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Una luz guiadora

Sigamos la estrella

La noche era oscura, y de pronto fue clara. Las estrellas brillaban sobre las colinas de Belén, donde durante siglos los pastores habían guardado sus rebaños. Con frecuencia, estos pasaban la larga noche en compañía, compartiendo sus pensamientos y esperanzas. Esa noche parecía una más, mientras «hablaban del Salvador prometido, y oraban por la venida del Rey al trono de David». 1

De repente, la tranquila noche se vio interrumpida por un relámpago de luz celestial. «Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor» (Luc. 2:9). Buscando calmar sus temores, el ángel les dijo: «No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor» (vers. 10, 11). Después de que el ángel les explicó cómo encontrar a ese precioso bebé «envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (vers. 12), pareció que el cielo mismo no pudo contener su gozo, porque una hueste innumerable de seres angélicos entonó la gloriosa alabanza: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (vers. 14).

UNA ESTRELLA INUSUAL

Los pastores no fueron los únicos que contemplaron la luz sobrenatural que irradió de la hueste angélica en la noche. A casi mil quinientos kilómetros hacia el este, en la región de Mesopotamia, un grupo de sabios, conocidos como «magos», notaron una estrella inusual en el cielo nocturno. Esos sabios pertenecían a una clase acaudalada e influyente de nobles, honrados por su integridad y sabiduría. Elena White nos dice: «Mientras estos magos estudiaban los cielos tachonados de estrellas, y trataban de escudriñar el oculto misterio de sus brillantes

derroteros, contemplaban la gloria del Creador. Buscando un conocimiento más claro, se dirigieron a las Escrituras hebreas». 2

Conocían la profecía de Balaam, quien era de Mesopotamia y que siglos antes había declarado: «Saldrá estrella de Jacob, se levantará cetro de Israel» (Núm. 24:17). ¿Podía ser esta la estrella?, se preguntaban los sabios mientras escudriñaban con ahínco los antiguos rollos inspirados. Al estudiar las profecías de Isaías, Daniel, Miqueas y otros, se convencieron cada vez más del significado inusual de la estrella y decidieron aprender más.

SIGUIERON A LA ESTRELLA

«Los magos habían recibido con gratitud la luz de la verdad enviada por el cielo; ahora esa luz se derramaba sobre ellos en rayos más brillantes –escribió Elena White–. En sueños, recibieron la indicación de ir en busca del Príncipe recién nacido». 3

Con preciosos presentes, los magos montaron sus camellos y siguieron a la misteriosa estrella. Al viajar de noche, se recordaban lo que habían estudiado, y «en cada descanso, escudriñaban las profecías; y se afirmaba en ellos la convicción de que eran guiados divinamente. Mientras tenían la estrella por delante como señal externa, tenían también la evidencia interna del Espíritu Santo que estaba impresionando sus corazones, y les inspiraba esperanza. El viaje, aunque largo, fue para ellos muy feliz». 4

RECEPCIÓN SORPRESIVA

Después de viajar durante varias semanas, los sabios llegaron finalmente a Jerusalén. Con ansias, preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo» (Mat. 2:2). Pero para sorpresa de ellos, sus preguntas fueron recibidas con temor y asombro. Nadie parecía saber del Rey recién nacido.

Aun los líderes religiosos no pudieron brindarles respuestas. En lugar de abrazar las preguntas de esos visitantes, los sacerdotes repitieron simplemente sus tradiciones de larga data, rechazando con desprecio el hecho que los gentiles presumieran entender las Escrituras hebreas mejor que ellos.

Antes de no mucho, la noticia llegó al palacio de Herodes, y los magos fueron invitados a una entrevista con el celoso rey. «Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño y, cuando lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo» (Mat. 2:8), dijo Herodes con engaño.

Al dejar el palacio un tanto desanimados, los espíritus de los magos se reanimaron al ver otra vez la estrella en el firmamento. Con ansias, siguieron su luz guiadora hasta el Cristo Niño. «Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra» (Mat. 2:11).

Mediante su estudio de las profecías bíblicas y la orientación del Espíritu Santo, esos hombres lograron mirar más allá de las apariencias humildes, y en Jesús «reconocieron la presencia de la divinidad. Le dieron sus corazones como a su Salvador, y entonces sacaron sus presentes». 5

UNA LUZ GUIADORA

Hoy aún tenemos la luz guiadora de la profecía bíblica. El apóstol Pedro nos asegura: «Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones» (2 Ped. 1:19).

Al igual que en los días de Cristo, actualmente hay algunos que dudan de su pronto regreso. «¿Dónde está la promesa de su advenimiento? —dicen de forma burlona—. Porque desde el día en que los padres

Al ver su cumplimiento exacto en el pasado, podemos confiar en lo que aún tiene que cumplirse, exactamente como lo predicen las profecías. Sigamos a esa estrella guiadora.

durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación» (2 Ped. 3:4). Pero se muestran deliberadamente ignorantes, sin reconocer que su venida «está cerca, a las puertas» (Mat. 24:33).

Hombres y mujeres sabios están estudiando hoy las profecías. Esos escritos inspirados revelan el pasado, el presente y el futuro. Al ver su cumplimiento exacto en el pasado, podemos confiar en lo que aún tiene que cumplirse, exactamente como lo predicen las profecías. Sigamos a esa estrella guiadora.

«Porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe» (Heb. 10:37, 38).

1 Elena White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1898), p. 31. 2 Ibíd., p. 41. 3 Ibíd. 4 Ibíd., p. 42. 5 Ibíd., p. 45.

Ted N. C. Wilson es presidente de la Iglesia Adventista. Se pueden consultar artículos y comentarios adicionales de la presidencia en Twitter: @pastortedwilson y Facebook: @Pastor Ted Wilson.

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