Año 25 • Número 12
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, JESÚS!
Celebremos la Navidad
Un Salvador para todos
Tanto amó Dios al mundo
Recobrar la alegría
El regalador por excelencia
Año 25, número 12
A NUESTROS AMIGOS
la esencia de la navidad
La Navidad parece haber perdido su fulgor en muchas partes del mundo. Tradiciones de larga data han quedado archivadas, dando paso a adornos chillones que hoy son tendencia. Paradójicamente, todas esas luces deslumbrantes y chucherías estrafalarias han opacado aquella luz pura que emanaba de la celebración. Muchas culturas que otrora atesoraban el rico acervo navideño han ido apagando su ambiente festivo, al punto de que ya no hay mucho de qué regocijarse. Los pesebres o nacimientos se sustituyeron por figuras chabacanas y los tan añorados villancicos por cancioncillas sonsas, que si bien resultan divertidas, nos dejan vacíos.
Indaguemos cómo recobrar el verdadero sentido de la Navidad festejando la buena nueva de que «Dios amó tanto al mundo, que dio a Su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16 nvi).
Todos tenemos la posibilidad de sembrar la luz de Jesús en las fiestas de Navidad. ¿Cómo? Siendo considerados con las necesidades de los demás, dando con generosidad y compartiendo lindos momentos. Dios dio lo más preciado que tenía; nosotros también podemos contribuir con algo. Todo lo que rima con Navidad cabe. No tiene que ser nada grande ni caro. Una llamada telefónica, tan escasas hoy en día. Ofrecer ayuda a quien anda sobrecargado. Una tarjeta de aprecio, a la antigua. Una canasta de productos básicos para una familia necesitada. Un juguete reciclado para un niño infortunado. Un rato para escuchar a alguien sin prisas. Una visita largamente postergada. Un pequeño gesto realizado pesa mucho más que una camionada de buenas intenciones. «La idea es», como dijo alguien certeramente, «convertir a cada persona en acreedor de gestos cálidos, emulando a los Reyes Magos en Belén».1 ¿Quieres pasar una feliz Navidad? Abre el corazón y da. No quedarás defraudado. Es fácil ante tanta maldad pensar que nuestra pequeña y tenue luz de nada sirve, pero unida a otras tantas que se encienden por ahí en estas fechas, podemos alumbrar este mundo de sombras y marcar una diferencia. Retomemos el auténtico espíritu de la Navidad y celebremos de corazón el nacimiento del Salvador. Que la alegría navideña que esparzas durante estas fechas te genere muchos retornos y bendiciones.
Gabriel y Sally García Redacción
1. Nello Gargiulo, carta a El Mercurio, diciembre de 2023.
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¡Feliz cumpleaños, Jesús!
Me crie en la Unión Soviética. Por eso no celebré la Navidad hasta 1991, cuando tenía 16 años.
Hasta entonces nunca había visto un pesebre, nunca había oído un villancico ni me habían contado el nacimiento de Jesús en Belén.
Cuando por fin experimenté la verdad y el júbilo de la Navidad, me conmoví en mente y alma y me embriagué de felicidad desde el 25 de diciembre —cuando se celebra la Navidad en Occidente— hasta el 7 de enero —cuando se celebra según el calendario juliano y la Iglesia Ortodoxa Rusa—. Pasé esas dos semanas con misioneros que poco antes me habían dado a conocer a Cristo. Deseábamos una feliz Navidad a todas las personas con que nos cruzábamos, y repartimos miles de afiches a color con el relato del nacimiento de Jesús. Para muchas personas, esa era la primera vez que tenían conocimiento de Él. Cumplí los 16 años poco antes de descubrir a Jesús, y para celebrar mi aniversario mi familia y mis amigos me organizaron la fiesta más fabulosa que había tenido hasta entonces. Hoy ya casi ni me acuerdo del convite ni de los regalos, pero sí tengo grabado cada detalle de cómo conocí a Jesús. Llenó de amor y dicha mi vida vacía. Fue, con creces, el mejor regalo que jamás me hayan hecho.
¡Ni en mis sueños más osados me había imaginado que pudiera llegar a sentirme tan satisfecha!
Recuerdo que en la Nochebuena ortodoxa, a eso de las 12, mis amigos y yo dirigimos la vista hacia el cielo tachonado de estrellas y nos pusimos a gritar a todo pulmón: «¡Feliz cumpleaños, Jesús!» Todavía se me pone la piel de gallina al revivir lo feliz que me sentía en ese momento. Hasta el día de hoy canto «Feliz cumpleaños, Jesús» el día de Navidad.
