Adventist World Spanish - March 2021

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Con Dios en Las Vegas

E ¿Puedo contarle una historia? DICK DUERKSEN

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Marzo 2021 AdventistWorld.org

l avión de Monte tenía que salir del aeropuerto de Las Vegas a las 15:30. Debido a las restricciones por el Covid-19, la cantidad de personas que querían viajar y el intenso tráfico, él estaba decidido a salir temprano. Bien temprano. Llegar temprano no era simple. Tenía que devolver el auto de alquiler. «Llegue al menos dos horas antes», decía el cartel. Monte obedeció, llegó tres horas antes, entregó su camioneta Nissan negra a los empleados de la compañía de alquiler, y tomó el bus que lo llevó hasta la terminal, a cinco kilómetros de allí. Se sintió aliviado y satisfecho de llegar a tiempo. Había sido un buen viaje, no a la ciudad de Las Vegas sino a las montañas donde había estado grabando una nueva serie de video para los pueblos nativos. Los había animado a confiar en Dios para hallar respuestas de cómo vivir en este mundo perdido. Ahora ya no estaba pensando en los programas. Estaba pensando en hallar el mostrador correcto, despachar sus maletas, pasar con éxito por seguridad y abordar el avión a tiempo. Cuando llegó al mostrador para despa-

char sus maletas, buscó sus documentos y sintió que lo envolvía el terror. Le faltaba la billetera. «Tenía que hallar mi billetera. Tenía 300 dólares en ella, ¡y mis tarjetas de crédito! ¡Tenía que encontrarla! Busqué en todo el equipaje, y entonces recordé que había colocado mi billetera en la guantera del automóvil de alquiler. ¡Oh, no!» *** El empleado de la aerolínea usó el pasaporte de Monte para despacharle las maletas y darle la tarjeta de embarque. «Tiene una hora y cuarenta minutos –le dijo–. Eso le da tiempo para regresar hasta el centro de alquiler y recuperar su billetera». Monte corrió afuera y aguardó con impaciencia el autobús. Cuando llegó, le llevó una eternidad desembarcar a los pasajeros, cargar a otros, empacar las maletas e ir hasta el centro de alquiler a muy lenta velocidad. Cuando finalmente arribó, Monte se las ingenió para descender primero. «¿Vieron cómo es cuando uno está apurado? –contó después–. ¡Siempre hay diez personas delante de uno!» Una de las empleadas vio su rostro angustiado y le preguntó si podía ayudarlo. Fotografía: Skitterphoto


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