ... oven>, continuaba diciendo el operador ininterrumpidamente, y entre las llamadas se podía oir el ruido de fondo del receptor. El centinela que vigilaba la parte de atrás de la casa entró y apoyó el fusil de repetición contra el aparador. Se quitó el casco, se rascó su pelo corto y crespo, y sonrió afablemente al blanco y a la negra. Tenía unas piernas largas, unas caderas estrechas, y unos hombros sorprendentemente anchos. Tenía una nariz .Jigeramente ganchuda y un labio inferior hamítico protuberante. Cuando sonreía resultaba muy simpático. Hasta para un etíope, tenía la piel de color claro. -Helio -<lijo el blanco e intentó sonreir. El etíope también sonrió, desenganchó la cantimplora de su cinto, la abrió y echó un trago; se enjuagó la boca y escupió un chorro al suelo. -Do you speak English? (NT: ingI., «¿Habla inglés?» -<lijo el blanco y pensó : se mueve como un animal. -Littla bit, sah. (NT: ingl., «Una poco, señor.») - Where is the captain? (NT: ingI., «¿Dónde está el capitán?») -Capen? (NT: ingl., «¿El capitán?») -<lijo el centinela, volviendo a echar un trago con parsimonia. -Yeso -Eu-capen wiUa ... willa ... (NT: ingI., <<.El capitán estará ... estará.,,») -<lijo el centinela. Enroscó el tapón de la cantimplora y volvió a colgarla del cinto. Se palpó el bolsillo del pecho, sacó un paquete azul de «Albert», le ofreció un cigarrillo, le dio fuego con desenvoltura y a continuación inclinó la cabeza, serio, merático. El blanco inhaló con los ojos cerrados y pensó: esta gente debe de tener una cultura secular, pertenecen a un pueblo noble, de soberanos. -¿Tiene agua? -preguntó la negra de repente-, ¡oh Yean!, pregúntale por favor si no tiene un poquito de agua. --Se lo preguntaré -<lijo sin mirarla, y al centinela: -Is there no lieutenant? (NT: ing\., «¿Hay algún teniente?») -No understanda, sah ... (NT: ing\., «No comprender, señor...») -Lieutenant, two stars, captain, three stars ... (NT: ingI., «Teniente, dos estrellas, capi tán, tres estrellas ... ») El centinela le miró con cordialidad, tiró la colilla al suelo, la apagó con el pie. se puso el casco, cogió el arma, controló el seguro y salió afuera. -¿Ha ido a por agua? -Creo que sí. -¿Se 10 has preguntado? -Pues claro. -¿Qué dijo? -¿No me crees? -Te creo. ¿Qué dijo? -Que tenía que esperar al oficial. -¿Pero entendió lo que le dijiste? El blanco no contestó. Miraba continuamente a la muchedumbre en la alameda, bajo las palmeras, y tamborileaba con los nudillos en la ventana. -Ya no eres amable conmigo -<lijo la negra de repente-, antes, al principio, e incluso la semana pasada eras amable conmigo. Seguro que la semana pasada hub ieras ido tú mismo a por agua para mí. No, ya no eres amable conmigo. El blanco no contestó. Seguía sin perder de vista a la muchedumbre. - y si es que tenemos que morir, mejor que sea en Bokapo -<lijo ella-; si


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nos hubiésemos quedado en Bokapo tal "y como .... era como si tuviese un presentimiento ... -Me harás el gran favor de cerrar esa boquita tuya. ese piquito. sólo un ratito más -dijo él afónico. y estaba pálido como un cadáver. y le reilaban los labios, y miraba tenso a la alameda en donde un grupillo de jóvenes en camisas negras estaban ahora discutiendo acaloradamente mientras que señalaban en dirección a la casa y hacían gestos desaforados a los otros. Observaba atentamente a los camisas-negras. Se le hizo un nudo en la garganta y tragó saliva. pero no pudo deshacerse de él. La negra levantó la vista. -¿Qué ocurre? -preguntó. -Allí ... -dijo él con voz ronca. y hubo de volver a tragar. Ella se levantó. se qu.itó el paño. se puso junto a él y lo vio. Lo vio al instante. -¿Crees que los soldados dispararán si se acercan? -dijo ella acercándose más aún a él; él pudo sentir su vientre contra sus caderas. -Eso espero. - y el oficial.... ¿ha llegado ya el oficial? -No. -¿Crees qu.e dispararán si él no está? -Yo que sé. ¿Cómo vaya saber eso? ¿Por qué estás siempre preguntando? La negra guardó silencio. El blanco volvió a mirar por la ventana y en la alameda. los jóvenes camisasnegras hacían ahora gestos desaforados y levantaban los puños en dirección a la casa. y él miró a los dos etíopes tras la ametralladora y vio que estaban nerviosos. El uno cambiaba de sitio los cargadores de reserva innecesariamente y el otro reajustaba la mira; yacían bocabajo. tras la metralladora. y el blanco vio claramente 10 muy nerviosos que estaban. -Yean -susurró la negra, y le cogió suavemente por el brazo. y le acarició, y se estrechó contra él. y él pensó : tenía que acabar algún día que otro. todo tiene que acabar alguna vez. pero es terrible que haya de ser así; resultaba impensable que ahora les diera por asaltar la casa. por cogerme y por cortarme en pedacitos con sus machetes. y que yo no tuviera con qué defenderme. y el sudor le corrió por el cuello y se sintió débil. enfermizo. vacío por dentro. En el porche. tras la puerta de doble hoja. el ruido de fondo del walkie-talkie cesó de repente; se oyó un crujido, un pitido. y una voz en el receptor que decía lenta y claramente: - This is six (NT: ingl.. <<.Aquí 6») -y a continuación algo' en etíope, y el operad or contestó nervioso: - This is one six, roger out. (NT: ingl.. «Aquí 1-6, comprendido y fuera»). La puerta se abrió de un golpe y el operador con el rostro de tuareg entró. saludó correctamente. miró a la negra, y luego al blanco y dijo: - Capta in tolde me you musta leave right now. Onaly you. The black girl no. Plain is a wait' on aerodrome. Leave right now. Right now. The black girl no. Come on, sah, that's an order. (NT: ingl., «Capitán decir que usted tener que ir ahora. Sólo usted . Chica negra no. Avión esperar en aeródromo. Ir ahora mismo. Ahora mismo. Chica negra no. Venga señor. es una orden,») -y volvió a mirar a la negra. El blanco tuvo que volver a tragar y dijo con voz ronca: -1 want somebody to go with me. With guns. Two or three men of the United Nations troQps. They... eub ... (NT:ingl., «Quiero que alguien venga con-


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migo. Armado. Dos o tres hombres de las tropas de la ONU. Ellos ... esto ... ») -y señaló de pasada hacia la ventana. El operador miró al blanco con un ligera sonrisa. -AlI right -dijo, todavía sonriendo---, two meo. Come oo. (NT: ingl., «De acuerdo». «Dos hombres. Vamos».) -¿Qué dice? -dijo la negra, que aún seguía sujeta al brazo del blanco. -Tiene agua. Dice que ha encontrado agua. Voy a por agua. Para tí. Con dos soldados. ¿No es fantástico? ¿No es maravilloso, J ulie? -dijo extrañamente hosco, y respiró profundamente, dando hipadas. -¡Oh Yean, es maravilloso! -dijo la negra y su rostro se -iluminó con una sonrisa y se volvió muy hermosa-; ahora me podré lavar, Yean. Ahora todo irá bien. Todo volverá a ser otra vez como antes. Y dentro de dos días todo habrá terminado y todo volverá a ser como antes y... ¡oh, todo volverá a ir bien!, ¿verdad que sí, Yean, que todo irá bien? -dijo, esto último con voz aguda, como si se fuese a echar a llorar. -Come 00, sah (NT: ingl., «Venga, señor») -dijo el operador adusto. Gritó algo hacia afuera en etíope. Dos soldados que estaban tumbados en el porche contra la pared se levantaron y se colgaron el arma al hombro. El blanco tragó saliva. -AlI right -dijo con un nudo en la garganta-, let's go. (NT: ingl., <<De acuerdo, vamos»). Tarifa, 1963. Traducción: Carmen Bartolomé Corrochano P. J. van de Paverd

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sol se había puesto. Encima de la parte occidental' de la ciudad se amontoELnaban cúmulos. Tenían un aspecto amenazador, y empezó a llover. Dentro los cristales se empañaban. Estaba dibujando monigotes en el cristal de las ventanas, y por el ruido de los muelles del diván pude oír que mi abuela se incorporó de los cojines. «¿Los oyes tú también?», me preguntó. Su respiración sonaba agitada. Había dejado de llover. Las calles·, recién lavadas, estaban desiertas. La estufa de gas arrancó. Me acerqué a ella, cogí su mano en -la mia y le tomé ~l pulso; la muñeca se había vuelto muy escuálida, de modo que la arteria estaba muy fácil de encontrar. «El suelo retiembla», insistió, «pero escucha». Escucha intensamente, meneando negativamente la cabeza. «Tienes que apretar la oreja contra el suelo, así seguro que los podrás oír.» Hizo un gesto con la mano, y, quiera que no, tuve que obedecerla. Me agaché, apretando la oreja contra el parqué. «¿Sabes por qué tienes ·las orejas tan grandes, Magda?» Me acordé de la respuesta: «Para poder escuchar bien al presidente durante las reuniones. La voluntad del presidente es la -ley. Y escucharle a él, equivale a obedecer.Je. Cuando uno llora, se le rompe el corazón.» «Sí, así es. El es severo, pero sensible.»


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En todas partes había hilachas de sus mantas, y me puse a recogerlas, porque me sentía incómoda bajo su mirada. Ella se dejó caer otra vez en los cojines. gimiendo suavemente. Años atrás me había contado cada noche lo de los elefantes; se congregaban en un claro del bosque para reunirse en asamblea. Los animales se callaban cuando hablaba el elefante mayor; escuchaban. y cuando había terminado de hablar. se podían oír los murmullos de las hojas. A mí. de niña. esto me tranquil izaba mucho. y luego podia dormirme con facilidad, porque los elefantes eran animales amables y justos. Me incorporé, deposité la bolita de hilachas en el cenicero, y le di un beso en la frente. «Yo también los oigo. Creo que son carros de combate.» Vivíamos en las afueras de la ciudad, en una grande y vieja casa señorial de tres plantas, muy cerca del bosque, que alternaba con campos de cultivo. Los mil itares del cuartel hacían allí sus maniobras, había carros de combate con torres blindadas, escondidos bajo redes de camuflaje, y a veces sometían nuestra parte de la ciudad a un imagi nario fuego de barrera. Cuando se ponían en marcha sus ruedas-oruga desgarraban el asfalto de la calle. El encantador oasis del bosque estaba lleno de tanques Leopard. De vez en cuando disparaban un proyectil luminoso que iluminaba las inmediaciones. La mayoría de las veces los soldados holgazaneaban, aburrióndose, y me molestaban cuando pasaba delante de ellos. «¡Olé, tía buena! ¡Jolín, qué piernas tienes!» «Caballeros, dejemos en paz a la señorita», les gritaba entonces un sargento. Volví a mi sitio delante de la ventana. El cielo estaba tachonado de estrellas. Pude ver las luces de navegación de un avión. Y con gran sorpresa dije: «Yo los oigo también.» Mi abuela no me contestó inmediatamente, se volvió de costado, me miró atentamente, y dijo luego, con vaguedad: «Ya ves, es cosa de tener paciencia.» «Ahora usted tiene que dormir», insistí. «No, todavía no. Primero tienes que mirar 10 que pasa, abr,ir totalmente los visillos y contarme lo que ves.» «No puedo confiar en mis ojos ... » «¿Crees de veras que puedes verlos?» «Sí, creo que sí.» Hubo una intensa satisfacción en su mirada, cuando dijo musitando: «Ya lo sabía.» Y se quedó dormida. Había sido un gran error por mi parte seguir su juego. Tenía ganas de salir corriendo para respirar el aire fresco . Conocí por primera vez la irresistible atracción de los elefantes cuando la visité en esa gran casa. Ella siempre tenía frío y era adinerada. Mis padres no tenían ni un duro, por eso nos instalamos en la planta baja. Ella contaba historias de las Indias orientales, hablando un neerlandés extrañamente melodioso, y yo era la única de los niños que quería vivir con ella y escuchar sus historias. No me producía miedo. Eran historias divertidas, extravagantes, que terminaban invariablemente en un juego de preguntas y respuestas. «¿Qué es lo que no hace el elefante, Magda? Contéstame inmediatamente. Sin reflexionar.» <<El. elefante no traga mosquitos con su trompa, yel águila no atrapa moscas.»


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«Muy bien.» Estaba sentada en su regazo, y ella me sostenía como la muñeca de un ventrílocuo. «¿ y ahora dime quién es la abuela de todos los ratones?» Porque no podía ya pensar en nada más que en animales grandes y grises, grité: «Elefante, elefante!» Me había convertido en su a·liada. Los demás la mantenían cortésmente a distancia. Mi madre elijo que estaba mataglap*); su mente había sufrido un daño irreparable por la repatriación. «Está un poco chiflada. Mejor no visitarla con tanta frecuencia.» «No es cierto. No es del todo cierto. Es un juego, no es más que un juego.» Renegaban de ella, aunque les dejaba vivir en su casa. La abuela pagaba todo. Nunca he comprendido por qué estaban tan cabezudos. Abrí la claraboya. Se ahogaba aquí dentro. El ruido de un coche-radio entró por la ventana. «Charlie. Tango. Bravo» llama a Lima. <<X-ray. Roger.» «Aquí Lima, X-rayo El rojo está en el tercer cuadrante. Roger.» La luna estaba completamente esférica, y un poco más oscura que normalmente. Sumergía el paisaje en una luz turbia y grisácea. Los árboles se proyectaban aplomados contra el cielo nocturno. Todos los hombres que han vivido en todos los tiempos, han visto la misma luna. Di media vuelta y me quedé mirando a mi abuela; gotitas de sudor perlaban en su labio superior. Sabía qué lucha tenía que sostener, pero no se me ocurrió ninguna palabra consoladora. ¿Qué podría decirle? En el fondo no había palabras que, en este momento, no sonarían vacías e inútiles. Ella había sido mi oráculo, a quien sometía mis preguntas y mis enojos. A veces profetizaba lo que iba a ocurrir cuando yo no la escuchaba. La mayoría de las veces sus profecías salían ciertas. Encendí un cigarrillo. A ella le gustaba el olor de .]0 cigarrillos; aun sin haber fumado nunca, creía que la nicotina podía imunizarte contra los gérmenes de enfermedades. Mi abuelo había dado cursos de repaso a pequeños enfermos de tuberculosis. Antes de visitarles, bebía dos copas de ginebra y durante el curso fumaba puros sin parar. Me parecía increíblemente valiente, y lamentaba no haberle conocido nunca. Pero mi propia madre renegaba de sus padres. Decía que no había vivido una juventud normal, y que quería evitarme una suerte similar. Sólo quería darse importancia. En el fondo de su corazón tenía vergüenza de su propia madre, que no había sabido adaptarse. «Mamaíta, es sólo un juego; no es de verdad. Nos contamos chistes divertidos. E imitamos, por ejemplo, a un perro que ladra a la luna.» «Qué disparate. Esas cosas son siquicamente anormales.» «iCómo se atreve a decirlo!» Hubiera preferido prohibirme alternar con ella. Nada más que saludarla esto ya era suficiente, porque todos la trataban con cortesía, eso sí. Su piso está lleno de jarrones chinos pintados de dragones rojos, mesitas auxiliares con tableros embutidos de aves de paraíso en nácar, y de las paredes cuelgan crisses y muselinas cubiertas de salamandras. Mi abuela decía: «Más tarde todo eso será tuyo», añadiendo misteriosamente: «Porque tú eres la débil, elegida para sonrojar a los fuertes.» Apago el cigarrillo y me cruzo de brazos. Antes, cuando mi madre o los demás me hablaban, empujaba la punta de mi lengua contra mis incisivos, concentrándome intensamente en ello. Mi abuela me .]0 había enseñado como


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un remedio eficaz para no dejarme hipnotizar. En cuanto tuve la oportunidad, me escapé al piso de arriba y me subí a su regazo. De sus vestidos emanaba un olor polvoriento; hacía demasiado calor allí dentro y no dejaba que se abriera ninguna ventana. Apoyé mi cabeza contra el terciopelo de su bata de casa, rozando con la mejilla .}a suavidad de la tela. Y luego soltó otro chiste divertido, que había oído ya innumerables veces y que sin embargo me hacía reír cada vez de nuevo. «Un ratón y un elefante caminan juntos sobre un puente de madera . Dice el ratón: «Hacemos mucho ruido con los pies, ¿no?» Camino por la habitación, pasito a pasito. Los ruidos de los carros-oruga crecen. Podrían despertarla e inquietarla con el tumulto. En la orilla del bosque asciende la .Iuna, que, por el efecto de la sombra terrestre, presenta una pequeña mella. Un poco más, y el cráter Copernicus se habrá eclipsado. «Abuelita, ¿por qué a veces la vemos y otras veces no?» «Da vueltas circulatorias en torno a la tierra, y cuando nosotros no podemos verla, es que se encuentra encima de Nueva Zelanda.» «¿Dónde está eso?» «Cuando cavemos un hoyo muy profundo en la parte trasera del jardín, a través de toda la tierra, llegaremos al11.» Por .]a noche a veces me llevaba afuera para tomar el aire. Respiraba muy hondo, arrojaba la cabeza hacia atrás y me contaba que los cielos estrellados en las Indias eran mil veces más hermosos; todo alli era más hermoso. Algún día nos iríamos juntas. Este era su más ferviente deseo. Escucho su respiración inquieta, los ruidos de fuera no parecen molestarla. Sus párpados tiemblan, como si estuviese soñando. La lámpara de cristal de bohemia y las tazas de porcelana en el aparador tintinean. En la lontananza, apenas perceptibles, los elefantes alzan las trompas y se ponen a berrear... En este momento se incorpora bruscamente, en sus pestañas brillan lágrimas. Su cara está pálida como la cera. Cuchichea con excitación: «Magda, casi ha llegado la hora. Tengo que prepararme y tú debes ayudarme. Hablo en serio. Prométeme no tener miedo.» Mis músculos se tensan, me quedo como clavada en el suelo; mi garganta está seca. Durante cinco días y cinco noches he estado con ella, siempre en la misma habitación, no tolera a nadie más en su proximidad. Tan solo a mí me dcja soplar el humo de mi cigarrillo en su cara cuancJo padece un ahogo. Durante todo ese tiempo no me he duchado, mi cabello está grasiento, mis ojos lagrimean. No he podido echar más que duermevelas en el sillón, al lado de su cama. «No te atrevas a marcharte mientras duermo.» «Tranquila. Puede usted fiarse de mí.» «De ninguna manera 10s demás.» Deja caer su cabeza hacia atrás, el hablar la ha extenuado. Hace extraños ruidos con la garganta; su boca se abre un poquito, sus ojos están desencajados. No sé qué hacer y empiezo a formularme preguntas sobre ella para distraerme; expresa las respuestas. ¿Qué clase de persona eres tú, que tengo que obedecerte yo, igual que tú, he llegado a pensar que casi todos los demás son bobos. Si por 10 menos lo supiera .... Hacías la loca, a veces, pero no era más que una pose, una manera de deshacerte de los demás. Yo te veía el juego. Y cuando decías : «¿Cuántos litros de sangre crees que hay en un elefante, qui'eres búscarmelo en la bibiblioteca?», entonces yo casi perdía la paciencia, me estabas sacando de quicios. Estabas


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furiosa cuando me fui a Amsterdam para estudiar. (<Es demasiado Jejos, lo haces a propósito.» Me pagabas los estudios, y cada semana tenía que venir en persona a recoger e1 dinero: sabías muy bien como atarme a tí. Sin esto, te hubiera visitado igual, pero es como si creyeras que nuestro lazo no era lo suficientemente fuerte. Comiendo menos que un ratón, querías demostrarme lo mucho que me echabas de menos. Cuando te lo reprochaba, echabas la culpa a mi madre, que no sabía cocinar. «Una vez que te hayas doctorado, seguro que vas a aceptar un empleo en algún país lejano; entonces tu abuela ya no valdrá nada para tí». «(Cómo puedes decir eso ... ». Con un gesto de la mano me hizo callar. «¿ Vienes por el dinero? D ime que no es cierto ... ». «J oder, abuela, cuántas veces ya te lo he dicho ... ». Encendí un cigarrillo, sacaste una labor de costura del cestillo, y empezaste, con dedos temblorosos, a introducir un hilo en la aguja. Con mis hermanos y hermanas no te mostrabas nunca liberal o generosa. En tu opinión, no valían ni un céntimo. Debían dejarte en paz. Y yo tenía que darte la razón, porque la verdad es que no valen mucho, aunque ellos mismos no lo sepan ... La luna se ha escondido tras el cono de sombra de la tierra; no queda más que una corona de luz color ceniza. Las estrellas destellan ... Sus ojos están muy abiertos; un estertor lúgubre llena la habitación. Entonces dice repentinamente: «Aún estoy». «La luna ha desaparecido», digo. «(Entonces, ¿hay luna nueva?». «(Se ha escondido». «No se sabe nunca». Pregunto: «¿Qué es lo que no se sabe nunca?». No contesta, tira de la sábana, la muerde, como si qUIsIera hacerla trizas. Raras veces te he visto enfadada, menos aquella vez cuando llegué con una hora de retraso y te encontré en el salón, paseándote de un lado al otro. Te metiste tras el sillón con el antimacasar, apoyándote para no caerte. «Tu, por supuesto, te has creído: ya me espera. Es vieja y tiene todo el tiempo del mundo». Con todas tus fuerzas apretabas el respaldo, para desahogar la furia. Me sentía culpable, tu tiempo estaba limitado. Lo sabíamos las dos, y te presenté mis disculpas. Fina·l mente dijiste, con voz ronca: «Las lágrimas de una vieja gorriona. Nada para preocuparte». Y esto era muy vil de tu parte. Fuera están tirando con cartuchos sin balas. Quieren que su guerra se aproxime lo más posible a la realidad . Un soldado con equipo completo y una radio en la espalda, cruza la calle. La larga antena bambolea hacia todos Jos lados cuando sube por la pendiente deL campo de cultivo. Por las hendiduras de los faros oscurecidos de los carros de combate llega una luz fantasmal, iluminando los troncos de los árboles. Una columna de tanques entra en la calle; hacen un alto. Los motores diesel truenan, haciendo tintinear los vidrios. Militares saltan de sus torres blindadas y corren bacia Jos campos, al encuentro de un enemigo imaginario. «¿Los oyes también, Magda?». «Sí, se oye muy bien». «El ruido de los elefantes llega muy lejos ... Están viniendo desde varios kilómetros, porque se ha convocado una reunión». «No debes hablar tanto, abuelita. Te estás agotando».


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«No hacen nada malo, son animales pacíficos. Con su trompa pueden llevar troncos enteros. Para ellos, una vieja debe ser ligera como una pl uma.» Se incorpora, y qu iere coger su bata, que está en 1a silla. No puede. Con suavidad la empujo hacia abajo. «Debes prestar mucha atención, Magda, dentro de unos momentos, cuando uno de esos animales ponga su trompa en torno a mi talle, me levantará de la cama y me llevará. ¿Me lo prometes? La piel de una trompa es tan rl.elicada como la de un bebé. No debes preocupa rte». La miro aturdid a. Ella suelta un pequeño gr ito de alegría ... «Lo ves, hay un o que lleva una silla de montar, adornada de espejitos y bordados. ¿Lo ves? Qué fiesta. Dentro de un momento van a levantarme. Tú sólo podrás mirar, no debes ayudar». Levanta las manos, gritando : «¡ No me hagan cosquillas... Esto no es lo que habíamos convenido!». Luego sus manos caen en la manta. Ha muerto. Arreglo su cabeza en la almohada, le cierro los ojos y aliso las mantas. Apago la estufa de gas y abro de par en par la ventana. La columna, abajo en la calle, se pone ruidosamente en marcha. Dos soldados se quedan atrás; en el círculo luminoso de un fa rol lían un pitillo. La luna ha vuelto a ser parcialmente visible. Se para un pequeño camión militar sin toldo. En la calle resuenan voces. «Vetusto veterano. Bonito pipiolo». «¿Cuántos días de mierda os faltan, colegas?», pregunta el chófer que se asoma por la ventanilla del camión. «Menos que a ti, hombrecito, seguro que sí». Apoyo mis manos en el antepecho y me asomo por la ventana. «Primero hay que dar la consigna, si no te pegaremos un tiro», dice uno de los soldados. «Pipa», contesta el chófer. «Puchero», dice el soldado, riéndose. «Vete ya con tu pacotilla, gilipollas de mierda». Se inclina hacia el otro soldado, que está recostado contra el farol, diciendo: <<Cuando un viejo está fumando una colilla con otro viejo, no hay que molestarlos. ¿No es cierto, recluta?» «Eh, vosotros, ¿queréis salchichas?», pregunta el chófer. «Por qué no, colega». «Pues vete a la mierda». Y pisa el acelerador. Ya he perdido el interés. Cuando los elefantes han hecho su número, salen los payasos a Ja pista para que los mozos puedan, inadvertidamente, barrer los excrementos con e1 serrín ... Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

Tomado de: Bzzzletin, noviembre 1987


UNA RELACION PELIGROSA o CARTAS DE DAAL Y BERG HELLA HAASSE

VIII.-La Marquesa de Merteuil

No creo poseer lo que comúnmente se conoce por el nombre de «conciencia». Dentro de mí, no vislumbro nada de esa llamada voz interior, ni la aversión instintiva al crimen . Para mí 'DO supone problema alguno el hacer algo o el dejar de hacerlo porque esté «mal» (y a todo esto, ¿qué significa eso?), sino porque esté en conflicto con el sentido común, o porque, en última instancia, me pudiera causar daño. Si me arrepentí con posterioridad de la carta de despedida que entregué a Valmont para que se la enviara a ella, 'DO fue porque ella hubiese sufrido, sino por no haber previsto la reacción de ella y el efecto de ello en Valmont. Como explicación, puedo decir que no a limento compasión alguna por una mujer adulta que eligió vivir de ilusiones y tampoco por una chica como Cécile de Volanges, que, en primer lugar, se convirtió en víctima de su propia curiosidad y coquetería. ¿Soy yo la mala porque la una no pudiese conseguirse más realismo, y la otra más refrenamiento? Yo jamás habría hecho uso de la fuerza bruta o habría incitado a otros al uso de la violencia de no haber podido alcanzar mi objetivo atacando los puntos débiles de sus seres, sencillamente porque encuentro repulsiva la violencia, sea en la forma que sea. ¿Acaso está prohibido tronchar la falsa apariencia o el engañarse a uno mismo? Lo que hice no está en conflicto en modo alguno con las leyes de la lógica. Alcanzar a comprender y penetrar caracteres y situaciones, y a continuación, actuar en base a dichas observaciones para proporcionar la mayor satisfacción propia posible, ¿acaso no es ése el poder por excelencia del que no tiene a su alcance otras armas de poder social más concretas? En una noche de insomnio dejé desfilar por mi mente unas cuantas mujeres que son famosas en el mundo entero y cuyos nombres todo el mundo conoce ya desde hace siglos. Por supuesto, se trata mayormente de soberanas, o sea como fuere, de mujeres investidas con poder temporal, con influencia y autoridad


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en los asuntos de los hombres. Me llamó la atención cómo la imagen de una gran mayoría de ellas venía caracterizada por una tradición de escándalos, excesos, asesinatos, traición y violencia. Casi siempre se hacen insinuaciones acerca de su extraordinaria sensualidad o desenfreno. Semiramis, Cleopatra, Mesalina, Poppea Sabina, Teodora la de Bizancio, F redegonde la Merovingia, Lucrecia Borgia, la hija del Papa, María Estuardo de Escocia, tienen reputación de seductoras, son afamadas por la facilidad con que tramaban artimañas, preparaban la copa con el veneno, o mandaban matar a alguien a traición. Me pregunto si es posible que una mujer consiga un lugar en los anales de la historia sin que tenga que ser necesariamente escandalizando a sus contemporáneos. Un comportamiento espectacular, incluso aberrante, parece ser una exigencia a la hora de que una mujer quiera ser recordada. Las mujeres «buenas» de la historia carecen de nombre, en otras palabras, no aparecen en las crónicas, a no ser que se les declarase santas, como a Isabel de Turingia, o fuesen las madres de hombres santos o famosos, como Mónica que dio a luz a San Agustín, O Helena, que engendró a Constantino El Grande (y de la cual se dice que encontró la ubicación de la Cruz) . O eran las compañeras de héroes y reyes, y lo mejor que se puede decir de ellas, es que, al igua l que los lacedemones en el conocido verso sobre la batalla de Maratón, «obedecieron las reglas». Cuando una mujer reina por su inteligencia y decisión (y además no posee en modo notabl·e los acostumbrados atractivos de nuestro sexo) se le alaba, pero se pone en duda su feminidad. ¿Acaso no se motejó a Isabel, en su momento Reina de Inglaterra, de hombre disfrazado, y se llamó a Cristina de Suecia muJer de sangre fría, asexuada, o susceptible tan sólo al amor femenino? ¿No se llamó a Catalina Sforza, que hace 300 años defendió con éxito la fortaleza de Forli, «virago», «marimacho»? Juana de Arco sólo podía ser aceptada como bruja o como santa, no como una mujer virgen que tenía sus propias ideas acerca de los asuntos de estrat'egia y estado, y un inusual dominio de los mismos. De la actual emperatriz de Rusia, Catalina, se dice que es uno de los espíritus más perspicaces de nuestro siglo; una mujer qu e no sólo gobierna con inteligencia y energía sino que también escribe tratados fi losóficos e incluso piezas dramáticas. Y así pues, la gente - la misma gente que sueJoen aplicarle el calificativo de «La Gra nde»- no cesan de hacer hincapié en la llamada «sed de dominio» en sus relaciones amorosas y de l'eí rse con sorna de la juventud de sus favo ritos. Lo que se da por descontado en los soberanos del sexo masculino, hasta tal punto que la posición de amante oficial es la segunda más importante que una mujer puede llegar a conseguir en el reino de Francia, parece ser motivo patente de mofa y repulsión tan pronto como se trate de una soberana. Por el contrario, no se considera vergonzoso que mujeres jóvenes de alta cuna, o bien por las ambiciones de allegados o bien por su propio anhelo de la gloria de la vida cortesana, se dejen manipular en la cama de un hombre del cual lo único que saben o quieren saber es que se trata del Rey, la autoridad suprema. Siempre encontré las hi storias sobre las idas y venidas de estas damas altamente desalentadoras. Primero celebradas, halagadas, agasajadas con favores, riquezas y títulos; luego teniéndose que enfrentar a diario con las intrigas de los enemigos y las competidoras, expuestas a insultos y humillaciones, obligadas a hacerse ver de continuo, compelidas a pasar por partos, abortos y otros mal es y molestias sin descuidar por un momento la atención prestada al amante real, ni tampoco la discreción para con la familia de éste y la Corte; finalmente, no pocas veces de un día para otro, repudiadas, desplazadas por la nueva favorita, despachadas con buenas palabras y una pensión, desterradas a una heredad perdida o a un


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convento. El poder de la amante depende del favor sexual del rey, del mismo modo que el poder de la anfitriona de los salones de tertulias literarias depende de la valoración de los señores eruditos y famosos en otro sentido, del clima intelectual que impera, es decir: de ellos mismos. Una noche que no podía dormir, pensé que en realidad, uno no tenía por qué asombrarse del carácter clandestino de los crímenes llevados a cabo por mujeres. Esa clandestinidad (necesaria donde hay carencia de poder y la fuerza es poca) proporciona a su proceder un regusto de perfidia que suele despertar la ira y el desprecio de los hombres en suma medida. Quien ha de buscar los medios y las posibilidades en lo oculto, no puede andarse con remilgos. Cuando Madame de Montespan, tras muchos años de haberse sentido segura de la pasión que por ella sentía El Rey Sol y de estar convencida de su respeto, dado que era la madre de media docena de sus hijos, notó que él se estaba empezando a hartar de ella (ella «ya había tenido su hora»), fue, como tantas mujeres necias y desesperadas a que la La Voisin, una mujeruca estafadora y preparadora de venenos, le proporcionase una pócima amorosa. Todavía en mis años jóvenes se hablaba de ese desagradable asunto que había tenido lugar por aquel entonces ya hacía medio siglo. Según tengo entendido, en la Cort'e, bajo influencia italiana. no era inusual el deshacerse de enemigos personales con la ayuda de guantes envenenados, sahumaríos o bocados exquisitos. En la mayoría de los casos, se pIOcuraba dar a estos hechos la menor publicidad posible, dado que distinguidos hombres de la Corte estaban involucrados. A consecuencia del proceder impulsivo e imprudente de Madame de Montespan, salió a la luz todo el mundillo parisiense de los que ponían en práctica la magia negra. No sé qué resulta más ridículo y desconcertante: si la credulidad de las damas que pagaban una fortuna por todo tipo de brebajes cuyo fin era perpetuar los lazos amorosos (todos los grandes nombres de Francia aparecen en los sumarios) o las repugnantes prácticas de la La Voisin en la preparación y «consagración» de esas pócimas y polvos. Con toda seguridad, esas historias sobre las misas negras contribuyeron a que yo, ya por aquel entonces, decidiera que para la consecución de un determinado objetivo nunca me respaldaría en ninguna otra cosa que en mi propia inteligencia. Por lo demás, soy también de la opinión que el arte del engaño (nótese que no di go: del «hacer daño») es el arma legítima de nosotras las mujeres, a quienes sencillamente no les está permitido el llevar espadas. puñales o pistolas, y a quienes desde el comienzo de los tiempos, se les enseña que su «honor» se haya exclusivamente en lo oculto, en su sexo. Traducción: Carmen Bartolomé Corrochano P. J. van de Paverd

Fragmento de la novela del mismo título.


EL SOMBRERO DE COPA MAARTEN 'T HART

mi tío, que es pastor de la iglesia reformada, remueve con unas MIENTRAS tenazas los leños encendidos de la chimenea, pienso: ha bebido demasiado. En efecto, sus manos tiemblan y sus brazos se mueven de una manera brusca. Cuando termina de colocar los leños vacía de un trago la copa de ginebra y dice: «Te voy a contar una historia divertida.» Vuelve a servirse otra vez y yo pienso: ¿podrá, realmente, contar una historia divertida con lo melancólico que se pone cuando bebe? Pero ya comienza: Había que pedalear siete kilómetros, tenía el viento de cara y nevaba. Las cubiertas de la bicicleta estaban muy malas y me temía que en cualqui er momento reventara una rueda. Te aseguro que hubiera seguido con las llantas. Por todas partes veía en las praderas negros cuervos apostados en las vallas, cuyas partes más altas sobresalían de la nieve. Durante el camino me caí un par de veces y en dos ocasiones perdí el maletín que había atado con pequeños trozos de cuerda en la parrilla. Después de haber pedaleado unos veinte minutos, dejó de nevar y el cielo se puso más claro. ¿Conoces esa clase de luz en un día así de invierno? Era una luz extraña, trasparente y grisácea, que penetra hasta lo más profundo de tu interior: esa luz te lo pone todo al desnudo; así ocurría también entonces. Iba pensando en la ocupación, en el hecho de que yo no tomara parte en la resistencia como lo hacía mi colega, que había sido apresado y a quien ahora iba a sustituir en la celebración de unos funerales. Debo confesarte una cosa: no me atrevía. Mi hijo tenía dos meses y mi mujer estaba enferma a causa de un parto difícil, y yo reparaba en lo que ocurriría si me cogían los alemanes y tu tía y el niño tuvieran que quedarse solos. No me había unido a la resistencia antes de nacer el niño porque mi mujer estaba embarazada; de esta forma, siempre tenía un pretexto. Entonces pensaba yo : no puedo correr ese riesgo, no lo puedo hacer ni por mi mujer ni por el niño. Pero otros también tenían hijos, estaban casados con mujeres que llegarían a estar embarazadas y, sin embargo, habían aceptado el riesgo.