Esa primera Navidad después que conocí a Jesús quise hacerle un regalo que sabía que le agradaría: decidí darlo a conocer a otras personas para que Él pudiera llenarles el corazón de alegría como lo había hecho conmigo. Ese deseo no ha disminuido desde entonces. Así pues, estas Navidades daré a conocer a Jesús a cuantas personas me sea posible. El amor infinito de Dios, que todo lo abarca y que es la esencia y el alma de la Navidad, tiene un efecto transformador. Hagamos cada uno lo que podamos para que Jesús goce de un muy feliz cumpleaños esta Navidad, dándolo a conocer a los demás.
Helen Mineo vive en Francia y está afiliada a La Familia Internacional. ■
UN SALVADOR
La noche que nació Jesús, pastores velaban por sus rebaños en los montes aledaños a Belén. De pronto se les apareció un ángel del Señor y la gloria del Señor —Su luz y resplandor—, los rodeó. El ángel les dijo que no tuvieran miedo, porque tenía buenas noticias para ellos. Enseguida les reveló que esa noche un Salvador, Cristo el Señor, había nacido en la ciudad de David. Como señal de dicho pregón, el ángel les dijo que hallarían al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre (Lucas 2:8-12).
Justo después de ese fabuloso anuncio, una multitud de las huestes celestiales se les apareció alabando a Dios y exclamando: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:13,14.) Al desaparecer la luz de la gloria de Dios, y el ángel y las huestes, los pastores decidieron ir rápidamente
a Belén para ver lo que Dios les había anunciado.
Los escritos judíos dan indicios de que en el Israel del siglo primero a los pastores se los consideraba de baja condición social. En parte ello obedece a que estaban siempre en los campos y no eran muy rigurosos en la observancia de las leyes religiosas, además de que dejaban que las ovejas pastaran en campos ajenos sin autorización. Con ese trasfondo histórico, el que el anuncio estuviera dirigido a unos pastores cobra aún mayor relevancia, toda vez que estos hasta cierto punto eran marginados de la sociedad.
En Belén los ovejeros encontraron a María, José y el niño tal como el ángel les había anticipado. Hallar a Jesús en un pesebre, envuelto en pañales en el cuarto principal de la casa de un campesino, con animales en la zona del establo, no habría sido nada excepcional para ellos, ya que es probable que ellos mismos envolvieran a sus propios hijos de la misma forma a tenor de las costumbres de los aldeanos. Colocar a un niño en un pesebre seguramente no era lo más común, pero sí una solución práctica cuando los hospedajes estaban abarrotados.
Lo que sí fue extraordinario para ellos era que el niño, cuyo nacimiento había sido anunciado por un ángel, acompañado de una hueste celestial, ¡se encontraba en una casa de aldea tal como la de ellos! Los pastores —de bajo estrato social, pobres y humildes— descubrieron esa noche que el Mesías, el Salvador del mundo, nació como un pobre campesino igual que ellos.
El Evangelio de Lucas narra que se fueron «glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído
PARA TODOS
y visto» y «dieron a conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño» (Lucas 2:17-20). Jesús había llegado para los pobres y necesitados, para los humildes y oprimidos, y no solo para los privilegiados y los bien acreditados. El mensaje que dejó fue que todos son bienvenidos, que la salvación está al alcance de todos.
El Evangelio de Mateo relata la visita de los reyes magos, que vinieron de Oriente luego de ver una estrella singular, la cual, según interpretaron, era un presagio de que nacería un rey de los judíos. Viajaron a Jerusalén en busca del rey y al llegar quisieron informarse dónde estaba el niño que sería un futuro rey, a fin de rendirle homenaje (Mateo 2:1,2).
Cuando el rey Herodes se enteró, se inquietó, toda vez que el nacimiento de un nuevo rey suponía una amenaza para su trono. Llamó a los sacerdotes y escribas para
averiguar dónde estaba previsto que naciera ese niño, a lo que le respondieron que según las Escrituras sería en Belén. Pese a que los dirigentes religiosos sabían que la Escritura declaraba dónde nacería el Mesías, no tenían ni idea de que ya había nacido. Aunque Belén no está sino a unos ocho kilómetros de Jerusalén, no hay constancia de que ninguno de los jerarcas religiosos fuera a buscar al niño.
Herodes se reunió secretamente con los reyes magos para determinar cuándo habían visto la estrella por primera vez, lo que según se desprende del relato había sido dos años antes. Tras recabar esa información, los envió a Belén con instrucciones de que le avisaran dónde estaba el niño para que él también pudiera rendirle homenaje (Mateo 2:3-8). Los reyes magos partieron de Jerusalén, encontraron a Jesús y a Su familia, se postraron ante Él brindándole tributo y le dieron presentes de oro, incienso y mirra (Mateo 2:9-11).
