5 minute read
Informe
Informe especial
¿Días de soledad?
La soledad no tiene estación, pero hay cosas que todos podemos hacer para ayudar a evitar sus efectos.
La estación de las fiestas trae consigo reuniones familiares y de amigos. También es un tiempo difícil para muchas personas. Algunos están lejos de casa y no pueden viajar, o las circunstancias no les permiten celebrar con otros. Pero aun estando rodeado por una multitud de seres queridos, es posible sentirse muy solo. ¿Qué podemos hacer cuando esos sentimientos de soledad parecen estar más allá de nuestro control?
Primero, reconocer que la soledad es un sentimiento. Indica que una persona no se está conectando con otros tanto como quisiera. La soledad es un síntoma de desconexión. Y la desconexión prolongada no es buena. Aun así, la soledad es una experiencia común que muchos experimentan como parte ocasional de la vida. Es parte de un ser independiente que, en ocasiones, queda solo.
Pero tenemos que entender un hecho sumamente importante: la soledad y sentirse solo no son lo mismo. Por cierto, podemos sentir soledad cuando estamos solos, pero también es posible sentirse solo en medio de otras personas, incluidos amigos y familiares. La soledad es el sentimiento que tiene una persona cuando no se hace realidad su necesidad de conexión. Y este sentimiento de desconexión es, en efecto, doloroso.
Es importante pasar tiempo en soledad sin sentirse solo, pasar horas o unos días solo sin anhelar, con desesperación, una conexión. En la vida aparecen esos momentos y circunstancias de estar lejos de las personas que más nos importan. Pero si esos momentos son prolongados o involuntarios, es natural que nos ataque la soledad.
La soledad es también una experiencia subjetiva. Si una persona se siente sola, entonces ese sentimiento es genuino. No importa lo que los demás piensen o digan de la situación. Para muchos, el peor tipo de soledad puede ser la desconexión emocional: el sentimiento de que otros no ven, reconocen, comprenden o aprecian lo que está en su interior.
¿QUÉ DICE LA BIBLIA?
¿Se preocupa Jesús de nuestros momentos de soledad? Por supuesto. Y Jesús sabe lo que es la soledad. Comprende lo que sentimos y tiene compasión por nosotros. Al pender de la cruz entre el cielo y la tierra, aguardando la muerte y abandonado por la mayoría de sus amigos y familiares, clamó a Dios: «¿Por qué me has desamparado?» (Mat. 27.46, NVI). Pero sabemos que no estaba solo.
Alrededor de la cruz había soldados y espectadores, pero no estaban allí para consolarlo o conectarse con Cristo. Por el contrario, lo ridiculizaron y acosaron. Y aunque algunos que lo amaban estaban también allí, Jesús se sentía solo. Pero perseveró. Y al final conquistó la muerte, y también conquistó la soledad. Experimentó soledad extrema. Él sabe muy bien qué se siente, y sufre con cada persona solitaria.
Aunque acaso no lo sintamos, tenemos que recordar que «ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Rom. 8:38, 39, NVI).
En su dolor y sufrimiento, lo invito a ir a Jesús y orar con las palabras y el espíritu del rey David: «Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión, pues me encuentro solo y afligido. Crecen las angustias de mi corazón; líbrame de mis tribulaciones» (Sal. 25:16, 17, NVI).
PRÓXIMOS PASOS
Cuando experimente soledad, tómela en serio. Reconozca sus sentimientos y busque respuestas que puedan respetar y responder a sus sentimientos. Admita el problema. No es vergonzoso sentirse solo. No significa que la persona que se siente así, sea un fracaso. Procure que el sentimiento de soledad lo impulse a pensar y actuar de maneras apropiadas. Considere las causas. ¿De dónde proviene esa soledad? ¿Le faltan personas con quienes conectarse, o le resulta difícil conectarse emocionalmente con los demás? ¿Qué temores y obstáculos se interponen en sus esfuerzos por conectarse con otros? ¿Está buscando conexión con el tipo adecuado de personas –de aquellos que pueden ver y apreciar quiénes somos y qué tenemos en nuestro interior? Acepte lo que no puede cambiarse. La vida está llena de cambios y transiciones, y avanzar requiere dejar otras cosas de lado. Dejar el hogar, la familia, los amigos, los colegas y los compañeros puede crear sentimientos temporarios de soledad. Pero aprecie las nuevas oportunidades de conexión que existen. Altere lo que puede cambiarse. Es importante tener al menos una persona con quien abrir nuestro corazón. Busque verdadera conexión, no popularidad o atención. Participe con otras personas en algo que le interese o en trabajar como voluntario en alguna causa que le guste. Coma con otros. Necesitamos comer juntos. Invite a alguien a su casa o salgan a comer. A menudo, es allí donde se forman relaciones y se establecen conexiones. Consiga una mascota. Cuidar de otro ser más allá de usted –alimentarlo, caminar con él, acariciarlo, etc., en especial con un perro, que busca el contacto– puede ser una buena solución. Busque ayuda profesional. Si no sabe qué hacer de manera proactiva para mejorar la calidad y la cantidad de relaciones significativas, busque ayuda profesional. Hable con un médico, consejero, terapeuta, psicólogo o psiquiatra para que evalúen la probabilidad de depresión; es extremadamente importante.
ALGO IMPORTANTE QUE RECORDAR
Aun en medio de las peores experiencias de la vida, podemos confiar en que Dios obrará en nosotros para que suceda algo bueno. No permita que la soledad lo torne inactivo; por el contrario, haga que lo impulse a la acción. La experiencia de la soledad puede empujarlo hacia la búsqueda de una conexión más profunda con Dios, hacia una experiencia de vida real de conectarse con él.
Si está pasando por momentos de soledad, busque qué cambios hacer en su vida social, pero también en su vida espiritual. La verdadera conexión es posible. Si la busca, la hallará. Es lo que Dios quiere para usted.
Torben Bergland es psiquiatra y director asociado de Ministerios de Salud de la Asociación General.
UNA ORACIÓN ESPECIAL
Querido Jesús:
Tú sabes qué es la soledad. Sabes cómo me siento. Al mirar a mi corazón, tú me comprendes y sientes compasión. Me creaste para que me conecte contigo y con otras personas. Muéstrame qué me impide alcanzar una conexión más profunda contigo y con los demás. Muéstrame qué puedo hacer, y dame el valor para hacerlo. Y mientras trabajo para conquistar mi soledad, hazme una bendición para los que sufren de soledad.
Amén