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MAARTEN 'T HART

No había nadie en el camino, en el horizonte no se veía más que praderas blancas. El silencio era absoluto. No hay guerra, pensaba yo, no es verdad, los alemanes no existen. Avanzaba con dificultad por la nieve. A lo lejos vi las torres de la iglesia del pueblo de mi colega. Hasta que llegué a casa de mi colega me fui convenciendo a mí mismo de que no había guerra. Pero en cuanto toqué el timbre y vi a la mujer de mi colega topé con la realidad. Se había quedado en tan poca cosa que parecía que se había encogido. «Hola, Gerard», dijo ella. «¿Cómo está Nico?», le pregunté. «No lo sé», dijo, «hace ya mucho tiempo que no recibo ninguna noticia suya; creo que no volveré a verle nunca más». Lloraba. «Animo», dije, «por supuesto volverá, la comunidad no puede quedarse sin él, tú no puedes quedarte sin él». Me sacudí la nieve del gabán y de los pantalones y la seguí al interior de la casa. «Puedes cambiarte aquí», dijo. En una pequeña habitación, una especie de alcoba, me quité la ropa mojada ry vieja. Abrí el maletín. Todo seguía seco: la levita negra, el chaleco negro, el pantalón a rayas y la camisa blanca, la corbata, los calcetines, los guantes negros y los zapatos negros. «¿Dónde está mi sombrero de copa?», exclamé en voz alta. Allí estaba yo, en la pequeña habitación, con la ropa interior mojada. A través de las altas y estrechas ventanas miré hacia el aire gris. ¿Cómo iba a presidir el entierro sin un sombrero de copa? Desde fuera llegaban los gritos de los niños que estaban jugando. Parecía como si aquellas voces resonaran contra el cielo gris. De nuevo se me presentaba ese angustioso pensamiento, ese reproche a mí mismo: no me uno a la resistencia por miedo. Mientras me convertía en un pastor vestido de negro, que iba a presidir un entierro sustituyendo a un colega que había sido apresado, me sentí verdaderamente culpable. ¿Ocurrió todo esto a causa de esa luz clarogrisácea? Esa luz pesa sobre ti, esa luz separa lo importante de lo que no lo es, las falacias de la verdad. No sé si es prudente decirlo, pero debo confesarte que no puedo creer en Dios cuando esta luz invernal llena el cielo. Durante una tormenta creo ardientemente en Dios, oigo la voz del Señor. Pero con esa luz claro-grisácea no hay lugar alguno para Dios; parece como si ese gris se extendiera hasta los lugares más reconditos del universo, de forma que no queda lugar alguno para Dios; y yo podría comprender mejor las palabras de Cristo «Dios mío, D ios mío, ¿por qué me has abandonado?», si las hubiera pronunciado bajo un cielo gris de invierno y no en las profundas tinieblas que van de la hora sexta a la hora nona. Después de vesti rme abandoné la habitación y me dirigí a la mujer de Nico: «Puedes prestarme el sombrero de copa de Nico, se me ha olvidado el mío.» «Sí», dijo «todo está aquí, no se ha llevado nada al campo de Amersfoort». Nos callamos, la casa estaba en penumbra. Ella deambulaba por la habitación, encorvada, sin esperanza. F ue a por el sombrero de copa. Enseguida vi que el sombrero era demasiado pequeño para mi gran cabeza. Me puso el sombrero en la cabeza; bailaba sobre mi cráneo. «Nico tiene un número pequeño», dijo ella disculpándose. «Sí», dije, «es una situación difícil, digamos imposible; yo no puedo llevar este sombrero».


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«Debes irte», dijo ella, <<ya es hora». «Pero», dije yo, «este sombrero .. .» «No sé», dijo ella suspirando, «no hay más sombreros; vete ya, se hace tarde. ¿Sabes dónde es el duelo?» «No.» «Aquí, dando la vuelta a la esquina, a la izquierda, y luego la tercera casa, no tiene pérdida.» Abandoné la casa del pastor. Llevaba el sombrero en la mano. Me estaban esperando en la casa mortuoria. «Muy buenas, pastor», dijeron reverentemente. Después de la lóbrega solemnidad en casa, partimos hacia el cementerio . Era costumbre en los pueblos frisones ir a pie desde la casa mortuoria hasta el cementerio, no había coches; delante iban los que llevaban el féretro, detrás seguía eL pastor, luego la familia y la gente del pueblo. La comitiva se formaba desde la misma casa. Al salir de la casa, en el pasillo, intenté ponerme el sombrero delante de un espejo, pero fue imposible. Cogí el sombrero de copa con la mano derecha y lo mantuve a la altura del pecho. Los demás me miraban, ellos llevaba n sus sombreros de copa puestos. Se daban con el codo unos a otros me señalaban furtivamente; yo hacía como que no veía nada. Uno tras otro se fueron quitando el sombrero, lo mantenían en la mano derecha, a la altura del pecho. Unicamente los que llevaban el féretro mantenían los sombreros puestos, difícilmente podían hacer otra cosa. Atravesamos lentamente el pueblo y llegamos al cementerio. El gris claro del cielo perdía fuerza, volviéndose más plomizo. Nos situamos alrededor de la tumba. En la fosa había nieve. Pensé, angustiado, en el momento en que la caja sería bajada a la fosa por el sepulturero y los portadores. Precisamente en ese momento hay que descubrirse la cabeza. Pero nosotros no teníamos nada sobre la cabeza; estábamos allí, con el sombrero de copa aferrado en la mano derecha a la altura del pecho. Colocaron la caja sobre las cuerdas. Los demás me miraba n. Mientras bajaban la caja bajo tierra, lentamente moví mi sombrero desde el pecho hasta el vientre. Los demás hicieron lo mismo. Cuando la caja está ya abajo, hay que ponerse de nuevo el sombrero. Levanté mi sombrero desde el vientre justo hasta debajo de la barbilla. Hablé despacio y solemnemente sobre el salmo 43, «Subiré al altar de Dios», pero no podía creer en lo que decía ba jo aquel cielo gris. Los árboles del cementerio estaban blancos a causa de la nieve, mi corazón estaba negro por mis pecados y mi falta de fe. Después de la alocución, tenía que rezar. También entonces hay que quitarse el sombrero. De nuevo bajé mi sombrero hasta la altura del diafragma, los demás sombreros bajaron también. Tenían una fe ciega en mí, yo era el pastor, sabía lo que había que hacer en eL cementerio; hasta ahora, ellos lo habían hecho siempre mal, incluso mi colega lo había hecho mal, al fin y al cabo aún era joven. Eso es lo que debieron pensar. Recé por el difunto a quien yo no había conocido, recé también por mi colega, que debiera haber presidido el entierro si hubiera sido tan cobarde como yo . Recé, sí, pero con esa luz cada oración es una mentira. Mientras abandonábamos el cementerio comenzó a nevar de nuevo. Devolví el sombrero de copa; debiera haberme quedado un ratito con ella, debiera haberla animado, pero no pude. «Me voy», dije, «quisiera estar en casa antes de que se haga de noche». «Tienes mucha razón», dijo ella. Rápidamente me cambié de ropa . Los copos de nieve bajaban bailando desde el plomizo cielo. Me monté en la bicicleta. Pero no podía mantenerme en el sillín,


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tuve que ir a pie porque constantemente me atascaba en la abundante nieve. Fuera del pueblo, lejos ya, dos oficiales alemanes iban en dirección al pueblo; me mandaron parar y me preguntaron qué distancia había hasta el pueblo. Me contaron que su coche se había atascado y que buscaban un campesino que disponía de un caballo para sacar el coche de la nieve. Estuvimos charlando tranquila y cortésmente. Mientras hablábamos, vi de repente a un buharro posarse en la valla de una pradera no lejos de nosotros. El animal estaba a punto de morir. Era un pájaro viejo, una vieja ave de rapiña. La gorra de los oficiales alemanes llevaba también un ave de rapiña pintada, el águila alemana. <<Miren», dije, «un buharro moribundo». Miraron mecánicamente, sin el menor interés. «Lo mismo ocurrirá con el águila alemana», dije yo, señalando la gorra de los dos oficiales. Naturalmente. fue una tontería decir esto, era casi grotesco, una especie de 1C0rnicada de un pastor que también quería hacer algo por la resistencia. Naturalmente, era algo que no tenía sentido alguno. Pero en aquel momento sólo quería hacer callar los remordimientos sobre la sustitución de un colega que sí había sido muy valiente. En aquel momento también abrigaba la esperanza de que los oficiales alemanes me hiciesen algo, que me llevasen con ellos. Provocar una injusticia y sufrirla para sentirme menos culpable. Los alemanes comprendieron muy bien lo que yo quería decir, pero también comprendían mejor que yo lo ridículo de mi proceder, y por eso sólo me llamaron la atención, mitad en serio, mitad bromeando. Mi tío se calla. Bebe rápidamente dos copas y me mira. Y yo no sé decir otra cosa que: «Creía que me iba a contar una historia divertida.» «Pues claro que fue divertido lo de los sombreros», dice, «aquello fue ciertamente muy cómico, y parece ser que todavía en ese pueblo siguen haciendo 10 mismo con los sombreros de copa.» Traducción: Mercedes Barckelmanns, José Ignacio Cadiñanos, Elpidio Rubio, Hans Tromp

Tomada de: Nueva Narrativa Neerlandesa, 1980

H oge hoed. De la obra Het vrome volk (La gente piadosa), Ed. Uitgeverij de Arbeiderspers, Amsterdam, 1974.


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Dedicado a Klaas Klim, «¡más listo que el diablo!» Era amante de la «canción cortesana». Cuando un día le quisieron atrapar, supo escaparse, optó por la mar salada y nunca más regresó. ¿Quién se acuerda ya de él? Tenedle presente.

pERPLEJO se preguntó, mientras intentaba surcar el agua a golpes regulares de remo, qué era lo que le había impulsado a alquilar una barca, con la tem_ porada tan avanzada. Bueno, la naturaleza seguía estando espléndida, aunque a cada golpe quedaban enganchados en los remos abundante cantidad de verdín, tiras de plástico y otros materiales de embalaje; pero el día no colaboraba para que todo le saliese a su gusto y, por cierto, los tiempos no estaban para permitirse excursiones despreocupadamente. Mira, allí iba su autobús. El de las ocho y diez. El que debería haber tomado para poder abrir la tienda a tiempo. Pero, ¿para qué? No podía imaginarse que ya a las nueve y diez entrase alguien para adquirir una vajilla de Savoigne de doce servicios o un lujoso estuche de cubiertos de plata. La temporada era espantosa y, realmente, en los últimos años todas las temporadas eran malas . .o eran los meses tranquilos de antes de las fiestas, o los meses tranquilos de después. y las mismas fi estas .. . Soltó los remos y se subió el cuello del abrigo de entretiempo. Apenas se había metido en su barreño de hierro, cuando empezó a chispear míseramente. Mísera'mente. Así también marchaban sus negocios. Ya era hora de reconooerlo de una vez. Y la razón de ello: simplemente que su negocio estaba en muy mal sitio. Por un momento hubo esperanzas, cuando proyectaron que aquella autopista atravesara su fachada. Pero toda clase de grupos de acción se manifestaron con pancartas a favor de la conservación del bosque de Oenele, y tuvieron que cambiar los planos. D e no ser así, seguro que habría hecho que le expropiaran. ¿Y ahora? Ahora sólo les quedaba una sarta de árboles que se hundían en el suelo y para cuya conservación ya no había dinero, de manera que el tinglado tendría que acabar dentro de poco con la tala de los árboles y un tendero descontento que, si todo continuaba así -y así continuaría, de eso no dudaba-, en un año estaría en quiebra porque finalmente no podría con ese supermercado que habían levantado al lado de la nueva autopista. Allí salían a la venta, aún más baratos, los ya baratos cacharros belgas y la mejor porcelana a precios de saldo. ¡Y encima,


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esos sucios servicios de mesa fabricados con materias artificiales que vendían allí! Esos cacharros irrompibles eran peligrosísimos para la pervivencia del ramo. Volvió a bogar por el agua. Más allá había un puente levadizo. Debajo de él podía atracar. Allí se estaba algo más seco. Miró el cielo. Plomizo. Así seguiría todo el día. Y esta noche vendría Josefina a cenar. El llevaría fi¡'etes de lomo. No olvidarlo. Hizo llegar la barca hasta la rampa y amarró. Allí olía bastante raro. Cogió la picadura y lio un pitillo. Después rebuscó por todos los bolsillos y recordó, de pronto, que se había dejado el encendedor en el traje gris. Y precisamente ahora que tenía tantas ganas. Sus pulmones pedían nicotina a gritos. De repente, esto dejó de gustarle, aunque estaba como un príncipe aquí, debajo del puentecito. Mita, por allí iba un pato. Y otro. Tenían un aspecto pobretón. Ajado. No era de extrañar. En el agua flotaban por doquier manchas multicolores de gasolina y placas de aceite. También los animales se encontraban con dificultades. Ahora lo veía por sí mismo, lo que no quitaba para que estuviera con un pitillo inútil en la mano .. . Levantó la cabeza y escuchó. Justo encima de su cabeza estaba el firme del puente, ¡y alguien andaba en él! Los pasos se acercaban. Sonaban a hueco y retumbaban. Exactamente igual que en las novelas de la radio. «¡Eh, oiga!», gritó. Justo encima de su cabeza se detuvieron los pasos. «¿Hay alguien ahí?», llegó apagadamente a sus oídos. «¿Bajo el puente?» «Sí. ¿Por casualidad tendría Vd. lumbre para mí?» Se incorporó un poquito en la barquilla, que se bamboleaba, y alargó la mano hacia una estrecha ranura de la cubierta del puente que era lo suficientemente ancha como para introducir en ella los dedos. «¡Aquí! ¿Ve Vd. mis dedos?» «Sí, sí, los veo. ¿Vd. quería lumbre?» «En efecto.» «¿Para qué?, ¿para pipa o para un pitillo?», preguntó una voz masculina. «Quiero decir que tengo ambas cosas. Cerillas y mechero.» «Pues, deme el mechero.» Resultó mejor de lo esperado. Quedaban aún personas amables en el mundo, dispuestas a ayudar sin que hablasen en seguida de dinero o de abono de los gastos. «Lo haré pasar a través de la ranura», comunicó el desconocido. Pusieron algo en el suelo encima de su cabeza, y se oyó el deslizarse de unos pasos. Como mínimo, ese hombre ya tenía que tomarse la molestia de agacharse. Y todo eso bajo la lluvia. Una amabi lidad poco frec uente. «¿Toca ya el mechero?» «No», admitió en voz alta, y el sonido de su voz resonó contra la superficie del agua y contra las paredes del canal, que bajo el puente estaban reforzadas. «¿Ha metido ya el mechero en la ranura? No noto nada.» Tanteó con los dedos a lo largo de la ranura en las vigas embreadas. «¡Qué raro!», oyó decir el hombre. «Pero si yo había". ¡Sí, el mechero tiene que estar ahí dentro!» «¿Lo ve Vd.?», preguntó. «Espere, vaya ponerme de rodillas.» Sonaron dos golpes sordos y, de pronto, le llegó la voz desde muy cerca, a través de la ranura. «No, no veo ... ¿Se habrá caído al agua? ¿Ha oído acaso algún chapoteo? ¿O ha v.isto salpicar el agua, señor?» Examinó detenidamente la superficie ondulante del agua, por si aún notaba algo raro. «No, no he visto caer nada.» «¡Maldita sea!; pues entonces, ¿dónde está mi mechero?», oyó farfullar al hombre del puente, y sintió que le invadía una especie de sentimiento de cul-


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pabilidad. Ahora completamente estirado, estaba tanteando con ambas manos la ranura de la cubierta del puente. «¡Toco algo!», gritó. «Son mis dedos.» «Oh, perdón.» Con mucho cuidado volvió a sentarse en la barca. «Bueno, ¿entonces quiere que le dé las cerillas?», propuso el hombre del puente. «Pues ... » Francamente hablando, casi no se atrevió a aceptar este nuevo ofrecimiento. «Si le parece .. .» «¿Por qué no sale un momento de ahí abajo?», gritó el hombre. «Así se lo doy por encima de la barandilla del puente y de paso podemos ver lo que estamos haciendo.» «¡Ya voy!» Cogió la cuerda, una cuerda firme de nylon azul, y comenzó a deshacer el nudo con los dedos, blancos ya de frío. La barca se balanceaba de vez en cuando y tiraba de la cuerda. El nudo estaba muy apretado. «El nudo está bastante apretado», dijo mientras buscaba en sus bolsillos algún objeto punzante. «¿Qué nudo ?», quiso saber el hombre que estaba arriba. «La cuerda. El nudo de la cuerda. Estoy amarrando en ... la rampa, por así decirlo.» «Espere. Viene un coche. Tengo que dejarlo pasar.» «No faltaba más.» Se oyó el ruido de un motor de camión y un momento después tronaron las ruedas sobre su cabeza. «Era un camión de la fábrica de piensos. La de más allá.» «Ah, sí.» Estaba claro que no podía desatar la cuerda. «¿ Qué, no le sale?» Ya no se atrevía a contestar. ¿Qué estaría pensando ya el desconocido? Seguro que él mismo habría seguido su camino mucho antes. Un hombre enormemente simpático. «Le podría dar una navaja.» «Con mucho gusto. Así saldría de este lío.» De nuevo se incorporó en la barca y extendió ambas manos bajo la ranura. «Ahora no puede fallar. ¡Déjela caer!» «Bueno pues, adelante. Pero tenga cuidado. ¡Es un recuerdo!» En su interior tuvo la intención de dar una propina al desconocido de a rriba cuando acabara. «¡Suéltela ya!» De pronto se avergonzó del fuerLe eco de su voz bajo el puente. La navaja le cayó en la mano, y él por poco se va de cabeza al agua. «¡ Ya la tengo! Era una navaja anticuada con guarnición de clavitos de cobre, con un sacacorchos y algo que se podía utili zar como destornillad or. La hoja misma es taba bastante afilada y todavía tenía brillo. Empezó a pasar la navaja por la cuerda, muy junto al nudo, pero el material era resistente, y cuando por un momento se fijó detenidamente, vio que la cuerda estaba trabajada con un hilo de acero fino. Daba cortes en ella una y otra vez y sentía cómo el hierro chirriaba contra el hierro. Incluso saltaban chispas. Dio un último corte tremendo y por fin quedó suelto, y la navaja doblada hacia atrás sobre su mango. La barca empezó enseguida a deslizarse, mientras él se ponía febrilmente a volver la navaja hacia del ante. Pero por más que apretaba y empujaba, el chisme mantenía una clara forma de uve. La navaja estaba estropeada. La había destrozado. Colorado como un tomate, cogió los remos y enfiló de nuevo el morro de la barca hacia la corriente. Esto le iba a costar dinero. Ahora remaba a favor de la corriente


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y no tardó en salir de debajo del puentecito. Seguramente que el hombre se había quedado esperando al otro lado, pero ya venía. Y era un cartero. «Buenos días», gritó, y levantó una mano. «Buenos los tenga Vd. ¿Qué, lo ha conseguido?» «Pues, la verdad ... » Movió un remo en el agua, con lo cual la barca empezó a navegar en círculo. «Sí, verá ... Mire Vd., esto, su navaja ...» «Tírela.» El cartero hizo ademán como de recibir un baúl, pero solamente echó con los brazos la capa hacia atrás y luego tendió las manos. El la tiró. «¡Mecachis!» El cartero miró lo que había agarrado. «¡Mi navaja! ¡La has destrozado, compadre!» «Se la vaya pagar. La cuerda tenía alambre de acero.» Levantó como prueba la cuerda verde que todavía quedaba atada en la proa. <<De veras ... que no lo sabía. ¡Pero vaya compensarle!» «¡Muy bonito!» El cartero miró a izquierda y derecha, como si esperase el consentimiento de los circunstantes, pero no había nadie y sólo se oía la lluvia sobre la madera de la cubierta del puente, en el agua y sobre la alta hierba y los juncos de las orillas. «Es una herencia. Ahora ya la puedo tirar. Ya no sirve para nada.» Mientras tanto el cartero también intentaba encajar de nuevo las dos partes de la navaja, pero también él falló. «Tres generaciones han trabajado con ella. Han cortado con ella. Y luego viene alguien y la destroza en cinco minutos», siguió gruñendo el cartero. Había sacado entretanto su portamonedas y lo estaba abriendo. «Lo siento de verdad.» Su voz retumbaba sobre el agua. «¡Tome! Aquí tiene diez florines.» Cogió el billete entre los labios, guardó su monedero y agarró los remos. «¡Diez! Hombre, estás loco.» El cartero pareció presa de una fuerte indignación y volvió a mirar a su alrededor en busca de posibles espectadores. «¿Qué había pensado Vd. entonces? Sintió algo que le impedía avanzar hacia el puente y la corriente le alejaba suavemente cada vez más. Empezó a invadirle la irritación. Si este hombre no entraba en razones, dejaría el asunto tal cual. Bien es cierto que no podía volver enseguida al embarcadero, porque en ese caso tendría que pasar de nuevo por debajo del puente, y había tipos que no vacilaban en saltar desde un puente a una barca, con el riesgo de que ésta volcara; de ser así, tendría que seguir tiritando un rato por ahí. De todas formas, ahora ya era tarde para abrir la tienda como Dios manda. Se asustó. Esto nunca había ocurrido hasta ahora. «¡Cien!», gritó el cartero. «Quiero cien florines y ni un céntimo menos. Es ta navaja era un recuerdo. Era una auténtica antigüedad. Eso es casi imposible de pagar.» «Puede llevarla a arreglar.» De repente recobró su frialdad. Ahora, esto se había convertido en una operación comercial, y ante eso no se dejaba amedrentar por nada del mundo. «No hay arreglo que valga, señor. No es un objeto corriente. No es simplemente una navaja. Es un recuerdo y ahora está roto. No tiene arreglo posible.» «Vd. exagera. Puede coger este dinero o, si no, nada.» Era la misma canción que la de los clientes que, nada más llegar a casa, observaban, por así llamarlo, alguna rotura, y pretendían hacer una reclamación. Gente que había hecho «cantar» -así se decía en el comercio de cerámicas y porcelanas- la vajilla adquirida para comprobar su calidad. Lo único que entonces te quedaba por hacer era encogerte de hombros y seguir el orden del día. Bien, de vez en cuando pasabas al otro lado del mostrador algo a lo que


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le faltaba un pedacito, pero, ¿acaso tenía el tendero que correr con todos los riesgos? «¡Me paga cien florines o de lo contrario no se libra de mí!» «Entonces, nada.» Echó los remos al agua y empezó a remar. Con cada batida quedaba el puente algo más atrás y, con el puente, un cartero furioso. Sin embargo, tenía ganas de llegar a la orilla cuanto antes, pues su ab rigo ya se estaba calando, aunque él tenía de todo menos frío. Más bien tenía calor, por la excitación; y por el ejercicio corporal. Ya se perdía de vista un buen trozo del puente. Ya no se podía distinguir al cartero. Ni siquiera podía precisar si el hombre seguía allí. Dejó otra vez descansar los remos por un momento y miró a su alrededor. Sólo praderas hasta donde le alcanzaba la vista. En ninguna parte un pueblo, ni la torre de un pueblo, ni siquiera una granja en la verde extensión que, en el horizonte, se fundía en cortinas de lluvia y un enorme cielo gris. Aquello era verdaderamente un lugar desierto. Se dio la vuelta; el canal se extendía en línea recta, conduciendo derecho hacia el horizonte. Nunca había estado tan lejos de casa. Se puso la mano sobre los ojos y miró en dirección del puente levadizo. Nada. Naturalmente, era a causa del viento. A causa de la corriente q ue le arrastraba. ¿Se vería obligado a remar en su contra? No podría con ella. Ya le ardían las palmas de las manos. Y además, luego le saldrían ampollas, y esto era algo que no podía permitirse un tendero en porcelana y cristalería fina. Este, con sus manos, debía tener el mismo cuidado que un pianista . ¿No habría ningú n camino? De nuevo oteó el horizonte a ver si pasaba un coche o algo parecido, pero nada se movía en el vacío. Ni siquiera ganado . Y, sin embargo, la visibilidad era excelente. El canal parecía estar situado algo más alto que la tierra de su alrededor, y sólo estaba encauzado por unas estrechas franjas de diques a ambos lados, que apenas sobresalían un palmo del agua. Se enderezó e incluso se puso en pie por un momento. Sobre aquel dique había un a estrecha senda . Ni siquiera del tamaño de las rodad as de un carro; como mucho, admitiría el paso de un caminante. O, naturalmente, el de un ciclista. Le vio venir desde donde él acababa de llegar. Poco a poco iba creciendo la silueta . Francamente hablando, le hacía bien volver a ver a un ser viviente en esta húmeda desolación. Un ciclista debía de dirigirse a alguna parte. Tal vez un pueblo donde sería posible coger un autobús. Luego haría una llamada rápida al alquiler de barcas desde su tienda. El no podía remediar que, hasta cierto punto, la situación se le hubiese escapado de las manos; y esa gente, naturalmente, tendría una lancha rápida o algo así con lo que pudieran recoger su embarcación. Miró el reloj y se lo acercó al oído. Se había parado . ¿Había olvidado darle cuerda? Le parecía imposible. Lo intentó, pero no pudo darle más que media vuelta. Seguro que, sin darse cuenta, le habría dado un golpe contra algo. O le habría entrado agua. Por otro lado, tampoco era tan caro, aunque aparentaba ser mucho más por el dorado y la correa flexib le. Volvió a coger los remos y se dispuso a alcanzar la orilla. Pero, de pronto, los dejó quietos en el agua. Aquel ciclista, ¡tenía toda la pinta de ser un cartero! No sería que .. . ¿Por qué no? Desde luego que los había tenaces. A menudo, personas de naturaleza rencorosa. Estas difícilmente solían darse por vencidas. ¿Pero es que ese cartero iba a venir hasta aquí mismo en bicicleta por una navaja tan vieja? ¿Sólo para perseguirle? Se sobresaltó. A veces oías las cosas más raras sobre personas de las que nadie hubiera pensado nunca que ... Bueno, en todo caso estaba aquí a salvo en medio del agua, y si ese hombre intentaba algo, le golpearía con un remo. No era ningún pelele, sino


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padre de cuatro hijos, uno de ellos ya universitario, y un comerciante competente con una tienda muy grande de tres escaparates. Además, ¡había más carteros que llevaban capa! «Usted no habría ... no habría pensado que se había librado de mí», se oyó a través del agua. El cartero pedaleaba levantado del sillín y ahora se acercaba rápidamente. ¡Conque sí! Llevó la barca al centro del estrecho canal. Pues a esperar un poquito. El empleado de correos había llegado ahora a la misma altura y se apeó. Parecía estar sin aliento y empezó a caminar al mismo ritmo que él. Pero la corriente le llevaba a mayor velocidad de lo que el otro podía andar, y el cartero tuvo que montar de nuevo en la bicicleta. «Ha sido todo un pedaleo para Vd.», exclamó. «Pero nada en comparación con lo que le espera a Vd. cuando tenga que volver ... contra la corriente», jadeaba el cartero. «Aún estoy dispuesto a pagarle por su navaja.» «Eso no es pagar, es una miseria.» Por un momento el cartero se tambaleó en la bicicleta. Aún parecía furioso. «Abusa Vd. de las circunstancias.» Tal como resonó en el canal, le resultó inusitadamente solemne. Durante algún tiempo optaron por guardar silencio. Con toda tranquilidad chapoteaba de cuando en cuando con los remos en el agua, donde la lluvia formaba hoyitos al caer. Aquí ya se estaba mejor. El agua bastante más clara, y no flotaba tanta porquería. Aquí y allá sobresalían islotes de juncos y franjas de plantas con hojas tan grandes como lechugas. ¿No habría navegación en el canal? «¿no pasan nunca barcos por aquí? ¿Por el canal?», preguntó. «No que yo sepa», confesó el cartero. «Yo nunca vengo por aquÍ.» «Aquí no viene al caso repartir ni enviar nada.» «No diga eso. No diga eso.» El cartero se quitó la gorra de la cabeza y le sacudió las gotas de lluvia. «Vd. no tiene ni idea de eso, señor.» «Cada uno a su oficio.» «Así es.» Por encima de la lluvia y del leve chirrido de los remos en sus enganches, oyó de pronto la bicicleta. Las ruedas sonaban al atravesar el fango. ¿Cuando había oído el sonido de una bicicleta por última vez? Hacía infinito. Por un momento, sintió un vahído. Desde que empezó a oír las llantas, percibía también el silencio. Parecía como si estuviera rodeado por un mundo sin ruidos, pero no era asfixiante ni desagradable, porque todo, la tierra de alrededor, el agua, el cartero y él, Y hasta todo ese amplio cielo gris, flotaba en el mismo silencio. Y, en realidad, tampoco había tanto silencio . El agua golpeaba contra la proa achatada y plana de la pequeña barca y se oía contra las orillas del canal, donde siseaba y gorgoreaba e ntre la hierba curvada sobre el agua y los tallos de los juncos. Todo era apacible. Esa era la palabra. Apacible. «Pues esto está apacible, cartero.» «Cuando Vd. me compense por el estropicio, me parecerá lo mismo.» «Pero ... » «No, Vd. sólo quiere pagarme por una navaja vieja, que, por lo demás, aún estaba en buenas condiciones. Pero la memoria .. . los recuerdos ... eso también cuenta. O es que a mí, como cartero, no me está permitido ... » ¿Recuerdos? ¡Anda ya! Esos eran gratis. Todo el mundo los tenía. También él. Y la mayoría de las veces desagradables, hasta el punto de tener que incorporarse sobresaltado, cuando alguno le venía a .la mente,


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¡Ni que lo hubiera hecho adrede!» «¡Encima, sólo faltaba eso!» Por un instante creyó que el cartero, de pura indignación, iba a meterse en el canal con bicicleta y todo. ¡El canal! Se dio la vuelta. El mismo panorama : una senda gris plateada hasta el horizonte. De un extremo a otro ... Esto le hizo sentirse momentáneamente incómodo. Y seguían sin aparecer señales de vida. «Lo dejo», comunicó . «Una sabia decisión, señor, pues ya ve Vd. que yo no abandono.» «Ah, no. Yo no le voy a pagar más de lo que me he propuesto. No, voy a pasar al otro lado y sin más ni más me vuelvo andando.» El cartero se echo a reír. «Entonces sí que se cansará, andando por la hierba alta mojada. Y, por supuesto, yo daré la vuelta en bicicleta tras Vd. «Pues hágalo .» «Claro que lo haré.» Recapacitó. A pesar del cabello gris bajo la gorra del uniforme y la cara curtida y tallada, el cartero parecía todo menos un cartero. Era por lo menos una cabeza más alto que él, y seguramente el doble de ancho. Lógicamente, un hombre así estaba endurecido por las cuatro estaciones del año y fornido de tanto acarrear la cartera y paquetes pesados. ¿Escapar corriendo? ¿Hacia dónde? y en bicicleta, el cartero seguro que era más rápido. Antes de que él pudiera recurrir a un policía en busca de protección, o entrar en una oficina de correos, ya le habría pescado ese hombre. Y entonces, a pagar. ¡Eso nunca! No se dejaba chantajear. Tampoco llevaba el dinero encima. «¿Qué hay de eso?», preguntó el cartero. «¿De qué?» «¿Pero Vd. no iba a volver andando?» «Iré en barco.» Se miró las manos. Ni hablar. Tenía en ambas palmas unas ampollas del tamaño de una moneda. Y su abrigo empezaba a calarse. No resultaba muy esperanzador .. . «Es Vd. un hombre vengativo. ¡Acompañarme en bicicleta todo ese trecho! usted ... » «Digamos que Vd. ofrece facilidades», replicó el cartero. «Vd. me obliga a pedalear y pedalear.. . Oiga, ¿no tiene hambre?» «¡Sí!» No había sido su intención, pero se le escapó antes de que se diera cuenta. «El aire libre da hambre. ¿A que no está acos tumbrad o?» Se calló. ¿Qué le importaba a ese hombre si estaba acostwnbrado o no. lo que hacía o lo que dejaba de hacer? Por el rabillo del ojo vio cómo el cartero se echaba a un lado la capa . Debajo tenia la gran cartera de reparto, en la que empezó a hurgar. «¡Mire!» Miró. El cartero mantenía en alto un paquete de papel blanco. «¿Le quedan cosas por repartir?», preguntó hipócritamente. «¡Bocadillos!», exclamó el cartero. «Con queso. Y con manteca. ¿Un mordisquito?» «¿Qué tengo que darle por ello?» Su desconfianza era tan grande como una catedral. «Nada. Sólo un intercambio.» «¿De qué?» «Yola barca y tú la bicicleta.» «Ni pensarlo. Estoy aquí muy a gusto.»


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«Bonita treta.» El cartero soltó su espantosa risa. «Bien que te he visto mirando las manos. Seguramente ampollas, ¿eh? Ese hombre no estaba loco. Estaba al tanto de todo. ¿Dónde se había quedado la habitual prudencia de un tendero de porcelanas? «Qué, ¿no vas a contestar?» «No lo sé», dijo. Entretanto, reflexionaba febrilmente. Una vez en la bicicleta, sería sin duda más rápido. Entonces podría volver enseguida. «¡Bien! Con una condición.» «¿Y es? .... » «Vaya la orilla y me llevo un remo. Tú dejas la bicicleta y te vas hacia atrás hasta que yo la coja. Después subes a la barca, y entonces yo te echo el remo.» «Estupendo.» El cartero se apeó al instante. «¡Lo dices en serio!» «Naturalmente. Pues mira ese agujero que hay delante de ti . El agujero en la popa, por así decirlo. Si no me devuelves el remo meto el otro ahí y también así podré avanzar. ¿Sabes que aún así se puede alcanzar una bonita velocidad?» No lo sabía, pero sí que estaba dispuesto a creerlo. Ya que en Venecia también ~o hacían así. Era una lástima que el cartero se hubiera percatado de sus intenciones, pero aun así, en el fondo estaba ansioso por salir de la barca. En el suelo se estaba empezando a formar ya un buen charco en el que flotaba de todo. un charco que chapaleteaba al compás del agua del canal. El cartero había colocado su bicicleta en la hierba y, a cierta distancia, estaba observando con los brazos en jarras cómo el otro alcanzaba torpemente 1a orilla, sacaba un remo del enganche y, como si fuera una lanza, bajaba a tierra con él. Como dos caballeros en un torneo, giraron por un momento el -uno en torno del otro hasta que el cartero estuvo ante la barca y, siempre con la mirada vuelta hacia él, tanteó con el pie hacia atrás, y por fin, subió. «¡El remo!» «La mitad de tu bolsa de comida.» ¿Mi qué?» «Tu pan.» «Cambiémoslo a un tiempo.» Alargó el extremo más ancho del remo, que éste a continuación agarró y apretó bajo el sobaco. Luego partió el paquete por la mitad y lo echó, con papel y todo, en su dirección. Soltó el remo, cogió el paquete al vuelo y, entretanto, se había quedado sin remo. «Uf», sonó como un suspiro desde la barca. «Esto ya es mejor. Con esos sillines se te queda el culo de madera. También hay que reconocer que es una bicicleta de correos. Están hechas para resistir. No para comodidad.» Ni siquiera contestó, sino que dio un mordisco. Un pleno sabor de queso cremoso de mayo inundó su boca, mientras iba hacia la bicicleta que estaba echada de lado en la alta hierba. De espaldas al canal, comía bocado tras bocado y dirigiendo la mirada sobre las praderas hasta las lejanías nebulosas se olvidó, por un momento, del abrigo empapado y de la lluvia que le mojaba el pan de la mano. ¿Quién habría pensado que existieran todavía esa clase deimpresionantes ciénagas de vacío? Una maraña interminable de hierba verde ondulante. Intimamente satisfecho, para sorpresa suya, tiró finalmente el papel parafinado como una pelota al agua, y miró al cartero. El hombre estaba envuelto en la amplia capa, en el banquillo de la barca, y apoyaba la cabeza en la palma de la mano. ¡Ese simplemente estaba mirando lo que iba a hacer! Dentro de poco lo sabría. Puso en pie la pesada bicicleta, la cogió por la barra central y el trans-


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portin y, de un tirón, le dio la vuelta en dirección al puente. Pasó una pierna sobre el sillín, saludó con la mano al cartero -que, aún inmóvil en el banquillo, se dejaba llevar libremente por la corriente hacia la otra orilla- y puso los pies en los pedales. Anduvo cinco, diez metros por la arcilla húmeda y pegajosa de la estrecha senda, y entonces quedó parado automáticamente. Esto le resultaba demasiado duro. Parecía como si tuviera que remontar un puente empujando una bicicleta cargada de tierra húmeda. Se inclinó sobre el manillar y, de repente, le dieron más ganas de llorar que de reír. El neumático delantero estaba más plano que una moneda. Se dio la vuelta. El de atrás, lo mismo. «¡Canalla!», exclamó dirigiéndose al cartero, que seguía todavía observándole sin moverse. La barca estaba ahora con la proa en el cañaveral del otro lado y el cartero se balanceaba al compás de la barca en la corriente. «No te ha salido como esperabas, ¿verdad?», sonó desde el otro lado del agua gris. «Esta vez puedes sentir en tu propia carne lo que me has hecho pasar ...» «¡Y total, esto por una navaja!», dijo con sorna. «Perdón, el valor sentimental también cuenta. La memoria, diría yo.» Buscó el soporte. «Detrás. Bajo el transportím>, le señaló el cartero. Sacó el soporte de debajo del transportín y, un momento más tarde, se levantaba allí, en el inmenso paisaje verde a su alrededor, una bicicleta de correos marca Fongers, con el emblema oficial ya un poco descascarillado sobre la barra del sillín. Hizo girar despacio la rueda, pero no encontró nada. «¿Le has quitado el ai re?» «¡Estás chalao! Con todas las prisas, no pude evitar ese vertedero junto al puente. Oía como se deshinchaban.» «Todo ese trozo has? ...» «Sí», dijo simplemente el cartero y cogió los remos . <<Entonces tienes fuertes los músculos de las piernas.» «Consecuencia de mi trabajo.» El cartero volvió a enfilar la barca hacia la corriente. «Bueno, ¿qué hacemos?» «¿ Qué hora es?» El cartero echó su capa hacia atrás y sacó a relucir un reloj de bolsillo que colgaba de una cadena. «¿También una antigüedad?», pregun tó aviesamente. «No, ¿por qué? Son casi las cuatro y media.» «¡Cómo!» Se asustó. La tienda cerrrada todo el día. Habría cundido el pánico. y esta noche vendría Josefina a cenar. «y mis filetes de lomo sin ... » «¿Qué dices?» El cartero se llevó la mano a la oreja. «Nada, olvídalo.» Despacio, empezó a quitarse el abrigo, que estaba empapado de agua. Menos mal que no hacía frío. «Sí, eso no protege mucho. Ese género que compran los particulares.» «¿ Cómo dices?» El cartero se daba golpes en la capa. «Esto es excelente. Para todo tiempo. y no se desgasta. Con una capa así puedes pasar la noche. Aunque llueva a cántaros. Puede que se haga algo pesada por la humedad que se acumula en la tela, pero antes de calar se ha evaporado ya.» Haciendo caso omiso de la palabrería del cartero, colgó el abrigo sobre el manillar de la bicicleta y sacó su petaca del bolsillo interior. Casi por primera vez en su vida, no veía solución. ¿Volver andando todo el recorrido? Por si fuera


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poco, tenía esos dichosos pies y justamente hoy llevaba los zapatos negros de punta, en los que era imposible meter las plantillas. No, tenía que volver a la barca. Y antes de que estuviera en casa, bien podía ser ya noche cerrada. Tal vez tuviera que hacer noche aquí, en ... Corrió un temblor por su cuerpo, y chupó el papel de liar, que ya estaba mojado. «¿Lumbre?», se oyó de repente justo detrás de él. Se dio la ;vuelta asustado. La barca estaba en la orilla y el cartero, de pie, dentro de ella, le tendía una caja de cerillas. «Seguramente que primero querrás cobrar por ese mechero tuyo que ... » Con cuidado, fue retrocediendo. Podía ser que el funcionario, de repente, saltara a tierra para robarle, o algo así. «En cuanto a la pérdida de mi mechero, nada pudo hacerse. A no ser que resulte que lo tengas en el bolsillo.» «¡Oiga! ... » «No eS' que yo lo piense. De todas maneras, era uno de esos baratos, ya sabes. De gasolina. No, esto ya no se aprecia, hoy en día, habiendo chismes de ésos de colorines que no se recargan.» «No me hables de eso.» «¿Cómo?» Confesó ser tendero en porcelanas y cerámica de calidad. Y que sufría la fuerte competencia de los plásticos, que se lanzaban a montones al mercado. «¡Ahh!» El cartero se golpeó la frente. ¡Esa tienda la conozco! Estuve destinado una temporada en los repartos de urgencia, cuando aún no se podía conseguir gente joven para ese trabajo. ¡Alguna vez he tenido que llevar algo allí!» «Habrá sido entonces... ¿hace unos cinco meses, más o menos?» «Puede ser.» «Sí, por entonces tenía empleada a una señorita. Estaba de aprendiza.» Alargó la mano hacia las cerillas que le tendía el otro y encendió el pitillo. Lleno de satisfacción, inhaló el humo picante y lo expulsó de nuevo en una nube gris, confundiéndolo con el gris del día. Vio cómo las finas gotas de lluvia abatían el humo, como si lo empujaran hacia abajo. Es más, nunca lo había visto así. Simplemente, nunca había tenido tiempo de ver cómo el humo del pitillo era abatido por la lluvia . «¿Una rubia?» El cartero se había vuelto a sentar en el banquillo de la barca y levantaba la vista hacia él. «¿Tal vez con el pelo por aq uí?» «¡ E n efecto! » Era increíble. Que ese hombre hubiera hecho repartos en su casa ... El cartero, mientras tanto, estaba atacando una pequeña cachimba y extendió la mano. Le devolvió al vuelo las cerillas y el cartero encendió, a su vez, el tabaco. Y tampoco el humo de la cachimba tuvo ocasión de expandirse, al ser abatido antes por la suave lluvia. «Vd. fuma en pipa, según veo. ¿Es agradable?» «Vaya. Hay que ser un poco filósofo para eso, creo yo. De los que se toman tiempo para reflexionar un poquito.» «Eso no está hecho para mí. En los negocios no hay tiempo para eso. Allí es más fácil coger un rápido, blanco y placentero palitroque.» Se rió de su propia descripción y el cartero sonrió con él. «Sin embargo, esto ya no puede durar mucho», dijo el cartero de repente. «Hombre, dentro de nada estarás calado hasta los huesos. Todavía vas a coger una pulmonía. O una pleuresía. Y eso no quiero cargarlo sobre mi, conciencia.»