Luego de hallar al recién nacido rey, se instruyó en sueños a los reyes magos que no regresaran a ver a Herodes, lo cual obedecieron. Cuando Herodes se enteró de que habían dejado el país sin decirle dónde podría encontrar al niño, se enfureció. Ordenó a sus soldados que mataran a todos los niños varones menores de dos años de Belén y sus alrededores, con la esperanza de eliminar todo lo que pudiera suponer un riesgo para su trono.
Aparte de relatarnos los sucesos, ¿qué quería transmitirnos Mateo en esta parte de su narración? Ni Herodes ni los dirigentes religiosos de Jerusalén estaban al tanto de que había nacido el Rey prometido,
lo que demostraba que Dios no había dado una señal a los jerarcas religiosos o políticos. Por otra parte, los reyes magos, que eran gentiles, habían visto una señal en la naturaleza, en la estrella. Respondieron buscando al recién nacido rey y terminaron presenciando y adorando al Salvador. Mateo dejó claro que la salvación que Dios había prometido no estaba reservada solo para Israel, sino también para los gentiles, es decir, para todos.
Lucas nos dice que después del nacimiento de Jesús sus padres lo llevaron al templo de Jerusalén para presentarlo ante el Señor. Mientras estaban allí, un judío anciano y muy devoto llamado Simeón los observó. Dios le había dicho a Simeón que antes de morir vería al Cristo, el Mesías. Al ver a Jesús lo tomó en sus brazos y rezó: «Ahora, Soberano Señor, despide a tu siervo en paz conforme a tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación que has preparado en presencia de todos los pueblos: luz para revelación de las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Lucas 2:29-32).
La oración de Simeón expresa que la salvación es para todos los pueblos, tanto para los judíos como para los gentiles. Como sucedió con los reyes magos, el mensaje es de salvación para todos en Cristo, que el Hijo de Dios encarnado vino al mundo para todos.
Luego Simeón los bendijo y profetizó, diciendo a María: «Este niño está destinado a causar la caída y el
levantamiento de muchos en Israel, y a crear mucha oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones» (Lucas 2:34,35 nvi). Habiendo proclamado que la salvación sería tanto para judíos como para gentiles, Simeón también profetizó que dentro del mismo Israel se generaría un rechazo a Jesús. De entre los mismos judíos algunos creerían y otros no; habría división entre la gente, ya que se pondrían de manifiesto los pensamientos de muchos corazones.
En el Evangelio de Lucas, los pastores, algunos de los más humildes de la sociedad judía, fueron testigos de un anuncio angelical sobrenatural y el niño es un campesino, demostrando que ha venido a rescatar a la gente común. También se detalla una profecía de un judío de profunda religiosidad que dice que el Mesías es para todos, aunque algunos lo rechazarán. En el Evangelio de Mateo, la señal del Salvador, vista en la naturaleza, es seguida por los reyes magos gentiles que vienen a verlo, lo que nuevamente simboliza que la salvación es para todos.
El mensaje parejo que se trasluce en el relato sobre el nacimiento de Jesús en los Evangelios —de hecho en todos los Evangelios— es que Jesús vino para toda la humanidad; que murió para la salvación de todos. «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna» ( Juan 3:16). Esas son las buenas nuevas de la Navidad. Esas son las nuevas que proclamaron los ángeles, el mensaje transmitido por la estrella que guio a los reyes magos, y el mensaje del amor de Dios que cada uno de nosotros lleva en el corazón y está llamado a comunicar a otros.
Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■
RECUERDOS ENTRAÑABLES
Victoria Olivetta
Me encanta la Navidad. A menudo busco nuevas vías de servir al Señor y a los demás durante esta época.
Hace dos Navidades tuve una idea para una actividad. Pasé bastante tiempo recorriendo tiendas en busca de sobres y papel de colores. Finalmente encontré lo que quería y elegí el color favorito de cada persona que estaría presente en nuestra fiesta navideña. Cuando llegó el momento de repartir los regalos entregué un sobre y un trozo de papel a cada persona. Propuse que en una cara del papel escribiéramos una lista de las cosas que nos llenan el corazón de gratitud y que en la otra apuntáramos nuestros objetivos y sueños para el año que viene. Fue una experiencia gratificante. Cada uno guardó su sobre.
La Navidad siguiente volví a celebrarla con los mismos queridos amigos, que han estado a mi lado muchos años y con quienes hemos pasado por muchas circunstancias difíciles. Planificamos el menú, compartimos los gastos y lo pasamos de maravilla. Durante el tiempo que estuvimos juntos sacamos los sobres que habíamos guardado y leímos en voz alta lo que habíamos escrito el año anterior, aquello por lo que estábamos agradecidos, nuestros sueños y objetivos para el nuevo año, y de qué manera muchos de estos se habían hecho realidad.
Unos meses más tarde, una amiga y yo estábamos comiendo juntas. Con un brillo en los ojos me contó lo fiel que es el Señor. Había sido un año de muchos cambios para ella. Algunos de sus seres queridos se habían mudado a otra ciudad y había nacido un nieto. Dijo que se sentía muy agradecida por el sobrecito de color que había guardado, pues nunca antes había documentado por escrito los favores concedidos por Dios. Le ayudó a ver cuánto había disfrutado del amor, la protección y la provisión de Dios, así como de buena salud, buena comunicación con su hijo que vive en el extranjero y mucho más.
Me sentí muy agradecida al ver que esta idea tan sencilla había surtido efecto. ¡Qué bonitos son los regalos del corazón! Esos pequeños sobres guardaban tesoros porque nos permitieron recordar las abundantes bendiciones del Señor.
En esta temporada navideña le vengo pidiendo al Señor que me dé otra idea. Puede que requiera un poco de tiempo, imaginación y amor, pero ¡valdrá la pena!
Victoria Olivetta está afiliada a La Familia Internacional. Vive en Argentina. ■
MI NAVIDAD EN JULIO
Cuando tenía poco más de veinte años inicié una trayectoria que transformó mi vida como parte de un grupo de canto cristiano. El objetivo era llevar alegría y amor a niños de orfanatos que anhelaban un rayito de luz en su existencia. La Navidad tiene su magia y encanto particulares. Así, un día, de la nada, me vi dirigiendo un vibrante espectáculo navideño con un grupo de niños, todos de unos cinco años de edad. No tenía idea de que esa experiencia marcaría el comienzo de una conmovedora historia cuyo desenlace tendría lugar quince años después.
Katrin
Prentice
Ese día, en un ambiente de mucha expectación, entonamos canciones que resonaron por los pasillos del orfanato captando la atención de los niños y tocándolos en el alma. Les enseñamos villancicos sobre ese suceso que ha trascendido los tiempos —el nacimiento de Jesús— y su mensaje de amor y esperanza. Al término de la función le dimos a cada niño un paquete de Navidad muy sencillo que incluía un afiche a todo color, para recordarles que Jesús los ama. La idea era obsequiarles algo que pudieran atesorar hasta mucho después de la temporada navideña.
Avancemos ahora quince años en el tiempo hasta un caluroso día de verano de julio de 2005, pocos días antes de mi matrimonio con el amor de mi vida, Brian. Estábamos alojados con la familia de nuestro padrino de boda, inmersos en los preparativos y con la emoción de iniciar un nuevo capítulo de nuestra vida.
Aunque no guardaba relación alguna con el ajetreo previo a la boda, la casa donde nos hospedábamos necesitaba algunas reparaciones, y nuestros amigos habían contratado a unos albañiles para realizar el trabajo. Cuando llegaron los obreros, nuestros amigos no estaban en casa y mi novio y yo los atendimos. Yo me ocupé de preparar café y pastelillos para servirles mientras trabajaban en arreglar la pared y las baldosas. Lo que sucedió entonces fue francamente extraordinario.
Mientras pasaba las tazas de café y los bizcochos, mi mirada se encontró con los ojos curiosos del joven aprendiz. Una sensación de asombro lo invadió, congelándolo momentáneamente. Eso me intrigó y me puso incómoda, y le pregunté en qué estaba pensando. Lo que me dijo me dejó petrificada.
—Todo está bien, señora —comenzó diciendo—. Lo que pasa es que estoy encantado y desconcertado de verla. Yo la recuerdo a usted. ¡No puedo creerlo!
Mi incomodidad se agudizó. Por mucho que me esforzaba, no lograba reconocer ese rostro. Estaba segura de que nunca lo había visto.
—Permítame remontarme en el tiempo —propuso con una sonrisa en los labios—. Discúlpeme la pregunta: ¿su nombre es Katrin?
Asentí, confirmando su intuición. Los ojos le brillaban mientras seguía indagando:
—Toca la guitarra, ¿no? Y canta muy bien, ¿verdad que sí?
Sonrojada, admití con una sonrisa. ¿Cómo era posible que supiera tantos detalles sobre mí?
—¡Estaba seguro! —exclamó—. Verá. Usted probablemente no se acuerda de mí, porque fue hace mucho tiempo. Yo tenía unos 5 años y éramos muchos...