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Se metió la mano en la chaqueta y se tocó el hombro. Tuvo la sensación de que la camisa estaba húmeda. «Ven aquí .» El cartero hizo señas con la caña curvada de la pipa . «Con esa bicicleta de correos ya no irás muy lejos. Así que vamos a dejarla. Y luego te metes bajo mi capa. Además, aún llevo debajo el uniforme de invierno, y éste tampoco deja pasar el agua.» Vaciló aún por un momento, pero el suave viento con olor a heno le dio de repente una sensación de frío y humedad en la espalda y se subió a la barca. «¡Cuidado!» El cartero le agarró por el brazo y entonces se quedaron juntos en el banquillo. El cartero desenganchó bajo la barbilla la cadena de su capa del pesado corchete de adorno y, poco después, estaba envuelto en una agrad able y caliente tienda. Por primera vez, ahora cayó en la cuenta del frío que, con todo, había pasado. «¿Mejor?» Asintió con la cabeza. «Toma, ponte también la gorra. Así se te secará el pelo.» Quiso rechazarla, se sentía incómodo, pero el cartero ya le había encasquetado la gorra del uniforme en la cabeza. Por primera vez en su vida miró por debajo de una visera acharolada que protegía su cara de la lluvia hacia el mundo y la verde desolación. «Resulta bastante pesada», manifestó. «Pasa siempre», opinó el cartero. «Eso es propio de los uniformes. Buscan la resistencia. En todo caso ahora sí que te secarás bien, ¡Vamos, digo yo!» Asintió, y empezó a sentirse francamente contento. «Porque la pleuresía ... ¿Sabías que hay pleuresía húmeda y seca?» No lo sabía. «Me parece una enfermedad tan anticuada. Antes se oía hablar de ella de vez en cuando.» Miraban silenciosos a la lejanía, cada cual por su lado. La picadura del cartero olía vágamente a turba quemada y mondas de limón, y se oía crepitar el tabaco en la cazuela de la cachimba. El agua había comenzado a llevarles de nuevo. Lentamente se deslizaban las orillas ante ellos; los juncos se inclinaban y la larga hierba se ondulaba al compás del viento. «¿Te gusta la música?», quiso saber el cartero, mientras sacaba de la cartera grande una garrafilla azul. «Pues vaya ... Sí, me gusta. Es decir, la clásica.}) «Por supuesto. Esa es la única música. Es algo que permanece. A través de los tiempos. ¿Quieres un traguito?» Cogió la garrafa de esmalte, cuyo corcho ya había sacado el cartero, y echó un trago. Café. Y aún bastante caliente. «¡Qué bien, qué dulce!» Devolvió la garrafa y el cartero se echó un trago a su vez. <<Eso diría yo.» «Tengo varios discos de los clásicos.» «¿Ah, sí? Me gusta mucho Cuadros de una exposición. ¿La conoces? De Moussorgsky.}) «Querrás decir Les tableaux d'uue ex,position.» Sonrió al recordar esta música. «Mi hija que estudia .]0 toca con gran mérito. En nuestro piano.» «Oh. ¿Sus hijos ya viven fuera de casa?» «Casi; ya falta poco.» «¡Entonces habremos cumplido con nuestros deberes!» El cartero rió de buena gana. «Los míos ya están casados. Dentro de poco seré abuelo.» «Tu mujer estará orgullosa, seguramente.»


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«Como un pavo real.» Pensó en su mujer. ¿Estaría preocupada? Desde luego. aunque eso no le impediría preparar la cena mientras tanto. No. ella se apañaría. «Mi mujer se las apaña», dijo. «Esas siempre se las apañan. Mejor que nosotros. En seguida nos quedamos como mancos», opinó el cartero. «Pero también vivimos menos, no hay que olvidarlo.» De pronto, el cielo, el aire, los horizontes, el agua y las praderas se sumieron en una suave luz roja. Ambos volvieron la cabeza a la vez. Un sol rojo como la sangre, que asomaba a medias sobre el horizonte. había roto la capa gris de las nubes, y pareció que el canal las llevaba en línea recta hacia el interior de ese semicírculo incandescente. Miró sus manos y las del cartero, que las tenía extendidas sobre las rodillas. Estaban rojas por la luz de ese sol tardío. lejano y. sin embargo, tan próximo. «¿Nos sentamos al revés?», propuso el cartero. «Así tendremos una vista total. Al fin y al cabo, sólo una vez se tiene esta suerte.» Apoyándose uno en el otro para mantener el equilibrio, se dieron la vuelta en el estrecho banquillo, con las caras ahora en dirección a la proa ancha y plana de la barca y hacía ese sol inverosímil que los atraía, los absorbía hacia sí con una velocidad cada vez mayor, mientras que el círculo incandescente se iba hundiendo poco a poco. «Ha escampado», observó el cartero. El hombre tenía razón. Lentamente se quitó la pesada gorra del uniforme. «¿Qué? ¿hace o no? Miró de lado. El cartero había extendido la mano. La apretó en silencio. «¿Crees que podrás resistir?», le preguntó el cartero en voz baja mientras vaciaba su cachimba contra la borda; y luego dándose cuenta de pronto de lo absurdo del gesto, tiró por la borda la pipa, que describió una pequeña curva. Se d io án imos. «Pues, sÍ. No habrá dificultades.» «Al fin de cuenta, eres bastante más joven.» «Bah, unos van más temprano, otros algo más tarde ...» « ... Pero lo que es ir, iremos todos», dijo el cartero, completando las palabras. Se sonrieron el uno al otro. «Apóyate con más fuerza en los pies», aconsejó el cartero, y a su vez él apoyó los tacones contra un listón que sobresalía en el suelo de la barca. Miró a ambas orillas, que ahora pasaban disparadas. La barca ocupaba justo el centro del canal, con la proa enfilada hacia el rojo sol, que iba desapareciend o. La corbata flotaba sobre su hombro, y también oía claquetear el cuello del uniform e del cartero. «¡Qué bárbaro!», exclamó aún. «¡Cómo corremos! ¡Cómo corre esto!. ..)} Traducción : Marí a Amorós, Mercedes García de las H eras, H ans Tromp.

T omado de : N ueva Narrativa Neerlandesa, 1980

Een winkelier keert niet weerom. De la obra Zwaarmoedige verhalen voó r bij de centrale verwarmi ng (Cuentos melancólicos para leer junto a la calefacción central), Ed. Erven Thomas Rap, Amsterdam, 1973.


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IV

las crisis económicas siempre se podía encontrar trabajo en bares DURANTE y restaurantes. Mi abuela trabajó de camarera en cafeterías por más tiempo que en ninguna otra cosa. Antes, yo pensaba que ella, en aquella época, había vivido muy despreocupadamente. Sólo mucho después me enteré de que en realidad, por aquel entonces, había perdido toda esperanza de llegar a encontrar algún día un trabajo interesante. Es como si durante aquella época hubiese sucumbido a la gris rutina diaria. También se debió de desentender, bastante desilusionada, de todo lo que tenía que ver con el feminismo y el movimiento feminista. En cuanto a lo que ocurría en torno a ella, parece haber tenido únicamente en cuenta las explicaciones de carácter psicológico. En relación a esto, resulta igualmente curioso que las asociaciones de trabajadores de aquella época apenas si reaccionasen ante la política de un gob ierno conservador que sistemáticamente reducía ciertos servicios del sector social. Como posible explicación, se puede alegar que se trataba en este caso de un a crisis económica que no venía caracterizada por los déficits sino por la superproducción. Por otro lado, también se ha de tener presente el hecho de que una gran parte de la población vivió las circunstancias económicas rápidamente cambiantes de ese momento como un proceso extremadamente complejo y difícil de abarcar. Mi abuela, por ejemplo, parece haberse visto desconcertada más de un a vez por acont'ecimientos que, vistos con posterioridad, resultaban de lo más común. A menudo se encontraba incapaz de poner en orden sus ideas o de reflexionar sobre sí misma con lógica. «LE RELAIS» Una bufanda de cachemir estampada con numerosas flores en torno a un cuello blanco. Una detandura restaurada tritura un pastel. Una charla amena. Un bizcocho se desmiga. Unos labios se prensan contra el borde de una tacita de porcelana. Un colorete desmoronándose. Un trago caliente de café a la crema se desliza por el viejo esófago ¡le un cuerpo pálido y desgastado. «Le Relais» importa él mismo su café. Antes era tan sólo un tostad ero de café. En unas fotos antiguas se puede ver todavía un negocio de mercancías coloniales. Al otro lado de la mesa, una cabeza púrpura gira en un tronco. Vela por unos miembros femeninos cansinos, empaquetados en puntillas. De la boca bien


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marcada, se desriza de vez en cuando una lengua, llevándose de un lamentón un poco de nata. La conversación se esparce por encima de las capas azuladas del humo de los cigarrillos. -Por sus hijos hizo mucho. ¿Pero lo que es por ella? A veces ni la miraba durante días. Nunca una palabra amable. ¿Pero por sus hijos? Todo lo que quieras. ¿Pero por ella? Nada de nada. Y ella hacía todo. Tenía que hacer todo. El no hacía nada. Prepararle todo. Y cuidar de los niños. Hacer la casa, cocinar, hacer la comida, lavar, limpiar, todo. Pero a él le importaba eso un bledo. Cuando llegaba, se sentaba a la mesa y una vez listo, se levantaba. Tráeme esto, dame 10 de más allá. Se 10 tenía que poner todo en bandeja. El no sabía :encontrar nada. Y nunca una palabra amable. Era como si todo eso fuese lo más normal del mundo. Pero para sus hijos, todo se le hacía poco. Todo hay que decirlo. En el cuello blanco con la bufanda de cachemir, el sudor se hace perlas. En el rostro a la escucha, los ojos se abren de par en par. Una conversación entrecortada. Unas uñas pintadas buscan un pañuelito en la boca de un lagarto cortado en forma de bolso. (Su marido se lo trajo por aquel entonces de las colonias.) «Le Relais» es una de las cafeterías más frecuentadas del centro de la ciudad. El establecimiento está abierto desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde. 's Zondags gesloten / Fermé le dimanche. Las camareras trabajan en dos turnos. Si te cogen, empiezas fregando platos en la cocina. Y luego, si tienes un poco de suerte, nuestra Madame te deja trabajar de vez en cuando en la barra después de unos meses. Allí aprendes a preparar las cosas para las camareras. Las bebidas y todo eso. Antes de que puedas servir en la sala, tienes que haber trabajado un tiempo detrás de la barra. Sonja lleva ya casi dos años trabajando en «Le Relais». No hace tanto que empezó a hacer de camarera en la sala. Servir, recoger, servir, vuelta a recoger. Traer más sillas cuando toda una familia se quiere sentar junta, aguardar pacientemente, dejar elegir a los clientes, apuntar todo, echar la cuenta en la caja, dar la lista de las bebidas. Si la Madame no está, las chicas pueden contarse algo de pasada. Pero hay días en los que la Madame no hace más que ir de acá para allá, de la barra a la cocina, de la cocina a sus aposentos en la parte de arriba. Tiene sus días. Las camareras sólo pueden llegar a las mesas dando rodeos. Tienen que salvar los mismos obstáculos continuamente. Estas no deben de ganar mal aquí. Balanceándose en unos tacones demasiado altos, trabajando en esta reluciente parte del mundo demasiado alicatada. La gente entra y sale. Puertas que se abren de un golpe, el pórtico de cristal. la corriente, Jas esclusas, la marea baja y la marea alta. TANIA (Mientras que el lector, como de costumbre, se bebe un café solo «30» en la barra.) E ntra una persona, echa un vistazo a las mesas y se vuelve a salir. Ella prefiere sentarse sola. Sí, yo lo he visto. (Yo soy Tania. Trabajo aquí detrás de la barra.) -Yo le dij-e que se podía sentar con alguien tranquilamente, aquí o allí ----dice Adrienne mientras que le extiende a Ta nia la lista con las nuevas bebidas-, pero no quiso. Ya podría Adrienne escribir un poquito más claro. ¡Fíjate, por Dios! (Al lector):


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-¿Tú lo puedes leer? -(El lector da una respuesta evasiva.) -Adrienne, cariño, que pone aquí, ¿«cap» o «caf»? -Dos capuchinos. No puedo pedirle a la otra gente que se vaya . Yo le digo: señora, digo yo, como comprend erá no le puedo pedir a la otra gente que se marche porque a usted le apetezca sentarse sola. Tania prepara las bebidas. El lector da sorbitos a su café solo. --Sí, Adrienne, esta gente de hoy en día ... (Al lector:) -Nunca hablo gran cosa con ella. Las otras camareras tampoco. Adrienne no hizo más que llegar la semana pasada y ya le han dejad o ponerse a servir en la sala. Porque traía referencias, dijo nuestra Madame. Pero no creo que esto sea lo suyo. Ha trabajado en muchos sitios. Nunca aguanta por mucho tiempo. Tampoco creo que se vaya a quedar mucho tiempo aquí. Mejor que sea así. Adrienne es demasiado directa como para trabajar en la sala. Eso me parece a mí. Es que cada establecimiento tiene su propio modo de tratar con los clientes, y es mejor ir cogiendo el tranquillo poco a poco. Por ejemplo así como yo, trabajando detrás de la barra. Así puedes ver todo tipo de cosas y luego sabes mejor lo que tienes que contestar. Adrienne es demasiado honesta para eso. Yo la ad miro, no digo que no, pero no creo que esto sea lo suyo. Nuestra Madame ya le ha echado un par de rapapolvos, yeso que a ella le cae muy bien. El lector parece asentir a todo. Tania prepara las bebidas de las camareras a una velocidad increíble. Tan sólo cuando paras, te das cuenta de lo cansada que estás. Sólo de cuando en cuando interrumpe su historia. -Ayer, mientras que estoy trabajando aquí detrás de la barra, veo cómo Adrienne va y se mete de repente en la cocina. Por la tarde le digo a Anna, que trabaja ahí en la cocina, le digo: «¿Pero qué le pasaba a Adrienne?». «Calla», dice ella, «¡menuda llantina que se cogió! Tenías que haberla visto, con los churretones del rimmel... Le digo: Adrienne, pero así no puedes volver a la sala. No quiero volver a la sala, en jamás de los jamases, dice ella, y venga a llorar.» Dice Anna : ¿Pero por qué? ¿Qué pasa? Pero nada, chica, no hubo forma de sacarle nada. «Tú ya la conoces, Tania,» me dice, «para qué te voy a contar.» Era decirla algo y volverse a echar a llcyar. Nuestra Madame tuvo que .ir a sacarla de la cocina. Parece ser que era porque le van a tener que sacar todos los di entes. Según parece eso es lo que ha contado Sonja. y que se pensaría que iba a perder su trabajo. Pero Anna dice también: «Tania», me dice, «como yo lo veo, tendrían que poner a Adrienne en la cocina y a mí detrás de la barra. Y tú así», dice ella, «podrías trabajar en la sala en lugar de Adrienne». Pero eso se dice fácilmente. Es según la da. Hombre, hasta cierto punto la entiendo. La verdad es que no comprendo por qué nuestra Madame la sigue teniend o en la cocina. Yo la digo: «Anna, no se puede ... no todo puede salir a pedir de boca. ¿no?» Porque con Anna tienes que andarte con cuidado con lo que dices. Se va fácilmente de la lengua. Salta a la vista que Tania y el lector se entienden bien. Ahora se toma un pequeño café sólo «27». Luego Tania le había preguntado a Andrea si sabía algo de Adrienne. Andrea parece hacer buenas migas con Sonja. y Sonja es la única que habla con Adrienne de vez en cuando. Sonja acababa de irse arriba justo cuando la Madame entró con Adrienne. «Hoy en día», había dicho la Madame, «cualquiera puede tener una dentadura perfecta. Durante veintiséis años he estado al frente de bares antes de abrir «Le Relais». Y aquí una ha visto de todo. A mí ya no hay quien me la dé. Pues


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anda y que no viene aquí gente con dentadura postiza. A la mayoría ni se les nota. Así que, por eso no tienes que preocuparte. Pero claro, todavía eres joven. Me hago cargo. Yo hubiese sido igual. Pero tienes que pensar: todo se pasa en esta vida. Y si no son los dientes, es otra cosa. Todo el mundo tiene sus achaques. Mi abuela solía decir: lo que no te ha entrado todavía, te puede entrar, eso sí, si tienes la suerte de hacerte viejo. En otro tirempo, yo también me hubiera preocupado por eso. Pero ahora pienso : si no me quieren aceptar como soy, pues mira, cruca, ellos se 10 pierden.»

MESA 15 La chica con el rimmel verde oscuro bebe muchísimo café amargo. Estudia a las personas. Está interesada en su postura, la curvatura de su espalda, la forma de sus orejas, el grosor de sus manos, las líneas de su rostro. Se pasa horas en la cafetería, llena cada uno de sus oídos con voces, ambos ojos con la mirada de otros. Dice: «Veo a las personas como son. Y las personas son así. Como son. Nada se pued,e hacer al respecto. A veces piensas esto o 10 otro. Pero [as personas no cambian. O como mucho, muy lentamente. Las personas ahora son así. Yo veo cómo son. Son todas así. Bueno, casi todas.» El hombre sentado frente a ella intenta explicar algo. Nunca sabe 10 que ella quiere decir. Tiene la impresión de que ella le desespera. (Ella sabe muy bien lo mucho que él se puede desesperar.) Ella sólo mira fuera de sí. A él le produce una sensación espeluznante. Ella le pregunta por qué en es'e caso no se levanta y se va del <<Le Relais». Él se levanta. Ella da un palmotazo en la mesa. Las tazas se estremecen. Que no se vaya a pensar que la cosa es tan fácil. Que a ver si se va a creer que ésta es la oportunidad que ha estado esperando por tanto tiempo. Qué fácil resulta eso: largarse cuando a uno le apetece, aparecer cuando a uno le plazca. A ver si se va a creer que él puede hacer con ella lo que le venga en gana. El hombre se sienta. Remueve su citron chaud que se le ha quedado frío. Él sólo piensa en sí mismo. Y en su trabajo. Ah sí, en su trabajo. Sus pestañas son seguramente venenosas, piensa él. Los globos oculares son espejos. ¿Cómo podrá verse jamás a sí misma? ¿ni oirse? Sus tímpanos están hechos de monedas de Judas. A esto, la chica con el rimmel verde oscuro da un sorbito de su café solo. La casa tuesta ella misma su café desde hace años. La chica parte un trozo de la porción de tarta de chocolate <<meson» recién sacada del horno. Un interior blanco lanoso. Llama a la camarera. Le enseña el trozo de tarta en el tenedor «¿A ésto se le llama bizcocho? Esto es puro acril.» (La camarera sale.) -Un día de estos te van a partir la boca --dice el hombre. -Así son las personas --dice la chica-o Yo sé cómo son las personas. No se diferencian mucho las unas de las otras y se parten la boca mutuamente. -Deja ver por una vez algo de tí misma --dice él-, en vez de siempre estar observando a los otros. La escena adquiere un carácter sumamente -teatral. ANNA Hay una gotera en el techo de la cocina. Anna tiene que fregar allí. Su bolsita .con los sandwiches -si quiere comer aquí, tiene que pagárselo ella- está en el viejo armario de cocina. La Madame no le deja ponerlo en el frigorífico. Mientras friega tiene ocasión de pensar. -¿Estás pensando en tu amor?


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A menudo piensa en el ayer. Los martes llegaban del colegio con el bañador y la toalla en una bolsita. Antes de meterse en la ducha, se recogía el pelo con un pillapelo. A la entrada del gimnasio había un haya rojiza. En la primavera las hojas secas se apilaban contra la puerta de hierro. Recuerda cómo en la clase de dibujo tenía que pintar un paisaje nevado con el horizonte en la lejaIÚa y mI pueblecillo. Podía ver claramente el paisaje ante sí. Había preguntado si podía utilizar el color blanco del papel para la nieve. Y la señorita había gritado : «¡Van de Vijver, siéntese derecha y preste más atención! Así sabría usted lo que tiene qué hacer. En lugar de andar siempre en las nubes.» Era invierno y podía ver fácilmente el pueblo en el que vivía ante sí, en la hoja blanca de papel. Cada día iba al colegio en autobús. Tenían que dibujar el contorno de los copos de nieve con lápiz. En eso pensaba a veces mientras miraba el agua de fregar. SONJA «Le Relais» se haya en un nudo de trayectos. Aquí la gente se encuentra y se despide. Mientras Sonja va por la sala tiene la sensación de que sus movimientos, traspasando las palabras articuladas, incapacitan toda coherencia. Intenta encajar lo que a cada momento se desmoroiia. -Así que tú también perdiste a tu marido en hora temprana. -Pues sí. - y es que, de un día para otro, una pierde al que le gana las perras, ya me dirás. Una mujer sola. Hala, ahí. La seguridad. Las casas señoriales del casco antiguo de la ciudad con las fachad as desmoronándose. El peq ueño chalet en el campo. El chalet adosado que la joven pareja había construido en la nueva parcela. Un trozo de terreno es un buen regalo de bodas: es algo que permanece. La pequeña casa obrera de los suburbios que se tenía que acabar de pagar. Pero luego es tuya. -Una lástima, allí se vivía la mar de bien. Con un jard incillo. Tenía un jardincito pequeño. Por si alguna vez apetecía sentarse fuera, por poner un ejemplo. Y no había hecho más que poner un nuevo cuarto de baño. Lo hacía todo él. Mira que haber perdido a tu marido de ese modo. -Mejor no pensarlo, ¿verdad? -Sí, mejor no darlo vueltas. El tejado, la chimenea, el canelón, las lejas ... Cualquier noche se te presenta el agente de seguros. Nunca se sabe, dice él. Así habla él, y los ocupantes se echan a temblar. -Todavía me parece oírselo decir. ¡Pero quién 10 iba a pensar! Quiero decir, así tan de golpe. -Pues sí. Se dice fáci lmente. Pero una no vuelve a empezar así como así de la noche a la mañana. A mi edad, ya me dirás. Una tiene sus costumbres, su casa, sus comodidades. Yeso ya te da que pensar. Y mi madre 10 dice también: hija, a tu edad. Dentro de poco, en octubre, cumple los ochenta. -¡Fíjate tú! Los lazos familiares. El estucado, la masilla, la cola fuerte, el cotilleo, la paciencia, la preocupación por su madre. Sonja sirve a los hombres que Andrea no soporta, En cuanto a eso, existe entre las dos una compenetración perfecta. Sonja se mira a veces a sí misma disimuladamente mientras sirve a los hombres, no vaya ser que ande desnuda sin darse cuenta. O se pilla a sí misma arreglándose el pelo.


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Pero también frecuentan este sitio otro tipo de hombres: los amigos de la Madame, por ejemplo. Mes amis. En el verano vestidos con patalones en tonos pasteles, deliciosamente ajustados en la entrepierna. Sonja no puede apartar la vista de las cuidadas manos y de las mangas rematadas de sus caras camisas. Da la impresión de que si apenas se den cuenta de lo que ocurre a su alrededor. La luz juega en la jareta de sus sonrisas. Conversan únicamente entre ellos, son amables con Sonja, pero a distancia. Hablan en un tono quedo y se mueven dentro de los Iímites de un discreto perfume. Aún así, Andrea no quiere servirles. Traducción: Carmen Bartolomé Corrochano P. J. van de Paverd

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ESCLEROSIS F. B.

una CON leía :

HOTZ

caligrafía patéticamente ensortijada y no pocas tachaduras se

Pecado, enfermedad, muerte, grandes palabras del pasado en las que no quiero ya pensar. Quiero olvidar el pecado, que ya no significa nada para mí. Y la enfermedad se ha convertido en un lujo que hemos dejado de podernos permitir, y que ha dejado de ser peculiar visión del mundo como condición o coartada. En fin, la muerte se hace sentir sobre todo como corte de edad: como llamada al trabajo. En eL silencio de un anticuado gabinete con terciopelos polvorientos y una luz tamizada desde los altos ventanales, esperaba el profesor la hora de comer. Se quedó mirando el bloc de notas, en el que acababa de garabatear esas palabras, como quien otea un horizonte entre dos canales paralelos: con la mano izquierda levantada casi en posición de saludo militar y tocando la amarillenta frente en visera como suele hacerse al caer el sol en las tardes de invierno. Era un viejo tic con el que antes reunía en un solo ademán al visionario, al artista y al hombre de oficio. Releyendo sus propias palabras pensó que esa nueva exhortación tan simple a entregarse al trabajo, y de su propia pluma, además, llegaba bastante tarde. Porque no parecía sino que toda su tarea consistiese ya en esperar, y esto es lo que hacía, realmente. A lo largo de las telarañosas horas matutinas esperaba, en efecto, pero siempre las mismas cosas simples y concretas que no acababan de llenar su existencia actual, sin embargo : pequeños sucesos de todos los días. Y esperarlos era lo que se había convertido, precisamente, en 10 esencial, cuando de hecho esos mismos actos no eran más que puntos de apoyo y referencia de una fatiga insatisfecha, mejor que necesarios quehaceres. y así había estado esperando, primero el correo, luego el café, aun teniendo tanto trabajo como tenía, de verdad (aquella publicación para la que la ayuda-


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ría M., por ejemplo). Le ocupaban el tiempo, sin parar, sus ideas oscilantes e intermitentes y aunque en sus observaciones se diese cuenta de algo interesante, el profesor esperaba, esperaba, sin que jamás dejase de sonar en sus oídos el sosegado y sosegador tic-tac del reloj de pared. La tarde se presentaba mejor, porque vendría M. con sus manos irradi ando la confianza de un joven que vive y trabaja en su tiempo y que además lo necesitaba. Pero antes habría una pausa, y era de esperar que mientras almorzara abajo en familia viviría también realmente. Ya pronto tocaría la criada el pequeño gong (con mano vacilante y como de refilón, según le habían enseñado para que resultase amortiguado) y bajaría él envuelto en un si1encio absoluto sobre la espesa alfombra de la escalera hasta el comedor donde le esperarían apercibidos su mujer y sus dos hijos respetuosamente. La vida transcurre todo lo bien que puede hacerlo un tiempo bien empleado: no hay que Iuchar para arrancarle a otros la pitanza. Así fue a mediodía. Sonó el gong a paños tapados y calló en seguida como avergonzado, el profesor descendió en el perfecto silencio de siempre adonde le esperaban los de casa. Tras los primeros movimientos, en orden cerrado, de escanciar el té y untar con mantequilla las rebanadas en la más chicha calma y sepulcral mutismo (ni siquiera aquí el tic-tac de reloj alguno), se inició una conversación de buen tono menor, íntimo y de no menos buena atmósfera confianzuda. Sus dubitaciones eran más breves y podían pasar por distracciones profesorales. Y aunque había en el hablar de la enjuta señora de la casa un asomo de reserva, no debía de ser esto interpretado como crítica tácita o algo parecido; en el fondo de su amable escuchar parecía no haberse puesto ni siquiera a prueba, la anciana, ante el hombre que tenía a:l lado. Los hijos, horros de toda capacidad crítica, admiraban, eso era todo. Es aquello de los ratones y las águillas. En todo caso, el profesor sobrevivió, en su más vieja y mejor vida, aquella hora sin reloj. Y luego vendría M. Sentado a la blanca mesa, tieso y condescendiente, aunque era más bajo y menudo que su mujer, era visible que dominaba el terreno, o por 10 menos su presencia física se hacía sentir sin equívocos. Cuando no hablaba, esperaban los demás a que lo hiciera, en vez de ser él el que esperase y se fuese a las cosas directamente. La criada procedió, sigilosa, a recoger ·l a mesa, constituyéndose a pesar de todo, en elemento -insignificante, desde luego- de desasosiego en este comedor, porque aun a pesar de andar de puntillas como tenía ordenado, ¿cuál era su verdadero fuero interior y quién conocía ni de lejos sus pensamientos? El profesor tamborileó, algo impaciente, con el tenedor sobre el mantel... pero tampoco produjo esto ruido alguno. Le esperaban los señores a M. en la gran saIa. También esta espera formaba parte de la buena pausa de sobremesa y tenía su función: era el tiempo de penitencia de los anfitriones. No faltaban los cigarros puros para el huésped, siempre a punto desde hacía tanto tiempo, desde que el jefe de Obras Públicas hacía regularmente sus visitas -igualmente por la tarde- con la carpeta al brazo y un flexible de ala ancha en la mano como participando un poco del general afán de artisticidad que reinaba por entonces en la profesión. Y aunque el esteticismo de aquel tiempo se tildaba ahora de calin, el profesor recordaba de buen grado a aquel jefe y su sombrero, modelo con el que él mismo -también se tocaba. El joven M., desde luego, no tenía nada de «calin». Incapaz de pensar en el


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pecado, pero tampoco en la muerte, ni en el cuerpo, ni en el trabajo. Con su rubicundo rostro y su áspera cabellera castaña, había algo de bondadoso en él que el profesor siempre había evitado a conciencia: una especie de filantropía que avergonzaba, cuando no irritaba, incluso . ¿Se podía ser tan desaforadamente bueno aun a costa de lo bello? Aunque para la belleza de antaño tenía M. algún interés, de seguro, ya que -si bien con cierta sonrisa bonachona- iba a ser objeto de una pequeña publicación ... Al profesor no le pasó por alto esa sonrisa, pero de todas maneras ese interés tendría que serie de algún modo divertido, ya que vendría a ser como un último y objetivo -¡qué digo: científico!- saludo de reverencia a un pasado que no quería morir en su propio cuerpo remolón. Porque, 10 que quiera que hubiese en su sangre de moroso o retardador, el caso era que las yemas de los dedos le tiritaban de frío y los pulsos los sentía agarrotados e impotentes, y que el plato de carne que le había servido su mujer hacía poco en la mesa se le había vencido a un lado mientras le temblaba la mano. M. llegó puntual y los dos hij os, al igual que borrosos peces en un acuario rojo contra las paredes del comedor y la antecámara, le echaron una mirada al visitante de mezquino respeto, sin saludarle, como venían haciendo desde niños cuando entraban señores a visitar al padre, cosa muy frecuente antes. Hasta este momento, había cambiado bien poco el mundo para esta familia. Pasaron al gabiente, el profesor delante, y los dos hombres a la mesa del escritorio, ie enseñó el profesor a M. un álbum de fotos maloliendo a viejo que abrió sobre el tapete verde ... Pasó un buen rato sin que se oyera el reloj y sus muñecas mantenían fácilmente el robusto volumen fotográfico sin que el índice le temblase lo más mínimo al ir señalando '¡as fotografías. Pero no duró mucho esta euforia. Porque poco a poco fue subiéndole a la conciencia la visión de cuán pequeño y amarillento era al lado de este M ... y aquella afabilidad de departir sobre la misma mesa se fue convirtiendo en mueca y ya sólo la cabeza se mantenía erguida, pero la boca le empezaba a temblar y la mano se le iba demasiado hacia la frente. -Mire esto ---decía en tono profesoral, aunque con ojillos demasiado brillantes (pero en su voz delgada sonaba algo a modo de disculpa)- así lo solucionábamos en nuestro tiempo, quizá porque no teníamos entonces tanto ojo como ustedes para el aire, la luz y la vida. Una vez más -a pesar del tono- reemprendía la lucha unilateralmente. sabiendo que al otro le parecería una pedantería de viejo. Se puso a hablar precipitadamente de planos móviles y cerrados, pero se inlerrumpió de pronto. entristecido, como si sintiera que ahora iba a perder. Y remató: -En fin, a nosotros nos parecía así precioso. Le miró de soslayo M. con fruncimiento de hombre realista. -Ya, claro --contestó contenida y casi desazonadamente-, SI no, no 1 0 habría hecho. Apresurándose a añadir (pero ahora casi paternal): - y como fachada, en cuanto fenómeno estéticamente bastante libre. fue algo nuevo para su tiempo, sin duda. M . se calló y en silencio procedió a aplastar enérgicamente la punta de su cigarrillo contra el cenicero. Fumaba unos pitillos prácticos, fáciles de manejar, que llegado el momento podía apagar rápidamente. El profesor, por el contrario. siempre parecía que acababa de encender un largo y blanco emboquillado. del que no se veía salir humo, como símbolo a lo mejor de una obra jamás emprendida. El profesor sonreía entretanto con su sumida boca de apretados labios y