Me contó que era uno de los huérfanos para los que yo había actuado durante aquella inolvidable función navideña. Como si lo estuviera reviviendo, relató que yo le había tomado sus manitas, lo había mirado a los ojos y le había asegurado que Jesús lo amaba.
—Todavía guardo ese afiche que me dio —añadió entre lágrimas—. Y nunca me olvidé del día que la conocí.
El afiche que le di llegó a ser mucho más que una muestra de buena voluntad con motivo de las fiestas; había sembrado una semilla de fe en su corazón que con los años germinó y desarrolló.
Probablemente hubo más de cincuenta niños pequeños bailando a nuestro alrededor durante ese inolvidable show de Navidad. ¿Qué probabilidades existen de volver a ver a uno de ellos quince años después en la víspera de mi boda? Y ahí estábamos. Dos vidas —conectadas por un acto de bondad y una semilla de fe sembrada años atrás— volvían a encontrarse.
Mi Navidad en julio, como la terminé llamando, tuvo un profundo significado para mí. Me habló quedamente al alma sobre el trascendental efecto que tienen las palabras que pronunciamos y los actos de bondad que otorgamos.
Ese encuentro inesperado también subrayó la importancia de sembrar semillas de fe, aun cuando no podamos predecir el resultado. Quién sabe qué otro rumbo hubiera tomado la vida de ese muchacho si yo hubiera dejado pasar esa oportunidad de expresarle que Jesús lo amaba. A Dios gracias ese no fue el caso. Y ahí estaba: el huerfanito se había convertido en un joven sobresaliente.
En el tapiz de la vida, cada encuentro, por insignificante que parezca, añade un hilo único que teje una hermosa historia. Ese encuentro impensado en julio no fue una coincidencia. Resultó ser un recordatorio deliberado de la repercusión que tienen el amor y la gracia de Dios. Sin duda fue mi mejor regalo de bodas.
Cuando pronunciamos los votos matrimoniales, mi esposo y yo también hicimos el voto de seguir transmitiendo la lección aprendida, valorar cada momento, nunca subestimar el poder de una palabra amable y siempre ser fieles en comunicar el mensaje de Jesús a todas las personas que vayamos conociendo.
Katrin Prentice es asesora personal (coach) acreditada por la institución IAPC&M con sede en Bulgaria. Ha preparado a cientos de mentores a lo largo de Europa y desempeñado un papel clave en el fomento del coaching en los Balcanes. ■
CELEBRAR LO POSITIVO
Amy Joy Mizrany
Cuando se acerca el fin de año la mayor parte de mi atención se centra en la Navidad. Es un acontecimiento emocionante, desbordante. Pero también hay que tener en cuenta que diciembre es el último mes del que suele ser un largo año agotador.
En esta época pienso en el año que termina, en cómo me ha ido y en lo que espero que cambie el año que viene.
A veces, en días particularmente ajetreados y estresantes, pienso en lo bonito que sería que todo el trajín de la Navidad naciera del deseo de honrar a Jesús y no por la frenética disputa de no querer ser menos que el vecino.
De vez en cuando me dan ganas de gritar de desespero cuando recuerdo los compromisos que asumí y nunca llegué a cumplir, los hábitos que pensé que podría romper a principios de año pero que mantuve un año más.
Esos eran algunos de los pensamientos que me rondaban por la cabeza cuando se aproximaban las Navidades. Pero entonces las cosas cambiaron.
Caminaba por la calle con un amigo y miré por casualidad al suelo.
—Oye —dije—. Mira eso.
—Uy sí, qué lata, al ayuntamiento le da igual —contestó mi amigo—. Deberían haber rellenado esa grieta
hace siglos. Ni soñar con encontrar a alguien que arregle ese bache. Seguro que a los ciclistas no les hace mucha gracia.
Me eché a reír.
—No. Mira. Es un corazón.
—¡Ah!
Los dos nos reímos de cómo la misma cosa podía verse de dos maneras tan distintas.
Mi amigo tenía razón. Era una grieta en la carretera. Deberían haber reparado el bache. Seguramente haría tropezar a alguien. Hasta es probable que ya hubiera ocurrido.
Sin embargo yo también tenía razón. Era un corazón.
Tomé ese incidente como fórmula para reflexionar sobre este año. Y dice así:
La gente no fue considerada.
Yo fallé.
En invierno hacía frío.
Me entristecí.
Amigos y familiares fallecieron o se marcharon.
Ese es el bache.
Dios fue fiel.
Me sentí amada.
Tuve éxito.
El verano fue cálido.
Jesús estuvo conmigo.
Pude tocar el alma de la gente.
Ese es el corazón.