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golpeteaba sobre el verde tapete de terciopelo sin producir el menor ruido con un anticuado lapicero de mina, anaranjado, que llevaba en la punta una borlita negra. Pensó agraviado : «Nuevo», esa es -la consabida y extrema alabanza. Eso, fachada; su misma vida no había sido más que un tabique frágil, siempre inseguro entre la fría utilidad y el más nuevo practicismo ... «Para su tiempo», había dicho M. también; como si el «ahora» fuera siempre superior, de por sí más fuerte o más sabio. De todo lo cual el profesor había deducido que, para M ., los descubrimientos del fotoálbum no habían sido más que cosas feas interesantes. Pero, ¿por qué darse por derrotado? Hacía ya más de un cuarto de siglo que conocía las reacciones estereotipadas de dar la callada por crítica, mas por si fuera poco, M. era un joven simpático y honrado, con quien iba a tomar té en toda confianza y de quien podía sacar muchos datos... «Datos históricos», sin duda, siquiera benévolamente clasificados en frío por alguien que, desde luego, no pesa ladrillos con balanza de oro. El reloj de pared dio la hora del té. M. ya la estaba esperando también. Para ahogar las campanadas del reloj y un poco también para demostrar que no siempre perdía las horas en estéticos mata tiempos, empezó el profesor algo vacilante a hablar de cierta atrevida construcción de hormigón armado del 1900 tantos. Pero esta vez fue el mismo M . quien le interrumpió para hacerle saber a su anfitrión, muy amable y hasta disculpándose, eso sí, que ya había leído algo al respecto y que tenía intención de hablarle de lo mismo más adelante. y mientras la mirada de M. descansaba penosamente sobre un texto a-l pie de una de las fotos de fachada, percantándose algo molesto del lirismo con que se expresaba aquella generación -el éxtasis de lo inadvertido en el ladrillo irradiantemente animado, leyó entre otras cosas-, llamaron enérgicamente a la puerta. Era uno de los hijos que, con la vista concentrada sobre la bandeja portadora de dos tazas de té, entró deslizándose de espaldas a la pared: la boca abierta colgante y uno de los hombros levantado por la tensión de elevar la bandeja, ni miró al padre ni al visitante, depositando cada una de las dos tazas a ambos lados del álbum, no sin temblarle el pulso ni sin derramar algo deL contenido de las tazas, por Jo que hizo una aturdida inclinación, a nadie dirigida, y desapareció. El visitante se había quedado absorto en ese instante mirando otra fotografía y haciendo ver que no había advertido la presencia del chico. No obstante, el profesor, al cerrarse de nuevo la puerta, se creyó en la obligación de decir: «Mi hijo». La cara de M., que aquella tarde había perdido su peculiar animación un tanto grosera, se hizo ostensiblemente humilde esta vez asintiendo como lo hizo. M. tuvo un ligero estremecimiento: ¿quién sabe si el muchacho no estaría escuchando tras la puerta? Con aquella alfombra tan espesa, no se oía nada. ¡A lo mejor tomaba notas para su padre! Aquellas fotos con sus planos abovedados y las tejas colgando le ponían enfermo, y susurró casi en voz alta: «¡inútil!». Mas entonces estaba el profesor retrepado para atrás con actitud triunfante. Había reflexionado también lo suyo sobre lo útil: ¿cómo lo bello podía dejar de serlo con los años? Palabras como «superado» y «anticuado» ya no le decían nada, en realidad. Siguió un silencio embarazoso. M. habría querido estar ya en la calle, al aire y al sol, fuera de este mundo amarillecido, equívoco a falta de plenitud de vida y de presente; esta tarde no veía ni el encanto de aquel período pretérito. La doncella lo acompañó basta la puerta. Era joven, y al dejar por fin entrar a raudales la luz del día abierta aquella puerta monumental, la miró a los ojos


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que al sol se hicieron translúcidos, y que sólo entonces parecieron advertirle. Por un momento al menos pudieron verse recíprocamente sus humanos rostros con una mirada de inteligencia que parecía decir: «¿Qué haces aquí tú? ¿No ves que ese viejo está majareta?» Ya en la acera sintió M. otras miradas sobre la nuca. T endría que volver los ojos hacia la pesadumbre de aquella casona, cuyo alero se perdía sobre sí mismo, ¿o sobre la nada? Tras la vaporosa gasa de los vi sillos de la planta vio a las tres figuritas: la mujer entrecana -que le hacía la reverenci a, como a todo lo que tocase, siquiera fuese tangencial mente, la labo r del profeso r- , y los dos chicos, de quienes podría decirse que no tenía n vida propia, que le miraban de hito en hito sin saludarle y sin mirar afuera siquiera, el mayor con la boca colgante más penosamente abierta que cuando sirviera el té. Los tres se daban las manos eutrapélicamente. Arriba, con las persianas corridas, el profesor escribía en su bloc de no tas:

Al pasado lo tenemos detrás, eternamente inmutable. Aunque la juventud nueva destruya lo viejo, incluso aunque el planeta desaparezca, no pod rá Dios hacer que el pasado deje de haber sido. Mi obra ha existido. De todos los tiempos, el pasado es el más sustancial, el más perdurable. Con la particularidad de que es lo único «perdurable» que nos cabe habel' hecho. Nu estra edificación personal era lo temporal, claro; es el pasado mampostado. Lo anticuado es discreto y no pretende la eternidad. La generación que me sigue cree haber alcanzado lo impersonal, lo sobrehumano, lo eterno, en formas geométricas y en planos distendidos . ¡Menuda pretensión, ésa de que se instituya lo eterno en este mundo! ¿Y estos últimos años? La impersonal uniformidad de frío acero y vidrio ... ¿higiene de masas, o cinismo masivo? Soltó la pluma y se cogió la cabeza entre sus lustrosas manos. ¿Era sincero al escribir estas notas? ¿Puede uno contentarse con haber trabajado en su tiempo? Cayó sobre el bloc de notas, rendido por un sueño inquieto y convulsivo. Al despertar se encontró de golpe con una nueva primavera ... remota --esto lo retuvo, aunque se parecía mucho a una primavera de sus tiempos de estudiante»; estaba empapado de sudor y enternecido por un sentimiento de felicidad una vez más evanescente. Vio que el empapelado de las pa redes de su habitación era otro ahora; con sus flores antes nunca vistas sobre fondo colorado. El empapelado en eclosión -por supuesto, era aquella primavera- , pero a todo esto habían recalado, él y la habitación, en otro tiempo con un futuro a salvo, con una luz o una salida salvadora. Soberanamente solo, liberado y triunfa nte, se puso a tentar las flores y fue cuando empezó a perder su reci én estrenada fe: le empezó a embargar la conciencia de que estaba en trance de despertar de un sueño efímero. Intentó sacudirse esta fatal toma de conciencia, p ero le abandonaron tanto la luz como aquel remoto sentimiento y las flores colo radas ; así que despertó ya cuando el empapelado se cerraba sobre sí como si aquellas manchas coloradas de las flores se anegasen en un baño de leche. Como hojas de papel hostilmente en blanco le miraban aquellos muros de su gabinete inamovible: era el blanco yermo de un ahora por usar Una vez despierto, sabía más o menos vagamente que, en realidad, ya no vivía: no usaba ya ningún ahora y todos los papeles estaban en blanco; aquellas flores rojas eran cosas de su niñez. Le daba alguna oportunidad a su mal, creía él. y con la enfermedad, cada vez más, oportunidades a la muerte misma. Era una lástima, en tod os los sentidos. Y volvió a los viejos temas de su bloc de notas. ¡No llegaría nunca a ser tan adulto como M.l


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Entretanto había llegado M. al tajo en que volvía a oler el ladrillo rojo mojado. la arena y la grava. Aquel airecillo estival hacía ondear la bandera en lo alto de los andamios. Le saludaron el contratista y el propietario. a quienes vino a unirse el contramaestre -quien le rio una broma hasta hacérsele en los ojos patitas de gallo-o Tenían que gritar para hacerse entender por encima del estrépito de -la grúa, y el contramaestre hizo unos aspavientos a la intención del gruísta como el director de una orquesta. En éstas, M. había olvidado casi al profesor ... Bueno, será la esclerosis, la calcificación ... -pensó aún en una ráfaga perd ida-o Sacó el cuadernillo de apuntes que se había llevado para la entrevista y leyó en diagonal para preparar el artículo. El viento le volteó una hojita y ;vio que también estaba escrita al dorso, con los temblorosos ringorrangos consabidos del profesor: Todavía me quedaba una última ilusión ... que si bien se mira es ridícula: trabajar y poder ganarme la vida con enfermedad, con achaques y todo. Pero otros son los elegidos, por nada, gratuitam ente. Cabezas hueras, pero sanas, hacen cosas bonitas. Un regalo es un regalo. Pura quimera es hacer caso de la razón -esa grandísima puta, a decir de Lutero-, según la cual el dolor es fuente de gracia. Ah, vamos -pensó M. moviendo la cabeza lentamente de un lado para otro mientras se metía el cuaderno en el bolsillo-: ¡la idea del dolor fértil! Bueno, y hablando de calcificación o esclerosis, si más adelante llego yo a ese estado, antes me zambullo en una artesa de cal viva como ésa. Traducción: Francisco Carrasquer

F. B. HOn, «Esclerosis», de <<Dood weermiddel en andere verhaleID>, Arbeiderspers, Amsterdam, 1976.


EL FACTOR DE

ACARICIABILlDAD RUDr KOUSBROEK

hace años soy consoiente de que mi clasificación particular deL reino DESDE animal difiere ren varios aspectos de la corriente. Nada caracteriza de manera más fundamental una cultura -véase a LéviStrauss- que los criterios aplicados para la clasificación; rencasillamientos, procedentes de otras civilizaciones, tienen por eso más que nada la propiedad de evocar un sentimiento como: «Esto yo no lo hubiera podido imaginar nunca». El ejemplo más hermoso (sino el más auténtico) de este fenómeno sigue siendo la clasificación del mundo animal, citada por J. L. Borges, y según él procedente de una enciclopedia china. Distingue entre animales, pertenecientJes al Emperador; animales embalsamados; animales domesticados; cochinillos de leche; sirenas; animales míticos; perros callejeros; a'nimales que braman como locos; animales que no se dejan contar; animales dibujados con un fino pincel de pelo de camello; animales que acaban de romper el cántaro; animales que vistos desde lejos parecen moscas. La característica de esa y otras exóticas clasificaciones es que el criterio en que se basan, en cuanto sea encontrable, se presenta. a nosotros como un criterio no-esenoial; de la misma manera un miembro de otra civi,lización no sería en absoluto capaz de comprender por qué nosotros clasificamos, por ejemplo, los coches, según un diminuto, no-esencial, no-funciona'l indicativo en la grilla del radiador. Mi propia clasificación del reino animal, adoptado desde mi más tierna infancia, me parece absolutamente sensato y funcional. Es una clasificación basada en el cr,i ter,io de la acarjciabi.lidad. Coincide en muchos aspectos con la clasificación que se utiliza en ·la oiencia actual; en la mía 10s animales ,invertebrados, por ejemplo, se encuentran en un nivel más «bajo», mi'entras los mamíferos pertenecen a una categoría más «elevada», y el criterio de 'la acariciabilidad admite incluso una teoría evolucionista, aunque algo modificada. Pero hay también marcadas diferencias, por ejemplo la inmediata evidencia del hecho


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de que ,las mujeres son superiores a los hombres, y más aún que, en esa clasificación, el gato es, sin, ninguna duda, el animal más evolucionado que la naturaleza ha producido. En lo más bajo del escalafón están colocadas las criaturas que se caracterizan por un factor de acariciabiJ-idad nega1:ivo; en otras palabras, los animales que son objetivamente no-acariciables, s'ea en razón . de su sustancia (las ostras, las medusas), sea en razón de su esencia (piraoñas, gimnotos), pisándoles .los talones (si en este caso se puede hablar de talones), .Jas especies con un factor de acariciabilidad igual a cero; son estos los bichos que, por cierto, son acariciables en teoría, pero sin que esta cücunstancia represente para el acariciador o el acariciado una fuente de ninguna sen",ación. Así es un asunto sin ninguna perspectiva acariciar, como lo hacen a veces los niños, una tortuga en el caparazón; en la misma categoría se encuentran criaturas como los escarabajos, las langostas y los armadillos. Otros animales son menos acariciables a consecuencia del ambiente en que viven; pienso ni s'iquiera en primer lugar en el escarabajo pelotero, sino más bien en los peces. Los peces dorados 'Son, a veces, acaricia bIes en un grado limitado, pero entran entonces en una categoría que quisiera designar con el término de «¿so what?» (¿et alors?), una categoría en la que encontramos también la serpiente y el ,lagarto, y asimismo de nuevo la tortuga, pero sólo en cuanto no retire la cabeza al acercarse el dedo acariciador. ¿Son los pájaros acariciables? Es cierto que, por ejemplo, los loros se dejan rascar la cabeza, y esto sin. duda a plena satisfacción suya, como podemos deducir de 'la circunstancia que a menudo ellos mismos toman la iniciativa en esta operación, o por lo menos dan muestras de su disposición a ~a misma. Gente ¡nenas ex,igente puede ver en esas rascaduras de cabeza una forma de caricia, pero es cierto que nuestros amigos plumosos son, por lo general, muy poco propicios a las caricias. Incluso el pato, que, no sin razón, podemos considerar como el gato entre 10ls pájarso, tiene la costumbre de hundirse bajo la caricia, de tal manera que jamás se puede producir un sólido contacto acarioiador, de modo que uno llega a apoyar con la otra mano aquella parte de su anatomía (por ejemplo la cabeza), que uno quiere acariciar para no volverse loco de frustración. (Confieso que el hecho de que 'los patos, una vez dejados en libertad, agitan la cola mientras se alejan, compensa mucho.) Es ineluctable que, para realizar las caricias, un animal peludo es más apropiado que un animal plumoso, así como un. animal plumoso es más apropiado que un animal escamado (hago caso omiso, por el momento, de los animales sin pelo o con sólo un puñado de pelo en unos pocos sitios); pero el pelaje por sí solo no es suficiente, pues el objeto de nuestras caricias debe ser consciente de qué se trata. Hay una categoría de animales que sencillamente no comprende las caricias (de la misma manera que una vaca no puede comprender un retrato de George Washington); muchos roedores pertenecen a esa categoría. Un buen ejemplo es cierto cochinillo de las Indias (cavia Brasiliensis), que evidentemente considera las caricias como un inexplicable fenómeno de la naturaleza, pero sí eres ánimos, no debiera infundirte temor: a veces empieza sin avisar, pero después de un rato acaba siempre por sí mismo. Acariciarle en un determinado lugar de su cabeza ( n el punto donde ,l a nariz se convierte en occipucio, porque no hay frente) .lo experlimenta como arena que le cae encima, y que, con un rápido movimiento de su cabeza, intenta tirar por encima de sus hombros. Un aspecto físico, que sugiere una extremada acariciabilidad, no está siempre habitado por un animal que, como dirían 10s Behaviouristas, es <<positivamente


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orien,tado hacia -la caricia». Así el oso es un ejemplo de animal que (por lo menos en mi caso) provoca intensos impulsos de acariciarle el pelaje, y a menudo pienso, con un agobiante sentimiento de melancolía, en aquellas personas elegidas, en su gran mayoría conductores de osos, que sólo tienen- que extender la mano para sentir en ella, por ejemplo, una oreja de oso, o que, como muchas veces intento imaginármelo, estando de pie detrás de un oso, son capaces de apoyar la mejilla en su hombro, rodeando su vientre con sus brazos (con las manos cruzadas). Pero creo que a los osos no les gusta esto especialmente. Tienen más bien ganas de comer terrones de azúcar. ¿Sería la acariciabilidad de los osos siempre imaginaria? ¿Podría ser que nuestra producción de ositos de felpa (mirándolo bien un singular producto de nuestra sociedad industrial) fuera en realidad la manifestación de un amor no correspond ido hacia los osos? Hay otra categoría que, por cierto, cumple la condición de ser peludo, pero que evidentemente prefiere los golpecitos a las caricias. Cómo no puede ser casual que encontremos la flagelomanía, sobre todo en aquellos países donde la educación, de los niños se ha hecho famosa por la frecuente utili zación del palmetazo, quizás tampoco sea una casualidad de que aquí se trata de los m.ismos animales que, en nuestra histori a, siempre han sido propensos a recibir una paljza, como los perros y los caballos. Es cierto que sobre todo a los perros también les gustan las car,icias -el rostro de perro más extático que he visto jamás, pertenecía a un perro que se había situado frente a un colegio en el momento de la salida, de modo que fue acariciado por unos 17 niños a la vez -pero cuando se trata de una acción procuradora de placer, de índole individual, resulta que este concepto no es completamente aplicable a un perro y, si fuese aplicable, entonces sólo en la modalidad de recibir golpecitos. Como expondré más adelante, sólo existe un animal que corr,esponde plenamente a todas las condiciones de libertad, egaIidad, posesión de inteligencia y de un pelaje liso, ausencia del impulso de morder, etc., que, todos juntos, constituyen el criterio de acariciabilidad: es la apoteosis en la evolución de la acariciabilidad (la loi de ,l a caressabil.ité croissante), el gato. Traducción : Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

De la obra del mismo título: De aaibaarheidsfactor



IR DE PUTAS IVONNE KROONENBERG

hombres van de putas. Las mujeres no. Las putas son mujeres. u hombres Losjóvenes. Hay mujeres viejas y jóvenes que son putas, pero no hay hombres viejos que se prostituyan. Tan sencillo es: los hombres están dispuestos a pagar para poder acostarse con una mujer, sin que les importe su edad. Algunos hombres quieren acostarse con muchachos. Las mujeres no quieren pagar por un hombre. Hay, esto sí, mujeres que dan dimero a chicos adolescentes a cambio de ciertos servicios, pero eso impEca mucho más que echar una cana al aire. La única conclusión que se puede sacar es que una mujer vale dinero en la cama y un hombre no, o apenas. A los idealistas les encanta la prostitución. Les sirve marav,jllosamente bien para proyectar en ella su concepción de lo bueno y lo malo. Nada estimula tanto la imaginación como la mujer que, impulsada por la lujuria. Ja ,indigencia o la frustraoión espiritual o social, alquila su cuerpo; nada excita tanto a los moralistas como su cliente, el putañero, quién, impulsado por la lascivia, la pobreza emooional, la represión social o la soledad, visita a una mujer pública. A los religiosamente inspirados la puta les sirve de muestra del pecado, de la avidez de dinero y de la impudicia. No quiere deslomarse en algún empleo de oficina hasta convertirse en ama de casa y madre. Quiere ganar dinero y ha encontrado un método rápido para conseguirlo. Esto no le gusta a Dios. Afortunadamente recibe su merecido castigo . Nadie la quiere. Al hombre putero también le consideran un pecador, pero para él todavía hay perdón, ya que él es una víctima de la seducción, de las estratagemas del mal. Es un papel hermoso, imprescindible para la comedia de la conversión. Los reformadores del mundo sin mensaje celesuial saben también manejar a la perfección el fenómeno de la prostitución. Para combatir lo malo en el mundo necesita un blanco, y la prostitución es un mal generalmente admitido. No es bueno ganar tanto dinero, y mucho menos con el sexo. Las putas ensucian tanto el amor como el trabajo, opinan personas que sólo quieren nuestro bien. El putero tampoco merece elogios por parte de esa categoría de gente. «Un hombre que va de putas no vale», dice Marleen Gorris, cineasta. Ha realizado en 1982 una película que trata de la prostitución . «La prostitución convierte a las mujeres en un artículo de uso. Esto ya está institucionalizado y a la gente le parece normal. La prostitución existe sin que nadie se pregunte si es buena para la gente. Implica que los hombres sienten un real desprecio haoia las mujeres. De esto se trata.» En su película Espejos rotos, Marleen Gorris nos enseña lo malos que son los hombres que van de putas. Se ve a un tío que, en espera de echar un polvo, está sentado en la barra de un burdel perorando sobre Jos tiempos en que Jas


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putas conocían bien su oficio, y ves también a unos señoritos-estudiantes comportándose groseramente. Claro, de la misma manera se puede demostrar los inconvenientes de suegras y reparadores de bioicletas. Gorris demuestra principalmente que los tíos pesados en un burdel son también desagrables en el trato humano. Las prostitutas en la película son mujeres con una manera de hablar muy correcta y que no aman su trabajo. Bueno, esto Ino es de extrañar. En todas las industrias de servicios el personal se queja de :los malísimos modales de los clientes, de la monotonía del trabajo y de los daños psíquicos que sufres cuando debes fingir todo el tiempo que lo haoes todo por gusto. Un empleado de los transportes públicos dirá lo mismo, <igual que una telefonista. La única diferencia es que la sociedad no los mira de reojo. A las putas sí. Tanto los hombres como las mujeres. ¿Y al hombre putero? Dejando aparte el precio que tiene que pagar para el frío placer de un orgasmo sacado de una especie de expendedor automático, a él también le corresponde un considerable desprecio. A la gente le parece lastimoso, ridículo, poco adulto y perverso. Tampoco el hombre tiene una gran idea de sus visitas a las muJeres públicas. «La sensación que experimenta el putero durante su largo camino, se define en gran parte por sus sentimientos de vergüenza», dice Ischa Meijer en su libro Putas. «Una segura anonimidad es, incondicionalmente, Ja garantía de su placer. Al otro lado: la circunstancia en la que eventualmente puede ser desenmascarado, crea una tensión que está inseparablemente unida a su juego.» La excitación del hombre putero se asemeja mucho a la del exhibicion'ista o del masoquista: el placer prohibido, el amor clandestino. No a todo el mundo le parece suficiente abrigar entre sus brazos, en sus momentos íntimos, a una querida conocida. Algunas personas quieren más. Quieren azuzar la excitación del sexo hasta que les dé escalofríos en la espalda. Para conseguir esto, necesitan algo diferente, una pOsdción distinta, un ambiente nuevo, joder al aire .libre o encima de la mesa de la cocina. Hay gente que alcanza el éxtasis por med:io del dolor o de la humillación, o fomentando excitantes pensamientos en una persona a la que no quiere. Las fantasías sexuales tratan a menudo de contactos impersonales. Las mujeres sueñan con amantes cuyo rostro no pueden distinguir, los hombres se dejan encantar por las acciones mecánicas de una prostituta, mv,isible tras su maquillaje. ¿Es un hombre putero ridículo? Por supuesto. El sexo es siempre cómico cuando otra persona 10 practica. Pero no merece ninguna indignación de tipo moral Esta va·le más conservarla para los reformadores del mundo, que quieren contraer el comportamiento sexual para refrenar la libertad humana y, al fin y a la postre, estrangularla. Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

Tomado de: Mannen willen

lIWIar

één ding, 1987


SIMETRIA HARRY MULISCH

excluir la posihilidad de que un día del mvierno de 1871 (cuanNodoseenpuede París se proclamó la Comuna), en Praga, en el Karlsbrücke. una borrasca de nieve volaba a 10 largo de las estatuas de los santos. Bajo el puente el río Moldau arrastra los témpanos de hielo, encima del mismo. la 'luna y las estrellas se esconden tras oscuros nubarrones, y en su alrededor se extiende la vieja, la alquímica ciudad, todavía no comunista, ni con mucho: deformada. torcida como las raíces de un árbol. Y me pa1"ece estar viendo ahora a mi abuelo. el estudiante de diecinueve años, en el centro de su diminuto cuarto poster~or. a'l pie del Hradschin. La alta estufa alicatada está caliente. y él, delante del espejo se anuda la corbata. Está contemplando un rostro pálido, rasurado, con 10s labios delgados y los ojos algo oblicuos. ~l cabello moreno. largo y ,lacio. Tras él, su mesa. cubierta de libros y papeles; el Grundsatze der Volkswirtschaftslehre, de Mengers. que acaba de saUr, está aruerto (el Kapital de Marx. cuyo tomo primero ha sido publicado hace un par de años, no se ve en ninguna parte) . Se abotona el chaleco, y sujeta la leontina de plata al botoncito superior. Hubiera preferido quedarse en casa, con ese tiempo, pero le parece un despilfarro dejar caducar su billete. (Más tarde se convertirá en director de banco.) En el tablón de anuncios, en el zaguán del Carotinum, se anunciaba la conferencia: En el Casino alemán hablará el Prof. Dr. Ernst Mach DE LA SIMETRIA La conferencia dará comienzo a las 8 horas

Amigos suyos aseguraban, que Mach era un genio, no solamente en el terreno de la física, sino tamruén en el de la filosofía. Hace siete años. a la edad de veintiséis, Je nombraron catedrático. Tales not:icias, por parte de sus amigos


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envidiosos, son escuchadas por mi abuelo con resignación. El no concibe esa cIase de ambiciones; lo único que desea para sí mismo es un buen empleo, una bonita casa, una car,iñosa mujer y tres niños obedientes. Pero por una vez quiso ver a un genio en plena actividad, porque nunca en su vida había visto tal fenómeno. Doblando la espalda, con una mano en el bolsillo de su abrigo, mientras que con la otra sosbiene el sombrero sobre su cabeza, mi abuelo camina sobre el Karlsbrücke hacia el Casino alemán. Un frío mal'icioso, djstinto al frío que se nota entre las casas, le azota desde el río. ¿Puedo decir que por lo menos una cuarta parte de mí ya está latente profundamente bajo ese abrigo negro, cuya delantera y cuyos hombros 'se han blanqueado rápidamentJe? Claro que puedo decirlo, quién me 10 va a imped'ir -aunque a un hombre, según los asesinos, sólo se puede descuartizar después. Bajo sus botas cruje la nieve, transformada por la luz de los faroles de gas en un relumbro onírico. También las estatuas negras se han blrunqueado a un lado. En la profundidad oye los témpanos de hielo golpeando los machones del. puente. Camina, solitario, entre una y otra orilla, pris'ionero del siglo diecinueve, con su nar'iz enrojecida por el frío . Atravesando un portón bajo, entra en una plaza trapezoidal. Aquí la nieve cae suavementJe; delante del Casino hay un gran charco de luz amarillenta. Por las calles adyacentes acude la gente, a pie y en carruajes, en un algodonoso silencio, los caballos expulsando de sus na¡;ices ráfagas de vapor, como si no quisieran ser menos que las máquinas, que dentro de poco los expelarán del mundo. Sombreros de copa, bastones, faldas con lacitos. Apenas si mira a su alredor, pero es la suerte de cuadro que, años más tarde, reaparece repentinamente en la memoria -en su lecho de muerte quizás: el edificio iluminado y la gente silenciosa en la nieve, y que entonces parece decir lo buena que era la vida, y que ya nunca será así. Quizás en este momento se preguntará cuándo ha sido esto, aquella noche de invierno; pero la conferencia de March ya habrá desaparecido de su memoria. (En 1915 se morirá: después de todo es como si nada tuviera sentido, el buen empleo, la casa bonita, la mujer cariñosa y los tres I[l~ños obedientes -porque no es ahora.) La simetría no es un tema por el cual mi abuelo suele devanarse los sesos. No figura en sus estudios, a no ser que se trate de la simetría entre los activos y pasivos a la izquierda y derecha del balance, pero esto es más bien una preocupación de los contables. Contrariamente a lo que ocurre en París (donde ahora el pueblo se arma), en Praga no hay runguna simetría: allí todo es asimétrico, torcido, oblicuo, giratorio. Allí no reina Descartes, con su espíritu dentro de la máquina, sino el rabí L6w, quien ha hecho el Golem. Y tal vez es esta la razón de que la sala, demasiado calentada, se llena tanto. La gente tiene ganas de oír algo sobre aquel exótico fenómeno, la simetría, de la mjsma manera que les interesa también las noticias sobre la situación en la luna.

2. La conferencia de vulgarización científica, que el joven profesor dio aquella noche en Praga, ha sido publicada luego, de modo que sabemos que la inició efectivamente con una observación sobre la luna. «Un viejo filósofo», comenzó, después de haber reprimido con un gesto de la mano casi despiadado los aplausos de bienvenida, «dijo una vez que la gente que se devana los sesos especulando sobre las circunstancias de la luna, le recordaban a personas, discutiendo la organización y las relaciones políticas


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de un país del cual no conocen más que el nombre. El verdadero filósofo debía dirigir la mirada hacia dentro, estudiándose a sí mismo y sus conceptos morales: tan sólo eso podía conducir a algo. Si ese filósofo pudiera resucitar y estar de nuevo entre nosotros, señoras y caballeros, se extrañaría mucho de lo completamente distintas que se presentan, las cosas hoy en día». El conferenciante tenía el cabello lacio, peinado hacia atrás, y una barba larga -por cierto ya no tan larga como la llevaban los profesores de edad más avanzada que él, y de los cuales algunos se encontraabn en la sala, pero sí tan- poblada que su boca parlante estaba invisible bajo el bigote. Enci ma del bigote se elevaba el triángulo rectángulo de una nariz estrecha y aguda, con un par de anteojos de montura de aoero en la cima de la hipotenusa. Así era, pues, el aspecto de un genio. Además del pupitre y el caballete con la pizarra, había en el estrado un trípod con un gran espejo: que luego, por supuesto, sería utilizado para las demostraciooes. El piano de cola había probablemente permanecido allí desde la noche anterior, de algún concierto qu izás de L iszt, o de una boda. Mientras sacaba un puño posttÍzo de la manga de su largo chaqué, Mach dijo que sabíamos más de la Luna que de nosotros mismos. La mecánica celeste había sido formulada, pero una mecánica social o una mecánica moral aún debía ser redactada: «La gen-te ha regresado un poco más sabia de su viaje espacial, que le había sido desaconsejado. Después de haber aprend ido a conocer las encillas relaciones astronómicas, empieza a examinar con una mirada crítica a su pequeño, torcido Yo. Parece absurdo, y sin embargo es cierto: después de habernos dedicado a la luna, podemos empezar con la sicología». Y poniendo un pequeño ejemplo de aquello, quiso hablarnos ahora del hecho de que algunas cosas nos son gratas y otras no. Mi abuelo cruzó las piernas y se puso a escuchar. De vez en cuando echaba una mirada furtiva al espejo del estrado: v,io allí el rostro hermoso de una muchacha sentada en primera fila. Bn su cabello recogido había fijado una flor roja; miraba con admiración al genio de 33 años, de modo que mi abuelo empezó a sentir una pizca de celos. La repebición. La simetría. Mach señaló el espejo, diciendo que en él la mano derecha se convierte en mano izquierda, la oreja derecha en oreja jzquierda, pero que en nuestro cuerpo una mano izquierda nunca puede sustituir a una mano derecha, ni una oreja izquierda a una oreja derecha, a pesar de la similitud de sus formas. El reflejo de un objeto nunca puede ocupar el sitio de ese objeto. Un reloj visto en un espejo ya no es un reloj. Cuando hizo esa observación, levantó el índice y añadió un silencio significativo, lo que provocó en mi abuelo una extraña sens.ación, como si el tiempo -transcurriese en sentido inverso, hacia el pasado. Por eso perdió dos o tres frases, pero volvió a retomar el hilo cuando el científico dijo que nuestro cuerpo, al igual que una catedral gótica, es simétrico en el sentido vertical: el espejo ructicio nos atraviesa transversalmente en sen-ti do vertical. Un pai-saje al lado de un lago, en cambio, más su reflejo, es simétrico en sentido horizontal. ¿A qué se debía, entonces, que las simetrías verticales llaman ,inmediatamente nuestra atención, mientras cas-i nunca se notan las simetrias horizontales? Después de haber echado una mirada interrogativa hacia el público, abandonó su sitio tras el pupitre y escribió en la pizarra cuatro letras: d b P q Los mnos pequeños, dijo, suelen confundir regularmente la d y la b, ~gual que la q y la p; pero nunca la d y la q, o ,l a b y la p. Cuando pronunció esas


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palabras, un murmullo de asentimiento recorrió la sala, procedente de madres y maestros de escuela. Sonrió, explicando luego que este fenómeno se debía a que ,las parejas d-b y q-p son simétricas en, sentido vertical y, por consiguiente, para el niño van juntas, mientras no ve ninguna relación entre las parejas d-q y b-p, que son simétricas en sentido hor,izontal. Mi abuelo advirtió que varios caballeros estabán buscando papel en sus bolsillos para tomar apun,tes, mientras -lamían las puntas de sus lápices. Mach lo adv.irtió también, y para darles tiempo, les ofreció otro ejemplo: dos estatuitas de porcelana, representando dos muchachas con una flor roja en el pelo, la primera a la izquierda, la segunda a la derecha, son fáci,lmente intercambiables, pero un rostro invertido es 'ÍrI1econocible: también esto lo sabemos por medio del cuarto de niños. ¡La muchacha! Mi abuelo la vio en el espejo sonrojáJndose, y él se sentía cada vez más env,idioso del poder del conferenciante. ¿Cuál era .]a causa de todo esto? La causa era que también nuestros mismos ojos forman un sistema simétrico-vertical. No son idénticos., Cuando los intercambiamos -por med'io de un sencillo artefacto prismático- [lOS encontramos inmed,iatamente en un mundo nuevo. Se agachó y sacó de un estuche que estaba al lado del pupitre un singular catalejo de madera. «Aquí dentro», dijo mientras levantaba el instrumento, «todo Io cóncavo es convexo, todo lo convexo cóncavo, todo lo cercano es distante, y todo lo distante, cercano. Los que se interesan podrán luego echar una mirada a través del catalejo». En este momento el estudiante, sentado delante mi abuelo, se inolinó de .lado y dijo en voz baja a su vecino: «Un chisme como ese tendría que ~nventarse para el mempo.» «¿ Qué quieres decir?» «De modo que el pasado más lejano se convierte en 10 más cercano, Esto sí sería interesante.» «¡Chiss!» dijo mi abuelo. Mach habló muy claramente y muy despacio. Después de una explicación algo más difícil -por ejemplo cuando aseguró que una línea recta puede ser simétrica a sí misma tanto en sentido horizonta,l como en sent,ido vertical'-- hizo una pequeña pausa y dejó vagar su vista sobre el auditorio con una mirada disimul ada y pícara, como un .ilusionista que otra vez ha sacado de su cuello el as de oros. Algunas veces, dijo muy rápidamente, algo que nadie pudo comprender, como por ejemplo: «El hecho de que podemos ver lÍnmediatamente e:J. primer y el segundo cociente diferencial de una curva, y [lO 10s siguientes, se debe, por supuesto, a que el primero ,ind.ica -la situación de la tangente, pues la desviaoión de ,la recta de la posición simétrica, y el segundo ~a desviación de la curva de la recta.» Cuando hacía semejantes observaciones, miraba siempre hacia un cierto 'lugar en el aud.itorio, donde mi abuelo entonces advertía una cabeza casi calva que se movía en signo de asentimiento. Repentinamente gritó: «¡Ahora miren un piano en el espejo!» Lo grJtó en voz muy alta, como una orden, de modo que aquí y allí algunas cabezas, que se habírun adormilado, se levantaron bruscamente. (Tal vez fuese ese el momento en que, muy lejos de allí, en Simbirks, e1 pequeño WIadimJr Iljitsch, que aún no había cumplido un año, se puso a llorar porque había perdido el osito que siempre le acompañaba en su sueño; más tarde escribiría de Mach, que su filosofía era a la física como el beso de Judas a Cristo.) De nuevo abandonó el pupitre, y ahora hizo rodar el trípode con el espejo tras el


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piano de cola, de modo que el reflejo de la muchacha desapareció repentinamente y el teclado se hizo visible en el espejo. Un piano como éste, dijo, señalrundo hacia el espejo, no había sido construido nunca. Los tonos bajos estaban al lado derecho, los tonos altos al lado izquierdo. Si en ese piano uno ejecutara un trino en bemol, se oiría un trino en tono mayor, y al revés. M uchos habían probablemente presenciado alguna vez un concierto ejecutado por un pianista en un salón de espejos, ~ro ¿alguien se había preguntado alguna vez .jo que tocaba el reflejo del pianista en el espejo? Echó una mirada interrogativa haoia el auditorio. El sonido no se reflejaba en :los espejos, sólo repercutía en ellos, mientras la música del pian,ista reflejado permanecía escond~da en el espejo. Esta observación no figura en el texto de su conferencia, la improVlisó aquella noche.) Hacer construir un piano semejante, tan costoso, no podía ser tomado en con~ideración, pero tampoco era neecsario, porque era posible hacer el exper,imento de otro modo. «Ahora», d ijo Mach, «voy a tocar algo, mirando en el espejo, y luego imitaré en ese piano lo que he visto allí». Mientras miraba en el espejo, tocó diez compases de Für Elise, imitando luego lo que había observado. En la sala se rio a carcajadas: por cierto, ¡esto era sumamente, pero sumamente curioso! «¡Von Elise!» gritó el estudiante que estaba sentado delante de mi abuelo, y las risas aumentaron más, mientras muchas personas se müaron, repitiendo 10 que había dicho. Mach, viéndose también, se acar,ició Ia barba; la observación parecía haberle gustado. Algo inerme apareció en el rostro inteligente y poco trágico del, positivista. Luego cogió del piano -la partitura de Für Elise y la enseñó al público, 10 que provocó nuevas r.isas. Pero esto fue únicamente porque la gente ya estaba riéndose; en su gesto no había nada gracioso, y no era otra cosa que el comienzo de un nuevo experimento. Resultó que encima del piano de cola había otro espejo en posición horizontal, y él colocó la partitura encima. «y ahora», dijo, después de haber exhortado de nuevo al silenoio con aquel despiadado gesto de :l a mano, «voy a tocar desde la partitura que veo en el espejo». Irguiendo la espalda, tocaba las notas reflejadas, y se oy6 la misma cuviosa música futurista, que también había tocado el Mach-reflejo. Si, por cierto, sumamente, sumamente, pero sumamente curioso.

3. Mi abuelo ha descruzado las piernas y está escuchando, fasoinado. Pero aunque el profesor no ha terminado aún con sus singulares demostraciones, me despido ahora de él, y también del caballero con el occipucio casi calvo, y del estudiante, que tal vez también sea un genio, y de la muchacha con -la flor roja en el pelo recogido (quien tal vez se converllirá en mi abuela, de modo que mi abuelo sí se acordará para siempre de aquella noche). No los volveremos a ver nunca más. Todo esto debe permanecer inconcluso -aunque ha sido concluido y olvidado ya desde hace mucho tiempo, y yo los dejo atrás, allí, en aquel Casino alemán, en el año 1871. La penúltima vez que yo mismo estuve en Praga, un viernes 27 de diciembre de 1968 (después de que, entretanto, también mi padre hubiera faUecido), disponía tan sólo de unas pocas horas. Estaba en viaje de tránsito a Cuba -la kgítima heredera de la Comuna de París- yen espera de mi aVlión me fui a pasear


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por la ciudad. Hacía un tiempo sombrío y frío. Los días entre Navidad y Año Nuevo son como una tierra de nadie, nadie sabe muy bien qué hacer con ellos. A través de una niebla parda, en la que figuras apresuradas caminaban por las calles oscuras y sinuosas, grandes copos de nieve caían sobre los tristes árboles de nav.idad, que en algunos sitios quedaban en las aceras. En las fachadas de los edificios públicos las estrellas rojas con sus hoces y martillos dorados, irradiaban un formidable poder. Yo, vestido con mi ligero traje de verano, más bien apto para los trópicos, de donde no volvería antes de la próxima primavera, protegido tan sólo por mi paraguas holandés, caminaba sobre el Karlsbrücke. Checos en largos abDigos y con espesas gorras de piel, me echaron de vez en vez una mirada, que indicaba que ya habían renunciado a querer comprender todo en la vida. En Amsterdam, desde mi casa, había seguido durante los últimos días el viaje del Apolo-8, en cuya cápsula los pr.imeros seres humanos habían salido de la gravüación de la tierra para dar vueltas alrededor de la luna. Miré el reloj . Con gran sorpresa v~ que faLtaban exactamente tres minutos para que Ja cápsula regresara, encima del Pacífico, en la atmósfera terrestre. Decidí viv.ir este momento en el puente. Junto a Ja estatua del santo Nepomuk, quien en este mismo lugar había sido arrojado al agua y que ahora llevaba una gorra de IrhleVe, me detuve para esperar. Estaba tiritando de frío, tanto hubiera podido ser desnudo, pero a pesar de esto sabía con toda segmidad que no caería enfermo; Bajo mis pies los copos de nieve se convirtieron repentinamente en una parte del río Moldau, de modo que fue como si no hubiesen existido nunca . En torno mío estaba la ciudad, silenciosa, bajo las nubes, en Ja tierra, con todas sus torres de iglesias y. en las alturas, la inmov.ible mole del Hradschin con la catedral cercada. Cuando los tres minutos transcurrieron, proseguí mi paseo, sabiendo que, al otro lado del planeta, por allá en pleno verano, la cápsula acabó por entrar en el aire, encima del océano azul, como la cabeza de una cerilla rozando la fosforera, y con una veloaidad de 33 Mach. Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

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detalle en el magnífico -librito de Elías Canetti sobre Marrakech UNeshorrendo la descripción de su visita al cementerio de la Mellah, la ba rr iada jud ía. Está literalmente rodeado por una maliciosa turba de cojos, ciegos, locos, una apocalíptica procesión con las manos extendid as, un pueblo de menrugos a lo Jerónimo Bosch. Diez años después todavía están alü , pero sin moverse. Están sentados al lado de la entrada como una muchedumbre d errotada, sin mendigar. El cementerio mismo es una amplia falange de blancas tumbas, un extenso campo bla nco de piedra, cercado por una pared, al jjinal con las grandes bomboneras de los ricos glotones. Tan sólo cuando estoy a med io camino un hombre sale a mj encuentro gritando. No le entiendo, pero conmprendo que él quiere que me vaya. No q uiero irme, porque desde que leí a Canetti tenía que ver aquel cementerio. Sigue gritando y amenazando, y yo también me pongo a grita r, dos locos inofensivos enfrentándose en la hora más calurosa de la tarde, como patos en el es tanque de la muerte. Esto sigue hasta que llegó su hijo, qu ien di ce que su pad re está loco, le insulta y se lo vella consi go. Entonces estoy solo, hasta que vuelve el hijo, explicándome que él y su padre son prácticamente los únicos que cuidan las sepulturas ahora que tantos judíos se han marchad o. Leo los nombres, él me señala los sepulcros de los grandes ra binos, altos colosos esculpidos, dispuestos a subir al cielo. R eina allí una gran qu ietud. Haciéndome señas, me atrae hacia un pequeño edificio bajo, donde un extra ño hombrecito en una vestidura ritual, medio ciego, me pa lpa, preguntándome algo. «Quiere saber si tiene niños», dice el guía. «No». Una mirada decepcionada entra en los ojos vacíos. Quiere poner su mano en mi ca beza, se enciend en velas, tengo que agacharme, de repente se inflama de fórmulas mágicas que, borboteando, salen de él y pasan por encima de mí; por fin tomo parte en un rito, no importa lo que sea. Dejo caer unas moned as en una pequeña olla de latón, que levanta hacia mí, recibo unos cuantos empujones y de nuevo entro, bendecido, en la mellah. Marrakech no es una ciudad, es un planeta independiente, arroj ado por un divino azar, como una puta roja, como lo expresó un amigo, contra las pr imeras colinas del Atlas, cuyas cumbres, altas y nevadas, resplandecen en lontananza. Es una oiudad que hay que conocer leyendo en un libro que dura años. Lo mejor es. sumergirte en ella; dejarte caer en todas las trampas de su impetuosa y embrollada historia, dejarte llevar de la mano hacia los sepulcros de las dinastías, ~os Saadios, los Almorávides, los Aluitas, reconocer que no sabes nada de la historia de Marruecos, q ue en el fondo apenas si sabes algo del Islam, y lo


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absurdo que es esto, y luego olvidar los sentimientos de culpa que esto te procure, preoipitándote en la eterna kermesse de Djeema el Fnaa, o sollozando silenciosamente bajo los jazmines. Los hippies que también aquí han asentado sus reales, tienen razón: aquí hay que estar, desapareciéndo en ese planeta, en medio de los cuentos de hadas, las serpientes, los tejedores, los curtidores y los caldereros, y no en el Norte, frígido y materialista, que tiene como Cénit la desnuda obscenidad del Dam, sino aquí, sentándote con la gente bajo las lámparas de carburo de la inmensa plaza, donde por pocos dinares puedes comer con el pueblo y ,Juego mirarte el ombligo hasta que te hayas trazado el mapa del interior de tu cráneo. La vida y la muerte son hermanos, dice el conservador de la Medersa, ben Yussef con sus babuchas blancas, y con sus largas manos morenas acaricia el mármol de las águilas heráldicas, escru.pidas encima de una especie de pila bautismal, construida por encargo de -y de una manera preciosa pronuncia los nombres del hombre- Abd el Malek Ben El MansoUI Abi Amir, en el siglo X. Juntos atravesamos la Medersa, desde un osouro pasillo pasamos repentinamente a un patio donde la luz es arrqjada desde el cielo. Todo aquí es adorno, fausto, caligrafía, ornamento. Le pregunto qué significan ,los carácteres que reptan sinuosamente sobre las piedras rosadas, y él contesta que es una cita del Corán, un pasaje sobre la muerte, y mientras me coge la mano, dirig.iendo con una gran. intensidad sus grandes ojos negros hacia mí, me dice en un tono muy sencillo: <da vida y la muerte, son hermanas. Cest juste, le Koran, non?» «Quí. c'est juste». Y me entrega otra vez al tejido de piedra. Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego

Tomado de: Waar je gevaUen bent, blijf je, 1983


UN AGUJERO EN EL CIELO RUGO RAES

el diario, pasa de largo entre bostezos las monótonas gacetillas de HOJEANDO onomásticas, fiestas de sociedad, premios, funciones de aficionados, tómbolas escolares y anuncios del Ayuntamiento para la retirada de las basuras durante la semana de Pentecostés. -Vamos a ver un poco los deportes ... ¿Cómo? Mariolein Blumentuil, récord de salto de longitud ... Sigue leyendo con curiosidad cómo su prima de 23 años, Mariolein Blumentuil, ha batido el récord de salto de longitud en el campeonato de atletismo en Burdeos. -Se lo voy a contar a Lulú, y así se despertará en seguida, que de todos modos quería levantarse a las diez. Empuja la puerta de la habitación y mira. Está cabeza abajo, la cara completamente cubierta por su abundante y brillante mata de pelo. Con Jas piernas dobladas y sus finas rodillas en punta bajo las mantas. Por un segundo la está viendo como si fuera otra mujer. Sólo las rodillas vistas de otro modo que el acostumbrado y el pelo recién teñido de rubio basta para cambiaDle la impresión de siempre. Compara eL despertador, que está a las diez y cuarto, con las diez y diez de su reloj de pulsera. Se sienta al borde de la cama y tira un poco la sábana a un lado dejando al descubierto un pezoncito rosa pálido. Traza con el índice un circulito alrededor y lo presiona levemente con la yema. Refunfuña ella, visiblemente de mal humor, y se vuelve a tapar enérgica. -Vamos, vamos, que son casi las diez y media.


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-Hoy es domingo, ¿no? -No. -Bueno, fiesta, es igual -vuelve a refunfuñar. -Pero tú querías levantarte a las diez. Además, otra cosa: escucha 10 que dice el diario : «Mariolein Blumentuil ha batido un nuevo récord europeo de salto de longitud en Burdeos. Siempre te he dicho que iría lejos. -Que saltaría lejos -mejoró Lulú-. Sí, Mariolein ha ido lejos en la vida, exactamente: 7 metros y 3 centímetros -rio mirando el diario-o . Tenía la voz un poco tomada y carraspeó, mientras se estiraba y bostezaba con los ojos muy apretados. Miró él el fino vello de las axilas y lo pellizcó ~igeramente. Tira él de la manta y ella se la arrebata como un rayo. -Déjame acabar el sueño, pejiguera, a ver si tampoco podré dormir a mi gusto. -A gusto, a gusto, ¿del todo?, ¿todo o nada? -Todo, pues -musita ella. Mete éL las manos entre las sábanas y los muslos que pellizca despacio y acaricia suave mientras le susurra al oído: -Tengo una proposición que hacerte. Cayó el diario de la cama formando en el suelo una extraña combinación de contrapuestos ángulos. -¿Una proposición deshonesta, supongo? - y se echó a reír-o Pero antes tienes que hacer el café, ¿eh guapo?, y un par de tostaditas. Y traerlo todo aquí. y aun antes que nada, mira qué tiempo hace. -Nublado, ya lo he visto. Ha llovido -informó automáticamente, pero no sin acercarse a la ventana para cerciorarse bien, descorriendo luego la cortina con un ruidito apenas perceptible. Antes hacían un cris-cras irritante las anillas de hierro contra la barra también de hierro, pero ahora con estas anillas de nilón ... ¡Hey!. .. ¡Hay algo en el jardín! -¿Qué? -Cualquiera sabe, parece un trozo de plástico negro ... -Bueno, ¿pero qué tiempo hace ahora, si se puede saber? -No, no. Voy a mirar, debe de ser otra cosa. No es ningún trozo de plástico, ¡qué va! -Será a.lgo que han tirado los críos, hombre -bosteza Lulú más que habla. Corre él las cortinas como por un automatismo. Porque si Lulú ha de levantarse, como está desnuda ... -No te olvides, por eso, de hacer el café, cariño. Al llegar a la alta ventana al fondo del corredor vuelve a mirar el jardín. Cerca de las montbretias y ,las petunias del arriate, sobre la hi erba ahora mojada de un verde claro está lo que primero creía que era un trozo de plástico. Pero ahora 10 ve ya como un bulto bastante grande y oblongo en forma de granada de un negro brillante. Arriba se oye, de pronto, un alboroto de gritos y como un par de bofetones. Pelea de los chicos. Y mientras va bajando, oye a Lulú que los llama al orden. En un instante se hace entonces todo muy oscuro, en el rellano de la escalera, como cuando la cerrazón de una tormenta oscurece el cielo. Se echa la gabar_ dina encima de su cuerpo desnudo, da vuelta a la llave de la puerta del jardín, la abre, mete los pies en los zuecos que le esperan bajo la marquesina, pero sin dejar de mirar a todo esto aquella masa informe del jardín, con el mentón levantado para ver más lejos. Va saltando de una a otra losa escaqueda hasta el césped. siempre sin apartar los ojos de aquello que hayal lado del parterre, aplas-


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tado sobre la hierba. A una distancia de ocho metros o así le parece ya que es una foca muerta. Pero a medida que se va acercando le va pareciendo más que es algo inerte. Ya está al .Jado y mira con toda atención a su alrededor también. Examina cuidadosamente todos los sitios y rincones que tan bien conoce. Pero ni tras los arbustos, ni en la empalizada, ni entre las flores más altas o entre los árboles frutales de mediana altura hay nada diferente o extraño. El prado con que lim ita el jardín por la derecha y por el fondo está desierto, como suele estarlo. Y el manzanar de la izqu ierda no presenta ni rastro de novedad o ra reza. Por la calle, a la que da la casa por delante, pasa zumbando una bicicleta con motor auxiliar escandalizando con su rid ículo petardeo. Se inclina un poco hacia adelante para mirar más de cerca. La verdad es que tiene algo de animaL, ya ,lo creo, de pez, bueno, de animal acuático, en todo caso -piensa-o Los dos curvos extremos acaban en ángulo bastante agudo. Diríase un globo en forma de lanzadera -reconsidera-o Da un paso hacia un lado para ver la cosa desde otro ángulo y ve que ha aplastado bajo su peso parte de las montbretias del arriate. Hay un largo y estrecho rastro como si el bicho o cosa se hubiera desplazado a rastras unos dos metros. A ,lo mejor lo han traído aquí algunos bromistas -se le ocurrió pensar-o Descubre a continuación unos intersticios muy juntos y de afilado corte como unas agallas o las rejillas de ventilación que podría tener un aparato mecánico para su refrigeración. Está brillante ahora como la misma hierba mojada. Con la punta del zueco del pie derecho le da un empujoncito muy prudentemente y... es algo al mismo tiempo duro y blando lo que siente. A,lgo tenso, como un animal sobre el que han hecho presa la hinchazón y la rigidez de la muerte. Una de las petunias próximas se bambolea a l soplo de la brisa que tan pronto se levanta como cae. La flor da unas cuantas veces contra el bulto negro sin producir el menor ruido . Se agacha y observa que recorren la masa incógnita unas rayitas paralelas sumamente finas como ,las de un caracol o caracola. La toca con las yemas de los dedos y al retirar la mano siente que está caliente. Posa la palma sobre la negra superficie e inmediatamente vuelve a sentir calor. Lo mismo siente al tocar con la otra mano rápidamente. Pero, ¿qué le hace pensar? Le recuerda la sensación que produce el tacto del material aislante hecho de espuma de plásticQ: tiene uno la impresión de que está caliente, pero es el calor que irradia la misma mano de uno o la que capta el plástico. Le da unos golpecitos muy suaves y le parece que da contra un envoltorio macizo, compacto, que igual podría ser de cuero como de caucho o vinilo, bueno, en realidad, mucho más duro que todo eso; aunque igual podría ser otra cosa muy distinta. Un punto de referencia inmediato .. . Se vuelve a poner de pie y a tocar el bulto con el zueco del pie derecho, como queriéndolo volcar; pero, por lo visto, es bastante pesado y no puede darle la vuelta. Se vuelve a agachar y empuja la maciza masa, ahora poniendo las dos manos por debajo. Y de repente es como si hasta ese instante hubiese estado pegado al suelo y ahora se soltase. Hasta rueda un poquito, le parece. Y se hacen visibles como cuatro aletas. ¿O estabilizadores? .. Corren casi a todo lo largo de la cosa paralelamente hasta desaparecer antes de llegar a los extremos. Pero por ninguna parte se ven aberturas de entrada o salida, ni patas o algo parecido. Se desplaza algo todavÍ.a en cuclillas hacia un lado y parece uno de esos impedidos que ejecutan algunos movimientos con gran dificultad . Cerca ya del romo extremo -por llamarlo de a,lguna manera- descubre una especie de ojo, o lente. Una pequeña bolita como una lentilla, o un ojo a 10 mejor, porque detrás cree adivinar como una p upila. Se agacha y se acerca más y escruta concentradamente. o


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Pero no puede ver nada más adentro, algo que se interfiere se lo impide. Vuelve a cambiar de posición e intenta, con las dos manos por debajo, levantar del césped uno de los dos extremos. Y una vez más siente el calorcillo de antes y aquello como si se despegara. Y, de pronto, también deja de pesar como pesaba. Lo deja caer y cae a peso, peso muerto, sin menearse ni temblar lo más mínimo. Da unos pasos hacia atrás, con aire preocupado, se da media vuelta y, a pasitos cortos, a causa de los zuecos que deja nuevamente a la puerta, entra en casa. -¡Lulúl -¿Qué pasa? ¿Aún no está' eL café? -Lulú, baja, corre ---dice subiendo las escaleras-o Y así que abre la puerta, ella le ruega mimosa: -Dame un besito aquí -y señala la mejilla con su índice. Todavía está desnuda en la cama, pero ahora boca arriba, con los pies cruzados. -No, mira, oye Lulú ... -¡Ay, Dios míol, ¿pero qué te ha pasado en Jas manos? ¡Te están sangrando! Se ha incorporado de un golpe poniendo unos ojos como platos. Se mira él las manos que, en efecto, le gotean la sangre que rezuma desde unos finísimos cortes paralelos de un oscuro brillo. -¿Qué has estado haciendo? -Querida, tenemos en el jardín algo muy raro, tienes que ir a verlo, no sé qué puede ser. -Pero, ¿cómo es? ~No sé, te digo; algo muy especial, como un gran pez que se haya quedado tieso, o una bomba rara de materia,l indefinible ... -¿Es que te has cortado o qué? -Qué sé yo, no he sentido nada. -Pero ¿no ves cómo sangras, Marko? Y tienes las manos todas temblando ... -De prisa, dame una toalla o algo, cariño y llama a ... ~Los médicos que le han asistido en el hospital dicen que los cortes que papá tenían eran sumamente finos y tan profundos que le llegaban al hueso. Le han tenido que dar varios puntos y aún no puede valerse del todo de la mano izquierda. No puede mover el dedo medio ni el anular. Dicen que eran unos cortes como los que hacen los cirujanos con los rayos láser, ¿verdad, papá? Balanceaba sus desnudas piernas sentada sobre las rodillas de su galancete. -¿Ves? Ahí lo encontró -añadió, señalando el sitio con el dedo. -¿ Y qué resultó ser por fin? -preguntó el cortejador. -Pues ahí está el quid. Vinieron a buscarlo y no hemos sabido nada más. Creían que era una especie de aparato de reconocimiento, secreto, que habría caído o habría sido arrojado desde un avión o algo así. Pero a papá siempre le pareció que era más bien un animal, ¿eh, papá? -Eso creo, pero seguirá siendo un secreto. Se hicieron cargo las autoridades militares y luego lo remitieron a ~a NASA. Se ha dicho que han encontrado otro en Australia. -¿Y no se ha publicado nada de eso? -volvió a preguntar el jovencito-. ---Sólo un estúpido suelto del corresponsal de esta comarca ~ontestó el padre-. Cuando llegó ya no estaba la cosa, naturalmente, pero 10 que escribió sobre eso es algo increíble. Trae el recorte, Lulú, anda. Se levantó la chica y entró en casa. Al volver con la carpeta dijo: -Pero Jo que estuvo bueno es lo de nuestro vecino, el ~abriego Overnes. ¿Sabes lo que dijo que había visto? Un agujero en el cielo.


UN AGUJERO EN EL CIELO

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Rieron todos. -¡Un agujero en el cielo! -repitieron a coro-o -Pues sí, clarísimo, insistía el palurdo de nuestro vecino: un agujero en el cielo. Dice que 10 vio a las 5 de la mañana, cuando iba a ordeñar las vacas, conduciendo la camioneta. Como si por ese agujero hubiese caído algo del firmamento, decía . -Yo me pregunto cómo se puede ver un agujero en el aire, en el cielo; es algo absolutamente imposible, ¿no? ---<:omentó riendo el chico, mientras miraba el cielo azul y las ligeras nubecillas que bogaban por él. -Bueno, ya sabes que los campesinos siempre ven cosas que no ven los demás mortales. Cuando no es una Virgen es un Santo, o un trasgo, o los fuegos de San Telmo, o un ogro, O el mismo demonio, pero algo, eso sí. -Te lo vaya leer -dijo la chica sacando el recorte de la carpeta-o Uy, está cogido por un clip con otro recorte. ---Sí, es la noticia del récord europeo de saJto de longitud de tía Mariolein ... -Dios mío, pues no hace poco tiempo de eso ya -suspiró la madre. y a hurtadillas le acariciaba el joven, suavemente, a su amiguita el pecho derecho, el del lado que no podían ver los padres.

HUGO RAES, «Een gat in de

loch~,

uit 'Verzamelde verhalen', de Bezige Bij, A'dam, 1979.

ess


EL ESTANQUE PRIMIGENIO W ARD RUYSLINCK

martes volvía a tener la cara llena de granos y a soñar con cocodrilos: E Lmientras tuviera erupciones en el cuerpo y sueños de terror durante el día, no me pondría bueno; esto no me lo había dicho nadie, pero yo ya lo sabía, como sabía que no se pueden tener hijos sin acostarse con una mujer. Aunque lo más probable es que no me pusiera bueno ya nunca más, ni poco ni mucho, vamos, porque mientras afuera estará granizando se habrá ya talado el carbonizado árbol de detrás de la ventana, se me zamparán los cocodrilos y en paz, que asimismo se lo d ije a la enfermera de ojos de esquimal que por la noche vino a tomarme la temperatura. «No es usted un caso de los graves», me dijo, «creo que lo contará, pero m ientras siga fosforesciendo por .las noches no se podrá hacer ningún pronóstico». Le pedí un espejo para verme los granos de la cara, pero meneó la cabeza por toda reacción. «Mire usted a la Virgen María y confíe en ella», me respondió al rato, señalándome la imagen sobre el armario. Pero no miré a la Virgen, porque no me gustaba su sonrisa azucarada ni su cara de porcelana barnizada, me daba la impresión de que la ponía contenta esta cara mía con más bultitos que una batata, pero sí que eché una mirada al árbol carbonizado, eso sí, y pergunté: «¿Cuándo lo van a cortar?» «Qué sé yo. A lo mejor lo dejan asÍ.» «¿Se ha extendido más la epidemia?» Tampoco lo sabía, se chupó el dedo gordo y suspiró, chisporroteándole por un segundo sus ojitos de esquimal con belicosos designios. «Cierre usted los ojos y trate de dormir.» «No puedo dormir, tengo miedo, si cierro los ojos, sueño siempre tantos horrores ... » En el preciso momento en que le iba a decir lo de los cocodrilos y demás pesadillas, me sacó el termómetro de la axila y lo miró. «¿Cuánta fiebre tengo?» «Treinta y ocho nueve.» Volvió a mirar la columna de mercurio y, con los ojos semicerrados, sacudió el termómetro enérgicamente. Treinta y ocho nueve, pensé, no es que estuviera como para morirme de un momento a otro, pues ... los cocodrilos sedientos de sangre cerraron sus fauces abiertas de par en par y tapizadas por dentro de papel secante rosa. La enfermera bostezó, pero no pude ver si también la tenía por dentro forrada de papel secante, porque no abrió bastante la boca. Antes de irse va y me dice:


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«Mañana vendrá el d octor japonés, es un especialista y pod rá diagnosticar más a lo seguro sobre su caso.» No la creía, qué va, lo habrá dicho tantas veces que vendría el doctor ja ponés, bueno, lo decía cada día, pero no venia nunca; a lo mejor, por darse tanta prisa en venir, se ha bría caído y se ha bría roto una pierna, y ahora la tenía enyesada. E l mi ércoles soñé que esta ba en el pulmón de acero, el mismo que había visto al entra r el primer día en una cámara de la pla nta baja cerca de la escalera ... sólo me salía la ca beza, y por la ventanilla del ojo de buey veía mi abd omen subir y bajar como una perilla de goma, rítm icamente hinchada al compás por un invisible fuelle, en los oídos, un persistente zumbido que me record aba el de una caseta de transfo rmador; era como si hubiera debaj o del piso emba ldosado un cuarto de máqu inas que, de pronto, se hubi eran puesto a funcion ar, no sabía qué pensar de todo aquello, hasta que, de repente, me llegó a los oídos el clic-clac de vari as puertas abri éndose y cerrándose, y el confuso vocerío grave de hombres y agud o de mujeres por el pasillo. La co raza de acero en que mi cuerpo estaba encerrado, empezó a balancearse cuando a l fin comprendí lo que suced ía, por poco me muero del susto, todo el mund o echó a correr como alma que lleva el diablo, sin que nadie pensara salvarme a mí, sentía una presión en la ca beza como si me fuera a estallar al instante, abrí la boca para gritar pero no me sali ó el menor sonido, sólo me sa lí an llamaradas de fuego de la boca, y el fuego que escupía iba a parar al vidrio red ondo del ojo de buey que se tiznaba en el acto al chamuscarse con mi aliento flamígero, era yo entonces un dragón encadenado, un indefenso e impotente testi go ocular de la perdición del mundo; por enci ma de m i cabeza percibí unos tremendos cruj idos y ví que se desprendían del cielo raso grandes placas de estuco. Cuando, bañado en sud or, hube aca bado de despertarme, vi de nuevo a la virgen del armario sonriendo ta n campante todavía, no remitía jamás su sonr isa, ni aunq ue se declararan en las ciudades las más horribl es epidemias y pestes, y ni aunque los terremotos derrumba ran las casas sepultando bajo sus escomb ros a hombres, mujeres y niños, la sonrisa la llevaba cosida en la cara, no podía desprenderse de ella, aunque hubiese tenido ganas más bien de llorar. Vin o la enfermera de ojos de esquimal y le conté lo que ha bía soñado : «No hay más que una sola verdad con bas tante virtud como para vencer la angustia humana», me espetó. «La fe», rematé yo, en pensamiento pero lo que dijo fue algo dlferente: «La verdad divina», eso fue lo que dijo después de los dos puntos. Si bien se mira, venía a ser lo mismo, y escrutéle ba jo la cofia las orejas cartilaginosas que parecía n conchas marinas calcinadas. «¿y cómo hay que creer?» pregunté, un poco a la defensiva. Sonó de todos modos como una pregunta del catecismo, y por lo m ismo me apresuré a aclarar: «Quiero decir si hay que tener cual id ades especiales para poder creer.» «L a fe», me explicó, «es un libro 'sin punto' (ya sea fl echita de cartón, papelito saliente o cordoncillo rojo), un libro que lees su principio y su fin y 10 q ue hay en medio lo aceptas a ojos cerrados». «Sí, pero lo que pasa es que, precisamente, el principio y el fin es lo q ue no acepto.» No me contestó. Por lo visto no creyó que valiera la pena ya de molestarse en convertirme, y puede que tuviera razón: ¿cómo podía merecer el don de la gracia un pobre ctiablo de cara de batata como yo ? Miré el árbol quemado, primero, y luego las conchas orejiles.


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«¿He estado también esta noche fosforesciendo?» <<Como una luciérnaga», me contestó. «Pero no se preocupe por eso, mañana vendrá el médico japonés y sabl"emos qué es lo que tiene.» Vendría, pues, mañana también el especialista nipón, no dejaba de ser curioso que viniera cada día, sin saltarse ni uno, y que yo no supiera aún qué pinta tenía. No me acordé de preguntarle a la enfermera si me había subido la temperatura desde el día anterior, y ella tampoco había dicho nada de eso. La fe es un libro sin punto, pensé una vez que se hubo ido. Interrogué en silencio a 1a Virgen María del armario, pensando que bien podía haberme dado una respuesta ·más inequívoca, si hubiera querido, pero seguía sonriendo dulzarronamente, tan inmóvil y en silencio, con sus finos labios apretados como a punto de estallar en una carcajada, y a mí me pareció, en efecto, un libro sin punto. ¿Qué digo? Un libro sin hojas, no había al menos nada que leer en ellas, ni siquiera en las del principio y del final , porque, o habían sido arrancadas, o no había habido nunca tales hojas. Le había querido preguntar a la enfermera si realmente existía el mercurio que en mis sueños me había goteado en la nariz, pero ya estaba fuera y resolví preguntárselo al día siguiente. Mas al otro día, jueves, suoedió algo que me privó de la ocasión de preguntárselo, o, sencillamente, que me lo hizo olvidar, porque vino el doctor japonés. No, esta vez no es que la enfermera hubiera dicho que vendría al día siguiente, sino que vino de verdad, en persona, y no me parecía que tuviera ninguna pierna rota, aunque tampoco habría dicho que Jo de sus piernas estaba todo en regla, más bien el contrario, probablemente las tendría paralizadas, porque lo había entrado una enfermera empujándolo en un cochecito de ruedas. En el acto comprendí entonces por qué se hacía esperar tanto: si tenían que desplazarlo así por todas partes no podía, naturalmente, despacharse muy aprisa de sus obligaciones profesionales. Al principio me fijé más en la enfermera -deliciosamente joven y simpática, ella- que en el especialista nipón, pero así que me fijé en éste, me decepcionó verle sin ningún parecido en absoluto con el tipo japonés: ni piel amarilla, ni ojos oblicuos, ni pómulos salientes, ni nada, vamos; era la suya una cara corriente y moliente a más no poder, con una piel pálida y casi imperceptiblemente arrugada como la tela que se forma sobre la leche hervida. Una cara como pueden verse a miles en París y Londres, una cara que podrías robar y pasársela al vecino sin que nadie se enterara. Me puse a observarle mejor: con la cara vuelta parecía una cara robada, en efecto, más concretamente: se parecía a la del droguero de mi calle, a quien le iba a comprar, regularmente, mi manzanilla, antes de ingresar aquí, y no era una ocurrencia fantasiosa mía, no, era algo impresionante aquel parecido. Empecé, ya por mi cuenta, a respirar fuerte, porque no me gustaba nada la idea de que me mandara aquel hombre. La enfermera se había quedado detrás del cochecillo de ruedas, pellizcándose suavemente el lóbulo de la oreja, y yo tuve la impresión de que quería que me fijara en los agujeritos practicados en sus ,lobulillos auriculares para colgar de ellos unos pendientes de oro que un rumboso amante debería querer regalarle. El doctor japonés, con su cara de droguero se inclinó hacia adelante, me desabrochó el pijama y me miró el pecho, se ve que no era cosa de aplicar el estetoscopio, y yo tampoco me esforcé más en respirar fuerte; yo esperaba que no me bajara los pantalones, porque me daba vergüenza por la enfermera


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que me estaba mirando los granos por el cuerpo como quien mira el cuerpo y no los granos, pero no lo hizo, porque al parecer ya tenía bastante con lo visto. «Usted ha comido hierba, hierba contaminada, hierba radioactiva.» «Yo no he comido hierba ni dios que le fundó, ¿por qué habría de comer yo hierba? No soy ninguna vaca.» Creí que se enfadaría por haberle llevado la contra ria, pero todo lo que hizo fue levantar el belfo y rascarse pensativo la cabeza detrás de la oreja. «No tiene salvación.» «¿Q ué es lo que no tiene salvación?» repliqué, abrochándome el pijama. Le salieron más de aquellas rugosidades apenas perceptibles en su tel illa de leche, y no paraba de pensar en silencio y con aires muy graves, mientras yo le atisbaba la cara robada con curiosidad sin poder dar por eso en qué podría estar pensando exactamente. Cansado de este escrutar baldío levanté los ojos para mirar a la enfermera. A cada vez que la miraba se ponía más guapa, más tentadora y nuda, su sonrisa no la llevaba cosida en la cara : era una flor, un a flo r carnívora con vibrátiles estambres, pero cuando vi que ya no se tocaba el lóbulo de la oreja y que había desviado de mí la vista, comprendí que me había equ ivocado de medio a medio: con mi cara fea y granujienta no tenía la menor esperanza, ni aunque le quisiera regalar los pendientes más preciosos del mundo. «¿Es usted creyente?» me preguntó el doctor japonés después de haber estado reflexionando una eternidad. Tuve un sobresalto; por lo común, los doctores me preguntaban si estaba casado, si vivían mis padres, si tenía hijos y algún dolor y dónde, y qué sé yo q ue más, pero ningún médico había querido saber jamás si yo era creyente. Los médicos tienen interés profesional por el cuerpo de sus pacientes, y por los cuerpos de los que han salido sus pacientes, como de los de ellos nacidos, pero no por su alma. «No», susurré, acongojado. «¿Quiere usted decir que he de prepararme a ... esto ... ?» «No tiene por qué verlo todo tan negro», dijo, así, de pronto. «Un hombre debe estar siempre listo, eso es aparte, desde el mismo momento en que abre los ojos le lleva al hombre su conciencia de las cosas que ve a su alrededor, hacía las que no ve, o que no ve todavía, su darse cuenta sensorial es una de las !Dás pesadas pruebas del ser humano, es un tormento continuo, porque esta conciencia es demasiado vasta, demasiado expansiva para el pequeño cuerpo, para la pequeña vaina en que se aloja, sólo el desprendimiento pone fin al tormento, y el hombre juicioso no empieza a desprenderse tan sólo desde que siente que se acerca su fin, sino desde mucho antes.» «Me da usted miedo», no pude menos que decirle. «Eso es una buena señal», empalmó satisfecho, «quien miedo tiene reconoce su propia debilidad, su relatividad, el hombre debe aprend er a ver y conocer sus propios límites, éste es el primer paso de su desprendimiento, el gran poeta japonés Matsu-o Bashó ha comparado la existencia humana con el ruido que hace una rana al saltar al agua de un estanque primigenio, una zambullida que rompe el silencio una fracción de segundo y levanta un ricito en la superficie del agua, y se acabó». No hablaba como un doctor, pero eso no me importaba lo más mínimo, porque de lo que dicen los doctores que hablan como doctores entiendo mucho menos, que para mí es tan espeso y negro lo que dicen como zurrapas de café, como marro. Reflexioné sobre las palabras del doctor nipón y llegué a pregun-


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tarme si todo eso no lo habría leído él en los granos de mi pecho. O en mi ombligo, como hacen algunos pensadores orientales ... ¿cómo se llaman, hombre? Es una palabra parecida al yogourth ... Le dije lo que la enfermera de ojos de esquimal me había venido diciendo en los últimos días: que él sabría decirme lo que tenía, le miré suplicante, pero me sonrió tristemente, y abandonando sus manos sobre sus rodillas paralíticas contestó: «Tiene usted que tener paciencia, no se trata de una persona sola ni de una sola persona, sino de toda la tierra. La tierra en que vivimos está enferma, y si consigo en ella alguna mejoría, de rechazo también sanará usted, es vidente, así que no puedo limitarme a un caso, compréndalo.» La enferma me miró nerviosa y miró a continuación hacia afuera, al árbol carbonizado. «¿Cuánto tiempo va a durar? pregunté. «Años, siglos, tal vez», susurró. «Antes tenemos que dragar muy bien el estanque primigenio.» y cuando se dio cuenta de mi consternación, añadió: «Procure llegar al desprendimiento y no le parecerá tan largo.» Asintió con Ia cabeza, como para animarme; en un momento dado tenía su cara muy cerca de la mía y pude ver sus venillas más finas transparentarle debajo de la piel. y los hondos poros de la nariz como innumerables hoyitos diminutos hechos con finísimas agujas de acupuntura. A continuación hizo una seña a la enfermera, le dio ésta la vuelta a la silla de ruedas e iniciaron su salida los dos; pude mirarla a mis anchas, porque me dio todo el tiempo para admirar su esbelta figurina de muñeca. Su presencia y mi contemplación --<::osa rara- no me habían despertado en cambio deseo alguno, ya ningún apetito, me sentía débil y entorpecido, pero además y sobre todo muy sorprendido de que llegara a desprenderme tan pronto, porque no pensaba yo que fuese tan fácil eso del desprendimiento. Tenía los labios resecos y pegados, quise beber un traguito del jugo de frutas que tenía en el vaso sobre la mesita de noche, pero estaba vacío. Con total desánimo me puse a mirarme las puntas de los pies, al parecer me había subido la temperatura bastante por la excitación de la conversación con el doctor japonés, el que tenía una cara robada, la cara de mi droguero. Solté una carcajada y me espanté de oírme reír así, sonaba a algo malicioso, y la cabeza la tenía llena de carbonilla, y cuando la sacudí, diríase que caía por un rastrillo ... La fe era un libro sin punto, y el mundo un estanque primigenio. La virgen sobre el armario reza por el árbol carbonizado y por las ranas que se zambullen en el estaque con su capa verdosa de lentejas de agua y que se tragan los cocodrilos como si nada ... Todo borbollaba en mi cabeza de grillos, me acosté de lado y esperé impaciente a que viniera a verme la enfermera de los ojos de esquimal. Horas, días, años, siglos después fue cuando vino. Llegó y se puso al lado de mi cama, y yo había descargado ya toda la carbonilla de la cabeza, tras aquella escoria aún tibia de las sábanas incineradas, me incorporé a medias apoyándome sobre los codos, y dije ceceando: «El doctor japonés ya ha estado aquí.» Volvió a recostarme empujándome hacia atrás suavemente y me puso una vez más el termómetro en el sobaco. «¿Por qué va en cochecillo de ruedas? ¿Tiene las piernas paralizadas?» Alisó el embozo de la sábana bajo mi mentón y durante un tiempo no vi otra cosa que la cresta de la cofia que se movía de un lado a otro ante mis


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ojos, habría sido capaz de llorar, porque ella no me decía nada y se mantenía insensible y sorda ... » Repetí mis preguntas y ella me miró al fin muy rara. «Ya ha vuelto usted a soñan), dijo como en el límite de su paciencia. «Perdone que se lo diga, pero el doctor japonés ha muerto ya, víctima de su conciencia del deber, ha sucumbido a su vez a la contaminación.» Las escorias se removieron en mi pecho y volvieron a ponerse incandescentes, sentía mi cuerpo tumefacto, la goma del pantalón del pijama me apretaba la cintura como aserrándomela, y la columnita de mercurio del termómetro se me hincaba como punta de lanza en la axila ... es, precisamente, el principio. Miré a través de la cofia de la enfermera el muro, las cosas que no veía aún por no haber logrado someter a mi conciencia esas cosas a la vista, porque no había llegado aún al desprendimiento, había un gran pliegue en el muro, como la hoja de un libro que se ha pasado demasiado de prisa, de un libro sin punto. «¿Conoce usted al poeta Matsu-o basho?» le pregunté. «No», me contestó. «¿No ha oído hablar nunca de él?» «No», repi tió. Cogió el vaso de agua de la mesita de noche y me preguntó si quería más zumo de frutas. Dije que sí con la cabeza. Detrás de la ventana había izado una escalera de bomberos por la que había subido un hombre provisto de un serrucho. «¡Así que lo van a cortar!» exclamé. <<Sí», comentó la chica, lacónica. Me dolía que lo tronzaran, aquel árbol carbonizado se había hecho mi amigo y lo quería, a lo mejor porque enderezaba mi conciencia hacia las cosas que no veía aún. Cerré los ojos, ya no tenía miedo de cerrarlos, ni me importaba un comino ponerme a soñar cosas horrendas, porque aunque los tuviera abiertos, vivía ya constantemente en una acongojada pesadilla. Traducción: Francisco Carrasquer

w.