Supongo que lo que intento decir es que estas Navidades voy a mirar el corazón, no el bache. Con once meses del año a mis espaldas, este diciembre voy a celebrar lo positivo, los progresos, la alegría.
Amy Joy Mizrany nació y vive en Sudáfrica. Lleva a cabo una labor misionera a plena dedicación con la organización Helping Hand. Está asociada a LFI. En su tiempo libre toca el violín. ■
LA PAZ NAVIDEÑA
Marie Alvero
He tenido la suerte de celebrar casi 50 Navidades. Es divertido rememorar esas Pascuas, celebradas en distintas casas, en diversos países, junto a diferentes personas, con un mosaico de tradiciones y casi siempre con un presupuesto muy reducido. Pensándolo bien, todas tenían dos cosas en común: celebrábamos el nacimiento de Jesús y pasábamos gratos momentos juntos. Ahora, cuando planifico mis propias celebraciones, son esas dos cosas las que procuro mantener en primer plano. Aprendí que hay muchas cosas que se pueden hacer para que esta época del año sea sencilla y económica, y al mismo tiempo grata, divertida y plena de sentido. Aquí les dejo algunas ideas:
• Evalúa en serio tu presupuesto, el caudal tanto de dinero como de tiempo del que dispones, para saber con qué cuentas.
• En función de tus recursos de tiempo y dinero, decide en cuántas actividades y actos que puedes participar.
• Comunica a tus amigos y familiares lo que está dentro de tus posibilidades; así todos pueden remar para el mismo lado.
• Muchas de las cosas que hacen singular esta época cuestan muy poco, como poner villancicos, leer conocidos cuentos de Navidad, ver películas sobre el tema, hacer voluntariado, etc.
• Si bien los Evangelios de Mateo y Lucas narran el nacimiento de Jesús, todos los Evangelios refieren los hechos de Su vida. La Navidad es una época perfecta para leer esos relatos.
• Ser dadivoso. La generosidad es uno de los temas más resonantes de la Navidad. Dios dio a su Hijo al mundo, ¡un regalo increíble! Ser generosos con nuestro tiempo y nuestros recursos nos ayuda a reflejar ese don de amor.
• Relájate y disfruta de las cosas sencillas. Villancicos y velas, una película de Navidad y palomitas de maíz, un paseo en auto para ver las luces navideñas, una cena con amigos y familiares. Que sea una temporada de menos producción y más pausa. Eso requiere práctica, pero merece la pena vivir y disfrutar el momento.
• Amplía tu círculo de amigos. Si sabes de alguien que está solo o necesita ayuda, acércate a esa persona.
Les enumero mis objetivos para estas Navidades, en este orden: 1) Celebrar a Jesús y llegar a conocerlo un poco mejor; 2) amar a mi gente y hacerla partícipe de sencillas alegrías; 3) ir más despacio y disfrutar de lo que hay, y 4) mantenerme dentro de mi presupuesto. Aunque tus objetivos tal vez difieran de los míos, aprendí que abordar la temporada navideña con cierta intencionalidad me ayuda a mí y a mi familia a sacar el máximo provecho de las fiestas.
Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU. ■
Recobrar la alegría
Rosane Cordoba
Corría el año 1992. Todo iba de maravilla; nuestra hija menor llegó en febrero y nos mudamos a una casa mejor. El pequeño negocio de serigrafía de mi marido iba viento en popa y los niños estaban felices y sanos. Teníamos algo de tiempo libre los fines de semana para hacer voluntariado. Cantábamos en hogares infantiles, en un centro para ancianos y en un hogar para adolescentes huérfanos. Aparte eso, recogíamos alimentos donados en el mercado para compartirlos con familias pobres. Entonces ocurrió lo insospechado. Sin previo aviso mi marido sufrió una apoplejía. Todos quedamos conmocionados. Estuvo tres semanas en la UCI mientras yo hacía malabarismos para ocuparme de todo en casa, bregar para que el negocio siguiera adelante y visitarlo a él todas las tardes. Contrariamente a lo que esperábamos, el Señor se lo llevó al Cielo.
Fuimos superando nuestro duelo lentamente. Mi fe en la bondad de Dios me ayudó a seguir adelante. Además
anduve muy atareada, lo que me ayudó a olvidarme de mi aflicción. Sabía que nuestros hijos actuaban con valentía y sufrían en silencio, y se me caía el alma a los pies cada vez que miraba sus ojos tristes. El cumpleaños de mi hija mayor, en septiembre, pasó sin pena ni gloria. Sin contar al bebé, mis hijos tenían entre 3 y 13 años. Aunque veía que maduraban tempranamente a causa de la pérdida, no podía hacer mucho al respecto.