RUYSLINCK, «De oeroude vijver», de 'Alle verhalen', con dibujos de Jan Vanriet, Elsevier-Manteau, Brussel-A'dam, 1980.


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V ANDELOO

-Pues si que, no hemos hecho más que subirnos al tren, y ya se para ---dijo el chico defraudado. Dio un firme empujón a su madre en el costado con el codo derecho y señaló con la barbilla hacia fuera . La mad re apenas si reaccionó, asintió únicamente con la ca beza que le había comprend id o. Mientras tanto, observó con interés a una mujer joven que acababa de subirse e iba por el pasillo; ésta vaciló por un momento, y a continuación se sentó enfrente de ella. -Esto es Berchem ---dijo el chico en voz alta y descontento. El nombre estaba escrito en grandes letras en el tablero del a ndén, justo delante de su ventana. La chica se corrió más hacia la esquina, de modo que ahora ella también se encontraba junto a la ventana, frente al chico. El tren se volvió a poner en marcha dando sacudidas. La madre posó las manos en su regazo con un gesto cansino. La chica se quitó el abrigo y lo arrojó con desenvoltura a la redecilla de equipajes. Llevaba consigo un pequeño maletín a cuadros, de lino, con cremallera, que más bien parecía un bolso demasiado grande. La madre seguía mirándola, con interés, pero sin decir nada. La chica llamaba la atención en su conjunto color burdeos, un traje de chaqueta prácticamente nuevo que le favorecía. Sus cabellos eran de un negro reluciente, idéntico al pelo brillante y suave de un pequeño chivo. Su boca estaba bien formada, los labios realzados con un carmín rojo vivo; el resplandor de sus dientes se hizo momentáneamente visible. Sonreía amigablemen te al chico frente a ella que al momento volvió la cabeza y que, malhumorado, se puso a mirar de nuevo hacia fuera. A continuación pasó su grácil dedo sobre el arco de sus cejas : oscuros puentes sobre dos maravillas de ojos.


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-Anda, y ahora se para otra vez ---dijo el chico enojado. Miró a su madre con enfado, como si ella tuviese la culpa de lo que estaba ocurriendo. -No es un rápido, sino un ómnibus ---dijo paliatoriamente-, ése para en todas partes. -¿Pero vamos a llegar a tiempo? -inquirió el chico. -Pues claro ---dijo la madre-, no te preocupes. Tenía una voz tenue, modesta, que le iba a su actitud ligeramente tímida y recatada. El chico leyó en voz alta el nombre de la estación. -«Oude God» (NT: nI., «Antiguo Dios») ---dijo articulando con firmeza, y a continuación volvió a repetir el nombre una vez más, casi saboreándolo, «Oude God», como si no diese crédito ni a sus ojos ni a sus oídos. La chica sonrió discretamente en su rincón, lozana, feliz y totalmente relajada. -Se le hace demasiado largo ---dijo en tono comprensivo. La madre asintió corroborante con la cabeza. -Aún así le encanta ir en tren ---dijo-, pero hemos tenido que esperar tanto al hacer la conexión, que quizás ... -Es mentira, a mí no me gusta ir en tren -replicó el chico con malicia-, me obligan. -Resultaba evidente que esto lo decía únicamente por fastidiar a su madre, peste de crío. -¿Va usted también a Bruselas? -preguntó la madre a modo de maniobra de distracción. -No contestó la chica-, a Malinas. -¿Queda mucho para Malinas? -preguntó el chico a su madre. Estaba de espaldas a las dos mujeres, pero no perdía detalle. -Unas cuantas paradas ---dijo la madre. -Yo tengo en casa un hermanito como tú ---dijo la chica en tono zalamero-o Será más o menos de tu edad. -¿Juega también al fútbol? preguntó el chico sin volverse. La chica se quedó parada por un momento. -A veces sí ---dijo-, con sus amiguitos. -Solo no tiene gracia ---dijo el chico. Con el dedo Índice mojado dibujó un hombrecillo en la ventana y un gran círculo al lado, seguramente un balón. Tras esa exteriorización de creatividad, se recogió en un silencio desábrido. Miraba con una carita ceñuda hacia fuera, hacia las casas que pasaban a toda velocirlad -un campesino con un caballo en las tierras, los cables junto a la vía que subían y bajaban. El sol brillaba tenuamente sobre los campos. Había poco movimiento. -Las ciudades dan pena ---dijo la madre. -Si no se tiene que ir de viaje urgentemente, 10 mejor es quedarse en casa ---dijo la chica en un tono grave-o Yo tengo que ir a Malinas, para un chequeo médico. La madre asintió, pero no dio ningún tipo de detalle sobre el motivo de su viaje. -Vamos a casa de mi abuela que está enferma ---dijo el chico. -Siento que así sea ---dijo la chica-, quizás se reponga pronto. -Yo creo que se va a morir ---dijo dando una brusca sacudida con la cabeza-, la otra abuela . ya se ha muerto. Luego, sin ningún tipo de transición: <<Duffel». Señaló con el dedo al andén. El tren se volvió a poner en marcha dando sacudidas. No había muchos pasajeros en el compartimento. La chica abrió el bolso y sacó un neceser. Cogió un espejito de mano, una barra de labios, una polvera


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y un lápiz fino con un capuchón amarillo. A continuación, procedió a maquillarse cuidadosamente, con unos movimientos rápidos, de muñeca. La punta de la lengua se deslizó como un ratoncillo encarnado por sus labios. Se maquillaba muy serena, con desenvoltura. Después se miró en el espejo, hizo un movimiento giratorio con la cabeza para ver si todo estaba en orden, y volvió a meter todo en el bolso. -Bueno, casi estamos -dijo con desenfado. La madre asintió. -Está usted muy guapa -dijo con cierta timidez, y sonrió-o Quiero decir joven, esto, eh ... lozana. -Gracias, señora -dijo la chica-, es usted muy amable. -Una nube de rubor cubrió su rostro mientras se levantaba para coger el abrigo. El chico miró a la mujer joven por encima del hombro. Por la expresión de su rostro estaba claro que no compartía la opinión de su madre, pero se abstuvo de hacer ningún comentario. Aburrido, se puso a hurgarse la nariz y volvió a dejarse absorber por lo que sucedía afuera. El tren entró renqueando en la estación de Malinas y se detuvo con un chirrido de frenos. La chica sacó una tarjeta de su bolso y la sujetó con la mano que la quedaba libre. Tenía unos sellos y unas palabras ilegibles. -Adiós jovencito, adiós señora -dijo amablemente y se encaminó por el pasillo hacia la plataforma, y de este modo hacia afuera. -Una chica maja -dijo la madre-, muy amable. Afuera, los soldados alemanes se paseaban de un lado para otro, llevaban unos cascos espantosos, y portaban armas. Un oficial pasó a lo largo del tren mirando por todas las ventanas hacia el interior. Aporreó el cristal con la mano y gritó: «Malinas, Malinas». En el andén había unas cincuenta personas o más con una tarjeta en la mano, la misma que la de la chica. Uno de los alemanes gritó algo ininteligible. El chico miró profundamente cautivado y vio como una tropa de soldados se dirigía hacia el grupo de personas que aguardaba. Dando gritos y empujones comenzaron a separar a los hombres y las mujeres en dos grupos. Un hombre que no se había apresurado 10 suficiente recibió un fuerte golpe en la tripa con la culata de un arma. Se encorvó de dolor, de espaldas al vagón del tren. En la parte de atrás del abrigo había una estrella de un amarillo pálido. Parecía estirarse elásticamente con las flexiones y movimientos. Otro tipo se enfadó y se resistió; dos soldados le tiraron de los brazos hacia atrás hasta que cayó al suelo dando patadas, y le sacaron de allí arrastras. Las mujeres se agolpaban las unas sobre las otras; parecían un rebaño de ovejas asustado, rodeado de unos perros pastores rabiosos que corrían, furibundos, de un lado para otro. -Allí está -dijo el chico a la madre, que miraba un tanto asustada y tímidamente por encima del hombro del chico-; allí, justo al final ---Señaló a la izquierda, en la parte de atrás, que apenas si se podía alcanzar a ver desde el tren. Allí se encontraba la chica, asombrada ante el ajetreo, el repentino rumor, los chillidos y los gritos de voces agudas y roncas en torno suyo. Los ojos le brillaban, grandes, oscuros, inseguros, un tanto asustadizos. El grupo de los hombres se puso entonces lentamente en marcha. Caminaron


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sin guardar filas a lo largo del tren y bajaron por las escaleras: unas cabezas .vacilantes que desaparecían paulatinamente. Dos alemanes se acercaron entonces con otras cuatro mujeres. Una de las chicas tenía la cara muy colorada y la otra sollozaba. Las otras dos eran mujeres mayores que tenían un aspecto muy normal, como sino perteneciesen al grupo y les trajese todo aquello al fresco. De nuevo empujones y bramidos, habían de colocarse en fila de dos. - ¿Por qué hacen eso, madre? -preguntó el chico. -¡Ay, chiquillo! -dijo la madre bajito-, así es la guerra, esa asquerosa y horrible guerra. En el tren reinaba un silencio mortal. Un viejo miraba. cautelosamente hacia fuera, encorvado, apoyándose con el brazo en el marco de la ventana. «Hijos de perra», dijo en voz baja y, casi gimiendo: <<Ay, esos malditos hijos de perra». rrenía una voz ronca y afónica. El chico le observaba y le escuchaba con asombro. El grupo de las mujeres se puso en marcha repentinamente. Fueron empujadas hacia las escaleras que conducían a los bajos, las tripas de la estación. La chica estrechó su bolso a cuadros debajo del brazo, miró al frente con una mirada perdida. El tren arrancó dificultosamente, como si a su cuerpo férreo de serpiente le diese un escalofrío. El viejo se sentó dando un suspiro, sacudjendo la cabeza de un lado para otro. - ¿Qué le van a hacer? -preguntó el chico intranquilo. -Lo único que podemos hacer por ella es rezar -dijo la madre ausente. Su voz y su rostro se vieron envueltos por un velo de profunda tristeza. -¿A dónde van? -volvió a preguntar el chico, pero la madre sólo contestó con una voz entrecortada y espantada: «Con lo guapa que se había puesto.» Afuera, el sol seguía brillando. El mundo parecía desierto, no se veía un alma. Traducción: Carmen Bartolomé Corrochano P. J. van de Paverd

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CRIA DE GORRION ADRIAAN VAN DIS

en un hotel mugriento. Muchos pasos me haJ!1J precedido en esa alESTOY fombra de escalera. La dueña ha oído todas las quejas ya otras veces. El hotel no procura jabón, la toalla es demasiado pequeña y a partir de las cinco de la tarde ya no hay agua caliente. La habitación no tiene más que olores. Las mantas huelen a noche de bodas. E l papel pintado a la bronca después. El barrio es rancio. En los pasos de cebra se advierte que las mujeres, que se apresuran con sus cestas de compras, andan con dificultad. Los hombres tienen las perneras de sus pantalones deshilachadas. Frente a sus casas de comida los árabes cantan los tristes aires de su patria. No es la primera ve:z. que camino por esas miserables calles desnudas de árboles. Ahora quise dormir de nuevo en e! Hotel pour les amlS d' Afrique et d'Amérique du Sud. Volver a mi primer hotel en París. He vivido allí la revolución de mayo . Tuve un papel modesto: desde el balcón gl1ité «búúúh» a los policías. El día siguiente fui expulsado del hotel junto con seis compañeros de habitación. H a cambiado de nombre, pero el letrero de latón, con los perímetros de Africa y América del Sur, se encuentra aún al Iado de la puerta. Las habitaciones son pequeñas, el precio ha subido algo, las literas han desaparecido. También ia dueña parece reformada. La montura de sus gafas recuerda todavía al «68, su cara ya no. La anterior llevaba una indestructible permanente, ésta ha perdido todo rastro de rizos. La anterior estaba más metida en carnes, ésta está tan flaca y pálida como los Gauloises entre sus labios. En aquella época tampoco habí a un niño gruñidor en el ascensor. Aquel chico cierra la reja metálica, aprieta los botoncitos e imita el zumbido de un motor. Gruñiendo, se golpea el colodrillo contra la pared. Su occipucio es tan plano como una tabla . «Es imbécil», me confía la camarera cuando viene a traerme una manta extra. Ya con el primer desayuno estaba de pie frente a mi mesa. Echando babas con cada bocado que yo tomaba. De pura perplejidad apenas si me atrevía a tragar. ¿Comprendería lo que pienso de él cuando me mira duran te tanto tiempo? Le di los terrones de azúcar de mi café, como alguien que entretiene un perro. Desde aquel día se pone cada mañana frente a mÍ. Ya sé como se llama: Raymond; cada día nos hacemos más amigos. Afortunadamente hablo e! francés mejor que él, de modo que me siento más a gusto. En cambio él gruñe mejor que yo. Ahora sé como lo hace. Comprime una mejilla mofletuda llena de aire contra la parte posterior de sus muelas y lo hace crepitar entre la carne y el marfil. Sabe hacerlo duraJnte mucho tiempo, hasta el piso superior sin tomar aliento.


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Raymond no sólo es ascensorista, es también militar. Esto se evidencia del bastoncito que aprieta, como un mariscal, bajo el sobaco. Con ese bastoncito marcha con paso militar por la calle y pincha a Jos transeúntes en las rnalgas. Cuanto más rabiosa es su reacción, tanto más fuertes son las carcajadas de Raymond . La gente le insulta, pero los gorriones no. Cuando, en medio de la calle, silva dos veces, agitando los brazos en el aire, cada vez dos o tres de ellos aterrizan en su mano, incluso cuando no tiene para darles de comer. Los arranca del cielo con una cuerda invisible. Cuando se echan a volar, él hace una reverencia como un domador. Nadje aplaude. Sigue encontrándome sumamente interesante. Porque de vez en cuando .]e digo algo. Ya no le doy terrones de azúcar, sus dien,tes, amarrj]]os y desmoronados, me han asustado. Gruñiendo tira del botón suelto de mi americana, y cuando 16 doy golpecitos en la espalda, me echa una mirada melancólica. La camarera me ha informado que .]a hotelera no es su madre. R aymond es su sobrino, y su hermana está haciendo una vuelta a l mundo con un viudo cuya mujer se murió el mes pasado, después de haber guardado la cama en casa durante veinte años. Al revisar su yacija, encontró en su colchón 60.000 francos. Lo había ahorrado durante todos esos años. Ahora hay una carta postal de Martinique encima de la recepción, y Raymond se aloja eflJ el hotel. La hotelera no es tan loca como Raymond, pero sí muy singular. Cuanto más la observo, más me recuerda mi primera estancia. Su faJda, sostenida por tirantes, cuelga como un amplio tubo alrededor de su cuerpo. «Todo eso es culpa de la solitaria», dioe, mientras remojo mi croissant en el café. Intenta toda clase de 'remedios. Dice perma'l1ecer inclinada durante horas, la cabeza envuelta en una toalla, encima de un plato de sopa humeante. «No la doy nada de comer, el hambre tendrá que expulsarla.» Es curioso que la lombriz aún no se haya ahogado, porque la hotelera ya bebe el vino con su desayuno. De las comisuras de su boca cuelgan tri stes angulitos rojos de poso endurecido. Cuando Rayrnond Ino está gruñiendo en el ascensor, está sentado fuera . Por lo menos así f ue durante días. Hasta que una mañana. en camino hacia mi desayuno, encuentro tras el mostrador de la recepció n una hotelera completamen lle borracha, masticando su Gauloise. A Raymond no lo veo en rn,inguna parte. A mi mirada 'i nterrogativa, la camarera, que está arreglando el comedor, contesta en voz baja que Raymond no ha vuelto esta mañana de la panadería, donde había ido de compras. «Regresará antes del oscurecer», han asegurado los vecinos a la hotelera. «Es un chico ta/flJ valiente». Y Raymond regresa. No antes del oscurecer, sino a la mañana siguiente. Más sucio que nunca . Sin el bastoncito, sin gruñidos. No sabía que podía producir una mirada tan atormentada. La hotelera le ahoga entre sus tirantes. A cada pregunta que le hace, mueve negativamente la cabeza. ¿Dónde puede haber estado? R aymond ha sido palpado, R aymond ha sido husmeado, pero ni rastro de su misteriosa estancia . «Los árabes le han atraído a su antro» grita la hotelera. «Pobrecito inocente». Le da una bofetada en la mejilla, agi ta un 'inseguro dedo amonestador delante de sus ojos, y s'e rellena ,l a copa. Raymond se dirige a pasitos menudos afuera y se sienta en el bordillo. Nadie ya se interesa por él. Cuando una hora más tarde salgo con los periódicos bajo el brazo, está todavía en el mismo sitio. Gruñiendo suavemente en ,l a frescura de .]a mañana. No manifiesta ninguna reacción aJ golpecito que le doy en la espalda.


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A DRIAAN VAN DIS

Ha vuelto la madre de Raymond. Antes de ,lo previsto. Se acabó el dinero. Es tan escuálida como la hotelera, sólo un poco más morena, y su nariz es más roja. Apoyada en el mostrador, recorre con la hotelera los asuntos pendientes, echándose un trago con cada diez palabras. Raymond gruñe de nuevo en el ascensor. Aprieta aturdidamente el botoncito número dos de mi planta y me indica el pequeño letrero More than two persons puts out elevator. Inclino la cabeza y levanto dos dedos. Raymond gruñe afirmativamentJe. A través del enrejado del anciano ascensor veo que la hotelera descorcha una botella nueva. Arriba, antes de que se abran las puertas, oigo que su conversación se convierte en una bronca. Se disputan el amor de Raymond. «Tú jamás has sido una madre para tu hijo», grita la hotelera. Se cae una copa. Raymond aprieta el botoooito número O. Descendimos hacia el drama. La madre corre hacia el ascensor y se arroja de rodillas delante de su hijo. El chico no sabe lo que le ocurre. La hotelera intenta separar madre e hijo. Raymond se despega bruscamente y sale a la caUe, chillando. La camarera acude corriendo con trapo y escoba. «Esto pasa cuando una hace grandes viajes con tíos desconocidos», dice con un suspiro. La hotelera me echa una mirada rabiosa. Sí, debe ser la misma de entonces. Empiezo a sentirme en casa aquí. Ahora hay agua caliente por la noche en lugar de por la mañana. En la toalla limpia hay dos agujeros. Ya hace más frío, me dan otra manta delgada. La hotelera bebe directamente de la botella. Mientras tanto Raymond se ha escapado dos veces más. Las hermanas se echan la culpa mutuamente. Raymond ha inventado un juego nuevo. Cuando los gorriones están posados en su mano, se echa a correr agitando los brazos muy abiertos, como un espantapájaros. Ya no es ascensorista, ahora es pájaro. Un pájaro que gruñe. De la vuelta al mundo ni una palabra. El viudo de la madre tampoco ha hecho acto de presencia. Raymond está tan absorbido en su juego de gorriones que desmiga su pan en la calle, lamiéndolo luego. Cuando me ve, baja los ojos. La gente pareoe más lejos que nunca. Siento el impulso de darle un buen pellizco. Quiero recogerlo en el mundo. Pero la hotelera no aprecia el interés que muestro por él. Cuando me siento un instante a su lado en el bordillo, me echa una mirada maligna y le arrastra adentro por la oreja. Por eso ya no le hago caso. El sábado por ,l a mañana Raymond se ha arrojado del balcón. Del tercer piso. Así, s'Í'n más, ¡zas!, como un pájaro que se hubiera olvidado de aletear, no ha muerto aún, por un pelo, aunque probablemente morirá. «Sus sesos se habían medio salido», dice el árabe del café de enfrente, donde los clientes del hotel se reúnen para un desayuno de emergencia. «No te mueras te quiero», parece que la hotelera ba gr·itado sin parar al inmóvil Raymond. Su madre está frente a la ventana, callada. La camarera se ba instalado tras el mostrador, con su mugri'ento delantal. Dos clientes del hotel se asombran de que un <ádiota» pueda dar tal paso. Aquella misma nocbe la camarera anuncia que tendremos que abandonar el hotel el próximo domingo. La botelera no puede trabajar con su luto. Su bermana se ba instalado de nuevo con su viudo. La ropa blanca ba sido colocada en sacos en el pasillo, y tras el mostrador bay dos cestas con botellas vacías que vienen del despacho de la botelera. Esta es la segunda vez que me ban expulsado de ese hotel. Traducción: Jean Schalekamp Revisión: Gregorio Gallego Tomado de: Casablanca, 1987


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PRIMERA PARTE

alisó con una mano la parte posterior de su impermeable e hizo CRISTINA ademán de sentarse. A causa de la repentina arrancada del autobús, fue a parar a su asiento con un golpe tal que, por un instante, ambos pies se le levantaron del suelo. Volvió la cabeza, pero no vio caras enfadadas en otras gentes que también se podían haber sobresaltado, y molesta miró hacia adelante. En el retrovisor interior vio el rostro del conductor. Un tipo siniestro, pensó, nunca son de fiar los ojos oscuros. Sujetó el bolso contra su vientre y se aferró con la mano izquierda a la barra del asiento de delante. Yo tengo ojos azules, pensó, qué hermosos les parecían antes a los chicos. Cris: ¡qué oj os tienes!, decían siempre. Y Dan tenía unos ojos azules como el cielo de Yakarta. Los últimos días de su vida, en el campo de concentración, miraba con aquellos ojos a los sórdidos japoneses, como si los quisiera fulminar allí mismo. Sin emba rgo, los azules no siempre eran de fiar, pensó agitada, esto se podía ver muy bien en Hans, aquel inútil miserable, el padre de mi nieto, el marido de mi única hija. «¡Oh mamá, mamá!», había llorado a menudo Nely. En esos casos había vuelto a casa nuevamente borracho y le había dado otra vez cincuenta florines menos de lo estipulado y, ¡horror!, encima N ely tenía que quitarle los pantalones del culo al tío guarro. ¡Quién lo hubiera pensado!, tenía unos padres tan amables y un empleo bueno y responsable. Y con lo loco que estuvo por Nely, llevándole regalitos, y flores a su futura suegra. En enero del pasado año, un domingo, estaba ella en la cocina cortando el pastel de mantequilla, cuando vino a verla con un ramillete de narcisos de invernadero, preguntando si podía hablarle en privado. «Naturalmente, H a ns», dijo y bromeó incluso: «Cierra la puerta del pasillo, no sea que se entere Nely.» Dijo que era partidario de los buenos modales, la miró sinceramente a los ojos y le pidió muy solemn'e mente la mano de su hija, ¡qué horrible!, para colmo le había contestado de forma tan graciosa: «Puedes tomar también lo demás, Hans.» Como el 21 de marzo caía en domingo y la mañana del sábado ya estaba cogida, se casaron el viernes anterior. ¡Y de qué manera! Cuando lo pensaba le empezaba a hervir la sangre de rabia. El idiota se había apuntado para lo que se llama «un casorio al alimón». ¡Qué humillación! Causó un gran revuelo en toda la familia; había echado a perder el único día de ensueño en la vida de una joven. El funcionario del ayuntamiento interrumpió una sola vez su alocución


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para hacer una referencia personal, diciendo a la otra pareja: «Usted, como albañil, podrá arreglar a su mujer cosas en casa. Y usted, señor», dijo dirigiéndose a H ans, «podrá ofrecer, sin duda alguna, las máximas garantías a su mujer e hijos futuros, en su calidad de agente de seguros». Súbitamente Cris reconoció, en la acera de enfrente, la estafeta de correos. El señor que hasta hacía un momento había estado sentado con su ampuloso abrigo de tweed pegado a su mano, bajaba del autobús. «Que tengo que bajar, conductor, que yo también vaya bajar», gritó cuando quiso poner el pie en el escalón inferior y las puertas se cerraban ya. «¡Todavía tiene que bajar alguien», gritó una señora de la parte delantera. Siseando se volvieron a abrir las puertas; puesto que Cris estaba segura de que aquel tío le había cerrado adrede las puertas ante sus narices, bajó sin dar las gracias. Lloviznaba en Villa María . Bajo el tejad illo de cristal de la parada se ató una capucha de plástico para resguardarse de las finas gotas que podrían estropear su peinado. Un barrio pulido, pero muy alejado, pensó; con un tiempo así no anda uno a gusto por la calle. Y tan rápidamente como se lo permitieron sus difíciles pies vueltos hacia afuera, marchó en d irección del edificio amarillo en el que Nely, desde la planta superior, estaba mirando si venía. Jadeante todavía por las cinco escaleras que había tenido que subir, se sentó en el sofá. Nely llenó dos tacifas de té y puso la tetera a calentar. «Bueno, hija, ¿cómo va eso?», preguntó Cris preocupada. Nely se dio la vuelta y quitó la radio. «Esta noche viene a buscar las maletas.» Sobresaltada, Cris se llevó la mano a la boca. «Di algo», dijo Nely tras un penoso silencio. Lentamente, Cris fue deslizando su mano hasta la garganta. «No», dijo, «no, eso es terrible . Apenas llevas un año casada, después de cinco años ya es otra cosa, pero tan pronto ... no puede ser». «No hagas como si creyeras que todo iba bien entre nosotros, de sobra sabes que no», dijo Nely gimoteand o con un pa ñuelo. «¿.Qué van a decir?», se lamen tó Cris. «Tío H enk, tío Leendert y tía Ana y .. .» «Si te soy sincera», sollozó Nely, «no me hubiera parecido todo tan grave si él no fuera tan guarro. Todas las noches tenía que hacerlo con ese puerco, y siempre quería hacerlo como los perros». «Pero, hija», replicó Cris estupefacta. «y los últimos días, que dormía en el sofá, dejaba los calcetines encima de la mesa y fumaba toda la noche y ya ni se lavaba.» Meditabunda. Cris puso la tacita de té sobre su regazo. «Hombres como tu padre son raros, créeme. Cuan agradecida tengo que estar a Dios por haberme casado con él, hija, aunque fuera por tan poco tiempo. La muerte es cruel, pero .. .» continuó susurrando, «separarse es peor, pues yo conservo hermosos recuerdos». Nely aspiró ruidosamente por la nariz. «Cariño, fuera penas. Aún eres joven, seguro que vendrá otro hombre, un hombre cariñoso, uno q ue sí querrá jugar con el pequeño Johan. Vamos, piensa en ello.» Nely asintió con la cabeza. <<Acabo de dejarle en la cama. Estaba tan cansado que no comió nada, golpeaba con las manos en el plato, el plato cayó al suelo, la papilla por todas partes», suspiró, y riendo dijo, como quien no quiere la cosa:


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«Ca si no me atrevo a decirlo, pero algunas v-eces pienso : ojalá no sea tan puñetero como su padre.» Cr is removió su té. «Al menos ha tenido el detalle de que puedas quedarte en el piso.» «Así debe ser», dij o Nely. «Ya lo siento que no nos hayamos quedad o en la Avenida de Meerd ervoort.» «Pues, cuando J ohan pueda ya subir solo por las escaleras, te será más fác il venir», d ijo Cris. «Pero es una lástima, ya que allí yo podría cu idarle todos los días. Alguna vez he pensado que H ans quería veni rse aquí por eso. Pa ra deshacerse de mí, pa ra dar una nu eva oportun idad a vuestro matrimonio .» «¿Aún recuerdas que a Villa María la llamabas '¡ Pa ra, María !' porque hay muchos niños? », fa rfull ó Nely. <<Sí», d ijo Cris . Se calló un momento. «Siempre me daba portazos cuando yo esta ba allí, y el día que le dije «M i hija es mi amiga» se estuvo ri end o de mí por los cuatro costados», d ijo enfadada . Nely se sonó otra vez con firm eza, gua rdó el pañuelo en su manga y llenó las tazas. «Se me olvidaba, he traíd o pastel», d ijo Cri s, «lo t-enía casi olvidado con este follón». Metió la mano en la bolsa. «¿Cuánto va a ser la alimentación?» «Seiscientos más el alquiler.» La lluvia golpeaba contra los cristales. Nely puso la radio, cruzó los brazos y se sentó perezosamente estirada. «Empiezo un a nueva vid a», d ijo soñadora mente. y su madre asentía convencida. moviendo la cabeza ávidamente. «Vamos a guardar la corteza para el pequeño» dijo, «así tendrá luego algo para masticar». SEGUNDA PARTE

La última vez que a esta hora y en este autobús estaría de camino a casa . Luego no abriría la puerta con su prop ia llave, ni coloca rí a la cartera en la percha e iría a senta rse a la mesa ya puesta . No, si fuera rápido podría vo lver en el mi smo autobús que, al fin al del trayecto, camb ia su placa de V illa Ma ría por la d e Pa rque de Houtrust, y que diez minutos después pasaría por la parada junto a la estafeta de correos. D io unos pasitos hasta la sigui ente barra y, como el autobús arrancó de un tirón, se agarró a la señorita q ue ha bía junto a él, cuando el tambaleo a rrastró al grupo de pasajeros como si fuera una fi la J e fichas de dominio cayéndose. «Perdone usted», dijo, y su mano se aferró algunos centímetros por encima de la delgada mano de ella. Los pequeños dedos eran rojos, cubiertos de escamas, y terminaban en carnosas yemas en las que las uñas aparecían totalmente roídas hasta hacerse daño. La manga de su impermeable estaba caída hasta el codo. T i-ene frío, pensó, cuando vio cómo se erizaban los pel illos rub ios sobre el desn udo y pál ido antebrazo. Le miró la coronilla . Tenía el mismo pelo que Nely. indefinidamente laxo y graso, con caspa alrededor de la raya. Cabello del q ue su suegra decía que era de color d e oro. En I ndonesia esta ban locos por él; los indígenas decían, según ella, la ni ña del señor tiene el cabello de un angelito. y cuando ella se lo conta ba hasta la saciedad levantaba orgullosamente su arrugada nariz y mira ba en actitud de adoración a Nely, quien, mi entras tanto. no tenía otro remed io que pensar que era hermosís ima. No tiene ese culo saliente y ancho, con un par de estacas debajo, rematadas en dos planchas divergentes. pensó, ni tampoco tiene la nariz de zueco de su madre, sino que es corriente. nada llamativa. Tan poco llamativa que pronto perdió la costumbre de mirarla.


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Su propia madre tenía la cara hecha una pasa, pero aún podía mirarla y aguantaba que hiciera ruido al comer, mientras las dos líneas de disgusto en las comisuras de la boca de Nely ---cuando la contemplaba un rato- le recordaban sus flanes que, al servirse, se venían abajo algunas veces y se agrietaban finamente cuando no eran lo bastante compactos. «A ver, ¡hagan el favor de pasar hacia atrás!» gritó el chófer. «Señores, queremos entrar todos. Allá atrás, ¡hagan el favor!» Con dificultad dio unos paso hacia atrás. La mujer menudita retiró sus dedos roídos de la parte inferior de la barra y se deslizó hasta un asiento vacío, que ninguno de los hombres de alrededor quería utilizar, a pesar de sus cansadas miradas y sus incómodas posturas. El autobús olía a abrigos húmedos. Las ventanillas estaban empañadas y, en algunos sitios, restregadas de forma irregular. En casa, las ventanas se empañaban cuando Nely enchufaba el humidificador del aire para proteger su piel y las plantas del resecamiento producido por la calefacción central. Una vez estaba escribiendo recibos, cuando aquel chisme empezó a ulular y a petardear de tal manera que tuvo que volver a iniciar el trabajo, porque la tinta se había corrido. «Es culpa tuya» dijo Nely. «Haberte sentado en el dormitorio.» Desde entonces, efectivamente, se había sentado allí, con todos sus papelotes y la máquina de escribir, en la mesita, de donde tenía que retirar cada vez la máquina de coser antes de emprender la tarea. Y tenía mucha tarea. Cuanta más gente, más seguros; no sólo recibos sino también consultas. Le habían concedido un aumento de cincuenta florines cuando, dos meses atrás, invalidó el contrato de una finca en la calle Lange Poten, a causa de su pésima instalación eléctrica. Una semana después, la finca quedaba totalmente arrasada por el fuego; vaya, que aquello representaba un ahorro de trescientos milo cuatrocientos mil florines para la compañía. Pero Nely no se interesaba por su trabajo, incluso este importante asunto la había dejado fría. Por eso, pensó, le he callado lo de los cincuenta florines, como ya se queja de que el dinero no le llega y de que tengo demasiado con cien florines para mis gastos. Estaba harto desde hacía mucho ti'empo, una copa de ginebra te costaba de buenas a primeras un florín y medio y, encima, en! esos cien florines se incluían los gastos de tabaco y de autobús. Anoche, cuando estaba acostado en la sofá, había irrumpido en la sala, encendido la luz grande y le había dicho que quería seiscientos florines, más el alquiler, porque de lo contrario no consentiría en eL divorcio. Soñoliento, había gruñido que sí, que sí, pero ahora, rápidamente, le dejaría claro que tendría que pagar a su madre por lo menos cien florines de pensión por la habitación, las comidas y los bocadillos que le preparaba, abundantemente surtidos como antes de casarse. Una vez fuera se alzó el cuello del abrigo y se dirigió despacio hacia el edificio donde ella mataba el tiempo fumando cigarrillos todo el día, allí arriba, detrás de la ventana. Incluso en los fines de semana. Entonces, él tenía que entretener a Johan cuando estaba levantado un rato, y los sábados por la mañana tenía que meterle junto con las compras en el carrito del supermercado. ¡Dios mío!, se dijo sobresaltado, la madre estaría allí, naturalmente, esa mojigata erotómana, que al principio le reprochaba con cara ñoña cuando en lugar de «madre» la llamaba «señora». Había insistido en su matrimonio, ella misma había ido por las partidas de nacimiento, había encargado las invitaciones y unas carrozas de boda. Cuando vivían en la Avenida de Meerdervoort, pasaba


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alli todo el santo día y por la noche fregaba y preparaba café y le llamaba la atención para que no hiciera ruido al andar, por el niño. Siempre tenía a mano algún chiste verde con el que ella misma se partía de risa más que nadie. Por ello, a veces se excitaba tanto que le salían en el cuello manchas rojas de ahogo. O se atragantaba con su propia saliva y se dejaba dar. bien a gusto, golpecitos en la espalda. De tal madre, tal hija. Los primeros meses Nely le pellizcaba dondequiera que se encontrasen y le llevaba a adoptar en la cama las posiciones más grotescas, que le producían dolores musculares o mareo. Insatisfecha, seguía gritándole palabras venenosas hasta que él empezaba a llorar corno un bobo. Contento en cierto modo con la idea de que Nely tendría que seguir subiendo muchas veces aquellos cincuenta y cinco peldaños, se detuvo ante la puerta para recobrar aliento. Se pasó la mano por el flequillo, enderezó el dorso, puso una cara tan indiferente corno le era posible y llamó. Un momento más tarde oyó que se abría la puerta de la sala, y llegó hasta él el sonido de la radio. Ella se dirigió tarareando hacia la puerta. Se estremeció, mientras ella parecía recibir a alguien en plan de fiesta. Seguro que su suegra le estaría esperando en el tresillo con la ira a punto de estallar, bamboleando sus grandes pies al compás de la música. Traducción: Gonzalo Garcival. Pedro José Lavado Juan Robredo. Hans Tromp

Tomado de: Nueva Narrativa Neerlandesa, 1980

De breuk. De la obra Allemaal tranen (Todo son lágrimas), Ed. Uitgeverij de Arbeiderspers, Amsterdam, 1972.


AUTORRETRATO CON JOYERO MONIKA VAN P AEMEL

de circunstancias, bautizada, embalsamada y sazonada. A mi salud Y O,se nacida bebió y se me maldijo. Criada entre engendros y gente retorcida, entre buenos sentimientos equiparados a la crueldad: entre la gen te. Vacunada contra la viruela, el tifus y los pensamientos impuros. Mi espíritu cuidadosamente vendado como los pies de las pequeñas chinitas en otros tiempos, quienes luego no se atrevían a quitarse los calcetines para no perder su gracia. ,Puesto que la gracia existe por gracia de D ios, que es un señor. Cuidadosa y regularmente se inspeccionan la carpeta con mi correspondencia, mis pañuelos de papel y mis braguitas. Entregada como una Virgen perfecta en el mercado de los intereses ennoblecidos, la tarea de los Padres se ve asumida por los señores de la televisión que me adoctrinan en nuevos mandamientos, en el evangelio del más blanco que nunca y del un jerseicito suave, suave, como el alma de la mujer. Yo, ese huevo pasado por agua de la sociedad próspera, blandengue y raquítico, que dormita en mi nido de talantes caprichosos . Pero ayer pasaron por mi lado caravanas de espíritus Ubres y cuando la momificada señorita de correos me preguntó que qué había en los paquetes que quería enviar a esos espíritus, hube de que confesar a su gesto displicente la palabra: «libros». Las manos. Mis manos. Ahí empieza todo. Están posadas ante mí, sobre la tapa de un joyero lacado en negro, una caja con el dibujo de una montaña sagrada japonesa en el dorso. En otro tiempo, cuando la tapa estaba abierta, se podía oír una tonadilla lenta y lastimosa, machacona, como si . quisiese advertir


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que el llevar una joya no cambia las cosas. Aún así, esa cancioncilla en tono menor era mejor que el silencio de después. Presas del pánico, las manos se aferraron a la caja y la sacudieron bruscamente; Juego sacaron el contenido de los compartimentos revestidos de terciopelo negro, y abrieron y cerraron la tapa repetidamente. Pero la caja no dijo ni pío. Finalmente, las manos volvieron a meter las joyas en la caja pero ni muchísimo menos con el cuidado de antes. Y la caja se convirtió en un objeto mudo. Si las manos necesitaban algo, abrían la tapa sin más y la volvían a dejar caer de un golpe. Y entonces sucedía que desde 10 más profundo de la caja se escapaba un tenue son, como un gemido. Pero ahora las manos siguen solas e incompetentes, aunque sea pleno verano y todo salga mal. Por una vez cogen la caja de encima del armario, pero los juegos de antes parecen no tener sentido. Son manos relativamente pequeñas, con una base fuerte, girando a modo de pernio en una muñeca pequeña que presenta un bu1tito en la mano derecha que, tras detenido examen, delata que la muñeca no está del todo bien. Eso sí, le quita algo de fuerza a la mano derecha, pero tampoco es cosa de mucho. La época en la que las manos estrechaban otras manos por puro placer en un apretón ya hace tiempo que pasó a la historia; se han vuelto un poco apáticas para ese tipo de cosas. Las uñas están bastante bien cuidadas y pintadas a menudo, la mayoría de las veces en un color que va con el vestido, pero también con frecuencia tan sólo por el intenso placer que produce el cuidar y adornar el cuerpo, que empieza con las manos, ya que si no son bonitas, ¿cómo podrán entonces llevar a cabo el cuidadoso maquillaje de los ojos o poner un vestido? La tez está ligeramente curtida pero todavía flexible y con un fondo rosáceo. Las manos saben exactamente cómo serán en el futuro, porque siguieron el ejemplo de las manos de la abuela, de las que son una fiel copia, a excepción de unos pequeños detalles. Y de este modo saben cómo poco a poco lo rosa palidecerá y lo marrón acabará por dominar con alguna que otra peca oscura; y como el dorso se volverá más arqueado y rugoso, posiblemente más aún en la mano derecha si durante años se sigue viendo obligada a cazar palabras, y la palma se volverá un poco amarillenta y encallecida de un modo intrascendente. Pero a Dios gracias nunca se convertirán en manos regordetas, acolchadas y sudorosas en una piel pálida y enfermiza. Las manos quizás no respondan directamente a la imagen que se nos impone de unas manos de mujer, pero de ningún modo podrían ser las de un hombre. Antes se criticaba amenudo a las manos porque aleteaban, gesticulaban y poseían un lenguaje propio, y se escondían tras la espalda o bajo las axilas. Pero poco a poco les empezó a importar menos 10 que los otros pensasen de ellas. eran capaces de hacer cosas, de acariciar, y se atrevían a levantar su puño tranquilamente junto al de otro. Y con ello se olvidaron de sí mismas. ya que había demasiado que hacer y si conocen algún tipo de desesperanza o inseguridad. es la de que no terminarán nunca, que todo el tiempo se les hará poco y que acabarán posadas la una sobre la otra, prematuramente amarillentas y resecas. Inmóviles y frías. y allí yacen, a la espera, con los dedos índice en la cumbre del Fuji-Yama. ¿Cómo seguir ahora? Distraídamente, casi por su cuenta, desabrochan los tres botones del pantalón de pana naranja, abren ' la cremallera y bajan el pantalón arrebujándolo. El arrugado pantalón cuelga ahora de la llave del armario. Sin ningún tipo de transición, los gestos se han hecho fluidos, lentos y acariciantes. ¿Se trata de un strip-tease? Pies pequeños con una planta reseca y endurecida de andar des-


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calza. Los pies también son importantes, no solamente porque son mi base ambulante y me posibilitan ir de acá para allá o salir corriendo, sino también y sobre todo porque en la juntura entre los dos dedos más pequeños del pie izquierdo se encuentra una marca secreta que nadie conoce: un antojo, ya desde hace años un punto clave de identificación. Cuando por primera vez me desperté de los narcóticos en un hospital, ese lento deshielo de un sueño artificia.l, no podía sacarle sentido a nada en la habitación; cada vez que me concentraba en algo, como el botón cromado del cajón del armarito de metal, se entremezclaban al instante imágenes sueltas, jirones de nubes, niebla o agua. Del mismo modo, podía oír perfectamente lo que las voces decían, pero no estaba para asimilar o sacar conclusiones de lo que oía. Y por un momento horripilantemente largo me vi a mí misma yacente, con los ojos cerrados, una cosa asquerosa de goma en mi boca para inmovilizar la lengua (un ayudante se echo a reír, no podían permitirse el Iujo de que me fuese a tragar la lengua, un atributo tan indispensable para una mujer -los ayudantes pueden ser tremendamente graciosos, luego se hacen médicos). En uno de mis brazos, que estaba atado a una tablita, había clavada una aguja hueca, alimentada por un tubito de goma que salía de una campana de cristal. Eso lo pude ver con claridad; 'luego entró alguien de anormales proporciones en la habitación: las cosas grandes eran demasiado pequeñas y las cosas pequeñas demasiado grandes; una cabeza tan pequeña como una pelota de tenis, pero unos hombros como los de Batman, los brazos como pajitas pero .las manos como medusas monstruosas. Resultaba evidente que iba a ocurrir algo arremediable. La figura continuaba acercándose y yo no podía moverme, ni gritar, ni tan siquiera espatarrar los ojos. Era un cadáver viviente. Resultaba horrible el no tener asidero y al mismo tiempo el ser víctima de cientos de visiones; y yo sabía que se trataban de visiones, pero era incapaz de convertir esta ciencia en realidad para espantar el miedo. De este modo empecé a dudar de si era yo la que allí yacía, me resultaba tan extr3!ña para mí misma, que sólo de ello me entró frío. Un miedo se apoderó de mí: que en la sala de operaciones me hubiesen cambiado por otro, y que me encontrase pues en la cama en un cuerpo extraño, y que me había perdido para siempre, mientras que el otro al que habían cargado con mi cuerpo y mi enfermedad, tampoco estaría dispuesto a consentirlo, eso estaba claro. Jirones de noticias del periódico a cada momento: cambio de bebés en una sala de maternidad en P. Descubierto a los doce años a causa de análisis de sangre. Los padres no quieren renunciar al niño. Se trataría de un cambio, por supuesto. ¿Me atrevería a cambiarme a mí misma? ¡Qué locura! Eso era, me había vuelto .Jaca. La araña secreta del miedo de hace años había incubado los huevos. Empecé a revolverme en la cama con dificultad hasta que la sábana se soltó de los pies; primero levanté el pie equivocado y debí de gritar cuando no vi nada, pero al mismo tiempo me di cuenta de mi error y farfullando febrilmente «el izquierdo, el izquierdo», levanté el pie adecuado y allí estaba yo, toda yo en esa mancha pigmentaria, reducida al puntito de esa pieza única, mi pimpinela escarlata. Lloré. Nadie entendía lo ocurrido, estaban intranquilos y preguntaban si tenía dolor, mientras que se trataba de alivio. Un tiempo después, en el internado, cuando amenazaba con perderme en la multitud, en el anonimato, por las noches, debajo de las sábanas, a la luz de la linterna, podía ver con gran placer la pequeña marca, y cuando se hablaba de un alma invisible, no me quedaba más remedio que reírme por lo bajini.. Todavía ahora miro siempre entre los dedos de los pies después de un baño, para ver si


AUTORRETRATO CON JOYERO

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todavía la tengo. Además también funciona a la inversa: con cierta sastifacción puedo escuchar en la radio noticias sobre personas desaparecidas, y sobre el distintivo (antojo, mirada bizca, cicatriz alargada en la mejilla derecha) que en ese momento da rostro a la persona anónima, y me imagino que si yo me perdiera, nadie me encontraria, mi distintivo estaba a buen recaudo. Hasta que comprendí que escaparse no tiene sentido, que de uno mismo no se puede huir. Menos aún de tu pluma, que te otorga la ilusi ón de poder encontrar la palabra única pero que en última instancia, te obliga a admitir que aparte de ese garabato visible, sigues mostrando los rasgos de los simios, por siempre e invariablemente. Las piernas delgadas, bien entrenadas. La piel por encima de las rodillas se vuelve más suave, más sedosa y flácida . La cadera es estrecha, un bebé nuevemesino causaría seguramente estragos al nacer. La tripa es tersa con una sombra que va del ombligo al pequeño triángulo velloso. El talle estrecho y el pecho de frágil apariencia, pero aún así fuerte gracias a la natación y al deporte. Los pechos pueden ponerse muy puntiagudos de vez en cuando. Poco pelo en las axilas, un poco como el principio de barba de un adolescente, depilado regularmente. Los brazos relativamente largos, ídem de ídem para el cuello, el pelo a la altura de los hombros. La cara es una mezcla de cosas para mi gusto demasiado largas o demasiad o cortas. Una frente demasiado grande camuflada tras un flequillo; la nariz recta, una barbilla redonda y una boca carnosa; las orejas normales, el lóbulo no está totalmente pegado. Los ojos azules, de un azul esmaltín en mi época romántica, constatan objetivamente la realidad; talla 38-40 (60-90-60), buena presencia, condición general sati sfactoria . Sólo un peligro: que la delgadez pueda desembocar en esqualidez. Imposibilidad de comer en estado emotivo. y heme ahí en el espejo, mi pl uma, un autorretrato. Mi cuerpo que se mueve, respira, vive, pero en el que no puedo habitar en paz. ¿Cuánto deja ver de mis anhelos, mis secretos, mi añoranza, mi orgull o, mi humildad y mi duda? Mi duda sin fo ndo, embotellada en la soledad y la imposibilidad de que las manos a·lgún día puedan hacer más que tan só lo golpear o acariciar impotentes. Cuando se es bebé, un cuerpo así es solamente un a pregunta con un ligero toque de predestinación - poco a poco va adquiriendo el color del entorno. Se convierte en un nido de recuerdos, en un portador de espera nzas; pero demasiado pronto se ve limitado, y el lenguaje de las ma nos se convierte en el lenguaje de la palabra, pero de ahí a que se trat'e del mismo lenguaje ... Amenudo tiene lugar una excisión entre ambos. Y yo, que veinticinco años después he conocido más habitaciones que cruces hay en el calendario, ¿de quién son las marcas que lleva este cuerpo? ¿De mi madre que no me supo entender, del padre que yo no quiero conocer, del hombre que durmi ó conmigo, de los hijos que llevé en mi vientre? No 10 sé, pero lo conozco: lo puedo abarcar, observar, describir. Pero sigo sin saber quién soy, de dónde vengo, a dónde voy. Porque tampoco este cuerpo es permanente, sino cambiante. Cada momento es únicamente observable desde el momento. Pero yo tampoco soy la persona de ese momento, soy la persona que es responsable por las consecuencias del momento. A pesar de que ya ni el momento ni la persona del momento existen, las consecuencias del momento siguen siendo la única realidad. De este modo, soy en este momento irrevocablemente responsable por cosas y personas que ya no existen. Porque esto siempre ha sido y será así, empiezo a dudar seriamente de mis momentos, y empiezo a encontrar la palabra alitenticidad como una puntita de sal en la lengua. ¿Cómo me libro de esta ambigüedad?; yo, que desnuda en el espejo no me reconoZco a mí misma, ¿cómo librarme si cada gesto desdibuja la realidad y cada autorretrato es necesariamente una máscara, y todas las palabras tienen un doble sentido?


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MONIKA VAN PAEMEL

Las manos recogen el pelo en un moño, a continuación extienden la crema con un masaje ligero y aún así concienzudo junto a los orificios de la nariz y por todo la cara hasta el cuello. Los restos son cuidadosamente eliminados con una toallita de papel.. Luego, las manos colorean los párpados, con los pinceles, de azul, violeta, y una pizquita de blanco. Trazan una raya fina y oscura por el contorno de los ojos, las pestañas se vuelven azuJ.es y lanosas con el cepillado hacia fuera; las cejas ligeramente curvadas, después los labios rosa madreperla. Finalmente, empolvar ligeramente el conjunto con un suave pompomo Una vez puesto el vestidito blanco, veamos ahora el resultado final, una nueva apariencia: ¿se trata de otro yo o del auténtico? Ya que estoy pensando en la pequeña bailarina india, un poema en color, que no puede bailar sin antes transformarse, tras horas de maquillaje, en una miniatura deslumbrante. ¿Es menos o es más ella misma al volver a dar vida a movimientos inmemoriales? Cuando sus manos hacen cuidadosamente esos movimientos maravillosos con las puntas de los dedos rizadas hacia fuera , ¿es menos o es más? Desnuda, es una mujer más o menos corriente, como la mujer de hace poco en el espejo. No era ella misma, era nada. Ahora que se ha formado el sueño de sí misma con los colores de su maquillaje, con el resplandor de su mácara, traiciona aún más a su auténtico yo, sin ser consciente de ello. Y el escritor que escribe palabras, cargadas de ideas de otros, no sabe qué ocurrirá. Y lo que escribe quizás niegue la realidad por una nueva realidad. Sólo en esta mascarada puede ser él mismo. Las manos. Mis manos. Una vez más, todo termina con las manos eligiendo cuidadosamente una joya y después volviendo a colocar la caja cautelosamente sobre el armario. Nacer es un intento, amar es un intento, desvestirse es un intento, arreglarse y vestirse es un intento, tratar de poner en palabras todo y más, es un intento. Y con Dios en lo más profundo de mi pensamiento, intento ser escritor. Porque quiero vivir, más allá de las estaciones, más allá de este momento. Traducción: Carmen Bartolomé Corrochano P. J. van de Paverd

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3. POEMAS



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POEMAS

HANS ANDREUS

LOS SONETOS DE LA PEQUEÑA LOCURA, 23 En medio de la tie rra entre señales ra ras bailando como un tonto , ese derviche ido; yo me enfrío, no obstante, yo me siento arrecido junto a ese hombre heladito que baila que te b aila, pero así es como el sueño no me toma en sus brazos y el reposo anda lejos: garza hacia e l Mediodía . Yo en tanto amaso fue go. Y vivo de armonías de sones y de música de la que me han privado esos últimos dioses que dicen que aún existen (y que yo aún los oigo con mis oídos sordos). (Si bien esas señales no hay dios que las e ntienda). ¿Por cuánto tiempo aún? Ya todos se r esisten a creer que tú eres capaz de oír el Todo del espacio ... ¿Y yo? No sé: la luna, el sol, la tierra .. . Traducción: Francisco Carrasquer

REM'CO CAMPERT

ENERO DE 1943 A Joekie Broedelet Por el camino de carretas iba un día de crudo invierno mi madre salió a mi encuentro figurita a lo lejos la noche anterior soñé que hacía flotar un barquito


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POEMAS

acariciaba las lentejas de agua en la reluciente acequia se fue a la otra orilla el barco y quedó entre la hierba atrapado levanté la vista y vi a mi padre su brazo entre la alambrada me miraba suplicante mi padre m e pedía pan. En aquella senda rural, madre, me asiste largos minutos tenías fas ojos rojos te olía a ciudad el abrigo los alemane s nos dijeron por carta que mi padre había muerto en Neuengamme, amargo sitio, allí cayó asesinado. Nada sentí, mas sabía que debía sentir algo por la manga de mi madre miraba al b osque encanta do en cuanto pude le conté t odo lo que de verdad m e importaba la trampa que h abía puesto en la m adrigu era de cone jos la choza que estaba h aciend o en e l árbol qu e nadie conocía sólo después sentí un dolor que nunca más m e dejó que aún me recorre el cu erpo al es cribir estas líneas h ace ya mucho y sin embargo tan p oco, el tiempo dura lo que dura u n ser h umano. Traducción: F . J . Garcia de la Banda


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HERMAN DE CONINCK

A BUDDINGH Me gustan los poemas que se asemejan a hombres musculosos de lenguaje viril e hirsuto, que se rascan donde les escuece, que rebosantes de salud te llegan y dicen: siéntate, soy un poema, mucho gusto, ¿ de qué quieres que hablemos? Tales poemas, naturalmente, pueden tratar con la misma soltura del amor como de Vietnam, y quizá sí sean responsables de la salud de la poesía, como los campesinos de Limburgo de la salud de la moral. Pero en realidad me gusta aún más que un grupo de palabras reunidas se sientan de pronto extraordinariamente íntimas y digan: déjanos ya siempre juntas, no hace fa lta ni una más.

DE LEJOS VENGO De lejos vengo de allí donde tan b ella estabas entre tus cabellos como una isla entre los juncos. y tu boca cayó lenta, lenta sobre mi rostro, como la tarde sobre los campos, como el silencio sobre el poema. Qué blancas están mis manos desde entonces, como si a colocarlas fuera en una vitrina; en el sueño en el que aún juntos estamos. Traducción: F. J. Garc1a de la Banda


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POEMAS

JAN EIJKELBOOM

MAÑANA DE DOMINGO EN WIELWIJK La niebla retenía a ras de suelo los olores. De la puerta del templo salía un vaho fuerte de incienso. Y, en secreto, el éter rondaba el hospital por sus alrededores. Sobre e l asilo de ancianos se cernía flotando al aire toda una promesa de chuletas de cerdo : setecientas. No quedaban ya más jóvenes aromas. Agostado, languidecía el parque. Aparcados los Opel de los feligreses. Los otros, más temerarios, coches de la otra gentecilla que más tarde se va a volcar sobre el campo de fútbol permanecen aún todos inmóviles aguantando el inclemente frío . Y los pájaros esperando el sol. Hasta entonces, pues Kirie Eleison.

GAVIOTA Imparable juguete, cabalga, la goviota de ola en ola y el pico en ristre al viento como el niño la crea sobre la blanca hoja. Al frente, a un lado y otro, al mismo tiempo, su inmóvil ojo mira alrededor. E igualmente, en el acto, apercibe al señor. ~ás

tarde yo la veo nuda o chirriando pero contra el cielo como gusta de estar más que de ser: entre nubes nadando como un pez en la más cristalina agua marina. Traducción: Francisco Carrasquer


POEMAS

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JAN G. ELBURG (1919)

QUERER

Recojo mis tripas y echo a andar, tengo los ojos abiertos, he publicado mi pecho como si fuera un bando, quisiera alcanzar con un haz vertical de luz ese poste de made ra que hay en mí: una larga hoja de luz en la que marcar los días. Quisiera tallar un tótem rojo e n el que mi pasión se enrosque como la hiedra, una estatua para todos los días , con dedos que cobren vida. Tengo que recoge r. Quisiera hacer un hombre de odio y desgajadas astillas: un hombre invernal con sólo codos por facciones en el rostro. y los árboles patearían cuando él pasara y si tuviera un solo minuto de vida rojo sería y rojo de lágrimas de niño y rojo. Vuelvo a recogerme como siempre, contemplo el agua, recojo mi hambriento estómago y echo a andar, v-eo un comedor para veinte cIases: paredes las hay de sobra; y él maldice la carencia impen etrable de ventanas. Mas escucha lo que quería decir: en Florida pintan de n egro a los negros, en Florida se pela a los negros y en España apesta a sangre. Quisiera hacer de mi cuerpo una Corea, quisiera ser yo mismo por debajo del diafragma, quisiera ver brotar una bandera de una semilla. Yo veré el germen. Traducción: F. J. García de la Banda


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EVA GERLACH

CONSTRUCCION De todas las casas, tanto las de los árboles como las de agua en el acto permeables que yo he ido colgando sobre la ciudad: sueño de dormir h echo mortero . Lo más que duran en todos los jardines excavando de nuevo y sin parar no duran lo bastante para hacer que en el tejado broten flores ni para yo engalanarme con p enachos de caña tierna farfullando sin voz: yo no lo soy, Mira, pues, mira que otr a cosa es de lo que ves; corrimiento de tierras , volcados los taludes se han puesto e n fuga larvas de mis pómulos, miga de hoj a s y piedra lloviéndome en la boca .

PECERA E n aguas sin remedio tur b ias su sp endidos entre vi drio y sofoco aprisiona dos de por vida e intervinculados por la simultaneidad de su m ortal peligro . Los empar ej a incontinenti el movimiento que, sin p arar , expresa su s deseos. Flanco a flanco se vu elven hacia nuestro r espirar p asando a la otra orilla . Es ahora su hambre la que nos p reserva. Mientras lo quieran, iremos m anteniéndonos. I

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Traducción : Francisco Carrasquer


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GUST GILS

POST SCRIPTUM Cae la luz a través la estrecha boca de filtro de la ventana Gente, gran aparato de mira frío. convergen en el peligro desde sus exclusivas soledades. y tu cara en el amor vitando que crece hacia ese otro pero en el que también vives en el que tú no existes. qué anónima mi casa qué p esado resuello mi atolón y tu cuerpo que solamente es para mí un montón de articulaciones fatigadas.

POETA DE OCASION Yo soy un poeta de ocasión, oportunista, es decir, si la ocasión se brinda lo que ¡ay! no suele ocurrir ni mucho m enos cada día me pongo a hacer poesía inoportuna. Traducción: Francisco Carrasquer


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JACOB GROOT

LAGO AMANTE

De una rata de m onte los ímpetus siento, y el rocío lunar como e l amor del viento ; mi corazón, e n cambio, crujidos no conoce jque r eluce m i cuerpo: como un niño de bronce! Duerme en mis ojos la luna por la noche, duerme en m is brazos el lago am ante t ierno mi corazón -jolas a t roch e y moch e!-, como el de un niño danza ahora ya m i cuerpo.

HABAKUK DE BALKER

LAS PATATAS

Apenas si se cría en esta tierra u m b rosa p lan ta más zafia, ni más jovial tampoco. Hay que ver 10 holandesota qu e es la patata y cómo danza tan tontamente primero ya en la cesta, como en nuestra boca luego. Color tiene de viejos y flácidos escrotos y de novias usadas hasta la médula; mas tiene, en cambio, la redondez del cerdo y su s facciones de moneda ruedan, ruedan ... En la sala de baile del divino predio, cómo se contonea tan contenta; pero sus fondos se los salvaguarda en su caja de ahorros bajo tierra . Traducción: F rancisco Carrasque r Seudónimo: Herman Ter Balkt


POEMAS

FRITZI TEN HARMSEN VAN DER BEEK

MI QUERIDA PATITA DE RATON

¿Qué tal, cómo está u sted? Yo bien. Aunque la verdad es que todo esto resulta fastidioso, boca ab ajo como estoy, y encamado en mis pensamientos hacia usted, y por si fuera poco aquí tan solitario. Yo sufro la primavera como un desm ayo tras otro. Me ha pasado tantas veces que lo tengo en mi ser y lo llevo como una tara congénita y aun esto entre la pulpa de los j acintos, yeso que los enfer_ meros de estas flores se arrodillaban ante los forasteros (lo he visto con mis p ropios ojos yendo una vez a Haarlem en tren). Hay que ver qué cosas tan dem entes y pecaminosas le escribo, pero eso es porque la primav,e ra del amor es una aberración - y no al r evés- , ya que espero que no caerá u sted en la tramp a d e perderse en un país extraño y que_ darse solitario. (Para la suerte de los vagabundos sólo es condicionante su lugar de origen.) Ahora ya estoy mejor del corazón, pero el jardín está últimamente h echo . una ruina, mi gacelita , una verdadera ruina, y estoy desesperado entre verdes impuros, tanto en ést a como en las próximas estaciones; mi cab eza está odiosa, mi madera h a degenerado en hojas y ya ve que escribimos entrado apenas m ayo. Es lo que tiene eso de que usted me ame en invierno y en vemno venga a obligarme a estar bajo un follaje extraño sin humor ' que lo valga y carente de toda chinería, teniendo como t engo, amor, el equilibrio de un anciano, y las tendencias de hacer ver que .el

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arroyo genera en tiernos, voraces ácidos de esas libe.. luliformes damas; porque es que yo sé ponerme en mi lugar. Punto sensible es éste. A simple vista una ventaja, pero es más esencial razón para entrar en situación que todas esas nulidades que mal lleven los preservativos de la vida del pensamiento hasta las mismas glorietas de la autocomplacencia; así sufren los mal motivados pero lógicos, porque ¿quién devora mis remordimientos, quién? Y si no, mire los árboles, pues que florecen a ciegas hasta dar sus frutos aun sin padre, con corrupción y fríos del invierno. Y, en cambio, ¡nunca ni una queja! Por que, mudamente, sÍ, el amor es lo suyo. Su natural. Amor me es connatural, es el amor para mí, etc. (firma ilegible) Traducción: Francisco Carrasquer

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JAAP HARTEN

EL GRAMOFONO PORTATIL DEL INVIERNO DEL HAMBRE

era mi única arma contra el calvinismo de la tía que vivía en n u estra casa y plañía a la antigua usanza o pasaba las págin as de su descascarillada biblia para consolarnos a nosotros, los niños, con palabras edificantes. Nos leía : «Como quienes nada tienen, poseyéndolo todo» (2 Corintios 6: 10) mirando de reojo al estofado de remolacha que había preparado mi madre. «¡Aplastad al odioso boche!» gritaba Guillermina por la emisora clandestina, pero nosotros nos limitábamos a beber sucedáneo de café y la criada a acostarse con el boche. Guardaba en el desván mi universo mítico sin Wagner, ni Lohengrin y el cisne. Ponía discos de Zarah Leander, y mi tía que a veces recogía aquellas notas las tachaba insistentemente de bajo con busto Paseaba en una bicicleta con ruedas de madera y tatareaba la música prohibida del enemigo que sucumbía en Rusia. No pensaba en la muerte; tenía 14 ·años y el sexo despierto. Traducción: F. J. García de la Banda


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JUDITH HERZBERG

EN ESE DlA En ese día del nacimiento a la muerte ¿en qué esperar? Al alba te curas las heridas y al crepúsculo las desgarras.

CADA MAÑANA Cada mañana, mientras se calza el zapato izquierdo y el derecho su vida entera se le aparece delante. Casi no le queda tiempo, a veoes, para ponerse el derecho. Traducción: F. J. García de la Banda


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JOTIE 'T HOOFT EN EL POEMA Las paredes son blancas, los psiquiatras amablemente sospechosos. Hay esperanza de curarse, pero no he visto a nadie todavía salir de entre los que habrán vuelto. Los días que camino hacia mi cuarto se confunden y truecan con los días en que veo a través como un cristal el mundo. A veces me despierto entre estridencias. A veces me transportan y anestesian y otras veces me veo atado corto. Hay momentos en que, meditando, me siento perfectamente eufórico y feliz por los siglos de los siglos: cuando pongo mis manos en la tierra y entonces mis manos son pequeñas. Traducción: Francisco Carrasquer

GERRIT KOMRIJ EL POETA Un buen día, una revista literaria Le hizo llegar una cartita Que decía: «Señor, sus versos No es taban nada mal, y un día De éstos daremos algunos a la estampa». Se le hinchó el pecho como un barco De guerra. Cambió de arriba abajo Su vida. Empezó a hacer ver que eran sus íntimos Amigos lo s grandes de este mundo. y si decías «ciudad», «urbe» decía; Si «imperdible », <<invencible» o cosa así; y un «ica:ray !» lo hacía «ioh, ay de mí!». i y quería ganarse así la vida! Traducción: Francisco Carrasquer


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POEMAS

RUTGER KOPLAND ONTOLOGIA Cuando pienso lo que ha sido de mí: ni lavaplatos, ni play-boy, ni vendedor de regaliz ... vuelvo a vivir, :l ejos del hoy, unas vivencias peregrinas: Así como ese vértigo de una gota colgando de una teja, el estar abrigado al r,egazo de una dama, o el estar de puntillas contra un vidrio de ventana tras el cual golosinas veo en unas bandejas.

UNA MADRE Se acerca con tiento al hijo para no pegarle un susto, lo coge con gran cuidado por no hacerle el menor daño y luego ... ¡zas! y ¡zas! y dale que te pego ... Traducción: Francisco Carrasquer

GERRIT KOUWENAAR NUNCA ESCRIBI UNA MENTIRA Nunca escribí una mentira y aún menos una verdad pero a todo sucede la muerte el camino es recto como un círculo así es: un futuro tan ciego como un hombre: estaba ante el espejo y se frotaba desesperado de sus labios la última boca de ella ya empieza el reino de la suciedad; huelo a sudor y a niños y a nutritiva mortalidad. Traducción: Francisco Carrasquer


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PATRICIA LASOEN

PAISAJE CON SOMBRERO ROSA «No hay ondas más suave s

que las de un campo de golf » piensa la dama del gran sombrero y guantes de ante. El caballero que a su lado, galante, se halla, mira un instante a sus senos en el vestido de crepe rosa y lanza luego de un gran golpe la pequeña bola blanca un buen trecho más alante.

LA COLORIDA VICTORIA DE MI TIA Mi tía ha pintado de rosa ciclan1en la puerta de la calle y las gentes de la vecindad la señalan con el dedo. ¡Oh, si lleva un delantal con dibujos de ChagallL y el carnicero de la esquina y el pálido tendero la contemplan asombrados y pintan sus puertas de azul turquesa claro. Traducción: F. J. Garcia de la Banda


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POEMAS

LUCEBERT

EPIGRAMAS JAPONESES MADUREZ

el calor avienta párpados por doquier el fruto ciego despierta

EMBRIAGUEZ

del mediodía a la noche la ginebra a troche y moche al claro de la alta Juna acecha el duende terrícola desde el liento boscaje y tose

ARREBATO

la lluvia mueve la hoja ebriedad es la lengua

CU liDAD O mi dios ha muerto quién me salvará las ranas croan y croan los relojes hacen tic-tac

OTOÑO

afuera los niños mutilan el silencio oh muñones cariños Traducción: Francisco Carrasquer


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HUGUES C. PERNATH

NO ESTOY TRISTE No estoy triste, no hay ternura que me cale Ni cuerpo que sienta el mío, Ni oído, ni confusión, ni inquietud En la inefable plaga de la lengua. A diario y cada vez más mortíferamente se me encoge Mi mundo entre las r amificaciones del dolor horrendo. A diestra y siniestra h e ido llevando el libr o último Y, aún con todas mis limitaciones, yo anatematizo A todo el que se quema y se empeña en ir mintiendo. Porque no otra cosa que la humildad, Que el consumar el acto de la duda. No otra cosa, digo, nos ha condiciona do. Yo hago que la luz repita las tinieblas Y re sucite la quietud sin gloria de la roca : Mientras se filtra el tenue hilillo de agua en las heridas Escucha la noche desnudándose y mi corazón que se atornilla. No me ha provocado mutación injerto alguno Ni liberal pasado me h a embriagado; mi r escoldo ninguno Se ha escindido en mi tanto, ni tanto se ha cumplido. Amo, escribo y soporto la amistad: Pero como albañil, tan libre como enmurallado. Voy rematando el templo cuya piedra angular última Será mi fin. Si bien, aún con la misma palabra Que expresa todo mi amor, siga viviendo .. . Al azote expuesto de esos signos solares a los que pertenezco. Traducción: Francisco Carrasquer


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POEMAS

PAUL RODENKO

SOL DE FEBRERO Se vuelv·e a abrir el mundo cual camarín de virgen liega desde las blancas lontananzas a vela lo que en la calle vive los obreros construyen con alumbrosas manos una casa sin ojos de escaleras y pianos. Los álamos se pasan con colegial zalema una pelota llena de gorjeos de pájaros y un invisible avión traza muy alto flores de un vivo azul sobre un vivo azul seda. Juega el sol a mis pies como una niña seria. y yo llevo la máscara recubierta de feLpa de la primera brisa de la primavera. Traducción: Francisco Carrasquer

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M. ROGGEMAN

NATURALEZA MUERTA Me miras como desde una vieja foto, como si te recorriese un doblez y ya no fuese posible volver a alisarte del todo. y en todo lo que tú dices no hay ni rastro de palabras. De noche es justo como si susurraran tus párpados. ASÍ, sin querer, avivan una y otra vez tu pena. Como delicada planta te ocultas tras la ventana, una existencia tras el cristal protegida. Tal vez no sea todo esto sino apariencia. No hay manual que ·e xplique qué hacer con sus sentimientos.


POEMAS

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Aquí es todo una vuelta a casa, un retorno, mas ¿de dónde? No hay nada más que explicar. Durmiendo no sacas nada. No, lo que nunca ha sido tampoco regresa nunc-a. Traducción: F . 1. García de la Banda

BERT SCHIERBEEK

MAÑANA

la soledad de un escritor ante la hoja en blanco que ya llora y no sabe cómo secar esas lágrimas y entonces decir : mejor mañana

COMUNIDAD CERRADA sueñan los padres con hijos y los hijos con madres y las madres con hijos y las hijas con padres e hijos de otros padres y madres y los hijos e hijas son sueños de padres y madres y las hijas e hijos niñas y niños cargados de sueños Traducción : F. J. García de la Banda


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POEMAS

KEES SCHIPPERS

NiO, NO NANETTE Tea for two antes de la guerra fue para papá algo muy serio ... y para mí, ahora que lo pienso. Por oírlo más rato de la cuenta perdió el paso, al paso de una casa con gramófono .. . y el tranvía número 2 y su salto: ¡Mamá venía en el otro! Traducción: Francisco Carrasquer

PAUL SNOEK

BALADA DE UN GENERAL Rojo de gloria y gordo de derrotas el general está lavándose con un agua humeante en su habitación única A lo largo de su carrera-escalafón las mujeres las tiene en dos hileras por su abdomen velludo con cojines de espadas. Abatido, abandona el general sus varoniles pechos, a la vez que una expedición militar queda, pendiente asignatura, por Europa. Mojado de agua y de Waterloo rojo se halla en pie el general ante la única ventana de su cuarto secándose con la tricolor. Traducción: Francisco Carrasquer


POEMAS

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EDDY VAN VLIET

TRINCADO ENTRE LENGUAS Y ADEMANES Trincado entre lenguas y ademanes de los antepasados hechos ya retratos y una aversión reblandecida contra el tiempo que aún queda. Los cuatro puntos cardinales emparedados de fallos y conatos y una casa en seguida con salidas tantas como chimeneas. Me puse a hacer en guisa de confirmar que vivo, a mi vez una vida. Que tras haber consumido su juguete y su risa recomenzará aquello cuyo fin se sabe de antemano.

y entretando como si fuese mentira todo eso anuncian alegremente los diarios que a las siete menos 3 de esta mañana la primavera ha nacido. Traducción: Francisco Carrasquer


POEMAS

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LEO VROMAN DOS

POEMAS BALI

Qué bien, cómo sus Dioses, más reales que sillares, no emprendían la huida al sentir que los veía, sino que, quietos, aguardaban a ver si yo advertía latir el pulso de sus muertos silencios sepulcrales

y de entr-e sus mujeres y sus niños , desde sus pliegues y plegadas manos , los pequeños exvotos de cromo abigarrado saltaban disparados en trenza y en hatillo flores y gentes que entre sí se pueblan hallaban en el cielo su morada por entre nubarrones altos como mangos por entre mangos altos como nubes negras y sobre la colina verde escama a escama.