A medida que se acercaba la Navidad nuestro sentimiento de vacío crecía, y yo oraba y pedía al Señor un milagro de alegría para esa época. A principios de diciembre unos familiares cristianos de mi cuñado, que tenían una pequeña fábrica de ropa en una ciudad cercana, vinieron a pasar las fiestas. Trajeron ropa nueva para todos los niños y se sentaron en el porche con nosotros por unas horas. Fueron como ángeles de la caridad. Conversaron con mis hijos y les levantaron el ánimo.
Un ángel glorioso se apareció a unos pastores en el campo. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén».
Lucas 2:10,11 nvi
Dios amó [y tuvo en tan gran estima] al mundo que [hasta] entregó a Su Hijo único, para que todo el que crea y reconozca en Él [al Salvador] no se pierda [no perezca], si no que tenga vida eterna.
Juan 3:16 amp
Vivíamos en la frontera entre Brasil y Paraguay. Una semana antes de Nochebuena mi hermana Mabel me envió dinero para que fuera a Ciudad del Este, donde los juguetes eran más baratos y así pudiera comprarle un regalo a cada niño. El dinero alcanzó justo para comprar un juguete escogido para cada uno. Recuerdo que le conseguí a mi hija mediana, a la que le gusta cantar, una cajita de música portátil con un micrófono para amplificar su voz, y para mi aventurero hijo de siete años elegí un juego de walkie-talkies (transmisor-receptor) de corta distancia. El día de Navidad abrieron los paquetes de juguetes, se rieron y jugaron. Disfrutamos de una comida especial, cantamos juntos y dimos gracias a Jesús por venir a nuestro mundo lleno de penas para traernos alegría. No sé cómo, pero ¡Él nos volvió a alegrar a todos esa Navidad!
Con el paso de los meses volvimos a ser felices. Aunque nuestros ingresos eran magros, Dios siempre cubría nuestras necesidades. Encontramos tiempo e inspiración para volver a hacer nuestra obra voluntaria cantando y llevando alegría a diversas instituciones. Entendimos mejor lo que era ser un huérfano o una viuda solitaria en una residencia de ancianos.
Ahora todos mis hijos son adultos y tienen sus propios hijos. Cada Navidad nos reunimos, comemos y celebramos. Jugamos y cantamos juntos. Tenemos una tradición familiar en la que, después de sacar cada regalo de debajo del árbol de Navidad, imitamos al destinatario del regalo y los demás adivinan de quién se trata. Nos pegamos siempre unas buenas carcajadas. Dos de mis hermanas, Mabel y su nieto, vienen a nuestras celebraciones.
A veces un regalo puede hacer sentir feliz ese día (¡o todo el año!) a una persona que necesita un poco de alegría, como el regalo que Mabel nos hizo a mí y a mi familia aquel año. Ahora que se acerca la Navidad recuerdo que nuestro Padre celestial es, con creces, el ser más regalador de todos los tiempos. Nos amó tanto que obsequió a Su propio Hijo para redimirnos.
Rosane Cordoba vive en Brasil. Es escritora independiente, traductora y productora de textos didácticos para niños basados en la fe y orientados a la formación del carácter. ■
Si aún no has recibido el don de la vida eterna acogiendo a Jesús como tu Salvador, puedes hacerlo ahora mismo rezando esta sencilla oración:
Jesús, gracias por venir a la Tierra y morir por mí y por toda la humanidad. Gracias por abrirme un camino para tener una relación personal contigo y con el Padre. Te ruego que me perdones por las veces que he obrado mal. Te pido que entres en mi corazón. Lléname de Tu Espíritu Santo y ayúdame a vivir una vida que te agrade. Amén.
Lecturas enriquecedoras
NUESTRO HUMILDE SALVADOR
Veamos de qué manera quedó de manifiesto el carácter de Jesús en algunos sucesos trascendentales de Su vida. El Rey de reyes eligió la senda de la humildad y la sumisión. Jesús no solo predicó sino que vivió la humildad.
NACIÓ EN UN ESTABLO
[María] lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:7
SU MISIÓN
Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Mateo 9:35
LAVÓ LOS PIES A SUS DISCÍPULOS
[Jesús] echó agua en una palangana. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. […] Después de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, se sentó y preguntó: «¿Entienden lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman «Maestro» y «Señor» y tienen razón, porque es lo que soy. Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les di mi ejemplo para que lo sigan. Hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes». Juan 13:5,12–15 ntv
SU ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN
He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna. Mateo 21:5
GUARDÓ SILENCIO ANTE SUS ACUSADORES
Él fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca. Isaías 53:7
MUCHOS LO RECHAZARON
Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de Su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron. Juan 1:10,11 ntv
FUE CRUCIFICADO CON DELINCUENTES COMUNES
Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Mateo 27:38
SE REBAJÓ A NUESTRO NIVEL
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo. Filipenses 2:5–7 nvi ■
Bienvenido de regreso
Chris Mizrany
Cada vez que vuelvo a casa de un viaje de trabajo o de misión, mi familia hace pequeños carteles que rezan «Bienvenido de regreso a casa», que cuelgan en las verjas, puertas, paredes y prácticamente en toda la casa. Es siempre reconfortante y además increíble lo rápido que desaparece el cansancio del viaje. Mi corazón se siente atraído por el cálido resplandor del hogar. Sí, estoy de vuelta en casa.
Me pregunto cómo se sintió Jesús saliendo por la puerta del Cielo hacia un mundo duro, plagado de contrariedades, para no volver en muchos años. La noche en que cantaron los ángeles, el viaje de Jesús apenas comenzaba. Le quedaba mucho por vivir: alegrías y lágrimas, amigos y traidores. Era un forastero lejos de Su hogar celestial, un extraño en el mundo. Creo que a veces se sentía rendido, como yo. Me imagino que enfrentar el rechazo cuando decía la verdad era tan doloroso para Él como lo es para cualquier otra persona. Y sé que añoraba Su hogar y a Su Padre. Aun así, siguió adelante.
Ahora sabemos cómo se fue desenvolviendo el relato de la Navidad durante esos largos años: prodigios, crecimiento, aprendizaje, labor y ministerio, decisiones, destino, milagros, sufrimiento, muerte. Vemos su influencia a lo largo de milenios y percibimos el amor imperecedero que dejó grabada la vida de Jesús en incontables corazones. No obstante, para Jesús los acontecimientos se fueron dando día a día, una obediencia tras otra, una jornada más ausente de su casa, hasta aquella
increíble mañana en que resucitó en gloria, y el dolor de la muerte se fundió en el resplandor de la salvación eterna obtenida para todos los que le acogieran ( Juan 1:12).
Hoy tú y yo pasamos por este mundo que se perfila cada vez menos acogedor de nuestra fe. Ninguno de nosotros ve aún el final de nuestra historia ni conoce toda la influencia que tendrá. Habrá días en los que tendremos ganas de abandonar, en los que sentiremos una nostalgia casi insoportable por un sitio lejos de todo, un lugar del que nos sintamos parte. En esos momentos, reconozcamos el honor que supone caminar en la tradición de tantos creyentes de siglos pasados. (Véanse Hebreos 11 y 12:1-3.) No viajamos accidentalmente o sin rumbo: hemos sido elegidos y enviados. Por eso, ¡aprovechemos al máximo el tiempo que tenemos aquí!
Podemos celebrar a Jesús, el Único que hace que nuestra Navidad sea festiva. Podemos difundir bondad y alegría como luces centelleantes en un mundo en penumbra. Qué maravilloso será cuando los viajeros cansados lleguemos por fin a casa y veamos a nuestro Señor. En ese momento, abrigados por las frases «bien hecho» y «bienvenidos de regreso a casa», sabremos que todo ha merecido la pena.
Chris Mizrany es misionero, fotógrafo y diseñador de páginas web. Colabora con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. ■
De Jesús, con cariño
MI PRESENCIA CONTIGO
A medida que se acerca la Navidad, tanto si tu vida parece ir cuesta arriba como cuesta abajo, Yo estoy contigo. Ya sea que esperes días mejores o que todo marche sobre ruedas, Mi promesa es que siempre estoy contigo (Mateo 28:20). Estoy contigo para celebrar las victorias y para caminar a tu lado en los momentos de alegría. Así también estoy a tu lado en las horas difíciles, cuando el trabajo prometido no llega, un ser querido se enferma o las preocupaciones económicas te acechan. No importa en qué momento de tu vida te encuentres, Yo estoy contigo y tu futuro es de esperanza y gloria (Romanos 8:18). Siempre puedes contar conmigo y acudir a Mí en busca de orientación y soluciones para cada dificultad o nueva oportunidad que se presente. Puedes tener una paz interior perfecta —pase lo que pase a tu alrededor— sabiendo que Yo estaré a tu lado cada segundo de cada día de esta vida y que tú estarás conmigo en el Cielo por la eternidad (Isaías 26:3). Yo soy el Príncipe de la Paz. Vine para que pudieras tener vida en toda su plenitud y permanecer en Mi amor y gozo, y para que tu gozo sea completo (Juan 15:9-11). Ese es Mi regalo para ti y para todo el que quiera recibirme.