JAKARTA A altas horas, la noche, sin respiro el zumbido de próximos mosquitos lo absorbía el zumbar de una a m edias desvelada m ezquita escozor picazón comenzón del hechizo. Algo más tarde, a la prima luz del día ya m e llegaba el frú-frú de tantas hojas caídas 'e n la noche que suavemente Lina iba barriendo en el atrio de baldosa con aquel su semblante hermoso hasta a porfía tarareando a flecos secretas tonadillas ¿ de graves himnos o de graciosas coplas? ¿Aires de aquellas islas de la Sonda? ¿Plegarias? ¿¡Rogativas? Amada Lina, ¿ cómo olvidar tus desahogos líricos que r-e conozco tanto en voz de Tíneke ahora mismo si he venido gozándolos por todo un medio siglo? Ah tu pueblo del que resulta e n suma que no sé más que estoy por vida enamorado de él cómo colma la vida ... mas la muerte también .

Brooklyn, 8 de febrero de 1988 Título original: «Twee Gedichten» Traducción: Francisco Carrasquer


POEMAS

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ELLY DE WAARD

PARA

B

El miedo es como unos pasos en la noche o el ámbito de vértigo en la imaginación sin asidero: o un gato convertido en piltrafa aplastada, pegada al macadam, una piel de conejo en los hombros de un guarda-bosque. La dura razón sola invalidada: - ¡oh ese refinamiento que va de roto a cuarteado que llega a las estrellas y es tan cauto! Tan suavemente como en el primer canto del agua, se dejó embarcar en otro poder. Enredado en el sentido, desdeñado, subalterno reflejándose en un trapo sucio, vence a pesar de todo el empeño por saber más y m ejor: retrotraída la propia mano, con sola aún la pLegaria cubriendo el anhelar de unas pisadas en la playa: cuerpo contra el que ablucionarse por la noche. Traducción: Francisco Carrasquer


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POEMAS

ELLEN WARMOND

PARCO

Parco en palabras en la cama más parco aún en palabras que en el buen usufructo de nuestras epidermis aun cuando poseemos más sonido que piel hasta parco en palabras por la calle si digo: mirad, por dónde va ... una vez más es ya demasiado tarde porque ha pasa do entretanto sólo a veces una palabra al vuelo: tú ah oh oye ¿ sabes?

o: cariño -cuando voy disimulandopero el amor es mayor cuanto menos nos h ablamos Traducción: Francisco Carrasquer


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HANS ANDREUS (1926-1977), poeta holandés, perteneciente al movimiento de los «Vijftigers» o «Experimenta listas», aunque mantenía en sus poesías también las formas tradicionales, como el soneto y la rima. D ebutó en 1951 con la colección Muziek voor kijkdieren (Música para animales miradores), seguida, entre otras, por De sonnetteD van de kleine waanzin (Los sonetos de la pequeña demencia), Het explosieve uur (La hora explosiva) y varias más. Escribió también dos novelas y libros infantiles. HERMAN TER BALKT (nacido en 1938), poeta holandés, debutó en 1974 con los Boerengedichten (Poemas de labriego). Es un poeta «salvaje», con un vocabulario a veces provocativo, intencionalmente grosero, pero de una gran expresividad. Se considera asimismo como un «anti-poeta». MAARTEN BIESHEUVEL (n. en 1939), escritor holandés. Debutó en 1972 con su colección de relatos In de bovenkooi (En el camastro superior), que causó un gran impacto. Se reveló como un gran narrador y publicó varios libros de relatos más, como Slechte mensen (Gente mala, 1973), Het nut van de wereld (La utilidad del mundo, 1975) y De verpletterende werkelijkheid (La aplastante realidad, 1979). Sus relatos, ligeramente melancólicos, con un pequeño toque del absurdo, han sido en parte inspirados por sus experiencias autobiográficas, como sus estancias en una clínica siquiátrica o su trabajo como marinero. LOUIS PAUL BOON (1912-1979), uno de los más grandes autores flamencos de este siglo. Publicó la mayoría de sus obras en Holanda. Era marxista, pero con un espíritu increiblemente independiente y crítico, arremetiendo sobre todo contra la hipocresía tanto en la derecha como en la izquierda. Esto queda reflejado más que nada en su gran novela El camino de las capillitas (1953, publicada en 1979 por A lfaguara en la traducción de F. Carrasquer). Escribió numerosas novelas, inspiradas algunas en la histori a de Flandes, y una novela corta, Menuet, que es una pequeña joya literaria. Este último libro será publicado en España por la editorial Prensa Universitaria en Palma de Mallorca. RUGO BREMS, n. en 1944 en Heverlee, Bélgica. Catedrático en literatura moderna neerlandesa en las Universidades de Lovaina y Bruselas, y autor de varios libros y ensayos sobre poesía. JEROEN BROUWERS (n. en 1940), autor holandés, debutó en 1964 con la colección de relatos Het mes op de keel (Entre la espada y la pared). Gran parte de su obra reviste un carácter autobiográfico, y la muerte es uno de los temas centrales. Publicó en 1983 un impresionante estudio sobre los numeros os suicidios de autores y poetas neerlandeses y flamencos : De laatste deur (La última puerta), De Zondvloed (El Diluvio, 1988). Es también un polemista sagaz y temido. REMCO CAMPERT (n. en 1929), poeta y escritor holandés. Perteneció al movimiento de los «Vijftigers». Debutó en 1951 con la colección de poemas Vogels vliegen toch (a pesar de todo, los · pájaros vuelan), seguida por numerosos libros de relatos, de poemas y de novelas, de las cuales una, Gangstermeisje (Chica-gángster) ha sido llevada a la pantalla. Tanto su poesía como su prosa se caracterizan por una sutil ironía y un gran poder de observación. Sabe manejar el lenguaje común con una virtuosidad que a veces hace pensar a Raymond Queneau.


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CARMIGGELT (1913-1988), autor holandés que, con el seudónimo de «Kronke!» (Meandro) ha cultivado durante 50 años el género del «cursiefje», pequeñas columnas diarias en los periódicos, recopiladas luego en varias decenas de libros. Toda su obra se caracteriza por un poder de observación extremadamente sagaz. Carmniggelt fue un verdadero maestro del humor melancólico, tan típicamente holandés. FRANCISCO CARRASQUER, poeta español de Lérida, exiliado desde la guerra civil. Publicó cuatro libros de poesía, entre otros Vísperas. Vivió desde los años 50 hasta 1984 en Holanda, donde enseñó en la Universidad de Leyde. Es también traductor y ha traducido, entre otros, al Max Havelaar de Multatuli. Publicó asimismo tres colecciones de poesía neerlandesa y flamenca. Ha sido galardonado con los más importantes premios para la traducción, tanto en Holanda como en Bélgica. Francisco Carrasquer ha hecho, sin dud a, más que nadie para la promoción de la literatura neerlandesa en España. RUGO CLAUS (n. en 1929), poeta, novelista y dramaturgo flamenco, pero publicando en Holanda. Estudió en la Academia de Bellas Artes y en la Escuela de Teatro en Gante, se afilió al grupo Cobra y perteneció al movimiento de los «Vijftigers», escribiendo poesía experimentalista. Debutó como novelista en 1950, con De metsiers. Después publicó numerosas novelas y obras de teatro, escritas todas en un estilo plástico y poético, y dando muestras de un gran compromiso social. Varias de sus obras han sido traducidas al francés y otros idiomas. En 1983 publicó la gran novela La tristeza de Bélgica, que aparecerá en breve en España, en la traducción de Carmen Bartolomé, en ediciones Alfaguara. Een zacbte vernieling (Una destrucción blanda, 1988). HERMAN DE CONINCK (n. en 1944), poeta flamenco. Debutó en 1969 con De lenige liefde (El amor flexible). Escribe en un estilo neo-realista, con metáforas y hallazgos sorprendentes y un humor mezclado con una cierta melancolía. CARMEN BARTOLOME CORROCHANO, 11. en 1961 en Buenos Aires. Argentina. Licenciada en Filología inglesa por la Universidad Complutense de Madrid y la Vrije Universiteit de Amsterdam. Reside en los Países Bajos, donde trabaja como traductora literaria. RAOUL CHAPKIS (n. en 1935), en realidad Hugo Brandt Corstius, es el autor holandés con mayor número de seudónimos, quizás una docena. Es matemático de profesión y escribe una prosa extremadamente sarcástica, que a veces provoca auténticos escándalos entre las indignadísimas víctimas. Sus pequeños ensayos se caracterizan sobre todo por una especie de lógica ad absurdum. ADRIAAN VAN DIS (n. en 1946), autor holandés y presentador de TV. Debutó en 1984 con la pequeña novela Nathan Sid, con la cual se reveló como un narrador prometedor. En 1988 apareció Casablanca, pequeña recopilación de relatos y memorias autobiográficas. JAN EIJKELBOOM (n. en 1926), holandés, originalmente periodista, pero se reveló mucbo más tarde, en 1979, con su colección Wat blijft komt nooit terug (Lo que queda, no vuelve jamás), como uno de los más destacados poetas de los Países Bajos, y también como un excelente traductor de poesía (Philip Larkin). Publicó, entre otros, De gouden man (El hombre de oro), y, en 1987, De wimpers van de dageraad (Las pestañas del alba). JAN G. ELBURG, n. en 1919 en Wemeldinge, Holanda, uno de los fundadores del grupo de poetas experimentalistas, De Vijftigers. Autor de varios libros de poesía, como: De vlag van de werkelijkbeid (La bandera de la realidad), 1960, Streep door de rekening (Borrón y cuenta nueva), 1965 y Vroeger komt later (Antes llega después), 1986. F. J. GARCIA DE LA BANDA, n. en Madrid, en 1959. Licenciado en Filología Inglesa. Estudios de traducción en el Instituto de Traductores, U . Complutense, y de Neerlandi'stica en la Universidad Libre de Amsterdam. Es profesor de inglés y neerlandés. Traduce poesía inglesa, neerlandesa y sueca.


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JEF GEERAERTS (n. en 1930), autor flamenco. Pasó va ri os años en la a nti gua coloni a belga del Congo, como funcionario y militar. Es un autor «v iolento», con un estilo directo, provocador. Varias de sus novelas ha n sido cla ramente inspi radas por sus experiencias en la colonia. Publicó. entre otros: Gangreen 1, Black Venus ( 1963). Gangreen n, De goooe moordenaar (G angrena JI, el buen ases ino, 1972) , Gangreen m , Het teken van de hond (El signo del perro, 1975). Gangrcen IV, Hel zevende zegel (El séptimo sello , 1977) y Zand (Aren a, 1988). EVA GERLACH (n. en 1948), poeta holandesa. Debutó en 1979 con Verder geen leed (No más pena), galardonado con dos importantes premi os de poesía. Escrib e un a poesía sencilla, pero muy profunda. Su colecci ón Domicilie (Domicil io) a pa reció ..en 1988. . GUST GILS (n. en 1924), poeta flamenco. Perteneció a la generación de los «Vijftigers». Debutó en 1953 con Partituur voor Vlinderbloemigen (Partitura para papilionáceas). que fue seguida por numerosas otras colecciones, como Manuscript, gevonden tijdens nchtervolging (Manuscrito hallado durante la persecución, 1967) y Een handvol ingewanden (Un puñado de entrañas, 1977). Sus poemas se caracterizan po r un extraño humor. HERMINE DE GRAAF (n . en 1951), autora holandesa. Debutó en 1984 con un a colecc;i6 n de relatos, Een kaart, niet het gebied (Un mapa, no el territorio) , gala rd onada con un importante premio literario, que ya inmediatamente estableció su fama. T ambién su última novela corta, De regels van het huis (Las normas de la casa, 1988) ha tenido un gran éxito. JACOB GROOT (n. en 1947), poeta holandés. Debut6 en 1970 con Net als vroeger (Igual como antes). Sus poemas, tanto en esta como en las posteriores colecciones De droom van het denken - El sueño del pensar, o Op komsl - A punto de llegar) se ca racterizan por un lenguaje sencillo, neo-romá ntico. HELLA HAASSE (n. en 1918), escritora hol andesa. Pasó su infancia y juve ntud en Indonesia. Debutó, en 1948, con la novela corta Oeroeg. Muchas de sus numerosas novelas, como De verborgen bron (La fuente escondida) o De ingewijden (Los iniciados) se inspiran en temas históricos, sobre todo la historia clásica. Es también dra maturgo y ensayista. En su novela Een gevaarlijke verhouding of Daal-en-Bergse brieven (Una relac ión peligrosa o las cartas Daal-en-Bergse), una novela epistotolari a, inspirada en la fa mosa obra de Choderlos de Lacios , se imagina un a correspondencia entre la protago nista de Les Iiaisons dangereuses y ella misma. FRlTZI TEN HARMSEN VAN DER BEEK (n. en 1927). poeta hola ndesa. Escribe un a poesía muy original, con sorprendentes hallazgos y un humor lindante co n el absurdim o. Debutó en 1965 con Geachte Muizepoot (Querid a pata de ratón). Esc ribe también relatos. MAARTEN 'T HART (n. en 1944) , escritor holandés y biólogo, especializado en la etiología. Debutó en 1971 con Stenen voor een ransuil (Piedras pa ra un antillo). Publicó luego numerosas colecciones de relatos y novelas, con un ma rcado elemento autobiográfico. De steile helling (La cuesta empinada, 1988). Su educació n rigurosamente calvinista ha tenido en ellas una gran influencia. H a publicado también · numerosos artículos y ensayos científicos. JAAP HARTEN (n. en 1930), poeta y autor holandés . Debutó en 1954 con la colección de poemas Studio in daglicht (Estudio en luz de día). Aparte . de numerosos libros de poesía publicó también algunas novelas y colecciones de relatos . HEERE HEERESMA (n. en 1932), escritor holandés. que debutó en 1953 con la novela corta Kinderkamer (Cuarto de niños), seguida por varias colecciones de relatos y novelas. Sus novelas. cortas Un día en la playa y El pez han sido publicadas en España en 1971. Su obra se caracteriza por un humor que se presenta en las formas más variadas e insospechadas: de un humor sutil y melancólico o absurdo hasta el humor más negro y clnico.


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J UDITH HERZBERG (n. en \ 934), una de las más destacadas poetas holandesas. Debutó en \ %3 con Zeepost (Correo marítimo), seguido por, entre otros, Beemdgras (Espiguillas, \968), BotshoJ (1980) y Dagrest (Resto de día, 1984). Escribe una poesía clara, aparentemente sencilla, armoniosa y a veces con un humor muy sutil. JOTIE 'T HOOFT (1956-\977), joven poeta flamenco mu y prometedor, qu e, a ntes de morir a la edad de 2\ años por una sobredosis de cocaína, habí a escrito tres sorprendentes libros de poesía, caracterizados por el neo-romanticismo, y escritos en un estilo único. Todas sus obras han sido publicadas después de su muerte: Schreeuwlandschap (Paisajegrito, L979); Junkieverdriet (Y onqui triste, \980), y Poesía completa en \ 983. POL "HOSTE, n. en 1947, autor flamenco . Debutó en 1980 con la novela De veranderingen (Los cambios), seguida por Vrouwelijk enkelvoud (Singular femenino, 1987), descripción de cinco mujeres en sus diferentes situaciones de trab ajo y que en realidad no son más -que una sola mujer. Utiliza un lenguaj e sorprendente. F . B. HOlZ, n. en 1912, autor holandés y músico de jazz. Debutó mu y ta rde, en 1976, con la c.olección de relatos Dood weermiddeJ (Fuerza defensiva muerta) y se reveló como un narrador sorprendente. Muchos de sus relatos están situados en el pasado o en el ambiente de los músicos de jazz. Sabe evocar a la perfección la atmófera de los primeros decenios de este siglo. MENSJE VAN KEULEN, n. en 1946, autora holandesa, que debutó en 1972 con la novela Bleekers zomer (El verano de Bleeker). Tuvo mucho éxito también co n su colección de relatos AllemaaJ trancn (Nada más que lágrimas , 1972), y se reveló como una narradora cautivadora. GERRIT KOMRU, n. en 1944, poeta hol andés. Debutó en 1968 con Maagdcnburgcr bollen (Hemisferios de Magdeburgo). Su poesía se caracteriza p or un humor feroz, casi cínico y una cierta vlltuosidad de estilo. Es también un crítico y ensayista mordaz y temido. RUTGER KOPLAND, n. en 1934, poeta y psiquiatra holandés. Debutó en 1966 con Onder het vee (Entre el ganado). Sus poesías AUcs op de fiets (Todo en bicicleta). Wie wat vindt hecft slecht gezocht (Quien encuentra algo, mal ha buscado) y otras. se caracterizan por una cierta melancolía, mezclada co n humor e ironía. RUDY KOUSBROEK, n. 1929, uno de los ensayistas más brillantes de los Países Bajos. Formaba parte del movimiento de los «Vij ftigers». H a vivido la mayor parte de su vida 'en París. Publicó varias colecciones de ensayos, entre otros los Anathemas, en total 5 tomos: De waanzin aan de macht (La demenci a al poder, 1979), y otros, dond e a rremete sobre todo contra el irrac ionalismo de la política, de las religiones y de la vida cotidiana. En sus ensayos se mezcla siempre la sagac idad con el humor y la ironía . GERRIT KO UWEN AAR , n. en \ 923 en Amste rdam ; un o de los fund ado res del grupo de poetas ex perimentalistas . De Vijftigers. Debutó en 1949 co n el libro de poesía Goedemorgcn haan (Buenos dí as. gallo). Publi có después numerosas colecciones de poesía. entre otras : Gebruik van woorden (Uso de palabras). \ 958 ; Sin! Helena komt Jater (Santa H elena viene después) , 1965. y Volledig volmaak!c oneetbare perzik (Melocotó n completamente perfecto e incomestible), 1978. YVONNE KROONENBERG . n. en 1950 en Amsterdam. Es tudi ó sicología y practi ca ba durante un os años como sicólogo, hasta que descubrió qu e la escritura le dab a más satisfacción . Colabora en vari os peri ódi cos y revistas y publicó en 1986 un a colecc ió n de sus cró nicas : Alle mannen willen 'Inaar één ding (Todos los hombres sólo qui eren un a cosa). Tiene en prepa ració n otra colecció n: Volmaakte benen (Pie rn as perfectas). PATRICIA LASOEN , n. en 1948, poeta fla menca. Debutó en 1971 con la colecci ón Recepten van verhalen (R ecetas de relatos), seguida, entre otras, por Eeen zachte, wrede, okerbruine dood (Una muerte suave, cruel, de color mo rena- ocre, 1975) y Landschap mel roze hoed (Paisaje co n sombrero rosa). Su poesía. de tipo neo realista, se caracteriza por un a cierta melancolí a. mezclada con un hu mo r ex tra ño y siempre sorprendente.

RONALD LEW1N , n. en 1950. en Cochamba mba, Bolivi a, mur ió en octubre de 1987 en Amsterdam. Estudió liter atura en EE. UU . y Hola nda. Vivió desde 1974 en Amsterdam . T rabajó como traducto r pa ra la CEE en Luxemburgo y ta mbién como traductor literario. Publicó en \ 981 una colección de poesías bilingüe: Sced and pollen (Semillas y polen).


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LUCEBERT, n. en 1924, poeta, pintor y grafista holandés. Uno de los parti cipantes más destacados del movimiento experimentalista de los años 50, y del grupo Cobra. «El emperador de los Vijftigers», como le llamaban entonces, utiliza en su poesía un lenguaje auténticamente experimentalista. Publicó la mayoría de sus poemas en los añ os 50: Apocrief (Apócrifo), Van de afgrond en de luchtmens (del abismo y del hombre aéreo). Durante los años 60 y 70 se dedicó más a la pintura y las artes gráficas, pero en los años 80 volvió a publicar poesía. Una antologí a de sus poemas, traducidos por F . Carrasquer, fue publicada en 1978 por Plaza & J anés. FRANCISCA LLABRES ESQUILAS, n. en 1961 en Madrid . Tradu ctora dipl omada de la Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes, Uni ve rsidad Autónoma de Ba rcelona en francés ; intérprete jurada en fran cés y catalán. CATALINA LLULL BARCELO , n. en 1961 en Manacor, Mall o rca. Traductora diplomada de la Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes, U niversidad Autónoma de Barcelona en francés ; inglés. HARRY MULISCH, n. en 1927, uno de los más grandes y polifacéticos autores co ntemtemporáneos de los Países Bajos. Publicó numerosas novelas y colecciones de relatos, corno: Archibald Strohalm, 1952; De verteller (El narrador, 1970), Oude lucht (Aire viejo, 1977); obras filosóficas y ensayistas, como : Voer voor psychologen (Pasto para sicólogos, 1961), De toekomst van gisteren (El futuro de ayer), De compositie van de wereld (La composición del mundo, 1980); reportajes, corno De zaak 40/61J (El pleito 40/61, 1962, sobre el juicio de Eichmann) ; obras de teatro , como Oidipous, Oidipous, 1972; una ópera, ReconstTuction, y también poesía. Sus novelas La cama de piedra, El atentado y Dos mujeres han sido traducidos al español y publicados, respectivamente. por Seix Barral (1%3), y Tusquets (1987 y 1988). De eIementen (Los elementos, 1988). ROB NIEUWENHUIS, n. en 1908, autor holandés, especialista en la historia de la literatura de las Indias orientales neerlandesas. Con el seudónimo E . Breton de Nijs publicó novelas Vergeelde portretten (Retratos amarillados, 1954) y otros libros. CEES NOOTEBOOM , n. en 1933, escritor y poeta holandés, originalmente rel acionado con el grupo de los «Vijftigers». Debutó en ) 955 con la novela IJ.>hilip en de andcrcn Philip y los otros). Publicó después varias colecciones de poesía experimentalista. novelas y obras de teatro , entre otras De zwanen van de Thccms (Los cisnes del Támiscs). Es un gran viajero, y las experiencias de sus viajes se refl eja n no solamente en sus excelentes reportajes y libros de viaje, sino también en sus novelas (co mo la magní fica novela corta Mokusei) y en algunos de sus poemas . Su novela Rituales ha sido publicada en 1987 por Edhasa. MONICA VAN PAEMEL, n. en 1945, autor fl amenca. Debutó en ) 97 1 co n la novela Amazone met het blauwe voorhoofd (Amazona co n la frente azu l) , seguid a por otras. como Confrontatie (Confrontación) y, últimamente, Vermalcdijde vadcrs (Malditos padres). El terna de la mujer es predominante en todas sus obras. Su estilo es directo. conciso , con un tono a veces sa rcástico, casi cínico. PIETER VAN DE PA YERD. n . en ) 958 en Haarlem, Países Bajos. Licenciado en Ciencias Geológicas por la Vrije Universiteit de Arnsterdam. Compagina sus trabajos de investigación con la traducción al español y al inglés. HUGUES PERNATH (1931-1975) , poeta flamenco, muy influenciado por los «Vijftigers». Debutó en 1958 con Het uur Marat (La hora Marat), seguido por, entre otros: Instrumentarium voor ecn winter (Instrumentario para un invierno . 1963) y Mijn tegenstem (Mi voto en contra). Su poesía es sobre todo la expresión de su pesimismo existencial. y del «desamorado paisaje de su soledad». HUGO RAES!, n. en 1929, escritor flamenco , publicando en Holanda. Raes , que debutó en los años 50 con poesía experimentalista, se reveló luego como un autor extraordinariamente prolífico "e imaginativo. Publicó numerosos relatos y novelas, donde destacan los elementos fantásticos y futuristas , rozando muchas veces el terreno de la ciencia ficción. Algunas de sus obras: De lotgevalIen (Las peripecias, 1968); Reizigers in de antitijd (Viajeros en el anti-tiempo, 1971) y De verwoesting van Hyperion (La destrucción de H yperion, 1978).


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PAU L RODE N KO (1920-1 976), poe ta y prosaísta hola ndés, que pertenecía a la generación de · los 50 considerado como el teórico del grupo. Debutó en 1951 con Gedichteo (Poemas). 'E scribió asimismo relatos y publicó varias antologías de poesía, y comentarios sobre la poesía experimentalista. WILLEM M . ROGGEMAN, n . en 1935, poeta y novelista flamenco, con influencias de los «Vijftigers», sobre todo en sus inicios. Debutó en 1957 con Gedichteo (Poemas). Algunos de sus versos están inspirados en la música de jazz, como: Rhapsody io Blue e In the Jazz Workshop. WARD RUYSLINCK, n. en 1929, autor y poeta flamenco , que debutó en 1948 con el libro de poesía lo memoria m fratris, pero que se dedicó luego más a la prosa. Publicó numerosas novelas y relatos, donde el compromiso social se mezcla con el humor. Una de sus más destacadas co lecciones de relatos es Lcegstaande huizen (Casas vacías), publicada en 198 2.

l EA N SCHALEKAMP, n. en 1926, ecritor y traductor holandés. Debutó en 1962 con la colección de relatos De dolle trams (Los tranvías locos). Publicó algunas novelas De sneeuwvrouw wacht (La dama de nieve espera, 1985) y tradujo numerosas novelas del fra ncés, inglés y español al holandés. Enseñó literatura neerlandesa en la Universidad de Minnesota (1977-1979) como «w riter in residence». Escribe tambi én en español (De una isla no se puede escapar. 1987). BERT SCHIERBEEK. n. en 1918 . poeta ho landés, un o de los representantes m ás prominentes del grupo de los «Vijftigers». D ebutó en 1945 con Tcrreur tcgcn terreur (Terror con tra terro r). Su libro Het boek ik (El libro Yo) fue el primer ejemplo de «prosa experimental» en los Pa íses Bajos. En realidad es difícil delimitar, sobre todo en sus obras de los años 50 y 60. un a distinci ón entre la prosa y la poesía. Se trata más bien , como él mismo lo defi ni ó, de «proesía». Entre sus libros de poesía pura destacan: Ecn grot6 dorst (Una gran sed), Binncnwcrk (Trabajo interior) y Formentera. Publicó . también ensayos y teatro. Varios de sus poe mas han sido traducidos al español. publicad os en tre otros en Méx ico. y a l cata lá n. . .


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KEES SCHTPPERS. n. en 1 9~6 . poda \' prosaísta holandés. Debutó en 1963 con el libro de poemas De waurheid als Dc koe (La verdad como La vaca). Gran experimentador con la lengua y la realidad , lleno de humor e ironía, y portavoz de los neo-realistas . Fundó la curiosa revista de textos Barbarber. PAUL SNOEK (1933-1981), poeta y pintor flamenco. Debutó en 1955 con el libro de poesía Noodbrug (Puente de fortuna) . Al principio estaba muy cerca de los experimentalistas. Escribió una poesía refinada, virtuosa, pero también, a veces, algo grotesca, llena de ironía. Otras obras suyas De zwarte muze (La musa negra) y Bultaco'250 ce (1971). AAFKE STEENHUIS, n. en 1946, periodista y escritora holandesa, especializada en temas feministas y latino-americanas. Publicó , entre otros, Chileens Dagboek (Diario chileno, 1974); sobre Nicaragua: Revolutie en realisme (Revolución y realismo); Denken over liefde en macht (Reflexionar sobre amor y poder, 1982) y De wereld als voorstelling en will (El mundo como idea y voluntad). HANS TROMP, nació y estudió en Nimega (Nijmegen , Nederland). Examen doctoral de Filosofía y Filología 1964. Desde 1968 Profesor de neerlandés en la Universidad Complutense de Madrid. Coautor de las publicaciones : Nueva Narrativa Neerlandesa (1980) ; El neerlandés. La lengua de 20 millones de neerlandeses y flamencos (1987 2. a ed:) y Gramática neerlandesa (1982 3. a ed.). JOS V ANDELOO, n. con De muur (La sociedad moderna. Mannen (Hombres,

en 1925. escritor y poeta flamenco. Debutó como prosaista en 1958 pared) . Sus temas preferidos son la alienación y los pavores en la Otras obras: De coladrinkers (Los bebedores de coca cola, 1968), 1975) y Vrouwen (Mujeres, 1978).

EDDY VAN VLIET, n. en 1942, poeta flamenco . Debutó en 1964 con Het Iied van ik (El canto de yo). Otros libros destacados: Het grote verdriet (La gran tristeza, 1974) y Jaren na maart (Años después de marzo). LEO VROMAN, n. en 1915, poeta holandés. que vive desde 1945 en Estados Unidos, donde trabaja como biólogo. Debutó en 1946 con Gedichten (Poemas), seguido por numerosas otras colecciones de poemas, donde generalmente el amor ocupa un lugar prominente. Sus poemas se caracterizan por un tono casi conversacional , pero están llenos de sorprendentes imágenes y asociaciones. Publicó también una colección de poemas en inglés . con ilustraciones suyas Just One More World (1976) y algunas novelas: Tineke (1948) y Het Carnarium (1973). ELLY DE WAARD. n. en 1940, poeta holandesa. Debutó en 1978 con la colección de poemas Afstand (Distancia), de carácter autobiográfico. Su poesía se caracteriza sobre todo por un cierto romanticismo melancólico y nostálgico . Otras colecciones: Luwte (Resguardo , 1979), Furie (Furia, 1981) y Strofen . (Estrofas. 1983). ELLEN WARMOND, n. en 1930. una de las más destacadas poetas holandeses, perteneciente al grupo experimentalista de los «Vijftigers». Debutó en 1983 con Procftuin (Jardín experimental). Otras colecciones: Omgekeerde wercld (Un mundo al revés. 1957) y Gcen blocmen, gecn bczoek (No ha y flores. no ha visita. 1968).

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LITERATURA NEERLANDESA EN ESPAÑA La literatura neerlandesa pertenece, como la escandinava y tantas otras, a lo que suele llamarse «las pequeñas literaturas», que, por la barrera del idioma, tienen muy difícil acceso al mercado mundial del libro. Sin embargo, la lista de obras neerlandesas traducidas al español, es relativamente larga. Ya en el primer decenio de este siglo se publicaron en España obras de autores ahora clásicos, como Couperus y Multatuli. En. los años 50, la obra universalmente famosa de Anne Frank se convirtió en un auténtico «best-seller», consiguiendo muchísimas ediciones. En aquellos años se publicaron también obras de autores como Maria Dermoút, Jacoba van der Velde y Johan Daisne, pero, en la mayoría de los casos se trataba de traducciones desde el inglés o francés. Aparecieron también varias ediciones de las obras más conocidas del gran filósofo Johan Huizinga. En 1963 se publicó por primera vez una obra de la. nueva literatura de vanguardia, traducida directamente del neerlandés: «La Cama de piedra» de Harry Mulisch. Desgraciadamente la obra sufrió varios cortes por la censura. Además, gracias a los esfuerzos de F. Carrasquer, el público español podía conocer los poemas de gran número de poetas modernos holandeses y flamencos. En los últimos años el interés por la literatura neerlandesa en España está creciendo, y afortunadamente se puede decir lo mismo en sentido contrario: porque después de los años del 'boom' latinoamericano, que habia prácticamente eclipsado a la literatura de España, los neerland(!ses empiezan a descubrirla nuevamente. En esta relación de obras traducidas al español, he tenido que limitarme a los autores más importantes, publicados en España en los últimos 20 años. No he mencionado la literatura juvenil, porque la lista sería demasiado larga: del autor Dick Bruna, por ejemplo, han sido publicados aquí decenas de libros, y también varios otros autores; de libros juveniles o infantiles han encontrado un mercado en España. Tampoco he mencionado obras de índole no estrictamente literario, como libros de sociología, historia y otras. GERRIT ACHTERBERG, <<Antología de sus poemas», seleccionados y traducidos por F. Carrasquer, Buenos Aires, Losada, 1968. J. C. BLOEM, «Antología de sus poemas», seleccionados y traducidos por Henriette Colin , Plaza y J anés, Barcelona, 1970. LOUIS PAUL BOON , «El Camino de la capillita», trad. por F. Carrasquer, Barcelona. Destino, 1980. F. CARRASQUER , <<.Antología de la poesía neerlandesa moderna», ed. bilingüe, El Bardo, Barcelona, 1971. F. CARRASQUER, «Nueva Antología de la poesía neerlandesa», El Bardo, Barcelona, 1988. RUGO CLAUS, «La Pena de Bélgica» (título provisional), trad. por Carmen Bartolomé Corrochano y Pieter van de Paverd, de próxima aparición en ed. Alfaguara, 1988. LOUIS COUPERUS, «Fuerza oculta», trad. por Jean Schalekamp, de próxima aparición , 1988, ed. Prensa Universitaria, Palma de Mallorca. HEERE HEERESMA, «Un día en la playa». trad . por Alfonsina Janés, ed. Destino, Barcelona, 1971. KAREL JONCKHEERE, «Antología de cuentos neerlandeses», trad. por José Ferreras. ed. Grijalbo, Barcelona, 1975. HUBERT LAMPO , «El advenimiento de Joachim Stillen), trad. por Rosa Misiego i L1agostera, ed. Destino, Barcelona, 1981. LUCEBERT, «Antología», trad. por F. Carrasquer, ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1978. HARRY MULISCH, «El atentado», trad. por Felip Lorda i Alaiz, Tusquets Editores, Barcelona, 1987. HARRY MULISOi , «Dos mujeres», Tusquets Editores , Barcelona, 1988. MULTATULI, «Max Havelaan), trad. por F. Carrasquer, ed. BatIló , Barcelona, 1975. CEES NOOTEBOOM , «Rituales», trad. por F. Carrasquer, Ed. Edhasa, Barcelona, 1987. lONA OBERSKI , «Infancia», trad. por lean Schalekamp, ed. Barcelona, 1987. WARD RUYSLINCK , «Al margen de la vida», trad. por Roser Misiego , ed. Narcea, Madrid, 1976. BERT SCHIERBEEK , «Antología de sus poesías», trad. por varios, Méjico, 1987. HAN~ TROMP, «~uev~ narrativa neerlandesa», selección de Hans Tromp, trad. por colectIvo de la UnIversIdad Complutense, Ed . Swan. Madrid, 1980.


SIMON VESTDlJK, «Por siempre otoño», trad. por F. M. Larda Alaiz, ed. Aguilar, Madrid, 1972. J. W. VAN DE WETERING , «El espejo vacío», «Experiencias en un monasterio Zen». trad. del inglés por Marcelo Covian. ed. Kairos, Barcelona, 1975 . En preparac ión : «El Libro de la Pintura (1604), de Karel van Manden>, trad. por un colectivo de la Universidad Complutense . Madrid . bajo la dirección de Hans Tromp.

J. S.

La casa de los escritores en Amste rdam INSTITUC IONES LITERARIAS VERENIGING VAN LETTERKUNDlGEN EN VAKBOND VAN SCHRIJVERS (Asociación de Literatos y Sindicato de Escritores). Engloba los siguientes grupos de trabajo: Traductores ; Dramaturgos y Autores de libros juveniles; Fondo de Ayuda a Autores Necesitados : Het Schrijvershuis , Huddestraat 7. 1018 HB, Amsterdam, tel. 20-240803. FONDS VOOR DE LETTEREN (Fondo para las Letras). Huddestraat 7, 1018 HB Amsterdam , tel. 20-235708. STICHTING SCHRIJVERS SCHOOL SAMEN LEVING (Institución que organiza conferencias de autores en colegios). Huddestraat 7. 1018 HB Amsterdam. tel. 234923. (Todas esas instituciones tienen la misma dirección. que es Het Schrijvershuis (La casa de los escritores). STICHTING VERTALINGEN (Institución para la promoción de la literatura neerlandesa al extranjero): SingeI462, 1017 BV Amsterdam. PEN Nederland: Meerweg 25 , 1405 BC Bussum. LETTERKUNDIG MUSEUM (Museo de Literatura) : Prinses Irenepad 10. 2595 BG Den Haag.


República de las Letras NUMEROS MONOGRAFICOS 13.

Los ESCRITORES y LA LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL.

14.

ESCRIBIR: VOCACIÓN Y PROFESIÓN.

15.

Los ESCRITORES y LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA.

1.

Extra.

LA GUERRA CIVIL. CULTURA y LITERATURA.

16.

LA EDICIÓN EN ESPAÑA.

17.

LA CIÚTICA LITERARIA.

2.

Extra.

LITERATURA FINLANDESA.

18.

ULTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA (1).

19.

ULTIMAS TENDENCIAS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA

20.

LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL.

21.

PORTUGAL Y ESPAÑA: Dos SOCIEDADES, DOS TRANSICIONES, DOS LITERATURAS.

22.

LA SITUACIÓN DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS: LA NOVELA. EL CUENTO

3. Extra.

(2).

(1).

LITERATURA NEERLANDESA .

Próximo número: LA SITUACIÓN DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS: LA POESÍA. EL TEATRO (2). REPUBLICA DE LAS LETRAS. A. C. E.

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